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Mario Vargas Llosa. El panfletario perfecto

Mario Vargas Llosa: El panfletero perfecto

Por Manuel H. Lagarde

El mejor ejemplo de cómo la fama puede servirle de coartada a la insensatez es el caso del Premio Nobel de Literatura, Mario Vargas Llosa.

En una gira para lanzar su última novela, “Tiempos recios”, el también conocido vocero del neoliberalismo, ha dejado a su paso una estela de controvertidos análisis sobre la realidad que vive hoy Latinoamérica.

Durante una conferencia “magistral” que ofreció en México dijo, refiriéndose al actual gobierno de López Obrador: “Mucho me temo que este gobierno esté retrocediendo un poco a México”.

“Comenzaba a salir de esa dictadura perfecta -felizmente no era tan perfecta, era bastante imperfecta-, (pero) me temo muchísimo, muchísimo de que el populismo que parece realmente la ideología del actual presidente de México nos conduzca otra vez a la dictadura perfecta o imperfecta, pero dictadura al fin y al cabo”, añadió.

Tal “profecía”, sobre un gobierno que apenas si acaba de cumplir un año en el poder, le valió una réplica de la esposa del presidente, Beatriz Gutiérrez Müller, quien señaló en su cuenta oficial de Facebook:

“Veo mal a ciertos escritores que han ganado el Premio Nobel. Me temo muchísimo que el fanatismo y el dogmatismo, que parece la ideología de algunos, nos conduzca otra vez al panfletario perfecto”.

No obstante, el presunto “conocedor” de la política internacional, acostumbrado a practicar el ridículo de vez en vez, continuó su gira promocional en la feria del libro donde volvió a probar, con sus desatinadas declaraciones, que el talento de entretejer ficciones es una cosa y la realidad otra.

En la Feria del Libro de Miami, Vargas Llosa, aseguró que en Chile no existe la pobreza extrema afirmación que le ha valido un desmentido hasta de la agencia AFP.

“Chile es el país que ha progresado más extraordinariamente en América Latina (…) No hay pobreza extrema, probablemente es el único país de América Latina sin pobreza extrema”, dijo en referencia a las protestas que comenzaron en ese país el pasado 18 de octubre. Y agregó: “Veíamos en Chile un modelo para salir del subdesarrollo. No podía ser Cuba, ni Venezuela, ni Nicaragua. Era Chile”.

O sea, que según “el escribidor”, las interminables protestas en Chile o son por deporte o por aburrimiento del pueblo que no ha encontrado otra cosa mejor para entretenerse que hacerse sacar los ojos a manos de los carabineros, y no una consecuencia del fracaso de la vitrina neoliberal en que los Chicago Boys quisieron convertir a ese país.

Como si fuera poco, en una entrevista concedida la semana pasada a la ilegal estación del gobierno norteamericano Radio TV Martí, después de reconocer que lo ocurrido en Chile lo había desconcertado, el perfecto panfletario afirmó que: “Así como nos la ha dado Chile, yo creo que la sorpresa nos la va a dar Cuba en cualquier momento”.

Según él “el pueblo cubano desgraciadamente sufre hace 60 años una dictadura terrible”, las “raíces” en favor de la libertad y la democracia en ese país no han sido arrancadas”.

Por lo visto, Vargas Llosa, encerrado en su alucinante torre de ficciones, olvidó que las demandas que hoy reclama en las calles el pueblo chileno: derecho a la salud, a la educación gratuita, a la seguridad social y a la igualdad, fueron resueltas por el pueblo cubano en la gran sorpresa que dio el primero de enero de 1959 y ratificó luego del derrumbe del socialismo en Europa del este, en contra de todos los vaticinios de los Vargas Llosas, Openheimer, Montaneres y otros émulos de Walter Mercado.

A propósito de sorpresas cubanas, ninguna mayor que la que recibió el famoso escritor cuando la entonces directora de Casa de las Américas, Haydee Santamaría, envió a Alejo Carpentier a pedirle las ganancias del premio Rómulo Gallegos, que había ganado por su novela La Casa Verde, para apoyar a la guerrilla del Che en Bolivia.

La sorpresa fue tan traumática que, del tiro, el otrora izquierdista, desde entonces prefirió convertirse en el perfecto panfletista de la derecha que es hoy.

Tomado de: http://cubasi.cu

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El testigo, de Kyu-Jang Cho, en La séptima puerta

El testigo, de Kyu-Jang Cho

Por Octavio Fraga Guerra

El filme El testigo (The Witness), del cineasta coreano Kyu-Jang Cho será presentado este viernes 13, a las 10 de la noche, en el espacio televisivo La séptima puerta del Canal Cubavisión de la Televisión Cubana. Una apuesta para compartir el buen cine, que conduce el escritor, periodista y crítico de cine, Rolando Pérez Betancourt.

Sobre esta pieza cinematográfica la crítica ha comentado:

“Con grandes dosis de suspense y acción la película está muy bien dirigida por Kyu-Jang Cho siendo esta su opera prima. Actores conocidos como Sung Min-Lee y Sang Ho-Kim como el policía bordan sus personajes. Del que apenas se dice mucho es del asesino permaneciendo en un segundo plano y sin entrar a valorar sus motivos, ni su pasado. El protagonista consigue incomodar al espectador por su actitud y su egoísmo al no reaccionar a tiempo ya que su desidia comienza a acarrear nuevos crímenes, pero el miedo que tiene al asesino le deja bloqueado impidiéndole actuar”.

(Destino Arrakis)

“‘The Witness’ constituye la ópera prima del director coreano Kyu-Jang Cho. No habiéndose exhibido en salas, puede disfrutarse en Netflix. Nos encontramos frente a un thriller que aporta elementos interesantes, que transcienden la mera historia acerca de un pérfido asesino en serie. Tras intentar escapar en vano de su verdugo, una joven es brutalmente asesinada frente a un bloque residencial”.

Juan Pablo Martínez (Rockand films)

“El éxito de este filme recae en el valor que el director le otorga al ritmo cinematográfico y en las actuaciones, siempre con el nivel profesional propio de los coreanos. Actores conocidos como Sung Min-Lee y Sang Ho-Kim abordan sus personajes con efectividad y rigor”.

Luis Beiro (Listin diario 130)

Ficha técnica

Título: El testigo (The Witness)

Título original: Mok-gyeok-ja

Año: 2018

Duración: 111 min.

País: Corea del Sur

Dirección: Kyu-Jang Cho

Guion: Jo Kyu Jang, Lee Young-jong

Reparto: Lee Sung-min, Kim Sang-ho, Jin Kyung, Kim Sung-kyun

Género: Thriller

Sinopsis

Un hombre es testigo de un cruel asesinato y se ve envuelto en una serie de situaciones que escapan completamente de su control.

Tráiler del filme El testigo, de Kyu-Jang Cho

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Defender la propia existencia de una nación cubana. Entrevista a Pedro Pablo Rodríguez

Pedro Pablo Rodríguez. Doctor en Ciencias Históricas, investigador y profesor Titular, periodista. Miembro efectivo de la Academia de Ciencias de Cuba

Por Disamis Arcia Muñoz

¿Cuál es el significado de la cultura? ¿Cómo contribuye a la defensa de la nación? ¿Qué sentido tiene la defensa de la nación desde una perspectiva cultural?

Tendríamos que clarificar si se está pensando en el plano de la cultura artística y literaria, porque ya hoy –al hablar de cultura– consideramos otras cosas desde una perspectiva antropológica y sociológica, y para los historiadores también es otra cosa.

Ahora bien, ¿por qué la cultura en defensa de la nación? Toda nación siempre tiene amenazas de alguna manera. Las naciones son –voy a usar lenguaje de moda– construcciones históricas que no son eternas, y hasta en plazos muy cortos tienen rasgos que se modifican, que cambian, que desaparecen, van apareciendo otros nuevos. Las naciones son procesos histórico-sociales, para decirlo rápido y en dos palabras, como lo son las identidades. Las naciones, para expresar una conciencia de ellas, no necesitan siempre –aunque sí en muchos casos– de un enfrentamiento con otras, pero sí de una diferenciación con otras. Por tanto, nación e identidad están muy unidas. Identidad nacional, conciencia nacional y nación son cosas casi inseparables, al menos para mí. Y hay naciones de la misma manera en que hay una conciencia de nación y de identidad de nación, es decir, elementos que permiten que grupos humanos, colectividades diversas, sientan espiritualmente –y de alguna manera también con cierta elaboración en su conciencia– que constituyen una nación.

Estos son procesos histórico-sociales que cambian. Los cubanos del siglo XIX eran tan cubanos como nosotros, pero no eran exactamente igual de cubanos que nosotros. Los de antes de la Revolución lo mismo, los de la Revolución igual, y posiblemente las generaciones que vivimos los inicios de la Revolución no sentimos la nación igual que la pueden sentir la gente que pertenece a otra época, a otra realidad, y que ha vivido otros momentos. Sin embargo, yo estoy seguro que si tuviéramos a Carlos Manuel de Céspedes sentado aquí, compartiría muchas cosas con nosotros hasta en sus gustos y sus maneras de actuar; o si tuviéramos a José Martí acá, también.

Eso me parece importante porque Cuba ha estado, está, y parece que va a estar por un largo tiempo todavía, en el centro de un enfrentamiento sistemático, constante, y que no cesa, frente a los Estados Unidos. Eso les pasa a otros países. Ese problema lo tiene Irán, ese problema lo tiene ahora Venezuela, y quizás pudiera recrudecerse en los próximos años. Yo no creo que necesariamente, y se demuestra con el cambio tan aparentemente radical que hubo de Obama a Trump, la sociedad norteamericana esté mayoritariamente en la disposición de aceptar que ya no son la potencia hegemónica del mundo, que hay otras potencias rivales, y que la inteligencia indica que lo lógico es que se pongan un poco de acuerdo entre ellas para repartirse el mundo. Esa falta de disposición no nos da espacios a los que no podemos pensar en repartirnos el mundo. Por eso pienso que estamos hablando de defensa de la nación.

