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El Covid-19 dispara la pandemia de estúpidos

Bart van Leeuwen (Países Bajos)

Por Marcos Roitman Rosenmann

El virus no es inteligente, no tiene conciencia ni es reflexivo. Los seres humanos poseen, en teoría, dichas cualidades. Sin embargo, en esta crisis, donde es obligado ser prudentes y no buscar chivos expiatorios, emerge una especie que se multiplica, los estúpidos. El combate es contra prelados, deportistas, cantantes, académicos, periodistas, premios Nobel, científicos, políticos de tres al cuarto o expertos. Luchar contra la estupidez constituye una necesidad vital. Hay quienes se escudan en títulos, publicaciones o sus instituciones para decir estupideces. Como ejemplo, el manifiesto de la Fundación Internacional para la Libertad, encabezado por Vargas Llosa, y seguido de ex presidentes, escritores, periodistas, políticos, empresarios y economistas, entre otros José María Aznar, Álvaro Uribe, Macri, Zedillo, Sanguinetti, Cristiani, Castañeda, Krause, Savater, Jorge Edwards, Albert Rivera, Esperanza Aguirre, María Corina, Álvarez de Toledo, ex ministros, politólogos y gente de bien, hasta más de un centenar. Ellos, llaman la atención a un confinamiento que impi­de trabajar, producir, generar riqueza, persigue políticamente, ataca la empresa privada, la democracia liberal y la economía de mercado. El enemigo, como siempre, la Internacional Comunista y el populismo. En esta dirección de estúpidos, sobresale el canciller de Brasil, Ernesto Araujo, quien, en sincronía con el manifiesto declara que el coronavirus, camuflado bajo la ideología de género, el cientifismo y el alarmismo climático, es una invención del marxismo y una conspiración para implantar el comunismo, usando la OMS a fin de consolidar un orden sin naciones y libertades y sin espíritu.

Carlo Cipolla, uno de los historiadores más destacados del siglo XX, escribió Las leyes fundamentales de la estupidez humana. Cipolla abría el ensayo: La humanidad se encuentra […] en estado deplorable. La especie humana posee el privilegio de cargar con un peso añadido a los problemas cotidianos, representado por un grupo de personas más poderoso que la mafia, que el complejo militar industrial o la Internacional Comunista. Se trata de un grupo no organizado, que no se rige por ninguna ley, no tiene jefe, ni presidente, ni estatuto, pero que consigue actuar en perfecta sintonía, como si estuviese guiado por una mano invisible, de tal modo que las actividades de cada uno de sus miembros contribuyen poderosamente a reforzar y ampliar la eficacia de la actividad de todos los demás miembros. Se refería a los estúpidos. Luego estableció cinco leyes para explicar su comportamiento. Primera ley: siempre e inevitablemente cada uno de nosotros subestima el número de individuos estúpidos que circulan por el mundo; segunda ley: la probabilidad de que una persona determinada sea estúpida es independiente de cualquier otra característica de la misma persona; tercera ley o ley de oro: un estúpido es alguien que causa daño a otro u otros sin obtener, al mismo tiempo, un provecho para sí, o incluso obteniendo perjuicio; cuarta ley: los no estúpidos subestiman siempre el potencial nocivo de los estúpidos. Los no estúpidos, en especial, olvidan constantemente que, en cualquier momento y lugar, y en cualquier circunstancia, tratar y/o asociarse con estúpidos se manifiesta infaliblemente como costosísimo error, y quinta ley: la persona estúpida es el tipo de persona más peligrosa que existe. Corolario: el estúpido es más peligroso que el malvado.

Cipolla no ha sido el único en escribir sobre la estupidez. Jean Paul Richter dijo en su Elogio de la estupidez (1782): “Están demasiado imbuidos por una sensación de superioridad que hace que la expresen mediante el odio y el desprecio… Tendrían que no quererse tanto para no odiar al hombre ilustrado”. Igualmente, el potencial de los estúpidos para perjudicar a los demás, dirá Cipolla, está en función del grado de poder y la autoridad que atesoren. El manifiesto es buen ejemplo de la variedad de especímenes que lo integran. Pero Cipolla va más lejos; subraya que las acciones de los estúpidos no se ajustan a la racionalidad: “nos pillan por sorpresa…, incluso cuando se tiene conocimiento del ataque no es posible organizar una defensa racional, porque el ataque carece de cualquier tipo de estructura racional… ante comportamientos erráticos es extremadamente difícil cualquier contraataque”. Su conclusión es demoledora: “Con la sonrisa en los labios […], el estúpido aparecerá de improviso para echar a perder tus planes, destruir tu paz, complicarte la vida y el trabajo, hacerte perder tiempo…, el buen humor, el apetito… y todo… sin remordimientos y sin razón. Estúpidamente”.

En este orden, podemos situar a Trump, Bolsonaro, Boris Johnson o Sebastián Piñera. Pero no menos un sinnúmero de expertos a posteriori que dicen conocer las causas y plantean soluciones a la pandemia, todos en el poder político. Asimismo, estúpidos que hablan de un cambio, para mejor, en los comportamientos sociales colectivos. Seremos más responsables, solidarios y comprometidos con el ambiente. Los corruptos mutarán en honrados, los narcotraficantes se entregarán a la justicia, los empresarios darán beneficios entre sus trabajadores, los bancos darán préstamos a cero por ciento de interés, se financiará la sanidad pública, se perseguirá el fraude, se acabará con los paraísos fiscales, y por fin la cultura gozará de buena salud. La pobreza desaparecerá, las trasnacionales dejarán de sobrexplotar la naturaleza y las empresas contaminantes se volverán ecológicas. No se puede ser más estúpido. Recuerden: no se junten con ellos porque se contagia.

Tomado de: https://www.jornada.com.mx

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Detrás de la fachada

Adán (Cuba)

Por Graziella Pogolotti

Ahora suburbio de Turín —la capital del Piamonte, allí donde están nuestros médicos— Giaveno exhibe las calles asfaltadas y los edificios de apartamentos. De ahí salió mi abuelo a finales del siglo XIX a buscar fortuna, a «hacer la América», como solía decirse. De aquella numerosa familia sobrevive en el lugar la última descendiente, dedicada a la administración de sus propiedades. Había alquilado una de ellas, ubicada en la plaza principal, a un argentino de origen italiano. Era el regreso de los hijos de los antiguos emigrantes a una Europa que parecía mostrar un mirífico buen vivir. Convertido en administrador de un café, se quejaba de las dificultades económicas. «No se puede hacer nada», añadía, «porque vivimos en una burbuja que estallará en cualquier momento con el pinchazo de un alfiler».

