Archives for

Crónicas de un instante: Aunque el dolor nos duela

Por Octavio Fraga Guerra @CineReverso

No conozco al autor de esta foto, ni siquiera tuvo el cuidado de darle su crédito, de afincar su nombre en alguna parte de los bordes. Incluso, ni se preocupó por acuñarla con tinta fresca en la parte inferior de sus cimientos. Seguramente, es de los que no se anda con protagonismos, y ante la urgencia de las circunstancias, la compartió en las redes sociales por esa necesidad de anclar luz, donde la oscuridad asecha.

Es la oscuridad que transita cabizbaja y sumisa por los cerros del amanecer, dispuesta a tomarlo todo, para “pretender ser la protagonista” de una narrativa, discurso o verdad que, en su errático camino, se diluye, cual, sin nada, por los cauces de la historia.

La fragmentada negritud se viste de palabras efímeras, de vestuarios para la ocasión y termina, tras muchos aletazos, moribunda, adolorida, desojada en los excrementos del olvido. No por los golpes de la vida, más bien por la indecencia de sus adjetivaciones, dispuestas a quebrar los pilares de la nación.

Aprestan sus dianas, que son de una envoltura plomiza, como dispares fauces. Pretenden anular el tiempo para ubicarnos en los nichos de un espacio congelado, donde el futuro parece estar en algún museo virtual, construido por engendros ajenos a la identidad que nos define como espacio vivo y culto.

Prestan sus delgados servicios para quemar las brisas que calman el agotamiento, construir el caos, la desmemoria y la fortaleza de la solidaridad que habita, sin asombros, en los pilares de nuestra Isla y la humanidad toda.

Por ciclos, labran una ennegrecida telaraña mientras le afloran hediondas brasas, dispuestas a taponear el sentido de nuestra lucha y el sabernos vivos. Su preferido encuadre, la muerte súbita de la esperanza y la unidad que arropa, que converge, sin pausa, en la palabra Cuba.

Estos desalmados aprovechan el dolor y las huellas de la furia de un huracán inmenso, y convierten duras escenas en un guion escrito con plumas importadas, traídas de ese Norte que quiere enterrarnos, hace ya más de seis décadas.

Los mercenarios de siempre, y los de ocasión, se alistan sumisos y dispuestos a resquebrajar las ceibas que nos amparan y a encender los fuegos que apuntan hacia los ojos, para quemarlo todo, hasta el mar que abraza. Se aprestan a sembrar la penumbra cegadora de sueños y de paso, a despoblar de sentido la legítima necesidad de luchar por todos, como anónimos servidores de los que están en el horizonte de nuestras miradas, y también, de los que no alcanzamos a ver en los andares de la vida.

Entonces, emerge “cual sin nada” una encendida foto. Se apropia sin permiso de esa oscuridad construida, tejida con falsos adjetivos y verbos sacados de probetas clonadas, de última generación.

Es una foto hermosa, potente, ejemplar, poblada de significados y lecturas.

En toda su escritura se avista la crónica de un niño, de apenas cinco años, que ha quebrado los cerros, el tiempo, las muchas miradas que nos convergen y ha puesto sus manos, sus menudas manos, al servicio de Cuba. Y lo hace sin asombros, aunque el dolor nos duela.

Es un cubano ejemplar que tampoco busca la gloria, porque ella habita en la necesidad del momento, en la urgencia de las circunstancias. Su mirada se enfoca hacia donde está lo derruido y se alista presto a encender la luz, que aquellos despreciables plomizos pretenden anclar en los cimientos de un país con derecho a existir, a ser soberano, aunque nos vaya en ello, la vida.

Nota: Esta madrugada me ha contactado por Facebook el autor de esta foto, José René Morales Núñez, Residente de Cirugía General en el Hospital Docente “Comandante Pinares. Gracias por tan hermosa foto.

Leer más

Crónicas de un instante: Con los pies descalzos

Foto: Raúl Navarro (Periódico Girón)

Por Octavio Fraga Guerra @CineReverso

Parecen estar lejos, en un espacio donde las probabilidades de una posible ruta no tiene trazo definido. Se aprestan a todo, destrabando acertijos y escribiendo preguntas. Esas que se imponen ante los urgentes retos que marcan brasas de encendidas llamas, dispuestas a truncar los ardores de la vida, a sembrar pilares de muerte.

La geometría es un cuadro de dos dimensiones. Es, apenas, un tramo de nada y el fuego asume que “será el protagonista” o al menos eso pretende en una noche que en verdad no ha terminado.

Bajo un descomunal manto, legumbres de humo y sonidos irrepetibles se avivan los ardores del incendio. En sus faldas atornilladas, hombres de estatura artesana dan los primeros pasos, apertrechados de una encomienda: la apuesta por la vida.

El fotograma se nos revela como un campo de batalla. El empeño es, sin dudas, protagonista de la contienda. Distantes de los oficios del cronista que nos reserva un instante para el cerco de lo inmediato, se tejen sustantivos apuntes de excepcionalidad. La lente de la cámara boceta una singular perspectiva, resuelta en dos planos.

Dispuestos a desarrollar sus labores bajo una imperceptible línea que marca los límites de un horizonte tardío, destraban y afinan sus brazos de agua, sacados de los anclajes de un distante nicho que el silencio abrigó por la voluntad del tiempo.

Lo descomunal de la escena rompe con los hábitos de sus oficios dispuestos en trazos de amaneceres. Les apremia todo, el tiempo no espera y se impone materializar los múltiples planos de una contienda, bocetada sobre los ardores de la noche.

Se desatan —la escritura de la foto así lo revela— encendidos cúmulos nimbos que emergen en escalonadas formas. Agolpan dispuestos a devorar los caminos del silencio y la paz de una ciudad de salitre y penachos de mar, ahora destronada.

En esta primera noche se avista la aritmética de un fuego que escribió, con escritura rolliza, toda una batería de abultados desafíos para el trocar de hombres vestidos con manos de entereza.

El cuadro muestra toda la geometría de la escena donde importa cada centímetro de sus patinas. En la parte superior del fotograma, los tanques soportan la fuerza de un fuego desaforado. Las brasas se apropian de cada parte del todo y toman las postrimerías del encuadre. Se dibuja una danza de proporciones descomunales.

Bajo los cimientos de toda la escena, hombres de rostros imperceptibles, anónimos nombres, destraban la robustez de sus artilugios. Son estos, cómplices acompañantes que asisten a la escena, empeñados en quemar las llamas de la noche con la sabia de sus labores artesanas, con el oficio de manos tejidas de aguaceros.

No hay temor ante lo descomunal. No se avistan palabras agrietadas o dobleces. Encaran su labor de anular el fuego, de aniquilar esos sonidos que han subvertido la paz y el silencio, de un espacio que hasta hoy parecía inconfesable. Se aprestan a tomarlo todo y lo hacen desde los bordes y límites de empinados contrincantes.

Alguien me contó que esa noche, dibujaron trazos de luz con los pies descalzos.

Leer más

Crónicas de un instante: El niño, el horizonte y lo efímero

Niño ante el ciclón. Serie Ocho Km de historias. Sonia Almaguer (Cuba) Foto: Cortesía de la autora

Por Octavio Fraga Guerra @CineReverso

El mar penetra en los contornos y brasas de esta ciudad que en tiempos pretéritos lució amurallada y antigua, rolliza y cigüeña, singular e irrepetible. Ropajes impresos con acuarelas delinean sus muchas identidades vertidas como signos de coronados misterios que apuntan hacia un dibujo mayor.

En este otro espacio temporal La Habana luce altiva, risueña, soportada por los anclajes de su historia mestiza, cosmopolita, definitivamente dialéctica. Mientras, todo toma su curso por esa lógica que traduce la dialéctica. La ciudad transita por parajes de encumbrados cimientos: la cultura y la conciencia crítica de lo irrepetible.

Son los anclajes desde donde se materializa la voluntad de la naturaleza de “tocarlo” todo; arropada de pretextos irrumpe con fuerza, abraza los leños de la noche que le sirve de mampara y ocurre el “milagro”: la escalada que lacera la paz, ahora truncada.

Las trenzas de la ciudad, erguidas ante el tronar de muchos otros cercos, se afianzan como carbones, empeñadas en resistir los embates de un ciclón acordonado, siempre dispuesto a destronar los sueños que se pintan en un horizonte impreciso.

Oleadas de mar en auténticas embestidas evolucionan desde otras coordenadas surcando los límites de lo insular. Se afincan y destronan sobre alargadas faldas de telares leños, transformadas en estampidas de caóticas envolturas. Transitan desplegadas sobre los ardores de dispares cromatismos, y emigran dispuestas a catapultar otras cartografías de virtuosas metáforas.

Desde los nichos de un escenario tardío, se distinguen patinas de luz y aguaceros cercos. Tras la primera lectura, emergen auténticos trazos de siluetas eróticas ante la evolución de una música tupida, zanjada por curvas henchidas y líneas inconexas. En ese dramático momento, emerge la incomprensión de poetas imposibilitados de traducir las indisciplinas de las formas.

Violentas marejadas de ciclos cortos se agolpan en los límites de muchas horas —el tiempo es una convención multiplicada— y es que resulta imposible doblegar sus alas. Los nardos de mar golpean acantilados de tuberías corroídas, encaran con fuerza a dientes de perros esculpidos por desafiantes texturas y muros corredizos. Desde otros parajes, la ciudad libera sábanas blancas al poniente de su estatura. Y todo, para calmar la ira de vientos desaforados.

Al final de cada ciclo, lámparas teñidas por humedades abrigan el cansancio de soportar el salitre y los cercos de la noche, siempre venidos de una ruta imprecisa, pues son estos  los últimos testigos de un ejercicio inusitado. Cuando se apagan, esconden palabras de truncas crónicas, que se dibujan como huellas indescifrables en las cristaleras de sus miradas.

Esta foto de sutiles líneas abriga baldas de historias, esas historias mutiladas, reunidas en los “infinitos” pixeles del fotograma. Se ha gestado de manera artesanal, al vuelo, sin previo aviso, soportada sobre las raíces de un drama inconcluso. El verbo emerge desde el núcleo del relato, dispuesto a tomar los saltos de sus contornos esenciales para la escritura de un reciclado tempo.

El espacio dramático queda “congelado” en dispares evoluciones, donde nada está pintado al azar. Los significados habitan superpuestos, en las muchas líneas que transitan tendidas en toda su arquitectura.

Al fondo, apenas “imperceptible”, el muro que “contiene” las arremetidas del mar. En un segundo plano, más al centro, otro muro cortado, dispuesto como parte de una puesta en escena que subraya la fragilidad del espacio escénico.

Lo “teatral” se refuerza con otros elementos anclados por las lógicas de la urbanidad. Las lámparas que lo avistan todo callan y una señal de transito ironiza la escena, con un “Ceda el paso” para un ciclón que actúa sin fecha de entrega.

El mar ha penetrado más allá de los “límites posibles”. ¿Podemos amordazar los adjetivos de sus cóleras, las aventuras de sus embestidas? La puesta e inmensidad de lo líquido en esta escena —que es tan solo un fragmento— se avistan como escalones desparramados en un gran proscenio, en tonos blanco-negro, también grises, que confirman sus raíces en el mar.

En el centro de todo, más a la izquierda, el sujeto metafórico, el signo que edifica el trazo lector de esta puesta fotográfica. Un niño con los pies mojados observa la “quietud” y el desempaque final de un cerco que “hasta hace poco” actuó desaforado. La escena deja huellas, sabores, mutilaciones y preguntas, muchas preguntas, sembradas para ser bocetadas en ese mismo horizonte donde se gesta el furor de un ciclón irreverente.

Tras ese epílogo emergen las respuestas, esas que se anulan para calmar monólogos y austeras conversaciones.

Sobre los cromatismos de la instantánea aflora la fragilidad humana, el sentido de la vida ante las urgencias del otro, la jerarquía de lo que resulta esencial o más bien impostergable.

En otro plano se distingue el dialogo inconcluso entre el sujeto y la naturaleza. Para solventarlo, se desatan verbos machistas, palabras “inteligentes”, toda una gramática para apuntalar en la conciencia de la sociedad global los “poderes” que vestimos y cómo somos “capaces de doblegar” los cantos enardecidos del mar, cómplices de otras colisiones.

Leer más

María Luisa Bemberg: Hay que hacer cine provocativo

María Luisa Bemberg Cineasta argentina (1922-1995).

Por Octavio Fraga Guerra @CineReverso 

Cuando se revisite la historia del cine en América Latina y del cine hecho por mujeres, se ha de incluir en la cúspide de las imprescindibles la corta, pero sustantiva, filmografía de la argentina María Luisa Bemberg (Argentina, 1922-1995).

Arquitecta de una temprana escritura cinematográfica que destila sensibilidad y sentido del tempo, secundada por diálogos de calado intelectual, en sus piezas fílmicas se avistan bocetos de historias de vida donde la mujer es reciclada en telares de sustantivas estéticas, resueltas con el descollante y cuidado empaque del retrato.

Verdaderas antologías del discurso feminista resulta buena parte de su obra. Son narraciones de agudas dimensiones humanas, legitimadas por una fotografía de encuadres precisos, reveladores de su declarada militancia por los derechos de las mujeres.

“Procrear no es crear y la mujer tiene derecho a las dos cosas: queremos ganar nuestro dinero, expresarnos, ser personas autónomas, trabajar, investigar, estudiar, salir, sentir y volver a nuestra casa y encontrar allí un hombre que nos quiera y que nos entienda, que nos comprenda de la misma manera que una mujer comprende a su pareja masculina”, sentenció la Bemberg.

Son sus guiones declaradas provocaciones en torno a lo esencial: la ética y la dignidad de la mujer, todo un subrayado recurrente en buena parte de la obra de la artista, quien destila un vertical sentido del compromiso, manifiesto contra la sociedad global, abrumadoramente machista.

En el año 1985 declaró: Le molesta que las mujeres “‛sigan siendo minoría en los niveles profesionales, que sus trabajos permanezcan en el gueto y que aún haya quienes por temor a desagradar no se atrevan a hacer lo que quieren’. Se muestra reticente a dar detalles personales, porque ‛siempre hay más interés por las circunstancias vitales de una mujer que por el trabajo que hace’. Por ello, ‛como todavía llama la atención que una mujer dirija películas, lo que hay que hacer es precisamente cine provocativo’”.[i]

Los relatos cinematográficos trazados por la cineasta evolucionan desde los ropajes de las fábulas. La tragedia y las parodias son parte de apropiaciones recurrentes en sus puestas, pensadas desde el necesario sentido crítico.

Son historias que nacen del reservorio de su vida, pero también de la literatura y la cronología de la nación latinoamericana. Evolucionan desde el protagonismo femenino, distantes del discurso hegemónico. Es notorio en toda su filmografía el divorcio de esa mirada victimizadora que tradicionalmente es impuesta a la mujer, subyugada por los códigos machistas que aun imperan en nuestras culturas. La poderosa obra de la Bemberg como narradora cinematográfica descansa en metáforas en torno al amor, los ideales y la convicción.

Cercanos colaboradores y amigos la dibujaron como poseedora de un gran temperamento revolucionario que rompió con los tópicos de su tiempo. Además de ser una activa feminista y una de las fundadoras de la Unión Feminista Argentina, María Luisa fue también co-fundadora del Festival Internacional de Cine de Mar del Plata, nucleado por mujeres artistas y creadoras.

Sufrió sórdidas censuras por las líneas revolucionarias que caracterizaron su obra artística y en el año 1980 creó GEA Cinematográfica, una empresa secundada por la prestigiosa directora, productora y guionista (también argentina) Lita Stantic.

La Bemberg realizó su primer largometraje a los 58 años, edad poco habitual para emprender la carrera de cineasta. Según el consenso de la crítica especializada, su obra ha de visualizarse en tres etapas. La primera comprende la producción de sus cortometrajes hasta 1983. Una segunda, con la apertura democrática en Argentina, donde se avista el mejor acabado de sus filmes secundado por la profesionalidad de los actores y actrices que comienza a dirigir (Imanol Arias en Camila, Asumpta Serna en Yo la peor de todas). La tercera definida por la realización de De eso no se habla (Marcelo Mastroniani), donde enfoca sus lecturas críticas, no solo en el reciclado tema de la emancipación de la mujer, sino también en el del derecho a la diferencia, a la libertad del ser humano.

Tras su fallecimiento en Buenos Aires, en 1995, dejó escrito el guión de El impostor, que llevó al cine Alejandro Maci en 1997, quién fue un cercano colaborador de la cineasta. Este 14 de abril María Luisa Bemberg hubiera cumplido cien años de edad.

Filmografía

Crónica de una señora (1971); El mundo de la mujer (1972); Triángulo de cuatro (1975); Juguetes (1978), Momentos (1980); Señora de nadie (1982); Camila (1984); Miss Mary (1986); Yo, la peor de todas (1990) y  De eso no se habla (1993).

Leer más

Todo el arte es político y parte de bases estéticas

José Rivera Guadarrama, periodista, poeta y escritor mexicano

José Rivera Guadarrama, periodista, poeta y escritor mexicano

Por Octavio Fraga Guerra @CineReverso

Transcripción de la entrevista a José Rivera Guadarrama, periodista, poeta y escritor mexicano, en el espacio Diálogos en reverso de la Unión de Periodistas de Cuba, realizada el 2 de marzo de 2022 sobre el tema “Cartografías de lo estético en el cine latinoamericano”.

Octavio Fraga: Hola, buenas tardes. Una vez más bienvenidos al espacio “Diálogos en reverso”, de la Unión de Periodistas de Cuba. Como cada tarde de miércoles, a la una, desde La Habana, tenemos pláticas con cineastas, críticos de cine, investigadores del cine o periodistas, como el de hoy, quién es también poeta y escritor. Nuestro invitado es el mexicano José Rivera Guadarrama. Es un placer, también un gusto para nosotros tenerte en este encuentro de los miércoles.

José Rivera Guadarrama: Muchas gracias Octavio por la invitación, por el espacio también. Es una forma de aprovechar esta cercanía que nos permiten los medios digitales. Reitero, agradezco esta invitación, y adelante.

Octavio Fraga: Bueno, te decía José que es una práctica de nuestro Diálogos… leer, también comentar, la ficha curricular del invitado. José Rivera Guadarrama radica en Ciudad México, es colaborador de La Jornada Semanal, suplemento cultural del diario La Jornada, uno de los más prestigiosos periódicos de nuestro continente. Ha sido jurado internacional de eventos de televisión en América Latina, tiene estudios de filosofía, periodismo e historia del arte. Cuenta con más de diez años en el oficio de periodista e imparte talleres y cursos relacionados con la profesión. Trabajó en campañas de partidos políticos en temas de propaganda. Imparte también talleres de literatura, periodismo y cine, y aborda habitualmente asuntos relacionados con la estética, violencia, tecnologías digitales, así como los discursos de la literatura. Además, tiene publicado varios libros de poesía y narrativa.

Empezamos con la primera pregunta. Te propongo, como punto de partida para este diálogo, que nos dibujes una definición de lo estético en una película con respecto al resto de las artes.

José Rivera Guadarrama: El tema de lo estético en nuestro país es muy complejo. Muchas veces me he preguntado si hay un cine latinoamericano o una Latinoamérica dentro del cine. El cine siempre se está cuestionando, o nos está cuestionando, cuáles son las características de las sociedades actuales.

La aparición del cine en nuestro país es bien interesante. Como bellas artes aparece a finales del siglo xix, en 1895. Arriesgándome mucho, diría que el cine es la culminación de la modernidad o de la industrialización del siglo xix, que comienza en Inglaterra, Alemania, etcétera, con varios tipos de descubrimientos. Entonces, para mí, el cine es esa cúspide de la industrialización y de la modernización en las sociedades.

En 1896, un año después, ya estaba el cine en México. En ese tiempo justo había un movimiento social y político muy interesante en nuestro país. Gobernaba el dictador Porfirio Díaz, un político que duró treinta años en el poder, un poco antes de nuestra Revolución Mexicana (1910). El cine llega a México con este personaje, que es muy interesante en el desarrollo de nuestra historia política nacional y cultural. Porfirio Díaz conoce el desarrollo del cine y lo trae a México. Y entonces podríamos decir que ese político militar y dictador es uno de los primeros actores de cine de nuestro país. No trajo a los hermanos Lumière, vinieron algunos como embajadores de ellos, pero filmaron escenas de este personaje de los inicios del cine en México. Eso me da mucha pauta para analizar cuáles han sido las características, de nuestro cine mexicano y latinoamericano en general.

Entonces, el cine, como esa culminación de la industrialización recae en el tema del por qué se le llama o se le matiza como el séptimo arte; todas las artes no tienen ese matiz.

Decimos las artes escénicas, las artes de escritura, etcétera, pero el cine siempre es el séptimo arte, y una de las características que viene a colación con lo que he estado mencionando es que el cine no es un producto o no es una actividad individual.

Ese es uno de los problemas de por qué tardó tanto en ser aceptado como un arte, como un séptimo arte, porque las previas se adjudicaban a una sola persona, eran individuales. Una persona o un artista, que incidía en la sociedad o en las demás artes, pero en el cine no pasa lo mismo; intervienen muchos personajes para construir una obra artística.

Está el director, están los guionistas, los actores, todo ese conjunto de personajes que no había antes. Antes era el escritor, el poeta, el actor, el dramaturgo, el escultor. Entonces, una de las características importantes del cine es que es una construcción social. Se conjunta todo un movimiento, incluso ideológico y cultural, para expresarlo.

Ahora, yéndonos al origen del cine, ¿cuáles son las temáticas de la primera película conocida a nivel mundial realizada por los hermanos Lumière?

La literatura antigua, por ejemplo, se basa mucho en la mitología. En Homero, se exaltan personajes o dioses, también deidades. No hablan de seres humanos como nosotros, sino de personas que tienen el dominio sobre los personajes, que incluso se divierten con las tragedias que infunden a los seres humanos, finitos, mortales, defectuosos, como somos nosotros; así, mucha de la literatura y del arte exaltaba esas deidades.

Con el cine no pasa así. Eso es algo bien curioso Con las primeras propuestas de cine, los hermanos Lumière toman la cámara y filman la cotidianidad de personas iguales a nosotros. Entonces, el cine, después de los hermanos Lumière ha sido como una forma de extender todas esas propuestas temáticas. Es muy arriesgada esta hipótesis, pero así me lo parece.

Una de las escenas que recuerdo muchísimo de esa primera película de los hermanos Lumière es la salida de los obreros de la fábrica. No hay efectos especiales, no hay personajes líderes, están retratando una cotidianeidad como esa. Otra que marca mucho la temática del cine y de las analogías posteriores es, por ejemplo, la escena del juego. Dos personas aristocráticas o burguesas, como queramos llamarlos, están jugando mientras un mesero los atiende, y observa un poco cuál es su dinámica, pero se retira. Otra escena, es la de un niño que interrumpe a un jardinero pisándole la manguera; es el inicio del cine cómico. Creo que las propuestas del cine mundial y del cine latinoamericano siempre están rebatiendo o amplificando ese tipo de temáticas.

Ese cine primigenio mexicano que yo comentaba tiene tintes políticos, porque entonces si nuestra revolución surge en 1910, y es uno de los movimientos políticos y sociales más importantes del país, ¿por qué entonces no hay cine de la Revolución Mexicana? Hay cine que retoma algunas escenas de la revolución, pero no hay un cine o no hay directores revolucionarios, dicho con todo el significado de la palabra. No se entendía muy bien en nuestro país qué alcances podría tener el cine ni qué opciones sociales o de inserción social podría tener. Contrario al cine ruso. La Revolución Rusa se da por las mismas fechas, Lenin lo entiende muy bien y retoma esos elementos para hacer un cine, vamos a decirlo con todas las palabras, de propaganda socialista.

Después vienen regímenes totalitarios como el fascismo, que también retoma el cine para hacer todo un movimiento expresivo a partir de lo estético, a partir de esas propuestas artísticas. Leni Riefenstahl es un caso conocido a nivel mundial del cine alemán, o del cine de Hitler. En esas mismas épocas, en México, o en parte de Latinoamérica, no había, si acaso, todavía cine, y sigue habiendo un poco de cine clandestino, por llamarlo de alguna manera.

Entonces para mí la pregunta del cine latinoamericano, haciendo una especie de cartografía estética, si de verdad existe un cine latinoamericano, o más bien una Latinoamérica dentro del cine, quien más ha entendido este movimiento o estas propuestas estéticas ha sido Norteamérica, lo incluyo cuando hablo de América, el resto del continente ha ido avanzando.

El cine, como cualquier otro movimiento, es de irrupción, de cierta connotación agresiva, después viene la teorización, por una parte, y después la estandarización. Nuestro país, en estos momentos, está disfrutando de unas propuestas estéticas y de cineastas mexicanos que no se había visto antes. Estamos hablando de Guillermo del Toro, de González Iñárritu, etcétera. Estas personas ya no están pensando en temáticas de cine mexicano o escenas cotidianas de México, ni de Latinoamérica. Ellos están pensando en un cine más mundializado en cierto sentido. Hay como una marca muy evidente de que ellos no están recreando escenas muy específicas de cine latinoamericano A mí me gusta ese tipo de expresiones, de expandir las propuestas estéticas a partir de una formación, por supuesto, con raíces latinoamericanas. Creo que son los ejemplos más significativos hasta el momento de este cine latinoamericano. Entonces México, desde la apreciación cinematográfica, tiene mucho que experimentar todavía.