Esta nación se conformó o se terminó de conformar, de adquirir su plena conciencia y de convertirse en una nación soberana no solo arremetiendo contra un poder colonial que la veía como parte de ella misma, de su propia nación, parte de España. Para los grupos y clases sociales, para los intereses españoles, Cuba era España, como lo puede ser Cataluña a pesar de todos los problemas, como lo puede ser Galicia. Ese proceso cubano se desenvolvió y terminó cuando se alcanzó la soberanía nacional, en un conflicto con los Estados Unidos que dominó hasta el Estado cubano e inventó toda esa historia que hoy sabemos de la Enmienda Platt, y que además inició inmediatamente un proceso sumamente acelerado de control de la vida económica nacional, dominación de la política y subordinación de las clases dominantes en el plano interno a los Estados Unidos.

Todo esto trajo conflictos sociales, problemas en la Revolución del 30, en la Revolución de 1959, pero al llegar al poder un gobierno y crearse un sistema social que de un modo u otro choca con los intereses de los Estados Unidos, se inicia un largo enfrentamiento que tiene ciertas altas y bajas pero que nunca ha terminado, ni siquiera en los momentos de cierto detenimiento, de cierta distensión. Eso es lo que implica que de un modo sistemático aquí estemos hablando de defensa de la nación; necesitamos defenderla.

Los franceses te hablan también de defensa de la nación. Desde los años 70 hay intelectuales en Francia que están hablando de la defensa de la nación frente a esa hegemonía mundial de los Estados Unidos, de su cultura –inclusive en el plano artístico y literario– y en el sentido civilizatorio, y como Francia jugó en cierta medida ese papel en Europa quizás la intelectualidad francesa ha sido una de las más lúcidas en comprender que Francia en primer lugar, y Europa con Francia adentro, debe de alguna manera sostener su propia cultura en todos los planos, incluido también el artístico y el literario, frente a los Estados Unidos. Son grandes y frecuentes los debates y la pelea del cine francés por no dejarse aplastar por el cine norteamericano, que hoy domina la cinematografía mundial.

Además, proponen otro tipo de relato.

Exacto. Lo cual indica también una cultura diferente.

Me parece que estas son cosas importantes a la hora de pensar el asunto, porque de alguna manera ya la entrevista me está llevando a la defensa de la nación. Yo creo que esta es una necesidad que se impone como parte del propio desarrollo de un proceso nacional cubano, que ha estado signado por la vinculación cubana con un régimen social opuesto al capitalismo, al que se le ha llamado socialismo; sin embargo, en Cuba –como en todas partes– ha pasado por diferentes etapas. No fue lo mismo el socialismo en los años 60, en que la primera tarea –que ya se había iniciado desde el 59– era recuperar el control de la vida nacional y en primer término de los medios económicos del país de manos del gran capital de los Estados Unidos. No es lo mismo en los 60 que en los años 70 y los 80 en que el país estuvo muy estrechamente vinculado con el campo socialista y donde tuvo que atenerse a las reglas del juego de actuación del socialismo en Europa oriental y la Unión Soviética; y lo que pasó después de la debacle de los 90, en que de alguna manera el socialismo se mantiene sobre ciertas bases teóricas –por decirlo de algún modo– y normativas del período anterior, pero en el que se han dado múltiples intentos en la sociedad cubana de ver de qué manera se adaptan sus principios a las realidades que estamos viviendo. Lo estamos haciendo con bastante trabajo porque, en primer lugar, nos cuesta mucho a nosotros también admitir a veces la necesidad de ciertos cambios.

Estos también son problemas de la cultura porque indican, además, cuando hablamos de socialismo, ¿de qué estamos hablando? Aquí tenemos deficiencias teóricas espantosas. Ya ni siquiera se habla en Cuba prácticamente de marxismo, el marxismo ha desaparecido de la cultura cubana. Yo tengo un trabajo que empieza y termina con una pregunta: ¿somos marxistas? Y eso es importante. No porque yo crea que hay que estar repitiendo de memoria a Carlos Marx, sino porque hay que entender el funcionamiento del capitalismo para saber hasta qué punto algunos de sus mecanismos te pueden afectar la vida cotidiana en tu proyecto social, como se dice ahora, que no es exactamente igual en sus propósitos a los del capitalismo.

Todo esto incide sobre la cultura artística y literaria porque en la época del regimentalismo soviético vivimos la barbaridad aquella que fue el famoso Quinquenio Gris, que ni fue gris ni duró un quinquenio, duró mucho más y fue más que gris, para algunos concretamente negro.

Hay que hablar de defensa de la nación porque independientemente del régimen social que hay en Cuba, los sectores dominantes en los Estados Unidos han pretendido históricamente que Cuba forme parte directamente de la Unión o en un grado de confluencia en que de hecho esté dirigida prácticamente desde allí, y esto es un problema real porque no solo implica pérdida de soberanía para el Estado cubano sino también una pérdida de características de nuestra cultura, de nuestra manera de ver la vida, de nuestra filosofía, de nuestra identidad.

La cultura artística y literaria siempre ha desempeñado un papel importante en eso, en todas partes. El artista, en el sentido más extenso de la palabra, trabaja en un campo que no trabaja la política y que ni siquiera trabajan los estudios teóricos, que es la vida de los sentimientos, la vida de las emociones; y la identidad es también emociones. Las banderas no son más que una tela organizada con determinados colores y determinado diseño, pero “a la hora de los mameyes” la gente se muere por las banderas, la gente se muere por los escudos, la gente se muere cantando un himno, porque identifican lo que para ellos es eso: la patria, la nación, su país, con estos símbolos, y los símbolos entonces adquieren un valor. El arte trabaja fundamentalmente con símbolos, y desde luego aporta al conocimiento. Yo soy de los que cree que sí, pero su manera de trabajar no es desde el punto de vista cognoscitivo, sino desde lo espiritual, los sentimientos, las emociones; y los artistas suelen tener una mirada peculiarmente honda acerca de los conflictos sociales, muchas veces se dan cuenta antes que los propios políticos del espíritu que está flotando, y que la gente expresa muchas veces de una manera no elaborada. El artista, por lo general, no intenta hacer una novela de una manera teórica o conceptualmente elaborada, ni mucho menos un poema, ni una película, por muy realista que sea en el tema que está tratando; está pretendiendo resolver un problema social, pero ahonda, presentando incluso la psicología de un individuo, presentando a una persona de un modo u otro, está reflexionando sobre los problemas sociales y levantando sentimientos, emociones. Por eso es tan importante para la cultura artística y literaria la formación de una conciencia nacional y de una identidad nacional. Por eso para mí, en una defensa de la nación desde la cultura, los artistas son parte decisiva de esta batalla, tanto como los políticos, tanto como la intelectualidad –me refiero a los que nos dedicamos a teorizar, a tratar de encontrar las explicaciones. Los artistas no se preocupan de dar tantas explicaciones, aunque muchos las dan, sino que tratan de expresar a través de los sentimientos esos asuntos que están viviendo.

Yo creo que aún en las circunstancias actuales, que son y han sido tan tremendas en los últimos treinta y cinco años, y en los que además se ha producido un desmoronamiento de lo que era en gran medida nuestro sostén económico, ideológico, militar y hasta estratégico, en las confrontaciones mundiales, también se produjo la pérdida de prestigio en el campo intelectual del pensamiento marxista. De hace más de diez años a la actualidad todo el mundo me dice, y lo compruebo a cada rato, que en el campo de las ciencias sociales en los Estados Unidos Marx es hoy uno de los escritores más leídos, y en la propia Europa también es muy referido. Sin embargo, ha habido una crisis también del pensamiento marxista, quizás no de Carlos Marx, pero sí de muchos que después se llamaron marxistas, empezando por el marxismo soviético; todo esto implica que de pronto hay referentes que no funcionan, que la sociedad no admite, con los que ya la gente no se mueve.

Por suerte, nosotros tenemos a José Martí, que nos salva mucho. Primero porque es nuestro y segundo porque no solo fue un político brillante, sino que como fue un intelectual de primera línea, como fue además un gran escritor y un gran poeta, veía también el mundo con poesía, y eso le daba la capacidad de expresar sus ideas en el terreno político y en el terreno estrictamente de las ideas con una manera tal que se movía siempre sobre la base de los sentimientos y las emociones. Esto es lo que yo creo que en buena medida le da actualidad, porque además era un conocedor muy profundo del ser humano, de las personas. Entonces no existía la psicología como ciencia, pero creo que Martí era un psicólogo nato: en conocer las bajezas y las alturas, los defectos y las virtudes, y a la vez, siendo una persona muy crítica hacia el ser humano, fue también una persona que supo comprender que había algo valioso en el ser humano, que era su capacidad de crecer y de transformarse, su capacidad de levantarse de las caídas; así lo dijo en lenguaje bíblico, como se sabe, en muchas ocasiones, Martí.

Eso ha sido importante para la cultura cubana, ya no solo para la nación sino particularmente para la cultura cubana, porque Martí ha creado un sentido de dignidad, de ética, de sacrificio y de entrega por encima de lo personal, pero sin olvidar lo personal, y yo creo que así ha sido asimilado en buena medida por los cubanos, hasta por los que en las esquinas te dicen cualquier cosa en torno a Martí. Esas cosas me ilustran cómo ese pensamiento llega, y llega por eso, porque en Martí no hay teque, en Martí no hay descarga.

