Con Cuba

No hay nada desconectado cuando se hace política

Foto de Cuba tomada desde un satélite

Por Juan Valdés Paz

Después de una ardua batalla —porque yo tengo mujer médico e hija médico—, después de una ardua batalla y de la promesa de que no me iba a quitar el nasobuco, no iba a tocar algo, me iba a echar un líquido para lavarme las manos cada hora… después de todo eso, por fin salí. Lo que te quiero decir [Joel Suárez] es que me has dado la coartada para salir. No te puedes imaginar. Y cómo ocurre el cuento: yo me enfermé antes del coronavirus, vino el coronavirus después; entonces, ahora tengo algo de vulnerabilidad, pero no tanto, la gente te ama tanto que ya tú no puedes ni contigo mismo…

Tú me habías explicado una parte —de eso que has expuesto ahora— en la conversación telefónica, y traté de imaginar qué podía ser útil en la exposición. Tengo que hacer una exposición larga, a pesar de que voy a minimizar los aspectos a los que me voy a referir. Voy a tratar de hacer una mezcla, porque al principio pensé hacerlo de una manera muy diferenciada, pero no me salió del todo. Tú sabes que yo soy un tipo serio y escribo las exposiciones que voy a hacer, por costumbre de maestro, respeto por los alumnos…

Hay, digamos, un diagnóstico del escenario cubano, del cual todos sabemos mucho. Quien sabe más, quien ha oído a Marino Murillo, sabe dos cosas: lo que Marino Murillo te dijo y lo que Marino Murillo no te dijo; y el otro que está «detrás del palo», igual que antes de que hablara… O el ministro de Economía, el único ministro de Economía que no dice ni un número, entonces, se hace realmente muy difícil (…) El común de los mortales quedará conforme, pero a mí, que no me den ni un número, hablando de economía, me hace pensar que es obviamente intencionado. Entonces, tenemos el problema de que hay un escenario actual, al cual me voy a referir con brevedad, pero del cual todos sabemos mucho.

Después está lo que podríamos llamar las tendencias, que nos advierten, en virtud de las políticas que ya existen y se están implementando. Para mí, esto de la implementación de las políticas siempre tiene un grado de error, de insuficiencia, que no acaba de implementarse según nuestra tradición histórica; de manera que, evaluar las tendencias que podemos esperar de las políticas en curso, o que están implícitas en ellas, me parece también importante para el diálogo entre nosotros.

Y, por último, una breve caracterización de un escenario hasta un plazo, digamos, el año 2025. Puse 2025 porque me gustó el número, espero estar todavía entre ustedes.

Eso es, más o menos. Con esas ideas del escenario [actual], las tendencias y un escenario imaginario para 2025, traté de construir lo que voy a exponer ahora.

He tratado de decir, en todo, «posible», porque el tema de la objetividad en Cuba es muy complicado, porque siempre hay una información insuficiente; entonces, no me echen en cara si no parezco suficientemente objetivo, hay muchas cosas que son de apreciación, obviamente. Y, también, porque objetivos o no, cuando se habla del futuro se es optimista o pesimista, ¿no?, más optimista o más pesimista. Entonces, también he asumido una opción optimista, porque si no pensamos que el futuro va a ser mejor que el presente, entonces, ¿para qué nos reunimos? Esas son algunas de las coordenadas que voy a utilizar.

Constricciones del sistema internacional en lo político

Antes de entrar —estrictamente hablando— en la sociedad cubana actual, quisiera hacer un comentario del escenario externo a la sociedad cubana —lo que en Teoría de Sistemas sería el ambiente del sistema social cubano—, porque la variable externa es tan fuerte y tan condicionante de lo que podemos hacer ahora y podremos hacer de aquí al 2025, tan fuerte que hay que dedicarle un comentario, y en nuestros análisis de futuro tenerlo siempre presente.

Es decir, hablar de Cuba desconectada del mundo en el que Cuba está inserta me parece un ejercicio relativamente banal. Y cuando uno observa a Cuba, a la sociedad cubana con un cierto distanciamiento, lo primero que advierte es que hay —voy a usar un lenguaje técnico— fuertes constricciones externas y fuertes restricciones internas.

De las restricciones internas, más o menos vamos a conversar sobre la marcha; pero quisiera ahora centrarme en un comentario rápido, en lo que yo llamaría las constricciones externas de todo lo que queramos hacer, incluso de las políticas que deseamos, porque tiene que ver mucho con que las podamos o no realizar como las hemos pensado. Oyendo ayer a Marino Murillo se hace claro que ha pintado un pájaro que no se sabe dónde va a volar, en qué jardín va a volar el pájaro este, porque del mundo donde se supone que ese pájaro va a volar no dijo nada, entonces, quisiera hacer ese comentario para tenerlo de telón de fondo del examen del escenario interno nacional.

De estas constricciones externas que son muchas, son —igual que decimos de los sistemas internos de la sociedad cubana— constricciones políticas, económicas, ideológico culturales, civiles, de todo tipo, voy a comentar solo de dos grupos: constricciones políticas y constricciones económicas. Todos intuimos o sabemos algo de eso, ¿no? Yo solo quiero recordarlas.

Primero: el sistema internacional. Se supone que el sistema internacional de Estados, de sociedades nacionales, de Estados nacionales, está dominado por tendencias conservadoras —ahí entra todo lo que ustedes quieran decir: neoliberalismo, globalización neoliberal, lo que alguien ha llamado transición geopolítica, crecimiento de los conflictos, resurgimiento de los bloques, etcétera—. Todo eso en un panorama que marca una erupción conservadora del sistema internacional. Ese es un dato. Es decir, que nuestra radicalidad está cada vez más descolocada del movimiento del sistema internacional.

Esa es una observación. La otra, es que en el sistema internacional, como se observa, todos los días hay un incremento de los conflictos de todo tipo, pero marcadamente de los conflictos militares. Esto es interesante, porque cuando crecen los conflictos militares, el conflicto militar se hace costumbre —y antes nos podía parecer raro un conflicto militar en la frontera chino-hindú—, después de tantos conflictos como los que se están acumulando, al final, un conflicto militar en América Latina parece parte de la normalidad.

De manera que, el hecho de que la conflictividad crezca en el sistema internacional, en esa evolución del sistema internacional, como todos estamos observando, hay un gran problema que puede ser —que toca casi el destino de la humanidad, según su desenlace— la evidente caída del imperio norteamericano: descenso, caída, involución del imperio norteamericano como lo hemos conocido desde la postguerra. De entrada, su condición de única gran potencia mundial se ha debilitado. De la unipolaridad hemos ido de nuevo a la bipolaridad e, incluso, a una nueva guerra fría que ya está oficialmente declarada por Estados Unidos.

Hay esa involución, aunque eso significa, de parte de Estados Unidos, una proyección política tendente a frenar ese proceso o intentar quedar lo mejor colocado posible si no puede evitar esa decadencia. Eso es muy importante, tan importante que voy a recordar una frase que dijo una vez Fidel: «…nosotros estamos locos porque…estaríamos felices de que el imperialismo se suicidara, pero ojo, que no nos caiga encima…».

El problema es que cuando los elefantes pelean, la que se jode es la lagartija —dice también un refrán hindú—. Entonces, aquí el problema es que ese escenario tiene que ver con nosotros, tiene que ver con todos los chiquitos; pero si el chiquito está a 90 millas, tiene una contradicción previa y está en su zona geopolítica privilegiada ya está claro que nosotros tenemos un problema permanente, de larga data, sea un presidente o sea otro, o los que sobrevengan, porque estos son temas de la clase dominante, de los sectores dominantes, del establishment.

No son temas del presidente de turno. Más bien, el presidente de turno es el resultado de las decisiones que han tomado los sectores dominantes para buscar soluciones a estas tendencias que para ellos son tendencias negativas. Estamos viendo, en este momento, que ese intento de recuperación hegemónica de Estados Unidos transcurre bajo la presidencia de Trump y, bueno, es un fantoche, un payaso —como le dijo Biden— que, precisamente porque es un payaso, ha sido utilizado por las clases dominantes para romper los compromisos de los Estados Unidos.

Cuando usted ve cuál es el resultado del trumpismo, es: «no tenemos compromisos con nadie». Han echado al cesto de la basura el derecho internacional, se han ido de la mitad de Naciones Unidas, no les importa Naciones Unidas, están tratando de cambiar, de modificar las tendencias de la globalización porque el gran descubrimiento de una parte importante de la clase dominante norteamericana es que, con la actual globalización, pierden. La actual globalización explica el surgimiento de China como segunda gran potencia y, eventualmente, primera para mediados del siglo. Entonces, ya están claros de que pierden.

En el 2004, los informes del secretariado nacional de los Estados Unidos decían que China era «el enemigo», pero ya se convirtió en política pública una década después. Se preguntan: ¿cómo fue que perdimos este juego?, ¿cómo es que estamos en este juego? Bueno, porque las reglas del juego me perjudican a mí y benefician a China y, eventualmente, a la recuperación rusa, y a nuestro descalabro en el Medio Oriente, y al surgimiento de potencias regionales como Irán o Turquía, etcétera. Es decir, se preguntan: ¿cuáles son las reglas del juego que han hecho que yo pierda y los demás estén ganando?

Por eso es que, visto con una perspectiva macro, lo que está haciendo la clase dominante es buscando a Trump y a los trumpistas, a esa horda, para romper los compromisos de Estados Unidos y establecer sus propias y nuevas reglas. Lo van a sacrificar todo a eso, al final no les importa ni Naciones Unidas, ni el derecho internacional, nada, como se está viendo. Ahora, ¿quién va a hacer eso? Tienen que buscar un salvaje como Trump, sabiendo siempre que va a perder las elecciones o le van a dar un tiro en la cabeza como mínimo, esa es la cuestión. Con Trump se ha iniciado el intento de un proceso de desglobalización, por lo menos en los términos de la globalización existente, cosa que es muy traumática y casi imposible porque la globalización es un proceso objetivo, no es solamente una decisión política. Entonces, de ese intento de ponerle a un proceso real nuevas reglas, se le va a generar un conflicto que no podemos imaginar todavía.

Vuelvo a la idea de que nosotros somos los que estamos en el jardín, nosotros somos las flores del jardín en el que están produciéndose esas broncas. Y terminaría diciendo, al respecto, que en ese proceso de pérdida de hegemonía, de decadencia imperial, la última fortaleza, la retaguardia, el top yard es América Latina. Por tanto, las peores tendencias mundiales se van a reflejar con más fuerza en América Latina, la disociación del sistema internacional —ya estamos viendo— es más fuerte en América Latina, y todos los conflictos y contradicciones se van a exacerbar en América Latina.

Y nosotros, por acción u omisión, seremos de todas maneras los culpables de todo eso. No hay posibilidad alguna de que los gringos «nos perdonen» en ese escenario. Igual siempre vamos a ser culpables. De hecho, la propaganda lo dice: somos culpables de lo que pasa en Venezuela, somos culpables de lo que pasa en todas partes, «los médicos cubanos son agentes». Todo eso forma parte de la parafernalia de enclaustrarnos lo más posible, aislarnos lo más posible para desplegar una política abierta de división de la región y no van a tener freno moral ninguno para dar golpes de Estado, quitar a Morales, hacer trampas electorales, corromper a las instituciones, comprar a la burguesía, a las clases políticas, como está ocurriendo, como estamos viendo. Esto que describo, ¿es un efecto Trump? ¿Los demócratas, Biden, van a hacer una política diferente? Van a utilizar, quizás, un estilo diferente para la misma política.

Por último —no por último, lo último es mucho más tarde—, en esto de las constricciones políticas que tenemos que prever están dos cosas que quería agregar.

Primero, el caso Venezuela. Ustedes recordarán que quien estrenó la política contra Venezuela fue Obama. Al mismo tiempo que declaraba a Venezuela «un peligro extraordinario para la seguridad nacional de Estados Unidos», hacía el pacto con nosotros, establecía «una nueva política para Cuba» y relaciones diplomáticas. No son dos hechos desconectados, porque no hay nada desconectado cuando se hace política, y mucho menos cuando la hace una gran potencia, con miles de expertos y de instituciones, y de consejos y reuniones.

Entonces, el caso Venezuela va a ser, es, prioridad para Estados Unidos. Hay una variante que siempre existe en la historia, que es el papel de los pueblos, cuánto va a resistir el pueblo venezolano, cuánto va a respaldar la opción liberadora. Eso siempre es una incógnita y una combinación de muchas cosas: cultura, liderazgo, identidad nacional, etcétera. No me detengo en eso porque ustedes lo están viendo igual que yo. Lo que yo quiero decir es que Venezuela es para Estados Unidos un test face. Ellos tienen que resolver el problema de Venezuela, porque si después de Cuba —a la que no ha podido derrotar—, Venezuela se convierte en otro foco progresista en la región, ellos no pueden resolver el problema regional. Estarían amenazados en su retaguardia. Eso es, de entrada, digamos, la dirección política del problema; pero quiero recordar que la primera reserva mundial de petróleo está en Venezuela, y si los gringos están tirando tiros en Medio Oriente por el petróleo de allí, ustedes me dirán qué harán por el petróleo que está a 100, 200 millas.

La apuesta [con Venezuela] es a todo: petróleo, minerales, el agua, la frontera con Brasil y con Colombia… Un país que también es caribeño, es un país estratégico, una ficha estratégica, para el cual van a hacer una política dura, gradualmente dura e imparable, creo yo.

Nosotros estamos comprometidos políticamente con Venezuela, no solo porque tenemos gente allí, sino porque el destino de Venezuela tiene que ver con el nuestro. Es decir, nosotros necesitamos a Venezuela, políticamente hablando. No me detengo más, porque todo lo demás está implicado.

La última observación que quería hacer sobre el sistema internacional es que, como resultado de los grandes movimientos geopolíticos y la derechización —a que me estaba refiriendo— el tema nacional, el tema del nacionalismo, se está complicando.

Mientras que, hasta hace poco, como resultado de la historia, el nacionalismo se había convertido en un tema de izquierda —el nacionalismo acompañaba a las intenciones de liberación nacional de los pueblos coloniales, atrasados, era de los chiquitos de este mundo, etcétera—, ya el nacionalismo era, casi por definición, de izquierda; pero ahora, con las tendencias que estamos viendo, está resurgiendo un nacionalismo de derecha. Vean, un momentico, si American first no es un nacionalismo de derecha, o Vox de España o Ciudadanos, o se mueve más arriba, en Alemania… está resurgiendo un nacionalismo de derecha.

Entonces, desde el punto de vista de lo que ustedes llaman la guerra ideológica, la batalla ideológica, tenemos un serio problema, porque yo digo «nacionalismo» en España y todo el mundo dice que estás hablando de Franco —hay un discurso en España nacionalista que es Franco—. Incluso, en el nacionalismo secesionista de Barcelona, es decir, de Cataluña, hay tendencias de derecha, es un estandarte que dirige ahora la derecha, la centro derecha. Ese es un problema que nos atañe a nosotros porque nos complica el discurso, la lucha ideológica internacional, las influencias sobre el Tercer mundo.

Lo dejo, todo eso, en lo que he llamado constricciones del sistema internacional en lo político.

Constricciones del sistema internacional en lo económico

Voy a mencionar algunas constricciones en lo económico, sobre las cuales casi no me tengo que extender, puesto que ya es más evidente para nosotros. Es mucho más evidente, pero quisiera recalcar que la Covid-19 produce, ha producido ya y producirá un trauma en la economía mundial toda —la producción, el comercio, las finanzas, etcétera— de tal magnitud que todavía no lo hemos visto. Estamos hablando de la Covid-19, estamos hablando de la epidemia; pero igual que nos pasa a nosotros, que la epidemia nos va a tirar para abajo a un ocho por ciento del PIB, o más, eso le está pasando al mundo entero.

Ya Europa recibió la noticia de que caerá en un 12 por ciento del PIB. Cuando el capital cae, su primer problema es a quién le pasa la cuenta en primera instancia: a nosotros, y a partir de cierto punto, a su gente. Es decir, a quién le van a pasar la cuenta de la Covid-19, que es un tema inacabado, como ustedes saben, porque estamos en el medio de la pandemia y no hay ninguna vacuna disponible antes de abril del próximo año. Ese es, digamos, el entorno que tiene Cuba, que tiene que ver cuántos turistas vendrán, si los queremos… nosotros, que tenemos al turismo como locomotora. Bueno, díganme dónde va a atracar la locomotora nuestra en lo inmediato. Y no tenemos todavía claro el balance de la pandemia.

Estoy hablando ahora de economía, pero vale para todo lo demás que va a producir la pandemia porque es un suceso histórico inusitado, traumático, que ha afectado tanto a los países centrales como a los periféricos, a todas las clases sociales. Es un fenómeno que no tiene precedentes, y que es casi una guerra mundial lo que está viviendo la humanidad.

Hay una gran incógnita sobre la que nadie habla: África. Ustedes no se creerán los números de África, ¿qué saben los africanos de quién está infectado y quién no está infectado? Pero el problema de vencer a la pandemia y no poder controlarla en África, es igual a vivir al lado del pabellón de infecciosos. El fin de la pandemia no está claro, ni los traumas que en todos los órdenes —político, económico, civil, ideológico cultural— producirá la pandemia. No tenemos todavía el balance acabado, pero podemos presumir que será desastroso, y en un mundo desastroso, como en las películas esas de ciencia-ficción en que la humanidad empieza después de una gran guerra nuclear… ¿Cómo es el mundo en el que nosotros nos vamos a mover, o en el que tenemos que desarrollarnos? Una constricción muy fuerte. Ya estamos en una recesión económica mundial, ya las consecuencias son visibles.

Estamos viviendo un reforzamiento del bloqueo día a día, semana a semana —como ya se ha dicho—, pero Biden, por poner la idea, la versión más optimista, ¿nos va a quitar el bloqueo? Inclusive, aunque fuera a regresar a las políticas de Obama, por decirlo de alguna manera, retomarlas, colocarse en el 2016 de las relaciones con Cuba, ¿lo va a hacer de una manera directa o va a empezar a negociar con nosotros medida a medida? Porque él vuelve a tener en sus manos un Gobierno demócrata y la posibilidad de traicionarnos. Entonces, no creo que debamos ser muy optimistas, ni hacer ninguna fiesta por el regreso de los Demócratas —que siempre será mejor que este salvaje —, pero Biden constatará que lo que pretendía Obama, que era distanciarnos de Venezuela, no ha ocurrido. Y la política contra Venezuela es bipartidista, es del establishment; entonces, hay que tener en cuenta que no hay mucho que esperar al respecto.

Ya de una manera más concreta, en lo que se refiere a nosotros… Nosotros arrastramos desde los años noventa… déjenme ver si se los digo de otra manera: no reparamos suficientemente en que en el proceso revolucionario Cuba hizo un tipo de inserción internacional sui generis, es decir, en vez de estar en el mercado mundial todas sus relaciones externas, incluyendo las económicas, transitaban bajo acuerdos políticos. El efecto de la caída del campo socialista es que los acuerdos políticos desaparecieron. Cuando el campo socialista europeo dijo: «las transacciones en el futuro son en términos de mercado mundial», nosotros fuimos inviables económicamente. Después apareció Chávez. Y después aparecieron dos hijos pródigos, Rusia se acercó a nosotros —no como antes, pero bueno, se acercó— y nosotros logramos rearticular nuevamente parte de nuestra economía —de nuevo bajo acuerdos políticos— porque, por ejemplo, las misiones médicas en el exterior, que ustedes saben que eran 4.000 millones, son bajo acuerdos políticos. Como se ha visto, cuando se han roto los acuerdos políticos nos hemos tenido que tragar a los médicos nuevamente y devolverlos a Cuba.

Nuestra inserción económica internacional se ha complicado, y una gran parte ha seguido bajo acuerdos políticos. Tenemos acuerdos políticos con Venezuela pero, de pronto, la crisis venezolana nos produce más pérdidas ahora que beneficios, porque ya no tenemos seguro ni el petróleo venezolano y le condonamos la deuda y le seguimos mandando los médicos. Es decir, que otro gran problema del presente y del futuro es cómo nosotros vamos a resolver, como parte de la normalidad, nuestra inserción internacional que es —nos guste o no— en el mercado mundial, porque somos inviables.

Yo creo que una de las cosas buenas que tienen los discursos del ministro de Economía y de Murillo es que no hacen más que hablar de la competitividad en el mercado mundial, que tenemos que tener exportaciones competitivas. Bueno, eso es una novedad, porque yo creo que Fidel Castro supo siempre que éramos económicamente inviables y que, sencillamente, teníamos que resolver eso con acuerdos políticos. Pero eso va a estar en crisis por un largo período y, entonces, dentro de esas inseguridades, una constricción muy, pero muy fuerte, es la inseguridad energética en la que estamos. Tú puedes querer hacer lo que quieras aquí que, si no tienes la energía suficiente, ni siquiera puedes poner el televisor para ver a Murillo. Entonces, yo creo que hay esa constricción.

Termino con estos breves comentarios, porque no es el centro de mi exposición, para insistir en la idea de que tenemos un escenario externo adverso y, en mi opinión, será adverso en el mediano plazo. Llegaremos al 2025 con ese escenario adverso. ¿En qué medida nuestras relaciones con Rusia y China nos podrán compensar? No aparece otra alternativa.

En algunos momentos parece que vamos a mejorar las relaciones con Europa y, de pronto, aparece una Europa más alineada a Estados Unidos que nunca. Estados Unidos la está presionando, como ustedes supondrán, hasta el «gollete», como se decía.

Y, de todas maneras, tenemos que incrementar nuestra dependencia a acuerdos, o relaciones, intercambios, o como quieran llamarle, con Rusia y China. Seguimos en el drama de todo pequeño país, que es que depende de las grandes potencias. Es decir, el nivel de autonomía que tú tienes es limitado. Si ustedes revisan la historia de las relaciones con la URSS, verán los sapos que tuvimos que tragarnos en esa historia, porque la dependencia es una relación objetiva. Más hábil que lo que fue Fidel manejando esa dependencia es imposible, no creo que tengamos capacidad de hacer más que lo que él hizo. Ni ahora, ni en el mediano plazo. Estoy tratando de decirles que, en lo que respecta al escenario externo internacional, soy pesimista de una manera declarada. Estoy tratando de advertir que mi pesimismo es relativamente objetivo.

*Primera parte de la intervención realizada el 15 de octubre de 2020 en el Centro Memorial Martin Luther King Jr. (Marianao, La Habana), en el marco de un análisis de coyuntura para la actualización estratégica de las proyecciones de trabajo de dicha Asociación y las redes que anima.

Tomado de: La Tizza

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El socialismo y el hombre en Cuba

Por Ernesto Che Guevara

El 12 de marzo de 1965 se publica por primera vez en el semanario Marcha de Uruguay la llamada “Carta a Carlos Quijano”, director de dicho semanario. El titular expresaba lo siguiente “Desde Argel, para Marcha. La Revolución cubana, hoy.” Se trataba nada más y nada menos que del ensayo más conocido del Che, llamado también su testamento político: “El Socialismo y el Hombre en Cuba”.

Estimado compañero:

Acabo estas notas en viaje por el África, animado del deseo de cumplir, aunque tardíamente, mi promesa. Quisiera hacerlo tratando el tema del título. Creo que pudiera ser interesante para los lectores uruguayos.

Es común escuchar de boca de los voceros capitalistas, como un argumento en la lucha ideológica contra el socialismo, la afirmación de que este sistema social o el período de construcción del socialismo al que estamos nosotros abocados, se caracteriza por la abolición del individuo en aras del Estado. No pretenderé refutar esta afirmación sobre una base mera- mente teórica, sino establecer los hechos tal cual se viven en Cuba y agregar comentarios de índole general. Primero esbozaré a grandes rasgos la historia de nuestra lucha revolucionaria antes y después de la toma del poder.

Como es sabido, la fecha precisa en que se iniciaron las acciones revolucionarias que culminaron el primero de enero de 1959, fue el 26 de julio de1953. Un grupo de hombres dirigidos por Fidel Castro atacó la madrugada de ese día el cuartel Moncada, en la provincia de Oriente. El ataque fue un fracaso, el fracaso se transformó en desastre y los sobrevivientes fueron a parar a la cárcel, para reiniciar, luego de ser amnistiados, la lucha revolucionaria.

Durante este proceso, en el cual solamente existían gérmenes de socialismo, el hombre era un factor fundamental. En él se confiaba, individualizado, específico, con nombre y apellido, y de su capacidad de acción dependía el triunfo o el fracaso del hecho encomendado.

Llegó la etapa de la lucha guerrillera. Esta se desarrolló en dos ambientes distintos: el pueblo, masa todavía dormida a quien había que movilizar, y su vanguardia, la guerrilla, motor impulsor del movimiento, generador de conciencia revolucionaria y de entusiasmo combativo. Fue esta vanguardia el agente catalizador, el que creó las condiciones subjetivas necesarias para la victoria. También en ella, en el marco del proceso de proletarización de nuestro pensamiento, de la revolución que se operaba en nuestros hábitos, en nuestras mentes, el individuo fue el factor fundamental. Cada uno de los combatientes de la Sierra Maestra que alcanzara algún grado superior en las fuerzas revolucionarias, tiene una historia de hechos notables en su haber. En base a estos lograba sus grados.