Para mí el llamado Siglo de Oro mexicano no es como tal un Siglo de Oro porque hubo empresas privadas —por supuesto culturales— que nos infundieron una cultura. Estoy hablando del caso más concreto de Televisa y de sus empresarios, de Emilio Azcárraga, de todos los Azcárraga, que difundieron a través de sus canales un comportamiento o un desarrollo cultural y político de nuestro país. Desde esa perspectiva, ese cine para mí no representa demasiado nuestras condiciones sociales, incluso cuando vino Luis Buñuel a filmar las películas aquí en México se lo prohibieron. Algunos dijeron: “Es que este no es nuestro México”, y Buñuel dijo: “¿Cómo no va a ser México? Este es el México real, el que está sucediendo, y no el que ustedes, líderes empresariales y políticos, quieren darnos a conocer”. Entonces, ese valor de rescatar esas microhistorias, si se puede llamar de esa manera, es también necesario y fundamental en el trayecto de nuestro cine. Nos falta mucho por explorar, pero vamos por muy buen camino.

Octavio Fraga: José, me parece muy interesante lo que has dicho, pero te reitero una parte de la pregunta que resulta importante señalar ¿Cuáles son para ti las diferencias o lo que distingue al cine como producto estético —no es una palabra que me guste—, del resto de las expresiones del arte y la cultura? ¿Qué es lo estético y qué lo diferencia del resto de las expresiones artísticas?

José Rivera Guadarrama: Lo humano. Como te decía, el cine como séptimo arte no exalta las características de los dioses, las deidades. Lo que hace más bien es reflejar las condiciones sociales, culturales, contemporáneas. Lo que está sucediendo es lo que el cine está reflejando. En ese sentido, no hay ese distanciamiento como lo plantea Jacques Rancière. ¿Cuál es la condición del espectador en ese sentido? Rancière dice que el teatro lo que hacía era separar al espectador de lo que estaba sucediendo; el cine hace todo lo contrario. Esa es una de sus características distintas en comparación con las otras artes; el cine es ese acercamiento entre espectador y actores. O entre propuesta estética que al instante, en cierto sentido, nos está enfrentando a una realidad. Ese romper, esa brecha de acercamiento, también nos da la facilidad como espectadores, insertos dentro de un círculo artístico, de generar nuestras propias propuestas.

Entonces lo que para mí es diferente en el cine, es que rompe esa brecha entre el espectador pasivo y un realizador o realizadores que quieren imponer de alguna manera cierta perspectiva estética. Por supuesto que lo hacía la literatura, lo hacía cualquier otro tipo de expresión artística. Pero, lo que nos transmite el cine es ese acercamiento y esa forma de corroborar nosotros mismos lo que está sucediendo. Y esa inquietud también es la que plantea el cine desde un principio.

Si Platón hubiera existido cuando surgió el cine, él lo hubiera descartado de inmediato, porque para Platón las artes eran como una reproducción de lo falso. Entonces imagínense ver una película frente a la pantalla reproduciendo cosas que para Platón no existían. Él diría: “Esto no es arte, no deberíamos considerarlo como arte”. Recordando su obra La República, en el libro VII, cuando hace la alegoría de la caverna, es eso, estar sentados viendo hacia el frente sombras que se reproducían y nosotros tomándolas como realidad. Y Platón ahí dice: “Es que esa no es la realidad, tienes que salir de la caverna, escalar mucho para poder ver la realidad de la realidad”.

Entonces el cine, cuando reproduce esa misma escena o características, se encuentra con esa objeción filosófica y estética que ha arrastrado durante mucho tiempo. El cine no es un reproductor de una realidad, pero demuestra todo lo contrario. Entonces la labor de muchos filósofos, cineastas y teóricos es reivindicar el valor artístico, político y cultural del cine como ese acercamiento contemporáneo y actualizado de lo que está sucediendo. En cierto sentido, casi todo lo que está reproduciendo el cine contemporáneo en México es lo actual. Es un acercamiento más que un distanciamiento como propuesta cinematográfica estética.

Octavio Fraga: Algunos estudiosos marcan la década del cincuenta del siglo pasado como el comienzo de un florecimiento de varias estéticas en el cine latinoamericano. Desde tu perspectiva ¿cuáles son las variables económicas, políticas, culturales e históricas que hicieron posible ese florecimiento estético en nuestros países?

José Rivera Guadarrama, periodista, poeta y escritor mexicano

José Rivera Guadarrama: Bueno, hay que partir también de un contexto mundial. Recordemos que el mundo a partir de mediados del siglo pasado estaba sobreponiéndose de la Segunda Guerra Mundial y de los conflictos de la Guerra Fría, etcétera. Entonces, las vanguardias estéticas, incluido el cine, tuvieron que cambiar de temática de una manera drástica. Estaban en efervescencia los movimientos raciales en Estados Unidos, los movimientos feministas, estaban teorizando también muchos pensadores sobre los derechos humanos. Estaba también el tema de la ilustración que nos ha dado intelectuales, en muchos sentidos. Decían que con la razón, como seres pensantes podríamos dirimir y solucionar todos los problemas que habíamos acarreado durante todo el trayecto de la historia; además, la ciencia nos decía que haciendo las cosas de determinada manera podríamos obtener resultados inmediatos.

A partir, o antes de 1950, los teóricos y los artistas se preguntaban cuáles son las razones para pensar que la racionalidad humana nos ha llevado a una pacificación mundial. Eso no es cierto ¿Cuál ha sido la característica de los desarrollos industriales, de los desarrollos científicos? Podríamos decir, son las armas de destrucción masiva ¿Dónde están los artistas? Los artistas se preguntaron cuál es el papel del arte en estos momentos de tanta violencia.

La historia de la humanidad, como diría Marx, es la lucha de clases, más bien la historia de la humanidad es la constante violencia entre seres humanos. Entonces el arte dice, ¿cuál es la función del arte en estos sentidos? Pues vamos a tener que hacer algo desde estas trincheras. El arte de vanguardia comienza a cuestionar y a criticar todas esas actitudes que decían de la ilustración y de los conceptos industrializantes. A partir de mediados del siglo pasado la cuestión del arte es retomar cuáles son las características contemporáneas, y los artistas tuvieron que cambiar su forma de ser, su forma de pensar, incluso los materiales que empleaban tuvieron que cambiarlos. Esto es lo que a muchos artistas o críticos del arte de vanguardia no les gusta. Por ejemplo, ¿por qué un artista tomaba una bota de un soldado, le intervenía algo y lo exponía como una obra de arte? ¿Por qué compartes materiales como los readymade, del tema de Marcel Duchamp que toma el urinario, y le pone las palabras mutt, una fecha, y lo exhibe como una obra de arte? Muchos críticos y contempladores de arte dicen: “¿Esto qué es?” Nos está mostrando la realidad, no hay materiales para poder construir arte, las fábricas de pintura estaban destruidas, todos los transportes habían sido retomados por el estado para transportar armas, para construir hospitales, campos de concentración. Entonces todos esos lugares donde se producía material para el arte estaban destruidos, el arte se estaba restructurando, lo que tuvo que hacer es tomar esos elementos que existían y transformarlos, hacer un mensaje crítico y analítico a la sociedad. Decían: “Estamos haciendo este arte porque no tenemos otra, es la destrucción en la que estamos, tenemos que reestructurarnos”. El arte no puede detenerse, la filosofía tampoco, las humanidades tampoco, esto es lo que nos ha dado el aspecto económico capitalista, y a partir de ahí tenemos que ser incisivos en ese tipo de dinámicas en las que estamos insertos y con las que no estamos de acuerdo. Entonces el arte, a partir de esos momentos, tiene que ser o tiene que volverse, digamos, más crítico. Ya no es un arte contemplativo, ya no es un arte estético, el que nos han enseñado en las instituciones, la pintura es Velázquez, la literatura es Homero, etcétera, etcétera.

Vienen críticos y teóricos de la sociedad y dicen: “Vamos a hacer una revisión estética de cuáles han sido las propuestas de las mayores obras de arte”, y agregan: “Todo es violencia” Y si todo es violencia, ¿entonces el arte qué puede hacer, volverse más violento, hacerlo más explícito, o retomar elementos, digamos, más naturales para explorar en ese sentido? Vienen las vanguardias que ya no les interesa reflejar el asunto de una naturaleza muerta, pasiva, sino más bien, lo más abstracto, en lo cual nosotros vamos tomando un papel activo en cuestionar esas obras de arte. Ya no nos presentan la realidad tal cual es, así, de manera bonita, sino que ahora explotan en nuestro cerebro las multitudes de formas para decir “¿Y esto qué es? “¿Esta violencia qué es?”

Entonces, a partir de esa fecha, el arte ha cuestionado mucho el sentido de la violencia y el sentido del papel de la humanidad como humanos en nuestro desarrollo y en nuestro devenir. Por desgracia, el arte no puede solucionarlo, pero su papel, más bien, es vislumbrar cuál sería una crítica más fuerte hacia nuestros desarrollos y hacia nuestras propuestas. Estamos otra vez en temas bélicos, Rusia, etcétera, entonces, ¿cuál es el papel del arte y cuál es el papel de los líderes políticos? ¿Por qué no podemos resolver nada de eso? ¿Por qué seguimos inhumanizándonos a pesar de tanta tecnología y tanto conocimiento? ¿Cuál es el valor del conocimiento? También es lo que se cuestiona el arte, ¿por qué nos enseñan tantas cosas? ¿Por qué sabemos tanto si no sabemos aplicar el conocimiento, si no sabemos utilizarlo bien, y lo hacemos de una manera destructiva y deshumanizante?

Octavio Fraga: En el año ‘71 Glauber Rocha, uno de los grandes cineastas de América Latina, también un teórico del cine, escribió un texto que seguramente conoces, Estética de la violencia, donde casi al final sentencia: “Nuestro cine es un cine que se pone en acción en un ambiente político de hambre, y que padece, por lo tanto, de las debilidades propias de su existencia particular”. Obviamente, esta fotografía está vigente hoy en nuestros países, yo diría incluso que en el mundo ¿Tú identificas hoy algunas corrientes estéticas en América Latina que sigan fotografiando esa realidad que Glauber Rocha escribió en el año ‘71?

José Rivera Guadarrama: Sí, por supuesto. El problema ahí es que se hace desde la clandestinidad, y eso es algo que no me gusta mucho. Se hace desde cierta precariedad en muchos sentidos.

Hay como dos corrientes de cine muy marcadas de cine latinoamericano, el cine que retrata esos movimientos sociales, guerrilleros, por ejemplo. Ahora que mencionamos ese tema, en México ha habido muchos movimientos guerrilleros; está la Liga Comunista 23 de Septiembre, está Genaro Vázquez, etcétera, etcétera, en Cuba también. Fue toda una influencia en Chile, Argentina, pero, ¿dónde está ese material? Ese material muchas veces no está pensado para las grandes salas de cine, está pensado sólo para ciertos sectores sociales, educativos sobre todo, pero no está llegando al gran público. Creo que allí hay un prejuicio en ese sentido, de decir que si voy a hacer cine revolucionario no estoy pensando en las grandes salas,  no estoy pensando en esas cadenas de cine que hay aquí en México, CineMex, Cinépolis, etcétera, sino más bien para proyectarlo en pequeños espacios. Eso, desde mi perspectiva, es lo que ha impedido un poco la exposición explícita de los ideales de estas personas, de estos personajes que han construido nuestra historia y nuestro devenir contemporáneo, entonces yo creo que ahí deberíamos explotar, en todo caso, estos materiales.

En México, uno de los movimientos más fuertes y que sí ha hecho cine es el movimiento estudiantil de 1968 y del ’71. Hay varias películas que se acercan a ese tipo de movimientos, pero fuera de eso no existe un material de consulta o un material para grandes públicos sobre nuestros líderes guerrilleros, campesinos, obreros. Claro, el financiamiento es muy fuerte, hacer una película no es nada barato, se necesita mucho personal, como ya lo decía: el cine es una construcción social.

Entonces, si es una construcción social podemos ir pensando en cómo podemos construir una ideología social de ese tipo de cine. Existe el cine comercial, y está perfecto, que toma ciertos elementos también de esta temática, pero ¿por qué entonces el otro se mantiene marginal? ¿qué es lo que hace falta o qué es lo que se necesita para proyectarlo sin prejuicios en esas salas de cine o en esos festivales? Ahí es donde también deberíamos pensar como organizadores de festivales, cineastas, público, por qué no dar ese espacio a esos materiales que son fundamentales.

El cine es un elemento de emancipación, y así ha funcionado en diversos países, lo han retomado como un fuerte elemento expresivo para generar ideología ¿pero, cuál sería el temor de mostrarlo a estas alturas del tiempo? Tendríamos que retomarlo, incluso, sólo para exponerlo nada más y verlo como un experimento estético y qué resultaría de ese tipo de materiales. Entonces sí hay ese cine contestatario, revolucionario, está, digamos, ese cine clandestino que no se plantea hacer para el gran público. Deberíamos cambiar un poco, quitarnos ese prejuicio de que lo masivo es carente de ideología o carente de contenido.

Octavio Fraga: El investigador chileno José M. Santacruz, escribió un artículo para la revista L’Atalante, que seguramente conoces, muy prestigiosa en todo el gremio de los críticos de cine. Dice: “La violencia estructural contra las sociedades también fue una violencia simbólica contra ese proyecto estético” (se refiere al nuevo cine latinoamericano) ¿Compartirías esa tesis de José María Santacruz? ¿Cuáles son las coordenadas que convergieron en esa embestida, contra ese cine en particular?

José Rivera Guadarrama: Habría que matizar muy bien a qué se refiere con esos términos, porque otra vez volvemos al origen del cine. Desde las propuestas estéticas de una cineasta francesa muy importante, que también ha sido olvidada, Alice Guy, de la cual escribí hace un tiempo, vemos una diversidad de temáticas que se están reproduciendo, como decía Whitehead de los filósofos, no estamos haciendo, corrigiendo, o la filosofía ya es pie de página de Platón y de Aristóteles.

Muchos de las propuestas estéticas contemporáneas tienen muchísimo que ver con las que Alice Guy planteaba a finales del siglo xix, de mil ochocientos noventa y tantos. Alice Guy, su obra, ya tenía contenido feminista, contenido anarquista. Tiene películas con ese título,  Anarquía en las barricadas, por ejemplo, o de ciencia ficción, El hada de los repollos, no sé cómo se le dice en Cuba al repollo, a esa especie de lechuga.

Octavio Fraga: Col, coles.

José Rivera Guadarrama: Coles, El hada de las coles, donde ella ya está imaginando cuál es la reproducción in vitro. Cuando ese tema ni siquiera se conocía ya Alice Guy estaba, incluso, arriesgando al feminismo. Tiene una película que se llama Las consecuencias del feminismo en el cual invierte los papeles de las personas. El hombre se queda con los niños y la mujer se va a trabajar. Entonces, esa cineasta ya había adelantado muchísimas cosas, ya estaba pensando incluso en la crucifixión. Tiene películas que recrean escenas de la Biblia, fue la primera mujer que hizo una película con actores, con guion.

Entonces, te decía, hay que matizar también o buscar muy bien cuál es la propuesta o el concepto que tenemos de cine de ciencia ficción. Reconocemos mucho a Georges Méliès como otro de los grandes cineastas de ciencia ficción. Esos son los gérmenes del cine, lo que tenemos que hacer es ir con el desarrollo tecnológico e imaginativo, también de las sociedades contemporáneas, pero la temática siempre va a estar ahí.

Para mí el cine va a ser una construcción social con un enfoque social al que se le pueden agregar elementos tecnológicos. Incluso, las películas más contemporáneas, Matrix si se quiere. Alice Guy está en Matrix. Mucho del cine norteamericano también está en esas películas. Retomando también otro elemento de estos, ¿por qué el cine norteamericano tiene propuestas estéticas de súper héroes y nuestro cine latinoamericano no tiene súper héroes en el cine? ¿cuáles son las características del súper héroe? El súper héroe está retomando los elementos de la literatura o del arte antiguo, son personas que tienen súper poderes y aquí hay algo bien interesante. Todos los súper héroes del cine norteamericano hollywoodense siempre hacen que la justicia gane. Superman es un ser humano, se pone un traje y adquiere súper poderes y lucha contra la injusticia; Spiderman también es una persona cotidiana de carne y hueso, se pone una máscara, obtiene súper poderes y es el rey de la justicia; Batman también. ¿Qué pasa con nuestros personajes del cine latinoamericano que son personas reales pero no adquieren súper poderes? El tema a mí me interesa muchísimo, es ese sesgo de que no llegan a completar su propósito. Cito una película muy emblemática de nuestro país que se llama El violín —no sé si ustedes la vieron— del 2006, de un autor que se llama Francisco Vargas. Ahí se recrean en una escena unos personajes que quieren hacer la guerrilla, entonces están recolectando armas, se van a la sierra, y este señor, el violinista, toca un violín con la intención de apoyar a estos movimientos guerrilleros, pero no llegan a concretar la emancipación guerrillera. Esa es una de las temáticas importantes y fundamentales de nuestro cine, e incluso de nuestros movimientos revolucionarios y de emancipación: no llegan a concluirse, cosa contraria a las propuestas cinematográficas norteamericanas donde la justicia se impone ante los malos y esa dialéctica siempre va a estar presente.

¿Por qué entonces nuestro cine, o nuestros personajes, nuestros líderes, nuestros seres de carne y hueso, no llegan a completar su proyecto emancipador? Es una de las interrogantes a la que siempre le he dado vueltas y viene a colación con esto. No tengo la respuesta, obvio, porque es un tema muy complicado y daría mucho para investigar. Entonces la diferencia del éxito entre el cine norteamericano y el nuestro, es que ellos sí ganan y nosotros nos quedamos siempre rezagados. Aquí la injusticia se impone a los justos, y allá la justicia se impone a los injustos ¿Qué necesitamos? Pues no lo sé.

Octavio Fraga: El cine latinoamericano evolucionó desde una anchura narrativa, y también, desde una desmesura estética, dos variables que hicieron posible el Nuevo Cine Latinoamericano que ha sido revisitado, re-estudiado, etcétera. ¿Para ti cuáles son las variables que hicieron posible ese emerger y ese desarrollo de un gran movimiento cinematográfico continental?

José Rivera Guadarrama: Por una parte hacer como un reconocimiento, una investigación histórica de cuál había sido el desarrollo del cine; otra de ellas, del nuevo cine latinoamericano, es cuáles son las condiciones reales que tenemos en nuestro continente. Conocemos a estas alturas muy bien, cuáles son las propuestas estéticas del cine europeo, de determinado país también. Cuál ha sido el cine, o cómo ha sido utilizado el cine en las diferentes etapas de la historia de la humanidad, no sólo de un continente o de un país, sino de la humanidad, cuáles son las ventajas de ese tipo de cine. Lo que no sabemos es cuáles son los resultados concretos y tangibles de este cine latinoamericano o de sus propuestas estéticas. Creo que en nuestro continente hace falta explorar muchísimo. Hasta hace poco aquí en nuestro país teníamos prejuicio de consumir cine nacional, cine mexicano ¿Por qué?, porque pensábamos que nuestro cine reflejaba otra época, estoy hablando del llamado cine de oro mexicano que estereotipaba a nuestro país, nuestras costumbres. Está el cine de charros, por ejemplo, o de prototipos, o estereotipos, que muchas veces ya no corresponden a nuestra realidad. Entonces uno decía, ¿cuál es el cine de Pedro Infante? Pues es un macho sometiendo o imponiéndose con su rudeza a la sociedad. Quiere demostrar su hombría, o su valentía, su dominio a través de un comportamiento social que en realidad no corresponde a eso. En realidad México es otra cosa y Latinoamérica es una multiculturalidad que no estaba explorada.

Entonces el Nuevo Cine Latinoamericano lo que está haciendo es una exploración de esa multiculturalidad que tenemos, que estaba resguardada. Otra vez cito a estas industrias y a estos empresarios monopolistas que ellos nos querían hacer ver un México, una sociedad que no era. Entonces una de las características de este nuevo cine es la exploración estética desde otras posturas, retomando esas microhistorias, esos lugares, esos personajes fundamentales e importantes que están ahí perdidos, y ya no sólo imitando ciertas corrientes o corrientes de vanguardia como se hacía antes.

Quisimos hacer en buena parte de Latinoamérica cine surrealista, y lo que hacíamos era —como a mí me gusta llamarlo— un cine kitsch. Es decir, lo adornábamos, decorábamos lo que ya estaba decorado y eso era como un lastre que teníamos. Sí sabemos que existen todas esas corrientes, el neorrealismo, el expresionismo, el surrealismo, etcétera, para que nosotros podamos explorar otras características. Lo que tendríamos que hacer ahora es romper todos esos esquemas, investigarlos, teorizarlos más, pero abriendo esas brechas, que sea algo no lineal sino más bien que se estrella contra algo, de ahí se derivan muchísimas cosas.

Una de las característica del cine contemporáneo es la exploración, un término deleziano, ¿no?, lo rizomático, ya no es algo lineal o ya no es como una raíz que va de arriba hacia abajo, sino que ahora es hacia diversas partes, y este cine en particular. Esta época en la que estamos nosotros es eso, una exploración del cine, porque ahora no hay prejuicio de consumir cine mexicano, pero nos hace falta una exploración en México y en Latinoamérica en general. Una exploración más profunda de nuestro cine para ver si podemos llegar a un cine latinoamericano o todavía quedarnos en una Latinoamérica dentro del cine.

Directores importantes de este continente están llegando a otras latitudes, festivales de cine como el de La Habana —que es importantísimo— donde llegan directores de diversos países y películas también, eso es lo que nos hace falta. Conocer el contexto en el cual nos estamos desenvolviendo a nivel mundial para, a partir de ahí, crear nuevas experiencias estéticas y nuevas experiencias temáticas dentro del cine. Es una exploración, creo yo, que va a tardar mucho tiempo, no va a ser inmediato que podamos desarrollarlo. Por lo pronto, a mí me tiene entusiasmado cuál es la dinámica del cine latinoamericano que en realidad compite muy bien con otros países y con otras propuestas estéticas, por supuesto.

Octavio Fraga: Ubiquémonos en las dos últimas décadas del siglo pasado y las dos de este siglo. Yo no percibo, quizás tú tengas otra mirada, importantes estéticas descolonizadoras en el cine de América Latina ¿Cuál es tu versión sobre este asunto?

José Rivera Guadarrama, periodista, poeta y escritor mexicano

José Rivera Guadarrama: Soy optimista en ese sentido. También hay que tomar en cuenta que estamos pasando un proceso tecnológico importante. Para muchos cineastas, teóricos y consumidores de cine como en nuestro caso, que somos amantes del cine, hay un tema bien interesante y preocupante; estamos pasando de un cine analógico a un cine digital. Pareciera una cosa sencilla, pero es muy profunda. Antes hacer cine era muy caro, carísimo, y los actores deberían ser precisos, es decir, sólo teníamos un carrete que nos había costado muchísimo, y entonces no podíamos repetir tantas escenas, había una profesionalización de los actores, de los cineastas, de los productores, de todo ese conjunto de personas que eran necesarias para hacer cine.

Te voy a decir una precisión abrumadora. Ahora, con la tecnologización o la digitalización del cine, se ha perdido el rigor, ahora cualquiera puede hacer cine. Tenemos los teléfonos celulares con cámaras que cada vez se van perfeccionado más y más. Entonces, si ahora yo me equivoco, me puedo equivocar las veces que quiera porque puedo editar las imágenes y las puedo acomodar como yo quiero, a la intención o a la intensidad con la que yo quiero. Ya no necesito actores profesionales para poder transmitir un mensaje concreto, ahora le puedo decir: “Repite esa acción, vamos a tomarla de esta manera”, o los actores podemos hacer, digamos, esos efectos. Una pantalla verde atrás, montamos escenarios, etcétera, entonces ahí es donde ahora están preocupados, muy preocupados, algunos teóricos y críticos. Porqué hay una abundancia de cine; nos estamos enfrentando a la abundancia de propuestas cinematográficas y estéticas por la digitalización y por el acceso —cada vez más fácil— a este tipo de tecnologías.

Yo no creo que eso sea una desventaja, más bien creo que es una ventaja que deberíamos aprovechar mucho, y quitarnos ese otro prejuicio de que el tiempo pasado había sido mejor. Yo soy optimista en que a partir de este desarrollo tecnológico podamos tener mejores propuestas estéticas, cinematográficas y narrativas. Ese material que teníamos, esa forma de hacer cine anterior pues ya está ahí, ya se quedó, ahora es como un material de consulta, que insisto, no es nuevo. Esta digitalización, estos trucos, esta tecnología pues ya la tenía Georges Méliès en su época, entonces yo diría que no hay que temer de la tecnología y tampoco a las propuestas cinematográficas actuales, lo veo con un optimismo muy emocionado, emocionante, de estas propuestas estéticas.

Entonces el cine, por supuesto, va a la digitalización, y cada vez más gente, más usuarios amateurs, o lo que sea, van a estar haciendo este tipo de producciones. Estamos en una época tecnológica, en una época digital, en una época de la inmediatez, en donde incluso propuestas cinematográficas están adoptando las redes sociales o esos mensajes que aparecen en las redes sociales en películas, es inevitable. Hay mucha apuesta, sin dejar de lado los movimientos sociales contraculturales, que también siempre van a ser necesarios.

Entonces mi visión es optimista hacia las nuevas propuestas estéticas, yo nunca he dicho que el cine anterior sea mejor o que el arte antiguo sea mejor que el contemporáneo, no. A mí me gusta lo contemporáneo porque lo siento, porque lo estoy viviendo, porque lo puedo analizar, y vislumbrar cuál podría ser un poco el desenlace en ese sentido.

