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De las tablas a la pantalla

Fotograma de María Antonia (1967) de Sergio Giral

Por Luciano Castillo @LucioC812

Encuadramos dos de las adaptaciones de la dramaturgia nacional en la producción fílmica del ICAIC, en este caso realizadas por el cineasta Sergio Giral, obras que, por la solidez de su estructura y el delineado de sus personajes, superan en considerable medida cierto endeble e intrascendente “cine de autor”.

En 1986, Giral halló en Plácido, galardonada pieza en doce cuadros de Gerardo Fulleda León —aporte esencial a la literatura dramática cubana—, la oportunidad de realizar una aproximación estética a un artista ubicado en su momento histórico. Emprendió el rodaje de su versión como un intento por incursionar en el mundo de las ideas y las pasiones de un poeta. “Muchos pasajes que aparecen en el filme y no en la obra —advierte el cineasta— son producto de las necesidades expresivas propias del cine. Mi película es una reinterpretación y no una adaptación”.

A criterio de Fulleda, en el trabajo conjunto que acometieron, Giral no desvalorizó ninguna de las posibles lecturas planteadas por su obra, y enfatizó en la que define como fundamental: el artista y su tiempo. Para el realizador, Plácido es una película más personal a la que concede especial sitio en su quehacer, sin relación o continuidad con su trilogía sobre el tema de la esclavitud: El otro Francisco, Rancheador y Maluala.

Desde el momento climático del ajusticiamiento de Plácido, el filme eslabona flashbacks evocadores de distintas etapas en la breve vida del poeta matancero para aportar elementos de juicio sobre su conducta. La cuidada fotografía de Raúl Rodríguez captó el rigor en la reconstrucción ambiental y la selección cromática. El argumento fluye gracias a la eficaz edición de Nelson Rodríguez. El acercamiento físico y caracterológico al contradictorio bardo por el actor Jorge Villazón (1947-1994) sobresale en medio de un reparto con desequilibrios. Sin alcanzar el aliento y vigor de su antecedente teatral, Plácido queda como un fresco abocetado con personajes carentes de precisión.

No denota su procedencia escénica en ningún momento el guion concebido por Armando Dorrego para la adaptación asumida en 1990 por Sergio Giral del clásico María Antonia (1967), que convierte a Eugenio Hernández Espinosa en el dramaturgo cubano más filmado. El propósito de la adaptación fue respetar al autor sin desvirtuar la obra homónima en un prólogo y once cuadros, estrenada en septiembre de 1967 por el grupo Taller Dramático. De ese proceso surgieron tres guiones, desde el más religioso, mágico y esotérico, hasta uno actual, que no funcionó porque al transmutar la trama de los años cincuenta, los conflictos y la realidad social eran distintos. Finalmente, se escogió para el cine una variante fiel al espíritu del original y consigue, a tono con los criterios expuestos por el realizador en conferencia de prensa, “una película universal que desbordara los límites de la época en una operación más de índole cultural y estética que histórica”.

Que Giral se hallaba en el clímax de su plenitud creadora y en evidente ruptura con su filmografía anterior, es percibido a lo largo de este filme. La fotografía preciosista de Ángel Alderete propicia el estallido de las imágenes de La Habana en todo su dramatismo, como entorno para el avatar de esa mujer intransigente y rebelde que reniega de los dioses a los cuales desafía, pero cuya protección implora su Madrina, tras el acto cometido por María Antonia. La religión es el elemento decisivo en la conducta de los personajes en la obra, toda una tragedia moderna, en opinión de Giral. Plantea que este elemento está dado por un hecho de índole dramático, que conserva sus valores sin dejar de gravitar en los caracteres y el medio social donde se desenvuelven. En su versión libre para el cine se acercó más a un género tan vapuleado, pero que defiende, como el melodrama, sin pérdida de su esencial aliento trágico.

Quienes dudaron que existiera otra actriz capaz de ofrecer una imagen diferente o aproximada a la antológica caracterización teatral de Hilda Oates, ignoraban la osadía de Alina Rodríguez (1951-2015), realmente descubierta para el cine cubano en este protagónico. Ella solo conocía la exitosa reposición de la obra por Roberto Blanco en 1984 con el grupo Ocuje y se propuso encarnar ese personaje monumental apenas supo del proyecto, para el cual aprovechó sus vivencias en Santa Camila de La Habana Vieja. Su temperamento artístico disipó toda incertidumbre y convenció al cineasta. La entrega a María Antonia fue tal que delineó —como la imaginara el autor— una potente actuación como esta hija de Oshún y de la candela, sedienta de hombre, pletórica de amor, con su risa cascabelera y el viento que arremolina su cintura, su piel llena de movimientos, segura de lograr todo lo que se propone y de poder moldear el mundo a la medida de sus deseos.

Tomado de: Cubacine

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La institucionalidad cubana tiene una serie de graves desviaciones

Por Juan Valdés Paz

*Segunda parte de la intervención realizada el 15 de octubre de 2020 en el Centro Memorial Martin Luther King Jr. (Marianao, La Habana), en el marco de un análisis de coyuntura para la actualización estratégica de las proyecciones de trabajo de dicha Asociación y las redes que anima.

Para comentar lo interno, voy a usar la figura que estoy usando hace cierto tiempo en todos mis trabajos, que es una perspectiva sistémica.

La sociedad cubana es un sistema social, y dentro de él hay subsistemas: subsistema político, subsistema económico, subsistema civil, subsistema ideológico cultural y otros que se puedan identificar. La idea es que un tratamiento sistémico nos permite ver a estas dimensiones como totalidades, no solamente como pedacitos de medidas o de acontecimientos, sino como totalidades.

Hay una totalidad que es el sistema económico, una totalidad que es el sistema político, o lo político, etcétera. La perspectiva sistémica ayuda mucho a entender y ayuda mucho al análisis. Lo que voy a comentar en el marco de cada uno de esos subsistemas: el político, el económico, el civil, el ideológico cultural; son comentarios sobre una totalidad, la que no tengo ninguna pretensión de agotar. De cada una de estas cosas que voy a decir me he callado cien más y ustedes tienen otras cien, que a mí no se me ha ocurrido tener en cuenta. De manera que es, simplemente, una incitación a que retengamos esa visión sistémica porque tenemos que encontrar cuáles son todos los componentes del sistema, cómo está, cuál es la estructura de relaciones del sistema, cuál es la dinámica del sistema, etcétera, con todas las cosas que se dicen en la teoría de sistemas sobre un sistema.

Yo creo que nos ayuda un poco, y es una perspectiva que nos devuelve al marxismo. El marxismo es una visión de totalidad, también la teoría de sistemas es una visión de totalidad y es la visión de totalidad que preconizó siempre el marxismo.

Bueno, en esa perspectiva, lo primero que yo quisiera decir del escenario cubano es que, a pesar de los zigzags, los avances y retrocesos, los discursos que no cuajan, etcétera, lo más importante para mí —y para el centro Martin Luther King— es asumir que estamos en un escenario de reformas y que la primera potencialidad, como le suelen decir —se ha puesto de moda— «fortaleza» es que estamos en un escenario de reformas. Y, no solamente vamos a hacer un nuevo plan perspectivo, etcétera, sino que, a diferencia de 10 años atrás, nos vamos a colocar en un escenario de reformas, de cambios, de transformaciones, donde hay aspectos que se conservan, es decir, cambios y continuidades, para decirlo de una manera rápida, y esa es la primera perspectiva que tendríamos que asumir.

El país tendrá un escenario de reformas. Hay, por tanto, propuestas de reformas, unas en curso, otras prometidas, otras que se proponen —no están todavía en la agenda oficial—, hay sujetos y actores que están con las reformas y otros que no, y por tanto, son una traba, marcan el freno. Hay todas esas contradicciones que acompañan al proceso de reformas, y nosotros tenemos que poner, inevitablemente, una reforma sobre otra, proponiendo la nuestra, cobijando una u otra, acercándonos a unos actores más que a otros y asumir un discurso reformista también, porque parece ser, por suerte, que la Revolución está en esta etapa.

Entonces, ese es el primer problema. Ahora, la reforma que era, digamos, en esta conversación, aquí, yo mismo, en el 2010, cuando se hizo la primera discusión de los Lineamientos…, era una cosa abstracta, o estábamos discutiendo qué reforma, pero aunque podemos seguir discutiendo qué reforma, inclusive decir que las que se proponen son una mierda, o insuficientes, el hecho es que el proceso de reformas al que me estoy refiriendo transita bajo un conjunto de programas que ya están establecidos, consensuados, legitimados, etcétera.

Es decir, yo creo que lo políticamente saludable es, antes de inventar más y seguir discutiendo sobre las reformas que todavía no tienen consenso, centrarnos y ponernos bajo el paraguas de las reformas que ya tienen consenso y que, además, están legitimadas oficialmente. Eso es lo primero que yo quería decir. No tengo necesidad de recordar todos los documentos: los Lineamientos 1, 2; la Actualización; el Plan de desarrollo hasta el 2030, etcétera, porque están repartidas en todos esos documentos… una multitud de reformas… si aplican la mitad de lo que está prescrito, si aplican la mitad, estamos en otro país, y hay quien tiene que pensar qué hará en el otro país. Primero llegar a él y después qué hace.

Yo creo que esa es una cosa muy importante: asumir que estamos en un escenario de reformas, y ese escenario de reformas va a convivir con algo que dije antes, que es los niveles de normalización de las interrelaciones con los Estados Unidos.

Nosotros tenemos muchos problemas con el mundo y hasta con el vecino, pero nosotros tenemos un principal problema que se llama los Estados Unidos de Norteamérica, porque es el que tiene la capacidad de destruir a la Revolución, y con el que tenemos una contradicción fundamental que es de carácter geopolítico. Nos podemos poner de acuerdo, nos podemos normalizar y hasta podemos llegar hasta una serie de amoríos… pero, ellos serán siempre una gran potencia, ellos son el capitalismo, ellos son el imperio en este hemisferio, etcétera, y nosotros somos la piedra en el zapato… porque eso no tiene solución objetiva.

Nosotros podemos llegar a un nivel de acomodo, pero esto es importante que los cubanos lo retengamos porque, para decirlo de una manera poética, hubo muchas piernas flojas aquí durante el proceso de negociación del 2014, hubo mucha pierna floja. Entonces, hay que saber, no solamente tenemos anexionistas, sino también tenemos piernas flojas… tenemos muchos socialdemócratas: «al final el imperio no es tan malo, hay que resolver, eso es inevitable, hay que ser objetivos, hay que ser realistas…» y empieza a aparecer un discurso a nombre del «realismo» y aquí no hay nada realista y hay una cosa que es la nación cubana, que no tiene solución frente a Estados Unidos tal como la concebimos nosotros: independiente, soberana, que se autodetermina.

Esa nación, en los últimos 200 años no tiene solución frente a Estados Unidos, ni la tendrá. Bueno, ¿llega la revolución socialista a Estados Unidos? Ya veremos cómo es la cosa… Esto lo digo anticipándome a una de las cosas que tendré que decir cuando hable de lo ideológico cultural. Este es un gran telón de fondo del problema.

Además, el imperialismo no siempre se acerca a ti mordiéndote los calcañales… puede ser hermoso, puede ser bello, puede venir en colores y envuelto, viene con música… el imperialismo tiene dimensiones muy agradables, no todo es que te pisan los pies… tentadores, con una buena compañía.

Y, entonces, hechas estas advertencias, que estando en un escenario de reformas, los Estados Unidos harán una política… ¿cómo lo veo yo? Yo creo que una de las coincidencias sustanciales entre la política de Obama y la política de Trump, antes de hablar de las diferencias, es que las dos ven en este escenario de reformas, perciben el escenario de reformas como un proceso en la Revolución cubana que la puede hacer viable…

(Lo de ellos) es hacer una política para que nosotros nos autoextingamos o nos destruyamos; pero cuando estamos hablando de reformas, quiere decir que nosotros somos flexibles, que estamos en una nueva situación, nos estamos adecuando, estamos tratando de superar nuestras contradicciones. Entonces, nos podríamos hacer viables para Estados Unidos —que está lleno de think tanks que estudian esto que estamos diciendo mejor que nosotros—.

Ese proceso de reformas… ¡un socialismo que se reforma!, que ninguno lo ha hecho… (bueno, el chino, ustedes me dirán si esa es la reforma que podríamos asumir nosotros). Es decir, ellos ven un peligro en el proceso de reformas en curso. Obama dijo: «bueno, el proceso de reformas va a permitir penetrar en la sociedad cubana como no hemos podido hacerlo hasta ahora, no los hemos podido vencer por la fuerza». Y Obama puede hacer esa política y declarar públicamente que hacen una política con los mismos objetivos, con otros medios, e inclusive decir que la política de ellos está orientada —tomen nota de esto por algo que voy a mencionar después— a los jóvenes, los negros, las mujeres y los cuentapropistas. Ellos han identificado ya sobre qué grupos sociales actuarían.

Llega Trump, unido a la derecha de Miami, como ya saben y dice: «no, no, no, si nosotros aceptamos esa política, aunque hagamos alguna ventaja, esto es para el siglo XXII y nosotros queremos resolver el problema cubano ya, porque Cuba es Venezuela, Venezuela es Cuba, América Latina»… y aparece una propuesta contraria, que es: hay que impedir las reformas, es decir, en una lectura de lo que parece salvaje, la lógica es impedir las reformas.

Yo creo que esta es una de las cosas que tendríamos que tener en cuenta. Y eso me permite, ahora, entrar a algunos comentarios por sistemas, de la sociedad cubana, al menos como yo lo veo.

Me voy a detener primero en lo que vamos a llamar un comentario sobre el sistema social. No voy a detenerme ahora en ningún subsistema, sino en el sistema social, las cosas que son de la estructura social, que la estudiamos poco porque (…) lo que producen (las ciencias sociales) lo engavetan, es clandestino, etcétera y algunas ciencias sociales, como las ciencias políticas son casi inexistentes. No me detengo en eso, que tiene que ver con lo que comentábamos. Si Gina (Georgina Alfonso) estuviera ahí le estaríamos tirando piedras a Gina, pero no iba a hacer nada Gina, sabemos que eso es política de Gobierno, política de Estado.