Creo que todo eso es lo que explica por qué hay que defender la nación, y cuál es la perspectiva que tenemos delante si la Revolución fracasa por cualquier motivo –bien porque se derrumba por dentro, o porque viene una agresión militar tipo Libia, tipo Iraq, y acaban con este país–: no vamos a ser una república independiente por lo menos en muchísimos decenios porque los Estados Unidos, o ningún grupo político de allí va a permitir que se mantenga algo de lo que ha pasado en estos años. Tendrían que extirparlo de raíz, y eso quiere decir sacárselo de la conciencia a la gente, y si tuvieran que matar un millón de cubanos lo harán con una tranquilidad espantosa como han matado a un millón de sirios, como han matado a un millón de gente en Iraq, y de eso no se habla.

Entonces, no es solamente defender la soberanía, es defender la propia existencia de una nación cubana, y eso es lo que yo creo que nos obliga a pensar y a hablar de este tema de la cultura como exponente y defensora de la nación. Defender la nación no solo está en la disposición de enfrentarnos a una agresión militar, es levantar conciencia, sentimientos, es levantar vida espiritual en torno a lo que es la nación, que va desde lo más simple y más sencillo, que es tu familia, tu entorno geográfico, tus valores locales, tus sentimientos individuales y locales, hasta los que de un modo u otro nos engloban a todos. No hay nada más diferente a un santiaguero que un habanero, pero todos somos cubanos, yo seguiré siendo de los Industriales, aunque pierdan, y seguiré discutiendo con los partidarios de las Avispas.

El papel de la cultura artística y literaria es significativo porque la forma mejor de dominación es justamente crear divisiones, por un lado, y por otro perder el sentido de nación. Estaba hace poco en Costa Rica, y vi una cosa por televisión que me dejó aterrado, un canal presentaba, como un gran triunfo, que treinta y cuatro profesores de inglés costarricenses habían sido contratados para trabajar en escuelas norteamericanas. Ellos decían muy felices: “Tenemos treinta y cuatro profesores que les van a enseñar inglés a la gente de un país de habla inglesa”, pero en los quince días que estuve allí no vi nada hablando de Costa Rica, de los que pudieran ser sus logros, de lo que pudiera ser de valor en la intelectualidad costarricense. Fui a un evento sobre Repertorio Americano, de Joaquín García Monge, una revista fabulosa que ese hombre hizo durante cincuenta años, que le abrió espacios a todos los latinoamericanos, que fue defensa de toda Latinoamérica, y los estudiantes universitarios de Costa Rica no saben quién es Joaquín García Monge. Los cubanos fuimos a hablarles a los costarricenses de García Monge. A la mayoría de los estudiantes –que los contamos– no les interesaban para nada las humanidades, no les interesaba saber de Costa Rica, ellos querían ser buenos técnicos para ganar dinero y de ser posible buscarse un buen trabajo en los Estados Unidos. ¿Qué futuro tiene ese país, qué futuro tiene esa nación, si la opción para la gente más joven y mejor formada es irse del lugar? Eso está pasando en Cuba ya, y creo que no hay una respuesta adecuada.

¿Qué quiero decir con todo esto? Que la responsabilidad de un artista es notabilísima. El artista es más cuestionador, si el arte no cuestiona no vale un centavo. Todavía hay aquí demasiada gente, sobre todo en los círculos políticos, que le tiene terror al cuestionamiento. El país está en una situación muy difícil, con un presidente que está, con la mayor delicadeza en medio de estas circunstancias tan difíciles, tratando de mantener la unidad entre la gente. Los políticos cubanos no están acostumbrados a admitir el debate, no están acostumbrados a admitir la discusión, la crítica, la opinión del otro, y eso es un problema real que nosotros tenemos, y eso nos trae dificultades. Yo creo que este es un momento en que tiene que haber unidad sobre ciertos principios, pero a la vez un amplio debate crítico.

Los años 80 fueron momentos de gran debate crítico en Cuba, y el Período Especial, a pesar de todo, logró mantenerlo por lo menos en los planos teóricos y en los analíticos –la propia existencia desde entonces de la revista Temas así lo indica. Ahora la situación no es tan difícil como entonces, pero se aproxima bastante, y esto nos indica que cada vez que hay situaciones coyunturales difíciles la reacción de muchos políticos es de este tipo: no puedo admitir ningún tipo de señalamiento, no puedo admitir al que discrepa, y me lo quito de arriba. No eres capaz, si tienes determinada forma de pensar, de abrir un diálogo ni un debate, inclusive las posturas pueden ser cerradas, que la gente no se abra el uno al otro, pero que expongan, que discutan, de la discusión siempre sale algo. Creo que es un problema que afecta la unidad nacional cubana y afecta la defensa de la nación. Lo mismo le puede pasar, y le pasa a veces, a los artistas.

Yo creo que la política cultural tiene que partir de estas bases, y creo que se está afectando porque no hay madurez suficiente en buena parte de los cuadros de la cultura. Estamos perdiendo cosas que habíamos ganado antes, que es cierto espacio para ese debate y dejar tranquilos a los artistas.

Quisiera preguntarle si la cultura cubana está limitada al territorio de la Isla, ¿en qué medida la protección de la nación rebasa sus fronteras?

Es importante para esta defensa de la nación tratar de ganar cada vez más a los emigrados cubanos a que la defiendan. Buena parte de ellos la defienden, incluso muchos que no admiten el socialismo. Fidel Castro convocó dos reuniones con cada personaje de la nación y la emigración que tú dices: “¿Pero este personaje en Cuba y conversando con Fidel Castro?, esto es asombroso, esto nadie lo podía pensar”.

Y algunos se han convertido, unos cuantos realmente, en personas que se han mantenido con sus puntos de vista, pero en las cosas fundamentales defienden la nación cubana, porque se sienten cubanos. Llevan cuarenta años viviendo en los Estados Unidos y no quieren que Cuba sea una colonia de los Estados Unidos. Entonces yo creo que ahí están los límites del asunto y los puntos en que hay que buscar la defensa de la nación. La nación es más que el socialismo en mi opinión, la nación no es un régimen social, ¿o es que no había Cuba en el capitalismo esclavista del siglo XIX?, ¿no eran cubanos esos patriotas, los buenos de la película, que lucharon contra la esclavitud para eliminar uno de los rasgos de aquella sociedad cubana colonial? Eran cubanos, y había sentido de nación, por eso se peleó por la independencia.

Creo que tenemos que dialogar sinceramente con esas personas, abrirles espacios. Fue Díaz-Canel quien dijo hace unos días que podían invertir en Cuba; eso no se había dicho, la ley lo permitía, pero hasta ahora no se le había permitido a nadie, si es que alguno lo había pedido, invertir en Cuba. Por otro lado, surge el reclamo de gente aquí –acá no hay millonarios, pero hay gente que tiene plata–: ¿entonces por qué el de afuera sí y el de aquí no? Tenemos que admitir y comprender las circunstancias en que se ha movido el país y las circunstancias del mundo de hoy, que es hegemónico y totalmente capitalista –porque China es un capitalismo socializado, y Rusia es capitalista, que no le interesa tanto ni siquiera socializar su sociedad como China.

Hay una cosa importante: no es solo por un problema estratégico, por un problema de política, por un problema cultural en el plano artístico; es que esto es un problema de interés nacional, esa gente no está ahí para ser usadas, esas personas están ahí porque forman parte de nosotros, porque espiritualmente se sienten cerca de nosotros.

Una última pregunta: ¿cómo evitar que la defensa de la nación desde la cultura se confunda con atrincheramientos y proyectos de vulnerabilidad?

Tratando de educar más a los políticos, tratando de evitar la clonación de políticos incultos en el más amplio sentido de la palabra, tratando de impedir que crezca la burocracia, porque la burocracia es muy peligrosa también en Cuba porque tiende a corromperse, y a abroquelarse. Cuando te acostumbras al carrito todos los días y no tienes que quedarte en G como te quedaste para llegar hasta aquí, cuando te acostumbras a no pensar en que pasé por la esquina y compré las galletas, cuando vives en un mundo superestructural, por decirlo de alguna manera, que no es el de la cotidianeidad de todo el mundo, se te va creando una distancia quieras que no. Evitar eso es la única manera de que la política no camine por otro lado, que no se vaya, sin mala intención, pero te va llevando a eso, a que tú piensas que tienes toda la verdad, o que tu equipo, tu gente, los que te rodean, son los que tienen toda la verdad.

Me sorprendió mucho cuando Raúl Castro habló del problema, porque Raúl fue presentado desde el principio de la Revolución como el extremista, el más comunista. A lo mejor no era así, pero lo cierto es que en algunas cosas que fueron públicas, las posturas de Raúl eran más cerradas que las del propio Fidel, porque él era el malo de la película. Fidel a veces cerraba y a veces era abierto, como buen político, por eso era un genio de la política, pero realmente Raúl representó una apertura en muchos terrenos, y cuando presentó a aquella mujer militante del Partido que la habían botado porque tenía ideas religiosas y la puso como ejemplo, cuando se paró y dijo que estaba ya cansado de tanta chusmería –Raúl, que además en cierta manera está formado con un pensamiento teórico dentro del comunismo ruso. Raúl Castro está demostrando que él en eso es más talentoso, quizás mejor político que buena parte de la gente de su generación.

Creo que el problema central está en los políticos, necesitamos políticos cultos en el más amplio sentido de la palabra. En lo que dijo Díaz-Canel sobre los profesores hay que incluir a los políticos, y culto no es solamente haber leído más libros que nadie ni ir a todas las exposiciones de arte ni verse todas las películas de Woody Allen. No es ni siquiera eso: es tener un espíritu verdadero de comprensión de que la unidad no significa unanimidad y que no siempre se tiene la razón, que se pueden equivocar y tienen hasta que aprender.

