(VIDEO) Gestualidad, posturas corporales y religiosidad popular. Por: Gerardo E Chávez Spinola*

El gesto tiene la virtud de llegar a donde la palabra no puede y la capacidad de expresar con fidelidad mensajes, que a la expresión oral a veces, no le es posible reflejar. Aplicado este discernimiento entre las más viejas líneas de pensamiento de la humanidad, sobre todo las devocionales; gestualidades y comportamientos corporales fueron incorporados a sus rituales y ceremonias, que luego se conformaron en verdaderos repertorios de experiencias gestuales a través de las cuales fueron constituidas las más antiguas identidades religiosas.

Los grandes maestros de la antigüedad solían advertir a sus discípulos que una imagen no era una realidad en sí misma, sino solamente la intención de hacer objetiva una idea subjetiva. Explicaban cómo las imágenes de las deidades no fueron diseñadas para ser objetos de adoración, sino para ser consideradas alegorías o recordatorios de poderes y principios divinos e invisibles. En analogía filosófica, señalaban estos sabios que el cuerpo humano tampoco debía ser considerado como el individuo, sino solamente como la morada de la integralidad del individuo, de la misma manera que el templo no era Dios, sino la Casa de Dios.

Estas enseñanzas trataban de concordar con la idea de que el más antiguo, profundo y universal de todos los símbolos, era el cuerpo humano. Los griegos, los persas, los egipcios y los hindúes, consideraban que el análisis filosófico de la naturaleza tríadica del hombre era una parte indispensable de las enseñanzas éticas y religiosas.

La religión suele ser, entre otras muchas cosas, una de las formas en que puede expresarse la conciencia social. Desde esta visión, es percibida como un concepto que identifica a todo fenómeno, cuyo rasgo principal sería la creencia en algo muy por encima de lo humano. Este poder supranatural, es manifestado en la convicción del creyente de que objetos y entidades sacralizadas mantienen una existencia independiente de procesos y fenómenos naturales y sociales. Esta certidumbre implica la aceptación de posibilidades comunicativas del practicante religioso con sus deidades y la capacidad de este, para influir en su vida personal y la de los demás, a través de ese intercambio comunicativo.

Por otra parte, las doctrinas de las más antiguas escuelas de pensamiento filosófico, enseñaban que las leyes, elementos y poderes del Universo, estaban contenidos en la estructura y naturaleza humanas; así como todo lo que existía fuera del hombre, tenía su análogo dentro del hombre. De esta forma, aquellos maestros de la antigüedad, enseñaban que determinados gestos y posturas del cuerpo humano, no solo servían para comunicar estados de ánimo, sino que también eran portadores de mensajes subliminales; o sea, que podían ser captados por la porción inconsciente de la mente, burlando las fronteras de la conciencia. Y aun más, podrían ser de gran utilidad para establecer cierta comunicación entre la interioridad del ser y la insondable profundidad del misterio de lo sagrado. Lo que para algunas corrientes de pensamiento no religiosas, viene a ser interpretado como la posibilidad de intercambio entre el humano y las fuerzas del Universo. Es decir, estos gestos y posturas específicos, en determinado momento, con los conocimientos necesarios y el esfuerzo volitivo adecuado, podrían servir como algo muy parecido a todo un sistema de comunicación con cierta capacidad de emitir y/o recepcionar, determinadas energías.

Así por siglos, gestos y posturas acompañaron las danzas rituales y ceremonias religiosas de todos los tiempos, como sutiles prácticas y verdaderas herramientas litúrgicas, sin que la inmensa mayoría de los seguidores y practicantes comunes se percatasen de su íntima razón de contenido, asimilándoles como simples y armoniosos movimientos. Partes integrantes que solo poseían una función estética y, cuando más, tendrían dentro del culto el objetivo de autentificar el ceremonial. Mientras que el conocimiento de los secretos y la manipulación de estos potentes instrumentos litúrgicos, ha estado siempre reservado a los altos iniciados y avalados sacerdotes.

De esta manera, cultos y religiones de casi todas las épocas y rincones del mundo, han venido utilizando determinados gestos y posturas corporales, algunos de los cuales, sin saberlo, han compartido por milenos, con otras líneas de pensamiento no afines, e incluso consideradas en apostasía por sus dogmas.