En lo societal está el primer problema, del cual hay muchos comentarios regados, porque lo que yo quiero presentar ahora de una manera central es el problema demográfico, el problema de la estructura demográfica del país, que tiene que ver con lo que nos pase de aquí al 2025, y peor, del 2025 en adelante: no crece la población cubana, crece la migración, las mujeres no quieren parir, o siguen pariendo, pero menos del 2,2 que necesitamos y, lo que es peor, envejece aceleradamente, tiene una estructura etaria como si fuéramos Alemania, pero no somos Alemania.

Todas las tendencias demográficas son desastrosas para la economía y la sociedad cubanas. Si estuviéramos en China estaríamos felices de tener tantos viejos, pero aquí «estorban» todos, y los que no estorban, es porque están en posiciones de poder, donde también estorban. Es un problema demográfico, pero entre los tantos problemas de las tendencias demográficas de aquí al 2025, el más grave es la disminución de la fuerza de trabajo.

El problema más grave que tenemos de las tendencias demográficas es la disminución relativa y absoluta de la fuerza de trabajo. Es decir, la fuerza de trabajo disminuye y disminuirá hasta el 2025 y después. ¿Qué quiere decir eso? ¿Cómo nosotros resolvemos ese problema?

¿Cómo lo resuelve el capitalismo? Con inmigración. Todos esos migrantes que están ahora ahogándose en el Mediterráneo, que no los quieren, estaban hasta el otro día trabajando en Europa: cinco millones de magrebíes en Francia, siete millones de turcos en Alemania, no tengo que decir que en Europa cuando entras en los campos de hortalizas todo eso es africano. Las aceitunas las recogen inmigrantes estacionales… en Europa, que tiene la tecnología para resolver una parte del problema con tecnología que nosotros no tenemos ni vamos a tener para ese plazo, para tú decir: «quita un tipo y pon una máquina en su lugar». Si tuviéramos la ciencia y la tecnología… no tenemos el capital para hacerlo.

Ahí hay un problema serio, que nos tendrá que volcar a dos tendencias que hoy no queremos. Yo me moriré y ustedes se acordarán de esta conversación. Una, es abrazar a la emigración cubana, que regrese, que vaya y venga, que sea un actor interno, primero económico y, si es económico, terminará siendo político. Dos, la inmigración caribeña, que ya nos sacó del aprieto en nuestra historia, como ustedes recordarán en los años veinte con la explotación azucarera, la inmigración haitiana. Sí, tenemos la otra solución que es la inmigración, pero, obviamente, es muy problemática. Todavía meterse en los cañaverales del norte de Camagüey y descubrir una aldea de haitianos, casi 100 años después da una idea de cómo es eso cuando metes una inmigración de otra cultura, cómo la integras, eso es muy, pero muy complicado, como todos sabemos, pero lo pongo ahí porque acuérdense que dijimos que íbamos a decir algunas cosas del escenario del 2025.

La otra cosa societal que quiero mencionar es la estructura ocupacional, las variaciones que va a tener la estructura ocupacional. Quiero recordar que hay un compromiso oficial declarado de que el empleo estatal, que llegó a ser el 95 por ciento del empleo en Cuba, está en el 75 por ciento y hay un compromiso del Estado de no emplear más del 60, es decir, ser el empleador de no más del 60 por ciento de la fuerza de trabajo del país.

Esto quiere decir que todavía se tiene que desprender de casi un millón más de trabajadores y que ese empleo, para ocuparlo, hay que crearlo en el sector privado: cuentapropistas, Pymes, economía familiar y cooperativas, todas las formas no estatales que ya están en el papel, pero como el mismo Marino Murillo ha reconocido en estos días, todo eso es un desastre, pero lo tenemos que ordenar, está decidido, es parte de la reformas ordenar eso, darle personalidad jurídica, convertirlos en agentes económicos normales del sistema económico, etcétera. Veremos cómo ordenan eso, pero lo concreto, para el punto que estoy tratando, es que hay que crear ese empleo en el sector, si queremos racionalizar al sector estatal.

La capacidad de crear empleo del Estado está bloqueada, porque el Estado… te lo voy a decir… en el año 2004 —fecha que a ti te interesa, porque tú (Joel Suárez) también estabas entusiasta con la Batalla de ideas— le dijeron a Fidel Castro: «tenemos un 12 por ciento de desempleo» y Fidel dijo «¿desempleo en el socialismo?»… te acuerdas de todo lo que apareció: los trabajadores sociales, los instructores de arte, el estudio-trabajo, etcétera. No te cuento todo eso de nuevo. Lo puso en menos del dos por ciento de desempleo, el lugar que menos desempleo tiene en el mundo. ¿Dónde está toda esa gente? En las plantillas de las empresas estatales o de los órganos presupuestados.

Cuando se tomó la decisión, a tanta insistencia probablemente de Raúl, no lo sé —eso transcurre en la caja negra— de que la experiencia de las Fuerzas Armadas pasara a ser adoptada en el sector civil bajo el término de Perfeccionamiento Empresarial… El perfeccionamiento empresarial lo primero que tenía era el ajuste de las plantillas, es decir, que para implementar el perfeccionamiento empresarial había que quitarse el superempleo de arriba, obviamente, el 25 por ciento que ya se quitaron. Les falta todavía un pedazo.

Mientras yo estoy escuchando a Marino Murillo hablando de la eficiencia y de la eficiencia de las fábricas y todo eso… la primera reacción de esos empresarios cuando sean autónomos —hasta ahora no, porque hasta ahora se lo dicen todo— pero cuando le digan: «tú decides…» será «No, no, aquí sobran 30, y aquí 40… y aquí 35 y allí…», y para eso, de pronto, inventarás subsidios de empleo, que es una cosa que no había mencionado, pero que van a tener que crear, y lo otro es que ¿quién crea el nuevo empleo? El empleo es, económicamente, una función de la inversión, ¿habrá inversión extranjera suficiente para expandir el empleo? ¿El sector privado nuestro crecerá a un ritmo que le permita crear el suficiente empleo? Y aunque eso sea así en grandes números, cuando tú te detienes a analizar el empleo que tú ofreces y termina siendo un empleo por ramas, sectores, oficios, etcétera… porque en la agricultura falta fuerza de trabajo, tú le puedes seguir ofreciendo a los 11 millones de cubanos que vayan a la agricultura que todos tienen trabajo… no va a ir nadie, porque el 18 por ciento de la población es lo único que queda en área rural en Cuba, es decir, que la ruralidad tiene miseria, atraso y… Palmas y Cañas. Por tanto, está claro cuál es la dinámica social aquí del empleo.

Lo que quiero señalar ahora es que tenemos una problemática de empleo que no será fácil resolver y no tengo claro cómo va a estar al nivel del 2025, pero creo que no estará resuelto y que esto dará lugar a un subsidio de empleo de considerable magnitud si queremos racionalizar la economía.

Naturalmente, como tú sabes, y como sabemos todos, esto pasa por luchas políticas, habrá sectores políticos que no quieren tijera blanda, o no quisieran, como no quiso Fidel Castro; y otros que sí, y otros «bueno, sí, pero hasta la mitad». Hay muchos cuentos prosaicos sobre eso. Ahí tenemos un problema de la sociedad en su conjunto, del sistema social.

Tenemos un problema también, que curiosamente no hablamos: nosotros somos marxistas nada más que para sacar la asignatura Marxismo-Leninismo, para más nada. Nunca nos preguntamos cómo evoluciona la estructura socioclasista de la sociedad cubana, aunque uno, rápidamente dice: «bueno, si hay propiedad privada y hay pequeñas y medianas empresas y hay empleadores, hay una pequeña burguesía, una mediana burguesía», incluso uno intuye que están creciendo, pero yo no quiero detenerme ahora en esa fenomenología, sino decir que la estructura socioclasista del país está evolucionando de una manera muy diferente a como la construyó el socialismo cubano hasta los años ochenta.

Hay dinámicas de estratificación que inciden en la cultura. Si la estructura socioclasista cambia, cambia la cultura de intereses y la estructura de estatus en la sociedad y, por tanto —cosa que a ustedes les interesa mucho— las valoraciones, los valores, las ideologías que están conexas con esos intereses.

Lo que quiero decir es que la estructura social se mueve a una mayor estratificación, diversidad, complejidad de intereses y dinámicas nuevas y diferentes a las que hemos conocido, con efectos políticos «X», en los que no me voy a detener ahora.

Pero, por ejemplo, voy a poner un ejemplo, ahora tenemos, visiblemente, una concentración del ingreso: hay una franja que tiene ingresos enormes comparados con el ingreso medio y el ingreso más pequeño. Esa franja va adquiriendo la capacidad de hacerse una vida, hacerse un país diferente, ellos se salen del socialismo, lo pueden comprar todo, comprar la salud pública, los servicios, los mejores productos, viajan, ellos se van creando un país que no es el socialismo cubano. Tienen esa capacidad, tienen la capacidad de corromper, y tienen una capacidad que se volverá política en algún momento. Estoy diciendo una cosa gruesa, pero para el 2025 vamos a ver expresiones políticas de eso.

Yo venía conversando con José Luis (Rodríguez) por el camino, me estaba explicando ahí su último trabajo, su investigación en curso, y le decía: «José Luis, de eso que tú estás estudiando, de los años sesenta, no te olvides que el centro, el núcleo duro de la política de la Revolución, de la estrategia de Fidel Castro y del Che Guevara y de todos los que nos creíamos aquello, era la igualdad, la igualación entre los cubanos». Nunca una igualdad total, porque eso no existe en la realidad, pero era una política de equidad muy fuerte y profunda, que minimizaba el patrón de desigualdad. Siempre hay desigualdades sociales, pero, minimizando el patrón de desigualdad. Es un factor.

Desde los noventa estamos transitando hacia un mayor patrón de desigualdad. Las políticas en curso, es decir, la dimensión económica de las reformas mueve hacia un mayor patrón de desigualdad a la sociedad cubana. Cuando lleguemos al 2025 tendremos una sociedad mucho más desigual que la que ahora tenemos, que la que hoy tenemos con coronavirus, entonces, si ustedes quieren, empiecen a sacar las implicaciones, pero esa es la tendencia.

Cuando yo hablo de este tema, a mí no me preocupa —a diferencia de otros compañeros, como José Luis, que está incluido en el igualitarismo y todo eso—, yo no tengo problemas con un mayor patrón de desigualdad porque reconozco que es una necesidad económica y tampoco es posible crear un mecanismo de incentivo económico sin algún grado de desigualdad. Eso lleva su discusión, no me detengo en eso.

Todos queremos la igualdad por su belleza, no se puede aspirar a más que la equidad. Siempre tendremos un patrón de desigualdad y estaremos discutiendo cuánta desigualdad, pero no es tan importante cuánta desigualdad como qué pasa con el término inferior de la desigualdad.

Yo siempre digo, o he dicho aquí en este salón: Usted tiene 1.000 cañas y yo tengo 500, Usted tiene más que yo, pero yo estoy bien; pero si Usted tiene 1.000 cañas y yo tengo siete, entonces sí hay un problema. El término inferior de la desigualdad está muy jodido.

Dicho eso, quiero decir, sin más comentarios, que en la estructura actual de la sociedad cubana hay un patrón de desigualdad cuyo término inferior contiene ya una considerable franja de pobreza.

Los estudios que se hicieron en los noventa en La Habana daban un 20 por ciento de pobreza, en La Habana, con los indicadores nuestros, podría calcularse para el país un por ciento no menor del 25, en los noventa. Ahora, el patrón de desigualdad, por ejemplo, la desigualdad del ingreso, que es lo que se puede medir con el índice limpio, era punto veinte en los ochenta, se puso en punto treinta y tantos en el Período especial, y está ahora en punto cuarenta y llegará en el 2025 a no menos de punto 45. Tú puedes decir, bueno, la desigualdad en América Latina es punto 70, punto 76… estamos lejos, pero estamos mucho más lejos del socialismo cubano que conocimos, y sobre gran parte del cual se ha construido el trabajo y el imaginario del (Centro) Luther King. Ustedes se han pasado todo el tiempo luchando por la igualdad, bueno, pues no luchen más por la igualdad, empiecen a luchar contra la pobreza.

A pesar de esto, como decía al principio, mi presentación es optimista (…) Si yo le digo al gobierno que tiene que hacer una política contra la pobreza, que no la hace. Tienen una concepción ya dejada atrás por las ciencias sociales de que son liberales; que va a progresar el país y va a haber un derrame, y en el derrame se van a beneficiar todos —cosa que está demostrada por las ciencias sociales que no ocurre— … tenemos cada vez más pobres. No hay política para la pobreza, es más, la palabra pobreza no aparece en un solo discurso oficial. No hay un funcionario cubano que se atreva a decir pobreza. Entonces, yo estoy aquí invitado para darle tareas posibles al (Centro) Luther King… No estoy en la pobreza de la Teología de la Liberación, no estoy en la pobreza espiritual, estoy en la pobreza concreta y material.

Hay que tener en cuenta las consecuencias de todo tipo de la pobreza para la sociedad. Por eso, yo he colocado el comentario en la sociedad, en el sistema social. Eso atañe a todo el sistema social.

Por último, quería mencionar (otro problema), porque es un problema que regresa y que, además, es una base del enemigo —y ha creado aquí muchas confusiones—. Es el problema racial, porque los negros y mulatos están sobrerrepresentados en esa franja de pobreza, están sobrerrepresentados en los peores indicadores: el menor ingreso, la pobreza, la falta de vivienda, los peores empleos, etcétera. Por tanto, hay tendencias objetivas para que el tema de la racialidad se nos vuelva un problema socialista a nosotros y una base al enemigo sobre la que está actuando con mucha energía.

