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Por los senderos de la literatura y el cine

Imagen Gaceta UNAM

Por Teresita Padrón de la Paz

Un extenso material cinematográfico ha tomado como referencia obras literarias, y también desde las letras se establecen relaciones con el audiovisual. El cine dentro de la narrativa ha constituido tema recurrente, debido a que muchos escritores se han dejado seducir por el séptimo arte y han incorporado recursos típicamente cinematográficos. Esto no es exclusivo de las narraciones, ámbitos como el de la poesía o el teatro también se han enriquecido en este intercambio.

En el panorama contemporáneo, donde los vínculos entre las artes son frecuentes y complejos, el proyecto de una Valoración Múltiple sobre literatura y cine en Latinoamérica y el Caribe, propone una mirada detenida sobre este fenómeno. A través de la recopilación de estudios significativos en el territorio, el libro espera constituirse como punto de referencia para el investigador. Además, debido a la estructura del volumen y al amplio período que recoge, se permite el tránsito coherente por la diversidad de perspectivas con las que se han abordado estos estudios desde el surgimiento del cine hasta la actualidad.

El proyecto permite ahondar, por ejemplo, en el período de las vanguardias mediante artículos como “Cagliostro: Una novela-film de Vicente Huidobro”. En él se analiza la incorporación de las técnicas del cine a la escritura que “(…) dará como resultado la modificación radical de las convenciones representativas de esta última y el surgimiento de (…) la novela film”[1].  En este examen, ningún intersticio parece quedar oculto a la mirada atenta de la autora. Las conexiones con la cinematografía expresionista, las miradas de los personajes, la similitud entre las escenas relatadas y la estética cinematográfica, los vínculos con el cine mudo, el juego paródico, el imaginario en torno al cine, el narrador/presentador y el lector/espectador, todo ello se aborda con una clara argumentación y ejemplos contundentes.

Por otra parte, textos como “Percepción háptica y narrativa sensorial en el ciclo del río de Gustavo Fontán”, brindan una perspectiva de análisis poco común en el terreno de las relaciones literatura-cine. Las producciones de Fontán (La orilla que se abisma y El limonero real), inspiradas en la poesía de Juan L. Ortiz y la novela de Juan José Saer respectivamente, se revisten de un hálito poético, predomina una afectividad particular por encima de una narración más objetiva. Ellas “(…) parten de una tradición literaria fluvial (…)”[2] y exploran “(…) las relaciones entre sujeto y paisaje a través de las dimensiones sensoriales propias del cine”.[3] Para el estudio atento de los textos (literarios y fílmicos), la autora se aleja de las teorías menos provechosas sobre la “adaptación”, elige el vocablo “transposición”. El enfoque presentado despoja a este trabajo de las antiguas polémicas sobre la fidelidad cinematográfica. Se prefiere poner “(…) el acento en el proceso creador que se opera en el pasaje del medio literario al medio fílmico (…)”[4]. La libertad creativa es lógica, debido a que se establece un diálogo, no una influencia. La intertextualidad rige el procedimiento, no se trata de “traducir” el poema o la novela a la gran pantalla.

La orilla que se abisma (2008), es analizada por Irene Depetris como “(…) apropiación visual y sonora de la poesía de Ortiz.”[5]. El detenido examen de la autora permite comprender los filmes que, más allá de presentar una narrativa determinada en el entramado cinematográfico, intentan generar la estética de un poema.

La configuración del paisaje en estas producciones cinematográficas, revela una dimensión no solo óptica, sino también háptica, una experiencia sensorial. Para ello, el director se apoya en diversos procedimientos. La cámara detenida en los elementos del ecosistema fluvial y las superficies, los sonidos, el movimiento, las imágenes granuladas que permiten la activación de otros sentidos en el espectador, los cambios de foco, entre otros recursos, son revelados por el estudio, conjuntamente con su funcionalidad.

Las investigaciones que permiten este tipo de aproximación al objeto de estudio se develan como escasas respecto a las centradas en reflexionar acerca de la novela y el filme en una línea más tradicional. Aún más exiguas resultan aquellas que examinan la relación de una obra documental desde esta perspectiva.

“Procedimientos cinemáticos en la narrativa de Edmundo Paz Soldán: Norte (2011), Billie Ruth (2012) e Iris (2014)”, examina la influencia de los medios de comunicación de masas (televisión, internet, etcétera). En la novelística contemporánea es cada vez más cotidiana la presencia de los mass media. Resulta interesante comprender cómo tributan a una cultura de la visualidad que germina con las grandes pantallas cinematográficas. En esta red de imbricaciones se tejen las obras de Soldán en las que propone indagar el estudio. Como bien subraya el autor: “(…) la producción literaria de Edmundo Paz Soldán (es) un ejemplo paradigmático del trasvase de procedimientos audiovisuales a la narrativa escrita.[6]”

Se examinan los recursos utilizados en cada obra. José Seoane divide el escrito en tres partes: a) ámbito referencial: intertextualidades, b) punto de vista: ocularizaciones y auricularizaciones, y, c) nivel topográfico: disposición del texto y signos ortográficos. En cada uno de los apartados se argumenta y ejemplifica cómo se relacionan estos procedimientos (presentes en la narrativa de Soldán) con una cultura audiovisual que penetra al ser humano contemporáneo. No se hace solo alusión al cine, se manifiesta la presencia del cómic, la prensa escrita, internet o tecnologías más avanzadas como los hologramas o la realidad virtual.

Este artículo brinda un panorama de la “herencia cinematográfica” en la actualidad. La presencia del cine no es tenue, se hace constante, pero no se oculta tampoco el cambio en los dispositivos de consumo del filme o la alternancia con otros medios. Es importante considerar el aporte del ámbito cinematográfico a nuestro entorno, su evolución y complejidad en la época actual. La exploración de estas sendas investigativas conduce a un entendimiento aún más amplio de fenómenos contemporáneos.

“Traducción, adaptación y fábulas del “Yo”: un diálogo entre el cine y la literatura del Caribe anglófono” tiene como objetivo explorar los vínculos entre el cine y la literatura y su importancia “para el desarrollo identitario del Caribe angloparlante”[7]. En una primera parte, el trabajo se centra en el espacio literario. El autor demuestra mediante varios ejemplos cómo la narrativa de la región en la época posterior a la independencia se ha nutrido de códigos cinematográficos para “dramatizar la búsqueda del nuevo “yo” poscolonial”[8]. En The Dragon can’t Dance, novela de Earl Lovelace, el protagonista se refugia en los cines de barrio y siente en su interior la fortaleza de los héroes de westerns después de visualizar una película de este género. En el caso de Is Just a Movie, también de Lovelace, se plantea nuevamente el conflicto identitario del sujeto caribeño, este tema se posiciona en el centro de la producción literaria de varios escritores del Caribe anglófono.

Ian Craig propone además examinar la relación entre los espacios cinematográfico y literario para el caso de una novela basada en un filme. “(…) la versión (…) de Thelwell es hasta más cinematográfica (…) que la propia película (…) en la que se basa”[9]. El último acápite del trabajo, titulado: “El cine del Caribe anglófono: Un quijote tropical contra el ciclón de la indiferencia”, se dedica de forma más exclusiva al análisis del cine de la región.

“Antonio Di Benedetto por Lucrecia Martel: la adaptación de Zama”, si bien alude a una perspectiva comparativa, el interés del trabajo no radica en demostrar una fidelidad o no al texto fuente, se hace hincapié en cómo se transforma el relato atendiendo a la estética de la cineasta[10]. El filme devela una lectura otra del protagonista, por lo tanto, contrario a un distanciamiento de Diego de Zama, lo que se muestra es la pluralidad de significados contenida en la obra literaria.

La adaptación fílmica, producida poco después de que el texto cumpliese sesenta años de publicado, permite estas relecturas desde un contexto actual. En el caso de la novela, el tema principal se relaciona con la espera, sin embargo, el filme permite explorar Zama desde la idea de la identidad como cárcel. Por otra parte, “el universo de Martel es más concreto y sensorial, mientras que el de Di Benedetto es más abstracto y racional, por lo tanto, más propenso a la alegoría”[11]. El espacio-tiempo de ambas obras se aleja de la fidelidad histórica, no se evitan los anacronismos. Debido a que el relato, según los indicios ofrecidos en cada caso, se sitúa en el ámbito colonial, las tensiones entre lo americano y lo europeo están presentes. Empero, en la novela se produce un vínculo entre América y la barbarie que no parece evidenciarse en la película, incluso, explica Dillon que “(…) algunas decisiones de transposición invitan a pensar en un protagonista menos despectivo hacia su continente.”[12]

Ambos medios, como se conoce, permiten la transmisión de saberes a partir de diferentes recursos. En el caso de la película, Martel se auxilia de la banda sonora, la cual se construye como materia significante: “(…) el ejemplo más claro es el efecto sonoro que puntúa la crisis del protagonista, utilizado cuatro veces a lo largo del film: el shepard tone (…)”[13]. La cineasta desarrolla un estilo indirecto libre “en el que resulta imposible distinguir los hechos de las alucinaciones, el pensamiento de las palabras efectivamente pronunciadas, los sueños de la realidad diegética.”[14].

Por otra parte, “Otro modo de ser humano y libre”: la mirada feminista de Busi Cortés en el nuevo cine mexicano”, analiza el diálogo que se establece entre la obra de Rosario Castellanos El viudo Román (1964) y el largometraje de Busi Cortés El secreto de Romelia (1988). Este estudio se centra en valorar cómo y por qué ocurre un cambio de perspectiva entre la narración y el filme. “(…) Cortés (…) no quería solo “ilustrar” la novela, sino hacer una intervención que abarcara los cambios sociales desde el 64 hasta el 88”[15]. De esta forma, la realizadora (re) elabora la narración desde un contexto en el cual la mujer se enfrenta a otras problemáticas. Ello provoca que, si bien en El viudo Román se favorece el discurso del hombre (con lo que se explicita la imposibilidad de las mujeres de controlar su propio destino), en El secreto de Romelia son las féminas las que toman la palabra y tejen la historia. Podemos decir que ocurre una actualización del relato desde una agenda feminista que posee una mirada crítica. Los cambios son perceptibles desde el mismo título, el texto fílmico de Cortés se vale del protagonismo femenino para desplazar la centralidad masculina. En la obra literaria, la venganza de Román es la que recibe mayor importancia, sin embargo, en la película, el relato se centra en la esposa despreciada, la hija y las nietas.

En el filme, “(…) se presentará a estas mujeres en conjunto, con individualidad, pero siempre en contrapunto la una con la (s) otra (s). Las diferentes generaciones dialogarán (…)”[16]. Además, se vincula el relato personal de estas mujeres con la historia política de México. Señala la estudiosa que “la genealogía personal del linaje femenino de Romelia actúa como un reflejo en espejo de la genealogía política mexicana (…)”[17].Se evidencia un diálogo fructífero entre las creadoras. Busi Cortés interpreta el texto-fuente con un caleidoscopio heterogéneo, y esto le permite (de)construir el relato y brindar un papel activo a la mujer en relación con su entorno.

“La textura cinematográfica en los cuentos de Andrés Caicedo” rastrea los referentes fílmicos presentes en los cuentos “El espectador”, “En las garras del crimen”, “Calibanismo” “Los mensajeros” y “Destinitos fatales”. Edwin Carvajal propone el análisis de los relatos teniendo presente el principio de “homología estructural” formulado por Umberto Eco.

En el caso de “El espectador”, el cine se muestra como productor de mundos alternativos que contrastan con la soledad del personaje principal. La sala de proyecciones se constituye en refugio y acoge continuamente al protagonista. Sin embargo, “Los mensajeros” crea un universo otro para el cinéfilo. La historia presenta a Cali como antiguo epicentro de la cinematografía mundial y, para corroborar esta ficción, el autor nos muestra una gama de películas, actores y estudios de cine concebidos específicamente para este cuento. Por lo tanto, no se trata ya de enlazar referentes del ámbito literario con el fílmico, sino de producir nuevos referentes, crear el cine desde la literatura.