Fue la primera época heroica en la cual se disputaban por lograr un cargo de mayor responsabilidad, de mayor peligro, sin otra satisfacción que el cumplimiento del deber. En nuestro trabajo de educación revolucionaria volvemos a menudo sobre este tema aleccionador. En la actitud de nuestros combatientes se vislumbraba al hombre del futuro.

En otras oportunidades de nuestra historia se repitió el hecho de la entrega total a la causa revolucionaria. Durante la Crisis de Octubre o en los días del ciclón Flora, vimos actos de valor y sacrificio excepcionales realizados por todo un pueblo. Encontrar la fórmula para perpetuar en la vida cotidiana esa actitud heroica, es una de nuestras tareas fundamentales desde el punto de vista ideológico.

En enero de 1959 se estableció el Gobierno Revolucionario con la participación en él de varios miembros de la burguesía entreguista. La presencia del Ejército Rebelde constituía la garantía del poder, como factor fundamental de fuerza.

Se produjeron enseguida contradicciones serias, resueltas, en primera instancia, en febrero del 59, cuando Fidel Castro asumió la jefatura del Gobierno con el cargo de Primer Ministro. Culminaba el proceso en julio del mismo año, al renunciar el presidente Urrutia ante la presión de las masas.

Aparecía en la historia de la Revolución Cubana, ahora con caracteres nítidos, un personaje que se repetirá sistemáticamente: la masa.

Este ente multifacético no es, como se pretende, la suma de elementos de la misma categoría (reducidos a la misma categoría, además, por el sistema impuesto), que actúa como un manso rebaño. Es verdad que sigue sin vacilar a sus dirigentes, fundamental- mente a Fidel Castro, pero el grado en que él ha ganado esa confianza responde precisamente a la interpretación cabal de los deseos del pueblo, de sus aspiraciones, y a la lucha sincera por el cumplimiento de las promesas hechas.

La masa participó en la Reforma Agraria y en el difícil empeño de la administración de las empresas estatales; pasó por la experiencia heroica de Playa Girón; se forjó en la lucha contra las distintas bandas de bandidos armadas por la CIA; vivió una de las definiciones más importantes de los tiempos modernos en la Crisis de Octubre y sigue hoy trabajando en la construcción del socialismo.

Vistas las cosas desde un punto de vista superficial, pudiera parecer que tienen razón aquellos que hablan de la supeditación del individuo al Estado; la masa realiza con entusiasmo y disciplina sin iguales las tareas que el gobierno fija, ya sean de índole económica, cultural, de defensa, deportiva, etcétera. La iniciativa parte en general de Fidel o del alto mando de la Revolución y es explicada al pueblo que la toma como suya. Otras veces, experiencias locales se toman por el Partido y el Gobierno para hacerlas generales, siguiendo el mismo procedimiento.

Sin embargo, el Estado se equivoca a veces. Cuando una de esas equivocaciones se produce, se nota una disminución del entusiasmo colectivo por efectos de una disminución cuantitativa de cada uno de los elementos que la forman, y el trabajo se paraliza hasta quedar reducido a magnitudes insignificantes; es el instante de rectificar. Así sucedió en marzo de 1962 ante la política sectaria impuesta al Partido por Aníbal Escalante.

Es evidente que el mecanismo no basta para asegurar una sucesión de medidas sensatas y que falta una conexión más estructurada con la masa. Debemos mejorarlo durante el curso de los próximos años, pero, en el caso de las iniciativas surgidas en los estratos superiores del Gobierno utilizamos por ahora el método casi intuitivo de auscultar las reacciones generales frente a los problemas planteados.

Maestro en ello es Fidel, cuyo particular modo de integración con el pueblo sólo puede apreciarse viéndolo actuar. En las grandes concentraciones públicas se observa algo así como el diálogo de dos diapasones cuyas vibraciones provocan otras nuevas en el interlocutor. Fidel y la masa comienzan a vibrar en un diálogo de intensidad creciente hasta alcanzar el clímax en un final abrupto, coronado por nuestro grito de lucha y de victoria.

Lo difícil de entender para quien no viva la experiencia de la Revolución es esa estrecha unidad dialéctica existente entre el individuo y la masa, donde ambos se interrelacionan y, a su vez la masa, como conjunto de individuos, se interrelaciona con los dirigentes.

En el capitalismo se pueden ver algunos fenómenos de este tipo cuando aparecen políticos capaces de lograr la movilización popular, pero si no se trata de un auténtico movimiento social, en cuyo caso no es plenamente lícito hablar de capitalismo, el movimiento vivirá lo que la vida de quien lo impulse o hasta el fin de las ilusiones populares, impuesto por el rigor de la sociedad capitalista. En esta, el hombre está dirigido por un frío ordenamiento que, habitualmente, escapa al dominio de su comprensión. El ejemplar humano, enajenado, tiene un invisible cordón umbilical que le liga a la sociedad en su conjunto: la ley del valor. Ella actúa en todos los aspectos de su vida, va modelando su camino y su destino.

Las leyes del capitalismo, invisibles para el común de las gentes y ciegas, actúan sobre el individuo sin que este se percate. Sólo ve la amplitud de un horizonte que aparece infinito. Así lo presenta la vida capitalista que pretende extraer del caso Rockefeller —verídico o no— una lección sobre las posibilidades de éxito. La miseria que es necesario acumular para que surja un ejemplo así y la suma de ruindades que conlleva una fortuna de esa magnitud no aparecen en el cuadro y no siempre es posible a las fuerzas populares aclarar estos conceptos. (Cabría aquí la disquisición sobre cómo en los países imperialistas los obreros van perdiendo su espíritu internacional de clase al influjo de una cierta complicidad en la explotación de los países dependientes y cómo este hecho, al mismo tiempo, lima el espíritu de lucha de las masas en el propio país, pero ese es un tema que sale de la intención de estas notas.)

De todos modos, se muestra el camino con escollos que, aparentemente, un individuo con las cualidades necesarias puede superar para llegar a la meta. El premio se avizora en la lejanía; el camino es solitario. Además, es una carrera de lobos: solamente se puede llegar sobre el fracaso de otros.

Intentaré, ahora, definir al individuo, actor de ese extraño y apasionante drama que es la construcción del socialismo, en su doble existencia de ser único y miembro de la comunidad.

Creo que lo más sencillo es reconocer su cualidad de no hecho, de producto no acabado. Las taras del pasado se trasladan al presente en la conciencia individual y hay que hacer un trabajo continuo para erradicarlas.

El proceso es doble, por un lado actúa la sociedad con su educación directa e indirecta, por otro, el individuo se somete a un proceso consciente de auto- educación.

La nueva sociedad en formación tiene que competir muy duramente con el pasado. Esto se hace sentir no sólo en la conciencia individual, en la que pesan los residuos de una educación sistemáticamente orientada al aislamiento del individuo, sino también por el carácter mismo de este período de transición con persistencia de las relaciones mercantiles. La mercancía es la célula económica de la sociedad capitalista; mientras exista, sus efectos se harán sentir en la organización de la producción y, por ende, en la conciencia.

En el esquema de Marx se concebía el período de transición como resultado de la transformación explosiva del sistema capitalista destrozado por sus contra- dicciones; en la realidad posterior se ha visto cómo se desgajan del árbol imperialista algunos países que constituyen las ramas débiles, fenómeno previsto por Lenin. En éstos, el capitalismo se ha desarrollado lo suficiente como para hacer sentir sus efectos, de un modo u otro, sobre el pueblo, pero no son sus propias contradicciones las que, agotadas todas la posibilidades, hacen saltar el sistema. La lucha de liberación contra un opresor externo, la miseria provocada por accidentes extraños, como la guerra, cuyas consecuencias hacen recaer las clases privilegiadas sobre los explotados, los movimientos de liberación destinados a derrocar regímenes neocoloniales, son los factores habituales de desencadenamiento. La acción consciente hace el resto.

En estos países no se ha producido todavía una educación completa para el trabajo social y la riqueza dista de estar al alcance de las masas mediante el simple proceso de apropiación. El subdesarrollo por una lado y la habitual fuga de capitales hacia países “civilizados” por otro, hacen imposible un cambio rápido y sin sacrificios. Resta un gran tramo a recorrer en la construcción de la base económica y la tentación de seguir los caminos trillados del interés material, como palanca impulsora de un desarrollo acelerado, es muy grande.

Se corre el peligro de que los árboles impidan ver el bosque.  Persiguiendo la quimera de realizar el socialismo con la ayuda de las armas melladas que nos legara el capitalismo (la mercancía como célula económica, la rentabilidad, el interés material individual como palanca, etcétera), se puede llegar a un callejón sin salida. Y se arriba allí tras de recorrer una larga distancia en la que los caminos se entrecruzan muchas veces y es difícil percibir el momento en que se equivocó la ruta. Entretanto, la base económica adaptada ha hecho su trabajo de zapa sobre el desarrollo de la conciencia. Para construir el comunismo, simultáneamente con la base material hay que hacer al hombre nuevo.

De allí que sea tan importante elegir correcta- mente el instrumento de movilización de las masas. Ese instrumento debe ser de índole moral, fundamentalmente, sin olvidar una correcta utilización del estímulo material, sobre todo de naturaleza social.

Como ya dije, en momento de peligro extremo es fácil potenciar los estímulos morales; para mantener su vigencia, es necesario el desarrollo de una conciencia en la que los valores adquieran categorías nuevas. La sociedad en su conjunto debe convertirse en una gigantesca escuela.

Las grandes líneas del fenómeno son similares al proceso de formación de la conciencia capitalista en su primera época. El capitalismo recurre a la fuerza, pero, además, educa a la gente en el sistema. La propaganda directa se realiza por los encargados de explicar la ineluctabilidad de un régimen de clase, ya sea de origen divino o por imposición de la naturaleza como ente mecánico. Esto aplaca a las masas que se ven oprimidas por un mal contra el cual no es posible la lucha.

A continuación viene la esperanza, y en esto se diferencia de los anteriores regímenes de casta que no daban salida posible.

Para algunos continuará vigente todavía la fórmula de casta: el premio a los obedientes consiste en el arribo, después de la muerte, a otros mundos maravillosos donde los buenos son premiados, con lo que sigue la vieja tradición. Para otros, la innovación: la separación en clases es fatal, pero los individuos pueden salir de aquella a que pertenecen mediante el trabajo, la iniciativa, etcétera. Este proceso, y el de autoeducación para el triunfo, deben ser profundamente hipócritas: es la demostración interesada de que una mentira es verdad.

En nuestro caso, la educación directa adquiere una importancia mucho mayor. La explicación es convincente porque es verdadera; no precisa de subterfugios. Se ejerce a través del aparato educativo del Estado en función de la cultura general, técnica e ideológica, por medio de organismos tales como el Ministerio de Educación y el aparato de divulgación del Partido. La educación prende en las masas y la nueva actitud preconizada tiende a convertirse en hábito; la masa la va haciendo suya y presiona a quienes no se han educado todavía. Esta es la forma indirecta de educar a las masas, tan poderosa como aquella otra.

Pero el proceso es consciente; el individuo recibe continuamente el impacto del nuevo poder social y percibe que no está completamente adecuado a él. Bajo el influjo de la presión que supone la educación indirecta, trata de acomodarse a una situación que siente justa y cuya propia falta de desarrollo le ha impedido hacerlo hasta ahora. Se autoeduca.

En este período de construcción del socialismo podemos ver el hombre nuevo que va naciendo. Su imagen no está todavía acabada; no podría estarlo nunca ya que el proceso marcha paralelo al desarrollo de formas económicas nuevas.

Descontando aquellos cuya falta de educación los hace tender al camino solitario, a la autosatisfacción de sus ambiciones, los hay que dentro de este nuevo panorama de marcha conjunta, tienen tendencia a caminar aislados de la masa que acompañan. Lo importante es que los hombres van adquiriendo cada día más conciencia de la necesidad de su incorporación a la sociedad y, al mismo tiempo, de su importancia como motores de la misma.

Ya no marchan completamente solos, por veredas extraviadas, hacia lejanos anhelos. Siguen a su vanguardia, constituida por el Partido, por los obreros de avanzada, por los hombres de avanzada que caminan ligados a las masas y en estrecha comunión con ellas. Las vanguardias tienen su vista puesta en el futuro y en su recompensa, pero ésta no se vislumbra como algo individual; el premio es la nueva sociedad donde los hombres tendrán características distintas: la sociedad del hombre comunista.

El camino es largo y lleno de dificultades. A veces, por extraviar la ruta, hay que retroceder; otras, por caminar demasiado aprisa, nos separamos de las masas; en ocasiones por hacerlo lentamente, sentimos el aliento cercano de los que nos pisan los talones. En nuestra ambición de revolucionarios tratamos de caminar tan aprisa como sea posible, abriendo caminos, pero sabemos que tenemos que nutrirnos de la masa y que ésta sólo podrá avanzar más rápido si la alentamos con nuestro ejemplo.

A pesar de la importancia dada a los estímulos morales, el hecho de que exista la división en dos grupos principales (excluyendo, claro está, a la fracción minoritaria de los que no participan, por una razón u otra, en la construcción del socialismo), indica la relativa falta de desarrollo de la conciencia social. El grupo de vanguardia es ideológicamente más avanzado que la masa; ésta conoce los valores nuevos, pero insuficientemente. Mientras en los primeros se produce un cambio cualitativo que les permite ir al sacrificio en su función de avanzada, los segundos sólo ven a medias y deben ser sometidos a estímulos y presiones de cierta intensidad; es la dictadura del proletariado ejerciéndose no sólo sobre la clase derrotada, sino también, individualmente, sobre la clase vencedora.

Todo esto entraña, para su éxito total, la necesidad de una serie de mecanismos, las instituciones revolucionarias.  En la imagen de las multitudes marchando hacia el futuro, encaja el concepto de institucionalización como el de un conjunto armónico de canales, escalones, represas, aparatos bien aceita- dos que permitan esa marcha, que permitan la selección natural de los destinados a caminar en la vanguardia y que adjudiquen el premio y el castigo a los que cumplen o atenten contra la sociedad en construcción.

Esta institucionalidad de la Revolución todavía no se ha logrado. Buscamos algo nuevo que permita la perfecta identificación entre el Gobierno y la comunidad en su conjunto, ajustada a las condiciones peculiares de la construcción del socialismo y huyendo al máximo de los lugares comunes de la democracia burguesa, trasplantados a la sociedad en formación (como las cámaras legislativas, por ejemplo). Se han hecho algunas experiencias dedicadas a crear paulatinamente la institucionalización de la Revolución, pero sin demasiada prisa. El freno mayor que hemos tenido ha sido el miedo a que cualquier aspecto formal nos separe de las masas y del individuo, nos haga perder de vista la última y más importante ambición revolucionaria que es ver al hombre liberado de su enajenación.

No obstante, la carencia de instituciones, lo que debe superarse gradualmente, ahora las masas hacen la historia como el conjunto consciente de individuos que luchan por una misma causa. El hombre, en el socialismo, a pesar de su aparente estandarización, es más completo; a pesar de la falta de mecanismo perfecto para ello, su posibilidad de expresarse y hacerse sentir en el aparato social es infinitamente mayor.

Todavía es preciso acentuar su participación consciente, individual y colectiva, en todos los mecanismos de dirección y producción y ligarla a la idea de la necesidad técnica e ideológica, de manera que sienta cómo estos procesos son estrechamente inter- dependientes y sus avances son paralelos. Así logrará la total conciencia de su ser social, lo que equivale a su realización plena como criatura humana, rotas las cadenas de la enajenación.

Esto se traducirá concretamente en la reapropiación de su naturaleza a través del trabajo liberado y la expresión de su propia condición humana a través de la cultura y el arte.

Para que se desarrolle en la primera, el trabajo debe adquirir una condición nueva; la mercancía-hombre cesa de existir y se instala un sistema que otorga una cuota por el cumplimiento del deber social. Los medios de producción pertenecen a la sociedad y la máquina es sólo la trinchera donde se cumple el deber. El hombre comienza a liberar su pensamiento del hecho enojoso que suponía la necesidad de satisfacer sus necesidades animales mediante el trabajo. Empieza a verse retratado en su obra y a comprender su magnitud humana a través del objeto creado, del trabajo realizado. Esto ya no entraña dejar una parte de su ser en forma de fuerza de trabajo vendida, que no le pertenece más, sino que significa una emanación de sí mismo, un aporte a la vida común en que se refleja; el cumplimiento de su deber social.

Hacemos todo lo posible por darle al trabajo esta nueva categoría de deber social y unirlo al desarrollo de la técnica, por un lado, lo que dará condiciones para una mayor libertad, y al trabajo voluntario por otro, basados en la apreciación marxista de que el hombre realmente alcanza su plena condición humana cuando produce sin la compulsión de la necesidad física de venderse como mercancía.

Claro que todavía hay aspectos coactivos en el trabajo, aun cuando sea voluntario; el hombre no ha transformado toda la coerción que lo rodea en reflejo condicionado de naturaleza social y todavía produce, en muchos casos, bajo la presión del medio (compulsión moral, la llama Fidel). Todavía le falta el lograr la completa recreación espiritual ante su propia obra, sin la presión directa del medio social, pero ligado a él por los nuevos hábitos. Esto será el comunismo.

El cambio no se produce automáticamente en la conciencia, como no se produce tampoco en la economía. Las variaciones son lentas y no son rítmicas; hay períodos de aceleración, otros pausados e incluso, de retroceso.

Debemos considerar, además, como apuntáramos antes, que no estamos frente al período de transición puro, tal como lo viera Marx en la Crítica del Programa de Gotha, sino a una nueva fase no prevista por él; primer período de transición del comunismo o de la construcción del socialismo. Este transcurre en medio de violentas luchas de clase y con elementos de capitalismo en su seno que oscurecen la comprensión cabal de su esencia.

Si a esto se agrega el escolasticismo que ha frenado el desarrollo de la filosofía marxista e impedido el tratamiento sistemático del período, cuya economía política no se ha desarrollado, debemos convenir en que todavía estamos en pañales y es preciso dedicarse a investigar todas las características primordiales del mismo antes de elaborar una teoría económica y política de mayor alcance.

La teoría que resulte dará indefectiblemente preeminencia a los dos pilares de la construcción: la formación del hombre nuevo y el desarrollo de la técnica. En ambos aspectos nos falta mucho por hacer, pero es menos excusable el atraso en cuanto a la concepción de la técnica como base fundamental, ya que aquí no se trata de avanzar a ciegas sino de seguir durante un buen tramo el camino abierto por los países más adelantados del mundo. Por ello Fidel machaca con tanta insistencia sobre la necesidad de la formación tecnológica y científica de todo nuestro pueblo y más aún, de su vanguardia.

En el campo de las ideas que conducen a actividades no productivas, es más fácil ver la división entre necesidad material y espiritual. Desde hace mucho tiempo el hombre trata de liberarse de la enajenación mediante la cultura y el arte. Muere diariamente las ocho y más horas en que actúa como mercancía para resucitar en su creación espiritual. Pero este remedioporta los gérmenes de la misma enfermedad: es un ser solitario el que busca comunión con la naturaleza. Defiende su individualidad oprimida por el medio y reacciona ante las ideas estéticas como un ser único cuya aspiración es permanecer inmaculado.

Se trata sólo de un intento de fuga. La ley del valor no es ya un mero reflejo de las relaciones de producción; los capitalistas monopolistas la rodean de un complicado andamiaje que la convierte en una sierva dócil, aun cuando los métodos que emplean sean puramente empíricos. La superestructura impone un tipo de arte en el cual hay que educar a los artistas. Los rebeldes son dominados por la maquinaria y sólo los talentos excepcionales podrán crear su propia obra. Los restantes devienen asalariados vergonzantes o son triturados.

Se inventa la investigación artística a la que se da como definitoria de la libertad, pero esta «investigación» tiene sus límites, imperceptibles hasta el momento de chocar con ellos, vale decir, de plantearse los reales problemas del hombre y su enajenación. La angustia sin sentido o el pasatiempo vulgar constituyen válvulas cómodas a la inquietud humana; se combate la idea de hacer del arte un arma de denuncia.

Si se respetan las leyes del juego se consiguen todos los honores; los que podría tener un mono al inventar piruetas. La condición es no tratar de escapar de la jaula invisible.

Cuando la Revolución tomó el poder se produjo el éxodo de los domesticados totales; los demás, revolucionarios o no, vieron un camino nuevo. La investigación artística cobró nuevo impulso. Sin embargo, las rutas estaban más o menos trazadas y el sentido del concepto fuga se escondió tras la palabra libertad. En los propios revolucionarios se mantuvo muchas veces esta actitud, reflejo del idealismo burgués en la conciencia.

En países que pasaron por un proceso similar se pretendió combatir estas tendencias con un dogmatismo exagerado. La cultura general se convirtió casi en un tabú y se proclamó súmmun de la aspiración cultural una representación formalmente exacta de la naturaleza, convirtiéndose ésta, luego, en una representación mecánica de la realidad social que se quería hacer ver; la sociedad ideal, casi sin conflictos ni contradicciones, que se buscaba crear.

El socialismo es joven y tiene errores. Los revolucionarios carecemos, muchas veces, de los conocimientos y la audacia intelectual necesarios para encarar la tarea del desarrollo de un hombre nuevo por métodos distintos a los convencionales y los métodos convencionales sufren de la influencia de la sociedad que los creó. (Otra vez se plantea el tema de la relación entre forma y contenido.) La desorientación es grande y los problemas de la construcción material nos absorben. No hay artistas de gran autoridad que, a su vez, tengan gran autoridad revolucionaria. Los hombres del Partido deben tomar esa tarea entre las manos y buscar el logro del objetivo principal: educar al pueblo.

Se busca entonces la simplificación, lo que entiende todo el mundo, que es lo que entienden los funcionarios. Se anula la auténtica investigación artística y se reduce el problema de la cultura general a una apropiación del presente socialista y del pasado muerto (por tanto, no peligroso). Así nace el realismo socialista sobre las bases del arte del siglo pasado.

Pero el arte realista del siglo XIX, también es de clase, más puramente capitalista, quizás, que este arte decadente del siglo XX, donde se transparenta la angustia del hombre enajenado. El capitalismo en cultura ha dado todo de sí y no queda de él sino el anuncio de un cadáver maloliente; en arte, su decadencia de hoy. Pero, ¿por qué pretender buscar en las formas congeladas del realismo socialista la única receta válida? No se puede oponer al realismo socialista «la libertad», porque ésta no existe todavía, no existirá hasta el completo desarrollo de la sociedad nueva; pero no se pretenda condenar a todas las formas de arte posteriores a la primera mitad del siglo XIX desde el trono pontificio del realismo a ultranza, pues se caería en un error proudhoniano de retorno al pasado, poniéndole camisa de fuerza a la expresión artística del hombre que nace y se construye hoy.

Falta el desarrollo de un mecanismo ideológico-cultural que permita la investigación y desbroce la mala hierba, tan fácilmente multiplicable en el terreno abonado de la subvención estatal.

En nuestro país, el error del mecanicismo realista no se ha dado, pero sí otro de signo contrario. Y ha sido por no comprender la necesidad de la creación del hombre nuevo, que no sea el que represente las ideas del siglo XIX, pero tampoco las de nuestro siglo decadente y morboso. El hombre del siglo XXI es el que debemos crear, aunque todavía es una aspiración subjetiva y no sistematizada. Precisamente éste es unode los puntos fundamentales de nuestro estudio y de nuestro trabajo y en la medida en que logremos éxitos concretos sobre una base teórica o, viceversa, extraigamos conclusiones teóricas de carácter amplio sobre la base de nuestra investigación concreta, habremos hecho un aporte valioso al marxismo-leninismo, a la causa de la humanidad.

La reacción contra el hombre del siglo XIX nos ha traído la reincidencia en el decadentismo del siglo XX; no es un error demasiado grave, pero debemos superarlo, so pena de abrir un ancho cauce al revisionismo.

Las grandes multitudes se van desarrollando, las nuevas ideas van alcanzando adecuado ímpetu en el seno de la sociedad, las posibilidades materiales de desarrollo integral de absolutamente todos sus miembros, hacen mucho más fructífera la labor. El presente es de lucha; el futuro es nuestro.

Resumiendo, la culpabilidad de muchos de nuestros intelectuales y artistas reside en su pecado original; no son auténticamente revolucionarios. Podemos intentar injertar el olmo para que dé peras, pero simultáneamente hay que sembrar perales. Las nuevas concepciones vendrán libres del pecado original. Las probabilidades de que surjan artistas excepcionales serán tanto mayores cuanto más se haya ensanchado el campo de la cultura y la posibilidad de expresión. Nuestra tarea consiste en impedir que la generación actual, dislocada por sus conflictos, se per- vierta y per vierta a las nuevas. No debemos crear asalariados dóciles al pensamiento oficial ni becarios que vivan al amparo del presupuesto, ejerciendo una libertad entre comillas. Ya vendrán los revolucionarios que entonen el canto del hombre nuevo con la auténtica voz del pueblo. Es un proceso que requiere tiempo.