Yo sé que en el (Centro) Luther King preferimos no hablar del problema racial, precisamente porque estamos contra eso, pero nos entra por la ventana, y tiene una dimensión ideológico cultural terrible. Por eso quiero mencionarlo como un problema del conjunto de la sociedad, porque es un tema transversal, que nos aparece en la economía, que nos aparece en la política, que nos aparece en la vida civil y en la esfera ideológico cultural cada vez con más fuerza, y sobre la cual los enemigos trabajan, y también los criollos trabajan. Los propios negros y mulatos sienten que tienen que reivindicar su situación de desventaja, y no está mal, yo estoy porque todos los grupos defiendan sus intereses. Eso de que hay un gran padre, un big brother que nos va a proteger a todos… descarten eso.

Hay que hacer los espacios para que los grupos defiendan sus intereses, sean las mujeres, sean los LGTBI, sean los negros, sea cualquiera. Si no empoderamos a los grupos de intereses, no podemos defender sus intereses y estarán siempre bloqueados.

Ahora bien, en el caso nuestro hay algo, me parece a mí, ideológicamente terrible, y es que muchos de los compañeros que están aquí en la lucha por el tema racial se han comprado un término que vino. Tiene otras razones, fue aceptado por las Naciones Unidas, y ha entrado en Cuba y hasta el discurso oficial lo ha aceptado —para mi sorpresa—: es el tema de los afrodescendientes.

Es decir, hemos entrado en un tema de identidades y la identidad de los negros y de los mulatos —ustedes me dirán que hay 16.000 variantes de la mulatez—, como también, por supuesto, hay un racismo negro, y mestizo… Es un problema de mucha complejidad este problema de la racialidad.

Y nosotros teníamos eso resuelto, creo yo, ideológicamente hablando, con Martí: «cubano es más que blanco y más que negro…». Es decir, la misma identidad, que era la del cubano, resolvía el problema y nos daba un techo ideológico para colocar esas contradicciones mientras las resolvían. Y resulta que hay que volver a África, hay que montar el barco en dirección contraria. A mí que reivindiquemos la cultura africana, como un componente, ¡un componente! del ajiaco… pero ¿volver ahora a la africanización?, y que somos afrodescendientes, yo creo que nos estamos metiendo en un callejón ideológico cultural que en vez de resolver, o ayudar a resolver, de crear un marco de solución ideológico cultural al problema de las contradicciones raciales —que son objetivas— lo que lo estamos es enquistando como un problema insoluble, porque cuando creemos o recreemos la identidad negra o mestiza, lo cubano no se sabe lo que quiere decir. ¿Qué quiere decir ser cubano con mi identidad? Tengo que poner la nacionalidad, en un pasaporte, en un carnet… y este es un problema que nosotros teníamos resuelto, ideológico, entonces llamo la atención sobre esta contradicción.

Hay dos problemitas más de carácter global que quiero mencionar ahora: uno es el problema generacional. Yo sí creo que a nosotros nos falta lo que se llamaba imaginación sociológica y hay una cantidad inmensa de problemas. Nosotros nunca los problemas los colocamos en una perspectiva sociológica, no digo ustedes —obviamente es parte de su oficio— sino digo la población, los cuadros, los cuadros políticos, los decisores. El compañero Marino Murillo puede hablar durante dos horas de cualquier cantidad de problemas sin mencionar ninguna implicación social. Lo social nunca aparece cuando los economistas hablan.

Bueno, el quid de lo que quiero explicar ahora es que la Revolución comenzó con dos generaciones y llegamos al Período especial con cuatro. Se formó en el Período especial una quinta generación. En los 2000, en los cuales llevamos ya 19 años, se creó una sexta generación y ahora, sobre todo de aquí al 2025, vamos a tener una séptima generación sociopolítica. Es decir, que la Revolución, que convivía con dos generaciones se las tiene que ver con siete, de las cuales yo siempre digo: las tres primeras vivieron mejor que sus padres, la cuarta vivió igual que sus padres, y todas las demás, peor que sus padres, para decirlo rápido. Pero no es esa la connotación única, no, las connotaciones de todo tipo: memoria histórica, experiencia revolucionaria, niveles de participación…

(Joel Suárez: Detente en esa variable que mencionaste al paso, en esas variables dentro de la Revolución, no solo la condición material…)

La condición material es importante. A ver, siempre hemos tenido necesidades, tenemos ahora un poco más de necesidades porque hemos salido de un Período especial —lo voy a describir— y estamos en otro, aunque se llame de otra manera. Es decir, tenemos más carencias materiales que las que tuvieron nuestros padres hasta los ochenta. Hay carencias materiales, hay una distribución más desigual de lo que hay en la sociedad, etcétera.

Estos son impactos, pero el problema es que lo que tenemos choca ahora con las expectativas. Las nuevas generaciones tienen otras expectativas. Mi generación quería educación, quería salud, quería cine, quería música, quería cultura. Ya todo eso se dio, más o menos, mejor o peor, ya son conquistas de la Revolución.

Ahora la nueva generación quiere otra cosa, yo me siento con mis nietos y no puedo… «no me hables más de la educación y la salud… si yo nací con eso, no hables más de eso». Pero oye, ¿tú sabes lo que es un país del Tercer mundo tener al 100 por ciento de los niños con uniforme, y en la escuela y reproducir eso? El problema es el último celular, quiero mayor conectividad, quiero viajar a conocer el mundo… el problema es que las expectativas que la Revolución le resolvió a las cuatro primeras generaciones están bloqueadas.

(Eso,) más nuestros errores, porque, por ejemplo, yo creo que en el tema de la conectividad cometimos un error estratégico con costos de todo tipo, no solamente generacionales, costos para los sectores científicos y académicos que estaban desinformados, etcétera. Y lo peor, es que no hemos ganado capacidad para combatir en las redes, que es un oficio. No hacemos más que quejarnos… que el enemigo, que el grupo, que no sé qué, que un blog que nos ataca, que no sé cuántas cuentas… bueno, ¿y nosotros? ¿Por qué no le piden al Martin Luther King que haga sus combates en un blog a nombre de la Revolución? Ustedes lo tienen, pero, quiero decir, publicar algo que se entendiera y tú y el otro. ¿Por qué Aurelio (Alonso) está en su casa ahí, esperando a morirse, en vez de estar defendiendo a la Revolución en la red? Y el otro, y el otro, y el otro… no nos preparamos para eso, no sabemos qué decir.

Y lo que es peor —y aquí voy a hacer una observación atrevida—, noto que la dirección política es muy influenciable por la red, están muy preocupados; muchas veces están contestando lo que uno sabe que está en ese momento circulando. Mi hermano, no. No me meto más en eso porque estoy hablando en chino. Lo que quiero decir es —porque voy a volver a esto en el desafío, más tarde, de la red—, lo que quiero decir es que, a tu pregunta, hay problemas generacionales. ¿Tú tienes alguna duda? Si no, te lo voy a decir (de otra manera). La biblioteca personal más importante de Cuba la tengo yo, ¿he logrado que mis nietos se lean un libro? ¿Uno? Hay un grupo generacional que está asociado al desarrollo de la informática, etcétera, que nosotros no acabamos de entender, y nos retrasamos mucho en entender eso. Habría que haber asumido —porque se sabía que iba a ocurrir— que era un desafío ideológico cultural en las redes y habernos preparado para eso, pero nada más que saben criticar, en fin…

Ya dejo eso, lo que quería era decir, que es lo que estoy diciendo ahora, que hay un problema generacional. Hay un corte generacional y hay que tener en cuenta que tiene implicaciones políticas muy fuertes. Todavía estas nuevas generaciones no son oposición, veremos si logramos evitar que lo sean, pero son cada vez más críticas. «Esto es un negocio de ustedes, esto es un negocio de los viejos, esto es un negocio de papá, que estuvo en el barco que dirigió mi abuelo, a lo sumo es un negocio de papá, pero esto no es un negocio mío». No pasan a ser la contrarrevolución y quizás ni la oposición, pero no les importa.

Luego, en grandes números —percibo yo—, cada cual tiene su visión de la realidad porque, por supuesto, una vez más, no está estudiado. Y los dirigentes cubanos creen que la información es lo que les informa la Seguridad del Estado y el aparato ideológico del Partido, y creen que así están enterados de cómo está Cuba. Entonces, este es un problema que está muy falto de estudio, todas son percepciones indirectas que tenemos todos, si somos padres, si somos abuelos, si tenemos vecinos pequeños o adolescentes, pero hay un corte y no hay política para eso. No tengo que decir que los dispositivos que hay para eso —Juventud Comunista, Pioneros, Federaciones estudiantiles, etcétera— no pueden mascotear ese problema todavía.

El último comentario que iba a hacer es lo que voy a llamar, sucintamente… otra cosa que no está… que no oigo al compañero Murillo… Déjenme decirlo de una manera un poco académica al principio… Nosotros nacemos, crecemos y morimos en el marco de instituciones, por tanto, la dimensión institucional, las instituciones que existen y el orden institucional que existe, y el funcionamiento de esas instituciones es el primer dato que tiene que ver con la vida social, porque la sociedad tiene, inevitablemente, instituciones.

La Revolución creó su cuerpo de instituciones. Hay un cierto orden institucional, por ejemplo, en el caso del socialismo las instituciones políticas predominan sobre las demás, etcétera. Hay un cierto orden, una cierta jerarquía, en fin, y todos vivimos en el marco de instituciones legales. Las instituciones nos norman la vida, nos la ordenan, nos dan, nos quitan, nos favorecen o nos estorban. Esta idea —antes dije imaginación sociológica— y ahora digo imaginación institucional.

Ustedes aquí están forzados a tener en cuenta al resto de las instituciones que los están limitando y jodiendo todo el tiempo, y no debe ser un tema muy raro para ustedes. Pero el hombre común, las personas, los individuos sociales, etcétera, nadie está suelto, la vida cotidiana transcurre en instituciones, desde que te levantas hasta que te acuestas. Entonces, estas redes institucionales, en las que no me voy a meter, es el núcleo duro de la sociedad. La sociedad se institucionaliza. La sociedad está siempre institucionalizada. Puedes concebirla como una suma de instituciones: instituciones jurídicas, instituciones políticas, instituciones económicas, instituciones civiles, instituciones ideológico culturales, etcétera, pero instituciones.

¿Qué quiere decir? ¿Qué cosa es una institución en Sociología? Un conjunto de relaciones sociales de carácter permanente y duradero que tiene, como núcleo constitutivo, una norma constitutiva que define las funciones, lo que hacen y los poderes que tiene esa institución. De ahí se desprende todo lo demás. Los estudios institucionalistas lo primero que aprenden es que, tal como está pintado, el pájaro es una cosa y cómo funciona el pájaro es otra; que nosotros, los sujetos y actores desviamos la Constitución, hacemos que la institución se comporte con cierta desviación respecto a lo previsto, a la norma constitutiva… A esto le llaman macro teoría, que les digo para explicar lo que quiero decir ahora: la institucionalidad cubana tiene una serie de graves desviaciones.

Toda sociedad tiene desviaciones. La desviación es un concepto sociológico. La desviación de la norma… pero las nuestras son muy graves. Y, de paso, voy a mencionarlas: el hecho de que el socialismo nuestro sea un socialismo de Estado, es decir, el dominio que tiene el Estado sobre toda la vida social; la alta desviación de las normas —que ya mencioné—; la alta centralización de las instituciones nuestras que ha derivado en burocratización, que —digamos— es un rasgo de la modernidad que el socialismo real ha multiplicado por 100; la corrupción como un componente socialistamente no previsto, pero que acompaña históricamente a todas las instituciones y que, en el caso nuestro, tiene muy bajo control democrático sobre ese proceso; y la baja eficiencia de las instituciones.

Eficiencia… La institución tiene prevista una serie de funciones, las nuestras las hacen, las ejercen con bastante ineficiencia. Es un grupo de rasgos que yo creo que el proceso de reformas irá mejorando —vamos a ser optimistas— de aquí al 2025, pero que, como no se habla de eso, como no está puesto en claro, como no se dice cuáles son las políticas para que se resuelva y que las instituciones mejoren… (Por ejemplo, el área de la burocracia, parece que hemos decidido resolver el problema de la burocracia con la computación)… Lo único que vamos a hacer es darle a los burócratas, además, una computadora. Bueno, lo dejo ahí como un problema macro de toda la sociedad que quería enunciar como una problemática a resolver en la reforma, pero que, a diferencia de otras problemáticas, no está suficientemente visibilizada. No aparece en el discurso oficial y no tenemos ciencias sociales que se ocupen de eso. Por tanto, Valdés Paz sigue hablando mierda cada vez que puede.

Tomado de: La Tizza

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La condición revolucionaria

Por Michel E. Torres Corona

La Revolución, en su dimensión objetiva, constituye un proceso político de cambio, que altera el curso de la historia y provoca conmociones radicales en el modo de vida de las personas. A la Revolución Cubana se le ha querido cantar su última estrofa muchas veces, pues hay personas que no entienden que un proceso revolucionario se prolongue por más de medio siglo. Tomada Santa Clara, un soldado le dijo al Che que la Revolución se había acabado, a lo que el Guerrillero Heroico le respondió: «Al contrario, ahora es que empieza».

La Revolución inserta a Cuba en una correlación de fuerzas a nivel mundial, a favor o en contra del statu quo; una colisión cotidiana (a veces callada, a veces ruidosa) entre dos proyectos civilizatorios: el que busca perpetuar la explotación del hombre por el hombre, como núcleo fundamental de la vida en sociedad, y el que busca alterar esa esencia en favor de construir un mundo donde primen la fraternidad, la libertad y la igualdad. En tanto Cuba abogue por ese proyecto alternativo de existencia social, la Revolución continuará.

Mas la dimensión objetiva de toda Revolución solo existe en tanto vivan hombres y mujeres dispuestos a seguir luchando; y no cualquier lucha, sino una radical. «A la raíz va el hombre verdadero», diría Martí, y esos son los seres humanos que precisa cualquier movimiento revolucionario para trascender: personas que vayan a la raíz de los problemas, raíz que, desde la óptica marxista, yace en el modo en el que nos organizamos como sociedad para generar y distribuir la riqueza. Sin embargo, la radicalidad es condición necesaria, pero no suficiente.

