Diálogos

Jorge Enrique Caballero: “Mi deber es hablar desde el arte sobre la problemática racial en Cuba” (+Video)

Por Oliver Zamora Oria @oliverzo_RT

“El trabajo más eficiente que hizo el colonizador fue meternos a los negros cubanos el chip de ‘no me lo merezco'”, lamenta Jorge Enrique Caballero, actor cubano, en ‘Entrevista’ de RT. ¿Cómo ve la sociedad cubana al actor negro? ¿Se identifica con él? ¿Cuánta importancia tiene la influencia del negro cubano en Cuba? ¿Cómo afrontar el racismo en la isla? ¿Por qué es tan importante conocer qué han hecho nuestros antepasados?

Tomado de: Rusia Today

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David Freyne: “Irlanda nunca ha sido el mejor país para ser gay”

David Freyne, cineasta

Por Begoña Piña @begonapina

Irlanda sufrió una ley contra la homosexualidad hasta 1993. Seis años antes, el Tribunal Europeo de Derechos Humanos ya había advertido de que aquella legislación atentaba contra los derechos de la persona. En 2017 se aprobó la Ley Turing, concediendo indultos por esta causa a casi 50.000 personas. Un año después, en Irlanda del Norte solo dos personas solicitaron el ‘indulto’, pero el Ministerio de Justicia se lo denegó. Síntoma, sin duda, de la estela de homofobia que aún se percibe allí.

El cineasta David Freyre vivió en su temprana juventud la extrañeza –”ni siquiera sabía realmente qué era ser gay”–, pero, sobre todo, el dolor de ser ‘diferente’ en la pequeña ciudad irlandesa en la que nació y creció, una sociedad homófoba dominada por la iglesia católica donde la homosexualidad era ilegal. Insultos de sus compañeros de clase, discriminación, humillación… una experiencia que le animó a escapar a Londres y que hoy, unos cuantos años después ha convertido en pura ternura, en un divertido sentido del humor y en amor en Dating Amber, su segundo largometraje.

Protagonizada por dos jóvenes actores con gran talento, Fionn O’Shea y Lola Petticrew, la película recrea, en 1995, la experiencia adolescente de Eddie y Amber, un chico gay y una chica lesbiana que deciden fingir ser pareja para librarse del acoso y de los rumores que circulan entre los compañeros del instituto. Dating a beard o lo que es lo mismo, tener una cita con alguien para camuflar tu auténtica identidad sexual.

¿Esta historia está basada en su propia juventud?

Sí, es semi autobiográfica. Es un recuerdo de mi adolescencia. Yo crecí en un pueblo así, mi padre estaba en el ejército… así que sí, Eddie está basado en mí mismo y en mis experiencias en aquellos años, en cosas que realmente me ocurrieron. Es bastante autobiográfico, aunque no es del todo cierto, pero todas las cosas realmente malas son ciertas, ¡todas las cosas realmente vergonzosas sucedieron, desafortunadamente!

¿También tuvo usted una cómplice que fingió ser su pareja?

No, eso es semi ficción. Pero sí tuve una amiga en el instituto que más tarde me dijo que era lesbiana… y yo era gay, pero no pretendimos en ningún momento hacernos pasar por pareja.

¿Y era más difícil pata usted o para ella?

No creo que en Irlanda sea más difícil ser hombre o mujer en esta situación, sobre todo hablando de personas que están, justo en ese momento, creciendo. Creo que para las mujeres era diferente, porque entonces nadie pensaba que a esa edad una mujer iba a ser gay, pero tampoco creo que fuera más fácil para ella. Para mí fue terrorífico crecer y quería reflejar esas experiencias en el cine. La diferencia es que Eddie está más angustiado y Amber encuentra antes su conformidad con su propia sexualidad. Pero creo que es una cosa personal, creo que es igualmente complicado.

¿Qué significa esta película para usted personalmente?

Muchísimo. Para mí contar esta historia es como dar el salto, como abrir la puerta a mi verdadera vida, como si hubiera estado resignado muchos años después de aquello. Ha sido buenísimo para mí volver atrás, han pasado muchos años y ahora veo que todo ese dolor se ha convertido en sentido del humor y en amor. Ha sido bueno para mí revisitarme, mirar hacia atrás y reconocer que todas estas cosas ocurrieron, que existieron. Estoy feliz, ha sido muy bueno para mí.

Usted ha crecido desde el dolor hasta llegar al humor y la ternura, ¿puede la película ayudar a otras personas a seguir el mismo camino?

Eso espero. Para mí era importante mostrar el sentimiento de que estaba creciendo y, además, para mí era muy importante también ver esta historia como esperanza y amor, ahora creo que es buena para mucha gente que se puede reconocer en los personajes ver esta historia con sentido del humor y cariño porque entreverán también otra clase de futuro para ellos mismos. Me encantaría que la película ayudara a la gente joven.

¿Qué papel tenía la comunidad homosexual en Irlanda en esos años?

Era muy pequeña, era raquítica. La película sucede en 1995, solo habían pasado dos años desde que la homosexualidad había sido legalizada, antes éramos criminales, por esa razón la homosexualidad era casi secreta y yo era muy joven, así que para mí era casi invisible la comunidad gay, no los veía, no creía que existieran en Irlanda. Hasta que no fui mayor no me di cuenta de la realidad, entonces éramos unos indeseables. No era nada que hubiera penetrado aún en la cultura, al menos para mí. No sabía realmente qué era ser gay entonces. Por supuesto, siempre hubo bares gays que eran el paraíso para mucha gente. Recuerdo perfectamente a mis 16 años el día que entré por primera vez en un bar gay. ¡Estaba tan asustado! Pero de pronto yo podía ver que existía otra forma de vida, ¡todos tan liberados! veías drag Queens, gente que vivía su propia vida, fue como entrar en un mundo completamente diferente.

Hasta 1993 la homosexualidad era ilegal, ¿qué podía ocurrirle a un gay entonces?

Era ilegal, pero realmente no estaba castigada. Legalizarla significó realmente salir de las sombras, porque nadie iba a dejar de ser gay, claro. Eran tiempos en que el gobierno era profundamente católico, pero la ley no significaba que la homosexualidad estuviera en la realidad perseguida. Lo único que pretendía era que las personas homosexuales permanecieran escondidas.

¿Cuál es la situación para este colectivo hoy en Irlanda?

Es mucho mejor. Irlanda nunca ha sido el mejor país para ser gay, pero es un país hoy completamente diferente al lugar en que yo crecí, ha cambiado mucho en los últimos veinte años. Creo que hoy es un lugar positivo, sin embargo, me parece que aún hay gente joven, que hoy está todavía estudiando, que podría identificarse con los personajes de la película. La policía homófoba todavía existe, aún están evolucionando, el trabajo no está hecho, pero es un lugar mucho mejor. Aquellos años están lejos. Sin embargo, sigue sin ser un buen país para ser gay.

Para hacer la película, usted regresó a su pueblo, ¿cómo fue la experiencia?

Fue demasiado. Fue terrorífica, tenía que volver a ver a aquellos vecinos que me daban miedo en mi juventud… pero finalmente fue agradable, regresar siendo adulto, ver que es un lugar pacífico, poder trabajar con mi familia como extras de la película… fue una gran experiencia al final. Realmente lo disfrutamos, nos reímos mucho y para mí ha sido un orgullo llevar este lugar al cine que no es lo más conocido de Irlanda, allí no ves nunca turistas. Me ha hecho sentir mucho menos el miedo o, mejor dicho, comprender que estaba asustado en aquel tiempo y que ahora no lo siento ya. Ha sido genial.

¿Sigue influyendo de igual manera en este asunto la religión entre la población irlandesa?

La religión está en la película, la escuela es católica, la educación sexual que tienen los chicos es católica. La grabación que les ponen en clase (un vídeo esperpéntico en el que una monja explica la ‘correcta’ sexualidad) está basada en una real. No fue definitivo para mí, pero la iglesia estaba muy presente. Estaba allí, pero no tenía fuerza en mi vida. Dominaba aquellos días, la vida, la escuela, pero no particularmente a mí, mis padres no eran religiosos y por esa razón yo no lo sentía especialmente.

Es divertido ver a la joven Amber reivindicando a Simone de Beauvoir y gritando ¡jodido patriarcado!…

Cuando éramos jóvenes, éramos así de pretenciosos y era algo normal habla de Albert Camus y Simon de Beauvoir, escuchar las canciones de The Smiths… lo divertido es que realmente a esa edad no estás preparado para eso, pero creo que es muy de los adolescentes fingir ser existencialista… Yo era así, fingía que leía a Camus y a Beauvoir y que veía cine clásico en blanco y negro. Ser adolescente es hacer esas cosas, pero creo que son buenas, divertidas, aunque no aprendas de verdad esas cosas hasta que no eres adulto. Con el personaje de Amber quería celebrar esa juventud y ese clima. A mí y a la gente de mi alrededor en aquellos años nos encantaba parecer que éramos guay, lo intentábamos de verdad, aunque en realidad no funcionaba, y eso también es divertido.

¿De dónde ha sacado a estos dos maravillosos actores jóvenes?

Estuve buscando durante mucho tiempo, tardé varios años en encontrarles. Al final vi unas cuantas cintas y les encontré. Pero lo que era más importante para mí era que hubiera química entre ambos, que se sintiera de verdad que eran amigos… y la electricidad entre ellos era increíble. Son asombrosos, brillantes, pero sobre todo parecen de verdad amigos, te hacen creer que realmente se quieren mucho el uno al otro, parecen los mejores amigos y eso es lo que mejor funciona.

¿Cómo se pasa de una película de zombis a esta, llena de ternura y humor?

Porque a mí me encantan las comedias, adoro las comedias románticas, como ésta. Dating Amber tenía que haber sido mi primera película, pero terminé haciendo antes The Cured y ésta se convirtió en mi segunda película. Ha estado bien hacerlo así, además, encontrar financiación para una comedia romántica como ésta era más difícil que para una película de zombis. Para mí ha sido apasionante poder sorprender a la gente, nadie pensaba que haría una película así después de la primera y a mí no me interesa nada hacer dos veces la misma película.

¿Cómo ha sido la reacción a la película en Irlanda e Inglaterra?

Asombrosa, nunca pensé que fuera a ser así. Estrenamos en medio de la pandemia en Amazon y la respuesta fue masiva, recibíamos mensajes cada día, nos escribía muchísima gente joven diciendo que se identificaba con los personajes de la película, y lo más asombroso es que las reacciones no solo eran de homosexuales o de gente joven, sino de todo el mundo. Nos dimos cuenta de que la gente disfrutaba de la película y eso en mitad de la pandemia. Ha sido increíble. Creo que la gente ahora necesita reír y tener alguna diversión.

Tomado de: Público

Tráiler del filme Dating Amber (Irlanda, 2020) de David Freyne

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Non dago Mikel?: Una pequeña venganza hacia todo el sistema torturador que sufrí (+Video)

Miguel Angel Llamas, Amaia Merino

Por Iván Reguera @reguera_ivan

Hablamos con Miguel Ángel Llamas y Amaia Merino, directores de ‘Non dago Mikel?’, demoledor documental sobre el caso de Mikel Zabalza que ha tardado más de 10 años en ver la luz y que llega por fin a las salas este viernes 26

La madrugada del 26 de noviembre de 1985, la Guardia Civil detuvo a Mikel Zabalza, joven navarro cuyo único delito era ser conductor de autobuses en Donosti. La Guardia Civil también detuvo a su novia y a su primo. En su pueblo (Orbaitzeta) detuvieron a sus hermanos y en Errenteria a Ion Arretxe. Fueron trasladados al cuartel de Intxaurrondo, donde se les torturó aplicándoles la Ley Antiterrorista. Todos fueron puestos en libertad menos Mikel, dado por desaparecido en un país que se vendría ante el mundo como una democracia europea más. Su cadáver apareció días más tarde en el río Bidasoa.

El pasado lunes 22 de febrero, 35 años después, hemos podido escuchar por primera vez la conversación que mantuvieron Luis Alberto Perote (entonces coronel del CESID) y Pedro Gómez Nieto (capitán de la Guardia Civil destacado en Intxaurrondo a las órdenes del infame Coronel Galindo) y en la que admiten que Zabalza murió cuando estaba siendo torturado.

Antonio Rubio y Manuel Cerdán, periodistas de El Mundo, publicaron la reproducción de esta grabación y la mostraron como prueba en el sumario que investigaba el Caso Zabalza. Pero el tribunal creyó que la grabación no presentaba “una mínima calidad convictiva” porque el capitán Gómez Nieto negó que existiera esa conversación.

Esta esclarecedora grabación forma parte de la investigación que los directores Miguel Ángel Llamas y Amaia Merino realizaron para su documental Non dago Mikel? (¿Dónde está Mikel?). Cuando comenzaba a trabajar en la película, en 2011, Llamas fue detenido durante una operación de la Policía Nacional para desarticular la web Apurtu.org. Pasó año y medio en prisión y salió en libertad bajo fianza.

En cuartopoder hablamos con él y con Merino, directores de Non dago Mikel?, demoledor documental que ha tardado más de 10 años en ver la luz y que llega por fin a las salas este viernes 26.

Miguel Ángel Llamas: Un hombre de unos 55 años presentó la película tras la proyección, en el coloquio posterior. El hombre estaba mudo, no hablaba. Con las mascarillas no veíamos lo que le pasaba, no entendíamos nada. Estaba totalmente emocionado, llorando porque la historia había pasado ahí mismo, al salir a la calle, en su propia ciudad.

Empecemos por la actualidad, la conversación entre el Perote y Gómez Nieto en la que admiten que Zabalza murió mientras era torturado en Intxaurrondo. Este material lo teníais, pero no aparece en el documental. ¿Es una decisión creativa o hay alguna otra decisión?

Amaia Merino: Es una decisión creativa. Han pasado 35 años del caso Zabalza y es un caso muy plural, abierto, teníamos muchísimo material de mucha gente. Pero nos preguntamos para qué estábamos haciendo esta película. Y pensamos que lo más efectivo era contar lo que pasó en aquellos 20 días. Era una manera de ofrecer una experiencia al espectador porque había un excelente material para logarlo. Queríamos que el espectador tuviera su propia experiencia, su propia opinión, que nadie le dijera lo que tenía que pensar. Y no digo que seamos neutrales, pero nuestro punto de vista es cinematográfico.

Hay una imagen de archivo que no pertenece a esos terribles 20 días. Y es de los noventa, cuando habla nuevamente la madre de Zabalza, pero ya más mayor. ¿Por qué?

A. M: Durante la película esos 20 días pasan como el plomo. Y de ponto transcurren diez años y el caso sigue igual, sin resolverse. Y eso te lleva de un salto al día de hoy. No ha pasado absolutamente nada, sigue habiendo una versión oficial que se mantiene, nadie ha reconocido que eso no fue así. Y todos los amigos y familiares de Ion que fueron torturados quedan como unos mentirosos.

Una gran idea de Non dago Mikel? es que Ion Arretxe (director de arte, decorador, actor y escritor), torturado también en Intaxurrondo, se convierte en Zabalza. Es todo un acierto que uno de los torturados con él lo cuente todo, a veces sientes que es Zabalza el que habla.

A. M: Exactamente. Y usa uno de sus muchos oficios para contar lo que pasó dibujando y haciendo la maqueta del piso donde lo torturaron.

También Intxaurrondo es un personaje más en el documental. Es terrible ver lo cutre de aquellas torturas tan poco sofisticadas. Cómo se usaba un simple piso para torturar y asesinar, con la bañera del cuarto de baño para ahogar a los detenidos.