En nuestra sociedad, juegan un gran papel la juventud y el Partido.

Particularmente importante es la primera, por ser la arcilla maleable con que se puede construir al hombre nuevo sin ninguna de las taras anteriores.

Ella recibe un trato acorde con nuestras tradiciones. Su educación es cada vez más completa y no olvidamos su integración al trabajo desde los primeros instantes. Nuestros becarios hacen trabajo físico en sus vacaciones o simultáneamente con el estudio. El trabajo es un premio en ciertos casos, un instrumento de educación, en otros, jamás un castigo. Una nueva generación nace.

El Partido es una organización de vanguardia. Los mejores trabajadores son propuestos por sus compañeros para integrarlo. Este es minoritario pero de gran autoridad por la calidad de sus cuadros. Nuestra aspiración es que el Partido sea de masas, pero cuando las masas hayan alcanzado el nivel de desarrollo de la vanguardia, es decir, cuando estén educados para el comunismo. Y a esa educación va encaminado el trabajo. El Partido es el ejemplo vivo; sus cuadros deben dictar cátedras de laboriosidad y sacrificio, deben llevar, con su acción, a las masas, al fin de la tarea revolucionaria, lo que entraña años de duro bregar contra las dificultades de la construcción, los enemigos de clase, las lacras del pasado, el imperialismo…

Quisiera explicar ahora el papel que juega la personalidad, el hombre como individuo dirigente de las masas que hacen la historia. Es nuestra experiencia, no una receta.

Fidel dio a la Revolución el impulso en los primeros años, la dirección, la tónica siempre, pero hay un buen grupo de revolucionarios que se desarrollan en el mismo sentido que el dirigente máximo y una gran masa que sigue a sus dirigentes porque les tiene fe; y les tiene fe, porque ellos han sabido interpretar sus anhelos.

No se trata de cuántos kilogramos de carne se come o de cuántas veces por año pueda ir alguien a pasearse en la playa, ni de cuántas bellezas que vienen del exterior pueden comprarse con los salarios actuales. Se trata, precisamente, de que el individuo se sienta más pleno, con mucha más riqueza interior y con mucha más responsabilidad. El individuo de nuestro país sabe que la época gloriosa que le toca vivir es de sacrificio; conoce el sacrificio. Los primeros lo conocieron en la Sierra Maestra y dondequiera que se luchó; después lo hemos conocido en toda Cuba. Cuba es la vanguardia de América y debe hacer sacrificios porque ocupa el lugar de avanzada, porque indica a las masas de América Latina el camino de la libertad plena.

Dentro del país, los dirigentes tienen que cumplir su papel de vanguardia; y, hay que decirlo con toda sinceridad, en una revolución verdadera, a la que se le da todo, de la cual no se espera ninguna retribución material, la tarea del revolucionario de vanguardia es a la vez magnífica y angustiosa.

Déjeme decirle, a riesgo de parecer ridículo, que el revolucionario verdadero está guiado por grandes sentimientos de amor. Es imposible pensar en un revolucionario auténtico sin esta cualidad. Quizás sea uno de los grandes dramas del dirigente; éste debe unir a un espíritu apasionado una mente fría y tomar decisiones dolorosas sin que se contraiga un músculo. Nuestros revolucionarios de vanguardia tienen que idealizar ese amor a los pueblos, a las causas más sagradas y hacerlo único, indivisible. No pueden descender con su pequeña dosis de cariño cotidiano hacia los lugares donde el hombre común lo ejercita.

Los dirigentes de la Revolución tienen hijos que en sus primeros balbuceos, no aprenden a nombrar al padre; mujeres que deben ser parte del sacrificio general de su vida para llevar la Revolución a su destino; el marco de los amigos responde estrictamente al marco de los compañeros de Revolución. No hay vida fuera de ella.

En esas condiciones, hay que tener una gran dosis de humanidad, una gran dosis de sentido de la justicia y de la verdad para no caer en extremos dogmáticos, en escolasticismos fríos, en aislamiento de las masas. Todos los días hay que luchar porque ese amor a la humanidad viviente se transforme en hechos concretos, en actos que sir van de ejemplo, de movilización.

El revolucionario, motor ideológico de la Revolución dentro de su partido, se consume en esa actividad ininterrumpida que no tiene más fin que la muerte, a menos que la construcción se logre en escala mundial. Si su afán de revolucionario se embota cuando las tareas más apremiantes se ven realizadas a escala local y se olvida el internacionalismo proletario, la revolución que dirige deja de ser una fuerza impulsora y se sume en una cómoda modorra, aprovechada por nuestros enemigos irreconciliables, el imperialismo, que gana terreno. El internacionalismo proletario es un deber pero también es una necesidad revolucionaria. Así educamos a nuestro pueblo.

Claro que hay peligros presentes en las actuales circunstancias. No sólo el del dogmatismo, no sólo el de congelar las relaciones con las masas en medio de la gran carrera; también existe el peligro de las debilidades en que se puede caer. Si un hombre piensa que, para dedicar su vida entera a la revolución, no puede distraer su mente por la preocupación de que a un hijo le falte determinado producto, que los zapatos de los niños estén rotos, que su familia carezca de determinado bien necesario, bajo este razonamiento deja infiltrarse los gérmenes de la futura corrupción.

En nuestro caso hemos mantenido que nuestros hijos deben tener y carecer de lo que tienen y de lo que carecen los hijos del hombre común; y nuestra familia debe comprenderlo y luchar por ello. La revolución se hace a través del hombre, pero el hombre tiene que forjar día a día su espíritu revolucionario.

Así vamos marchando. A la cabeza de la inmensa columna —no nos avergüenza ni nos intimida el decirlo— va Fidel, después, los mejores cuadros del Partido, e inmediatamente, tan cerca que se siente su enorme fuerza, va el pueblo en su conjunto; sólida armazón de individualidades que caminan hacia un fin común; individuos que han alcanzado la conciencia de lo que es necesario hacer; hombres que luchan por salir del reino de la necesidad y entrar al de la libertad.

Esa inmensa muchedumbre se ordena; su orden responde a la conciencia de la necesidad del mismo; ya no es fuerza dispersa, divisible en miles de fracciones disparadas al espacio como fragmentos de granada, tratando de alcanzar por cualquier medio, en lucha reñida con sus iguales, una posición, algo que permita apoyo frente al futuro incierto.

Sabemos que hay sacrificios delante nuestro y que debemos pagar un precio por el hecho heroico de constituir una vanguardia como nación. Nosotros, dirigentes, sabemos que tenemos que pagar un precio por tener derecho a decir que estamos a la cabeza del pueblo que está a la cabeza de América. Todos y cada uno de nosotros paga puntualmente su cuota de sacrificio, conscientes de recibir el premio en la satisfacción del deber cumplido, conscientes de avanzar con todos hacia el hombre nuevo que se vislumbra en el horizonte.

Permítame intentar unas conclusiones:

Nosotros, socialistas, somos más libres porque somos más plenos; somos más plenos por ser más libres.

El esqueleto de nuestra libertad completa está formado, falta la sustancia proteica y el ropaje; los crearemos.

Nuestra libertad y su sostén cotidiano tienen color de sangre y están henchidos de sacrificio.

Nuestro sacrificio es consciente; cuota para pagar la libertad que construimos.

El camino es largo y desconocido en parte; conocemos nuestras limitaciones. Haremos el hombre del siglo XXI: nosotros mismos.

Nos forjaremos en la acción cotidiana creando un hombre nuevo con una nueva técnica.

La personalidad juega el papel de movilización y dirección en cuanto que encarna las más altas virtudes y aspiraciones del pueblo y no se separa de la ruta.

Quien abre el camino es el grupo de vanguardia, los mejores entre los buenos, el Partido.

La arcilla fundamental de nuestra obra es la juventud: en ella depositamos nuestra esperanza y la preparamos para tomar de nuestras manos la bandera.

Si esta carta balbuceante aclara algo, ha cumplido el objetivo con que la mando.

Reciba nuestro saludo ritual, como un apretón de manos o un “Ave María Purísima”. Patria o muerte.

Tomado de: Centro de Estudios Che Guevara

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Violencia epistémica y un sistema que está roto

Ares (Cuba)

Por Kenneth Fowler Berenguer

Tony García Álvarez publica en su muro de Facebook el texto íntegro de un correo que recibiera un profesor de la Universidad Tecnológica de La Habana (Cujae), denegándosele la publicación de un artículo que había sido sometido a una de las revistas del consorcio John Wiley & Sons, Inc. por, básicamente, vivir en nuestro país.

La misiva reza, y cito:

«Esta revista agradece las contribuciones de todo el mundo. Sin embargo, debemos cumplir con las leyes y regulaciones de sanciones.

Durante el procesamiento de rutina de su manuscrito, se notó que uno o más autores residen en una nación actualmente bajo sanciones. Esto no debe obstaculizar la gestión del artículo por Wiley, el editor de la revista, si:

(1) dicho autor no está en ninguna de las siguientes listas:

Lista consolidada de personas, grupos y entidades sujetas a sanciones financieras de la Unión Europea.

Lista consolidada de objetivos de sanciones financieras de la Oficina de Implementación de Sanciones Financieras del Reino Unido.

Lista de sanciones de la Oficina de Activos Extranjeros del Departamento del Tesoro de Estados Unidos.

Lista consolidada de sanciones del Departamento de Comercio y Asuntos Exteriores de Australia o no es de Corea del Norte, Crimea o Sudán del Sur; y

(2) (a) no es empleado del gobierno de Irán, Siria o Cuba; o

2 (b) (I) está preparando artículos en su «capacidad personal» (en otras palabras, «no como representante oficial o en nombre de un gobierno sancionado»); o

(2) (b) (II) está empleado en una institución académica o de investigación donde la investigación o la educación es la función principal de la entidad (…).

Habiendo verificado a los autores de este manuscrito con las excepciones anteriores, lamentamos no poder continuar con el procesamiento de su manuscrito».

Pocas veces se nos presentan de manera tan clara los mecanismos internos del funcionamiento del Bloqueo contra la Isla. Claro, que no pasa con todos, en Cuba al año se publican muchos artículos en esa misma plataforma y en otras de más o menos renombre en distintas áreas del saber. Pero pasa y, como señalaba en la más reciente emisión de Palabra precisa el profesor Ayuban Gutiérrez Quintanilla, eso es muestra de que Cuba no se relaciona con el mundo –o mejor, el mundo no se relaciona con Cuba– en términos regulares.

Pero ya hemos visto esto antes, no es nada que nos sorprenda, aunque no estemos acostumbrados –nunca uno se acostumbra a estas cosas. Creo que al final podemos sacar dos reflexiones.

La primera es sobre la gran carga de violencia epistémica que trae consigo el Bloqueo, y no voy a centrarme en Estados Unidos ya que el Bloqueo es, como se ha mencionado en otras ocasiones, no más que la forma específica que adopta la violencia imperialista en el caso Cuba luego de 1962. Violencia que ha cristalizado en otras formas y en otros contextos como golpes de Estado, Guerra Fría, intervenciones militares, y un largo y variado etcétera.

El Bloqueo es un acto de violencia en todos los ámbitos y el cultural-epistémico no puede desdeñarse. El objetivo, en esta arista, es «borrar» a esta Isla del mapa de los imaginarios colectivos del mundo. No puede permitirse el capital que exista en la mente de las personas la idea de que hay ciencia, pensamiento, intelecto y desarrollo –sea cual sea el nivel que hayamos podido alcanzar en esos apartados– en Cuba bajo su proyecto de emancipación. Eso explica cómo hay extranjeros que se asombran de encontrar ciertas marcas de autos en el país, o de que sostengas cierto tipo de conversaciones con ellos, o que aún algunos mantengan la idea de que Fidel nos daba el toque de queda con una corneta todos los días en la Plaza de la Revolución. Créanme que no puedo inventarme estas cosas.

Es al final una cuestión del debate civilizatorio. La epistemología del Norte centra la dicotomía civilización/barbarie desde una perspectiva eurocéntrica a la que le es totalmente funcional que se instale en el imaginario colectivo la idea de que es solo dentro de «sus» modelos de sociedades donde se puede realmente cultivar el intelecto y sembrar las semillas del «progreso». ¿África, Asia, América Latina? Son solo grandes «aldeas bárbaras», ahí nadie puede entender la Física Nuclear, o la Ciencia de Materiales, o los últimos desarrollos del quehacer artístico. Relegando al Sur global a la «barbarie» se hace más sencillo subyugarlo.

Debemos reflexionar desde aquí cuántas veces no incurrimos nosotros en el mismo tipo de violencia, cómo la expresamos en nuestros currículos escolares o en nuestros medios de comunicación. Como decía Freire, «cuando la educación no es liberadora, el sueño del oprimido es volverse opresor».

La segunda reflexión es sobre la decadencia del sistema de publicación y comunicación científica a escala global. Que un editor se sienta en el derecho de vetar de manera discrecional una publicación por razones de política extraterritorial, que no se someten ni tan siquiera a una crítica consecuente es una aberración. Pero no deberíamos ufanarnos en «corregir» la aberración cuando es el sistema por medio del cual comunicamos la ciencia el que está roto.

Y no quiero que se me malinterprete: la revisión por pares constituye un signo de avance en la historia de la ciencia. Pero la revisión por pares resuelve un elemento: la validación del conocimiento y de las buenas prácticas científicas y éticas por medio de las cuales se arribó a él. Pero no resuelve los problemas de la comunicación de ese conocimiento, ni su aplicación a los contextos específicos de cada país, ni la relación de las políticas públicas con ese conocimiento, ni su control luego de ser aplicado en forma de tecnologías. Tampoco resuelve, como hemos visto, la politización del proceso de publicación científica.

Luego, si conformamos todo el universo de la investigación científica alrededor de la revisión por pares, se comienzan a dar una serie de problemas estructurales; se cierra cada vez más la burbuja académica y se abre la brecha entre los generadores y los usuarios de ese conocimiento; se produce un desbalance entre publicar en revistas de alto impacto –y sabemos que el «impacto» tiene mucho que ver con razones económicas y de hegemonía cultural– y comunicar la ciencia en los países de origen; se diseñan políticas públicas dentro de la academia y a nivel de país basadas, primordialmente, en las publicaciones y no en otros parámetros; se atrofian los mecanismos colegiados de control sobre la aplicación de las tecnologías porque «ya está publicado».

Los países del Sur global no deberíamos dejar que el fruto de nuestro intelecto sea manejado por conglomerados pertenecientes al hegemón científico-tecnológico capitalista. Debemos encontrar vías de integración horizontal para desarrollar labores investigativas, comunicar la ciencia con los públicos y subvertir los imaginarios instalados, fruto del coloniaje cultural imperial, sobre cómo debe funcionar el ejercicio de generación, validación, despliegue y control del conocimiento. Una integración que debe ser doblemente dialógica, entre los pueblos del Sur y de estos con el mundo. Una cultura nueva que es lo que nos impone la lucha por sociedades más justas.

Tomado de: Granma

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La conciencia revolucionaria cubana

Por Jesús Arboleya

Para muchos jóvenes cubanos, la “conciencia revolucionaria” viene a ser como la fe que profesan sus padres y abuelos. Se puede o no creer en ella, pero pocas veces está planteado el interés por comprender en qué consiste y su aplicación al momento concreto que están viviendo. Vista de esta manera, la conciencia revolucionaria, con todo lo hermoso que sean sus propuestas, pierde los atributos que garantizan su vigencia, digamos su realismo y aplicación dialéctica.

En parte es el resultado de deficiencias y aberraciones ocurridas en el trabajo de formación política. Empaquetada en una simplista aproximación a sus contenidos, la ausencia de una eficaz cultura del debate y criterios dogmáticos en su difusión, la conciencia revolucionaria deja de ser una manera de pensar y se convierte en la repetición mimética de consignas y actuaciones “políticamente correctas” que acaban por adulterar sus esencias.

El oportunismo se anida en estas conductas y el extremismo es la manera más sencilla de hacerse de un “crédito revolucionario”, que sirve para escalar posiciones. El resultado es que algunos llegan a la conclusión de que los postulados de la conciencia revolucionaria constituyen una quimera y, cuando más, la asumen como un fardo de buenas intenciones sin asideros en la práctica cotidiana. La falta de un enfoque dialéctico también limita la capacidad de la conciencia revolucionaria para adaptarse a los cambios que han tenido lugar en el escenario y en el sujeto político cubano.

La conciencia revolucionaria cubana está fundada en el anticolonialismo primero y el antimperialismo, después. Quien no satisfaga esta condición nunca ha sido considerado revolucionario en Cuba. La contraparte se resume en la subordinación al poder extranjero y la sacralización de sus supuestas superioridades. No han existido términos medios, porque el modelo de dominación no lo permite, ni tampoco su rechazo.

Gracias a las reformas sociales y económicas emprendidas, así como por el crédito político heredado de la lucha contra la tiranía batistiana, la Revolución de 1959 contó con un extendido respaldo popular desde los primeros momentos. Pero el núcleo duro de la conciencia revolucionaria y el factor de unidad más importante, incluso entre fuerzas muy diversas, fue la consumación de este histórico movimiento antimperialista, cuyo fundamento teórico autóctono ha sido la prédica martiana.

Imbuido por este objetivo primario, se movilizó el pueblo cubano bajo la dirección de Fidel Castro. Pero la conciencia revolucionaria también se ha desenvuelto en medio de grandes contradicciones internas relacionadas con la diversidad de una sociedad sujeta a enormes transformaciones, generadoras de inconformidades y disensos. En la historia de la Revolución Cubana no han existido momentos exentos de luchas endógenas, en ocasiones muy violentas, ni de agresiones por parte de Estados Unidos, inspirador fundamental de estos conflictos.

En los inicios, fue una conciencia revolucionaria forjada en la práctica mediante tareas monumentales y movilizaciones militares constantes, formadora de fuertes lazos sociales y políticos que involucraban a casi todo el pueblo, especialmente a los jóvenes. Ello confirió un sentido heroico al esfuerzo cotidiano y propició una voluntad capaz de convivir con la abnegación que implicaba enfrentar a los más grandes desafíos. Eran los tiempos en que “convocar al sacrificio por los demás” no resultaba anacrónico.

La expansión del movimiento antimperialista en el Tercer Mundo, especialmente en América Latina, fue otro factor de estímulo a la conciencia revolucionaria en Cuba. Muchos jóvenes soñaban con ser guerrilleros, como el Che, y esta idea acompañó a las luchas internacionalistas cubanas en diversos países. La derrota o degeneración de la mayoría de estos movimientos, los cambios en el péndulo político internacional y, sobre todo, la debacle del campo socialista europeo y la desaparición de Unión Soviética, fueron golpes muy sensibles para la conciencia revolucionaria cubana. Pero haber resistido en las nuevas condiciones, fue un éxito solo posible por la validez y fortaleza alcanzada por esta conciencia.

La crisis económica que acompañó a este momento, eufemísticamente llamada “período especial”, desarticuló el proyecto igualitario cubano y, entre otras consecuencias, debilitó tanto el patrón de enfrentamiento colectivo a los problemas, como la credibilidad del modelo socialista para resolverlos. Opciones individualistas, hasta entonces poco comunes y escasamente aceptadas, como los negocios privados, se vieron entonces validadas como un recurso legítimo de salida a la crisis. Ello obligó a un replanteo del modelo cubano, pero se intentó solo de manera limitada sin las adecuadas clarificaciones en el discurso político, lo que introdujo significativas divisiones entre los propios revolucionarios. Estas divisiones perduran, y a veces son un obstáculo para el avance de las reformas, aunque se nota un mayor interés gubernamental por superarlas.

También cambió la naturaleza de la emigración. Identificada como la base social de la contrarrevolución, condición que aún perdura en ciertos sectores. A partir de las circunstancias generadas por el Período Especial, la emigración fue percibida como un resultado natural de la crisis y asumida de esta manera por la mayoría de la población. Ello facilitó los contactos y la puesta en marcha de políticas más flexibles e inclusivas por parte del gobierno, aunque siguen presentes incomprensiones y prejuicios que limitan la integración de los emigrados a la vida nacional.

En la situación impuesta por la crisis y la persistencia del acoso norteamericano, se debilitó la pasión que había despertado la lucha revolucionaria para centrar la atención de muchos en acciones de supervivencia personal, que a veces contradecían el modelo socialista vigente. Esto incrementó la corrupción y otros males sociales, generó apatía política en sectores de la población y aceleró el desgaste de las organizaciones que habían canalizado la participación y el compromiso popular, entre ellas el propio Partido Comunista, ya afectadas como resultado del avance del burocratismo, el dogmatismo y otros defectos en el ejercicio de sus funciones.

Por iniciativa de Fidel Castro se impulsaron acciones que atenuaron el impacto negativo del momento y convocaron a la población alrededor de lo que se llamó la “batalla de ideas”, pero su retirada del gobierno por razones de salud, así como su posterior desaparición física, privaron a las fuerzas revolucionarias de un extraordinario recurso de cohesión política y condicionaron la emergencia de un nuevo escenario en el debate político nacional.

Más allá de cualquier deficiencia achacable al modelo o a su conducción por parte del gobierno, la construcción del socialismo en Cuba ha sido una empresa titánica, no solo por las dificultades endógenas que ha tenido que superar, sino porque Estados Unidos ha hecho todo lo posible por impedir el despliegue de sus potencialidades. No sin razón, si tenemos en cuenta la dimensión de su ejemplo, la existencia de la Revolución Cubana ha sido percibida como una amenaza para el sistema imperialista y una ofensa a la prepotencia norteamericana, lo que explica que ese país haya actuado sin límites legales ni remilgos éticos en su contra por más de medio siglo.

Si se compara con los primeros años cuando el conflicto clasista resultaba evidente, ahora son menos diáfanas las razones que impulsan a la oposición, pero es innegable que el daño a escala social que origina la política norteamericana es una de ellas. Mucho más en tiempos de pandemia, cuando la situación se torna desesperante y ningún gobierno se salva de la insatisfacción política que genera la coyuntura. Mezclado con la crítica en ocasiones justificada a la gestión gubernamental, en muchos casos la confusión consigue que se culpe a la Revolución del sufrimiento infligido por sus enemigos y las víctimas justifiquen a los victimarios, lo que coloca el debate político con estas personas en situaciones a veces carentes de toda lógica.

El enfrentamiento a la hegemonía de Estados Unidos, cualquiera sea la modalidad que adopte su política, es consustancial al proyecto antimperialista cubano, por lo que la conciencia revolucionaria no tiene otra opción que partir de este presupuesto. No obstante, debe desplegar toda su capacidad dialéctica y ser capaz de evolucionar en correspondencia con las condiciones que imponga este conflicto. La radicalidad del proyecto estriba en sus objetivos, no en los métodos que con justicia y ética se utilicen para alcanzarlos.

Quedar paralizado en los esquemas del pasado es un síntoma de decadencia, por mucho que parezca que todo es igual y basta hacer o decir lo mismo. Por eso, para actuar en consecuencia, también se impone una lectura culta de la realidad doméstica y el sujeto político que se desempeña en ella. Desplegar el potencial científico de las ciencias sociales, así como liberar de ataduras a los mecanismos de información y debate de la sociedad, constituyen necesidades urgentes para la formación de una conciencia revolucionaria adecuada a la nueva realidad.

Hoy día la conciencia revolucionaria en Cuba se concreta en garantizar la eficacia para enfrentar la guerra económica y potenciar la capacidad productiva del país, en el desarrollo de una cultura política capaz de comprender la complejidad de las coyunturas por las que atraviesa la nación, así como contribuir en la construcción de mecanismos de participación popular, orientados a incitar un amplio sentido de libertad y construir nuevos consensos. También en la estimulación a la crítica contra males que actúan como un cáncer de la Revolución, dígase el burocratismo, el dogmatismo, el oportunismo, la corrupción y la mediocridad en la gestión pública.

Nada de esto es ajeno a la prédica del partido y el gobierno. Se han emitido varios documentos programáticos sobre estos asuntos y se han discutido con toda la población, incluso han sido aprobados en referendo nacional, como fue el caso de la nueva Constitución en 2019. El problema radica en lograr que las ideas doctrinarias que orientan el trabajo político, resumidas en un llamado al “cambio de mentalidad”, se concreten en la práctica y formen parte de la cultura de las personas, especialmente de los dirigentes y funcionarios gubernamentales.

La conciencia revolucionaria debe difundirse teniendo en cuenta los avances de las tecnologías de la información y los métodos más modernos de investigación y comunicación social, lo que excluye el lenguaje panfletario, exento de capacidad de convencimiento. Pero también debe construirse a través de la práctica concreta mediante tareas que desechen los formalismos y sean realmente relevantes para el país, donde los jóvenes no sean percibidos como simples participantes, sino como sus propiciadores y realizadores en muchas ocasiones. La conciencia revolucionaria debe educarse en el debate permanente, primero entre los que no lo son, pero incluso con los enemigos.

