Con Cuba

Fidel innovador

Fidel Castro Ruz (1926-2016) Foto La calle

Por Víctor Fowler

De todas las estructuras de la Revolución cubana (políticas, organizacionales) ninguna es tan extraña como los CDR. Uno puede encontrar identidad absoluta, a la hora de establecer comparaciones, por ejemplo, entre el Partido Comunista de Cuba y aquellos que existían en el resto de los países que integraron el hoy desaparecido bloque socialista. Cualquiera de ellos, por encima de particularidades y diferencias, se define a sí mismo sobre la base de los siguientes postulados básicos:

  • Es considerado una agrupación de vanguardia,
  • que reúne a los elementos más conscientes de la población, en especial de la clase obrera, por ser esta la que liderea la lucha contra el enemigo imperialista
  • para la toma del poder político
  • y la realización efectiva de la «revolución».
  • El carácter de vanguardia de la organización proviene de su asunción de la ideología más progresista y emancipadora para los trabajadores, las clases populares y, en general, toda la sociedad.
  • De esta manera, el derrocamiento del viejo poder es apenas el inicio de la tarea verdadera, que es la creación e instauración de una nueva forma de Estado basada en la abolición de la propiedad privada sobre los medios de producción.

Estos esenciales mínimos son compartidos entre los viejos partidos comunistas de la antigua Europa del Este, así como por los modelos chino, vietnamita y coreano. Al menos, en sus inicios e incluso hoy —cuando numerosas fórmulas de economía de mercado y privatización han sido introducidas en estos países (los dos primeros)—, las luchas por la igualdad en estado «puro» siguen siendo una suerte de referente utópico de la voluntad estatal para alcanzar un mundo mejor para todos.

Otra organización, esta de alcance mucho mayor, como es la Federación de Mujeres Cubanas, muestra semejanzas —aunque sean parciales— con las organizaciones de mujeres que, desde 1959 y hasta hoy, existían o existen en diversas partes del mundo para la defensa (en un sentido muy amplio) de las luchas de las mujeres. Batallas como las libradas para garantizar a la mujer oportunidades de empleo, derecho al aborto, libertad para vestir las formas de determinada moda, la superación de obligaciones culturales como la celebración de las «fiestas de 15» o el enfrentamiento a la violencia de género, son prácticas compartidas con organizaciones para la lucha por los derechos de la mujer en otras partes del mundo.

Espacios como los del tejido ministerial de un país, en el cual son divididos en parcelas de especialización, son igualmente semejantes a los de cualquier otro país; los nuestros, de hecho, lo son tanto que incluso hubieron de ser «normalizados» para conseguir (en los distantes 70) una paridad estructural que favoreciera el más pleno entendimiento posible entre las direcciones soviética (por extensión, de los países socialistas) y cubana.

Organizaciones como los Sindicatos, la Unión de Jóvenes Comunistas, la Federación Estudiantil Universitaria, la Organización de Pioneros José Martí, la Federación de Estudiantes de la Enseñanza Media tienen —nuevamente con las particularidades de rigor en cada caso— numerosos pares o propuestas asemejadas a lo largo del mundo. Y lo mismo puede ser dicho de los aparatos judiciales, militares, policiales, de la seguridad nacional, etc.

En esta manera de mirar, las diferencias se tornan (y van develando cómo) rasgos de identidad, en tanto más radical es la distancia del resto de los modelos con los que se les pudiera comparar; esta dificultad para balancear los modelos lo mismo puede tener lugar en el espacio (es decir, en la sincronía) que en el tiempo (es decir, en la diacronía). Lo último, posibilita hacer análisis genealógicos y establecer linajes de lo que ha existido o no en el pasado, así como localizar, marcar, señalar los puntos de ruptura; es aquí, en estas fracturas y lugares de quiebre, donde, en atención al potencial de las propuestas, podemos hablar entonces de innovación.

A este propósito, ¿en qué sentido es innovadora la Revolución cubana y lo fue (o es) el pensamiento de su líder, Fidel Castro? ¿Qué inventó? ¿Por cuáles razones y qué potencial de futuro contiene aquello que haya podido crear? Creo que son, básicamente, dos los aportes de Fidel a esa ciencia/práctica mayor que es el diseño y organización de sociedades. El primero de ellos, a mi entender, es el hecho de haber propuesto colocar el Parlamento (la Asamblea Nacional del Poder Popular) «en la calle». Esta fórmula, imitación del viejo ideal griego del ágora, del espacio público donde el ciudadano era convocado a realizar su acción política, subyace en la idea de que el punto más alto en la práctica cotidiana del representante popular (el delegado, en el nivel barrial) sea el encuentro con aquellos a quienes representa, pero en el espacio de la calle. Este encuentro, préstese atención a los términos, no se formula como «encuentro con los vecinos» (cosa que bien pudiera ser, pues se trata de un proceso de barrio), sino con «los electores», cosa que anuncia la íntima conexión del hecho con el ámbito de las leyes.

Claro que sabemos, más allá de lo que lo mencionado anuncia, todo lo que el Poder Popular no es, sus limitaciones, errores y fracasos, los aspectos en el proceso electoral mismo que podrían ser mejorados; sin embargo, una estructura es tanto su existencia concreta como (partiendo del hecho mismo de que es y está) las infinitas posibilidades que nos ofrece para corregirla. Dicho de otro modo, el objeto pide y reclama su propia corrección; la lógica de su devenir en el tiempo es comenzar a envejecer desde el momento mismo en el cual empieza a operar, a interaccionar con lo que le rodea.

Por este camino, la segunda creación que necesita ser resaltada, está todavía más radical, son los humildes, decaídos y no pocas veces olvidados Comités de Defensa de la Revolución, organización que empieza a sacudir la poca agilidad de años en los que se les vio —a pesar de sus potencialidades enormes— languidecer en silencio.

Conocemos la anécdota, según la cual, en ocasión del acto de masas celebrado en la ciudad de la Habana, el 28 de septiembre de 1960 (para recibir a Fidel luego de su intervención en la Asamblea General de la onu el día 26 de septiembre, par de días antes), mientras Fidel hablaba se escuchó entre la multitud el sonido de un petardo.

Este formidable discurso estaba poniendo en escena varios núcleos articuladores: el enfrentamiento radical al monopolio (como práctica y concepto); la praxis sacrificial de aquellos cubanos que en Estados Unidos apoyaban a la Revolución cubana; la diferencia, unidad y condición intrínsecamente revolucionaria de aquellos a los que
—desde ya— define como oprimidos: obreros, blancos pobres, negros, indígenas, latinos, etc., en el corazón de Estados Unidos; el descubrimiento de un nuevo acceso a la identidad cuando se le lee desde dentro del imperio. Pero es cuando habla de los negros estadounidenses que el petardo suena.

Vale la pena reproducir el fragmento exacto:

«Nosotros vimos vergüenza, nosotros vimos honor, nosotros vimos hospitalidad, nosotros vimos caballerosidad, nosotros vimos decencia en los negros humildes de Harlem». (Se oye explotar un petardo).

A partir de aquí, «montado» encima del episodio, Fidel aplica la dramaturgia genial de proponer, en ese mismo instante:

«Vamos a establecer un sistema de vigilancia colectiva, ¡vamos a establecer un sistema de vigilancia revolucionaria colectiva! Y vamos a ver cómo se pueden mover aquí los lacayos del imperialismo porque, en definitiva, nosotros vivimos en toda la ciudad…».

El hecho de la lucha y su proyección hacia el futuro, lo que, en palabras de Fidel, «libera» al pueblo cubano «de las tristezas y de las vergüenzas del pasado». Una liberación que encuentra fundamento en el conocimiento y convicción de que los años venideros no van a ser, cosa que ya había anunciado en aquel célebre discurso del 8 de enero de 1959, «más fáciles», pues «el Primero de enero no finalizaba la Revolución, sino que empezaba». Ese tiempo futuro opera como un atractor, una suerte de inmenso escenario donde las fuerzas (de la transformación revolucionaria) están ya en movimiento a la espera de quien las opere; por tal motivo Fidel expresa: «…porque el futuro está lleno de sitios; en el futuro hay un lugar para cada uno de nosotros».

Como mismo la apelación implícita en el instante exacto de la invención de los cdr es de vigilancia y control, el final del discurso llama al alineamiento militante y militar al lado de la Revolución:

«¡Cada uno de nosotros somos soldados de la patria, no nos pertenecemos a nosotros mismos, pertenecemos a la patria! ¡No importa, no importa que cualquiera de nosotros caiga, lo que importa es que esa bandera se mantenga en alto, que la idea siga adelante, ¡que la patria viva!».

Sin embargo, pocos años más tarde, en el acto por el VII aniversario de la creación de los CDR, el día 28 de septiembre de 1967, la visión de Fidel es mucho más amplia y profunda porque los cdr son ahora mucho más que una cuestión de guerra y aparecen (junto con las tareas de control, vigilancia y resistencia) como herramientas para transformar la vida.

Tomado de: Granma

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¿Cinco años sin Fidel?

Por Rosa Miriam Elizalde

Hace hoy cinco años murió Fidel Castro, pero siento que han pasado décadas en Cuba desde el 25 de noviembre de 2016. Llegó Trump y pasó lentamente con su rosario de sanciones que se han sentido peor que nunca por la pandemia. Vino Biden con su corte de pusilánimes, desgranando cada día con amenazas veladas o directas, sin atreverse a cumplir sus tímidas promesas electorales.

En un lustro, particularmente en los dos últimos años, se ha desatado un argot incendiario en medios y redes, cuyo blanco no es sólo el gobierno cubano. Se ha querido arrasar con Fidel. El líder cubano ha recibido cientos de homenajes en todo el mundo desde la noticia de su muerte, pero en simultáneo se ha lanzado contra su memoria un bombardeo de calumnias para intentar transformar en ruinas el proyecto nacional, popular y democrático de la revolución que él encabezó.

Para presentarlo como el símbolo de la derrota y el fracaso se le muestra como un idealista solitario que condujo a Cuba a la ruina. Se cargan de negatividad y perversidad todas sus acciones (reales o inventadas) para convertirlo en el malo remalo de la película y, por tanto, merecedor de cualquier ultraje. Hay quien se excusa, cínicamente, en la desmitificación.

Pero nada de esto alcanza a mellar el símbolo. La verborragia de los profesionales del odio y de los desmitificadores termina por alimentar la figura del hombre que encabezó la lucha armada en la Sierra Maestra, que puso el pecho a las balas y a los huracanes, que condujo la guerra internacionalista en África, que sobrevivió a 637 atentados y que vimos siempre en primera línea batallando contra la injusticia, el egoísmo y el individualismo. También, contra la tontería y la soberbia, a la que enfrentó en clave de humor o con salidas que desmienten la caricatura torcida que hacen de él. Me consta.

Recuerdo la conferencia de prensa celebrada en La Habana, en abril de 1990, con los ecos de la disolución de la Unión Soviética de fondo y mientras Washington ya tenía “la servilleta puesta para almorzarse a la isla con cuchillo y tenedor”, como escribiría entonces Eduardo Galeano. Fidel advirtió a los periodistas que una agresión a Cuba repetiría la hazaña de Numancia, la ciudad ibérica que resistió el ataque de los incultos pero poderosos romanos en 146 antes de Cristo, y prefirió inmolarse antes que rendirse. Cualquier cubano entendía, dijo, por qué aquel pueblo se resistió a entregar su lengua, sus dioses, sus modos de vivir, sus campos y sus ciudades al imperio. Para virtudes y defectos preferían, en cualquier caso, sin dudarlo, los propios. Un periodista español preguntó cómo era posible que él convocase al pueblo al holocausto. “Si tus antepasados hubiesen pensado como tú, ahora me estarías preguntando en francés”, respondió el líder revolucionario.

Pero en Fidel la idea numantina jamás fue fanatismo ni nacionalismo suicida. Mientras ese diálogo ocurría, un laboratorio científico cubano producía e intentaba comercializar la primera vacuna contra la meningitis tipo B, que había sido el principal problema de salud de los niños en la isla y mataba cada año a 85 mil personas en el mundo. Washington quería el fármaco, pero se negaba a pagar un solo centavo al gobierno de La Habana y puso como condición cambiarlo por comida. A la principal investigadora, Conchita Campa, le sorprendió la respuesta de Fidel cuando tuvo que comunicarle la noticia: “Los niños que se van a salvar en Estados Unidos no tienen la culpa de tal arrogancia. Claro que la vamos a cambiar por alimentos”. Así llegaron los primeros pollos gringos que comieron los cubanos después del bloqueo naval impuesto por John Kennedy en 1961.

Se siente como si el tiempo se hubiera alargado y volviera a pasar todo en simultáneo. La revolución de 1959, la hostilidad de Estados Unidos, los 60 iniciáticos y los 70 más inflexibles, los 80 estables, los 90 insufribles tras la caída soviética y las dificultades de la vida cotidiana. Pasamos por el costado más duro del bloqueo y por la amenaza de una invasión militar, como la de Playa Girón. Por la isla cerrada y por la isla abierta al turismo. Por las colas, la enfermedad y las vacunas. Por el Miami terrorista y farandulero, y por el Miami invisible de los migrantes que quieren normalidad para rencontrarse con sus familiares. Pasamos por todo en estos cinco años, pero hay algo que ocurrió por primera vez. Fidel Castro comenzó a estar de otro modo. Aún así, está y estará.

Tomado de: La Jornada

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“Dejen de ser parte de una operación de injerencia contra Cuba”: a los medios y al periodismo honesto en el Estado español

Portada del libro Desinformación. Como los medios ocultan el mundo, de Pascual Serrano

Llamamiento conjunto del MESC (Movimiento Estatal de Solidaridad con Cuba) y la FACRE (Federación de Asociaciones de Cubanos Residentes en España “José Martí”).

Reclamamos una información más equilibrada sobre Cuba. Que acerque al público, de una manera mínimamente balanceada, la realidad y los acontecimientos de aquel país. Por ello, estamos exigiendo a los medios de comunicación que dejen de silenciar la opinión de las miles de personas que, en este Estado español, apoyan la Revolución cubana, y que levanten el veto informativo al trabajo que llevan adelante decenas de colectivos de la emigración cubana patriótica y de la solidaridad con Cuba.

En el último mes, Vds., medios de comunicación, también algunos que se presentan como “alternativos”, están haciendo burda propaganda de una gigantesca operación de injerencia e intervención política en Cuba, dirigida desde los centros de poder de EEUU, encumbrando a algunos “agentes de cambio” al servicio de la guerra de Washington contra La Habana. Solo mencionemos dos nombres: Yunior García y Yotuel Romero. Son los protagonistas  —exclusivos, sin derecho alguno a la crítica o a la réplica—  en noticias, reportajes, entrevistas, editoriales y shows televisivos. Un discurso informativo único (“régimen”, “dictadura”, “represión”, “censura”…) para un objetivo único: la demonización del gobierno cubano y la legitimación, a cualquier precio, de un cambio político en la Isla hacia una “democracia de mercado” dócil a EEUU y la Unión Europea.

La operación contra Cuba parte de la asfixia absoluta de su economía, a través del corte, desde EEUU, de todas sus fuentes de ingresos y suministros. Y, en el escenario actual de desabastecimiento y graves carencias materiales, creadas por el bloqueo, las 243 últimas sanciones y los 20 meses sin turismo, se desarrolla una brutal campaña comunicacional (en medios y redes sociales) para atizar el odio y culpabilizar, cínicamente, al gobierno cubano, de la situación.

Vds., medios de comunicación, tienen una alta responsabilidad en crear esta matriz de pensamiento único sobre la realidad cubana, pero también poseen la capacidad de reconducir el desequilibrio informativo, desde una posición de honestidad y ética periodística. En vez de dar lecciones de libertad de prensa a Cuba, que Vds. no aplican, deberían dar voz a quienes no la tienen, aportar otras perspectivas y opiniones,  y publicar otros análisis libres de la dictadura editorial y mediática aplicada sobre el “tema Cuba”.