M.A.L: Cutre y cruel, ahí vivían sus familiares, sus niños, las esposas de los guardias civiles…

A. L: Los propios guardias civiles que vivían en Intxaurrondo eran fuentes de información. Había guardias civiles que llegaban al cuartel con la idea de luchar contra ETA, como una misión heroica. Pero descubrieron quiénes mandaban en el cuartel, el tema del narcotráfico, la guerra sucia… Y sus familias escuchaban los gritos de personas que estaban siendo torturadas. Hasta llegaron a quejarse de que así no se podía vivir, que tenían que poner la televisión alta para nos escuchar los gritos. Algunos de esos guardias civiles se convirtieron en fuentes de información, pero era tal el clima de terror de Rodríguez Galindo y los suyos que no hubo gargantas profundas que se animaran a participar en un juicio.

Ion Arretxe dice en el documental que con la transición se nos vendió que los fascistas ya eran buenos y los etarras cada vez más malos. Sugiere un lavado de cerebro.

A. M: Por eso era muy difícil hacer entender que te habían torturado.

M.A.L: El caso Zabalza movió a mucha gente porque dura 20 días. A mucha gente se le cayó la venda de los ojos con lo que le pasó a Zabalza porque pensaban que los socialistas iban a hacer algo para acabar con el postfranquismo, para que no hubiera más torturas. Pero en este caso se detiene a una persona bajo la Ley antiterrorista y de forma legal, se le traslada a un centro de detención legal y esa persona desaparece bajo custodia policial. No es que denuncie torturas, es que desaparece. Es gravísimo. Hay un desaparecido en Europa, en una democracia. Y a mucha gente le vino a la cabeza Chile, Argentina… Y el miedo de que le pudiese pasar a cualquiera. Se les cayó la venda de los ojos.

Hay un momento de Non dago Mikel? en el que el alcalde del pueblo de Zabalza, Orbaizeta, se despide de él ante los vecinos. Al verlo no puedes evitar relacionarlo con el caso de Miguel Ángel Blanco, imagen que conoce todo el mundo. Pero la de pueblo de Zabalza nadie la conoce. ¿Hay un relato que llega y otro que no, que se silencia?

M. A. L: Es el debate sobre la batalla del relato. Nosotros no queremos entrar en esa batalla, queremos conformar de un relato más heterogéneo y plural que el que hoy se nos impone. Si la propia sociedad vasca no cuenta su historia con múltiples relatos que conformen ese relato común vendrán de fuera y lo harán por nosotros. Y, evidentemente, quien tiene más dinero y más poder es el que manda. Y se ha impuesto un relato único.

La actualidad no ayuda mucho a ser optimista. Este mes ha muerto Rodríguez Galindo, el capo de Intxaurrondo que de 35 años de cárcel solo cumplió 4. En mayo de 2020 también murió Billy el Niño, impune y cobrando su pensión hasta el final. La injusticia es enorme.

A.M: Por eso dejamos al final a la madre de Mikel, que dice que lucha “contra una empresa muy grande, pero algún resquicio habrá”.

M. A. L: También es importante el trabajo de investigación de Paco Etxeberria (antropólogo forense y asesor del Gobierno en materia de memoria histórica). Su trabajo sobre las torturas llega hasta 2011. A mí me detuvieron en 2011 y las personas detenidas conmigo fueron torturadas, han sido los últimos navarros torturados por la Guardia Civil. Tres de ellos han logrado que Estrasburgo falle a su favor diciendo que sus denuncias de torturas no fueron investigadas. Y el juez instructor era Fernando Grande Marlaska, que hoy es Ministro del Interior. Y las personas que les torturaron siguen trabajando como guardias civiles. Hay torturadores que siguen activos y van a tener sus pensiones, como Billy El Niño.

Se tiene una idea de las últimas torturas como algo de los años setenta, de Billy El Niño y de la Brigada Político Social, pero lo que mencionas ha sucedido prácticamente ayer. Y eso no nos lo cuentan en la televisión.

M. A. L: También ha habido torturas en la Ertzaintza (policía autónoma vasca). Tiene 300 denuncias de torturas y hay responsables, grupos policiales que han hecho eso. Y a día de hoy siguen trabajando en la ertzaintza.

Hay otro momento en el que Ion Arretxe se rompe. Es cuando Paco Etxeberria le dice que la entrevista por fin ha terminado, que es como decir que también su película ha terminado.

A. L: Ion tenía muy elaborado lo que había vivido. Había estado con profesionales, había escrito un libro. Cuando está ante Paco Etxeberria, que es como un escáner, vuelve a revivir Intxaurrondo y cuando acaba de contarlo…

M: … Se quiebra porque acaba de contar su relato oficialmente, a alguien que investiga de forma oficial.

A. L: Esta película es una pequeña venganza hacia todo el sistema torturador que sufrí.

Qué diferencia hay entre las torturas de Jon y Mikel y la que viviste. ¿Era más sofisticada, sutil?

M. A. L: A mí me detuvieron en el 99 y fue todo muy básico. Crean un ambiente de miedo, de repente nada de lo que conocías funciona. Yo trataba de empatizar con mis torturadores para que no me golpearan, pero no lo conseguía. Intentas ser simpático y obediente con los que te están torturando. Dicen que hagas flexiones y las haces, dicen que te agaches y te agachas, dicen que te pongas tú mismo la bolsa en la cabeza y lo haces. Y lo haces con ganas de hacerlo bien para satisfacerles. El tema de la bolsa lo entienden pocos porque nadie entiende que algo tan común como una bolsa del súper pueda ir contra ti de esa manera. Tienes la sensación de que nadie te va ayudar, no te atreves a decirle al forense lo que te están haciendo porque sabes que están escuchando o que ese forense es de la Audiencia Nacional y quien ha ordenado tu detención es la Audiencia Nacional. Me auto inculpé de un atentado que no pude hacer, porque estaba en otro lugar, y lo hice para que parasen la tortura. Firmé una declaración policial comiéndome ese marrón y sabiendo que podría ir quince años a la cárcel.

¿Sigue habiendo torturas?

M. A. L: Desde el 2011, las personas a las que se les ha detenido bajo la Ley antiterrorista no han denunciado torturas, por lo tanto, ha habido una orden para que se deje de torturar. La tortura en Euskal Herria la cortaron y eso deja claro que era una orden.

A. M: Pero la Ley antiterrorista sigue ahí. Nadie está libre.

Felicidades por el documental y que lo vea mucha gente.

M. A. L: Muchas gracias.

A. M: Eskerrik asko.

Tomado de: Cuarto poder

Tráiler del filme Non Dago Mikel? (España, 2020) de Miguel Ángel Llamas y Amaia Merino

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Rosa Márquez y Marta Jaenes: “Nos hacen creer que conseguir sexo o pareja es tan sencillo como comprar en Amazon”

Por Juan Losa @jotalosa

Las periodistas Rosa Márquez y Marta Jaenes, creadoras del documental de Netflix ¿Qué coño está pasando?, reflexionan sobre las agresiones sexuales y la cultura de la violación en ¿Cerró usted las piernas? (Ediciones B). Un título que surge de la pregunta que en 2016 una jueza le hizo a la víctima de una violación, y que da entrada a un ensayo periodístico que busca desmontar los mitos y falacias en los que se sustentan la violencia machista y la cultura de la violación.

Cada capítulo comienza con la transcripción de un caso de violación. ¿Por qué es tan importante ponerle palabras?

Rosa Márquez (RM): La violencia sexual ha estado históricamente muy silenciada y eso ha propiciado que siguiera reproduciéndose, por eso creíamos que era necesario aportar testimonios de mujeres que hubieran vivido una situación así y se atrevieran a contarla.

Marta Jaenes (MJ): Cuando las entrevistamos, tanto Cristina Fallarás como Lucía Lijtmaer, ambas periodistas, nos hablaron de la importancia de los relatos en primera persona para el activismo. A través de estas experiencias otras mujeres pueden identificarse y perder a su vez el miedo a hablar.

Se ha perpetuado un perfil de violador que es extranjero, de clase baja, marginal y reincidente. ¿Por qué es importante impugnar ese retrato?

MJ: En el 80% de los casos, agresor y víctima se conocían de antes, lo que significa que el violador era alguien de su entorno: un familiar, la pareja, un compañero de trabajo… Tampoco es verdad que la mayor parte de las agresiones las cometan extranjeros, ni enfermos mentales o psicópatas, son en su mayoría hombres normales y perfectamente integrados en la sociedad.

RM: Presentarlos como enfermos o monstruos sirve para separarlos del conjunto social y nos lleva a creer que esos actos que repudiamos solo pueden hacerlos tipos marginales. La sorpresa viene cuando los agresores resultan ser militares, guardias civiles, productores de cine o deportistas famosos a los que admirábamos, porque no encajan en nuestra idea (errónea) de lo que es un violador.

¿Qué peso tiene la cultura en nuestro modo de entender la violación?, ¿de qué forma la ha ido moldeando?, ¿creen que la ha idealizado?

RM: Se ha idealizado por ejemplo en la mitología. A partir de violaciones y raptos se han fundado ciudades o han nacido estirpes de dioses y héroes.

MJ: En el arte se ha erotizado porque se entendía que la sexualidad masculina era agresiva por naturaleza y que las mujeres, aunque al principio se resistieran, en el fondo les gustaba así.

El cine ha contribuido y de qué manera a esa idealización…

MJ: La violación de Mónica Belluci en Irreversible es una agresión a tiempo real de un sujeto misógino que además no para de insultarla mientras la golpea. Es una escena muy buscada en las páginas porno de internet, es decir, hay gente que se masturba viéndola.

RM: En el cine también se ha insistido mucho en que el “no” inicial de una mujer es el fondo un “sí” encubierto. Lo vimos en Perros de paja, donde la mujer del protagonista es violada por dos hombres, pero en el fondo parece estar disfrutando o en Elle de Paul Verhoeven, donde la protagonista busca a su violador e inicia una extraña relación con él.

Hablan de la hipersexualización del cuerpo de las mujeres y también de la cultura del porno. ¿En qué medida son corresponsables de esta cultura de la violación?

RM: Gran parte del porno que se hace hoy día se basa en la violencia y la humillación de las mujeres, solo hay que entrar en cualquier buscador y ver los títulos, a esto hay que añadir que la línea entre la realidad y la ficción se ha desdibujado, hasta el punto de que en páginas como Pornohub hay vídeos de violaciones reales y han estado colgados meses e incluso años hasta que alguien lo ha denunciado.

MJ: El principal problema es que el porno se está convirtiendo en la educación sexual de los jóvenes, porque es gratuito y de muy fácil acceso.

¿Hasta qué punto la violación incide en el deseo y el deseo en la violación? Me explico; ¿cómo se conjuga algo tan reprobable como una violación y la posibilidad de excitarse con ello?

RM: Todas las fantasías sexuales, mientras sean entre personas adultas y desde el consentimiento por parte de ambas, son legítimas, no hay nada de malo en ello. Pero no está de más preguntarnos de dónde vienen esos deseos y cómo los hemos construido.

MJ: Seguramente son consecuencia de esa erotización de la violencia de la que hablábamos.

¿De qué forma creen que la ‘tinderización’ de las relaciones trastoca nuestra forma de entender el deseo?, ¿se ha banalizado?

RM: El deseo se ha mercantilizado, se ha convertido en un bien de consumo muy rentable. La tinderización de las relaciones en consecuencia, por un lado, del auge de la tecnología, y por otro del neoliberalismo porque en estas aplicaciones somos a la vez en consumidores y en productos y nos hacen creer que conseguir sexo o una pareja puede ser tan sencillo como comprar en Amazon (aunque luego no es así).

¿Qué dice de nuestra sociedad la proliferación de artilugios como Satisfyer o Lelo?

MJ: Somos, cada vez más, una sociedad individualista y sin tiempo para la pareja o para un deseo más elaborado, de ahí que el Satisfyer se presente como una revolución porque puede conseguir orgasmos en menos de dos minutos.

¿Y qué hay de la proliferación de los aliados feministas? Los hay muy motivados…

MJ: Una sociedad no cambia si solo lo hace la mitad de su población y la lucha por la igualdad nos beneficia a todos, por tanto, los hombres son bienvenidos en el feminismo, siempre y cuando venga a aportar y no solo a hacerse la foto.

RM: Lo que pasa es que hay mucho falso aliado que en público defiende la lucha feminista y en su casa no es capaz ni de recoger la mesa, para ser feminista hay que empezar por ahí, compartiendo las tareas domésticas y los cuidados.

Canciones como ‘Merichane’ de Zahara o series como ‘Podría destruirte’, de Michaela Coel, empoderan y sirven de catarsis. Algo está cambiando…

MJ: Hasta ahora en la cultura como en casi todo, las mujeres apenas estábamos presentes como creadoras. Los cuadros, las novelas o las películas las hacían los hombres y las artistas eran invisibles. Por suerte esto está cambiando y los ejemplos que nombras nos parecen muy valiosos porque aportan un punto de vista nuevo y distinto.

Tomado de: Público

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Ambrosio Fornet: “Prohibida la demagogia…”

Ambrosio Fornet Premio Nacional de Edición (2000) y de Literatura (2009)

Por Estrella Díaz

Crítico literario, ensayista, editor y guionista de cine, Ambrosio Fornet es, sin duda alguna, uno de los más notables e influyentes intelectuales cubanos que aún hoy —con poco más de ocho décadas de fructífera vida— continúa dándonos luces: entre sus muchos méritos en el terreno de las ideas está el haber puesto en manos de los lectores lo mejor de la literatura de vanguardia del siglo XX, así como la realización de la edición de las más valiosas antologías de cuentos de nuestra lengua.

Fornet —o Pocho para sus allegados, quien nació en Veguitas de Bayamo en el año 1932— ha realizado una intensa relectura y recuperación de los autores cubanos de la diáspora, que en su momento encendió polémicas, y ha logrado acuñar términos que forman parte del acervo cubano como “literatura de campaña” o “quinquenio gris”. Actualmente Fornet es uno de los colaboradores sistemáticos del Centro Cultural Pablo de la Torriente Brau y en el sitio de esa institución posee una columna denominada La carabina de Ambrosio. En momentos de aislamiento, lo contactamos vía correo electrónico.

Por su “años altos”, como decía el Apóstol, usted —seguramente— se mantiene en casa sin salir. Para usted, ¿ha sido complicado este aislamiento necesario? En su dinámica diaria, ¿todos sus días son iguales o ha encontrado la manera de diferenciar un domingo de un miércoles, por ejemplo?

Para personas cuyos oficios como los míos —editores, críticos literarios…—, la actividad cotidiana se realiza sobre todo en soledad y en espacios vacíos, reservados, de manera que los “distanciamientos” no son medidas de emergencia, sino exigencias cotidianas. Distingo los domingos de los demás días porque el domingo suele ser el momento en que mis nietos y sus parejas vienen de visita. Entonces solemos almorzar en familia.

El escribir, el investigar, han sido constantes en su vida. Ahora, ¿se han intensificado esas labores o mantienen su ritmo habitual?

Estoy a punto de cumplir 88 años y lo que llamas “el ritmo de trabajo” ya empezó a responder a esa dramática realidad.

La carabina de Ambrosio —que son de su autoría— y que leemos hoy en el sitio del Centro Pablo y en otras plataformas digitales, tienen un antecedente: ¿puede usted ilustrarnos sobre el origen de esas reflexiones?, ¿cómo han ido variando con el paso de los años?, ¿con qué criterio usted selecciona los diversos temas que aborda?