Haber resistido a las agresiones norteamericanas ha sido un mérito extraordinario, pero la conciencia revolucionaria no está diseñada solo para resistir, sino para transformar la realidad. En propiciar la inteligencia colectiva y aprovechar cualquier oportunidad, estriba el éxito del proyecto revolucionario cubano. En definitiva, solo los inteligentes, dicho en el sentido más amplio de la palabra, pueden ser portadores de una verdadera conciencia revolucionaria.

Tomado de: Progreso Semanal

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Consejo de Kari Krenn para Yunior García: “Más vale permanecer callado y que sospechen tu necedad que hablar y quitarles toda duda de ello”

Por Karina Silvina Krenn

Te leí Yunior.

Te leí con detenimiento, tratando de descubrir detrás de tus palabras, tus motivaciones, tus mensajes implícitos…

Tal vez esto de navegar a diario entre océanos de letras, nos vuelve de algún modo dúctiles en descifrar las cosas que trascienden, al solo amontonamiento de las mismas…

¡De verdad que son inmensas las contradicciones que transmites!

Eres un hombre formado, con estudios académicos según cuentas, colijo que siendo dramaturgo posees una elevada comprensión de textos, por lo cual que expreses que “no conocemos el motivo de las citaciones”, es algo que un niño de 5 años en etapa preescolar, sería capaz de inferir con solo haber escuchado las noticias…Mmm… Primera mentira…

Insistes en tu “derecho a tener derechos”. Sí, toda persona nace con el instinto de procurar lo mejor para sí y, en la evolución de nuestra especie, estas ansias nos impulsaron a intentar alcanzar esa meta.

Donde hay una necesidad, nace un derecho… algo que todo ser humano lleva intrínseco. Pero a veces, puede producirse una superposición de derechos, entre tanta gente que habita el mundo, imagina.

Frente a eso, los consensos civilizatorios indican que se procure beneficiar a la mayoría; por ello se limitan nuestros propios derechos, hasta donde comienzan los derechos de los otros…

Tienes razón en que descalificar al otro no está bueno… y no te hablo solo de expresiones verbales sino de acciones: ¿Acaso tú no has descalificado a tu propio pueblo con tu accionar temerario?

Insistes en pedir por democracia: ¿Qué parte de la democracia no estarías aceptando, cuando más del 80% de tus coterráneos, eligió este tipo de vida político-social?

Hablas de pluralismo… pero arremetes contra la decisión de la mayoría solo porque tú no acuerdas con ello.

¡Sí!, es cierto que las guaguas y las colas para comprar pollo son un problema en Cuba y asocias esa circunstancia con “la muela oficialista de continuismos obedientes y dogmas irrevocables”.

O sea que, en tu elemental análisis, el bloqueo y la guerra disfrazada del imperialismo contra Cuba, ¿Es algo inexistente e inocuo?

¿Acaso desconoces Yunior, hombre estudiado gracias a la Revolución, que la vida de cualquier sociedad lleva implícita la obediencia a las leyes que las fundan?

El enemigo número uno de cualquier sociedad humana, es el individualismo.

Y tú y el resto del accidente geográfico archipié-lo-qué, patalean como individuos:

MI DERECHO… MI CRITERIO… MI IDEA… MI… MI… MI…

(Esta necesidad constante de la afirmación de tu yo, le haría un picnic a Freud y sus amigos…)

Usas la palabra “Cambio”… palabra que ya conocemos en América latina, pues ha sido usada como eslogan por todos aquellos que vinieron a avasallar a nuestros pueblos.

Como pasó acá en mi patria cuando el neoliberalismo vino para destruirnos, tras el disfraz de globos amarillos y la misma perorata…

De seguro ya conoces esas cosas que acontecieron en mi Argentina. Estuviste aquí, así que de primera mano lo sabes.

Hablando de eso…

Esperaba encontrar en tu escrito algo sobre tu cursada en la Universidad Torcuato Di Tella…

Sácame de una duda: ¿Cómo cubriste los costos, tú cubano de a pie, dramaturgo manipulador de mejoras sociales, emancipador en la lucha contra el arroz moro y el boniato, que te quejas de lo difícil que es hasta comprar pollo en Cuba?

Te lo pregunto porque a mí, escritora de nivel internacional, ampliamente viajada y reconocida, se me dificultaría abonar la costosísima cuota mensual en ese bastión de los ricos…

Suenas como una paradoja entonces: O no existe tal carencia material en Cuba y tú puedes asumir los costos…

O alguien paga por ti…

Sé sincero Yunior:

¿Quién te lo paga?

¿Le has contado eso a tus hermanos cubanos, a los cuales dices defender?

Con la mano en el corazón todos sabemos que en el mundo capitalista se cobran precios.

Nadie regala nada.

Pueden facilitarte algo, a cambio de…

Si no pagaste con dinero Yunior…

¿Cómo pagaste?

¿Qué debes?

¿Qué diste a cambio en esta selva de ofertas y demandas?

No me digas que por lindo te lo obsequiaron. Como dices tú:

¡A otro con esa muela!…

Te identificas también en tu escrito con una película yankee: “Matrix”.

Yo podría haberte sugerido el cine francés al caso, pero hasta en tu elección para proyectarte, implicas una mirada hacia algún lado.

Al leerte pienso antes, en el concepto de la Modernidad Líquida, tan bien elaborado por el sociólogo polaco Zygmunt Bauman. Cuando plantea cómo se han desvanecido las realidades sólidas de nuestros abuelos y se han dado paso a un mundo más precario, provisional, ansioso de novedades y, con frecuencia, agotador. Esa necesidad de cambio constante, transitorio… la liquidez como el agua escurriéndose entre los dedos… el consumismo… la globalización… el mundo descartable… donde “todas las cosas fluyen, se desplazan, se desbordan, se filtran y gotean, siempre por un periodo de tiempo limitado y sin ocupar un espacio concreto y definido”.

Bauman plantea la disolución del sentido de pertenencia social y la primacía del individualismo y es como si te describiera a tí:

Tus derechos Yunior… Tus derechos…. Y otra vez… Tus derechos…

Y la idea de que alcanzar a comprar cosas materiales exorciza tus fantasmas, en una sociedad sinóptica de la cual te piensas e imaginas el paladín de la justicia… en esos lugares émicos, fágicos o los no lugares, donde se comienza a situar la gente que razona como tú.

Te preguntaras a estas alturas, por qué yo siendo extranjera opino sobre ti…

Opino, porque observo que tu lucha no te es propia.

Opino, porque es evidente de que has recibido apoyo desde el imperio, el mismo que amenaza con recrudecer la sanciones contra la patria que dices defender…

Opino, porque la gente que recorre el mundo como yo, advertimos la mentira y el engaño a varios cientos de miles de kilómetros de distancia.

Si esta lucha te perteneciera realmente, si tú no tuvieras obligadas servidumbres con nadie, en el acto y frente a la inminencia de esa acción foránea que asfixiaría más a tu pueblo, tú como persona con códigos y ética (si los tuvieras), habrías detenido la marcha del 15N ¡¡¡De inmediato!!!

Habrías evaluado que el enemigo se intenta asir de tu reclamo para perjudicar aún más a tu gente.

Tu connivencia e inercia frente a ello, corrobora que tú eres un títere más de su dominio.

Y no lo haces. No te les opones a los buitres que sobrevuelan ávidos por la soberanía de tu patria, deseosos de carroñar hasta el último vestigio de cubanía.

Esperas ese apoyo extranjero.

Eso me habilita a mí entonces, extranjera, a salir al cruce para defender a mis amigos y a los seres que amo allí.

Si tú permites extranjeros de tu lado, se bien hombre y con las gónadas bien puestas de dejar que del otro lado pase lo mismo.

Eso es jugar un juego limpio y justo: ¿No te parece?

La diferencia entre tus amigos extranjeros y yo, son las motivaciones: a mí me mueve el amor hacia esa Patria que habita mi corazón.

Nada pido de Cuba.

Nada espero de ella.

Solo el amor engendra la maravilla… como dice la canción.

Y aquí estoy yo, defendiendo a la Cuba que amo, a la que elijo como mía, donde están los cubanos que se mantienen fieles a sus principios y ganan mi admiración y respeto.

Tú… tú elegiste mal a tus amigos extranjeros… es una pena que por ellos, hayas arrojado tu trayectoria por el abismo de la traición.

¿Te has puesto a pensar cuando ya no les seas de utilidad a los carroñeros del norte, que pedregoso será el camino del escarnio y el rechazo de tu pueblo?

Mira que Roma paga a los traidores, pero los aborrece luego.

Hablas de que en Cuba no se respetan los derechos humanos y te apichonas bajo las alas del imperio. Justo los indicados…para adolecer de respeto a cualquier derecho humano que se nombre.

Explícame Yunior… ¿Por qué EEUU no ratificó el Pacto de San José de Costa Rica? ¿O pensabas decir que solo eso pasaba en Cuba?

Cuéntame Yunior… ¿Cómo me explicas el caso de Russell Bucklew? Cuando EEUU lo ejecutó a pesar de la intervención de la CIDH y según la

Comisión Interamericana, cometiendo una grave violación a los derechos fundamentales de vida. Protegidos por los artículos I y XXVI de la Declaración Americana y violando las obligaciones internacionales que tiene EEUU como miembro de la OEA.

De hecho, la Corte Suprema de Justicia de Estados Unidos, concluyó en que no tenía derecho a una muerte sin dolor, desestimando los recursos interpuestos y con un accionar de castigo cruel el estado de Missouri ejecutó a un preso que tenía una enfermedad terminal y que había sido un prisionero modelo durante 23 años, con un historial ejemplar de prisión.

¿A dónde fue el respeto de la vida humana, de nuestra sociedad, si no se le dio el derecho de vivir su vida en prisión? ¿Qué diferencia hay entonces entre el propio EEUU y Russel Bucklew?

¿Ese es tu modelo de país a imitar Yunior?

De hecho, la misma Comisión Americana de Derechos Humanos, nota que EEUU es actualmente el único país de la región que lleva a cabo ejecuciones con la pena de muerte, no lo digo yo… lo dicen ellos…

Háblame Yunior… sobre los niños migrantes detenidos en el centro de detención de Donna en USA… ¿Qué opinas?

¿Sabes por qué te lo pregunto?

Porque si permites el apoyo yankee a tus luchas, cuando ellos cometen a diario estos atropellos a los derechos humanos, voy a pensar Yunior que a ti te “lobotomizaron” la moral y el intelecto, que eres un zombi funcional, un alma en pena disfuncional y un analfabeto disidente hasta del lenguaje oral y el balbuceo…

O lo más probable y evidente: te cargaron muy bien los bolsillos…

Si yo estuviera equivocada en mi apreciación podrías demostrármelo:

EXIGIÉNDOLE A USA QUE NO SE SUME A TU MARCHA CON SANCIONES PARA TU PUEBLO.

No lo harás… no puedes…

¿Ves que es tan simple como eso, para derribar tu máscara y mostrar tu indignidad?

¿Sabes algo? Cuando uno que se dice defensor de los derechos humanos, lo es en verdad, los defiende en cualquier rincón del planeta.

Mírame si no a mí: salto de defender a Cuba, a Mozambique, a India, a Nyanmar, a Bosnia o a donde vea que la dignidad humana así me lo pide.

¿Qué en Cuba no se respetan los derechos humanos? ¿Qué voz autorizada tienes? Los que dicen eso ¿A qué intereses ocultos responden?

He viajado a lugares de la tierra donde es flagrante el irrespeto a los derechos humanos.

No es el caso de Cuba.

Sería extenso en este texto mencionar los sitios de los que hablo o escribir mi extenso CV, o mi trabajo durante casi 30 años defendiéndolos y que me da la autoridad para aseverar esto.

No entiendo tu capacidad selectiva y tu doble vara Yunior…

Te sugeriría leer sobre la Conferencia de Yalta, aprender sobre Rooselvet y Churchill, para que entiendas eso de las raíces del injerencismo yankee… Truman y su decisión de arrojar las bombas en Hiroshima y Nagasaki… la Doctrina Truman… el plan Marshall…

De verdad Yunior: ¿Desconoces sobre eso? Tus amigos del norte son los vecinos mal llevados del planeta tierra. Los violadores compulsivos de los derechos humanos. Los generadores de guerras, hambre, muerte, desolación y destrucción.

Ya oí tus audios pergeñando tu «marchita marchanta» junto a algunas joyas de la corona del mercenarismo.

¿Tanto pesa tu angurria material, que pones en la cuerda floja la paz de tu pueblo?

¿No te gusta lo que eligió la mayoría?…

¡¡¡¡Pues bienvenido a la democracia!!!!

Así funciona: vale lo que quiere la mayoría y créeme que si en Cuba, la mayoría hubiera elegido por NO, al sistema de gobierno que tienen, yo sería la primera en apoyar al pueblo.

Hay un dicho que reza: Si usted no da una solución al problema, usted es parte del problema.

¿Qué modelo de país imaginas tú?

Disneyworld es fantasía y Narnia no existe… recorre el mundo y mira la otra cara de la moneda neoliberal.

¿Qué te hace pensar que tú y los tuyos, quedarán del lado de los ricos, en esta cara y cruz del capitalismo?

Sí que eres ignorante.

¡¡¡Sueña Yunior… sueña!!!

Sueña pertenecer a esa élite que te miente tanto.

Mientras, tú hueles: hueles a traición…

Esto que te digo no es un agravio, sino es la evidencia que tus propias acciones sacan a la luz; es lo que tú exudas, como la adrenalina con el miedo.

Se te nota: tú sabes sobre derechos humanos como yo sobre la constante de Planck y la física cuántica…

En derechos humanos te aventajo: sé, de hecho me diplomo en ellos, en Seguridad Ciudadana.

Así que ve a otro huerto a sembrar cizaña, que mientras esta amiga de Cuba esté en pie, alzará la voz para desenmascarar a farsantes como tú.

Ojalá tuvieras argumentos para debatir…

Ojalá no funcionaras con el chip de la conveniencia…

Ojalá lograras la Green Card, ya que todas tus acciones nos muestran tus aspiraciones.

Ejercer derechos es saber en primer lugar respetar las obligaciones.

RESPETO.

RES-PE-TO.

Algo que no aprendiste.

El 15 N-Cuba, será tu versión local de la payasada de Otaola en el 24 O-Vaticano.

Al igual que tus amos del norte, llegarás al punto en que están los yankees: que no pueden ganar, no quieren perder y no saben negociar…

Si amas a tu pueblo, en verdad, esa marcha del 15 N deberías abortarla; recoge las migajas de dignidad que te quedan, y entiende que ser digno muchas veces implica retrocesos y ajustes.

Antes bien construye y elévate con la altivez de los hombres justos y muestra que sí eres capaz de hacer cosas grandes, realmente grandes.

La humildad de reconocer los desaciertos, es una de ellas.

¡¡Si marchas, ir preso por contravencionar la ley, sería el menor de tus problemas!!

¿El peor?

Que inscribirás tu nombre, para toda la eternidad en el inconsciente colectivo de tu pueblo como un triste fantoche y traidor más que pasó con pena… y sin gloria…

A estas alturas… Se te nota mucho que eres como el felpudo de la puerta de entrada, donde los yankees limpian sus pies…

Ningún Robin Hood de nada eres.

¡¡¡¡Ya no fantasees tanto dramaturgo, que a gente como tú en mi barrio le llamamos traidores!!!!

Recuerda: UNO ES AMO DE SUS SILENCIOS Y ESCLAVO DE SUS PALABRAS.

El mundo te observa

Yo entre ellos,

Karina Silvina Krenn (Kari Krenn) escritora argentina,  especializada en poesía contemporánea, autora del libro Poémame, entre angustias y esperanzas, publicado en 2019, también  doctora Honoris Causa en Creatividad, Humanidad y Cultura Internacional, título otorgado por IFCH y Mil Mentes por México en su perfil de Facebook, compartió con sus lectores palabras dirigidas a Yunior García, quien se presenta como un “patriota preocupado” por los derechos de todos los cubanos, utilizando un discurso cargado de hipocresía y de mensajes dirigidos a confundir y movilizar sentimientos de solidaridad con sus posiciones, pretendiendo ocultar los sórdidos intereses que lo mueven.

Tomado de: Cuba en Resumen

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Cuba como trastorno obsesivo compulsivo

Por Rosa Miriam Elizalde

La alcancía volvió a sonar. Hace menos de un mes, en septiembre de 2021, la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (Usaid) otorgó 6 millones 669 mil dólares en subvenciones para proyectos destinados a un “cambio de régimen” en Cuba, eufemismo para evitar decir “intervención directa de una potencia extranjera”.

La administración demócrata ha favorecido especialmente al Instituto Republicano Internacional (IRI) con una generosidad bipartidista que jamás tuvo Donald Trump. También han recibido espléndidas partidas otros grupos de Florida, Washington y Madrid que han pedido la invasión a la isla y pintan un panorama apocalíptico en La Habana, con lo que aseguran más dinero el próximo año.

Las arcas públicas de Estados Unidos parecen inagotables para la industria anticastrista. En el último año, al menos 54 organizaciones han sido beneficiadas con los programas para Cuba del Departamento de Estado, la National Endowment for Democracy (NED) y la Usaid. Esta agencia ha otorgado en los últimos 20 años a Creative Associates International, una tapadera de la CIA, más de mil 800 millones de dólares para el espionaje, la propaganda y el reclutamiento de agentes de “cambio” en la isla. Uno de sus proyectos más conocidos, el llamado “Twitter cubano” o ZunZuneo, resultó en un soberbio fracaso que develó una trama de corrupción y violaciones flagrantes de la ley estadunidense. El ZunZuneo le costó el puesto al director de la Usaid, pero las operaciones de Creative Associates International se mantienen a toda vela, ahora de manera encubierta.

El investigador estadunidense Tracey Eaton, que durante años ha seguido la ruta de estos fondos, comentó en entrevista reciente que muchos de los programas de financiamiento para el “cambio de régimen” en Cuba son tan furtivos que probablemente jamás sabremos quiénes son todos los destinatarios ni el monto total, y a juzgar por los milloncejos conocidos, la subvención debe alcanzar una cifra faraónica. Las estrategias de “construcción de la democracia” se consideran “secretos de oficio” y están exentas de divulgación en virtud de la Ley de Libertad de Información estadunidense, según cartas que Eaton ha recibido del Departamento de Estado y de la Usaid.

Estados Unidos se vuelve loco ante el supuesto indicio de intrusión rusa, china o islámica en la política local y en las plataformas en línea. Sin embargo, no duda ni por un minuto en intervenir groseramente en Cuba, como ha expuesto el diario digital MintPress News, que documentó cómo grupos privados de Facebook instigaron los disturbios del 11 de julio en varias ciudades cubanas. “La participación de ciudadanos extranjeros en los asuntos internos de Cuba está en un nivel que difícilmente se puede concebir en Estados Unidos”, dice la publicación y añade: “Las personas que provocaron las protestas del 11 de julio en Cuba siguen planeando acciones similares para octubre y noviembre”.

Los planes de subversión política de la superpotencia militar son una vergüenza y un escándalo, pero nada indica que Washington alcanzará ahora lo que no pudo en 60 años. De hecho, esta obsesión del gobierno estadunidense tiene dos siglos, como ha demostrado Louis A. Pérez, investigador de la Universidad de Carolina del Norte, en un brillante ensayo titulado Cuba como trastorno obsesivo compulsivo.

“El tema de Cuba rara vez ha sido un tema de disquisición razonada. Desafía una explicación fácil, y ciertamente no puede entenderse única –o incluso principalmente– dentro de la lógica del cálculo de políticas que dan cuerpo a las relaciones exteriores de Estados Unidos, principalmente porque no hay lógica”, escribe el historiador.

Lo que sí tiene lógica es la permanencia en el tiempo de la “intransigencia” cubana. Ernesto Che Guevara solía repetir en sus discursos de los primeros años de la revolución de 1959 que “Cuba no será otra Guatemala”. Es decir, su independencia del imperio estadunidense no sería boicoteada con bombardeos mediáticos primero, movilizaciones inducidas y ataques militares después.

La costumbre de derrocar alternativas independentistas es tan larga y la arrogancia por una abrumadora fuerza militar y mediática tan ciega, que el gobierno estadunidense no ha logrado prever sus continuas derrotas ni ha superado el trauma de tener una isla levantisca “casi a la vista de nuestras costas”, como decía John Quincy Adams, y para colmo, sin el más mínimo interés de ser “el estado que nos falta entre la entrada al Golfo y la salida del vasto valle del Misisipi”.

La gran verdad de todo esto, comenta sabiamente Louis A. Pérez, es que los cubanos han aprendido de la historia, pero Washington no.

Tomado de: La Jornada

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Por Víctor Fowler

La imagen que regresa a mi mente es la de mi padre, recostado a la pared, muy cerca de la esquina donde se cruzan las calles Infanta y San Lázaro. La expresión en su rostro es de un desasosiego total, como si la única protección imaginable estuviese conectada a esa pared, como si temiese (o no pudiese) dar, aunque sea, un paso.

Los que conocen la zona caerán en la cuenta de que la cuadra a la que me refiero –entre las calles Concordia y San Lázaro– es pequeña. Sé que resulta extraño asociar la idea de protección con una concurrida esquina de la ciudad, pero tal fue la sensación que tuve cuando lo vi.

A unos metros de mi padre, un grupo de personas (la mayor parte, ancianos, igual que él) compraba bolsas de frijoles; de hecho, es eso mismo lo que él salió a buscar, solo que tres horas antes.

Basta saber que la casa familiar se encuentra a unos escasos cinco minutos, caminando con paso normal, para empezar a entender que algo muy grave tuvo que haber ocurrido durante esas tres horas en las cuales, más preocupados con cada minuto que pasara, esperaban su regreso.

El caso es que mi padre (dentro de mi cabeza) está en esa esquina: solitario, asustado, confundido. «Chico, no conozco estas calles», me dijo al verme llegar. «Puedo leer los letreros, pero no los entiendo…». Ese fue el debut –así, sin señal previa alguna– de la enfermedad de Alzheimer que mi padre iba a padecer en los años siguientes. Después, en la cadena de pequeñas anécdotas, vendrían momentos como cuando ya no recordaba la palabra televisor, y me pidió que prendiera «el cristal que nos divierte», o cuando ya no reconocía a familiar alguno.

Pocos años antes, a escasas cuadras de esa misma esquina, me tocó presenciar los lentos estragos de la misma enfermedad en una de las personas que más he querido: la poeta Albis Torres, quien una tarde, volviendo de su trabajo, no recordaba qué debía hacer para abrir la puerta de su casa. Además de esto, y para alargar los enlaces hasta el presente, es ahora mi madre la que padece de demencia senil.

Lo cuento para que se entienda la carga emocional con la que leí la noticia que informa sobre los investigadores que presentaron el NeuroEpo, medicamento cubano para combatir el Alzheimer (con particular efecto en las etapas inicial y ligera de la enfermedad).

Mientras leía, no pude menos que recordar los momentos de vida familiar que antes comenté, agradecer el esfuerzo sin límites que estos científicos nuestros realizan cada día, aplaudir el logro que acaban de obtener como investigadores y, finalmente, celebrar la esperanza que traen para los miles de personas (enfermos, sus familiares y seres queridos) ante quienes ahora se abre la posibilidad de una existencia menos desgarradora y destructiva.

Si, desde un punto de vista personal, la noticia constituye motivo de alegría, cuando lo pienso desde la escala de un país como el mío (pobre, ubicado dentro del circuito del subdesarrollo, y sometido a las violencias desmesuradas de la(s) política(s) de bloqueo), mi admiración –por los científicos que lo consiguieron, y por el Estado que lo impulsó y apoyó– se extiende más allá de cualquier límite que se me ocurra imaginar, como mismo crecen mi comprensión y mi orgullo. Son gigantes, son héroes, prueba viva de la increíble capacidad visionaria de Fidel cuando (¡nada menos que en febrero de 1960!) propuso que el futuro del país tenía que ser de hombres de ciencia.

Se trata de sumar, al NeuroEpo que celebramos hoy, la tremenda hazaña de quienes desarrollaron todo un conjunto de medicamentos para enfrentar la actual pandemia de la covid-19 (encabezados por nuestras Soberanas y Abdala), así como el logro enorme de ese otro equipo de científicos que ha desarrollado una vacuna para la prevención del cáncer de pulmón.

La alegría es más grande que los momentos penosos. Enfermos, familiares y el amplio abanico de los seres queridos; lo mismo del país cubano que de la humanidad, en general.

¡Qué personas extraordinarias los científicos que han desarrollado estos medicamentos! ¡Qué país de sorpresas y muestras de estatura mayor el nuestro! ¡Qué deseos de acompañar y ser acompañado!

Aquí…

Tomado de: Granma

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Juan Valdés Paz: El socialismo no puede posponer la democracia que ha prometido

Juan Valdés Paz. Fue un destacado sociólogo, politólogo, historiador y filósofo cubano. Profesor Titular Adjunto de la Universidad de La Habana y del Instituto Superior de Relaciones Internacionales Raúl Roa García (1938-2021)

Por Fernando Luis Rojas López & Carolina García Salas

Juan Valdés Paz es politólogo, investigador y profesor universitario. Su actividad como investigador estuvo vinculada a instituciones como el Departamento de Filosofía, el Centro de Estudios sobre América (CEA) y el Instituto de Historia de Cuba. Es Profesor Titular Adjunto de la Universidad de La Habana, y del Instituto Superior de Relaciones Internacionales Raúl Roa García. Ha impartido docencia en diversas instituciones nacionales e internacionales. Es Premio Nacional de Ciencias Sociales y Humanísticas 2014. Es miembro del Consejo Editorial de la revista Temas, en la cual ha publicado artículos y reseñas, y participado como ponente en las sesiones de Último Jueves.

