¿Dádiva del habitante? Por: María Victoria Valdés Rodda

Bailarina de la Compañía Danza Teatro "Retazos"

Bailarina de la Compañía Danza Teatro “Retazos”

El gusto de recorrer calles, plazas y parques puede volverse una actividad muy gratificante. Gracias a la sensibilidad es posible apreciar tanto las bellezas del camino como advertir pequeños o grandes desastres. La ciudad se ofrece. Se da abierta. También encubre sus mejores tesoros en los detalles, a ser aprehendidos a través de una curiosidad cosmopolita, traducida luego en sana costumbre de un deambular con aguzada mirada. En el habanero caso que si a un alero le ha empezado a nacer un almendro, que si un grupo de niños emprende un torneo de papalotes y chiringas, que si a una vía le cambiaron el sentido del tránsito… Nuestra ciudad es un ser vivo que puede ser revisitado con renovado ímpetu, como cualquier similar del mundo.

Compleja tarea entonces la de su ordenamiento, conservación y proyección. Obra dinámica al fin, la ciudad esta inexorablemente sujeta a la agenda ideológico-económica, social y cultural del país que la cobija. Cada una de ellas adquiere una peculiar fisonomía, movida con personal latido, elementos incluso matizados por la política. Existe una relación directa: si el poder adopta una agenda justiciera, la urbe se verá beneficiada. En aquellas en las que predomine la práctica neoliberal, muchos proyectos humanistas, por el contrario, serán sustituidos por el lucro y la enajenación.

Espacio de dignidad

En Brasil, el gigante sudamericano, en los últimos tiempos se ha tratado de pensar en los seres humanos que hacen posible la magia de las ciudades. A través del Plan de Aceleración del Crecimiento (PAC), iniciado en 2007 y todavía en curso, las tan llevadas y traídas favelas (villas miseria) han sido objeto de mejoría. Sí, porque  de Río de Janeiro se habla mucho, siendo la ciudad más publicitada en las millonarias producciones de O Globo, donde desfilan lindas y refrescantes imágenes de sus paseos, estatuas, y altos edificios, se deja oculto el auténtico rostro de la mayoría de sus pobladores. Que casi nunca salen en las telenovelas, a no ser por cuitas de amor, venganza o carnaval.

A esos efectos, el mentado plan ya tiene edificadas unas 958 comunidades de formato pequeño, con cuatro mil unidades habitacionales. El Proyecto adquiere dimensión al aportar soluciones de transporte -teleférico incluido-, tres hospitales y dos escuelas. La política hacia la gente debe estar en Latinoamérica compelida a los cambios. Valorizar más a la ciudad como imbricación armónica en un contexto ecológico, cultural y social.

Esto se ha llevado a la práctica, por ejemplo, en Venezuela, con la reactivación sanitaria y de cultura física de las Misiones de Barrio Adentro, en las labores de renovación del núcleo histórico de una Habana antigua, Patrimonio no solo de Cuba, sino  de la humanidad toda, o en la recuperación de Santiago de Cuba después de los desastres causados por el ciclón Sandy. Y todavía queda por hacerse más.

Desconocer esta necesidad

No todos en el mundo concuerdan con levantar sociedades solidarias y mucho menos educar seres sensibles, cultos y conscientes de sus responsabilidades también para con su espacio habitacional. En una interesante disección del fenómeno, un articulista habitual de Rebelión, el argentino Mario R.

Fernández, alega que se puede frenar la locura del despilfarro y la depredación ambiental y humana sí, y solo sí, se asumen planes racionales “que tomen en cuenta el tamaño del peligro de un colapso con potencialidad de terminar con la existencia… Pero se ha impuesto un sistema irracional de crecimiento ilimitado de la economía que favorece la formación y establecimiento de centros urbanos enormes, cuanto más grandes parecería que mejor”.

Somos creadores compulsivos que compramos y derrochamos sin pensar en que se recarga un planeta en decadencia. La Organización para la Cooperación al Desarrollo Económico estima que nuestras ciudades usan el flujo energético mundial, 82 por ciento del consumo de gas natural, 76 de carbón y 63 del petróleo, aunque las zonas urbanas ocupen menos de tres por ciento. Clear Air Institute (Instituto de Aire Limpio), por su parte, añade elementos de esta aplastante realidad. Solo en América Latina, Ciudad de México, Santiago de Chile, San Salvador y Montevideo afrontan una excesiva polución, dando paso a serios problemas de salud, no solo en la gente; también en el ecosistema.

El otro conocido impacto atañe al agua; en las grandes ciudades,  como promedio, un tercio de sus habitantes vive en barrios pobres, con pequeña o ninguna seguridad de suministro del líquido. Ciudad de México, con 21 millones de habitantes, está cerca de secar sus acuíferos contaminados. A esta irracionalidad, que Fernández califica de crecimiento deformado, debe agregársele la nefasta teoría económica del desarrollo eterno, que vende la ilusión de una felicidad segura a costa… ya sabemos de que.

