Claves martianas para encarar nuestro proyecto. Por: Fernando Luis Rojas*

Monumento a José Martí en el Parque Central de La Habana. Foto: Cubadebate

Monumento a José Martí en el Parque Central de La Habana. Foto: Cubadebate

Siempre he considerado el acercamiento a Martí un ejercicio cautivador y al mismo tiempo difícil, por la permanente preocupación de eludir simplificaciones y alejarme de lugares comunes que muchas veces, lejos de acercarnos al líder de la Revolución del 95, confirman la práctica de petrificar su figura en el imaginario de muchos, especialmente los más jóvenes.

Mi aproximación a José Martí se articuló en los últimos años con la práctica pedagógica, matizada por el esfuerzo de ir más allá de lo que se presenta en la escuela cubana de nivel medio como “facetas del ideario martiano”: una suerte de práctica aforística que favorece una mirada sesgada y metafísica a la obra del gestor del Partido Revolucionario Cubano. Es por ello que me resisto a hilvanar frases del Apóstol para justificar su vigencia, acudo a las herramientas que desde el punto de vista metodológico nos legó desde su labor revolucionaria.

La esencia en Martí, que define su condición revolucionaria, radica en su ética humanista que ha sido abordada por varios investigadores y estudiosos. No menos importante resulta cómo se orienta su obra y acción para superar contradicciones emergidas de la práctica política. Lo hace desde una mirada compleja e integral, pues no se limita a los antagonismos, recorriendo todo el espectro entre los polos. En este sentido, se enfrentó a la contradicción colonialismo-independencia como un actor protagónico en la organización del proceso independentista en Cuba. Se conecta en medio de esta construcción revolucionaria con el enfrentamiento al Imperialismo norteamericano y una proyección latinoamericanista. Pero antimperialismo y latinoamericanismo, constituyen fórmulas para responder a ese amplio espectro que recorre los polos colonialismo (o pudiéramos decir con mayor amplitud: dominación)-independencia (soberanía).

Esta clave metodológica se aprecia también en su tratamiento a una de las contradicciones fundamentales que marcaron el siglo XIX en la mayor de las Antillas: la que se expresa desde los polos esclavitud-abolición. En medio de la preparación de la contienda que estalló el 24 de febrero de 1895, con el antecedente que constituyó la abolición en 1886, José Martí encarna el antirracismo en un estadío superior: golpea el propio concepto “raza”, como forma de dividir al hombre. La necesidad de integración del negro es resultado de las condiciones epocales y la herencia histórica, pero no es el objetivo final: es un camino.

Hasta aquí, emergen tres claves metodológicas para enfrentar los problemas de la práctica política y ¿por qué no?, para considerarlas en el diseño y construcción de proyectos económicos, sociales y personales: 1. Complejidad, 2. Integralidad, y 3. Alejarse de los reduccionismos.

Podemos volver sobre la forma martiana de encarar las contradicciones. Apelando al rigor histórico, los treinta años de combate al colonialismo español en Cuba (1868-1898) constituyen una de las expresiones de lucha más cruentas que haya realizado un pueblo por separarse de su metrópoli. Pero también es una certeza la tardía incorporación, por razones diversas, de la isla al proceso independentista en comparación con sus pares de la que se ha llamado América Latina.

Este último hecho permite a José Martí pensar la independencia y la República desde la experiencia de las naciones al sur del río Bravo. Cuestiona la realidad de la “independencia lograda” y la puesta en práctica del ideal republicano; pero ello no lo lleva a renunciar o desconocer el proyecto. Se trata, para el autor de “Nuestra América”, de una necesaria reformulación y enriquecimiento. En resumen, de revolucionar las prácticas establecidas desde un nuevo contexto, marcado por el fortalecimiento del imperialismo norteamericano.

Dos nuevas herramientas metodológicas irrumpen, y galopan sin la prisión de frases sacadas de contexto hasta nuestros días y nuestra Cuba: 1. Reconocer las diferencias que pueden surgir entre proyecto y aplicación práctica, que no significa desconocer el sustento teórico y el proyecto como tal, 2. Un proyecto revolucionario es susceptible a errores, está amenazado en su puesta en práctica e implica una permanente evaluación y refundación. Con estas claves, en medio de la entrada de los cubanos en el llamado tercer milenio, Martí nos acompaña.

Texto tomado del blog: https://dialogardialogar.wordpress.com

* Licenciado en Historia por el Instituto Superior Pedagógico Enrique José Varona. Colabora con la revista digital La Jiribilla y El Caimán Barbudo.

Deja un comentario

AlphaOmega Captcha Classica  –  Enter Security Code
     
 

* Copy This Password *

* Type Or Paste Password Here *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.