Nuestras “Carabinas” tienen una larga historia, porque han ido pasando por distintas fases, pero trataré de sintetizarla… Empecemos por el título mismo. Cuando una cosa que suele ser muy útil dejaba de serlo, y en la práctica ya no servía para nada, solía decirse, en el contexto de la cultura hispánica, que era “como la carabina de Ambrosio”, algo con muchas pretensiones, pero completamente inútil. Así que había un fondo irónico, burlón, en los jóvenes fundadores de El Caimán Barbudo que utilizaron ese título para la sección donde hacían críticas y comentarios, y los hacían con la convicción, según ellos, de que “un buen tarrayazo [trallazo] no le viene mal a nadie”. Siempre di por descontado que el empeño era una tarea colectiva, que llevaban a cabo los integrantes de El Caimán Barbudo —empezando por ese poeta y cineasta tan bien conocido por ustedes, ahora director del Centro Pablo y su Boletín, que responde al nombre de Víctor Casaus—, pero que el alma de la sección era el también poeta, novelista en ciernes y “chivador” profesional, el inolvidable Wichy Nogueras. Habrá que pedirle a Casaus que nos lo aclare.

En cuanto al título, fue Leonardo Padura el primero a quien se le ocurrió asociar mi nombre al tema en un artículo-entrevista que publicó en La Gaceta de Cuba hace casi treinta años —con el beneplácito de su director, Norberto Codina, seguramente— y que me tomé la libertad de reproducir en “A título personal”. Mi entrevista al canciller Raúl Roa, publicada en la revista Cuba (Tiene la palabra el camarada Roa, alusión al famoso verso de Maiakovski, Tiene la palabra el camarada máuser”) fue muy sonada en su momento y le sirvió a Padura para acuñar burlonamente el título de la suya: Tiene la carabina el camarada Ambrosio.

Un buen día Rosa Miriam Elizalde —apoyada por Flor de Paz De Lázaro y su joven equipo de diseñadores— decidió solicitar autorización del Centro Pablo para reproducir los textos en el portal Cubaperiodistas con un cambio de nombre (Ambrosio pasó a ser “Pocho”) —y poco después el ensayista y colaborador de la revista Bohemia, Eduardo Montes de Oca Domínguez, decidió obsequiar semanalmente una “Carabina” a los miembros de su nutrido directorio…Y fue así, gracias a la generosa iniciativa de amigos y lectores, como surgió y fue creciendo el proyecto.

¿Cómo usted, que es un hombre de pensamiento lúcido y hondo, interpreta el momento que vive hoy Cuba y el mundo a causa de la pandemia?

Como un gran momento de reflexión y de acción, buscando la manera más eficaz de enlazarlas. Eso. No tengo nada nuevo que añadir a lo que ya vienen diciendo los especialistas desde que empezó la crisis: prohibida la demagogia. Estamos ante el eterno dilema de la teoría y la práctica, de cómo conciliar las palabras con los actos, la reflexión con la acción, las soluciones imaginadas con los mejores modos de ejecutarlas…Y me complace ver que tantos compañeros, del gobierno y de las bases, coinciden en este punto.

Tomado de: Segunda Cita

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Jacqueline Arenal de vuelta a casa

Por Yoandry Avila Guerra

En la calle todavía la llaman Verena. La mirada verde y tempestuosa de la heredera de Lucio Contreras —Rogelio Blaín— es difícil de olvidar. Aunque ya Jacqueline Arenal Farré era conocida en Cuba por dramatizados como De tu sueño a mi sueño y La botija, y por su protagónico en el largometraje de Humberto Solás, El siglo de las luces; fue la telenovela Tierra brava la producción que la conectó con la generalidad de la teleaudiencia cubana.

De ese rol antagónico no se ha podido desembarazar, y tal vez nunca lo haga. Ella lo ha asumido para bien. «Yo soy Verena», resalta, y tal vez, entre otras varias cualidades, un punto común entre actriz y personaje sea su condición de ser lanzada y tomar riesgos, algo que roza con la determinación de uno de los amores de Nacho Capitán — Fernando Hechavarría.

Con una sólida carrera en cine, teatro y televisión, Colombia ha acogido la mayoría de sus personajes en los últimos 15 años. En su ADN actoral, confiesa, prevalece «el salto al vacío» que significa moverse y explorar en pos de personajes interesantes y contrastados, donde quiera que estén.

De las máximas que ha ido acumulando en su nada desdeñable experiencia profesional y de vida, destaca dos: «Me gusta trabajar con gente joven. No se me olvida que yo fui joven alguna vez y necesité que mucha gente me ayudara. A veces, cuando los actores están medio consagrados, lo olvidan».

La segunda, aprehendida bien temprano de su madre —cuando en una ocasión la rigurosidad del ballet sobrecogió a la pequeña aprendiz de piruetas y variaciones— la ha extrapolado a las demandas físicas y emocionales del ejercicio de la actuación: «Esto es los pies y el corazón sangrando, y la sonrisa en los labios».

Capítulo I La génesis y el todo

Jacqueline creció, literalmente, en un ambiente artístico. Las responsabilidades de Marta Farré —su madre actriz— y de Humberto Arenal —su padre escritor y director de teatro— contribuyeron a que realizara las tareas escolares sentada en un escenario. Mientras resolvía ecuaciones o conjugaba tiempos verbales, le llegaban de fondo parlamentos de obras teatrales.

Sus padres fueron los responsables de que desarrollara infancia y juventud en un hogar creativo, alegre y amoroso. «Ellos son la génesis. Yo antes creía que todos los niños eran felices y tenían familias felices, ahora aprecio todavía más ese privilegio», evoca. Para Jacqueline, en su existencia, Marta y Humberto llenarían la inmensidad de la palabra «todo» si los acompañaran otra Marta —su hermana Marta Díaz— y una Camila— su hija.

Los primeros libros que leyó llegaron de las manos de Humberto, y de Marta le quedan como lecciones perpetuas la pasión en cada proyecto. Ambos moldearon al ser humano que ha llegado a ser, en cuestiones que ella misma señala como claves, y que forman parte del ámbito de la ética, la amistad, la familia y la entrega sensible al arte, en su significado más general y abarcador.

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Aunque la actuación parecía ser el camino natural a seguir por la pequeña Jacqueline, su infancia y adolescencia transcurrieron entre pasos de ballet. ¿La culpable?, pues la música clásica. Su padre la llevaba al Teatro «Amadeo Roldán», cerca de la casa, a escuchar a la Sinfónica. Al percatarse de la conexión entre esta y el ballet, decidió ser bailarina en lugar de actriz.

«Dejé de jugar, dejé de tener niñez a partir de los ocho años para seguir una carrera difícil y exigente, muy sacrificada, y que se debe empezar desde pequeño. A veces fue terrible la experiencia en el plano emocional. El dolor es un maestro increíble, hablo del dolor físico, del cansancio».

El mantra de «terminar todo lo que uno emprende» la llevó a graduarse de ballet, cuando a dos años de terminar la Escuela Nacional de Arte comprendió que la actuación era presente y el futuro deseado.

El Instituto Superior de Arte (ISA) era la próxima meta. Sentía que los exámenes eran una manera de probarse a sí misma si tenía talento. Una vía para comenzar a ser Jacqueline, sin las referencias de sus padres. Selma Sorhegui, alumna del ISA, y su prima Ivonne López Arenal, le ayudaron con la preparación del monólogo que debía presentar.

Selma la ponía a correr por todo el barrio, y en medio de la carrera Jacqueline recitaba sus frases. «Mentira, mentira, mentira. No te creo», le decía la improvisada profesora.

«No sabía si hacíamos bien o mal. Ella logró sacar esa cosa medio instintiva que podía haber en mí, y solemos llamar talento. Es lo que debe tener el actor ante una prueba de ingreso. Siento que a veces en estos exámenes piden que los jóvenes ya estén formados».

Finalmente, aprobó las pruebas. Sus padres no se enteraron hasta el último minuto. Respecto al ISA, la considera la fuente de herramientas que ha cimentado todo lo aprendido después.

«La Academia es importante, incluso para negarla. Qué puedes negar tú si no has pasado por Stanislavski o por otras escuelas, aunque ahora, y de manera constante, los modelos de enseñanza se renuevan. El actor, en definitiva, se va armando su propio método, y no es más que tomar de aquí y de allá lo más funcional para ti. Con esto no quiero desconocer a actores empíricos que han llegado a ser grandísimos».

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El teatro es el principio de todo para Jacqueline. En Okantomí, que en voz yoruba significa «con todo mi corazón», creció viendo a su hermana Marta Díaz (Riri) crear. A los siete años pasó de estar sentada en una luneta a actuar en este grupo de teatro para niños. Fue su primer enamoramiento con la actuación y la ayudó a desarrollar la imaginación.

«Siendo alumna de primer año del ISA trabajé con Vicente Revuelta en el protagónico de La duodécima noche. Una obra inmensa de Shakespeare, en verso.

«Después actué con Roberto Blanco, quien fue mi maestro durante los últimos cuatro años de carrera y a quien le agradezco tanto. Sus clases estaban vinculadas al grupo Irrumpe, que desde el punto de vista profesional constituyó mi primer gran grupo de teatro. Hice mucho coro. Me tocó “lucharla” desde abajo, hasta que la actriz protagonista viaja, y yo me quedé con sus personajes; entonces pude ocupar un lugar importante dentro de la compañía.

«Luego trabajé con Carlos Díaz en una época de investigación, de realizar un teatro diferente. Con él interpreté, entre otros personajes, a Elizabeth Proctor en Las brujas de Salem, un papel que me marcó y fue un estado de madurez que me permitió mayor disfrute y dominio, otra forma de relacionarme con el público».

En todo ese tiempo, y hasta la fecha, Okantomí nunca ha dejado de estar. Unas veces intermitente, en otras más presente. Hermosas remembranzas atesoran del grupo, como la primera actuación de su hija Camila en El octavo color, dirigida por Riri. Con solo cuatro años de edad la pequeña acompañaba en escena a sus padres — Jacqueline, y el actor Mijail Mulkay —.

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Un destello de mirada verde, compartido por varias vidas, pervive en la memoria colectiva de la nación cubana. Una mirada inolvidable, de mujer desafiada y desafiante. Varias mujeres que salieron de guiones y que, como punto común, anidan en la impronta interpretativa de Jacqueline. Ella ha sido gitana, luchadora de la clandestinidad frente al batistato, heredera de una fortuna en la Cuba republicana, médica de familia, tía, madre de una cantante que persiste en la búsqueda de la fama, vampiresa…

Cuatro de estos personajes de la pantalla cubana merecen un aparte:

Producida en 1991, y bajo la dirección de Eduardo Moya, llegaba la teleserie De tu sueño a mi sueño. Rolando Brito, Irela Bravo, Alexis Valdés, Jorge Alí, Orlando Casín y Katia Caso, entre otros, daban vida a los personajes del dramatizado, ambientado en la lucha clandestina contra la dictadura de Fulgencio Batista.

Una joven Jacqueline Arenal cursaba el segundo año en el ISA, se presentó al casting y quedó seleccionada. Se metía entonces en la piel de Mariana, integrante del Movimiento 26 de Julio.

«Moya era un director importantísimo, muy exigente. Tenía muy pocas herramientas para manejar aquello. El personaje, es verdad, era una mujer muy joven, más con una experiencia de vida que yo no tenía, y que todavía no reconocía en los otros debido a mi juventud. Necesité de mucha ayuda de la dirección.

«Tuve un compañero maravilloso, Rolando Brito, mi pareja en la serie, quien quizás fue la persona que más me ayudó, pues se dio cuenta de que estaba aterrada por completo. Fue un poco también eso del ballet de que hay echar ovarios. Soy lanzada, ya me han pasado cosas que parecían imposibles y han resultado posibles. Para mí, De tu sueño a mi sueño fue un salto al vacío».

En menos de un año llegaría la Sofía de El siglo de las luces, largometraje de ficción de Humberto Solás basado en la novela homónima del escritor Alejo Carpentier. A la altura de su tercer año en el ISA, Jacqueline tuvo que tomar una licencia escolar pues el rodaje se extendió durante un año, en diversas geografías: Rusia, La Habana, Burdeos…

«Fue un casting masivo. Me presenté sin pensar que iba a tener la posibilidad real de hacer el personaje. Me ayudó mucho Roberto Blanco, así como mi madre y mi padre, quienes me dieron bibliografía no solo de la propia novela, sino también textos para ubicarme en el contexto histórico.

«Sofía es una mujer muy joven que vive situaciones intensas en el amor, y políticamente, con todo lo que está ocurriendo a su alrededor mientras acontecía la Revolución Francesa. Recuerdo que Humberto me dijo “Léete a Madame Bovary”. Podía tener treinta y pico o cuarenta años, era un poco mayor, pero Sofía tenía su mundo interior».

Jacqueline recuerda que nunca le abandonó la sensación de estar asumiendo un riesgo enorme, esa gran oportunidad de la cual se sale por dos caminos: el que te salva o el que te hunde.

«Tuve baches. Me ofusqué ante mi falta de herramientas para economizar las emociones. Hago a menudo un cuento al respecto. Recuerdo una de las escenas emotivas en que iba matando en mi cabeza a los miembros de mi familia y a mis amigos, porque era el único recurso que tenía en ese momento para lograr entrar en emoción.

«De pronto vino una nube y esa escena se pospuso cuatro horas. En las cuatro horas no dejé de llorar porque no sabía cómo hacer para volver a esa emotividad. Cuando vino la grabación no pude llorar. Los productores franceses, rusos y cubanos esperando, y nada… Todo terminó en un bofetón. Solo un bofetón de Humberto hizo que rompiera a llorar y él dijo «Rodando».

«Los franceses no entendían nada. Y yo le decía a Humberto “¡Gracias, gracias, gracias!”».

En la década de los noventa la directora Xiomara Blanco llevó a la televisión cubana los más de 100 capítulos de Tierra Brava, una producción basada en la radionovela Media Luna, de Dora Alonso. Esta constituyó la primera telenovela de Jacqueline. Allí dio vida a Verena Contreras.

«Fue agotador. El volumen de escenas era grande, y ella era un personaje con temperamento. Los primeros días no sabía si iba a poder. Era mi estreno en este género, que después he hecho mucho. A veces empezar con un papel pequeño es una suerte, porque te vas entendiendo, poco a poco, con lo que tienes que enfrentar. Cuando te llega uno grande requiere mucho de ti. Pero lo disfruté enormemente.

«Me obsesioné tanto con ese personaje que en sueños recitaba los textos. Tiene algo muy importante para mí, y es que me conectó con la generalidad del público cubano. A partir de ahí la gente me ha dado un acto de fe. De decir “te creo”, incluso con virtudes y defectos. Haciendo un personaje negativo entendí qué le pasa a esta mujer por dentro. Verena y Tierra brava poseen un lugar especial en mi carrera».

En 1997, Si me pudieras querer, con 80 capítulos de 47 minutos dirigidos por Rafael (Cheíto) González traía a Jacqueline como la doctora Marcia. Un rol que considera un oasis de sus anteriores personajes temperamentales.

«Casi no lo hago, cuando me lo propusieron tenía veinte días de parida, y quería dedicarle tiempo a mi hija. El director me dijo que no me preocupara pues demoraríamos unos meses en comenzar a grabar. Demoramos tres meses. Al final di el sí. Lo hice con muchísimo esfuerzo. Me llevaban a la niña para lactarla mientras estaba filmando. Mi mamá estaba muy grave en ese momento, entonces tenía a mi mamá muriendo, a mi hija recién nacida y la responsabilidad de un protagónico. En medio de todo eso vivió Marcia, para mí más que un personaje es una enseñanza de vida».