Tomado de: http://www.temas.cult.cu

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Daranas, Natalia y el fruto de la amistad

Ernesto Daranas, cineasta cubano

Por Yoel Rodríguez Tejeda

La relación de amistad que mantienen el realizador Ernesto Daranas y la intelectual y etnóloga cubana Natalia Bolívar desde hace más de treinta años, fue el motor impulsor principal que permitió que un documental como Natalia viera la luz este año, exhibido durante este 41. Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano.

El 6 de diciembre tuvo lugar una presentación especial de la más reciente obra de no-ficción del reconocido director (Los dioses rotos, Conducta), donde Daranas recorre el quehacer diario de la reconocida intelectual y artista cubana, en estos días donde prepara junto a sus hijas su biografía.

La tarea no es cosa menor. Abarcar la vida de Bolívar Aróstegui resulta una encomienda cuando menos titánica, donde se resume buena parte de la historia reciente de la nación cubana, desde el ámbito de la cultura, la religión, la literatura e, incluso, la etapa de la lucha del movimiento revolucionario antes de 1959.

«Fue una idea que surgió desde hace muchos años, incluso no por nosotros, sino cineastas y religiosos mayormente, en esas reuniones eclécticas que suceden en diferentes círculos sociales», comentó Daranas a este Diario.

«Desde que me llegó la propuesta del proyecto lo asumí con mucho entusiasmo, pero cuando comencé a investigar bien su vida cogí un miedo tremendo porque la vida de Natalia tiene una cantidad de facetas increíbles, inabarcable», confiesa.

Por suerte, el director se enteró hace más de un año que Natalia se encontraba enfrascada en su autobiografía, «y en ese momento estaba en una especie de receso, por así decirlo, y le pedí a sus hijas que me dejaran filmar lo que está pasando y eso fue lo que hice»

Fui varios días y grabé el trabajo de ellas sobre el libro, otras cosas de apoyo que fuimos filmando y otras que estaban ya filmadas, y de eso se conforma el documental básicamente».

El director reconoce que este «es un audiovisual muy sencillo. El encanto que pueda tener para la gente y la recepción que tuvo el filme se debió precisamente al carisma de ella, que es lo que define el documental», confiesa Daranas.

Respecto a la experiencia de trabajar con su hija Laura, quien asumió el importante rol de la dirección de arte a partir de su formación (lic. en Historia de Arte), comenta el director que no era la primera vez que trabajan de conjunto, pues en Los dioses rotos se encargó de la asistencia técnica, mientras que asumió como asistente de arte en Sergio y Serguei.

«Me fue muy útil toda la preparación de ella, no solamente con la base de la investigación, sino además porque en la casa de Natalia corres mucho riesgo de extraviarte; es un lugar repleto de cosas interesantes que en ocasiones distrae la vista del espectador y Laura se encargó de llevar todo eso a una expresión razonable.»

También fue la que llevó toda la línea histórica del personaje principal que es Natalia. Siempre le digo a los estudiantes la base de la importancia cultural, más allá de los conocimientos técnicos. Esa información de partida es básica para después complejizar o buscar soluciones más simples», añade Daranas.

Lo cierto es que este regreso de Ernesto Daranas al documental tiene cierto halo de nostalgia y mística, la misma que acompaña a Natalia durante la cinta de poco más de una hora de duración, donde se muestra su cotidianidad y parte del futuro inmediato de esta mujer, que bien pudiera ser filmada el resto de sus días y aun así, quedaría tanto que contar de Natalia, rebelde y espirituosa como se percibe en el documental que se pudo disfrutar en este 41. Festival.

Tomado de: http://habanafilmfestival.com

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Estereotipos latinos en los personajes de Cine y TV estadounidense

Fotograma del filme Pulp Fiction, de Quentin Tarantino

Por Johan Moya Ramis

El cine y la televisión estadounidenses nos han dado incontables momentos espectaculares a través de sus personajes de ficción. ¿Qué cinéfilo puede olvidar a Vincent Vega (John Travolta) y Jules Winnfield (Samuel L. Jackson) de Pulp Fiction o el fascinante dúo de Fox Mulder (David Duchovny) y Dana Scully (Gillian Anderson) de la famosa serie X Files, por tan solo citar un par de ejemplos entre tantos otros?

Cada uno de ellos nos regaló una representación tangible del universo en el cual se movían, sin importar que se tratara de una paródica y cínica imagen del crimen organizado, o de la incansable búsqueda de vida alienígena y fenómenos paranormales. Esa es una las maravillas de los personajes en la ficción: nos dejan arquetipos, que, aunque ficticios, encarnan ideales con los cuales nos permitimos soñar y recrear la ilusión de que pueden existir gente así de loca y genial.

Pero cuando los personajes devenidos de la ficción dejan de ser arquetipos para convertirse en estereotipos sociales, el asunto se complica, porque entonces la vida individual de las personas y de los grupos culturales estereotipados a través de la ficción, queda restringida a un falso molde de representación dentro de la sociedad, que poco o casi nada tienen que ver con la realidad. Tal él es el caso del estereotipo del “latino” en el cine y la televisión estadounidenses.

Es importante aclarar que el término “latino” en los Estados Unidos, suele aplicarse solo a aquellas personas que nacieron -o incluso descienden de personas nacidas- en el continente latinoamericano, sobre todo los países de habla hispana. Los españoles, los portugueses, rumanos e italianos, que comprenden la gran familia lingüística latina, no entran en esa categoría. Ejemplos de ello es cuando suelen referirse al actor “hispano” Antonio Banderas o al actor “italonorteamericano” Joe Mantegna.

El lugar preponderante de los estereotipos latinos dentro del cine estadounidense podemos verlo en los roles de género. Hay que decir que estos están tan desarrollados que ya tienen sello propio, veamos algunos de ellos.

El hombre latino, sobre todo en el cine hollywoodense, o bien encarna el papel del Macho que ejerce la violencia por razones nada altruistas, o por el contrario, son los sujetos que la padecen, ya sea como segundones pasivos o víctimas propiciatorias, según el rol que desempeñen. Esto último tiene una larga prosecución en el cine del Oeste de los años 30 al 50, donde el latino tenía las trazas de ser cuatrero, formar parte de una banda de salteadores o ser el dócil seguidor de su patrón.

Como la pobreza económica es un lugar común dentro del enfoque cinematográfico latinoamericano, esto suele vincularse a la construcción de personajes masculinos de pequeñas dimensiones mentales, quienes poseen un escaso margen para la resolución de conflictos y al mismo tiempo gozan de una enorme propensión a la delincuencia, escenario donde se mueve en de forma gregaria, y el respeto, el estatus, el sexo, el dinero, lo tiene que conseguir de forma competitiva mediante la lucha violenta, un ejemplo de ello lo vemos en el personaje de Paco (Esai Morales) en Bad Boys o Tuco Salamanca (Raymond Cruz) en la serie Breaking Bad.

Si el personaje encarnado por un latino recibe un rayo de luz en su conciencia y quiere dejar atrás “la vida loca”; pues malas noticias, no hay camino al paraíso. Como si se tratara de las Erinias de Orestes, la violencia persigue al presunto redimido hasta que lo engulle a manera de remolino –como el Maelstrom de Poe. No importa cuántas veces lo intente, ya que ni tan siquiera el amor puede salvarlo, como el caso del personaje de Santana, jefe de la mafia mexicana en American Me, genialmente interpretado por el actor Edward James Olmos.

En su versión más positiva dentro de su –predestinada- violenta circunstancia el hombre latino se redime como policía o detective abnegado –ojo, casi siempre dentro del reparto actoral, no como protagonista- que colabora con su homólogo anglosajón, como es el caso del teniente Castillo –interpretado por Edward James Olmos- en la sonada serie de los 80 Miami Vice o Danny Archuleta en el filme Predator 2 encarnado por el actor, compositor y cantante Rubén Blades. En el caso del personaje antihéroe, arquetipo del sujeto postmoderno que elije lo mejor que puede en una realidad adversa, Machete, personaje interpretado por Danny Trejo encarna el paroxismo del latino como Macho-Man en todas sus dimensiones posibles.

Esto deriva a otra figura recurrente en el cine acerca del hombre latino, quizás, la más atractiva de ellas: el Latin Lover. Con la excepción de los roles encarnados por el mítico Rodolfo Valentino, el Latin Lover no es precisamente un Casanova, ya que carece de la etiqueta y el glamour del famoso seductor italiano. Tampoco entra en el perverso mundo del Marqués de Sade, porque no posee los atractivos y refinados métodos maquiavélicos de sus personajes. El Latin Lover, como mucho, logra ser un gigolo pagado, o más bien un mantenido que tiene carácter estatuario y mutante, no habla, porque si lo hace es como el Pavo Real.

Suele aparecer en escena como si se tratara de un esclavo sexual, vestido de camisa, casi siempre exhibiendo los musculosos pectorales. Lleva el cabello perfectamente cortado y peinado con brillantina. Sus ademanes van entre lo viril y lo danzario, porque –muy importante- el Latin Lover es un gran bailador de salsa, de hecho, ahí radica su fortaleza. Es mediante el baile donde da su estocada final cuando fulmina a la hembra –si es gringa y millonaria, mejor- envolviéndola en una vuelta con sus tensos bíceps con una mirada penetrante de profundos ojos negros.

Junto al Latin Lover tenemos al proxeneta, el explotador de mujeres, que igual comparte su estamento de violencia. Estéticamente, el chulo latino comparte atuendos con su coterráneo narcotraficante o gánster: van bien vestidos, casi siempre a la italiana, saco, pantalón y sobrero -aunque nunca faltan las pintorescas camisas hawaianas. Además de un arma de grueso calibre o una navaja, ostentan gruesas cadenas de oro, con dijes de crucifijos o medallas de alguna virgen y manillas del mismo material. En su trato social son implacables con sus enemigos, fraternales hasta rayar en el homoerotismo con sus carnales. Tratan los viejos con cierto respeto, a los niños con indiferencia. Las mujeres son igual a objetos, excepto la figura de la madre la madre, que es sagrada.

