Con Cuba

Un abrazo desde Cuba

José Manzaneda. Periodista y cineasta vasco. Coordinador de Cubainformación

Por Octavio Fraga Guerra @cinereverso

Este 15 de febrero se celebrará en Madrid un juicio criminal demandado por la organización Prisoners Defenders, una organización servil a la política del gobierno de los Estados Unidos que apuesta por destruir la obra humanista de la Revolución cubana.

Prisoners Defenders ha interpuesto una querella contra el coordinador de Cubainformación José Manzaneda, y también contra Euskadi-Cuba, organización que por más de veinte años ha desarrollado una sustantiva labor por el bienestar y el desarrollo del pueblo cubano que sufre los impactos que genera el criminal bloqueo económico, comercial y financiero, una política instrumentada por sucesivas administraciones del gobierno estadounidense desde hace más de sesenta años.

La acusación particular solicita una condena de seis años de cárcel para cada uno de los responsables y una indemnización de 50 mil euros. Esta demanda es una burda y cobarde acción que apuesta por anular el ideario revolucionario e internacionalista, la solidaridad y la hermandad que caracterizan a José Manzaneda y la organización Euskadi-Cuba con nuestra isla. Ellos son protagonistas, en el Estado Español, de una probada entrega con la obra de la Revolución cubana.

Con este burdo zarpazo vestido de empaque jurídico, apuntan a cercenar la voz erguida y limpia del coordinador de Cubainformación José Manzaneda, quién por más de dos décadas materializa una ejemplar labor de periodismo, cuyos relatos desarman las acciones de desestabilización y las manipulaciones mediáticas que se gestan desde los Estados Unidos contra el proyecto martiano y marxista que el Comandante Fidel nos legó y que el soberano ratificó en el año 2019.

Para Manzaneda y Euskadi-Cuba, un abrazo desde esta isla insumisa.

Octavio Fraga Guerra

Periodista, crítico y ensayista cubano.

Editor del blog cinereverso.org

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La orfandad de los caníbales

Foto: DW

Por Iramís Rosique Cárdenas

«Toda secta es en realidad religiosa»

Karl Marx

La filogenia del sectarismo o cómo se enlata la política

Hay quienes dicen que el sectarismo es un fantasma, pero se equivocan. Quieren jugar al psicólogo y convencernos de que «el sectarismo no existe: no puede hacerte daño». Los fantasmas no existen, pero el sectarismo sí, y como la cólera de Aquiles, bastantes males ha causado «entre los aqueos», e incluso, bastantes almas de comunistas valerosos «precipitó al Hades» de la historia.

Este asunto ha sido varias veces denunciado en Revolución, aunque sobre él, en cuanto tal, se ha reflexionado poco. En nuestra psiquis política colectiva el sectarismo habita como trauma. Eso explica, quizás, los silencios que lo rodean o la angustiosa, y no pocas veces patética, urgencia de algunos para cerrar esa «gaveta» cada vez que se intenta abrirla. Una socorrida solución ha sido personalizarlo o moralizarlo: se reduce el sectarismo a un problema de carácter, a un problema de ambición personal de un individuo o un grupo, o a un resultado de simpatías o antipatías. También hay lecturas que asocian el sectarismo a determinadas matrices ideológicas como, por ejemplo, el marxismo-guión-leninismo. No obstante, estas asunciones no hacen más que oscurecer la comprensión del sectarismo y de sus causas, e imposibilitar su extirpación definitiva del campo de la militancia revolucionaria.

En política, como en agroindustria, existen tecnologías de conservación. Estas imponen, a los cuerpos sociales, disciplinas que aseguran la reproducción y consistencia de ideologías, órdenes, instituciones, grupos…

En ese sentido, el sectarismo no es solo una «enfermedad política»,[1] sino una tecnología política de la misma familia que el dogmatismo, la mistificación o la sacralización, y lo que la caracteriza es la colocación intransigente de su identidad de grupo particular por sobre las necesidades de la causa política más general en la cual se inscriben y dentro de la cual co-militan con otros grupos. No puede hablarse de sectarismo entre campos políticos antagónicos: el sectarismo se da hacia lo interno de un campo político con determinado grado de pluralidad y como tecnología actúa, en especial, sobre el colectivo cuya identidad «única» se pretende proteger de toda posibilidad de contaminación, desviación o disolución; o sea: sobre la «secta».

Tampoco se puede creer que alguien está per se inmunizado contra el sectarismo. Todo espacio de militancia es susceptible a desarrollarlo siempre que no se asista de una ética que lo considere intolerable.

Seguramente, cuando se habla de sectarismo, muchos piensen en fanáticos vociferando sus verdades sin escuchar a nadie, en fundamentalistas con intención de imponer su verdad a todo el mundo y con el plumón presto a etiquetar de «traidores» o «herejes» a más de uno. Pero, si bien estos son los sectarismos más recurrentes y dañinos, no son todos los que hay. Lo que acabamos de describir pudiéramos llamarlo sectarismo activo, preocupado no solo de disciplinar a su secta, sino también imbuido de la misión de convertir a todo el campo político en su secta y de castigar o expulsar de él a los que se resistan a ello. Este texto lidia, sobre todo, con ese tipo de sectarismo, pero es menester señalar que también existen sectarismos pasivos.

«Sectarismo pasivo» tenemos toda vez que un colectivo, sin vocación de castigo ni de persecución, coloca sus tiempos, modos, necesidades e identidades por encima de los del proyecto político común. Y cuando decimos «los del proyecto» no nos referimos a los que puedan existir en la conciencia parcelaria de la realidad de algunos, muchos, o incluso la mayoría, sino los que emanan de la toma de conciencia de la totalidad, del cuadro general del proceso político: de lo que Fidel denominó «sentido del momento histórico». Estas resistencias se convierten en techo de poca altura y mala fabricación para el crecimiento político de estos colectivos, devenidos también sectas, esta vez eremitas.

El «sectarismo activo», por su parte, opera como policía política y aspira a colocar el desarrollo de su conciencia como límite al desarrollo de la conciencia del resto del campo político.

No en balde estos sectarios, en vez de estar de frente al enemigo o junto a los compañeros de la retaguardia, se posicionan de espaldas al enemigo y de frente al campo propio para ver quién se mueve en la formación. Rafael Hernández señala algunos rasgos del «sectarismo activo» que captan muy bien lo que estamos describiendo:

«(…)

  1. Dentro del grupo, casi todo; fuera del grupo, nada.
  2. Quien no comparte los criterios y normas aceptadas no está solo equivocado (como dice el dogmatismo), sino se ha desviado, es peligroso, o indigno.
  3. Quien piensa diferente no comete error o ignorancia (como dice el dogmatismo), sino merece castigo (exclusión, estigma, desprecio).
  4. Los que se distancian se alían a la larga con ‘ese bloque del enemigo’ (trátese del imperialismo o del Partido-Estado).
  5. Purgar las filas y emplazar ideológicamente a los «inconsecuentes» se justifica moralmente en cualquier circunstancia, a nombre de ‘la verdad’.
  6. La confrontación, agresión y adjetivación personal pasan por debate de ideas, y valen como sustitutos a la carencia de argumentos.
  7. Toda actitud individual diferente entraña un motivo oscuro, endeblez de carácter o de principios.»[2]

Cuando leemos estos aspectos, comprendemos que el sectarismo no es un asunto ideológico ni está ligado a ideología alguna. Una vez preguntaba a un amigo por qué Ota Ola fustiga constantemente a personas como Elaine Díaz o Harold Cárdenas, y los tilda de «agentes del castrismo», de «comunistas», de «tibios». Su respuesta fue que Ota Ola tenía o se había asignado la función de disciplinar a su campo político, de uniformarlo y mantenerlo bajo la hegemonía de esa fracción histérica y desbocadamente anticomunista de la oposición contrarrevolucionaria tradicional con base en Miami. No podía permitir ni tolerar que terceros entendieran como legítimo que un opositor anduviera diciéndose «de izquierda» o se posicionara contra el bloqueo o criticara el enfoque Trump de las relaciones con Cuba. Ahí tenemos el sectarismo de derechas. También es bien sabido el ambiente que se respiraba en el grupo de Facebook de la difunta plataforma Archipiélago en sus días de alguna relevancia. Más de un enemigo del socialismo cubano se quejó de la intolerancia y el sectarismo de ese espacio, lo que demuestra que no es un asunto de izquierdas o de derechas sino una práctica política que puede ser desempeñada desde el interior de cualquier ideología o campo político.

Por supuesto que a nosotros nos interesa el problema del sectarismo para el campo revolucionario cubano. Y ese tema adquiere relevancia especial en un momento como este, cuando la refundación de la Revolución se hace urgente y en el que la oposición contrarrevolucionaria se ha replegado, porque los sectarismos y otras tecnologías de la conservación obstaculizan que el socialismo pueda ser renovado y retrasan la afirmación en el pueblo de cualquier sentido del momento histórico.

Las tres (anti)críticas del sectarismo o cómo se mata la política

Ya habíamos dicho que un mecanismo para eludir el trauma del sectarismo entre los revolucionarios cubanos ha sido el de personalizarlo, identificarlo con la praxis específica y aislada de este o aquel funcionario extremista o militante entusiasta e inmaduro. No obstante, en los últimos días, a propósito de la reemergencia de este debate, han ocurrido variaciones discursivas remarcables, que no son sino otros modos de evadir la contradicción de la que los comportamientos sectarios son síntoma. Aunque hay que admitir que todas esas posiciones entrañan una aceptación tácita de que el sectarismo es un problema político y hace daño a la Revolución.

La primera de estas variaciones consiste en el intento de homogenizar, más bien camuflar, el sectarismo bajo el manto de la crítica libre y revolucionaria. ¿Por qué se acusa de sectarismo a los compañeros que simplemente están haciendo una crítica? ¿Acaso alguien se cree inmune a la crítica? ¿No es acaso la crítica un deber revolucionario y una manifestación de salud política, de diálogo?

Probablemente estos compañeros han confundido la noción cotidiana de «crítica» como «decir lo malo de», «hacer leña de», «hablar mal de», con la crítica como ejercicio intelectual de análisis, de dilucidación, de esclarecimiento, que es la que puede tener utilidad en los debates entre compañeros con el mismo horizonte político.

Ni acusar, ni levantar sospechas, ni etiquetar a la ligera son ejercicios rigurosos de crítica. Cuando acusamos a un revolucionario de «centrista» o de «socialdemócrata» o de «liberal» sin tomarnos el trabajo de explicar qué significan esas etiquetas y cuáles acciones o ideas del compañero en cuestión califican como tales, no estamos haciendo ninguna crítica. Eso es simple y burda difamación.

Cuando destapamos la bola de cristal para adivinar y «denunciar» ocultos deseos, posibles traiciones, vínculos vergonzantes o indicios de analogías con pasados traidores, no estamos haciendo ninguna crítica tampoco: eso se llama cacería de brujas. No sabemos bien si es infantil o es cínico, pero el empeño de hacer pasar por pensamiento crítico todos estos tópicos vulgares ―que además no son nada originales y se han repetido una y otra vez desde el siglo pasado―, subestima la inteligencia de todos los que escuchamos tal «argumento».

La segunda variación evasiva recurre a anular la dimensión política del conflicto y desviar el tema hacia la moral. Entonces el sectarismo no se maneja como lo que es, un asunto político, que debe emplazarse y discutirse públicamente, sino que se reduce a una pelea de grupitos, a una cuestión de pandillas. De este modo se clausura toda posibilidad de que la disputa sea resuelta en favor o en contra de la política sectaria: se prefiere, desde una falsa superioridad ética, denunciar los males del ego y la falta de humildad, como si fueran las causas del problema. Incluso en esta línea se llega a esgrimir un conveniente relativismo en el que «nadie tiene la verdad», que es una delicada manera de decir que nadie tiene la razón.

Pues no: sí hay quien tiene la razón, y sí hay quien daña a la Revolución Cubana. El sectarismo y los sectarios hacen daño y están equivocados, y todos los que contra el sectarismo se levantan ―desde dentro del propio campo revolucionario― tienen la razón al hacerlo.

La tercera y más socorrida variación es el llamado a la sacrosanta unidad. Un día tendremos que preguntarnos hasta cuándo vamos a tolerar que tras el parabán de la unidad o el de la Revolución se escuden individuos y conductas que las laceran y las pudren. La unidad esgrimida ahí es una unidad abstracta. ¿Qué unidad es esa y con qué? ¿Qué lacera más la unidad, la cultura política inquisitorial o el llamado a destruirla?