Los revolucionarios debemos también obrar desde el más profundo compromiso con la ética, y no cualquier ética, sino aquella que muestre en su jerarquización un sistema de valores guiados por la justicia, ese «sol del mundo moral» como lo llamaría José de la Luz y Caballero. Los revolucionarios, y en específico, los revolucionarios cubanos, debemos estar a la altura de un legado ético que pudiéramos remontar a la época decimonónica.

Pocas naciones pueden enorgullecerse de padres fundadores que privilegiaran el pensar, como Varela; que defendieran la dignidad, como Céspedes; que tuvieran la vergüenza y el espíritu de sacrificio de Agramonte; que tuvieran la coherencia absoluta entre acción y pensamiento de Martí. Solo los individuos que han intentado emular a estos próceres, que han sido herederos de ese reservorio moral, han tenido éxito en sus propósitos de liderar al pueblo cubano en avatares revolucionarios. Los nacidos en esta Isla no seguimos ni a demagogos ni a cobardes.

A esa ética se le debe sumar la inteligencia, y no aquella que sea resultado de la lotería genética, sino la que es producto de la cultura. Si con Martí decimos: «Ser culto es el único modo de ser libre», también debemos decir hoy: «Ser culto es el único modo de ser verdaderamente revolucionario». La banalidad, la estupidez, la frivolidad, son atributos que reproducen de forma orgánica, vía «sentido común», los esquemas sociales de explotación.

Antes de cambiar el mundo, hay que entenderlo, o al menos intentar hacer ambas cosas a la par. Con el desconocimiento no solo lucharemos a oscuras, como «instrumentos ciegos de nuestra propia destrucción», sino que terminaremos apresados por prejuicios y temores pueriles. Séneca decía que la ignorancia era la causa del miedo y podemos afirmar que la cultura es plataforma imprescindible para todo ejercicio sostenido de coraje. La absurda temeridad solo es útil a corto plazo: la valentía, esa que persiste a través de los años y los desencantos, solo se obtiene con convicciones.

Y si cultura y ética son parámetros fundamentales, también es imprescindible entender que la condición revolucionaria se basa en la intersubjetividad: un hombre solo nunca podrá ser revolucionario, porque la Revolución precisa de que hallemos en el Otro al aliado para la lucha contra el enemigo común. Esa intersubjetividad, esa alianza con el Otro, precisa de organización.

Marx dixit: «En su lucha contra el poder colectivo de las clases poseedoras, el proletariado no puede actuar como clase sino constituyéndose él mismo en partido político propio y opuesto a todos los antiguos partidos formados por las clases poseedoras. (…) [ello es] indispensable para asegurar el triunfo de la revolución social y el logro de su fin supremo: la abolición de clases».

Con esa organización, con esa ética, con esa cultura, los revolucionarios cubanos podremos seguir militando en el bando de los que «aman y fundan», en ese grupo de seres humanos que, como diría Claudio Magris, no habita un mundo acabado y agotado en sí mismo, sino que es incompleto y abierto a otras y mejores cosas.

Tomado de: Granma

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Poética del cinematógrafo

Autor: Eugène Green

Eugène Green escribió este libro como un libro de horas. Para contar cómo se cuenta el cine si uno quiere que le devuelva la mirada. Fuera del cine, te miro pero no te veo. Miro tu superficie, palpo tu contorno, rozo la forma de una exterioridad. Fuera del cine miro lo visible, como un ciego que ausculta el mundo material, recorre un tiempo cronológico, se desplaza en espacios mensurables. Fuera del cine gobierna la razón, se encienden todavía las viejas luces del Siglo de las Luces, el intelecto gobierna y administra los días y las noches, los códigos fulminan los misterios y el oído se aturde en la ciudad, o se despeña en un silencio sin vacío. Eugène Green adora caer en el vacío del sagrado presente continuo. Ese vacío que muestra el revés de todas las cosas de este mundo: árboles y rostros, peñascos y cascadas, piedras y pies. Pura disolución del cálculo, desvanecimiento de la geometría. Lugar donde caer hasta ver por fin y disolverse en ese espacio donde todo es Uno, singular y semejante, donde criaturas y cosas tiemblan atravesadas por el hilo de la misma energía espiritual.

El asno Balthazar filmado por Bresson es la criatura perfecta de esta poética de la exhumación y de la epifanía: no intenta colaborar, no se esfuerza en actuar, carece de estrategias. Se entrega porque es, su mera existencia es un acto de entrega. Balthazar con su corona de flores silvestres, como espinas; Balthazar con sus ojos inocentes, como remansos y termómetros de la fragilidad. Green recorre el espinel del cine, desde que la película es idea hasta que se proyecta en la pantalla, y despliega sus máximas, que son las mínimas pistas de quien ve-a-través, como quien abre una caja de herramientas. Pañuelos y palomas, varitas y naipes de un juego de magia.

Este libro hubiera podido llamarse “Cómo se hace una película”, es decir, cómo se filman, según un puñado de teorías, la tradición del género y los instrumentos disponibles, ciertos fragmentos del mundo, ciertos movimientos de los cuerpos. Pero se llama “Poética del cinematógrafo”. Lo que equivale a decir: cómo extraer, de cada uno de esos fragmentos de materia, esa presencia real que es la expresión del alma, la manifestación de la gracia en una modestísima cinta de celuloide.

Eugène Green. (Nueva York, 1947) Licenciado en letras y en historia del arte. Director teatral amante del barroco (fundador del Théâtre de la Sapience), entrenador de actores, cineasta de culto inclasificable y escritor en el cruce y en los márgenes. Nacido en Estados Unidos, peregrinó por Europa y finalmente se instaló en Francia, donde fundó su compañía teatral, filmó su primer largometraje (Toutes les nuits), aclamado por la crítica, e inició su trayectoria como ensayista, novelista y poeta.

Con Poética del cinematógrafo, Shangrila continúa la difusión en español de la obra de este autor fuera de cuadro, iniciada ya con Presencias. Ensayo sobre la naturaleza del cine (Shangrila, 2018).

Tomado de: Shangrila

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¿Guerra en Ucrania?: EEUU traspasa las líneas rojas

Por Eduardo Luque

Los actores: Estados Unidos, la OTAN y la UE.

El equipo de Biden muestra sus flaquezas. Al frente del país un presidente que no gobierna, un hombre anciano e incapaz, un individuo que se duerme en las reuniones de alto nivel y que acabará siendo, si no lo es ya, una figura decorativa. La presidencia está en manos, cada día más, de ese “estado profundo” que no puede  asumir que EEUU no es la potencia hegemónica que fue. Lo anunciamos en su momento, la administración demócrata sería incluso peor que la republicana de Trump en política internacional. Es bien sabido que el ex-presidente norteamericano no inició ninguna nueva guerra, el actual, cuando era vicepresidente, lo hizo en siete. Es posible que Biden no acabe su mandato, su sustituta, que ya lo ha sido durante hora y media, será Kamala Harris, considerada un halcón.

La situación de Biden tras la debacle de Afganistán es muy frágil. A los 9 meses de su elección tiene la popularidad por los suelos; sólo un 43% de la ciudadanía aprueba su gestión frente al 51% que la desaprueba. Es el tercer presidente más impopular de la historia. Acumula más rechazo que Trump o Gerald Ford. La presidencia necesita de algún logro en política internacional, ya que a nivel interno la situación se descontrola. Biden y sus consejeros son profundamente ignorantes. No saben que no podrán derrotar a Rusia porque, si hay conflicto, Moscú saldrá a ganar.

Los Neo-con estadounidenses, instalados en las inmediaciones del poder, calientan el escenario ucraniano; se busca un conflicto limitado con Rusia. Es una repetición de escenarios conocidos. Tanto en 2019 como en 2020 la firmeza de Moscú evitó la guerra. La movilización masiva y decidida del ejército ruso disuadió a las mentes más alocadas. La situación ahora es peor. EEUU ha sobrepasado las líneas rojas trazadas por Putin. Tropas de la OTAN aterrizan estos días en Ucrania. EEUU y sus aliados tienen bases en territorio ucraniano (supuestamente son campamentos provisionales). Miles de efectivos con la excusa de maniobras se acumulan en la zona. Desde finales de noviembre, de forma intermitente la artillería pesada ucraniana bombardea las zonas de contacto entre Ucrania y las repúblicas independientes de Lugansk y Donetsk, en especial la ciudad de Gorlovka. Los ataques con artillería se intensifican a la espera de la orden de Washington. Este armamento estaba específicamente prohibido en los acuerdos de Minsk que evidentemente Kiev no está dispuesto a cumplir.

Las Repúblicas independientes avisan que no podrán resistir el empujón del ejército ucraniano rearmado ahora por la OTAN (Turquía ha transferido drones de ataque a Kiev y EEUU artillería moderna, misiles anti-carro javelín, carros de combate….) Pero Moscú no puede permitir la caída de estas repúblicas porque perdería Crimea y por extensión se incrementarían las tensiones en el Cáucaso. Todo ello en medio de un silencio atronador en los medios de comunicación. La cortina de humo que se ha generado para ocultar el peligro de guerra, es la cuestión de los refugiados en la frontera de Polonia y Bielorrusia y también  la nueva variante del covid-19.

EEUU considera la opción de la guerra. Hay indicios enormemente preocupantes. William Burns, director de la CIA, realizaba una visita no programada a Moscú a finales de noviembre. Los diarios norteamericanos especularon con una idea: Burns quería garantías de que, en caso de guerra, las tropas norteamericanas desplegadas en la frontera se salvarían, en caso de respuesta rusa. Tenía en mente lo sucedido en la bolsa de Debaltsevo, en febrero de 2015, cuando las tropas norteamericanas y ucranianas fueron cercadas. Rusia negoció la salida de los soldados norteamericanos que fueron evacuados por un pasillo abierto ex profeso mientras las tropas ucranianas colapsaron y se rindieron. Esta vez la respuesta rusa no fue tan complaciente como hace 6 años. Se conoce que se han producido contactos directos entre altos jefes militares rusos y estadounidenses sobre “reducción de riesgos y desconflicto operativo”. No han trascendido sus conclusiones.

Evidentemente a Biden le importa poco el sufrimiento que conllevaría un conflicto armado. Los factores que ahora definen el momento político parecen confluir en este tiempo y este momento. Un enfrentamiento militar indirecto con Rusia, utilizando a Ucrania como “sparring”, daría argumentos a la OTAN para volver a ser; y justificaría su propia existencia. Por otra parte, debilitaría aún más a la Unión Europea (y las veleidades de construir un ejército europeo propio quedarían como mera ensoñación). Es cada vez más evidente que la UE es el componente civil de la OTAN. El uso histérico de la pandemia es la cortina de humo perfecta para ocultar los pasos hacia la guerra; justo ahora se cierran los países por una variante que ya se ha denunciado que no es más ni menos contagiosa que las que teníamos.

La guerra en Ucrania permitiría disciplinar a Europa sumando mayor proyección de fuerza en el escenario chino puesto que contaría con el apoyo cerrado de toda la UE y sus recursos militares. Esta es la perspectiva que analiza Biden. EEUU es adicta al éxito efímero. Los presidentes norteamericanos sólo ven el cortísimo plazo, carecen de una visión estratégica como la que poseen Pequín y Moscú. Pasó con Hong Kong cuando EEUU y Reino Unido incitaron las revueltas contra China. Tras la intervención de Pequín, EEUU abandonó a los estudiantes a su suerte. Trump y Pompeo lo vendieron como una victoria aunque Norteamérica perdiera la oportunidad de influir en China y la oposición china pro-yanqui quedara devastada. A medio y largo plazo el ganador fue China.

Posición de Ucrania

Ucrania camina, si no se ha transformado ya, en un Estado fallido. Está calificado como uno de los más corruptos del mundo; según los “papeles de Panamá, su anterior presidente, Petró Poroshenko”, evadía fondos (incluso estatales) a través de empresas en paraísos fiscales. El actual presidente Volodymyr Zelensky ha sido señalado como evasor en los papeles de “Pandora”. Este mediocre actor ganó las elecciones prometiendo la mejora de las relaciones con Rusia y el respeto a los acuerdos de Minsk. Zelensky es en realidad una marioneta en manos de EEUU que no tuvo intención de cumplir los acuerdos electorales. La pulsión fascista crece entre la clase dirigente bajo el amparo también de la UE. El gobierno ucraniano ha llegado oficialmente a reivindicar a un nazi (Stepan Bandera) como héroe nacional.

Ucrania vive en una ficción democrática. Zelensky acaba de cerrar televisiones y diarios favorables a sus enemigos políticos y ha detenido al jefe de la oposición por “alta traición”. El presidente ucraniano ha perdido la mayoría en el parlamento. Ha sufrido incluso una escisión en su propio partido. Su poder peligra, sabe que su integridad física está en juego: si abandona el poder, la tentación de una salida violenta se incrementa; lo arriesgará todo, si es preciso, para mantenerse; los elementos neofascistas en el parlamento como Sbovoda lo empujan a la guerra al igual que EEUU.

Washington, incapaz de detener la construcción del Gulf Stream 2 que proporcionará gas ruso a Europa, redobla la apuesta. El conflicto marroquí-argelino (incitado por Washington) y el corte de uno de los dos gaseoductos, aumentará la escasez energética en Europa. Europa podría tener un invierno muy frio y oscuro. Una guerra, utilizando a los medios para demonizar aún más a Putin, podría evitar que el Gulf Stream 2 se pusiera en marcha. Ucrania se enfrenta también a un invierno muy frío. Sin gas suficiente para autoabastecerse importa ahora carbón al alto precio, mientras en las repúblicas independientes existen importantes minas de carbón.

Zelensky está recibiendo mensajes equivocados de Washington y Bruselas que pueden hacerle creer que cuenta con su apoyo. La impunidad aparente de Kiev, cuyos bombardeos sobre población civil pasan desapercibidos para la prensa y los medio de comunicación occidentales, no hacen más que incrementar el peligro de conflicto. Es algo parecido a lo ocurrido en Georgia en 2008. Entonces M. Saakashvili atacó al personal de mantenimiento de la paz ruso y la población de Osetia del Sur. La lección que recibió fue muy dura.

El futuro de Ucrania se anuncia complejo. En las actuales circunstancias el país puede colapsar por el peso de su propia disfuncionalidad, colapso económico y una corrupción endémica, o bien al iniciar una guerra que obligaría a intervenir a Rusia aunque fuera a regañadientes.