Por otra parte, el estudioso señala: “lo que no genera dudas es la adopción del género Western en la ficción narrativa para imitar las acciones y conductas de los héroes del celuloide (…)”[18]. El impacto del género Western en la narrativa era algo que ya se presenciaba en ensayos como “Traducción, adaptación y fábulas del “Yo”: un diálogo entre el cine y la literatura del Caribe anglófono”. En el texto referido se ejemplifica cómo este paradigma cinematográfico no influye solo en la configuración de un tipo de personaje, sino también en el desarrollo de una sensibilidad particular en las nuevas generaciones:

“La rebelión estaba de moda -y más que nada la estética de la rebelión- (…) los signos externos conculcados por el spaghetti western (…) constituían un fuerte llamado a la acción- o por lo menos a la adopción de una cierta actitud-para miles de jóvenes de esas naciones jovencísimas”[19].

En otras ocasiones, el autor se vale del argumento de un filme y lo traslada a la ficción narrativa, como sucede en “En las garras del crimen”. “Esa misma historia (la del thriller psicológico What ever happened to Baby Jane?), que el lector solo conoce si ha visto la proyección de la película, será la que el personaje narrador utilice para complacer a su clienta (…)”[20].

El proyecto de una Valoración Múltiple sobre literatura y cine en Latinoamérica y el Caribe propone entonces, como se evidencia a partir de una muestra de los textos seleccionados hasta el momento, un compendio que aglutina disímiles perspectivas. Ello permite no solo la creación de un panorama de estos estudios en nuestra área, sino también el análisis crítico. Se espera que el volumen incite la labor investigativa en el terreno de la literatura comparada.

[1] Andrea Ostrov: “Cagliostro: una novela-film de Vicente Huidobro”, en Revista Iberoamericana, no.236-237, University of Pittsburg, jul.-dic., 2011, p. 1053.

[2] Irene Depetris: “Percepción háptica y sensorial en el “ciclo del río” de Gustavo Fontán”, en Cuadernos de Literatura, Vol.22, no.44, jul.-dic., Bogotá, 2018, p.40.

[3] Ídem.

[4] Ídem.

[5] Ibídem,p.42.

[6] José Seoane: “Procedimientos cinemáticos en la narrativa de Edmundo Paz Soldán: Norte (2011), Billie Ruth (2012) e Iris (2014)”, en Tropelías: Revista de teoría de la literatura y literatura comparada, Universidad de Zaragoza, no. 27, 2017, p. 264.

[7] Craig, Ian: “Traducción, adaptación y fábulas del “Yo”: un diálogo entre el cine y la literatura del Caribe anglófono”, en Cuadernos de Literatura, Vol.15, no.30, jul.-dic., Bogotá, 2011, p. 222.

[8] Ibídem, p.224.

[9] Ibídem, p.228.

[10] Dillon conceptualiza la poética de Martel como un “realismo de la percepción”, lo cual alude a la intención de la cineasta de capturar el modo en que sus personajes experimentan el mundo.

[11] Alfredo Dillon: “Antonio Di Benedetto por Lucrecia Martel: la adaptación de Zama”, en Badebec, Vol. 8, no. 16, marzo, Rosario, 2019, p. 117.

[12] Ibídem, p.122.

[13] Ibídem, p.110.

[14] ídem.

[15] Ilana Luna: “Otro modo de ser humano y libre”: la mirada feminista de Busi Cortés en el nuevo cine mexicano”, en Revista de crítica literaria latinoamericana, no.73, Lima-Boston, 2011, p. 212.

[16] Ibídem, p.214.

[17] Ibídem, p.217.

[18] Edwin Carvajal Córdoba: “La textura cinematográfica en los cuentos de Andrés Caicedo”, en Estudios de literatura colombiana, no. 18, enero-junio, Antioquía, 2006, p. 92.

[19] Craig, Ian: “Traducción, adaptación y fábulas del “Yo”: un diálogo entre el cine y la literatura del Caribe anglófono”, en Cuadernos de Literatura, Vol.15, no.30, jul.-dic., Bogotá, 2011, p. 225.

[20] Edwin Carvajal Córdoba: Ob. cit., p. 95.

Tomado de: La Ventana

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Estela: una sonrisa y un mirar en 24 cuadros x segundo

Por Katiuska Blanco

Ella nació del amor entre dos seres que inmigraron de Europa a los Estados Unidos. Recuerda las voces rusas e irlandesas en casa y las ideas y luchas progresistas de su padre que marcaron el rumbo de sus propios anhelos y pasos en la vida.

Con la coordinación editorial de Mercy Ruiz y Olga Teresa Pérez, la participación de Beatriz Rodríguez y Carla Muñoz como editoras, y el diseño de cubierta e interior a cargo de un artista de excelencia como Ernesto Niebla, ve la luz el volumen Estela, gracias a los empeños de las editoriales Icaic y Verde Olivo.

El libro, de colores sutiles y páginas en papel cromo, en formato apaisado, recuerda los álbumes de tiempos en sepia por la confluencia de palabras, fotografías, remembranzas, versos, canciones, dedicatorias y premios anotados con minuciosidad de relojero antiguo. Los capítulos hilvanan una historia de vida y una pasión de documentar la existencia, el viento y el tiempo en imágenes filmadas que abarcan los temas abordados por la cineasta Estela Bravo: la niñez, el arte, la política y la personalidad de Fidel Castro, todo ello en confluencias de perfiles, política, cultura, costumbres, batallas, sufrimientos, economías, búsquedas, esplendores.

Estela es nombre propio de origen latino que significa estrella de la mañana, también puede decirse que deriva del griego stele y que en términos arqueológicos se refiere a una laja de piedra. Evoco las lajas de pizarra azul que hacen las techumbres en la distante aldea de Láncara en Galicia, donde nació el padre del hombre que será referente para Estela y hacia el que enfocará entrañablemente el lente de su cámara innumerables veces: Fidel.

Pienso en otro significado de su nombre. Estelas son rastro en mares bravíos o serenos, el aire, el tiempo mismo y me quedo con esta última resonancia porque sus documentales son una mirada que marca, que deja huella por su acercamiento profundo al drama humano, una categoría filosófica acuñada por Fidel y que habrá que estudiar en sus múltiples y evocadoras dimensiones.

Ella es una vida y obra que planta indicios, señales, trazos, signos; una Estela que crea estelas.

El libro proporciona la maravillosa oportunidad de entrar al recuento que la periodista Magda Resik, con su maestría delicada al preguntar, consigue en charla con Estela sobre la vida y la filmografía de tan reconocida cineasta. Así, despaciosamente y como en deslumbramiento, descubrimos que hay historias tristes en un devenir que permite luego observar con sensibilidad y devolvernos en estampas de películas los registros de hechos, historias, confesiones, interpretados y captados con delicadeza artística, sobria elegancia, agudeza sutil, coherencia imbatible, razón y verdad rotundas. Los tránsitos difíciles definen una actitud militante junto a los que luchan o a las víctimas de un régimen injusto, como los esposos Rosemberg, a quienes defendió en una manifestación frente a la Casa Blanca en Washington. La estrella de la mañana siempre tuvo como protagonistas de sus cortometrajes iniciales a seres combativos como Paul Robeson, Malcolm X o Ángela Davis.

Con 47 años, Estela realizó su primer documental, según conocemos gracias a la nota de presentación firmada por la editorial, como pórtico a páginas reveladoras.

El lente de la cámara de Estela siempre estuvo atento a la historia de nuestra región y del continente africano, a líderes revolucionarios como Fidel, Raúl, Mandela…, a personalidades de la cultura y el arte, pero también a gente común y a la cotidianidad. La maestra Roslyn Kellman, siendo profesora de la Cass Technical High School en Detroit, Michigan, utilizaba el documental Niños deudores, como material docente. En relación con tal experiencia escribió:

Los filmes de Estela han facilitado el aprendizaje de mis alumnos. Ahora tienen conocimiento de los ciudadanos del mundo, del concepto de la deuda externa, del Fondo Monetario Internacional, del Banco Mundial, del imperialismo y del fascismo, que no son ahora solo “notas vacías” tomadas durante las clases. Sudamérica, Centroamérica, el Caribe y África, ya no son puntos en el mapa solamente… Mis alumnas tienen ahora entre sus preocupaciones las graves luchas de los  pueblos del mundo. Comienzan a reconocer su propia ignorancia y tratan de rectificarlo mediante investigación y estudio, más para su conocimiento que por obtener mejores notas. Conocimiento es el regalo que Estela nos da y por eso la calificamos de maestra. Ella nos abre el paso hacia el conocimiento.

Una discípula, Tanya Williams, escribió sobre su impresión al ver la película:

Para mí Latinoamérica era un lugar cálido y agradable para visitar, algo así como Hawai. No sabía de los miles de millones de dólares que debían al Fondo Monetario. Ni siquiera sabía lo que era el Fondo Monetario. Viendo este filme, me sentí enojada con nuestro gobierno, parece que desean ocultarnos algo, cosa que a menudo sucede, como estoy comenzando a entender cada vez más. Los niños de Latinoamérica, entre diez y once años, desean tener trabajo para alimentar a sus familias, mientras aquí lo hacemos para comprar una bicicleta.

Es preciso encontrar un medio para que esta gente pueda pagar su deuda. También, viendo este filme, pensé en la gente que aquí, en Estados Unidos, se está muriendo de hambre, sin hogar y desamparadas. Y si nuestro gobierno no los ayuda, me parece improbable que algunas de las naciones poderosas del mundo ayude a Latinoamérica.

Su obra fecunda resulta hoy reconocida por su nitidez, belleza y lealtad comprometida y por su impacto en la creación de conciencia sobre los acuciantes problemas de la humanidad. Fidel y sus compañeros de lucha, escritores, músicos, pintores, causas nobles como la lucha contra la deuda externa de América Latina y el Caribe, la tragedia de los pueblos oprimidos por dictaduras como las que asolaron el sur de Latinoamérica en los 70, las guerras de liberación de los pueblos como el de Angola contra la ocupación extranjera o de Sudáfrica contra el apartheid, movilizaron su espíritu y esfuerzos creativos. En el centro de sus preocupaciones han estado también los rostros de la niñez dolida: los desaparecidos, los deudores, los secuestrados por la criminal Operación Peter Pan contra Cuba o por los esbirros en el Cono Sur de nuestra región.

Llama la atención su participación en el IV Festival Mundial de la Juventud y los Estudiantes en agosto de 1953. La defensa de la paz y las inquietudes la llevaron allí donde conoció al amor de su vida, al argentino Ernesto Bravo. Ambos se emparentaron así, sin saberlo, con uno de los jóvenes de la Generación del Centenario de José Martí, el joven cubano rebelde Raúl Castro Ruz, quien había participado poco antes en Europa, de las reuniones preparatorias del Festival al que no pudo asistir porque el 26 de julio de aquel mismo verano integró el contingente combativo en las acciones del asalto al Cuartel Moncada, en Santiago de Cuba.

Habrá que agradecerle a Estela su mirada entrañable a Fidel, a quien definió en la conversación con Magda como “lo más grande de la historia. Qué suerte que Cuba tuvo un Fidel”. Ella nos permitió el perfil cercano y la visión humana, íntima, casi desconocida, al escuchar su voz y observarlo y enfocarlo a él y su dintorno —cómo olvidar que le posibilitó mostrar su chaleco moral, al mundo y al tiempo, en viaje de una misma vez al desafío y la historia… o la presencia en sus días del Gabo, Guayasamín, Raúl, Melba, Almeida, Jorge Risquet, Núñez Jiménez; José Ramón, el gallego Fernández, y tantos otros seres valiosos, protagonistas y héroes.

Las décadas transcurrieron junto a Ernesto Bravo, “un bravo argentino llamado Bravo”, al decir de Eliseo Diego, en una crónica de resonancias poéticas que aparece en este libro. Estela y Bravo recorrieron mundos, pero siempre estuvieron de regreso en La Habana. Ella brilló en el firmamento pero siguió siendo la misma, identificada fervientemente con Cuba socialista, de vuelta de todos los recorridos a su cálida isla, cerca del recuerdo de Haydée Santamaría y de la Casa de las Américas, de nuestros dirigentes y pueblo, de la Revolución cubana, con la sencillez proverbial que es su sello de definición, a pesar de los grandes éxitos de su obra y el reconocimiento de tantos ilustres: Santiago Álvarez, Silvio, Pete Seeger, los hijos de los esposos Rosemberg, Roberto Chile, Eduardo Galeano —quien decía que quisiera tener tantos ojos como la cámara de Estela Bravo—, Saúl Landau, Harry Belafonte, Danny Glover, Alicia Alonso, Isabel Parra, Geraldine Chaplin, Marta Rojas, Nicolás Guillén y Mario Benedetti, en una lista interminable.

