La “realidad cubana” en el audiovisual contemporáneo. Por: Juan Antonio García Borrero*

Cartel del filme "Conducta" del realizador Ernesto Daranas.

Cartel del filme “Conducta” del realizador Ernesto Daranas.

Estoy muy feliz con la invitación que me ha extendido el cineasta cubano Manuel Herrera. Se trata, me dice, de organizar una mesa en el contexto del venidero Concurso Caracol, con el fin de reflexionar en torno al modo en que se está representando “la realidad cubana” en al audiovisual de nuestros días.

Ante todo debo declarar que el asunto me interesa muchísimo en su arista epistemológica, y no tanto en la dimensión crítica más estrecha o tradicional, quizás porque cada vez me siento más cercano a la posición asumida en su momento por André Bazin: «La función del crítico no es la de brindar una verdad que no existe sino de prolongar lo más lejos posible, en la inteligencia y sensibilidad de los que lo leen, el impacto de la obra de arte».

Por eso he aceptado la invitación, pero le he comentado a Manuel Herrera que más que reunir un grupo de críticos donde lo que predomine sea el intercambio de opiniones sobre este asunto, me interesaría propiciar un espacio en el cual algunos de nuestros realizadores aporten sus apreciaciones sobre este tan manejado, manipulado, y vapuleado asunto de la representación de “la realidad cubana” en nuestros audiovisuales. Hasta ahora Fernando Pérez (Suite Habana), Ernesto Daranas (Conducta), y Eduardo del Llano (Omega 3) se han sentido entusiasmados con la idea, y han aceptado la invitación a acompañarme ese día en la mesa.

El problema de “los realismos” en el audiovisual cubano brinda muchísima tela por donde cortar. Y, sin embargo, yo siento que el concepto de “realidad cubana” que aún manejamos en nuestros debates y escritos críticos sigue pecando de una visión municipal, y, para decirlo de un modo eufemístico, trasnochada. Es verdad que el cine cubano post-59 logró superar la antigua dictadura de los estereotipos donde la cubanía se asociaba a esas escenas de cabaret en las que no podía faltar la mulata sensual contoneando sus caderas, pero, ¿eso lo hizo más realista?, ¿o acaso no contribuyó a crear universos precarios y excluyentes donde el afán por retratar lo que estaba más a la mano (la superficie social) no multiplicaba los equívocos? Y en el fondo, ¿no estaba la crítica hegemónica demandando ese tipo de mirada ingenua a la zona social?

Nuestro apego crítico a ese modelo de representación ha traído como consecuencia que sólo interpretemos como “realidad cubana” aquello que contenga de modo explícito determinados símbolos o signos ya asentados de cubanía, olvidando aquello que apuntaba Lukács: “El Paraíso de Dante guarda más parecido con la vida, con la esencia de la vida, que la prepotente plenitud de Shakespeare”. En tal sentido, películas como las de Jorge Molina, o Vinci y Omega 3, de Eduardo del Llano, por mencionar apenas tres casos, suelen omitirse en la relatoría de lo que pudiera ser el recuento de la actividad audiovisual que ha reflejado “la realidad cubana” más contemporánea.

Como dije antes, más que enjuiciar el saldo puntual de determinadas películas a la hora de representar la realidad cubana, me interesaría propiciar un espacio de reflexiones donde tengamos la posibilidad de tomar conciencia de la complejidad del fenómeno, y entenderlo un poco mejor. Y que seamos capaces de percibir cómo operan en nuestras mentes, por anticipado, ciertos estereotipos a través de los cuales se constituye eso que, sin pensarlo demasiado, llamamos realidad cubana.

Obviamente, antes tendremos que concederle algo de claridad a determinados conceptos que, ya sean críticos o espectadores comunes, usamos una y otra vez como comodines teóricos, pero que en el abuso que hacemos de los mismos, terminamos clausurando el debate de lo que en verdad debería discutirse. Hubo una época en que el examen de algunos de esos tópicos prometía, en términos epistemológicos, una altura respetable: estoy pensando en aquellos debates fundacionales en los cuales se examinaba el carácter revolucionario (hablo de su propuesta de representación de la realidad, no de lo ideológico) de un documental como PM, por ejemplo. Eso ocurrió antes de que el material se convirtiera en piedra de escándalo político debido a su torpe censura institucional. Eran los mismos tiempos en que el neorrealismo italiano se veía acosado por los embates del cine directo, y el cine moderno (Nueva Ola Francesa, Jóvenes airados, entre otros) se encargaban de denunciar la veta artificial del llamado cine clásico.

Con el tiempo se perdió esa costumbre que tenían nuestros realizadores de exponer en público las consideraciones sobre su práctica. Y el discurso crítico institucional, en cambio, ganó hegemonía total. La visión de la crítica (como gremio, como institución) sigue siendo importante, desde luego, pero a mi juicio lo verdaderamente relevante siempre será el pensamiento crítico, que no es exclusivo de un grupo, por mucha habilidad que ese grupo demuestre a la hora de escribir, o expresarse ante una cámara de televisión. Cuando hablo de pensamiento crítico estoy aludiendo a la posibilidad de que entre creadores y espectadores (pues al final los críticos somos espectadores) podamos establecer puentes reflexivos, y gestionar iluminaciones mutuas, que nos ayuden a ensanchar los límites que toda época dicta en cuanto a eso que entre todos compartimos y nos re-presentamos, casi de un modo intocable, como “realidad”.