Carolina García Salas (CGS): ¿Qué distingue al socialismo existente del que se necesita para Cuba?

Juan Valdés Paz (JVP): Esta interrogante lleva implícita una discusión previa, que pudo ser una pregunta primera, acerca de qué vamos a entender por socialismo, porque ya a estas alturas no es un término suficientemente preciso o compartido, ni podemos estar seguros que todos los interlocutores entienden lo mismo.

No está de más recordar que, en la acepción clásica, el socialismo es un período de transición al comunismo. Hay una propuesta de sociedad a la que se llama comunista, y el socialismo es una transición entre la sociedad capitalista históricamente existente y la que se propone como alternativa. En los clásicos el socialismo es un período de transición con rasgos universales.

Todos sabemos que en las experiencias históricas de socialismo ese período fue una cosa mucho más complicada que lo que se sobreentendía en la formulación de los clásicos, por cuanto estos suponían que esa transición al comunismo sobrevendría en los países capitalistas más desarrollados. Al no suceder así, esa agenda quedó marcada por la necesidad de concluir o alcanzar los niveles de desarrollo de las fuerzas productivas que las sociedades que iniciaban esta experiencia no poseían, y esta circunstancia convirtió el proceso en algo más complejo.

Ese fue el primer problema, una de las premisas de la propuesta clásica ya no se daba; la segunda era que el socialismo avendría como un sistema mundial, es decir, las grandes sociedades capitalistas desarrolladas transitarían hacia fórmulas socialistas y facilitarían el proceso para las restantes, que las seguirían. Como el sistema internacional no se movió hacia experiencias de este tipo, desde entonces queda en pie la pregunta de si es posible el socialismo en un solo país, en el marco solamente de estados nacionales, cuando el mundo no se mueve en igual sentido y sigue dominado por relaciones capitalistas. Ese fue el primer gran debate que tuvo que enfrentar la experiencia soviética.

La tercera era la noción temporal de la transición. En la formulación clásica, este sería un período histórico más o menos corto, en virtud de que estaban dadas las premisas materiales, para usar el lenguaje de los clásicos, pero una vez que estas no existían, el socialismo parecía extenderse en el tiempo, y el comunismo aparecía cada vez más en lontananza. Por tanto, lo que hemos tenido son experiencias hacia sociedades no capitalistas, pero donde el comunismo se va convirtiendo en una noción utópica, que vale para orientar el sentido de la transición, pero siempre como una alternativa muy lejana. La realidad histórica y la que se nos impuso a nosotros, como a todos, es la de una indefinida sociedad de “transición”.

El otro problema ya no tiene que ver con los clásicos, tiene que ver con el socialismo real.

La transición dio lugar a un tipo de sociedad que en todas las experiencias del socialismo histórico —desde la soviética hasta la china— terminan siendo otro tipo de sociedad; no transitan sino que se convierten en una distinta, donde algunas de las premisas que requerían los clásicos y que incluso esperaban los revolucionarios, no se solventaron. Ejemplo, la extinción del Estado. Dice Lenin, en El estado y la revolución, que después de un tiempo éste se “extinguirá”;  y finalmente, las experiencias históricas fueron de socialismos de Estado, sociedades ordenadas y promovidas por el Estado, desde el poder político estatal, de las cuales lo que cabe es la discusión de hasta dónde fueron más o menos estatizadas.

Conclusión. Las experiencias reales del socialismo histórico tienen de común su opción no capitalista; han producido sociedades no capitalistas a las que es muy difícil calificar de socialistas en términos clásicos. A su vez, la mayor parte de las experiencias conocidas iniciaron medio siglo después, como mínimo, una “transición” al capitalismo; este fue el caso del socialismo de Europa del Este, incluido el soviético. De todas aquellas solo sobreviven los casos asiáticos de Corea del Norte, Vietnam, Laos y China.

CGS: ¿Qué es lo que tienen de común las experiencias sobrevivientes?

JVP: En lo fundamental, que se asumen como “socialistas”, que su programa político sigue estando comprometido con el socialismo, pero todas se han declarado de “características propias”. Tienen un proyecto socialista, quieren superar al capitalismo aunque tengan que utilizar sus instituciones para el propio desarrollo, y todas van a hacerlo a su modo: los chinos, los vietnamitas, los coreanos —ni decir— y finalmente nosotros, que cada vez más nos enmarcamos en esos rasgos propios. Ese es el punto, cuando hablamos de “nuestro socialismo”, si no le decimos “socialismo cubano”, ya no está claro de qué estamos hablando.

La otra observación es que en todos los casos, un factor muy importante en la sobrevivencia de estas experiencias es la cuestión nacional. En el de los chinos, el tema de la liberación de la agresión y ocupación por las grandes potencias, la recuperación de la unidad nacional, los factores etnoculturales, etc. han jugado y juegan un papel fundamental. Hablamos de una cultura de cuatro mil años ante un occidente de sólo cinco siglos; es decir, las características propias de su socialismo están determinadas y aluden a su identidad cultural y nacional.

Lo mismo sucede con Vietnam, que terminó de unificarse y de concluir la descolonización hace apenas cinco décadas, tiene que resistir a China en la frontera norte y a Estados Unidos en el Pacífico, de manera que también la cuestión de la independencia e identidad nacional es un componente muy fuerte. No voy a comentar Corea —porque es imposible—, pero esta lógica también vale para nosotros. Si hacemos la historia del socialismo cubano, veremos que los años sesenta están marcados, entre otras cosas, por la intención de producir un socialismo nacional de características propias, aunque no empleáramos esa terminología. Eso no resultó, porque no era económicamente viable, y pasamos a una transición socialista que tomaba en cuenta la experiencia internacional del socialismo, la de los “países hermanos” y al final, el modelo soviético. Readecuamos nuestra transición inspirándonos en ese modelo que en aquel momento fungía como el universal. Luego hemos estado dando tumbos, y ahora que no hay un modelo universal, no sé si por elección o porque no nos queda más remedio, volvemos a caer en la necesidad de elaborar una versión de socialismo nacional.

¿Por qué recalco esto?, porque creo que cuando lo vemos desde la perspectiva de las características propias, cuando se pretende la construcción de un socialismo adecuado a la historia y a la cultura nacional, se superponen entonces, más que un proyecto, dos: el de nación y el de sociedad.

Para el proyecto de nación está claro cuáles son los desafíos, el enemigo principal, la situación geopolítica, etc. Verlo desde ahí, por separado, nos puede sugerir mayores o menores aperturas, cierres, exposición, cuidados, delimitación de nuestras relaciones y nivel de integración regional. De manera que habría que reflexionar sobre qué tipo de sociedad y qué discurso hegemónico necesitamos para garantizar el proyecto de nación, porque este necesita una sociedad que lo realice; y ahí aparece el proyecto de sociedad.

Entonces mi manera de responder la pregunta es que tenemos que crear nuestra propuesta de socialismo nacional, que no la hemos desarrollado. Tenemos que considerar las exigencias del proyecto de nación como invariables, y las del proyecto de sociedad socialista, como variables. Es decir, podemos asumir una transición más acelerada, más lenta, más dura, más blanda, con más o con menos elementos de capitalismo; podemos flexibilizar el proyecto de sociedad en virtud de los desafíos internacionales a que estamos sometidos, por ser pequeños, porque el mundo es “ancho y ajeno”; podemos considerar ser más flexibles en el proyecto de sociedad y más duros en el proyecto de nación. Es en esa perspectiva que yo me coloco.

Ahora bien. El socialismo, bajo ese nombre, no solamente tiene una experiencia inscrita en una tradición comunista, sino que tenemos también una tradición socialdemócrata, más extensa inclusive, con más sociedades involucradas en esta última que en las procomunistas.

De manera que también tendríamos que ver —porque puede ser un riesgo, o una tentación, o una confusión— que nos movamos hacia una estrategia socialdemócrata creyendo que estamos asumiendo otra. Es decir, que seamos tan flexibles que termine sin importar el color del gato, mientras cace ratón; que no importe qué tipo de Estado o qué tipo de economía, si es eficiente. Ahí tenemos el modelo nórdico, que cada vez se degrada más, pero sigue siendo el éxito paradigmático de la socialdemocracia. No es casualidad que todas las experiencias socialistas europeas que transitaron al capitalismo declararan que iban a ser “nórdicas”. Y aquí también podemos encontrarnos esos discursos, que a donde conducen, a lo sumo, es a una sociedad capitalista con un wellfare state o “estado de bienestar”, con una política social más o menos amplia.

Fernando Luis Rojas (FLR): Queda claro que la transición socialista es un proceso tan complejo que constantemente pone en crisis su formulación clásica, si partimos de ese análisis crítico de las experiencias mundiales y de la propia. ¿Cómo define al que se necesita para Cuba?

JVP: Me voy a referir al deseable. La necesidad es una categoría que da cuenta de restricciones internas y constricciones externas que no puedes superar. Así que no voy a detenerme ahí porque es obvio que tendríamos que hacer una adecuación a esas condiciones. Lo que importa es no quedarse allí sino definir y perseguir las metas del proyecto.

No vislumbro que tengamos una idea clara de cuál es el socialismo posible. No lo hemos debatido. Hay críticas tácitas al que tenemos, porque si se proponen reformas puedes inferir que están dando cuenta de algo que era defectuoso, insuficiente o ineficaz.

Muy bien que se diga: “vamos al socialismo”, pero como ya no está claro qué cosa es lo que se coloca debajo del término, pues entonces es más confuso definir qué habría que continuar del socialismo real cubano, dando cuenta del proyecto de nación, de nuestras circunstancias, de nuestra propia historia, de nuestros logros, y qué habría que cambiar. Ese balance no está hecho ni siquiera por el Partido. En última instancia le correspondería a este, en su condición de “vanguardia organizada”, de “dirigente superior de la sociedad y el Estado”, haber hecho esa discusión. Mi percepción es que no está hecha, no voy a decir que no la van a hacer, pero me sospecho que no la harán. Y creo que nos seguiremos moviendo en un cierto mar de confusiones al respecto.

Acerca de las insatisfacciones del socialismo real hay bastante consenso, no hace falta que los académicos nos pronunciemos. Se hizo un debate público en los 90, se volvió a hacer en el 2007 y en el 2011. Con las opiniones de la población, sus demandas, los problemas, las propuestas; existe ya una agenda que la dirección del país tiene y no nos la ha devuelto. La población la produjo y la opinión pública la construyó de manera más o menos fundamentada, pero resulta que ellos son los que no tienen claro cuál es su propia agenda. Supongo que la dirección del país sí tiene esa información.

Es importante tener en cuenta esa agenda, porque es la base del consenso, puesto que no sólo tenemos que producir una buena idea de sociedad sino que tenemos que acompañar cualquier propuesta de ella con un nivel de consenso que garantice el apoyo de las grandes mayorías del país.

¿Cómo transcurrimos hasta aquí? Hemos tenido mucha suerte, hemos pasado muchas necesidades, hemos enfrentado en este medio siglo cualquier cantidad de desafíos, y la Revolución sobrevivió en las peores circunstancias, hasta la debacle del Período Especial, sobre la base del consenso.

Entonces, el tipo de sociedad que vamos a producir implica —mejor o peor diseñada— el consenso, y por tanto, el debate. Esto nos interroga acerca de lo que tenemos delante, cuáles son las oportunidades y los escenarios previstos para construir esos consensos.

Si mal no recuerdo, hemos sido convocados a discutir un nuevo modelo económico; no sé si bajo estos mismos términos se va a presentar la discusión, pero a eso fue a lo que fuimos convocados.   Después nos volvieron a convocar para y cito: “Elaborar los conceptos fundamentales del socialismo en las nuevas condiciones históricas”, que es una manera de decir el nuevo modelo de socialismo. Luego nos convocan a participar en una eventual reforma constitucional. Tres escenarios muy complejos donde se supone que van a concurrir todas las corrientes ideológico-políticas, las que creemos que existen y las que desconocemos.

Entonces más que una respuesta, yo lo que tengo son otras preguntas. Creo que el socialismo real que portamos tiene muchas deficiencias y es necesario hacerle profundos cambios en el sistema económico, político-ideológico, civil, comunicacional y cultural. Por eso me parecía que las convocatorias tenían un sentido de totalidad que permitía considerar que todas estas dimensiones iban a estar puestas a libre examen, —pensaba yo— e ir a debate público.

FLR: ¿Qué otras transformaciones sustantivas requiere el socialismo cubano?

JVP: Hay que empezar por terminar con la identidad de socialismo y Estado. La nuestra es una república socialista que tiene un Estado, pero la república no es el Estado. Por lo tanto, el primer problema que creo que enfrentamos es cómo desestatizar el socialismo cubano; ¿en favor de debilitarlo, de establecer dominios privados? No, en función de más autogobierno y más autogestión. Hay que desarrollar las formas autogestionarias de todo tipo —cooperativas, asociativas, comunalistas, etc.— y hay que desarrollar las formas de autogobierno, lo que sugiere una enorme descentralización del actual modelo de Estado y de Administración Pública que tenemos.

Y el segundo gran problema es lo que voy a llamar de una manera poética, un mayor alcance —yo diría notable— de su desarrollo democrático. Tenemos enormes déficits en este sentido, que han sido legitimados como restricciones impuestas por la confrontación con Estados Unidos. Pero el socialismo no puede posponer indefinidamente la democracia que ha prometido.

Recuerdo a Rosa Luxemburgo diciendo que el socialismo garantizaría la “democracia plena”; la palabra plena sugería algo mejor que la democracia liberal y es por cierto, un terreno de discusión si las distintas experiencias de socialismo histórico lograron efectivamente un mayor desarrollo democrático. Pero ese es nuestro problema, no porque ahora sea un desafío a raíz de la normalización de las relaciones con Estados Unidos y que esta nos imponga determinadas aperturas, o porque queramos parecer un poco más liberales de lo que éramos. No. Porque es la promesa del socialismo. Con gringos o sin gringos, peleados o abrazados, el socialismo le ha prometido al pueblo una democracia plena. No digo que eso esté a la vuelta de la puerta, por eso hablo de desarrollo democrático, tiene que ser un proceso evidente, continuado e indetenible.

CGS: El propio concepto de democracia y el modo en que se asume desde Cuba es un tema sujeto a constante debate y contradicciones. ¿Cuáles son los retos en este sentido?

JVP: Sí, detrás del término democracia hay una larga discusión sobre qué vamos a entender por ella, pero convencionalmente lo que tenemos para expresar esa democracia es un subsistema de representación y la pregunta de si: ¿son suficientes los mecanismos de que dispone la sociedad cubana en los sistemas político, económico, civil, ideológico-cultural, en la esfera comunicacional, para representar a sus bases? ¿Está bien representada la población? Habría que decir que tenemos serios déficits al respecto. Vuelvo al término luxemburguiano de plena, nuestra meta debe ser alcanzar la representación plena. Pero, ¿a qué distancia estamos de la plenitud y qué hacemos para avanzar hacia ella?

La segunda dimensión de este tema, aunque hay muchas bajo el sesgo de democracia, está en que el discurso oficial ha dicho que la nuestra es más democracia que la otra —que la liberal— porque es “participativa”. Pero cada vez que uno se sienta en un foro cualquiera, ya sea de académicos o de vecinos, todo el mundo tiende rápidamente a decir que hay mucha participación para la movilización, el apoyo y la ejecución, mientras que para todo lo demás, particularmente la toma de decisiones, es bastante limitada. Entonces, esa también es una agenda incompleta.

Creo que uno de los grandes retos que tenemos para superar la sociedad actual, es el tema de plantearnos no solamente reformas económicas, sino reformas en todas las esferas, que den lugar a un mayor desarrollo democrático. Tampoco hay que ignorar los desafíos reales a que nos enfrentamos, los temas de seguridad, los planes, la estrategia del soft power que ahora emplea Estados Unidos con nosotros. Seguiremos siempre enmarcados en innúmeras amenazas al proyecto de nación y por tanto, el de sociedad tiene que dar cuenta de ello. Seguramente tendremos que asumir algún nivel de restricciones, pero es importante, primero, que las reconozcamos públicamente; y segundo, que las consensuemos.

CGS: En el discurso político se reitera mucho una frase que apellida el tipo de socialismo que se construye en Cuba, “próspero y sostenible”. ¿Cómo concibe la prosperidad y la sostenibilidad en nuestro contexto?

JVP: El poder político produce frases y consignas. Siempre las habrá. Lo que pasa es que después la política tiene que hegemonizar la consigna, tiene que crear una cultura que la convierta en consentimiento de la sociedad, de manera que esta acceda a ella, la entienda, la incorpore a su lenguaje. Y ese es el problema, no discutimos la consigna; la entregas a la población y no la sometes a debate, no permites que se concientice, no educas para su libre examen. Si el pueblo lo hubiera discutido, si las ciencias sociales cubanas hubieran debatido qué vamos a entender por prosperidad o sostenibilidad, en qué consiste, cómo se expresa, cuánto abarca, podríamos intentar su esclarecimiento. Entonces la consigna la pueden producir en diez minutos en un buró, incluso puede ser el centro de muchos discursos, pero el quid es si tal consigna se va a convertir en cultura de las masas.

Lo de “próspero”, ¿por qué habría que discutirlo?, voy a ponerte un ejemplo: hoy día distintas corrientes ideológico-políticas utilizan el mismo término; para el neoliberalismo la prosperidad consiste en el crecimiento incesante de la economía, del Producto Interno Bruto (PIB), que se le revela claramente; una tendencia más socialdemócrata diría que no, que hay que lograr que crezca la economía y también que haya una repartición del ingreso; una más de izquierda piensa en una redistribución muy grande del excedente y una de derecha piensa en una distribución muy acotada, simplemente a los sectores más vulnerables; pero en cualquiera de los casos la prosperidad implica también la redistribución del excedente económico que se logra con el crecimiento. Nosotros, los socialistas y los comunistas, nos pasamos medio siglo o más discutiendo qué íbamos a entender por prosperidad. Habíamos hablado de justicia social, de calidad de vida, y de otros términos que la izquierda histórica ha acuñado para explicarla. Uno podría decir, martianamente, “toda la justicia”; otro, “la igualdad”. En fin, hay cualquier cantidad de conceptos asociados. ¿Por qué hay que subvertir al capitalismo?, porque este no puede garantizar ni la prosperidad ni la sostenibilidad.

Por tanto, yo creo que hace falta volver a debatir para enterarnos si todos estamos entendiendo lo mismo. Y aquí volvemos al punto anterior, de que al no haber debate no hay claridad. Pero existe una cultura de izquierda, una cultura revolucionaria, que ha polemizado esos términos, ha colocado una elucidación de qué debía entenderse por prosperidad, porque si esta es para todos, entonces estamos hablando del socialismo. Puede que sea esa la intención tácita, lo que entienden los políticos que han lanzado esa fórmula, pero no basta, hay que constituir una cultura, hay que convertirla en idea hegemónica, en ideal.

¿Esa fórmula encierra una estrategia?, ¿es tan general que ya define al socialismo con características propias que pretendemos? Si es tan ambiciosa, el primer desafío es que sea hegemónica, que la inmensa mayoría de los cubanos la queramos, lo cual supone, nuevamente, el debate, su “conceptualización”, que nuestros “intelectuales orgánicos” la fundamenten y la expliquen, etc.

Estamos, desde siempre, ante el ABC del marxismo, Gramsci incluido. Creo que ese tipo de consigna o fórmula, lo peor que tiene es que es muy abstracta, le ahorra a la dirección política explicitar qué es lo que entiende por ella, para ver si estamos de acuerdo; y finalmente, que no retoma la propuesta cultural de la izquierda. De habernos colocado en ella no creo que hubiéramos utilizado esas expresiones, sino otras como la de Martí, de “justicia plena”. Para decirlo rápidamente, nos vendría mejor el programa martiano. Y el gran desafío, vuelvo un poco al punto anterior, no es solamente producir el debate, sino que los resultados de ese debate se vuelvan o den lugar a un discurso hegemónico.

Creo que fue muy atrevido, objetivo, justo y político, que Raúl Castro en sus primeros discursos rechazara el unanimismo. Todo el mundo sabe que en ninguna sociedad hay unanimidad. La pretensión de que todos vamos a pensar y a actuar igual era de por sí no solamente una consigna burocrática, sino bastante poco socialista, además de mentirosa, porque no daba cuenta de la realidad. Entonces, ha sido muy importante reconocer que no hay unanimidad, que hay diferencias; porque le plantea al político el desafío de tratar con ellas, de administrarlas, de hacer propuestas y desarrollar estrategias que las incluyan.

Ahora bien, después de que se reconocieron las diferencias, no avanzamos más, ni siquiera en el sector intelectual. Las aceptamos, pero no nos hemos dedicado a identificarlas, explicitarlas. Los científicos sociales sí han dado cuenta, por ejemplo, de que bajo el impacto del Período Especial, de las estrategias de salida de la crisis y de las reformas en curso, se está imponiendo en la sociedad cubana un patrón de mayor desigualdad. Es decir, está más o menos claro que somos cada vez más desiguales en términos económicos, posicionales, de oportunidades, etc. Ese puede ser un costo inevitable, son procesos perfectamente observables y pueden ser descritos. Pero tenemos una mayor oscuridad en las diferencias político-sociales, también sabemos que las hay, pero hemos avanzado menos, tal vez porque las ciencias políticas han sido siempre “la Cenicienta” de las ciencias sociales cubanas. No hemos dado cuenta de que hay corrientes político-sociales diferentes y de que, incluso, no es solo en el espacio de la sociedad donde obviamente debe existir algún nivel de oposición sistémica, sino que existen también en el seno de la Revolución, en el sector de la población que apoya a la Revolución. Hay diferencias, algunas observables, otras de auto identidad.

CGS: ¿Es posible clasificar esas diferentes corrientes políticas?

JVP: No son puras, están muy confusas y a veces los propios sujetos sociales no están totalmente conscientes de que sus posicionamientos y propuestas clasificarían, para un observador distante, como más socialdemócrata, social-liberal, soviética, guevarista, socialista crítico, etc. En un trabajo reciente clasifiqué algunas corrientes sociopolíticas, no en abstracto sino frente a los Lineamientos, para hablar de la estrategia de reformas en curso. A una la llamé convencional, que es una mezcla de muchas cosas, un poco como ha sido la Revolución cubana; también está la guevarista; otra que llamo socialista crítica, es decir, los que critican al socialismo real cubano desde la izquierda, por estatista, y le reclaman que sea más socializante, que sea más autogestionario, que desarrolle más el autogobierno; esta corriente incluye las propuestas libertarias y comunalistas, que apuestan por centrar localmente la organización social, etc. Y están más claras las corrientes socialdemócratas y las social-liberales a las que ya me he referido; en estas dos la influencia china es distinta, pero está presente como referencia a sus reformas.

Cuando digo que hay que construir consenso, debatir y ser inclusivos, no es una cosa abstracta, no estoy hablando de individuos demográficos, sino de personas comprometidas con algunas de estas corrientes o con una combinación de ellas, porque no todos racionalizan exactamente lo que están pensando. Por otro lado, las actitudes o los posicionamientos que se derivan de estas corrientes son transversales a toda la sociedad cubana, no es que puedas decir que la burocracia está permeada por una sola de estas y los intelectuales por otra. Lo curioso y lo complejo está, aceptando la transversalidad, en las preguntas que caben para un politólogo o un sociólogo; por ejemplo, ¿cuáles de estas corrientes predominan en la burocracia cubana? Y utilizando mejor el plural, en las burocracias, ¿qué presencia tienen estas corrientes en la burocracia estatal, en la económica, en la partidista, en la militar, en la de la administración pública?, ¿y en el resto del funcionariado?, ¿y entre los dirigentes?

Es decir, creo que aceptar las diferencias es asumir, por tanto, que hay corrientes, posicionamientos distintos, eventualmente comportamientos, y que estos son transversales a toda la estructura social y que los tenemos que interrogar.

Por tanto, no solo en el discurso en sentido retórico, sino en todas las ideas que se promuevan, tiene que darse cuenta de esa diversidad, tienen que plantearse recursos hegemónicos de cierta complejidad, porque se dirigen a una población que tiene diez grados promedio, que tiene un millón de graduados universitarios y ¿vamos a resolver el problema diciéndole que la Revolución debe ser “próspera y sostenible”, apenas?; ¿con esas consignas vamos reconstruir la hegemonía?

FLR: Hay asuntos que han sido polémicos desde la propia formulación clásica del socialismo, la problematización pública sobre estos, en el contexto cubano, también ha sido escasa. ¿Qué conceptos y prácticas sobre la propiedad, los medios de producción y el mercado, deben caracterizar al nuevo modelo?