La pandemia del coronavirus me hizo recordar aquella conversación. Estamos ante un mal invisible de origen desconocido. Los espacios noticiosos se encuentran desbordados por el tema. Cada mañana esperamos con ansiedad el informe sobre las últimas cifras. Se advierten los síntomas de una crisis económica de dimensiones imprevisibles. Tras bambalinas, las fuerzas en pugna por el dominio del mundo mueven las piezas para asegurar el jaque mate en el después. Mientras los científicos buscan afiebradamente la solución del enigma, se impone superar la angustia cotidiana en aras de convocar a la reflexión necesaria, porque el debate se libra también en el terreno del pensamiento.

La contribución de Charles Darwin al desarrollo del conocimiento tiene un valor inestimable. Caracterizó la evolución de las especies, proceso milenario a lo largo del cual sobrevivieron los más aptos y aquellos que demostraron mayor capacidad de adaptación. Las investigaciones posteriores confirmaron la tesis evolucionista con los restos fósiles que atestiguaban los eslabones que condujeron a la aparición del bípedo pensante, adiestrado con el dominio de las leyes generales de tan prolongada historia para no sucumbir ante el destino prefijado y convertirse en protagonista de su devenir. Procuró encontrar la felicidad en la acumulación de bienes materiales hasta agredir la naturaleza de manera irreversible. Como en la fábula tradicional, en ausencia del brujo, el aprendiz hizo de las suyas y desencadenó una violenta explosión, controlada tan solo por el regreso del maestro, vale decir, de la verdadera sabiduría.

La extrapolación de las ideas de Darwin al campo de las ciencias sociales engendró una ideología perversa. En la lucha por la supervivencia del más apto, en el empeño por extraer la mejor tajada, exacerbó el individualismo, el enfrentamiento de todos contra todos. Sirvió de sustento al fascismo en su defensa de la supremacía racial, la quiebra de principios éticos fundamentales y la aplicación de un genocidio sistemático.

Nadie está exento de padecer la enfermedad. Ocurrió con el Primer Ministro y el príncipe heredero en la Gran Bretaña, también con el príncipe de Mónaco. Pero, en las brechas agigantadas que separan a los países ricos de los pobres, a los privilegiados en el Primer Mundo de los guetos de miseria, de los campamentos donde se amontonan refugiados de todas las edades, de los indocumentados que ocultan su identidad, desprovistos todos de acceso a la salud, a los medicamentos y a las pruebas diagnósticas, la pandemia se traduce en la práctica en un darwinismo social, en genocidio étnico. Los perdedores, material desechable, no aparecerán en las estadísticas.

Sin remontarse al origen de los hechos, vale la pena recordar algunos datos recientes. Fidel impulsó el pensamiento y el desarrollo de la ciencia como partes integrantes de la soberanía nacional. En la década de los 80 convocó reiteradamente a economistas y a dirigentes sociales a afrontar la amenaza representada ya entonces por la deuda impagable. Era un dogal que condenaba a la servidumbre a nuestros pueblos, reducidos a privarse de los beneficios sociales más elementales para entregar a los bancos el fruto de su trabajo y la esperanza de un porvenir mejor.

En la década de los 90 situó en primer plano el llamado urgente a salvar la especie. Ante la anemia y la subordinación de los Estados, la especulación financiera prosiguió. La crisis estalló en 2008. Miles de deudores fueron desahuciados. Carentes de techo, muchos se refugiaron en cualquier parte. Muchos apelaron al suicidio como única alternativa posible. Pero el dinero de los contribuyentes se invirtió en salvar a los bancos de la quiebra.

Mientras los humanos permanecen confinados, los tigres duermen plácidamente en las carreteras de Sudáfrica. Es una advertencia. Estamos llegando a un punto de no regreso. Es hora de escuchar los reclamos de la naturaleza, de desgajar al mundo del dominio neoliberal del capitalismo especulativo, de producir para saciar el hambre de todos, de eliminar la chapucería de los aprendices y acoger la sabiduría del brujo, de compartir los resultados de la investigación científica, de condonar la deuda impagable contraída, de poner en práctica la auténtica solidaridad.

Tomado de: http://www.juventudrebelde.cu

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Ambrosio Fornet en dos partes (+Vídeo)

Ambrosio Fornet, intelectual cubano

Escritor, ensayista, investigador, guionista de cine y editor cubano. Granma, 1932. Es académico de número desde 1997 y Profesor Titular Adjunto del Instituto Superior de Arte. Ha realizado numerosos trabajos de relectura y recuperación de los autores cubanos de la diáspora. El libro en Cuba; siglos XVIII y XIX, es su más ambicioso proyecto, dedicado al movimiento editorial cubano en la época colonial. Durante veinte años fue editor, sucesivamente, del Ministerio de Educación, la Editorial Nacional y el Instituto Cubano del Libro. Preside el Consejo Editorial de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC) y asesora dos colecciones del Instituto Cubano del Libro. Fue reconocido con el Premio Nacional de Edición en 2002. Posee también las distinciones Por la Cultura Nacional, Alejo Carpentier, Raúl Gómez García, Ciudad de Bayamo y José María Heredia.

Entrevista al intelectual cubano Ambrosio Fornet tomada de la serie Videoteca Contracorriente

Primera parte

Segunda parte

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Más brutal que la fantasía (+Tráiler)

Cartel del filme Bacurau de Kleber Mendonça Filho y Juliano Dornelles

Por Alexandra Vázquez Peña

En el departamento de Pernambuco, en la región nordeste de Brasil, se encuentra el pueblito de Bacurau, un lugar donde al calor húmedo agobiante se le suma la escasez de agua potable. A pesar de la disputa violenta y los enfrentamientos a mano armada que han resultado en el bloqueo de las rutas, sus habitantes resisten y sobreviven en comunidad, con valijas de remedios y camiones de agua que cada tanto logran cruzar la barrera policial por caminos de tierra alternativos. Dirigida por Kleber Mendonça Filho y Juliano Dornelles, la trama de Bacurau se sitúa en un poblado imaginario, en un tiempo futuro indefinido, “de aquí a algunos años”, como indica el texto sobreimpreso, donde el abandono absoluto de las autoridades hacia estos lugares desolados ha obligado a la población a idear estrategias de supervivencia comunitaria.

Pero Bacurau es mucho más que un drama social. La muerte de la matriarca del pueblo y la absurda visita del candidato a gobernador de Sierra Verde tan solo son irrupciones aisladas que ilustran las penas y frustraciones cotidianas con las que deben lidiar los compueblanos. Es, cuando Bacurau desaparece del mapa y se cortan las comunicaciones, que algo parece andar verdaderamente mal. A las situaciones ilógicas que le suceden, como la sorpresiva aparición de un platillo volador o una estampida de caballos en medio de la noche, se revela sin escrúpulos una maquinaria de exterminación masiva ofertada en forma de entretenimiento a extranjeros sedientos de sangre. Inicia, así, una segunda parte de la película, con un tono distinto, que se centra en el enfrentamiento entre el bando de los lugareños y los invasores forasteros.