Capítulo II Colombia: una mujer se abre paso

La casualidad puso a Jacqueline a zanjar en un avión los poco más de 2200 kilómetros que separan a La Habana de Bogotá. El actor Mijail Mulkay sirvió de emisario del azar. Mulkay, junto al también actor Abel Rodríguez, viajó al país sudamericano como parte del casting de una nueva producción del canal RCN Televisión en la que buscaban dos roles masculinos.

A pesar de mostrar buenos resultados interpretativos, el cubano —recuerda Jacqueline— no quedó como parte del elenco de la telenovela pues era muy joven para el personaje. Luego, en una conversación con el director de casting este le comenta de un personaje que aún no acababa de encontrar. Mulkay le enseña una foto y le habla de la actriz de intensos ojos verdes. El director prometió mirar algunas de las recomendaciones de trabajos, entre ellos, El siglo de las luces.

A su regreso, él se lo comentó más ella no le dio importancia. Pensó que sería como otra de esas posibles experiencias que no llegan a nada: «No estaba en mis planes salir de Cuba. Había estado más joven, antes de que mi mamá enfermara, trabajando en España unos años; pero desde que ella enfermó decidí venir para acá y desarrollar un poco mi carrera aquí». Sin embargo, la llamaron.

Cuatro jornadas tenía en agenda Jacqueline para la prueba en Colombia, un ejercicio cuyo resultado definitivo casi siempre es demorado —apunta—, y que en este caso el «Eres tú» del director le llegó el mismo día. Se convertiría en Mayoli, la «Yoli» de la multiaclamada telenovela Los Reyes (2005–2006). Un fenómeno que, en términos de audiencia y aceptación, si lo extrapolamos a la pequeña pantalla cubana, sería similar a Tierra brava.

Más de 15 años le ha brindado el país sudamericano en sus producciones. Títulos como Verano en Venecia (2009), Primera dama (2010–2011), Escobar, el patrón del mal (2012), Las Santísimas (2012–2013), Chica vampiro (2013), La suegra (2014), Sinú, río de pasiones (2016), Contra el tiempo (2016), Tarde lo conocí (2017), María Magdalena (2018–2019) y La Nocturna 2 (2020) forman parte de esa aventura. No obstante, el camino no ha sido de pétalos de rosas como pudiera pensarse.

El primer baño de realidad le sobrevino la misma noche de su sí en Los Reyes. El productor general le comentó que el trabajo era de un año —convertido luego en dos—, y ella solo atinó a pensar en su hija. El alma no le volvió del todo al cuerpo mientras el productor del canal le decía que si firmaba se encargaban de traer a su familia y de garantizarles una vivienda.

«Ni contenta podía estar. Recuerdo que llamé a mi hermana y le dije “Mira esto que me acaba de pasar”. Casi me vi en una encrucijada. No sabía muy bien qué decidir. Yo sí sabía que no salía de Cuba a hacer nada sin mi hija. Desde que me convertí en madre he dicho que ese fue mi mejor personaje, lo que más he disfrutado en la vida. Mi interés fundamental pasó a ser mi hija, y todo lo demás se le supeditaba”.

En el cambio de tono —de por qué, a por qué no— influyó su hermana Marta, quien le recordó que no estaba en ningún proyecto en ese momento, y que podría ser una experiencia enriquecedora. A su regreso a La Habana, de la tramitación del contrato por la parte cubana se encargó el Ministerio de Cultura.

«Así entré a Los Reyes, era algo que no estaba buscando y el universo puso ahí. Lo agradecí. El director de esa serie es un director de cine formado en Rusia — Mario Ribero —, además de un hombre especializado en la comedia. Hablo de la buena comedia. Por alguna razón a mí no me veían aquí haciendo comedia. No era profeta en eso en mi tierra, entonces él apenas tenía referencias mías.

«Me vio en un casting y le funcionó —la escena era de comedia—. Aprendí un mundo, aprendí también sobre el lenguaje televisivo que es diferente allá. Aunque la base es igual, el ritmo es distinto —Jacqueline chasquea los dedos al tiempo que explica—. No te hablo solo del ritmo de trabajo que es brutal y fue el doble de lo que hacía en Cuba. Nadie se imagine que es muy suave, se disfruta porque es lo que te gusta hacer, pero es agotador. Son 16 horas diarias de trabajo, de lunes a sábado.

«Era la antagonista de la telenovela y eso me obligó a incrementar el rigor. A aprender casi otro lenguaje: cero pausas, acento diferente. Era una mujer haciendo comedia en un lugar que no es tu cultura. Donde me preguntaba en ocasiones “Bueno, ¿aquí dónde está el chiste?”.

«Me obligó, a pesar de las largas jornadas, a no descuidar a mi hija que llegó a un país desconocido, que le impactó durante los primeros meses y no quería quedarse. Ella lloraba todos los días, y yo hasta me planteé dejar ese primer proyecto a la mitad. Tenía que pagar una multa millonaria si me iba, pero la veía tan mal. Extrañaba a las abuelas y a la familia, a su escuela. Yo también extrañaba un montón».

Los Reyes significó para RCN Televisión un proyecto exitoso que lo sacó de una racha de ocho años de no vencer a la competencia en el rating. Para Jacqueline fue aceptación: si aquí es Verena, en la nación sudamericana es Yoli. «Hoy tengo una carrera mucho más larga en cantidad de personajes en Colombia que en Cuba. Un personaje generó otro y otro y otro… Lo que hizo que me quedara tanto tiempo en Colombia fue que el trabajo continuó fluyendo bien».

Y en el momento de esa encrucijada inicial, cuando el personaje de la Yoli era ya una realidad, ¿no pensó que el público cubano podría olvidarla?

«Sí, esa idea y ese temor estuvieron presentes. Estaba un poco atada, no solo por el trabajo, también por la escuela de mi hija. Si tenía un espacio libre de trabajo ella estaba en la escuela, y no podía interrumpir su curso.

«Así todo, venía mínimo dos veces por año, y les decía a los directores con quienes me veía: “Tengo muchas ganas de trabajar para el público cubano. No me quiero perder esa conexión, aunque esta experiencia sea enriquecedora”.

«El público cubano es de una fidelidad única, en Colombia eres tan bueno o tan malo como lo último que haces, y con la presencia que sigas teniendo. Se hacen tantas cosas que un actor fuera del ruedo dos años, probablemente, ya esté olvidado.

«Allí un solo proyecto es prácticamente un año, y cada vez que iba a hacer algo aquí coincidía que ya había firmado un contrato. Yo decía “Si me dan un proyecto entre una cosa y la otra, me voy a Cuba”».

Esa misma fidelidad la constató en los cubanos fuera de la Isla. La emoción era para morirse, resalta, mientras rememora aquella función de Oficialmente gay, en Miami. El telón se abrió con ella de espaldas, y todavía de espaldas desde las butacas le gritaban: «¡Es Verena. Es Verena!».

«Se me salían las lágrimas. Cuando me giré, los aplausos fueron increíbles», la piel se le eriza al recordar la obra escrita por Alexis Valdés en la que compartió roles con Mijail Mulkay, el actor principal.

Jacqueline refiere que la oportunidad llegó de sorpresa: tenía un espacio de dos meses sin trabajo en Colombia e iba a viajar a Estados Unidos a visitar a su hija, quien pasaba una temporada con su padre. Alexis lo creyó el momento preciso para hacerla partícipe de esta comedia, que llevaba más de un año en cartelera, y con la sala a full.

«Iba en el avión estudiándome la obra. Temblaba porque sabía que me reencontraría con un público muy importante para mí. Y con personas que nos queremos mucho y nos exigimos mucho. Un extraño resulta menos intimidante que alguien con quien has compartido experiencias, y es importante no defraudar eso.

«La ovación fue tan grande que paramos la obra. Iba a continuar con los textos, pero me dije: “No puedo, con tanto aplauso no se va a escuchar”. Hice un aparte, algo que nunca se hace en el teatro, y violé la cuarta pared. Me giré al público, toqué mi corazón y di las gracias, porque aquel era un aplauso infinito».

¿Por qué cree usted que hay actores emigrados que triunfan, y otros que no?

«No es una sola cosa. A mi hija, acabada de graduar de una universidad en España, le digo que como a la oportunidad la pintan calva uno tiene que prepararse en todos sentidos para poder aprovecharla; porque una de las cosas es que llegue la oportunidad, y no le hayas metido lo suficiente. Ese primer trabajo es el que te enlaza, sobre todo en un lugar donde no te conocen, ese primer trabajo está hablando por ti. Ese es tu comienzo, tengas 40, 50, 35 o 16… Por otro lado, hay lugares más difíciles que otros para que esa oportunidad se dé. También está el factor suerte.

«Mi único consejo sería “De la suerte no podemos hacer nada. De lo diseñado para nosotros poco sabemos, pero sí podemos prepararnos”. Tampoco debemos infravalorar a nadie. A veces siento que los actores cubanos vamos a los lugares diciendo “Nos la estamos comiendo. Estamos muy bien preparados. Aquí no tanto, esto es Latinoamérica”.

Y sí, estamos muy bien preparados, pero ellos también. Sin tener una universidad, ves actores de 15 años que, con la mitad de lo que le pagan por un personaje, van a un taller en Argentina, en Nueva York, en Cuba. Se preparan de otra manera, y la competencia es dura, en donde quiera. Hay que trabajar duro».

Teniendo en cuenta su experiencia en Cuba y en Colombia, y estas dos maneras distintas de producir audiovisuales, ¿qué salvaría de ambas experiencias? ¿Qué cree que deberían superar?

«Si bien en ocasiones realizamos proyectos con grandes limitaciones, donde hay que inventar demasiado y contamos con menos recursos, no estamos a expensas de la publicidad. El mundo comercial pone las reglas, según lo que creen personas que no son artistas. Mientras haya rating hay publicidad, y la publicidad paga la televisión.

«Todavía aquí tenemos la posibilidad de que los directores y los productores se enamoren en proyectos que, a lo mejor, en otros lados costaría años hacer. En otro lugar dirían “No, eso no es comercial” o “No, porque la televisión es para gente pobre, y yo considero que a la gente pobre este tema no le interesa”. Salvaría eso de nuestra televisión.

«A veces aquí percibo cierto acomodamiento en el hecho de “Bueno, esta es la novela que tenemos. La vamos a hacer y el público la va a ver de todas maneras porque hay dos, tres opciones”. Siento que baja el rigor porque tienen la audiencia garantizada, aunque he visto también propuestas muy buenas.

«A la vez, esa otra manera de producir —colombiana— está poniéndote a crear de manera constante, a cambiar, a cuestionarte. Estás en una cuerda floja, y esa cuerda floja no te deja acomodarte. Si pudiéramos combinar ambas experiencias sería ideal».

Capítulo III: De vuelta a casa

Para Jacqueline, la vida resulta una sumatoria de ciclos que, en todos los sentidos, se van abriendo y cerrando. Volver a Cuba, hace casi tres años ya, no fue solo saciar la añoranza de participar en proyectos en su país, sino regresar igualmente a sus seres queridos y a su casa — condición que trasciende el mero hogar físico e incluye al grupo Okantomí y a sus raíces.

Considera que estar en Cuba ahora es parte de un viaje interno, de vivir de nuevo en su tierra ese peligro emocionante que es cada nuevo trabajo.

«Tenía ganas de volver a mi gente. Mi familia es muy chiquita pero emocionalmente siempre he estado muy ligada a ella. En Colombia debí aprender a lidiar con una zona de soledad muy fuerte. Desde hace dos o tres años estaba pensando en poner mi base aquí, como dice la canción de Carlitos —Varela— , “de vuelta a casa”, aunque por supuesto, seguiré realizando trabajos fuera siempre que se dé la oportunidad de un buen personaje.

«Me ha hecho bien este retorno. Cada decisión conlleva un sacrificio, había zonas en pausa y sentía que había sacrificado demasiado a Jacqueline, a la mujer, a la hija, a la hermana. Ha llegado el momento de pensar en mí, en el ser humano que soy, y que incluye a la actriz, obviamente. Mi historia sentimental, familiar, como mujer, ha renacido».

A raíz de este regreso, ¿qué opinión le merece el estado del escenario actoral cubano?

«Veo varias generaciones de personas talentosas, a quienes estoy descubriendo en el teatro y en la televisión. También hay actores consagrados de mi generación a quienes me agrada ver de nuevo, y sentir que en este país hay un talento enorme. Siento que faltan proyectos para la cantidad de talento que se ha graduado, que se ha interesado en hacer arte. Y extraño mucho el cine cubano.

«Es difícil opinar de algo si te has distanciado por un tiempo, y no estás metida adentro. Puedes equivocarte. Sin embargo, veo proyectos que no me gustan y no creo que sea un problema de dinero. Me pregunto dónde están tantos profesionales que sé están escribiendo cosas interesantes; o los capacitados para filmar, con el uso de las técnicas, proyectos de televisión con un lenguaje moderno y dinámico».

Una de las frustraciones de Cuba como nación es su relación con la comunidad emigrada. ¿Un contrato en el exterior puede, hasta cierto punto, invisibilizar dentro del país? ¿Cómo funciona en el ámbito de la actuación? A su regreso, ¿el tiempo fuera ha condicionado las posibilidades de trabajo dentro de Cuba?

«Nunca he entendido esta fractura. La gente va por el mundo, y eso no pone en cuestionamiento ni su talento ni sus principios. ¿Porque vayas a trabajar a otro lugar significa que ya no eres de aquí?, o que por esa decisión ya no tengas las mismas oportunidades. Esto debería ser un flujo natural y espontáneo que no tuviera consecuencias de otro tipo.

«Para desarrollarse, nuestros científicos —cuya labor es maravillosa— viajan por el mundo entero e intercambian con especialistas de otros lugares…

«No puedo decir que yo haya tenido problemas para salir a trabajar. Este primer contrato que te comenté se gestionó a través del Ministerio de Cultura. Estuve todo el tiempo pagando impuestos a Cuba por mi trabajo en el extranjero. O sea, estuve produciendo para mi país.

«Sin embargo, hay algo interesante, esos años de trabajo, aunque estuve pagando impuestos, no me generan retiro. No me lo generan en Colombia porque no empecé allí, y los años de aquí no me los cuentan. No me lo generan en Cuba la cuenta de todos los años que he trabajado porque no he estado aquí. Es algo rarísimo.

«Entonces, ¿dejas de existir porque te mueves? No. Tú eres una continuidad de todo lo que haces. Este es mi lugar, y ese viaje que hice hacia mí es una decisión y no me la pensé ni dos veces. Tampoco nadie me dijo que no lo podía hacer.

«No te podría decir que a mí me hayan excluido, pero tal vez las ofertas no son las mismas, y vienen de personas que ya han trabajado conmigo, que me conocen; con las que me he mantenido en contacto, y de pronto me avisan de un casting. Pero el flujo de antes se cortó un poco, y no sé si es porque no saben si estoy o no aquí, o si estoy dispuesta a trabajar, que sí lo estoy».

En las condiciones económicas en que se desarrolla la Cuba actual, y mediada por la experiencia de Colombia, ¿cree usted que los actores puedan sustentarse con los montos recibidos por los proyectos en los que se desempeñan?

«Me haces esta pregunta en un momento donde todo ha cambiado. Es cierto que los salarios subieron; al igual que los precios, enormemente.