JVP: El tema de la propiedad rebasa la economía, esa es una primera cosa que hay que tener en cuenta. La propiedad es una categoría social, lo mismo que la posesión; aunque la dos tienen normativas jurídicas, el quid del asunto es que sociológicamente son dos condiciones distintas de las personas respecto a los bienes sociales.

Entonces, la propiedad es un tema que debiera tratarse de una manera mucho más política. Todo lo que tenemos al respecto es su taxonomía, su descripción restrictiva: las que la Constitución del 76 aceptaba como propiedad; las que la reforma del 92 aceptó como formas de propiedad; y seguramente, ahora que estamos discutiendo una reforma constitucional, las que se enumerarán de manera ampliada e inclusiva, en un nuevo texto.

Un enfoque sistémico nos ayuda a tratar mejor muchos de estos problemas, porque esta perspectiva no excluye que un componente dado de un sistema, lo sea también de otro. De manera que la propiedad es un componente del sistema jurídico, del político, del económico y del civil, y debe ser abordada con esa complejidad.

Cuando de propiedad se habla, la expresión alude a que un sujeto tiene determinados derechos domínicos, de dominio, sobre un objeto, pero estos son siempre limitados. Los primeros que lo formularon conceptualmente fueron los romanos, que los establecieron casi ilimitados. La sociedad histórica ha evolucionado poniéndoles cortapisas, restricciones. En Cuba, por ejemplo, la república anterior —pre revolucionaria, primera república, república liberal, etc.— avanzó conceptualmente hasta imponerle al derecho de propiedad el concepto de utilidad social. Esa era una gran conquista de la Revolución Mexicana, después de la Constitución de Weimar y después del constitucionalismo moderno. Nosotros fuimos de los primeros en incorporar al texto constitucional que la propiedad tenía una función social.

Las revoluciones y experiencias socialistas le dieron a esa función social de la propiedad una dimensión mayor y, de hecho, limitaron sus derechos domínicos. Yo creo que esa es la discusión, ¿cuáles son estos derechos domínicos? Para que quede claro que el Estado va restringirlos en función de los intereses de la sociedad. De manera que el sujeto interesado pueda decir “mis derechos están delimitados, restringidos o regulados, pero son estos”. Tienen que explicitarse las distintas formas de propiedad pública, mixta, cooperativa, privada, social —que es un invento nuestro para la propiedad de las entidades civiles— y personal. Entonces, no basta con enunciar las formas de propiedad, sino que hay que declarar los derechos domínicos que se le van a admitir a cada una.

¿Por qué me parece importante esta perspectiva del problema? Primero, porque tenemos una historia de arbitrariedad de la Administración estatal frente a los derechos domínicos de los propietarios. Esta suele restringir más o menos y según le convenga, quita, pone, inmoviliza. De manera que a nombre de la Revolución se ha eventualmente violentado algunos derechos de propiedad.

Naturalmente, está la propiedad económica, la cual es un componente de cualquier modelo que queramos implementar; es decir, la propiedad participa del sistema económico y también de otros. Yo creo que tendrán que ser definidas las formas de propiedad que se aceptarán, así como las formas de posesión que se admitirán en el modelo económico.

El tema de los derechos domínicos que le vamos a conceder a las distintas formas de propiedad, sobre todo económica, es lo primero en una adecuada relación entre los intereses privados y los sociales o comunes, o dicho de otra manera, es el terreno primario donde se dirime la mayor o menor conciliación entre los intereses privados y los representados por el Estado socialista. El desafío mayor no es económico sino político. No se trata solo de crear un sector no estatal, cooperativo, o mixto. ¿Cómo vamos a articular que todos esos nuevos agentes económicos entiendan que ellos tienen su espacio, su lugar, y están protegidos bajo el orden socialista? Hay que definirlo so pena de que el sector privado se vuelva desde el primer día antisocialista; porque muchos consideren que el socialismo es una limitación y que el estado socialista nada más que existe para poner impuestos, no le ofrece un comercio mayorista, tiene mil un inspectores corruptos, etc.

El tema político de ese modelo económico diverso es sobre cuántos de ellos están interesados o van a participar de la propuesta socialista, de si el socialismo los incluye, en qué los beneficia, en qué los protege, por qué estarían interesados en él.

Nosotros tenemos incluso en nuestra historia un ejemplo muy específico, que es cómo la Revolución mantuvo un sector privado campesino, y sin embargo los vinculó al modelo socialista de tal manera que se sentían seguros y beneficiados en esa articulación. Ahora menos, porque hay un mercado libre y los intereses más privados, la obsesión por la ganancia puede perturbar el comportamiento de muchos, pero es un ejemplo de un sector privado que estaba engranado a los mecanismos socializadores. El campesino era uno de los sujetos beneficiados por la Revolución, la que le dio la tierra, lo reconocía como ciudadano, lo hacía participar de todos los bienes públicos que el socialismo ofrecía, salud, educación, cultura, deporte, etc. ¿Y por qué no iba a querer ser privado y socialista? Ahora el desafío es que estos sectores pueden no encontrar articulación, incluso llegar a acumular recursos que les permitan financiar su desarticulación, pagar un maestro extra, un deporte extra, un servicio médico extra, una oferta de bienes extra, pueden salirse de la oferta social, que no necesiten nada del sector público.

Muchos compañeros han planteado la discusión de un modelo económico a secas, sin debatir cuál es la articulación, cuál es el modelo social y político, o sociopolítico, que le sirve de contrapartida y lo contiene. No se toma nota de los efectos, de los impactos que va a producir el modelo económico; por ejemplo, una mayor desigualdad, para la que no tenemos estrategia inclusiva ni políticas para revertirla.

CGS: El proceso de “normalización” de relaciones entre Cuba y Estados Unidos, demandará en algún momento la reestructuración de algunas políticas de la Revolución, como la del libre acceso a la cultura y al conocimiento. ¿Qué pasará con la propiedad sobre los bienes culturales? ¿Cuáles son los desafíos del socialismo cubano en este sentido?

JVP: Nosotros hemos tenido políticas sociales basadas en un mundo que ya no existe; dicho de otra manera, basadas en un mundo que perdió la partida. Habrá que esperar de nuevo por las condiciones de una revolución mundial; mientras tanto, el mundo en el que nos insertamos es de reglas privadas, capitalistas, para la ganancia, de reconocimiento del beneficio.

Efectivamente, abrirnos al mundo significa que nos caemos en un terreno donde rigen las reglas de otros. El socialismo cubano —en los términos de su consigna— para ser sostenible tiene que ser capaz de producir una economía viable en las condiciones de la economía mundial y ese es un desafío abierto. Me imagino que nuestra inserción será una combinación de acuerdos políticos con capacidades de competitividad en algún nicho del mercado internacional, aunque si tuviéramos el mejor producto, puede que la cajita en que lo vendamos haga casi inoperante su oferta.

Ahora, necesitamos normalizar nuestras relaciones con Estados Unidos aunque sepamos que ese “normalizar” es otra forma de llamar a una “guerra fría” que es para nosotros permanente. Necesitamos para hacer viable la economía las ventajas del mercado norteamericano, el más cercano, el mayor del mundo, poseedor de tecnologías de punta, una clara fuente de inversión. Tendremos que administrar esas supuestas ventajas y adecuarnos en algún grado a esas nuevas condiciones.

Va más allá del diálogo, porque Estados Unidos te va a exigir el copyright y también lo harán todos los demás. Es decir, para tú despreciarlo te tienes que salir del mundo o tener uno propio. Nosotros hemos predicado la libertad de los bienes culturales, bienes para el pueblo; no hemos reconocido las políticas de copyright, publicamos lo de todo el mundo; pero en gran medida, esto durará hasta que aceptemos las reglas de juego.

No se trata solamente que reconozcamos el copyright a los EEUU y ellos a nosotros, sino que la sociedad cubana lo reconozca a sus productores y creadores; ahí entramos también en otra dimensión. Eso y millones de problemas que lleva la apertura se van a plantear, y por ello es tan importante, más que las discusiones puntuales de tales contradicciones que se generan por la normalización o por el reclamo de la inversión internacional, entender integralmente todos los desafíos que habría que administrar.

Se supone que la dirección política, que el gobierno cubano, que la opinión pública, vele todo el tiempo por nuestros intereses. Necesitamos precisamente un Estado fuerte para que haya un actor que exprese los intereses nacionales en esas discusiones, no es un actor por la libre sino bajo control social, que se sienta a la mesa, toma los acuerdos interestatales, intergubernamentales, está en los espacios multilaterales, etc. Necesitamos un Estado, y por tanto, un funcionariado y una dirigencia capaz de administrar las contradicciones y defender los intereses nacionales. Y hace falta una regulación de la sociedad basada en una información abierta y debate público. Pero si la garantía de la defensa de nuestros intereses nacionales va a depender de las buenas intenciones que adjudicamos a los funcionarios, o de la supuesta sabiduría de uno u otro dirigente, entonces sí nos colocamos en un escenario de riesgo.

FLR: ¿Qué rasgos podrían definir esa regulación social en la construcción del socialismo?

JVP: En las nociones del marxismo clásico, que además recogía toda la tradición socialista anterior, cuando trataron los conflictos sociales lo primero que dijeron fue de la regulación, de la necesidad de que el Estado, el gobierno, regulase el comportamiento de determinados agentes sociales en favor de otros. Esa es la idea esencial del socialismo, que se iba a regular, que se iban a incrementar las regulaciones sobre el comportamiento social. En un principio estas emanarían del Estado, en otro momento tendrían el consenso social y finalmente, la propia sociedad se autorregularía cada vez más, mediante la autogestión y el autogobierno.

Si nosotros no creamos una cultura paralela de que la sociedad cubana —el proyecto de nación y el proyecto de sociedad que conlleva— es una sociedad regulada por el Estado, y en muchos momentos, y cada vez más, por la sociedad sobre sí misma; si no introducimos esa noción, la gente va a creer que se está entrando en un modelo económico liberal de competencia, que incluso ya no existe; es decir, estarían pensando como los liberales del siglo xviii, en un mercado perfecto donde supuestamente todos los agentes económicos competían y ganaban. Eso hace rato que no existe en la realidad ni en la teoría económica, pero tiende a ser un rasgo espontáneo de la producción mercantil simple, la idea de una sociedad abierta, competitiva, y con el ideal de que nadie los restrinja, de que no los regulen.

Hay que crear una cultura de que el socialismo supone regulación. ¿Regulaciones arbitrarias? No. ¿Regulaciones consensuadas? Sí. Basadas en la democracia, ya sea por representación, porque los órganos que han dictado esas regulaciones son representativos, o porque la población ha participado directamente en esa regulación.

El socialismo no es propiedad pública, aunque necesita la propiedad pública para regular el sistema económico. El socialismo no es prohibiciones, sino regulaciones. La planificación es para regular, no para hacerte imposible la vida, ni para decir que “no te toca”.

Hay que instaurar un discurso hegemónico acerca del orden de la sociedad que construimos, y acerca de una sociedad regulada, que se autorregula; lo cual implica que regula los intereses particulares en función del interés común. Ya esto lleva una discusión sobre a qué le vamos a llamar particular y a qué común, porque muchas de las cosas que pasan por regulaciones estatales se supone que estuvieran en función del bien común, lo cual es discutible. Es decir, que también cada regulación implica un debate, una discusión, un consenso, un procedimiento democrático para establecerla y para controlarla. El tema de la democracia plena en el socialismo acompaña todos los escenarios. En última instancia, ¿cómo asumiremos los peligros de la apertura económica? Con más democracia.

FLR: En el contexto cubano, algunos de los más complejos debates sobre la democracia han estado estrechamente vinculados al tema de la sociedad civil. ¿cuáles son los rasgos y espacios propios de una sociedad civil socialista?

JVP: Para los clásicos del liberalismo la sociedad civil era la sociedad, y esta necesitaba de derechos para defenderse del Estado. La sociedad ha tenido que delegar su soberanía a cambio del orden; el Estado es el Leviatán, el gran monstruo, este Leviatán amenaza a la sociedad, la agrede, la constriñe, y esta necesita derechos civiles y políticos para restringir al Estado. Ese es el núcleo duro y progresista del pensamiento liberal.

Con el tiempo la “sociedad civil” pasó a ser una dimensión de la sociedad real, que crea subsociedades y participa de un espacio económico, civil, político, etc., y estos están conformados por instituciones. La sociedad es una, pero la habitan instituciones que ella ha creado en distintos escenarios. Por otra parte, si consideras que esos escenarios o esferas son en sí mismos sistemas de instituciones —jurídico, político, económico o civil, etc.— todo queda conceptualmente más claro. Pero en realidad, lo que hoy pasa por sociedad civil son formas asociadas, y por tanto, institucionales. Hay un grupo de instituciones a las que llamamos civiles, como hay otras económicas y políticas. Incluso, en el pensamiento liberal original, la sociedad civil que estaba frente al estado incluía tanto a las asociaciones económicas como a las no económicas porque ambas estaban agredidas, ambas le reclamaban derechos y espacios al Estado.

Con la evolución del propio capitalismo las instituciones económicas han tendido a crearse un espacio propio, e inclusive, las otras instituciones civiles se tienen que defender de las económicas, de esos otros privados; el privado consumidor, digamos, se tiene que defender del privado asociación económica —empresas, corporación, etc. y del mercado.

La gran herencia de la Revolución Francesa es el concepto de ciudadanía. La República es el orden de toda la sociedad, cada una de las esferas está subordinada al interés soberano de la República. La República es el pueblo; la  Constitución dice: “La soberanía reside en el pueblo”; por tanto, la soberanía del pueblo se da en una República y esta se la concede a un grupo de instituciones, políticas, económicas u otras; y se supone que todas ellas estén atravesadas por los derechos ciudadanos. La República tiene que definir y defender los derechos de los ciudadanos en cada una de las esferas, incluida la familia, para que no se reproduzcan relaciones de subordinación, de explotación, en ninguno de los órdenes, esferas o sistemas institucionales de la sociedad.

La sociedad civil nuestra es un grupo heterogéneo de instituciones, tiene una definición un poco negativa, más que decir lo que ella es, ha quedado por decir lo que no es: no son las instituciones políticas, no son las económicas, es lo que queda, la familia, las iglesias, las asociaciones civiles de interés, non profit, las organizaciones de masas. Vale decir que tampoco hemos estudiado suficientemente qué cosa sea la sociedad civil cubana, no hemos estudiado el problema que el socialismo tiene con la sociedad civil, el avance del Estado sobre su espacio, su indefensión.

Lo primero sería recordar que tuvimos una sociedad civil ocupada por la burguesía y marcada por relaciones capitalistas, la cual fue profundamente modificada por la Revolución. Como en todas las demás esferas, había que recrear la esfera civil, pero recrear no quería decir extinguirla ni acogotarla. Los pobladores, los miembros de una sociedad, los ciudadanos de una polis, también quieren y necesitan para expresar sus intereses, asociarse y representarse mediante asociaciones o instituciones civiles. Entonces el socialismo tenía que haber cuidado y desarrollado esto.

Hay una historia de la sociedad civil cubana en la que no me voy a detener. A nosotros nos gusta mucho decir que ella está conformada por las organizaciones de masas, que todas son ONG, incluso reconocidas como tal en la Constitución; que tenemos cuatro mil asociaciones civiles, una Ley de Asociaciones, etc., y que para asociarse hay que hacerlo bajo esa legalidad. Pero lo que la sociedad reclama es que esa sociedad civil que tenemos —las organizaciones de masas, las asociaciones, iglesias, familias— es insuficiente para representarse, necesita mayor capacidad y libertad de asociación. Y ello  entraña un peligro, porque eso es lo mismo que quiere el enemigo, que sabe que la esfera que tú has constreñido es la que ellos pueden ampliar; que donde ellos más podrían influir es precisamente sobre la esfera civil, que es donde se expresan más intereses particulares.

En el discurso liberal la economía privada forma parte de la sociedad civil; lo primero que tenemos nosotros es que aclararnos y aclararle a la sociedad que las organizaciones económicas no son parte de la sociedad civil sino de la económica, pero que las dos están conformadas por ciudadanos, de manera que hay que respetar sus derechos en ambos casos, en todos los casos.

Mi percepción es que la sociedad civil que tenemos es más que insuficiente, pero no cabe duda que mayor problema es que no hay claridad sobre cuál y cómo ella debe acompañar nuestros proyectos; hay que avanzar en una concepción revolucionaria de la sociedad civil.

Un punto importante es el lugar que las instituciones y agentes culturales van a jugar en este reparto. Estos son, instituciones, personajes civiles, económicos, públicos, o pueden ser lo uno y lo otro; pero ahí también tenemos un problema, por el peligro de que sectores intelectuales reclamen libertad de asociación y de organización para fines económicos en un caso, representación civil en otro, y no lo hagan bajo un espíritu socialista. En todas las esferas nosotros tenemos que asegurar la hegemonía de la cultura socialista, o si no habremos perdido; la oposición y el disenso tienden a agruparse donde precisamente la hegemonía socialista es más débil.

Nosotros tenemos que auscultar, asegurarnos de tener una propuesta de diseño, una estrategia para cada una de las esferas, no basta decir que son o no son revolucionarias, hay que examinar cómo y por qué se insertan en el proyecto de nación y en el de sociedad.

Y está demás reiterar que este es el primer terreno —además declarado—  de desafío de eso que llamamos el “proceso de normalización de relaciones” con los Estados Unidos, desde donde se hace política abierta para la sociedad civil. De manera que no basta reaccionar con el presupuesto acertado de la amenaza que implica este proceso, sino que debemos tener una respuesta un poco más elaborada, porque si ese puede ser un espacio propicio para la política imperial, ¿por qué no lo es para nosotros?, ¿no tenemos política para ello?, ¿solamente tendremos restricciones? Yo creo que, efectivamente, esa sería una de las cosas a solventar en este socialismo sostenible de que hablamos.

FLR: Es imposible hablar de democracia, construcción del consenso, sociedad civil, sin pasar por los desafíos directos del sistema político. ¿Cómo debiera funcionar un sistema político renovado?

JVP: En el caso del sistema político cubano, hay tres cosas sobre las que quisiera llamar la atención. Primero, sobre un orden institucional que supone, como todo orden, relaciones jerárquicas. En el socialismo, sobre todo en el período de transición, cito a Mao: “La política está en el puesto de mando”, de manera que el rol de las instituciones políticas en el conjunto de la sociedad es determinante para garantizarle una transición, un movimiento, una orientación socialista. Puede haber muchas circunstancias que impongan determinados zigzags en ese proceso, pero se supone que “la política en el puesto de mando” es quien garantiza a la evolución de la sociedad cubana su orientación. No porque los políticos estén superdotados, que pueden estarlo o no, sino porque la sociedad delegó en ellos su representación, porque es la instancia política donde estamos representados, la responsable del curso, la conducción u orientación del proyecto socialista.

Ese sistema político tiene instituciones representativas, los poderes se reúnen en un órgano representativo, la sociedad se representa en esos órganos, y además, dispone de mecanismos para renovarlos, suplantarlos, etc. El diseño institucional del sistema establece que todas las decisiones sean colegiadas. De manera que se puede y se debe perfeccionar todo eso, pero se supone que el sistema político está regido no solamente bajo una delegación moral, sino que dispone de dispositivos para que la sociedad se represente adecuadamente en el mismo, eso es lo que está normado.

Incluso, hablando de perfeccionamiento, el propio presidente Raúl Castro ha mencionado la necesidad de ponerle límite a los mandatos, sobre todo del primer nivel de dirección, y yo agregaría, se pueden poner reglas de incompatibilidad de cargos, de intereses, de declaración patrimonial antes de ocupar un puesto, etc. En fin, el propio régimen político burgués para poder funcionar bajo sus propias contradicciones y ante la presión democrática de las masas, tuvo que auto limitarse, tuvo que establecer multitud de reglas. Por ejemplo, la limitación de mandato es una conquista popular precisamente para evitar los malos gobiernos, porque tú no pones las reglas para los buenos.

Entonces hay un conjunto de normas —y se deben agregar otras— que formalizan la representación. Esas reglas son muchas y más claras en el sistema político, están más confusas en el económico. Es decir, que el criterio de representación de la sociedad tiene problemas y déficits en todas las esferas. Y en el nivel político, que es el que está en el puesto de mando, las exigencias de la representación obviamente deben ser mucho mayores.

Un segundo problema es que el conjunto de instituciones que conforman cada sistema o subsistema de la sociedad, deben estar normados y, de hecho, muchos de ellos lo están profusamente.

Como te comenté anteriormente, en uno de mis últimos trabajos hablo del orden institucional que se presume surgirá, el que está más o menos explícito en el proceso de reformas y el que se reclama, pero no está explicitado. Ahí identifico las corrientes políticas y hago una historia institucional de Cuba; caracterizo, señalo nueve períodos y declaro que todos estos, inclusive en el que estamos, están atravesados por un grupo de contradicciones que deben ser superadas a los fines socialistas. Hago también esta propuesta para que se disienta de ella y generar debate, para que se piensen y consensuen estrategias.

La primera de las contradicciones que identifico es que hay una desviación de la norma institucional, han pintado un pájaro que no vuela. Podría poner millones de ejemplos, pero creo que no hace falta. Quizás el más ostensible de todos es el de la Asamblea Nacional, que se supone conduce al país, tiene todos los poderes constitucionales, fácticos y legislativos, que como dice la propia ley, lo primero que hace cuando sesiona es poner en discusión, no aprobar mecánicamente sino debatir, la decisión que tomó el Consejo de Estado. Eso es lo que está en la letra, pero uno tiene la sensación de que la Asamblea realmente existente no se conduce de esa manera, ni dirige el país, ni toma todas las decisiones, ni pone en discusión las de los demás, ni le rinden cuenta los poderes públicos. Es decir, a uno le parece que el sistema político diseñado no es el que está funcionando. Incluso, por cada ley aprobada hay cinco o seis Decretos Leyes del Consejo de Estado; hay una minifuncionalidad de la Asamblea y una suprafuncionalidad del Consejo de Estado. Nadie tiene clara la rendición de cuentas del Gobierno a la Asamblea, porque resulta que el presidente del Consejo de Estado es también el del Consejo de Ministros, ¿cómo se van a exigir a sí mismos? Hay problemas de diseño y de funcionalidad, y todo eso se expresa como una desviación de la normativa institucional.

En algunos períodos la desviación de la norma ha sido monumental —en la segunda mitad de los 60, en la Batalla de Ideas— cuando casi se crean gobiernos paralelos. Quiere decir que el primer problema que tenemos es que hay un cierto grado de desviación; y de cómo la estrechamos o la suprimimos, puesto que una de las funciones de la política en el puesto de mando sería esa, velar por la norma institucional.

Una segunda contradicción es que todo eso pasa por el famoso problema descentralización/ centralización. Todo el socialismo habla de descentralizar, porque para que haya autogobierno, para que haya participación, el diseño institucional tiene que ser lo más descentralizado posible. Si hay más poderes y recursos en la Nación o en la Provincia que en el Municipio, este último siempre será nada. Uno necesita para participar una dimensión, una escala, un espacio local, de relaciones; y en él tienen que estar situadas una gran parte de las decisiones y de los recursos, para que se puedan asegurar una cantidad de los problemas de la vida común, sobre todo, de la vida cotidiana.

Entonces hay también un problema de diseño. El nuestro, en todas las instituciones, es increíblemente centralizado. Las organizaciones de masas son nacionales y verticales; las organizaciones civiles restantes tienen, por ley, carácter nacional y único. No tengo que insistir acerca de cuán centralizado está el Estado. En el sistema económico, la reforma empresarial en vez de crear empresas más desagregadas lo que ha hecho es agregar más empresas, ha creado corporaciones y las llamadas OSDE. Es decir, los diseños son altamente centralizados y el funcionamiento real todavía más desviado, con lo cual la representación se hace inútil y la participación es una música celestial. ¿Cómo participas si toda la estructura que te contiene está altamente centralizada, si el estilo de dirección es altamente verticalista? Por supuesto, la consecuencia de ello es otro problema que está en el listado, la llamada burocratización.

¿Cuál es la promesa socialista? La representación, la participación, el autogobierno, la socialización, pero lo que vemos en el socialismo real y en el nuestro, son las tendencias burocráticas de todas las estructuras, todas las instituciones tienden a burocratizarse.

Pero fíjate, burocratizarse no es solo burocratismo. El burocratismo es una cultura que apoya a una práctica perversa, la práctica burocrática; la burocracia o funcionariado es un supernumerario, “mucha gente”. Pero un solo dirigente puede ser burocrático, cuando toma decisiones discrecionales y la sociedad no puede, no tiene control sobre las mismas. Entonces, ¿por qué nuestras instituciones tienden a ser burocráticas? Porque las decisiones que se toman no tienen suficiente control social.

La última contradicción tiene que ver con la primera respuesta que te di; hemos prometido un socialismo autogestionario y lo que tenemos del otro lado, del lado de la realidad, es un socialismo de Estado. Al punto de que hay una cultura instaurada muy fuerte en la primera corriente político-ideológica, la que llamé convencional, para la cual el socialismo es el Estado surgido con la Revolución, lo que es estatal es socialista. La Revolución es el Estado, es revolucionario lo que el Estado te da; “no está con la Revolución” lo que esté fuera del Estado. Esa es ideología constituida y, por supuesto, es el lecho de rosas del burocratismo.