Tienen la posibilidad de entrevistar a cubanas y cubanos de la emigración que defiende la Revolución y que solo sienten rabia e indignación cuando los “Patria y Vida” hacen oposición desde mansiones y limusinas y denigran su bandera. Y que sienten orgullo de pertenecer a un pequeño país del Sur que, aún pobre, cercado y bloqueado, es el primero que ha abierto sus escuelas con la población infantil vacunada contra la Covid-19, con vacunas creadas y fabricadas por sus empresas públicas. Algo, por cierto, que ocurrió un 15 de Noviembre, cuando Vds. generaban cientos de contenidos informativos sobre una marcha opositora fantasma que no ocurrió salvo en las redes sociales. Porque solo fue un globo inflado con dinero.

Y a los sectores del periodismo honesto y ético que aún subsisten en la estructura mercantilizada de los medios, les estamos pidiendo que den el paso, que sean valientes, y exijan, en los medios donde trabajan, el rigor y el equilibrio informativo que tanta falta hace.

Quedamos por tanto a la espera de su atenta rectificación. ¿Quieren aportar otras perspectivas y dar espacio a otras voces? Pueden contactar con el MESC y la FACRE, sus decenas de organizaciones y sus cientos de militantes.

Contactos de prensa:

MESC*: prensamescuba@gmail.com

FACRE: facrejosemarti@gmail.com

Teléfono para ambas: 656410687 (por favor, escriban whatsapp previo con nombre de medio y periodista, antes de llamar).

El MESC está compuesto por 55 organizaciones:

Asociación Almeriense solidaria con el pueblo Cubano

Asociación Andalucía – Cuba (puente de cooperación para el Desarrollo Sostenible)

Asociación Camilo Cienfuegos Cuba-Aragón

Asociación de Amistad con Cuba Camilo Cienfuegos de Dénia

Asociación de Amistad con Cuba Miguel Hernández de Alicante

Asociación de Amistad Hispano Cubana Bartolomé de las Casas de Madrid

Asociación de Amistad Hispano Cubana Bartolomé de las Casas de Sevilla

Asociación de Amistad Hispano Cubana de Málaga

Asociación de Amistad hispano-cubana Julio Antonio Mella de Madrid

Asociación de Amistad Rioja Cuba

Asociación de amistad y cooperación con cuba La Gran Piedra de Granada

Asociación de Amizade Galego-Cubana Francisco Villamil

Asociación de Cultura Popular Estrella Roja

Asociación de iniciativas solidarias Alhucema de Morón (Sevilla)

Asociación de Solidaridad con Cuba Vilma Espín San Lúcar de Barrameda (Cádiz)

Asociación de Solidaridad Toledo-Cuba “Antonio Maceo”

Asociación de Solidaridad y Cooperación al Desarrollo Ernesto Guevara de Torrejón de Ardoz

Asociación Hispano Cubana Paz y Amistad de Avilés

Asociación Lázaro Cárdenas

Asociación Maximiliano Tornet de Huelva

Asociación Pablo de la Torriente Brau de Alcobendas-San Sebastián de los Reyes

Asociación para la Cooperación Internacional Patrice Lumumba

Asociación Provincial de Jaén Amistad con Cuba Indio Naborí

Asociación Valenciana de Amistad con Cuba José Martí

Associació d’amistat amb Cuba Pep Linares d’Alcoi

Casa de Amistad Baleares-Cuba

Casal Cubà de Sabadell

Casal d’Amistat amb Cuba de Lleida

Casal d’Amistat amb Cuba de Badalona

Casal d’Amistat amb Cuba de Barcelona

CESC de Madrid

Colectivo 26 de Julio de Madrid

Comité Antiimperialista de Murcia

Comité de Cádiz contra el bloqueo a Cuba

Comité de Solidaridad Internacionalista de Zaragoza

Comunistes de Catalunya

Cosal-Murcia y Entrepueblos Murcia

Defensem Cuba

Euskadi Cuba

Frente Antiimperialista Internacionalista

HERMANAMIENTO NOU BARRIS- EL CERRO CUBA

Izquierda Unida (IU)

Marx Madera

MediCuba España

Mollet amb Cuba

ONG AWON IYAAMI

Partido Comunista de España (PCE)

Partido Comunista de los Pueblos de España (PCPE)

PCE (m-l)

Plataforma de Solidaridad con el Pueblo Cubano de Granada

Red de Solidaridad Canario Cubana

Rincón Cubano Granma de Torrelavega (Cantabria)

Sociedad Cultural Cubano Andaluza José Martí de Sevilla

Sodepaz

Sodepaz Andalucía

Tomado de: Cubainformación

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Fidel y el marxismo de la Revolución cubana: rebelión contra los dogmas

Comandante Fidel Castro Ruz (1926-2016)

Por Frank Josué Solar Cabrales

Esta es una doctrina revolucionaria y dialéctica, no una doctrina filosófica; es una guía para la acción revolucionaria, y no un dogma. Pretender enmarcar en especies de catecismos el marxismo, es antimarxista.

La diversidad de situaciones inevitablemente trazará infinidad de interpretaciones. Quienes hagan las interpretaciones correctas podrán llamarse revolucionarios; quienes hagan las interpretaciones verdaderas y las apliquen de manera consecuente, triunfarán; quienes se equivoquen o no sean consecuentes con el pensamiento revolucionario, fracasarán, serán derrotados e incluso suplantados, porque el marxismo no es una propiedad privada que se inscriba en un registro; es una doctrina de los revolucionarios, escrita por un revolucionario, desarrollada por otros revolucionarios, para revolucionarios.

Fidel Castro, 3 de octubre de 1965.

*****

Los caminos del marxismo revolucionario en la Cuba de la década de 1950 discurrían fuera de los cauces del Partido Comunista. La confluencia de una serie de factores contribuyó a que esa agrupación no fuera un instrumento eficaz de vanguardia para llevar adelante un proceso de transformaciones. Aunque generalmente se ha atribuido esta incapacidad al anticomunismo rampante propio de la época de la guerra fría y el macartismo, sus causales deben buscarse sobre todo en el rechazo a la degeneración burocrática que había sufrido la Unión Soviética luego de la llegada al poder de Stalin, y a los errores cometidos en su trayectoria política, que le habían enajenado el apoyo de amplios sectores populares.

Para la joven generación de revolucionarios de los años cincuenta el partido de los comunistas no solo era aquel que había pactado con Fulgencio Batista en 1940, sino también el que había mantenido a lo largo de esa década una política reformista, de adecuación a los límites de la democracia liberal, y el que frente al golpe de Estado del 10 de marzo de 1952 planteaba un frente unido de los partidos opositores para la participación electoral y la movilización de masas, en dirección contraria a una salida insurreccional. Si el Partido Socialista Popular (PSP) había pasado a la ilegalidad bajo el batistato se debía en lo fundamental al clima reinante de guerra fría, no porque su praxis y sus objetivos constituyeran una amenaza revolucionaria a la dominación de la burguesía. El partido que detentaba la representación oficial del marxismo en Cuba contaba con una militancia de esforzados luchadores, cuya disciplina y entrega en el combate por demandas concretas de los trabajadores eran proverbiales, pero no se proponía una alternativa de ruptura violenta con la dictadura, y condenaba sistemáticamente, al menos hasta 1958, cualquier tentativa de insurgencia armada. Al decir del Che: «son capaces de crear cuadros que se dejen despedazar en la oscuridad de un calabozo, sin decir una palabra, pero no de formar cuadros que tomen por asalto un nido de ametralladora».[1]

El partido que, en teoría, debía organizar a la clase obrera para tomar el poder y encabezar una revolución socialista se encontraba inhabilitado para esa tarea. Esta situación explica que la vanguardia política e intelectual de la nueva hornada de revolucionarios, movida por aspiraciones socialistas de transformación, al mismo tiempo rechazaba el marxismo de origen soviético y su representante nacional. Estos jóvenes, para llevar adelante sus ideales de redención y justicia social, buscaban sus principales referentes ideológicos y políticos en la tradición del socialismo cubano, que desde la década del veinte había existido en paralelo con la vinculada a las directrices comunistas salidas del Kremlin:

En el proceso histórico del socialismo como política revolucionaria en Cuba existieron dos líneas que están claramente definidas: la de un socialismo cubano, que encuentra su expresión mayor en las décadas de los años veinte y treinta del siglo XX en Julio Antonio Mella y Antonio Guiteras, y la de un socialismo inscrito en el movimiento comunista internacional. Mella y Guiteras encontraron el camino del socialismo cubano: antiimperialismo intransigente, ideal comunista, insurrección armada, frente revolucionario y ganar en la lucha el derecho a conducir la creación del socialismo.[2]

Solo entendiendo las influencias y expresiones ideológicas del socialismo cubano en esta generación se puede comprender la madurez de un documento como ¿Por qué luchamos?, testamento político de los hermanos Luis y Sergio Saíz Montes de Oca, dos adolescentes de un pequeño pueblo de Pinar del Río, asesinados el 13 de agosto de 1957.

La pretensión de emprender una revolución socialista en Cuba mientras se condena tanto al capitalismo draconiano y explotador como al «falso paraíso del trabajador» de la Rusia Soviética no es un planteamiento extraño ni un «destello luminoso», sino el reflejo de la organicidad de una corriente de pensamiento extendida entre los jóvenes insurreccionales de los cincuenta. Sus críticas al socialismo de corte estalinista son de izquierda, no provienen de un anticomunismo ramplón. Ellas le señalan, por el contrario, no ser suficientemente revolucionario ni socialista.

En la misma cuerda se ubican los manifiestos programáticos de fuerzas insurgentes tales como el Movimiento Nacional Revolucionario (MNR) y el Directorio Revolucionario (DR), donde se encuentran referencias al socialismo como meta de sus luchas.[3]

El cuadro descrito más arriba revela la complejidad del contexto en el cual se produjeron los acercamientos iniciales del joven Fidel Castro al marxismo. Su primera lectura de un texto marxista, cuando cursaba el segundo o tercer año de sus estudios universitarios, a finales de los cuarenta, fue El Manifiesto Comunista, que le causó una profunda impresión:

Tendría 20 años cuando entré en contacto con la literatura marxista; era una mentalidad virgen, no deformada y muy receptiva, una especie de esponja condicionada a lo largo de toda mi experiencia —desde que pasé hambre a los seis o siete años, desde que era muy niño—, de todas mis luchas (…) Le encontré una gran lógica, una gran fuerza, un modo de expresar los problemas sociales y políticos de una forma muy sencilla, elocuente.[4]

Las obras marxistas que captaban su interés con mayor fuerza eran aquellas dedicadas a los análisis histórico-políticos y a la lucha de clases, entre ellas El 18 Brumario de Luis Bonaparte, y Las guerras civiles en Francia. Profundizó sobre todo en El Estado y la revolución, de Lenin, por sus consideraciones acerca del poder y su toma revolucionaria. Con esas lecturas Fidel no se asumió explícitamente marxista, pero asimiló varias de sus lecciones y enseñanzas, y las interpretó de manera creadora de acuerdo con las condiciones concretas de Cuba. Según sus propias palabras, del marxismo obtuvo el concepto de lo que es la sociedad humana y la historia de su desarrollo, y una brújula para orientarse con precisión en los acontecimientos históricos.[5] Y aunque mantenía excelentes relaciones personales con los militantes comunistas, compartía la visión crítica de su generación hacia el estalinismo y la política exterior soviética, así como hacia la praxis y trayectoria política del PSP.

El espíritu rebelde de Fidel, forjado desde su infancia y adolescencia, se encontró en la Universidad de La Habana con las ideas más avanzadas y radicales de su tiempo, y allí inició un proceso de aprendizaje político y de desarrollo de su conciencia revolucionaria. Por eso afirmaba en relación con la Colina universitaria: «aquí me hice revolucionario, aquí me hice martiano, aquí me hice socialista».[6]

Con todo, el componente esencial en su formación política e ideológica no provenía de los clásicos del marxismo sino de la historia nacional, de la tradición de rebeldías del pueblo cubano, del legado de sus luchas por la liberación nacional y la justicia social. Fidel se nutrió del acumulado de una cultura política radical preponderante en el pensamiento y la acción de los revolucionarios cubanos, que tuvo en Martí su principal maestro y exponente más destacado, y que proveyó al país de una revolución popular de independencia y de una larga sucesión de combates e ideas por la justicia y la libertad. Fidel da continuidad a ese radicalismo, del que aprendió que sus actos, sus ideas, sus propuestas y sus proyectos debían ser «muy subversivos respecto al orden establecido y sus fundamentos, y muy superiores a lo que parecía posible al sentido común y a las ideas compartidas en su tiempo, inclusive a las de otros revolucionarios».[7]

Fidel llegó al marxismo por la senda que le había abierto José Martí, y por eso asumió en él una condición revolucionaria:

yo venía siguiendo una tradición histórica cubana, una gran admiración por nuestros patriotas, por Martí, Céspedes, Gómez, Maceo. Antes de ser marxista fui martiano, sentí una enorme admiración por Martí; pasé por un proceso previo de educación martiana, que me inculqué yo mismo leyendo sus textos. Tenía gran interés por las obras de Martí, por la historia de Cuba, empecé por aquel camino.[8]

La única forma que tenía el marxismo de ser revolucionario en la Cuba de los cincuenta era emprender un camino propio, nuevo, que tomara en cuenta los datos concretos de la realidad nacional para irse por encima de ellos y plantear un proyecto eficaz de subversión total de la sociedad.

Cuando ocurre el golpe militar de marzo de 1952 Fidel pertenece al ala izquierda del Partido del Pueblo Cubano (Ortodoxos), un movimiento de masas heterogéneo y policlasista que pretendía llevar hasta sus últimas consecuencias, sin trasponer sus límites, el reformismo democrático burgués de la segunda república. Heredera de los ideales de la revolución del 30, traicionados y frustrados por los gobiernos auténticos, la Ortodoxia había encarnado la esperanza de una vida mejor para las mayorías populares a través de la lucha contra la corrupción y el adecentamiento de la vida pública.

El golpe sepultó no solo esa esperanza, sino la legitimidad y el crédito de todo el orden político anterior, que garantizaba la reproducción de la hegemonía burguesa. Frente a la nueva situación Fidel comprende, a diferencia de la dirigencia ortodoxa, pasiva y confundida por los acontecimientos, que «el momento es revolucionario y no político». Entiende que necesariamente tendrá que ser muy creativo y rebelde para no seguir los caminos trillados de participación electoral, abstención anodina o compromisos sin principios con los corruptos de ayer, que conducen a callejones sin salida; y dar forma a nuevas vías y métodos para la liberación.

Por eso, a partir del análisis de las circunstancias propias y de la interpretación de las aspiraciones y necesidades populares, con las herramientas de la formación política que había acumulado y de las experiencias vividas, se dedicó a la articulación de un movimiento clandestino dispuesto a combatir para movilizar al pueblo y guiarlo a la conquista revolucionaria del poder.

De los sectores más humildes de la sociedad y de la misma Juventud Ortodoxa que en 1948 había proclamado como su aspiración ideológica fundamental «el establecimiento en Cuba de una democracia socialista» y definido que la lucha por la liberación nacional de Cuba era «la lucha contra el imperialismo estadounidense»,[9] salió el grueso de los asaltantes al cuartel Moncada. Las acciones del 26 de julio de 1953 sorprendieron a todos porque rompieron con todo lo que parecía posible. Los protagonistas no habían sido ninguno de los actores principales del drama político nacional. La oposición a la dictadura hasta ese momento había transcurrido por los canales pacíficos de las declaraciones de denuncia y condena, de la resistencia pasiva y legal, y los insurreccionalistas auténticos y ortodoxos, que contaban con abundantes medios bélicos y con la experiencia de antiguos combatientes revolucionarios y de los grupos de acción de los años treinta y cuarenta, no pasaban de la promesa de operaciones armadas que nunca se concretaban.