Posición rusa

Rusia no quiere la guerra. Si ha de intervenir lo hará, de forma rápida y decidida. Putin nunca ha cruzado la línea roja expresamente, excepto en Georgia, y solo por pocos días.

Las líneas de comunicación directas entre la OTAN y el Kremlin hace meses que están rotas. A comienzos de octubre, sin mediar ningún conflicto, la OTAN expulsó a los diplomáticos rusos de su oficina en Bruselas; Moscú respondió rompiendo relaciones. Vladimir Putin, en la reunión ampliada del Ministerio de Relaciones Exteriores de Rusia, dijo: “En lo que respecta al Mar Negro, los últimos acontecimientos van más allá de ciertos límites. Los bombarderos estratégicos vuelan a una distancia de 20 kilómetros de nuestra frontera estatal y portan, como ustedes saben, armas muy peligrosas”. Se refería a que en las maniobras de la OTAN se estaban ensayando ataques nucleares con armas auténticas (no con simulaciones). A comienzos de mes, el presidente bielorruso Alexander Lukashenko insistía en que los países occidentales buscaban empeorar la situación. El líder bielorruso sabe que en caso de conflicto su país se vería inmerso desde el primer momento. Bielorrusia tiene un ejército pequeño pero muy bien armado y entrenado. La acumulación de cazas bombarderos de la OTAN en países limítrofes como Rumania, Polonia, Letonia o Lituania: el aumento continuo de los vuelos de reconocimiento recogiendo información de inteligencia no auguran nada bueno. El embajador ruso en Londres, Andrei Kelin afirmó a la emisora británica Times Radio: “existe el riesgo de guerra por errores de cálculo en nuestra frontera oriental, y esto es lo último que queremos. Necesitamos prevenir este tipo de escalada, si ocurre”

Claramente Moscú ha de realizar una nueva demostración de fuerza. Será necesario mostrar nuevamente músculo militar para que se enfríen las mentes calenturientas. Las simulaciones de ataque a la flota inglesa encabezada por el portaaviones Queen Elizabeth (más de 30 en una semana) realizados por bombarderos SU-25 es una de las respuestas. La aviación inglesa intentando contrarrestar estas maniobras ha perdido su primer aparato. Otros planes se han acelerado e intensificado estos días: los acuerdos alcanzados con China parecen indicar que los sistemas de misiles balísticos de uno y otro país se coordinarán. Aun no podemos hablar de un tratado de ayuda mutua militar pero la torpeza norteamericana empuja en ese sentido. Por otra parte, teniendo en cuenta la perspectiva futura, Rusia ha de incrementar la interacción con el eje soberanista latinoamericano, apoyando a los países que Washington quiere desestabilizar y que considera como su patio trasero. A la más que probable instalación de misiles nucleares en Polonia, Rusia podría responder haciendo lo mismo en Venezuela. Las maniobras militares conjuntas con esos países cerca de las fronteras norteamericanas y en Alaska se hacen ahora imprescindibles.

Además, Moscú es consciente de que el otro escenario es el Pacífico. Las acciones hostiles contra China e indirectamente contra Rusia hacen que Irán entre también en esta ecuación. Nuevas maniobras a gran escala se anuncian entre estas tres naciones. La crisis en Ucrania, de producirse, podría acelerar la crisis en Taiwán; por otra parte Bielorrusia con el apoyo ruso podría recuperar la conexión con la zona rusa de Kaliningrado (el llamado “corredor de Suwalki” una franja de terreno que no tiene más de 96 Km de longitud y que aislaría a las repúblicas bálticas). Un conflicto serio implicaría a Lituania y Bielorrusia ya que las líneas de suministro del ejército bielorruso y de la OTAN confluirían en la ciudad lituana de Kalvarija. Rusia lo ha advertido: en caso de un conflicto en Crimea el estado ucraniano como tal desparecerá. Hay más de un millón de rusos en las repúblicas independientes que Moscú no abandonará.

La posición turca[1]

El presidente turco es un gran aficionado a chapotear en todos los charcos. Ahora se ofrece como mediador entre unos y otros, mientras vende armas a la parte ucraniana y fomenta la milicia turco-tártara que, llegado el caso, combatirá con Kiev contra Moscú. El objetivo turco es expandir la influencia de Ankara en territorio de las ex repúblicas soviéticas. Ankara ya se inmiscuyó en el Transcáucaso apoyando militarmente a Azerbaiyán contra Armenia. Intenta extenderse a través de las minorías turcas en Kirguistán enfrentándose a los intereses de Rusia y China en la zona. Además su posición, al no reconocer a Crimea como parte de Rusia, le hace chocar con Moscú  lo mismo que cuando da apoyo a los terroristas sirios en el Gran Idlib, en cambio compra carbón a las repúblicas independientes.

El derrumbamiento del viejo Orden Mundial proporciona nuevos espacios geoestratégicos vacíos que Erdogan quiere ocupar. Es por ello que actúa en múltiples frentes: Siria, Irak, Libia, Azerbaiyán, Somalia, en el Mar Mediterráneo…;  ahora intenta intervenir en Ucrania, en Afganistán, en Kirguistán…. Son bocados demasiado grandes para un país con tasas de inflación del más del 20% y una depreciación de su moneda superior al 230% que se calcula para los próximos meses. En estos momentos sus tropas se resienten. No es buena cosa en caso de guerra dejar de pagar a los soldados. Turquía se ofrece como mediador entre Rusia y EEUU, pero los dos países desconfían de Erdogan y rechazarán la propuesta. Occidente interpretaría la aceptación de una mediación como una debilidad rusa y buscaría nuevas concesiones.

La posición de España

Estamos inmersos en un conflicto donde sólo podemos perder. Rusia lo anunció hace muchos meses: las bases de procedencia de navíos o aviones de la OTAN serán tratadas como un objetivo legítimo. Ignoramos si en nuestro territorio se almacenan o sólo transitan armas nucleares, como se ha denunciado en Italia. Lo que sí sabemos es el despliegue de caza-bombarderos españoles en los aeródromos rumanos (en total participamos con dos escuadrillas y unos 150 efectivos) La operación iniciada este mismo año se denomina “Enhanced Air Policing” (una misión disuasoria en Rumanía). El gobierno de Pedro Sánchez ha decidido que tenemos que disuadir a Rusia para que no defienda sus intereses dentro de sus fronteras, mientras que nuestros aviones y barcos se desplazan a miles de km. de nuestro territorio. Así mientras que la situación militar escala, nuestros barcos penetran en el Mar Negro, violando la convención de Montreau, siendo perseguidos por navíos rusos  (como ocurrió hace pocas fechas con la fragata “Rayo”). Mientras la situación se tensa hasta el paroxismo la “izquierda española” enmudece. Mientras el país ignora el peligro que corre, la oposición, profundamente atlantista, callará; lo mismo que hace el PSOE, UP, IU o el PCE (que hace tiempo aceptó y acató las directrices de la OTAN).

Las provocaciones militares

La acumulación de tropas por parte de la OTAN y Ucrania está alcanzando el punto de no retorno. La “militarización” de Ucrania se acelera. La portavoz del Kremlin anuncia que Kiev ha desplazado la mitad de sus efectivos a la zona de contacto con las repúblicas independientes. Canadá anuncia su disposición a transferir efectivos blindados y aviones a Ucrania. Otros países de la OTAN ya lo han hecho con anterioridad, por ejemplo, España. Kiev ha recibido nuevas patrulleras norteamericanas adaptadas a las condiciones del mar Negro.

Para Moscú la instalación de tropas de la OTAN en Ucrania es una línea roja. EEUU tiene 9 bases en estos momentos. Los acuerdos de Minsk (prohibición de armas pesadas y aviones de guerra sobre Crimea) están siendo ignorados. Los bombardeos ucranianos contra las repúblicas independientes se mantienen. La OSCE, como observadores interpuestos, menciona que los combates se han extendido a toda la zona de contacto, no se limitan a un punto en concreto. La marina norteamericana, violando la convención de Montreau, envía más y más barcos de guerra al Mar Negro e intenta identificar los sumergibles y las defensas costeras rusas en el Mar Negro y el Báltico. La OTAN pretende demonizar a Moscú y quiere que el primer movimiento lo haga este país.

 ¿Cómo salir del atolladero?

Se esperaba una cumbre decisiva entre Biden y Putin, una del tipo que sostuvieron el presidente norteamericano y el chino hace pocas semanas. En realidad el tiempo para realizar esa cumbre antes de las vacaciones de Navidad se está reduciendo peligrosamente. A finales del mes de noviembre se daba como probable; tras la cumbre “por la democracia” organizada por EEUU a comienzos de diciembre la posibilidad de un encuentro bilateral se aleja.

En la práctica, prolongar la situación es dar alas a los sectores fascistas ucranianos para incrementar sus provocaciones. Para Biden sería una forma de demostrar que todavía tiene el control. Aunque habría que recordarle que un mal acuerdo es mejor que una buena guerra.

Nota:

[1] https://colonelcassad.livejournal.com/

Tomado de: El Viejo Topo

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El progresismo del Grupo Puebla

Por Marcos Roitman Rosenmann

Inaugurar un capitalismo con rostro humano, así podríamos sintetizar su ideario. Sus integrantes, a título individual han sido o son presidentes de gobiernos, jefes de Estado, dirigentes de partidos políticos, ministros, embajadores, etcétera, figuras cuyas opiniones y decisiones tienen peso en sus países y en el contexto internacional. De reciente creación, 2019, tienen en su haber, despertar la fobia de la ultraderecha latinoamericana y española. Pero ello no justifica otorgarles carta blanca, ni validar su argumentario, menos aún si entre sus miembros destacan figuras como Lula da Silva, Evo Morales, Dilma Rousseff, José Mujica o Rafael Correa. Ellos no lavan la cara ni limpian el pasado de muchos de sus integrantes. Lo cual no es contradictorio con señalar que sus propuestas suscitan la aprobación de todo bien nacido. Es imposible negar su humanismo cristiano. Se pide más democracia, un rol activo del Estado, reformas tributarias, combatir la desigualdad, salud universal o luchar contra el calentamiento global. Se podría aducir que en estos tiempos es la única opción posible. Pero en eso consiste la trampa del progresismo. De lo malo, lo menos malo. Y así nos va.

Reunidos en la Ciudad de México el reciente primero de diciembre, han elaborado una propuesta bajo el enunciado: Un modelo de desarrollo solidario, levantado sobre seis ejes, pretende: la superación de la desigualdad social, la búsqueda de valor, una nueva política económica, la transición ecológica, la integración como construcción de la región y una nueva institucionalidad democrática. Este modelo basado en un enfoque de género y diferenciado que proponemos como la hoja de ruta del progresismo latinoamericano y caribeño con miras al abandono definitivo del anacrónico modelo neoliberal. Este último con vocación extractivista ha dejado efectos difícilmente reversibles sobre el medioambiente, ha significado alarmantes niveles de concentración de la riqueza que nos convierten en la zona más desigual del planeta y ha atrofiado los circuitos de redistribución.

Nos sumamos a la declaración ¿Pero cómo se implementarán tales medidas, quiénes representan las fuerzas del cambio y dónde se ubican las resistencias? En todo el documento, no hay mención, aunque sólo sea de pasada, al espacio tiempo en el cual se desarrolla la propuesta: el capitalismo. Tampoco se alude al poder de las trasnacionales, el complejo industrial militar, financiero y digital, en concreto al imperialismo. ¿Será el lenguaje inclusivo? ¿Pero cómo luchar contra el neoliberalismo sin cuestionar las formas de explotación capitalista? Algunos dirán que no hace falta mencionarlo, se sobreentiende. La explicación no es suficiente, hay que hacerlo explícito, de lo contrario estaríamos ante el dilema ¿es conveniente mentir al pueblo? Luego vienen las frustraciones: donde dije digo, digo Diego.

El progresismo del Grupo de Puebla acaba por remozar al capitalismo. Y no puede ser de otra manera. Si miramos con atención el nombre de algunos de sus fundadores, hasta completar la media centena, aflora cierta desazón y perplejidad. Su diversidad podría ser un plus, pero cuando unos y otros están en las antípodas, la duda se abre camino. Entre otros, nos encontramos con el chileno José Miguel Insulza, ex secretario general de la OEA, el mismo que combatió y declaró la guerra a la República Bolivariana de Venezuela y su presidente Hugo Chávez, quien se opuso a la extradición de Pinochet a España, avaló las políticas estadunidenses para América Latina y como ministro del Interior del gobierno de Ricardo Lagos aplicó la ley antiterrorista de la dictadura para reprimir al pueblo mapuche. Otro chileno de pro, Carlos Ominami, coordinador del programa de gobierno de la Concertación, tuvo el mérito de blanquear el proyecto neoliberal de la dictadura como ministro de Economía y otro chileno, su ahijado, Marco Enrique Ominami, manchó su nombre al descubrirse que su partido recibió dinero del ex yerno de Pinochet para su campaña. En la lista figura el monárquico Luis Rodríguez Zapatero, quien siendo presidente de gobierno pactó en 2011 la reforma del artículo 135 de la Constitución para limitar el gasto social a la estabilidad presupuestaria. Un verdadero golpe de Estado judicial o lawfare. Además de ser artífice del acuerdo para la instalación en España del escudo antimisiles y los vuelos hacia Guantánamo. Pero también tenemos a Beatriz Paredes, ex presidenta del PRI, diputada y senadora, quien miró hacia otro lado ante la represión política en Chiapas y avaló las políticas neoliberales, las cuales hoy dice combatir. Destaca el ex presidente de Colombia, Ernesto Samper, poco hizo durante su gobierno para frenar a los paramilitares, enfrentarse a las políticas de la DEA o garantizar la vida y frenar los asesinatos de los dirigentes campesinos y sindicalistas. En Uruguay vemos a Rafael Michelini, defensor a ultranza de la reforma de las pensiones y su privatización en beneficio de los bancos. Junto a ellos, víctimas de golpes de Estado: Dilma Rousseff, Manuel Zelaya, Evo Morales o Fernando Lugo. La lista de neoliberales conversos es grande y genera desazón.