Si tuviéramos que definir toda su existencia y pasión de vivir, lo haríamos con los versos de una de las portadillas del libro-carta al porvenir. Estela nos mira cual canción que inspira una Revolución. Estela: luces y voces a través de los cuales también Cuba y su gente se expresan. Hoy Estela es una constelación.

Muchas gracias.

Tomado de: La Jiribilla

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A 30 años del derrumbe soviético. Balances y reflexiones

Por José Ernesto Nováez Guerrero @NovaezJose

En el hipotético prólogo que el Che Guevara hiciera a sus Apuntes críticos a la Economía Política en el año 1965, titulado «La necesidad de este libro», el guerrillero sostiene que los cambios determinados por la NEP en la estructura económica y social del Estado soviético han marcado con su signo toda una etapa de su desarrollo. Esto lo lleva a lanzar una sentencia que, vista desde la actualidad, resulta premonitoria:

« (…) la superestructura capitalista fue influenciando cada vez en forma más marcada las relaciones de producción y los conflictos provocados por la hibridación que significó la NEP se está resolviendo hoy a favor de la superestructura; se está regresando al capitalismo.»

Veintiséis años después de que el Che redactara estas líneas, el 25 de diciembre de 1991, quedaba oficialmente disuelta la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), el formidable Estado euroasiático que, por primera vez en la historia humana, había emprendido el incierto camino de construir una sociedad nueva, que no se basara en la lucha de clases y en la desigualdad. Una nación que había pasado en poco tiempo de ser una monarquía rural y decadente a ser una potencia industrial de primer orden, vencedora de la máquina bélica más temible de la primera mitad del siglo XX, el fascismo alemán.

El colapso definitivo de la URSS estuvo precedido del colapso del campo socialista y significó la crisis de un paradigma civilizatorio alternativo al del capitalismo y que se reflejó con mucha fuerza en la crisis espiritual e intelectual de la última década del siglo pasado, donde incluso algún ideólogo trasnochado del imperialismo llegó a hablar del fin de la historia.

En el 30 aniversario de una fecha tan triste para el movimiento revolucionario, conviene volver una vez más sobre el derrumbe para continuar extrayendo experiencias para el futuro.

La Revolución de Octubre, la URSS y el socialismo

La Revolución Socialista de Octubre triunfa en un país de dimensiones colosales donde, durante varias décadas, se habían ido creando condiciones de efervescencia revolucionaria, acentuadas por la ineptitud, corrupción y despotismo del viejo régimen, agotado ya en todas sus posibilidades de desarrollo e incapaz por tanto de reinventarse.

Su triunfo es el punto más alto de una oleada revolucionaria europea y mundial que guarda estrecha relación con la profunda crisis humana, moral y económica que representó para los poderes establecidos la carnicería absurda de la Primera Guerra Mundial.

Como apunta Eric Hobsbawnn esta guerra representa «(…) el derrumbe de la civilización (occidental) del siglo XIX.» Un trauma colectivo para la sociedad europea y para el mundo colonial subordinado a ella. Proveniente de la Belle Époque, la burguesía europea no estaba preparada para un conflicto de estas dimensiones. Nunca una guerra entre potencias europeas se había librado hasta el total agotamiento de los contendientes, con un despliegue tal de maquinaria homicida y con concentraciones tan grandes de combatientes.

Las masas trabajadoras, que fueron quienes pusieron la mayor parte de los muertos y cargaron con el costo de la guerra sobre sus espaldas, resintieron con estoicismo este esfuerzo estéril.

Y de su descontento surgieron las condiciones que alimentaron el fuego de la revolución que se desató en 1917.

El Poder Soviético se convierte entonces, en esta etapa, en la expresión tanto de las aspiraciones de los oprimidos en el imperio de los zares como de otras partes del mundo. Los líderes bolcheviques se veían a sí mismos y a lo que estaban haciendo como la avanzada de la revolución mundial. Esta dimensión internacional e internacionalista explica por qué dieron el paso de tomar el poder en un país tan atrasado como era la Rusia de la época y por qué los ejércitos soviéticos avanzaron en 1920 sobre la Polonia de Pilsudski, luego de derrotar militarmente sus ejércitos en territorio ucraniano. También explica la III Internacional y su red de alianzas con los jóvenes partidos comunistas emergidos después de la Revolución de Octubre en numerosos países.

La esperanza de Lenin y los restantes líderes bolcheviques era la de contribuir al triunfo de la revolución en Alemania, un poderoso estado industrial con una ubicación estratégica en el corazón de Europa y donde la derrota del militarismo imperial había creado una situación de efervescencia que tuvo su expresión en la efímera República soviética de Bavaria entre 1918–1919 y numerosos alzamientos en otras regiones. También las hubo en otras partes de Europa.

En esos primeros años la Revolución mundial parecía posible. La máxima prioridad, entonces, era garantizar la supervivencia a cualquier costo del Poder soviético, para evitar que con su derrota se consagrara el triunfo de la reacción.

Esto explica, en parte, la heroica resistencia de los años de la Guerra Civil, en contra de más de una docena de ejércitos enemigos, en un país devastado por la guerra, con índices de producción ínfimos, en medio del hambre, el frío y la incertidumbre. No resistían solo por el socialismo en Rusia sino por una nueva época para el mundo.

Esta convicción alimentaba también la dureza de algunas decisiones que, si bien garantizaron la victoria, sembraron el germen de futuros problemas para el Partido, ya que en el afán de ganar unidad se fue sacrificando la pluralidad y riqueza de la vida interna que había caracterizado la organización bolchevique. Esta tendencia, que en vida de Lenin parecía reversible, se fue convirtiendo luego en norma en la medida en que Stalin y la burocracia fueron haciéndose con el poder en el aparato del Estado y del Partido.

Desde el principio el Poder soviético tomó un conjunto de medidas que daban respuesta a las necesidades más urgentes del pueblo. El propio ordenamiento inicial del aparato estatal, el poner en el centro a los soviets, que eran estructuras democráticas derivadas de la experiencia comunal rusa, expresa la existencia de una voluntad en el liderazgo de la Revolución por hacer al pueblo protagonista en el proceso de transformación social. Incluso a nivel simbólico se sustituyó el título de Ministro por el de Comisario, por considerarse que quien ocupaba esa plaza había sido comisionado por el pueblo para esa tarea. Y los principales puestos del Estado eran, en principio, revocables por el pueblo y el soviet como órgano de expresión de esta voluntad colectiva.

¿Qué pasó entonces para que esta voluntad política no se concretara en una nueva forma de participación popular y el aparato administrativo terminara secuestrado por una burocracia que pretendía gobernar en nombre del pueblo, cuando en verdad gobernaba en su lugar?

El primer elemento que atentó contra esta voluntad del Poder soviético fueron las propias condiciones en que este hubo de desenvolverse: un país devastado por la guerra, con una agricultura deficiente, fábricas prácticamente cerradas y una inflación galopante, todo lo cual se agravaba con la hostilidad permanente de las grandes potencias, que tuvo su primera expresión en la ofensiva del imperialismo alemán y luego de las potencias vencedoras de la guerra y sus aliados internos, parte del viejo régimen.

Sumado a esto existía el problema cultural, que en Rusia adquiría infinitud de expresiones. Desde el analfabetismo y servilismo impuesto durante siglos al campesinado pobre hasta la escasa instrucción pública. Una expresión muy concreta de este problema se daba en la carencia crónica de especialistas que pudieran ocuparse de echar a andar los procesos productivos en los diversos rubros de la economía.

Por último, el frente revolucionario era muy heterogéneo y convivían en su seno fuerzas de diversa naturaleza y formación. Esto hacía que el proceso de toma de decisiones en los órganos colegiados fuera muchas veces agotador, sino imposible, y que se trasladaran a estos viejas rencillas del pasado, intereses políticos de grupo y tendencias sectarias que fragmentaban y dificultaban el ejercicio político en un momento de imperativos permanentes.

La inmensidad de estos retos y condiciones, sumado a la urgencia de reformar el aparato estatal y hacerlo funcionar para que diera respuesta a las numerosas amenazas que surgían de todas partes, como hongos después de la lluvia, favoreció el fortalecimiento de una tendencia autoritaria y centralizadora en la toma de decisiones.

Lenin, que era el espíritu animador del Partido, lo concibió como un conjunto de pasos extraordinarios para garantizar la victoria. Al igual que las medidas del denominado Comunismo de Guerra y la férrea política de Terror Rojo con que se combatió el Terror Blanco.

Nacer donde nació y en las condiciones en que lo hizo constituyeron escollos formidables para la experiencia soviética. La temprana muerte de Lenin, en 1924, fue uno aún mayor. En uno de sus últimos artículos, (Más vale poco y bueno), apuntaba a la necesidad de reformar la Inspección Obrera y Campesina disminuyendo el número de sus empleados y aumentando la proporción de obreros y campesinos que la integraban.

Stalin y el estalinismo

La victoria soviética en la Guerra Civil se logró a costa de un inmenso sacrificio humano y material. La unión entre proletariado urbano y campesinos sobre la cual descansaba la estructura de poder clasista del Estado soviético se encontraba profundamente debilitada. El núcleo proletario que había hecho la revolución en Petrogrado y Moscú estaba diezmado y esto comprometía aún más la posición política del gobierno. El campesinado, por su parte, comenzaba a mostrar síntomas de descontento y la productividad había decrecido de forma drástica.

En su Informe sobre la gestión Política del Comité Central del Partido Comunista (bolchevique) de Rusia, pronunciado el 8 de marzo de 1921, en el marco del X Congreso del partido, Lenin encara el problema. Considera que el campesinado le ha dado un cheque en blanco al poder soviético durante los años del conflicto, pero que ya estaba ansioso por cobrarlo. Las ciudades no podían abastecer al campo de los productos que este demandaba. La solución que Lenin da al problema se sintetiza en lo que se denominó como Nueva Política Económica. En esencia este conjunto de medidas buscaban desatar las fuerzas productivas internas dando cierto margen de libertad operativa a las relaciones capitalistas.

Lenin concebía todo un sistema de control y contramedidas que de alguna forma cercaran y que, poco a poco, fueran superando estas relaciones privadas de producción en el campo. Así preveía un proceso de colectivización voluntario a través del cual el campesinado ruso fuera descubriendo las ventajas de la producción colectiva y la superioridad de la producción tecnificada.

En la práctica la NEP acabó degenerando en el surgimiento de los denominados nepman, poderosos hombres de negocio que llegaron en un momento incluso a hacer peligrar la legitimidad del poder soviético.

Ya veíamos en la cita del inicio como el Che señalaba en la NEP el problema fundamental que afectaba la totalidad del funcionamiento del Estado soviético. Estas políticas, aplicadas sin control y sin la clara visión de Lenin, degeneraron en un fortalecimiento de las relaciones capitalistas y lo que es peor aún, en un fortalecimiento de la conciencia pequeñoburguesa que encontró sus adalides principales en la burocracia que ocupaba los diferentes niveles de dirección en el aparato estatal.

El ascenso político de Stalin significó el triunfo de estas tendencias por encima de otras más radicales e internacionalistas, como la de la denominada Oposición de Izquierda. Esta plataforma, cuya figura principal era Lev Trotsky, a pesar de ciertas limitaciones e inconsecuencias, defendía un programa mucho más coherente con la línea original del bolchevismo que la política amorfa y cambiante de la línea oportunista de Stalin. Poco a poco, en un sistema sucesivo de alianzas y bruscos cambios políticos, Stalin fue apropiándose de toda la estructura. La ardua labor política como secretario general del partido, puesto meramente organizativo, le permitió ir creando un entramado burocrático subordinado a él que votaba según se le indicara en los espacios de decisión partidista.

Esa fina labor de orfebre le permitió a Stalin vencer a adversarios que lo superaban en muchos otros planos. Y con el triunfo del georgiano, paradójicamente, se verificó el triunfo de la reacción pequeñoburguesa y el espíritu gran ruso en el corazón del partido. La Rusia soviética abandonó su perspectiva internacionalista y se volcó a la construcción del «socialismo en un solo país».

