Carlos Aguasaco: “El poeta es un hombre de su época”. Por: Lianet Hernández Rodríguez.

Carlos Aguasaco

Tras concluir su ponencia en uno de los paneles de Casa Tomada, el escritor colombiano ofreció a La Ventana algunas de sus consideraciones sobre el universo de la creación contemporánea.

Carlos Aguasaco confiesa representar, además de su país de origen, a los más de cincuenta millones de latinoamericanos en los Estados Unidos, los cuales le dan la inspiración para hacer poesía. Su voz, asegura, es la misma de las personas que viajan en metro y trabajan largas jornadas diariamente. Él, como muchos de ellos, radica hace varios años en New York y, para no alejarse demasiado de las producciones artísticas colombianas, dice viajar muy seguido a su país, sobre todo a las ferias del libro.

Muchos de los escritores latinoamericanos del momento advierten la profunda segmentación del mercado editorial y la escasa relación entre los propios escritores. Usted, que radica en New York hace más de 10 años, ¿cómo valora esta situación?

“Definitivamente en los Estados Unidos hay un boom de la literatura de tema latino, pero originalmente escrita en inglés. Hay un exotismo que debe ser explotado por el escritor que produce originalmente en este idioma. Recientemente, quienes escribimos en español, comenzamos a reclamar nuestro espacio y han aparecido departamentos en algunas universidades con programas de escritura creativa en nuestro idioma. No obstante, estas iniciativas son aún muy incipientes pero hay un mercado potencial de cuarenta millones de consumidores de escritura en español que las editoriales están tratando de explotar, aunque siempre traduciéndolas originalmente al inglés.

“Los libros escritos en español tienen un mercado muy pequeño. Artepoética Press, la editorial que dirijo, intenta ayudar a este tipo de escritores para que alcancen el siguiente nivel. Los narradores latinos en Estados Unidos somos periféricos, somos el otro, únicamente cuando escribes en el llamado spanglish tienes cierto tipo de aceptación, pero siempre como un motivo exótico, y, obviamente, uno se cansa de esa idea, pues la circulación es muy escasa. Las universidades son el único refugio que nos queda, a través de esos programas que están surgiendo.

“Con respecto a las relaciones entre los propios escritores están surgiendo circuitos como el Festival Latinoamericano de Poesía Ciudad de New York, el cual estamos organizando ahora y tratamos de que participen tanto los escritores que viven en los Estados Unidos como los que están en otros países, de manera que se puedan crear redes de intercambio. Pero no tenemos nada tan bien organizado como lo que hace Cuba y, particularmente, la Casa de las Américas. Nuestros esfuerzos son aún muy débiles”.

Entonces, ¿qué significación adquiere un evento como Casa Tomada en esta coyuntura?

“Las Casa de las Américas tiene el prestigio de no estar mediada por grandes conglomerados económicos, ni llena de los estándares que pueda tener la Feria del Libro de Guadalajara, por ejemplo. En ese sentido para mí es un honor haber sido invitado. Creo, además, que Casa Tomada es un gran comienzo porque aquí se establecen las conexiones entre los escritores que más adelante van a convertirse, definitivamente, en las figuras más representativas dentro de sus respectivos países”.

Los temas de su poesía recurren a la ciudad, sus dinámicas y procesos. ¿En qué se basa o qué lo motiva a escoger las temáticas de su poesía?

“Me he estado interesando por la poesía urbana, quiero hacer versiones del siglo XXI de experiencias como la que tuvo García Lorca en New York. Además, me interesa el proceso del inmigrante que se reubica, como decía Martí, dentro de las fauces del tigre. Precisamente por estas razones escribí Conversando con el Ángel, un libro que sigue esa tendencia urbana, muy diferente a lo que hacía en Colombia donde me dedicaba a escribir poemas medievalistas. Pero el poeta es un hombre de su época y como tal debe plasmar las condiciones de su existencia, las de las personas que lo acompañan”.

Terminada esta entrevista el poeta nos facilitó la ponencia que presentara en el panel “El ojo (auto)crítico. Perspectivas desde y hacia la más joven creación cultural latinoamericana y caribeña”, la cual reproducimos a continuación.