Octavio Fraga: El cine estadounidense, a mi criterio, ha capitalizado ese recurso tan eficaz que es la emocionalidad. México aportó el melodrama a nuestra cultura cinematográfica, sin embargo yo no veo ese recurso protagonizando hoy el cine latinoamericano. Quizás tiene que ver también con lo que tú has dicho ahora de la inmediatez, del abordaje de la tecnología o el desconocer estos recursos que existen en la tradición cultural pretérita ¿Ves a la emocionalidad como un recurso pertinente? Yo creo que es necesaria en el cine latinoamericano.

José Rivera Guadarrama: Es bien curioso cómo Norteamérica se posiciona dentro del cine, o acapara, más bien, el cine. Una consecuencia, una característica de eso fue que Europa durante medio siglo estuvo en guerra, estuvo en conflicto, entonces, Estados Unidos, no participaba en esos conflictos. Claro, participaba con armamentos y con muchas otras cosas, hicieron que su economía creciera. Entonces, cuando Europa estaba en esos conflictos a mediados del siglo pasado Estados Unidos aprovechó todo ese tipo de crecimiento económico para posicionar su cine.

En Europa, mucho tiempo estuvieron censurados diversos materiales o diversas propuestas cinematográficas, había todo un aparato del estado para controlar las producciones. Tenían que ser evaluadas y aprobadas por ciertos comités, como en el caso de Alemania, el caso de Rusia, incluso de Italia y España. Entonces, mucho tiempo, el cine, por ese alcance, por esa inmediatez y por esa influencia que tenía en las sociedades, se controló, para no transmitir, digamos, ideología.

 

Estados Unidos dijo: “No, nosotros, a ver, aquí la industria privada que haga su cine”, es más, que Hollywood sea todo un terreno o toda un área para desarrollar propuestas estéticas”. Ellos se basaron más en lo comercial, y dijeron: “Aquí hay una industria muy lucrativa”, y no pensaron qué es lo que está queriendo la sociedad, sino, más bien, qué es lo que quiere consumir la sociedad, dónde podemos darle ese faltante emocional en el cual está la sociedad contemporánea, y ahí viene lo que mencionabas, la exaltación de los sentimientos. El mundo estaba lleno de temor, estaba enfrentado a una Guerra Fría, en cualquier momento iba a haber un conflicto bélico, hablando de bombas, que iban a destruir el país, etcétera.

Para no estar en temor, pues hay que exaltar los sentimientos, hay que exaltar, si se quiere, la banalidad de nuestra vida y la fragilidad de nuestra vida, ahí el mercado norteamericano y las propuestas del cine norteamericano vieron esas posibilidades, y las explotaron, y las siguen explotando de una manera brutal en estos sentidos. Lo que pasa que en nuestro continente, o en esta parte del continente, hay un aspecto fundamental que tú mencionabas,  la descolonialidad o la colonialidad. Todavía somos sujetos colonizados, nos estamos descolonizando, pero siempre estamos recurriendo —sobre todo— a pensadores y a propuestas estéticas europeas.

Estamos viendo hacia Norteamérica, todo lo que suene a Norteamérica nos suena a malo, nos suena a banal, nos suena a imperialismo, etcétera, pero Europa también ha hecho daño. A mí me gustaría que un europeo me dijera —un francés europeo— que propone la liberación. ¿Qué país fuera de Francia tiene una prosperidad económica, cultural, filosófica? Ninguno. Todas sus colonias están en pobreza extrema, aquí en Latinoamérica tenemos casos emblemáticos: Haití ¿Qué colonias de Inglaterra tienen auge económico?, salvo Estados Unidos. Fuera de eso, no hay, entonces, siempre estamos viendo hacia Europa.

A mí me molesta cuando dicen que la madre patria es España. Que tuvo una aportación, y es valiosa, no podemos quitarnos esa historia, pero sí podemos analizar o criticar cuáles fueron las partes buenas y las malas, siempre aprovechando esos recursos, y mirar, digamos, hacia nuestra condición contemporánea. Si se quiere criticar, perfecto, pero a partir de eso decir: “Vamos a buscar otras formas de expresión, otras formas de expresionismo latinoamericano”.

Y entonces, en esa descolonialidad han surgido propuestas estéticas. Yo decía Guillermo del Toro, que no es que sea un descolonizado de manera total porque tiene elementos también de nuestra cultura como los otros directores. Iñárritu y Cuarón, que son como los cineastas más representativos de nuestro país, no están descolonizados. Están pensando en otro tipo de cine y en otras temáticas, y eso es lo que nos hace falta.

O sea, decir que nuestro cine, nuestros cineastas, nuestros actores, nuestro mercado incluso, tiene mucho, mucho potencial. Y sí, a partir de ahí, una crítica descolonial del cine, imagínate, estaría súper padre. No hay tampoco propuestas estéticas que afronten ese tipo de temáticas, por el prejuicio de que pueden censurarnos, queremos llegar a otros países, vamos empujando muy bien, vamos teorizando en ese sentido, y estoy seguro que —en poco tiempo—nuestro cine va a estar tomando mucho auge en todos los derroteros.

Octavio Fraga: ¿Si te dijeran que una película sin intervención estética no es arte, te parecería absoluto ese enfoque?

José Rivera Guadarrama: ¿Una película sin intervención estética?

Octavio Fraga: ¿Es arte?

José Rivera Guadarrama: Para mí arte es todo lo hecho por un ser humano con una intención humana. Hay teóricos estéticos que dicen que los animales no humanos también hacen arte. Pero bueno, ellos no están pensando en nosotros, y nosotros tampoco estamos pensando en hacer arte o en hacer algo, lo que sea, para compartirlo con un tigre. Todo lo que hace el ser humano tiene una intención, y en esa intención o esa intencionalidad es lo que yo denomino arte. Toda propuesta estética, toda propuesta literaria, toda propuesta periodística, todo lo que sea humano tiene una intencionalidad artística.

Rancière decía: “Todo arte es político”, pero está tomando la palabra política desde el término griego, de polis, y la polis es lugar donde conviven los seres humanos, donde dirimen sus problemáticas. En ese sentido, todo el arte también, para mí, es político, porque está poniéndonos en cuestión a los seres humanos racionales en cierto aspecto.

Entonces, para mí toda propuesta estética, cinematográfica, tiene un sentido estético, en la intención de incidencia dentro de la sociedad o dentro de la polis, que ahí ya dentro de su propuesta, no sé, romántico, crítico, comercial, comedia, etcétera. Pero en sí, desde ese momento, para mí, ya es arte cualquier propuesta estética incluso desde el cine. Entonces sí, todo puede ser una expresión artística desde cualquier ámbito, lo que la diferencia es la intencionalidad con lo que se está haciendo, incluso el arte o el cine de propaganda tiene mucho de artístico. Hay tomas importantísimas de Leni Riefenstahl que han prevalecido hasta ahora, incluso, este director ruso de El acorazado Potemkin, Serguei Eisenstein. ¿No?

Hay tomas que quedaron para siempre, que han sido homenajes a ese tipo de propuestas estéticas porque se deben quedar ahí. Walter Benjamin, este teórico y filósofo, importante, alemán de la época del nazismo, él decía algo bien interesante: la política, o más bien la estética política hay que cambiarla por una politización de la estética. La política vista como el ejercicio del poder y la imposición del poder sí ha querido imponernos una estética, entonces ahí el valor del arte sería también cuestionar esa estética, poner dentro de la polis, o politizarla y decir: “A ver, ¿cuál es la condición política de estos momentos del cine?, ¿cuáles son las inferencias políticas, económicas del cine, de las propuestas cinematográficas de estos momentos?”. Para, a partir de ahí, crear otras alternativas y decir: “No, también existe este tipo de propuestas”. Entonces habría también que machacar mucho esos términos, pues para mí, todo el arte es político, y parte también de bases estéticas.

Octavio Fraga: La globalización catapultó la socialización del pensamiento y la postmodernidad tomó espacios en el continente, en todas zonas de nuestras sociedades, ¿Crees que la postmodernidad o estas corrientes postmodernas que ha habido en el arte, y que todavía están pululando en la sociedad global, contribuyó a un descafeinado del cine latinoamericano más auténtico?

José Rivera Guadarrama: El tema de la postmodernidad también habría que analizarlo desde distintas perspectivas, quiero pensar que estamos hablando de la postmodernidad desde esta postura de Lyotard. Él decía que la postmodernidad ya carecía de todos los grandes mitos, que ya no había grandes relatos. Después viene Fukuyama y dice lo mismo. O sea, la postmodernidad nos enseñó que esos grandes relatos no han funcionado ¿Cuál es el resultado del capitalismo?, pues esta brutalidad en la que estamos. ¿Cuál era el gran relato de todas las religiones? Pues que las sociedades vivan felices, que alcancemos la plena humanidad. Pues no existe, hasta este momento no existe. Entonces desde esa postura de Lyotard se acabaron los grandes relatos, es lo que estaba diciendo de alguna manera Kierkegaard en la época de Hegel.

Hegel pensaba en la totalidad del ser, y que al final el arte era una parte de esa totalidad, y Kierkegaard decía ¿qué pasa con los seres humanos? Sí somos una sociedad hecha, pero construida de individuos, en esa individualidad es donde debemos también estar cuestionándonos. Kierkegaard fue uno de los grandes críticos de la dialéctica hegeliana, y ese papel o esa función también viene a analizarla Lyotard con su tema de la postmodernidad.

La modernidad comienza, o es parte fundamental de la industrialización, y como decía al principio, para mí el cine es la culminación de esa modernidad o de esa industrialización; entonces el cine inserto en esta postmodernidad lo que tendría que hacer es explorar también esas otras propuestas o esas otras temáticas que aún no están exploradas.

Para mí, la postmodernidad no es algo malo, algo descafeinado, sino más bien es como ponerle nombre a lo que viene después de la modernidad. Termina la modernidad, digámoslo, viene la postmodernidad, como terminan todas las corrientes artísticas y vienen las vanguardias y después las postvanguardias. Pero eso para mí no quiere decir que seamos una sociedad descafeinada o una sociedad que no tenga alguna ruta o algunos objetivos claros. Sí los tenemos, pero hay momentos como este de Rusia, que está invadiendo todo ese tipo de cosas, que coartan esas aspiraciones sociales, entonces desde una propuesta estética lo que tendríamos que hacer es retomar y remontar, además, esos conceptos.

El cine, para mí es una herramienta fundamental que nos puede dar todo ese tipo de expresiones porque no sólo es imagen y no sólo es audio, sino también es una corporalidad. Entonces, el ser humano, desde su corporalidad puede impedir y puede incidir en la sociedad, lo que el cine hace es hacer explícitas cuales son nuestras capacidades corporales, de comunicación o de transmisión de un mensaje si se quiere politizado ¿Qué mejor? ¿no?, pero necesita el cine.

Lo postmoderno no me daña, no me siento mal con esa palabra, al contrario, me gusta analizarla y decir, “Pues sí, es una postmodernidad”, pero no quiere decir que todo esté acabado o que todo esté explorado, hay que hacerlo incluso más explícito todavía para que a partir de eso entonces ahora sí podamos decir, la postmodernidad superó incluso a la modernidad, y eso es lo que me gustaría, que el cine postmoderno supere al cine moderno o pre-moderno.

Octavio Fraga: Coincidirás conmigo en que el modelo industrial europeo y estadounidense es el que está abarcado en todos los países de nuestro continente. Ubicándome en la ficción, ¿no pensarías tu que una suerte de cine artesanal podría ser una vía para hacer un cine auténtico, diferente, en América Latina? Digo artesanal ubicándome en cómo se hace en nuestros países el cine documental, por la precariedad, por las condiciones difíciles de producción que te impulse a replantearte modelos de estéticos.

José Rivera Guadarrama: Sí, me gusta muchísimo el concepto de artesanal. Yo me considero un artesano, y un artesano, sin saberlo, es un deconstructor. El artesano está a la base de todo, pero también proyectando deconstrucciones. Entonces sí, nuestro cine o nuestras propuestas de cine latinoamericano mantienen en la base cierta propuesta artesanal, pero no ya ubicada como una precariedad o como una falta de imaginación. Nuestros cineastas ya tienen todo un conocimiento también estético, están revalorizando esa cultura que permanece ahí. La están revalorizando y la están explorando apenas. En ese sentido, lo artesano no quiere decir antiguo, no quiere decir inadecuado, sino más bien propositivo con bases, digamos, sólidas, y a partir de ahí van hacia un cierto progreso. Es como delimitar también cuáles son nuestras posibilidades y cuáles son las herramientas que tenemos a la mano, y a partir de ahí construir otros aspectos.

Y sí, el cine de otros países y de otros continentes es brutal, pero ahí en esa brutalidad estamos también nosotros. El cine de la India también es muy amplio, tiene toda otra temática, pero no se compara a nuestro cine. Y otra cosa que te iba a comentar, que viene a colación con estas invitaciones que estás haciendo y con todo el equipo ustedes que están logrando ese diálogo constante entre diversos países, entre diversas culturas, entre diversas formas de hacer cine, formas de expresarse, que nos da este acercamiento, que decía también Rancière, romper esa brecha, esto es importante.

Y también quería felicitarlos por esta iniciativa. Esto es lo que hace falta también, dialogar, ponernos en debate, cuáles son los temas, cuáles son las directrices que podemos vislumbrar en el cine. Entonces la tecnología también nos está dando esta forma de conocer otras culturas, allí es donde yo a la globalización le agradezco o veo la parte positiva, porque estamos conociendo otras culturas de manera inmediata. Ya no tenemos intermediarios, ya no hay un maestro o una institución que me diga: “La cultura europea en este momento, o el cine europeo, está en estos momentos o de esta manera”. Yo puedo constatarlo de inmediato. Entonces esta globalidad, esta interacción entre todos nosotros es vital, y es fundamental aprovecharla, para saber cuáles son las condiciones de otros países y dónde estamos también nosotros con nuestras propuestas estéticas; aunque muchas veces replicamos ciertas partes o ciertas corrientes, no importa. Pero también estamos aportando muchas propuestas desde nuestras trincheras y desde nuestro desarrollo, también del cine.

Entonces al cine revolucionario, clandestino habría que darle una identidad y expandirlo, exportarlo, mundializarlo o globalizarlo. Cambiaría el término de globalidad o de globalización por lo que Manuel Castells menciona, la glocalidad. Ya es un mundo local, somos una globalidad local, tenemos bien diferenciados nuestro lenguaje, nuestro comportamiento, etcétera. Es muy difícil que desconozcamos las características actuales de otra parte del mundo, la interconexión tiene esas ventajas y debemos aprovecharlas también para integrarnos, integrar todas las propuestas en esta glocalidad mundial.

Octavio Fraga: Esta es la última pregunta, además, te agradezco tu paciencia, pero me parece una pregunta importante. En nuestro país le damos mucha importancia a los valores culturales, a la identidad, a lo que nos hace cubanos, y sé que en México por supuesto también. Te pregunto, insisto en el tema de la estética ¿Crees que es importante o es útil el que haya una intencionalidad estética por parte del cineasta del país que sea para lograr un resultado narrativo, cultural, etcétera, en función del lector fílmico?

José Rivera Guadarrama: Sí, por supuesto, ahí el problema es que no podemos medir de inmediato cuáles son los resultados; es decir, cuando un director de cine o una productora de cine lanza una película con determinada temática pues no podemos medir el nivel de incidencia en ese sentido, y yo creo que las artes no tienen esa labor. Entonces la propuesta estética de nuestro continente, de nuestro país, pues es eso, exaltar cuáles son las condiciones de nuestra educación, de nuestra cultura, de nuestra política, de nuestro nivel socioeconómico incluso, y sobre todo —a mí me gusta eso— pensar siempre en una unidad de nuestro continente exaltando todas las riquezas naturales que tenemos, y hacerle frente, por supuesto, a otros continentes. Yo siempre voy a exaltar a mi continente, a mi continente americano, porque sin dudas unidos con todas las artes, podemos superar a otras propuestas estéticas contemporáneas, no sólo estéticas sino también políticas, educativas, ideológicas, etcétera.

Una propuesta de unificación estética sería relevante y estaría muy bueno lograr ese objetivo ¿Cómo podríamos integrar a todos los países? impulsando, digamos, de alguna manera, algún proyecto estético desde las distintas disciplinas, cine, literatura, etcétera, y ver cuál sería el resultado, no sería inmediato, por supuesto, ni siquiera sabemos predecir cuál sería el resultado, pero como continente yo creo que ese esfuerzo debe ser fundamental, e ir pensando cómo integrar. Insisto, esto que ustedes están haciendo es un gran esfuerzo también por integrar toda esa parte propositiva.

Octavio Fraga: Gracias, José. Bueno, nuestra gratitud por tu tiempo, has estado conversando una hora y dieciocho minutos con nosotros, en nombre del equipo de “Diálogos en reverso”, de la Unión de Periodistas de Cuba, te agradecemos tu tiempo, tu paciencia y tus ganas de aportarnos tus ideas, de compartirlas. Muchas gracias reiteradas desde La Habana.

José Rivera Guadarrama: Un abrazo a todos desde México también, y a todo el continente, seguimos.

Octavio Fraga: Un abrazo para ti, cuídate mucho.

José Rivera Guadarrama: Gracias, hasta luego.

Octavio Fraga: Hasta luego.

Leer más

Javier Couso: La industria y la cultura cinematográficas tienen que estar apegadas a la realidad

Javier Couso. Trabajador audiovisual español

Por Octavio Fraga Guerra @CineReverso

Transcripción de la entrevista a Javier Couso, trabajador audiovisual español, en el espacio Diálogos en reverso de la Unión de Periodistas de Cuba, realizada el 23 de febrero de 2022 sobre el tema Cine español contemporáneo: el de la gran pantalla y el de otras.

Octavio Fraga: Hola. Son la una de la tarde hora de Cuba, siete de la tarde hora de España. Como cada miércoles “Diálogos en reverso”, un espacio de la Unión de Periodistas de Cuba. Hoy tenemos otro gran invitado, un entrañable amigo, Javier Couso de España. Para esta cita se ha querido presentar como trabajador audiovisual. Bienvenido.

Javier Couso: Buenas tardes y muchas gracias por la invitación, es un placer verte de nuevo. Es cierto, somos amigos ante que compañeros de batallas audiovisuales, sobre todo personales. Para mí es un placer no sólo verte de nuevo, sino estar en este espacio. Un saludo a todo el equipo técnico también.

Octavio Fraga: Gracias Javier. El estilo del prólogo de este espacio es hacer una presentación del invitado, prefiero, como siempre, leerlo. Me ha costado reducir su historia, pero es importante que la gente conozca a nuestro invitado. Se formó como técnico de sonido cinematográfico en la Escuela de Radio y Televisión Española, tiene un diplomado en periodismo audiovisual en el Instituto Internacional de Periodismo José Martí, de La Habana. Ha ejercido oficios como periodista, productor, cámara, realizador audiovisual, editor. Es músico, también librero. Durante su trayectoria como eurodiputado en el Parlamento Europeo —entre 2014 y 2019— fue vicepresidente de la Comisión de Asuntos Exteriores y miembro de la Comisión de Seguridad y de Defensa de este organismo internacional, además de formar parte de la Comisión Especial sobre Terrorismo en esta Cámara. Fue portavoz de grupos de apoyo a los procesos de paz en Siria y vicepresidente del grupo parlamentario de amistad con Cuba. Durante su legislatura realizó entrevistas a personalidades como a nuestro ex-ministro de Cultura Abel Prieto, así como a los ex-presidentes Dilma Rousseff, de Brasil, y Rafael Correa, de Ecuador. Es miembro fundador de la Red en Defensa de la Humanidad, capítulo España. Es además miembro fundador del colectivo Hermanos, Amigos y Compañeros de José Couso, una causa que en Cuba seguimos y acompañamos. Ha sido jurado del premio de ensayo Pensar a Contracorriente que se otorga en las jornadas de la Feria del Libro de La Habana. Participa habitualmente en foros sociales en temas relacionados con los movimientos progresistas. Su último trabajo audiovisual fue la dirección del documental Una mosca en una botella de Coca Cola, que aborda el tema de la desinformación en España. Es también coautor del libro En pie de calle. Reflexiones para tiempos convulsos, publicado por el sello editorial Akal.

Es un intelectual que desarrolla una intensa labor por lo que cree, por lo que piensa.

El tema que pactamos para hoy Javier y yo, lo hemos querido nombrar “Cine español contemporáneo: el de la gran pantalla y el de otras”. Empiezo Javier con la primera pregunta para no perder ni un minuto. Este titular asume que coexisten dos tipos de cine en España. El que barniza la sociedad española y el que asume una narrativa crítica, ¿cómo es la relación entre estas dos maneras de fotografiar la realidad española, y qué jerarquía tienen en los espacios de exhibición en España?

Javier Couso: Bueno, hay un cine que podríamos llamar, hablando en palabras entrecomilladas, mainstream o grande. Un cine de situación, de comedia, realmente acrítico con las cosas que están pasando con el sistema en que vivimos. Es el que domina prácticamente la gran pantalla a pesar de todo hay una corriente —siempre la ha habido— del cine español que también ha intentado contar la situación que se vive y sus contradicciones en una sociedad de capitalismo avanzado producto de un problema estructural económico. En primer lugar, esos cuarenta años de dictadura franquista que tuvimos, y luego, la integración directa por parte del gobierno: primero de la Unión de Centro Democrático (UCD) y luego del Partido Socialista. Hay que sumar eso que se llama la Unión Europea, que ha repercutido evidentemente en nuestra economía al imponérsenos una moneda como es el euro. Una moneda cara que sirve mucho a Alemania y una Unión Europea que gira en torno a Alemania. Con la entrada del euro y también con la división internacional del trabajo europeo, a España le ha tocado el sector servicio, el sector terciario. Se ha abandonado prácticamente un sector como el de la agricultura, bastante importante, aunque sigue existiendo, sobre todo en el eje Mediterráneo; también están los grandes latifundios en Andalucía. Algo pequeño queda en el norte de España, en Asturias y Galicia. La flota pesquera también abandonada —la segunda más significativa del mundo después de Japón— con una desindustrialización evidente. Eso el cine lo ha ido recogiendo, hemos tenido películas que han retratado no sólo la lucha, que es muy importante, también lo más doloroso, la derrota del movimiento sindical frente a estas agresiones del capitalismo Unión Europeo, como yo lo llamo.

Las grandes pantallas o los cines de mi país los dominan las producciones de Hollywood. Como sabéis, trabajan con los súper villanos esa narrativa que comparo mucho, en algunas cosas, con Hollywood —sobre todo en el momento de la Guerra Fría— y con las máximas de Goebbels. Tiene mucho de continuidad en toda esa construcción cultural del mundo de la bipolaridad de Yalta, que ha sido hasta el día de hoy muy maniquea, apelando sobre todo a los sentimientos de un súper villano, etcétera, etcétera. Pero eso es lo que domina, como pasa en todo el occidente capitalista.

Afortunadamente todavía hay lugares en España para películas que impactan y que hacen pensar. Podríamos hablar, por ejemplo, una que ha recibido unos cuantos Goya, se llama Maixabel, de Icíar Bollaín, la recomiendo a todo el mundo. Aborda el drama que se vivió aquí con ETA, con el terrorismo de ETA. Se hizo en el país vasco que es donde sucedieron la mayoría de estos atentados. Es una iniciativa por parte de los familiares de personas asesinadas, de reunirse con activistas de la banda terrorista ETA que estaban arrepentidos. Es una película que llega al corazón, técnicamente increíble.

Para no volver a repetirme, conviven las dos. Y todavía sigue existiendo, afortunadamente, este cine social. Yo, me he dedicado al documental y al reportaje largo periodístico, pero hay pocas ayudas en España para estas miradas. Y es bastante complicado, aunque consigas una pequeña subvención de la Unión Europea o de alguna comunidad autónoma; también luego para la exposición o para la exhibición en cines.

Octavio Fraga: En buena parte de los países de América Latina hacer cine es todo un desafío, ¿se repite esta fotografía en España?

Javier Couso: Pasa absolutamente igual, es exactamente igual. Yo me he dedicado más a la comunicación periodística, he trabajado en programas de entretenimiento, pero te das cuenta de que es un medio carísimo y necesitas —para hacer cine— toda una complejidad técnica. El séptimo arte exige también muchísimo dinero, entonces hay una dificultad grande para hacer. La gente, como en todas las partes se va —como decimos en una frase muy española— buscando la vida, inventándose cómo lo puede hacer. Hay unas cuantas escuelas de cine en España y los jóvenes talentos tienen que luchar muchísimo. De toda esa inspiración juvenil y de todos los egresados de las escuelas de cine y de televisión, muy pocos al final acaban pudiendo llevar su material. Supongo que pasa igual en América Latina. Se empieza evidentemente con cortos, trabajando el corto documental o el corto dramático. Presentarlo en los festivales y de ahí conseguir algún patrocinador, algún productor que te pueda poner dinero para poder dar el salto al mediometraje y después al largometraje, es una carrera bastante complicada.

Octavio Fraga: Esta pregunta no estaba en el tintero, hablas de patrocinador, ¿ese patrocinador no te condiciona la política editorial de la película que quieras hacer?

Javier Couso: Siempre, siempre te condicionan, sobre todo cuando tratas temas complicados. Aquí se habla de que existe mucha libertad de expresión, libertad de información. Tú puedes decir prácticamente lo que te dé la gana, excepto meterte con el Rey. De hecho, tenemos un cantante, como Pablo Hásel, en prisión por haber hecho en unas rimas de hip hop críticas con el Rey. La monarquía está blindada, el tema del terrorismo también puede acarrear responsabilidades penales, puedes hablar de todo lo demás. Lo que pasa es que no tienes altavoz, el problema es el altavoz, el altoparlante. Cómo lo decíais en Cuba, si no te escucha nadie pues no sirve para nada.