Enseguida corren algunos a pedir que ese tipo de asunto se dirima en privado porque en público «dan armas al enemigo». Hay que sonreír imaginando a estos extintores parlantes susurrarle a Fidel hace sesenta años: «Ay, comandante, no denuncie a Aníbal Escalante públicamente que eso da armas al enemigo, mejor llámelo a un aparte en un pasillito que es como hacen las cosas los revolucionarios que cuidan la unidad». Por supuesto que a nadie se le ocurrió semejante tontería. Fidel habló, y bien alto, y frente a todos expuso los males del sectarismo, y no sería aquella la única vez. Y poco importa si el enemigo lo usó con oportunismo: hace sesenta años estaba muy claro que el sectarismo constituía una debilidad y el problema debía ser ventilado en favor del fortalecimiento del bloque de la Revolución. No era una entrega de armas al enemigo, era una manera de apertrecharse ante el enemigo. Ese día «Fidel habló para los revolucionarios», y para nadie más.

No obstante, nos enfrentamos ahora a la ausencia de una ética colectiva y sin eso nadie puede esgrimir una unidad que no sea abstracta, metafísica y, por tanto, falsa. ¿Cuál es la ética de la Revolución? «Revolución es no mentir jamás ni violar principios éticos». ¿Cuáles principios? Probablemente hay consenso en que no se puede ser corrupto y revolucionario a la vez. Pero, ¿se puede ser machista y revolucionario? ¿Y homófobo? ¿Y violento? ¿Y racista? Podríamos decir que no, pero eso no significaría nada. ¿Acaso no hay personas racistas, machistas u homófobas que se siguen considerando a sí mismas «revolucionarias»?

Solo en abierto debate de ideas y argumentos puede pugnarse por que una ética nueva se haga hegemónica a un campo político y se erija en ética colectiva y verdaderamente unitaria.

Las evasiones al asunto del sectarismo —que a veces se levantan de modo similar para otros temas— obstaculizan la expiación de esa práctica nociva y son manifestaciones evidentes de antipolítica. Y nada es más extraño y hostil al socialismo que la antipolítica. Si el capitalismo es la sociedad en que la forma mercancía se universaliza, el socialismo es la sociedad de la progresiva universalización de la política, entendida como el espacio de la deliberación, del conflicto, de la conciencia, de la palabra. La democratización de la vida, de todas las esferas de la sociedad, pasa por la entrada de la política en cada una de ellas. La clausura de la política que resulta de la huida constante de la contradicción y el conflicto es uno de los mayores obstáculos de nuestra cultura política para la profundización del socialismo en Cuba.

La orfandad de los caníbales o cómo se restaura la política

Esperemos nunca tener que extrañar a los antiguos dogmáticos del marxismo-guión-leninismo. Konstantinov, Afanasiev, Oizerman…: todos aquellos viejos profesores de filosofía que saltaban como fieras ante los indicios más mínimos de «revisionismo». Ellos eran guardianes de un poderoso dogma que sostenía Estados gigantes y movía a millones de personas en el mundo. Sabemos que el dogmatismo y el sectarismo son diferentes y que no tienen que convivir, pero podemos decir, sin temor a equivocarnos, que si el sectarismo tiene un padre, ese es el dogmatismo. Y no es solo su padre: es también su corazón. Bajo la luz cegadora de un dogma magnánimo se entiende la ferocidad de los viejos estalinistas dispuestos a echarse los unos sobre los otros como hienas, encantadas por el fulgor de la «doctrina invencible del proletariado», en aras de proteger su «pureza». Así mismo, puede llegar a comprenderse el fundamentalismo religioso, embriagado del mandato mesiánico proveniente de Dios.

Decía Marx que toda secta es en realidad religiosa. ¿Pero cuál es el dios de nuestros sectarios?

Seguramente ante la pregunta responderían airados: «¡La Revolución!». Así, con mayúsculas. Y habrá que insistirles una vez más: ¿qué es la Revolución? O más bien, ¿qué es para ustedes? Estas son preguntas difíciles que, por demás, no hemos hecho aún a esos compañeros. Lo que tenemos como pista son las reacciones virulentas de ellos ante lo que consideran la anti-Revolución.

Si alguien juzga sospechoso o se molesta porque se emplee a un autor francés o norteamericano para explicar fenómenos de la Revolución Cubana, ¿qué cuerpo doctrinario está protegiendo? Cada vez que se acusa a alguien de «centrista» o de «liberal» o de «socialdemócrata», ¿de qué se le acusa exactamente? Esas etiquetas, devenidas ofensas, se han vuelto muy socorridas en los últimos años. ¿Qué son el «centrismo», el «liberalismo» y la «socialdemocracia»? Los dogmáticos y sectarios de antaño, del viejo Partido Socialista Popular (PSP), de la URSS, tenían todo esto milimetrado, pero ¿y estos?, ¿qué es lo que defienden?

Hay un problema de fondo en el asunto de acusar de centrismo o de socialdemocracia. En Cuba, desde 1991, pero sobre todo después del retiro de Fidel y el cese de su práctica política discursiva permanente, hay una crisis doctrinal de la Revolución Cubana.

Esa crisis hace que sea difícil distinguir los discursos clásicamente liberales o socialdemócratas, por ejemplo, del discurso del Estado sobre determinados temas.

La Revolución Cubana está pagando una derrota que no fue suya: la del socialismo europeo. La ideología producida en Europa del Este, su marxismo-guión-leninismo, con todos sus defectos y su dogmatismo, otorgaba sostenimiento espiritual y sentido a un mundo —epistemológico, político, jurídico, ético, existencial, estético…— . Su hundimiento dejó a la Revolución Cubana y su socialismo como náufragos en el océano de las ideologías.

Por fortuna teníamos a Fidel, una máquina líder productora de sentido. Fidel pasa entonces a convertirse en la principal fuente de legitimación ideológica. En ausencia de un cuerpo doctrinal y espiritual sólido, más allá de la ambigüedad transclasista que caracteriza a todo nacionalismo, lo que Fidel explica y suscribe se considera lo revolucionario. La condición revolucionaria de las ideas ya no reside en su consistencia con un canon específico, sino en el emisor: Fidel, mientras estuvo activo.

Por un lado, esto tuvo la limitación de que es imposible que el grueso de la reproducción ideológica de una sociedad recaiga en un sujeto individual. El mundo del socialismo real era sostenido por miles y miles de pensadores, artistas, políticos, maestros, científicos, etc. Por otro lado, luego de Fidel, el Estado —y no el Partido— lo sustituye como fuente de legitimación ideológica. Entonces ocurre un desplazamiento muy interesante en nuestros sectarios.

Si un intelectual de izquierdas, pero sin cargos gubernamentales, señala la naturaleza estructural del bloqueo para el socialismo cubano y la necesidad de crear y avanzar a pesar de él, algunos compañeros se levantan airados a cuestionar las ocultas intenciones perversas de ese intelectual que seguramente lo que pretende es blanquear y minimizar el bloqueo. Basta que a la semana siguiente el compañero Primer Secretario del Partido suscriba la misma idea para que, ¡entonces sí!, ellos puedan asumirla como algo decible y aceptable. Del mismo modo, algunos son muy ácidos contra economistas cubanos que no trabajan para el enemigo, pero que tienen visiones críticas sobre determinada política económica, a los cuales acusan enseguida de neoliberales o socialdemócratas ―sin demostración alguna de en lo que esto consiste―, pero luego se hace mutis cuando en un Pleno del Comité Central un compañero dice que cuando los ricos se enriquecen jalan a los pobres.

Esto indica que para algunas de nuestras sectas locales lo sagrado no es tanto el proyecto revolucionario como el poder que lo sostiene, el cual se les presenta como productor de la verdad.

Que una relación de poder sea el instrumento de legitimación ideológica implica unos niveles de mistificación y metafísica política extraordinarios, además de ser un excelente asidero a los oportunismos de todo tipo que siempre sacan ventajas de las opacidades. El avance o el libre desarrollo de un sectarismo huérfano y sin corazón, cuya única sujeción es la «verdad» del poder, es muy peligroso para el futuro del socialismo cubano, porque precisamente los discursos liberal y socialdemócrata logran calar en las conciencias de revolucionarios, no porque sean engañosos o porque la gente sea tonta, sino por la inconsistencia actual del cuerpo doctrinal de la Revolución Cubana. ¡Y contra el completamiento de este se levantan nuestros caníbales!

Quien desee ser solamente ideólogo del poder, es decir, de políticas gubernamentales, de «lo que está», de la burocracia —como rezan recientes confesiones de algunos—, y no ideólogo del proyecto, de la Revolución, de «lo que queremos ser y de aquello por lo que luchamos», que lo sea; pero que no intente hacer pasar eso como militancia revolucionaria. Y que tampoco se atreva, con sus cacerías de brujas y sus mediocridades, a intentar ponerle freno al empeño de pensar y hacer la Revolución Cubana; porque ante toda voluntad de congelar el tiempo y convertir a los revolucionarios cubanos en un ejército de obsecuentes y repetidores, solo hallarán un fuego que se esparció por toda Cuba el 25 de noviembre de 2016, y que no se extinguirá hasta abrasar este mundo y dar a luz a un mundo nuevo. ¡Aprendan a arder, o serán consumidos!

Notas:

[1] Como lo describe Rafael Hernández en su excelente artículo «Algunas enfermedades infantiles en la cultura del socialismo en Cuba», publicado en el diario digital OnCuba el 6 de marzo de 2020 (https://oncubanews.com/opinion/columnas/con-todas-sus-letras/algunas-enfermedades-infantiles-en-la-cultura-del-socialismo-en-cuba/).

[2] Rafael Hernández, op. cit.

Tomado de: La Tizza

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La Reforma universitaria

Alma Mater. Universidad de La Habana Foto Cubadebate

Por Graziella Pogolotti

Transcurría el año 1918 cuando en Córdoba, Argentina, estallaba un brote renovador que muy pronto, como mancha de aceite, se extendería a la América Latina toda. Un siglo después de haberse desgajado nuestras repúblicas del dominio de España las universidades permanecían anquilosadas.

La propuesta transformadora de los jóvenes argentinos incluía aspectos de orden académico, pero se proyectaba mucho más allá. Problematizaba, en términos innovadores, la función del alto centro docente en la sociedad. Estudiantes asumían responsabilidades políticas, culturales y educacionales con vistas a salvar las brechas que los separaban de las masas populares desamparadas.

Aunque el contexto desfavorable cercenó la realización total del propósito, el modelo introdujo algunos cambios. Aparecieron en todas partes departamentos de extensión cultural que, en alguna medida, trataron de paliar las deficiencias de las políticas gubernamentales y, sobre todo, a partir de entonces las universidades se convirtieron en focos de fermento de ideas y de participación juvenil en la vida pública.

En Julio Antonio Mella coincidieron el cuerpo atlético y la inteligencia poderosa, dotada para conjugar el análisis de la realidad concreta con la lectura provechosa, libre de esquemas y simplificaciones dogmáticas, de Marx y Martí. Asimiló la lección renovadora de la Reforma universitaria de Córdoba. Animó la fundación de la FEU, intentó depurar el claustro de los profesores adocenados y dio cauce a la creación de la Universidad Popular José Martí, destinada a la formación de la clase obrera.

Asesinado en México por la tiranía de Machado, algunos logros iniciales fueron cercenados. Pero la semilla estaba sembrada. La juventud universitaria se lanzó al combate. Dejó una estela de mártires, a quienes se les rendía homenaje cada 30 de septiembre, fecha de la caída de Rafael Trejo en 1930.

La tradición se radicalizó al perpetrarse el golpe de Estado de Fulgencio Batista. Las universidades se convirtieron en centros propulsores de acciones combatientes que trascendían la voluntad de derrocar la dictadura. Había que modificar las raíces de un sistema conformado por la dependencia del capital foráneo y los rezagos del neocolonialismo.

Sin embargo, el proyecto reformador de la enseñanza había quedado trunco. Al cumplirse un año de la Campaña de Alfabetización tomaba cuerpo el rediseño integral de la educación superior. Para fundar soberanía en el área del conocimiento se abrieron las hasta entonces inexistentes facultades de Economía y Biología.

En la base de la pirámide, el departamento devino la célula básica que articulaba investigación y docencia, configuraba programas y planes de estudio, planeaba la superación permanente del claustro y emprendía la urgente actualización y modernización del saber en los distintos ámbitos de la ciencia. En la Universidad Central de Las Villas, el Che había llamado a los centros de educación superior a pintarse de pueblo.

Para los profesores de entonces, muchos de ellos novicios, se planteaba un desafío gigantesco de estudio y búsqueda de amplias fuentes bibliográficas. Era una carrera contra el tiempo, porque los estudiantes de nuevo ingreso estaban tocando a las puertas. En algunas áreas pudo contarse con la colaboración de especialistas procedentes de otros países. Llegaron de la América Latina, de Europa occidental, de Estados Unidos y de los países socialistas. Deslumbrados por los rasgos singulares de una Revolución triunfante que enlazaba el movimiento de liberación nacional con la proyección hacia el socialismo, los movía un generoso espíritu solidario.

Inmersos en el empeño de participar en la edificación de un país, no habíamos cobrado conciencia de tener una asignatura pendiente. No bastaba con instruir. Era necesario formar. Para hacerlo, resultaba indispensable conocer la Cuba que habíamos heredado. Pasar de la concepción teórica de la naturaleza del subdesarrollo al contacto concreto con sus dimensiones sociales y culturales.