Así como la trama de Bacurau está plagada de giros imprevisibles, la manera de relatar se erige sobre una conjunción de elementos diversos del cine de género, usados y abusados por la industria dominante, que remiten a referencias ya conocidas. La utilización de lentes anamórficas que captan una imagen panorámica de alta calidad, sumado al uso constante de paneos y zooms aluden a un western moderno; si bien el desierto es reemplazado por el sertão brasileño, aquí también tienen lugar aquellas escenas típicas del género, como el arribo de los motoqueiros al bar pueblerino bajo los ojos curiosos de los locales o los duelos a quemarropa con sus planos americanos. De la misma manera, la cantidad de sangre y el modo en que los sesos estallan en la pantalla tan explícitamente, responde a la estética violenta y sangrienta del cine gore.

Bacurau tiene tintes también de un horror distópico: cuando sus habitantes son insignificantes para las autoridades y cuando se vuelven un estorbo, qué mejor idea que convertir el genocidio en un lucro, una especie de safari humano exótico con armas antiguas y ninguna regla más que matar la mayor cantidad de personas posibles, sean niños o ancianos indefensos. Cuando el actual presidente de Brasil predica una guerra contra los pueblos indígenas, a quienes pretende expulsar de sus territorios y privarlos de autonomía, la fábula es más palpable que mágica. De pronto, Bacurau no se siente tan ajeno a nuestro presente.

A pesar de esto, como buena película de acción, Bacurau entretiene, cuando dicho adjetivo de doble filo podría obnubilar la vista hacia aquello que se denuncia; en un abrir y cerrar de ojos nos encontramos frente a un thriller frenético que apela más a las formas que al contenido y que se resuelve, sin trascendencia, en una secuencia de tiroteo, machetes y alucinógenos. Los lugareños pintorescos que conducían el relato se diluyen frente a los soldados norteamericanos, tan insufribles como estereotipados, que uno espera con ansias la venganza prometida, y que esta sea lo más dolorosa posible. Para sus directores, la violencia solo puede ser detenida con más violencia, y la aberración suscitada hacia los enemigos tiene su recompensa en la brutalidad con la que son liquidados. Se ha hecho justicia, al menos por ahora y hasta la siguiente guerra.

En el cine de Mendonça Filho, ahora en colaboración con Dornelles, es posible percibir un interés y preocupación por el desarraigo, sea a la fuerza o como consecuencia de la gentrificación como ocurre en Doña Clara (Aquarius, 2016), o la mutación del espacio en el que habitan sus personajes como disparador de análisis de las dinámicas sociales, como en Sonidos de barrio (O som ao redor, 2012) o Refice Frío (2009). Sin embargo, a pesar de transitar sobre temáticas similares, donde existe un invasor que se apropia de un espacio, aquí este invasor dispone de la vida como un objeto adquirible, un burdo negocio, como si se tratara de visitar un parque temático; el riesgo y el miedo a que esto suceda es mucho mayor, más aún cuando el gobierno está implicado. A diferencia de sus anteriores obras, que reflexionan sobre la metamorfosis de la sociedad, pareciera que en Bacurau la incertidumbre del porvenir explotó en un film agresivo y antiimperialista, que describe la fuerza de la revuelta popular como único medio de resistencia, casi como un llamado a las armas y despertar colectivo, pero no solo para luchar sino como modelo de supervivencia.

Es indudable la alegoría latente en Bacurau, que sirve como máscara para referirse a la situación política actual de Brasil y al polémico presidente de extrema derecha. Ciertos diálogos resultan innecesarios para aclarar lo evidente, como una mesa redonda de disputa sobre el color de piel y la superioridad de la raza aria, que giran en torno al mensaje ya expuesto; si el contexto social de la película se sustenta en problemáticas actuales, imaginar un escenario posible supeditado a los antojos de un gobierno imperialista es más brutal y atroz que el consuelo de la fantasía. La realidad puede siempre superar a la ficción.

Tomado de: http://www.elespectadorimaginario.com

Tráiler del filme Barcurau, de Kleber Mendonça Filho y Juliano Dornelles

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Tania Hermida: La cinematografía ecuatoriana vive hoy un momento particularmente interesante

Tania Hermida, cineasta ecuatoriana

Por Diana Colomé Bustamante

La realizadora ecuatoriana Tania Hermida no demoró en percatarse que la realización profesional la encontraría en las bellas artes, aunque sus estudios iniciales no guardaban relación alguna con el cine. Tras probar suerte en algunas facetas del arte como la literatura, el teatro y la música, descubre en el cine el modo de expresión con el cual se sentía realmente identificada.

Su primer largometraje, el filme Que tan lejos (2006) obtuvo el Segundo Premio Coral en el Festival de La Habana, y el Zenith de Plata en el Festival des Films du Monde de Montreal ambos en apartados dedicados a las óperas primas.

Es un placer compartir con usted en el marco de este 34 Festival del Nuevo Cine Latinoamericano y poder conocer sus inicios, aspiraciones y nuevos proyectos. Sabemos que eres graduada de la Escuela Internacional de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños, ¿qué representó y representa actualmente esa institución para usted?

Yo soy egresada de la segunda promoción de la escuela, es decir, casi de esa primera camada de estudiantes que venimos a formar parte de ese proyecto y que nos convertimos, poco a poco, en militantes de este proyecto para la vida. Un proyecto colectivo que tiene que ver con el audiovisual, pero también con un proyecto colectivo de vida, que rebasa lo estrictamente audiovisual en términos de creación y producción y que alcanza todo lo que supone volver a nuestros países y construir las condiciones para que exista otra forma de hacer cine; construir las instituciones, el marco jurídico y, al mismo tiempo, crear nuestras obras, que se van colocando ya en las pantallas nacionales y afuera, como este cine, donde la producción latinoamericana, con miradas propias, es nueva siempre, renovándose siempre. La Escuela y la Fundación para mí son como un alma máter en todo sentido. Yo llegué aquí con 19 años, entonces, obviamente, estos son los fundamentos de mi aproximación al cine, al audiovisual, porque el cambio y la crítica sobre el mundo, sobre el cine hoy son forjados aquí, en esta Escuela, en este país, aparte de las raíces echadas por esta Fundación y a partir de todo lo que se trajo a este país. Es decir, la Escuela —tú debes conocer más que yo, quizás toda la historia—, pero es una escuela que, desde que uno llegaba, hasta ahora, se está todo el tiempo desafiando a construir mirada propia, a tener mirada crítica sobre el mundo y a construir historias propias. Entonces, eso implica ciertamente como un proceso constante de renovación, un proceso constante de aprendizaje y…, pues, ya, aquí estoy.

Se ha desempeñado como profesora en la Universidad de San Francisco, de Quito. Desde su visión: ¿cómo valora el cine que realizan los nuevos creadores en la actualidad?