Evidentemente asumimos los modelos comerciales con toda la característica intrínseca de prácticamente cero críticas, así tienes menos problemas. Pero en las problemáticas que se abordan, y sobre todo para esa dialéctica que tiene que tener el cine —sobre todo el cine documental o el cine dramático con aspiración social— tienes muchos problemas, y hay temas que están absolutamente vetados, vetados también a nivel comunicativo.

Nosotros tenemos un grave problema en la comunicación española, en el periodismo español. Realmente hay dos grandes oligopolios, dos grandes empresas que tienen múltiples periódicos. La televisión pública y algunas televisiones públicas autonómicas deberían contrapesar y dar espacio a las diferentes sensibilidades que hay en la sociedad española, pero eso no es así. Por ejemplo, estamos cerca de una conflagración militar en Europa, otra vez, en la frontera entre Ucrania y Rusia, sobre todo por la expansión agresiva de la OTAN cercando a un país como Rusia. Es nuestro vecino que nos suministra toda la energía y muy pocas veces encuentras voces críticas. Prácticamente el cien por cien de los medios de comunicación lo que hacen es reproducir directamente esa narrativa. Se ha demostrado además que prácticamente lo que elabora el Departamento de Estado estadounidense o los diferentes servicios de inteligencia occidentales, es de lo que se informa.

Octavio Fraga: ¿Qué relevancia le da el estado español a la cultura y en particular al cine? ¿Qué diferencias avistas en materia de política cultural en comparación con el resto de los países de la Unión Europea?

Javier Couso: A partir de la guerra de Irak, en el año 2003, donde además fue asesinado mi hermano por tropas estadounidenses, el cine y el mundo de la cultura se convirtió en una de las puntas de lanza de esa batalla ciudadana que fue mayoritaria. Se hablaba de que prácticamente el noventa por ciento de la sociedad española abominaba esa intervención en la que nos metió el ex-presidente José María Aznar. En la gala de los Goya donde se entregan los premios del cine nacional, por desgracia una copia prácticamente de lo que son los Oscar, los actores, actrices y los directores, se convirtieron en una punta de lanza contra la guerra. A partir de ese momento hay un divorcio grande entre la derecha que representa el Partido Popular, pero también con el surgimiento de la extrema derecha con el partido Vox. Arremetieron contra los actores y las actrices españoles que mayoritariamente son de izquierda.

Hay que decir que con los gobiernos del Partido Socialista —hay directrices y directivas europeas en torno a apoyar la cultura— se han dado una serie de ayudas a diferentes producciones, pero también hay una mirada crítica. Por ejemplo, si hablaras con Willy Toledo, pues ves cómo ha sido represaliado por sus actividades solidarias con Cuba, ha perdido incluso trabajos.

El gran paradigma en ese sentido es Francia, por la acertada política de apoyo a la cultura nacional. Es increíble la producción de cine francés, se ha intentado hacer por parte de la Unión Europa —entre las pocas cosas buenas que yo le veo a esta Unión Europea neoliberal— la promoción de la cultura europea intentando contrapesar un poco a la cultura hollywoodense, o por lo menos tener una industria cultural propia. Creo que se ha quedado a medio camino, pero sería un mentiroso si dijera que no está presente el apoyo a la cultura. Los grandes emporios económicos tienen toda esa maquinaria de abogados y personas que están buscando subvenciones y consiguen el dinero. En cambio, los jóvenes creadores, las personas que empiezan o los que son más independientes, lo tienen más difícil. No tanto para conseguir una subvención sino para realizar su promoción, una obra que no puede ver la gente es una obra muerta.

Octavio Fraga: El período franquista ha sido fotografiado, sobre todo por el cine documental. ¿Cuál es la mirada que tienen los jóvenes cineastas españoles sobre ese período horrendo de la historia española?

Javier Couso: Vuelve a salir aquí el genio del mal, el ministro de propaganda nazi Joseph Goebbels. El fascismo en aquel momento, sobre todo el nazismo, definió claramente su apoyo al cine por parte de sus dirigentes. La industria alemana, tanto del cine como de los reportajes bélicos y políticos era potentísima. La imita Mussolini en Italia y Franco por medio del NO-DO, que era el noticiero documental. Se ponía en los cines todo un programa para exaltar al régimen fascista. Hay mucho archivo documental de la resistencia antifranquista, una resistencia que duró cuarenta años y que tuvo muchos muertos. A partir de los años sesenta, con la incorporación de la televisión, en la transición democrática a partir del año ‘75 —cuando muere Franco— hay un proceso democrático, que de eso también tendríamos que hablar mucho. Una democracia bastante condicionada porque no hubo una depuración de los elementos franquistas, tampoco se vio mucho en Alemania. También podríamos debatir mucho sobre eso.

Martín Patiño, por ejemplo, reflexionó sobre lo que había pasado en el momento que estaban viviendo, un momento de efervescencia política y social. Luego ha habido muchos directores y directoras que han ahondado en la memoria democrática. España es el segundo país del mundo con más desaparecidos, el segundo país del mundo. Se estima entre ciento veinte mil y ciento cuarenta mil compatriotas enterrados en fosas, en las cunetas y andenes de las carreteras. También en los campos, en tapias. En los primeros quince años del franquismo se fusiló a más de doscientas mil personas, pues cerca de ciento cuarenta mil aún siguen enterradas, y ningún gobierno democrático ha querido meterse en esa faena, recoger a todos estos compatriotas y honrarlos. Ha habido una batalla muy militante por parte de algunos directores que ha hecho eco en el cine como puede ser Almodóvar. Afortunadamente hay un trabajo por la memoria democrática y antifascista de los cineastas de recordar todo aquello que pasó, porque la gente joven, al no haber un programa —como tendría que haber en todas las escuelas— para explicar lo que pasó por desgracia se olvida mucho.

Documentalísticamente, grandes directores, como puede ser Bardem, Camus, muy cercanos al Partido Comunista, o Berlanga, que trataron de hacer dentro de la dictadura franquista un cine social luchando contra la censura. Ellos consiguieron verdaderas obras maestras del costumbrismo y lo que era la realidad cotidiana de esa vida gris, de vivir bajo una dictadura nacional católica militar durante cuarenta años.

Octavio Fraga: En estas dos últimas décadas y la anterior, España ha sido escenario de grandes crisis económicas, sociales, políticas. Conflictos que han sido fotografiados por los jóvenes realizadores de tu país, ¿cómo valoras esas piezas, qué interpretación le darías a esas obras?

Javier Couso: Esos períodos convulsos —tanto de lo que se llamó la reconversión industrial, que fue nuestro proceso de desindustrialización, exactamente igual con todas las luchas que se han desarrollado en torno a la vivienda o la sanidad pública— han sido recogidos por algunos de los directores y directoras de nuestro país. Películas como Barrio, donde se empezó hablar a finales de los años noventa de aquella juventud que se quedaba fuera de todo ese proceso de entrada en la Unión Europea en esos barrios. Antes, en los setenta, la caracterización de lo que fue la delincuencia en los barrios populares. Tal y como se desarrolla el capitalismo, los campos se abandonan y la gente tiene que ir a buscar el trabajo a las grandes ciudades, también ha pasado en América Latina con mayor dimensión. Pues se forman barrios con desatención y con graves problemas de equipamiento. También hubo mucho cine, se llamó el cine quinqui, que era también una crítica social y en estos veinte años podríamos hablar sobre todo centrados en eso. En la inseguridad social de la juventud, en la precariedad, somos el segundo país después de Grecia con mayor desempleo juvenil, que ronda a veces cerca del cincuenta y pico por ciento. Hemos estado entre el cuarenta y cinco y el cincuenta y tres por ciento y, sobre todo, el fenómeno de una juventud desplazada. Porque ha hecho mucha mella el neoliberalismo y su industria cultural, de lo que se ha llamado los chonis, la gente de barrio que lo que le gusta es trabajar para luego salir a bailar y todo el fenómeno de las drogas asociadas a la cultura en España —que es muy potente por desgracia— sobre todo esas nuevas drogas de las pastillas, el éxtasis y todo lo asociado, como el crack, la cocaína, la heroína que golpeó mucho mi país. Hay algunos directores que han abordado ese desplazamiento y esa juventud olvidada por el gran sistema. Yo creo que, afortunadamente, aunque no es mayoritario, sí ha habido muchas representaciones de todos estos fenómenos que hemos estado viviendo.

Octavio Fraga: Al principio lo citabas, me refiero a Pablo Hásel, el rapero preso que tiene una condena de entre dos y cinco años de cárcel por cantar expresando su posición sobre la legitimidad de la monarquía y la vida corrupta del Rey emérito Juan Carlos. ¿Cómo es el tipo de censura que se produce con los cineastas que son críticos a los temas complejos de la sociedad española?

Javier Couso: Bueno, lo que realmente se hace es una censura previa. Al no financiarlos, no darles salida comercial, no haber lugares de exhibición, que no se muevan por el lucro. No hay una firme voluntad de obligar a las empresas privadas de televisión a que pongan el cine que desarrollan los autores jóvenes, la gente crítica, por lo tanto, ese es el tipo de censura que se articula. No es una censura directa, lo que sí hay es una censura en otros escenarios, sobre todo musicales, y también de obras de teatro. Incluso, se han metido en la cárcel, por ejemplo, a unos titiriteros acusándolos de ETA cuando no decían en su obra nada, era una crítica precisamente a ETA y fueron metidos en la cárcel. Todo viene de la efervescencia social que hubo a partir de la crisis, primero la subprime en Estados Unidos, y posteriormente el estallido de la burbuja inmobiliaria en España que arrastró además una crisis de deuda y de recalificación de la deuda, y de todas las recetas neoliberales de lo que se llamó el “austericidio”, de obligar a que se separara la deuda de los intereses privados de la banca por encima de la salud y la educación, y ahí tuvimos una efervescencia social impresionante. En ese contexto surge Podemos, primero fue el 15-M, las acampadas en las plazas y todo eso. En ese momento gobernaba la derecha, el Partido Popular, que desarrollaron unas leyes que han sido calificadas como leyes mordaza, que penalizan absolutamente la protesta social, asociado además a penas de prisión, pero también a multas económicas —como hacía el franquismo— que muchas veces no te metía en la cárcel, pero te arruinaba por medio de multas. Toda esa arquitectura, que todavía no ha sido derogada por este gobierno, supuestamente progresista, es la que ha permitido todas estas anormalidades que se producen y que además llevan aparejadas reprobaciones por parte del Tribunal de Derechos Humanos de Estrasburgo que es de obligado cumplimiento. Y hemos tenido, varias veces, sentencias en contra de España, tanto por censurar a artistas como por represalias de todo tipo, por esos temas que en teoría no se pueden tocar. En una sociedad normalizada no habría ningún problema para que hubiera un debate sano entre los creadores. Y sobre, todo en ese tipo de música como el hip hop, el punk, el hardcord, o el metal, que es de crítica social.

Octavio Fraga: En la plataforma Netflix se pueden ver películas españolas y también series. ¿Qué opinión te merecen los contenidos de Netflix, lo que se está exhibiendo, lo que se está ofertando en esa plataforma tan mediática y tan global?

Javier Couso: Bueno, hay cosas que me gustan, de ahí han salido series potentísimas como por ejemplo Fariña, es la que me viene ahora mismo a la cabeza. Fariña. Al norte, noroeste de España, en Galicia, entraba durante mucho tiempo la droga. En las zonas cercanas a Portugal, en las rías, que tienen muchos acantilados y que te puedes esconder muy bien, se dedicaron al contrabando, normalmente de tabaco con Portugal. Por ahí empezaron a entrar los cárteles de la droga colombianos y después los mexicanos. Y se produjo una destrucción, prácticamente, de la juventud gallega, incluso los narcos en vez de pagar con dinero las descargas de las lanchas que llegaban con los fardos de cocaína, se les empezó a pagar con droga, y eso supuso un ataque social. La serie me impactó profundamente porque además vincula, indisimuladamente, los contactos entre los narcos gallegos y algunos políticos del Partido Popular español, que es el partido más corrupto de Europa. Entonces tienes esta serie que es muy interesante y luego tienes lo que llamo basura mainstream. Pasa como en las redes sociales o las noticias donde debes tener la cultura de discernir. Por desgracia no se trabaja en la educación para ello, la capacidad para distinguir lo que es bueno y lo que es malo. Otra serie que ha tenido mucho éxito como La casa de papel, de éxito global en el mundo, no me ha gustado prácticamente nada.

Yo tengo casi todas las plataformas, pero más que Netflix, aunque sé que es el fenómeno global más importante, yo sigo más una plataforma catalana que se llama Filmin que se dedica al cine de autor, al buen cine, a las series desconocidas por el gran público. Ahora estoy viendo una serie noruega sobre el terrorismo islamista que va teniendo, poco a poco, su presencia, aunque trata más el cine culto, el cine con profundidad social.

Netflix yo lo he consumido, no tengo ningún problema. Lo que me da miedo es que pueda ser hegemónico. Las grandes plataformas, al final, acaban pudiendo limitar lo que es la creatividad o enterrar la creatividad y sobre todo la diversidad, como pasa con Facebook y el Metaverso, como pasa con las grandes plataformas. Hay que empezar a embridarlas porque tienen presupuestos que superan a los de un estado pequeño, tomando incluso como referencia el producto interior bruto de cualquier estado pequeño. Se convierten en monopolísticas y debemos de combatirlo, y eso sólo se puede hacer con leyes y un consenso internacional.

Lo consumo porque vivo dentro del capitalismo y hay que consumir toda la producción cultural, y algunas están muy bien hechas, pero pondría el acento en ese control que deben ejercer los estados. ¿qué es lo que busca el neoliberalismo? Quitar a los estados la capacidad democrática de controlar los mercados. Entonces nos iríamos a la distopía que es la que quieren los dueños de Facebook. Por eso se han ido a lo que se llama ahora el Metaverso.

Internet nos permite un programa como este que estamos haciendo, para enterarnos de otro tipo de cosas, de otras miradas. Pero va dominando en la juventud, va desplazando a la televisión, y hay que controlarlo. La manera de controlarlo es, precisamente, esos universos cibernéticos que requieren mucha inversión, y en la cual a ver cómo nos inventamos. Los pueblos siempre nos inventamos, nos inventaremos para hacer guerrillas, pero por desgracia depende tanto del dinero, algo que es también un problema para las grandes producciones cinematográficas.

Octavio Fraga: ¿El cine que se hace en España es bien recibido por los españoles, es consumido? Sabes que en otros países de América Latina lo que más se consume es cine estadounidense.

Javier Couso: España está dividida ideológicamente por episodios de gran tensión. Por ejemplo, en el proceso independentista catalán ha habido una polarización extrema en nuestro país, polarización total. La extrema derecha, representada por Vox, tiene una desafección grandísima por la cultura y el cine español, lo denostan continuamente, porque le dan una caracterización ideológica a sus creadores. La mayoría de las personas que están en la cultura, en la producción audiovisual en mi país son gente progresista o de izquierda y eso molesta mucho a la derecha española. Porque, de hecho, han gobernado y posiblemente pueden gobernar cada vez más extremizados y en ese sentido hay una dicotomía. Con una serie de películas cercanas a la comedia costumbrista, por ejemplo, la serie de Torrente, que es un policía español estereotipado, fascista, pero que va en torno a la comedia. Han sido número uno compitiendo con las grandes producciones de Hollywood. Es cierto que hay pocas películas o pocas obras así que hayan llegado a la masividad que llega el cine estadounidense. Pero es cierto que en esa producción, típica de la comedia española, sí han llenado las salas a un nivel impresionante. Es una batalla complicada, sobre todo con esas grandes superproducciones de Hollywood. Por ejemplo, los súper héroes nos invaden la producción audiovisual en los momentos de Navidades o de verano. Ese cine Disney o Pixar destinado a la infancia, a la juventud, pues es prácticamente imposible competir con ellos, porque la animación requiere muchísimo dinero.

Los paradigmas dramáticos son demasiado rápidos y nos han acostumbrado a eso. Yo a mi hija le puse una vez la serie The Wire, que recomiendo a todo el mundo, tiene cinco temporadas. Analiza muy bien el capitalismo estadounidense, es de muy buena factura dramática y te engancha. Pero es una serie que tiene un crecimiento lento y Hollywood nos ha acostumbrado al paradigma dramático de los cinco minutos, nos ha ido acostumbrando a esa inmediatez. Eso es lo que me da miedo de la potencia cultural estadounidense, que cada día es más frenética, y cada día lo que busca es que tu capacidad de asombro tenga que ser citada para que un audiovisual sea interesante.

Octavio Fraga: ¿Qué peso tiene la crítica de cine que se hace en la sociedad española, en el consumo de cine?

Javier Couso: Bueno, sobre todo hay grandes programas de crítica cultural de cine en la televisión pública, en la 1 y en la 2; en la 2 sobre todo. Por las noches hay un programa que se llama El cine español, con un coloquio anterior o posterior —no me acuerdo ahora mismo— un cine fórum con los directores sobre obras españolas.

Octavio Fraga: Lo conducía una actriz española.

Javier Couso: Sí, antes era Cayetana Guillén Cuervo. Luego estaba también Días de cine, que es un programa que yo procuro ver siempre porque te hablan de todas las novedades, pero también un poco de historia de cine. Luego tenemos el problema de lo que hablaba antes, de los dos grandes monopolios, de oligopolios podríamos decir, de la prensa española, que sólo promocionan las películas que hace su grupo empresarial. Entonces, realmente, no hay una cultura, no hay una actividad cultural que enseñe y transmita; comparado, por ejemplo, con Cuba. Pues estamos a años luz, excepto esas honrosas excepciones que te estoy nombrando.

Octavio Fraga: ¿Desde tu perspectiva cuáles son los temas que aún faltan, que no han sido abordados por el cine español contemporáneo, esos temas que deban incluirse o abordarse por el cine español?

Javier Couso: Bueno, desde el género bélico, que a mí me gusta mucho, no se ha abordado muy bien, por ejemplo, la guerra civil española. Se ha abordado de manera más ideológica quizás, pero un buen cine, y en eso estoy viendo que tanto los chinos como los rusos están haciendo una labor impresionante. Los rusos de antes están escribiendo su historia, y precisamente ellos pusieron veintisiete millones de muertos en la Segunda Guerra Mundial, y la historia la había contado toda Hollywood. Entonces yo creo que nos hacía falta eso.

También hace falta acercarse a las últimas realidades que hemos vivido, los movimientos underground, los movimientos de ocupaciones, de antifascistas, todo aquello que surgió a partir de las plazas, eso debería ser abordado. Y luego hay un problema grave de despoblamiento del campo, los centros rurales cada vez están con menos servicios, están muriendo los pueblos, y yo creo que es una realidad que se podría y se debería contar. Tú miras a la calle, la realidad cotidiana, y puedes contar muchas cosas. Yo creo que eso es lo que también nos falta.

Igual estaría bien abordar la participación nuestra en Irak, sobre el tema Aznar, aunque se ha cubierto con algunas películas. La verdad que sí se ha cubierto, pero se debería cubrir más. También se ha cubierto el problema de los feminicidios, no somos el país que tenemos más gravedad a pesar de ser terrible el terrorismo machista y el asesinato de mujeres en mi país en comparación, por ejemplo, con los países nórdicos que es menor. Aquí se ha decidido que una manera de combatirlo es contarlo, y aunque ha habido películas, hay que profundizar más sobre ello. Se impone abordar todo el tema de las agresiones a las mujeres, que es un tema candente en mi país.

Octavio Fraga: Hay un viejo debate en torno a si es posible hacer un cine culto y entretenido ¿Cuál es tu mirada sobre eso?

Javier Couso: Es un tema imprescindible de abordar, pasa también con la televisión. Por ejemplo, se producen en Cuba, Venezuela, Nicaragua; tenemos que competir al mismo nivel. En el sentido de que tiene que haber programas reposados, pero tiene que haber programas también rápidos, tienen que estar conectados con la realidad cultural de la calle. Quizás los indios y los chinos han sido capaces de crear unas industrias del cine muy apegadas a su cultura, estamos hablando de dos países que tienen más de mil millones de habitantes, pero muchas veces se confunde la crítica o la mirada desde la izquierda, desde el progresismo, con una especie de meta…, una palabra que se dice en Cuba…

Octavio Fraga: Metalenguaje, la metatranca también se dice.

Javier Couso: Metratranca, sí. Entonces yo creo que hay que huir de eso y creo que las nuevas generaciones están ya huyendo de eso. Para que algo sea interesante no tiene que ser aburrido y al revés. He trabajado mucho sobre eso e incluso escribí artículos sobre el tema ¿Cuál es la industria cultural ahora que mueve más dinero que el cine y la música juntos? La de los videojuegos. Pues ahí debe de estar también la mirada desde el momento preciso, lo que pasa es que ahí hay que invertir también muchísimo dinero. Yo juego; soy un video jugador, ahora estoy con Call of Dutty Vanguard, que tiene muchas escenas y muchas partes cinematográficas. En la mirada de las cámaras, cuando lo estudias, te das cuenta que se podrían contar muchas épicas con este recurso. Ahora estoy con una francotiradora rusa, pero estaría bien también combatir con un joven cubano o joven cubana en Girón, en la gesta de Martí, o en la gesta del libertador Bolívar. Curiosamente, yo tengo dos juegos de Hezbollah, una fuerza política pequeña, aunque importante en su país; ellos lo han desarrollado. Cuando estuve en el Líbano me los compré. Tiene que estar la industria también cinematográfica, y la cultura cinematográfica tiene que estar apegada a la realidad. Las propuestas culturales no tienen por qué ser —como decimos en España— un aburrimiento, porque si no, no las va a ver nadie, sólo los creadores y gente que va a estar allí, que saben, más culturalmente.

Octavio Fraga: Cierro con esta última pregunta, la tomo de una idea que dijo en este espacio Fernando Buen Abad, fue el 12 de enero de este año cuando lo entrevistamos. Él planteaba que la lucha de clases ha de ser gran tema de la sociedad contemporánea y que estaba, casi que epidérmico, en el cine de América Latina, ¿Crees que pasa igual en España?

Javier Couso: Sí, yo creo que sí. O sea, se reproduce la lucha de clases, si he entendido bien la pregunta, a todos los sectores de la sociedad y de la producción cultural también. Lo que pasa es que como decía Warren Buffett: “la guerra de clases existe, y la vamos ganando”. Pasa en Latinoamérica y pasa también en nuestro país. Por ejemplo, el gran proyecto emancipador que iniciaron Fidel y Chávez en América con la integración regional debería estar presente también como industria cultural, sobre todo cinematográfica, porque los estados son los que pueden apoyar, grandes empresas de este tipo.

Octavio Fraga: Te la voy a abordar de otra manera porque me parece relevante ese asunto. Él decía que el gran tema del cine de nuestra América, y por supuesto de España, es la lucha de clases.

Javier Couso: Vale.

Octavio Fraga: Ese era el abordaje que él tenía, ¿crees que eso falta en el cine español?

Javier Couso: Falta. Exacto. Los ejemplos que he ido poniendo de los barrios, de esas contradicciones de este capitalismo avanzado con las realidades culturales y sociales de una parte importante de la población, que tiene graves problemas en España. Hay un millón de personas cerca de la pobreza extrema, hay millones de personas que están en la exclusión social, que no llegan a fin de mes y a veces no pueden pagar. Hay un concepto que se llama pobreza energética, porque no puedes pagar la calefacción en invierno, hay grandes problemas que deberían de ser abordados, y son parte de la lucha de clases. Ese no es un fenómeno atmosférico, no es como una pandemia, es consustancial a un tipo de desarrollo económico. Claro que se debe abordar, yo estoy de acuerdo con Buen Abad, pero se debe abordar de la manera que decía antes, desde todos los prismas. No tiene que ser sólo un documental, por ejemplo, tienen que ser también obras de todos los géneros dramáticos que nos acerquen y que tengan esa mirada. Por eso hablaba también de la serie The Wire, que a pesar de ser una serie que analiza claramente la lucha de clases a todos los niveles; la primera es la droga, la segunda el mundo de la especulación inmobiliaria, aborda también los sindicatos, la prensa dentro de Estados Unidos.

Comparto totalmente lo que dice Buen Abad, me parece magistral, él aborda todos estos temas tanto comunicativos como audiovisuales. Él es un sabio. Hay que hacerle mucho caso, hay que profundizar, pero siempre huyendo de ese elitismo cultural que aleja a la mayoría de la población, que es a la que en teoría nos tenemos que dirigir.

Octavio Fraga: Javier, ha sido un gusto tenerte aquí en “Diálogos en reverso”, de la Unión de Periodistas de Cuba. Muchas gracias por estar en esta hora de conversación, y te mandamos un abrazo entrañable todos los que estamos aquí.

Javier Couso: Bueno, para mí ha sido un placer conversar con vosotros. Espero, os haya servido mi criterio y mi mirada a pesar de que no me dedico al cine como tal, pero sí trabajo en proyectos audiovisuales más comunicativos. Eso sí, soy cinéfilo y procuro ir al cine una vez a la semana, y sobre todo en lengua española o en versión original. Soy un consumidor de cine, aunque la palabra no me gusta, soy un enamorado del cine.

Octavio Fraga: Un lector de cine.

Javier Couso: Un lector de cine. No podría vivir sin el cine. Espero, aunque no sea un erudito sobre el tema, que os haya gustado mis reflexiones.

Octavio Fraga: Muchas gracias, te va mi abrazo, y cuídate mucho.

Javier Couso: Encantado.