Hablando de mujeres, el estereotipo femenino de la latina en el cine Hollywoodense no es ni por mucho, más afortunado que el masculino. La figura dominante de la mujer latina joven suele ser la criada hermosa y sumisa, que en ocasiones pasa a convertirse en objeto del deseo de su empleador y vive el drama de tener que soportar los acosos para mantener a su numerosa familia, la cual vive en un barrio pobre y peligroso. De esto se desprende que el esposo sea un tipo posesivo, alcohólico y desempleado, o sea, la viva imagen del perdedor. Pero ella lo ama, aprecia el aire libidinoso y los piropos exóticos que le propina, en ocasiones acompañados de una nalgada a la “mamacita”.

Si el rol es de una mujer que pasa los cincuenta años, entonces la tensión sexual desaparece para dar lugar a la figura maternal: la clásica Nana, emocional, eficiente y regañona, como el personaje de Cleo (Yalitza Aparicio) en Roma. En su mayoría, los personajes de Nanas latinas tienen acento, no hablan bien el inglés, detalle que suele utilizarse a modo de sátira, como en el caso de Rosalita, interpretado por la actriz Lupe Ontiveros en Goonies, fascinante película escrita por Steven Spielberg y dirigida por Richard Donner.

En cuanto a la femme fatale, también tiene su lugar entre las mujeres latinas, pero en la mayor parte de los casos vienen representadas con un aire de vulgaridad, y completamente desprovistas de timidez o pudor. Sin embargo, coincido con el escritor e historiador del cine Emilio García Riera, que en la medida que las criadas latinas, sobre todo de origen mexicano, fueron en aumento en el espacio cinematográfico y televisivo, las spritfire mexicans que durante años fueron el modelo ideal de la hembra latina, han ido eclipsándose de la pantalla.

Otro aspecto importante en el estereotipo latino es la religión católica, la cual juega un papel fundamental en la construcción cultural de los personajes desde una visión residual religiosa decimonónica. En el caso de los personajes masculinos, Dios es visto como lugar donde arrepentirse de actos terribles (recordemos que uno de los requisitos indispensables del macho latino es la violencia), un espacio donde gritar o pedir fuerzas para llevar a cabo una acción sin precedentes, producto de la desesperación.

En el caso de los personajes femeninos, la religión es un refugio, un espacio de consuelo o resignación, donde se espera que el milagro de que la suerte -terrible y maldita- cambie algún día.

Sería una ingenuidad pensar que la construcción de estereotipos en el séptimo arte va a detenerse. El estar despierto ante ello corresponde al espectador, quien deberá elegir si abre su conciencia -o no- al hecho de que estereotipar culturalmente a cualquier grupo social refuerza el diseño de poder de las maquinarias segregacionistas y discriminadoras, y abren puertas peligrosas para las confrontaciones sociales. En el caso de los Estados Unidos, los estereotipos latinos minimizan la riqueza y diversidad del 11 por ciento de la población de ese país, la cual siempre ha formado parte de la geografía del continente.

El cine toma todo lo que puede de la realidad, pero la vida real es más rica que la ficción. No obstante, desprovista de arquetipos, la ficción cinematográfica expande la capacidad de ilusión y de soñar, y al hacerlo, el ser humano encuentra en la creatividad un modo único de trascenderse así mismo.

Tomado de: http://cinelatinoamericano.org

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No podía ser nuevo cine… sin serlo primero de la autenticidad

Alfredo Guevara, Director fundador del Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano de La Habana

Por Alfredo Guevara

Queridos hermanos de Nuestra América:

El Festival es una realidad. Parecía un sueño y es una realidad. Y al declararlo inaugurado damos una calurosa bienvenida a los hermanos de Nicaragua que llegan por vez primera portados en andas por su pueblo, protagonista de una gesta impar, forjada y dirigida por esa admirable cantera de héroes que ha sido el Frente Sandinista de Liberación Nacional. Y con, y junto a los hermanos nicaragüenses, damos también calurosa y emocionada bienvenida a los hermanos chicanos que, como ellos llegan por vez primera proclamando la irrenunciable lucha de su pueblo por conservar, reconquistar, afirmar y desarrollar la propia identidad. E identidad es premisa de la libertad, y de la propia dignidad, me atrevo a decir.

La cinematografía cubana que cumplió sus veinte primeros años el 24 de marzo, cierra los festejos de este aniversario recibiendo a sus hermanos de América Latina y el Caribe con motivo del Festival. Y lo hace para conmemorar también, y, sobre todo, los primeros veinte años del Nuevo Cine Latinoamericano. El nacimiento del Cinema Novo en Brasil; y más tarde de cinematografías progresistas y renovadoras en unos países, revolucionarias y combatientes en otros, patrióticas y antimperialista siempre, recorre infatigable el curso de estos años. Es como si en nuestros y con armas nuevas, nuevas y no mejores pero nuevas y también legítimas, una generación de jóvenes artistas se empeñara en alcanzar con el cine la hazaña intelectual y política de nuestros escritores y artistas que, durante siglos, y desde horas muy tempranas, trabajaron como sabios y orfebres la imagen de Nuestra América, descubriéndole su unidad profunda, las maravillas de su diversidad, la originalidad de su historia y el tesoro de experiencias que guarda, la riqueza inextinguible de sus lenguajes y el diseño de un futuro en que las posibilidades no reconocen fronteras.

Debe mucho esta época, y este cine, a la obra primera de los cineastas brasileños que supieron buscar en las fuentes y se reconocieron desde el primer día herederos de movimientos significativos de su cultura y tradiciones, y que encontraron inspiración y aliento en la obra barroca y tropical, sensualista y revolucionaria, de grandes artistas de un pasado reciente. También nosotros, los cubanos, rechazamos desde el primer día toda relación con un cine nacido de la prostitución, sub-cine imperialista dirigido a profundizar y perpetuar la neo-colonización cultural impuesta por el imperialismo norteamericano a cañonazos en Cuba y Puerto Rico, en Nicaragua, en Haití y en los territorios arrebatados a México, y enmascarada y pérfida e igualmente deformante en otros países.

No podía ser nuevo cine, cine revolucionario, antimperialista y militante sin serlo primero de la autenticidad. Por eso la primera Ley del Cine, promulgada por la Revolución cubana cuando no habían pasado aún tres meses del triunfo, dice en su primer “Por cuanto: El cine es un arte”. Para serlo, y para serlo de Cuba, el lugar que nos vio nacer, y de América Latina, primera escala hacia la humanidad toda, porque patria es humanidad, teníamos una sola fuente válida: la obra de nuestros maestros de la literatura y la crítica en el Siglo XIX, y de los escritores y artistas que desde los albores de nuestro siglo restablecían con su obra, y en la conciencia de las nuevas generaciones, la maltrecha imagen de la República usurpada.

No fue un accidente que la vanguardia revolucionaria que encabezaron un día Julio Antonio Mella y Rubén Martínez Villena, haya recogido las banderas de la cultura nacional, cuidado de los artistas y escritores, de los investigadores, historiadores y antropólogos, y en general de los estudiosos de las más diversas disciplinas. No importa donde militaran. En el Partido Socialista Popular, el partido de los comunistas de la época, tenían su casa última cuantos con su vida y con su obra contribuían en escala mayor o en cualquier escala, a profundizar la conciencia revolucionaria, antimperialista de nuestro pueblo.

Ese es mérito indiscutible de aquel Partido nuestro, y de sus dirigentes, que fueron maestros de toda una generación revolucionaria. Inspirados en esa lección de la historia, en esa enseñanza imborrable, los cineastas cubanos forjamos el instrumento de trabajo necesario: un movimiento artístico no del cine cosmopolita internacional sin carácter y al viento de la moda (impuesto por los medios de comunicación que usurpan el imperio y sus edecanes), sino un movimiento artístico de la cultura cubana, latinoamericana y del Caribe, que aprende a ser socialista descubriendo y cultivando los rasgos nuevos que el espíritu solidario e internacionalista hace brotar en cada ser y en la sociedad toda.

El Nuevo Cine Mexicano es un acontecimiento sin precedentes y prueba de la fuerza irrefrenable de la voluntad antimperialista y la autenticidad y significación del Movimiento del Nuevo Cine Latinoamericano. Para surgir debió abrir brechas en murallas que parecían inaccesibles, levantar barricadas invisibles, pero poderosas, y sobre todo realizar obras. Recordamos uno de sus primeros Manifiestos. El nuevo Cine Mexicano se remitía a la novela y al corrido de la Revolución, al movimiento plástico más original y significativo de toda una época: el grabado y el muralismo mexicano surgidos con la Revolución y crecido y afirmados en el clima moral y político de la nacionalización petrolera y la presencia de Cárdenas en la Presidencia, y en la historia contemporánea de México.

Pero ha visto más nuestro movimiento del Nuevo Cine Latinoamericano. Puerto Rico y Panamá, patria ocupada y esclavizada una, parcialmente ocupada la otra, han hecho nacer y desarrollan jóvenes cinematografías que se educan junto al pueblo y sus luchas, ofreciendo denuncia y testimonio como grito de independencia y contribuyendo desde la pantalla a desencadenar esa fiesta de la plenitud que supone la afirmación, reencuentro o encuentro de una imagen, la propia, la de la propia historia, la del pueblo, por largos años ignorada cuando no mancillada por el cine imperialista y sus sucedáneos, que convierten, todavía hoy, al Latinoamericano en caricatura y proposición para el desprecio y escarnio. Basta que la represión fascista se empeñe en aplastar a una cinematografía para que la solidaridad latinoamericana se encargue de proteger a los perseguidos y ofrecerles apoyo y tribuna, quiero decir cámara y película, posibilidad de expresión.