Aunque soy optimista, no le rindo culto al autoengaño. Nos costará trabajo superar tantos años de ficticia compartimentación de las miradas. En la vida cotidiana, los seres humanos estamos todo el tiempo construyendo la realidad desde nuestra más radical subjetividad, pero al mismo tiempo, “los otros” que conviven de modo simultáneo con nosotros construyen sus propias realidades, y en ellas ocupamos posiciones diversas, y a veces, ni siquiera figuramos en esas realidades.

Luego, no solo deberíamos aprender a convivir con esa diversidad de realidades que puede regalarnos el audiovisual, sino que deberíamos agradecer que este, como todo buen arte, al fin, nos propicie la visión de tantas capas sumergidas tras esa metafísica de la presencia (dígase la mera representación de lo que está a la mano, o a la vista), que una y otra vez nos recicla el modelo de representación tradicional o clásico.

Tengo muchas expectativas con este encuentro. No expectativas académicas, sino expectativas que habría que asociar a las del espectador común que en el fondo soy. Y es que en cuanto a esto de la representación de la realidad cubana en nuestras películas, siempre he tenido más preguntas que respuestas. Ojalá que los que ese día estemos en la mesa, y los que desde el público aporten sus consideraciones, contribuyamos a multiplicar las interrogaciones.

Texto tomado del blog: http://cinecubanolapupilainsomne.wordpress.com

Juan Antonio García Borrero*Miembro de la Asociación Cubana de la Prensa Cinematográfica (Fédération Internationale de la Presse Cinématographique/ FIPRESCI) desde 1999. Creador y Coordinador General de los Talleres Nacionales de la Crítica Cinematográfica (1993-2003), considerado el evento teórico más importante para especialistas en el país. Presidente de la “Cátedra de Pensamiento Audiovisual Tomás Gutiérrez Alea” (2002), ha ganado en seis ocasiones el premio de Ensayo e Investigación que concede anualmente la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC), así como dos años consecutivos el Premio Nacional de la Crítica Literaria, resultando hasta el momento las únicas ocasiones en que se entrega ese galardón a textos sobre cine.

En 1990 fundó el cine club “Luis Rogelio Nogueras”, con sede en la Casa del Jurista de Camagüey. Su investigación Guía crítica del cine cubano de ficción registra por primera vez en un volumen la producción silente, sonora pre-revolucionaria y revolucionaria, incluyendo las realizaciones de los cineclubes de creación, el Taller de Cine de la Asociación Hermanos Saíz, la Escuela Internacional de Cine de San Antonio de los Baños, los Estudios Cinematográficos de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, los Estudios Cinematográficos de la Televisión, entre otros.

Otras publicaciones

Sus textos han aparecido en diversas publicaciones nacionales (Cine cubano; ‘La Gaceta de Cuba; El Caimán Barbudo; Revolución y Cultura; Temas, entre otras), así como en México, Estados Unidos, Argentina, Colombia, España, Francia, Italia y Perú.

Ha figurado como Jurado en diversos eventos nacionales e Internacionales, y ha impartido clases en la Escuela Internacional de Cine y TV de San Antonio de los Baños, Instituto Superior del Arte, así como universidades de Estados Unidos, Brasil y España. Es actualmente el editor de MEMORIAS, LA REVISTA, publicación digital de la Cátedra de Pensamiento Audiovisual “Tomás Gutiérrez Alea”.

Libros publicados (Selección)

Cine cubano, la pupila insomne, Unión, 2012. Bloguerías, Editorial Ácana, Camagüey, 2011. La edad de la herejía (Editorial Oriente, Santiago de Cuba, Cuba, 2002). Rehenes de la sombra (Festival de Huesca- Casa de América de Madrid – Filmoteca de Andalucía, España, 2001). La dictadura de los críticos (Editorial Ácana, Camagüey, Cuba, 2002) Compilador. Julio García Espinosa: las estrategias de un provocador (Festival de Huelva-Casa de América de Madrid, España, 2001). Compilador. Regreso a la ciudad simbólica (Editorial Ácana, Camagüey, Cuba, 2001). Compilador. Guía crítica del cine cubano de ficción (Editorial Arte y Literatura, La Habana, Cuba, 2000). La ciudad simbólica (Editorial Ácana, Camagüey, Cuba, 2000). Compilador. ¿Quién le pone el cascabel al Oscar? (Editorial Oriente, Santiago de Cuba, Cuba, 1998). ¿Quién le pone el cascabel al Oscar? (Universidad Veracruzana, México, 1998). Por una crítica imperfecta (Editorial Chau Bloqueo, Argentina, 1997).

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