Fidel convocó a impulsar un trabajo de animación sociocultural en zonas intrincadas de la isla. Con entusiasmo misionero acopiamos un muestrario de imágenes de las artes visuales y selecciones de textos literarios. Marchamos dispuestos a enseñar. Topamos entonces con el universo largamente marginado en lo profundo de la sociedad. Nos sentimos desarmados. Comprendimos la necesidad de forjar herramientas para edificar el diálogo con el otro. De maestros nos convertimos en aprendices. Modificamos definitivamente nuestra noción de cultura, entendida ahora desde perspectivas antropológicas y sociales.

Integrada al proyecto transformador revolucionario, la Reforma universitaria modernizó la enseñanza. Abrió la mirada hacia anchos horizontes. Siguiendo el precepto martiano, injertó el saber del mundo en el tronco de nuestras repúblicas.

Tomado de: Juventud Rebelde

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«Congresista Mario Diaz-Balart: ¡Usted es un sinvergüenza!»

Congresista estadounidense Mario Diaz-Balart

Por Carlos Lazo

Congresista Mario Diaz-Balart: ¡Usted es un sinvergüenza! Dicho en buen cubano señor: ¡Usted es un descaro’! ¿Cómo se atreve a decir que usted quiere lo mejor para el pueblo cubano? Eso suena a broma macabra. ¡A usted no le importan los cubanos de aquí ni los cubanos de allá! ¡Hipócrita!

¡Usted es uno de los que idearon sanciones anti familia que castigan a padres, hijos y abuelos cubanos, en Cuba y en Estados Unidos!

Usted, Diaz-Balart, promovió y aplaudió el cierre de la embajada USA en la Habana. Cientos de miles de familias tienen que realizar sus trámites migratorios en otros países, cortesía cruel de Díaz-Balart y comparsa.

Usted, Diaz-Balart, es culpable confeso de que se prohibieran los envíos de remesas familiares a Cuba a través de Western Union. Su razón de ser como político, es apretar la soga al cuello de la familia cubana. Usted apretó la tuerca del sufrimiento en medio de una pandemia.

Por su culpa, Díaz-Balart, no existen vuelos de aerolíneas estadounidenses a las provincias cubanas. Trump suspendió esos vuelos, incitado por usted y otros odiadores. Por su culpa, los vuelos a Cuba se han encarecido.

Usted, Díaz-Balart, apoyó las medidas trumpistas de cierre del programa de reunificación familiar. Por su culpa, cientos de miles de familias cubanas languidecen esperando reunificarse con sus seres queridos. Por su culpa, señor, nuestra gente desesperada se lanza al mar y pierde la vida.

Pero su desfachatez e inhumanidad no es nada nuevo. ¿Se acuerda del 2004 y de las medidas de Bush que nos impedían visitar Cuba? ¡Solo una visita cada tres años! ¡Punto! ¡Sin excepciones humanitarias! En aquel momento usted participó en el diseño de aquellas crueles restricciones.

Ayer y hoy, usted se ha opuesto a las visitas familiares a Cuba. “Para acabar con el gobierno de Cuba, la familia tiene que hacer sacrificios”. Eso decía usted. ¿Se acuerda? Así vociferaba hace casi veinte años y aún hoy usted sigue repitiendo lo mismo. “¡Qué aprieten más!”. “¡Hay que sacrificarse!”.

¡Qué fácil es pedir hambre y desesperación para otros! ¡Qué fácil es pedir separación de familia, prohibición de viajes, negación de visas, prohibición de remesas (para las familias de otros)! ¡Usted tiene a su familia al lado suyo, Díaz-Balart. ¿Y los demás? ¡Qué se fastidien! ¡Qué los bloqueen!

¿Y usted dice amar al pueblo cubano? ¡No joda chico!

Carlos Lazo

5 de enero de 2022

Nota: ¡Ah! Y antes de difamar de Medea Benjamin, fundadora de Codepink, lávese la boca señor Díaz-Balart. Esa mujer menuda, es una gigante de amor y solidaridad. Medea, además de llevar ayuda solidaria al pueblo cubano, lucha junto a norteamericanos y cubanoamericanos dignos, para levantar las sanciones que castigan a Cuba. Dese un respetón Díaz-Balart. ¡Lávese la boca! A Medea Benjamin la quieren y estiman millones de cubanos. ¡A usted lo desprecian!

Tomado de: Radio Miami TV

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Las marcas políticas del silencio

Por Cimarronas

Muchos cuerpos marcados como mujer encontramos en el feminismo un espacio para sostenernos emocionalmente, las unas a las otras. Sorprendería cuán común es hallar historias de violencia machista y abuso sexual en nuestras vidas y las de nuestras compañeras. Desde los aprendizajes feministas y la valentía que alimenta el sabernos «no solas», militar es también escuchar y acompañar esas historias de abuso y violencia, en un proceso que nos ayuda a identificar y contar también las nuestras, como víctimas.

La violencia sexual contra las mujeres es una, y abarca actos que van desde el acoso verbal, la coacción, la presión social, la intimidación, el abuso de poder, la fuerza física, la penetración forzada o la esclavitud.

Cualquier violencia que sea sistémica y que no tenga mecanismos eficaces que la contrarresten implica un margen muy alto de impunidad. La violencia de género es sistémica, y la violencia sexual machista también lo es.

El Patriarcado se erige tan hegemónico y tóxico como el Capitalismo, que no se olvide, ni se obvie; y ambas estructuras, cada vez más complementadas, profundizan sobremanera las desigualdades de género y precarizan la situación social y política de la mujer y su derecho vivir con dignidad.

Todas las formas de violencia contra las mujeres han desarrollado herramientas estructurales de legitimidad que minimizan las agresiones y culpabilizan a la víctima, con un carácter ejemplarizante. «No fue para tanto», «pude haberlo evitado», «no debí coquetear», «no debí venir a su casa», «no debí aceptar la bebida», «no debí vestir así», «no debí responderle», «no debí andar sola de noche», «yo me lo busqué». Estas expresiones empuñadas una y otra vez terminan por ser «ciertas» hasta para nosotras mismas. Y nada más nocivo para ese país justo que queremos construir.

Muy pocas denunciamos (menos del 5%), y es por eso. Por vergüenza, por culpa, por estar confundidas sobre lo sucedido, por querer olvidar, porque nos toma muchas veces años entender que fuimos víctimas de un abuso, porque la mayoría de nuestros sistemas de apoyo cercanos son inadecuados, por los pactos patriarcales que se tejen posteriormente a la denuncia, por la revictimización. Y porque contar trae sus propios riesgos.

Siempre que un cuerpo marcado como mujer comparte públicamente una historia de violencia se expone muchas veces a nuevas formas de violencia. Compartir historias de violencia no tiene para la víctima ninguna ventaja, o muy pocas. Pero sí muchas para el movimiento, y su necesidad imperativa de visibilizar el problema, como debate político, porque todos los días nos agreden (y también nos matan).

Para quien, en un momento de «ultrarracionalidad» machista, asume que podemos mentir, le decimos que la presencia de las denuncias falsas en datos es insignificante. Apenas existe, y en los casos en los que ocurre, el momento legal se hace cargo de ellas también. Y NO, tampoco son denuncias falsas todas las que no terminan en condenas firmes, como ocurre igualmente a veces, por no hacer un uso alevoso los abusadores de la fuerza física para la violencia, y la posterior falta de «marcas» que prueban el delito, como si las huellas psicológicas no fueran suficientes.

Tampoco debemos olvidar que la maquinaria del proceso penal es sobremanera revictimizante, porque aún tenemos sistemas judiciales y policiales patriarcales. Y que esto sucede en todo el mundo, no solo en Cuba. Que, en caso de duda, un grupo importante de personas, se ponga del lado del históricamente oprimido es un buen síntoma, de toma de conciencia. Como también lo es que las mujeres denuncien más y más, porque significa que lo que antes era invisible, ahora es un problema político.

La denuncia hecha con rigor es siempre positiva, aunque duela, porque la política emancipatoria debe ser siempre honesta. En comunicarla con rigor hay siempre una responsabilidad periodística tremenda, que debe lograr, y esto es irreductible, no seguir legitimando (más) esa violencia machista.

Instrumentalizar ese dolor para causas ideológicas es también revictimizar, y ser violentxs.

Una denuncia pública de abuso sexual machista tiene dos momentos fundamentales, uno político y uno judicial. Ambos importantes y necesarios para completar el acto pedagógico. En el momento político, del que forman parte indispensable los medios socialistas de comunicación, se construyen sentidos y consensos, se fijan y defienden ideas fuerza, se camina un poquito hacia la transformación de los fundamentos patriarcales sobre los que aprendemos la vida. El momento legal resuelve con un carácter jurídico ese proceso, «hace justicia».

La Revolución se prepara para asumirlos a ambos, como un gran desafío, en un proyecto de país que sigue siendo problematizado, profundizado y completado por quienes lo sostienen, 60 años después.

Organizar solo la rabia sin proyecto humano ético y emancipador no es feminismo, al menos para nosotras. El feminismo también defiende las alegrías. Y las nuestras, al menos las últimas, una compañera de lucha ayer las recapitulaba: «No creo que sea este el país del caos que algunos intentan pintar, donde las mujeres estamos absolutamente desprotegidas y a nadie le importa que nos maten o nos violen en las esquinas. Conozco el esfuerzo consciente de académicos, activistas, investigadores e instituciones que durante años han visibilizado las múltiples manifestaciones de la violencia de género en Cuba y han exigido soluciones. He escuchado en discursos una vocación gubernamental de legislar sobre el conflicto y generar otras estrategias para enfrentarlo. Lo he visto convertirse en primeros pasos con un Programa Nacional para el Adelanto de las Mujeres que reconoce en el enfrentamiento y la prevención de la violencia una prioridad, en una Línea 103 y otras alternativas -muy pequeñas todavía- de acompañamiento a víctimas, en una Estrategia Integral que articula prevención y enfrentamiento a través de ejes diversos, en una transversalización de la perspectiva de género al nuevo Código de las Familias, al nuevo Código de Procesos, a la Ley Penal por llegar. Que queda mucho por hacer, por supuesto. Que hace falta una Ley, también. Pero ignorar todos esos esfuerzos es ver una nación sin matices, en blanco y negro».

Tenemos una certeza, que aún falta muchísimo. Nuestra sociedad y sus estructuras continúan siendo profundamente patriarcales. El machismo como antivalor inaceptable para el socialismo aún no se normaliza en toda la amplitud de nuestras filas, y ¡no se puede ser revolucionario a la mitad!, comentaba ayer unx compañerx.

La violencia machista es también violencia política, y nuestro compromiso deberá ser siempre el de reivindicar la tolerancia cero contra ella, y cualquier forma sistémica de discriminación.

Estamos más que nunca convencidas de que esa consigna que grita y educa: ¡Sin feminismo, NO hay socialismo posible!

Tomado de: La Tizza

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La institucionalidad cubana tiene una serie de graves desviaciones

Por Juan Valdés Paz

*Segunda parte de la intervención realizada el 15 de octubre de 2020 en el Centro Memorial Martin Luther King Jr. (Marianao, La Habana), en el marco de un análisis de coyuntura para la actualización estratégica de las proyecciones de trabajo de dicha Asociación y las redes que anima.

Para comentar lo interno, voy a usar la figura que estoy usando hace cierto tiempo en todos mis trabajos, que es una perspectiva sistémica.

La sociedad cubana es un sistema social, y dentro de él hay subsistemas: subsistema político, subsistema económico, subsistema civil, subsistema ideológico cultural y otros que se puedan identificar. La idea es que un tratamiento sistémico nos permite ver a estas dimensiones como totalidades, no solamente como pedacitos de medidas o de acontecimientos, sino como totalidades.

Hay una totalidad que es el sistema económico, una totalidad que es el sistema político, o lo político, etcétera. La perspectiva sistémica ayuda mucho a entender y ayuda mucho al análisis. Lo que voy a comentar en el marco de cada uno de esos subsistemas: el político, el económico, el civil, el ideológico cultural; son comentarios sobre una totalidad, la que no tengo ninguna pretensión de agotar. De cada una de estas cosas que voy a decir me he callado cien más y ustedes tienen otras cien, que a mí no se me ha ocurrido tener en cuenta. De manera que es, simplemente, una incitación a que retengamos esa visión sistémica porque tenemos que encontrar cuáles son todos los componentes del sistema, cómo está, cuál es la estructura de relaciones del sistema, cuál es la dinámica del sistema, etcétera, con todas las cosas que se dicen en la teoría de sistemas sobre un sistema.

Yo creo que nos ayuda un poco, y es una perspectiva que nos devuelve al marxismo. El marxismo es una visión de totalidad, también la teoría de sistemas es una visión de totalidad y es la visión de totalidad que preconizó siempre el marxismo.