Leer más

En Perú el documental está en auge

Mónica Delgado. Comunicadora social y crítica de cine peruana

Por Octavio Fraga Guerra @CineReverso

 Transcripción de la entrevista a Mónica Delgado, Comunicadora social peruana y crítica de cine, en el espacio Diálogos en reverso, de la Unión de Periodistas de Cuba, realizada el 16 de febrero de 2022 en torno al tema Palabras para una arquitectura del cine peruano contemporáneo.

 Octavio Fraga: Hola, buenas tardes. Bienvenidos a otra edición de “Diálogos en reverso”, un espacio de la Unión de Periodistas de Cuba. Hoy tenemos de invitada a una mujer, peruana, la crítica de cine Mónica Delgado. Bienvenida. Es un placer, también un gusto que estés acá con nosotros y que hayas aceptado nuestra invitación.

Mónica Delgado: Muchas gracias, Octavio, muchas gracias al equipo por la invitación y por brindar esta oportunidad para conversar sobre cine peruano.

Octavio Fraga: Mónica, es estilo en la apertura de Diálogos hacer una breve lectura de la hoja curricular del invitado, de su trayectoria profesional. Obviamente, para que quienes nos están viendo puedan tener un dibujo del entrevistado o entrevistada.

Mónica Delgado es comunicadora social y crítica de cine del Perú, directora de la revista Desistfilm, —muy prestigiosa dentro de las publicaciones especializadas de cine—. Nuestra invitada tiene un máster en Literatura con mención en Estudios Culturales. Es docente de la Escuela de Comunicación Social, de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, y en el año 2020 publicó un libro sobre María Wiesse en la revista Amauta: Los orígenes de la crítica de cine en Perú. Es además columnista de la página Wayka.pe.

El tema que vamos a abordar hoy, lo acordamos con esta mirada: “Palabras para una arquitectura del cine peruano contemporáneo”.

Mónica, empiezo por una pregunta de mapeo. En las dos últimas décadas ¿cuáles son los temas que distinguen al cine peruano?

Mónica Delgado: En los últimos veinte años ha habido un cambio generacional entre quienes hacen cine en el Perú. Por un lado, porque hubo un incentivo público que hizo posible que jóvenes de entre veinticinco, treinta y cinco años, realizaran películas de muy bajo presupuesto, y de presupuesto mediano. También hubo una efervescencia de un tipo de cine comercial, sobre todo de comedia popular.

Si hablamos de temáticas antes que de tendencias o de qué tipo de historias quieren contar esos cineastas, se avizoran las consecuencias de todo el conflicto interno que vivió el Perú durante la década del ochenta y noventa, y hasta inicios de los 2000. Fue todo ese proceso de terrorismo de estado, de conflictos —acá se le dice conflicto armado interno— porque no solamente fue una responsabilidad de Sendero Luminoso, el MRTA, sino también un rol del estado. Las películas han abordado todas esas perspectivas, hablan sobre terrorismo, sobre Sendero Luminoso y todo el horror que causó (más de setenta mil muertos y miles de desaparecidos), el daño que hizo al país que causó. Hay otros cineastas que tratan las dos caras de la moneda, tanto desde lo histórico como desde lo más íntimo, o historias familiares que están marcadas por ese contexto.

También hay otro tipo de cine hecho por jóvenes en el que interesa un poco la contemplación, enmarcado en esas tendencias del cine más contemporáneo, influidos por los festivales europeos. Es un cine que busca contar historias también desde lo andino, desde lo amazónico. No solamente historias de Lima, que fueron las que gobernaron gran parte del cine peruano durante la década del sesenta y setenta, incluso en los ochenta. Hay un cambio territorial, se ha desterritorializado tanto los que hacen cine, como los temas también.

Hace poco murió un cineasta peruano, Óscar Catacora, era aimara. Pues hemos esperado al siglo xxi para que surja un cineasta aimara en un país donde la tercera parte de la población es aimara. Esto es insólito y ha habido ese viraje ideológico, cultural, de representación, de temas que se han descentralizado. Creo que por eso la gente quiere hablar de las cosas que están sacudiendo al país, aunque no como quisiéramos. No hay —digamos— un cine combativo, de guerrilla, como pasa en otros países latinoamericanos donde se visibiliza un cine militante. Eso en Perú es muy, muy escaso, pero sí hay esa intención de los cineastas de mirar a la ciudad, a los personajes, desde otras perspectivas menos canónicas.

Octavio Fraga: Sobre la génesis textos cinematográficos predominantes del Perú, ¿parten de una obra literaria, de un texto teatral, o son predominantemente los guiones originales para el cine?

Mónica Delgado: En los últimos años son guiones, pero hay adaptaciones. Por ejemplo, se han adaptado novelas de Alonso Cueto que es un escritor de Lima —creo que ha sido el más adaptado de los últimos años— pero también hay historias que nacen de imaginarios muy personales. Hay mucho cine influido por el diario fílmico, por la experiencia de la primera persona, pero como somos un país tan diverso donde abundan las historias que parten de la realidad, en verdad son puntuales las adaptaciones.

Hace poco se estrenó Un mundo para Julius, que es una novela de Bryce Echenique, a estas alturas es como una aguja en un pajar, más bien ha disminuido la adaptación. Se visibilizan más bien las historias de experiencias particulares, donde se crean personajes o se alude a algunos de la política peruana. Las comedias eligen a personajes de la televisión que van a dar vida a sus propias historias edificantes, de progreso, pero más que todo parten de guiones, de historias originales.

Octavio Fraga: Hace unos años leí un libro que te recomiendo La casa abierta. El cine doméstico y sus reciclajes contemporáneos, de Efrén Cuevas Álvarez, que hizo un estudio profundo sobre filmes que se apropian de los llamados filmes caseros o videos familiares, personales, ¿Ese tipo de cine es recurrente en el escenario de los cineastas jóvenes en tu país?

Mónica Delgado: A inicio de los dos mil, con la democratización que permitió el digital y por otro lado con la revalorización de los archivos, ya sean archivos fílmicos en mini DVD, VHS, o Betacam, o también ese material encontrado en super ocho, en dieciséis milímetros —sobre todo a inicio de los dos miles—, cineastas como María Elena Vega, por ejemplo, hizo un largo sobre temática deportiva. Pero sus primeros trabajos, Conversation I, Conversation II —así se llamaban estas películas— comenzó en el 2004, 2005, a introducir todo este tema del archivo. Obviamente, no es un cineasta que registre, es un cineasta que edita, reinterpreta, se apropia de estos materiales. Ahora en Perú hay un festival de apropiación y es fuerte el interés de los jóvenes cineastas o gente que trabaja la edición o el sonido con material de apropiación, de archivo y eso me parece enriquecedor. Porque dinamiza las posibilidades de la creación, porque hacer cine en Perú es difícil por más que haya toda esta digitalidad o esta democratización de poder acceder a otros medios técnicos para hacer cine.

Hay un grupo de cineastas —sobre todo jóvenes de las últimas generaciones— nacidos en los dos mil, que están revalorizando esa oportunidad de creación a partir de lo que ya existe. Definitivamente es más barato y permite, justamente, esa versatilidad y el aprendizaje. Estamos en un país donde no hay escuelas de cine, de comunicación o de audiovisuales, y un poco ese interés por la apropiación, por revisar materiales de archivo, se ha vuelto una oportunidad para hacer cine.

La revolución y la tierra, que es un documental peruano sobre el gobierno de Velasco Alvarado, ese gobierno de finales de los sesenta que algunos asumen como dictadura y otros lo asumen como el gestor de la gran reforma agraria y la gran revolución de aquellos años en el plano social, cultural: es una película solamente de material de archivo. Toma de materiales que se hicieron en esos años o películas que podrían ayudar a graficar ese período. La historia del cine peruano es muy limitada, pero este es un ejemplo de cómo se usa el material de archivo para poder generar esos sentidos o interpretaciones históricas, de revisión de lo que pasó. No me refiero a un revisionismo, sino a usar las imágenes para darle vida a algo que no tiene material fílmico de un momento. Esa película evoca un tipo de uso de material de archivo de una manera muy interesante.

 Octavio Fraga: En la década del cuarenta y del cincuenta del siglo pasado los cineastas de tu país fotografiaron la cultura indígena, que es poderosísima ¿Los jóvenes cineastas peruanos han seguido fotografiando esas comunidades, esas culturas? ¿qué diferencias tú aprecias —desde el punto de vista narrativo, histórico, estético, o maneras de abordar— en el cine en torno a esa comunidad en comparación con los cineastas que le antecedieron?

Mónica Delgado: En la década del cincuenta del siglo pasado surge este Cine Club Cusco con Martín Chambi, Eulogio Nishiyama, Luis Figueroa, que experimentaron un tipo de documental influido por la puesta en escena, el montaje soviético. Tenían toda esa intención de trasladar esos códigos del montaje hacia una realidad que no había sido observada, fiestas o festividades en las alturas de las comunidades andinas, de Cuzco, sobre todo. No registraban una realidad en sí, pero sí era una fotografía de esos territorios. La dinamización de los fondos públicos ha permitido que haya cineastas amazónicos, aimaras, de Cuno, también de Cuzco o cineastas quechuas. Hay películas de limeños que se hacen en Cuzco o en las sierras, se hacen en quechua. Todo ello ha hecho posible reconocer otras realidades, así como revelarnos los modos de producción, las historias que narran o la expresividad de las películas. Por otro lado, esta delgada línea que también puede ir hacia un tipo de exotización del cineasta limeño que va a filmar un territorio que no es el suyo, pero que hay una finalidad colorista que de repente le interesa dibujar o graficar un ambiente bucólico o exótico. Por ejemplo, Made in USA, una película de Claudia Llosa, ella también hizo La teta asustada, que ganó en Berlín el Oso de Oro. Es una película hecha en una zona del Perú que se llama Áncash, la cineasta vive en España, pero vino aquí y construyó todo un universo andino inventado, ficticio. Esa narrativa en un universo autónomo generó un debate muy interesante, justamente sobre la representación. De cómo se representaba a las mujeres andinas. Porque era una película sobre el incesto, y un poco los antropólogos, los sociólogos, decían: “Ya basta de que las mujeres sean representadas de esas maneras, que los Andes no son el infierno, los campesinos no son los eternos pobrecitos”. Se puso en discusión eso, y fue como un debate muy intenso en redes, en periódicos, se abordó en entrevistas. Porque se necesita dar más voces a las personas para que también se autorrepresenten.

Y un poco, como mencioné a Óscar Catacora —que hizo Wiñaypacha— es una película que está ahorita en Netflix y en plataformas internacionales, que tuvo poca difusión afuera. Este un ejemplo de un tipo de cine peruano que cuenta una historia sencilla, de dos ancianos que están en la puna y de pronto se quedan sin un elemento que les impide sobrevivir allí en medio de la nada. Esta película rompía un poco esa típica visión de los Andes como un entorno decadente, fallido, subdesarrollado, primitivo. Ese es un problema que aún se puede ver en muchas partes, en muchos ejemplos del cine peruano.

Octavio Fraga: Uno de los temas de permanente debate, también de recurrente reflexión entre los críticos e investigadores de cine, es la relación realidad-argumentos ¿Cómo tú ves el panorama del cine contemporáneo peruano en términos estéticos, narrativos, fotográficos, cómo lo dibujarías basándote en estos dos términos?

Mónica Delgado: No se puede hablar de tendencias, no se puede hablar tampoco de autores, porque lamentablemente hay cineastas que pueden hacer películas muy buenas; pasan siete, ocho, diez años, y recién sacan la segunda, y es distinta a la primera. Entonces no se puede ver, digamos, esos elementos que sí podrías ver en el cine argentino o el chileno, no puedes reconocer a cineastas. Uno ve películas de Patricio Guzmán o películas de Lucrecia Martel, y los identificas, para mencionar dos grandes de la región. En el Perú es mucho más disperso, justamente por la falta de recursos, por la falta de oportunidades. Ha habido un interés muy fuerte en los últimos años por el documental donde se encuentra el cine peruano con más fibra, donde uno dice: “Acá hay algo interesante”. Por ejemplo, los últimos documentales de Héctor Gálvez. Es un cineasta que empezó haciendo cortos y ficciones, digamos de interés, pero su potencia como cineasta está en el documental. Eso se debe también a que hubo una serie de festivales locales que permitieron que se vea bastante el documental y que se valore. También escuelas o iniciativas particulares que surgieron, como DOCUPERÚ y otros colectivos que impulsaron otras miradas de la no ficción y del documental. Eso hizo que haya películas que se muevan en ese espacio liminal y no se sabe si es ficción o es documental, que tienen todas las formas de los dispositivos documentales. Son películas que van explorando, sin clichés, las formas más básicas del documental, abordan, interpelan —justamente— el lugar de enunciación de los cineastas.

En nuestro cine contemporáneo hubo, desde hace un poco más de diez años, un éxito trepidante. ¡Asu mare!, una película totalmente comercial, que era de un actor que hacía stand-up comedy, y era una comedia de enredos y tuvo tres millones de espectadores, fue una cifra inédita. Eso hizo de que en los últimos años hay tres, cinco, diez, doce comedias que se estrenan porque marcó una tendencia de consumo, porque el otro cine independiente no se ve, no hay manera. Esta película o este cineasta, Héctor Gálvez, ¿dónde se ven sus películas?, es muy difícil. Si uno ve Wiñaypacha, también parece un documental o hay esa intención de generar estas difuminaciones entre la ficción y el documental. Me parece que ahí es donde están los mayores ejemplos del cine peruano actual.

Octavio Fraga: La cultura peruana es de una fortaleza ancestral. Ubicándonos en el escenario del cine de ficción peruano, ¿los jóvenes cineastas toman de la cultura peruana o prefieren apropiarse de otras culturas, de otras maneras de ver el cine y entender el cine?

Mónica Delgado: Yo diría que aquí no hay mucho interés en el cine histórico, se han hecho series con motivo del bicentenario —porque Perú, justamente el año pasado cumplió doscientos años de su independencia— y por eso hubo como una moda de hacer series, incluso en Netflix hubo una: El último bastión, que fue hecha por el estado. Pero no existe una película sobre los incas, por ejemplo —eso es insólito— así como Hollywood tiene un montón de películas, de los romanos, de los mayas, y México también. En Perú no hay ese interés, nunca lo ha habido. Se hace animación con algunas historias, más bien cortos, pero no hay muchas aproximaciones a repensar la historia. Cuzco o Machu Pichu son lugares para la postal de los personajes que aparecen ahí como modelos. Creo que hay una película de Perú que va a estar en Netflix —es una producción de Netflix— que la van a estrenar el otro mes. Pues sale Machu Pichu de fondo y dos personajes tienen una historia de amor, pero solamente está usada desde esa lógica. Hay muy pocas maneras de repensar incluso las diferentes culturas que han existido, no solamente la inca, la de los paracas, de los nazca, de los moche. No existen representaciones de estas culturas, salvo, como mencioné, algunas animaciones para niños, de la princesa chipilla amazónica, pero no hay.

La contemporaneidad es lo que gana, todo el mundo quiere hacer la película de su tiempo. Hay muy pocas películas históricas o de personajes históricos. No se hizo tampoco la película de César Vallejo, el poeta más grande que ha tenido el Perú. Es un cine que a lo largo del tiempo ha demostrado esa fascinación por leer su propio tiempo, y leer también sus propias interioridades. Hay muchas películas sobre retratos, sobre personajes en dilemas personales, no es cine teatral, es un cine de cuatro paredes, de familias discutiendo, de hijos que se rebelan con sus padres. Esos temas más íntimos son los que han ganado en los últimos años, y más bien la pregunta es por qué se sigue viendo. Incluso estas películas que mencioné al inicio —sobre el conflicto armado interno— el año pasado se hicieron dos películas, una Norte, de Fabrizio Aguilar, y otra de los hermanos Vega, los primeros en el nuevo siglo que fueron al Festival de Cannes. Esos hermanos hicieron una película de un padre con unos hijos en una situación de crisis, y en Norte, de Fabrizio Aguilar, este efecto del terrorismo vivía en la interioridad de los personajes y no podían vivir bien consigo mismos porque tenían metido ese fantasma del terror. Eso pasa en muchas películas peruanas, con En la boca del lobo, de Francisco Lombardi —que es de finales de los ochenta. Es un filme sobre un grupo de soldados que van a la sierra para luchar contra Sendero Luminoso, es una película con la visión del estado, pero eso en la actualidad no tiene mucho interés.

Octavio Fraga: Le has dedicado cuartillas a hablar sobre cine hecho por mujeres de tu país. Si te pidiera hacer una especie de antología ¿qué nombres no podrían faltar? Y una segunda pregunta, ¿qué diferencias estéticas, o en términos de realización, percibes en las cineastas mujeres del Perú con respecto a los hombres?

Mónica Delgado: Una de las primeras que impulsó el cine hecho por mujeres en el siglo xx e inicios del siglo xxi fue Claudia Llosa. Es una cineasta que se formó afuera y vino a Perú a terminar las películas. Al margen de eso, es interesante ver mujeres que hacían cine en la década del ochenta y noventa, que fueron muy importantes y muy influyentes para las mujeres que hacen cine hoy en día, como María Barea, por ejemplo, que fue una cultora y cineasta del grupo Chasqui. Luego se separó del grupo e hizo películas muy interesantes bajo su propia batuta, y es una cineasta que ha sido revalorada y redescubierta por las cineastas jóvenes. La están asumiendo como un ejemplo de un tipo de cine feminista, porque ella aborda también temas de clase, de raza, de discriminación laboral, etcétera. Lo hace, y lo hizo, hace muchos años, y las mujeres cineastas actuales están redescubriendo su trabajo. Igual que el de Mary Jiménez, que es una cineasta peruana que vive —me parece que en Bélgica. Ella hace películas desde finales de los ochenta, noventa, y sigue haciendo cine en Perú. Nora de Izcue es una de las primeras documentalistas peruanas, que también empezó a hacer cine en los setenta. No lo hace en la actualidad, pero ella ha hecho películas —incluso— en los dos mil.

Por otro lado, sobre cómo filman las mujeres, yo pienso que es un tema para problematizar porque Perú se mueve en un entorno audiovisual muy machista, donde la división clásica del trabajo ha generado roles para las mujeres y para los hombres del audiovisual. Muchas películas —si bien están dirigidas por mujeres— todo el equipo de producción puede ser masculino. Entonces, muchas veces las películas pueden haber sido dirigidas por mujeres, pero generan historias donde las mujeres que están representadas lucen roles de subordinación, de desplazamiento. A veces pienso que las mujeres no filman en empatía con otras mujeres. Por ejemplo, Canción sin nombre, una película de Melina León, que estuvo en Quincena de Realizadores, y que hace poco estuvo nominada al Goya. Es visualmente impecable, muy atractiva, pero donde yo veo a la mujer débil, sometida. Entonces, creo que es como conflictivo para algún tipo de cine, no porque lo haga una mujer va a ser necesariamente un cine feminista. Pero sí creo que hay cine con muchas intenciones de movilizar, por ejemplo, Autoerótica, de una joven cineasta, Andrea Hoyos, que no tiene ni treinta años. La película ganó Fondos, y está hecha con un equipo de mujeres: la fotografía, la edción, la dirección de arte. Es una película que, justamente, intenta no reproducir esta objetualización de las mujeres en el cine y me parece interesante que se esté cuestionando esas vías. La tarea es cómo se diferencia el cine peruano de las mujeres, hecho por mujeres, con el cine peruano hecho por los hombres. Esa es la pregunta que habría que hacerse, que tendríamos que hacernos para ver en qué estado se encuentra.

Octavio Fraga: En Argentina, Chile, Brasil o México, hay un movimiento feminista importante en nuestra región, de soslayo has hablado del tema, sobre todo en estos cuatro países tiene mucha fuerza. Si te pidieran una definición, para un diccionario, de cine feminista, ¿cuáles serían tus palabras? Y otra pregunta: ¿hay un movimiento de cine feminista en el Perú?

Mónica Delgado: Las representaciones están totalmente relacionadas con las formas, los modos de producción de las películas. Imagínate hacer una película donde yo tenga un personaje empoderado, una mujer, una heroína que lucha contra todo y resulta ser un ícono del empoderamiento, pero si yo le pago cien soles al equipo yo también tengo feminismo. Entonces yo creo que tiene que ver con una integralidad y con una conciencia de que vivimos en una estructura machista y que eso se ha heredado de las mismas facultades de comunicación, de las mismas enseñanzas, de los aprendizajes en las escuelas, también de la educación superior que ha reproducido las formas de hacer y de consumir el cine. Creo que el cine de las feministas —o el cine hecho por feministas— tiene que ser un cine renovador, transformador. No pueden repetir las mismas fórmulas heredadas de Hollywood, de ese sistema donde las mujeres han sido la última rueda del coche. Para mí es el cine que me interesa identificar, un cine coherente y un cine ético. Yo puedo hacer una película de una flor y considerarla feminista, pero yo creo que tiene que ver con ese espíritu transformador, en todo sentido.

En el cine peruano hay cine feminista sobre todo hecho por colectivos, como Cholay Audiovisual, o que se han binarizado. No solamente es un cine activista, es también un cine que no está objetualizando a las mujeres. He visto películas peruanas que se denominan feministas donde ponen a hablar mujeres sobre sus traumas, pero a mí me parece como que toman a las mujeres como conejillos de indias. Creo que hay experiencias interesantes de cineastas jóvenes que están buscando justamente generar estos nuevos sentidos donde no solamente podamos reconocernos, es muy difícil ir al cine y reconocerse. Hay un cine de chicas jóvenes, como la película de Andrea Hoyos, es una historia de mujeres, sobre mujeres, y eso es lo que más falta le hace al cine peruano.

Octavio Fraga: He conversado con mujeres cineastas que afirman que los hombres no pueden hacer cine feminista, ¿tú compartirías esa mirada?

Mónica Delgado: No, no la comparto, porque yo creo que el feminismo es para todos. El feminismo va a transformar la sociedad y va a transformar el cine con hombres y mujeres, y disidencias con todos. He visto películas de hombres que he considerado totalmente feministas y estoy segura que esos hombres no pensaban hacer una película feminista. Probablemente porque no les interesa el discurso, no les interesa ese actuar, incluso el marketing que existe a partir del feminismo. Hace poco estuve en un festival y en la presentación dicen: “Pues acaso mi película es feminista”, y luego no ves nada de feminismo. Ahí está la nomenclatura, la etiqueta. El feminismo lo considero antipatriarcal, anticapitalista. Me interesa esa perspectiva del cine si eso se puede cambiar desde las representaciones. A mí me gusta mucho el cine experimental, es un cine autogestionado, pero es un cine que sobrevive, y me parece que muchas mujeres que hacen cine experimental son el ejemplo más vivo para mí del feminismo. Porque no tienen que rendirle cuentas a ninguna productora, no tienen que rendirle cuentas a ninguna distribuidora, no están sometidas a ese círculo vicioso de la distribución y exhibición. Tampoco es una sublimación, es una vía consecuente, que no busca seguir reproduciendo un sistema —no solamente dentro de las pantallas, sino fuera de ellas—. Me interesa mucho por eso, por lo que hacen las cineastas, lo que hicieron y lo que siguen haciendo las cineastas experimentales.

Octavio Fraga: ¿Cómo es la relación entre los críticos de cine y los cineastas, y qué influencias tiene el gremio de los críticos cinematográficos peruanos en el curso del cine nacional?

Mónica Delgado: Yo creo que se podría hacer una película con la historia de la crítica versus los cineastas, porque también —como mencioné al inicio— hay varias generaciones de críticos en Perú. Una revista famosa, Hablemos de cine, que circuló entre los años sesenta y ochenta, que estuvo formada por las luminarias de la crítica peruana Isaac León Frías, participó allí Francisco Lombardi en sus inicios, Ricardo Bedoya, Federico de Cárdenas, entonces ellos tenían una relación muy cercana con un grupo de cineastas, y digamos que reprodujeron un tipo de relación afín. Pero cuando pasan los años y surgen los nuevos jóvenes críticos, a mediados de los noventa, tenían la intención de matar al padre, la intención de: “Nosotros no queremos ser amigos de estos cineastas, no queremos ser amigos de nadie”, y se fueron contra un canon del cine peruano. Es como decir que odiaron todo el cine de Francisco Lombardi, reivindicaron la figura de Armando Robles Godoy, un cineasta que ya murió, pero que encarna un tipo de cine de autor en el Perú más cercano al espíritu del cine más independiente, no más del riesgo expresivo. En la década del noventa hay ese quiebre, hay un antes y un después de esa afinidad con la crítica, a tal punto que los cineastas de esas generaciones anteriores veían muy mal a la crítica. Nos llamaban parásitos, o “Haz tu película y me avisas, cuando hagas una película recién escribe con propiedad, qué sabes de cine si no has hecho una película”. A partir de Desistfilm, revista que formé con un grupo de amigos y colegas, tuvimos una relación muy cercana, de diálogo, de interesarnos por cómo se hacían las películas, de conocer los procesos de los cineastas. Nos interesamos en eso desde el inicio y entablamos diálogos con cineastas y jóvenes cineastas de Perú. Nos interesan mucho los cineastas que hacen cortos, los que se están iniciando, las óperas prima. A partir de ese interés es que entablamos diálogos con cineastas de Argentina, de Chile, de Brasil, de Colombia, también de Estados Unidos y Europa. Eso nos ayudó a ver la crítica y la cinefilia desde un ámbito de correspondencias, de diálogo, de intercambio con la actividad de los cineastas que en los noventa estaba perdido, era muy quebradizo.

