El Padre de la Patria, los cubanos y la libertad de Fernando González Llort. Por: Wilkie Delgado Correa*

Fernando González Llort. Héroe de la República de Cuba.

Fernando González Llort. Héroe de la República de Cuba.

Herededores de estos padres fundadores son millones de cubanos, entre los cuales los 5 Héroes son parte de la vanguardia. Precisamente, el día 27 de febrero, al conmemorarse el 140 aniversario de la caída en combate del Padre de la Patria, será liberado Fernando González Llort. ¡Bienvenido, Fernando, que la Patria te contempla y espera orgullosa!

Quizás pocas naciones tengan, como Cuba, el privilegio de haber recibido de sus padres fundadores y grandes hombres un legado tan extraordinario de ideales y valores que siempre servirán de sustento a la esencia del ser humano que habita el país.

Si a veces los analistas del presente no pueden explicarse determinadas asuntos pasados o recientes de la historia cubana; si los enemigos se han equivocado una y otra vez por tratar de destruir a la Revolución cubana, su obra más acabada; si reaccionarios de toda laya en diferentes países esgrimen su odio fascista, su xenofobia cavernaria contra los cubanos; es porque los patriotas cubanos de estos tiempos han sabido ser fieles a los principios, han sido hermanos solidarios con otros pueblos y no han cedido ante las amenazas, el chantaje, las agresiones y la política de las zanahorias de sus enemigos naturales e históricos.

Si vendepatrias, traidores y desertores han desempeñado el triste y vergonzoso papel de rastreras verdolagas frente a la dignidad y altivez de nuestra palma real, simbólica insignia de la cubanía; si personajes y personajillos del pasado y del presente siempre serán despreciables por el abandono de su deber de servir en forma desinteresada, por haberse prosternado ante el altar del dios dinero, desvivirse acuciados por una avaricia primitiva y por una idolatría servil al poder del imperio; es, sin duda  alguna, porque los cubanos son herederos de un acervo de virtudes que se ha cultivado en una marcha jalonada por el sacrifico y el heroísmo, sin dejar de reconocer que aquí, como en cualquier parte, vuelan a ras de tierra las aves de rapiña y se arrastran bajo tierra los gusanos.

Podrían exponerse muchos argumentos para apoyar estas afirmaciones. Sin embargo, ante el cercano 140 aniversario de la caída en combate de Carlos Manuel de Céspedes, en San Lorenzo, el 27 de febrero de 1874, sólo me referiré a dos pasajes de quien lideró el primer levantamiento insurreccional contra España y fue el primer presidente de la República de Cuba en Armas, y ha sido reconocido por la posteridad como Padre de la Patria.

Fue a mediados del año 1869 cuando Carlos Manuel de Céspedes, otrora rico terrateniente, analizaba en su campamento en Sabicú, una vez más, la necesidad de la llegada, desde el exterior, de expediciones que aportaran a la Revolución los recursos que urgentemente requería. Pensaba en las armas, las municiones, en una tienda de campaña para las reuniones del gobierno ambulante, en los materiales para reproducir documentos y, por supuesto, en los hombres que se incorporasen a las tropas insurrectas en el país. Comprendía, sin embargo, que para todo ello se requería dinero. Y hasta ese momento los emigrados no lograban las recaudaciones en el monto y con la  prontitud que se requería. Ante esta realidad, Carlos Manuel decidió desprenderse de todo su dinero y joyas personales y familiares.

El 8 de junio se puso a contar el dinero y hacer el inventario de las prendas personales que remitiría al exterior para que con lo producido por su venta se realizara la compra de armas, las municiones de guerra y otros artículos necesarios. El dinero sumó 4000 pesos. Las joyas permanecían en un cofre de caoba bellamente tallado. Carlos Manuel tomaba cada una de las prendas. Cuando la colocaba en una de sus manos abiertas, rememoraba su procedencia y el momento de adquisición.

Comenzó por un par de espolines de plata, después fue alineando en la rústica mesita un par de brazaletes de oro con ópalos y esmeraldas, un prendedor para reloj de señora, un prendedor esmaltado con esmeraldas y brillantes, un prendedor con esmeraldas, un prendedor de oro con una cruz de brillantes, un juego de sortijas, alfiler y pendientes de brillantes, una gargantilla de brillantes, un sortijón de brillantes, un par de botones esmaltados de brillantes, una sortija de brillantes y rubíes, un reloj de oro patente inglés, una leontina de oro con una cornalina y dos cadenas de oro.

Al terminar el recuento, Carlos Manuel escribió a su amigo Francisco Javier Cisneros, expresándole su sentimiento por no poseer una mayor cantidad de dinero y alhajas para ofrecer en obsequio a la patria.

En septiembre recibió una espada de honor dedicada a su nombre de parte de una junta patriótica de cubanas en Nueva York. Carlos Manuel decidió aceptarla como un bien de la República y que el valor proveniente de ella sirviera para atender a las necesidades de las tropas libertadoras. También tomó la decisión de que sus consideraciones al respecto fueran hechas públicas en el periódico El Cubano Libre que se editaba en el campo revolucionario.

En ella confesaba “(…) que más que el nombre de general, estimaba el de Ciudadano de un país libre, cabiéndome la gloria de ofrecer ese ejemplo a mis compañeros para que se apresurasen, imitándolo, no sólo a llenar sus propios deseos sino a patentizar al mundo que nuestra Revolución, muy lejos de parecerse a las de España, no tiene por mira ambiciones personales, sino el bien y la grandeza de nuestra patria.”