CGS: Pero usted también mencionaba que el socialismo necesita de un Estado fuerte. ¿Cómo lograr equilibrio en este sentido?

JVP: Exactamente, es muy complejo, necesitamos desestatizar en favor de una mayor socialización, pero también necesitamos un Estado fuerte, hay que poder discernir. Dicho de otra manera, la nación necesita un Estado fuerte y la sociedad una creciente socialización.

¿Qué es lo que la práctica ha demostrado? Que el Estado en favor de la Revolución, por y para ella —démosle ese crédito— ha establecido una sociedad tan regulada, tan llena de prohibiciones —cumpliendo aquel apotegma de que en el socialismo lo que no está permitido está prohibido— que ahora llevamos una temporada de desregulaciones y no suceden los males de que nos resguardaban. Por ejemplo, acabamos de descubrir que podíamos plantearnos una política migratoria diferente, alternativa; que no había que regularle la vida a la gente de esa manera; y que aún es discutible por qué quedan tantas regulaciones. Pero lo que hace a la cuestión, lo que importa es que nos hemos movido en un sentido, digamos, más socialista, más en favor de las libertades ciudadanas.

Cuando una regulación limita una libertad ciudadana tenemos un problema, tienen que haber razones muy poderosas, muy circunstanciales y muy sometidas al consenso de la población, para restringir o regular una libertad ciudadana. La libertad de movimiento es un derecho humano, una libertad ciudadana consagrada en la Constitución, así lo estaba en la del 40 y faltó en la del 76. La desregulación de esta es una de las cosas que hay que atribuirle al actual proceso de reformas y aplaudir que se han ido introduciendo otras que se mostraban no solamente innecesarias sino abusivas.

Voy a ponerte un ejemplo. Cuando prohibíamos un libre mercado de viviendas supuestamente lo hacíamos en favor del socialismo, de la igualdad, para que nadie se apoderara, por razones circunstanciales, de una mejor vivienda que otro etc., todas razones que se pueden argüir, pero me estoy tratando de poner de parte del político, del decisor. Bueno, pasa el tiempo, cambian las tensiones, desregulan y: (a), toda la población está feliz con eso y con que se haya creado un mercado de viviendas; (b), se vuelve a reproducir una concentración de las mejores viviendas en manos de los sectores más pudientes de la sociedad. Eso es cierto. Las regulaciones provocan problemas y la desregulación también los conlleva. Pero, ¿por qué aunque beneficien a minorías todo el mundo las aplaude? Porque es un tema de derechos, todos sienten que han ganado o recuperado una libertad.

Yo creo que esa es una lectura que tenemos que hacer, cuál es el mundo, el universo de regulaciones y restricciones de libertades ciudadanas que no son necesarias, que crean más problemas político-ideológicos de los que resuelven, que fueron creadas en el imaginario de una sociedad que nunca ha existido y que, si fuera a existir, la gente la tendría que querer, no se la podrían imponer por decreto.

Uno de los argumentos para tantas restricciones era el escenario de peligro en el que siempre estábamos, pero resulta que llegaron los 90 y estuvimos más en peligro que nunca; empezamos a desregular y no pasó nada.

Debemos aprovechar la oportunidad de que vamos a hacer una reforma constitucional o a instaurar una nueva —más parece esto último— para delimitar las prohibiciones. En uno u otro caso, la Constitución tiene que ser la fuente del ordenamiento real de la sociedad, tiene que ser la institución jurídica que efectivamente la regule. La Constitución la aprueban los ciudadanos, es una expresión de la soberanía popular, es uno de los pocos actos en los cuales la población no entrega la soberanía, sino que la ejerce.

La sociedad tiene que regirse absolutamente, hasta que se reforme nuevamente, por esa Constitución, y tiene que haber mecanismos que garanticen su aplicación; que todos los ciudadanos y todas las instituciones puedan reclamar a otros por su violación. Si en algún momento fue necesario limitar las garantías constitucionales, ya no lo es. Esta es una de las cosas que hay que resolver y definir en la próxima convocatoria. Decir que garantizamos la Constitución es decir que garantizamos los derechos de los ciudadanos.

Hace tiempo nosotros somos signatarios de varios documentos internacionales donde los derechos de los ciudadanos se equiparan con todos los derechos humanos. Nosotros defendemos que no hay solamente los tres grupos de derechos aprobados, civiles, políticos y económico-sociales, sino que se promuevan y se reconozcan derechos culturales, derechos de la naturaleza u otros. Estamos involucrados en todas las propuestas de ampliación de los derechos humanos, estamos comprometidos con esa categoría y, además, decimos que todos los derechos tienen igual jerarquía, que son interdependientes e inviolables. Tenemos un posicionamiento, pero la Constitución nuestra no reconoce esas mismas ideas, nos las incluye, no ha explicitado que el ámbito de los ciudadanos es el ámbito de los derechos humanos. Hay que prepararse para ello, crear esa cultura. Los derechos humanos no son los que da el Estado, son derechos originarios que la comunidad mundial ha reconocido. Nosotros a nivel nacional enriquecemos el fondo de derechos humanos con nuestras propias propuestas y eso está muy bien, pero fíjate que todo el tiempo está apareciendo la figura del ciudadano, eso es algo que tenemos que rescatar. Lo que en el discurso oficial es el pueblo, en la Constitución y en el derecho es el ciudadano, con sus múltiples roles.

Nosotros tenemos una batalla terminológica. Hay una cantidad de términos que nacieron y crearon las revoluciones, las que fundaron el régimen burgués o las que crearon otras experiencias, que son las que acuñaron algunos como democracia, ciudadanía, igualdad, soberanía, fraternidad, etc.. Está toda esa terminología que crearon las revoluciones y que nos hemos dejado arrebatar, que el discurso liberal dominante del capitalismo ha cogido para sí. Entonces se da la paradoja de que quien habla de ciudadanos es Obama, no nosotros; y por el contrario, nos preocupa cuando alguien emplea el término, lo miramos raro, pensamos “y este qué se trae”.  Decimos que lo que existe es el pueblo, pero resulta que el pueblo es el conjunto de los ciudadanos. El depositario de los derechos humanos es la persona, y esta vive en una polis, en una República, es un ciudadano. Vamos a usar las categorías como son. Es el ciudadano el que quiere y construye el socialismo, no es el socialismo el que inventa al ciudadano.

Puede ser que en un momento de la historia una vanguardia política o intelectual tenga propuestas; estas no son sino ideales hasta que la ciudadanía las acoge y las respalda. Puede anticiparse a la conciencia ciudadana, incidir sobre la cultura dominante, promover otra cultura hegemónica, definir un proyecto de nación y de sociedad diferentes, pero al final esas propuestas  solamente tiene futuro si han sido acogidas por los ciudadanos, si también las convierte en su proyecto. De manera que aquí, al final de medio siglo, es de los ciudadanos de quienes estamos hablando.

CGS: En este medio siglo los ciudadanos cubanos han socializado en contextos muy diversos que determinan sus imaginarios y concepciones sobre el socialismo. ¿Cómo legitimarlo aquí y ahora?

JVP: Hay que hacer explícitas cuáles son las premisas socialistas, cuáles son las del proceso de reformas, porque actualmente el escenario se conduce como si el compromiso socialista estuviera garantizado en la voluntad político-moral de los dirigentes históricos y en alguna palabra suelta, pero no del todo claras; parecería que la vanguardia es la depositaria de esa garantía.

Entre otras cosas, estamos en vísperas de una sucesión política, de una renovación generacional, y de nuevos desafíos. De hecho, hay que reformular el modelo socialista, el modelo económico, el orden constitucional. ¿Cuál es el curso socialista de esa transición de la que tanto se ha hablado?, Es necesario que en la cultura dominante eso esté claro, hay que hablar de socialismo, hay que identificar qué cosa es y será el socialismo cubano.

Cuando Fidel declaró el carácter socialista de la Revolución en abril de 1961 hizo un inventario de las conquistas que ya se habían alcanzado y le dijo al pueblo: “esto es el socialismo”. Este régimen socio político estaba maldecido y había en la población cubana una cultura hegemónica anticomunista, pero en aquel momento el socialismo fue definido por sus premisas concretas y reales, por sus logros, por los que había obrado y los que prometía. Ahora, de pronto, parece que todos los defectos, insuficiencias y problemas que tenemos, son los del socialismo; incluso llega un momento en que se convierte en un término descalificador. Me parece que ese es un terreno muy importante, donde hay que hacer la lucha ideológico-política, porque ahora lo que está puesto en juego es el carácter socialista de la Revolución cubana.

Ya la Revolución cubana es un hecho y es una historia, y está transitando a nuevos escenarios, lo que está ahora en discusión es su carácter socialista, entonces eso hay que explicitarlo, tiene que hacerse una discusión, hay que reconstruir una cultura. En la sociedad están coexistiendo seis generaciones políticas identificables y probablemente hay una séptima en formación. Las tres primeras vivieron mejor que sus padres, la cuarta igual, y las dos últimas peores; el gap generacional es un hecho. Nosotros tenemos que aculturar a las nuevas generaciones en el socialismo; también a algunos sectores de las viejas, actualmente atravesadas por fuertes sentimientos de frustración, renuncia y cansancio. Esa es la verdadera batalla de ideas, la que hay que hacer por el socialismo, que es siempre una construcción: estás prometiendo una sociedad que todavía no existe, se transita hacia ella, y siempre hay insuficiencias que señalar.

Hasta el Período Especial, la ideología dominante era que el destino de todos, el mío en particular, el de mi familia, estaba ligado al de la nación; ella era la locomotora, tiraba de todos, si el país progresaba todos progresábamos. ¿Qué fue lo que sucedió? Se paró el tren, no se mueve o retrocede. Ahora muchos dicen: “Yo no puedo salvar al país, pero me puedo salvar yo”. Un sector importante de la población comenzó a pasar a estrategias individuales. Entonces eran de sobrevivencia, pero ahora son de ascenso social. No obstante, todavía hay un grupo mayoritario de la población que no progresará si el país no lo hace.

En aquel momento era el proyecto socialista el que permitía realizar a la nación, la que no lograría sobreponerse al adverso entorno internacional ni resistir a la agresión, sin el socialismo. Es decir, éramos socialistas para realizar el proyecto de nación. Por eso insisto en que en realidad no tenemos un proyecto, sino dos que se complementan.

Tomado de: Catalejo. El blog de Temas

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Las máscaras caen

Por Enrique Ojito

Debió sentirse como pez en tierra. Habría que pensarlo por dos razones claves: por un lado, acudió a aquel taller en el campus de Madrid de la Universidad de Saint Louis, de Estados Unidos, en su condición de artista y joven intelectual —lo declaró el propio dramaturgo cubano— y, por otro, el encuentro, celebrado del 12 al 14 de septiembre del 2019, no se detuvo ni por un segundo en la obra de Eurípides, Shakespeare, ni en la de Calderón de la Barca.

¿Qué hacía, en la cuarta versión del taller Diálogos sobre Cuba, Yunior García Aguilera, hoy el rostro visible de la marcha anunciada para el 15 de noviembre, denegada por las autoridades locales debido a la ilegitimidad de sus propósitos? ¿Quiénes convocaron y asistieron a la cita en la capital española? ¿Es tan santo como se pinta este actor y director de teatro, nacido en Holguín?

Caballeroso como el que más, García Aguilera accedió a la invitación para intervenir en el evento que les formulara a él y a otros mercenarios la politóloga Laura Tedesco, vicedecana de Humanidades en la Universidad de Saint Louis (Campus Madrid) y directora, junto a Rut Diamint, del proyecto de investigación Tiempo de cambios y el nuevo rol de las fuerzas armadas en Cuba, de la Universidad Torcuato Di Tella (UTDT), de Argentina.

De la comunión ideológica entre ambas académicas, obsesionadas en emitirle el certificado de defunción al proyecto político de la nación antillana, resultaron los artículos “Atrapados en Cuba”, “Gatopardismo en Cuba” y tantos otros, publicados en www.openDemocracy.net, web británica financiada por la Fundación Ford y la Open Society Foundations (OSF), uno de los instrumentos protagónicos de la agenda injerencista internacional de Washington. Fundada por el multimillonario George Soros, la OSF ha apostado por las llamadas “revoluciones de colores” para llevar a la sepultura determinados gobiernos, estrategia aplicada en países de Europa del Este, en las denominadas Primaveras Árabes y contra procesos de izquierda en Latinoamérica.

Precisamente, en uno de los textos socializados por el sitio digital, el binomio Tedesco-Diamint inquiría sobre el caso cubano: “¿Piensan los miembros del Partido Comunista y los miembros de las Fuerzas Armadas Revolucionarias que podrán mantener la estabilidad política y la paz social en medio de un estancamiento económico que puede agravarse cuando el régimen venezolano colapse completamente?”.

A rajatabla lo preguntan en el artículo “Cuba ¿final a la deriva?” difundido en mayo del 2019; poco más de cuatro meses después, el taller madrileño, al que también asistió el profesor Richard Youngs, experto del tanque pensante Fondo Carnegie para la Paz Internacional.

Ni crean que Youngs disertó sobre el teatro contemporáneo en Estados Unidos o en el Reino Unido —podría haberle dedicado un tiempito, al menos, al Nobel de Literatura (2005) Harold Pinter—. El también experto del Global Think Tank, radicado en Washington, colocó sobre la mesa de análisis el rol de las Fuerzas Armadas en los países de América Latina y habló sobre el poder transformador del activismo político. Los asistentes conocieron de su prolífica obra y, en particular, de uno de sus libros acerca de la democracia, movimientos cívicos y procesos contrarrevolucionarios en Europa a raíz de las “revoluciones de colores”.

Pero, tamaños “profes” contaron con más de un alumno en aquel curso de formación de “agentes de cambio”. Para quien lo dude, en openDemocracy, Tedesco y Diamint subrayaron: “Miguel Díaz-Canel apuesta por el inmovilismo (…). Y, sin embargo, el cambio será inevitable. No sabemos cuándo, ni cómo, ni quién lo impulsará o lo llevará a cabo”.

No sorprende, entonces, que en la lista de invitados a Madrid aparecieran Manuel Cuesta Morúa, Reinaldo Escobar (esposo de Yoani Sánchez) y Yanelis Núñez Leyva, directora ejecutiva de un proyecto con People In Need, organización checa financiada por el Departamento de Estado para subvertir la Revolución cubana.

Contratado por la Fundación Nacional para la Democracia (NED, por sus siglas en inglés) para impulsar sus proyectos subversivos en la Mayor de las Antillas, y con vínculos con la Agencia Internacional para el Desarrollo (Usaid), Cuesta Morúa integró la relación de mercenarios que usurparon el nombre de Cuba y fueron aceptados para asistir en los Foros Paralelos de la VII Cumbre de las Américas, celebrada en Panamá en abril del 2015.

Cuba demostró que Manuel Cuesta en el 2014 devino instrumento de la NED y del Centro para la Apertura y el Desarrollo de América Latina (Cadal), con sede en Argentina, para realizar un foro y montar un show mediático en el contexto de la II Cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños, desarrollada en enero del 2014 en La Habana.

Ese propio año, el Cadal invitó a tierra bonaerense al periodista Reinaldo Escobar, director editorial de 14ymedio —plataforma digital de la industria mediática anticubana— y asalariado de los fondos federales estadounidenses, a pesar de que no lo confesara en una entrevista con la revista Ñ, del diario Clarín, durante la visita a la nación austral.

Está demostrado que antes de ir a Madrid, Yunior García viajó a Argentina en febrero del 2018 a las sesiones del proyecto investigativo Tiempo de cambios…, auspiciado por la UTDT, a cuyo claustro pertenece Diamint, coordinadora de iniciativas en materia de la defensa, liderazgo político y la democracia, para la Fundación Ford y la OSF.

Según refiere el sitio web de la casa de altos estudios, dicho proyecto —desconocedor de que las FAR y la Revolución cubana son montaña y río de la misma sierra— “busca (e) informa a actores disidentes y críticos, con las fuerzas armadas revolucionarias de Cuba (FAR) de dos maneras diferentes. Por una parte, comunica estrategias a actores relevantes de ese campo disconforme, acerca de la necesidad de conocer el rol de las fuerzas armadas, su papel en el gobierno y su posible papel en un proceso de cambio. Por otra parte, ofrece alternativas para una futura inserción de las FAR en vistas de una apertura política”. ¿Quién niega que esta línea de pensamiento no se aviene a una versión tropical de la Revolución de Colores?

Al taller argentino asistió, además, Cuesta Morúa, de sólidos vínculos con Gabriel Salvia, director general del Cadal, quien solicitó respaldo internacional a la marcha convocada para el 15 de noviembre, no autorizada por Cuba debido a sus fines desestabilizadores y apegada a la cartilla del llamado “golpe suave”, que persiste en la agenda de la Casa Blanca contra la isla.

Aseguran que otra que anda soltando candela por la boca, ante la posición de las autoridades cubanas, es la mentora de Yunior García, la catedrática Tedesco; aunque su discípulo no la ha recriminado por ello y siga aferrado a su discurso de “civismo” y de defensa al supuesto derecho a la manifestación pacífica violentado.

Con ciertos indicios de padecer delirium tremens, la activista política (es más que la eminente doctora en Ciencias Políticas por la Universidad de Warwick, Reino Unido) se adelantó en anunciar la caída del monumento de José Martí a la sombra de la alta torre del memorial habanero al escribir, a cuatro manos con Diamint, el artículo “En Cuba, el unicornio azul se perdió, la Revolución también”, a raíz del surgimiento del denominado Movimiento San Isidro (MSI), aupado por la Embajada de Estados Unidos en La Habana, y los sucesos del 27 de noviembre del 2020 (27N), cuando personas con reclamos diversos —incluidas las empecinadas en abortar el proyecto político cubano y creadores dignos— se congregaron frente a la sede del Ministerio de Cultura (Mincult).

Justamente, el nombre de Yunior García cerraba la lista de participantes propuesta por un grupo erigido en voz de todos los reunidos en el Mincult, enviada el 3 de diciembre en un mensaje electrónico, calificado de “insolente” por ese ministerio, con la pretensión de “imponer, de modo unilateral, quiénes, con quién y para qué aceptarán dialogar”.

Luego del fallido MSI, del 27N y de las protestas del 11 de julio —García Aguilera organizó un intento de toma del Instituto Cubano de Radio y Televisión—, el director teatral se ha sumado a Archipiélago, un proyecto subversivo y de genes anexionistas, de cuyo Consejo Deliberativo forma parte, junto con el terrorista, radicado en la Florida, Orlando Gutiérrez-Boronat, quien ha solicitado a voz en cuello una intervención militar en Cuba, liderada por Estados Unidos.

Para no defraudar a sus mentores españoles y argentinos, el dramaturgo encabeza la convocatoria de la provocación del 15 de noviembre, en línea con la instrucción 167 del manual del “golpe suave”, de Gene Sharp: “‘Ataques’ no violentos: invasiones; se comienza con una marcha y se toma posesión pacífica de un lugar o un inmueble”.

En fin, este es el “Mesías” que nos convida a arrepentirnos, que nos convida a tanta mierda —como advertiría el poeta— y así darnos un rinconcito en sus altares.

Tomado de: Escambray

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Díaz-Canel: Los Estados Unidos se oponen al sistema político cubano e intentan desestabilizarlo y restaurar el capitalismo.

Foto Granma

Por Miguel Díaz-Canel Bermúdez @DiazCanelB

Discurso pronunciado por Miguel Mario Díaz-Canel Bermúdez, Primer Secretario del Comité Central del Partido Comunista de Cuba y Presidente de la República, en la clausura del II Pleno del Comité Central de Partido Comunista de Cuba, en el Palacio de Convenciones, el 24 de octubre de 2021, “Año 63 de la Revolución”

(Versiones Taquigráficas – Presidencia de la República)

Querido General de Ejército Raúl Castro Ruz, líder de la Revolución Cubana;

Compañeras y compañeros miembros del Comité Central del Partido Comunista de Cuba;

Invitados:

Durante casi dos días ha sesionado el II Pleno del Comité Central del PCC, que es el primero posterior al Congreso, porque recuerden que el I Pleno se desarrolla durante el Congreso, y que fue postergado por la incidencia del brote pandémico, eso ha requerido centrarnos en aspectos concernientes al funcionamiento del Partido como continuidad del Congreso, pero también para abordar temas actuales de la labor partidista.

Fueron tratados la implementación de los acuerdos del Octavo Congreso, la modificación de los estatutos, las normas para el funcionamiento de las comisiones permanentes, la estrategia de implementación de la política de cuadros, el programa para la transformación del trabajo político-ideológico, el proceso de balance de los comités del PCC y el programa de transformación digital de la organización.

Además, se trató el aseguramiento político a importantes procesos que se desarrollarán y el necesario debate sobre el perfeccionamiento del Poder Popular.

La complejidad del momento actual nos señala la necesidad de reunirnos con más frecuencia para debatir y decidir sobre los problemas más urgentes y estratégicos de la actual coyuntura que vive el país, sobre todo, si somos capaces de discutir los temas con profundidad, objetividad, integralidad y de manera crítica para encontrar soluciones a los complejos problemas que nos atañen. Ese espíritu se manifestó, como planteó el General de Ejército, en este II Pleno.

Un análisis de la situación del país y de la situación global nos plantea que el mundo en COVID-19 no es ni siquiera el mundo injusto que los revolucionarios soñamos cambiar. Es ese mismo mundo, ahora bajo los efectos de muchas crisis simultáneas: económica, laboral, productiva, ambiental, sanitaria y también moral.

Cuba no escapa a la conjunción crítica del planeta; sin duda, no somos los más afectados, pero sí los más castigados. Ninguna nación subdesarrollada carga como nosotros con las citadas crisis y con las condiciones que impone el bloqueo económico reforzado y recrudecido con 243 medidas aplicadas por Trump y mantenidas por Biden, además de enfrentar una intensa, descarnada y perversa guerra comunicacional.  Somos únicos en el mundo por la duración y crueldad de ese castigo.

Depende de nosotros dar respuesta digna a esa inmerecida e inmoral condena. Nuestra originalidad está obligada a ser tan grande como la maldad del adversario. Estamos desafiados a ser excepcionales en la capacidad de resistir y crear. Así ha sido desde los orígenes de la nación cubana; así ha resistido 62 años invicta la Revolución Cubana.

El enemigo no cesa en su empeño de destruirnos. No nos perdona la osadía de que nuevas generaciones continúen la voluntad y el compromiso de mantener la independencia, la soberanía y la construcción del socialismo.

El objetivo declarado del Gobierno norteamericano es derrocar a la Revolución Cubana.

La esperanza del enemigo es que nuestras grandes dificultades materiales reblandezcan al pueblo y lo hagan ponerse de rodillas, por eso alimenta la desidia con la idea de que el país no puede resistir.

La administración norteamericana está atrapada por el deseo de ganar el voto de la Florida y esos fines electorales condicionan su política hacia Cuba, que pasa a ser dominada por la mafia cubanoamericana de Miami. Estos hechos no son casuales, hay una intención, una premeditación, y un interés político.

La estrategia imperialista es crear el máximo de descontento dentro de nuestro país. Fomentar la inestabilidad a través del empeoramiento de las condiciones de vida de la población, ponernos cada vez más difícil la posibilidad de sobrevivir, para conducirnos al estallido de un conflicto violento. Pretenden llenarnos de odio y arrebatarnos la felicidad.

Es vil la campaña: se desacreditan los logros, se utilizan imágenes groseramente distorsionadas de nuestra realidad, se trata de asfixiarnos económicamente, de debilitar la solidaridad con Cuba, haciendo uso de la mentira y la calumnia. Varios representantes del Gobierno norteamericano insisten en sus pronunciamientos en redes sociales por mantener acusaciones contra Cuba en materia de derechos humanos en un alto perfil.

Como reflejo del actual escenario bilateral en las relaciones con los Estados Unidos, la Embajada de ese país en Cuba viene desempeñando un activo papel en los esfuerzos por subvertir el orden interno en nuestro país. Esta conducta no es nueva, siempre ha estado presente de un modo u otro desde que se establecieron las secciones de intereses en 1977.

En contraste, si bien nuestra misión en Washington despliega una intensa labor política y diplomática a favor de las relaciones bilaterales, en función del levantamiento del bloqueo económico, dirigida a mostrar la verdad de nuestra realidad y a contrarrestar las calumnias contra Cuba, puede afirmarse categóricamente que no ha habido nunca actividad ilegal alguna dirigida a socavar las bases políticas, legales o constitucionales de ese país.

La trayectoria de nuestra Embajada y de, antiguamente, nuestra Sección de Intereses, ha sido siempre absolutamente limpia.