De los muros del Moncada surgió, de manera inesperada y prácticamente de la nada, sin fortunas ni grandes recursos, sin tribunas, espacios de poder ni militancia numerosa, contando solo con el esfuerzo de gente sencilla de pueblo y unas pocas armas de escaso calibre, una nueva vanguardia revolucionaria, inserta en un complejo entramado de relaciones donde pugnaban diversos factores políticos, cada uno con intereses y objetivos distintos. El 26 de julio de 1953 abrió el camino de la lucha armada contra la dictadura batistiana, pero esa fecha no significó solo un asalto contra las oligarquías, sino también contra los dogmas revolucionarios, como diría el Che. Entre ellos los que certificaban la imposibilidad de desarrollar en Cuba una insurrección victoriosa de carácter popular contra el ejército, menos a 90 millas del imperialismo norteamericano, y que el modo de derrocar a Batista era a través de transacciones políticas o de conjuras de pequeños grupos de civiles armados con conspiraciones militares.

Cuando en el juicio a los sobrevivientes del asalto se presentó como elemento acusatorio un libro de Lenin encontrado en el apartamento de Abel Santamaría en 25 y O, Fidel respondió que sí leían a Lenin porque quien no lo hiciera era un ignorante, pero lo cierto es que no se limitaban a la lectura: los principales dirigentes del movimiento, Fidel, Abel y Jesús Montané, realizaban círculos de estudios de obras marxistas durante los meses previos a la acción. Si el marxismo estuvo presente en los análisis sociales y de situación de los líderes, la inspiración fundamental común a todos los asaltantes era la figura de José Martí, su ideología radical y democrática. Así lo declaraban en el Manifiesto a la Nación que sería leído por radio en caso de éxito: «La Revolución declara que reconoce y se orienta en los ideales de Martí, contenidos en sus discursos, en las Bases del Partido Revolucionario Cubano, y en el Manifiesto de Montecristi; y hace suyos los Programas Revolucionarios de la Joven Cuba, ABC Radical y el Partido del Pueblo Cubano (Ortodoxos)».[10] Resalta entre los programas asumidos como propios el de la Joven Cuba, que se proponía como objetivo «que el Estado cubano se estructure conforme a los postulados del Socialismo»,[11] y planteaba una línea insurreccional para lograrlo.

Uno de los aportes prácticos más significativos de la Revolución cubana a la teoría marxista es la importancia de la determinación personal para la creación de las llamadas condiciones subjetivas en una situación revolucionaria, y de la función pedagógica que para la movilización del pueblo tienen los hechos consumados, las promesas cumplidas, los ejemplos heroicos individuales y colectivos. Para cualquier empeño insurreccional una derrota militar como la sufrida en los asaltos a los cuarteles de Santiago de Cuba y Bayamo podía haber significado un golpe terminal e irreversible. Unos pocos meses antes, el 5 de abril de 1953, varios miembros del Movimiento Nacional Revolucionario fueron apresados cuando estaban a punto de emprender una operación de toma de la fortaleza de Columbia, en coordinación con militares complotados. El hecho representó el fracaso del proyecto insurreccional de esa organización y marcó el inicio de su declive. En cambio, Fidel y los sobrevivientes del asalto al Moncada mantuvieron la decisión de continuar peleando bajo cualquier circunstancia y convirtieron el juicio que se les siguió en la plataforma para hacer llegar su mensaje revolucionario al pueblo y obtener una extraordinaria victoria política.

En especial el alegato de autodefensa de Fidel, conocido como La historia me absolverá, distribuido clandestinamente de forma masiva en todo el país, fue el vehículo a través del cual no solo se denunciaron los crímenes de la tiranía contra los combatientes del 26 de julio de 1953, sino también se dieron a conocer la ideología que los animaba y los objetivos que perseguían. Se convirtió en el primer programa de la Revolución, además de por las medidas de beneficio popular que relacionaba, porque explicaba que ellas solo podrían realizarse mediante la conquista del poder por métodos revolucionarios y con la participación protagónica de las mayorías en esa lucha.

El documento contiene un brillante análisis marxista de la estructura de dominación de clases que existía en Cuba, y define como pueblo, en función de la lucha, a la masa trabajadora y humilde del país, que sufría bajo el yugo de la dictadura, pero que también padecía un sistema social de opresión y exclusión. De ese modo, se dirigía a las fuerzas populares que debían conformar el frente revolucionario, aquellas en las que se apoyaría y a cuyos intereses respondería un gobierno salido de la insurrección victoriosa, e identificaba en el campo enemigo, más allá de Batista y sus aparatos represivos, a las «manos extranjeras», los «poderosos intereses», los «poseedores de capital».

En La historia me absolverá se exponía de forma nítida que el objetivo de la Revolución era cumplir la promesa de soberanía nacional y justicia social largamente postergada desde la manigua y la propuesta martiana, y otra vez preterida y traicionada en la Revolución del 30. Ello significaba que la lucha no se agotaba con el derrocamiento de una dictadura sino que implicaba el inicio de cambios económicos, políticos y sociales de profundo calado que transformaran las estructuras de dominación e injusticia de la sociedad cubana. Para los jóvenes moncadistas el ideal revolucionario se sintetizaba en la siguiente tríada ideológica: libertad política, independencia económica, justicia social; extendida en el imaginario político cubano a partir de las jornadas de lucha contra Machado y la primera dictadura de Batista. Aunque en el texto no se mencionara la palabra socialismo, en las condiciones concretas de la Cuba de 1953, un país subdesarrollado y dependiente, sojuzgado por el imperialismo, las medidas que proyectaba solo podrían ser cumplidas y llevadas hasta sus últimas consecuencias con una revolución socialista. Las exigencias de libertad, independencia, igualdad y justicia social eran ya incompatibles con los límites que imponía el capitalismo. Así lo explica el propio Fidel:

Para nosotros, ya aquella era una lucha por una revolución profunda, pero todavía en todo aquel período no estaba planteada una revolución socialista. Ya se había publicado mi discurso de autodefensa en el Moncada. Cualquiera que lea en serio dicho material, y lo lea bien, ve que hay un programa, que ahí están todos los gérmenes de una revolución mucho más progresista, de una revolución socialista: hablo de utilizar los recursos en el desarrollo del país, de la ley urbana, de la propiedad de la vivienda, la reforma agraria, de las cooperativas; ya digo el máximo que se puede decir en tal período, el programa más ambicioso que se podía proclamar y que fue la base de todo lo que hizo la Revolución. Ya era el programa de un marxista-leninista, de alguien que comprendía bien la lucha de clases, que cuando habla de pueblo se refiere a los sectores humildes, los campesinos, los obreros, los desempleados; hay una concepción clasista planteada en La historia me absolverá, un programa que era el primer paso hacia el socialismo.[12]

Al salir de prisión el 15 de mayo de 1955, gracias a la campaña popular por la amnistía, Fidel se concentró en una batalla política de denuncias contra la tiranía. Uno de los principales objetivos que se proponía era demostrar la inexistencia de garantías y de un clima favorable para desarrollar la lucha cívica. Desde el mismo momento de su excarcelación, incluso antes, había proclamado su adhesión a una solución democrática: «La única salida que le veo a la situación cubana es elecciones generales inmediatas».[13] Este cambio de actitud, motivado por razones tácticas,[14] generó desconcierto en algunos sectores insurreccionales.[15] Sin embargo, en una de sus declaraciones públicas, una frase resultaba reveladora sobre los verdaderos objetivos de su giro táctico y el carácter radical que signaba toda su actuación: «si lo bueno posible no se alcanza, luchar por lo imposible es mejor».[16]

En realidad Fidel no había abandonado la tesis insurreccional, pero no contaba con recursos, y priorizaba las labores de organización, proselitismo y propaganda por sobre los aprestos guerreros.[17] Para su proyecto de insurrección armada popular, que rebasaba los límites de la «conspiración cuartelera» y el atentado, resultaba vital ganarse el respaldo de las masas,[18] y ese fue el centro de su actividad política, entrevistas y artículos, en los días posteriores a la amnistía.[19]

Aún se veía a sí mismo y a sus seguidores como parte de la Ortodoxia, y apreciaba en la defensa de la línea chibasista de independencia la posibilidad de conquistar el apoyo de su militancia, mayoritariamente partidaria de esa postura.[20] Dentro del amplio y heterogéneo movimiento ortodoxo representaba la alternativa más consecuente y con mayores posibilidades de ganar adeptos: la que sin pactar con los auténticos, no se quedaba en declaraciones pasivas y se disponía seriamente a la lucha armada.

A la par de esta negativa a llegar a acuerdos o alianzas con otros partidos políticos, en especial con las tendencias auténticas, pretendía aprovechar las oportunidades mínimas dadas por Batista en su intención de mostrar una cara civilista y de paz, para desarrollar una lucha política abierta que le permitiera aunar en un bloque a las amplias bases ortodoxas, las de origen popular, y a los movimientos que llamaba «fuerzas morales» del país.[21]

Aunque la prédica aglutinadora tuvo resultados parciales, la incorporación de jóvenes de diversas procedencias y de cuadros y militantes del MNR al grupo inicial de combatientes del Moncada, fue suficiente para que al integrarse oficialmente su primera Dirección Nacional el 12 de junio de 1955, el Movimiento Revolucionario 26 de Julio fuera un organismo con extensión por toda la geografía nacional y con las estructuras organizativas mínimas para emprender el reinicio del enfrentamiento armado contra la dictadura.[22] Llevada al límite la «apertura democrática» de Batista, quien realmente nunca estuvo dispuesto a dar espacio a la lucha cívica, Fidel partió al exilio el 7 de julio de 1955 con un aumento de su autoridad revolucionaria en la opinión pública, ya notable a su salida de la prisión, y dejando en Cuba un aparato político-insurreccional propio. Cuando quedó demostrado que el uso de la violencia sería la única salida, decidió fiarlo todo a los esfuerzos de su organización y continuar un camino independiente, ahora de lucha armada.

Varios miembros de la Dirección Nacional del Movimiento 26 de Julio compartían una visión radical de los objetivos de la Revolución, como se puede apreciar en un editorial que publicaron en mayo de 1956: «Cuando se precise hasta las últimas consecuencias la idea democrática y socialista de la revolución nacional toda la acción está dirigida hacia ese rumbo».[23] En ese sentido insistían en la necesidad de que la organización contara con un programa más amplio y extenso para presentar al pueblo. Incluso algunos de ellos iniciaron en 1956 en Cuba las labores de redacción de una síntesis programática que tuviera en cuenta las experiencias y realidades de la lucha desde 1953.[24]

Sin embargo, Fidel se manifestaba contrario a la elaboración de un programa de ese tipo que limitara las posibilidades y el alcance de la lucha. La historia me absolverá sería durante toda la insurrección la base programática del Movimiento 26 de Julio, que en lo adelante se caracterizaría por la relativa indefinición de su proyecto político de transformaciones, esbozado en líneas gruesas en manifiestos y proclamas, pero no explicitado al detalle en documentos doctrinarios. Los suyos son principios generales que están en la base del pensamiento revolucionario cubano desde los años treinta, y que pudiéramos considerar universales dentro del magma ideológico de la década del cincuenta, asumidos por casi todos los movimientos antibatistianos. Expresión de aspiraciones populares, esos ideales de justicia, libertades democráticas y soberanía nacional aparecían recogidos en varios programas del espectro político cubano. Lo que distinguía al Movimiento 26 de Julio en el conjunto del campo opositor era la radicalidad de los objetivos que se proponía y de los medios que empleaba para alcanzarlos. Para sus militantes la Revolución, a través de la lucha armada y de la participación protagónica del pueblo, no podía limitarse al cese de la dictadura y a un funcionamiento adecuado y equilibrado de la institucionalidad republicana, sino producir profundas transformaciones de las estructuras sociales, políticas y económicas del país, que beneficiaran a sus capas más humildes.

Las razones que convirtieron al Movimiento 26 de Julio en la organización hegemónica de la oposición a la dictadura de Batista y la colocaron en condiciones de dirigir la revolución fueron variadas:

Haber producido el primer hecho armado de la insurrección, y obtener de él un saldo político favorable a pesar de haber constituido una derrota militar. Una conducta de firmeza y coherencia en sus promesas, que se cumplen aun a riesgo de la vida, y en la cual los hechos acompañan a las palabras. Esa capacidad de aportar el hecho revolucionario movilizador, con oportunidad, le va a atraer la simpatía y la confianza del pueblo, sobre todo de sectores juveniles que habían perdido la fe en los políticos tradicionales.

El discurso ideológico del Movimiento 26 de Julio, muy abarcador y atractivo, sin definiciones sectarias, logró expresar las aspiraciones de los sectores más humildes e identificarse con ellos, y le permitió contar con una gran resonancia política y social.

El liderazgo carismático, permanente y ascendente de Fidel, al interior y hacia fuera del M26, que se va profundizando y adquiriendo mayores significados durante todo el proceso, y que a partir de mayo de 1958 consigue centralizar en su persona la dirección política y militar de la Revolución.

La práctica de una política de principios, que se maneja con flexibilidad. Actitud intransigente ante posibilidades de junta militar e intervención extranjera.

Empleo hábil de la propaganda, a la que se otorga la máxima importancia.

Capacidad de sumar actores, partiendo de un status inicial de célula, de grupo cerrado, y de crecer rápidamente en espacio y número. Una política efectiva de alianzas con otras organizaciones sin comprometer su programa revolucionario, buscando siempre la supremacía del Movimiento.

La creación de organismos de frente, como el Frente Estudiantil Nacional, el Frente Obrero Nacional y la Resistencia Cívica, más allá de su militancia directa, que le permitió movilizar el apoyo de amplios y disímiles sectores sociales.

Saber reponerse y superar sus propios errores y fracasos. Se recuperó de ellos en muy poco tiempo. Convirtió derrotas en victorias, a una velocidad impactante.

En la década de los cincuenta la doctrina oficial «marxista-leninista» de la Unión Soviética establecía que en los países que habían sido colonizados no se podía siquiera plantear la posibilidad de la victoria de una insurrección conducente a una revolución socialista, porque debían primero completar una etapa de desarrollo capitalista, donde a los trabajadores y comunistas les correspondía apoyar a sus burguesías nacionales para que cumplieran sus tareas democráticas y progresistas. Tal postura teórica iba acompañada de una política de coexistencia pacífica entre el campo del «socialismo real» y el mundo capitalista, que abandonaba la perspectiva internacionalista de la lucha de clases y desalentaba el surgimiento de rebeliones contra la dominación del imperialismo y las burguesías autóctonas en el llamado Tercer Mundo.

La Revolución cubana fue la herejía que, encabezada por Fidel, no solo subvirtió por completo el orden social imperante en Cuba, sino transgredió los roles que ese esquema teórico asignaba a las realidades y a las rebeldías de los pueblos, y destrozó todos los cálculos y pronósticos de lo posible en el equilibrio geopolítico entre las grandes potencias. Demostró que era factible, partiendo de las condiciones concretas de un país con una estructura de dominación neocolonial como Cuba, y apelando a la fuerza, organización y movilización de los más humildes, desplegar una insurrección popular victoriosa que se planteara objetivos trascendentes de liberación nacional y justicia social. El líder rebelde que en junio de 1958, en plena Sierra Maestra, resistiendo una ofensiva militar de la dictadura, advirtió que su destino verdadero sería luchar contra el imperialismo norteamericano, enseñó y aprendió, junto con su pueblo, que solo con el socialismo podíamos librarnos del dominio extranjero y construir una sociedad de igualdad y libertad plenas. Y nos dejó, como lección eterna de incalculable valor que para una revolución lo más sensato y recomendable, es decir, lo mejor, será siempre luchar por lo imposible.