Por supuesto que Cuba no ha sido excepción. Nuestra memoria colectiva atesora un interesante muestrario de gestualidades y posturas, solapadas entre sus danzas folclóricas y oficios religiosos, que aún se conservan en muchos de sus cultos, credos y doctrinas. Entre estos se destacan las líneas de pensamiento mágico-religiosas de orígenes afrodescendientes, cuyas creencias desde el principio, vieron en el sincretismo, la única forma de resistencia cultural para aquellos africanos secuestrados de sus tierras y desembarcados en nuestro archipiélago, con lo cual lograron mantener su religión de origen.

Lo mismo sucedió en otros lugares del continente americano, puesto que era obligatorio participar en los ritos católicos. Dando lugar a estos cultos sincréticos, secretos hasta hace poco, que combinan las creencias cristianas con las africanas y en algunos casos con las indígenas. Procesos religiosos que se convierten a veces en “modelos de vida”, de los cuales apenas hemos comenzado a percatarnos del contenido de su saber ancestral. Entre estos, podríamos contar hoy a la santería, en Cuba y el Caribe, La Florida, Venezuela y Centroamérica; el candomblé, en Guayanas y norte de Brasil; el vudú, en Haití; y la macumba, en Brasil. Con sus diversos caminos y variantes, que siempre los hubo. Así como las inevitables fusiones entre estas corrientes de pensamiento, que por siempre habrá.

En la liturgia de la Iglesia Católica

En los textos bíblicos, la voz “liturgia” aparece tanto en el Antiguo, como en el Nuevo Testamento con la definición de: “culto religioso público de la asamblea de los creyentes convocada y reunida expresamente para el divino servicio”. Es decir, se ha definido como el culto oficial de la comunidad cristiana. Recientemente, ya en la década del sesenta del pasado siglo XX, el Concilio Vaticano II declaró que la liturgia es el “ejercicio del sacerdocio de Jesucristo, en el cual los signos sensibles significan y, cada uno a su manera realizan la santificación del hombre, ejerciendo así el Cuerpo Místico de Jesucristo, es decir, la Cabeza y sus miembros, el Culto público integro” (Sacrosatum Concilium No. 7). Lo cual nos refuerza la idea del cuerpo humano como símbolo primario. (1)

En este proceso ceremonial, el sacerdote oficiante debe auxiliarse de varios símbolos tradicionales, como la cruz, el cáliz, el vino, el pan, la palabra (generalmente en latín), a los que todos por costumbre atienden de manera consciente y sin reservas, pero esto se realiza en medio de cierta gestualidad, que generalmente escapa a la atención de los participantes en la ceremonia. La posición de la mano (generalmente derecha) del oficiante, en cada ocasión que realiza el trazado de la cruz en el aire, en gesto de bendecir. Es el mismo gesto que realiza el Papa desde su balcón, cuando bendice a la grey reunida en la plaza del Vaticano.

En otra parte del ceremonial de la misa, el sacerdote en solemnidad, se coloca de pie en el centro del altar frente a los fieles y eleva sus brazos de manera que ambos codos queden a la altura de sus hombros, colocando los antebrazos hacia arriba (en ángulo de 90 grados), con las palmas de las manos hacia adelante. Postura que para muchos simboliza la atracción a la paz universal. Los gestos simbólicos realizados por el oficiante, de introducirse en la boca el pan, que significa el cuerpo de Cristo y luego tomar un sorbo del vino, que significa la sangre de aquel sacrificado por toda la humanidad. Así como las dos manos abiertas juntas, pegadas por sus palmas con los dedos extendidos, es gesto rogativo que se produce varias veces en este ceremonial. (2)

Luego, frente al altar donde tiene lugar esta ceremonia de la misa, los fieles, en determinado momento, deben hincarse de rodillas, con las manos juntas y los dedos entrelazados y colocadas debajo de la barbilla, que se inclina con el rostro levemente y la mirada hacia abajo, luego los ojos preferentemente cerrados, buscando la concentración, el alejamiento del mundo cotidiano, y el acercamiento al éxtasis místico, tan válidos para brindar efectividad plena a la oración. (3)