Comenzó también un proceso de justificación ideológica tendiente a hacer pasar por logros o leyes del socialismo lo que no eran más que relaciones capitalistas no superadas.

También se consagró el triunfo de la burocracia como estrato gobernante. Se dejó de gobernar con el pueblo y se pasó a gobernar en su lugar. La burocracia concentró y normalizó un sistema de privilegios que, como señalara Trotsky en su análisis de los años treinta, la distanciaba cada vez más del conjunto de los que dirigía.

El estalinismo, entonces, no fueron solo su manifestaciones más evidentes como el culto a la personalidad, el brutal ejercicio del poder, el clima coactivo ideológico en torno a cualquier forma de producción espiritual, sino que fue, por un lado, el triunfo de la reacción y su justificación ideológica en la forma de un marxismo-leninismo castrado y, por el otro, la aniquilación de cualquier forma de participación popular efectiva en el ejercicio del poder estatal. Funcionaba como unos espejuelos oscuros que impedían ver las relaciones capitalistas y cómo iban minando a aquellos que dirigían.

A pesar de la crítica que se hizo en el XX Congreso del PCUS a las formas más exteriores del estalinismo, el fallo principal estuvo en considerarlo como una tendencia asociada solo a la figura de Iósif Stalin. La única forma de superarlo era comprenderlo como un conjunto de prácticas, relaciones y concepciones enraizadas en la estructura del poder estatal soviético.

El resultado fue un proceso de abandono progresivo de conceptos centrales de la visión marxista del mundo. Sin las categorías adecuadas resulta imposible comprender y superar un determinado orden de cosas. La Unión Soviética posterior a Stalin siguió ciega ante los problemas fundamentales que la aquejaban y, poco a poco, se fue convirtiendo en una potencia conservadora, más preocupada en su beneficio e intereses que en la magna tarea que sus fundadores le habían encomendado.

De Jruschov a Gorbachov es posible rastrear una línea de progresivos abandonos ideológicos y políticos que prepararon y aceleraron la decadencia de la etapa final de la URSS. El populismo de Gorbachov y los restantes miembros de su gobierno, la inconsistencia y oportunismo con que se aplicaron políticas como la Perestroika y la Glásnost que, si bien respondían a problemáticas concretas de la sociedad soviética, implicaban un gran cuidado, la incapacidad del propio aparato del Partido y el Estado para evitar el suicidio forzoso, la inacción de la masa del pueblo la mayor parte del proceso y la forma en que este fue manipulado por oportunistas como Yeltsin para que actuase en contra de sus propios intereses, son prueba del grado de descomposición que había alcanzado toda la estructura.

Aquel 25 de diciembre de 1991 se firmaba el acta de defunción de un cadáver ya desmembrado y putrefacto. La poderosa Unión Soviética cayó víctima de sus propias inconsecuencias. Si bien es cierto que hubo intereses extranjeros vinculados al proceso del derrumbe, estos solo aprovecharon y dinamizaron tendencias que ya estaban. La premonitoria sentencia del Che se hizo realidad con una fuerza catastrófica.

P.D: Los logros de la URSS

En sus más de siete décadas de existencia, y a pesar de las contradicciones y limitaciones que hemos mencionado con anterioridad, la Unión Soviética representó una esperanza para numerosos pueblos en diversas latitudes del mundo y obtuvo importantes logros científicos, económicos y sociales.

Los investigadores Roger Keeran y Thomas Kenny, en su libro Socialismo traicionado. Tras el colapso de la Unión Soviética 1917–1991 hacen un resumen sumamente valioso de los logros de la URSS, que transcribimos en extenso:

«Esa nación no solo eliminó la explotación de clases del antiguo orden, sino que además terminó con la inflación, el desempleo, la discriminación racial y estableció la igualdad entre las etnias y las nacionalidades; acabó con la pobreza extrema, la desigualdad flagrante de riquezas e ingresos; estableció el derecho universal a la educación y la igualdad de oportunidades. En 50 años, el país transitó de una producción industrial que era de solo el 12% comparada con la de Estados Unidos hasta llegar al 80% y una producción agrícola del 85% equiparada con la de los norteamericanos. A pesar de que el consumo per cápita de los soviéticos se mantuvo más bajo que el de los Estados Unidos, no ha habido una sociedad que haya incrementado el nivel de vida y de consumo tan rápidamente en tan corto período de tiempo y para todo su pueblo. El empleo estaba garantizado. La educación gratuita a disposición de todos, desde el preescolar hasta los niveles secundarios (educación general, técnica y vocacional), las universidades y las escuelas en horario extralaboral. Además de la matrícula gratuita, los estudiantes recibían estipendios. El servicio de salud también lo era y para todos; disponían de cerca del doble de médicos por persona en relación con los Estados Unidos. Los trabajadores tenían todas las garantías laborales, además de seguro salarial y social para casos de accidentes o enfermedades. A mediados de la década del setenta los trabajadores alcanzaban un promedio de 21,2 días de vacaciones (un mes cada año) y los sanatorios, los lugares de descanso o los planes vacacionales para los niños eran subsidiados o gratuitos. Los sindicatos tenían el poder de vetar las expulsiones del trabajo e interpelar a los administradores y gerentes. El Estado regulaba los precios y subsidiaba el costo de la canasta básica alimentaria y de la renta de la vivienda. Esta constituía solo el 2% o el 3% del presupuesto familiar; el agua, la electricidad, el gas y la calefacción, entre el 4% y el 5%. No había segregación habitacional por ingresos. Con excepción de algunos barrios que eran reservados para altos funcionarios, en todos los demás lugares los directores de fábricas y plantas, las enfermeras, los profesores, los bedeles… vivían como vecinos.»

Aunque muchos de los logros enumerados acá tienen diversos matices, lo cierto es que la sociedad soviética, con sus múltiples contradicciones y limitaciones, era aun así más justa que las sociedades que la sucedieron, donde la lógica del mercado dinamitó todas las conquistas sociales y dejó a la clase trabajadora inerme ante los desmanes del neoliberalismo.

Keeran y Kenny apuntan también la prioridad que el gobierno soviético dio al desarrollo cultural e intelectual del pueblo. Las políticas públicas garantizaron precios razonables para las publicaciones periódicas, lo libros y los eventos culturales, con lo cual se garantizaba un acceso masivo a estos servicios.

Según la UNESCO el ciudadano soviético leía más libros y veía más filmes que cualquier otro en el mundo. Este esfuerzo gigantesco contribuyó a acortar las brechas culturales y tecnológicas existentes en un país donde confluían más de un centenar de nacionalidades distintas.

La grandeza de la Unión Soviética no reside solo en las cifras macro de sus logros sociales, sino también en haber demostrado que era posible el surgimiento y consolidación de un proyecto de organización social que adversara al del gran capital transnacional. Sus contradicciones y limitaciones son el resultado de las condiciones en que hubo de concretarse, las limitaciones culturales y políticas de fondo, la estrecha concepción del marxismo y el socialismo que acabó imponiéndose y los vicios del capitalismo que no pudieron o supieron ver, combatir y superar.

También es la demostración de que para construir y sostener el socialismo no basta con expropiar a la clase poseedora de los medios de producción, como creía cierta concepción un tanto ingenua, y de que los logros del socialismo no son irreversibles ni están ganados de una vez y para siempre.

A pesar de estas limitaciones, la URSS se irguió por más de setenta años como un faro de esperanza para los pueblos oprimidos del mundo. Venció al fascismo, apoyó el movimiento libertario del denominado tercer mundo, apoyó a Cuba cuando muchos la dejaron sola, consiguió la paridad militar con la mayor potencia imperialista de la historia, puso el primer humano en el espacio… De sus errores debemos aprender todos los que bregamos por un mundo mejor. La URSS fue pionera y en sus aciertos y errores va el germen de un mundo nuevo.

Que este treinta aniversario de la desaparición de la Unión Soviética sea un momento para la reflexión, la reorganización y la ofensiva en contra de la barbarie sistemática del capitalismo. Hoy, como hace más de 170 años, es igual de cierta la sentencia de que no tenemos más que nuestras cadenas que perder y todo un mundo por ganar.

Tomado de: La Tizza

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Anteproyecto de ley del sistema de protección de la creación literaria y artística

Nota introductoria a la publicación de la versión actualizada del anteproyecto de ley del sistema de protección de la creación literaria y artística.

Esta propuesta de Ley instrumenta los artículos 13 inciso i, 32 y 62 de la Constitución de la República, proclamada el 10 de abril de 2019.

La Ley No. 14, de 28 de diciembre de 1977 Ley del Derecho de Autor, si bien ha favorecido la protección de los derechos de autor y la más amplia difusión de las creaciones de la ciencia, la técnica, la educación y de la cultura en general, no satisface las expectativas del momento actual, por lo cual quedaría derogada por nuevas normas, derivadas de este proyecto de Ley.

En la elaboración del anteproyecto participaron juristas vinculados a instituciones de la Cultura, y otros expertos, como profesores de la Facultad de Derecho de la Universidad de La Habana, bajo la coordinación del Centro Nacional de Derecho de Autor. Se analizaron, además, leyes latinoamericanas y europeas de similar naturaleza y se estudió una amplia literatura científica sobre la materia

Se realizaron consultas con representantes de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, la Unión de Periodistas de Cuba y la Asociación Hermanos Saiz y de Organismos de la Administración Central del Estado, gobiernos provinciales, Contraloría General de la República, Tribunal Supremo Popular, Fiscalía General de la República y Unión Nacional de Juristas de Cuba. Como resultado de estas consultas, se valoraron más de doscientas observaciones y se hicieron las correcciones correspondientes.

La publicación del anteproyecto, extiende el proceso de consultas especializadas y pone el documento en conocimiento de la población, para conocer más opiniones sobre el mismo y perfeccionarlo aún más.

Para recibir las opiniones que se deriven de esta consulta, se ha creado el buzón electrónico leycreacionlitar@cubarte.cult.cu

La fecha tope para el envío de opiniones será el 28 de enero de 2022.

Los aspectos más relevantes de este anteproyecto son:

  • Comprende la creación en los campos literario, artístico, periodístico, científico y educacional.
  • Regula un Sistema integrado por: Normas legales y reglamentarias e instituciones para garantizar la aplicación de las políticas gubernamentales y el ejercicio de los derechos.
  • Fortalece las garantías jurídicas para el más amplio acceso a la creación literaria y artística, conjugando el interés de la sociedad por su desarrollo, con el reconocimiento a los creadores por su obra o prestación artística.
  • Actualiza la denominación de la norma, atendiendo a esos postulados y a la incorporación de derechos similares a los de autor, para los artistas intérpretes y ejecutantes.
  • Su contenido se ajusta a los principales instrumentos internacionales suscritos por nuestra Estado en esta materia.
  • Se actualizan las regulaciones que permiten el acceso a las creaciones con fines educativos, investigativos, culturales, de defensa del financiamiento público y de otras necesidades de carácter social, como por ejemplo los usos de las creaciones literarias y artísticas en bibliotecas y los realizados por y para personas con discapacidad, entre otros.
  • Dispone la no aplicación de la protección de determinadas creaciones intelectuales, como las noticias del día y los textos oficiales, por la relación que presentan esos usos con otros derechos constitucionales, como el derecho a la información.
  • Reconoce el derecho de los creadores a renunciar voluntariamente a determinadas facultades de carácter económico, pudiendo declarar el paso al dominio público de sus creaciones o emitir una licencia de uso libre de estas, con el alcance que consideren.
  • Incorpora derechos de remuneración por la utilización de creaciones y producciones en redes informáticas.
  • Incorpora al director de fotografía a la relación preliminar de autores de la obra audiovisual.
  • Eleva a rango de Ley los derechos sobre los programas y aplicaciones informáticas y sobre las bases de datos.
  • Autoriza que las instituciones que ostenten derechos sobre creaciones artísticas y literarias, por haber sido estas creadas en ejercicio de funciones o deberes correspondientes a un empleo, puedan acordar con el creador una remuneración adicional, independiente del salario, proveniente de ingresos que se perciban en la institución por la comercialización de tales creaciones.
  • Define que la protección de obras e interpretaciones patrimoniales se rige por las normas del Patrimonio Cultural de la Nación.
  • Regula los períodos de duración de los derechos sobre creaciones artísticas y literarias y las producciones en este ámbito, de acuerdo a los estándares regulados en instrumentos internacionales suscrito por el Estado Cubano.
  • Facilita el ejercicio de los derechos sobre creaciones artísticas y literarias que recaen en el Estado Cubano.
  • Dispone la salvaguardia civil de los derechos y remite además a la legislación penal para los casos excepcionales de infracciones lesivas a estos derechos, que se tipifiquen como delitos.
  • Reconoce la persona jurídica estatal “Organización de Gestión Colectiva de Derechos sobre Creaciones Artísticas y Literarias”, como organizaciones sin ánimo de lucro y autofinanciadas, con la misión de recaudar, repartir, distribuir y liquidar los derechos económicos cuyo ejercicio se gestiona colectivamente.
  • Regula la autoridad nacional competente en esta materia y ratifica la facultad del Ministerio de Cultura de aprobar normas y tarifas que se requieran por la utilización de creaciones artísticas y literarias y de las producciones que en la misma se regulan.
  • Actualiza las regulaciones sobre transferencia de derechos y contratación.