Notas

[1] Ernesto Guevara de la Serna: Pasajes de la guerra revolucionaria. Cuba 1956–1959, 3ra. ed., 4ta. reimpr., Editora Política, Ciudad de La Habana, 2003, p. 200.

[2] Fernando Martínez Heredia: «Guiteras y el socialismo cubano», en Fernando Martínez Heredia: La Revolución Cubana del 30. Ensayos, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 2007, p. 118.

[3] «El movimiento insurreccional de los años cincuenta albergaba muy fuertes visiones de socialismo cubano y de sus nexos íntimos con la liberación nacional. Es muy comprensible que así fuera, dada la densidad que tuvo la historia de protestas, rebeldías y acciones colectivas revolucionarias en Cuba entre 1868 y 1959, si vemos el período en perspectiva histórica, y dadas su gran coherencia y su enorme vocación de sentirse continuadores, herederos y llamados a consumar los esfuerzos y los proyectos anteriores (…) Los textos de la insurrección –documentos de organizaciones, artículos publicados, cartas y mensajes políticos y personales, anotaciones de pensamiento o proyectos, comunicaciones orales– abundan en el uso de conceptos de liberación, antiimperialismo, socialismo, nacionalismo revolucionario, latinoamericanismo, democracia». Fernando Martínez Heredia: «Visión cubana del socialismo y la liberación», en Fernando Martínez Heredia: Pensar en tiempo de revolución. Antología esencial, CLACSO, Buenos Aires, 2018, p. 869.

[4] Katiuska Blanco Castiñeira: Fidel Castro Ruz: Guerrillero del Tiempo. Conversaciones con el líder histórico de la Revolución Cubana, 1era. parte, tomo 1, Ediciones Abril, Ciudad de La Habana, 2011, pp. 251, 253.

[5] Ignacio Ramonet: Cien horas con Fidel, Oficina de Publicaciones del Consejo de Estado, Ciudad de La Habana, 2006. pp. 124–126.

[6] Discurso de Fidel Castro en el Aula Magna de la Universidad de La Habana, 4 de septiembre de 1995. Disponible en http://www.cuba.cu/gobierno/discursos/1995/esp/f040995e.html

[7] Fernando Martínez Heredia: «Revolución Cubana, Fidel y el pensamiento latinoamericano de izquierda», en Fernando Martínez Heredia: Pensar en tiempo de revolución. Antología esencial, p. 1180.

[8] Katiuska Blanco Castiñeira: Ob. cit., 1era. parte, tomo 1, p. 254.

[9] Comisión Nacional Organizadora de la Sección Juvenil del Partido del Pueblo Cubano (Ortodoxos): «El pensamiento ideológico y político de la juventud cubana», en Colectivo de autores: Eduardo Chibás: imaginarios, Editorial Oriente, Santiago de Cuba, 2010, pp. 89–90.

[10] Manifiesto a la Nación. Disponible en http://www.fidelcastro.cu/es/documentos/manifiesto-del-moncada

[11] Fernando Martínez Heredia: «Guiteras y la revolución», en Fernando Martínez Heredia: Pensar en tiempo de revolución. Antología esencial, p. 953.

[12] Katiuska Blanco Castiñeira: Ob. cit., 1era. parte, tomo 1, p. 95.

[13] Carlos Franqui: «Amnistía Política. Los Presos en libertad. En Batabanó. Una entrevista con Fidel Castro», en Carteles, La Habana, año 36, no. 21, 22 de mayo de 1955, p. 38. «Cuando todavía estábamos presos dije en mi carta a Luis Conte, publicada en Bohemia, que si un cambio de circunstancias y un régimen de positivas garantías exigiesen un cambio de táctica en la lucha, lo haríamos en acatamiento a los supremos intereses de la nación (…) Ya en libertad, ratificamos esas palabras sin reticencias de ninguna clase porque no somos perturbadores de oficio y sabemos hacer en cada momento lo que conviene al país». «Manifiesto al Pueblo de Cuba de Fidel Castro y Combatientes», en La Calle, La Habana, Año I, Nº 39, 16 de mayo de 1955, p. 1.

[14] «…nosotros fuimos puestos en libertad por una gran demanda de la población y dentro de un clima de búsqueda de la paz, por lo que no podíamos aparecer desde el primer instante levantando el estandarte de la lucha armada, queríamos dejar bien claro que si no había una solución política, no era por culpa nuestra sino de Batista». Katiuska Blanco Castiñeira: Ob. cit., 1era. parte, tomo 2, p. 328.

[15] «Frank considera prematuro ese paso [la unión con Fidel y los moncadistas]. Flota en el ambiente el que los moncadistas se incorporarán a la lucha cívica en los términos de una oposición pública y pacífica y la posición de los integrantes de ARN [Acción Revolucionaria Nacional] es la insurrección armada». Renaldo Infante Urivazo: Frank País, leyenda sin mitos, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 2011, p.135. «…a la salida de la cárcel, Fidel hizo unas declaraciones en las que decía que estaba dispuesto a participar en la lucha cívica, y dio a entender que se iba a enrolar en la vida política, apartándose del camino insurreccional. Esto, al parecer, no fue muy bien entendido por Frank y Pepito, quienes se mostraron cautelosos». Reinaldo Suárez Suárez y Oscar Puig Corral: La complejidad de la rebeldía, Ediciones La Memoria, Centro Cultural Pablo de la Torriente Brau, La Habana, 2010, p. 58.

[16] Conferencia de prensa de Fidel Castro a la salida de prisión, 15 de mayo de 1955, en Mario Mencía: Las rejas se abrieron, obra inédita.

[17] «La tarea nuestra ahora de inmediato es movilizar a nuestro favor la opinión pública; divulgar nuestras ideas y ganarnos el respaldo de las masas del pueblo. (…) Antes éramos pioneros anónimos de esas ideas, ahora estamos obligados a pelear por ellas a cara descubierta, la táctica debe ser completamente nueva». Carta de Fidel Castro a Haydée Santamaría y Melba Hernández, Isla de Pinos, 19 de junio de 1954. Fondo Fidel Castro Ruz. Archivo de la Oficina de Asuntos Históricos del Consejo de Estado. «Nuestra línea es la de la movilización de las masas; no la conspiración cuartelera ni el atentado». Declaraciones de Fidel Castro al salir de prisión el 15 de mayo de 1955, en Luis Conte Agüero: Fidel Castro, vida y obra, Editorial Lex, La Habana, 1959, p. 235.

[18] «Considero que en estos momentos la propaganda es vital; sin propaganda no hay movimiento de masas, y sin movimiento de masas no hay revolución posible». Carta de Fidel Castro a Haydée Santamaría y Melba Hernández, Isla de Pinos, 18 de junio de 1954. Fondo Fidel Castro Ruz. Archivo de la Oficina de Asuntos Históricos del Consejo de Estado. «…nuestras posibilidades de triunfo se basan en la seguridad de que el pueblo respaldaría los esfuerzos de hombres limpios que pondrían por delante desde el primer momento sus leyes revolucionarias (…) Nuestras esperanzas se fundan en el pueblo. ¡Lancemos cuanto antes a la calle nuestro programa que es el único verdaderamente revolucionario, y nuestras ideas para organizar después el gran movimiento revolucionario que debe coronar los ideales de los que cayeron!». Carta de Fidel Castro a Haydée Santamaría y Melba Hernández, Isla de Pinos, 19 de junio de 1954. Fondo Fidel Castro Ruz. Archivo de la Oficina de Asuntos Históricos del Consejo de Estado. «…nunca será demasiado repetir que es la propaganda la que vincula a los pueblos a una bandera». Carta de Fidel Castro a Melba Hernández, Isla de Pinos, 5 de septiembre de 1954. Fondo Fidel Castro Ruz. Archivo de la Oficina de Asuntos Históricos del Consejo de Estado.

[19] Un amplio reportaje de lo ocurrido en estos 53 días puede consultarse en Mario Mencía: «Solución: la del 68 y el 95». En Bohemia, La Habana, Año 77, números 20 al 33, mayo 17, 24, 31; junio 7, 14, 21, 28; julio 5, 12, 19, 26; y agosto 2, 9, 16 de 1985.

[20] «Si esta línea no ha sido la correcta ¿por qué crecen día a día las simpatías del pueblo hacia nosotros mientras sectores antes poderosos se van aniquilando? Gracias a nuestra postura podemos contar con el respaldo pleno de la masa ortodoxa que está por encima de todas las tendencias y representa cientos de miles de ciudadanos. Esa masa es partidaria de la línea de independencia, que siempre fue nuestra línea revolucionaria. Declararlo paladinamente ha sido un enorme acierto. (…) Defenderla no quiere decir en absoluto que ingresemos en ninguna tendencia política, sino afirmar ante el pueblo nuestra posición histórica». Carta de Fidel Castro a Haydée Santamaría y Melba Hernández, Isla de Pinos, 19 de junio de 1954. Fondo Fidel Castro Ruz. Archivo de la Oficina de Asuntos Históricos del Consejo de Estado.

[21] «Lucharé por la unidad de las fuerzas morales. (…) Todos los que pensamos de una misma manera, todos los que tenemos un mismo pensamiento social y una misma ideología progresista debemos unirnos. (…) Esta es la hora de unirnos porque se observa una fe nueva que surge y un despertar en la conciencia nacional que estimula a mejores determinaciones». Declaraciones de Fidel Castro al salir de prisión el 15 de mayo de 1955, en Luis Conte Agüero: Ob. cit., p. 235.

[22] Armando Hart: «Fundación del Movimiento 26 de Julio», en Enrique Oltuski Ozacki et. al. (coords): Memorias de la Revolución, Ediciones Imagen Contemporánea, Ciudad de La Habana, 2007, pp. 78–91.

[23] «Revolución: única salida», en Aldabonazo, Órgano del Movimiento Revolucionario 26 de Julio, no. 1, 15 de mayo de 1956, p. 1.

[24] Enrique Oltuski Ozacki: Gente del Llano, Ediciones Imagen Contemporánea, Ciudad de La Habana, 2001, p. 95.

Tomado de: La Tizza

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Repudio

Ares (Cuba)

Por Soledad Cruz Guerra

A mí tampoco me gustan los ignominiosos actos de repudio. Por eso me indigna la andanada de ofensas, amenazas, linchamientos mediáticos, falsas noticias que desde Miami y otros puntos del planeta lanzan los totalitarios enemigos de Cuba, enceguecidos por el odio, incapaces del menor razonamiento, proclamando sin pudor sus intenciones de aniquilar, matar, arrasar con todos los que no piensen como ellos, si lograran apoderarse de la Isla.

No he leído ninguna declaración pública de ilustres personalidades, ni de sensibles académicos, ni de críticos analistas sobre esa verdad evidente. Tampoco la vi sobre los lamentables sucesos del 11 de julio contra el vandalismo de los que atacaron mercados, tiendas, tiraron piedras a un hospital, volcaron carros policiales y hasta pretendían quemar vivos a agentes del orden.

Entonces, el 11 de julio, a lo sumo, se limitaron a manifestar que no querían que se reprimiera al pueblo, como si pueblo solo fueran los violadores de la tranquilidad ciudadana, los delincuentes pagados para fomentar el caos, los que formaron el show frente al Instituto de Radio y Televisión, sabiendo a quien servían como luego se ha ido demostrando.

Esa violencia, que tomó desprevenida a la sociedad cubana, demostró la impiedad de sus organizadores para con un pueblo abrumado por la pandemia, para con un país prácticamente estrangulado por las extremas sanciones de la administración Trump. Pero demostró también que los presuntos “pacíficos” promotores del cambio de gobierno en Cuba —para instaurar el capitalismo— no tienen ninguna capacidad para evitar los hechos violentos que, desde las redes sociales, estimula la turba de odiadores, quienes apoyan a Archipiélago porque saben que tiene los mismos objetivos, aunque los disfrace impúdicamente apelando a Martí o a Gandhi.

Me quedé literalmente estupefacta cuando leí en las redes sociales que algunas “almas sensibles” acusaban al presidente cubano de provocar la división cuando llamó a defender en las calles a la nación, ante aquellos actos ignominiosos de repudio a la paz, en medio de una crítica situación económica y epidemiológica.

Ocurre que los provocadores de la violencia y sus intoxicados seguidores niegan el legítimo derecho a la defensa alegando que la Patria no es la Revolución. Ignoran que, antes de 1959, la falta de soberanía y la dependencia de Estados Unidos pisoteaban el concepto emancipador de patriotismo con el cual surgió la nación cubana, legado por los independentistas originarios.

A pesar de los defectos, los errores, las deformaciones de los hombres y mujeres que han hecho, sostenido y dirigido la Revolución, ella ha sido la garantía de una patria libre, independiente, soberana, y ha extendido el concepto de patriotismo más allá del folklore, el puerco asado en púa, el ron, fomentando un sentimiento de solidaridad universal, según el principio martiano de que patria es humanidad.

Por supuesto que para defender esos baluartes espirituales no se debe acudir a los mismos métodos de vulgarización empleados por los enemigos, hay que mostrar el repudio legítimo a los que ponen en peligro la soberanía, con la altura que merece tan elevada causa, aunque cualquier desliz en ese aspecto no se compara con la agresividad de la guerra mediática que se le hace a Cuba, con la violencia desatada el 11 de julio, con la instigación constante a producir atentados ignorados voluntariamente por quienes inventan marchas “pacíficas”.

Y aunque, repito, a mí tampoco me gustan los ignominiosos actos de repudio, la guerra que se nos ha declarado desde Miami merece una fuerte línea de defensa, el mayor de los repudios.

Tomado de: La Jiribilla

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Instigar una “primavera cubana”

Por Manuel Hevia Frasquieri

Amplios reportajes fílmicos sobre las gigantescas revueltas populares en Túnez, Egipto y Libia a lo largo de 2011 describían el uso masivo por los manifestantes de plataformas de Internet en las redes sociales. Aquellos jóvenes intercambiaban mediante sus celulares todo tipo de consignas, denuncias o recibían indicaciones de las organizaciones que lideraban aquellas revueltas, mantenían una interacción con otros manifestantes con los que se reunían en parques y avenidas, trasladaban imágenes en vivo a los medios de prensa o mensajes en la red sobre lo que estaba ocurriendo.

Las nuevas herramientas permitían visibilizar en todo el mundo, de acuerdo a patrones dictados por Washington en las plataformas y reses sociales, la intensidad y la violencia de las protestas antigubernamentales y su represión policial. Un destacado asesor de la política yanqui comentaría años después sobre aquellos sucesos y lo que significó para el accionar político de su país integrar estas redes en sus herramientas diplomáticas, convertidas en “aceleradores de un supuesto cambio democrático en el Medio Oriente”.

Mientras tenían lugar aquellos eventos en 2011 algunas operaciones encubiertas patrocinadas por la USAID y la NED, visiblemente relacionadas a los servicios especiales norteamericanos, venían ejecutándose desde tres años antes para instigar lo que los propios norteamericanos denominaron como una “Primavera Cubana” al estilo del Medio Oriente.

Nuevos programas sediciosos en marcha

Un documento informativo elaborado por la USAID sobre el programa secreto “Apoyo a la sociedad civil cubana” fechado el 28 de enero de 2009 en San José, Costa Rica, constituye una prueba irrefutable de la naturaleza sediciosa e injerencista de estos proyectos. El programa fue promovido por la USAID a través de su “Oficina de Iniciativa para la Transición» (OTI), con participación de otras instituciones como Creative Associates International de Costa Rica y Communications, Control Systems and Signal Processing, y otras entidades que se incorporarían sucesivamente o actuarían en estrecha coordinación desde otros proyectos paralelos en curso.