Bueno, yo di clases durante muchos años, siempre a tiempo parcial, porque siempre quise mantener la autonomía, poder producir mis películas. Entonces, no me he dedicado a la academia al cien por ciento, pero sí, durante muchos años, trabajé en la Universidad de San Francisco de Quito, que era la única que, en ese momento, ofrecía una carrera de cine en el Ecuador. Ahora, el Ecuador llega a un momento muy particular, y a partir del próximo año se abrirá, por primera vez, una universidad pública con carreras de cine y yo he participado también de ese proceso asesorando en el diseño de la carrera y demás.

En el caso del Ecuador, yo creo que estamos viviendo un momento particularmente interesante, porque Ecuador tiene casi una cinematografía emergente. Es  decir, hasta hace casi seis años se producía una película cada tres o cuatro años; y ahora estamos produciendo cinco o seis largometrajes por año, y otros tantos cortos documentales. Y todo eso ha sido parte de una política pública sostenida por un proceso que nosotros llamamos allá la Revolución Ciudadana, que está transformando el rostro del país desde dentro y hacia afuera. Hemos creado el Consejo Nacional de Cine, un fondo de apoyo a la producción nacional, en todas sus etapas, y además, se creó un Ministerio de Cultura por primera vez, ministerio que en Ecuador no existía hasta el gobierno de Rafael Correa. Entonces, eso, por supuesto, amplió —con todas las dificultades que supone crear un nuevo ente en el  ejecutivo de cualquier país—, pero supuso colocar, por primera vez, a la cultura en el paquete de la política pública, y eso ha transformado al Ecuador en un país en donde la producción creció en un 300 %. Hoy por hoy hay un fondo permanente de apoyo a la producción y a la cosa del cine en el desarrollo de proyectos; hay un sistema nacional de festivales que financia una serie de iniciativas de exhibición y, por un lado eso, todo lo que es una política pública. Y por otro lado, algo que ya venía sucediendo en el mundo entero desde hace tiempo, que pienso es la aparición del digital y la disminución de costos, que se supone ha generado mejoras para realizadores, cineastas y videastas que están haciendo su trabajo en diferentes medios.

Lo que yo veo, ahora, es una gran diversidad en el Ecuador, una diversidad muy grande y eso me parece un signo de salud, una cosa muy positiva, hay una gran diversidad de formatos, de tendencias, de miradas, etc. Evidentemente, dentro de esa diversidad, yo creo que hay una cosa fundamental que me ha dado la Escuela y que es un poco lo que yo trato de colocar siempre sobre el tapete, que no es el tema de los nuevos medios tiene que, siempre —al igual que con los medios tradicionales—, tener como contraparte una mirada crítica; es decir, esa facilidad con la que se produce hoy día no necesariamente garantiza que lo que estemos produciendo sea mejor; al contrario, yo sí he sentido que existe una desproporción entre la cantidad de cosas que se producen y las cosas que realmente tienen un sentido, porque de alguna manera nos interpelamos como sociedad, como individuos, como cultura. Entonces, para mí, es súper importante —pensando ya hacia el futuro—, que esa diversidad, que ese boom de producción a todo nivel de algún modo vaya ganando en calidad crítica, en mirada propia, que no sea simplemente un tema de cantidad y de diversidad, sino un tema de calidad, y que realmente esos medios sirvan para mirar de otra manera, que no sean solo medios para reproducir formas de mirar el mundo.

Crónicas, María llena eres de gracia, Que tan lejos, En el nombre de la hija, son algunos de los proyectos en que sea visto involucrada; ¿con cuál de estos trabajos se siente más identificada?

Evidentemente me identifico con mis propias películas, que son las dos últimas que mencionaste: Que tan lejos y En el nombre de la hija,  las cuales yo escribí, dirigí —que esos son mis oficios— y produje, que no es mi oficio, pero que en el cine independiente es casi tarea obligada para los realizadores que estamos avanzando en América Latina, porque, si no producimos nosotros nuestras películas, nadie se va a hacer cargo de ello. Entonces, las otras dos son películas en las que yo participé: la una ecuatoriana en coproducción con México, la otra gringa, como asistente de dirección, que es un poco el oficio al que yo me dediqué durante un tiempo, no solamente porque, evidentemente, necesitaba tener un trabajo, sino, además, porque sentía que, desde esa mirada, dentro del mundo de una producción, uno puede aprender muchísimo para ganar experiencia para sus propios proyectos luego. Pero las dos últimas son mis películas, los dos largometrajes de ficción que yo tengo; y, claro, significan y significaron en ese momento y significan para mí ahora como el haberme atrevido finalmente a agarrar el buque y atravesar el mar, después de mucho aprendizaje y con todo el riesgo, porque, de todas maneras, por mucho aprendizaje que uno tenga, el güedro de lanzarse al mar es enorme, como el mar.

Entonces, siempre yo admiro eso, porque, finalmente, ese es mi propio barco y lo vamos a cruzar. Hemos tenido una experiencia súper positiva con las dos películas. Las dos han estado aquí, en el Festival de La Habana, la primera ganó Opera Prima, en el 2006; la segunda, ganó el Premio Sandino, el año pasado, y las dos películas se han exhibido en Ecuador y han tenido una aceptación de público muy importante, lo cual para mí ha sido fundamental. Si algo a mí me importa mucho es que empiece a ver estos rostros diferentes, identitarios, en mi propio país, que es mi mundo, mi cultura, y un poco el universo inmediato que yo quisiera sentir, que logro tocar, que logro conformar. Y luego han tenido también una trayectoria muy interesante en los festivales y han sido reconocidas en el extranjero, lo cual no deja de ser importante, no solo por uno como productora o directora, sino que para el Ecuador significa un poco también ese reconocimiento que es necesario para que se vaya colocando sobre el tapete el tema de que la producción propia tiene un valor, valora nuestras partes, tiene un sentido, le da existencia a un país, no solo hacia adentro, sino hacia afuera.

Creo que lo que me ha pasado a mí ha ido pasando con el cine ecuatoriano en general. Entonces, estamos, como te decía al principio, en un momento muy interesante en Ecuador. Se empieza a ver una vivencia de los ecuatorianos y las ecuatorianas de ir al cine a ver producción nacional, que es una cosa que antes no sucedía, y empieza a haber una presencia del Ecuador en los diferentes festivales con una producción diversa.

¿En qué proyectos está inmersa Tania Hermida en estos momentos?

Ahora mismo, yo estoy cerrando, digamos, el capítulo de mi segundo largometraje, porque, si bien la película estuvo lista hace un año y se estrenó en Ecuador hace un año, ha hecho todo este año su recorrido en los festivales; en la producción independiente, nosotros, en las dos películas hemos hecho el seguimiento hasta el lanzamiento del DVD, en mi propio país. Entonces, acabamos de lanzar la versión DVD en el Ecuador y esto es también una parte importante desde mi punto de vista del proceso de distribución de una película, porque hay todo un público que quizás no tiene la sala de cine como una de sus salas.