Rasgos distintivos

La alta concentración de inversiones, la localización de las principales actividades comerciales y financieras y el desbordamiento poblacional, por derivación del flujo migratorio del medio rural al urbano, son tres rasgos actuales de las principales ciudades del orbe. Los patrones de acumulación de capital han condicionado asimismo una alta tasa de hiperurbanización, con un desproporcionado aumento de las actividades terciarias. Aunque el rasgo más distintivo, a ojos vista y en detrimento del bolsillo medio, es la carestía de todos los servicios básicos.

En los últimos 20 años las megalópolis semejan pulpos que por medio de sus diferentes esferas presionan a veces hasta asfixiar un nivel de vida cotidiano, insostenible para un pretendido esquema de desarrollo mundialmente equilibrado. Este “vanguardismo” es patente en cinco de las urbes más caras, ubicadas no casualmente en Asia.

Dicha tendencia se inició con el milenio, de la mano de la demografía; desde 2000 más de la mitad de las 25 ciudades que sobrepasan los 10 millones de habitantes y casi la mitad de las pobladas por mas de cuatro millones se ubican en la región asiática, con las derivadas dificultades anteriormente expuestas.

Pujantes y lucrativas

Se dice que Japón y la República Popular China (RPCH) acogen asentamientos humanos de mayor complejidad debido a la vitalidad de sus economías, entre las tres primeras del mundo, y también como consecuencia de un conglomerado milenario, que las distingue de otras emblemáticas. La primera irrumpe de una nación capitalista industrializada, donde la tecnología marca su desarrollo, y la segunda es el fiel reflejo de la tendencia que se va dando en los llamados países emergentes, a causa de la industrialización, el comercio, la inversión extranjera y el aumento de la demanda interna. El empeño de prosperidad es válido; en el cómo está el quid.

Tokio tiene todas las bondades y defectos de un lugar concentrador de la cuarta parte de la población nacional. El encarecimiento de la vida, con altos impuestos al consumo, la coloca en el segundo lugar del ranking mundial en cuanto a ese aspecto. Dentro de la RPCH, Hong Kong, Shangai y Beijing (con 6.4 por ciento de inflación) son de las más lucrativas. China cuenta ya 120 ciudades con más de un millón de habitantes, que afrontan numerosos retos. Para completar este registro dentro de Asia, se halla Singapur, cuya actividad financiera y comercial, muy peculiar, atrae constantes flujos de fuerza de trabajo y turismo.

Si exceptuamos del análisis a París, Nueva York, Ginebra o Londres, es posible reiterar que hay una tendencia que desplaza hacia Asia el asombro ante una alta factura de cualquier artículo de uso y modo de vida. La evaluación de sus graves problemas con respecto al alojamiento, transporte, abastecimiento de agua, seguridad alimentaria, salubridad, vestimenta y otros 200 indicadores fueron reseñados en el conocido Informe de la consultora privada Merce, Costo de la Vida (2011), que analiza además el importe de subsistencia en 214 urbes de los cinco continentes. Y a pesar de que el estudio responde a los intereses de las empresas transnacionales y multinacionales, a veces interesadas en minar la confianza del viajero con respecto a esos destinos por intereses geoestratégicos, también pudiera verse como un instrumento evaluativo de cada situación local.

¿Cuál debe ser el paradigma?

A tenor con la Carta de Atenas, elaborada por el IV Congreso Internacional de Arquitectura Moderna (1933), las ciudades deberían cumplir cuatro funciones primordiales: alojamiento, esparcimiento, trabajo y transporte. Era la época de la industrialización. Transcurrido ese primer impulso, las urbes, y en particular las de envergadura monumental, deben adaptarse a la informatización.

¿Hay real discernimiento sobre el nocivo impacto de lo que otro arquitecto, el brasileño Oscar Niemeyer, llamó “acción demoledora del poder inmobiliario” del siglo XXI? Este hombre sagaz lanzó en 1985, en la Unesco, su visión de ambientalismo solidario: “La ciudad del futuro debe ser multiplicable… dejando entre ellas espacios verdes, destinados al esparcimiento y el ocio, y paralelamente existirán zonas agrícolas, investigaciones científicas y grandes industrias… donde estemos en sintonía”, se permitió soñar en voz alta el entrañable amigo de Fidel y de Cuba. ¡Afán todavía lejano!

Una actitud responsable del conjunto de los ciudadanos y de los círculos de poder podría propiciar un nuevo modelo de ciudad, donde la economía, como eje transformador, se ponga al servicio de la naturaleza, de sus mujeres y sus hombres. Nunca a la inversa. Tener recursos económicos es importante para edificar, pero muchas soluciones pasan por el corazón, por la sensibilidad -que no sensiblería-, para hacer del caminar y el vivir en el barrio un ejercicio verdaderamente enaltecedor aunque en ocasiones resulte arduo la diaria existencia en las ciudades.

Texto tomado de la publicación: http://www.bohemia.cu

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