Este programa se extendería por un periodo inicial entre 2008 y 2011 siguiendo la norma de la mayoría de sus proyectos, los que renuevan sus asignaciones monetarias en posteriores años fiscales.

El programa develaba el dominio de un alto nivel de datos e informaciones sobre la realidad interna cubana, resultado de estudios previos de situación operativa propios de la actividad de inteligencia.

Este documento reflejaba con cinismo sus preocupaciones sobre los obstáculos y el riesgo que enfrentaban al realizar estas acciones dentro de Cuba dada la hostilidad existente contra sus programas. Esto podría explicar la aplicación por la USAID de fuertes protocolos de seguridad para sus subcontratistas como se aprecia en sus documentos de trabajo.

Valoraban con cinismo la crisis económica existente en el país como una oportunidad estratégica para sus objetivos, que facilitaba en gran medida el desenvolvimiento de sus programas subversivos a lo interno.

Con total desfachatez expresaban en sus documentos originales que la crítica situación de la economía cubana “le resta legitimidad al gobierno cubano e incrementa la motivación de los ciudadanos al cambio”.

El mega proyecto “Apoyo a la sociedad civil cubana instituyó sin dudas un novedoso modelo subversivo que ha mantenido su vitalidad hasta nuestros días.

Esbozó como “Misión” promover “la transición en Cuba, sacar el país del estancamiento a través de iniciativas tácticas y poner en movimiento el proceso de transición hacia el cambio democrático”.

Al definir el éxito final al que aspiraban sus promotores expresaron: 1) “Una variedad de plataformas ciudadanas están establecidas sólidamente como organizadores comunitarios legítimos (las consideraban como vehículos para el involucramiento comunitario).”  2) “Las plataformas comunitarias están activamente involucradas en los procesos de cambio (las concebían como Iniciativas de terreno promoviendo la eficacia de la base hacia arriba)”.

La última afirmación del documento remataba un enfoque retrógrado y confuso al postular: “En última instancia, el éxito significa que cuando aparezca la oportunidad de posibles reformas sociopolíticas la sociedad cubana esté preparada para ser parte de la conversación”.

El enemigo pretendía desconocer la capacidad del pueblo cubano para decidir su futuro. Nuestra sociedad ha demostrado con creces estar preparada para asumir los cambios socioeconómicos que necesita la nación. La aprobación mayoritaria de su nueva Constitución de la República es evidencia de ello.

De acuerdo a este programa la USAID estableció sólidos puntos de vista para un trabajo sedicioso y conspirativo de largo alcance al concebir en una primera fase la construcción de “plataformas ciudadanas”, estructuradas, preparadas y con variados propósitos; las “plataformas de comunicaciones masivas alternativas” con “un acceso masivo, contenido inteligente y no censuradas”, y los denominados “espacios para reuniones masivas, no amenazantes para el estado”.

Tras la apariencia externa de estas formulaciones que poseen una identidad social reconocida en el mundo, subyace el trasfondo engañoso del enemigo que aspira a utilizar estos mecanismos sociales como un artilugio de hostilidad y odio contra la Revolución en un renovado intento de restauración de un sistema abolido por nuestro pueblo desde 1959.

El enemigo intenta engañar al mundo negando la legitimidad de las plataformas ciudadanas surgidas al calor de la Revolución cubana durante más de sesenta años, mientras intenta fabricar y proclamar otras que brinden cabida a los intereses de mercenarios, traidores y anexionistas al servicio del imperio yanqui.

Estas formulaciones no eran letra muerta o un ejercicio teórico pues se ejecutaban a toda marcha contra Cuba como fue la operación encubierta Zunzuneo, una plataforma comunicacional alternativa que se desplazó entre 2009 y 2011 enmascarada tras una red social de mensajería que alcanzó más de 45 mil usuarios, principalmente jóvenes y la organización de unos 1 331 grupos,

El programa “Apoyo a la sociedad civil cubana” se atribuyó un “logro significativo sin precedentes” con la creación de Zunzuneo, el que estaba dirigido a promover comunicaciones independientes “que brindarían un acceso futuro a los móviles de más de 400 mil cubanos”.

Este programa se atribuyó también “un crecimiento significativo en el movimiento contracultural” de la juventud en la capital, atribuyéndose como logro una supuesta “marcha contra la violencia celebrada en noviembre 2009”. Un incidente como este había tenido lugar en esa fecha  como parte de una provocación organizada por elementos contrarrevolucionarios internos, en la que algunos jóvenes instigados por estos habían desfilado entre las calles G y J en la barriada del Vedado, lo que no tuvo mayor trascendencia en la población.

Una segunda fase del trabajo subversivo de este programa estaba referido “al apoyo de iniciativas para la rendición de cuentas de abajo hacia arriba”, las que perseguían trasladar preocupaciones que ellos catalogaban como “legítimas” a los líderes de las comunidades, para que se convirtieran en “presiones públicas, viables y exitosas”, como una forma más de presión contra las autoridades locales.

Esto último no era algo nuevo. Es un componente básico de la doctrina del golpe suave recogidas en los manuales de “lucha noviolenta” del politólogo norteamericano Gene Sharp, que sirvieron de marco doctrinal de las acciones subversivas durante el derrumbe del socialismo en Europa Oriental y más tarde en las denominadas revoluciones de colores y la Primavera Árabe. Actualmente es enaltecida en el discurso político de la derecha cubano- americana y por organizaciones terroristas de Miami.

Esta metodología es el componente principal del “Modelo para el cambio social” que propone este programa enemigo.

El mismo aboga por el fortalecimiento de un liderazgo y una estructura comunitaria a nivel de base, la sucesión de “pequeñas victorias” que incrementen la motivación y la participación de la comunidad y las presiones de abajo hacia arriba a favor de reformas socio económicas; según este programa esto haría posible nuevas presiones reformistas internacionales sobre el país y finalmente presuntas negociaciones con el gobierno a favor de reformas que incluirían la participación de la sociedad civil.

Pero el modelo de sociedad civil en Cuba que concibe el enemigo es contrario a la participación mayoritaria de organizaciones sociales, políticas y de masas inspiradas en un rumbo revolucionario que define el carácter de nuestro modelo socialista. Obviamente, el enemigo excluye también de este “modelo para el cambio social” a la guerra económica que ejecuta contra Cuba y a las millonarias asignaciones de la propia USAID y a la guerra mediática y de influencia subversiva que actúan permanentemente sobre el entorno social cubano.

Estas son precisamente sus palancas para tratar de forzar ese supuesto “cambio” y constituyen el principal arsenal subversivo para empujar al país a la desestabilización y el caos interno.

Un elemento novedoso de este programa subversivo es el trabajo dirigido contra “personas claves” dentro  la población a los que segmenta o divide no por su edad, nivel económico, cultural o  posición social sino por su supuesta “lealtad al régimen”.

Lo anterior introducía un nuevo criterio de selección del “potencial” en el país a trabajar por el enemigo, sin duda voluble y arbitrario, copiada según sus propias fuentes de las experiencias del movimiento de oposición serbio OTPOR en las denominadas revoluciones de colores, el que segmenta la población en cinco grupos.

Obviando cualquier análisis sobre la inconsecuencia de esta fórmula introducida en este programa de la USAID me limitaré simplemente a explicarla a los lectores.

El grupo 1 es considerado por el enemigo como el “activamente leal”.  Pero el énfasis principal de su trabajo futuro de influencia recaería sobre los ciudadanos a los que catalogaba supuestamente como “pasivamente leales” (grupo 2) y los llamados “neutrales” (grupo 3).

Entre los “pasivamente leales” el enemigo ubicaba a los “ciudadanos escépticos pero simpatizantes del régimen”. Entre los “neutrales” situaba caprichosamente a los cuentapropistas, agricultores pequeños y a los operadores del mercado negro, considerándolos como parte de la “ecuación para un cambio sociopolítico”.

Consideraban que el desafío fundamental de trabajar sobre estos dos grupos era psicosocial, para contrarrestar su apatía y desesperanza y lograr finalmente su deseo “a favor del cambio”.

El objetivo mediato de este programa era incorporar respectivamente los grupos 2 y 3 a las categorías de “desleales pasivos” (grupo 4) y “desleales activos” (grupo 5), convirtiendo según sus palabras, “lo latente en acción”, lo que significaba dotar esta acción de una naturaleza ofensiva y abiertamente contrarrevolucionaria.

Dentro de los “desleales pasivos” el enemigo catalogaba por igual a personas religiosas católicas, jóvenes des-socializados y blogueros en las redes a los que consideraba cada vez más confrontacionales, así como a los ciudadanos de la “cultura subterránea que negocian espacios para la libre expresión”.

Entre los “desleales activos” incluía a los elementos contrarrevolucionarios, los que evaluaba como “carentes de estrategia, coordinación y mensajes tangibles, desconectados del ciudadano promedio, que habían perdido estatura y relevancia internacional, aunque mantenían cualidades como el coraje y poder de permanencia”.

Al margen de la superficialidad o incongruencia de semejante segmentación,  el enemigo aspiraba en esencia a empujar a supuestos ciudadanos pasivos a “un proceso de cambio de régimen”. Para ello promovió un diseño metodológico  dirigido a identificarlos, ganar su confianza, estimularlos a la acción con metas y agendas para el cambio, desarrollarle habilidades de liderazgo, estructurarlos, apoyar sus acciones y conformarlos en redes ciudadanas. Estos componentes mantienen su vigencia en la actuación del enemigo en estos momentos.

Entre los sectores sociales considerados como estratégicos, la USAID y su gobierno incluyeron en este programa a los estudiantes universitarios, la juventud y los que denominan “la contracultura”, los ciudadanos católicos de base, los pequeños agricultores, los afrocubanos, los cuentapropistas, la comunidad LGBT y las víctimas afectadas en esos momentos por un huracán en tres provincias, prioridades que aún mantienen.

Los logros del programa considerados por la USAID

El programa reconocía haber obtenido hasta esos momentos distintos “logros” en su administración e implementación dentro de Cuba lo que demostraba su carácter ilegal e injerencista. Al margen de una posible falsedad o exageración en los datos aportados en este informe, la USAID declaraba con desfachatez haber logrado asociar en estos planes a más de 30 ONGs de quince países latinoamericanos, establecer “relaciones de trabajo” con una red de más de cien jóvenes católicos, mantener relaciones de confianza con ciento veinte cuentapropistas y estudiantes de universidades de cuatro ciudades en el país.

Reconocía también una relación inicial con más de 120 jóvenes que constituían figuras de la “contracultura” y una posible relación futura con más de quinientos “beneficiarios” potenciales de otros sectores. Por último refirieron la “puesta en marcha de una iniciativa para establecer un centro de entrenamiento local para activistas sociales”, cuya existencia no fue posible determinar en esta investigación histórica.

Finalmente, el programa reconoció más de 47 donaciones aprobadas por su gobierno con una cifra superior a los $ 2,32 millones, con $ 1 millón de gastos ejecutados hasta ese momento. Admitió el acceso a una asistencia material que les permitió entregar directamente a sus “beneficiarios” captados unas 70 laptops, 40 celulares y 220 USBs y discos duros externos, así como la “presencia” del programa en seis provincias cubanas como Pinar del Río, La Habana, Villa Clara, Camagüey, Holguín y Santiago de Cuba, en una primera etapa.

La evaluación de los “logros” obtenidos hasta esos momentos reflejaba el optimismo de la USAID y su confianza de que en 2011 habrían alcanzado los objetivos planteados en aquel programa. Pero una vez más subestimaba a la Revolución cubana.

Los casos de Allan Gross y Zunzuneo tributaban a los objetivos del programa “Apoyo a la sociedad civil cubana”,

En momentos que se desplegaba con fuerza el programa analizado en este ensayo histórico el subcontratista norteamericano encubierto de la USAID Allan Gross había arribado al país en 2009 como empleado de la Development Alternative, Inc (DAI) introduciendo ilegalmente medios de infocomunicaciones con los que abasteció y entrenó a redes internas independientes para garantizar una futura interacción entre las pequeñas células creadas y el libre acceso satelital a Internet.

Se trataba de otro proyecto secreto de la USAID operado por un experto en tecnologías de comunicación que había laborado en más de cincuenta países. Según medios de prensa había elaborado sistemas satelitales de este carácter durante las intervenciones militares norteamericanas en Iraq y Afganistán. Alan Gross fue encarcelado y juzgado más tarde por los tribunales cubanos.

En la sentencia dictada por los tribunales quedaba probada su intención de crear condiciones para la difusión de informaciones distorsionadas de la realidad cubana y la promoción de acciones de desobediencia civil cuya fuente de información no pudiese ser detectada por las autoridades.

En esos momentos se desplegaba también otra peligrosa operación encubierta de la USAID conocida con el nombre de “Zunzuneo” que se desplazaba en el sector de las telecomunicaciones, la que promovió a modo de disfraz una gigantesca red social de mensajería para personas jóvenes con temáticas amenas y despolitizadas relacionadas con el arte, el deporte, la música u otras curiosidades. Zunzuneo” fue diseñada especialmente para Cuba por el enemigo a un costo millonario e instaló de forma encubierta una plataforma comunicacional horizontal entre teléfonos celulares de jóvenes usuarios cubanos ajenos a esta nueva patraña.

Por su trascendencia, esta investigación histórica brindará  al lector en el próximo ensayo la forma en que fue articulada internacionalmente esta operación a partir de documentos inéditos de la USAID y sus mercenarios a sueldo.

Muchos lectores coincidirán conmigo que los casos de Allan Gross y Zunzuneo fueron dos operaciones encubiertas dirigidas por la CIA y pagadas por la USAID a un costo millonario.

Fueron sin duda proyectos novedosos de alta tecnología organizados minuciosamente pero inspirados y puestos al servicio de la maldad y el odio hacia Cuba, en momentos que el acceso a Internet se iba desarrollando a pesar de los obstáculos del bloqueo económico estadounidense y que pretendían crear plataformas de mensajería grupal fortaleciendo una relación a todas luces inocente y despolitizada de jóvenes usuarios para crear la simiente de pequeños células dentro de la red social, fuera de todo control de nuestras autoridades.

Era parte también de un trabajo gradual, por etapas, diseñado desde un programa global y estratégico de la USAID buscando escalar en un futuro a la confrontación de mensajes con puntos de vista más confrontacionales, aprovechando cualquier coyuntura favorable para seguir abonando el terreno hacia el proyectado cambio de régimen.

Tras el fracaso de las operaciones de Allan Gross y Zunzuneo, la Radio y TV Martí anunciaron en 2013 la operación «Piramideo», con propósitos similares: crear una red social de “amigos” con fondos de la USAID y estructurar una nueva plataforma de mensajería contra Cuba.

Al año siguiente quedaría al descubierto también el programa «Commotion», pagado por el Gobierno de Estados Unidos, que proyectó fallidamente establecer ilegalmente una conexión inalámbrica WI-FI dentro de Cuba.

La falacia de una Primavera Cubana se derrumbó estrepitosamente.

Todos estos proyectos formaban parte de un vasto plan subversivo abarcador como el de “Apoyo a la sociedad civil cubana”, entre otros 479 programas,  que marcharon desde entonces hasta la actualidad contra Cuba con el beneplácito del Gobierno de Estados Unidos, mediante aportes monetarios calculados en ciento cuarenta y ocho millones, ciento veintiún mil, trescientos cincuenta dólares[1] ($148, 121,350).

No quiero terminar sin brindar nuevos elementos a nuestros lectores sobre la conducta sinuosa de la USAID en la aplicación de sus programas Democracia contra Cuba, las que realiza como agencia federal independiente bajo el control del Departamento de Estado estadounidense.

Los estrictos protocolos de seguridad que la USAID suministra a sus espías

Si alguien tuviera alguna duda sobre el carácter conspirativo de estos proyectos lo invito a leer fragmentos textuales de un protocolo de seguridad entregado por la institución CREA CR, precisamente una de las promotoras del programa USAID analizado, suministrado a sus emisarios que viajaban a Cuba en esos años.