Por último, resulta significativo, la exclusión de cubanos y venezolanos en la lista fundacional del Grupo de Puebla, cuando sus proyectos coinciden con los objetivos demandados por sus creadores. Eso sí, el grupo de Puebla se vanagloria de tener el apoyo de la Internacional Socialista, quien reconoce al golpista Leopoldo López como líder de la oposición venezolana a la par que democracia para Cuba. La esquizofrenia de estar a bien con Dios y el diablo. Después de lo dicho, cabe preguntarse: ¿De qué progresismo hablamos?

Tomado de: La Jornada

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La violencia contra las mujeres en México

Por Teresa C. Ulloa Ziáurriz

Tras unos días de conmemorar el Día Internacional contra la Violencia hacia las Mujeres y tras los 16 días de activismo contra esa violencia que es una campaña internacional anual que se inicia el 25 de noviembre, Día Internacional para la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, y se extiende hasta el 10 de diciembre, Día de los Derechos Humanos.

En todos los países las colectivas y el movimiento feminista hemos preparado la marcha y la jornada. Y no es de extrañar que las jóvenes hayan tomado las calles y muestren su enojo, su rabia y su impotencia ante un gobierno omiso que no ha sido capaz de generar una sola política pública para prevenir los feminicidios.

Y a pesar de que la CEDAW y la Convención de Belem do Pará incluyen la trata y la prostitución como formas graves de violencia contra las mujeres, lo cierto es que estas formas y modalidades no se han reconocido como violencia contra las mujeres en la legislación mexicana.

Según la Declaración de las Naciones Unidas sobre la Violencia contra las Mujeres, de 1993, por «violencia contra la mujer» se entiende todo acto de violencia basado en la pertenencia al sexo femenino que tenga o pueda tener como resultado un daño o sufrimiento físico, sexual o sicológico para la mujer, así como las amenazas de tales actos, la coacción o la privación arbitraria de la libertad, tanto si se producen en la vida pública como en la vida privada.

Se entenderá que la violencia contra la mujer abarca los siguientes actos, aunque sin limitarse a ellos:

La violencia física, sexual y sicológica que se produzca en la familia, incluidos los malos tratos, el abuso sexual de las niñas en el hogar, la violencia relacionada con la dote, la violación por el marido, la mutilación genital femenina y otras prácticas tradicionales nocivas para la mujer, los actos de violencia perpetrados por otros miembros de la familia y la violencia relacionada con la explotación;…

Ahora bien, por cuanto hace a la Convención Americana para Prevenir, Sancionar la Violencia contra las Mujeres o Convención de Belem do Pará, ésta establece que los Estados Parte, entre ellos México, condenan todas las formas de violencia contra la mujer y convienen en adoptar, por todos los medios apropiados y sin dilaciones, políticas orientadas a prevenir, sancionar y erradicar dicha violencia y en llevar a cabo lo siguiente:

abstenerse de cualquier acción o práctica de violencia contra la mujer y velar por que las autoridades, sus funcionarios, personal y agentes e instituciones se comporten de conformidad con esta obligación;

actuar con la debida diligencia para prevenir, investigar y sancionar la violencia contra la mujer;

incluir en su legislación interna normas penales, civiles y administrativas, así como las de otra naturaleza que sean necesarias para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra la mujer y adoptar las medidas administrativas apropiadas que sean del caso;

abstenerse de cualquier acción o práctica de violencia contra la mujer y velar por que las autoridades, sus funcionarios, personal y agentes e instituciones se comporten de conformidad con esta obligación;

actuar con la debida diligencia para prevenir, investigar y sancionar la violencia contra la mujer;

incluir en su legislación interna normas penales, civiles y administrativas, así como las de otra naturaleza que sean necesarias para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra la mujer y adoptar las medidas administrativas apropiadas que sean del caso;

abstenerse de cualquier acción o práctica de violencia contra la mujer y velar por que las autoridades, sus funcionarios, personal y agentes e instituciones se comporten de conformidad con esta obligación;

actuar con la debida diligencia para prevenir, investigar y sancionar la violencia contra la mujer;

incluir en su legislación interna normas penales, civiles y administrativas, así como las de otra naturaleza que sean necesarias para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra la mujer y adoptar las medidas administrativas apropiadas que sean del caso.

Sin embargo, hasta el momento, nuestro país no cuenta ni con el Plan Nacional para Erradicar la Violencia contra las Mujeres, ni el Plan Nacional para Prevenir, Sancionar y Erradicar los Delitos en Materia de Trata de Personas, ambos previstos en el Plan Nacional de Desarrollo, de donde se desprende que no son prioridad, ni se encuentran en la agenda pública.

Y por qué es necesario mencionarlo, porque las cifras son alarmantes:

Hasta el mes de marzo de 2021, según datos oficiales, había registros de al menos 20,939 mujeres y niñas desaparecidas y no localizadas en México. Cada día se reporta la desaparición de 9 mujeres de entre 12 y 17 años en México. No existe un registro de las que pudieran ser víctimas de delitos en materia de trata de personas y no inician la investigación por delitos en materia de trata hasta que aparezcan, así que a ellas nadie las busca.

Ahora bien, por cuanto hace a violencia familiar, según el INEGI, en enero de 2021, la Ciudad de México abrió 2,301 carpetas de investigación (CI), lo que lo posicionó como el estado con mayor incidencia de violencia familiar en el mes, seguido por Estado de México, con 1,691, y por Nuevo León, con 1,258. Las llamadas por violencia familiar al número 911 han aumentaron durante la pandemia exponencialmente, sobre todo durante el confinamiento.

De 2015 a 2019, en nuestro país, se abrieron 66,865 carpetas por violación, y se estima que sucede una violación cada 10 minutos en el país, delitos que causan agravios y severos daños psicológicos y físicos a las víctimas.

Los feminicidios diarios en México se triplicaron de 2015 a 2020. Cifras del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) confirman que en 2020 se registraron en promedio 10 feminicidios diarios en México, una tendencia que se ha mantenido desde el segundo semestre del 2018. Durante 2020, cerca de 3,700 mujeres han perdido la vida, víctimas de feminicidio, cantidad que incluye tanto lo que las Fiscalías tipificaron como feminicidio, así como las muertes violentas de mujeres.

Todos los días y en todas partes las mujeres son asesinadas.  Crímenes en situaciones de conflictos armados o guerras; en la calle, relacionados con violaciones o con el crimen organizado, la prostitución o la pornografía dura, que lleva a las mujeres que la practican a tratos crueles, inhumanos y degradantes, que incluyen el feminicidio; o cometidos por sus maridos, parejas, exparejas. Todos crímenes ligados a la sexualidad, en donde el factor de riesgo es ser mujer o niña. Y en esta tipificación también se invisibiliza la violencia que imponen los vientres de alquiler contra las mujeres gestantes, generalmente pobres y en condición de exclusión social.

Mientras que el concepto de violencia contra las mujeres tiene ya varias décadas, el de feminicidio es más reciente.  Y a mi manera de ver, se trata del concepto de genocidio, la intención de destruir total o parcialmente a un grupo, en este caso, las mujeres y las niñas.

Esta realidad indica el carácter social y generalizado de la violencia basada en las desigualdades entre mujeres y hombres.

También cuestiona los argumentos que tienden a disculpar y a representar a los agresores como “locos” o a concebir estas muertes como “crímenes pasionales” o bien, a atenuar su importancia en el caso de situaciones de conflicto o guerra.

Tanto el concepto de “violaciones en la guerra” como el de “crimen pasional” perpetúan la idea de que el criminal actúa poseído por fuerzas exteriores, inmanejables por él —el amor, la pasión, la venganza—, que la situación lo sobrepasa, que ha cometido actos que no controla, o muchas veces, que son justificados en el marco de otros crímenes.

El feminicidio debe ser comprendido en el contexto más amplio de las relaciones de dominio y control masculino sobre las mujeres, relaciones naturalizadas en la cultura patriarcal, en sus múltiples mecanismos de violentar, silenciar y permitir su impunidad. Y así como la sociedad disculpa; quienes interpretan las leyes, también disculpan.

Algunos de esos crímenes, como los que se dan en el marco de las relaciones personales, en los feminicidios íntimos, son disculpados con el argumento de la emoción violenta, la pasión, etc. Esta situación no hace más que reforzar la impunidad de los femicidios.

En consecuencia, hasta tanto no se haga visible y se comprenda su gravedad, no habrá sanción efectiva.

Según el estudio realizado por la Comisión Especial de Feminicidios del Congreso Mexicano, que encabezó la Dra. Marcela Lagarde y de los Ríos, 1,205 niñas y mujeres fueron asesinadas en todo el país en 2004, según cifras del Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática, hoy se habla de 3,700 en el 2020, aunque según cifras oficiales son un poco menos de 1,000 y más de 2,800 mujeres asesinadas violentamente y cada 4 minutos una mujer o niña es violada.

Como dijo Doña Marcela Lagarde y de los Ríos, las niñas y las mujeres asesinadas en México tienen distintas edades, pertenecen a todas las clases sociales y estratos socioeconómicos, aunque la mayoría son pobres o marginales; algunas fueron mujeres ricas, de clase alta…; el abanico abarca analfabetas, con estudios básicos, otras más eran estudiantes, técnicas, universitarias, postgraduadas y con excelencia académica, aunque la mayoría tenía pocos estudios.

Eran: desconocidas, conocidas, cónyuges, parientas y amigas; había entre ellas solteras, casadas, ex esposas, unidas, novias, ex novias, hijas, hijastras, madres, hermanas, nueras, primas y suegras, vecinas, empleadas, jefas, subordinadas, … la mayoría eran niñas y mujeres de esfuerzo, trabajadoras formales e informales; … ciudadanas de a pie, activistas, políticas y gobernantes, casi todas eran mexicanas y, entre ellas, algunas  tzotziles como las Lunas de Acteal, otras rarámuris, otras más nahuatls; algunas eran extranjeras…

A la mayoría las asesinaron en sus casas, de las otras no se sabe dónde…; algunas tenían huellas de violencia sexual, en la mayoría de los cuerpos no hay rastro; algunas estaban embarazadas; otras eran mujeres con discapacidad.

Algunas fueron encerradas, otras secuestradas, todas fueron torturadas, maltratadas, atemorizadas y sufrieron humillaciones; unas fueron golpeadas hasta la muerte, otras estranguladas, decapitadas, colgadas, acuchilladas, balaceadas;… todas estuvieron en cautiverio; aisladas y desprotegidas, aterradas, vivieron la más extrema impotencia de la indefensión; todas fueron agredidas y violentadas hasta la muerte; algunos de sus cuerpos fueron maltratados aún después de haber sido asesinadas. La mayoría de los crímenes está en la impunidad.

Por eso es necesario que se emprendan acciones para la prevención, que son menos caras que las acciones de protección y asistencia. Lo que significa que es necesario un mayor esfuerzo para detener esta otra terrible pandemia contra el 52.7% de la población.

Por eso creo que durante el proceso de socialización debemos entender que las niñas y los niños aprenden por el ejemplo, por eso decimos que si crecen en un hogar donde el padre golpea a la madre, los niños van a aprender que así es como los hombres deben tratar a las mujeres y las niñas van a aprender que así las deben de tratar.

Además, hay que educar en igualdad, con respeto, sin perpetuar estereotipos de superioridad de los hombres e inferioridad de las mujeres.

Por otro lado, se debe exigir a los medios masivos de comunicación y al sector de la mercadotecnia que erradiquen los mensajes que normalizan la violencia contra las mujeres, las que las colocan como responsables del cuidado de la casa y las hijas e hijos o bien su objetivización y sobresexualización.

Habría que diseñar materias en todos los niveles escolares dedicadas a la promoción de la igualdad entre mujeres y hombres y a erradicar la violencia contra las mujeres.

Campañas masivas para provocar el repudio social a todos los tipos y modalidades de violencia contra las mujeres, al fin y al cabo todas y todos tenemos una madre, una hermana, una hija o una esposa.

Reducir los niveles de impunidad de los delitos de violencia contra las mujeres y las niñas.

Y en medio de esta pandemia de violencia contra las mujeres y feminicidio, además tenemos que enfrentar la violencia y censura que ejerce el queerismo sobre las mujeres, la invisibilización a la que nos quieren condenar, que incluso hoy están proponiendo que se eleve a nivel constitucional la discriminación por género y el reconocimiento a la identidad de género autopercibida. Una batalla más que promueve la violencia machista.

Tomado de: Tribuna feminista

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Tres en la deriva del acto creativo (Fernando «Pino» Solanas)

Por Agustín Durruty y Tomás Guarnaccia

Una vez una fotógrafa preguntó: “¿Cómo se puede escribir sobre algo que se mueve todo el tiempo?”(1). El interrogante, que puede parecer inocente o hasta ingenuo, nuclea el gran problema de la crítica. El cine es contradictorio, fija aquello que discurre y se escurre: el tiempo. Pero su lógica también es la de dejar suceder aquello mismo que fija. Claro está que las imágenes y los sonidos quedan y uno los puede revisitar, aunque más no sea para que se vuelvan a escurrir. En el mundo de las ideas sucede algo parecido, la lógica de ese mundo es muy similar a la del mundo del cine. La idea, como lo real frente a la cámara, se pesca del caos, se aprehende y se intenta fijar, ordenar, acercar; dejarla ir es perderla, por eso la experiencia y su consecuente sabiduría traen aparejadas la capacidad de saber qué tomar y qué dejar ir. Asimismo, podemos también pensar que la creatividad encuentra una de sus bases en el juego con aquello que sobrevuela descontrolado. El artista es aquel que organiza el desorden, dice Pino Solanas en un momento de Tres en la deriva del acto creativo, su obra póstuma y apertura de la 36° edición del Festival de Mar del Plata.