Bueno, en esa perspectiva, lo primero que yo quisiera decir del escenario cubano es que, a pesar de los zigzags, los avances y retrocesos, los discursos que no cuajan, etcétera, lo más importante para mí —y para el centro Martin Luther King— es asumir que estamos en un escenario de reformas y que la primera potencialidad, como le suelen decir —se ha puesto de moda— «fortaleza» es que estamos en un escenario de reformas. Y, no solamente vamos a hacer un nuevo plan perspectivo, etcétera, sino que, a diferencia de 10 años atrás, nos vamos a colocar en un escenario de reformas, de cambios, de transformaciones, donde hay aspectos que se conservan, es decir, cambios y continuidades, para decirlo de una manera rápida, y esa es la primera perspectiva que tendríamos que asumir.

El país tendrá un escenario de reformas. Hay, por tanto, propuestas de reformas, unas en curso, otras prometidas, otras que se proponen —no están todavía en la agenda oficial—, hay sujetos y actores que están con las reformas y otros que no, y por tanto, son una traba, marcan el freno. Hay todas esas contradicciones que acompañan al proceso de reformas, y nosotros tenemos que poner, inevitablemente, una reforma sobre otra, proponiendo la nuestra, cobijando una u otra, acercándonos a unos actores más que a otros y asumir un discurso reformista también, porque parece ser, por suerte, que la Revolución está en esta etapa.

Entonces, ese es el primer problema. Ahora, la reforma que era, digamos, en esta conversación, aquí, yo mismo, en el 2010, cuando se hizo la primera discusión de los Lineamientos…, era una cosa abstracta, o estábamos discutiendo qué reforma, pero aunque podemos seguir discutiendo qué reforma, inclusive decir que las que se proponen son una mierda, o insuficientes, el hecho es que el proceso de reformas al que me estoy refiriendo transita bajo un conjunto de programas que ya están establecidos, consensuados, legitimados, etcétera.

Es decir, yo creo que lo políticamente saludable es, antes de inventar más y seguir discutiendo sobre las reformas que todavía no tienen consenso, centrarnos y ponernos bajo el paraguas de las reformas que ya tienen consenso y que, además, están legitimadas oficialmente. Eso es lo primero que yo quería decir. No tengo necesidad de recordar todos los documentos: los Lineamientos 1, 2; la Actualización; el Plan de desarrollo hasta el 2030, etcétera, porque están repartidas en todos esos documentos… una multitud de reformas… si aplican la mitad de lo que está prescrito, si aplican la mitad, estamos en otro país, y hay quien tiene que pensar qué hará en el otro país. Primero llegar a él y después qué hace.

Yo creo que esa es una cosa muy importante: asumir que estamos en un escenario de reformas, y ese escenario de reformas va a convivir con algo que dije antes, que es los niveles de normalización de las interrelaciones con los Estados Unidos.

Nosotros tenemos muchos problemas con el mundo y hasta con el vecino, pero nosotros tenemos un principal problema que se llama los Estados Unidos de Norteamérica, porque es el que tiene la capacidad de destruir a la Revolución, y con el que tenemos una contradicción fundamental que es de carácter geopolítico. Nos podemos poner de acuerdo, nos podemos normalizar y hasta podemos llegar hasta una serie de amoríos… pero, ellos serán siempre una gran potencia, ellos son el capitalismo, ellos son el imperio en este hemisferio, etcétera, y nosotros somos la piedra en el zapato… porque eso no tiene solución objetiva.

Nosotros podemos llegar a un nivel de acomodo, pero esto es importante que los cubanos lo retengamos porque, para decirlo de una manera poética, hubo muchas piernas flojas aquí durante el proceso de negociación del 2014, hubo mucha pierna floja. Entonces, hay que saber, no solamente tenemos anexionistas, sino también tenemos piernas flojas… tenemos muchos socialdemócratas: «al final el imperio no es tan malo, hay que resolver, eso es inevitable, hay que ser objetivos, hay que ser realistas…» y empieza a aparecer un discurso a nombre del «realismo» y aquí no hay nada realista y hay una cosa que es la nación cubana, que no tiene solución frente a Estados Unidos tal como la concebimos nosotros: independiente, soberana, que se autodetermina.

Esa nación, en los últimos 200 años no tiene solución frente a Estados Unidos, ni la tendrá. Bueno, ¿llega la revolución socialista a Estados Unidos? Ya veremos cómo es la cosa… Esto lo digo anticipándome a una de las cosas que tendré que decir cuando hable de lo ideológico cultural. Este es un gran telón de fondo del problema.

Además, el imperialismo no siempre se acerca a ti mordiéndote los calcañales… puede ser hermoso, puede ser bello, puede venir en colores y envuelto, viene con música… el imperialismo tiene dimensiones muy agradables, no todo es que te pisan los pies… tentadores, con una buena compañía.

Y, entonces, hechas estas advertencias, que estando en un escenario de reformas, los Estados Unidos harán una política… ¿cómo lo veo yo? Yo creo que una de las coincidencias sustanciales entre la política de Obama y la política de Trump, antes de hablar de las diferencias, es que las dos ven en este escenario de reformas, perciben el escenario de reformas como un proceso en la Revolución cubana que la puede hacer viable…

(Lo de ellos) es hacer una política para que nosotros nos autoextingamos o nos destruyamos; pero cuando estamos hablando de reformas, quiere decir que nosotros somos flexibles, que estamos en una nueva situación, nos estamos adecuando, estamos tratando de superar nuestras contradicciones. Entonces, nos podríamos hacer viables para Estados Unidos —que está lleno de think tanks que estudian esto que estamos diciendo mejor que nosotros—.

Ese proceso de reformas… ¡un socialismo que se reforma!, que ninguno lo ha hecho… (bueno, el chino, ustedes me dirán si esa es la reforma que podríamos asumir nosotros). Es decir, ellos ven un peligro en el proceso de reformas en curso. Obama dijo: «bueno, el proceso de reformas va a permitir penetrar en la sociedad cubana como no hemos podido hacerlo hasta ahora, no los hemos podido vencer por la fuerza». Y Obama puede hacer esa política y declarar públicamente que hacen una política con los mismos objetivos, con otros medios, e inclusive decir que la política de ellos está orientada —tomen nota de esto por algo que voy a mencionar después— a los jóvenes, los negros, las mujeres y los cuentapropistas. Ellos han identificado ya sobre qué grupos sociales actuarían.

Llega Trump, unido a la derecha de Miami, como ya saben y dice: «no, no, no, si nosotros aceptamos esa política, aunque hagamos alguna ventaja, esto es para el siglo XXII y nosotros queremos resolver el problema cubano ya, porque Cuba es Venezuela, Venezuela es Cuba, América Latina»… y aparece una propuesta contraria, que es: hay que impedir las reformas, es decir, en una lectura de lo que parece salvaje, la lógica es impedir las reformas.

Yo creo que esta es una de las cosas que tendríamos que tener en cuenta. Y eso me permite, ahora, entrar a algunos comentarios por sistemas, de la sociedad cubana, al menos como yo lo veo.

Me voy a detener primero en lo que vamos a llamar un comentario sobre el sistema social. No voy a detenerme ahora en ningún subsistema, sino en el sistema social, las cosas que son de la estructura social, que la estudiamos poco porque (…) lo que producen (las ciencias sociales) lo engavetan, es clandestino, etcétera y algunas ciencias sociales, como las ciencias políticas son casi inexistentes. No me detengo en eso, que tiene que ver con lo que comentábamos. Si Gina (Georgina Alfonso) estuviera ahí le estaríamos tirando piedras a Gina, pero no iba a hacer nada Gina, sabemos que eso es política de Gobierno, política de Estado.

En lo societal está el primer problema, del cual hay muchos comentarios regados, porque lo que yo quiero presentar ahora de una manera central es el problema demográfico, el problema de la estructura demográfica del país, que tiene que ver con lo que nos pase de aquí al 2025, y peor, del 2025 en adelante: no crece la población cubana, crece la migración, las mujeres no quieren parir, o siguen pariendo, pero menos del 2,2 que necesitamos y, lo que es peor, envejece aceleradamente, tiene una estructura etaria como si fuéramos Alemania, pero no somos Alemania.

Todas las tendencias demográficas son desastrosas para la economía y la sociedad cubanas. Si estuviéramos en China estaríamos felices de tener tantos viejos, pero aquí «estorban» todos, y los que no estorban, es porque están en posiciones de poder, donde también estorban. Es un problema demográfico, pero entre los tantos problemas de las tendencias demográficas de aquí al 2025, el más grave es la disminución de la fuerza de trabajo.

El problema más grave que tenemos de las tendencias demográficas es la disminución relativa y absoluta de la fuerza de trabajo. Es decir, la fuerza de trabajo disminuye y disminuirá hasta el 2025 y después. ¿Qué quiere decir eso? ¿Cómo nosotros resolvemos ese problema?

¿Cómo lo resuelve el capitalismo? Con inmigración. Todos esos migrantes que están ahora ahogándose en el Mediterráneo, que no los quieren, estaban hasta el otro día trabajando en Europa: cinco millones de magrebíes en Francia, siete millones de turcos en Alemania, no tengo que decir que en Europa cuando entras en los campos de hortalizas todo eso es africano. Las aceitunas las recogen inmigrantes estacionales… en Europa, que tiene la tecnología para resolver una parte del problema con tecnología que nosotros no tenemos ni vamos a tener para ese plazo, para tú decir: «quita un tipo y pon una máquina en su lugar». Si tuviéramos la ciencia y la tecnología… no tenemos el capital para hacerlo.

Ahí hay un problema serio, que nos tendrá que volcar a dos tendencias que hoy no queremos. Yo me moriré y ustedes se acordarán de esta conversación. Una, es abrazar a la emigración cubana, que regrese, que vaya y venga, que sea un actor interno, primero económico y, si es económico, terminará siendo político. Dos, la inmigración caribeña, que ya nos sacó del aprieto en nuestra historia, como ustedes recordarán en los años veinte con la explotación azucarera, la inmigración haitiana. Sí, tenemos la otra solución que es la inmigración, pero, obviamente, es muy problemática. Todavía meterse en los cañaverales del norte de Camagüey y descubrir una aldea de haitianos, casi 100 años después da una idea de cómo es eso cuando metes una inmigración de otra cultura, cómo la integras, eso es muy, pero muy complicado, como todos sabemos, pero lo pongo ahí porque acuérdense que dijimos que íbamos a decir algunas cosas del escenario del 2025.

La otra cosa societal que quiero mencionar es la estructura ocupacional, las variaciones que va a tener la estructura ocupacional. Quiero recordar que hay un compromiso oficial declarado de que el empleo estatal, que llegó a ser el 95 por ciento del empleo en Cuba, está en el 75 por ciento y hay un compromiso del Estado de no emplear más del 60, es decir, ser el empleador de no más del 60 por ciento de la fuerza de trabajo del país.

Esto quiere decir que todavía se tiene que desprender de casi un millón más de trabajadores y que ese empleo, para ocuparlo, hay que crearlo en el sector privado: cuentapropistas, Pymes, economía familiar y cooperativas, todas las formas no estatales que ya están en el papel, pero como el mismo Marino Murillo ha reconocido en estos días, todo eso es un desastre, pero lo tenemos que ordenar, está decidido, es parte de la reformas ordenar eso, darle personalidad jurídica, convertirlos en agentes económicos normales del sistema económico, etcétera. Veremos cómo ordenan eso, pero lo concreto, para el punto que estoy tratando, es que hay que crear ese empleo en el sector, si queremos racionalizar al sector estatal.

La capacidad de crear empleo del Estado está bloqueada, porque el Estado… te lo voy a decir… en el año 2004 —fecha que a ti te interesa, porque tú (Joel Suárez) también estabas entusiasta con la Batalla de ideas— le dijeron a Fidel Castro: «tenemos un 12 por ciento de desempleo» y Fidel dijo «¿desempleo en el socialismo?»… te acuerdas de todo lo que apareció: los trabajadores sociales, los instructores de arte, el estudio-trabajo, etcétera. No te cuento todo eso de nuevo. Lo puso en menos del dos por ciento de desempleo, el lugar que menos desempleo tiene en el mundo. ¿Dónde está toda esa gente? En las plantillas de las empresas estatales o de los órganos presupuestados.

Cuando se tomó la decisión, a tanta insistencia probablemente de Raúl, no lo sé —eso transcurre en la caja negra— de que la experiencia de las Fuerzas Armadas pasara a ser adoptada en el sector civil bajo el término de Perfeccionamiento Empresarial… El perfeccionamiento empresarial lo primero que tenía era el ajuste de las plantillas, es decir, que para implementar el perfeccionamiento empresarial había que quitarse el superempleo de arriba, obviamente, el 25 por ciento que ya se quitaron. Les falta todavía un pedazo.