El texto alude a algunos lineamientos de un “plan de emergencia” a seguir en caso de detención o interrogatorio del visitante —entiéndase subcontratista de la USAID— por las autoridades cubanas.

Podría resultar algo inusual en el mundo que una ONG extranjera instruya a un simple turista que visite un país para veranear cual debe ser el comportamiento que debe mantener en caso de ser detenido o interrogado por hechos de carácter político.

En la narrativa de estas indicaciones resalta el interés de la USAID de no divulgar dato alguno sobre la organización que lo envía, el contenido del programa o sus contrapartes, el objetivo de su viaje y mucho menos admitir contactos con “elementos contrarrevolucionarios o contrarias al gobierno” durante su estancia, todo lo cual evidencia el ambiente conspirativo de estas visitas a Cuba. Les ofrezco algunos fragmentos originales de estas orientaciones.

“Relato acerca de la razón de estar en Cuba

“[…] El interrogatorio puede ocurrir informalmente en la calle y ser llevado a la estación de policía o al centro de detención, en su cuarto de hotel o en el aeropuerto a su llegada o salida de Cuba.

Durante cualquier interrogatorio (o cualquier otra conversación sobre el tema), no mencione a CREA, el programa de CREA, ni a sus contrapartes en Cuba.

“Durante la detención o el interrogatorio, el procedimiento usual para operar de las autoridades cubanas es el de asustarle, confundirle y usar cualquier poder psicológico que pudieran utilizar en su contra.

“Su objetivo primordial durante el interrogatorio es mantener la calma, hacerlos entender que no van a conseguir nada con ese cuestionamiento y seguir manifestando que no comprende qué es lo que piensan que ha hecho mal.

“A pesar de que nunca hay certeza total, confíe en que las autoridades no intentan hacerle daño físico, sino asustarlo/a. Cometer daño físico a los extranjeros por parte de las autoridades es extremadamente raro. Recuerde que el gobierno cubano prefiere evitar malos reportajes de prensa en el exterior por lo que un extranjero golpeado no les conviene.

“Como regla general, un recurso que suele ser útil es continuar actuando como cualquier turista, hacerse el tonto y hacerse el/la que no comprende por qué se le está cuestionando.

“Aún si los que lo cuestionan insisten en que usted hizo algo malo o en que usted habló con alguien no grato para ellos, como regla general usted debe seguir haciéndose el/la que no entiende por qué hacen tanto lío.

“Nunca admita haber hecho algo malo, mucho menos si no tiene a un representante de su Embajada a su lado.

“Siempre tenga en mente que nada de lo que usted ha hecho durante su viaje es ilegal, de ninguna manera, en ninguna sociedad democrática y abierta. De esa manera, logrará mantener una apariencia calmada durante el interrogatorio.

“Si el interrogatorio se prolongara o se formalizara llevándole a una estación de policía, exija su derecho de contactar directamente a su Embajada. Continúe haciéndose el/la que no entiende cuál es el problema que tienen con usted.

“Habrá preguntas sobre las personas con las que se ha reunido, las razones por las cuales ha conversado o se ha reunido con personas específicas, el verdadero propósito de su viaje, sus objetivos al estar en Cuba, sus relaciones con organizaciones extranjeras que se oponen al gobierno cubano y temas similares.

“Durante el interrogatorio, recuerde siempre que a menudo esas personas no tienen detalles acerca de lo que usted ha hecho o haya dejado de hacer, aun cuando actúen como si estuvieran enterados de todo.

“Si se le preguntara sobre personas específicas con las que se hubiera reunido o con las que hubiera conversado, puede negar la reunión o puede reconocerla en caso de que no tuviera sentido negarlo en ese momento.

“Si decide admitir siempre explique que usted se ha reunido y conversado con docenas de personas y que es algo que siempre le gusta hacer con las personas del lugar al cual usted viaja. No es su intención hacerle daño a nadie y que usted no sabía que en Cuba hubiera personas con las que puede hablar y otras con las que no.

“Las autoridades cubanas utilizan la etiqueta ‘contrarrevolucionario’ libremente contra cualquier persona que no les sea grata. No admita haber tenido contactos con alguna persona ‘contrarrevolucionaria’ o que esté en contra del gobierno.

“Recuerde que sus reuniones han sido con actores de la sociedad civil y no con activistas políticos de ninguna índole. Cualquier contacto con individuos a quienes el gobierno considere problemáticos deberá explicarse como una casualidad o por curiosidad a causa de lo que ha leído en los periódicos”.

Sobran los comentarios.

Tomado de: Razones de Cuba

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El Sr. Jake Sullivan y una gran tradición americana

Jake Sullivan. Consejero de Seguridad Nacional por la administración del presidente Joe Biden.

Por José Ramón Cabañas @JoseRCabanas

El 7 de noviembre pasado el Asesor de Seguridad Nacional del Presidente de los Estados Unidos, Jake Sullivan, fue cuestionado en un programa de CNN, en relación con la demora por parte de su jefe para cumplir promesas de la campaña electoral, respecto a las relaciones con Cuba.

La respuesta literal de Sullivan fue que “sobre Cuba, las cosas cambiaron un poco este año. En julio vimos unas protestas sustanciales, las más significativas en mucho tiempo. Y vimos una brutal represión por parte del gobierno que continúa hasta el día de hoy, mientras se sigue dictando sentencia contra algunos de esos manifestantes”.

Estas palabras merecen algunos comentarios. El primero es que el nuevo gobierno no hizo absolutamente nada sobre lo anunciado en la campaña electoral entre enero, en que tomó posesión, y el mes de julio, cuando sucedió lo que él llama “protestas sustanciales”. Biden ni siquiera dejó sin vigor aquellas medidas de Trump que se implantaron violando todas las sacrosantas reglas de consultas interagenciales, que deben hacerse antes de dar un paso en política exterior.

No pudieron “rectificar” siquiera el acto ilegal de Mike Pompeo de reincorporar a Cuba en la lista de países que supuestamente patrocinan el terrorismo. Un acto que fue cometido con escalamiento, nocturnidad y alevosía.

Lo que sucedió en julio, que Sullivan considera como “significativo”, está directamente relacionado con algo que se llama bloqueo, que es genocida por naturaleza y que, en combinación letal con el desarrollo de la COVID19, hubiera hecho desaparecer del mapa a cualquier nación. Por mucho menos que eso Estados Unidos tuvo un 2020 de convulsiones sociales que estremecieron al país de un extremo a otro y el 6 de enero del 2021 se vivieron extremos en la vida de Washington DC, que aún están por comprenderse en su total magnitud.

El Sr Sullivan utilizó con toda intención (es parte del libreto) el adjetivo de “brutal”, para definir la forma en que las fuerzas del orden y el pueblo en general reaccionaron ante los hechos y trató de dar un sentido irreal de extensión en el tiempo de lo sucedido al decir “hasta el día de hoy”.

Llama la atención que este es el mismo funcionario que ha preparado las agendas del Presidente y el Secretario de Estado en visitas recientes de estos a países de la región latinoamericana que viven en un casi permanente estado de sitio o de excepción, donde hay desaparecidos, tumbas masivas y falsos positivos, donde se asesina a periodistas y líderes sociales, donde es difícil diferenciar los medios que utilizan las fuerzas policiales de los que usa el ejército, donde hay más corrupción que agua potable. Pero allí Sullivan se ha cuidado de recomendar el adjetivo “brutal”.

El Sr Sullivan, quizás sin proponérselo, ha hecho entrada triunfal en la larga lista de fabricantes de argumentos para dar cierto velo de justificación a la política de Estados Unidos contra Cuba. Hay que decir que es una vieja industria con productos notables, pero él ya tiene su lugar en una historia que comenzó 62 años atrás.

Cuando en abril de 1959 Fidel Castro salió de un encuentro personal con el entonces vicepresidente Richard Nixon ya su suerte estaba echada. El líder de la Revolución cubana había viajado a la capital estadounidense, no a buscar enemigos, sino a explicar por qué el pueblo cubano se había movilizado contra la tiranía de Fulgencio Batista. Pero al mandatario de la indiscutida potencia mundial le llamó la atención el fuerte sentido de dignidad del comandante guerrillero y sobre todo…que no le pedía absolutamente nada, ni becas, ni préstamos, ni reconocimiento. Nixon dejó escrito en su informe sobre la conversación que, de alguna manera, debían “deshacerse” de aquel dirigente tercermundista de nuevo tipo.

En realidad las intenciones de eliminar físicamente a Fidel eran anteriores a este encuentro y nunca se debatieron públicamente.

Pero con el surgimiento de un nuevo Estado cubano que predicaba ofrecer salud y educación para todos, que atacaba las diferencias y las manifestaciones racistas y que reestructuraba la pirámide de la propiedad y la distribución de las riquezas, el esquema de dominación panamericano que Estados Unidos había diseñado para el hemisferio occidental sintió un estremecimiento. Ser distinto en esta zona del planeta, salirse del diseño de Washington, era un crimen que tenía serias consecuencias.

Para demonizar a la Revolución cubana Estados Unidos utilizaría todas sus herramientas, tanto fuera para convencer a los propios cubanos de que el nuevo proceso era nocivo, como para crear rechazo entre los estadounidenses y otros gobiernos y pueblos del mundo.

Algún día uno o varios autores redactarán una documento preciso y ordenarán todas los argumentos fabricados por  las agencias federales estadounidenses para justificar acciones de enfrentamiento hacia Cuba, pero no sería un error mencionar entre uno de los primeros de aquellos el de las nacionalizaciones de empresas extranjeras radicadas en Cuba.

Era prácticamente imposible para la Revolución cubana cambiara el estado de cosas existente en el país sin redistribuir la riqueza que se generaba en la Isla, dominada por el latifundio y las transnacionales estadounidenses y de otras potencias. Más aún si desde aquellas empresas se comenzaba a conspirar y a atentar contra los cambios que se ponían en vigor.

El gobierno revolucionario, actuando desde la ley, previó esquemas de compensación para las empresas y países que eran objeto de las nacionalizaciones, que fueron cumplidos escrupulosamente, excepto para el caso de Estados Unidos, país que actuó contra los fondos (cuota azucarera) que generaría los ingresos que permitirían compensar.

La supuesta afectación a Estados Unidos por el proceso de nacionalizaciones en Cuba ha estado desde entonces formando parte del andamiaje de argumentos que se ha utilizado para justificar la política de bloqueo, pero es esencialmente fabricado. Su constante reiteración ha hecho incluso que una apreciable cantidad de cubanos emigrados hayan asumido dicha narrativa para justificar su propia decisión de abandonar el país. Si en el Sur de la Florida residieran efectivamente tantos ex propietarios de tierras y grandes negocios, Cuba sería del tamaño de Australia, o más.

En la medida en que Estados Unidos fue cerrando gradualmente las opciones económicas para Cuba y que esta fue buscando alternativas en otros destinos, entonces comenzaron a aparecer las condenas ideológicas que se cuestionaban el acercamiento a naciones “extracontinentales” como la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas y la República Popular China. Estas asociaciones son las que se citan expresamente en la directiva presidencial 3447 de John Kennedy para declarar el bloqueo a Cuba, el mismo que se mantiene en pie hasta hoy, a pesar de que la URSS se extinguió hace 30 años y de que China es el principal socio comercial de los Estados Unidos de América de las últimas dos décadas.

El miedo a la “influencia comunista” sirvió de impulso tanto a la operación Peter Pan, por la que emigraron 14 000 menores no acompañados a Estados Unidos;  hasta el proselitismo político y las acciones armadas de los “alzados” del Escambray y otras zonas montañosas de la Isla que cobraron la vida de más de 600 cubanos en los años 60 del siglo XX.

Después  de la derrota militar en Playa Girón y de la solución negociada de la Crisis de Octubre, la Casa Blanca puso todos sus esfuerzos en aislar a Cuba de los gobiernos de los países latinoamericanos y caribeños. Si bien la mayoría de ellos rompió las relaciones diplomáticas con La Habana, en sentido contrario se multiplicaron los vínculos con fuerzas políticas progresistas de toda la zona con la Revolución. Dirigentes y miembros de base de diversas organizaciones vinieron hasta la Isla para conocer cómo los pobres podrían labrar sus propios destinos en una versión tropical. Cada cual regresó a su lugar de origen con su propia de idea de cómo replicar la experiencia cubana según las características de su nación. A eso la Casa Blanca le llamó en su momento “exportación de la Revolución”, que tenía un matiz de algo ilegal para aquellos que estaban acostumbrados a la “imposición del capitalismo”.

Para los planeadores del Pentágono y la CIA, la Revolución Sandinista, las luchas populares en Guatemala, El Salvador, la victoria del movimiento Nueva Joya en Granada no se explicaban porque la gente se cansaba de ser explotada, o porque aspiraran a un mundo mejor, sino por “la maligna influencia cubana”.

Durante todos los años en que la “presencia militar cubana en África” fue el slogan del Departamento de Estado para tratar de aislar a Cuba, esa misma agencia no tuvo reparos para desarrollar la teoría del “compromiso constructivo” con las autoridades del Apartheid y mantener a Nelson Mandela en la lista de terroristas con acceso prohibido a la “tierra de los libres”. Cuando el líder sudafricano se convirtió para todo el mundo en un faro de libertad, Washington intentó cambiar el libreto e incluso le cuestionó las relaciones con La Habana. Aún le duele a algunos que la paz definitiva para la región del África Sudoccidental se firmó en el corazón de Manhattan con la presencia, entre otros, de los victoriosos representantes cubanos en traje de gala y con todas sus condecoraciones.

Cuando desaparecieron la Unión Soviética y el campo socialista se escuchó un “ahora sí” colectivo en inglés, pues desde Harvard hasta Oxford todos los estudios de prospectiva indicaban que Cuba no se podría mantener por sus propios pies. En lugar de tender puentes, Washington se dispuso (como ahora) a recrudecer el bloqueo, con la aprobación de la llamada Ley Torricelli.

Era obvio que la pérdida del 85% del comercio de exterior y una reducción del 35% en PIB en Cuba tenía que traer consigo alguna consecuencia social, que se expresó entre otras manifestaciones en el aumento del potencial migratorio cubano.

A la altura de 1995, cuando crecía el reconocimiento a Cuba por la heroicidad de resistir y vencer en condiciones únicas, comenzó a circular en el congreso estadounidense el borrador de lo que después se conocería como Ley Helms Burton. Sus patrocinadores encontraban cada vez más dificultades en convencer a otros de que Cuba era un “peligro”. Pero entonces vino la provocación del 24 de febrero de 1996 y el debate se extinguió, la atmosfera se enrareció y el tema cubano volvió a convertirse en tóxico.

A partir de 1998 comenzaron a soplar otros vientos en América Latina con el ascenso al poder de la Revolución Bolivariana, que continuaron con la elección a la presidencia de líderes como Rafael Correa, Nestor Kirchner, Luis Ignacio da Silva, Evo Morales, Daniel Ortega, Pepe Mujica, con la consolidación del CARICOM como ente de integración y finalmente con la extinción del Grupo de Río y creación de la CELAC.

La fábrica de argumentos de Washington tuvo por entonces sus problemitas de calidad en la producción de nuevas razones para aislar a Cuba, al extremo de que en el 2009 la OEA revirtió el acuerdo por el cual suspendía los derechos de la Isla. Es decir el panamericanismo reconocía un error de más de 40 años de antigüedad

La historia más reciente es  más conocida. Pero vale la pena destacar que aún bajo las condiciones de la presidencia de Barack Obama se fabricaron razones para postergar los cambios en la relación con Cuba. Durante cinco años el nombre de un “contratista” de la USAID que vino a la Isla a ayudar a subvertir el orden interno con dinero federal se convirtió en titulares y en un valladar para el acercamiento bilateral, que se desvaneció simplemente cuando se manifestó la voluntad política para avanzar. Y esa sería una de las grandes lecciones del momento: cuando desde lo más alto del poder ejecutivo estadounidense existe la disposición para dar pasos en la política exterior (en un sentido o en otro) los argumentos que hasta entonces se esgrimían para no hacerlo pasan a un segundo plano y la fábrica de excusas cesa su producción.

