Cuba, Estados Unidos y la lista de la discordia. Por: Dalia González Delgado

Niños HVAunque más tarde de lo que muchos esperábamos, Cuba saldrá de una lista en la que nunca debió estar. Este martes, el presidente estadounidense, Barack Obama, dio su aprobación para retirar al país de la lista de Estados patrocinadores del terrorismo internacional, una designación con consecuencias simbólicas pero también prácticas.

Desde 1982 Cuba fue incluida en ese listado, que elabora unilateralmente el Departamento de Estado y actualmente incluye, además, a Siria, Irán y Sudán. En una notificación al Congreso, Obama certificó que “el gobierno de Cuba no ha proporcionado ningún tipo de apoyo al terrorismo internacional en los últimos seis meses” y “ha dado garantías de que no apoyará actos del terrorismo internacional en el futuro”.

Ahora, el Capitolio tiene un plazo de 45 días para pronunciarse al respecto antes de que la nueva medida se concrete. No obstante, a diferencia de las leyes del bloqueo -que solo pueden ser completamente eliminadas por el órgano legislativo-, en este caso el Congreso no puede impedir la exclusión de Cuba, a no ser que apruebe una ley específicamente para eso, algo que la Casa Blanca y analistas consideran improbable.

En tiempos en que el terrorismo se ha convertido en uno de los puntos neurálgicos del escenario internacional, especialmente después de los atentados del 11 de septiembre de 2001, ser acusado de promover esa actividad es un asunto serio para cualquier país, más aun cuando los argumentos esgrimidos carecen de fundamento.

La designación de Cuba ha tenido más que ver con motivaciones políticas que con alguna causa real. De hecho, el último reporte anual del Departamento de Estado, publicado el 30 de abril de 2014, admitía, como en ocasiones anteriores, que “no hay información de que el gobierno cubano haya suministrado armamento o entrenamiento paramilitar a grupos terroristas”.

¿Qué implicaciones tiene este anuncio en el nuevo contexto de las relaciones bilaterales?  La decisión de Obama, largamente esperada, elimina uno de los principales obstáculos para el restablecimiento de los nexos diplomáticos entre ambos países.

Además, las consecuencias no son solo simbólicas sino prácticas. Formar parte de esa lista implica restricciones legales en cuanto a exportaciones, comercio, ayuda al desarrollo, créditos y otros.

En el caso cubano, a diferencia de los otros países, casi todo el costo económico de estar en la lista queda subsumido por el bloqueo. El resultado es que la Isla ha sufrido una doble persecución, reflejada en el acoso a sus transacciones financieras en el mundo y la consiguiente negativa de bancos a operar con Cuba por temor a las sanciones de Washington, y en la imposición de multas multimillonarias a estos, lo cual constituye una aplicación extraterritorial de las regulaciones de Estados Unidos.

Recordemos, por ejemplo, que el año pasado el banco francés BNP Paribas pagó una multa de más de 8 000 millones de dólares por realizar transacciones con Sudan, Irán y Cuba.

Esa situación explica, además, por qué no existe un banco que acceda a dar servicios financieros a la Sección de Intereses de Cuba en Washington desde hace más de un año. La exclusión de Cuba de la lista podría facilitar que aparezca uno dispuesto a hacerlo.

Por otra parte, el componente simbólico de pertenecer a esa lista no es menor, pues la inclusión es parte de la demonización de un país.

Adicionalmente, los legisladores contrarios a Cuba en el Congreso estadounidense han presentado proyectos de ley contra los países incluidos en la lista para, de esa forma, afectar a la nación antillana por decantación y mejorar las posibilidades de éxito de sus propuestas.

El analista político Arturo López Levy, profesor de la Universidad de Denver, Estados Unidos, publicó en un artículo reciente seis consecuencias se sacar a Cuba de la lista en cuestión.

Uno de los argumentos que usó es que esto podría abrir la posibilidad de que en septiembre, coincidiendo con el calendario de renovación de la autoridad presidencial para sancionar bajo la ley de Comercio con el Enemigo de 1917, Obama retire a Cuba de esa categoría (la Isla es el único país que queda).

“Tal decisión podría abrir las Cortes estadounidenses a reclamaciones legales contra algunas de las sanciones contra Cuba, en particular aquellas que limitan los derechos civiles, como los de viaje. Esas restricciones han sido fundamentadas desde una lógica de seguridad. Fuera de ese argumento es cuestionable que el gobierno prohíba a los estadounidenses viajar a algún país por otras razones”, fundamentó el experto.

La intención del presidente Obama de modificar su estrategia hacia Cuba está produciendo una ola de entusiasmo por parte de empresas estadounidenses. Así, un revitalizado lobby empresarial ha apoyado la exclusión de la Isla de la lista, por lo que podría significar para futuros negocios.

Por solo poner un ejemplo, el Grupo de Trabajo Illinois-Cuba (Illinois Cuba Working Group) organizó recientemente un evento para pedir que la Casa Blanca dejara de considerar a Cuba un estado patrocinador del terrorismo.

Según Paul Johnson, director ejecutivo de la organización, han estado trabajando para “poner fin a un embargo que no ha servido a los intereses de las personas de Illinois ni de Cuba durante más de medio siglo”.

Johnson, presidente de Chicago Foods International LLC y vicepresidente de la Coalición Agrícola de Estados Unidos para Cuba (USACC, por sus siglas en inglés), dijo a Cuba Contemporánea que el Grupo incluye a políticos estatales, organizaciones agrícolas y empresas cuyo objetivo es mejorar las relaciones comerciales con nuestro país.

“La designación de Cuba como un estado patrocinador del terrorismo hace el comercio bilateral extremadamente difícil. Los bancos temen ser investigados por el Departamento del Tesoro. Esa restricción hace el comercio crecientemente oneroso y costoso. El efecto neto es que restringe aun más las oportunidades comerciales”, declaró entonces Johnson.

El anuncio de este martes se produjo apenas tres días después de la histórica reunión entre Raúl Castro y Barack Obama durante la VII Cumbre de las Américas celebrada en Panamá, aunque probablemente la decisión estaba tomada desde antes.

Ahora sí, la apertura de las embajadas parece estar a la vuelta de la esquina. Pero eso, ya lo hemos dicho, es solo un paso en el complejo camino hacia la normalización de las relaciones bilaterales.

Texto tomado de la publicación: http://www.cubacontemporanea.com

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