Mientras yo estoy escuchando a Marino Murillo hablando de la eficiencia y de la eficiencia de las fábricas y todo eso… la primera reacción de esos empresarios cuando sean autónomos —hasta ahora no, porque hasta ahora se lo dicen todo— pero cuando le digan: «tú decides…» será «No, no, aquí sobran 30, y aquí 40… y aquí 35 y allí…», y para eso, de pronto, inventarás subsidios de empleo, que es una cosa que no había mencionado, pero que van a tener que crear, y lo otro es que ¿quién crea el nuevo empleo? El empleo es, económicamente, una función de la inversión, ¿habrá inversión extranjera suficiente para expandir el empleo? ¿El sector privado nuestro crecerá a un ritmo que le permita crear el suficiente empleo? Y aunque eso sea así en grandes números, cuando tú te detienes a analizar el empleo que tú ofreces y termina siendo un empleo por ramas, sectores, oficios, etcétera… porque en la agricultura falta fuerza de trabajo, tú le puedes seguir ofreciendo a los 11 millones de cubanos que vayan a la agricultura que todos tienen trabajo… no va a ir nadie, porque el 18 por ciento de la población es lo único que queda en área rural en Cuba, es decir, que la ruralidad tiene miseria, atraso y… Palmas y Cañas. Por tanto, está claro cuál es la dinámica social aquí del empleo.

Lo que quiero señalar ahora es que tenemos una problemática de empleo que no será fácil resolver y no tengo claro cómo va a estar al nivel del 2025, pero creo que no estará resuelto y que esto dará lugar a un subsidio de empleo de considerable magnitud si queremos racionalizar la economía.

Naturalmente, como tú sabes, y como sabemos todos, esto pasa por luchas políticas, habrá sectores políticos que no quieren tijera blanda, o no quisieran, como no quiso Fidel Castro; y otros que sí, y otros «bueno, sí, pero hasta la mitad». Hay muchos cuentos prosaicos sobre eso. Ahí tenemos un problema de la sociedad en su conjunto, del sistema social.

Tenemos un problema también, que curiosamente no hablamos: nosotros somos marxistas nada más que para sacar la asignatura Marxismo-Leninismo, para más nada. Nunca nos preguntamos cómo evoluciona la estructura socioclasista de la sociedad cubana, aunque uno, rápidamente dice: «bueno, si hay propiedad privada y hay pequeñas y medianas empresas y hay empleadores, hay una pequeña burguesía, una mediana burguesía», incluso uno intuye que están creciendo, pero yo no quiero detenerme ahora en esa fenomenología, sino decir que la estructura socioclasista del país está evolucionando de una manera muy diferente a como la construyó el socialismo cubano hasta los años ochenta.

Hay dinámicas de estratificación que inciden en la cultura. Si la estructura socioclasista cambia, cambia la cultura de intereses y la estructura de estatus en la sociedad y, por tanto —cosa que a ustedes les interesa mucho— las valoraciones, los valores, las ideologías que están conexas con esos intereses.

Lo que quiero decir es que la estructura social se mueve a una mayor estratificación, diversidad, complejidad de intereses y dinámicas nuevas y diferentes a las que hemos conocido, con efectos políticos «X», en los que no me voy a detener ahora.

Pero, por ejemplo, voy a poner un ejemplo, ahora tenemos, visiblemente, una concentración del ingreso: hay una franja que tiene ingresos enormes comparados con el ingreso medio y el ingreso más pequeño. Esa franja va adquiriendo la capacidad de hacerse una vida, hacerse un país diferente, ellos se salen del socialismo, lo pueden comprar todo, comprar la salud pública, los servicios, los mejores productos, viajan, ellos se van creando un país que no es el socialismo cubano. Tienen esa capacidad, tienen la capacidad de corromper, y tienen una capacidad que se volverá política en algún momento. Estoy diciendo una cosa gruesa, pero para el 2025 vamos a ver expresiones políticas de eso.

Yo venía conversando con José Luis (Rodríguez) por el camino, me estaba explicando ahí su último trabajo, su investigación en curso, y le decía: «José Luis, de eso que tú estás estudiando, de los años sesenta, no te olvides que el centro, el núcleo duro de la política de la Revolución, de la estrategia de Fidel Castro y del Che Guevara y de todos los que nos creíamos aquello, era la igualdad, la igualación entre los cubanos». Nunca una igualdad total, porque eso no existe en la realidad, pero era una política de equidad muy fuerte y profunda, que minimizaba el patrón de desigualdad. Siempre hay desigualdades sociales, pero, minimizando el patrón de desigualdad. Es un factor.

Desde los noventa estamos transitando hacia un mayor patrón de desigualdad. Las políticas en curso, es decir, la dimensión económica de las reformas mueve hacia un mayor patrón de desigualdad a la sociedad cubana. Cuando lleguemos al 2025 tendremos una sociedad mucho más desigual que la que ahora tenemos, que la que hoy tenemos con coronavirus, entonces, si ustedes quieren, empiecen a sacar las implicaciones, pero esa es la tendencia.

Cuando yo hablo de este tema, a mí no me preocupa —a diferencia de otros compañeros, como José Luis, que está incluido en el igualitarismo y todo eso—, yo no tengo problemas con un mayor patrón de desigualdad porque reconozco que es una necesidad económica y tampoco es posible crear un mecanismo de incentivo económico sin algún grado de desigualdad. Eso lleva su discusión, no me detengo en eso.

Todos queremos la igualdad por su belleza, no se puede aspirar a más que la equidad. Siempre tendremos un patrón de desigualdad y estaremos discutiendo cuánta desigualdad, pero no es tan importante cuánta desigualdad como qué pasa con el término inferior de la desigualdad.

Yo siempre digo, o he dicho aquí en este salón: Usted tiene 1.000 cañas y yo tengo 500, Usted tiene más que yo, pero yo estoy bien; pero si Usted tiene 1.000 cañas y yo tengo siete, entonces sí hay un problema. El término inferior de la desigualdad está muy jodido.

Dicho eso, quiero decir, sin más comentarios, que en la estructura actual de la sociedad cubana hay un patrón de desigualdad cuyo término inferior contiene ya una considerable franja de pobreza.

Los estudios que se hicieron en los noventa en La Habana daban un 20 por ciento de pobreza, en La Habana, con los indicadores nuestros, podría calcularse para el país un por ciento no menor del 25, en los noventa. Ahora, el patrón de desigualdad, por ejemplo, la desigualdad del ingreso, que es lo que se puede medir con el índice limpio, era punto veinte en los ochenta, se puso en punto treinta y tantos en el Período especial, y está ahora en punto cuarenta y llegará en el 2025 a no menos de punto 45. Tú puedes decir, bueno, la desigualdad en América Latina es punto 70, punto 76… estamos lejos, pero estamos mucho más lejos del socialismo cubano que conocimos, y sobre gran parte del cual se ha construido el trabajo y el imaginario del (Centro) Luther King. Ustedes se han pasado todo el tiempo luchando por la igualdad, bueno, pues no luchen más por la igualdad, empiecen a luchar contra la pobreza.

A pesar de esto, como decía al principio, mi presentación es optimista (…) Si yo le digo al gobierno que tiene que hacer una política contra la pobreza, que no la hace. Tienen una concepción ya dejada atrás por las ciencias sociales de que son liberales; que va a progresar el país y va a haber un derrame, y en el derrame se van a beneficiar todos —cosa que está demostrada por las ciencias sociales que no ocurre— … tenemos cada vez más pobres. No hay política para la pobreza, es más, la palabra pobreza no aparece en un solo discurso oficial. No hay un funcionario cubano que se atreva a decir pobreza. Entonces, yo estoy aquí invitado para darle tareas posibles al (Centro) Luther King… No estoy en la pobreza de la Teología de la Liberación, no estoy en la pobreza espiritual, estoy en la pobreza concreta y material.

Hay que tener en cuenta las consecuencias de todo tipo de la pobreza para la sociedad. Por eso, yo he colocado el comentario en la sociedad, en el sistema social. Eso atañe a todo el sistema social.

Por último, quería mencionar (otro problema), porque es un problema que regresa y que, además, es una base del enemigo —y ha creado aquí muchas confusiones—. Es el problema racial, porque los negros y mulatos están sobrerrepresentados en esa franja de pobreza, están sobrerrepresentados en los peores indicadores: el menor ingreso, la pobreza, la falta de vivienda, los peores empleos, etcétera. Por tanto, hay tendencias objetivas para que el tema de la racialidad se nos vuelva un problema socialista a nosotros y una base al enemigo sobre la que está actuando con mucha energía.

Yo sé que en el (Centro) Luther King preferimos no hablar del problema racial, precisamente porque estamos contra eso, pero nos entra por la ventana, y tiene una dimensión ideológico cultural terrible. Por eso quiero mencionarlo como un problema del conjunto de la sociedad, porque es un tema transversal, que nos aparece en la economía, que nos aparece en la política, que nos aparece en la vida civil y en la esfera ideológico cultural cada vez con más fuerza, y sobre la cual los enemigos trabajan, y también los criollos trabajan. Los propios negros y mulatos sienten que tienen que reivindicar su situación de desventaja, y no está mal, yo estoy porque todos los grupos defiendan sus intereses. Eso de que hay un gran padre, un big brother que nos va a proteger a todos… descarten eso.

Hay que hacer los espacios para que los grupos defiendan sus intereses, sean las mujeres, sean los LGTBI, sean los negros, sea cualquiera. Si no empoderamos a los grupos de intereses, no podemos defender sus intereses y estarán siempre bloqueados.

Ahora bien, en el caso nuestro hay algo, me parece a mí, ideológicamente terrible, y es que muchos de los compañeros que están aquí en la lucha por el tema racial se han comprado un término que vino. Tiene otras razones, fue aceptado por las Naciones Unidas, y ha entrado en Cuba y hasta el discurso oficial lo ha aceptado —para mi sorpresa—: es el tema de los afrodescendientes.

Es decir, hemos entrado en un tema de identidades y la identidad de los negros y de los mulatos —ustedes me dirán que hay 16.000 variantes de la mulatez—, como también, por supuesto, hay un racismo negro, y mestizo… Es un problema de mucha complejidad este problema de la racialidad.

Y nosotros teníamos eso resuelto, creo yo, ideológicamente hablando, con Martí: «cubano es más que blanco y más que negro…». Es decir, la misma identidad, que era la del cubano, resolvía el problema y nos daba un techo ideológico para colocar esas contradicciones mientras las resolvían. Y resulta que hay que volver a África, hay que montar el barco en dirección contraria. A mí que reivindiquemos la cultura africana, como un componente, ¡un componente! del ajiaco… pero ¿volver ahora a la africanización?, y que somos afrodescendientes, yo creo que nos estamos metiendo en un callejón ideológico cultural que en vez de resolver, o ayudar a resolver, de crear un marco de solución ideológico cultural al problema de las contradicciones raciales —que son objetivas— lo que lo estamos es enquistando como un problema insoluble, porque cuando creemos o recreemos la identidad negra o mestiza, lo cubano no se sabe lo que quiere decir. ¿Qué quiere decir ser cubano con mi identidad? Tengo que poner la nacionalidad, en un pasaporte, en un carnet… y este es un problema que nosotros teníamos resuelto, ideológico, entonces llamo la atención sobre esta contradicción.

Hay dos problemitas más de carácter global que quiero mencionar ahora: uno es el problema generacional. Yo sí creo que a nosotros nos falta lo que se llamaba imaginación sociológica y hay una cantidad inmensa de problemas. Nosotros nunca los problemas los colocamos en una perspectiva sociológica, no digo ustedes —obviamente es parte de su oficio— sino digo la población, los cuadros, los cuadros políticos, los decisores. El compañero Marino Murillo puede hablar durante dos horas de cualquier cantidad de problemas sin mencionar ninguna implicación social. Lo social nunca aparece cuando los economistas hablan.

Bueno, el quid de lo que quiero explicar ahora es que la Revolución comenzó con dos generaciones y llegamos al Período especial con cuatro. Se formó en el Período especial una quinta generación. En los 2000, en los cuales llevamos ya 19 años, se creó una sexta generación y ahora, sobre todo de aquí al 2025, vamos a tener una séptima generación sociopolítica. Es decir, que la Revolución, que convivía con dos generaciones se las tiene que ver con siete, de las cuales yo siempre digo: las tres primeras vivieron mejor que sus padres, la cuarta vivió igual que sus padres, y todas las demás, peor que sus padres, para decirlo rápido. Pero no es esa la connotación única, no, las connotaciones de todo tipo: memoria histórica, experiencia revolucionaria, niveles de participación…

(Joel Suárez: Detente en esa variable que mencionaste al paso, en esas variables dentro de la Revolución, no solo la condición material…)

La condición material es importante. A ver, siempre hemos tenido necesidades, tenemos ahora un poco más de necesidades porque hemos salido de un Período especial —lo voy a describir— y estamos en otro, aunque se llame de otra manera. Es decir, tenemos más carencias materiales que las que tuvieron nuestros padres hasta los ochenta. Hay carencias materiales, hay una distribución más desigual de lo que hay en la sociedad, etcétera.

