Defender TELE K. Por: Javier Couso*

Y sigue la ofensiva. Enseñoreados y empoderados por sus resultados en las urnas, se lanzan como hienas a acabar con las conquistas sociales. Van a por todas. Ni la sanidad, ni la educación, ni la asistencia a los pobres, ni el derecho a la vivienda,… todo es susceptible de ser quemado en la hoguera financiera de la que se alimenta la banca usurera.

Tienen un plan y un esquema de aplicación. Imaginan un futuro y construyen un porvenir, en el que sus negocios y los de sus amigos no tengan restricciones.

Desde la gestión pública, desde el poder legislativo, se arman los corsés que dejan fuera del alcance de la justicia sus actividades. Es la perversión del Estado regulador, es la inversión del Estado desde el propio Estado.

Dentro de la izquierda real, la que quiere de verdad transformar este estado de cosas, se viene haciendo una reflexión colectiva sobre el absoluto déficit, este sí social, que se aprecia en la posibilidad de comunicar o transmitir nuestros mensajes a la población.

De una incapacidad de facto, de partidos, organizaciones y sindicatos para conseguir mantener, aunque sea un solo medio con incidencia real, nos vemos abocados a transitar por la orilla de la marginalidad que convierte nuestros gritos en un clamar en el desierto.

No solo no llegamos sino que nos limitamos a retroalimentar a la parroquia de los convencidos, que en una actitud militante se obligan a consumir nuestras producciones.

Y la verdad es que no hay color. No podemos acceder al dinero para conseguir y mantener los caros equipos de producción periodística, sea esta escrita, radial o audiovisual, ni siquiera para pagar a una pequeña plantilla de verdaderos profesionales. Resultado: frente a productos de buena manufactura técnica y que enganchan, solo podemos enfrentar la voluntariedad precaria que a pesar de la dedicación desinteresada suele dar como resultado algo poco atrayente. Esto, sumado a la dificultad en la amplificación, nos trae de vuelta a ese desierto donde gritar. Donde nadie nos escuchará.

Una de las experiencias casi únicas que estaban cambiando algo este negro panorama era la Televisión de Vallecas, Tele K. 14 años bregando en ese costoso y difícil mundo audiovisual para llevar una experiencia política comunitaria de izquierda, apegada sin artificios a la población de uno de los barrios combativos de la capital.

No solo ha sabido mantenerse contra viento y marea consistorial sino que aprendió a redimensionarse accediendo a una de las pocas licencias de la TDT en manos del espectro popular, Además de desarrollar una labor docente como escuela formación de técnicos audiovisuales que aseguraba sabia nueva para un proyecto de futuro.

El Otro País, El kallejón del corto, Agenda Oculta, La cámara lúcida, Vallekas nuestro,… son solo una pequeña muestra de los 18 programas que componen una parrilla entre las que destaca, con letras mayúsculas, la Tuerka CMI, programa de debate que con una marcada personalidad, una vinculación al panorama del Hip Hop político y la presencia de unos contertulios de todo el espectro político (un diez a su equipo de producción) ha traspasado las barreras de este barrio obrero, para ser vista, a través de las redes sociales, por miles de personas.

Gente ávida de programas dotados de debate ideológico variado y con personalidades de altura, y La Tuerka consigue hacer palidecer a las escuadras de tontulianos o todólogos de mediocridad pesebrista que pueblan todos los platós políticos de los medios de masas.

Puede que sea por miedo al crecimiento o porque se sienten vencedores y no quieren heridos ni prisioneros, pero el hecho es que la Comunidad de Madrid y en lo que parece una orden directa de la Fhürercita de la Puerta del Sol, se apresta a cerrar Tele K y la televisión hermana Canal33, en base a unos subterfugios que tratan de saltarse a la torera la legalidad dada por la Ley de las Telecomunicaciones[1], Yendo contra la comunidad de propietarios del edificio y no contra las propias televisiones, legales a todos los efectos.

Es curioso asistir al silencio cómplice de los medios o asociaciones de prensa que levantan sus voces cuando algún oligopolio mediático es llamado al orden por un gobierno o corte de justicia debido a sus iniciativas golpistas o conspiratorias. Griterío que emana más de la defensa de intereses o privilegios que de la defensa de una verdadera libertad de información.

Que lo hagan los que mantienen una tesis única al servicio del capital y sus negocios no nos debe sorprender, pero que la izquierda en toda su extensión no acuda a defender este baluarte de difusión, que bien puede suponer un cimiento sobre el que lanzar nuevas experiencias comunicativas, es un suicidio.

Hoy más que nunca, personas y organizaciones debemos sentir y defender como nuestra la televisión de Vallecas, TELE-K

[1] Ley 32/2003, de 3 de noviembre, General de Telecomunicaciones.

Tomado del blog: www.hablandorepublica.blogspot.com.es

*Documentalista y camarógrafo. Activista social. Promotor de la justicia por la muerte de José Couso (su hermano), asesinado por las tropas genocidas norteamericanas en la guerra de Irak.

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