Preferencias…

Preferencias o posibilidades en términos económicos. Hay un importante mercado de DVD al que nosotros estamos accediendo, los productores ecuatorianos, en alianza con las tiendas que tradicionalmente llamamos, porque en el Ecuador, por un lado, hay una política de defensa del derecho de autor, pero, por otro lado, una política también de no criminalizar a la persona que busca trabajo, en una situación de marginalidad, como puede ser el dado de algunos vendedores de DVD. Entonces, eso ha hecho que coincida una cosa muy loca que me gusta contarla, porque es inédita, porque en nuestro país es donde, en las tiendas de DVD, el cine ecuatoriano se vende en versión original. Más caro que el DVD que te puede costar un dólar, pero la gente lo pide, lo compra y paga por el cuatro dólares, cinco dólares, tres dólares, cincuenta, depende de cuál sea la película. Y, entonces, de algún modo, ese espacio lo hemos ido ganando. Entonces, estamos en ese proceso de vender la versión original de nuestras películas; y, a partir de ahí, sí ya el próximo año me voy a sentar a escribir otra vez.

Además de esa aspiración que nos ha comentado, ¿qué otras tiene para este año?

Yo creo que te acabo de responder, para un creador pasar la página de su segunda película es un momento importante. En el cine independiente es muy complejo, uno le dedica, más o menos, cinco años de vida a cada proyecto: entre que lo escribe, lo financia, lo dirige, lo postproduce, y luego lo distribuye… Entonces, tiene uno que estar muy apasionado por el tema, tiene que estar muy apasionado por la historia; y tiene que tener mucha fe en que lo que está haciendo tiene sentido, porque es un esfuerzo grande. Yo ahora estoy en ese proceso como de transición, de dejar atrás ese segundo largo de ficción, tengo muchas ganas de dirigir un documental, esa es una de las cosas que en la Escuela yo valoré mucho: formarnos como directoras tanto para ficción como para documentales, sin una línea divisoria entre un género y otro. Entonces, quiero lanzarme a un proyecto documental, y vamos a ver cómo van las cosas.

Muchas gracias

Tania Hermida (Cuenca, Ecuador, 1968). Guionista y directora. Estudió en la Escuela Internacional de Cine y TV de San Antonio de los Baños. En el 2003 comenzó a escribir lo que se convirtió en Qué tan lejos, película vista por más de 200 000 espectadores en Ecuador, y fue recibida cálidamente en el extranjero haciéndose merecedora de dos premios internacionales. Ha realizado además tres cortometrajes: Ajubel, Cuba 1989; El Puente Roto, Cuenca 1991; y Aló, Quito, 1999.

Tomado de: http://cinelatinoamericano.org

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Master Class de David Lynch (+Vídeo)

David Lynch

David Lynch, es un director de cine, actor, productor de música electrónica y guionista estadounidense. Su actividad artística se extiende asimismo al terreno de la pintura, la música, la publicidad, la fotografía, e incluso el diseño de mobiliario.

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Lo que Lenin y su legado no son

V.I. Lenin,

Por Fernando Rojas

Lenin fue un dirigente comunista. Fundó el primer partido que se dio ese nombre en el siglo XX, por cierto, después de la victoria de la insurrección de noviembre de 1917 que ese partido condujo hacia la victoria, con su guía y la de L. D. Trotsky. Fue el jefe del primer gobierno soviético ―desde el 8 de noviembre de 1917―, y de los que lo sucedieron, hasta su muerte el 21 de enero de 1924, formalmente, porque había previsto el funcionamiento del gobierno sin su presencia, antes de quedar definitivamente incapacitado el 6 de marzo de 1923. Fue un teórico marxista ―se definió como discípulo de Marx y Engels― que abordó la doctrina sin apego a dogmas políticos centrales de esa corriente en la época anterior a la Primera Guerra Mundial: la obligatoriedad de un desarrollo capitalista avanzado como premisa de la revolución socialista y su corolario, la obligatoriedad de un tránsito al comunismo de manera simultánea en los países más desarrollados. Al mismo tiempo, desarrolló esta visión antidogmática sin desconocer las mencionadas premisas. Promovió el internacionalismo más consecuente en medio de la ola chovinista que se desató en vísperas de la guerra, que contagió a la mayoría del movimiento socialista, con la excepción de los bolcheviques y pequeños grupos afines en otros países. Hacia el final de su vida recuperó aquellas premisas de manera harto creativa, y tanto, que su reencuentro último con los postulados políticos “clásicos” del marxismo es todavía una indagación pendiente.

Como el marxismo ―con todas las prevenciones que puede despertar el término, según el mismo Marx― no es solamente una ciencia política, especialmente para Lenin, este incursionó también en las cuestiones filosóficas de la doctrina. Fue uno de los pocos que comprendió cabalmente la naturaleza esencial de la llamada “crisis de la física” a principios del siglo XX, cuando las investigaciones más avanzadas dieron cuenta de la divisibilidad del átomo. Su visión, como la de otros pensadores de la época, acerca de la evidencia científica de la inagotabilidad de la materia, es fundamental para la comprensión de las concepciones filosóficas materialistas, de las complejas relaciones entre la materia y la conciencia ―mencionó que la primacía de la primera respecto de la segunda “solo puede establecerse en términos absolutos en los marcos de la cuestión fundamental de la filosofía” ―, e impactó investigaciones posteriores de la física y la química.

Es importante subrayar lo que Lenin y su legado no son. Rendir homenaje a su ¿Qué hacer? siempre será pertinente por cómo ese folleto ilustra la necesidad de formación de una vanguardia en una relación creadora y para nada paternalista con la masa militante. Pero mirar a Lenin desde el presente significa también trascender, como él mismo lo hizo, ese hito inicial de preparación del combate revolucionario, por supuesto, sin menospreciarlo y sin olvidar que la educación, una vez la Revolución esté en el poder, es esencial, más que para la vanguardia, para la masa.

La idea de la organización revolucionaria con rostro y sustancia de secta, que se forma en la clandestinidad más absoluta, se debe al líder, más que a nada o nadie, que conspira todo el tiempo para tomar y preservar por vías violentas el poder, esa idea, que los apologetas del capitalismo venden hace más de un siglo, fundamentándola precisamente en el ¿Qué hacer?, tiene su correlato ―y hasta su sustento― en la falacia que el marxismo dogmático promovió acerca de la inevitabilidad divina del tránsito al socialismo, como si este no fuera una obra de hombres y mujeres concretos, de una voluntad popular consciente. El dogma hace de la Revolución de Octubre, de la Unión Soviética y del mismo Partido Comunista, meros instrumentos de una voluntad que parece originada por la predestinación, desde el primer trazo de Marx.