Estos son impactos, pero el problema es que lo que tenemos choca ahora con las expectativas. Las nuevas generaciones tienen otras expectativas. Mi generación quería educación, quería salud, quería cine, quería música, quería cultura. Ya todo eso se dio, más o menos, mejor o peor, ya son conquistas de la Revolución.

Ahora la nueva generación quiere otra cosa, yo me siento con mis nietos y no puedo… «no me hables más de la educación y la salud… si yo nací con eso, no hables más de eso». Pero oye, ¿tú sabes lo que es un país del Tercer mundo tener al 100 por ciento de los niños con uniforme, y en la escuela y reproducir eso? El problema es el último celular, quiero mayor conectividad, quiero viajar a conocer el mundo… el problema es que las expectativas que la Revolución le resolvió a las cuatro primeras generaciones están bloqueadas.

(Eso,) más nuestros errores, porque, por ejemplo, yo creo que en el tema de la conectividad cometimos un error estratégico con costos de todo tipo, no solamente generacionales, costos para los sectores científicos y académicos que estaban desinformados, etcétera. Y lo peor, es que no hemos ganado capacidad para combatir en las redes, que es un oficio. No hacemos más que quejarnos… que el enemigo, que el grupo, que no sé qué, que un blog que nos ataca, que no sé cuántas cuentas… bueno, ¿y nosotros? ¿Por qué no le piden al Martin Luther King que haga sus combates en un blog a nombre de la Revolución? Ustedes lo tienen, pero, quiero decir, publicar algo que se entendiera y tú y el otro. ¿Por qué Aurelio (Alonso) está en su casa ahí, esperando a morirse, en vez de estar defendiendo a la Revolución en la red? Y el otro, y el otro, y el otro… no nos preparamos para eso, no sabemos qué decir.

Y lo que es peor —y aquí voy a hacer una observación atrevida—, noto que la dirección política es muy influenciable por la red, están muy preocupados; muchas veces están contestando lo que uno sabe que está en ese momento circulando. Mi hermano, no. No me meto más en eso porque estoy hablando en chino. Lo que quiero decir es —porque voy a volver a esto en el desafío, más tarde, de la red—, lo que quiero decir es que, a tu pregunta, hay problemas generacionales. ¿Tú tienes alguna duda? Si no, te lo voy a decir (de otra manera). La biblioteca personal más importante de Cuba la tengo yo, ¿he logrado que mis nietos se lean un libro? ¿Uno? Hay un grupo generacional que está asociado al desarrollo de la informática, etcétera, que nosotros no acabamos de entender, y nos retrasamos mucho en entender eso. Habría que haber asumido —porque se sabía que iba a ocurrir— que era un desafío ideológico cultural en las redes y habernos preparado para eso, pero nada más que saben criticar, en fin…

Ya dejo eso, lo que quería era decir, que es lo que estoy diciendo ahora, que hay un problema generacional. Hay un corte generacional y hay que tener en cuenta que tiene implicaciones políticas muy fuertes. Todavía estas nuevas generaciones no son oposición, veremos si logramos evitar que lo sean, pero son cada vez más críticas. «Esto es un negocio de ustedes, esto es un negocio de los viejos, esto es un negocio de papá, que estuvo en el barco que dirigió mi abuelo, a lo sumo es un negocio de papá, pero esto no es un negocio mío». No pasan a ser la contrarrevolución y quizás ni la oposición, pero no les importa.

Luego, en grandes números —percibo yo—, cada cual tiene su visión de la realidad porque, por supuesto, una vez más, no está estudiado. Y los dirigentes cubanos creen que la información es lo que les informa la Seguridad del Estado y el aparato ideológico del Partido, y creen que así están enterados de cómo está Cuba. Entonces, este es un problema que está muy falto de estudio, todas son percepciones indirectas que tenemos todos, si somos padres, si somos abuelos, si tenemos vecinos pequeños o adolescentes, pero hay un corte y no hay política para eso. No tengo que decir que los dispositivos que hay para eso —Juventud Comunista, Pioneros, Federaciones estudiantiles, etcétera— no pueden mascotear ese problema todavía.

El último comentario que iba a hacer es lo que voy a llamar, sucintamente… otra cosa que no está… que no oigo al compañero Murillo… Déjenme decirlo de una manera un poco académica al principio… Nosotros nacemos, crecemos y morimos en el marco de instituciones, por tanto, la dimensión institucional, las instituciones que existen y el orden institucional que existe, y el funcionamiento de esas instituciones es el primer dato que tiene que ver con la vida social, porque la sociedad tiene, inevitablemente, instituciones.

La Revolución creó su cuerpo de instituciones. Hay un cierto orden institucional, por ejemplo, en el caso del socialismo las instituciones políticas predominan sobre las demás, etcétera. Hay un cierto orden, una cierta jerarquía, en fin, y todos vivimos en el marco de instituciones legales. Las instituciones nos norman la vida, nos la ordenan, nos dan, nos quitan, nos favorecen o nos estorban. Esta idea —antes dije imaginación sociológica— y ahora digo imaginación institucional.

Ustedes aquí están forzados a tener en cuenta al resto de las instituciones que los están limitando y jodiendo todo el tiempo, y no debe ser un tema muy raro para ustedes. Pero el hombre común, las personas, los individuos sociales, etcétera, nadie está suelto, la vida cotidiana transcurre en instituciones, desde que te levantas hasta que te acuestas. Entonces, estas redes institucionales, en las que no me voy a meter, es el núcleo duro de la sociedad. La sociedad se institucionaliza. La sociedad está siempre institucionalizada. Puedes concebirla como una suma de instituciones: instituciones jurídicas, instituciones políticas, instituciones económicas, instituciones civiles, instituciones ideológico culturales, etcétera, pero instituciones.

¿Qué quiere decir? ¿Qué cosa es una institución en Sociología? Un conjunto de relaciones sociales de carácter permanente y duradero que tiene, como núcleo constitutivo, una norma constitutiva que define las funciones, lo que hacen y los poderes que tiene esa institución. De ahí se desprende todo lo demás. Los estudios institucionalistas lo primero que aprenden es que, tal como está pintado, el pájaro es una cosa y cómo funciona el pájaro es otra; que nosotros, los sujetos y actores desviamos la Constitución, hacemos que la institución se comporte con cierta desviación respecto a lo previsto, a la norma constitutiva… A esto le llaman macro teoría, que les digo para explicar lo que quiero decir ahora: la institucionalidad cubana tiene una serie de graves desviaciones.

Toda sociedad tiene desviaciones. La desviación es un concepto sociológico. La desviación de la norma… pero las nuestras son muy graves. Y, de paso, voy a mencionarlas: el hecho de que el socialismo nuestro sea un socialismo de Estado, es decir, el dominio que tiene el Estado sobre toda la vida social; la alta desviación de las normas —que ya mencioné—; la alta centralización de las instituciones nuestras que ha derivado en burocratización, que —digamos— es un rasgo de la modernidad que el socialismo real ha multiplicado por 100; la corrupción como un componente socialistamente no previsto, pero que acompaña históricamente a todas las instituciones y que, en el caso nuestro, tiene muy bajo control democrático sobre ese proceso; y la baja eficiencia de las instituciones.

Eficiencia… La institución tiene prevista una serie de funciones, las nuestras las hacen, las ejercen con bastante ineficiencia. Es un grupo de rasgos que yo creo que el proceso de reformas irá mejorando —vamos a ser optimistas— de aquí al 2025, pero que, como no se habla de eso, como no está puesto en claro, como no se dice cuáles son las políticas para que se resuelva y que las instituciones mejoren… (Por ejemplo, el área de la burocracia, parece que hemos decidido resolver el problema de la burocracia con la computación)… Lo único que vamos a hacer es darle a los burócratas, además, una computadora. Bueno, lo dejo ahí como un problema macro de toda la sociedad que quería enunciar como una problemática a resolver en la reforma, pero que, a diferencia de otras problemáticas, no está suficientemente visibilizada. No aparece en el discurso oficial y no tenemos ciencias sociales que se ocupen de eso. Por tanto, Valdés Paz sigue hablando mierda cada vez que puede.

Tomado de: La Tizza

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Fidel y la educación

Fidel Castro Ruz Foto Vanguardia

Por Graziella Pogolotti

Fidel concibió la educación como uno de los ejes fundamentales en la estrategia orientada a la conquista de la soberanía, la justicia social y la necesaria lucha contra el subdesarrollo. Para lograr tan ambiciosos propósitos transformadores, había que introducir profundas reformas estructurales, a la vez que se procedía a la construcción de un sujeto crítico, capaz de asumir con plena conciencia el proceso emancipador.

A pocos años del triunfo revolucionario se emprendieron, en rápida sucesión, la Campaña de Alfabetización, la Reforma Universitaria, que arribará a su sexagésimo aniversario en el próximo 2022, y la fundación de los primeros centros de investigación científica. El plan de becas viabilizó el acceso al estudio de niños y jóvenes procedentes de los sectores más humildes. Vencido el analfabetismo, se implementaron vías para garantizar la superación permanente de las grandes mayorías. En muchos centros de trabajo las oficinas se convertían en aulas después de la jornada laboral. Del dominio de las primeras letras se pasaba al empeño por escalar el sexto grado.

La escuela es el ámbito formal a través del cual los educandos adquieren instrucción, habilidades, formas de convivencia y principios éticos esenciales. Le corresponde favorecer el despertar de curiosidades, germen del indispensable acceso a las realidades del mundo y acicate para la preparación de futuros investigadores e innovadores.

Para el logro de la complejísima operación de formar ciudadanos, instruir representa el primer peldaño en la delicadísima misión de estimular inteligencias y afinar sensibilidades.

Se requieren planes y programas que conjuguen la preservación de la memoria viva —hecha de historia y tradición, raíz de identidad— con la proyección hacia una modernidad caracterizada por desafíos sin precedentes planteados por avances tecnológicos que se articulan a un pensamiento neoliberal invasivo, a la depredación del planeta, a la exacerbación del individualismo, al desplazamiento de la competitividad en detrimento de la solidaridad, a la profundización de las desigualdades, al socavamiento perverso de las funciones del arte y la cultura y a la manipulación de las conciencias por parte del poder hegemónico. En ese mar de conflictos habrán de estar comprometidas las nuevas generaciones.

Planes y programas de estudio, métodos de enseñanza despojados de autoritarismo ofrecen herramientas para ingresar en el universo del mañana. Pero el papel fundamental descansa en la tarea insustituible del maestro, figura que reclama con urgencia el debido reconocimiento social, denominación genérica que, violando las normas de la ortografía, habría que escribir siempre con mayúscula. Merecedor de una justa remuneración salarial, su formación actual exige un permanente y riguroso plan de superación que conduzca a eliminar deficiencias palpables en muchos resultados docentes en lo referido al dominio de la lengua materna y de la historia, con la aplicación de prácticas destinadas a estimular el ejercicio del pensar.

La educación corresponde a la escuela. Pero no solo a ella. El hogar armónico y funcional transmite memoria, siembra valores y promueve expectativas de vida. El entorno edificado, libre de desechos, con calles y aceras primorosamente preservadas, imponen al transeúnte el respeto a las normas básicas de conducta para la conservación de un hábitat que todos compartimos. No menos importante resulta el rescate de las delimitaciones entre espacio público y privado. Después de meses de confinamiento, el regreso a la normalidad se manifiesta en el estallido atronador del ruido. Los antiguos pregones, ajustados a la medida de la voz humana, modelados por nuestra tradición musical, han sido sustituidos por bocinas que repiten el mismo monótono mensaje y perforan el oído de quienes, en el hogar o en el centro de trabajo, disfrutan del merecido descanso o requieren la indispensable concentración para llevar a cabo cumplidamente su tarea. Las noches tampoco deparan el reposo que todos demandamos, cuando festejos y bares perturban la tranquilidad hasta altas horas de la madrugada.

Maestro del arte de la comunicación, Fidel fue un educador incansable y sistemático. Rompió los esquemas establecidos para la oratoria por la retórica al uso, tan frecuentemente empleados por la demagogia política que aún opera en las campañas electoreras en muchos lugares del mundo. En relación directa con el pueblo, su interlocutor privilegiado, comprendió la naturaleza del intercambio entre la pantalla del televisor y su destinatario, instalado en la intimidad del hogar. Supo adoptar en este caso, un eficaz estilo conversacional. Como lo afirmó en alguna ocasión, compartió con el oyente «el parto de las ideas», modo de poner en práctica un productivo ejercicio del pensar. Su extraordinaria capacidad comunicativa le permitió extender el diálogo implícito a las concentraciones masivas en la Plaza de la Revolución. Esa facultad inspiró al Che una reflexión constitutiva de uno de los hilos conductores de El socialismo y el hombre en Cuba.

Forma y contenido se fundían armónicamente en un propósito común. El pueblo tenía que convertirse conscientemente en protagonista de una historia, crecer para arrostrar los mayores desafíos.

