Nueva injerencia de la USAID en Cuba: tres efectos, tres causas. Por: Jorge Ángel Hernández

USAIDEl reportaje de la Associated Press (AP) que revela la intervención de la USAID en los asuntos políticos de Cuba, ha sido difundido por agencias de información de buena parte del mundo. Ni siquiera los medios más politizados contra la revolución cubana han podido ignorarlo, aprovechando sobre todo el acápite de las incompetencias de la operación en la que el foco de participación se ha centrado en jóvenes latinoamericanos. Su deliberada intención se hallaba en generar un clima de insatisfacción entre nuestra juventud que permitiera acciones drásticas de protesta y rebelión contra el sistema político cubano y, en consecuencia, la correspondiente campaña mediática internacional.

El patrón de juicio va, por tanto, de la denuncia del injerencismo estadounidense a lo torpe, y hasta ingenuo, de este tipo de maniobra. Y se deja para el razonamiento lógico general la identificación tácita de la verdadera ruta del dinero, pues estos “activistas”, quienes conocían el carácter subversivo de la misión que se les encomendaba, cobraban, según las revelaciones de AP, poco más de cinco dólares la hora, o sea, bastante menos de lo que permitirían las erogaciones oficiales de la USAID para seguir con el viejo proyecto de desestabilización del sistema soberano cubano, firmado desde marzo de 1960 por el entonces presidente Dwight Eisenhower.

Como antes con la revelación del programa llamado Zunzuneo, la ola de réplicas y glosas del reportaje tiende a reproducir tres efectos esenciales:

1º. Se descubre, justo gracias a AP, que la USAID ha financiado operaciones de desestabilización política cuando debía contribuir al desarrollo internacional.

2º. Es más condenable el carácter aficionado de esas operaciones que su esencia injerencista.

3º. Los programas que, al margen de la legalidad, intentan poner en práctica en la Isla, atañen a la salud, la cultura y la educación, en los cuales la USAID incide, a fin de cuentas, en otras partes del mundo.

Se reitera así, en primer orden, que solo si proviene de los monopolios de la información, el dato se da como valioso, y cierto. Si las revelaciones hubieran salido de órganos de prensa cubanos, o de otros medios alternativos de América Latina o de Europa, como ha pasado en muchas otras ocasiones, las agencias que se hubieran arriesgado a reproducirlas se habrían cuidado muy bien de entrecomillar las aseveraciones y, para compensarlas, de marcar determinados problemas de la sociedad cubana que bajo la lupa de la magnificación, y la simplificación analítica, recorren el panorama informativo global. Duda y justificación. El reportaje de AP no deja de cumplir con ello, aunque duda de la eficiencia del Programa y justifica tácitamente su proceso de cambio de estrategia. Hay que atender, entonces que estamos ante un cambio de estrategia en el Programa subversivo, más acorde con las nuevas circunstancias económicas, internas y externas, y sobre todo, reinsertable en el ámbito de transformación de las tecnologías informativas. Esa es la causa esencial de los hechos que la Agencia AP, tan filodisidente con respecto a Cuba, acaba de descubrir y revelar con tanto bombo.

En el segundo efecto, hallamos una táctica común a este tipo de “escándalo”: se culpa a individuos en tanto se ignora el papel que el sistema desempeña. De acuerdo con los patrones estándares de Guerra Fría, cualquier acción es válida si contribuye a socavar el régimen enemigo. Incluso en los discursos del último presidente electo de los EE.UU., Barack Obama, el derrocamiento de la revolución cubana aparece como un objetivo no cumplido. Las recientes “filtraciones” de lo que dirían las memorias de su ex secretaria de Estado, y posible candidata a la silla suprema de la Casa Blanca, Hilary Clinton, acerca del bloqueo a Cuba, se fundamentan en el hecho de que no ha dado resultado, o sea, no ha conseguido derrocar el socialismo cubano. En ese aspecto no hay cambios: la meta sigue siendo acabar el comunismo. Y es, por tanto, la causa que compulsa el efecto segundo que tanto se ha reproducido.

Y aunque pudiera parecer un previsible fracaso focalizar la incidencia subversiva en sectores con políticas altamente privilegiadas por el sistema cubano, como la cultura, la salud y la educación, con resultados comparativos que abruman aun en el mundo desarrollado, la elección no es muy torpe que digamos: intenta asentarse en los efectos de atomización que la crisis del Periodo Especial, y sus consecuentes medidas de administración central estatal, van extendiendo en nuestra sociedad. Una atomización cuyas derivaciones tienen mayor efecto social, precisamente, porque el alto desarrollo de esos sectores, universal, gratuito, o subsidiado en la mayoría de los casos, y muy barato en el resto, forma parte de la psicología social de los cubanos. Se trata de una exigencia que se le hace a la revolución desde el mismo proceso de cumplimiento de su propio programa.

La causa viene, justo, de la individuación de los casos por encima de la generalización de los programas revolucionarios. Si se emplearon farsantes, como califica a uno de ellos el creador de El Mejunje, de Santa Clara, Ramón Silverio, o inexpertos a los cuales no les importaba demasiado el trasfondo político, es harina de otro costal, en verdad mucho menos importante.

El reportaje muestra efectos visibles que, no obstante, retienen los objetivos centrales de las causas que intentan derrocar a toda costa la revolución cubana.

Texto tomado de la publicación: http//: www.lajiribilla.cu

Deja un comentario

AlphaOmega Captcha Classica  –  Enter Security Code
     
 

* Copy This Password *

* Type Or Paste Password Here *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.