“UN FUE Y UN SERÁ Y UN ES CANSADO. EN EL HOY Y MAÑANA Y AYER JUNTO”: APUNTES PARA UNA POÉTICA DEL TIEMPO Y EL ESPACIO EN EL SIGLO XXI

por Carlos Aguasaco

Los poetas del Siglo de Oro vivieron la transición entre la llamada edad media y la época moderna. Sin duda sus poemas estuvieron marcados por una experiencia de cambios constantes que para entonces se percibía vertiginosa. A partir de 1492 las sociedades europeas tuvieron que acostumbrarse a la idea de que el planeta era tres veces más grande de lo que pensaban. El mundo era tres veces más diverso y tres veces más complejo. Garcilaso de la Vega (1498-1536), Francisco de Quevedo (1580-1645) y Luis de Góngora (1561-1627) vivieron desde la Península Ibérica las consecuencias gastronómicas de la llegada del tomate, la patata, el maíz, el ají y el chocolate a Europa. Sor Juana Inés de la Cruz (1651-1695) vivió desde la Nueva España (hoy México) la consolidación de la época barroca. Desde la periferia del imperio supo sobreponerse a los ataques del obispo de Puebla y produjo una obra que hoy se cuenta entre las más importantes de nuestra lengua. Con la expansión del imperio español, la burocracia de la corte se hizo cada vez más grande y la disponibilidad de nuevas plazas burocráticas aumentó las posibilidades de empleo para los letrados. De hecho, el 21 de mayo de 1590, Miguel de Cervantes Saavedra presentó una solicitud al Rey de España en la que se dice que:

“Pide y suplica humildemente, cuanto puede a V. M., sea servido de hacerle merced de un oficio en las Indias de los tres o cuatro que al presente están vacos, que es el uno la Contaduría del nuevo Reino de Granada, o la Gobernación de la Provincia de Soconusco en Guatemala, o Contador de las Galeras de Cartagena, o Corregidor de la Ciudad de la Paz”.[1]

Además de la multiplicación exponencial de la biodiversidad, el ensanchamiento de la tierra y el crecimiento incontrolable de la maquinaria imperial, estos poetas disfrutaron de la avalancha informativa representada en la proliferación de libros impresos en la imprenta de tipos removibles desarrollada por Gutenberg en 1450. De la difusión de textos manuscritos se pasó a la publicación en serie. El número de lectores potenciales y de escuchas (recordemos que los libros se leían voz alta) creció tanto que sus efectos sin duda cambiaron el rumbo de la historia. Veamos, se estima que antes de la aparición de la imprenta de Gutenberg, había unos 30 mil libros circulando en Europa y que para la entrada del siglo XVI, sólo cincuenta años después, ya había entre 10 y 12 millones.[2]

¿Qué efectos pudo tener esta avalancha de cambios constantes en la poesía del Siglo de Oro?

Este no es el espacio para proponer una respuesta completa a una pregunta tan amplia. Además, cualquier intento corre el riesgo de convertirse en una simplificación de un tema complejo. No obstante, tomemos como ejemplo dos sonetos del llamado Carpe Diem horaciano escritos por Garcilaso y Góngora respectivamente y fijémonos en la representación que en ellos se hace de la brevedad y la vertiginosidad del cambio:

SONETO XXIII

En tanto que de rosa y de azucena
se muestra la color en vuestro gesto,
y que vuestro mirar ardiente, honesto,
con clara luz la tempestad serena;

y en tanto que el cabello, que en la vena
del oro se escogió, con vuelo presto
por el hermoso cuello blanco, enhiesto,
el viento mueve, esparce y desordena:

coged de vuestra alegre primavera
el dulce fruto antes que el tiempo airado
cubra de nieve la hermosa cumbre.

Marchitará la rosa el viento helado,
todo lo mudará la edad ligera
por no hacer mudanza en su costumbre.

(Garcilaso de la Vega)

Y ahora el de Góngora

Mientras por competir con tu cabello
Oro bruñido al sol relumbra en vano,
Mientras con menosprecio en medio el llano
Mira tu blanca frente al lilio bello;

Mientras a cada labio, por cogello,
Siguen más ojos que al clavel temprano,
Y mientras triunfa con desdén lozano
Del luciente cristal tu gentil cuello,

Goza cuello, cabello, labio y frente,
Antes que lo que fue en tu edad dorada
Oro, lilio, clavel, cristal luciente,

No sólo en plata o vïola troncada
Se vuelva, más tú y ello juntamente
En tierra, en humo, en polvo, en sombra, en nada.