¿Qué hacer?, una de sus más relevantes obras.

Lenin estaba convencido de la necesidad del tránsito revolucionario al socialismo, incluso contra la opinión de la mayoría de sus compañeros de partido de antes de la guerra y de la mayoría de los partidos de la II Internacional, que votaron con sus Gobiernos por lanzarse a la conflagración de 1914. Pero la Revolución de Octubre no es el derrotero de una fuerza política clarividente que, gracias a sus habilidades conspirativas, conduce a un pueblo al socialismo. Es un movimiento popular, gestado durante décadas y bullente por varios meses ―de febrero a octubre de 1917―, contra la guerra y sus consecuencias fatales para la economía y la sociedad, contra los rezagos feudales y la autocracia, que desatan una crisis nacional ―multinacional puede decirse tratándose de Rusia― sin precedentes. Los bolcheviques resultan ser la fuerza que, junto a otras que se les suman y los acompañan en el gobierno hasta avanzado 1918, logra conducir, desde organizaciones de poder popular que abarcan a la inmensa mayoría de la población ―los soviets en primer término― a la masa militante a la solución de la crisis. Y durante buen tiempo, primero porque se trataba de resolver la crisis y después por el estallido de una guerra civil de varios años (1918-1922), eso no es todavía un rumbo socialista, con independencia de que el programa del Partido así lo sostuviera en perspectiva.

El comunismo de guerra es un imperativo. La visión programática del bolchevismo le da nombre y sentido, pero no es una alternativa, como Lenin dejó claro antes de la guerra civil, en la primavera de 1918 (Las tareas inmediatas del poder soviético). El Partido, que junto a los soviets y otras organizaciones se debate en términos muy concretos sobre cómo salir de la crisis que resulta de dos guerras que han devastado al país ―aislado y bloqueado― durante ocho años, acuerda con una rara unanimidad transitar hacia la economía de mercado, preservando la propiedad y conducción estatal, mediante un plan, de los sectores decisivos de la economía. Y ese tránsito, Lenin lo sintetiza y propone poco después como la línea magistral de convivencia (la palabra rusa para calificarla es intraducible y podría expresarse como convivencia en la que ambas partes son muy activas) con el pequeño productor. La cooperativización voluntaria de la pequeña actividad privada se concibe, a largo plazo y junto a una labor educativa de gran escala y profundidad en circunstancias de la más amplia participación popular en las decisiones y la vida política, como el camino al socialismo. El legado de Lenin no es, entonces, el de la estatización o socialización obligatoria o a marcha forzada.

Lenin no es el fundador de la Unión Soviética. Justo el mismo día en que se proclamaba el nuevo Estado y su Constitución, el jefe bolchevique recomendaba deshacer ese acto. Desde sus primeros trabajos, Lenin denunció la brutalidad zarista con los pueblos sometidos por la Rusia imperial y el chovinismo ruso. De igual manera reaccionó contra el colonialismo y el chovinismo de otras grandes potencias. Es el primer político socialista ―además del primero en ser jefe de un gobierno revolucionario― que fijó su atención en los destinos de los pueblos oprimidos del mundo. Y, atento también al desarrollo capitalista de la primera postguerra y a la recepción del impacto de la Revolución de Octubre, comprendió muy temprano que los países capitalistas de Europa Occidental culminarían “su desarrollo hacia el socialismo… de manera distinta a como esperábamos antes. No siguiendo un proceso de ʻmaduraciónʼ igual del socialismo en su seno, sino explotando unos Estados a otros, explotando al primer Estado vencido en la guerra imperialista y a todo el Oriente” [1]. El compromiso de Lenin con los pueblos sometidos, con su liberación y su incorporación a la lucha por el socialismo quedó plasmado en otra sentencia, que debe ser leída con interés y cuidado desde el presente, tanto por su agudeza, como por la ausencia en este pasaje de una mirada hacia América Latina y otras consecuencias de la distancia temporal: “El desenlace de la lucha depende, en última instancia, del hecho de que Rusia, la India, China, etc., constituyen la mayoría gigantesca de la población. Y precisamente esta mayoría de la población es la que se incorpora en los últimos años con inusitada rapidez a la lucha por su liberación, de modo que, en este sentido, no puede haber ni sombra de duda respecto al desenlace final de la lucha a escala mundial. En este sentido, la victoria definitiva del socialismo está plena y absolutamente asegurada”. [2]

Estudiar cuál no es el legado de Lenin y qué no hacer también puede ser importante.

Notas:

[1] V.I. Lenin. “Mejor poco, pero bueno”. Obras escogidas, Moscú, Editora Política, 1976. p. 738 (en ruso).

[2] Idem, p. 739

Tomado de: http://www.lajiribilla.cu

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Las “nobles” sanciones estadounidenses

Por Jesús Arboleya

Diversos países y organizaciones de diverso carácter, incluyendo a la ONU, así como individuos a través de las redes sociales, han solicitado al gobierno de Estados Unidos que, como respuesta humanitaria a la pandemia de la COVID-19, suspenda las sanciones establecidas sobre algunas naciones. Aunque son muchos los países sobre los que pesa algún tipo de sanción norteamericana, se mencionan de manera especial los casos de Irán, Venezuela, Corea del Norte, Cuba y Rusia, que son los más afectados.

En respuesta a estas presiones, el Departamento del Tesoro acaba de emitir una declaración titulada “FactSheet: Provision of HumanitarianAssistance and Trade to Combat COVID-19”, según su título en inglés, donde se explica la posición estadounidense al respecto. En una breve nota al pie del documento, se aclara que un “factsheet” tiene solo un valor informativo, por lo que no puede ser utilizado para sustituir lo establecido en la ley ni como argumento para modificarla. No hay que llamarse a engaño, este documento no goza de autoridad para anunciar cambios en la política vigente, ni es una señal de posible benevolencia, como han interpretado algunos.

En realidad, no se habla de una eliminación de las sanciones, ni siquiera de una atenuación de las mismas. Por el contrario, lo que hace el Departamento del Tesoro es tratar de justificar estas políticas enfatizando el supuesto sentido democrático que las impulsa y una pretendida “nobleza” en su aplicación, toda vez que, según dice, siempre han estado previstas excepciones con fines humanitarios, establecidas mediante Licencias Generales o Específicas, a las que pueden recurrir los estados afectados.

Es cierto que estas disposiciones existen, sería políticamente incorrecto presentar a la opinión pública acciones devastadoras para otros pueblos, en la mayor parte de los casos impuestas de manera unilateral y violatorias de la ley internacional, sin establecer ciertas salvaguardas humanitarias, precisamente para salvar la cara, como ha ocurrido en este caso. Sin embargo, cualquier país bloqueado por Estados Unidos sabe lo complicado que puede resultar llevar a buen término alguna gestión basada en estas excepciones, dada la gran madeja de complicaciones legales y burocráticas que hay que salvar, máxime cuando la voluntad política del gobierno se orienta en sentido contrario y un clima de amenazas desestimula la participación de productores, comerciantes o entidades bancarias relacionadas con este comercio potencial.