«Para no hacer estadísticas sobre los demás, en mi caso cobro por el grupo Okantomí donde trabajo toda la semana. Es un salario que me ayuda pero que no me sostiene al 100%. Me parece que la única solución para compensarlo es que tuviera dos o tres trabajos al tiempo. Y estamos hablando de una vida normal, tendiendo a la austeridad».

Los actores y actrices tienen que enfrentar estereotipos como «No es necesario tener talento, sino verse bien» o «Le dieron el personaje por ser una cara bonita». En su caso, usted ha tenido que lidiar con el epíteto de «el rostro más hermoso de la televisión cubana». ¿Cómo media esto en el desarrollo de una carrera actoral?

«Desde muy joven lo consideré un obstáculo. Yo esperaba que me hablaran de mi trabajo, y la gente se iba en ocasiones por la estética. Sostenerse en esta carrera es muy difícil y siempre será a base de resultados, además de que la belleza juvenil pasa. Si no te has construido un trabajo como actor, ¿qué pasará cuando esa apariencia cambie?

«¿Por qué una condición física debe decidir si alguien es buen o mal actor? ¿O si estás o no en un proyecto? Ahora, que para determinado personaje te haga falta una mujer bella o voluptuosa, vieja o joven, eso se entiende. El casting de ese personaje lo necesita. Todo lo demás hay que resolverlo a golpe de talento, y uno solo debería ser juzgado por sus resultados.

«Por ahí existe la creencia de que lo que nos han vendido como belleza, tan relativa, no viene acompañada de inteligencia. Hay personas que te desestiman, tanto público como creadores, porque consideran que si tienes determinada apariencia agradable no tienes talento, y llegaste ahí por otras vías. Eso es terrible.

«Ahora soy una mujer con madurez, más centrada y con viaje actoral largo, pero estuve insegura por mucho tiempo porque estos mitos te los llegas a creer. En la experiencia en Colombia, que no llegó en mi primera juventud sino a los 35 años, tuve que descomponer lo que pareciera bonito. Mi primer personaje era 10 años mayor que yo, y el segundo, 20. Lo agradecí. Era luchar con lo que traes, con tu poco o mucho talento».

Los actores y las actrices son personajes públicos, ¿cómo convivir en las redes sociales y que sus publicaciones no sean tergiversadas o usadas por terceros para fines ajenos?

«Las redes sociales son una gran ventaja si las sabes usar, o un gran peligro. Lo sabemos. Hay que responsabilizarse con lo que se publica. Que las publicaciones no sean solo para ganar seguidores, sino que digan algo de ti, de lo que piensas y defiendes, de lo que te importa. Es todo un reto. Solo aspiro, que no pasa a menudo, a que el lector vaya a tu mensaje real.

«En internet cualquiera puede colgar algo sobre ti, manipular, tergiversar… Es bastante incómodo. No tienes poder sobre eso y, además, permanece la vida entera. No sé si algún día aprenderé a lidiar con este tema».

En una obra, ¿es sinónimo popularidad de calidad artística?

«Voy a partir de mi propia experiencia para no criticar a los demás. No siempre me he quedado contenta con mi trabajo. Hay algunos proyectos que me gustan mucho, otros me gustan menos y unos nada. A lo mejor uno de los que no me gusta nada ha sido tremendamente popular, y ha logrado un rating enorme. Eso no significa que el trabajo esté bien hecho.

«La popularidad tiene un valor, pues permite a las personas identificarse con la obra. Ya sea porque se trata un tema que hace rato no se tocaba, y es importante exponerlo; o porque mucha gente se vio reflejada. Todo esto puede provocar una conexión, lo cual no exime al crítico ni al mismo público de tener un estado de opinión con el resultado total de la obra».

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La segunda temporada de Rompiendo el silencio, serie dirigida por Rolando (El Chino) Chiong, marca el regreso de Jacqueline Arenal a la televisión cubana. La veremos en «Cadena», uno de los 11 nuevos capítulos anunciados.

En el tráiler del dramatizado —que aborda temas como la violencia de género, la homofobia vista desde la paternidad, la violencia sexual entre hermanos, y a víctimas convertidas en victimarios— se ve a la actriz en la piel de una mujer violentada por su esposo.

La serie, donde comparte protagónicos con el actor Jorge Perugorría —quien asume el rol del esposo maltratador— tenía previsto su estreno en el verano de 2020. Después se pospuso, primero a inicios de septiembre y luego a finales de ese propio mes. La premier de su último episodio, «Con causa», tuvo lugar en enero de 2021 en el habanero Cine Chaplin, y las noches del próximo mes de marzo parecen ser las quienes acogerán la presentación de los audiovisuales.

Para Jacqueline Rompiendo el silencio 2 reúne temas importantes que la sociedad tiene que ver. «Estoy en contra de la violencia. Cada vez que alguien pasa por esa experiencia le digo “Hay que denunciar”. Y la serie va hacia eso. Me gustó, del mismo modo, hacer un personaje en el que como estoy tan maltratada me descompongo físicamente. Es un poco jugar a lo contrario, y aquí no lo he hecho lo suficiente. Jugar al deterioro. Más que de apariencia, es hablar de emociones y de conflictos. Este proyecto amplía el diapasón de asuntos que debemos visibilizar, dialogar y transformar».

Profunda creyente de la Ley de la Atracción, su deseo de rodar a las órdenes del cineasta Fernando Pérez resulta una de las más recientes alegrías de su carrera. La película está basada en un guion del director de Clandestinos (1987), Suite Habana (2003) y José Martí: El ojo del canario (2011), en el que un personaje adolescente hila tres historias.

«Estoy en una de ellas, con un papel bastante diferente a lo que me han ofrecido en el cine. Ni mejor ni peor. Es eso que me gusta de desempeñar un personaje que aún no he hecho. Me encantan los resultados de Fernando, el ser humano que es y, además, me seduce como dirige».

Okantomí ha sido una constante en los últimos tres años de Jacqueline. En el grupo teatral actuó de pequeña, y de adolescente, cuando la mayor parte de su día giraba entre pliés, relevés y elancés. Ahora mueve su corazón con las dosis extras de adrenalina, emoción y responsabilidad que implica conducir a una joven actriz en el monólogo Azulejos, escrito por Graciela Peña. «Okantomí es una parte importante de mi vida actoral. En la actualidad me ha ofrecido la oportunidad de dirigir. Desde que soy una niña no me ha abandonado nunca ni yo lo he abandonado a él».

Cercanos en su agenda profesional están un grupo de talleres, que impartirá a jóvenes actores y a otros con más tablas que quieran compartir el ejercicio de nuevas técnicas. También, se encuentran una serie con Netflix y otra con un canal colombiano; asimismo, espera por un proyecto con RTV Comercial, dirigido por Mariela López, y que aún no se ha concretado por cuestiones de producción.

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¿Cuál es la Cuba que anhela Jacqueline Arenal?

«Contrastar el mundo te hace valorar ciertas cosas de las que, a lo mejor antes, no tenías tanta conciencia de su importancia. Estoy hablando, sobre todo, de obras sociales, humanas, de obras a nivel de formación nada fáciles de conseguir. No quiero negar estas cosas que, a lo largo de la vida, y después de contrastarlas mucho, son muy valiosas.

«Aspiro a una Cuba inclusiva, donde los juicios de valor vengan de los valores humanos que tengan las propuestas de la gente. Donde no queramos hacer el país en otro lugar que no sea aquí; ese país que soñamos, y no solo el que sueño yo sino el que soñamos todos. Que todos estemos incluidos ahí, que podamos hacer la mejor versión de eso que soñamos, y no tengamos que salir a buscarlo a otros lugares.

«Y, por supuesto, salvando siempre lo que se ha caminado y hemos comprobado que vale la pena».

Tomado de: Revista Alma Mater

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Filippo Meneghetti: “Nos falta el relato de las mujeres lesbianas” (+Video)

Filippo Meneghetti, cineasta italiano. Foto El Periódico

Por Begoña Piña @begonapina

“Rellenar los huecos del relato”. Es una especie de mantra profesional con el que vive Filippo Meneghetti, un cineasta italiano que decidió emigrar a Francia “para poder hacer cine”. Allí ha rodado su primer largometraje de ficción, Entre nosotras, una hermosísima película de amor y, mucho más, una conmovedora historia de amor real, agobiada por la condición homosexual de sus protagonistas y por su edad, dos mujeres retiradas, y silenciada por una sociedad codiciosa, machista y viciada por la obsesión por la belleza y la juventud.

Es la historia de Nina y Madeleine, enamoradas desde hace décadas, aunque de cara a los demás solo son dos vecinas de edificio. La fragilidad del amor que se vive a escondidas, la dependencia que tenemos del dinero también en las relaciones, la autocensura… van apareciendo en esta película, interpretada por dos grandes actrices de teatro, la alemana Barbara Sukowa y la francesa Martine Chevallier, absolutamente deslumbrantes. Entre nosotras, aspirante al Globo de Oro a la Mejor Película de Habla no Inglesa, es una de las quince producciones internacionales en la carrera por el Oscar.

Que un hombre decida debutar en la ficción con una película sobre mujeres mayores es un poco anormal en el cine de hoy…

Sí, sé que puede parecer muy raro, pero hay una doble razón. La primera es que durante mi adolescencia tuve cerca de mí en mi formación a personas que me contagiaron la pasión por el cine y esas personas vivieron historias similares. Esto es una ficción, aquellas eran historias más duras que ésta que cuento yo. Ya entonces tuve ganas de, si algún día podía llegar al público, devolverles el regalo que me hicieron. La segunda razón es que me interesa mucho, porque me parece muy importante, rellenar los huecos de la historia, producir lo que falta, por eso aquí es relevante la edad de las protagonistas.

¿Quiere decir que hoy no se habla de las personas mayores, que las silenciamos?

Vivimos en un mundo obsesionado por la belleza, es casi fetichista, y eso me molesta, me carga mucho. Los cineastas tenemos una responsabilidad con las imágenes y estamos llenando el cine de cuerpos perfectos, cuerpos de modelos que no son reales. Nos sentimos mal con nuestro cuerpo porque tenemos modelos que son inalcanzables, que no son reales. Yo creo que hay que rellenar ese hueco, sí, hay que mostrar que se puede ser bello, fascinante, atractivo con setenta años y sin maquillaje, que no hay que ser perfecto, no hay solo una belleza ni una sola forma de existir en el mundo.

He leído que ha dicho que la pareja de esta historia podría ser cualquier pareja, sin embargo, a mí me parece clave que sean dos mujeres. Si apostó por ello, habrá un motivo ¿cuál?

En cierto modo sí. Pero eso es también porque el relato de las mujeres lesbianas también está lleno de huecos. Nos falta el relato de las mujeres lesbianas. La homosexualidad femenina no es el tema central de la película, pero es importante. Esta historia no me la he encontrado antes como espectador, pero sí la he encontrado en mi vida.

Entonces, ¿hay cierta intención de denuncia?

No sé si denuncia es la palabra, mi profesión es más bien producir un relato que va a conmover al espectador. Si en ese proceso logro un punto de inflexión en dos o tres personas que entran al cine con una idea y salen con otra, entonces estoy encantado y no he trabajado en balde. No es tanto una denuncia, pero el compromiso está, porque todo es político. Toda representación es política y soy muy consciente de ello, es un eje de mi trabajo.

Lo que sí hay en la película es una reivindicación de la mujer como individuo pleno, no solo como madre o esposa…

Eso es importante. He crecido rodeado de mujeres y siempre me ha chocado la cantidad de papeles que tenían que asumir. Soy italiano y sé que el papel de la madre es gigantesco, como en España. Es una forma de impostura, porque asumen todos esos papeles, pero a la vez son otra cosa. Eso es parte de la autocensura, un tema central en la película, cómo gestionamos y construimos las miradas sobre nosotros mismos. Cómo se enseña a una mujer a ser una mujer del hogar, ¡no siempre se puede estar cómodo con eso! Es una construcción social. Hay un debate dentro de eso que me interesa, porque creo que es universal, sobre todo con las mujeres. Todos lidiamos con la automirada y con el papel que debemos asumir y cómo interpretarlo.

¿Y dónde colocamos a los demás?

Bueno, claro, me planteo preguntas sobre cuál es nuestra relación con la empatía con el otro, sobre todo en esta situación. Cada vez es más difícil porque cada vez estamos más atomizados y más separados. Pero creo que vivimos una época de cambio con la tecnología, y la pandemia ha disparado esto, de cambio antropológico, en la que todavía no percibimos todas las consecuencias. La reflexión va por detrás de la vida siempre, en este momento en particular porque cuando miramos la historia de los últimos veinte años, la aceleración de la tecnología en nuestra vida cotidiana es tan brutal que creo que aún, a mí al menos, me cuesta medir el alcance. La reflexión está luchando para seguir los acontecimientos. Yo tengo dificultades para escribir la próxima película porque me cuesta entender lo que tengo delante de mí y eso es importante.

En la película está constantemente presente la importancia del dinero, ¿hasta el amor depende de él?

Todo depende del dinero, el amor depende también del dinero. Seguro que es uno de los medios de libertad, por desgracia. Vemos muchas personas que viven vidas que no deberían porque no tienen otros medios. ¡Tanta gente que no lleva la vida que quiere! Y por supuesto el dinero es un muy mal modelo, pero en la sociedad que vivimos es así, es el modelo que tenemos y no es anodino, por desgracia. Me disgusta.

Antes hablábamos de la reivindicación de la mujer como individuo independiente y pleno, ¿es una cualidad que esta sociedad también niega a las personas mayores?

Sí. La primera razón es por esos huecos en el relato que decía al principio. He estado en contacto con historias que hablan de ello. Tenía una amiga que trabajaba en residencias y me contaba una historia de una pareja, hombre y mujer, que se habían enamorado con más de ochenta años, y para estar juntos tenían que verse a escondidas por los pasillos, ir uno a la habitación del otro. Y las trabajadoras intentaron impedirlo y les cambiaban de habitación. Me parece increíble. Y pensaba que es un punto en nuestra sociedad en el que es importante poner el dedo en la llaga.

¿Síntoma de una sociedad represiva y excluyente?

Vivimos en una sociedad que dice que eres joven y perfecto o no tienes derecho. Pero, con los viejos, también está ligado al hecho de que la época ha cambiado y la pirámide de edad y como se envejece hoy es diferente a cómo se envejecía antes, desde luego. Los cuarenta años de hoy son los treinta de antes, son mis nuevos treinta que tengo cuarenta. Y así, los sesenta, los setenta… Es una sociedad que reacciona lenta a los cambios, la sociedad va por detrás de los cambios. Mi trabajo es poner eso sobre la mesa e intentar que evolucione en un sentido correcto, poner mi granito de arena. Hago películas sobre cosas que me llaman la atención, cuando algo me conmueve, la película es la pregunta. La respuesta le corresponde al público.

En su película se ve lo agresiva e interesada que es la forma en que tratamos a los ancianos…

Es una actitud que tenemos con muchas cosas, veo lo mismo con las personas discapacitadas, con los emigrantes, los refugiados… Está todo dicho. A todos los que no son útiles, que no valen para algún beneficio, intentamos terminar de exprimirlos, la sociedad es así con todo. Al escribir nos interesaba la toma de poder de los hijos sobre los padres, que es también un relato que falta. Hemos tenido la experiencia de cómo funciona esa inversión de papeles, antes se vivía menos y el modelo familiar era diferente, pero hoy nos encontramos con ello. Y… cosificamos a las personas.

¿En España o Italia sería igual esta historia que en Francia?

