¿Alguna declaración de Vargas Llosa sobre el genocidio israelí contra el pueblo palestino? Por: Octavio Fraga Guerra*

Mario Vargas Llosa. Foto: Esquire Latinoamérica

Mario Vargas Llosa. Foto: Esquire Latinoamérica

Señor Mario Vargas Llosa:

Por estos días la humanidad mira con auténtico pavor las escenas dantescas de un genocidio que se está produciendo en nuestras casas. En nuestros balcones, en nuestras estrechas calles y en las frondosas columnas y portales de nuestra ciudad, donde crecen –empeñados- árboles sedientos, roídos ante el crecer de temperaturas soberbias.

La fortaleza de los medios progresistas -que me niego a llamar alternativos- pues son tan grande o más que los tradicionales medios de comunicación. Los altruistas blogueros y los movimientos sociales que han colaborado –y siguen colaborando-, activos para restablecer la soberanía y la dignidad del pueblo palestino.

El laborioso escenario de las redes sociales y otros medios claves como TeleSur TV, RT, Correo del Orinoco, Cubadebate y una suma inabarcable de espacios informativos y de opinión con un discurso claramente humanista. Todos ellos han contribuido a que seamos lectores activos de esta inaceptable matanza.

Todos ellos hacen posible que sepamos con aplastante inmediatez la evolución de los acontecimientos desatados por el criminal de guerra y Primer Ministro del estado sionista israelí Benjamín Netanyahu contra el pueblo palestino. Un heroico pueblo que sigue cercado, avasallado y desprovisto de los más básicos recursos para su sobrevivencia.

Estamos ante un escenario de auténtica guerra fratricida que hoy 15 de julio de 2014, ha llegado a la inaceptable cifra de más 200 muertos. Los datos son de auténtico terror. Las víctimas de este genocidio en su inmensa mayoría son civiles, cuyas balas de muerte han cercenado la vida de niñas y niños.

Las imágenes de fotos y vídeos que yo he visto en estos últimos cuatro días, son testimonios de una guerra que apunta hacia el exterminio. La soldadesca israelí está cumpliendo con precisión de relojería el mandato de sus jefes. Estos soldados no cesan de asesinar sin tan siquiera mostrar clemencia.

Recuerdo haber leído hace muchos años su primera novela La ciudad y los perros, que tan magistralmente llevó al cine el realizador Francisco Lombardi. Tanto el filme como el texto revelan sus aciertos para cartografiar a jóvenes en un escenario de guerra cuyo eje dramático son sus más bajos instintos, sus actos más reprochables. Sus miedos, sus frustraciones y la pérdida de valores en un contexto de guerra cuyo enemigo está ausente en cada parte de su obra.

Al leer su novela, uno confirma sus capacidades para sentir el dolor ajeno. Para estremecerse ante la brutalidad, el genocidio y la muerte de hombres y mujeres que gritan permeados por el miedo. Ese justo grito es para que la humanidad sea parte activa de la solución de este genocidio. Para que cada uno de los hombres y mujeres de este planeta -que por momentos se desvanece- haga suyo este asalto a la vida y le ponga freno a su empuje.

Me queda claro que su posición ideológica no entronca con la mía. Sus hostiles declaraciones contra la Revolución cubana –mi Revolución-. Contra la victoriosa Revolución Bolivariana que derrotó a fascistas, delincuentes y mercenarios subordinados al gobierno de los Estados Unidos, son claras líneas de sus posturas. Sus actos intervencionistas contra el proceso revolucionario que impulsan los líderes progresistas de Latinoamérica, que son legítimos gobiernos que se enfrentan a las hostilidades externas y a la oligarquía conservadora, tradicionalmente acompañada por los medios reaccionarios.

Estos hombres y mujeres de América batallan con gallardía apegados a los valores, a la tradición de lucha heredada de nuestra historia. Toman de la cultura de Nuestra América. Del legado de la obra y la acción de Simón Bolívar, de José Martí y nuestros próceres, todos ellos son nuestros grandes referentes.

Permítame decirle que sus posiciones contra mi Revolución cubana y la integración de la Gran América están condenadas al fracaso. Usted ha dado sus votos a los que hostigan a nuestros pueblos. A los que pretenden desunirnos y socavar los empeños integracionistas de una América culta, que desde sus heridas está creciendo para hacer un solo pueblo.

De la dignidad de los hombres y mujeres de nuestra América se ha ganado el desprecio.

Cierro esta carta con una pregunta. ¿Acaso sus votos de silencio son muestra de su profunda ceguera ante el genocidio y el crimen?”

*Editor del blog: www.cinereverso.org

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