En el caso de Cuba, las licencias generales mencionadas y algunas específicas concedidas, fueron en su mayoría resultantes de la interpretación más amplia que hizo el gobierno de Barack Obama de lo establecido en la ley Helms-Burton.Precisamente para abrir brechas al bloqueo, contra el cual se expresó personalmente, y así facilitar el mejoramiento de las relaciones entre los dos países.Aun así, ni siquiera siendo política oficial, priorizada por el presidente, fue fácil romper las barreras existentes. De todas formas, estas disposiciones sirvieron para ampliar las relaciones económicas en algunos frentes y anunciar perspectivas en otros, un proceso que se modificó radicalmente con la llegada al poder de Donald Trump.

La intención declarada del gobierno de Donald Trump ha sido revertir lo avanzado y restringir al mínimo las posibilidades de alternativas comerciales. En verdad, si ahora pueden mencionar estas licencias en el caso de Cuba, es porque sobrevivieron la devastación que sufrió la mayoría.

Además, se incrementaron las persecuciones, no solo contra entidades norteamericanas, sino también extranjeras, con el objetivo de cerrar el cerco económico contra Cuba. No es un secreto, el propio presidente se ha vanagloriado de tal grado de hostigamiento y los daños que causa a la economía cubana, porque eso es lo que le pide la ultraderecha cubanoamericana de Miami y ningún coronavirus se puede sobreponer a los planes electorales del magnate newyorkino.

Con todo lo que diga el FactSheet del Tesoro, tampoco las donaciones humanitarias han escapado a esta lógica diabólica. En medio de la pandemia, acaba de ocurrir el retraso de una importante donación privada de productos sanitarios chinos, porque la empresa transportadora adujo posibles sanciones del gobierno norteamericano, para solo mencionar un caso.

Es un mal chiste que, a raíz de la publicación del documento del Tesoro, Pompeo nos diga que el bloqueo no es tan malo y se encarame en la política de Obama, repudiada por ellos hasta el delirio, para hablar de aperturas, asegurando que las puertas siempre han estado abiertas, solo que Cuba no ha sabido utilizarlas. Menos sentido tiene que se diga ahora, precisamente cuando las puertas de Estados Unidos están cerradas para todo el mundo, toda vez que, más que ofrecer, cosa que ha prohibido el presidente, el gobierno se dedica a piratear productos sanitarios destinados a otros países.

Creo que estamos en presencia de un ejercicio de manipulación bastante burdo y quizás por eso la notificación del Departamento del Tesoro ha tenido poca repercusión en los medios de prensa. Lo lamento por aquellos que lo recibieron con algún viso de esperanza, es solo otra “fakenews”, de Trump y sus compinches.

Tomado de: https://www.cubainformacion.tv

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Cinco reflexiones sobre el libro “Golpe de Estado en Bolivia”

Golpe de Estado en Bolivia. La soledad de Evo Morales, de Hugo Moldiz. Editorial Ocean Su

Por Rafael González Morales

Recientemente la editorial Ocean Sur nos ha regalado un formidable libro sobre el golpe de Estado en Bolivia. Su autor, el intelectual de izquierda y revolucionario boliviano, Hugo Moldiz Mercado, nos brinda un profundo y riguroso análisis integral sobre este proceso que convierte su obra en consulta obligatoria en la actualidad para las fuerzas, movimientos y gobiernos progresistas de Nuestra América.

Sus páginas no solo nos brindan abundante información, sino que explican por qué suceden los acontecimientos y lo logra con el empleo de un lenguaje atractivo que combina los fundamentos teóricos con la práctica revolucionaria. Aunque se trata de la perspectiva individual de un participante directo en el proceso boliviano, su intensa experiencia y su agudo sentido de la crítica responsable convierte su visión de esta compleja temática en un testimonio imprescindible para los que buscan respuesta a una gran interrogante: ¿cómo fue posible que pasara esto en Bolivia?

Este es un libro que nos invita a reflexionar y, en especial, nos alerta sobre los peligros, amenazas y desafíos que enfrenta cualquier proceso transformador que afecta los intereses del gobierno estadounidense y las oligarquías nacionales. La obra se introduce en la esencia de las situaciones y recrea con claridad todas las contradicciones, dudas, incertidumbres y traiciones que acompañan a este tipo de transformaciones revolucionarias. En tiempos de una ofensiva imperialista renovada contra nuestros pueblos —que retoma como referente esencial la denominada Doctrina Monroe—, estas páginas nos motivan a realizar al menos cinco reflexiones que consideramos útiles, sobre todo hacia el futuro.

Primero, no estamos en presencia de una autopsia política, sino de una apreciación sobre las circunstancias, causas y condiciones que contribuyen a que un proceso de cambio profundo no sea capaz de perdurar en el tiempo como fue el caso de Bolivia. En ese sentido, el libro constituye una importante alerta para todos los revolucionarios que están involucrados en transformaciones de esta naturaleza y nos devela con nitidez en qué no podemos equivocarnos. Por lo tanto, la obra podría interpretarse como un llamado a ponderar y calibrar con detalle el proceso de construcción de las alternativas de izquierda.

Segundo, llegar al poder formal —o lo que se denomina como la institucionalidad política— no implica tener el poder real. Este aspecto está abordado con intencionalidad y ejemplos concretos desde una perspectiva teórica y práctica. Constituye un aspecto medular las reflexiones de Moldiz sobre la complejidad de las relaciones entre los funcionarios de las estructuras gubernamentales y sectores del poder real establecido en Bolivia durante más de 40 años como son los casos del ejército y la policía. Sobre este aspecto, se plantea la interrogante clave de si es posible avanzar y hacer sostenible los cambios sin modificar estas estructuras. En el caso que se analiza, la respuesta es obvia cuando estas fuerzas ejecutaron el golpe de estado.

Tercero, la labor ideológica a nivel social y la transformación de la visión del mundo de los actores que están protagonizando el cambio constituye una de las piedras angulares para blindarse de los planes subversivos de los opositores a este tipo de proceso. En las páginas se evalúan con precisión los errores, descuidos e ingenuidades cometidas sobre este elemento fundamental. Resulta relevante entender que, si la prosperidad y el crecimiento económico no va acompañado de la educación política, entonces se produce el acomodamiento y la desmovilización, lo que culmina con la erosión de la base social que acompaña, defiende y es capaz de dar la vida por su Revolución.