Empecé con esta historia cuando vivía en Italia, en el Véneto. Las cosas que he podido ver eran más duras que esto, pero al final rodamos en el Sur de Francia y mientras trabajábamos había muchas personas en París manifestándose contra el matrimonio igualitario. Eso nos motivó mucho. Escribimos sobre algo que es sensible en la sociedad. Creo que marca la diferencia más el anonimato de la gran ciudad y creo que las pequeñas ciudades del Mediterráneo son todas parecidas, la presión católica es muchísima. La francesa no es una sociedad permisiva.

Tomado de: Público

Tráiler del filme Entre nosotras (Francia, 2019) de Filippo Meneghetti

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Matthew Modine: “EE. UU. tiene que mirar honestamente su pasado”

Matthew Modine protagonista de Wrong Turn

Por Jacob Stolworthy

Matthew Modine odió tanto a su colega Vincent D’Onofrio en el set de filmación de Nacido para matar que sintió que podía matarlo. Son sus propias palabras. “¡Realmente quería! En todas esas escenas en el campo de entrenamiento, en las que le estoy enseñando cómo abrochar su botón superior, hacer su cama, atarse los cordones…”, dice el intérprete. “El se fue poniendo más y más raro a medida que se metía profundamente en el personaje que estaba haciendo.”

Las cosas empezaron a salirse de control cuando la pareja estaba filmando una escena de marcha, con el director Stanley Kubrick a cargo al este de Londres. D’Onofrio -un actor del Método que estaba muy compenetrado con su rol como el atormentado soldado raso Pyle- se sintió herido al ver a Modine riéndose en un descanso entre las tomas. “Deberías dejar de andar boludeando”, instruyó a Modine, que interpretaba al soldado “Joker”. Modine es anti-Método, y cree que los actores deben estructurar su performance “usando su imaginación” a la hora de darle vida a los personajes.

“¿Qué vas a hacer si no dejo de andar haciendo bromas?, recuerda Modine que respondió en ese momento. “Y Vince dijo, ‘bueno, te voy a patear el culo’. Yo estaba sosteniendo este rifle M14 que pesaba unos 13 kilos, y simplemente quería rompérselo en la cabeza. Todos los extras decían ‘Ooooh, oooh, ya está, Matty’ (imita un acento inglés). Ese fue el final de nuestra amistad por el resto de la filmación. Pero al cabo fue bueno para la película.”

Modine no se equivoca. Al ver la película dramática sobre la guerra de Vietnam que Kubrick filmó en 1987 con este dato en la mente, ciertamente aparece una carga extra de tensión en algo que ya es incómodo de ver. Sin ir más lejos, está esa escena en la que el pelotón de Marines estadounidenses rodea a un Pyle inmovilizado para castigarlo brutalmente con barras de jabón envueltas en sus toallas personales. Modine, que hoy clasifica a D’Onofrio como “un buen amigo”, admite que fue un poquito más allá de lo que la filmación de esa escena realmente demandaba.

“En la película le doy un par de golpes, me detengo, y después le doy algunos golpes más”, dice. “A menudo me pregunto si eso no fue una cosa tipo “‘Acá tenés un par por la película, y acá tenés un par más personales, tarado.’ Obviamente usamos solo una toalla anudada, pero lo estuvimos haciendo toma tras toma. El pobre Vince terminó cubierto de moretones.”

Es casi imposible hablar con Modine sin mencionar a Nacido para matar (Full Metal Jacket), con lo que es todo un alivio que sea él quien saque a relucir el tema. Estamos hablando a través de Zoom sobre su nueva película, Wrong Turn, un reboot de la franquicia de terror de los años 2000. Este nuevo título presenta un intrigante giro en el género de horror y asesinos seriales. Comienza en un punto posterior a lo que suele ser el inicio de estas películas, con un padre preocupado, Scott (Modine) arribando a la escena de la desaparición de su hija. A medida que va haciendo intercambios con moradores del lugar de aspecto intimidante, que lanzan misteriosos rumores sobre letales habitantes de las montañas, Scott decide armarse y tomar el asunto en sus propias manos. A eso le seguirá una buena dosis de escenas sangrientas, de tono decididamente gore.

Es todo un cambio para el actor de 61 años, que pasó sus años formativos en la profesión interpretando a ese pibe ubicuo de ojos grandes y aspecto inocente. Estaba el dulce outsider de la subestimada Alas de libertad (1984) de Alan Parker; el luchador de escuela secundaria Louden Swain en Vision Quest (1985) y el cariñoso marido de Melanie Griffith en la sobrecogedora El inquilino, de 1990. Y sí, era él quien aparecía en el “clásico absoluto” de película-dentro-de-película que protagonizaron Hugh Grant y Julia Roberts, Un lugar llamado Notting Hill, en 1999.

Pero fue el personaje de amoroso padre de dos hijos ya crecidos que encontró en el guión de Wrong Turn lo que llevó a que Modine se hiciera algunas preguntas de las que abren los ojos, por primera vez en su vida. “Si alguien fuera a herir a tus hijos, ¿cruzarías esa línea? ¿Llegarías a matar?”, pregunta. “Rezo por no tener que estar nunca en esa situación, pero yo iría a escalar una montaña, haría todo lo que Scott hace para intentar proteger a mis propios hijos.”

En un flashback, la película informa que la hija de Scott, Jennifer (Charlotte Vega) fue abducida por La Fundación, una comunidad autosuficiente de personas que, cientos de años atrás, dejaron atrás la civilización para irse a vivir en un contexto salvaje. Una agotadora escena muestra a su líder (Bill Sage) demostrando su inclinación por vertir sangre. “Sos un bárbaro”, le dice Jennifer, y él contesta: “¿Bárbaro? Hombres y mujeres de todas las razas y credos han venido aquí para evitar el Armagedón que sabían que iba a venir. Nosotros no tenemos cáncer, no tenemos pobreza, no tenemos guerra. Somos un solo cuerpo trabajando en conjunto. Así que, decime: ¿cuál mundo es más bárbaro?”

Es una línea de diálogo diseñada para alzar algunas preguntas incómodas sobre las sociedades que hemos creado. Resulta interesante preguntar qué análisis hace Modine sobre las consecuencias de los años de Trump, que dieron testimonio del asesinato de George Floyd a manos de la Policía, y el ataque al Capitolio de los Estados Unidos por parte de los mismos partidarios de Trump: dos eventos que se vieron en todo el globo. ¿Puede Estados Unidos recuperarse de esa vergüenza? Modine, residente de New York, dice que el malestar exacerbado por Trump puede ser reparado, pero piensa que eso requiere que todo el país cave más hondo de lo que nunca lo ha hecho.

“Los Estados Unidos nunca lidiaron honestamente con lo que es su historia, la masacre del pueblo indígena, la esclavitud de millones de africanos que fueron traídos a la fuerza para construir nuestro país”, dice el actor. “El sueño es que todos sean iguales y tengan la misma voz, para la justicia racial y social. Pero no podés hacer eso hasta que asumas las grietas en la fundación sobre la cual este país fue construido.”

Wrong Turn (Alemania, 2021) de Mike P. Nelson

El descarta el concepto del “excepcionalismo americano”, la idea de que “América” es diferente y superior como nación, porque fue creada de acuerdo a principios admirables. “La verdad es que, si mirás en el espejo atentamente para vernos a nosotros mismos como realmente solos, es todo una gran patraña. La única manera de creer que nos podemos recuperar es si miramos honestamente a nuestro pasado. De otro modo, vamos a estar cometiendo los mismos errores continuamente.”

Modine creció en los estados de California y Utah; es hijo de un encargado de autocine y una bibliotecaria. Fue un programa confiable en Hollywood desde sus debuts en roles protagónicos, bien contrastados: en la comedia adolescente Escuela privada (Noel Black, 1983) y, ese mismo año, en Streamers, de Robert Altman; una adaptación de la obra teatral de David Rabe que tuvo cuatro nominaciones a los premios Tony, y que presenta a cuatro jóvenes soldados lidiando con la tensión racial y sus actitudes hacia la sexualidad mientras esperan por un combate en Vietnam.

Aunque la carrera de Modine ha existido en un nivel de fama más bajo que el de algunos de sus contemporáneos, el actor despliega una saludable combinación de sus mejores atributos: el buen aspecto juvenil de Tom Cruise, el carisma sin refinar de John Cusack y el descaro de Nicolas Cage. Al día de hoy tiene mejor cabello que los otros tres. Para Modine, ser un actor nunca tuvo que ver con ser la más grande estrella de la taquilla, siempre se trató de elegir los proyectos adecuados. Se lo podría definir como el George Harrison de las estrellas de cine de los años ochenta.

“Desearía haber dicho que sí un poquito más seguido”, admite sin embargo. “Creo que eso me lo sacó mi maestra comunista socialista Stella Adler. Ella era una estudiosa de Konstantin Stanislavski (el padrino del método de actuación, al cual Adler luego rechazó en parte), con lo que para ella todo era político.”

El actor es el primero en reconocer que no es una marca registrada al estilo de, podría decirse, Cruise o Cage; es sabido que rechazó el personaje de Maverick -que luego tomó Cruise- en Top Gun (1986) y el de Marty McFly en Volver al Futuro. Aunque es feliz de haberlos evitado, especialmente Top Gun (no concordaba con su mirada política), cabe preguntar si a) hay otras películas que haya rechazado, y b) si lamenta no haberlas hecho.

“Desearía haber hecho Quisiera ser grande”, dice. “Cuando me enviaron el guion era una película mucho más oscura. Se la habían ofrecido también a Robert De Niro y Harrison Ford antes de enviármelo, con lo que no tenía mucho sentido; esos tipos eran veinte años más grandes que yo. Pensé que si me elegían para la película no tendría el nivel de ironía que necesitaban. Obviamente, el tono cambió muchísimo, y Tom Hanks está bárbaro en la película. Hubiera sido muy diferente conmigo.”

De manera inesperada, el voltaje de la estrella de Modine se volvió mucho más intenso gracias a Netflix. En 2016 apareció en el megahit del servicio de streaming Stranger Things como el Dr. Martin Brenner, la villanesca figura paterna de la superpoderosa Eleven que encarnó Millie Bobby Brown. “Ahora tengo una base de fanáticos”, dice sobre el éxito del programa, y agrega: “Nada puede igualar la clase de conocimiento global que Netflix puede darte.”

El actor dice que ha hecho campaña para volver a la serie -habiendo muerto fuera de la pantalla en la primera temporada, hizo un cameo en la segunda- y que le dijo a sus creadores, los hermanos Duffer, “cuán importante es volver para el Dr. Brenner”. Modine está seguro de que su personaje aún está vivo, y cree que las escenas con Eleven fueron la parte más “convincente” de la serie. Se espera que la cuarta temporada llegue la plataforma hacia fines de año; habrá que esperar a ver si él aparece en ella.

Por ahora, Modine está feliz de que Stranger Things haya inspirado a una joven generación a buscar sus anteriores películas, incluyendo a Nacido para matar, que cumplirá 35 años en 2022. Hace que, de algún modo, valga la pena la especie de tos permanente que le quedó a Modine desde que filmó en la ahora demolida fábrica Beckton Gas Works (“¡Siento que desde esa película tengo un catarro permanente atorado en la garganta!”). Y, de manera crucial, también significa que su resistencia a los recursos del método de actuación de D’Onofrio le ha dado resultado.

A pesar del apodo de Joker asignado por el sargento Hartman en la película, Modine cree que su coprotagonista fue el que tuvo la última carcajada. “De algún modo, fue bueno para Vince porque generó algunas chispas entre nosotros. A su muy inteligente manera, me forzó a trabajar en su estilo.”

Tomado de: Página 12

Tráiler del filme Wrong Turn (Alemania, 2021) de Mike P. Nelson

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Mateo Cabeza: “Hago un cine del que me cuesta desprenderme emocionalmente” (+Video)

Mateo Cabeza, cineasta español

Por Lucía Aragón Luque

Mateo Cabeza tiene voz firme, cree en lo que cuenta y así lo transmite. La situación no nos ha dejado compartir un café, pero nos encontramos por un teléfono que por instantes tiende a desaparecer para dejar paso a las historias. Mateo es cineasta, uno en continuo conocimiento de su obra, pero ante todo es un contador de historias, un observador activo de la realidad que ha encontrado en el cine el medio para transmitirlas.

Graba lo que le motiva, aunque también compagina esta labor con ser editor y docente, respuesta que da al preguntarle de qué vive entre película y película. Actualmente no para de hablar de Paraíso, su último cortometraje documental, que en apenas 20 minutos provoca un vaivén de emociones que acongoja y genera esperanza a partes iguales. Taha y Ahmed se convierten en el duro reflejo de una relación que se fortalece ante la situación que les toca vivir. Un hijo y su padre que se ven obligados a cambiar de país y que se instalan en un hospital andaluz a la espera de un trasplante que parece no llegar nunca.

El cineasta sevillano es un firme ejemplo de que desde el sur se puede crear algo muy personal, pero que al mismo tiempo pueda ser reconocido. Prácticamente todas sus obras están premiadas y con Paraíso está arrasando allá por donde va. En poco menos de un mes le esperan los Goya, una cita quizás necesaria para afianzar una carrera en este mundo que ya lleva recorriendo un tiempo.

Reconoce que este filme es la obra que más está moviendo porque lo vio claro desde el principio y es un proceso que le está enseñando mucho en cuestión de producción y distribución. “Yo, que nunca se del todo de qué van mis películas hasta que pasan por lo menos dos meses, porque es cuando puedo ver todos los matices, ahora comprendo que, al presentarla en festivales, al compartirla, se genera un discurso que incluso a los propios autores aclara muchas cosas”.

En su obra podemos ver que Mateo Cabeza es un cineasta de contexto, de aquellos que se introducen durante meses en una realidad hasta elegir el momento exacto en el que poner la cámara a grabar.

¿Qué debe tener una historia para que decidas filmarla?

Sin duda debo tener una pulsión personal con el personaje, con el espacio o con el entorno en el que esté pasando. Yo siento que son mecanismos emocionales que hacen que yo conecte, que me hacen querer crear algo, investigar sobre eso. Ese tipo de trabajos me revela muchos aspectos que quiero trabajar sobre mí y que me hace conocer otras vidas que nunca me había planteado que podrían ser referentes, pero que acaban siéndolo.

Consciente del mundo esperpéntico en el que vivimos no quiere que el cine se quede atrás “la vida es difícil, es complicada y me gusta que el cine esté a la misma altura”, por eso deja que cada historia le vaya diciendo el tiempo que debe dedicarle. “No nos podemos dejar guiar por la inmediatez porque se pierden muchos detalles, este ritmo frenético nos hace perder el tiempo humano, el tiempo de curación, el tiempo de forjar las relaciones y no nos deja ver pacientemente la realidad”.

Pone de ejemplo Que nadie duerma, donde se dio cuenta que realmente vio que le necesitaba compartir más con los jóvenes de Danza Mobile para llegar al nivel de profundidad, de honestidad, al que quería llegar y mostrar. Unos trabajos previos, confiesa, que le han permitido abrirse en canal en Paraíso.

Considera que con Paraíso ha logrado una intimidad que no tiene nada que ver con lo anterior. “Conseguir alguna de las secuencias que salen en Paraíso es un regalo del cine”. Aunque afirma que llegar hasta ahí es una ardua tarea, por eso no son muchos los que se dedican al cine documental. “En el documental lo que está pasando es real, se generan relaciones personales, vínculos emocionales que no terminan con el final del rodaje, este es un cine que está, que luego desprenderse de él es duro y duele”.