En un recorrido que se extiende desde la euforia del triunfo de enero hasta sus memorables palabras en el Aula Magna, lugar y circunstancia cargados de simbolismo, siempre afrontó la verdad en toda su esperanza, analizó los problemas de la Isla en su contexto específico y también en el de un planeta del cual, de manera ineludible, formamos parte. Nunca evadió encaminar el análisis de los fenómenos en su más intrincada complejidad.

Compleja es la época que nos ha tocado vivir. Tenemos que superar enormes obstáculos objetivos. Para lograrlo es indispensable la formación de un sujeto lúcido y participante. Su desarrollo pasa por el camino de la educación.

Tomado de: Juventud Rebelde

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Hasta siempre, Fidel

Por Rosa Miriam Elizalde

A esta misma hora, hace cinco años, los restos mortales recibían los honores del pueblo de Santiago de Cuba. El armón militar había recorrido en cinco horas, comenzando a las siete de la mañana y sin escala, los pueblecitos que van desde Bayamo a la Ciudad Héroe.  En la noche, medio millón de santiagueros se concentraba en duelo en la Plaza “Mayor General Antonio Maceo”.

Ustedes pueden seguir en este libro, con lujo de detalles, el itinerario que comenzó con el mensaje de Raúl en el que nos anunciaba que a las 10:29 de la noche del 25 de noviembre de 2016  falleció el Comandante en Jefe de la Revolución cubana, Fidel Castro Ruz. Pueden seguir las guardias de honor, los discursos, las filas interminables en la Plaza de la Revolución para despedirlo y firmar el juramento de cumplir con el concepto de Revolución, la creatividad para decir adiós, las luces de los móviles que alumbran el paso del armón por la Carretera Central durante la noche, los abrazos, las lágrimas, los crisantemos blancos sobre la urna funeraria, las madres y los padres con sus hijos, los jóvenes y los ancianos, los blancos y los negros, la expresión de dolor que dice de mil maneras es verdad, murió, se ha apagado el luminoso perfil de Fidel y cae ahora sobre todos nosotros la sombra melancólica de su memoria.

El libro termina en las primeras horas de la mañana del domingo 4 de diciembre, cuando el General de Ejército deposita la pequeña arca con las cenizas del revolucionario en el Cementerio de Santa Ifigenia. A lo largo de 1 121 kilómetros, de La Habana hasta Santiago de Cuba, más de 5 millones de cubanos despedían al líder en un país que se había paralizado con la noticia y que compartía con tristeza serena la frase “Yo soy Fidel”, consigna que cada cual expresó como pudo, con voces rotas, con trazos en pedazos de cartón, con piedras en las laderas de la montaña o tatuada con creyón de labios en el rostro de una muchacha.  Hubo quien entendió que no solo había muerto un símbolo, un genio político, un gigante de la Historia (en mayúsculas), sino un padre, un hermano y un esposo, y colgó de un puente una gran sábana que decía: “Gracias, Dalia, por cuidar a Fidel”.

Cuando Alberto Alvariño, el jefe de la Oficina de Preservación de Patrimonio del Palacio de la Revolución, fue a vernos a Ernesto Niebla y a mí para proponernos hacer este libro, ambos estábamos en shock y creo que no habíamos vivido ni la mitad de las emociones de aquellos días, porque aún no había salido el armón militar de La Habana. ¿Cómo íbamos a replicar el sentimiento de millones de cubanos, sentimiento que era colectivo pero que a la vez era muy íntimo, abrumadoramente personal? ¿Cómo traducir aquel dolor que, como diría la poeta matancera Carilda Oliver, era todavía difícil de interpretar y que crecía con una profundidad implacable?

Obviamente tuvimos que tomar distancia de unos pocos días para armar la arquitectura del libro. Decidimos entre todos que sería eminentemente gráfico. Pensado para el lector que había vivido en primera persona estos acontecimientos o para alguien que, en la distancia de los años o de los siglos, pudiera comprender qué pasó del 25 de noviembre al 4 de diciembre de 2016 en este país. Por tanto sería factual: habría datos, un mapa con el recorrido de la caravana, la hora exacta en que pasaba el armón por cada tramo de la Carretera Central, pequeños textos explicativos, los discursos de los actos, las breves notas oficiales que se emitieron en esos días, algunos versos. Pero la reina de este volumen sería la fotografía de prensa y es por eso que verán aquí 529 imágenes de 40 fotógrafos que cubrieron los homenajes para publicaciones nacionales y provinciales, además de las que aportó el equipo de Estudios Revolución. Son fotos seleccionadas entre miles, algunas hechas con cámaras muy sofisticadas y otras muy modestas, aunque todas, en conjunto, arman una especie de lectura y escritura visual de ese momento en que Cuba dice Hasta siempre Fidel.

Queríamos que quien vivió estos hechos y el que no, alguien que en el futuro viera este libro, sintiera la cercanía con lo real, con una emoción en bruto que pudiera compararse con aquel momento de Hanoi Martes 13, el documental de Santiago Álvarez, en que la imagen tomada al vuelo, inestable e incluso desenfocada describe no solo el sentimiento de los protagonistas, sino del fotógrafo.  Como cuando están filmando un bombardeo en Vietnam y aparece en cámara un niño alcanzado por la metralla. En ese breve instante, quizás el más dramático de la película, la imagen pierde nitidez porque el camarógrafo está llorando. “La belleza es la verdad y la verdad es la ausencia de retórica”, decía Santiago.

Niebla es un artista que honra el Premio Nacional de Diseño del Libro, que recibió en 2019. La fusión de un diseño exquisito, junto con la edición cuidada de Juan José Valdés, a cargo en la Imprenta Federico Engels  y, por supuesto, la fotografía de más de 40 compañeros, logran un lenguaje estético único. Aquí no vemos otra cosa que el pueblo cubano como personaje central de un momento que quedará registrado para siempre en la historia nacional; un pueblo que expresa su dolor con dignidad y que nos transmite de mil maneras un solo sentimiento: la única defensa contra una pérdida así es el amor.

Tomado de: Cubaperiodistas

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Dos discursos memorables de José Martí. Apuntes para una lectura contemporánea

Foto Periódico 5 de Septiembre

Por Marlene Vázquez Pérez @marlenevp2004

José Martí no era sólo dueño de un verbo privilegiado, también poseía un pensamiento genial, capaz del análisis más profundo, y de la expresión sintética del mismo con solidez de argumentos y honda expresividad poética. Hablar de su indiscutible originalidad literaria es casi un lugar común, pues nadie duda, al leer cualquiera de sus incontables páginas, que estamos en presencia de uno de los poetas más grande de nuestra lengua, y de cualquier otra lengua.

No obstante, asombra cómo Martí, con apenas veinticuatro horas de diferencia, fue capaz de pronunciar dos discursos medulares, tenidos por obras maestras de su oratoria y del pensamiento político nuestramericano. Ambos tuvieron lugar en el Liceo Cubano, de Tampa, el 26 y el 27 de noviembre de 1891. Han pasado a la Historia como “Con todos y para el bien de todos,” y “Los pinos nuevos”, respectivamente, gracias a la capacidad de síntesis y el lirismo estremecedor de sus frases de cierre.

“Para Cuba que sufre, la primera palabra. De altar se ha de tomar a Cuba, para ofrendarle nuestra vida, y no de pedestal, para levantamos sobre ella.”[1] Así arranca, desbordado de emoción y sentimiento patriótico, el primero de ellos. Y el ritmo interno de esa magnífica prosa poética está especialmente apto para transportar al oyente de entonces, y al lector de hoy, por los caminos de la ética martiana, consustancial a su poética. No se trata del encantamiento bello porque sí, hay un más allá, una vocación de servicio personal, un poder de convencimiento, que dicho de ese modo hermoso cumple mejor su cometido de aunar voluntades.

Y es que para Martí cualquier iniquidad que se cometiera contra un cubano honrado debía doler por igual a todos los cubanos. Decir cubano para él no es decir individuo, es decir pueblo, es decir unidad contra el gobierno colonial que desangraba entonces a  la Isla,  y que lesionaba irremediablemente la dignidad de cada ciudadano:

Porque si en las cosas de mi patria me fuera dado preferir un bien a todos los demás, un bien fundamental que de todos los del país fuera base y principio, y sin el que los demás bienes serían falaces e inseguros, ese sería el bien que yo prefiriera: yo quiero que la ley primera de nuestra república sea el culto de los cubanos a la dignidad plena del hombre. En la mejilla ha de sentir todo hombre verdadero el golpe que reciba cualquier mejilla de hombre […] [2]

La honradez, el sentido del deber, el amor a la libertad, la lucha por la independencia, la solidaridad entre todos los ciudadanos, son elementos medulares en este discurso. No se trata de la guerra contra el español que ha formado familia en Cuba, y que trabaja honestamente por el sustento de los suyos. La guerra será contra el poder despótico de la Metrópoli, que oprime a los cubanos y saquea desembozadamente todas las riquezas del país.  No se trata tampoco de una guerra asentada en el odio feroz al opresor, sino de una contienda amorosa, breve, sin ensañamientos ni venganzas innecesarias. No pueden enseñorearse entre nosotros la violencia y el odio. Deben primar el respeto, la concordia, el trabajo creador:

[…] la república tiene por base el carácter entero de cada uno de sus hijos, el hábito de trabajar con sus manos y pensar por sí propio, el ejercicio integro de sí y el respeto, como de honor de familia, al ejercicio íntegro de los demás; la pasión, en fin, por el decoro del hombre, —o la república no vale una lágrima de nuestras mujeres ni una sola gota de sangre de nuestros bravos.[3]

Es este precisamente un texto que, por su carácter inclusivo, totalizador, se ha manipulado con fines espurios y se ha tergiversado su sentido con el ánimo de agredir a la Cuba de hoy y su Revolución. En el “todos” de Martí no caben los que azuzan odios, que son,  además, falsos, entre cubanos y españoles, entre amos y esclavos, entre negros y blancos. Tampoco caben los cobardes y los egoístas, sólo celosos de sus intereses y del cuidado de su fortuna. Ellos, con sus tibiezas y traiciones le hacen el juego a España, pidiendo a esas alturas unas reformas y una autonomía que la “madre Patria” siempre les negó. Tampoco caben los anexionistas, que pretenden hallar en el Norte remedio a nuestros males, a costa de la pérdida definitiva de la independencia y del suicidio como nación, pues a ello conduciría, sin duda alguna, el daño cultural resultante. A esos individuos los llama, con sutil ironía, “olimpos de pisapapel”, “lindoros”, “alzacolas”, “petimetres de la política”, “patriotismo de polvos de arroz”,  y desmonta uno por uno todos sus argumentos falsos:

Por supuesto que se nos echarán atrás los petimetres de la política, que olvidan cómo es necesario contar con lo que no se puede suprimir, —y que se pondrá a refunfuñar el patriotismo de polvos de arroz, so pretexto de que los pueblos, en el sudor de la creación, no dan siempre olor de clavellina. ¿Y qué le hemos de hacer? ¡Sin los gusanos que fabrican la tierra no podrían hacerse palacios suntuosos! // En la verdad hay que entrar con la camisa al codo, como entra en la res el carnicero. Todo lo verdadero es santo, aunque no huela a clavellina. ¡Todo tiene la entraña fea y sangrienta; es fango en las artesas el oro en que el artista talla luego sus joyas maravillosas; de lo fétido de la vida saca almíbar la fruta y colores la flor; nace el hombre del dolor y la tiniebla del seno maternal, y del alarido y el desgarramiento sublime; y las fuerzas magníficas y corrientes de fuego que en el horno del sol se precipitan y confunden, no parecen de lejos a los ojos humanos sino manchas! ¡Paso a los que no tienen miedo a la luz: caridad para los que tiemblan de sus rayos![4]

En el arte de la preparación de la guerra, y del ejercicio político en la república venidera, están el prever, el contar hasta con las mismas dificultades que salen al paso. Aunar voluntades, levantar el ánimo con el ejemplo de los héroes de la pasada contienda, tener fe en el ideal de justicia, que debe convertirse en realidad palpable, es el único camino para llegar a la luz, a la libertad, a la dignidad de los cubanos, y de la nación independiente. Y en ese quehacer, han de ir de la mano, hombro con hombro, todos los cubanos honorables.

“Los pinos nuevos” fue un discurso conmemorativo por el vigésimo aniversario del fusilamiento de los ocho estudiantes de medicina, tal vez el crimen más horrendo que tuvo lugar en Cuba bajo el dominio colonial español. Y fue incluso improvisado, pues el propio Martí lo dice al inicio: “Pido luto a mi pensamiento para las frases breves que se esperan esta noche del viajero que viene a estas palabras de improviso, después de un día atareado de creación: y el pensamiento se me niega al luto.”[5]

Es un discurso optimista, a pesar del hecho trágico que se está conmemorando. Y es que Martí está inmerso ya en la preparación de la Guerra necesaria; al año siguiente, apenas cuatro meses después, se fundaría el Partido Revolucionario Cubano, y lo más importante es elevar la moral para la nueva contienda libertaria, pues más triste que recordar con llanto a los jóvenes asesinados, es permitir, por temor a los rigores de la guerra, que se sigan cometiendo en Cuba crímenes como ese, y que se continúe sumido en la humillación y la ignominia.