Cineastas uruguayos y chilenos, bolivianos, argentinos, haitianos han continuado su obra junto a los cineastas de Venezuela, México, Ecuador y Cuba. Y aún los menos perseguidos ofrecen resquicios de expresión a los que nada tienen. Esa actitud es resultado de muchos factores y en primer término de nuestra historia común., de nuestras tradiciones culturales y de las luchas por la liberación nacional. Pero el nuevo cine Latinoamericano, que es parte de unas y otras, instrumenta y estimula este espíritu. De ahí que el cine chileno, primera víctima del fascismo realice hoy, y en el exterior, más filmes que antes de la temporal derrota de las fuerzas democráticas y socialistas, o que el cineasta argentino Raymundo Gleyzer, secuestrado y desaparecido hace años, sea para todos nosotros símbolo de martirologio y ejemplaridad revolucionaria.

Cineasta de México y Argentina, de Panamá, Uruguay, de Puerto Rico y Costa Rica, acompañaron a los guerrilleros y tropas del Frente Sandinista de Liberación en sus combates, y Cuba estaba presente en ellos porque no podía estarlo de otro modo.

Este espíritu solidario, este actuar como latinoamericanos y sentirnos cada vez más, parte de la patria dividida, diversa y una, prestos a sembrar de amistosos puentes todos los caminos, es resultado de estos años, de experiencias comunes, de la existencia misma del movimiento del Nuevo Cine Latinoamericano.

Qué hacer frente a la tenebrosa noche que se cierne, temporalmente sabemos, para no pocos cineastas de Nuestra América. El Cine no sustituye a las organizaciones revolucionarias y política o a sus destacamentos de combate. Pero el Nuevo Cine Latinoamericano tiene la obligación moral, revolucionaria y política de cuidar de los cineastas de esos países, y de sus obras. Y la solidaridad tendrá que manifestarse asegurando la continuidad cultural, artística, de toda corriente significativa.

¿Qué podrá hacer la pujante cinematografía venezolana, que llega al Festival con tantos filmes y cineastas? ¿Qué podrá hacer el cine colombiano, cada vez más ampliamente representado? ¿Qué podremos los cineastas de México y Cuba, o los cineastas latinoamericanos que trabajan en Estados Unidos y otros países, por nuestros hermanos del Sur de América?

El Nuevo Cine Latinoamericano enfrenta otras tareas y problemas igualmente urgentes y el Festival y las Reuniones y Seminarios que tendrán lugar en su marco pueden tal vez iluminar soluciones y abrir caminos. Es una oportunidad excepcional. Y por eso, al mismo tiempo que nos sentimos esperanzados y entusiastas, queremos subrayar algunas preocupaciones.

No somos pueblos desposeídos o miserables. Nuestra riqueza material es tan grande que las formas más brutales y sofisticadas del robo, saqueo y estafa no han logrado agotarlas. Somos herederos de culturas que crearon tanta belleza y poesía, tanta ciencia y tanta conciencia que sus frutos no podrán ser destruidos. Pero el imperialismo trata de confundirnos, y como buen bribón diabólicamente eficaz no pierde jamás un minuto, un recurso o una brecha. Esta vez recurre a nuevas formas de ignorancia y sapiencia combinándolas hasta convertirlas en veneno.

En atractivas probetas prepara mortales recursos destinados, por no variar el objetivo, a promover la rendición. La ilusión tecnológica y el deslumbramiento de la tecnología tienen más publicidad y mejor lanzamiento que cualquier producto de consumo masivo.

Esta vez no se trata de la fraseología ingeniosa de profesores con vocación exhibicionista o publicitaria. Se trata de negar el valor, la importancia y significación real, inviolable o irrenunciable de la cultura literaria y artística como parte de la cultura, que es también memoria histórica e instrumento necesario a una visión contemporánea y viva, actuante, del mundo. Nuestro cine —e incluyo el cubano— no logrará ser mejor y más eficaz, llegar más lejos y expresar con mayor profundidad, romper cercos y penetrar terrenos que le están prohibidos, si nuestros cineastas, cada uno y todos nosotros, no encontramos recursos, instrumentos y soluciones concretas para elevar nuestra información y formación cultural y artística rechazando la invitación a separarnos de, y a ignorar, las otras manifestaciones culturales y artísticas del continente y las islas, bajo el pretexto de modernidad y antielitismo.

Un elitismo tecnologicista, a-histórico e hijo y propulsor de la tabla rasa ahorra a los vagos el estudio y justifica la ignorancia convertida en vocación política; y si sólo esto fuera, serviría a frustrar a cuatro tontos sin mayor consecuencia para nuestros pueblos; pero reduciendo el cien al uso de los medios técnicos más o menos sofisticados, también negamos al espectador las posibilidades de acceso a las riquezas espirituales de las que el cineasta resulta creador, re-creador o mediación.

Por otros caminos, y resultado de urgencias políticas y hasta militares, no pocos de nuestros cineastas se han formado en la línea del frente. Es un hecho objetivo y saludable, pero no tiene porqué resultar definitivo e inmutable.

Por todas estas razones no queremos perder esta oportunidad para decir con todos los cineastas de América Latina uno no rotundo al facilismo y la improvisación, un no a la canonización de la rusticidad artística; un no, en fin, a todo riesgo de innecesario empobrecimiento cultural.

Por eso y junto al Seminario que estudiará el cine como expresión de cultura e identidad, y la agresión real y potencial que las transnacionales ejercen sobre la cultura e identidad d nuestros países a partir del dominio y ejercicio de modernos recursos tecnológicos, propongo, discutamos la experiencia y situación artística de nuestro cine, y sus perspectivas a mediano y largo plazo. Esa es una necesidad, creemos, del Nuevo Cine Latinoamericano, una posibilidad y un objetivo de la confrontación que resulte de este I Festival del Nuevo Cine Latinoamericano, y una aspiración y una urgencia del Cine Cubano en su XX Aniversario.

Hermanos cineastas de Nuestra América, declaro abierto el I Festival del Nuevo Cine Latinoamericano.

Discurso inaugural del Primer Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano.

Tomado de: http://cubacine.cult.cu

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El virtuoso Maceo

Monumento al General Antonio Maceo emplazado en Santiago de Cuba, obra monumental del artista cubano Alberto Lescay

Por J. A. Téllez Villalón

A ser -y hacer- decentes nos llaman hoy. Y hasta allá – que es también hasta un abajo íntimo y profundo- debemos acometer, apretados, en un denso común de ciudadanos virtuosos. Sin purismos ni empujones, sin elitismos ni vulgaridades. Tal como Antonio Maceo actuó y se hizo cumbre, luz e impulso.

Y como José Martí – claro está-, pero eso es más evidente. Acompañados de los dos y de lo que significan en la cultura política de Cuba. Y me centro en Maceo, porque por mucho que se repita las valoraciones que del Titán de Bronce   hiciera el Apóstol de la Independencia, aun no se pone “asunto a lo que dice”, la fuerza de su brazo le hace sombra a la de su mente y su valor se confunde con guapería. A saber, si por más mulato, oriental y de pueblo.

Aun no convence aquella profecía martiana: “Con el pensamiento le servirá (a la Patria), más aún que con el valor”. Aun parece simple elogio que Antonio de la Caridad, “hijo de león y leona”, fuese llamado a ser la columna de Cuba. Por ello urge, ha de repetirse, para aldeanos y letrados, lo que un intelectual orgánico dijo de otro: “Firme es su pensamiento y armonioso, como las líneas de su cráneo. Su palabra es sedosa, como la de la energía constante, y de una elegancia artística que el viene de su esmerado ajuste con la idea cauta y sobria. No se vende por su cierto su palabra que es notable de veras, y rodea cuidadosa el asunto, (…) No deja frase rota, ni usa voz impura, ni vaciar cuando lo parece, son que tantea su tema o su hombre. Ni hincha la palabra nunca, ni la deja de la rienda.”

De su “pura virtud” hace elogios Martí en una carta que le escribe en enero de 1895: “lo vi sereno, abnegado, magnifico; lo vi superior al mundo, injusto a veces, y capaz de triunfar de él con su juicio redondo y sagaz y su corazón disciplinado y desinteresado”.

Con ese corazón limpio comandó a sus soldados. Cuentan que jamás los humilló, ni utilizo improperios para requerirlos; fueron otros, no menos evidentes y viriles, los signos de su enojo y desacuerdo. Con su juicio redondo, perdonó los errores de sus compañeros. En Baraguá, negó el Pacto de Zanjón, pero no les negó a los que pactaron -por cansancio o contagiosa desidia-, su derecho a redimirse en las próximas contiendas. El Héroe de mil batallas no regaló un traidor al enemigo.  Enérgicamente, rechazó las sediciones militares de Lagunas de Varona y Santa Rita, pero cuando unos de sus negrones intentó insubordinarse allá fue a disaudirlo, con la fuerza de su moral y de sus argumentos.

Intima repulsión le inspiraba a Maceo la anarquía, “ese monstruo, engendro de malas pasiones, que dondequiera que se enseñorea sirve para matar gérmenes vitales de toda sociedad, y llevarla al abismo de la bancarrota y del descrédito. Fue siempre su política – confesó en carta a Martí de enero de 1888- sujetarse a los mandatos de la Ley. Creía que “bajo ningún concepto, ni bajo ningún motivo, de debe nunca apartar al pueblo de la obediencia a las leyes y lanzarlo por los escabrosos caminos de la anarquía”. “Es deber del ciudadano darles respetuoso acatamiento, a reserva de procurar por las vías legales su mejoramiento o enmienda si resultaren nocivos a los intereses generales del Patria”.  “Inquebrantable respeto a la Ley, pues, y decidida preferencia por la forma republicana, he ahí concretado mi pensamiento político”- concluyó.