Esto es algo que él mismo tiempo reconoce como un inconveniente a la hora comprometerse con un proyecto. “A veces me preguntan cómo consigo esa intimidad y es que bueno, estoy yo solo —dice riendo—, aunque también lo hago porque me apasionan todos los campos”. Aclara que es difícil exigir que alguien te acompañe en un proyecto “con un guion abierto al día a día, con muchos cambios y donde nunca se sabe realmente cuándo va a terminar”.

La creación de Paraíso

Mateo estuvo ocho meses de voluntario en el Hospital Infantil Virgen del Rocío hasta encontrar la historia que realmente quería contar. “Yo tenía un impulso, que era hablar del dolor, luego me interesó comprender cómo se trabajaba en un hospital pediátrico por dentro, qué ocurre con los niños hospitalizados, qué les pasa cuando son adultos o cómo les ha transformado la vivencia, pero no suelo tener una idea concreta de lo que quiero filmar, va viniendo durante el proceso, mientras me voy involucrando”.

Explica que ser voluntario fue la mejor manera de acercarse a esta realidad: “Yo entendí muchas cosas que no acaban saliendo en la película pero que forman parte de la atmósfera que se ve plasmada”. Empieza a contar algunas anécdotas “tengo marcados algunos sonidos, las relaciones entre las enfermeras y los niños, como por ejemplo que allí el juego por excelencia es el UNO”.

“Al principio, Taha no me cayó bien” relata entre risas recordando cómo se acercó a las vidas de los protagonistas. “Era un niño complicado y muy cerrado, hasta que un día me cogió la mano y entendí su dulzura, en realidad esa dureza es una actitud más que comprensible para alguien que lleva cuatro años viviendo en un hospital”.

A raíz de su contacto con Taha conoció a su padre, Ahmed, “un señor que siempre estaba solo en la habitación y que no hablaba español, pero que siempre decía ‘gracias, muchas gracias’”. Cuenta que poco a poco se fue produciendo un encuentro de saberes: “Ahmed me enseñaba árabe, yo me llevaba la guitarra, se estaba construyendo el amor a querer filmar algo y la necesidad de que su historia fuera contada”.

“Yo tenía que estar muy seguro de cuándo tenía que poner la cámara, lo que tenía muy presente es que no podía jugar con sus emociones”. Una vez ocurrió, Paraíso se filmó en poco más de un mes y medio hasta que decidió que historia estaba bien contada hasta ahí. “Yo no quería que nada distrajera, cada plano, cada segundo está muy cuidado, yo no creo mucho en los planos recursos, por ejemplo, considero que el cine es algo muy serio y me lo tomo así”.

Mateo explica que la historia de Taha y Ahmed es, entre otras cosas, “la historia de la culpabilidad de un niño enfermo, que siente que ha separado a su padre de su verdadera vida y que es culpa de un problema que tiene él”. Esta relación, el vínculo entre ellos y la oportunidad que tuvo de estar cerca de ambos se convirtió en lo que él como artista buscaba crear.

Además, Mateo habla de lo particular de una relación así entre un padre y un hijo: “Creo que con Paraíso se rompe el estereotipo de una masculinidad fuerte y clara”. Cuenta que es algo que habló mucho con la traductora de la película: “Mila, que es de origen saharaui, me decía durante las traducciones que le sorprendía ver a un hombre musulmán abriéndose así delante de su hijo”.

Después de terminar el rodaje, Mateo le escribió una carta a Ahmed donde le daba las “gracias, muchas gracias” y le pidió que deje de darlas tanto que ya las ha dado suficiente.  “Creo que una de las cosas que puede aportar Paraíso es dignidad a una historia desconocida, pero sin duda real”.

Mateo Cabeza se sigue emocionando cada vez que asiste a una proyección del cortometraje, donde siempre descubre nuevas apreciaciones. Confía en que a Paraíso le queda todavía recorrido y que se quiere comprar una camiseta que ponga “Estoy en mi mejor momento”, aunque se corrige rápido: “Bueno, cada momento es el mejor, ¿no?”.

Tomado de: El Salto

Tráiler del filme Paraíso (España, 2020) de Mateo Cabeza

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Mercy Ruiz: en algún sitio de la primavera

Mercy Ruiz, directora de Ediciones ICAIC

Por Carla Muñoz

El día que conocí, de su propia voz, que había integrado el pequeño equipo que, en condiciones muy especiales, trabajó la primera edición de El diario del Che en Bolivia (1968), pensé si acaso me faltaría saber algo más para admirar su obra. Muy poco tiempo después escuché, otra vez de su propia voz, que una elegía como «En algún sitio de la primavera», de Nicolás Guillén, la conmovía en demasía. Para cuando supe lo primero y lo segundo, ya habíamos coincidido en muchos criterios, y disentido en otros; había visto asomar a su rostro de recios rasgos la sonrisa que logra suavizarlo; también había escuchado su voz alzada. Y mi admiración seguía allí.

Al saber que le había sido otorgado el Premio Nacional de Edición 2020, felicité su vida y su obra, y sentí que ese lauro representaba igualmente un reconocimiento a Ediciones ICAIC, una celebración para el Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos. En este sentido, también lo agradecí. Pero, sobre todo, sentí también que el otorgamiento de este premio propiciaba una ocasión para que se conociera la historia que habita tras un nombre: Mercy Ruiz, que es, a la vez, gran parte de la historia de la edición en Cuba.

«La forma en que llegó a nuestras manos este diario no puede ser ahora divulgada», se lee en el prólogo a la edición príncipe de El diario del Che en Bolivia, escrito por Fidel Castro. El misterio de la travesía de este documento, desde Bolivia hasta La Habana, fue develado cincuenta años después de aquella edición primera. Con veinte años de edad, Mercy Ruiz integró aquel grupo de editores a quienes confiaron la edición del manuscrito cuyo valor trascendía todo misterio.

Una noche de mayo de 1968 me recogieron en mi casa algunos compañeros con distintas responsabilidades en el Instituto del Libro para hacer «un trabajo especial» durante varios días. Mi mamá se preocupó mucho, porque yo tenía unos pocos meses de embarazo. Nos reunieron en una casa de Miramar a Alfredo Sicre, Elenia Rodríguez, Antiochís Crespo, Anolan Águila, los diseñadores Antonio Évora, Esteban Ayala y Rodolfo Martínez, y el mecanógrafo Fulgencio Bello. Ese fue, al menos, el equipo técnico. De momento aparecieron Osvaldo Dorticós, entonces presidente de la república, el comandante Piñero (Barba Roja), y Rolando Rodríguez, presidente del Instituto del Libro.

Nos dijeron que nosotros estábamos convocados a una misión importante y secreta: debíamos editar en un plazo de tiempo muy corto el diario del Che en Bolivia. Todos nos miramos, casi que empezábamos a llorar, «¿cómo que el diario del Che en Bolivia aquí en Cuba?». Yo me tuve que sobreponer. No dije que estaba embarazada. ¿Cómo iba yo a renunciar a poder tener en mis manos el diario del Che en Bolivia?

Desde esa misma noche comenzamos. Se constituyeron parejas de trabajo; la mía fue Rolando Rodríguez. Nos correspondió el prólogo y los primeros capítulos. Cuando vi que el autor del prólogo era Fidel Castro, fue otra emoción enorme, porque yo revisaría un texto que él acababa de escribir. Teníamos que hacer un trabajo con rapidez, pero también con calidad, con responsabilidad.

Fidel visitó aquella casa dos veces. La primera vez nos pidieron que subiéramos a las habitaciones, él no llegó a hablar con nosotros. Para la segunda vez, ya le habían hecho llegar nuestras correcciones del prólogo: una coma aquí, un punto allá, y varias sugerencias acerca del uso de los gerundios. En esa segunda ocasión él pidió que todos bajáramos. Ya habíamos avanzado bastante en el diario. Preguntó que quién había revisado el prólogo y Rolando dijo «ella», señalándome a mí.

Fidel traía el documento con las correcciones y me pidió que se las explicara. Las comas y los puntos él las aceptó, pero lo de los gerundios, que sí implicaban un cambio en las oraciones, no. Yo estaba tan extremadamente nerviosa que se lo expliqué muy mal. Me dijo: «¿Pero tú crees que si lo dejamos como está no se entienda?», yo le respondí: «Sí, sí, claro que se entiende, comandante». «Entonces dejémoslo así», me dijo. Todos allí estaban a la expectativa de ese diálogo.

Luego conversó un rato con nosotros sobre la trascendencia del trabajo que estábamos realizando, nos preguntó si sabíamos lo que significaba.

El trabajo de edición duró una semana aproximadamente. Yo comencé a sentirme mal, pero aún faltaban las labores en la fábrica. De la casa salimos también de noche hacia la imprenta Omega, hoy Osvaldo Sánchez. En aquel tiempo era muy compleja la impresión, porque debía transitarse por las etapas de galeras, planas, cromos y emplane. Nosotros revisamos el diario en todos esos procesos. Recuerdo que cuando estaba casi terminado, Rolando Rodríguez se percata de una errata en el prólogo. Detuvimos entonces la máquina para corregirla, porque queríamos que el libro quedara perfecto, y creo que con aquella primera edición se logró.

Casi finalizando la encuadernación, sí comencé a sentirme muy mal. Ya en ese momento se sabía de mi embarazo y Rolando me dijo que tenían que llevarme para un hospital o para mi casa. Pero yo le dije: «Deja que terminen de encuadernarlo, vamos a esperar a tenerlo en la mano, listo, cuando yo lo vea ya encuadernado, entonces me voy». Y así fue.

Al siguiente día se dio la noticia. Se hicieron primero 250 000 ejemplares, y luego, un millón. Fue un suceso de mucha conmoción, un golpe político importantísimo. Ese fue el suceso que más me ha marcado, no solo por lo que aprendí leyendo el diario, sino porque me vi envuelta en una responsabilidad tan alta, para la que habían confiado en mí. Tenía solo veinte años, estaba comenzando mi vida laboral… Pero, sobre todo, porque yo adoro al Che, que acababa de morir.

El Instituto Cubano del Libro (ICL) que hoy conocemos tuvo dos embriones: el primero, en 1967, bajo la dirección de Rolando Rodríguez; y el segundo, en 1982, bajo la dirección de Pablo Pacheco. Mercy Ruiz fue partícipe de ambos momentos. ¿Qué distinguió a cada una de esas dos etapas? ¿Cuánto representa que en una nación como la nuestra exista una institución cuya razón de ser sea el libro y la lectura?

Cuba no tenía una tradición editorial propia. Se vendían libros, sí; se leía, sí, pero sobre todo textos de editoriales extranjeras, fundamentalmente norteamericanas, mexicanas, argentinas, españolas. De hecho, muchos autores cubanos relevantes tuvieron que imprimir sus libros en el exterior. El primer Instituto del Libro surge porque Fidel se percata de que no existía un sistema integrado que echar a andar una política editorial basada en los principios culturales que la Revolución estaba implementando. Propuso, pues, la creación de un instituto que aglutinara todo el sistema editorial y de la producción de libros en Cuba, y le dio esa tarea a Rolando Rodríguez. Así como en el caso de la industria cinematográfica, que le dio la tarea de la creación del ICAIC a Alfredo Guevara.

El primer Instituto del Libro se constituyó con especialistas de las pocas editoriales que existían dispersas en Cuba. Luego, se fueron constituyendo grupos editoriales especializados, y de esos grupos nacieron las series editoriales. Más tarde, alrededor de 1970, comienzan a surgir los sellos editoriales. Aquel primer instituto asumió también la poligrafía y todo el proceso de comercialización.

Después del I Congreso de Educación y Cultura, el Instituto del Libro se convirtió en un viceministerio del Ministerio de Cultura, y en 1981 se constituyó la Empresa Editoriales de Cultura y Ciencia, subordinada a aquel viceministerio. En 1982, por la dimensión y la fuerza ganada por el movimiento editorial, se constituye entonces el Instituto Cubano del Libro, con la presidencia de Pablo Pacheco, y yo asumo la vicepresidencia Técnica y de Producción.

Las palabras de inauguración del primer pabellón cubano en la Feria Internacional del Libro de Moscú (1970) se escucharon de la voz de Mercy Ruiz, una muchacha de 22 años que había viajado a la URSS como parte de la primera delegación oficial del entonces Instituto del Libro. Como fundadora y miembro del comité organizador de la Feria Internacional del Libro de La Habana, a partir de su primera edición en 1982 y hasta 1996, y como participante, desde sus múltiples responsabilidades, en las 29 ediciones que se han celebrado, ha tenido la oportunidad de distinguir las diferencias de nuestras ferias con las de otros países en las que ha participado.

Las ferias nuestras han tenido un proceso ascendente. Las primeras fueron de menor participación popular, en recintos más reducidos, como el Museo de Bellas Artes, el Pabellón Cuba, Pabexpo. Todas estuvieron muy nutridas de participación extranjera. Cuando comienzan a celebrarse en La Cabaña, adquieren, además, una dimensión popular. Esto es también idea de Fidel, quien fue viendo el éxito que iban teniendo nuestras ferias y sugirió entonces la ampliación de este evento. También propuso que no solo tuvieran lugar en La Habana, sino que se extendieran a todas las provincias.

¿En qué se diferencian las nuestras de las celebradas en otros países? Pues en dependencia de las áreas. Yo tuve la oportunidad de asistir, en especial, a la de Leipzig, en la RDA; a la de Sofía, en Bulgaria, y a la de Moscú. Aquellas ferias poseían una dimensión más profesional. En Latinoamérica, la de Guadalajara es muy especializada, pero la de Santo Domingo es muy popular, por ejemplo. La de China logra conjugar ambos propósitos, es una feria de mucha extensión tanto en el ámbito de las negociaciones, el intercambio entre los profesionales, como en la participación del público general.

Sin abandonar el propósito de que nuestras ferias sean esencialmente populares, pienso que debemos recuperar el espacio profesional, aprovechar la presencia de delegaciones extranjeras, esas presencias excepcionales, para intercambiar con autores, con especialistas, valorar posibles coediciones. Solo con compartir experiencias con los expositores de cada stand ya es una ganancia para el editor, un enriquecimiento en la formación del editor como profesional.

Durante la 29 Feria Internacional del Libro de La Habana se organizó un encuentro con los protagonistas gestores de la colección Pinos Nuevos, en el Centro Cultural Dulce María Loynaz. Allí, desde el auditorio, llegó a mis oídos una de las palabras más hermosas que he escuchado: «patriada». Así se refirió el argentino Aurelio Narvaja, uno de aquellos protagonistas, a la gesta solidaria con Cuba que hizo posible la publicación de cien títulos de autores cubanos inéditos, en 1994. Como protagonista también del nacimiento de la colección Pinos Nuevos, ¿cuánto significó para usted una «patriada» como aquella?, ¿cómo fue haber hecho patria, desde la edición de textos, en los años noventa?

En medio del período especial haber podido imprimir cien títulos de autores cubanos inéditos, la mayoría jóvenes, fue, efectivamente, una «patriada», y yo diría que una «patriada» heroica. Cuba atravesaba una de las situaciones más terribles que hemos sufrido en la economía. Tuvimos entonces la suerte de contar con la increíble e incondicional amistad de un grupo de argentinos encabezado por Aurelio Narvaja, un revolucionario ferviente. En todo lo que se mueva por las causas justas en el mundo, ahí está Narvaja. Aurelio, además, es dueño de Ediciones Colihue, y de su imprenta, en Argentina.