Hay cineastas de la vieja guardia que no les interesa la crítica o estrechar o tranzar con la crítica. Yo, por ejemplo, no me hablo con críticos mayores porque tenemos discrepancias de cinéfilos, de gustos, pero sí me interesa incentivar que haya jóvenes haciendo crítica. Hay muy pocas mujeres en Perú haciendo crítica, por ahí me interesa que haya una visión probablemente más estimulante de la labor del crítico, no verlo solamente como alguien que quiere molestar a los cineastas o amargarles la vida.

Octavio Fraga: Hay una cierta zona de la crítica, también de investigadores de cine y ciertos festivales, pocos, que no reconocen a los géneros cinematográficos, los clásicos. ¿Cuál es tu visión sobre ese abordaje? ¿Compartes esa manera de ver o eres más apegada a la tradición?

Mónica Delgado: Sí, hay como una revalorización de un determinado tipo de cine-género y en el cine peruano es más tangible, porque como te comenté, hay una gran oportunidad en la comedia, se hace mucha comedia al estilo clásico con un guion muy parametrado. El cine de terror aquí es muy exitoso. El terror y la comedia. Es como la reproducción de toda una tradición en la historia del cine, pero nada de melodrama. Los festivales han ayudado, de alguna manera, a visibilizar ese cine anti géneros que es, probablemente, donde a veces no pasa nada, como pasó hace algunos años con las películas de Lisandro Alonso. Uno iba a ver Los muertos y era pues cinco secuencias y se acababa la película, no había nada más que un hombre, una canoa, y chao.

Ahora que he estado en Berlinale viendo algunas películas, hay muchas de género con algunos elementos renovadores, pero en suma es parte de la esencia del cine. Como siempre van a existir los géneros, de alguna manera, los festivales están abriéndose. Por ejemplo, el festival de Rotterdam, que tenía fama de ser muy experimental, muy independiente, muy dado a las nuevas tendencias de riesgo, ha inaugurado sus dos últimas ediciones con películas de género. El año pasado lo hizo con una comedia muy buena, una comedia de situaciones, totalmente de género, y este año también, una película totalmente de género, un musical. Entonces por ahí hay como excepciones, pero en suma yo creo más bien que el terreno de los festivales es más esta frontera, esa difuminación de las fronteras de la ficción y la no ficción. Hay un auge totalmente del documental, al menos en Perú, que es lo que más llama la atención, y lamentablemente no es el que se estrena en las carteleras, pero los cineastas que obtienen fondos están muy interesados en hacer el documental en todas sus formas.

Octavio Fraga: Hay dos palabras que has usado: “cineastas independientes”. Aquí en Cuba está muy de moda el llamado cineasta independiente, ¿cuál es tu definición al respecto?

Mónica Delgado: Podría decirse que toda la historia del cine peruano es la historia del cine independiente, porque de alguna manera estamos al margen. Se ha visto el cine peruano, por muchos años, como una periferia, como pasa con el cine ecuatoriano, el cine boliviano, que han estado al margen por mucho tiempo. Cine independiente aquí también es un término conflictivo, porque si bien han surgido algunas pequeñas productoras que son las que dinamizan un determinado sector del cine más comercial, hay una productora grande que se llama Tondero, por ejemplo, que ahora está haciendo producciones con España, con Netflix, que creció justamente por este éxito de ¡Asu mare!, cuyo sistema de trabajo reproduce justamente ese modelo de los estudios. Yo te doy un monto y elijo al cineasta equis que va a estar en la película, y probablemente venga al mundo de la publicidad.

Un cineasta que sabe su tema audiovisual no tiene ningún interés en generar una autoría, una marca, simplemente va a cumplir el encargo de hacer una película, y eso está pasando con gran parte del cine peruano que está en cartelera. Ahora se han estrenado varias comedias, y todas hechas con la misma modalidad, entonces lo que no está dentro de ese marco de trabajo es lo que podríamos denominar cine independiente, pero igual es un abanico muy variopinto, de muy distintos cineastas. Porque hay cineastas independientes que probablemente tengan un presupuesto, pues de medio millón de dólares, y hay otro cineasta independiente que hace su película sin cámara. Es decir, hacen una película de archivo, pero el término aquí está utilizado en función al plano monetario, no en un plano expresivo, un plano de cine de determinado autor. Más bien, justamente, para diferenciarse del cine comercial, que aquí es lo más caro.

Acá utilizamos como el cine comercial y el cine independiente, que es el cine que usualmente se financia con fondos públicos del Ministerio de Cultura, que son veinticuatro millones de soles al año, y se reparte en varias categorías, en formación, en restauración, y en generar tanto cortos, como documentales y ficciones.

Octavio Fraga: Hay un viejo debate aun no resuelto en todos nuestros países que es el tema de las cuotas de pantalla. Apunto a la presencia del cine peruano en las salas de cine y en televisión en correspondencia o en relación con la presencia, predominante, del cine estadounidense, ¿cómo se comporta eso en tu país?

Mónica Delgado: Pues muy mal. Hace poco que nosotros tenemos una nueva ley de cine que fue discutida por muchos años. La última ley de cine, que fue derogada por Fujimori, la derogaron también hace poco. Primero la impulso Velasco Alvarado con la intención, en el año ’67, de generar justamente una industria, se daban estímulos y también había cuotas de pantalla en los cines. Uno iba al cine y tenías que ver obligatoriamente un corto antes de cada función, y los largometrajes también tenían la oportunidad de estar dos, hasta tres meses en la cartelera, algo imposible hoy en día.

El cine peruano ha sido muy vapuleado, muy maltratado. En los multicines, una película peruana puede ser exhibida solo unas horas. Los jueves es el estreno, si ese día van diez personas al siguiente ya no está la película. No hay ni un tipo de transacción, de contrato o soporte legal que defienda a los cineastas o a las empresas productoras. El estado da un recurso para la exhibición, que muchas veces consiste en alquilar las salas para que las películas puedan verse. El Fondo va para que yo alquile una sala y así vayan dos personas ya está pagado.

Pero la nueva ley de cine, la actual, que se dio a finales de 2019, no contempla ni una sola palabra en defensa de las películas, no hay ni una sola línea que mencione cuota de pantalla. O que mencione un contrato o una figura contractual con las exhibidoras. No hay nada. En esos espacios el cine peruano está totalmente desprotegido, y lo va a seguir estando porque la ley anterior demoró como quince años en hacerse. Pero nunca hubo un consenso, tampoco hubo una lucha real de los gremios o de los políticos por ese tema de las cuotas. La ley —más bien— se ha convertido en una vía para la generación de concursos, de brindar estímulos. Contempla solamente la primera parte de todo el proyecto: hacer la película. Una vez que la tienes es como ir a la de dios y por eso, lamentablemente, el cine peruano no se ve. Se producen treinta, cuarenta películas al año y la gente no conoce su cine. Son películas que están financiadas por el estado, pero no hay manera de que puedan llegar a las escuelas o se exhiban en una plataforma virtual. Hay un desinterés de todos lados, no solamente es un desinterés del estado, porque el estado da recursos, pero te dice: “Toma tu cheque y chao”. No hay un modo, no hay ni siquiera una Cinemateca, un espacio de preservación donde un estudiante de primaria, secundaria, diga: “Quiero ver tal película”, o “Me quiero llevar esa a mi casa”, o “Quiero hacer un cine club”. Todo esto es una consecuencia de años de abandono del audiovisual, no hay una memoria tangible y eso está demostrando justamente, que no existe cuota. Tampoco hay una film comisión o una entidad que genere políticas públicas en torno al cine y eso es muy triste.

Octavio Fraga: Una última pregunta, Mónica. Aquí en Cuba uno de los grandes cineastas de nuestra América, ya lo citaste ahorita, es Lombardi. Buena parte de su obra ha sido vista en los Festivales de Cine de La Habana, en la televisión. ¿Es Lombardi referente de los jóvenes cineastas peruanos o pondrías otros nombres que forman parte de ese marco de influencias en la realización del cine peruano contemporáneo?

Mónica Delgado: Francisco Lombardi es considerado, digamos, parte del cine peruano, no sé si los jóvenes ahora piensen en su cine como un ejemplo a seguir. Lombardi tiene una forma de hacer cine muy distinto a los intereses de los jóvenes, hay cineastas que están influidos, sobre todo por el cine argentino. Acá a la gente le interesa mucho el cine argentino, el nuevo cine argentino, por ejemplo, que hubo a inicios de los dos mil, o el cine chileno, el cine colombiano también. Se avistan esas tendencias en buscar esos referentes en el cine de Lucrecia Martel, en el cine incluso de Luis Ospina, o esa revisitación al cine de Armando Robles Godoy o de otros cineastas peruanos que han estado ausentes. Hace poco entrevisté a Arturo Sinclair, un cineasta peruano que solamente hizo cortos pero que está siendo muy valorado por los jóvenes. Les interesan esas formas de hacer documental de aquellos años o cineastas como Gianfranco Annichini, un cineasta italiano que vive en Perú en los setenta, y un poco se están buscando ese tipo de referentes. También Nora de Izcue o Federico García. Pero no es Lombardi como un referente actual, más bien es visto como una figura importante del cine peruano que justamente hizo visibilizar al cine peruano, como tú lo mencionas, en festivales. Estuvo en Cannes, estuvo en otros festivales latinoamericanos; en San Sebastián; en La Habana. Es una figura reconocida en ese aspecto.

Los cineastas más bien están como rescatando estas viejas figuras del cine que han estado soterradas. Por ejemplo, Carlos Serrán, que es un cineasta que hizo cortometrajes muy políticos en los años sesenta con su grupo Liberación sin Rodeos, un cine que está influido por los nuevos cines latinoamericanos muy políticos de los años sesenta y setenta, todo eso se está redescubriendo. Lombardi está, más que todo, visto como de cine clásico o de narrativas más convencionales, que es lo que los jóvenes ahora están revisitando. No es que todos lo conozcan, es increíble, hay gente que hace cine y que probablemente no ha visto nunca nada de Lombardi. Esa también es la paradoja.

Octavio Fraga: Bueno, Mónica, yo te agradezco, te agradecemos todos, el que hayas estado con nosotros esta hora exacta de conversación, en un minuto serán las 2 de la tarde hora de Cuba, igual es la hora de Perú. Nuestro agradecimiento por tus palabras y por darnos un pedazo de tu tiempo para ponernos al día, actualizarnos. Gracias una vez más por estar en “Diálogos en reverso”, un espacio de la Unión de Periodistas de Cuba, y claro, nos seguimos viendo.

Mónica Delgado: Gracias a ustedes, gracias a ti Octavio, y nos vemos en cualquier otra oportunidad.

Octavio Fraga: Un abrazo desde Cuba para ti.

Mónica Delgado: Un abrazo también, cuídense.

Octavio Fraga: Chao, gracias.

Leer más

Ángel Alderete: un observador de contextos y cromatismos (II y final)

Ángel Alderete. Director de fotografía del filme Inocencia (Cuba, 2018) de Alejandro Gil

Por Octavio Fraga Guerra @CineReverso

Conversar con Ángel Alderete sobre sus abordajes fotográficos bocetados para el filme cubano Inocencia (Alejandro Gil, 2018) es ser testigo, desde los poderes de la palabra, del empeño de un autor cromático que construye puestas en escena de virtuosas lecturas. Sus encuadres se nos revelan en sincronía con un tempo, una locación, un punto de giro, en verdad muchos puntos de giros dramáticos.

Todos estos recursos “desparramados en el filme” están dispuestos para tomarnos desde los pilares de la subjetividad y ponernos en ese otro espacio, en ese pasado desabotonado, que por generaciones ha sido sostenido por la fuerza de la narración oral y todo un acervo documental como herencia de la voluntad de preservar nuestra memoria histórica.

En la organicidad de las aseveraciones del entrevistado se avistan las vestiduras de un arte esencial, compartidas por el autor de una fotografía que acompaña los derroteros e intencionalidades trazados en un guion que lo soporta todo, que constituye el mapa de un filme que seduce, provoca preguntas y asienta certezas

Sobre los vértices y honduras del texto dramático escrito por Amilcar Salatti, Alderete construyó simbólicos encuadres, atizados tonos de luz y confabulaciones cromáticas, donde la fotografía —su fotografía— se enrola como arte que también narra. Todo ese despliegue simbólico converge en los núcleos del texto, para ponernos en ese tiempo pretérito, el de los ocho estudiantes de Medicina asesinados por los partidarios de la Colonia Española.

Dispares entregas y encumbrados acentos de su labor, en este filme, han sido resueltos con las herramientas y las metáforas de la contemporaneidad. Sobre esta vital idea, el director de fotografía de Inocencia desgrana confesiones.

En esta segunda parte de la entrevista me interesó indagar sobre los procesos creativos nada ajenos al pensamiento racional, para entender las lógicas de un creador cinematográfico que no se contenta con lo que le viene “al vuelo”.

Edificar una arquitectura fotográfica trazada con detalles de relojería, descorchadas para reconstruir hechos históricos que transcienden en la nación cubana a varias generaciones, implica articular una mirada de lo que sería ese pasado consumado con los acentos del presente donde las nuevas tecnologías, en un tiempo de nada, envejecen.

Los sustantivos dispuestos en este texto, las adjetivaciones que emigran en algunas partes del diálogo —estas dos en comedidas dosis— y las reflexiones que se arropan como encendidas palabras de sólidas vestiduras, nos dibujan la génesis y las rutas de un artista que hace películas, desde las insustituibles estelas del rigor.

Comparto las “segundas confesiones” de un fotógrafo esencial del cine cubano.

Octavio Fraga: Te apoyas en una gama de recursos que son distintivos de la contemporaneidad, ¿es una manera de conectarte con el público joven o son meras exigencias del filme, o las dos?

Ángel Alderete: Las películas de la modernidad no solamente tienen que estar basadas en criterios modernos, en la utilización de recursos cinematográficos contemporáneos. También, en la manera de contar y en cómo te conectas con el público, cómo llegas al corazón de la gente, cómo alcanzas cualquier nivel de sensibilidad o interés equis que el filme produzca en los jóvenes.

A veces me da risa, cuando veo películas de ocho, diez planos, y la cámara va para alante y para atrás. El muchacho que sale de la escuela no tiene otra forma de expresarse que no sea a través del videoclip. Ese es su camino —un camino desviado— porque cuando quiere entrar al mundo del cine viene con una formación epidérmica, no tiene la madurez del cineasta. Entonces ese lenguaje no lo puedes llevar al cine porque no te sirve, no vas a llegar al público, y aunque hagas una película musical, no vas a llegar a los jóvenes, aunque intentes alcanzarlos con cuadros novedosos, con imágenes de drones.

La música también puede llevar a que la película tenga otro estilo, tenga otra forma, porque está hecha por un joven de pensamiento, no solamente físico.

Por eso siempre estoy pendiente de cómo piensan, de cómo piensa mi hija, que tiene treinta y seis años, que tiene una revista de modas, porque la moda también es el vestuario. Y si vas a hacer una película contemporánea o una película futurista, también tienes que tener un referente en el diseño del vestuario, aunque eso no es lo principal. Depende de cómo se manejen esos recursos modernos.

Soy un fotógrafo que tuvo que pasar de lo analógico a lo digital, de la película que tocabas, picabas y pegabas, a esto que no ves nunca, que son números. Son imágenes que están ahí mientras no se dañe la computadora o el disco duro.

Foto Lester Pérez

Octavio Fraga: En no pocos planos interiores de Inocencia subviertes varios de los principios afincados en los manuales de fotografía ¿Son provocaciones para el lector fílmico, experimentación y búsquedas de otras aproximaciones estéticas?

Ángel Alderete: Las tres cosas. A pesar de la edad que tengo no me quedo estático. Pienso que es mejor equivocarme y pedir perdón por la equivocación, que pedir permiso. Trato de innovar en cada película, que tenga una visualidad distinta. No solamente por encuadres sino por la iluminación o por las tomas —o ambas inclusive—, pero sin separarme de la dramaturgia y del guion del filme.

También trato de innovar con los recursos que tengo. Si voy a usar Dolly, veo cómo ponerla para que se mueva diferente, de manera que el espectador no se dé cuenta de que el Dolly caminó, o que son dos juntos. En Inocencia, traté de desarrollar las tres cosas.

Octavio Fraga: Hay una escena en la que subviertes el encuadre en que posicionas al personaje, al protagónico. Yo pensé: “Se volvió loco Alderete con el manual”.

Ángel Alderete: Sí, sí, yo rompí con todas las leyes del equilibrio.

Octavio Fraga: Obviamente se puede romper lo tradicional, lo establecido por la escritura técnica. Me refiero a la ruptura del tercio.

Ángel Alderete: Sí, yo rompí el equilibrio moviendo los objetos del fondo, a veces el script me decía: “¿Oye, tú estás moviendo eso?” Y le respondía: “Eso no se ve, de eso no se da cuenta nadie. Lo voy a mover un poco a la derecha porque me conviene que esté desequilibrado el encuadre, que no esté clásico”.

Octavio Fraga: Eso “descoloca” el ojo del lector fílmico.

Ángel Alderete: Sí.

Octavio Fraga: Ahora, sin que te centres solo en Inocencia: ¿Cómo se ha de retratar a un personaje de leyenda, a un héroe de la historia nacional?

Ángel Alderete: Cuando fui a hacer Inocencia pedí las fotos de los estudiantes de Medicina, los grabados, lo que hubiera de ellos. Había otros personajes que iba a retratar en la película de los que no había fotos. Sin embargo, mi intención es que cada uno de los que aparece provoque en el espectador la sensación de que está mirando esas fotos, aunque no sea la persona real.

Por ejemplo, jamás vamos a tener una imagen del fiscal, que lo interpreta Patricio Wood. Para dimensionarlo en su actitud, le puse una luz muy dura, así el espectador se fija más en que está completamente calvo, que es un tipo duro, cosa que no había hecho con ningún otro personaje. Por otra parte, a Capdevila —que es el defensor— no le puse esa luz; tenía que ser suave, para que se pudiera desplazar por todo el set en su discurso de defensa de los muchachos.

Los franceses descubrieron para dónde mira por primera vez el espectador en una pantalla: mira para la luz más fuerte y para los ojos del actor en milésimas de segundos. Ellos compararon eso con los pintores y descubrieron que Rembrandt iluminaba lo que le interesaba a él que se viera. En el cine pasa lo mismo: ponte de espaldas y haz un Dolly para que veas que la gente está inquieta por verle la cara al personaje. Y si además, no les enseñas la cara se pone todavía peor, porque quieren ver quién es. En Inocencia, manejo eso con el fiscal; con el abogado, apoyé la dramaturgia, porque la fotografía debe ir a la par del discurso dramático.

Otro ejemplo. Yo tuve que retratar a Ignacio Agramonte, que era un hombre alto; dicen que medía 1.85, casi dos metros, pero el actor medía 1.69. Entonces tuve que darle otro valor estético a la escena en que él y Carlos Manuel de Céspedes tienen una discusión muy dura sobre la guerra. Cuando vean la película podrán apreciar si lo conseguí o no.

Octavio Fraga: Son dos grandes personajes.

Ángel Alderete: Son dos grandes personajes y dos actores, Rafaelito Lahera, que ya tiene años, y Daniel Romero, que es un actor joven, que acaba de empezar, no conoce mañas, y deja muchas veces el texto arriba, como cuando lees. En ese caso, eres tú mismo, no el personaje que estás haciendo; entonces, retratar en un momento indicado a veces es difícil. Los personajes históricos también son difíciles, porque la gente lo memoriza de cierta manera. Muchas veces el espectador dice: “¿Viste cómo se parecía al Che?”; no dice: “Ese es el Che”, por mucho que te acerques al personaje.

Octavio Fraga: La gente se construye su propio Che.

Ángel Alderete: Sí. Como decía mi amigo Korda. Tú pones a ocho fotógrafos aquí y pones a un personaje. Todos tiran las fotos con la misma luz, con la misma cámara, con el mismo lente, con el mismo diafragma. Cuando miras las fotos que hicieron, dices: hay cuatro que no son buenas, ocho que son buenas, tres que son muy buenas, y todos obturaron a la vez en el mismo tiempo. Pero hay quien obturó cuando el personaje hizo una mirada, y otros perdieron ese gesto, y esa fracción de segundos en la fotografía hace la diferencia.

Octavio Fraga: En los interiores de las escenas dramáticas de Inocencia, sobre todo la de Fermín Valdés Domínguez en la que aparece con su mujer, se avista claramente una fotografía de retrato, un encuadre que legitima una composición del retrato, por eso me hablabas de Menocal. ¿Empastas una cosa con la otra?

Ángel Alderete: Sí. Y al revés. Te voy a contar. Yo quiero hacer unas capsulas de seis minutos con distintos fotógrafos, las he llamado Cazadores de la imagen, y que abarquen desde el principio de la fotografía hasta hoy.

Para esta serie, quiero entrevistar, por ejemplo, a Ernesto Fernández que aprendió fotografía con una persona que era laboratorista, y cuando le dijo: “Yo quiero aprender fotografía”, el tipo le respondió: “Ve a ver cine, mucho cine”. Entonces, él se metía tandas de cuatro y cinco películas mexicanas, pagaba veinticinco quilos, treinta quilos y veía una película detrás de otra. Y me contó que a veces sus retratos se parecen a los de María Félix”, porque en su juventud tuvo esa información visual y se le quedó en la cabeza cómo iluminaba en esa época Figueroa, el gran fotógrafo mexicano.

Yo hago ensayos fotográficos entre película y película, como el de las quince mujeres fumadoras de tabaco que quiero hacer ahora, porque no dejo de ejercitar la mente.

Foto Lester Pérez

Octavio Fraga: Sería fantástico armar una exposición de foto fija con directores de fotografía del cine cubano, no de fotogramas cinematográficos, si no de piezas de gran valor artístico. Una suerte de antología para el gran público.

Ángel Alderete: Cuando Fernando Pérez haga otra película y yo esté sin hacer nada, quiero ir de still, porque vi una exposición fotográfica en la Unión Soviética, de un stillman, que me dejó pensando. Tuvo la suspicacia de retratar todo lo que sucede dentro del set pero con una visión diferente. No la de retratar exactamente la escena, sino cuando la mujer se está maquillando, cuando está vestida mitad de época y  un jean para abajo.

Octavio Fraga: Las bambalinas del cine.

Ángel Alderete: Sí, las bambalinas. El director rascándose la cabeza, tomándose un café…

Octavio Fraga: Que no dejan de ser crónicas visuales.

Ángel Alderete: Sí. Y eso también le falta a la revista Cine Cubano; a veces la veo y está permeada solo del famoso encuadre del operador, el director señalando, el actor actuando.

Esta plática, de hace poco más de dos años, revela las texturas del artista que se erige como un recurrente labrador de símbolos del cine cubano. Los oficios que configuran sus praxis estéticas, las estelas de rigor que lo definen como un autor de virtuosos encuadres, son tan solo dos de las respuestas, articuladas como herramientas para el moldeo —siempre inconcluso— de un sello, todo ello soportado por los pilares de la cultura cubana.

Ángel Alderete es, desde hace muchos años, parte sustantiva de la historia del cine cubano y su escritura en Inocencia, lo ubica —con justicia— en el altar de los imprescindibles de la cinematografía cubana.

Tráiler del filme Inocencia (Cuba, 2018) de Alejandro Gil

Leer más

Ángel Alderete: un observador de contextos y cromatismos I

Alejandro Gil (izquierda) junto a Ángel Alderete, director de fotografía de Inocencia. Foto Lester Pérez

Por Octavio Fraga Guerra @CineReverso

El sol —que impone los cromatismos de una isla de humedades cambiantes— estuvo presente en cada palabra intercambiada, en los ciclos de preguntas y respuestas que son propios de los tempos de un dialogo pactado. Los inconfesables impactos de la luz, dibujaron, por casi dos horas, las sombras y vórtices de un espacio alargado, discreto, interior. Un par de butacones desaliñados y unas ganas de compartir memorias y reflexiones.

Es enero de 2018. Solo han pasado unas pocas semanas del estreno del filme Inocencia, de Alejandro Gil. Mi entrevistado, Ángel Alderete, llegó con puntualidad británica. Nos refugiamos en ese espacio del Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos donde aún se avistan gaveteros de un mueble protagónico que se empeña en no perder sus maquillajes originales, sus “incólumes texturas”. Son los sellos de una identidad donde la luz, esa luz, irrumpe desde las riberas del mar, que no cesa de golpear un malecón icónico.

Pretender cartografiar la ruta profesional de Alderete, en los escasos marcos de estas líneas introductorias es todo un desafío. Sin embargo, se impone singularizar los prominentes puntos de giro que definen la obra de un fotógrafo llamado a ser parte esencial de las producciones más complejas del cine cubano de estas dos últimas décadas.

Siendo un joven, la Academia de Bellas Artes San Alejandro lo acogió como estudiante de pintura y, de igual modo, la fotografía submarina lo condujo a la Escuela Internacional de Buceo. Luego, entre1972 y 1982, un período de cambios generacionales para el cine nacional, materializó una intensa labor como fotógrafo en más 40 documentales. Varios países del continente africano fueron retratados por las cámaras de Alderete; sin dudas, una ruta de aprendizajes, de requeridos entrenamientos visuales y fotográficos que le aportó una lúdica relación entre ese tomar de los entornos y el arte final en la pantalla.

El ser parte de los equipos de realización de los noticieros de la televisión cubana y de la Agencia CBC, dos momentos de tránsito en su labor creativa, le aportaron fogueo, praxis, oficio, escuelas, conceptos.

La docencia, esa manera de dar de la que también se aprende, la ha desarrollado en la Escuela Internacional de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños, Cuba.