El 30 de septiembre de 1895, señaló a los delegados a la Asamblea Constituyente: “Fundemos la República sobre la base inconmovible de la igualdad ante la ley. Yo deseo vivamente que ningún derecho o deber, título, empleo o grado alguno exista en la República de Cuba como propiedad exclusiva de un hombre, creada especialmente para él e inaccesible por consiguiente a la totalidad de los cubanos”.

Expresiones del republicanismo democrático que comparte con Martí. “Una Republica organizada bajo sólidas bases de moralidad y justicia, es el único gobierno que, garantizando todos los derechos del ciudadano, es la vez su mejor salvaguardia con relación a sus justas y legítimas aspiraciones; porque el espíritu que lo alimenta y amamanta es todo de libertad, igualdad y fraternidad, esa sublime aspiración del mártir del Gólgota, que, a pesar de 18 siglos de expresa, llegara a ser mañana, a no dudarlo, una hermosa realidad”.

Un haz de tradiciones que le confiere capital la importancia a ciertas cualidades o virtudes ciudadanas, deliberativas y de juicio. Que permitan el involucramiento ciudadano en los asuntos públicos y en el autogobierno, de modo que no se vean expuestos a la corrupción de un manejo entre pocos o en manos privadas. Preceptos defendidos por Maceo, como hemos expuesto ya, en varias de sus cartas a Martí.

“Maceo, antes que todo y más que todo, fue un ciudadano”- dijo de él Eugenio María de Hostos, el reconocido antillanista puertorriqueño que lo había conocido en Santo Domingo. Así escribió, al enterarse de la muerte del cubano, en un artículo publicado en El Propagandista, de Caracas. “A sus cualidades de patriota ciudadano debió sus cualidades de guerrero; a su patriotismo, su vehemencia; a su civismo, su constancia; a su deseo de justicia, su clemencia; a su ansia de libertad, su entusiasmo; a su ardentísimo anhelo de igualdad, el popular ejercicio que hacía de su superioridad”.

Por su civismo fue reconocido en Costa Rica, donde residió por cuatro años. El poeta nicaragüense Rubén Darío lo conoció en San José. “Su trato era culto, su inteligencia vivaz y rápida. Fue un gran varón de ébano”- rememoró. El tres veces presidente de aquel país, Ricardo Jiménez Oreamuno, recordaba así a quien consideró su amigo: “Era culto, gran conversador y hombre amable. De carácter tranquilo, espíritu varonil y absoluta serenidad”.

Al decir [j1] del doctor Eduardo Torres Cuevas, “Maceo como antes Aponte fue líder de un movimiento en armas y a la vez un hombre de la cultura. En ambos se articulaba la riqueza sincrética que caracteriza el más raigal culto popular”. El general Antonio vestía elegantemente y gustaba del Teatro y de la buena música. De la importancia que le confería a la Prensa, ya argumentamos en un texto anterior. E[j2] s “la política misma levantada a los planos sublimes del pensamiento y los sentimientos- comento al respeto en carta a Cirilo Pouble Allende, fechada el 24 de noviembre de 1883.

Maceo entabló relaciones de amistad con importantes intelectuales de su tiempo. Con políticos cultos nuestroamericanos como el ecuatoriano Eloy Alfaro, el mexicano Catarino E. Garza y el colombiano Juan de Dios (El indio) Uribe. Con cultos patriotas como Armando García Menocal y Enrique Loynaz del Castillo.

Con el “pintor mambí” mantuvo una profunda amistad, cimentada por la mutua admiración. El pintor que al estallar la Guerra Necesaria abandonó el aula y se incorporó a las tropas mambisas, fue designado por el General Máximo Gómez para integrar la Comisión que hizo entrega al Titán del nombramiento de Lugarteniente General del Ejército Libertador. Cuentan que el mismo papel que lo certificaba, y con la aceptación del Titán de Bronce, el artista le dibujó a la pluma su retrato. Desde entonces se hicieron amigos y el pintor, incorporado a las fuerzas de Maceo, recorrió el camino de la invasión desde Oriente hasta el Mariel.

Enrique Loynaz del Castillo fue su compañero de cuarto y de campañas comunicacionales, en Costa Rica. Fue su salvador cuando atentaron contra su vida al salir de una función en el Teatro Variedades en San José. Luego, integró la columna invasora con el cargo de ayudante de campo. Recorriendo con él las llanuras camagüeyanas, 15 de noviembre de 1895, en la finca La Matilde – propiedad del padre de Amalia, el gran amor de “El Mayor”-, Loynaz del Castillo creó el “Himno Invasor”.

Relató Loynaz[j3], que la letra de ese canto épico nació de un combate literario, entre unos hermosos versos escritos por un español, bajo una pirámide con la bandera española, y otros suyos. Los primeros fueron encontrados en una ventana blanca y azul; sobre la otra hoja de la misma ventana Loynaz dibujó una bandera cubana y debajo de ella escribió las patrióticas estrofas: “A Las Villas valientes cubanos: // que occidente nos llama al deber. // De la Patria arrojar los tiranos. // ¡A la carga: a morir o a vencer!…”, incluidas en  su combativa marcha. Aun enardecido, el joven se dirigió a ver a su jefe. “General, aquí le traigo un himno de guerra que merecerá el gran nombre de Usted; déjemelo tararear.” Después de escucharlo, el general Maceo, con su mano sobre la cabeza del novel compositor, lo premió con un “Magnífico, yo no sé de música, para mí es solo un ruido, pero esta me gusta. Será el Himno Invasor. Sí, quítele mi nombre y recorrerá en triunfo la República”. Para acto seguido indicarle: “Véame a Dositeo para que mañana temprano lo ensaye la banda”.

Un concentrado de los principios éticos de Maceo lo encontramos la carta que dirigió al General Polavieja”, publicado en El Yara, de Cayo Hueso, en junio de 1881: “En cuanto a mí, amo todas las cosas, y a todos los hombres, porque miro más a la esencia que al accidente de la vida: y por eso tengo sobre el interés de raza, cualquiera que ella sea, el interés de la Humanidad que es en resumen el bien que deseo para mi patria querida. La conformidad de ‘la obra’ con el ‘pensamiento’: he ahí la base de mi conducta, la norma de mi pensamiento, el cumplimiento de mi deber”.

Incluido, su internacionalismo, su compromiso y lealtad como ciudadano que “se debe a la Patria y con la honradez y pureza de motivos del hombre, que ante a todo se debe a la Humanidad”. Proyecciones cubanas de esa secular metáfora fraternal de Aspasia, el ideal de República democrática en la que “son todos hermanos de una misma madre”.

Esas raíces fraternales que comparten el republicanismo democrático del mediterráneo y el socialismo de gorro frigio, y que nos deberían iluminar siempre, ante los retos que conlleva transitar hacia el “Reino de la Justicia”, el Comunismo. Que nos deberían impulsar a no regalar como “contrarrevolucionarios” a todos nuestros “vándalos” de Cuatro Caminos. Y con ese “juicio redondo”, maceista, a preferir monumentos para admirar actos heroicos que Palacios ostentosos para adorar mercancías.

Martí comparó el pensamiento del Héroe de Baraguá, con “la luz que brilla en la oscuridad, ilumina el espíritu de los tiempos y dota al futuro con una reproducción valiosa y duradera del presente”. Un pensamiento y un decir, armonioso y comedido, como su comportamiento ciudadano. Por eso su civismo es también paradigmático, fuente inagotable de decencia.

[j1]http://www.lajiribilla.co.cu/2012/n571_04/571_16.html

[j2]http://cubarte.cult.cu/ceston-de-sol/maceo/

[j3]http://www.cubarte.cult.cu/periodico-cubarte/el-himno-invasor-por-nelson-paez-del-amo/

Tomado de: http://www.cubarte.cult.cu

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Bolivia es la última víctima del Plan Cóndor II

El editor recomienda el libro, Operación Condor, pacto criminal, de Stella Calloni

Por Adolfo Pérez Esquivel

El continente latinoamericano está siendo víctima de nuevo de golpes militares, judiciales o parlamentarios: las verdaderas víctimas son, como siempre, los pueblos, a los que se obliga a sufrir muertes, heridas, detenciones, violencia social y estructural.

Los gobiernos neoliberales traen hambre y pobreza a nuestros países, destrucción de la capacidad productiva y dolarización de nuestras economías sometidas a especulación financiera, lo que tiene como consecuencia procesos inflacionarios que resultan difíciles de creer, como el sufrido por Argentina.

La rebelión de los pueblos llega cuando las condiciones se vuelven insoportables y la desesperación se convierte en sentimiento dominante. Detrás de todos los mecanismos de dominación se encuentra la mano de los Estados Unidos, que no quiere perder el control del continente y que, al igual que en los años 70, promueve golpes, imponiendo la doctrina de la seguridad nacional por la fuerza y llevando a la práctica el Plan Cóndor II.

Esto es lo que hicieron contra el presidente Manuel Zelaya en Honduras, un experimento piloto sobre cómo llevar a cabo un golpe cívico-militar, que tuvo también como resultado el fortalecimiento de la base militar norteamericana en Pulmarola.