Son frecuentes las reuniones de los funcionarios diplomáticos norteamericanos con cabecillas de la contrarrevolución, a los que brindan orientación, estímulo, apoyo logístico y financiero. En sus plataformas comunicativas, incluyendo las redes digitales, emiten a diario pronunciamientos ofensivos que constituyen entrometimientos abiertos en los asuntos internos de nuestro país. Se trata de un comportamiento provocador, ajeno a lo que debe ser la conducta de una misión diplomática y en total violación de la Convención de Viena sobre Relaciones Diplomáticas, la que tiene entre sus pilares el respeto de los diplomáticos a las leyes del país donde están acreditados y abstenerse de emitir juicios sobre sus asuntos internos.

La Embajada estadounidense busca información para difamar a Cuba en temas como derechos humanos, democracia y contradicciones sociales en nuestro país. Pretenden identificar y promover líderes, sobre todo jóvenes, prepararlos en el extranjero con el fin de utilizarlos para impulsar sus ideas antisocialistas, procapitalistas y neoliberales.

Frente a estas conductas no nos quedaremos de brazos cruzados.  Tenemos la determinación de enfrentar la labor subversiva y agresiva de esa representación diplomática, lo que incluye la denuncia pública.  Contamos con la experiencia de muchos años de trabajo diplomático y operativo frente a Estados Unidos bajo la guía de la dirección histórica de la Revolución, y contamos también con el respaldo de las instituciones del Estado y las organizaciones políticas y de masas que, bajo la orientación del Partido, desempeñan un importante papel en esta batalla.

Tenemos como herramientas poderosas la unidad, la disciplina, la organización, las estrategias de trabajo aprobadas, los procedimientos necesarios y la claridad ideológica.

En un momento como este podemos hacer también algunas consideraciones sobre los llamados sucesos del 11 de julio, que no fueron más que provocaciones y hechos vandálicos como parte de toda esta estrategia de la Guerra No Convencional y del “golpe suave” contra nuestra Revolución.

Se trata de mantener una narrativa que pretende presentar el 11 de julio como un referente de ruptura y de rechazo popular a la Revolución, y los intentos de aprovechar las inconformidades existentes para provocar desestabilización; pero el 11 de julio no es un referente de ruptura, es, en todo caso, un referente de unidad, y el 11 de julio constituyó una victoria más de la Revolución Cubana. Los revolucionarios salieron a defender la Revolución con elevada moral, con disposición a luchar y vencer.

Ellos creían que la Revolución se derrumbaba en unas horas, como lo creyeron cuando la caída del campo socialista, pero una vez más se equivocaron.

De esos sucesos y de los acontecimientos que hemos vivido en este último año y medio de pandemia hemos tomado también algunos aprendizajes. Uno de esos aprendizajes es que tenemos que defender y asumir como fortaleza la heterogeneidad de la sociedad cubana, y esto implica, como aquí se abordó, un trabajo político-ideológico diferenciado; que tenemos que robustecer y desarrollar los mecanismos de participación popular y de trabajo con la población, que no se pueden desmontar en ninguna de las situaciones adversas que podamos vivir, y que la guardia revolucionaria, la vigilancia revolucionaria no se pueden descuidar jamás.

El referente, en realidad, es el Octavo Congreso del Partido. En ese magno evento de nuestra organización se analizaron las causas de todos los problemas que el país vive, fueron abordadas las estrategias y también las propuestas de trabajo para enfrentarlas, ¡ese es el verdadero referente!

El país ha vivido en Revolución otros momentos difíciles, este no es el más complejo de esos momentos.

Se trata de sembrar la matriz de que nada funciona, de que todo funciona mal, y se trata de negar la obra de justicia social lograda, es por eso que nosotros tenemos que fomentar el análisis crítico de la realidad, la autocrítica y alejarnos de la complacencia, potenciando la necesidad de comunicar más oportunamente y mejor y que todas nuestras estructuras de trabajo escuchen, dialoguen, den respuestas y también soluciones.

Es importante priorizar el trabajo en la atención y el diálogo con los jóvenes, lo cual debe ser una prioridad, y la necesidad de proponer e implementar medidas para resolver cada uno de los problemas también perfeccionando los métodos de atención a la población.

Tal como estamos haciendo, es importante renovar el trabajo social en las comunidades, donde radica la base social de apoyo a nuestra Revolución, tejiendo y desarrollando un proceso genuino, inclusivo, democrático y participativo que defienda ese concepto de poder popular que estuvimos discutiendo aquí, de manera que llegamos a consensos de cómo lo podemos ejercer. Esos temas distinguen nuestra unidad, la capacidad de resistencia y nuestra dignidad.

En medio de estas dificultades el país marcha, tenemos ánimo para enfrentarlas y capacidad para encontrar soluciones. No podemos desalentarnos, porque los pueblos que se desalientan, como dijo Fidel, no llegan lejos, son víctimas de la confusión y van al fracaso, ese no será el caso de la Revolución Cubana. Esta batalla la ganamos defendiendo y desarrollando las ideas del socialismo, contamos con una fuerza tremenda de inteligencia, creatividad, innovación, emprendimiento, tenacidad, firmeza, conciencia, patriotismo y espíritu revolucionario en nuestro pueblo, tenemos la obligación de salir adelante, y ellos, los imperialistas, se llevarán una nueva lección al subestimarnos.

Debemos recordar lo que expresó el Comandante en Jefe cuando vivíamos los tiempos del Periodo Especial: “Llevamos nuestras dificultades y nuestras escaseces con dignidad, con la dignidad de aquellos que no se rinden, con la dignidad de aquellos que no se pondrán jamás de rodillas”. Por eso vamos a salir vencedores de esta batalla en difíciles condiciones ante un imperio lleno de soberbia y de frustraciones.

Luchando es como se vencen los obstáculos y los problemas, no entregándose a los designios de quien cínica y descaradamente es el principal causante de ellos, sin ceder a nuestros principios, sin faltarle a nuestra independencia y a nuestra soberanía. Son tiempos difíciles, pero también con perspectivas de nuevas oportunidades para crecernos y superarnos a nosotros mismos. Tenemos una gran responsabilidad como generaciones, que es el desafío de salvar la Revolución y de salvar la nación cubana.

Hay problemas objetivos serios, hay escaseces, circunstancias como esta, nos alertaba también Fidel, son propicias para los oportunismos, las cobardías, las inconsistencias, las deserciones, las traiciones, las flojedades, la cobardía, lo cual exige más de la labor partidista. No podemos estar satisfechos con lo hecho, pero no se puede acusar de torpeza ni de incapacidad a la Revolución, porque son realmente grandes los problemas que estamos enfrentando entre todos.

En medio de esta situación se eleva nuestro orgullo nacional, cuando tenemos victorias como nos han dado nuestros científicos con las vacunas; cuando en medio de una compleja situación somos capaces de desarrollar un intenso ejercicio legislativo; cuando tenemos una propuesta del Código de las Familias realmente inclusivo y moderno; cuando damos paso a nuevos actores económicos; cuando estamos de lleno en los programas en los barrios y en los intercambios en los encuentros con sectores sociales de nuestro país. Podemos definir irrefutablemente que la mayoría de nuestro pueblo acompaña y apoya a la Revolución (Aplausos).

En medio de estas circunstancias y ante el fracaso de sus planes se siguen tejiendo nuevas acciones.  Ahora se aparecen con una supuesta marcha pacífica. No es más que una escalada en el modo de actuar contra la Revolución y un desafío a las autoridades y al Estado de derecho socialista refrendado en nuestra Constitución; es un plan orquestado desde el exterior, se involucran tanques pensantes y portavoces del Gobierno de los Estados Unidos en la concepción y preparación de estas acciones.

Recientemente han amenazado con aplicar más sanciones a nuestro país si se emplea la legislación vigente para procesar a los que desobedezcan el mandato de las autoridades. Es acogida esta acción en los círculos de la extrema derecha anticubana radicada en Estados Unidos y forma parte de un modo de actuación de acuerdo con el manual de Guerra No Convencional. Sus fines violentos se advierten en la remembranza que hacen de las guarimbas en Venezuela, de los crímenes contra luchadores chavistas, de los sucesos de Nicaragua, la exaltación del vandalismo, las amenazas de muerte a revolucionarios y el apoyo de personajes y organizaciones con historial violento y terrorista radicados en los Estados Unidos.

El derecho a manifestarse está reconocido y regulado en el Artículo 56 de la Constitución, debe ejercerse con fines lícitos y pacíficos, respetando el orden público y el acatamiento a las preceptivas establecidas en la ley. Otro artículo de nuestra Constitución, el 45, plantea que: “El ejercicio de los derechos de las personas solo está limitado por los derechos de los demás, la seguridad colectiva, el bienestar general, el respeto al orden público, a la Constitución y a las leyes”.

Por otro lado, el Artículo 4 del mencionado cuerpo legal plantea, entre otras cuestiones, que el sistema socialista que refrenda la Constitución es irrevocable, y que los ciudadanos tienen el derecho de combatir por todos los medios, contra cualquiera que intente derribar el orden político, social y económico establecido por la Constitución.  No es lícito, por lo tanto, el llamado a la marcha, es un aviso de protesta en el que sus promotores, sus proyecciones públicas y los vínculos con organizaciones subversivas o agencias financiadas por el Gobierno de Estados Unidos tienen la intención manifiesta de promover un cambio de sistema político en nuestro país, es una provocación como parte de una estrategia de “golpe suave”. Sus propósitos coinciden con las principales líneas de ataque, calumnias, mentiras y amenazas utilizadas por quienes financiados por el Gobierno de los Estados Unidos se oponen al sistema político cubano e intentan desestabilizarlo y restaurar el capitalismo.

No vamos a legitimar el accionar imperialista en la política interna ni dar cauce a los deseos de restauración neocolonial que han acumulado algunos y que se refuerzan en situación de crisis. No es un acto de civismo, es un acto de subordinación a la hegemonía yanqui.  Tales acciones pretenden regresar al país a un tiempo histórico de subyugación, al cual nunca regresaremos.

En medio de estas circunstancias también muchos se plantean hacia dónde vamos, y creo que es importante responder esa interrogante: no hay nada nuevo que decir, sencillamente vamos hacia lo que recogen nuestros documentos programáticos, hacia el desarrollo de esas ideas en los tres últimos congresos del Partido y que están contenidas en la Conceptualización de nuestro Modelo Económico-Social y nuestro Plan Nacional de Desarrollo Económico y Social hasta el 2030, en nuestros Lineamientos y, ante todo, en nuestra Constitución, y todos estos documentos, elementos que dan respuesta: “Cuba es un Estado socialista de derecho y justicia social, democrático, independiente y soberano, organizado con todos y para el bien de todos como república unitaria e indivisible, fundada en el trabajo, la dignidad, el humanismo y la ética de sus ciudadanos para el disfrute de la libertad, la equidad, la igualdad, la solidaridad, el bienestar y la prosperidad individual y colectiva”.

Nuestra Visión de la Nación nos define como una nación soberana, independiente, socialista, democrática, próspera y sostenible, mediante el Plan Nacional de Desarrollo Económico y Social a largo plazo y otras acciones para consolidarlo.

Garantizar la irreversibilidad y continuidad de nuestro socialismo afianzando los principios que lo sustentan, el desarrollo económico y la elevación del nivel y calidad de vida de nuestro pueblo se conjugan con la necesaria formación de los valores éticos y políticos, y es parte de los temas que aquí hemos abordado.

Una sociedad socialista democrática, próspera y sostenible podrá alcanzarse a partir de una profunda conciencia revolucionaria y sentido del deber, el rescate del valor del trabajo con eficiencia y eficacia, la participación e iniciativa creadora de los trabajadores, la alta motivación, el uso racional y ahorro de los recursos, los progresos y la aplicación y generalización de los resultados de la ciencia, la tecnología y la innovación; tomando en cuenta también el incremento sostenible de la producción como premisa material imprescindible para elevar gradualmente el nivel y calidad de vida de la población, y tributando a la realización plena del ser humano y sus proyectos individuales, familiares y colectivos mediante una justa y equitativa distribución de la riqueza, avanzando en la erradicación de desigualdades ilegítimas. Ese es el camino que hemos asumido, ese es el camino que estamos transitando y al que llegaremos más temprano que tarde.

Si alguien nos pidiera en una pequeña oración, en una pequeña frase definir nuestro socialismo, diríamos que es alcanzar la mayor justicia social posible (Aplausos).

En un encuentro como este no podemos soslayar la situación económica que vive el país; la inflación que enfrenta la economía se sitúa actualmente en niveles superiores a los previstos en la Tarea Ordenamiento, afectando la capacidad de compra de los ingresos que en pesos cubanos reciben los jubilados, los pensionados, los trabajadores y la población.

El recrudecimiento del bloqueo, unido a los efectos de la COVID-19 han reducido a niveles mínimos los ingresos en divisas del país, lo que no ha permitido financiar las producciones industriales, ni importar materias primas y bienes de consumo para mantener una estabilidad de la oferta minorista estatal en pesos cubanos, situación que aprovechan personas inescrupulosas para lucrar a costa de las necesidades del pueblo revendiendo productos, incluso alimentos y medicamentos a precios muy superiores a los oficiales.

Por otra parte, a partir de la demanda creciente de divisas por la población y el sector no estatal para compras en plaza o importaciones, unido a la imposibilidad que tenemos de vender divisas al tipo de cambio oficial, se ha generado un mercado informal de compraventa de divisas con cambios muy superiores también a los oficiales que se expresan en los precios que enfrenta la población.  Es por eso que tenemos que seguir trabajando con prioridad en la implementación de medidas de corte antiinflacionario que exigen una mayor participación de los productores nacionales, estatales y no estatales, en función de satisfacer la demanda de la población. Se requieren acciones que permitan un mejor control de la liquidez en manos de la población y que su aumento venga acompañado del incremento de la oferta.

Además, se han adoptado medidas compensatorias para la atención a los más vulnerables que resultan aún insuficientes.

La apertura del turismo y de la actividad económica, como parte del éxito con que vamos enfrentando la epidemia, nos pondrá en mejores condiciones para enfrentar este complejo escenario; por lo tanto, tenemos luces en el camino, hay soluciones para cada uno de los problemas. Es necesario seguir incentivando un debate colectivo para potenciar las salidas a los problemas, argumentarlas, socializarlas, convencer, asegurar, movilizar, participar y mejorar.

Ante la ofensiva para desacreditar a la Revolución Cubana y las campañas en redes sociales, las provocaciones en escenarios internacionales, el llamado a constantes protestas y las acciones de desestabilización, tenemos la articulación revolucionaria en esas redes sociales, el enfrentamiento efectivo a la contrarrevolución desde la vigilancia revolucionaria y administrativa que se ha reorganizado en estos tiempos.

Ante el recrudecimiento del bloqueo contamos con apoyo internacional, con la denuncia constante que hacemos del mismo y también moviendo la participación y el apoyo de la comunidad cubana en el exterior que no ha roto con la Revolución ni ha roto con su país.

Ante los limitados ingresos en divisas tenemos que seguir avanzando en la reanimación de la economía en las condiciones actuales, potenciando el turismo, la exportación de vacunas, la exportación de divisas, potenciando la producción nacional de alimentos y también contribuyendo al ahorro y eficiencia energética.

Ante los desabastecimientos que hemos vivido por un tiempo prolongado, tenemos que poner en el mercado producciones nacionales, hacer todo lo posible por abastecer mejor las tiendas en moneda nacional, elevar la comercialización de productos agropecuarios y también buscar una mayor incidencia e impacto con las medidas que hemos tomado en momentos recientes de apertura de la economía, el desarrollo y aporte de los nuevos actores económicos junto al desarrollo de la empresa estatal.

Para eliminar las colas habrá que perfeccionar el comercio interior, buscar una mejor oferta de bienes y servicios, mejores horarios, mejor gestión, y que contribuya a esto también la apertura de las nuevas actividades económicas.

En la inestabilidad que hemos tenido en el Sistema Electroenergético Nacional vamos avanzando en reparaciones, mantenimientos, ahorro, y también en la atención a los trabajadores de este sistema, lo cual nos propiciará estar en una mejor situación a finales de este año.

A la pandemia la estamos venciendo con las medidas sanitarias adoptadas y con esa enorme campaña de vacunación a la cual ahora vamos a añadir las dosis de refuerzo, que han provocado indudablemente ya un resultado de inmunización en nuestra población, de esa manera seguiremos avanzando en cortar la transmisión y volver, en el menor tiempo posible, a la nueva normalidad, lo cual nos permitirá también desarrollar con más intensidad nuestra actividad económica y nuestra actividad social.

Y ante las insatisfacciones en nuestra población, mucha sensibilidad y trabajo con las personas, atendiendo adecuadamente a la población, trabajando en los barrios y reactivando los mecanismos de participación popular.  Todo eso lo debemos tener presente en el debate que desarrollaremos en los importantes procesos que debemos asegurar políticamente en medio de esta situación y que aquí también fueron discutidos.  Esto requiere del Partido un amplio despliegue de la política revolucionaria.

Debemos dar argumentos convincentes, plantear debates y sostenerlos con coherencia, comunicar con precisión y claridad, colocarnos en el lugar del otro para intentar comprender su realidad, contraponer ideas y posiciones que conduzcan a conclusiones objetivas y que permitan construir una percepción sólida de las circunstancias alrededor de un fenómeno; se trata de convertirnos en pedagogos a la hora de interactuar con la sociedad, no solo en la manera en que trasladamos nuestros contenidos, sino también en el modo en que aprendemos de esa interacción.

La mayor virtud está en ser útiles y hacer por los demás.

Armando Hart analizó toda esta práctica revolucionaria y la catalogó como “la cultura de hacer política”, y tenemos que hacer política, situando a Martí y a Fidel como sus más destacados y relevantes exponentes, y señalando a ambos como representantes de “ese fruto más puro y útil de la historia de las ideas cubanas”.

La definición martiana de política, como “el arte de inventar un recurso a cada nuevo recurso de los contrarios, de convertir los reveses en fortuna; de adecuarse al momento presente, sin que la adecuación cueste el sacrificio, o la merma (…) del ideal que se persigue; de cejar para tomar empuje; de caer sobre el enemigo, antes de que tenga sus ejércitos en fila, y su batalla preparada”, la debemos asumir todos como una constante de vida.

Como nos reiterara Hart en más de una ocasión, es necesario saber diferenciar y, a la vez, relacionar la ideología, entendida como producción de ideas, con la ciencia, la ética y la política.

Es, en los tiempos actuales, un humanismo que relacione cultura, desarrollo, justicia social y permita asumir con ciencia y con ética el confuso mundo globalizado en lo real y lo virtual para el presente y para el porvenir.

Ese legado, en conjunto, constituye la cultura de hacer política, concebida como una categoría de la práctica que, en lo fundamental, consiste en derrotar el “divide y vencerás” que emplea el enemigo, y establecer la idea revolucionaria de “unir para vencer”, sobre fundamentos éticos que incorporen a la gran mayoría de la población.

Hacer política es entonces determinar las contradicciones que tenemos en la sociedad, estudiarlas, evaluar sus causas, evaluar y proponer soluciones; compartir con la población, tener en cuenta sus criterios; enriquecer, convencer, convocar, movilizar, participar y solucionar, y participar con efectividad también mediante un trabajo en red para cada uno de los temas que abordemos, evaluando resultados y después retroalimentando todos nuestros sistemas para perfeccionarlos. Significa entre otras cosas un trabajo especial con la población y en particular con nuestra juventud.

Tomando una máxima conciencia del papel a desempeñar por cada institución revolucionaria, trabajar particularmente con cada ciudadano, uno a uno y convencer; convertirnos en predicadores o pastores de la Revolución y el socialismo; prepararnos bien y estudiar profundamente para decidir; profundizar en los conocimientos y las ideas de lo que pasa en nuestro país y en el mundo; ser honestos, valientes, efectivos y autocríticos, con una mentalidad dialéctica y flexible, no dogmática, sin admitir oportunismos y con apego a los principios revolucionarios, pertrechándonos de ideas y sólidos argumentos para que nuestros cuadros puedan desarrollar su labor; salir a visitar y a conversar con cada persona en cada lugar; discutir, explicar, enseñar, educar y aprender de cada proceso.

Ganar el tiempo perdido por la rutina, el esquematismo y la falta de vínculo con la base en un grupo de escenarios, y enaltecer constantemente la dignidad y la resistencia de nuestro pueblo, sus talentos y sus potencialidades. Eso requiere de un predominio del enfoque antimperialista y anticapitalista contra la injusticia y la opresión que existe a nivel global; por eso tenemos que mantener con sistematicidad los encuentros con los sectores de nuestra sociedad que tanto nos han aportado y que ya, de hecho, se están aplicando muchas de sus propuestas en lo que estamos implementando.

Seguir trabajando adecuadamente en la implementación de los acuerdos del Octavo Congreso y seguir defendiendo, tal como lo vimos aquí, el concepto de  poder popular, buscando con el trabajo en los barrios democracia y participación, que significa que hay espacios para debatir y proponer, que después que se debata y se proponga haya espacios para implementar, y que después que se debata y se proponga, se implementen acciones, entonces también habrá transparencia para controlar, para ejercer control popular, para rendir cuentas y para avanzar. Y todo eso lo podemos lograr con el vínculo con el pueblo, con la movilización popular y fortaleciendo y actualizando la labor de nuestras organizaciones de masas, como demandó el debate del Octavo Congreso del Partido.

Hay que seguir la observación y el enfrentamiento a las trabas y al burocratismo, profundizar en las esencias de la Revolución, propiciar debates, fortalecer el ejercicio del poder popular, y así estaremos fortaleciendo el Estado; adelantar las leyes que profundicen la democracia socialista; desarrollar la práctica de los parlamentos obreros; potenciar el rol de los sindicatos, tomando como convicción lo que nos adelantaba el Che: al imperialismo ni un tantico así. No podemos ceder ante el imperialismo y sus lacayos, y no podemos dar ni un paso atrás en las conquistas de la Revolución (Aplausos).

La respuesta en Cuba fue diseñada por el máximo líder de la Revolución Cubana, el Comandante en Jefe, y es el poder popular, un poder popular que es intransferible, que tiene sustento en la soberanía popular y que se articula en la estructura estatal a través de órganos con diferentes funciones.

Defender ese concepto de poder popular es defender la sostenibilidad y la viabilidad del socialismo en Cuba porque genera un sistema verdaderamente democrático muy superior al capitalismo.

Todo lo que estimule, promueva y realice la participación popular tiene una importancia defensiva y constructiva para el socialismo y aporta a la emancipación social y a la emancipación nacional; es por eso que hay que garantizar la dimensión del principio de soberanía popular, el poder proviene de la soberanía que reside intransferiblemente ¿en quién?, en nuestro pueblo.

Hay que promover constantemente mecanismos de participación popular.  No es una concesión, es el elemento imprescindible de legitimación de nuestro Gobierno.

Es necesario articular y promover en los espacios municipales y comunitarios las formas participativas para satisfacer las necesidades de los ciudadanos. Y la gestión municipal hay que basarla en evitar y prevenir problemas en la comunidad, dejando atrás la tolerancia y las justificaciones, y diseñando un verdadero y efectivo control popular; ejerciendo control sobre el cumplimiento de las políticas públicas aprobadas y de su implementación con efectividad.

Es el momento de estudiar y proponer el perfeccionamiento de las políticas públicas existentes o la aprobación de nuevas políticas para enfrentar manifestaciones de pobreza, marginalidad, vulnerabilidad en personas, familias, y comunidades y en atención a los jóvenes y la tercera edad. Esos aspectos también fueron discutidos aquí como continuidad de la reunión que tuvimos con los presidentes de las asambleas municipales del Poder Popular en días pasados.

Compañeras y compañeros:

El país está organizado, tenemos un Partido fuerte, un Gobierno en perfeccionamiento, unas Fuerzas Armadas Revolucionarias y un Ministerio del Interior que forman parte del pueblo, con gloriosas historias y muy leales, y organizaciones de masas que están en renovación de su labor.

El país y la Revolución han sufrido como consecuencia de la situación que hemos atravesado, pero se ha sembrado también patriotismo y heroísmo, se ha sembrado y se cosecha compromiso.

Tenemos que inspirarnos en el pueblo, es una oportunidad de que tomemos conciencia para vencer las dificultades, para luchar y pelear por la victoria sin ningún desaliento.

¡La decisión es de lucha y victoria!

¡A cerrar filas, a luchar por nuestros problemas, a luchar con creatividad, es parte del combate!

Aquí hay suficientes revolucionarios para enfrentar con inteligencia, con respeto y en defensa de nuestra Constitución, pero también con energía y valor, cualquier tipo de manifestación que pretenda destruir a la Revolución.

¡Que sepan los imperialistas que van a tener que luchar contra un pueblo que no se deja engañar, un pueblo suficientemente numeroso, valiente y heroico para luchar al que no le asustan las amenazas!

Cada problema es una oportunidad para tomar conciencia de nuestra responsabilidad, un desafío a nuestra capacidad para vencer las dificultades, una prueba para nuestra voluntad de luchar ¡Hasta la victoria siempre!

¡Preparados y dispuestos a todo por defender lo más sagrado, lo que nos une; a ser consecuentes con la decisión invariable de Patria o Muerte, Socialismo o Muerte y la convicción más profunda de que Venceremos!

Muchas gracias.

(Ovación.)

Tomado de: Cubadebate

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