El cine cubano goza de buena salud. Por: Paquita Armas Fonseca*

Poster del filme “Vestido de novia”, de la cineasta Marilyn Soraya, que obtuvo el Premio de la Popularidad en el recién concluido 36 Festival del Nuevo Cine Latinoamericano de La Habana.

Poster del filme “Vestido de novia”, de la cineasta Marilyn Soraya, que obtuvo el Premio de la Popularidad en el recién concluido 36 Festival del Nuevo Cine Latinoamericano de La Habana.

Este diciembre arrancó muy frío, quizás por la calidez del Festival 36. En La Habana la temperatura nunca subió de 24 grados durante los últimos diez días. A pesar de ello en las largas colas en los cines (¡qué maravilla!) vi a muchachas y muchachos vestidos como si hubiera treinta grados. Lógicamente la mayoría de los cinéfilos andaban abrigados.

Creo que el primer y más importante premio para las películas en concurso –y cito al actor y director Jorge Perugorría– es precisamente ese público, su complicidad con las obras que gustan, el silencio o la salida de las salas con cintas que no son de su agrado.

Esa asistencia masiva a los cines estuvo justificado por lo exhibido: una muestra internacional diversa y con calidad, avalada con no pocos reconocimientos de importantes festivales; un buen paquete en concurso y la presencia de cinco filmes cubanos en competencia: La pared de las palabras, de Fernando Pérez; Conducta, de Ernesto Daranas; Fátima o el parque de la fraternidad, de Jorge Perugorría; Venecia de Enrique Álvarez y Vestido de novia de Marilyn Solaya, más, fuera de concurso, Contigo pan y cebolla, de Juan Carlos Cremata. De estos largometrajes cinco fueron estrenados durante la cita.

He realizado una somera encuesta entre habituales a estas fiestas de la imagen, y coincidimos que por lo menos desde los años ochenta no había una muestra cubana tan amplia y con calidad. Parece que ya está dando resultados la diversificación de formas de producir: Fernando, por ejemplo, hizo su cinta de manera independiente, aunque su próximo proyecto lo hará con el ICAIC, porque de lo que se trata no es de dinamitar la institución, sino de encontrar vías que contribuyan a agilizar producciones que en general resultan mucho más baratas que las ejecutadas por las vías tradicionales.

De la necesidad de decretos que avalen lo ya existente: pequeños grupos que alquilan sus equipos, desde cámaras hasta luces, cuando no están filmando una pieza, hasta el trabajo junto al ICAIC y al Ministerio de Cultura para presentar un proyecto de ley de cine, se debatió en sesiones como el día de la crítica o en conferencias de prensa organizadas con los equipos realizadores de las diferentes películas.

¿Sin ningún glamour?

He escuchado y leído algún comentario de que nuestro festival no tiene ningún glamour. Ni antes ni ahora, la cita habanera ha sido escenario o pasarela de grandes luminarias. En los años ochenta cuando los dineros no eran tan escasos, afuera y adentro, vinieron mayor cantidad de actores y directores de Estados Unidos, América Latina y Europa. Pero siempre lo que ha primado han sido los realizadores, guionistas, ejecutivos de otros festivales que llegan a La Habana para el intercambio con colegas y, sobre todo, someter sus obras al criterio del público cubano.

Este año el festival tuvo la presencia de Benicio del Toro que recibió un Coral de Honor y presentó el filme Escobar: paraíso perdido, de Andrea di Stefano, de 2014. El puertorriqueño que interpretó muy bien al Che dijo “El Coral me lo llevo en la mano, pero en la memoria el calor de mi familia de Cuba. Aquí tengo unas amistades que han sido constantes desde hace quince años, o más”. Otro actor y director norteamericano, Matt Dillon, declaró en la capital cubana “Esta ciudad, que es tan cinematográfica, es como una lección de historia en cada esquina”

A ellos se añaden el productor Dan Haslted y el sonidista Cristopher Newman, ganador de tres Oscars por El exorcista, El paciente inglés y Amadeus. El primero expresó que “se encuentra impresionado por el carácter aglutinador que tiene el Festival de Cine de La Habana, al presentar una muestra tan abarcadora de filmes y latitudes.”

Sería imperdonable dejar de nombrar Robin Baker, curador del Archivo Nacional del Instituto Británico del Cine (BFI), con su proyecto Hitchcock 9, referido a la restauración de los nueve largometrajes silentes de Alfred Hitchcock que han sobrevivido hasta la fecha. El inquilino (1926) tuvo una proyección en el cine La rampa con música en vivo.

Los seminarios organizados en cada festival siempre resultan interesantes, pero en esta XXXVI edición se abocaron a la realidad de este momento: ¿Reinarán las series sobre los filmes?¿Qué se necesita para hacer una buena?

Los ponentes (más bien provocadores) fueron André y María Jacquemetton, guionistas y productores ejecutivos de la exitosa serie norteamericana Mad men. Sus confesiones resultaron una suerte de decálogo para realizar un buen producto de esta categoría.

