Avanzando sin miedo. Por: Laura Arau*

Acampadas, manifestaciones, acciones directas, paralización de desahucios, toma de edificios, colegios, bancos, universidades y hospitales, creación de asambleas y espacios de participación, rodeando el Congreso, Parlamentos autonómicos y Ayuntamientos, huelgas generales y sectoriales, acciones comunicativas en las calles y en las redes… Esas son algunas de las fórmulas que, desde hace más de un año y medio, millones de personas en el Estado español están usando para exigir al gobierno español un cambio de rumbo radical en la forma de afrontar la crisis y que, a través de la protesta, ha llegado a construir un gran movimiento social.

¿Puede haber democracia sin dignidad, sin vivienda, sin sanidad y sin educación? El 14 de noviembre de 2012 miles de ciudadanos y ciudadanas españolas salieron a la calle reivindicando un futuro digno en la que fue la séptima huelga general de la llamada democracia en el Estado español. Según la Real Academia Española, democracia es una forma de gobierno en la que el poder político es ejercido por los ciudadanos. En sentido amplio, democracia es una forma de convivencia social en la que los miembros son libres e iguales y las relaciones sociales se establecen de acuerdo a mecanismos contractuales. La sociedad civil española tiene claro que para que se cumpla la democracia no sirve solo el hecho de ir a votar cada cuatro años. Se trata, también, de ejercer como ciudadano cada día del año.

La huelga del 14N se engloba dentro del conjunto de movilizaciones ciudadanas que empezaron a tomar fuerza a partir del 15 mayo de 2011. “Lo llaman democracia y no lo es” fue uno de los lemas más escuchados en las protestas que tuvieron lugar ese día en varias ciudades y que consiguieron reunir a varios centenares de miles de personas en todo el Estado español. Inspirados por las revoluciones en el mundo árabe, un grupo de jóvenes decidió seguir la protesta acampando en la céntrica Plaza del Sol de Madrid hasta el 22 de mayo -día que tendrían lugar las elecciones autonómicas y municipales-. Lo que comenzó como una pequeña sugerencia se materializó en una acampada que sería seguida por varias  de ciudadanos y ciudadanas en distintos pueblos y ciudades del país. Aquella protesta –acción puntual sobre una causa concreta- sería el embrión del Movimiento 15-M en el Estado español, también llamado Movimiento de los indignados o Spanish Revolution, se extendería –con matices, diferencias y semejanzas- a otras plazas públicas del mundo como Syntagma en Atenas, Trafalgar Square en Londres, o el movimiento Occupy en EE.UU. Como todo movimiento, funcionaría como un grupo de presión que se apoya en la protesta para poner de relieve diferentes problemáticas asociadas a una o varias causas.

El Movimiento 15-M encontró su inspiración no solo de las condiciones de vida precarias en la que se comenzaba a encontrar gran parte de la juventud, sobradamente formada pero sin opciones de progreso, sino también en el libro de Stéphane Hessel “Indignaos”, que de alguna manera sentó las bases intelectuales de otros títulos que vendrían después como “¡Basta!” del que fue Director General de La UNESCO Federico Mayor Zaragoza o “Razones para la Rebeldía” del actor español Willy Toledo y que dieron razones a un público más extenso para sumarse al movimiento de los indignados. Más tarde, analistas como el profesor de sociología Tomás Alberich-Nistal dieron respuesta a los motivos que hicieron posible el Movimiento 15-M en un ensayo en el que valora los aciertos de ese movimiento que consiguió reunir a buena parte de los defraudados con el sistema. El movimiento nació en un momento muy concreto, previo a las elecciones en el Estado español, que facilitó la unión de diferentes movimientos sociales progresistas que, centrándose más en lo que los une que en lo que los separa, fueron capaces de crear un movimiento unitario multiplicando, así, el conocimiento mutuo. Crear un programa de mínimos común con un ideario de consenso era uno de sus mayores retos.

Como todo movimiento, el Movimiento 15-M sufre transformaciones en su camino para que pueda permanecer; crecer. El asamblearismo, la participación directa y la democracia participativa interna han sido y continúan siendo señas identitarias. En la actualidad, el movimiento se organiza a través de Asambleas Populares de Barrio. La ocupación permanente de las plazas no era viable ni productiva en el tiempo así que se volvió a la idea que ya se tenía en la década de 1970 cuando el movimiento ciudadano, en plena transición democrática española, se reunía en cada localidad o espacio territorial situándose frente al aparato institucional. En esa época nacieron, como colectivo ciudadano, las Asociaciones de Vecinos que tenían la finalidad de mejorar la situación de cada barrio, motivadas por la falta de equipamientos y de servicios de todo tipo. Uno de los aciertos de los movimientos ciudadanos en estos años fue el reconocerse como parte de un movimiento más global; al igual que está sucediendo con el Movimiento 15-M.