Cuarto, el gobierno estadounidense siempre estará al acecho fraguando planes desestabilizadores y esperando el momento oportuno para concretar su objetivo de cambio de régimen, pero esto solo es posible si las circunstancias se lo permiten. El texto analiza con una profundidad exhaustiva la injerencia permanente de Washington y, en especial, los mecanismos, instrumentos, tácticas, métodos e instituciones que involucran. El estudio minucioso sobre el papel de Estados Unidos durante el proceso, constituye un aporte fundamental de esta obra y se convierte en un modelo de actuación a estudiar debido a que se derivan lecciones sobre los modos de actuación.

Quinto, después de consumado el golpe de Estado se abre una etapa nefasta de persecución política, asesinatos, represión, amenazas y desmontaje de los principales aspectos simbólicos y prácticos que constituyeron logros del proceso de cambio. En un breve período de tiempo, se produce una ofensiva contrarrevolucionaria marcada por el odio que pretende modificar el statu quo y barrer de plano con todo lo que rememore la etapa de la transformación. El texto explica con apego a la verdad histórica la evolución de estos acontecimientos y las implicaciones negativas para el pueblo boliviano.

En esencia, el libro es un relato apasionante sobre un proceso que no ha culminado y que constituye el ejemplo más reciente en Nuestra América del diseño e implementación de un plan de cambio de régimen organizado y coordinado por el gobierno estadounidense con la complicidad esencial de sectores de la oligarquía nacional boliviana en un contexto de desmovilización social. Por lo tanto, su lectura será un medio imprescindible para llegar al propósito estratégico: luchar con todas nuestras fuerzas para obstaculizar y derrotar los planes desestabilizadores contra los gobiernos progresistas de América Latina y el Caribe.

Tomado de: http://www.contextolatinoamericano.com

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“¡Sacrifique a los más débiles!”

¡Sacrifique a los más débiles!

Por Abel Prieto Jiménez

Trump, su equipo, sus fieles seguidores, al igual que Bolsonaro y sus herederos, representan la cultura fascista que ama por sobre todo lo demás el Dinero, la Fama, el Poder arrogante, idiotizado, narcisista; que odia el arte genuino, la inteligencia, la tradición humanista; que está dispuesta a sacrificar a los «débiles» para salvar a «Los elegidos»

Crecen las opiniones en distintos países que favorecen reabrir la economía y flexibilizar de modo más o menos gradual las restricciones vinculadas a la pandemia. Pero crecen al propio tiempo los llamados de alerta de la OMS y de prestigiosos científicos sobre las consecuencias gravísimas de bajar la guardia y anticiparse a cantar victoria ante un enemigo terrible que da muestras todos los días de su fuerza y agresividad.

Trump no quiere saber de advertencias especializadas ni mucho menos del horror incontrolado que muestran las estadísticas. Se ha convertido en un líder de las posiciones más abiertas e irresponsables.

Ha insistido en que el cierre de un país puede «destruirlo» y que EE.UU. «no fue creado para estar cerrado». Ha hecho, además, una lectura optimista, sí, aunque suene irracional, de los resultados de las medidas de distanciamiento social: «La situación en puntos críticos… se está estabilizando».

Al propio tiempo, muchos partidarios suyos, fanáticos (exhibiendo, algunos, armas de fuego), han salido a las calles para presionar a las autoridades estaduales y acelerar el proceso de apertura.

Actúan de manera provocadora hacia el personal de Salud que trata de persuadirlos y exhiben carteles amenazantes, patrioteros, fascistoides.

Un letrero de los manifestantes es una mezcla casi humorística de absurdo con paranoia anticomunista: «Social Distancing? Comunism» (es decir: distanciamiento social es igual a comunismo).

Otro va más allá. Fue enarbolado en una manifestación en Tennessee, y lo reportó una cadena televisiva local. Parece escrito por Josef Mengele o algún otro médico nazi dedicado a la eugenesia: «¡Sacrifiquen a los débiles!».

Se trata de una síntesis insuperable del sueño dorado de los neofascistas «fuertes», «triunfadores», de la raza «superior», que verían con buenos ojos una epidemia capaz de llevar adelante en tiempo récord una «limpieza étnica», más allá de lo estrictamente racial, en la que fueran suprimidos todos los «perdedores», negros, latinos, inmigrantes, homosexuales, feministas, líderes sociales e indígenas, gente contaminada por el virus de la resistencia y la emancipación.

Una réplica en pequeño de Trump, Jair Bolsonaro, tampoco presta atención a la oms ni a los epidemiólogos. Se sumó a los manifestantes que rompieron la cuarentena para concentrarse frente al Cuartel General del Ejército en Brasilia y pedir una intervención militar y el cierre del Congreso.

Allí dirigió críticas muy duras a los líderes del Congreso, a gobernadores y alcaldes, y a todos los que defienden las medidas de cuarentena y distanciamiento social.

Mientras tanto, en un montaje paralelo, su hijo Carlos Bolsonaro, concejal de la asamblea de Río de Janeiro, llevaba adelante (y filmaba para las redes) un performance muy belicoso, donde unos 15 individuos, enfundados en pulóveres oscuros con la efigie del presidente brasileño, descargaban sus pistolas contra un blanco imaginario. El resultado: una repugnante imagen de violencia estúpida y supuestamente intimidatoria.

El brillante investigador Ariel Dorfmann recordó al general fascista Millán Astray, mentor y amigo de Francisco Franco, y sus palabras funestas («¡Abajo la inteligencia! ¡Viva la muerte!»), cuando, en octubre de 2017, descubrió muy temprano que Trump «estaba librando una inquietante guerra contra la ciencia y la verdad».

Lo alarmaba en ese entonces el rechazo de Trump a las leyes ambientales y laborales, el despido imprudente de expertos, los recortes presupuestarios a la ciencia y al sistema de Salud.

Ya en medio de la pandemia, Dorfmann repasa la suma de torpezas, disparates y revelaciones escandalosas del «trumpismo», como los avisos llegados al Presidente sobre la necesidad de implementar un plan para enfrentar la epidemia, y el desmantelamiento a principios de 2018 de la oficina y el equipo encargados de lidiar con este tipo de enfermedades. Pero, nos dice, eso no es lo principal:

«…La respuesta incoherente y torpe a esta emergencia, lejos de ser accidental, es el resultado de un desdén sistémico a la ciencia, una altivez imbécil que se remonta al comienzo mismo del régimen de Trump, que está profundamente arraigado en el adn antintelectual de ese presidente y sus seguidores».

En efecto, la esencia es cultural. Trump, su equipo, sus fieles seguidores, al igual que Bolsonaro y sus herederos, representan la cultura fascista que ama por sobre todo lo demás el Dinero, la Fama, el Poder arrogante, idiotizado, narcisista; que odia el arte genuino, la inteligencia, la tradición humanista; que está dispuesta a sacrificar a los «débiles» para salvar a «Los elegidos».

Tomado de: https://elvuelodelgato.home.blog

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