Con la regresión simbolizada por la marca Trump volvimos al estado de cosas que conocemos mejor. Pero es aún útil escarbar en dos de los más publicados argumentos para atacar a Cuba, antes del aporte de Sullivan.

Coincidiendo justo con la  elección del magnate (más pretensión que realidad) inmobiliario, que tendría la misión de destruir todo lo que tuviera la firma del primer presidente afro descendiente de Estados Unidos, un oficial encubierto de la CIA en La Habana reportó desde su cama unos síntomas de salud que rápidamente saltaron a otros oficiales de similar origen. A las pocas semanas los directivos del Departamento de Estado incorporaron el término “ataques sónicos” a su jerga diaria, hasta que fue “filtrado” a la prensa a mediados del 2017. La narración, sin aporte de ninguna evidencia, tuvo un desarrollo exponencial, causando la envidia de series televisivas como “Juego de Tronos” y desviando la atención de cónclaves que se dedican al estudio riguroso de los OVNIs.

A pesar de todas las contradicciones en la dramaturgia y en el libreto, los síntomas que primero se generaron supuestamente por el uso de sonidos y después por microondas, dieron cuerpo a un política que no solo congeló las acciones y la cooperación en un sin número de áreas en la relación bilateral con Cuba, sino que fueron la base para justificar una buena parte de las 243 medidas de reforzamiento del bloqueo que implantaron desde el Ejecutivo contra Cuba.

Con la misma velocidad que llegó John Bolton a la silla (esperemos que no sea la misma) que ocupa hoy Sullivan, a finales del 2018, apareció otro esqueleto en el baúl de los argumentos contra Cuba. De la noche a la mañana se reportaba la “presencia de 20 mil efectivos militares cubanos en Venezuela”. En momentos en que Bolton y otro personaje venido del más allá (Elliott Abrams) tenían que explicar ante sus jefes y ante el público que el gobierno del Presidente Nicolás Maduro permanecía en el poder a pesar de las guarimbas, el robo de fondos, los atentados contra su vida y otros planes maquiavélicos, había que echar mano de un patronímico que había sido demonizado durante años ante un público que estaba dispuesto a creer tal “razón”. Los “cubanos estaban detrás de todo lo que se mueve en Caracas”, no importaba la férrea resistencia del pueblo venezolano, ni la capacidad de sus dirigentes.

Pero en honor a la verdad hay que reconocer al equipo de Biden que si bien ha asumido con cierta reserva y sin saber cómo manejar el asunto de “los incidentes de salud (ahora) no identificados”, no se han atrevido a volver sobre la historia de los “20 000 militares cubanos en Venezuela”, mientras conspiran alrededor de la aún posible negociación entre el gobierno y la oposición (organizada o no) venezolana.

Este es un resumen muy aprisa sobre la gran tradición americana a la que se acaba de sumar Sullivan por la puerta ancha. En la época de las etiquetas, los seguidores y los likes, se requiere de mucha menos capacidad intelectual para inventar pretextos y articular campañas, de hecho hay algunos que lo hacen solo con dos pulgares, un grupo de crédulos y contando con buenas relaciones en las directivas de las plataformas digitales.

No obstante, la experiencia prevalece: mientras más pretextos, menos voluntad política… y también viceversa.

Tomado de: Centro de Investigaciones de Política Internacional

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A propósito del 15N en Cuba: ¿y cuáles son nuestras matrices de opinión?

Por Pedro Santander Molina

¿Quién en Cuba, Venezuela, Bolivia o Nicaragua no ha escuchado hablar de las “matrices de opinión”? Esas que se montan a través de los medios de comunicación y las redes sociales en laboratorios del enemigo y atacan los procesos sociales transformadores. ¿No es acaso bastante común en los análisis de la plaza, en las columnas de opinión, en las denuncias públicas y discusiones políticas comentar y denunciar “matrices de opinión” que se montan contra los gobiernos y pueblos de estos países? Sin duda que así es.

Pero —sobre todo después del 15N en Cuba— creo necesario formular un par de preguntas. En primer lugar, ¿qué es una matriz de opinión? ¿A qué nos referimos cuando usamos ese sintagma? La primera vez que leí una definición que denota un esfuerzo interesante e intelectualmente creativo para plantear una definición fue en Granma. La propone la sicóloga cubana Karima Oliva, dice ella: “Una matriz de opinión es una representación parcial de la realidad de impronta ideológica que responde a los intereses de determinado grupo de poder y se fabrica con la intención de producir o mantener la hegemonía y dominar la opinión pública respecto a un tema. Las matrices de opinión intentan crear condiciones subjetivas favorables para intervenir o administrar los procesos políticos. Se gestionan tomando en cuenta las características de los públicos a los que van destinadas.”

Esta propuesta contribuye a llenar un vacío definicional que tenemos en el campo revolucionario respecto de un concepto que usamos a cada rato, respecto del cual siempre estamos alertando (“ojo, que nos están montando una matriz de opinión”), en relación al cual actuamos (“epa, hay que combatir esa matriz”), etc. La definición de Oliva le da una característica ideológica y operativa a las matrices de opinión, también una dirección (los públicos) y un propósito (intervenir en procesos políticos”).

Sin embargo, queda una duda que se acrecienta con los recientes acontecimientos en torno al 15 N en Cuba. ¿Sólo quienes adversan los procesos revolucionarios construyen y ponen en circulación matrices de opinión? ¿Sólo la clase dominante tiene la capacidad de construir matrices? ¿Sólo quienes controlan los medios de producción mundial de comunicación pueden posicionarse en el polo de la producción de las matrices? Si así fuera, entonces en el campo revolucionario solo nos limitaríamos a detectar y denunciar las del enemigo, y eso sería todo.

En ese sentido, para no estar condenado aquello, vale la pena realizar en serio un viraje metodológico en relación con una actitud tan propia de nuestra práctica política de lucha y resistencia: estar siempre hablando del enemigo y de lo que éste nos hace.

Claramente en torno al llamado contrarrevolucionario del 15N se desplegó toda una batalla en el plano semio-comunicacional. Éste incluyó las redes sociales (tendencias, fake news, bots, actividad orgánica, guerra de etiquetas, etc.), los medios mundiales (antes que ocurriera esa marcha que nunca ocurrió ya era titular en CNN; el País, EFE, etc.), los medios nacionales (que, por ejemplo, informaron acerca de la relación del principal convocante a la marcha con el terrorismo de Miami), pero también el boca a boca, la comunicación directa, el rumor, etc. Sin duda, nuestra militancia ha observado con atención lo que el enemigo en esta fase aguda de ataque comunicacional hizo en el plano de las matrices de opinión contra Cuba.

Y por estos días ¿qué pasó con nosotros/as? ¿Construimos matrices?, si es así, ¿cuáles? ¿cómo se construyeron, cuáles fueron sus canales de circulación principales, cómo se instalaron en la opinión pública, qué formatos se mostraron como los más efectivos para el campo revolucionario, que programas o iniciativas comunicacionales, qué voceros/as lograron darle voz a esas matrices, etc.?

No tengo las respuestas claras, sí la necesidad de advertir acerca de la urgencia de observar, analizar y aprender de nuestras propias experiencias exitosas. La del 15N sin duda lo fue.

Pudimos observar que hay tropa digital revolucionaria, que se activó orgánica y activamente por esos días y en modo multiplataforma. Se apreció una incipiente respuesta sistémica entre mundo digital y el analógico, entre medios tradicionales, digitales y vocerías para enfrentar una batalla como la que se avecinaba. Vimos fuerza comunicacional propia, a pesar de la asimetría. Vimos intuición y asertividad operativa, vimos, en el marco de un escenario asimétrico, la importancia de apostar a variables cualitativas más que a las cuantitativas. Un ejemplo aparentemente nimio al respecto: a las fake news, a las granjas de bots del imperialismo, a los beneficios algorítmicos de los que disfrutan los voceros peteyankees y a su actividad inorgánica y monetariamente inflada, nuestra tropa respondió con artillería de memes que convocaron tanta genialidad humorística y provocaron tanta carcajada auténtica que ya algunos están pidiendo nombrar el 15N como el Día Nacional del Meme en Cuba.

Algún intelectual de rostro grave me podría reprochar candidez en el ejemplo, “qué ingenuidad política” me diría este hombre serio, “meter los memes en la lucha revolucionaria… qué banal”. Para responder sólo basta recordar la importancia del humor político en nuestra tradición que hoy, sin duda, se manifiesta en el formato “meme”, que, además, es el formato más dado a la viralización y que conecta con una amplia audiencia juvenil, esa que descree de los rostros adustos. También agregar lo importante que es la risa y, más aún, burlarse del enemigo y reírse de éste en momentos clave, como una batalla ganada que tenía día y hora fijada por el adversario, y eso, además, en un período en que el desaliento es la macro-matriz del imperialismo para desmoralizarnos y socavarnos por dentro.

Volvimos a las matrices. Y me atrevo a afirmar que el imperialismo tiene bien definida una macro-estrategia: provocar el desaliento permanente de las fuerzas revolucionarias. Desde ahí emanan, semio-comunicacionalmente hablando- un sinnúmero de matrices de opinión que la sustentan, la nutren, y en su despliegue nos hacen daño y afectan la correlación de fuerza.

Es el momento de la contraofensiva comunicacional después del fiasco mayamero del 15 N, pero ¿con qué matrices de opinión? Analicemos nuestra fuerza y triunfos, y sabremos responder a esa pregunta. Y sabiendo responder a esa pregunta, sabremos dar mejor contiendo en la batalla comunicacional.

Pedro Santander Molina es Doctor en Lingüística y profesor de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso, donde preside su Capítulo Académico. Integra el movimiento Mueve América Latina.

Tomado de: Cubaperiodistas

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Cuba, el país del que se informa de unas protestas que nunca existieron

Foto El artemiseño

Por Pascual Serrano @pascual_serrano

Desde más de un mes antes, desde Estados Unidos anunciaban para el lunes 15 de noviembre protestas en Cuba para promover «el cambio político» en la isla. Los medios extranjeros informaron con fruición de la jornada de movilizaciones para acabar reconociendo que, sin necesidad de violencia policial alguna, no se produjo ni una sola manifestación.

Con la pandemia de COVID, en muchos países la gente se manifestó contra el Gobierno porque les limitaba las libertades o porque consideraban que los contagios se estaban disparando sin que el Gobierno tomara las medidas necesarias.

En Cuba se convocó una jornada de protestas precisamente el 15 de noviembre, el día en que se terminan muchas restricciones, se inician las clases en los colegios y se abren sus fronteras porque las cifras de contagios habían mejorado. Gracias a la vacunación masiva la situación sanitaria está controlada.

Cobertura antes de la noticia

En cuanto a la cobertura periodística, mientras lo habitual es que los medios informen al día siguiente de las movilizaciones, de la respuesta del Gobierno, hagan las valoraciones desde los diferentes sectores, etc. En cambio, en el caso de Cuba la noticia de que iba a tener lugar una protesta empezó en los medios los días anteriores.

«Sacudir una isla: las claves de la marcha por el cambio en Cuba», titulaba el diario El País el día anterior. «‘Tenemos que sacudir las cosas’: los jóvenes en Cuba podrían desencadenar una jornada de protestas.

Una nueva generación de disidentes, que emplea internet para difundir sus ideas, convocó a una manifestación para el 15 de noviembre, un movimiento audaz con pocos precedentes en la isla», titulaba y subtitulaba en The New York Times también el día anterior.

«ABC de las protestas del 15 de noviembre en Cuba» afirmaba el día 14 la CNN, incluso una semana antes, el 7 de noviembre, ya calentaban motores: «Estas son las razones por las que cubanos protestarán este 15 de noviembre». «Los jóvenes, una generación asfixiada que busca el cambio en la Cuba comunista», titulaban el día 11.

Convocar en lugar de informar

Cuando en algunos momentos de mi profesión he tenido que ayudar en los servicios de comunicación de algún movimiento social, sabíamos que lograr que los medios difundieran el resultado de una movilización era algo muy bueno porque significaba que la gente podía conocer lo que se reclamaba, pero todavía era mejor si lo difundían antes porque, además, estaban ayudando a convocar a la gente a unirse.

Sin duda era este el objetivo de los medios ante la convocatoria de protesta cubana, lo curioso es que estuvieron informando de unas protestas que nunca se produjeron.

Resulta impactante el caso de CNN que llevaba días con el siguiente titular y enlace en su portal: «Minuto a minuto: protestas en Cuba contra el Gobierno», y cuando pasó el día 15, en ese mismo enlace llevaba a un texto de apenas seis párrafos uno de los cuales decía «El equipo de CNN en La Habana condujo por la ciudad el 15 de noviembre, informando una fuerte presencia policial y reportando que no hubo protestas durante el día».

Pero veamos cuál era la convocatoria para el día 15. Se denominaba Marcha cívica por el cambio y la convocaba una plataforma recién creada que se hace llamar Archipiélago y que, según uno de sus fundadores, Leonardo Fernández Otaño, quieren “caminar hacia una transición democrática en Cuba”, pero cuyo único dato para valorar su apoyo son los 33.000 miembros que tiene su páginas de Facebook en todo el mundo.

La idea, parece evidente, era resucitar las movilizaciones del 11 de julio cuando algunos cubanos salieron a la calle en protesta por las dificultades económicas consecuencia de las restricciones económicas de la pandemia. La convocatoria primero fue anunciada para el día 20 de noviembre y después cambiaron al 15. Consistiría en una manifestación a las tres de la tarde. Después, uno de sus líderes dijo que se manifestaría él solo el día 14 «en representación de todos los ciudadanos a los que el régimen ha privado de su derecho a manifestarse».

Finalmente, el plan quedó en que saldrían a la calle sin desfilar por ninguna ruta concreta pero vistiendo de blanco y llevando flores para depositarlas ante las estatuas y próceres de la patria.

Como hemos comenzado señalando, al final ni salieron a manifestarse, ni los cubanos se vistieron de blanco como símbolo de protesta ni pasó nada, ni el 14, ni el 15 ni el 16 de noviembre. La principal manifestación fue en Miami, donde parece que quieren decidir el futuro de Cuba.

Una de las razones con la que se intenta justificar la falta de apoyo del pueblo de Cuba a las protestas contra la revolución, es que había mucha presencia policial y se detuvo a los líderes o se les asedió en sus casas sin permitirles salir.

La CNN fue el único medio que dio datos de detenciones recurriendo a una «organización independiente de derechos humanos», con sede en La Habana. Señalaron que se «arrestó a 11 personas, mientras que agentes y simpatizantes del Gobierno ‘sitiaron’ a otras 50 dentro de sus casas para evitar que las protestas de la oposición planificadas se llevaran a cabo el lunes». O sea, que desactivando a sesenta personas se desinflan todas las manifestaciones, homenajes florales y hasta dejaron de vestirse de blanco como se invitaba desde la oposición.

El periodista cubano Iroel Sánchez ironizó incluso con el liderazgo de algunos de los promotores:

La periodista Rosa Miriam Elizalde, premio nacional de Periodismo José Martí en 2021, ha detallado en el periódico mexicano La Jornada cómo se ha ido gestando esta movilización.

El 20 de septiembre comenzaron a llegar cartas a ocho Gobiernos municipales o provinciales de Cuba, en las que se anunciaba la celebración de marchas pacíficas, no se trataba de petición de autorización como se hace en cualquier país, sino la notificación de que lo harían y el reclamo de protección de las autoridades.