(Luis de Góngora y Argote, 1582)

Independientemente de sus referencias clásicas, estos sonetos describen muy bien la vertiginosidad y la inevitabilidad del cambio. Las frases imperativas “coged de vuestra alegre primavera” y “Goza cuello, cabello, labio y frente,” invitan a actuar casi en el mismo momento de la enunciación o la lectura. El narratario, el blanco locucionario o lector ideal de estos sonetos es sin duda una persona joven a la que se advierte de la inexorabilidad del cambio. El tiempo es para los hombres como la gravedad para las rocas. El 1931, Vicente Huidobro dio en su prefacio a Altazor una versión más contemporánea de este símil:

Vamos cayendo, cayendo de nuestro zenit a nuestro nadir y dejamos el aire manchado de sangre para que se envenenen los que vengan mañana a respirarlo.

Adentro de ti mismo, fuera de ti mismo, caerás del zenit al nadir porque ese es tu destino, tu miserable destino. Y mientras de más alto caigas, más alto será el rebote, más larga tu duración en la memoria de la piedra.[3]

¿En qué se parece la situación de los poetas del siglo XXI a la de los autores del Siglo de Oro?

Tomemos como ejemplo a los escritores nacidos a partir de 1972 y que a la fecha tienen 40 años o menos. En cuestión de comunicaciones, estos escritores han vivido la emergencia de las telecomunicaciones vía satélite gracias a la manipulación de las órbitas geoestacionarias. Las líneas telefónicas han dado paso a las redes de teléfonos móviles, los mimeógrafos y el papel carbón han sido reemplazados por las máquinas fotocopiadoras. Las máquinas de Fax rápidamente son desplazadas por los archivos adjuntos en los correos electrónicos. Las máquinas de escribir han dado paso a los computadores personales. Las cartas y los telegramas se convierten poco a poco en correos electrónicos y mensajes de texto.

El siguiente poema corto, del poeta Mexicano José Emilio Pacheco (1939), en su momento representó un canto a la magia de las telecomunicaciones. Recuerdo la impresión que me causó cuando lo leí en Bogotá el 18 de agosto de 1996, no obstante ahora debe leerse en clave de ironía o reliquia de anticuario.

FAX

El fax vino en tinieblas desde el mundo de ayer.
Algo giró en el aire y se imprimió en el espacio.
El impulso eléctrico envió
señales al termopapel,
engendró calor que se volvió letra y fantasma.
Leí con miedo en el fax
una carta de hace veinte años.
[4]

Para nadie es un secreto que nada de lo que alguna vez se publica en la internet desaparece por completo. Siempre existe una copia, una descarga o una imagen de lo publicado. Entonces, además de la multiplicación de los datos, los escritores de nuestra época tienen que convivir con la coexistencia de la información. En marzo pasado, Facebook contaba con mil cien millones de usuarios registrados de los cuales 665 millones estaban activos cada día.[5]

¿Qué pasa con el e-mail y el Facebook de los muertos? Mi gran amigo el poeta William Beltrán falleció en Bogotá el 11 de abril de 2011 pero hasta el día de hoy sigue vivo en Facebook. Cuando ocasionalmente veo su correo electrónico incluido en una lista de correos masivos o noto que algunas personas le desean un feliz cumpleaños en su muro de Facebook, recuerdo el caso del poeta bogotano Francisco Álvarez de Velasco Zorrilla que estando enamorado de Sor Juana Inés de la Cruz le escribió en 1698, sin saber que ella había fallecido tres años atrás, una carta laudatoria junto a un manojo de poemas.[6] En la obra de la poeta mexicana aparece un soneto que reflexiona sobre la oposición que el arte presenta frente al devenir del tiempo. Sor Juana ha sido retratada y nota que mientras ella envejece, la imagen del cuadro deja de ser una representación veraz de la realidad y se convierte en un engaño. No obstante, la poeta y su imagen retratada coexisten en un tiempo a medias congelado y a medias dinámico.