Amigo de Jorge Timossi, otro argentino que trabajaba en el Instituto Cubano del Libro, Narvaja viaja a Cuba, visita el instituto y conoce la deprimente situación que sufría la industria poligráfica. Pudo ver los plaquettes, aquellos libritos que tuvimos que hacer sin cubierta y que imprimíamos en las maquinitas rizos de las oficinas. Es ahí cuando Narvaja nos ofrece su ayuda.

El proceso comenzó en 1992. Nosotros, el ICL, asumimos el trabajo autoral, editorial; Ediciones Colihue, la impresión. Se hizo la convocatoria a todas las editoriales, se conformaron jurados (entre ellos: Roberto Fernández Retamar, Ambrosio Fornet, Senel Paz, Cintio Vitier) en los distintos géneros (poesía, narrativa, teatro, ensayo, literatura para niños y jóvenes y literatura científico-técnica). Para el diseño acudimos a Raúl Martínez, quien, al explicarle el proyecto, no dudó en donar su trabajo. Cada género tuvo su propio diseño, con una ilustración realizada también por jóvenes artistas plásticos.

Constituimos un puesto de mando, que yo dirigía, en Calzada, entre H e I, justo frente a la Editorial José Martí. Allí recepcionábamos las artes finales de todas las obras, las revisábamos, y verificábamos que cumplían con las características que pedía la imprenta Colihue. ¿Cómo hacíamos el envío a Argentina? De cualquier forma, posible. Así, hasta que llegaron todos.

En este proyecto colaboraron muchos argentinos. Se creó una comisión recaudadora, porque contábamos con la imprenta y los impresores, pero debía obtenerse el papel y demás materiales. Colaboraron, con mucho entusiasmo, tanto financieramente como con la promoción del proyecto en Argentina. El eslogan de esta comisión fue: «¡A la mierda con el bloqueo!».

Finalmente, cumplimos nuestro sueño: presentar los cien títulos ganadores tanto en la Feria del Libro de La Habana en 1994, como en la de Buenos Aires, que se le dedicaría a Cuba, también en 1994.

Nombres como Alberto Marrero, Zaida Capote, Alex Pausides, Laidi Fernández de Juan, Vitalina Alfonso, Vivian Martínez Tabares, Edel Morales, comenzaron a reconocerse dentro del panorama literario cubano a partir de la colección Pinos Nuevos, que, como se conoce, recoge la expresión de José Martí en su célebre discurso: «¡Eso eran ellos, pinos nuevos!».

Casi todo el que llega por vez primera a su actual oficina en el ICAIC pregunta por las fotografías en las que aparece junto a Fidel Castro. Esas fotos constituyen memoria del VI Congreso de la UNEAC en 1998. La última vez que había estado cerca de Fidel fue en 1968, cuando la primera edición del El diario del Che en Bolivia…

En una de las reuniones del Consejo Nacional de la UNEAC, previas a aquel congreso, Fidel expresó que no contábamos con suficientes libros de historia de cuba. Se refirió, específicamente, a la reconcentración de Wayler. Por aquel tiempo yo dirigía Ediciones Unión, e inmediatamente me sentí aludida. Aunque no se correspondiera directamente con el perfil de la editorial, pensé que todos los editores teníamos un compromiso con la historia de la nación, y, además, mi graduación universitaria fue de Historia. Esa misma noche yo me dispuse a gestar un libro acerca de los sucesos de la reconcentración de Wayler. Conversé entonces con Francisco Pérez Guzmán, un gran historiador. En él hallé una total recepción de la idea y aceptó ser el autor del volumen.

Mi deseo era regalárselo a Fidel en el muy cercano VI Congreso de la UNEAC, en nombre de Ediciones Unión. Afortunadamente, lo pudimos terminar. Lo titulamos Herida profunda. En la editorial confeccionamos un estuche donde estaba en primerísimo lugar este libro, uno para los niños y algún otro de Nicolás Guillén. Le dije a Carlos Martí, presidente de la UNEAC en ese momento, lo que deseábamos. Estuvo de acuerdo, pero, por supuesto, había que coordinar la entrega directa a Fidel.

Ya en el congreso, en el Palacio de las Convenciones, entregué el estuche a Seguridad Personal, pero, durante un receso, todos salieron, incluso Fidel. Yo comencé a sentir ansiedad porque no veía los libros en el asiento de Fidel. Recuperé el estuche y, de atrevida, subí a la tribuna, hasta la mismísima silla de Fidel. Detrás de mí, como es lógico, corrió la Seguridad, pero en ese momento entran Fidel y Abel Prieto, ministro de Cultura, me ven en el forcejeo, y Abel le dice a Fidel que yo era la directora de Ediciones Unión. En ese instante le entrego los libros, le explico la razón por la que se los obsequiábamos y, mientras los toma en sus manos, me dice: «¿Y qué tú piensas de este congreso?», «qué tú piensas de lo que están planteando aquí los autores». Entonces conversamos unos minutos antes de reanudarse la sesión.

Ese día le hice una pregunta que yo siempre había querido hacerle: «Yo sé que usted lee mucho», le digo. «Sí, sí, esa es una de las cosas que más me gusta a mí hacer: leer», me comenta. «Pero, ¿en qué tiempo usted duerme?», le pregunto. «El problema es que yo duermo solo cuatro horas. Con esas cuatro horas me recupero totalmente. Y cuando estoy en el carro, leo», me dijo. Finalmente le pedí que se tomara una foto con nosotros, los del comité organizador del congreso. Cuando se reanuda la sesión, él abre el estuche, hojea los libros y los comenta en alta voz. Al otro día me avisaron para tomarnos la foto.

Yo no tuve ese día el acierto de hablarle sobre lo acontecido durante la edición del diario del Che. De eso me he arrepentido toda mi vida, porque estoy segura de que para él hubiese sido interesante rememorar aquellos días.

Desde que la conozco, los días que no la he escuchado mencionar a Pablo Pacheco han sido muy pocos.

Yo conocí a Pacheco en 1968, en el primer Instituto del Libro. No trabajábamos directamente, pero coincidíamos en momentos importantes. En 1970, al fundarse la Editorial Pueblo y Educación, él asume la subdirección y yo el cargo de redactora jefa. Ahí es cuando comienzo a tener una relación con Pacheco más directa, más cercana, ya como compañeros, y desde ese entonces, como amigos entrañables. Siempre consideré a Pacheco como la persona en la que yo podía confiar. Él tenía una claridad impresionante en todos los aspectos de la vida.

Era un excelente editor, Premio Nacional de Edición (2005). No fue un editor de carrera, pues su realización fue fundamentalmente en la vida política. Pero fue un increíble amante de la lectura, creo que una de las personas que más haya leído en su vida. No era, precisamente, un editor de mesa, jamás editó un libro, pero en gestar ideas, proyectos, en «ir arriba» en todo, era excelente. Donde quiera que Pacheco llegaba, el panorama editorial se enriquecía. Cuando él comienza en el ICAIC como vicepresidente, me pide entonces que lo acompañe para reimpulsar la labor editorial.

Para mí, Pacheco es un paradigma. Fue una persona muy importante en mi vida profesional y también personal, por sus inmensos valores. Fue un ejemplo de honestidad, de revolucionario cabal y de trabajador incansable para muchos jóvenes que se formaron a su lado.

De sus cincuenta y seis años de trabajo, ya son quince los que ha dedicado a Ediciones ICAIC.

Estos quince años han sido para mí muy enriquecedores. El libro y el cine guardan muchas similitudes. Ambos son productos culturales que parten de una actividad creativa: en el caso de los libros, de los escritores; en el caso de una película, del guionista, del director. Luego le siguen procesos igualmente creativos, pero también técnicos, y finalmente ambos terminan en una industria, la poligráfica o la cinematográfica. Tanto el cine como el libro, sin dudas, son resultado de un trabajo colectivo, en equipo. Para mí ha sido de mucho gusto conocer el mundo del cine. Creo que me falta mucho por conocer, no he podido dedicarle todo el tiempo que yo quisiera. El mundo del libro me resulta muy apasionante, pero el del cine también lo es.

¿Cómo determinar el valor publicable de un original cuando llega a una editorial?

Las editoriales, pienso yo, deberían ser siempre inclusivas en el momento de recepcionar las obras que los autores proponen. Pero, por supuesto, no todo es publicable. Por esa razón, todos los originales, incluyendo los que nacen como proyectos de la editorial —no podemos esperar a que el mundo autoral sea siempre el que nos entregue un original—, deben ser evaluados por los especialistas correspondientes según la temática, antes de iniciar el proceso de edición del texto. Es una altísima responsabilidad evaluar esa condición de publicable o no de un original.

Al revisar el catálogo de Ediciones ICAIC percibimos que varios de sus títulos han nacido como coediciones. ¿Cuánto enaltecen las coediciones el horizonte de una editorial?

Yo le concedo mucha importancia a las coediciones, no solamente desde el punto de vista económico. Una coedición con una editorial extranjera puede facilitar determinado financiamiento, pero, sobre todo, representa una importante promoción cultural. La publicación de un libro de un autor cubano en otro país es una promoción de ese autor, de ese libro, de nuestra literatura, aunque no se gane ni un centavo. Como también posibilita que otros libros del panorama foráneo puedan ser visibilizados en Cuba.

En ediciones ICAIC hemos trabajado sistemáticamente en las coediciones, y se han logrado, como las realizadas con la Fundación del Nuevo Cine Latinoamericano, con las editoriales Arte y Literatura, Letras Cubanas, José Martí; el CNAC de Venezuela, la UNICEF, la Fundación Alejo Carpentier. La más reciente, con la Editorial UH, Con un himno en la garganta, ha sido una de las que más me ha complacido por haberse inspirado en la película Inocencia, de Alejandro Gil.

¿Cuánto contribuyen las colecciones a la identidad y al carácter de una editorial?

Las colecciones son parte indispensable del trabajo de una editorial, porque a través de ellas es posible identificar su esencia. En la medida en que una editorial logre agrupar en colecciones una buena parte de lo que publica, ganará cada vez más en profesionalidad. Las colecciones, además, implican un trabajo especializado tanto temáticamente como de diseño, es decir, en los aspectos estéticos. Dicen mucho del desarrollo de una editorial la cantidad, y la calidad, de las colecciones que pueda mostrar. Hoy Ediciones ICAIC exhibe con mucho placer la colección Guion Cubano, por ejemplo.

¿Por qué decide publicar Ediciones ICAIC, un sello con un perfil muy definido, un título como El libro del editor?

Hemos establecido el criterio de que, aunque nuestro perfil es la temática de cine, no podemos frenar la publicación de obras que enriquecen nuestra cultura, el arte en general. Entre ellos está El libro del editor, de Elizabeth Díaz González. Muchas personas han preguntado qué hace Ediciones ICAIC publicando ese título. ¿Por qué publicamos El libro del editor? Porque es un libro sumamente importante para todos los especialistas del mundo editorial, no solo para los editores de libros, sino también para los de otras especialidades, incluyendo los editores de cine. Es un libro tremendamente útil. Con este título, además, Ediciones ICAIC obtuvo el Premio de la Crítica Científico-Técnica 2019.

Los años como redactora jefa y como subdirectora de la Revista Cine Cubano, sin abandonar la dirección de Ediciones ICAIC, le proporcionaron una experiencia a la que siempre se refiere con mucho entusiasmo.

El trabajo en una revista tiene sus especificidades. Como dice Norberto Codina: «los revisteros son un gremio aparte». Yo no me considero del gremio de los «revisteros», pero sí me siento feliz de haber podido trabajar directamente en la emblemática Revista Cine Cubano, en su concepción, en su elaboración, en las nuevas ideas que se conformaron, en haberla echado a andar nuevamente.

Aunque en Ediciones Unión había tenido bajo mi mirada a La Gaceta de Cuba y a la Revista Unión, en el caso de Cine Cubano, no solo tuve la responsabilidad administrativa, sino que intervine en la conformación y ejecución de sus sumarios, en la concepción de los trabajos hasta la revisión del arte final. Recuerdo especialmente un trabajo acerca de los cineastas extranjeros que marcaron hitos en el cine cubano; conformamos los dosieres dedicados a Sara Gómez, a Rufo Caballero, a Alfredo Guevara, que resultaron muy contundentes; inauguramos la sección «De película», a cargo de Rufo, un espacio de crítica cinematográfica de los jóvenes, porque siempre se ha tenido conciencia de que la crítica debe continuar ganando cada vez más espacios.

Cuando con 16 años de edad, en 1964, comenzó a trabajar en la Editora Política del Partido, laboraba en la corrección de pruebas tipográficas, un sistema que para los jóvenes editores representa un misterio muy difícil de dilucidar. Hoy Ediciones ICAIC ya se inicia en el universo digital, con la publicación de libros electrónicos. ¿Le teme a enfrentarse a un proceso tan distante —no solo en el tiempo— de aquellas «pruebas» como el de la publicación de libros electrónicos?

En 1964, como en toda aquella etapa inicial, no había procesos digitales. O sea, aquellos procesos no tenían que ver con lo que hoy se hace en cualquier parte del mundo, donde todo está digitalizado. Pero creo que todos los editores deberían conocer cómo se trabajaba en aquellos momentos. Hoy no solo es que el libro se haga de manera digital, sino que existen los libros electrónicos.

Como directora de Ediciones ICAIC hoy enfrento la publicación de libros electrónicos con muchísimas dificultades, porque no solo estamos muy distantes de lo que yo hacía en 1964. Ha sido muy difícil para mí y creo que para muchas personas en general. Hay que aprender, ponernos al día, y eso cuesta trabajo. Pero no me arrepiento de haber empezado como empecé. Eso aporta mucho al especialista editorial. Me cuesta trabajo, pero hay que hacerlo, y hay que hacerlo bien.

El editor, «ese misterio que nos acompaña».

El editor, aun teniendo una notable capacidad académica, pues, claro está, debe poseer vastos conocimientos lingüísticos y literarios, no es solo un técnico. Para mí, es el especialista más importante en una editorial. Es el ente conductor, y creador por excelencia, dentro de todo el proceso editorial. Debe dominar aspectos de diseño, tipográficos, poligráficos, de distribución y venta, de recepción de público lector, debe tener contacto con los libreros. Es responsable de un plan editorial, no solo desde el punto de vista temático, sino también desde el cultural y político. Pero, sobre todo, es un emprendedor de proyectos, un gestor de ideas.

Para todo ello son imprescindibles determinadas aptitudes, como la sensibilidad e inquietud artística, la sagacidad, la destreza, la capacidad de diálogo. No olvidemos que la edición es un trabajo colectivo, no solitario. Todo esto no lo adquirimos solo en un aula, sino con el día a día, escuchando los paradigmas, con la experiencia. A la vez, es responsabilidad nuestra que se conozca lo que representa un editor, una editorial, para la cultura de un país.

Como ese editor que ha dibujado no existe si no es, ante todo, un lector, ¿cuál libro de los que ha leído le hubiese gustado editar?

Madame Bovary, de Gustave Flaubert. Siempre me han gustado mucho los clásicos. Me hubiese gustado ser la editora de Madame Bovary, porque es una literatura digna de imitar, debiéramos tener muchos libros como ese: tan vinculado a las emociones, a las relaciones humanas.

Mercy Ruiz es un nombre que ha aparecido algunas veces en los créditos de un libro, en puntaje menor; otras, en la cubierta; otras, en los agradecimientos; otras, la mayoría de las veces, habrá que encontrarlo en una página que no se ve, pero que narra gran parte de la historia de la edición en Cuba. Ojalá ese lugar nos conmueva tanto como lo hace ella al leer aquella elegía de Nicolás Guillén. «Ay, ojalá sea / en algún sitio de la primavera».

Tomado de: Cubaliteraria

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