Su filmografía como director de fotografía es prominente. Piezas de ficción y documentales llevan su firma, no solo en Cuba, también en otras partes del mundo. Suman más de cien piezas las tocadas por su mirada, que apunta al ejercicio del rigor, a la búsqueda de otros derroteros estéticos, al repensarlo todo para responder a la exigencia de un relato, de una puesta, de un espacio, siempre signado por los desafíos de mostrar simbologías, acentos culturales o diálogos, que también encumbran toda pieza audiovisual. Son logros de un intelectual, que es miembro de la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba (Uneac) y de la Asociación Española de Autores de Obras Fotográficas Cinematográficas.

Alderete es un cineasta marcado por la praxis del estudio, por reciclar textos preteriros que enriquezcan su labor profesional, esencial en toda labor creativa. Este cubano del séptimo arte es un observador de contextos, de la historia y los colores que nos invaden, que muchas veces resultan imperceptibles para el más común de los habitantes de la isla. Sobre Inocencia y su labor de como director de fotografía, hablamos, casi dos horas.

Octavio Fraga: Cuando Alejandro Gil te invita a participar en su filme Inocencia, ¿qué motivaciones tuviste para enrolarte en un proyecto de esa envergadura?

Ángel Alderete: Primero, me interesó el tema; luego, cuando leí el guion me di cuenta que de que estaba muy bien hecho, y de que eran prácticamente dos películas. Se narraba la historia de los estudiantes de Medicina y la de la búsqueda de Fermín de los restos de sus compañeros, y aunque ambas se entrelazaban, no tenían nada que ver. Entonces me di cuenta de que era una película en la que yo tenía que trabajar la iluminación en torno a esa diferencia temporal de dieciséis años entre un hecho y otro, a pesar de que en Cuba no cambiaron entonces las formas de iluminación. En ese período, prácticamente se restringía al uso de las velas y el gas en las calles.

Foto Lester Pérez

“Fue un reto cromático y de encuadre a la hora de representar las dos etapas, y eso me motivó. Una de ellas, juvenil, intrépida, desaforada, en términos de que eran estudiantes de Medicina, y la otra con Fermín escribiendo un libro y en la búsqueda de los cadáveres, que es un proceso más maduro.  Fue así cómo le dije a Alejandro: ‘Bueno, vamos a hacer la película’.

“Alejandro y yo nos conocemos desde que él empezó como asistente de dirección en Algo más que soñar, una miniserie en la yo estaba trabajando. Ya habíamos estado juntos en la Fílmica (de las Fuerzas Armadas Revolucionarias) y coincidimos en varios proyectos, pero ninguno del Icaic.

Las otras motivaciones que tuve para trabajar en Inocencia fueron estéticas. Alejandro y yo compartíamos que la película tenía que tener un encuadre que no fuera clásico, con dos tipos de luz que diferenciara la tragedia del trabajo de investigación de Fermín. Estuvimos de acuerdo en que había que tener dos tipos de color y en que, para la primera etapa, los colores vivos podían conspirar contra el discurso.

“Otro motivo por el cual accedí es que esta fue la primera película de época en la que participé. Antes, todos habían sido filmes contemporáneos. Así que tuve estudiar a los pintores cubanos de la época y a algunos de otros países”.

Octavio Fraga: ¿Consideras que has sido el ojo del director? ¿Respondiste a sus expectativas y exigencias para el mejor acabado de la obra?

Ángel Alderete: Pienso que sí, estoy muy contento con los resultados. En aquel momento acababa de terminar una película en blanco y negro, contemporánea, y me enfoqué en los criterios estéticos que tenía Alejandro y que venían definidos en el guion, además de los que le aporté.

“También los personajes de la obra cinematográfica tienen una manera de expresarse, un gusto. Y en relación a cómo iluminar a cada uno hubo un vínculo muy estrecho entre la dirección de arte y yo. No se ilumina igual a una persona del campo que a un citadino. No es lo mismo asistir una conversación entre Fermín y un cura en una iglesia, que tiene su luz y características propias, que iluminar la casa de Fermín en distintos momentos: de noche, de día, al atardecer. Eso lo tengo bien claro, y aunque puedo equivocarme, trato de escuchar al director, ser el ojo del director y saber si realmente la luz que tengo funciona en la inserción dramática que está ocurriendo. Me considero un colaborador del director, no un fotógrafo independiente que trata de imponer estilos en cada una de las películas”.

Foto Lester Pérez

Octavio Fraga: ¿Tras la primera lectura del guion, ¿qué líneas estéticas te planteaste desarrollar en la puesta fotográfica de Inocencia?

Ángel Alderete: Para la etapa de los estudiantes estudié mucho a Rembrandt. Este pintor iluminaba lo que a él le interesaba ponerle color. Para mí los fondos fueron importantes en un momento indicado, y en otros no. Por ejemplo, los laterales de las aulas no me interesaban, porque no tenían ningún valor estético, a diferencia de la pizarra, donde estaban dibujados los esqueletos para los estudios de Medicina. También, el espacio donde se mueve el profesor y los pupitres, y la puerta principal, porque por ahí entran los estudiantes y luego los voluntarios que los apresan.

“En la otra etapa, la casa de Fermín está llena de encanto. Está muy bien ambientada, muy bien diseñada y jugué con los niveles de contraste. Ahí me acercaba un poquitico más a los pintores holandeses de la época, que no oscurecían tanto los fondos, sino que le daban una presencia determinada porque les interesaba dar la atmósfera de donde se estaba desarrollando la acción de la pintura.

“Yo hice lo mismo, excepto en el despacho de Fermín. Tuve que volver a Rembrandt en la parte que él sueña que alguien lo va a matar y utilicé los claroscuros de nuevo para que cuando despertara tuviera la misma atmósfera de la pesadilla. No acudí al recurso clásico de sobrexponer para que el espectador se diera cuenta de que era un sueño. Pretendí que se sorprendiera pensando que el sueño era una realidad, y después se convierte en la realidad. Por eso me propuse hacerlo diferente”.

Octavio Fraga: ¿Una vez que hiciste la visita a las locaciones, ¿qué desafíos u obstáculos identificaste para la realización del trabajo de dirección de fotografía? ¿Cuáles fueron los retos que te “impusieron” esos espacios?

Ángel Alderete: Bueno, la película se filmó en muchos museos: no los puedes transformar. Una de las dificultades que tenía en la casa de Fermín es que los techos y las paredes están pintados de verde. Yo no hubiera querido ese color, y al asumirlo tuve que quitarles la brillantez. Sabía que iba a influir en la piel y en el vestuario; la luz y el color caminan. Hay lugares, como el del juicio, en que las paredes eran blancas. Esa también fue una dificultad: había que usar la locación como estaba.

Octavio Fraga: ¿Trastocaba la dramaturgia fotográfica?

Ángel Alderete: Sí, y me interesaba más tener ese tipo de locación, que era más auténtica, que pintar una pared. De todas maneras, a veces con el encuadre podía suprimir esa dificultad. Si el espacio era muy chiquito, los retos eran mayores.

“En algunos lugares, pudimos transformar completamente la locación, poner pladur encima de una pared para que no se dañara. Pero esos son los retos cuando haces una película de época y tienes que utilizar espacios como museos y muebles que a veces no te permiten mover ni tocar.

“También tuvimos colaboración de distintas instituciones donde se movieron las piezas para que nosotros pusiéramos otras que no eran museables. La locación más difícil que tuve en la película fue el aula.

También en la Fortaleza de San Carlos de la Cabaña, porque no se puede clavar ni hacer nada en las paredes, que, además, son semi circulares. Para lograr los efectos de las velas, usamos varillas de gas. Así conseguimos que la gente tuviera el tono que tiene”.

Octavio Fraga: Alderete, muchos de los encuadres que diseñaste para el filme son, desde mi punto de vista, pinturas que nos remontan a retratos, e incluso al paisaje urbano de la plástica cubana del siglo XIX y principios del XX. En ese proceso de apropiaciones, ¿cuáles fueron tus referentes estéticos?

Ángel Alderete: Estudié mucho a Menocal, que fue un pintor muy realista a la hora de ver el color, el matiz de la naturaleza en esa época. La pintura de interiores de Menocal me sugirió la manera de utilizar el color en unas ocasiones, y los encuadres en otras.

“Quién no vive muchos años en Cuba no se da cuenta de la manera que la luz golpea a las ciudades; es una luz muy fuerte, muy dura, y a veces hace mucha sombra, y las relaciones entre sombra y el sol suelen ser entonces muy violentas”.

Octavio Fraga: Es notable en Inocencia el cromatismo de planos, que apunta a subvertir el acomodamiento de la pupila del lector fílmico ¿Esa es una primera intencionalidad? Yo vi un despliegue de planos, una riqueza de planos… ¿Es una manera entroncar con el público?

Ángel Alderete: Sí. Por eso yo desbalanceo un poco el cuadro, utilizo a veces drones; otras, elementos de la modernidad dentro del movimiento de cámara. En una de las conversaciones que tuvimos Alejandro y yo, le dije: “Tenemos que hacer una película que se desarrolle en una época antigua, pero con un lenguaje moderno.

“Igual le propuse utilizar algunos elementos que tuvieran códigos de la publicidad, como pinceladas, sin convertir la película en una quincallera; ni colorines ni encuadres raros, aunque sí una visualidad moderna y que, a la vez, recordara las pinturas de esa época, porque estábamos contando un hecho histórico”.

Octavio Fraga: Cuando uno revisita la obra de ficción de Alejandro Gil se revela la importancia que le da a la puesta en escena para el acabado del filme ¿Cómo te adaptaste a sus improntas, a sus exigencias, desde esa perspectiva? Eran auténticas puestas en escena.

Ángel Alderete: Nos llevamos muy bien en eso. Entre los dos, hicimos un guion técnico muy riguroso. Él me narraba la puesta en escena y yo hacía los dibujos.

Octavio Fraga: ¿Por escenas?

Ángel Alderete: Sí. Por escenas, como si fuera el actor. Hicimos un binomio muy unido; él adaptándose a las exigencias mías de la luz, y yo a las suyas de la puesta. Lo más difícil de esta película fue la cantidad de personajes y que muchos de ellos actúan en la misma escena, lo cual dificulta lograr una atmósfera. Cuando hay dos personajes en un lugar es más fácil para el fotógrafo dominar la luz, saber cómo se mueve el actor. Es muy diferente cuando hay quince, veinte, treinta, cuarenta personas dentro de una cárcel y se están moviendo constantemente, porque lograr una atmósfera, una estética que cumpla los parámetros en toda la película es lo más difícil.

Octavio Fraga: Estábamos en la locación de la cárcel…

Ángel Alderete: Sí. Nos pusimos muy de acuerdo en el movimiento escénico para que yo pudiera trabajar la luz. En ocasiones Alejandro movía a los actores. Yo también me subordiné a su puesta en escena cuando lo requería. Si unas personas venían a buscar a otras porque las iban a fusilar, yo estaba obligado a esperar por un camino a que se pararan, hablaran y ver si se separaban o acercaban más a la reja. Todo eso lo manejamos muy bien, no hubo ninguna contradicción.

“Cuando había personajes dialogando, a veces lo combinábamos con movimientos de cámara que yo le sugería o a la manera que él veía la puesta. En la película hay una riqueza de movimientos de cámara, de posiciones de cámaras diferente a la que puede haber en una película convencional”.

Octavio Fraga: Esa escena (se lo dije a Alejandro también), cuando a los estudiantes les comunican que los van a fusilar, tiene mucha fuerza, por ese contrapunteo entre ellos y los voluntarios… Y la fotografía subraya ese momento dramático.

Foto Lester Pérez

Ángel Alderete: Sí, tiene mucha fuerza.

Octavio Fraga: Y la reja en el medio como elemento divisorio…

Ángel Alderete: Divisorio y de impotencia. Como Alejandro también viene de la televisión, en eso también nos pusimos de acuerdo antes. Yo le dije que los primeros planos en un tipo de película coral tienen dificultades, porque a veces el que está atrás, mediante su acción, colabora con el que está delante.

Octavio Fraga: Un escenario de encierro…

Ángel Alderete: Hay un encierro entre unos y otros. Si cerrábamos mucho el plano, no podía apreciarse igual la atmósfera del lado del oficial que leía los nombres de los condenados. Pero, además, detrás tenía unos guardias que apuntaban. Era un clímax que no podía dejarse de retratar; no podía perderse esa perspectiva.

“Poder tomar estas decisiones depende de la madurez del fotógrafo. En mi opinión, la vida del fotógrafo se divide en tres momentos. Cuando se propone encuadrar, pone la cámara donde le parece que está lo más importante y se embronca con el director por un primer plano. Luego, cuando aprende a encuadrar y a mover la cámara. La tercera etapa, la de la madurez, llega cuando sabe ver la luz en cada una de las escenas. Para llegar ahí hay que educar el ojo, hay que estudiar, hay que informarse. No puede pensarse que haces lo más grande del mundo cuando todo el mundo lo aplica hace años, porque fue inventado por artistas de la plástica y fotógrafos que también aprendieron de sus antecesores.

“Ya tenía esa visión cuando trabajé con el fotógrafo del filme ¿Quién le teme a Virginia Wolf?, que murió el año pasado, Haskell Wexler. Él fue uno de los que utilizó la luz de ventana a ventana en una época en no se tenía idea de ese recurso. Pasaba los setenta años cuando vino a Cuba a filmar la visita del primer Papa en una película de treinta y cinco milímetros. Él me dijo: “Mira, Alderete, en cine ya está hecho todo. Eso de las ventanas reventadas yo lo vi en una pintura de principio del Siglo xx. Desde la segunda década de esa centuria se empezó a no darle importancia a lo que hay en el exterior, sino a la luz que entra, y a ver la luz de otra manera.

“Y este hombre, que tuvo tres Óscar, que fue presidente de los directores de fotografía de Estados Unidos, que había trabajado con grandes directores, me dijo que si yo trataba de ver la luz en cada uno de los lugares es porque ya empezaba a ser maduro, y me recomendó que educara el ojo en la identificación de la luz que se requiere en cada espacio escénico. Eso lo llevo en mi memoria, y un día tengo que hacer algo así”.

Octavio Fraga: En tu trabajo con Alejandro Gil, ¿qué pautas fotográficas bocetaste para el acabado de la obra?

Ángel Alderete: Vimos juntos una película rusa contemporánea que ya yo conocía, El duelista (Aleksey Mizgirev, 2016). Tiene la atmósfera del San Petersburgo del mil ochocientos setenta y pico, de la época de los zares. Es sobre un hombre al que le pagan por hacer duelos, es un gran tirador.

“Cuando él la vio se dio cuenta de que debíamos andar por ese camino en la manera en que íbamos a encuadrar. Incluso, durante el rodaje, a cada rato él me decía: ‘Oye, Alderete, acuérdate de los encuadres que tenemos que hacer, acuérdate de la luz que tenemos que queremos’. Yo le decía: ‘Los grandes problemas que tenemos son en los exteriores, pero no te preocupes, que esta cámara con la que estamos filmando tiene esta posibilidad, debo trancar los verdes y azules, y poner la película al tono que previmos’. O sea, la relación director-fotógrafo funcionó muy bien. Incluso, el plano en el que aparece Fermín sentado en una silla, que le da la luz que entra por la ventana, no estaba previsto en el rodaje. Fue que el actor se sentó ahí para concentrarse”.

Octavio Fraga: Y aprovechaste ese azar…

Ángel Alderete: Sí, yo tenía iluminado ahí y se filmó. “Filma, filma, filma eso”, me dijo Alejandro. Así fue la comunicación que tuvimos, Él lo vivió en la serie televisiva Algo más que soñar. La muerte de Brito no estaba planteada de la manera que se hizo. Luis Alberto García, se sentó en una piedra a concentrarse para la escena, y yo le dije a Eduardo Moya: “Asómate, mira, ese es el final”. El hombre tira el fusil, se sienta, está descojonao porque ha muerto su amigo, lo han matado delante de él.

“Hay personas, como Alejandro, que te pueden escuchar. Otras no, por falta de conocimientos o porque no te conocen. Cuando hice María Antonia, de Sergio Giral, él tenía bien clara la estética de la película. Y le dije: ‘bueno, eso es lo que tú has visto como parámetro, pero la película no lleva eso’. Sergio me oyó y el filme tiene una atmósfera de los años cincuenta, pero ni es Blade Runner ni Corazón salvaje, una película de Robert de Niro, también muy buena. Puedes tener ese cine negro, pero Cuba no es el Bronx de Nueva York; puedes tocar rock en Cuba y no pasa nada, pero tienes que saber que el rock de Cuba no es el de los Estados Unidos. Igual sucede con el jazz.

Octavio Fraga: Eres un cineasta con una sustantiva obra cinematográfica como director de fotografía. ¿Qué no debe ignorar el fotógrafo que narra las historias de la isla?

Ángel Alderete: La luz de Cuba. Si tratas de parecerte a la luz de Inglaterra nunca lo vas a lograr; la luz de Inglaterra es la luz de Inglaterra, el sol de Cuba pasa por el centro. Son diferentes completamente. Cuando tienes una luz con ese empaque, sabes que vas a una locación y todo el mundo tiene el contraluz perfecto. Cuba no es así. No puede perderse la perspectiva de que hay que trabajar con la luz que te impone trazos. La puedes matizar dramáticamente. Y puedes, digamos, utilizar horarios que ayuden de una manera u otra. Sobre todo en exteriores.

“Tampoco puede olvidarse la luz que entra por las ventanas; la luz se matiza o no, se pone más alta o no, pero no puede pretenderse que la luz que entre por una ventana sea la luz de París, en invierno o en verano, que es una luz suave, bonita. No, en Cuba la luz es bonita también, pero tiene sus características. Hay que saber identificar los niveles de reflexión, aun cuando está nublado, que no haya niveles de contraste violentos. Más que obviarlo, hay que asumirlo, porque el trópico tiene distintos contrastes, y colores fuertes. Además, la gente es viva y camina y se comporta de una manera diferente. No puede pretenderse hacer una película como la que hacen los dinamarqueses, que están metidos dentro de la casa seis meses del año y tienen que palear la nieve para poder abrir la puerta. Aquí la bulla es de la puerta para afuera, lo mismo juegan dominó que hablan en la esquina, eso sucede en los países tropicales, y en los países tropicales que tienen contacto con el mar. En México, por ejemplo, en el D. F. no es igual que en Cancún, ni en Ecuador, Guayaquil que Quito.

Tráiler del filme Inocencia (Cuba, 2018) de Alejandro Gil

Leer más

El protagonismo de la comunidad en el documental etnográfico

Javier Expósito Martín, profesor de Antropología audiovisual y arqueólogo español

Por Octavio Fraga Guerra @CineReverso

Transcripción de la entrevista a Javier Expósito Martín, profesor de Antropología audiovisual y arqueólogo español, en el espacio Diálogos en reverso de la Unión de Periodistas de Cuba, realizada el 9 de febrero de 2022 en torno al tema: Del registro etnográfico al video antropológico compartido. Nuevos enfoques desde la antropología visual.

Octavio Fraga: Hola, buenas tardes, bienvenidos a otra edición de “Diálogos en reverso” como cada miércoles, a la una de la tarde hora de Cuba. Hoy estaremos conversando con Javier Expósito Martín, profesor de antropología audiovisual y arqueólogo español. Bienvenido Javier a este espacio de la Unión de Periodistas de Cuba. Es un honor y un placer tenerte acá, buenas tardes.

Javier Expósito Martín: Hola, buenas tardes, muchas gracias por la invitación, el placer es mío, es un honor para mi también estar con ustedes y compartir este rato.

Octavio Fraga: Bueno, como es ya dinámica de este espacio hacemos una breve presentación del invitado. Javier Expósito está desarrollando su doctorado en Historia, Antropología y Arqueología en la prestigiosa Universidad Complutense de Madrid. Pratica sistemáticamente la docencia y la investigación en temas propios de su labor profesional. Como creador audiovisual ha materializado más de veinte documentales etnográficos —que no es poco— y a la par, simultanea trabajos como arqueólogo en Chile, nación donde ahora desarrolla buena parte de su labor. Sus ensayos están incluidos en importantes revistas científicas de España, Chile y Perú. Bienvenido Javier una vez más.

 Javier Expósito Martín: Gracias.

Octavio Fraga: Nos hemos puesto de acuerdo en el tema, él lo ha querido titular “Del registro etnográfico al video antropológico compartido. Nuevos enfoques de la antropología audiovisual”. Un asunto que no envejece y que nos parece importante abordar. La primera, es una especie de pregunta base. ¿Cuál es tu visión sobre el uso de recursos audiovisuales desde una perspectiva funcional en la investigación antropológica?

Javier Expósito Martín: La historia de la antropología visual —también conocida como cine etnográfico— tuvo como principal objetivo el registro etnográfico. Los primeros antropólogos llevaron cámaras a diferentes lugares y registraron sobre todo bailes rituales, danzas, documentaron este tipo de comportamiento físico. Una vez que volvían a sus universidades —a sus centros de trabajo— estudiaban el registro que habían hecho. Para ellos esa labor era fundamental.

Estamos hablando de antropólogos de finales del siglo xix, así que la antropología audiovisual —como a mí me gusta llamarla, porque el audio sin dudas es muy importante también— empezó a desarrollarse hace mucho tiempo. No es de los últimos años con el boom de las imágenes o de la televisión. Los primeros antropólogos empezaron a utilizar las primeras cámaras Lumière recién se inventaron. Los hermanos Lumière inventaron, desarrollaron este tipo de cámaras cinematográficas, y algunos antropólogos empezaron a utilizarlas con este fin, sobre todo para el registro etnográfico.

Octavio Fraga: Se impone un paréntesis. Este Diálogo… está basado en un ensayo que escribió Javier titulado: “Antropología visual. Del registro etnográfico al cine compartido”. En una parte del texto afirmas: “Los antropólogos que incorporaron la cámara en su trabajo de campo a finales del siglo xix, lo hicieron con un propósito claro, documentar las pautas culturales de los pueblos que estaban extinguiéndose tras la colonización europea”. Pero ese ejercicio de documentar culturas, otras, se ha materializado también desde encuadres europeístas o anglosajonas. Yo te pregunto: ¿cómo resolver esa distorsión cultural, esa praxis en el trabajo de campo que nace en otras regiones y no siempre acierta en la investigación antropológica?

Javier Expósito Martín: Por ahí va en realidad el artículo, por hacer un repaso diacrónico de la historia de la antropología audiovisual, y ver cómo estos primeros antropólogos utilizaban las herramientas audiovisuales para el registro. Pero se quedaban en eso muchas veces, no había una relación con las comunidades porque básicamente lo que querían era tener el registro para posteriormente analizarlo. Por tanto, el trabajo antropológico con las herramientas visuales no se realizaba con las comunidades. Esto cambió, afortunadamente, con el paso del tiempo, y ahora lo que estamos proponiendo muchos antropólogos y antropólogas es trabajar con las comunidades de manera más horizontal, desarrollando talleres si en estas comunidades no se sabe utilizar las herramientas audiovisuales, para que aprendan a manejar las cámaras de video, las cámaras de fotos. No sólo para el trabajo antropológico que se está haciendo, sino que cuando el antropólogo o la antropóloga se vayan, ellos queden con ese saber y lo puedan poner en práctica por ellos mismos en las comunidades. Eso es lo que hicimos, por ejemplo, con unas comunidades quechuas en Cuzco, en los alrededores de la ciudad de Cuzco.

Octavio Fraga: Y de alguna manera, por tu experiencia, al hacer esas grabaciones o esas fotos estas quedan como memoria, congelas esos momentos que pueden perderse.

Javier Expósito Martín: Como decía Patricio Guzmán: Un país sin cine documental es como una familia sin álbum de fotografías. Y los documentales sirven para hacer la memoria viva de una comunidad, de un país.

Octavio Fraga: Entonces, asumes al cine como un instrumento de comunicación audiovisual y como una forma de registro documental. ¿También desde otras miradas?

Javier Expósito Martín: Es increíble la cantidad de información que da; un simple fotograma o una simple fotografía es un elemento etnográfico de gran interés. Hay que tener en cuenta, siempre lo decimos, que la imagen, el frame, el cuadro, determina cuál es tu mirada. Porque estás eligiendo qué es lo que está dentro de ese encuadre y si encuadras algo es porque consideras que es más importante que lo que está fuera. Con lo cual, haces una interpretación cultural de tu trabajo de campo, seleccionas lo que crees que es más importante y crees que tienes que compartir y lo qué va a quedar reflejado en tu documental o en tu fotografía; entonces el registro es fundamental.

También hay que tener en cuenta que estas técnicas audiovisuales nos ayudan a conocer cómo viven, cómo sienten, cómo se relacionan los miembros de diferentes comunidades. Las tecnologías o las herramientas audiovisuales son perfectas, idóneas para registrar, para transmitir comportamientos, creencias y, sobre todo, para construir un conocimiento compartido. No es sólo que el antropólogo o la antropóloga aprendan de esa comunidad, sino que la comunidad también aprenda del antropólogo, del investigador que va allí y que el conocimiento sea compartido.

Estas herramientas audiovisuales, además, son perfectas para registrar el patrimonio tanto cultural como inmaterial. Para este último, son muy importantes. Por ejemplo, para una danza, un baile o un relato oral, ¿qué mejor que el audiovisual? Queda registrado y no dependemos de la memoria o del buen escribir del antropólogo o de la antropóloga que redacta lo que vio en su trabajo de campo. Con la herramienta audiovisual, con la cámara, lo tenemos ahí y vamos a poder compartirlo y difundirlo. Este es otro aspecto fundamental, el de difundir las culturas de otras comunidades. También, darles la posibilidad de mostrar cuáles son sus inquietudes, sus problemáticas, sus reivindicaciones. Todo eso lo podemos hacer con la herramienta audiovisual.