Finalmente argumenta las razones para su renuncia de considerar la prenda como pertenencia individual:

“Por otra parte, cuando nuestros valientes soldados sufren tantas penalidades; cuando las mismas ciudadanas que me han honrado con tan grato recuerdo, quizás han sacrificado sus joyas, adorno de su belleza, para proporcionar recursos a nuestra Santa Causa, no sería bien visto que yo me ciñese tan valiosa prenda, ni que la guardase para enorgullecer a mis herederos, que, como yo, no deben desear más que morir por la libertad de Cuba, y una herencia pobre de dinero, pero rica de virtudes cívicas.”

He aquí la herencia que el fundador de la nación cubana preveía para las futuras generaciones de cubanos: un acendrado patriotismo que inspirase el deseo de morir por la libertad e independencia de Cuba y una existencia rica de valores y virtudes cívicas, que estuvieran presididas por la abnegación y el  desprendimiento.

Sólo una actitud consecuente de los cubanos en el presente y el porvenir será honorable con quien, según expresara José Martí, se echó un pueblo a los hombros y “decidió, cara a cara de una nación implacable, quitarle para la libertad su posesión más infeliz, como quien quita a una tigre su último cachorro”.

A quienes, sean individuos o instituciones u organizaciones regionales, hoy como ayer –quizás también mañana- han formado escarceos mediáticos por quítame allá esta paja, se rasgan las vestiduras de marionetas políticas mientras escenifican comedias truculentas y se convierten en hazmerreir de los pueblos, con argumentos y pretextos diferentes, reales o ficticios, para justificar y darle “credibilidad” a sus campañas prejuiciosas y malintencionadas  contra los cubanos fieles a su país, debemos responderles con las ideas de Martí al respecto:

“Las malas acciones me entristecen, como si las cometiera yo, y las buenas me dan bríos para pelear… Son algunos los vendidos y muchos los venales, pero de un bufido del honor puede echarse atrás a los que, por hábito de rebaño, o el apetito de las lentejas, se salen de las filas en cuanto oyen el látigo que los convoca, o ven el plato puesto…Hay que cargar los barcos de esos insectos dañinos, que les roen el hueso a la patria que los nutre…¡Para todo hay en este mundo imbéciles y viles!

Unos hombres  piensan en sí más  que  en sus  semejantes,  y  aborrecen los  procedimientos de justicia de que les puedan venir incomodidades  o riesgos.

Otros hombres aman a sus semejantes más que a sí propios, a sus  hijos más  que a la misma vida… y se exponen a la  muerte por dar vida a la patria”.

Y finalmente, para que lo sepan todos, Cuba patentiza con las palabras de Martí que “Nada piden los cubanos al mundo, sino el conocimiento y respeto de sus sacrificios, y dan al universo su sangre (..) Y al mundo preguntamos, seguros de la respuesta, si el sacrificio de un pueblo generoso, que se inmola por abrirse a él, hallará indiferente o impía a la humanidad por quien se hace”.

Preso desde 1998, Fernando fue sancionado, el 18 de diciembre del 2001, a 19 años de reclusión, y luego resentenciado a 17 años y 9 meses.  Al leer su alegato en el juicio, subrayó: “Mi país y mi pueblo fueron obligados hace más de cuarenta años a despertar al peligro y llamados a defender su libertad. Yo me siento orgulloso de haber sido uno de los que previno a mi pueblo de esos peligros… Sinceramente, confío en que algún día Cuba no tenga necesidad de que personas como yo voluntariamente y por amor a su país y a su pueblo, vengan a este país a luchar contra el terrorismo. Todo hombre que se respete así mismo se debe antes que nada a su Patria. En los años de presidio me acompañará siempre la dignidad que he aprendido de mi pueblo y de su historia.”

Gerardo Hernández en entrevista a Saúl Landau, ante la pregunta de si nunca se le ocurrió traicionar para escapar de la pesadilla vivida en prisión, recalca esa fidelidad de los Cinco a la herencia histórica de los hijos verdaderos de esta tierra: “Muchas personas no entienden eso, personas que se han criado con la idea de que el dinero es todo en la vida… La idea de traicionar nunca me pasó por la mente.  Es tan obvio que hasta me cuesta trabajo explicarlo. Pero sería traicionar no solo a mi mismo como persona, como revolucionario, sino sería traicionar a un país completo, a mi familia. Sería traicionar a todos los cubanos que en ciento y tantos años de revolución, desde 1868, han muerto, han dado sus vidas porque ese país sea libre, sea independiente y conserve su soberanía”.

Regresa Fernando, el segundo de los 5 Héroes liberados después de cumplir la condena injusta, con la misma consecuencia que  expresara en su alegato: “En los años de presidio me acompañará siempre la dignidad que he aprendido de mi pueblo y de su historia.” Y lo hace también, tal como lo expresara Ramón Labañino en su alegato,  después de llevar, durante los años en prisión, “el uniforme de recluso con el mismo honor y orgullo con que un soldado lleva sus más preciadas insignias!”

¡Bienvenido, Fernando, que la Patria te contempla y espera orgullosa!

Texto tomado del blog: http://yeidckolmexico.wordpress.com

*Médico cubano. Profesor de Mérito del Instituto Superior de Ciencias Médicas de Santiago de Cuba.

Deja un comentario

AlphaOmega Captcha Classica  –  Enter Security Code
     
 

* Copy This Password *

* Type Or Paste Password Here *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.