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Tomado de: Cubarte

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Los cines por venir

Autor: Jerónimo Atehortúa Arteaga

Un libro de diálogos sobre la creación cinematográfica contemporánea

Qué será del cine en medio de un mundo que pareciera al borde del colapso; un mundo precario, en el que, sin embargo, se vislumbra algo nuevo, algo por venir. Esta es la pregunta implícita que recorre todo este libro.

El futuro es siempre una ficción. El porvenir es pura posibilidad contenida en el ahora, por eso siempre es plural. Que los futuros posibles sean luminosos depende de que podamos imaginarlos en lo que el presente nos ofrece. He aquí directores y directoras que permiten pensar en esos futuros.

Este no es un libro que recopila entrevistas. Es un libro de reflexión sobre el cine contemporáneo hecho bajo la forma del diálogo. Una forma que es tan antigua como el pensamiento. Estos diálogos no llevan la agenda del mercado, de los estrenos de cine. Están llenos de preguntas e indagaciones que interpelan a muchas otras artes y disciplinas. A través de encuentros con dieciséis directores (Béla Tarr, Víctor Erice, Mariano Llinás, Rita Azevedo Gomes, Víctor Gaviria, Lucrecia Martel, Alice Rohrwacher, Apichatpong Weerasethakul, Carlos Reygadas, Kelly Reichardt, Albert Serra, Pedro Costa, Lav Diaz, Radu Jude, Albertina Carri y Luis Ospina) se recorren asuntos fundamentales del cine contemporáneo: la (supuesta) muerte del cine; la ontología cinematográfica; la relación del cine y la palabra; el sonido como giro epistemológico; el trabajo con archivos; el montaje como dispositivo de la memoria; la historia; la tensión con la realidad; el dinero, y la utopía.

Los cines por venir se dirige a quienes intuyen que el cine vivo es hoy una experiencia de los límites. Límites que son geográficos, estéticos, políticos y simbólicos, que implican una puja por la expansión de lo sensible.

Jerónimo Atehortúa Arteaga (Medellín, Colombia, 1984) es director, productor y crítico de cine. Máster en Dirección Cinematográfica en film.factory, escuela dirigida por Béla Tarr. Productor de los largometrajes Pirotecnia de Federico Atehortúa, del que también es coguionista, y Como el cielo después de llover de Mercedes Gaviria. Director de los cortometrajes Deán Funes 841, La emboscadura, Rekonstrukcija, Las ruinas y de la película Mudos testigos, proyecto póstumo de Luis Ospina.

Tomado de: Muga Editorial

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Alfonso XIII, la guerra del Rif y el Expediente Picasso

Alfonso XIII de España (1886-1941)

Por Grupo Akal @AkalEditor

Al igual que otros borbones, Alfonso XIII no se caracterizó por la autocontención. Creció aislado en la Corte de Madrid, con preceptores muy conservadores, no fue a la escuela y menos a la universidad. Ya desde muy joven desarrolló una personalidad autoritaria y frívola. Se aficionó al deporte, a los automóviles de lujo, a las aventuras extramatrimoniales y se entusiasmó con la producción de películas pornográficas. Siempre se sintió más cómodo entre militares que entre intelectuales.

Nadie se sorprendió que durante la Semana Trágica apoyara la represión de los obreros o que, interpelado por la suerte de Ferrer i Guàrdia por el rotativo francés Le Journal, respondiera con indisimulado cinismo:

«Yo soy un monarca constitucional, tan constitucional que ni siquiera tengo iniciativa de indulto [..] ¿No habéis tenido en vuestra casa un caso Dreyfus? ¿Nos hemos mezclado nosotros con él?»

Tuvo más suerte, eso sí, que Carlos I de Portugal (1863-1908), que acosado por la corrupción de la Corona y por el desprestigio del turnismo entre progresistas y regeneradores, fue asesinado el 1 de febrero de 1908 por un grupo de republicanos y carbonarios. Así, la crisis de la monarquía dio paso en Portugal a la proclamación de la República en 1910, un hecho que intelectuales como Fernando Pessoa (1888-1935) vieron como un posible paso hacia una Confederación federal ibérica. Alfonso XIII, en cambio, intentaría sobrevivir dando apoyo a la dictadura militar de Primo de Rivera, y cuando se vio forzado a dejar el trono, poniéndose al servicio de Francisco Franco.

En el camino, el nuevo rey se dedicó desde muy temprano a engrosar su fortuna personal, que en pocos años pasó de 9 a 30 millones de pesetas. Viendo la disminución de la rentabilidad de fondos que tenía en bancos franceses e ingleses, invirtió en el Metro de Madrid, la Hispano-Suiza y la Compañía Transmediterránea. Para no ser descubierto, llevó a cabo muchas de sus inversiones con el seudónimo «Duque de Toledo».

Lo más oscuro de sus negocios provino de las inversiones que tenía en Marruecos. Concretamente, con la Compañía Española de Minas del Rif S.A., que explotaba unas minas de hierro en Nador siguiendo el modelo colonial. Un monopolio que, con mano de obra prácticamente esclava, pretendía rivalizar con la industria siderúrgica vasca y convertir Melilla en la Bilbao del norte de África. Alfonso XIII tenía acciones de la empresa y cuando los caudillos rifeños pusieron el negocio en peligro con sus acciones bélicas, no dudó en enviar tropas.

Lo hizo en 1909, impulsando un reclutamiento que indignaría a las clases populares, desencadenado huelgas y protestas –«¡Abajo la guerra! ¡Que vayan los ricos! ¡Todos o ninguno!»– que desembocarían en la Semana Trágica. Y volvió a hacerlo en 1921, encomendando al general Manuel Fernández Silvestre (1871-1921) que desembarcara en Marruecos e invadiera los territorios del caudillo rifeño Abd el-Krim (1882-1963). Esta última operación condujo al Desastre de Annual –nombre de la localidad marroquí situada entre Melilla y Alhucemas–, una derrota sin paliativos del Ejército español en la que murieron 8.000 hombres.

El Desastre de Annual y el Expediente Picasso

El Desastre de Annual fue uno de los capítulos más oscuros del reinado de Alfonso XIII. El general de división Juan Picasso González (1857-1935), tío del gran pintor malagueño, fue el encargado de realizar una investigación para depurar responsabilidades, pero el monarca decidió limitar su alcance desde el inicio.

El PSOE, que había sido fundado en Madrid en mayo de 1879 por Pablo Iglesias Posse (1850-1925), fue quien lideró las críticas más demoledoras contra el monarca, exigiendo que la investigación llegara hasta las últimas consecuencias. Julián Besteiro (1870-1940), Indalecio Prieto (1883-1962) y el socialista gallego Manuel Cordero Pérez (1885-1941) emprendieron una ofensiva implacable contra el «ejército inepto y corrupto» y contra el rey, «su gran valedor».

«La monarquía –escribió Cordero siendo diputado– inició esta guerra para entretener y sostener a un ejército superior a nuestras posibilidades económicas, por si llegaban momentos difíciles para ella [la monarquía] poder utilizarlo contra el pueblo. Y la guerra de África, que es la ruina material de España, se sostiene únicamente para no declarar a la monarquía fracasada y por no saber dónde colocar a los militares que sobran.»

Indalecio Prieto, por su parte, llegó a trasladarse a Melilla, al lugar de los hechos, y desde allí escribió una serie de «Crónicas de la Guerra». Estas crónicas se publicaron en el periódico El Liberal, de Bilbao, y luego fueron reproducidas asiduamente por El Socialista, un boletín del partido, entre agosto y octubre de aquel año. Más tarde, como diputado, Prieto intervino como miembro de la Comisión Parlamentaria constituida para estudiar el informe elaborado por Juan Picasso. En el debate sobre el «Expediente Picasso», Prieto apuntó directamente a la responsabilidad del rey, que comenzó a acusar las críticas vertidas en el Parlamento.

Para el PSOE, la actuación española en Marruecos venía determinada por los intereses económicos de la Corona y por la necesidad de apuntarse un éxito en el terreno internacional después de la pérdida de Cuba y Filipinas. Al igual que Prieto, el propio Besteiro señalaría al rey como responsable último de lo ocurrido:

«Por el camino que vamos –sostuvo en un célebre discurso en las Cortes– se va a la ruina y la deshonra ante el mundo entero; yo creo que si se ama a España ha llegado el momento de establecer una línea divisoria y decir lo que es verdad: que España no ha ido a Marruecos; a Marruecos ha ido la monarquía española, ha ido el rey; nosotros no».

La investigación del desastre de Annual hizo evidente que el oligárquico edificio canovista amenazaba ruina. Por ese entonces, todo el mundo comenzó a hablar sobre la reforma constitucional. El Partido Liberal del gaditano Segismundo Moret (1833-1913) y algunos otros partidos llegaron a preconizar la necesidad de modificar aspectos concretos, como el artículo 11, para introducir la libertad de cultos. Las resistencias a que las reformas específicas pudieran ser planteadas seriamente condujeron a un inmovilismo suicida que, a la larga, sería el que precipitaría el final del régimen.

(…) Asediado por una impopularidad creciente, Alfonso de Borbón decidió seguir el ejemplo de Victorio Emanuel III (1869-1947) con Benito Mussolini (1883-1945) en Italia. Así, haciendo oídos sordos a las fuerzas más dinámicas de la economía, incluidas las burguesías vascas y catalanas, apoyó la salida golpista perpetrada por Primo de Rivera en 1923.

Una vez más, el socialista Indalecio Prieto fue de los primeros en denunciar los motivos profundos del rey para avalar el nuevo gobierno dictatorial. En su opinión, una de las razones principales que había llevado a Alfonso XIII a sumarse al golpe de Primo de Rivera había sido sortear las responsabilidades por la hecatombe de Melilla y evitar sentarse ante una Comisión de investigación parlamentaria.

El texto de esta entrada es un fragmento de Dejar de ser súbditos. El fin de la restauración borbónica

Tomado de: No cierres los ojos

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La élite chilena: una aberrante historia de privilegios y exclusión

Rostros de los más ricos de Chile

Por Jorge Molina Araneda

Es posible sostener que la historia de la élite se encuentra directamente asociada a la historia política del país, por lo menos hasta mediados del siglo XX. Dado que la producción chilena era básicamente agraria, el primer símbolo distintivo y excluyente en la sociedad se configuró en torno a la posesión de grandes extensiones de tierra. Poseer un latifundio era sinónimo de poder, en vista de que suponía que el dueño lideraba un ámbito de la producción de alimentos, dominaba a un número importante de inquilinos y, junto con ello, controlaba una parte del territorio nacional.

La figuración política de los miembros de este grupo privilegiado se produce solo cuando deciden organizarse formalmente para oponerse a las fracciones realistas y luchar por la independencia del país. Asumiendo de ahí en adelante las responsabilidades asociadas a su liderazgo, rápidamente adoptaron los mecanismos de dominación sumando el desempeño de cargos políticos: presidentes, ministros, parlamentarios, etc. Tanto el dinero como el poder fueron monopolizados por unos pocos en detrimento de los muchos; estos últimos al carecer de capital económico y de una instrucción educacional mayor, no tenían posibilidades de disputar estos recursos.