A esto le siguió el golpe cívico-parlamentario en Paraguay contra el presidente Fernando Lugo, y el golpe parlamentario contra la presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, a la vez que se impedía que Lula concurriera como candidato a las elecciones presidenciales. El continente está siendo objeto de golpes, ya sean parlamentarios o militares, cuya meta es una y la misma: detener el avance de la soberanía de los pueblos. Los Estados unidos han iniciado una guerra judicial — “Lawfare”— con la complicidad de los medios hegemónicos, que condenan antes de verificar los hechos, creando conformidad en la opinión pública y un monocultivo mental.

En Bolivia, el presidente Evo Morales pudo superar varios intentos de golpe, como la matanza de Pando y el levantamiento de la región de Oriente. El país se ha visto sometido en la actualidad a un golpe, civil y militar, con la intervención de los Estados Unidos, y a todo lo que le siguió: muertes, detenciones, persecución de los pueblos indígenas y de todo el pueblo boliviano. Los EE.UU. han impuesto un gobierno de facto dirigido por Jeanine Áñez, aprendiz de dictador y títere de las fuerzas armadas.

La política de los EE.UU. se dirige a impedir la existencia de países independientes, a obstaculizar la integración regional y a doblegar al continente en función de los intereses del FMI y las políticas neoliberales; en el caso de Argentina, la meta se centra en aislar al inminente gobierno encabezado por Alberto Fernández y Cristina Kirchner.

La rebelión de los pueblos se extiende por el continente. En Chile, el gobierno de Sebastián Piñera ha recurrido una vez más a la vieja táctica de enviar al ejército a reprimir a los manifestantes, con el resultado de muertes, personas que han quedado ciegas y numerosos casos de detención y tortura, entre ellos de menores. En Ecuador, se desató la represión contra quienes se rebelaron contra la política neoliberal de Lenin Moreno. Tenemos luego la difícil situación en la que se encuentran los pueblos de Haití y Venezuela.

Es necesario que las organizaciones sociales, culturales y políticas se unan y exijan, con una sola voz, la dimisión del Secretario General de la OEA (Organización de Estados Americanos), Luis Almagro, por su parte de culpa en la crisis de Bolivia, ligada a su irresponsabilidad cuando se hubo de verificar la limpieza de la votación en las últimas elecciones, y su sumisión a la política de los EE.UU., que intervinieron para frustrar la victoria de Evo Morales. Almagro supone una amenaza a las democracias de toda América Latina.

En este momento no hay interlocutores legítimos en Bolivia, desde luego ninguno de los conspiradores del golpe, responsables de la violencia desatada contra la población. Las Naciones Unidas deberían enviar urgentemente una comisión de investigación que pusiera las bases de la paz y detuviera la violencia asesina. Debemos exigir la retirada inmediata de las fuerzas armadas de las calles y campos de Bolivia. Basta de represión y de muertes. Recordemos las palabras de Monseñor Óscar Romero: “Ningún soldado está obligado a obedecer órdenes injustas contra su propio pueblo”.

Es necesario que el pueblo boliviano se organice para formar una Asamblea Constituyente y exija elecciones sin demora. Hay que abrir investigaciones sobre las muertes causadas por el ejército y las fuerzas de seguridad. Tiene que acabar la discriminación, la persecución y el racismo. Y debe respetarse la decisión de la pluralidad del pueblo boliviano.

Tomado de: http://www.sinpermiso.info

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Notas gráficas de la semana (25)

Pedripol (España)

Por Octavio Fraga Guerra

La violencia de los carabineros de Chile no deja de ser “noticia” en las redes sociales. Los medios corporativos de la derecha reaccionaria criminalizan a los ciudadanos, omiten las esencias de las protestas de los ciudadanos o descafeína los orígenes de estas acciones populares, signándolo como “rebeldes, izquierdistas radicales o violentos” que quieren revolucionar “un estado de derecho”. Los artistas gráficos toman notas de estas protestas. Las estadísticas de los efectos de la brutalidad de los funcionarios del orden público de la nación andina son demoledoras. Más de 350 chilenos ha sufrido perdida de ojo, algunos hasta los dos, y 3440 personas ha sido heridas por la acción de los policías antidisturbios. En las Notas gráficas de CineReverso se han sumado otras miradas que van desde la contaminación del planeta, los 70 años de una organización criminal como lo es, la OTAN, o el proceso de destitución que, en pleno desarrollo, se está realizando contra Donald Trump. Las secuelas de la guerra en los niños, el uso irracional de las armas de fuego en los EE.UU., se incluyen en esta entrega. Como es habitual en esta sección del blog, se da espacio a las caricaturas.

Vasco Gargalo (Portugal)

Rice Araujo (Brasil)

Sajad Rafee (Irán)

Vasco Gargalo (Portugal)

Falcó (Cuba)

Zlati Krumov

Paulo Jose Barbosa (Portugal)

Shahrokh Heidar (Irán)

Pedripol (España)

Falcó (Cuba)

Anthony Garner (España)

Nahid Maghsoudi (Irán)

Olivier Ploux (Francia)

Shahrokh Heidari (Irán)

Falcó (Cuba)

Niels Bo Bojesen (Dinamarca)

Angel Boligán (Cuba)

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¿El fin de la historia?

Para Chávez, como para Fidel, las especulaciones de Fukuyama eran un espejismo publicitario que los pueblos se encargarían de desmentir

Por Abel Prieto Jiménez

Un día como hoy, el 6 de diciembre de 1998, Chávez triunfó en su primera batalla electoral. Aunque muchos no calcularon por entonces la trascendencia del acontecimiento, se iniciaba una nueva era para nuestra región. Y no solo para ella.

Nueve años atrás, en 1989, se había derrumbado el socialismo en Europa.

En 1990, en Nicaragua, el Frente Sandinista perdió las elecciones a causa de la guerra sucia financiada y dirigida por EE.UU.

La URSS quedó oficialmente disuelta en diciembre de 1991.

Para Fukuyama (seudofilósofo yanqui de origen japonés), habían terminado definitivamente la Guerra Fría, la lucha de clases, todas las utopías que se opusieran al Reino del Mercado. Publicó El fin de la Historia y el último hombre en 1992, el año de la Cumbre Iberoamericana de Madrid, dedicada al quinto centenario de la llegada a América de las hordas «civilizadoras» y a festejar la victoria del capitalismo salvaje sobre las cenizas del socialismo.

Para Chávez, como para Fidel, las especulaciones de Fukuyama eran un espejismo publicitario que los pueblos se encargarían de desmentir. El primer estallido había sido el «Caracazo», «la mayor masacre de la historia de Venezuela» –según dijo el líder bolivariano a Ramonet–, donde la «democracia» venezolana «perdió la máscara y reveló su rostro represor más odioso».

«Ese mismo año 1989 [añadió] se hundía el Muro de Berlín… y se levantó Caracas contra el fmi. Cuando (…) se hablaba del fin de la Historia y cuando aquí todo el mundo (…) estaba rendido ante el fmi y el Consenso de Washington, se alzó una ciudad y todo un país». (Chávez. Mi primera vida)

Chávez conocería en la cárcel la opinión de Fidel sobre el «Caracazo» gracias a Un grano de maíz. Conversaciones con Fidel Castro, de Tomás Borge. «La situación en América Latina se hace insostenible», sentenciaba Fidel. La sublevación en Venezuela «prueba precisamente la crisis que van a desatar en América Latina la política del shock y las imposiciones de EE.UU. y del FMI».

En la Cumbre de Madrid, desde su estatura política, ética e intelectual, Fidel fungió como un aguafiestas en medio de la euforia neoliberal de los pigmeos vendidos al Imperio y a las transnacionales. Predijo que la brecha entre ricos y pobres se haría más y más dramática, y que crecería incontroladamente la emigración Sur-Norte. «Si se acepta el libre flujo de capitales, hay que aceptar el libre flujo de personas», subrayó. Y dijo algo más: «El mundo va a hacerse ingobernable».

Chávez tuvo una percepción única de las secuelas morales que podía dejar «la desaparición en cascada, como por un efecto dominó, de los gobiernos del llamado socialismo real» y otros amargos retrocesos. «Aquellos golpes fueron demoledores para toda la izquierda mundial», dijo. También para «nuestros compañeros civiles de izquierda», víctimas de «un decaimiento terrible» y de «una especie de desmoralización, de abatimiento, de desaliento». Pero su «organización propiamente militar, revolucionaria, insurgente», inspirada en Bolívar, no se debilitó.

El 4 de febrero de 1992, cuando convocó a los sectores civiles que debían apoyar el levantamiento militar, no obtuvo la respuesta que esperaba. «Salimos solos prácticamente. Nos encontramos sin la izquierda política, sin el movimiento popular».

Luego se produjo la aparición televisiva en que Chávez asumió toda la responsabilidad del movimiento y pidió a sus fuerzas que depusieran las armas: «Compañeros, lamentablemente, por ahora, los objetivos no fueron logrados en la ciudad capital». Su entereza, su actitud digna, valiente, y aquella frase cargada de esperanza y compromiso («por ahora») lo convirtieron en un símbolo que el pueblo venezolano hizo suyo de manera entrañable.

En diciembre de 1994, recién salido de prisión, viajó a Cuba (la ficha de dominó que contra todos los pronósticos se mantenía en pie) y Fidel empezó a construir con él una relación fraterna de incalculable fecundidad.

Veintiún años después de la primera victoria electoral de Chávez, vemos multiplicarse en Nuestra América la resistencia contra las políticas neoliberales y una cruel represión, semejante a la que se empleó en el «Caracazo». Como entonces, las supuestas «democracias» muestran un rostro feroz y despiadado.

Entre tanto, el Imperio culpa a Cuba y a Venezuela de las revueltas y les ofrece apoyo a sus aliados de ultraderecha para la «democrática» pacificación que llevan a cabo a través de métodos fascistas.

Pero la Historia, por supuesto, no ha terminado.

Tomado de: http://www.granma.cu

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