En el repertorio gestual de la liturgia utilizada y promulgada por la Iglesia católica, también existen ciertas mímicas que refuerzan actitudes: durante el “Yo Confieso”, es común la acción de golpearse el pecho en el momento de formular las palabras “por mi culpa”, es recomendado para fortalecer al creyente y hacerle más consciente del hecho que el pecado, no es por causa ajena, sino propia; durante la oración del “Credo”, se invita a hacer una venia en el momento de formular las palabras que conmemoran la Encarnación: “fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo, nació de Santa María Virgen y se hizo hombre”; y antes de recibir de pie la Comunión, se hace una reverencia como gesto por medio del cual el creyente expresa su veneración y respeto a Cristo, quien va a entrar en su cuerpo como alimento espiritual. (4)

Es así, que en la celebración del ritual de la Misa, el dogma de la Iglesia reconoce a sus fieles como criaturas compuestas tanto de cuerpo como de alma y es por esto que su acto litúrgico, rogativas y oraciones, no están confinadas tan solo a las mentes, los corazones y voces de los creyentes, sino que también se expresan a través del cuerpo. Por lo cual bien afirman y proclaman las más altas dignidades eclesiásticas que, “cuando el cuerpo participa en la oración, se reza como espíritus personificados, tal como Dios nos creó. Este compromiso de todo nuestro ser en oración nos ayuda a orar con una mejor y más profunda atención”. (5)

Gestos y posturas en los cultos mágico-religiosos cubanos

Cuando “baja el santo”

Entre los practicantes y seguidores de estos cultos religiosos, existen ceremonias en las cuales hay un momento en el cual “baja el santo” y se posesiona de alguno de los participantes. En el acto, los practicantes de mayor experiencia, por sus gestos y ademanes, antes que pronuncie palabra alguna, reconocen cuál “santo” es el que “ha bajado”, pues estos brindan evidencias particulares de carácter y comportamiento. Este reconocimiento, no solo es inmediato para los verdaderos conocedores, sino que es unánime, sin equívocos ni ambigüedades.

Con referencia a este fenómeno, según afirma el notable investigador y profesor del Instituto Superior de Ciencias Médicas de Santiago de Cuba, Dr. Alberto Cutié Bressler, en su obra Psiquiatría y Religiosidad Popular, “son trastornos en los que hay una pérdida temporal el sentido de la identidad personal y de la plena conciencia del entorno. En algunos casos, el sujeto actúa como poseído por otra persona, espíritu deidad o fuerza. La atención y la conciencia del entorno pueden limitarse a sólo uno o dos aspectos inmediatos y a menudo se presenta un pequeño pero reiterado conjunto de movimientos, posturas y manifestaciones expresivas”. (6)

Finalmente, el profesor Cutié asegura: “En todas las religiones, los estados de trance, éxtasis místico y las posesiones, han desempeñado una función más o menos importante y esto es válido, desde el animismo primitivo, hasta las llamadas “grandes religiones”. (7)

La gestualidad ritual del Ebbó (8)

Entre los cultos mágico-religiosos de procedencia afrodescendiente en Cuba, el ebbó es la fórmula o procedimiento que el orisha indica para librarse de lo negativo que ha sido señalado previamente en la consulta, a través de los oráculos adivinatorios y en general representa ofrendas, rogaciones y plegarias, que los creyentes deben seguir al pie de la letra, con fe y confianza. También el ebbó para muchos significa, ofrenda. Este ceremonial, que es realizado por un sacerdote (babalawo) de experiencia, incluye varias acciones y tableros adivinatorios. Cada acción litúrgica contiene una minuciosa gestualidad, se denomina con su propio nombre (en lengua esotérica) y debe realizarse en un orden determinado. Aunque en el presente texto, con toda intención no se revela ningún orden de seguimiento, sino solo se han escogido al azar un grupo de estas acciones, en función de mostrar su significación en cuanto a la gestualidad ritual.

Obe bara: El awó (oficiante) une los dedos índice y del medio, de la mano izquierda y se toca la frente. Los dedos simbolizan dos personalidades diferentes en una misma leri. Es que aquí nació el trastorno de la personalidad.

Obe Yuno: Tocarse el vientre y soplar hacia afuera. Nos recuerda, que se come para vivir y no se vive para comer.

Ogunda bede: El awó hace con la mano izquierda, el gesto como si fuese a cerrar o una cortina, para impedir miradas indiscretas de curiosos. Para evitar los malos ojos.