Los firmantes eran un pequeño grupo de personas sin representación de ningún colectivo y su reivindicación era un cambio de sistema, sin más detalles. Es por ello que no fueron autorizadas. Sin embargo, desde Florida, Estados Unidos, anunciaban que habría manifestaciones en un centenar de ciudades.

El papel de Estados Unidos detrás de las convocatorias se muestra en el dato de que desde aquel 20 de septiembre hasta el miércoles 10 de noviembre «se habían producido 29 intervenciones públicas desde Washington o Florida con todo tipo de demandas y amenazas a las autoridades de la isla. El vocero del Departamento de Estado, Ned Price, ha explicado con pelos y señales las supuestas causas, objetivos, contenidos y demandas que tendría la marcha.

El senador Marco Rubio celebró la operación en menos de 24 horas de circular la noticia, mientras un par de asesores principales de Biden han amenazado con más sanciones al Gobierno de La Habana».

Y, como sucede siempre, el dinero que no falte. En septiembre de 2021, el Gobierno Demócrata entregó casi siete millones de dólares a 12 organizaciones que publicitan a diario la marcha cívica por el cambio en Cuba, lo que recuerda el habitual modus operandi de las revoluciones de colores exportadas por occidente en la Europa del Este.

Elizalde también recuerda que «el grupo privado de Facebook que aparece como organizador de la marcha es cualquier cosa menos moderado». «De cada 10 publicaciones, ocho recurren a la violencia simbólica y a la descalificación política de quienes defienden el proyecto socialista o celebran algún éxito social en Cuba.

El debate en estos espacios no es para modificar opiniones, sino para agitar prejuicios, instalar el odio entre los cubanos como fuente excluyente de legitimidad de un Gobierno que ha conducido al país en condiciones muy difíciles», señala la periodista.

Nadie duda de las dificultades que han tenido que enfrentar los cubanos en los últimos meses, donde han confluido el cierre de fronteras por la pandemia, con la grave afectación al turismo y pérdida de ingresos para muchos de ellos, junto con las más de 243 medidas adicionales de bloqueo impuestas por Trump que no han sido modificadas por Biden.

El propio Gobierno cubano reconoce los problemas de desabastecimiento e inflación, pero precisamente el 15 de noviembre era una fecha de alegría y optimismo para los cubanos. Ese día se abrían las fronteras, llegaban los vuelos y con ellos los encuentros familiares y los turistas; los niños y jóvenes se incorporaban a las aulas y las perspectivas de mejora de la economía eran evidentes.

En cuanto al control de la pandemia, los datos son los mejores de todo el continente y de gran parte del mundo. Según las cifras manejadas por la Universidad Johns Hopkins, la incidencia a fecha del 15 de noviembre es de 56,77 contagios por cada 10.000 habitantes. España, con una de las mejores cifras de Europa se encuentra en 82. Y en cuanto a la mortalidad, los datos del Ministerio de Salud Pública de Cuba son de 0,86% frente al 2,01% en el mundo y 2,44% en el continente americano.

Estos datos han sido posibles gracias, entre otras razones, al éxito de su campaña de vacunación con vacunas propias. Cuba ha sido el primer país del mundo en comenzar a vacunar a los niños mayores de dos años. A fecha 10 de noviembre, 7,9 millones de cubanos han sido totalmente vacunados, lo que representa el 71,2% de la población, mientras que un 88,7% cuenta con al menos una dosis.

No deja de resultar paradójico que se informe más de unas protestas que nunca existieron en Cuba que de los cientos de muertos en motines carcelarios en Ecuador y su presidente esté implicado en los papeles de Pandora junto con el de Chile, de los cientos de líderes sociales asesinados en 2021 en Colombia o del millón y medio de familias que sufren apagones de luz tras la privatización de su servicio en Puerto Rico.

Tomado de: Razones de Cuba

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Cuba en dos planetas

Foto CNN en español

Por José Ramón Cabañas @JoseRCabanas

La internet surgió a finales de la década de los años 60 del siglo XX como un proyecto militar estadounidense, respondiendo a la necesidad de trasladar gran cantidad de información de un punto a otro distante en breve tiempo, en caso de que se produjera un conflicto armado.

Como ha sucedido con otras muchas creaciones de ese origen, al poco tiempo internet pasó a tener un uso comercial público y comenzó a llenarse de información y soluciones prácticas para problemas diversos, a pesar de que desde bien temprano se replicaron en ella las mismas desigualdades del mundo real.

Un pequeño grupo de empresas establecidas en el primer mundo desarrollaron la infraestructura de equipamiento de internet, la interconexión entre las partes, tanto como la programación que sustenta ya una inmensa cantidad de servicios en línea. Poco a poco fueron sumándose empresas e instituciones de diversas regiones, pero ninguna hasta hoy controla gran parte del flujo que transita por ese soporte, responsabilidad que sigue retenida en las pioneras.

Cuba, que había sido capaz de construir computadoras propias desde finales de los años 70 del pasado siglo, solo se asomó a esa ventana de oportunidades que ofrecía internet a mediados de la década de los noventa, debido,  entre otros factores, a las grandes limitaciones técnicas y de recursos impuestas por las restricciones desde Estados Unidos. También existía una buena carga de suspicacia ante una herramienta que no se conocía cómo funcionaba y por los riesgos de seguridad que podía traer consigo.

Sin embargo, Fidel Castro desde 1999 tuvo una visión plena de las potencialidades de internet para un país como Cuba y comentó que “parecía hecha para nosotros” por las posibilidades que brindaba para llegar con nuestro mensaje a muchos destinatarios con pocos recursos. Existía, no obstante, otro importante obstáculo que él también avizoró y para el que ofreció una creativa solución.

La sociedad cubana no debía ser una simple consumidora del ingenio, un visitante, un actor pasivo. Había que crear los recursos humanos para asumir el reto, a pesar de las limitaciones en equipamiento había que instruir a los más jóvenes de forma masiva. Fueron los años del despliegue de los clubes de computación en muchos municipios cubanos y del surgimiento, aunque ya existían varias facultades universitarias dedicadas al tema, de la espectacular Universidad de Ciencias Informáticas (UCI), la cual hoy aloja un parque tecnológico en sus entrañas.

El Ministerio de Comunicaciones en Cuba vio transformarse su nombre a Ministerio de la  Informática y las Comunicaciones, como un indicador de la importancia estratégica que se le daba a la materia. En su organigrama apareció una estructura denominada Informatización de la Sociedad.

A pesar de ello continuaron las limitaciones técnicas, materiales y de financiamiento para avanzar en la forma deseada, pero también en el debate interno entre cubanos siguieron surgiendo dudas respecto a la seguridad nacional y no se observaba con claridad el impacto que tendría, al menos el establecimiento de una red doméstica, para la economía cubana.

Debe recordarse que durante mucho tiempo el acceso de Cuba a la llamada red de redes fue por vía satelital, lo cual imponía serias limitaciones a la magnitud de los flujos de información y creaba ciertas dudas sobre su sostenibilidad.

Es decir, por un largo período para la mayoría de los cubanos internet era algo inaccesible y básicamente un instrumento de trabajo para aquellas instituciones que podían garantizar la conexión a sus funcionarios y trabajadores. Era un mundo paralelo que se podía visitar o no.

Aun así, un grupo de cubanos ingeniosos, emprendedores si se quiere usar el término, fue capaz de crear un proyecto tan único como Infomed, que enlazó a todas las instituciones del sistema nacional de salud y a su personal, con el objetivo de compartir fuentes de información, hacer el conocimiento de la especialidad asequible a todos, llegando a ser el soporte pionero de la cirugía a distancia en Cuba. Por su visión estratégica, todavía hoy Infomed sigue siendo un producto de referencia en el mundo.

Más adelante otro grupo ingenioso trabajó duramente y armó Ecured, lo que algunos llaman la Wikipedia cubana, que en realidad deberíamos consultar y promover mucho más de lo que hacemos hoy.

Mientras esto sucedía, tuvo lugar la gran transformación de la telefonía a nivel técnico con el surgimiento de los celulares y poco después se produjo el matrimonio entre internet y los teléfonos portátiles. Pero Cuba estaba detrás en ambos desarrollos, si bien ya era capaz de dar por sí misma algunos pasos en programación. Se fueron creando empresas para automatizar procesos y digitalizar soluciones puntuales nacionales.

Con más planes en este sector que medios para ejecutarlos, Cuba enfrentó el reto a inicios de la segunda década de este siglo de regularizar los servicios con empresas estadounidenses en telefonía, que rápidamente fueron pasando de voz a datos. Toda la prioridad de Estados Unidos en este campo radicaba en buscar avenidas de influencia en la sociedad cubana, más que proveerla de fortalezas tecnológicas que pudiera utilizar en su economía. La sombra del bloqueo estaba por todas partes. Y aquellos caminos se siguieron construyendo hasta el día de hoy.

En un espacio muy corto de tiempo una apreciable mayoría de cubanos pasó de usar líneas fijas y cabinas telefónicas a tener el mundo (o su representación) en el bolsillo. El soporte de todo ese desarrollo se construyó de manera imperfecta quizás, pero soberana, con un absoluto control técnico, aunque no de contenido.

Este proceso tuvo lugar en un país con altos niveles de educación y con una cultura centenaria de tratar de conocer lo que hace y se produce en el exterior para transformarlo, reproducirlo y adaptarlo a sus necesidades.

De una manera vertiginosa, comenzamos a consumir símbolos, modas y hasta estados de ánimo sin ser capaces de generar y subir nuestros propios contenidos. Al apreciar el desequilibrio algunos expertos del patio de forma bien intencionada hablaron de crear muros de contención, limitar servicios. Para muchos instalarse en internet y, particularmente en las plataformas que multiplican el contacto interpersonal, se concibe solo en términos de dar una batalla, enfrentar a otros, ripostar, entrar y salir.

Sin embargo, en esta coyuntura debemos reflexionar sobre algo que parece obvio, pero que no hemos interiorizado en toda su extensión y, aún más, no hemos convertido en soporte de toda nuestra acción futura: la humanidad vive en dos mundos gemelos, el real y el virtual. Si estás solo en el real vives al 50%.

Y esta simple verdad tiene una implicación enorme, casi de supervivencia, para todas las relaciones de Cuba con el mundo, sean oficiales diplomáticas, científicas, deportivas, culturales, económicas. Quien no garantice su presencia en el mundo virtual literalmente no existe, ni en el plano nacional, y mucho menos en el internacional.

La anterior no es una afirmación que merezca reconocimiento, sino comprensión. En la Cuba de hoy desde el Estado y el gobierno se insiste en la necesidad de que todas nuestras instituciones y el personal que forma parte de ellas tengan una presencia en internet. Pero no se logrará si se aprecia como una tarea o indicación. Sólo llegaremos a ese punto si entendemos que todos y cada uno debemos estar o ser allí, para cumplir las funciones más altas, pero también para hacer nuestro trabajo y hasta para garantizar la manutención de la familia.

Es un paso muy significativo en esa dirección la transformación del Instituto Cubano de Radio y Televisión en Instituto de Información y Comunicación Social. Empieza un largo camino para lograr, entre otros objetivos, que absolutamente toda la prensa cubana tenga presencia en el mundo digital de manera eficiente. Lo que quiere decir que los contenidos que se producen, y hay muchos de muy alta calidad, estén disponibles de inmediato en esos soportes, sean de fácil acceso y eventualmente se traduzcan a otros idiomas.

Lógicamente tendremos mucho más éxito si también comprendemos a escala de toda la sociedad que la comunicación es una ciencia y que los comunicadores y los responsables de esa actividad en cada célula de nuestro país requieren entrenamiento y calificación. Otra clave será percatarnos de que hay una labor política a realizar en el ciberespacio, pero esta no sustituirá nunca, más bien complementa, la que se hace a pie, en el barrio, mirando a los ojos.

Hace mucho tiempo que no existen dos públicos (nacional e internacional) y hace menos que multitud extranjeros y cubanos residentes en el exterior nos leen o nos ven en primera instancia en nuestros propios medios. Se puede hacer un cálculo muy simple: en la misma medida en que seamos capaces de presentarnos de forma atractiva ante el mundo y con los códigos adecuados, que son muchos y diversos según cada segmento de público, menos probabilidades habrá de que las campañas enemigas cumplan su objetivo.

Es casi el mismo reto de la guerrilla mambisa contra el ejército colonial español, pero sí se puede, hay caminos y brechas como entonces, pero sobre todo motivación. Daremos un salto enorme el día en que cada cubano, de cualquier edad, de cualquier extracción social, en cualquier parte de la isla comprenda que ella o él también pueden ayudar en la proyección exterior del país. Y como se supondrá, algunos observadores externos darán más crédito a lo que diga un cubano a la orilla de un río, que lo exprese un funcionario desde su buró.

Y nuevamente un pequeño detalle. Nadie debe esperar que ello suceda por generación espontánea, aún para los que cuentan con los medios técnicos para navegar por internet. Hay que instruir, que es mucho más complicado que un jefe le diga a un subordinado que se abra una cuenta en las redes sociales y empiece a poner contenido.

Entre otras cosas porque un navegante en internet sin preparación va dejando más datos suyos, de su entorno, amigos, círculo laboral y otros temas que la información que recolecta.

Además, cualquier aficionado a Facebook, Twitter, Instagram, Flickr y otros espacios podrá explicar que cada plataforma tiene su secreto, su forma de hacer. Aún más, ya se produce una migración masiva de esos soportes globales a otros más segmentados en los que las personas encuentran identidad ideológica o cultural. De estos últimos como sociedad sabemos menos, pero es un proceso que está en marcha en todas partes, incluida Cuba. Solo si los padres navegan sabrán a donde salieron a jugar virtualmente sus hijos, cuál es el amor remoto que tienen en otro continente, o el libro que leen en un idioma distinto.

El mundo virtual, es un animal en transformación constante y las verdades tecnológicas de hoy no lo serán mañana. Es un mundo al que hay que acudir con chaleco antibalas, sin ingenuidades. Si se va listo a consumir, también se debe acudir con deseos de aportar o vender.

Para los más jóvenes quizás lo más difícil sea comprender que el mundo virtual no debe ser el 70 o el 80% de sus vidas, porque siguen siendo seres sociales y dependen de una relación física con el entorno. Todos debemos desarrollar una capacidad crítica, responsable sobre lo que leemos y lo que ponemos a un lado, lo que consideramos importante y lo que no; razonar contracorriente a las teclas de los retuits y los likes, que no son índices reales de conocimiento, importancia o magnitud. A los de más edad habrá que invitarlos a que dediquen algo más del 10% de su tiempo a la virtualidad.

Ni qué decir de lo que significa potencialmente aún internet para nuestra economía. Quedaron atrás las reuniones para presentar un producto, los brochures y las memorias externas (algunos dirán “y los discos compactos”). Hoy las gestiones para la venta de un tornillo o de un  submarino comienzan con www. Para ser justos hay que decir que las playas de Cuba, el amor de su gente, su dulce música, el sabor del ron y muchas otras cosas no van por ahí, pero también pueden utilizar dichos resortes y lo hacen en muchos casos.

Cuba ha construido ya sus propios paradigmas. Está por calcularse la cantidad de combustible que ha ahorrado al país la aplicación Transfermóvil para los pagos a distancia, además de alegrarles la vida a los cubanos. ¿Qué sucedería si absolutamente todos los procesos de servicios a la población estuvieran automatizados? Pues mejor economía y más alegría.

Hagámonos el propósito de vivir en ambos mundos, sin que alguien lo tenga que orientar o indicar, creemos los mecanismos para alfabetizar a los novatos y actualizar a los entendidos. Internet parece creado para los cubanos, es verdad Comandante.

Tomado de: Centro de Investigación de Política Internacional

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