Considerando que en este período la mayoría de los chilenos se encontraba subordinado a la autoridad de un patrón, resulta factible suponer que la ejecución de estas prácticas obedeció a una estrategia planificada y orientada a fijar el control social en una minoría ilustrada.

Probablemente la calidad moral de la élite no hubiese sido tan respetada sino hubiera sido por su férreo apego a la religión católica y la rigurosa adopción de su doctrina. El matrimonio pasa a ser una de las responsabilidades centrales de las mujeres de esta cofradía, al ser el mecanismo de exclusión que se encuentra bajo su dominio. Si los hombres determinan quienes califican económica y políticamente para vincularse con ellos, las mujeres imponen sus criterios de selección para extender las redes familiares y así, velar por la pureza y distinción del clan. Utilizando la terminología de Bourdieu, es posible afirmar que el género masculino se encuentra encargado de la reproducción del capital económico, mientras que el femenino, procura transformarlo en capital cultural y social para sus hijos, mediante el reconocimiento y la valoración de los símbolos distintivos del mayor estatus y prestigio social.

En 1938 la elección del primer presidente radical marcó el inicio de la decadencia política de la élite, al posicionar la lucha contra la pobreza y las desigualdades sociales como eje central de su gobierno. Así, los esfuerzos de este “selecto grupo” por contrarrestar la efervescencia popular fueron insuficientes y no pudieron contra la Reforma Agraria, que esperaba redistribuir las tierras productivas del país. La irrupción social fue de tal envergadura que tampoco pudo evitar la toma de sus principales empresas, ni el que una fracción de la Iglesia Católica se volviera en su contra. Al sentirse injustamente atacada, la élite se retiró de la vida pública y decidió dedicarse plenamente a sus actividades e intereses privados. Siendo la formación espiritual y académica de sus hijos una de sus principales preocupaciones, se afilió a congregaciones católicas más conservadoras como el Opus Dei y los Legionarios de Cristo para confiarles la tutela de su descendencia.

La concentración de los hijos de la élite en establecimientos educacionales dirigidos por estos movimientos ha significado el desplazamiento de un conjunto de colegios que tradicionalmente habían formado a los líderes políticos y económicos de Chile. Actualmente ningún integrante de la élite corporativa, menor de cuarenta años ha estudiado en el Instituto Nacional, ni ha matriculado a sus hijos en este liceo de excelencia. Los nuevos colegios de la élite han ganado cada vez más credibilidad y prestigio social, en vista de que, “entre los líderes egresados de los colegios ‘Ivy league’ chilenos, cinco de cada diez líderes provienen de colegios de iglesia o pertenecientes a movimientos religiosos para el caso de los mayores de 60 años, cifra que aumentó a siete de cada diez para los de entre 40 y 60 años, para disminuir levemente a 6,2 de cada diez en los menores de 40” (Revista Capital).

Los nuevos colegios en los que se educan sus hijos no solo son funcionales a las expectativas formativas de sus padres, sino que además se constituyen como espacios de socialización que permiten incrementar y desplegar el capital social de este grupo. Así, la familiaridad que provee este entorno facilita la socialización temprana de los niños en las lógicas de pensamiento y los modos de conducta propios de la élite, a su vez que refuerza las redes sociales que posteriormente pueden llegar a traducirse en una contratación o un matrimonio. Desde este punto de vista, no habría porqué suponer que la composición de este segmento social y sus mecanismos de distinción han variado de forma sustantiva en el tiempo.

El supuesto bajo perfil que cultiva la élite en la actualidad no se debe a una pérdida de su capacidad de dominio, sino más bien a un nuevo modo de resguardar sus intereses y su integridad moral. Su invisibilización ha sido favorable al despliegue de sus prácticas excluyentes que, al no ser denunciadas, los libran de las críticas y de la sobreexposición que generan y que tanto daño le hicieron en el pasado, al cuestionar su ejercicio del poder, imponiéndose ahora más bien por la concentración del capital, la manipulación mediática y los conocimientos expertos.

Por otra parte, Chile suma 120 años de desigualdad extrema y es uno de los países con más diferencias socioeconómicas de América Latina, alertó un prestigioso informe difundido por la Escuela de Economía de París este martes 7 de diciembre. El estudio, encabezado por el World Inequality Lab -dependiente de la institución académica-, señaló que la mitad de la población con menos recursos acumula una riqueza aproximada al 0 por ciento del total, mientras que el 1 por ciento más rico posee casi la mitad de ella (49,6 por ciento). De hecho, la riqueza acumulada del 50 por ciento menos rico es negativa, del -0,6 por ciento, por la cantidad de población endeudada en este sector, agregó el centro de investigación.

«El país es uno de los más desiguales en América Latina con niveles comparables a la desigualdad de Brasil«, apuntó el documento, coordinado por varios economistas emblemáticos entre los que destacan Thomas Piketty y Gabriel Zucman.

En cuanto a los ingresos, la mitad de la población más pobre acumula el 10 por ciento, mientras que el decil más rico aglutina un 60 por ciento y el 1 por ciento más pudiente acumula el 26,5 por ciento de las entradas. El ingreso laboral femenino es el 38 por ciento del total, lo que implica un «significativo descenso» de la desigualdad en los últimos 30 años y se acerca a otros países vecinos como Argentina (37 por ciento) o Brasil (38 por ciento). Sin embargo, el 10 por ciento superior (grupos millonarios) gana casi 30 veces más que el resto de la población, lo que equivale a una cifra de 82,9 millones de pesos.

La desigualdad en Chile ha sido extrema en los últimos 120 años, incluso después del fin de la dictadura militar de Augusto Pinochet (1973-1990), lo que provocó (en 2019) una ola de protestas sociales, señaló el estudio. Chile es, según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), uno de los países más desiguales de la región -solo por detrás de Costa Rica-. La mitad de la población con menos recursos acumula una riqueza aproximada al 0 por ciento del total, mientras que el 1 por ciento más rico posee casi la mitad de ella.

Pierre Bourdieu en su Los estudiantes y la cultura (1964), masivamente conocido como Los Herederos, señaló, entre otras cosas, que la educación francesa produce y reproduce el privilegio, por lo tanto, la meritocracia es solo una ilusión. En diciembre de 2016, Seth Zimmerman, economista de Yale y profesor de la facultad de negocios de la Universidad de Chicago, publicó en el National Bureau of Economic Research una investigación en que queda al desnudo el mito de la meritocracia en nuestro país.

El estudio muestra que en Chile, asistir a una universidad de élite aumenta las probabilidades de una persona de ascender a puestos de alta dirección en las grandes empresas e ingresar al grupo del 0.1% más rico, pero solo teniendo como prerrequisitos el haber asistido a uno de los ocho colegios privados más exclusivos antes de la universidad.

En otras palabras, una educación de élite sólo sirve para amplificar unos orígenes de élite. El estudio reconoce que las personas procedentes de entornos desfavorecidos se benefician al recibir una buena educación, pero por regla general en Chile no ascienden tan alto como sus homólogos privilegiados.

Para mayor abundamiento, ingresar a Derecho, Ingeniería Comercial o Ingeniería Civil en la Universidad de Chile o en la Pontificia Universidad Católica (PUC) mejora notablemente las posibilidades de llegar a la élite empresarial y económica. Esa probabilidad se incrementa aún más si estas personas fueron estudiantes del St. George, The Grange School, El Verbo Divino, Colegio Manquehue, Tabancura, San Ignacio y el Craighouse.

Asimismo, el estudio revela que los ingresos promedio de los egresados de esas tres carreras de la PUC y la Universidad de Chile son de aproximadamente US$ 79.000 al año. De acuerdo al diario La Tercera (2018): “Con el 0,3% de los alumnos totales del sistema, los egresados del Instituto Nacional coparon el 10% de los programas universitarios de élite, pero luego obtuvieron sólo el 7% de las posiciones de liderazgo (gerencias y directorios) en las principales empresas chilenas. Los egresados de colegios privados de élite representaron el 0,5% del total de estudiantes y se llevaron el 19% de los cupos universitarios de excelencia. La gran diferencia vino después: ellos acapararon ¡el 53%! de los 3.759 altos puestos directivos considerados”.

Amén a lo anterior, un estudio del sociólogo de la Universidad Católica Sebastián Madrid, de 2016, expuso las prácticas que son habituales al interior de los colegios de élite. Para eso entrevistó a exestudiantes de 18 colegios de élite ubicados en cuatro comunas del sector oriente de Santiago. Aunque son muy homogéneos en cuanto al nivel socioeconómico de sus alumnos, el estudio identifica tres tipos de colegios de élite en Chile: los fundados por congregaciones católicas tradicionales (Jesuitas, Padres Franceses y Holy Cross); los influidos por los nuevos movimientos católicos (Legionarios de Cristo, Opus Dei y Schoenstatt) y los fundados por inmigrantes, siendo los más influyentes los anglosajones.

“Deliberadamente seleccionan a ‘iguales’ y se establecen redes de contacto activas basadas en amistad y parentesco“, afirma el estudio, que califica este hecho como una “endogamia particular”. Los principales cedazos son los altos aranceles que cobran, que pueden llegar hasta US$20 mil por estudiante al año (con matrícula, cuota de incorporación y mensualidad). La cifra supera el ingreso per cápita de Chile y es casi cinco veces el salario mínimo de un año. Ninguno entrega becas. Además, casi todos (90%) seleccionan también por habilidades cognitivas, a través de pruebas. Según el estudio, ésta sería “una forma de asegurarse a los estudiantes más fáciles de educar“. Sin embargo, advierte que, pese a que figuran en los rankings nacionales, en las pruebas internacionales como PISA obtienen resultados mucho más bajos que alumnos de similares condiciones de la OCDE, y en Latinoamérica solo superan a los estudiantes de la élite peruana.

Al estar en contacto principalmente con personas iguales, estos estudiantes tendrían un “aislamiento” del resto de la sociedad, una especia de burbuja, y para la mayoría “la universidad es el momento en que la sociedad emerge frente a ellos“.

Ortega y Gasset siempre creyó que la sociedad se fundaba en un proyecto colectivo a futuro; ergo, qué clase de inclusión y sociedad democrática pretendemos construir, si a la luz de lo ya expuesto continuaremos viviendo en una sociedad segregada, en que algunas de las principales herramientas de socialización, como son los colegios y algunas universidades top, pertenecen de forma casi exclusiva a la élite endogámica de este país.

El concepto de “fórmula política” esgrimido por Gaetano Mosca en su trabajo sobre las elites en el poder, permite comprender cómo sus mecanismos de dominio penetran en los espacios más íntimos de las personas, logrando convencerlas de que sus líderes están en lo cierto y que, por ende, son merecedores de todos sus privilegios. Los argumentos que suelen generar este efecto en la población tienden a aferrarse a ideologías y a hitos históricos que exaltan los valores y la integridad moral de los miembros de la minoría. De ello se desprende que algunas corrientes religiosas sean funcionales a los intereses de la élite, en la medida que permiten justificar las desigualdades, a partir de la convicción de que la vida terrenal es un pasaje acotado de sus vidas, siendo la vida espiritual el espacio en el que se revierten las desigualdades y se extienden los privilegios.

Así, es muy probable que las cúpulas elitarias no solo estén compuestas por líderes políticos y económicos, sino que también se materialicen en figuras eclesiásticas. De acuerdo a Mosca, “en las sociedades donde las creencias religiosas tienen mucha fuerza y los ministros del culto forman una clase especial, se constituye casi siempre una aristocracia sacerdotal, que obtiene una parte más o menos grande de la riqueza y del poder político. Los sacerdotes, además de cumplir con los oficios religiosos, poseían también conocimientos jurídicos y científicos y representaron a la clase intelectualmente más elevada”. En consecuencia, es posible sostener que dogmas como el cristianismo se posicionan como mecanismos idóneos para promover la legitimación de la élite.