Osa Lobeyo: Se toca de hombro a hombro con el ebbó por encima de la cabeza del practicante y debe moverse en forma circular frente sus ojos. Lo primero, es para que solo los Osha pasen por sobre su cabeza y no los hombres. Aquí nació que los osha bajen a las cabezas. Lo segundo, se hace para que la hipocresía y la tentación no cieguen al interesado.

Baba Odi Meyi: se toma el ebbó y se mece en los brazos como un bebé. Esto significa que nacemos inocentes como un ángel puro y después nos llenamos de vicios y aberraciones.

Así, estos gestos y posturas van ejerciendo su función de comunicadores. Sus mensajes, parecen simples e inocentes, como juegos de niños, pero están cargados de aleccionadoras experiencias y profundas enseñanzas, que tienen como destino el inconsciente personal.

El creyente como actor social

El campo religioso, es un espacio soportado por la fe y poblado de creaciones de la imaginación. Existen determinadas experiencias gestuales que ya están grabadas en la memoria social de ciertos grupos de practicantes. De manera general en este contexto, el creyente se torna actor social, y configura para sí mismo estas gestualidades como conformadoras de identificación, pues es a partir de estas que se constituye su identidad religiosa. A veces son estas identidades, elementos que se inventan y reinventan a modo de estrategias, buscando unirse en “comunidades iguales” con la singularidad imprescindible para el reconocimiento religioso y social. De aquí que, muchos practicantes y seguidores de varias líneas de pensamiento religiosas, siempre estén al tanto del repertorio gestual, a veces, hasta de manera inconsciente. Lo que buscan es confirmación en su identidad y mantenerles actualizados en el reconocimiento de sus grupos sociales. De esta manera, constatamos como este tipo de gestualidad viene a constituirse en un código de transmisión de identidad particular, que comunica, y al hacerlo con esta singularidad, el actor social aprende y aprehende de sí mismo y de los demás.

Un acercamiento creativo a la transmisión del misterio religioso original

Se cuenta que mucho antes de la llegada del imperio de la idolatría a la religión, los primeros sacerdotes hicieron que la estatua de un hombre fuese colocada en medio del santuario del templo. Esta figura humana simbolizaba el Poder Divino, generalizado en todas sus intrincadas y múltiples manifestaciones. Así expresaban aquellos sacerdotes de la antigüedad, la aceptación del hombre como su “libro del mundo”, y a través del estudio de este, fueron aprendiendo a comprender los misterios más grandes y ambiguos del plan supremo, del cual ellos eran una parte. (9) Es muy posible que para esta temprana época, esos sabios ya tuviesen un repertorio de gestos y posturas, mediante los cuales facilitaban su acercamiento a aquel insondable misterio de lo sagrado.

Hoy, tal como nos cuenta el profesor David Avilés en su magnífico e inspirador texto La corporalidad religiosa contemporánea: “a casi nadie asombra la idea, que esta figura misteriosa que parecía vigilar aquellos altares primitivos, fuera realizada algo así como un maniquí didáctico, algo parecido a los que tenemos hoy en cualquier aula donde se enseñe anatomía. Pero en aquel muñeco, conocimientos emblemáticos adquiridos en las Escuelas de Misterios, se fueron señalando con signos, determinados lugares de su cuerpo. A lo mejor, esta estatua se abría, de manera que mostraba los órganos internos, huesos, músculos, nervios, y otras partes. Después de siglos de investigación, el maniquí fue convirtiéndose en un conjunto de jeroglíficos intricados y figuras simbólicas, en el cual cada una de las partes tenía su significado secreto, por medio de las cuales era posible reflejar todas las partes del cosmos. Era un emblema glorioso, compuesto por todo el conocimiento poseído por los sabios y hierofantes” (10) durante centurias.