Octavio Fraga: Cuando te escuchaba me estaba acordando sobre un documental del que yo escribí hace unos meses: La sal de la tierra, de Wim Wenders y Juliano Ribeiro Salgado. Es un filme biográfico sobre el fotógrafo brasileño Sebastião Salgado.

Javier Expósito Martín: Sí.

Octavio Fraga: Que es un fotógrafo maravilloso.

Javier Expósito Martín: Sí.

Octavio Fraga: Y tú ves esas fotos de ese gran artista, que ha viajado el mundo entero. Lo que ha documentado Sebastião Salgado en toda su vida es excepcional y tiene que ver con eso sobre lo que tú estás reflexionando. No sé si conoces el documental.

Javier Expósito Martín: Sí, sí, conozco el documental, las fotografías son espectaculares. Hay que tener en cuenta también que cuando estamos registrando algo inmaterial como puede ser un canto o un relato oral, cuando lo grabamos y lo convertimos en un CD, este material lo estamos protegiendo, lo estamos conservando, lo estamos preservando, y lo podemos archivar. Son perfectos para conservar el patrimonio, y de alguna manera, este patrimonio inmaterial se convierte en algo material, en algo material en tu CD, que lo puedes difundir, lo puedes mover.

Octavio Fraga: Seguramente coincidirás conmigo en que el cine documental ha sido el mejor aliado, el mayor aliado, de la labor de los antropólogos. ¿Cuáles son las variables que apuntan a legitimar esa mirada?

Javier Expósito Martín: Claro. Hay que tener en cuenta cuándo se empiezan a hacer realmente documentales antropológicos. En los años treinta, Margaret Mead y Gregory Bateson, por ejemplo, hicieron el famoso documental Trance and Dance in Bali; ahí podemos empezar a hablar de un documental. Hay una estructura y un análisis de la imagen, pero hay que tener en cuenta que incluso Margaret Mead cuando hizo este documental, en realidad lo que estaba utilizando era las imágenes que filmó veinte años antes cuando solamente quería registrar. Fue veinte años después, ya en los años cincuenta, cuando recopiló ese material y le dio un sentido en el montaje y añadió su voz en off. Entonces ahí estamos, ya en los años cincuenta, y sobre todo antropólogos de Estados Unidos, se dieron cuenta del potencial que tenían estos documentales. Por una parte, para la difusión de sus documentales en la televisión de Estados Unidos, y, por otra, para sus clases en la universidad. Ellos utilizaban sus propios documentales para mostrarlos a sus alumnos, y servían como práctica para hacer trabajo de campo, o enseñar a hacer trabajo de campo desde las aulas. El valor del documental —a partir de ese momento— no ha parado de crecer, y lo que vamos viendo es la tendencia de hacer un documental con una mirada muy propia, centroeuropea también, muy positivista. Apuntaban hacia unas tendencias más colaborativas, de tener más en consideración la problemática o las demandas de las comunidades con las que se hacen los documentales. Para esto último el documental es muy valioso, tanto desde el punto de vista del antropólogo como para su investigación científica, como también desde el punto de vista de las comunidades.

Octavio Fraga: Como tú bien señalas en tu ensayo “Antropología visual. Del registro etnográfico al cine compartido”, el documental Nanook el esquimal de Robert Flaherty  —todo un clásico de la cinematografía universal—, el realizador de esta pieza pasa de la observación a la puesta en escena.

Javier Expósito Martín: Sí.

Octavio Fraga: Desde tu perspectiva como investigador ¿legitimarías ese segundo estadio, el de la puesta en escena?

Javier Expósito Martín: No, no. El gran acierto de Flaherty con este maravilloso documental —que es una pieza fundamental en la antropología audiovisual y que durante muchos años estuvo olvidado y de alguna manera marginado desde la mirada de la antropología—, fue que él se dio cuenta de que tenía que hacer puesta en escena. Pero, ¿qué significó en realidad la puesta en escena? Que pasó de hacer o intentar hacer un documental sobre Nanook a hacer un documental con Nanook, con su familia, y construyó cinematográficamente su vida. Lo que vemos en el documental de Nanook no es cómo era la vida de los inuit en ese momento en el que estaba Flaherty filmando, sino que con Nanook y con su familia hizo una reconstrucción de cómo era la vida de los inuit antes de la llegada del hombre blanco. Por ejemplo, ellos no cazaban con arpones, ya tenían rifles y cazaban la morsa con rifles; sin embargo, hay una secuencia famosa en la que vemos cómo Nanook y sus compañeros cazan una morsa con arpón. Evidentemente es mucho más trabajoso, pero eso se puede conseguir porque estás haciendo un trabajo colaborativo con los protagonistas del documental y porque saben el valor que va a tener el registro de esas antiguas costumbres, muchas de ellas ya desaparecidas.

Otro ejemplo clásico de puesta en escena es la construcción del iglú. Vemos una secuencia en la que Nanook junto a su familia están construyendo un iglú —la vivienda típica de los inuit— y es muy interesante porque lo que vemos en ella no es una secuencia clásica de antropología, en la que el antropólogo pone la cámara encima del trípode a una distancia prudencial y filma en tiempo real la construcción del iglú. Lo que vemos es un montaje paralelo, porque no sólo vemos cómo se construye el iglú, vemos cómo juegan los niños, vemos a la compañera de Nanook. Son diferentes secuencias que están ocurriendo a la vez que se construye el iglú, entonces nos está dando mucha más información, eso es puesta en escena.

También es muy famosa esta parte final en la que vemos a Nanook y a su familia desde dentro del iglú y cómo se están despertando a la mañana siguiente. Sabemos que esa secuencia se pudo filmar porque el iglú no se construyó entero, sino que se dejó a la mitad, porque si se construía de manera completa Flaherty no tenía luz suficiente para filmar dentro.

Entonces lo que estamos viendo ahí es claramente una puesta en escena, pero a mi modo de ver ofrece muchísima información, y muy rica. De otra manera, no podríamos tenerla guardada y verla. Sabemos que esto se le criticó mucho a Flaherty, y de hecho fueron olvidados de alguna manera sus trabajos durante mucho tiempo, hasta que cineastas franceses como Jean Rouch, por ejemplo, gente de la Nouvelle Vague, recuperó el trabajo de Flaherty y de Dziga Vértov.

Octavio Fraga: En tu trabajo hablas del método de colaboración participativa, sin dudas es algo diferente a lo que las anteriores escuelas de antropología han cimentado. Sé que es tu manera de abordar tu labor científica. Desde el punto de vista del resultado del trabajo audiovisual, del corte final, ¿qué le distingue de las anteriores experiencias en términos de estudios de campo del trabajo antropológico?

Javier Expósito Martín: Este tipo de cine etnográfico compartido lleva mucho tiempo haciéndose. Tú mismo me comentabas antes acerca de una experiencia que han tenido en Cuba hace unos años, como veinte años. En Brasil ha habido experiencias como Video nas Aldeias, de Vincent Carelli, como Terence Turner con los kayapo. En Chiapas, también ha habido a partir de los años noventa trabajos compartidos en los que se ha enseñado a las comunidades cómo utilizar las herramientas audiovisuales, las cámaras; se les ha enseñado cómo editar, y se ha hecho un trabajo compartido con ellos. Lo que estamos entonces proponiendo es precisamente ahondar un poco en ese trabajo, porque creemos que todo el mundo va a salir beneficiado, porque creemos que el trabajo antropológico va a ser más profundo y que las comunidades también van a salir ganando algo con este trabajo compartido. Aprenden a utilizar las cámaras, a hacer documentales, porque ahora mismo, hay muchísimas comunidades indígenas que saben utilizar las herramientas audiovisuales, pero igualmente se puede hacer ese trabajo compartido. Lo interesante es tener una estructura más horizontal de la que hemos tenido, en la que siempre el antropólogo o la antropóloga estaba arriba y las comunidades abajo; entonces se trata de democratizar un poco todo este proceso de investigación. Además, el resultado va a ser, como decía antes, más rico antropológica y visualmente.

Es interesante, por ejemplo, el trabajo de Pablo Mora en Colombia. De su investigación salieron tres documentales. Uno con la visión más de las comunidades indígenas: dura seis horas, un trabajo compartido de cincuenta y dos minutos, que es el tiempo más o menos que se usa para televisión, y otro con una visión más antropológica, por parte suya. Entonces ese trabajo compartido ya se está haciendo y yo creo que es en el que hay que seguir ahondando, siempre lo digo, teniendo en cuenta la opinión de la comunidad. O sea, la comunidad tiene que ser la que dé el visto bueno de manera consensuada a querer hacer un trabajo compartido con el antropólogo o con la antropóloga. Si la comunidad no quiere que se haga un documental sobre ellos, o no quiere hacer un documental etnográfico compartido evidentemente no se hace.

Octavio Fraga: Javier, ¿cuáles son los temas predominantes, reiterados, importantes, que distinguen a estos grupos de creación que me has citado? ¿De alguna manera están conectados entre ellos, hay intercambio de experiencias, de retroalimentación, de asesoría?

Javier Expósito Martín: ¿Desde el punto de vista antropológico?

Octavio Fraga: Sí.

Javier Expósito Martín: Dentro de la antropología son trabajos de campo para analizar diferentes comportamientos en comunidades; esto se tiene más claro en América o en Latinoamérica, que para hacer trabajo de campo no necesitas irte a un lugar remoto ni a una comunidad olvidada, sino que el trabajo de campo y la antropología audiovisual se pueden hacer aquí a la vuelta de la esquina.

Desde Europa, en ciertos lugares, aun se piensa que para hacer el trabajo de campo hay que ir a un sitio lejano. Los temas no varían, son claramente la investigación cultural, las tradiciones culturales, la cosmovisión, los modos de organización de diferentes tipos de comunidades. Lo que cambia es la perspectiva de cómo hacer este tipo de investigación

Octavio Fraga: Tú me hablas de una democratización de las decisiones, de la participación creativa, pero ¿cómo se resuelve esa pluralidad y esa horizontalidad en el proceso de la creación de los trabajos antropológicos en que tú has participado, cómo se desarrolla?

Javier Expósito Martín: ¿Te refieres a la etapa de edición y montaje o a todo el proceso?

Octavio Fraga: A todo el proceso, porque ahí tú nos cuentas que hay una horizontalidad, una democratización de los procesos, supongo que en las diferentes etapas de realización, de investigación de campo incluida, pero ¿quién decide, si es que alguien decide?

Javier Expósito Martín: Claro, ese es el reto en realidad, el cómo llevar eso a la práctica. Creo que, por así decirlo, si tuviéramos que seguir unos pasos lo primero sería llegar a la comunidad, plantear, debatir, consensuar la realización de un audiovisual etnográfico con la comunidad o con los grupos humanos indígenas o no indígenas, o de la ciudad con los que quieras realizar la investigación, mediante este procedimiento de cine compartido.

Puede ser que ellos se reúnan y consulten a sus autoridades ancestrales de diferente manera, pero creo que lo primero es plantear esa posibilidad a la comunidad y que ellos decidan. A partir de ahí, si se llega a un acuerdo, elaborar con la comunidad un plan de investigación acerca de qué temas podemos investigar. Ellos seguramente van a tener unos temas que para ellos son muy importantes y les gustaría trabajar en ese sentido. El antropólogo a lo mejor tiene otros. Igual, llegar a un punto de acuerdo y poner sobre la mesa los diferentes temas para elegir un plan de investigación y un diseño de pre-producción del audiovisual. Evidentemente todo esto requiere un trabajo de campo intensivo, tienes que estar trabajando con la comunidad un tiempo, que te conozcan, que tú les conozcas, que haya un proceso de empatía también. Si la comunidad no sabe utilizar las herramientas audiovisuales, que el antropólogo o la antropóloga dé talleres de manera gratuita, para enseñarle cómo se utilizan las cámaras, cómo se edita y, claro, cuando estamos hablando de cómo se edita no sólo se trata de qué teclas tienes que tocar, sino de cómo mentalmente te imaginas el guion de tu documental. Ahí empieza a haber diferencias, se van viendo más diferencias entre la mirada del investigador, que seguramente va a tener una mirada de cine, vamos a decir tradicional, o más europea, o más estadounidense, y la mirada que tiene cada pueblo de cómo cuenta las historias.

Octavio Fraga: Has llegado a un punto que me interesa; es decir, ese es un punto muy importante porque ahí puede haber un choque de trenes, por decir una frase típica.

Javier Expósito Martín: Claro.

Octavio Fraga: ¿Cómo resolver eso?, porque de alguna manera te pregunté al principio sobre esa mirada anglosajona, europea, y ahora estamos en otra fase que tú nos explicas que me parece maravillosa, pero eso tiene una concreción práctica.

Javier Expósito Martín: Claro, yo creo que puede ser complicado, pero lo bonito en realidad, que como antropólogo llegues a entender cuál es la forma de mirar y cuál es la forma de contar historias de esa comunidad. Si lo consigues, es que realmente estás haciendo un buen trabajo de campo, porque lo que no puedes hacer es ir con tu mirada occidental con la que a lo mejor sólo ves cuadrados y ellos tienen círculos. Así no va a encajar.

Octavio Fraga: Claro.

Javier Expósito Martín: Entonces ahí está el trabajo de campo y ahí está también el reto de entender, de intentar entender cómo es la cosmovisión de esa comunidad. Ellos también, con el contacto que van a tener con el antropólogo, van a aprender cuál es la mirada, y entonces se puede llegar a un acuerdo. Pero lo que planteo es intentar entrar en ese juego, como decía Jean Rouch cuando metía la cámara en pleno ritual, como vemos en Los maestros locos. Se trata de entrar en el juego, plantearlo y ver qué pasa. Lo hacemos con la cámara porque es nuestra herramienta; como antropólogo audiovisual mi herramienta de trabajo es la cámara. Entonces vamos a plantear que entramos en un juego en el que vamos a utilizar la cámara para contar diferentes historias, y esto se puede resolver llegando a un acuerdo, o haciendo diferentes documentales, como decía antes de Pablo Mora. Pero yo creo que cuanto más entendamos cuál es la cosmovisión del otro, más fácil va ser el trabajo audiovisual compartido. Ese es el reto también.

Octavio Fraga: Sin dudas. Hay una pregunta que te tenía guardada, que me interesa subrayar referente al tema de los contextos. Cuando se hace un trabajo de campo, una investigación etnográfica audiovisual, a veces los realizadores de documentales, que no son necesariamente antropólogos, obvian el contexto ¿Qué importancia le das y cómo resuelves este capítulo en tu labor científica?

Javier Expósito Martín: El contexto siempre es fundamental, porque no puedes analizar un tema, o es totalmente erróneo intentar investigar un tema sin tener en cuenta el contexto, todo el contexto en realidad, sea cultural, político o de dominación; siempre hay que tener en cuenta el contexto. Si no tienes claro qué es lo que te vas a encontrar o qué te puedes encontrar, seguramente vas a fracasar o va a ser más complicado hacer tu trabajo, entonces lo importante no es sólo decir: “Vengo a investigar cómo es la tradición del ritual”, sino enmarcar dónde, cómo, cuándo se celebra ese ritual, si antes se realizaba de una manera y ahora de otra, por qué; si lo utilizan, si lo desarrollan hombres, mujeres, quién puede participar, todo el contexto: si antes se podía hacer libremente y ahora por un tema político no se permite y se tiene que hacer de forma clandestina, entonces todos estos elementos hay que tenerlos en cuenta. Sin dudas, son super importantes.

Octavio Fraga: Tú y yo, que somos profesionales del audiovisual, sabemos que el proceso de edición, como ya dijimos al principio del diálogo, implica editar, discriminar, obviar imágenes, ¿tienes algún principio, alguna regla intocable en el proceso del montaje?

Javier Expósito Martín: Sí, como dices, el momento de la edición es un momento fundamental, se puede comparar con el momento de la escritura. Tienes que plasmar tus investigaciones. Para mí también es un momento mágico. Jean Rouch hablaba del cine trance, de este cine en el que tanto el etnocineasta, el investigador que lleva la cámara en la mano, como los participantes de un ritual o de cualquier actividad pueden entrar en trance, y este trance es compartido. El que lleva la cámara, como los participantes de un ritual en la comunidad, puede llegar a entrar en ese trance mientras está mirando.

Cada vez lo tengo más claro, se podría hablar de una edición trance, cuando en el momento en el que estás editando entras en una especie de trance y las imágenes empiezan a fluir por tu cabeza y empiezas a plasmarlas en el time-line del programa de edición. Claro, para esto ya sabemos que hay que tener un mínimo guion estructurado —aunque sea por partes— de cómo vas a construir el documental. Pero dentro de esas partes, sí creo que se puede dar esta especie de trance en el que de alguna manera las imágenes fluyen y te van llegando, y vas construyendo el documental gracias a estas imágenes que te surgen.

También me estoy acordando ahora de algún documentalista que hacía una semejanza entre el documental final y una talla en madera terminada. El escultor tiene la figura final que ha tallado, pero al principio tenía un tronco, y en su imaginación la imagen de la figura final de esa talla. Lo que tiene que hacer es ir quitando trozos del madero para dejar la talla final. Este documentalista me decía que algunas veces veía el documental ya en su cabeza, entonces lo que tenía es que ir haciendo como el escultor, ir eliminando las imágenes que no le servían para dejarlo en ese documental que ya tenía en su cabeza. Y esto también le pasaba un poco a Jean Rouch, porque cuando él dice que mientras estaba filmando ya estaba construyendo el documental en su cabeza, así estaba adelantándose a la etapa de montaje o de edición. Aunque sabemos que esta etapa es totalmente creativa, y dicha magia y puede cambiar lo que en principio tenías planeado.

Octavio Fraga: Citas en tu texto sobre esta experiencia de colaboración participativa que el resultado final del trabajo va a la comunidad “fotografiada”, ¿qué pasa en ese momento? ¿hay pluralidad de opiniones, divergencias, puestas de acuerdo? ¿cómo es ese colofón? Es muy importante saberlo.

Javier Expósito Martín: En realidad volvemos nuevamente a Flaherty y a Nanook, a lo que hizo Flaherty con Nanook, quien inició esta antropología compartida (un documental con Nanook no sobre él) que recuperó Jean Rouch,  y que también puso en práctica Jean Rouch. Se trata de crear un fill back con la comunidad a través de las proyecciones. Entonces Flaherty mostraba las proyecciones a Nanook y allí se iban consensuando y se iban viendo los posibles cambios o las siguientes secuencias. Lo mismo hizo Jean Rouch. Es famosa aquella secuencia de la cacería de hipopótamos en el documental sobre el Gran Río, en Níger, en la que Jean Rouch estaba filmando una cacería de hipopótamos y va en su barquito, en su kayak junto con gente de la comunidad, les acompañaba mientras les filmaba esta cacería de hipopótamos. Él montó esa secuencia y, como hacía en otras ocasiones, se la mostró una noche a todos reunidos, a la comunidad. Normalmente a la comunidad le gustaban estas secuencias ya montadas por Jean Rouch, pero en este caso no fue así. Cuando volvía a ponerla y escuchaba murmullos, que preguntó qué pasaba, por qué no les gustaba. La gente de la comunidad se lo explicó. El problema estaba en la música. Cuando Jean Rouch hizo el montaje de la cacería de hipopótamos, le añadió una pista de audio, una música que él había filmado unos días antes con esa misma comunidad. Pero resultó que los participantes dijeron que cuando se va a cazar hipopótamos tiene que haber completo silencio porque si no los hipopótamos escuchan la canción, la música, y huyen.

Octavio Fraga: Qué bien.

Javier Expósito Martín: Y por eso no les estaba gustando. Jean Rouch les dijo: “No se preocupen”. Y en el documental se escucha un poquito de la música, pero en el momento que van a cazar al hipopótamo la elimina, para que el hipopótamo no pueda escuchar la música y huir. Posteriormente vuelve con música. Esa es la importancia del fill back, de esta antropología compartida a través del audiovisual, de crear un documental teniendo en cuenta la opinión de la comunidad y de crear esos lazos que tan importantes son, siempre que vamos a hacer un trabajo etnográfico.

Octavio Fraga: Estos trabajos que tú has hecho, Javier, vamos a pensar que los hayas podido llevar más allá del espacio de filmación, de la presentación en la comunidad, a otros escenarios, digamos, académicos, universitarios, o de televisiones públicas o privadas ¿Qué recepción ha tenido, qué mirada ha habido sobre esos trabajos desde el punto de vista crítico, de reflexiones científicas? ¿cuál ha sido el resultado de tu labor?

Javier Expósito Martín: Para mí son relevantes los que puedan aportar a las comunidades, como los trabajos que hicimos con el Museo Afroperuano en Zaña, en el norte del Perú. Zaña es un pueblo con raíces afro; los colonizadores españoles llevaron esclavos africanos allí para trabajar la caña de azúcar y ha quedado una herencia afro. Entonces con este museo comunal afroperuano estuvimos registrando cómo recuperaban instrumentos musicales que habían utilizado estos descendientes de esclavos africanos.

Fue muy interesante, hicimos pequeños videos de cada uno de los instrumentos cuando los estaban reconstruyendo, los editábamos y los subíamos a YouTube para compartirlos rápidamente. Entonces cuando volvíamos a la comunidad y hablábamos con los jóvenes —porque sobre todo eran jóvenes zañeros los que participaban de estos talleres de reconstrucción de instrumentos—, veíamos cómo su orgullo y recuperación de su identidad afro iba subiendo. Cada vez que íbamos sentíamos que ellos tenían más autoestima, que no se sentían inferiores al criollo o al limeño, y que cada vez más estaban con más ganas y más orgullosos de su herencia y de su música, y querían aprender a tocar los instrumentos, y querían bailar con la música de esos instrumentos, y querían compartir estos videos que subíamos a YouTube, y les hacía mucha ilusión cuando sus familiares de Lima o de otras partes del Perú les decían: “Os hemos visto, y qué contentos estamos de que os hemos visto en estos videos, y que vemos que estáis haciendo instrumentos”. Ellos seguían las visitas que tenían los videos en YouTube.

Ese fue un proceso que nos pilló un poco por sorpresa, fue muy bonito ver en la realidad —no que alguien te lo cuente— cómo la autoestima, la recuperación de la identidad opacada, oprimida, olvidada, sale a relucir, y ese es un aspecto muy bonito al hacer documentales etnográficos. Y yo valoro más que un documental lo pasen en una televisión o un espacio así.

Octavio Fraga: Lo que me estás contando me parece maravilloso, fíjate, y no me había percatado de ese efecto en la propia comunidad, pero insisto: ¿estos materiales que tú has realizado han tenido algún tipo de presencia en los llamados espacios de cultura occidental? ¿cuál ha sido su impacto? Porque tú y yo coincidimos que hay una mirada —en Cuba decimos colonizadora— de la cultura, otra. ¿Estos materiales han tenido alguna contribución a ese cambio de mirada?

Javier Expósito Martín: El impacto en grandes medios, o en televisiones, o mediales es nulo o prácticamente nulo, teniendo en cuenta que, por ejemplo, en España, este tipo de documentales no interesa. Allí lo que interesa es otro tipo de programas de televisión basura, básicamente. Entonces, intentar hacer un tipo de cine etnográfico o antropológico aspirando o teniendo ese afán de que los grandes medios o cines lo pongan es perder el tiempo. Yo voy por otro lado, no me interesa tampoco mucho eso, doy por perdida esa batalla. Lo que me interesa es el otro lado. Por ejemplo, cuando estaba en Madrid hicimos un documental sobre un centro social ocupado, sabíamos que un documental en el que un grupo de jóvenes están ocupando una casa que está vacía, y lo hacen para denunciar el sistema criminal capitalista, evidentemente no iba a tener una repercusión dentro de las estructuras mediáticas de España. Pero eso nos daba un poco igual; lo que sí nos interesaba es hacer proyecciones por diferentes centros sociales ocupados de Madrid u otras partes del estado y generar debates, e intentar que la gente entendiera porqué se estaba ocupando.

La gente que no ocupaba no entendía mucho por qué se ocupaba, y entre los que ya estaban dentro de ese mundo se generaban debates y otras posibilidades de cómo organizarse y cómo ir tejiendo redes para que el movimiento siguiera avanzando. En Madrid, desde el punto de vista más de América, de ir haciendo un trabajo con las comunidades, y apoyarlas a preservar su cultura y a que su identidad se vea reforzada también con la ayuda de las herramientas audiovisuales.

Octavio Fraga: Bueno, Javier, yo te agradezco tu presencia aquí en “Diálogos en reverso”, reitero, un espacio de la Unión de Periodistas de Cuba, todos los que estamos acá te agradecemos mucho lo que nos has aportado, y te impulsamos a continuar tu labor, que nos parece muy importante.

Javier Expósito Martín: Como les comenté anteriormente, para mí es un placer, es un honor estar con ustedes, y sobre todo estar con gente como es la cubana, a la que respeto y admiro desde hace mucho tiempo. Realmente espero poder ir algún día allí, para mí es un referente, siempre lo ha sido Cuba, agradecerles y darles ánimo también en su lucha, y a continuar.

Octavio Fraga: Bueno, ha sido Javier Expósito Martín, realizador audiovisual y antropólogo español. Gracias reiteradas para ti, y los esperamos el próximo miércoles a la una de la tarde, como siempre, en otra emisión de “Diálogos en reverso”. Gracias, Javier.

Javier Expósito Martín: Gracias a ustedes, cuídense, que estén muy bien, y saludos a todos, chao.

Octavio Fraga: Un abrazo grande.

Leer más
Page 4 of 543« First...«23456»102030...Last »