La emotiva presentación de la película contó con la presencia de Juan Solanas, Victoria Solanas, Ángela Correa, Flexa Correa, Gaspar Noé y uno de los protagonistas del film, Luis Felipe “Yuyo” Noé. Entre todo lo que se dijo, Juan Solanas destacó que “para Pino arte, vivir y política eran lo mismo”. Un trinomio que al mezclarse y al ser puesto en escena por Solanas parece dar por resultado un cuarto elemento: la belleza. Desde su primer cortometraje hasta este último documental, estas cuatro esferas son una constante en la poética de Solanas, a veces colisionando entre sí y otras en plena armonía. Y en este sentido es curioso que Pino, autor durante los ‘80 de algunas de las imágenes más bellas, plásticas y memorables de la historia del cine argentino, haya elegido la estética de sus documentales testimoniales para registrar la cocina de la creación y el acto de sentarse a pensar sobre la poiesis.

Por momentos, el documental adopta la forma de film-diario: Pino se mueve con su cámara por todos lados y registra los encuentros con sus amigos. En palabras del director, Tres en la deriva del acto creativo surge como una película “sin planes preconcebidos”: un encuentro de tres amigos. Reunidos en la casa de Yuyo, los tres artistas rememoran y reflexionan acerca de sus respectivas disciplinas. Estas charlas dan pie a un racconto de sus trayectorias. La constelación de estos tres nombres no obedece solo a la motivación personal de elaborar una autobiografía. Eduardo “Tato” Pavlovsky, Luis Felipe “Yuyo” Noé y Fernando “Pino” Solanas se conocieron a fines de los años sesenta, cuando Pino concluía La hora de los hornos. La cuestión del contexto no es menor: como señala Solanas, se trata de tres figuras que resistían la dictadura a través del arte de vanguardia.

Si El legado estratégico de Juan Perón (2016), al volver a las míticas entrevistas realizadas al General junto a Octavio Getino a principios de los años setenta, implicaba una primera mirada retrospectiva de su carrera con énfasis en la militancia política, Tres en la deriva… funciona como una revisión integral de su obra artística y nos confronta a ella, sin pruritos o rencores, después de un par de décadas en las que la crítica intentó enterrarla. Solanas fue una de aquellas figuras paternas que los jóvenes y no tan jóvenes de los ‘90 debieron “derrocar” en el camino a la consolidación del Nuevo Cine Argentino. Subiela, Gallettini, Desanzo, Aristarain, Ayala, Olivera y Solanas, caían en una misma bolsa llamada “directores dinosaurios”(2); mientras en su lugar se levantaba una “estética de la abstención” como antítesis de la fuerte carga alegórica y declamatoria del cine de los años ‘80 y ‘90. Un “grado cero” para la renovación del cine argentino. Un camino que se encuentra hoy, asimismo, agotado, tal como el relato que lo sostiene: basta revisar las respuestas de Peña, Prividera y Varea a los recientes artículos de Llinás publicados en la revista Crisis, donde el desmedido esfuerzo por sostener y enaltecer el mito fundacional del NCA y el post-NCA acaso termine de apagar la llama que una vez lo encendió(3). Si, por tomar un mojón del NCA, el primer cine de Alonso, con una película como La libertad (2001), consagró un realismo que pretendía anular el discurso sobre lo representado (sin por eso imposibilitar lecturas de ese orden), con sus “imágenes fascinantes e imposibles de interpretar o de adscribir a una intención” (4), la obra ficcional de Solanas, en cambio, está atravesada por el trabajo sobre la imagen y su enunciación, es el cine de los grandes temas y voluntades. Y no es casual que algunos nombres invocados en Tres en la deriva… como modelo sean tres figuras-tótem del cine de autor de la modernidad (Welles, Bergman, Fellini), en cierta medida relegados en el canon actual del cine contemporáneo, como la propia obra de Solanas en Argentina.

En su nuevo film, a la cocina del trabajo creativo en la intimidad por parte del pintor y el dramaturgo, Solanas contrapone la raíz industrial de la imagen cinematográfica, en la que, sin embargo, el director se desenvuelve como pintor y dramaturgo a la vez, tal como se lo ve en los registros de sus rodajes: un coreógrafo, un compositor de la forma. En este sentido, Solanas le da particular importancia a su formación musical y menciona el trabajo sobre el “tempo del cine”; algo comprobable en este mismo film, donde logra hacer sonar armoniosamente sus disímiles y variados elementos. En Tres en la deriva… conviven, a modo de collage, materiales de diversas procedencias: fragmentos de sus películas, making-offs, grabaciones caseras, músicas que parecen extraídas de películas de comedia familiar, entrevistas de “cabezas parlantes”, voces en off de Pino y muchísimos sonidos e imágenes que chocan pero se amalgaman entre sí.

Siguiendo estos conceptos, también aparece en el documental la idea de que el director compone la imagen en movimiento como si se tratara de un artista plástico. Solanas se refiere, por ejemplo, al sueño del “cine dibujado” de Fellini. Desde este punto de vista, pareciera ser que el cine para Pino no parte de un mero reflejo de lo real, sino de la inspiración del creador, que puede improvisar en el set pero siempre parte de una idea, de una tesis. Un cine que no implica un esteticismo abstraído del mundo, sino al contrario: una imagen no-realista reflexiva.

Recientemente, a propósito del documental Solanas en filmación (Dolly Pussi y Enrique Muzzio, 2021) que retrata el rodaje de El viaje (Pino Solanas, 1992), el crítico Pedro Insúa llegó a una idea interesante: “Podríamos hablar de prolongación de su actividad social en el cine (o viceversa) aunque sería conceptualizar algo que las mismas imágenes simplifican: no hay desdoblamiento porque su terreno de acción es efectivamente el mismo, una constatación de que Pino no necesitaba hacer solo documentales para que el cine fuese su campo de acción político”(5). Podríamos tomar también esta fórmula para pensar que Pino no necesitaba solo hacer ficciones para que su cine fuese su campo de desarrollo de una búsqueda por lo eminentemente bello. La obra de Pino parece moverse y bascular entre una imagen no-realista reflexiva y una imagen realista estilizada.

Asimismo, a lo largo de Tres en la deriva…, la pregunta central gira en torno al misterio de la búsqueda de la imagen: el proceso creativo se desenvuelve en un permanente desorden y, como decíamos al principio, como una manera de ordenar el caos y “fotografiar un instante de esa constante transformación”: se trata, en palabras de Pino, de “sintetizar la realidad en el rectángulo” del cuadro, pero también de “mover el rectángulo”. Es decir, la ventana abierta al mundo está dotada de esa posibilidad de expresarse a través de la forma. Siguiendo a Solanas, en el proceso creativo no hay una línea recta sino un zig-zag, un viaje de crisis y riesgo, exactamente lo que sucede y emerge del caos que es Tres en la deriva…. En los tres artistas resalta una singular forma de compromiso con el arte; el trabajo artístico como una “pregunta desesperada”, una indagación en el “misterio terrible” de la vida. No solo hay alegría y felicidad a la hora de filmar, sino un constante estado de conflicto. Arte, vida, política y belleza, todo junto, todo en crisis y todo expuesto.

Tres en la deriva del acto creativo es el ejemplo de cómo Pino se acerca a Yuyo en un mismo abrazo al caos; pues ambos entienden que allí reside una de las muchas esencias, inevitables e inexorables, de la vida. La película deriva, abre ramas, abre para recibir todo lo que haya por delante y por detrás, todo lo que hubo en el pasado y todo lo que quizás venga.  Recibe tanto que constantemente corre riesgo de asfixiarse, de redundar, de ser un pastiche, pero Pino idea y encauza aquella bestia pantanosa que es la creatividad, hace acto del caos(6).

“Lo que nos une a los tres es la amistad, el arte y el compromiso político”, dice Pino. Además, los tres artistas fueron exiliados; Noé y Solanas en París, Tato en España. Sus trayectorias, como sus obras, están atravesadas por los sucesos históricos. Es notable una confesión de Yuyo en el documental: dice, en un momento de intimidad en su atelier, que su mayor influencia en la pintura es Perón. La experiencia del 17 de octubre significó para él un quiebre, un “espectáculo maravilloso” de explosión popular que determinó la visión quebrada de su pintura. La abstracción de su obra, que a primera vista parece ser la que menos marcas referenciales contiene en relación a los otros dos artistas, también está atravesada, en sus palabras, por un modo de ver, por una visión del mundo, y por el discurso. No se trata, entonces, del arte como mero vehículo de la expresión personal. La idea de una imagen no-realista reflexiva en el cine de Pino es exportable, con matices y variaciones, aquí con Yuyo. Solanas, en otro momento, acota que “el país duele” y que la indignación motiva el trabajo artístico; el arte aparece así como una lámina indivisible de un sufrimiento y un amor que ciñe sus anclajes en algo más que la propia individualidad. Se vuelve patente que, en los tres casos, fue la necesidad aquello que formó la conciencia política y lo que, en consecuencia, dio lugar a poéticas y obras con fuerte carga política: la Serie Federal de Noé, o las obras Potestad y El señor Galíndez de Pavlovsky, emergen como ejemplo.

En otro pasaje de la película, Pino le pregunta a Tato de dónde surge su necesidad de encarnar personajes monstruosos, en relación a su personaje inspirado en Astiz. Pavlovsky responde que las figuras del torturado y del torturador cohabitan en uno mismo. A su manera, Tres en la deriva… no sólo indaga en las posibilidades de la creación y en el río revuelto del mundo de las ideas, sino que problematiza la construcción misma de las imágenes. Pino cita la famosa respuesta que dió Welles cuando le preguntaron por qué interpretaba personajes tan terribles: “Si no los ayudo yo, ¿quién los va a ayudar?”, dijo el director y protagonista de Mr. Arkadin. La humanización de los carácteres del horror, el gesto de mirar de frente y firme al otro es una constante de la poética de Solanas, sea en sus films políticos, en sus ficciones de la post dictadura o en sus documentales de la crisis de 2001. Asimismo, siguiendo a Pavlovsky, la exploración de la propia subjetividad, en su dimensión más terrible y, claro, humana, está íntimamente vinculada con los conflictos macropolíticos. Este film póstumo de Solanas abraza, como no podía ser de otra manera, esa conciencia.

Tres en la deriva… es una película de despedida tanto como un retrato del ocaso de tres artistas modernos, hijos del siglo XX, a contramano del paradigma actual. La presencia de dos hijos realizadores, Juan Solanas y Gaspar Noé, constata una ruptura en la que la pregunta por lo nacional y por el propio momento histórico deja de ser una motivación central. Y acaso el desarraigado cine de Noé —hijo del exilio e “integrado al cine francés”, como sugiere Pino— condense en sí mismo una pata del problema de la supuesta “generación huérfana” de los noventa(7). Por su parte, Juan Solanas se distancia de la idea del riesgo (de manera literal) al recordar el infarto de riñón sufrido por Pino durante la realización de una de sus películas. Allí, la idea romántica del compromiso artístico, de la entrega absoluta al trabajo creativo, encuentra un límite. Algo similar sucede cuando Pino le pregunta a Gaspar Noé sobre la crisis que supone atravesar la producción de una obra, una pregunta que Noé interpreta de manera financiera antes que existencial.

Las palabras finales de Pavlovsky resuenan como el eco fantasmal del propio Solanas en su película póstuma. Aun en la proximidad de la muerte, aun sufriendo cortos momentos de desesperación, sostiene que el teatro, y el arte en general, está ligado a la vida y al deseo. Y así es que, al mismo tiempo que Solanas revisaba su propia trayectoria, con El legado… y Tres en la deriva…, también retomaba el segmento de su filmografía abierto por Memoria del saqueo (2004), para concluir la serie a la que se refiere como “crónicas de la Argentina neoliberal” con Viaje a los pueblos fumigados (2018).

El cine es el arte del siglo XX, por eso, retomamos el inicio de este texto y volvemos a interrogarnos acerca de cómo se puede pensar aquello que se mueve en constante devenir y suceder, como lo son el tiempo y el mismo cine. El cine de Solanas amerita ser revisado por esa constante preocupación por estar en contacto con los problemas de su época, por pescar del transcurrir del tiempo aquel elemento que también corre descontrolado y desorganizado: la Historia. Pensar a Pino es volver a la escala mayor, es volver a los grandes temas, es tratar al cine como el arte indómito que es. Acaso la revisión del cine de Solanas sea una puerta de salida de los problemas contemporáneos del agotamiento del realismo observacional, del formalismo lúdico o cine del shock por el shock. Frente a las inertes tabulas rasas que solo proponen superficies lisas y los “fin de la historia”, la recuperación de un diálogo histórico-estético parece fundamental. “A mis hijos Victoria y Juan Diego / A quien tenga veinte años”, dice la dedicatoria del libro La mirada (Solanas y González, Puntosur, 1989), pero parece también decir toda la obra de Solanas.

Luego de conocerse la noticia de la muerte de Solanas, el crítico brasileño Victor Guimarães publicó en su twitter una simple pero fuerte idea: “Sus películas y textos siempre han sido esto: enormes reservas de aire fresco hechas para inventar respiraciones. Las cuales siguen entre nosotros”(8). Un año después, pero ahora en el estreno mundial de Tres en la deriva del acto creativo, Ángela Correa, compañera por casi treinta años de Pino, cerró la presentación del film con una gran descripción de lo que es la obra de Solanas: “El cine de Pino es poesía, y la poesía abre ventanas, y las ventanas son para que respiremos”. El paso de este caótico y hermoso documental no quedará en el olvido, su proyección fue una bocanada de aire fresco que oxigenará no solo al festival o al cine; a Pino le importaba algo más: darle aire a la gente para así seguir curioseando, jugando, preguntando, luchando y, claro, viviendo.

Notas al pie

  1. Pregunta de Julia Russo Martínez esbozada en una charla privada.
  2. “Conversación en el Maxi”, El Amante n°40, p. 24. LINK.
  3. Menem y el cine: la hora de los viejos (primera parte) (Mariano Llinás) LINK

Menem y el cine: la hora de los estudiantes (segunda parte) (Mariano Llinás) LINK

Cine y 2001: la hora de los críticos (tercera parte) (Mariano Llinás) LINK

¿A quién le importa? A propósito de Llinás, Peña y la historia del cine argentino (Nicolás Prividera) LINK

Cine, menemismo y medias verdades (Fernando Varea). LINK

  1. «El misterio del leñador solitario», El Amante, nº111, junio de 2001. LINK
  2. Crítica completa de Pedro Insúa sobre Solanas en filmación (Dolly Pussi y Enrique Muzzio): LINK.
  3. Esta idea se vuelve literal en el afiche promocional del film, donde la palabra “caos” se encuentra tachada y reemplazada por “acto”.
  4. Una generación de huérfanos. Encuesta a jóvenes directores argentinos (Sergio Wolf). LINK
  5. Traducción propia. Tuit original.