Recordemos que el 15 de octubre de 2011 (15-O, Global revolution) se produjeron protestas pacíficas en forma de manifestación en 90 países distintos. Estas protestas fueron promovidas durante las protestas realizadas en el Estado español y preparadas en su fase final junto a otros colectivos coincidiendo con las protestas Occupy Wall Street. Aunque la mayoría de protestas hablaban del 99 por ciento fue en Estados Unidos donde inicialmente se usó. Con el eslogan “Somos el 99%”, se reivindica a la mayoría de la población (el 99%) frente a la mínima parte de la población más rica (el 1%) que es la que está tomando las decisiones económicas, políticas y sociales en contra de los intereses de la inmensa mayoría de la población. Actualmente este es uno de los eslóganes que tiene más fuerza dentro de las concentraciones y manifestaciones en contra de los recortes y la austeridad que se dan en el Estado español. Asumiendo que el total del 99% de la población no sale en las protestas ni participa activamente en los movimientos sociales debido o a su poca disposición asociativa o a su imposibilidad real, la lógica del 99% es claramente acertada dado que es la gran mayoría de la población la que sufre los problemas estructurales del capitalismo.

Con todo, en cualquier movimiento es importante realizar el análisis sobre el tratamiento que le dan los medios de comunicación así como también saber manejar de las redes sociales con informaciones propias. Las protestas del 15-M, al igual que las de Occupy Wall Street, recibieron gran cobertura mediática por la gran cantidad de personas que salieron a la calle pero sin duda lo más importante de la difusión de estas acciones fue que los propios ciudadanos ejercieron de periodistas a través de sus teléfonos móviles y narraron en primera persona y en tiempo real lo que acontecía en cada movilización, adelantando con ello a los “medios-empresa” que no eran capaces de absorber tanta información para ofrecer a su público. De esta experiencia aprendieron los grandes medios de masas y, por ejemplo, en el Estado español no hay una sola manifestación o convocatoria que el diario de mayor tirada nacional, El País en su versión digital, la retransmitía vía streaming por su página web.

El Movimiento 15-M, al igual que muchos otros movimientos, criticaron desde sus inicios a los medios de comunicación tradicionales acusándolos de manipuladores de la información y de estar al servicio de poderes económicos, políticos y mediáticos. Así mismo lo cuenta Pascual Serrano en el libro “Traficantes de información”. Según él, los grandes medios de comunicación intentan hacernos creer que la historia de los medios de comunicación es la historia de la libertad de expresión y de la pluralidad informativa mientras las especulaciones financieras, los despidos laborales, los chantajes y sobornos están a la orden del día de estas grandes corporaciones. Es en este escenario cuando el papel del periodista auténtico es más importante que nunca. Un buen periodista debe ser aquél en el que los ciudadanos se pueden ver reflejados porque transmite la noticia desde una perspectiva de interés colectiva y con una sensibilidad comprometida en defensa de los derechos de los que no los tienen y además con ello, es capaz de influir en la manera de trabajar o ser fuente de noticias de los grandes medios de comunicación como hemos visto reflejado en la descripción anterior. Lo más valioso para un movimiento es un tipo de periodismo cómplice y valiente con la capacidad de empatizar o criticar según los valores y ética humana del periodista y de la protesta o movimiento que esté cubriendo en el momento. El periodista ha de ser incomodo para los poderes, testigo directo de la acción, activista de su trabajo y capaz de empatizar con aquellos que sufren. Como decía Ryszard Kapuscinsky “Para ejercer el periodismo, ante todo, hay que ser buenos seres humanos. Las malas personas no pueden ser buenos periodistas. Si se es una buena persona se puede intentar comprender a los demás, sus intenciones, su fe, sus intereses, sus dificultades y sus tragedias.”

Seamos cómplices. Seamos valientes. Creemos movimiento. ¡Avancemos sin miedo!

Tomado del blog: www.laura-arau.com

*Se formó –a través de diversos estudios en imagen y sonido, en Barcelona. Cuenta con una amplia trayectoria en diferentes medios de comunicación en los que he venido trabajando, desde al año 2002, tales como Televisió de Catalunya, Ona Catalana y Catalunya Ràdio.

Tras nueve años por diferentes medios de comunicación, emprende un nuevo recorrido como freelance para dedicarme a investigar y retratar conflictos. En esta etapa profesional, destaca mi colaboración con la ONG Cultura, Paz y Solidaridad y la realización de diferentes documentales relacionados con la situación de Palestina e Iraq.

Testigos de su Historia (2008) es la primera de las piezas audiovisuales en la que se narra la vida de los refugiados palestinos en el Líbano, Flotilla de la Libertad. Un ataque a la solidaridad (2010) que documenta el brutal ataque ilegal que el ejército israelí realizó el mes de mayo de 2010 en aguas internacionales a la llamada Flotilla de la Libertad e Iraq, la destrucción de un país (2010) que acota las esencias económicas, políticas, sociales y culturales de este país, posterior a la ocupación con testimonios de protagonistas y analistas autorizados.

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