Este, que ves, engaño colorido,
que del arte ostentando los primores,
con falsos silogismos de colores
es cauteloso engaño del sentido;
éste, en quien la lisonja ha pretendido
excusar de los años los horrores,
y venciendo del tiempo los rigores,
triunfar de la vejez y del olvido:
es un vano artificio del cuidado,
es una flor al viento delicada,
es un resguardo inútil para el hado,
es una necia diligencia errada,
es un afán caduco y, bien mirado,
es cadáver, es polvo, es sombra, es nada.

(Sor Juana Inés de La Cruz) [7]

A pesar de lo que nos afirma la voz poética este soneto, tanto el retrato como el poema sobreviven a Sor Juana cuatro siglos después. Ella nos habla desde el siglo XVII y en nuestro diálogo volvemos sobre un cuarteto de Francisco de Quevedo que dice:

Retirado en la paz de estos desiertos,
con pocos, pero doctos libros juntos,
vivo en conversación con los difuntos,
y escucho con mis ojos a los muertos.
[8]

Sin duda, los escritores de nuestra época han presenciado una trasformación radical en la percepción del tiempo y el espacio que a mi parecer es sólo comparable con la experiencia de los autores del Siglo de Oro que aquí he citado. No obstante, hoy en día vivimos el reverso de la expansión y los nuevos espacios se caracterizan por ser virtuales y literalmente tangentes uno del otro. Einstein propuso la inflexión del espacio-tiempo como parte fundamental de su teoría de la relatividad. Espacio y tiempo son indivisibles uno del otro. En universo virtual cada punto contiene todos los puntos como en el famoso Aleph de Borges. Por lo tanto, en un instante convergen todos los instantes pasados, presentes y futuros. Con esa nueva consciencia nos acercamos a la poesía del siglo XXI que lleva el proyecto moderno de abarcarlo todo a nuevos límites y espacios. Francisco de Quevedo también reflexionó sobre esa confluencia temporal que hoy propongo leer en clave espacio-temporal. Veamos los últimos seis versos de uno de sus sonetos sobre la brevedad de la vida:

Ayer se fue, Mañana no ha llegado,
Hoy se está yendo sin parar un punto;
soy un fue y un será y un es cansado.

En el Hoy y Mañana y Ayer junto
pañales y mortaja, y he quedado
presentes sucesiones de difunto.

En conclusión, propongo que las nuevas estéticas tendrán que dar cuenta de ese tiempo presente que se expande y ese espacio infinito que se encoge sin que ninguno pueda separarse.

▪ ▪ ▪ ▪ ▪ ▪ ▪ ▪ ▪ ▪ ▪ ▪ ▪ ▪ ▪ ▪ ▪ ▪

Notas:

1. http://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/informacion-general-de-miguel-de-cervantes-saavedra-y-representacion-de-sus-meritos-y-servicios-sobre-que-se-le-haga-merced-atento-a-las-causas-que-se-refieren-de-uno-de-los-oficios-que-pide-vacantes-en-indias–0/html/000d1e28-82b2-11df-acc7-002185ce6064_9.html#I_18_

2. http://www.hrc.utexas.edu/educator/modules/gutenberg/books/legacy/

3. http://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/altazor–0/html/ff25e1d4-82b1-11df-acc7-002185ce6064_2.htm#1

4. José Emilio Pacheco, El silencio de la luna. Valencia: Pre-Textos, 2003. p. 103. & El Tiempo, Bogotá, agosto 18 de 1996.

5. http://news.yahoo.com/number-active-users-facebook-over-230449748.html

6. Buxó, José Pascual. El enamorado de Sor Juana: Francisco Álvarez de Velasco Zorrilla y su Carta Laudatoria (1698) a Sor Juana Inés de la Cruz. México D.F.: Universidad Nacional Autónoma de México, 1993.

7. http://bib.cervantesvirtual.com/servlet/SirveObras/01372731955793728200024/p0000001.htm?marca=Este, que ves, engaño colorido#2   

8. http://www.cervantesvirtual.com/servlet/SirveObras/57901731213455084319346/p0000001.htm?marca=muertos#334

Texto tomado de la publicación: www.laventana.casa.cult.cu

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