El discurso es de una prosa poética bellísima, con un ritmo que cautiva al lector, y si se lee en voz alta, se piensa inmediatamente en el hechizo que debió ejercer ese verbo privilegiado sobre el auditorio de emigrados cubanos allí reunido. Incluso, se advierten, inmersos con toda naturalidad en el texto en prosa, versos endecasílabos, eneasílabos, alejandrinos, de manera tal que hay párrafos completos cuyas oraciones pudieran disponerse tipográficamente en forma de versos, y parecería uno más de los poemas de Versos libres. También hay sentencias breves, concentradoras de ideas claves del pensamiento martiano en torno a la muerte útil. Valga este botón de muestra:

Otros lamenten la muerte necesaria: yo creo en ella como la almohada, y la levadura, y el triunfo de la vida. La mañana después de la tormenta, por la cuenca del árbol desraigado echa la tierra fuente de frescura, y es más alegre el verde de los árboles, y el aire está como lleno de banderas, y el cielo es un dosel de gloria azul, y se inundan los pechos de los hombres de una titánica alegría. Allá, por sobre los depósitos de la muerte, aletea, como redimiéndose, y se pierde por lo alto de los aires, la luz que surge invicta de la podredumbre. La amapola más roja y más leve crece sobre las tumbas desatendidas. El árbol que da mejor fruta es el que tiene debajo un muerto.[6]

Hay que decir también que este discurso alude directamente a hechos de la vida de Martí. No olvidemos que su amigo Fermín Valdés Domínguez fue uno de los encausados en este proceso, y seguramente, por conducto de él recibió el testimonio desgarrador de aquellos momentos.

Un año después del crimen, cuando Martí residía en Madrid durante su primera deportación a España, tuvo lugar un homenaje a los estudiantes ejecutados. Muy temprano, en la fría mañana invernal, circuló en la capital  la hoja impresa El día 27 de Noviembre de 1871, escrita por Martí y firmada por Fermín Valdés Domínguez y Pedro J. de la Torre. Más tarde, un grupo de cubanos residentes en la ciudad ofrecen honras fúnebres en el Oratorio de Caballero de Gracia, muy cerca de la Gran Vía madrileña, a los ocho estudiantes de Medicina fusilados en Cuba, en el primer aniversario de su caída. Esa noche, en la casa de Sauvalle, Martí pronuncia un discurso muy emotivo.

Fermín recordará así aquel hecho:

En la Iglesia de Caballero de Gracia se reunieron, a las nueve de la mañana, muchos cubanos y varios literatos y hombres políticos peninsulares afiliados a distintos partidos.— Aquel día circuló por Madrid una hoja impresa que fijamos en algunas de las esquinas más públicas de la Corte, y que fue comentada satisfactoriamente por varios periódicos. Esta hoja […], aunque suscrita por mi ya difunto compañero Pedro de la Torre y por mí, la escribió mi hermano queridísimo, el distinguido literato D. José Martí, identificado como cubano, con mis dolores, y con las desventuras y tristezas de la patria.[7]

De esta misma época data el  extenso poema elegíaco de Martí “A mis hermanos muertos el 27 de noviembre”. Repasar el poema escrito por el joven de madurez precoz de 1872, nos muestra la extrema coherencia de su pensamiento. La tristeza, el dolor, nunca serán motivo de desánimo para él, al contrario, son estímulo para los sentimientos libertarios, fortalecen el amor a la patria del desterrado, que supo la infausta nueva en medio de la nostalgia y los rigores del exilio. Quién en  1891 alabó la muerte útil, fecundante, es el mismo que escribió, entre lágrimas y amarguras los siguientes versos:

“[…] Cuando se muere

En brazos de la patria agradecida

La muerte acaba, la prisión se rompe;

Empieza, al fin, con el morir la vida!”[8]

Debe reconocerse, además, que el cierre de este discurso alude a un tema que ya había tratado reiteradamente, la división generacional entre los héroes de la Guerra de los Diez Años, cuyo temple había sido probado en el campo de batalla, y los jóvenes revolucionarios, que como el propio Martí, se aprestaban para acudir al llamado de la Patria en el momento oportuno. Con el ánimo de limar diferencias, de consolidar la unidad indispensable al triunfo, fija Martí con optimismo la idea de la continuidad entre los hombres del sesenta y ocho, los jóvenes tronchados en plena juventud, y los combatientes en ciernes:

Cantemos hoy, ante la tumba inolvidable, el himno de la vida. Ayer lo oí a la misma tierra, cuando venía, por la tarde hosca, a este pueblo fiel. Era el paisaje húmedo y negruzco; corría turbulento el arroyo cenagoso; las cañas, pocas y mustias, no mecían su verdor quejosamente, como aquellas queridas por donde piden redención los que las fecundaron con su muerte, sino se entraban, ásperas e hirsutas, como puñales extranjeros, por el corazón: y en lo alto de las nubes desgarradas, un pino, desafiando la tempestad, erguía entero, su copa. Rompió de pronto el sol sobre un claro del bosque, y allí, al centelleo de la luz súbita, vi por sobre la yerba amarillenta erguirse, en torno al tronco negro de los pinos caídos, los racimos gozosos de los pinos nuevos: ¡Eso somos nosotros: pinos nuevos![9]

Bajo esa óptica de la continuidad del pensamiento revolucionario deben ser leídos ambos discursos, documentos fundadores de la nación y de la cultura cubana en el sentido más amplio. Volver sobre sus páginas es una necesidad imperiosa en el presente.

[1] JM: Discurso pronunciado en el Liceo Cubano, de Tampa, el 26 de noviembre de 1891. OC, t. 4, p. 269.

[2] JM: OC, t. 4, p.270

[3] Ibídem.

[4] JM: OC, t. 4, pp. 273-274.

[5] JM: OC, t. 4, p. 283.

[6] Ibídem.

[7]  Fermín Valdés Domínguez. El 27 de noviembre de 1871, octava edición, (preámbulo por Fernando Portuondo del Prado, La Habana, Universidad de La Habana, 1969, pp. 147-148). Sobre la labor de Fermín Valdés Domínguez en la vindicación de los ocho estudiantes injustamente fusilados, véase de José Martí:  Discurso en honor de Fermín Valdés Domínguez, en el salón Jaeger’s, Nueva York, 24 de febrero de 1894, OC, t. 4, pp.317-326.

[8] JM: “A mis hermanos muertos el 27 de noviembre.” Obras completas, Edición crítica, tomo 15, p. 63.

[9] JM:OC, t. 4, p. 286.

La Dra Marlene Vázquez Pérez es la Directora del Centro de Estudios Martianos

Tomado de: Segunda Cita

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Del kitsch al irrespeto

Foto Escambray

Por Lisandra Gómez Guerra

Grité por repulsión y asombro. Lo confieso. No pude contenerme al ver la última escena de la más ridícula propuesta de los últimos tiempos: el pavoneo de Yotuel Romero, vestido estilo rey con capa-bandera cubana y Beatriz Luengo, de azul, en alusión a las listas de nuestro símbolo nacional.

Y solo tuve un tanto de consuelo —no solo al recordar la frase de que para que sea mundo tiene que haber de todo— sino al evocar la inspiración del periodista y humorista cubano Héctor Zumbado al escribir su libro: ¡Kitsch, kitsch, bang, bang!, publicado por Letras Cubanas, en 1988. El acto de Yotuel y Beatriz quizá sea la más sublime de las prácticas socioculturales y productos vulgares y ordinarios denunciados con fina ironía por ese autor, quien reconoció que en sus páginas está “todo lo que pervierta la belleza”.

El hecho transcurrió durante el desfile por la alfombra roja de los Grammy Latinos 2021. Y para los grandes medios internacionales mereció los mismos aplausos que el vestido de terciopelo de Nathy Peluso y el modelo de látex de Christina Aguilera.

Ninguna de esas publicaciones ha denunciado la cursilería mostrada y el hecho de constituir un verdadero atentado contra uno de nuestros símbolos; un suceso inadmisible para cualquier país, ideología, credo… porque atacar una enseña nacional no es sinónimo de rebeldía, ni muestra de oposición a determinado poder político, ni mucho menos ética y estética. Todo lo contrario. Significa punzar, degradar, ultrajar el alma de una nación y demuestra que el traje del arte le queda inmenso.

Definitivamente, en la guerra cultural contra Cuba —y a esta hora nadie puede ponerla en dudas su existencia— no hay límites. Es bienvenido todo lo que llame a la desmemoria.

Por ejemplo, no resulta la primera vez que tiran a un lado lo legislado en la Ley de los Símbolos Nacionales de la República de Cuba, aprobada en julio de 2019 para entre varias razones también ponerle freno a unas cuantas escenas del kitsch que aun encontramos en nuestro contexto como souvenir de candongas y trajes de cabaret con nuestra bandera.

La referida legislación no deja márgenes a interpretaciones erróneas. Entre las prohibiciones para utilizar nuestra enseña se expone: “No se puede usar en forma de cubierta, lienzo, tapete o de cualquier otro modo que impida que se pueda desplegar libremente, excepto en el caso de que se use para cubrir féretros o urnas”.

Una lectura pendiente para Yotuel, habanero con residencia en el exterior, donde se le da bien el papel de “abanderado” de las más radicales transformaciones para Cuba y toda la camarilla que le acompaña, insta y aviva.

Y si algo tan elemental como respetar y honrar lo más sagrado para cualquier Patria no forma parte de los conceptos del rapero, será demasiado pedirle que reconozca que su patético performance legitimó una de las tantas expresiones de la ideología patriarcal. Beatriz modeló prendida del macho alfa con abdomen cuadriculado que tanto le gusta exhibir. Y si no bastara con el recorrido por la alfombra roja, hasta sus lágrimas en la gala de los Grammy Latinos evidenciaron que la inocente Lola, de la serie española Un paso adelante, repite el mismo discurso de su esposo porque ella solo conoce a la Cuba que él le dibuja y la que ha vivido en sus visitas como turista.

Que en los Grammy Latinos se aplauda eso y más no sorprende. Como tampoco sucedió con la entrega de sendos lauros a Patria y vida como Canción del Año y Mejor Canción Urbana. El tema, interpretado por Yotuel Romero, Gente de Zona, Descemer Bueno, Maykel Osorbo y El Funky, desde mucho antes se conocía que sería noticia en esa noche de purpurinas.

El portal mexicano Bendito coraje publicó en el mes de octubre que Gabriel Abaroa, presidente emérito del grupo que otorga los premios, había recibido —a través de varias offshore ubicadas en Islas Vírgenes— el pago de un millón de dólares por Atlas Network, empresa detrás de la financiación y promoción en redes sociales de la canción, que fue presentada con todos los bombos y platillos, pero que en poco tiempo cayó en número de visualizaciones por su propio peso —rectifico, por su calidad—. El resto de las nominadas en la categoría Canción del Año superan con creces la cantidad de personas que las han disfrutado en YouTube —la mayor red social para compartir videos–.

Otra raya para los Grammy, certamen que ha estado enrolado en más de un escándalo. Artistas y medios internacionales se han hecho eco del negocio jugoso proveniente de la Academia Latina de Artes y Ciencias de la Grabación.

Afortunadamente, desde Cuba, donde la música con calidad corre por las venas, no se ha necesitado de esos “dobles juegos” para colarnos entre los galardonados. Leo Brouwer, el Septeto santiaguero, la Orquesta Aragón, Alain Pérez, Isaac Delgado, Omara Portuondo… han entrado por la puerta ancha a golpe de talento, trabajo e historia.

Pero, junto con esas alegrías y todas las que proporciona la autenticidad de nuestra cultura, no será difícil seguir topando de frente con hechos con categoría estética del kitsch, “una palabrita alemana que significa cursilería, mamarracho”, tal como la definió el propio Zumbado. Ya sea por desconocimiento, facilismo o, sencillamente, porque la llave más factible para entrar al gran mercado artístico, muchas veces, sea hacer el ridículo y lacerar las propias raíces.

Si bien es cierto que cada quien tiene derecho a opinar, disentir, expresarse, según experiencias, aspiraciones, saberes, intereses…, sería mucho más legítimo que junto a las manchas que inspiran los discursos “abrepuertas” también estuvieran algunas luces.

Confieso que daría otro grito al cielo si por ejemplo les motivara que más del 80 por ciento de la población se ha vacunado con productos nacionales o la denuncia por la pérdida de más de 198 348 000 dólares causados por el bloqueo entre abril y diciembre de 2020.

Una y otra vez hay que volver a las páginas de ¡Kitsch, kitsch, bang, bang! para recordar cuánto aún queda por erradicar el mal gusto, pero no precisamente porque sus ordinarias expresiones sean las cartas de presentación de Cuba al mundo.

Tomado de: Escambray

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