Tomado de: Las veredas

Tráiler de Tres en la deriva del acto creativo (Argentina, 2021) de Fernando E. Solanas

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Más allá de los límites de la realidad. Una mirada a través de la antología de Edgar Wright

Edgar Wright es un guionista, productor, actor y director de cine y televisión inglés.

Por Ernesto Delgado

Resulta interesante cómo últimamente se mira el formato de las antologías no como un medio, sino más bien como un género. Más aun teniendo en cuenta que la naturaleza de las mismas es la de abarcar en un formato, varias historias que puedan reflejar diferentes caras de una temática concreta, o fragmentos de aleatorios relatos breves que no tienen por qué seguir un solo género. Edgar Wright exploró en su trilogía seminal de cine paródico, una forma de antología diferente con una visión del medi muy particulares.

Rastrear el origen, o la popularización más bien, de este medio en el formato cinematográfico sería llegar a La dimensión desconocida (Rob Serling, 1959-1964), en la que el artificio servía -y sirve- como extensión de la singularidad de cada capítulo. Los episodios se presentan como distintivas narraciones, directamente reconocidas como ficción y señalando la propia naturaleza cambiante de las mismas. Todas las semanas Rob Serling aparecería en el televisor para resetear la lógica que se exhibió en el capítulo anterior, y así sucesivamente, creando una suerte de serial inagotable de leyenda y fantasía en la que cabe cualquier tipo de historia. La serie se vende como producto de género, pero en el que acaban entrando episodios que destilan un costumbrismo inaudito, que incluso Chicho Ibáñez Serrador muchas veces tomará prestado para sus Historias para no dormir (1966-1982).

Este formato se empezará a adaptar al cine de una manera algo más comedida, en la que la película marca las separaciones entre las historietas, y en general aunando las mismas bajo un género compartido. Se rechaza el supuesto de que la antología pueda concebirse como algo más amplio: una serie de películas bajo un mismo sello que comparta una temática similar, pero que convivan independientes las unas de las otras. Hay intentos, desde los más clásicos como el que ocurrió con Halloween III: el día de la bruja (Tommy Lee Wallace, 1982), hasta los más contemporáneos como puede ser la franquicia Cloverfield.

Parece ser un propósito difícil de mantener en algo tan poco duradero para el mercado general, comparado con la sencillez y lo fácil de encajar que es realizarlo en un formato televisivo. De hecho, aunque menos ambicioso, es mucho más fiel al estilo original de las recopilaciones de relatos cortos y magazines de ciencia ficción en las que se inspira La dimensión desconocida en un principio. Edgar Wright se apropia del propósito general de este formato para encontrar un mínimo común múltiplo en su versión única del medio. La autoproclamada Trilogía del Cornetto  evalúa tres subgéneros sucesores de uno mayor, para mofarse en forma de sátira posmoderna, a lo spoof movie, de la irónica naturaleza auto-regurgitada de las mismas, y siempre desde un esquema palpable a lo largo de las tres películas.

Se permite entonces repetir chistes para encontrar esos momentos de firma personal y reconocimiento para crear una mayor imagen general a la larga. El que las tres películas sean protagonizadas en mayor medida por los mismos actores, con cameos recurrentes, invita a fantasear sobre la premisa de la dimensión desconocida. Incluso se permite introducir una especie de presentador estilo Rob Serling para Arma Fatal (2007) en forma de una narración en off al principio de la película. Curioso, siendo esta la menos fantasiosa de las tres, pero la que más interesada parece en explícitamente referenciar sus fuentes. De nuevo, en un alarde de mitificación posmoderna, Wright decide que sea la menos amarrada al concepto de género (Arma fatal es, en gran parte, una película de acción sin acción)  la que verbalice los clichés del policiaco americano y los sustituya por unos infinitamente más evidentes, y haga de la parodia una parodia en sí. De ahí que el personaje de Nick Frost sea prácticamente una sucesión de capas de ironía que se superponen las unas a las otras, siendo el enterado marisabidillo que se sabe todas las pelis de tiros, pero también el que termina torciendo el propio concepto de la acción en la película hacia uno más exagerado.

Es una forma muy interesante de comentar los géneros que estás adaptando, viéndolo a través un prisma más cotidiano: los amigos que se sientas en el sofá a ver películas de acción, jugar a juegos de zombies y que en secreto crean planes para sobrevivir a una invasión extraterrestre. Wright ya tantea con esta forma de parodia en la serie Spaced  (1999-2001) -que sirve a su vez como prototipo para alguna premisa que más tarde expandirá en alguno de sus largometrajes- y que otras franquicias han intentado emular con diferentes resultados. La autoconsciencia con la que se están evaluando clichés de según qué géneros se vuelve anecdótica comparada con el hecho de que la propia cinta es abiertamente consciente de que está haciendo justamente eso. Cuando en Zombies Party (2004) se utiliza música de Zombi (George A. Romero, 1978) para el principio de la película sirve como recordatorio de la naturaleza bibliográfica de la misma, de su propósito paródico, y de un conocimiento específico del subgénero (sin dejar nunca del todo claro que esta referencia existan en el universo tangible de la ficción), para más tarde desvelar que en efecto los personajes saben qué es un zombie y qué significa que hayan zombies en esta historia. Shaun (Simon Pegg) llega a comentar incluso lo incómodo que le hace sentir la propia palabra, y para acabar de cerrar el círculo de consciencia, Nick Frost cita a Romero con el “we’re coming to get you Barbara”.

Esto es una imagen más pequeña de la escala general a la que esta trilogía parece que aspira. En Bienvenidos al fin del mundo (2013) rompe por completo con esta secuencia de eventos para desligar el referente de la antología. Mientras que en Zombies Party, en parte por temas de presupuesto, dirige el fin del mundo como un inconveniente que casi nadie parece darle el peso que de verdad merece, en la tercera entrega ese mismo escenario es puesto patas arriba por una plétora de personajes que quieren entender, o quieren temer. No hay nadie que señale lo mucho que esto o aquello se parece a esto otro, o aquello otro. Parece que la película quiere distinguir lo evidente que es su puesto en una franquicia en la que se puede estimar lógica junto a sus dos compañeras, pero que se atreve a incumplir la premisa que Wright plantea en la primera. Que en Zombies Party resulte gracioso querer escapar del apocalipsis escondiéndose en un pub, en Bienvenidos al fin de mundo va haciéndose cada vez más y más patético a medida que la idea empieza a tener sentido para los protagonistas.

Pero lo que de verdad termina de aunar la tercera película con el resto como una única antología separada en tres partes es el recuperar esa idea de reset que propone Serling en La dimensión desconocida. Que los personajes de Simon Pegg en las dos primeras entregas funcionen como los racionales de la pareja, y los de Frost como los inmaduros, para que en la tercera se intercambien los roles, no es ninguna coincidencia. Que se deja intuir muy explícitamente que, consciente o inconscientemente, estos protagonistas hayan compartido unas personalidades tan reconocibles y tan similares, para luego deformarlas de manera tan categórica no es sino una señal extradiegética de que el fin de estas tres películas es uno antológico. Es una mirada transformadora y mutante, que pone en evidencia la idea de la parodia simplista, e incluso la de la parodia redicha y de recordatorio constante, la que hace que de verdad merezca la pena ahondar en este concepto de antología cinematográfica, épica y comedida, sin etiquetas ni ataduras, capaz de crear cátedra incluso en lo que a los subgéneros atiende. Todo es posible, más allá de los límites de la realidad.

Tomado de: Mutaciones

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La titánica Kate en la corte de Luis XIV

Por Rafael Grillo

Ahora que la chica linda de Titanic (1997) celebra su segundo premio Emmy de actuación por el papel de corajuda policía en Mare of Eastown, erigida en icono femenino de 2021 con su renuencia a usar maquillajes y a dejarse retocar los pliegues de la barriga con Photoshop para esa serie de HBO, y antes de que la veamos encarnando a la legendaria fotógrafa de guerra Lee Miller en el nuevo proyecto de la directora Ellen Kuras, vale la pena retroceder hasta 2014 para disfrutar de Kate Winslet encarnando a otra mujer empoderada, en el rol casi imposible de una diseñadora de jardines que fuera aceptada, en el siglo XVII, por el caprichoso Luis XIV para su pantagruélico proyecto del Palacio de Versalles.

La película hace la advertencia cuando aún no ha exhibido su primer fotograma: nada de based in true events, el personaje protagónico ni siquiera existió. Luego, esto no es “cine histórico”, sino apenas “cine de época”, al estilo de aquel Sense and Sensibility (1995) con el cual Winslet cosechó su primera nominación (de un total de siete) al Oscar (solo ha ganado uno, en 2008, con El lector). Justo fue en esa cinta de Ang Lee donde la actriz compartió reparto y conoció al actor Alan Rickman, quien la dirigiría en A Little Chaos.

Mientras la británica interpreta a una Sabine du Barra harto ingeniosa en su oficio, irreverente y de tenacidad sin límites, pero atormentada por el recuerdo de la muerte del marido y su hija pequeña (en circunstancias que la cinta maneja a cuenta gotas, con ínfulas de suspenso, y que esta nota no revelará para no pasarse en spoilers); su compatriota, que como actor es el villano inolvidable de Robin Hood, príncipe de los ladrones (1991), la primera entrega de Duro de matar (1988) y el Severus Snape en la saga de Harry Potter (2001-2011), se empeña en llevar las riendas por segunda vez en su vida (y última, porque falleció en 2016): un rol como director cinematográfico en el que ya se había estrenado en 1997 con El invitado de invierno.

Rickman, además, reserva para sí el papel del voluble y grandilocuente Rey Sol, atribuyéndole a este monarca los destellos de humanidad que una encomiable cinta anterior, Le roidanse (2001), de Gerard Corbiau, le había negado; y que, definitivamente, le serían devueltos por una posterior, la gigantesca La muerte de Luis XIV (2016), de Albert Serra.

Aunque, injertados en una sana y racional perspectiva histórica, nos cueste como espectadores creer que en la Francia de entonces —y nada menos que dentro de su porción aristocrática—, rabiosamente clasista y sexista, se pudiera abrir una brecha para la resignificación de los roles de género, el manejo del conflicto desde una dimensión interpersonal, facetoface, entre Sabine y Luis XIV, con la instauración de un respeto y admiración recíprocos como baluartes, llega a hacer verosímil la propuesta fílmica.

Para esto, dos escenas serán claves: la del primer tope entre la protagonista y un rey que va de incógnito, donde una Sabine en ropa de faena exhibe todo su savoir faire sobre el arte de la jardinería. Y la segunda, cuando una deslumbrante Kate, emperifollada para la fiesta en la corte, expone un alegato en defensa de las rosas y su efímera belleza, reflexión “filosófica” cuyo subtexto es el realce del valor de la mujer a pesar del paso de los años y sus huellas en lo físico.

Sin embargo, no esperen que vaya a más esta película en su planteamiento feminista. De hecho, los mayores obstáculos que encuentra la protagonista para cumplir su cometido de aportar un toque de exquisitez al salón de baile en el área exterior de la nueva residencia real no provendrán del exceso de testosterona imperante en la época ni de la envidia de rivales del oficio de sexo opuesto, sino de los celos de otra mujer (la actriz Helen McCrory), y del temor de que se derrumbe su matrimonio dados los muchos encantos de la recién llegada. Porque —y es lo que justifica la exhibición de A Little Chaos en el espacio Amores difíciles— es una pretensión de esta cinta contar la historia de un amor que irá naciendo entre Madame du Barra y su jefe directo, André Le Notre, el arquitecto paisajista empleado del rey.

Ese sustrato dramático, que se supone neurálgico en el argumento aportado por Alison Deegan (con el propio Rickman y Jeremy Brock como coguionistas), por el contrario, resulta su aspecto más flojo. A la otra estrella de la película, Matthias Schoenaerts, revelación en De óxido y hueso (2012) y eficiente en el casting de The Danish Girl (2015), se le obligó, obviamente, a ponerse el traje de hombre contenido, cuya conducta es aquiescente, incluso ante las infidelidades abiertas de la esposa. Queda dicho por la boca del mismo personaje, en el instante que se contrasta con Sabine: “Tu corazón late con fiereza. Mi latido es un susurro inaudible”.

Pero, aun así, a la interpretación de Schoenaerts le faltan matices, esperables, cuando menos, en los momentos en que su romance con Kinslet alcanza la cumbre de su consecución. Tal vez —intuye este exégeta— el belga quedó anonadado ante el magisterio actoral de su partenaire o la avasalladora robustez del personaje de la jardinera y su feminidad intrépida.

Para las cuotas a favor, hay que apuntar la efectividad de la McCrory para brindarnos a la enfurruñada ante el amorío de su esposo, que le devuelve como en un espejo la imagen de sí misma y la lección sobre la trampa mortal del engaño dentro de una pareja. Exquisito, como siempre, Stanley Tucci, de una comicidad sutil en sus breves apariciones como príncipe de Orleans.

En los apartados de la realización en general, cabe resaltar la dirección de fotografía de Ellen Kudras (la colaboradora de Michel Gondry en aquella Eternal Sunshine of the Spotless Mind, de 2004) y la banda sonora del joven chelista Peter Gregson, rutilante, sobre todo, en el apoteósico cierre del baile en el jardín. Y, a fin de cuentas, se agradece que A Little Chaos apueste por la chispa de emotividad y desarreglo que tributa lo femenino para desmontar ese frío racionalismo, atribuible a la herencia francesa, pero acaso, también, tan masculino.

Tomado de: Cubacine

Trailer del filme Un pequeño caos (Reino Unido, 2014) de Alan Rickman

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