Esta apreciación es compartida por Charles Wright Mills al sostener que, “las personas que gozan de ventajas se resisten a creer que ellas son por casualidad personas que gozan de ventajas, y se inclinan a definirse a sí mismas como personas naturalmente dignas de lo que poseen, y a considerarse como una élite natural, y, en realidad, a imaginarse sus riquezas y privilegios como ampliaciones naturales de sus personalidades selectas. En este sentido, la idea de la élite como compuesta de hombres y mujeres que tienen un carácter moral más exquisito constituye una ideología de élite en cuanto estrato gobernante privilegiado, y ello es así ya sea esa ideología obra de la élite misma o de otros”.

Los argumentos presentados por ambos autores permiten comprender el protagonismo social de la élite como el resultado de dos procesos simultáneos; por un lado, su autoconvencimiento de constituir un grupo virtuoso, y por el otro, el refuerzo popular de esta creencia, a través de la convicción de que sus miembros son los únicos capaces de asumir las responsabilidades de gobierno. Si tradicionalmente estos procesos se expresaron mediante la creencia en la investidura divina de los soberanos y de los nobles, actualmente tienden a materializarse en los tecnócratas moralmente intachables.

Considerando que en Chile la educación de mejor calidad se encuentra en manos de instituciones privadas y que no existe un establecimiento de educación superior gratuita, es posible sostener que esta reorientación valórica ha contribuido a reforzar las diferencias sociales entre la élite y el resto de la población. De esta manera, el poder de la élite tiende a reproducirse circularmente porque si la mayor posesión de capital económico permite acceder a la mejor formación académica y ésta, a su vez, es premiada con los puestos de trabajo de mayores responsabilidades e ingresos, no es de extrañar que sus cuotas de poder se mantengan o que incluso, hayan aumentado en el último tiempo.

Los niveles de endogamia y las estrechas relaciones familiares entre los dueños y los altos ejecutivos de las mayores empresas, bancos y corporaciones agrarias del país, parecen probar este supuesto, en la medida que, el valor de los apellidos y la familiaridad siguen siendo criterios relevantes al momento de realizar una contratación o ampliar las redes de poder y parentesco.

Junto con ello, la persistencia de una moral extremadamente católica y un modo de vida rigurosamente conservador, permiten sostener que los modos de distinción de la élite criolla, siguen operando conforme a la lógica del período colonial. El autoconvencimiento de los miembros de este “selecto” grupo respecto de su superioridad moral es el principal argumento para fundamentar sus privilegios. Distinguirse en términos morales tiene implicancias que superan las meras consideraciones valóricas, ya que equivale a un medio que justifica las desigualdades materiales en la sociedad. Ser “moralmente mejor”, otorga el derecho a acceder a la mejor educación y a las mejores ocupaciones, junto con posibilitar las mayores recompensas económicas y todos los beneficios asociados a este estilo de vida.

Ahora bien, la aceptación generalizada de estas diferencias se basa en la legitimidad social con la que cuenta la élite por sus facultades de dominio que, a su vez, son movilizadas para reforzar las diferencias sociales y en consecuencia, distinguir entre semejantes e inferiores, y que estos últimos acríticamente acepten esta aberración como fidedigna.

Tomado de: América Latina en movimiento

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Las marcas políticas del silencio

Por Cimarronas

Muchos cuerpos marcados como mujer encontramos en el feminismo un espacio para sostenernos emocionalmente, las unas a las otras. Sorprendería cuán común es hallar historias de violencia machista y abuso sexual en nuestras vidas y las de nuestras compañeras. Desde los aprendizajes feministas y la valentía que alimenta el sabernos «no solas», militar es también escuchar y acompañar esas historias de abuso y violencia, en un proceso que nos ayuda a identificar y contar también las nuestras, como víctimas.

La violencia sexual contra las mujeres es una, y abarca actos que van desde el acoso verbal, la coacción, la presión social, la intimidación, el abuso de poder, la fuerza física, la penetración forzada o la esclavitud.

Cualquier violencia que sea sistémica y que no tenga mecanismos eficaces que la contrarresten implica un margen muy alto de impunidad. La violencia de género es sistémica, y la violencia sexual machista también lo es.

El Patriarcado se erige tan hegemónico y tóxico como el Capitalismo, que no se olvide, ni se obvie; y ambas estructuras, cada vez más complementadas, profundizan sobremanera las desigualdades de género y precarizan la situación social y política de la mujer y su derecho vivir con dignidad.

Todas las formas de violencia contra las mujeres han desarrollado herramientas estructurales de legitimidad que minimizan las agresiones y culpabilizan a la víctima, con un carácter ejemplarizante. «No fue para tanto», «pude haberlo evitado», «no debí coquetear», «no debí venir a su casa», «no debí aceptar la bebida», «no debí vestir así», «no debí responderle», «no debí andar sola de noche», «yo me lo busqué». Estas expresiones empuñadas una y otra vez terminan por ser «ciertas» hasta para nosotras mismas. Y nada más nocivo para ese país justo que queremos construir.

Muy pocas denunciamos (menos del 5%), y es por eso. Por vergüenza, por culpa, por estar confundidas sobre lo sucedido, por querer olvidar, porque nos toma muchas veces años entender que fuimos víctimas de un abuso, porque la mayoría de nuestros sistemas de apoyo cercanos son inadecuados, por los pactos patriarcales que se tejen posteriormente a la denuncia, por la revictimización. Y porque contar trae sus propios riesgos.

Siempre que un cuerpo marcado como mujer comparte públicamente una historia de violencia se expone muchas veces a nuevas formas de violencia. Compartir historias de violencia no tiene para la víctima ninguna ventaja, o muy pocas. Pero sí muchas para el movimiento, y su necesidad imperativa de visibilizar el problema, como debate político, porque todos los días nos agreden (y también nos matan).

Para quien, en un momento de «ultrarracionalidad» machista, asume que podemos mentir, le decimos que la presencia de las denuncias falsas en datos es insignificante. Apenas existe, y en los casos en los que ocurre, el momento legal se hace cargo de ellas también. Y NO, tampoco son denuncias falsas todas las que no terminan en condenas firmes, como ocurre igualmente a veces, por no hacer un uso alevoso los abusadores de la fuerza física para la violencia, y la posterior falta de «marcas» que prueban el delito, como si las huellas psicológicas no fueran suficientes.

Tampoco debemos olvidar que la maquinaria del proceso penal es sobremanera revictimizante, porque aún tenemos sistemas judiciales y policiales patriarcales. Y que esto sucede en todo el mundo, no solo en Cuba. Que, en caso de duda, un grupo importante de personas, se ponga del lado del históricamente oprimido es un buen síntoma, de toma de conciencia. Como también lo es que las mujeres denuncien más y más, porque significa que lo que antes era invisible, ahora es un problema político.

La denuncia hecha con rigor es siempre positiva, aunque duela, porque la política emancipatoria debe ser siempre honesta. En comunicarla con rigor hay siempre una responsabilidad periodística tremenda, que debe lograr, y esto es irreductible, no seguir legitimando (más) esa violencia machista.

Instrumentalizar ese dolor para causas ideológicas es también revictimizar, y ser violentxs.

Una denuncia pública de abuso sexual machista tiene dos momentos fundamentales, uno político y uno judicial. Ambos importantes y necesarios para completar el acto pedagógico. En el momento político, del que forman parte indispensable los medios socialistas de comunicación, se construyen sentidos y consensos, se fijan y defienden ideas fuerza, se camina un poquito hacia la transformación de los fundamentos patriarcales sobre los que aprendemos la vida. El momento legal resuelve con un carácter jurídico ese proceso, «hace justicia».

La Revolución se prepara para asumirlos a ambos, como un gran desafío, en un proyecto de país que sigue siendo problematizado, profundizado y completado por quienes lo sostienen, 60 años después.

Organizar solo la rabia sin proyecto humano ético y emancipador no es feminismo, al menos para nosotras. El feminismo también defiende las alegrías. Y las nuestras, al menos las últimas, una compañera de lucha ayer las recapitulaba: «No creo que sea este el país del caos que algunos intentan pintar, donde las mujeres estamos absolutamente desprotegidas y a nadie le importa que nos maten o nos violen en las esquinas. Conozco el esfuerzo consciente de académicos, activistas, investigadores e instituciones que durante años han visibilizado las múltiples manifestaciones de la violencia de género en Cuba y han exigido soluciones. He escuchado en discursos una vocación gubernamental de legislar sobre el conflicto y generar otras estrategias para enfrentarlo. Lo he visto convertirse en primeros pasos con un Programa Nacional para el Adelanto de las Mujeres que reconoce en el enfrentamiento y la prevención de la violencia una prioridad, en una Línea 103 y otras alternativas -muy pequeñas todavía- de acompañamiento a víctimas, en una Estrategia Integral que articula prevención y enfrentamiento a través de ejes diversos, en una transversalización de la perspectiva de género al nuevo Código de las Familias, al nuevo Código de Procesos, a la Ley Penal por llegar. Que queda mucho por hacer, por supuesto. Que hace falta una Ley, también. Pero ignorar todos esos esfuerzos es ver una nación sin matices, en blanco y negro».

Tenemos una certeza, que aún falta muchísimo. Nuestra sociedad y sus estructuras continúan siendo profundamente patriarcales. El machismo como antivalor inaceptable para el socialismo aún no se normaliza en toda la amplitud de nuestras filas, y ¡no se puede ser revolucionario a la mitad!, comentaba ayer unx compañerx.

La violencia machista es también violencia política, y nuestro compromiso deberá ser siempre el de reivindicar la tolerancia cero contra ella, y cualquier forma sistémica de discriminación.

Estamos más que nunca convencidas de que esa consigna que grita y educa: ¡Sin feminismo, NO hay socialismo posible!

Tomado de: La Tizza

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Woody Allen siempre neurótico e iluminado

Woody Allen, cineasta estadounidense Foto: Universo la Maga

Por Mauricio Escuela @MauricioEscuela

Woody Allen es un autor de piezas literarias que caen en las manos de los productores para convertirse en filmes. La presencia de los temas clásicos de connotaciones mitológicas transforma a este genio en una figura fuera de una época liviana que se distingue por la banalidad, la hipocresía moral y la cancelación de discursos trascendentes. Esta alusión al carácter puramente textual de las películas de Allen ha sido descrita por la crítica como un defecto a la vez que una virtud. El creador no halla otra forma de expresarse que mediante elucubraciones filosóficas en las cuales lo autobiográfico y el cuestionamiento irónico son las marcas de un trasfondo serio, el de la obra de arte concebida para una eternidad y no como un mero objeto comercial.

Tan fuera de época está Woody que no comprende que el tema del genio —muy cercano al del héroe— cede espacio en las cadenas de los grandes medios y en las academias y redes sociales ante la permanencia del hombre masa, tal y como lo describió Ortega y Gasset. Es que el cineasta pertenece a los días de radio, así lo dijo en uno de sus filmes más memorables, tiempos en los cuales lo común era desarrollar la imaginación junto a un aparato sugerente, especie de teatro invisible que irrumpía en medio de la soledad humana. Allen pertenece al New York ya perdido de la cultura judía y la erudición, esa ciudad intelectual que hunde sus raíces en el cosmopolitismo y la libertad de poder criticar cualquier cosa. Entonces era lícito abordar diversos discursos a través del pastiche paródico. En el filme Love and Death —homenaje y a la vez burla de La Guerra y la Paz de Tolstoi— un atribulado Woody encarna a un ruso que recita pasajes de Spinoza de memoria, intenta asesinar a Napoleón y termina siendo fusilado a pesar de las manifestaciones de Dios, quien le prometió que viviría. Este nivel de desacralización de todo lo sagrado y de todo lo inmanente e intocable, define la iconoclasia del artista, siempre presto a destronar paradigmas. Una cualidad que solo se podía desarrollar a través de la más amplia libertad, desde el desprejuicio, la destrucción de dogmas y el abordaje de temas espinosos. En un mismo filme, Woody se burla de la escolástica, de la ilustración y de la modernidad.