Muchos de los códigos y leyes a las cuales los modernos religiosos otorgan como origen, revelaciones directas de la Divinidad, “pueden en realidad haber sido el fruto de siglos de paciente ahondar en los intrincados detalles de la constitución humana y las maravillas infinitas reveladas por dicho estudio”. (11)

Luego se hizo presente la era de la idolatría. “Los secretos se perdieron y la identidad del hombre misterioso que vigilaba el altar fue disipándose entre las brumas del olvido” (12) y los relámpagos del fanatismo. “Algunos recordaron solamente que aquella figura era un símbolo sagrado y glorioso del Poder Universal, y finalmente llegó a ser admirado como un dios, a cuya imagen se hizo el hombre”. (13) Al perder el único conocimiento verdadero del propósito por el cual se construyó aquel maniquí, los nuevos sacerdotes se empeñaron en rendir idolatría a esta efigie, “hasta que al final su falta de comprensión espiritual, tumbó el templo en ruinas sobre sus cabezas y la estatua se desmoronó con la civilización que había olvidado su significado verdadero”. (14)

Solo en muy contados cultos, quedaron cercanas e intactas, aquellas construcciones gestuales y posturas corporales transmitidas por siglos, de iniciados a principiantes; de sacerdotes a practicantes. Con las persecuciones de los idólatras, se trasladaron a las danzas folclóricas para conservarles, donde hoy perviven guardando sus más profundos secretos. Ha sido en realidad, a través del accionar de estos repertorios de gestualidades y posturas, una de las pocas formas en que la humanidad pudo revivenciar, la transmisión de aquel misterio religioso ancestral de lo sagrado.

Bibliografía:

(1) La Liturgia en la Misa. Catholic.net. Committee on the Liturgy United States. Conference of Catholic Bishops. http://es.catholic.net/conocetufe/423/900/articulo.php?id=7959

(2) Ibíd.

(3) Ibíd.

(4) Ibíd.

(5) Ibíd.

(6) Cutié Bressler, Alberto. Psiquiatría y religiosidad popular. Ed. Oriente. Santiago de Cuba. 2001. ISBN 959-11-0302-6. p. 67.

(7) Ibíd. p.68.

(8) Lenguaje mímico del Ebo. Folleto. Sin autor reconocido.

(9) Avilés, David. La gestualidad religiosa como construcción de identidad. Grupo de Estudios Multidisciplinarios sobre Religión e Incidencia Pública (GEMRIP).

(10) Ibíd.

(11) Ibíd.

(12) Ibíd.

(13) Ibíd.

(14) Ibíd.

Tomado de la publicación: www.cubarte.cult.cu

*(La Habana 1947). Escritor. Guionista de radio y TV. Ha publicado artículos en revistas: Juventud Técnica, Ed. Abril; Ciencia y Desarrollo, Ed. Academia; Energía y tú, Ed. Cubasolar; Triángulo de Luz, Ed. Rosacruz, Palmas de Gran Canarias, España; El Buscador. Ed. Yug, México DF. Premios: Premio Dragón (La Habana1997); Mención Dragón (La Habana 1998); Premio Dragón (La Habana 1999); Mención en concurso Dulcinea (Cervantina Digital España  1999); Mención en Premio Espiral (La Habana 2000), en la modalidad de  cuento corto. Premio Becas a Ensayos Socioculturales, junto a M. Rivero, por  la obra Catauro de Seres Míticos y Legendarios en Cuba, otorgado por el  Centro de Investigaciones Culturales Juan Marinello. La Habana 2002. Ha  publicado cuentos en: Antología Polvo en el Viento (Argentina 1999). Revista  i+Real (Primera Revista virtual de la CF cubana). Revista A Quién Corresponda, Tamaulipas, (Méjico 1999). Es autor de la antología Entre la  llama y la Niebla, actualmente en fondo de la editorial Extramuros y coautor,  junto a M. Rivero del Catauro de Seres Míticos y Legendarios en Cuba, en  proceso editorial. Editó y dirigió la web El Balcón de La Habana, en  Cervantina Digital. Año 1998. Editó y dirigió la web. El Guaicán Dorado  dedicada a la CF cubana. Año 1998 al 99. Edita y dirige el sitio Guaicán Literario, dedicado a la CF cubana, desde el año 2001. Como guionista radial,  escribe dramatizados de suspenso y misterio para el espacio Pasos en la  Oscuridad de la emisora Radio Cadena Habana y cuentos dramatizados para la  productora Radioarte. Como guionista de TV, ha escrito series dramatizadas  para el canal Mitv, cuentos dramatizados para el espacio El Cuento, así como  para varios espacios de la División de Programas Culturales de la TV cubana.  Es miembro de la Sociedad General de Autores y Editores (SGAE).

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