En el seminario La serie televisiva: un nuevo paradigma audiovisual no podía faltar el escritor, periodista y politólogo Ignacio Ramonet que con la serenidad de un científico predijo el fin de la televisión como la conocemos ahora. “Ya no es –dijo– la caja “en el hogar”. Usted está viendo un programa vía Internet en el televisor de su cuarto, lo sigue en el teléfono mientras camina y termina en la computadora de su oficina.”

El joven argentino Diego Lerman, quien presentó a esta edición del Festival su largometraje de ficción Refugiado, disertó sobre la interesante forma de hacer una serie, a partir del ejemplo de La casa, de su cosecha.

Sobre estas comparecencias hay una excelente noticia: serán publicadas en la Revista Nuevo Cine Latinoamericano el próximo año, como la de éste (número 16) acogió los intercambios del seminario anterior ¿Nuevo? ¿cine? ¿latinoamericano? Esta publicación es vital para estudiantes de la Escuela de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños y de la Facultad de las Artes de los Medios de Comunicación Audiovisual del ISA, asiduos de las proyecciones y los debates en el contexto del festival.

La proyección de películas por primera vez en digital en Cuba fue un hito. Iván Giroud, director de la cita, dijo en una entrevista: “Desde la edición anterior hacíamos hincapié en el definitivo paso del cine analógico al digital, en el spot de aquel Festival, que provocó algunos desconciertos, se sembraba una cinta de celuloide de la cual nacía el cine digital. Porque esa era la idea, cambia el soporte, pero el cine no muere, y estos cambios a su vez provocan nuevas dinámicas y acciones y reacciones, imposibles de imaginar en el mundo en que nacimos. En el spot del presente Festival seguimos insistiendo en esta realidad”.

Iván continuaba: “Para esta edición el Ministerio de Cultura apoyó al ICAIC en dotar al cine Chaplin de un proyector digital del más alto estándar, (DCP), ha sido una gran aporte y mayor esfuerzo porque es una tecnología bien costosa. Pero imprescindible para el desarrollo de un Festival Internacional de Cine como el nuestro. Y espero sea un estímulo más que efectivo para que a partir de ahora el público asista con mayor frecuencia al cine, porque la calidad que se logra en estas proyecciones es imposible de alcanzar en las otras plataformas que hoy dominan la forma de consumir y disfrutar el cine. Para multiplicar la cantidad de espectadores que pudieran disfrutar de esta experiencia solicitamos ayuda a la empresa española Kelonik, que nos brindó por los días del Festival y en calidad de préstamo, otros dos proyectores de igual gama. Y sus técnicos más capaces han venido para ayudarnos a entrenar a los nuestros.”.

Esta circunstancia explica por qué no habrá tres días más –como es usual– con las proyecciones de los premios. Pero, este año al estilo de la década del sesenta, el cine viajó a las periferias de la ciudad. De la forma que fue en cada sitio dependió mucho de los gobiernos locales, unos acogieron la iniciativa mejor que otros.

Dedicada a rendir homenaje a Gabriel García Márquez, presidente del jurado en el primer Festival de 1979, y en 1985 presidente la Fundación del Nuevo Cine Latinoamericano, que al año siguiente crea la Escuela de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños, en la cita participaron hombres y mujeres de América Latina como jurados, acompañantes de sus películas o sencillamente, para disfrutar de esa orgía fílmica.

Hubo una buena cantidad de asistentes y no entiendo por qué se eliminó Buró de información. Fui testigo de las veces que estaban buscándose un director a otro y andaba perdido. Lograr que los concurrentes tengan acceso a los asistentes del festival, que puedan dejar mensajes o intercambiar entre ellos, debe ser una misión de un grupo reducido de personas dedicadas suministrar información.

Dejo para el final los premios. ¿Cómo no disfrutar del coral alcanzado por Ernesto Daranas con su Conducta y el de Armando Valdés Freire, el inolvidable Chala, en actuación masculina? Disfruto –¿cómo no?– del lauro a Meñique de Ernesto Padrón. Me parece justo que se premie al director y editor de Relatos salvajes de Damián Szifrón, pero creo totalmente injusto que el coral por la actuación femenina fuera a manos de Geraldine Chaplin, por su papel en Dólares de arena, cuando Isabel Santos ofreció sendas clases de actuación en La pared de las palabras y Vestido de novia. Bueno, no sigo hablando de los galardones: los jueces nunca quedan bien.

No quiero terminar estas líneas sin felicitar a la presidencia del ICAIC y la dirección del festival por esta fiesta espléndida que nos han brindado. Ojalá que año entrante el clima nos acompañe como este.

Texto tomado de la publicación: http://www.cubadebate.cu

Paquita Armas Fonseca*Periodista cubana especializada en temas culturales. Colabora sistemáticamente con el diario digital La Jiribilla.

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