El tema del genio nos acompaña desde lo antiguo. Según queda constatado en la tragedia griega y en los estudios de Aristóteles al respecto, debe haber un equilibrio entre lo divino y lo humano para que se mantenga la presencia de este semidiós, de lo contrario se produce la caída. Este sentido dramático, en su más extensa acepción, abarca casi todo el arte, siendo central en las piezas de Shakespeare por ejemplo —Hamlet deberá atenerse a un equilibro entre lo sobrehumano encarnado por la voluntad del fantasma de su padre y las exigencias mundanales de la carne que representa la bella Ofelia; Romeo y Julieta viven la tensión que se establece entre su amor jurado como eterno ante Dios y las miserias cotidianas de las dos familias enfrentadas. La gran trama universal se nutre de ese nudo a punto de romperse que también da vida a la obra de Woody. Solo que, en el caso del cineasta, todo acontece de manera paródica y el antihéroe se burla de sí mismo y busca una vía no convencional para evitar la caída o para salir de la peripecia que lo lanza temporalmente al abismo.

El antihéroe armoniza una postura posmoderna ante el tema del genio. En realidad, la propia vida de Woody se pudiera remarcar en la tensión surgida entre el cine —visto como arte inmortal— y los fugaces amores del artista, que a menudo sirven de combustible, de materia para el proceso creativo. Se sabe que el romance con Diane Keaton dio paso Annie Hall, considerada como de las mejores comedias en la historia. El antihéroe quiso erotizar sus fracasos con las mujeres, dándole mediante el arte una salida triunfal, conducente a un éxito raro y casi efímero. Ese aire de perdedor que anega los filmes, que abarrota los diálogos, en realidad se refiere a la neurosis de quien busca un aliento nuevo para viejos dilemas existenciales. ¿Cuánto hay de divino en la derrota y de humano y transitorio en la victoria? Casi todos los personajes de Woody se debaten en una especie de teatro, mediante monólogos consigo mismos, se distancian de la escena, la miran con cariz crítico, dictan juicios que jamás son concluyentes. Quien espere una tesis acabada, un dogma que siente cátedra, estará equivocado de autor. En La rueda de la maravilla, Ginny es una mujer a punto de cumplir 40 años, que se mueve entre su anhelo de ser actriz y su día a día como mesera de un restaurante en una feria de diversiones. La llegada de un joven apuesto trastoca su vida y la lleva a ser cómplice de un asesinato, pues quedó roto el equilibrio y sobrevino la caída, la tragedia, el tema del genio cuya naturaleza intensa lleva a los excesos. La cólera de Ginny la deshace, la conduce a un final precipitado en el cual pierde todo. Cada paso deforma el carácter antes apacible y va hacia un punto distinto, una geografía dramática, grotesca. Pareciera que Woody nos advierte que el exceso es inevitable y también el descenso a los avernos y las oquedades de la existencia, en las cuales se disuelven las cualidades humanas y se adquiere otra naturaleza.

Se ha dicho que al cineasta hay que cancelarlo, mediante determinados prejuicios y acusaciones que hasta el momento carecen de sustentación judicial. En realidad, pesa —sobre la obra de este hombre— la mediocridad de un tiempo como el de ahora, en el cual se juzga hipócritamente y se tacha a quien brilla, se le niega la entrada y se le hunde en la ignominia. Woody Allen no es Roman Polanski, ni su caso tiene verificación factual alguna sobre la que concluir una tesis y de allí una condena en firme. Pudiera decirse que, como ser concreto posee defectos, pero no suficientes para silenciar un discurso potente y que enfoca cuestiones medulares que nos mueven hacia el pensamiento y la visión trágica. En verdad hay en este tema lo mismo que en todo lo demás: el antihéroe se manifiesta tenso entre la fama y la vida privada como los polos de un ser único, hecho para la disquisición filosófica y no para el cotorreo farfullante de los medios. A Woody se le quiere imponer la banalidad, la censura que nada aporta y eso tiene un efecto colateral y pernicioso hacia la creación. La represión paraliza, mata el eros del artista, impone la pulsión de muerte y da paso al mediocre.

Woody Allen es un autor textual, que hilvana discursos literarios. Se distancia de otros cineastas “de raza” como Martin Scorsese. En un film colectivo donde ambos coincidieron, el primero improvisó y dejó libres a los productores, mientras que el segundo planificaba milimétricamente. El arte del caos define la esencia de las escenas, como esa famosa en la cual una señora mayor desde los cielos de New York persigue al antihéroe y lo trata como su bebé malcriado. El espectáculo risible ocurre delante de todos, poniendo en tela de juicio ideas en torno a lo privado, la familia, lo moral y la educación. Solo alguien con el tono genial de Woody podría lidiar con una tesis estética así. Sustentar el cine no solo es hacerlo, sino plasmarlo desde el guion, desde la literalidad.

Dijo Kant que el genio está relacionado con lo noúmeno, o sea, aquella razón a la cual no se accede, sino que queda oculta más allá de la experiencia humana. No se puede conocer el intríngulis que define esa naturaleza que se halla por fuera de lo común y que parece exorbitante, excesiva y a veces sin equilibrio. Pensar en el matiz neurótico de Woody y sus obras nos conduce a un estadío de conciencia en el cual lo inaccesible se muestra, surge ante el espectador en forma de parodia. El genio, un antihéroe, evita la racionalidad porque sus acciones no se mueven por ese camino. Incluso, si bien los juicios son equilibrados, hay una tensión entre el deber ser y el ser que rompe cualquier conformismo con el discurso imperante y recrea una posible nueva realidad. En El hombre irracional, el protagonista es un profesor de filosofía que se siente vacío y que asesina a un juez para hallar una causa heroica que le dé sentido. En este caso, la transformación del hombre masa en el héroe lo condena, lo aparta y lo reduce. ¿Puede leerse en esta clave la propia vida —dramas acusatorios incluidos— de Woody? El eros y la muerte en los extremos del camino del genio marcan una caída estrepitosa pero bella, que hace las maravillas de un cine jamás superficial.

El sentido trágico impone estas lógicas: el ascenso como búsqueda y la caída como hallazgo. La vida en los extremos hace que el punto medio sea casi imposible de alcanzar. El desmesurado placer de Woody Allen está en esa soga a poco de romperse y que, sin embargo, nos causa una sonrisa. El genio no transita comercialmente por los escenarios, sino que debe hacerlo desde la visceralidad, la contradicción y el entramado de la existencia humana. No se puede renunciar a un episodio tan auténtico y explícito. Habrá que encontrar al artista más allá del marasmo, al genio luego de la caída, al creador en medio de la destrucción. El cineasta queda, por ahora, en un escenario de fama y ruidos, de brillantez y oscuridades. Allí está —siempre neurótico— iluminado por un foco que lo reduce y lo resalta, en ese tenso devenir entre lo humano y lo trascendente.

Tomado de: La Jiribilla

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Paso de la palabra. Tres maestras del silencio

La actriz estadounidense Holly Hunter en el filme El piano (1993) de Jane Campion

Por Mar Gallego

Lo que no se nombra ¿no existe? o ¿existe sin ser reconocido? Si el lenguaje es esa conexión con el mundo de los significados, ¿qué ocurre cuando una persona decide interrumpir ese canal de conexión interpersonal?

Justo esto es lo que hace Elizabeth Vogler, la protagonista de la película Persona (1966), escrita y dirigida por Ingmar Bergman, una reconocidísima actriz de teatro que, en medio de una actuación y tras haber dado a luz a su primer hijo, permaneció en silencio sobre las tablas para luego excusarse argumentando que le entró una risa espantosa. Tras el incidente, Vogler —interpretada por Liv Ullman— volvió a su casa, se quitó el maquillaje, cenó con su esposo y se fue a la cama. A la mañana siguiente, ya no quería articular palabra.

Tras tres meses de mudez elegida, ingresa en un psiquiátrico. Allí, la especialista que lleva su caso comenta: “¿Crees que no lo entiendo? El absurdo sueño de ser […]. Y al mismo tiempo, el abismo entre lo que eres ante los demás y lo que eres ante ti misma […]. El papel de esposa, el papel de colega, el papel de madre, el papel de amante, ¿cuál de ellos es el peor? ¿Cuál te ha causado más tormento?”.

A Vogler fue el papel de madre el que la destrozó. Después de conocer que estaba embarazada, descubre que no quiere encarnar ese rol. El tabú del aborto no se lo pone fácil. Tampoco los halagos que recibe de su entorno, que le transmiten la idea de que la maternidad la completa como mujer.

La imposibilidad de romper con esas cadenas y trampas de reconocimiento que conforman las palabras, la lleva a la decisión de —al menos— no reproducir con su cuerpo la maquinaria. La protagonista reconoce que el lenguaje duele y lastima, y que el guion que lo conforma es mucho más viejo que ella misma. Guion, palabras y roles van de la mano. ¿Cuándo sabes si tu decisión es libre cuando el libreto está por todas partes?

El Piano (1993), escrita y dirigida por Jane Campion, aborda también, en parte, esta cuestión. Su personaje protagonista, Ada, interpretado por Holly Hunter, es una mujer peculiar que detecta este proceso de conformación de las identidades femeninas hegemónicas mucho antes que Elizabeth. Siendo solo una niña nos cuenta: “La voz que están oyendo no sale de mi boca. Es la voz de mi mente. No he hablado desde que tenía seis años. Nadie sabe por qué, ni siquiera yo […]. Hoy mi padre me ha casado con un hombre al que todavía no conozco. Pronto mi hija y yo iremos a su país para reunirnos con él. Mi marido dice que mi mudez no le preocupa […]. Bueno sería que tuviera la paciencia de Dios, pues el silencio acaba afectando a todo el mundo”.

En el caso de Ada, el papel contra el que se rebela es el de esposa. Sin embargo, Ada sí parece haber encontrado un lenguaje propio: el de la música que fabrica con su piano aunque, a pesar de ello, la potencia de su sensibilidad no pueda ser leída por el resto. El miedo a lo desconocido la convierte en una criatura extraña para su entorno. Según las mujeres que habitan la misma casa, “que el sonido se meta así dentro de ti no es nada agradable”. Mejor hablar que sostener los vacíos.

Excéntrica, rara, loca… son algunos de los calificativos que Ada recibe por sumergirse en sus profundidades y alejarse del lenguaje como única forma de acceder a la verdad. Su libertad antidiscursiva hace que el sistema la coloque en la periferia de la condición humana que la tilda de salvaje.

Algo parecido le pasa a Nell, la prota de la película que lleva el mismo nombre, dirigida por Michael Apted con guion de William Nicholson. Nell es reducida a una condición de menor de edad por habitar un lenguaje diferente al del resto.

Interpretada por Jodie Foster, el personaje ha vivido desde su niñez en medio de un bosque. Apenas ha tenido presencia humana y, cuando la tiene, se relaciona a través del contacto físico, de rituales y de un lenguaje sencillo e inventado. Nell se va sumergiendo poco a poco en la experiencia del lenguaje occidental, un lenguaje que desprecia su mundo conectado. Así lo afirma ella ante un jurado, cuando decide romper el silencio mantenido durante días: “Tenéis grandes cosas, sabéis grandes cosas, pero no os miráis a los ojos y estáis sedientos de paz”.

Sin embargo, su rareza aporta y sana a las personas que inician una relación cercana con ella. La sencillez de su lenguaje particular abre la puerta a un mundo menos triste que el habitado por mujeres como Paula —otro de los personajes—, que afirma estar atrapada en guiones dolorosos que tienden a retornar: “¿Sabes qué me da rabia? Que estamos todos como pillados en esos círculos que se repiten sin cesar”.

Susan Sontag en su Estética del silencio invitó a reflexionar sobre qué querían decirnos aquellos mundos que no tenemos en consideración porque aún no hemos sido capaces de descifrar. Detrás de las invocaciones al silencio, según la pensadora, “se oculta el anhelo de renovación sensorial y cultural”. En la obra, la autora afirmó: “Tal como algunas personas ya saben, hay maneras de pensar que aún no conocemos. Nada podría ser más importante o precioso que dicho conocimiento, todavía nonato”.

En las prácticas feministas hegemónicas tenemos claro que lo que no se nombra no existe, pero olvidamos a veces poner en jaque las estructuras desde las que nombramos. ¿Cómo construiremos esa renovación sensorial de la que hablaba Sontag sin poner en cuarentena la palabra como herramienta central de nuestras reivindicaciones?

Mar Gallego es autora del ensayo Dueñas de su silencio. El silencio como poder y resistencia a la identidad femenina en la temática fílmica (Instituto de Estudios Almerienses, Nº 27, 2004).

Tomado de: Pikara Magazine

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