Textos prestados

Las formas del silencio

Foto: Jean Gerber

Por Sonia Santoro

Tomé conciencia de mi necesidad de silencio cuando me mudé a CABA. Los ruidos de los autos o los colectivos en mi ventana se me hacían insoportables. A todo, de todas maneras, una se va acostumbrando. Veinte años más tarde, con la pandemia, el silencio de la ciudad confinada permitió escuchar otros sonidos, los de los pájaros, los gatos, el viento, ¿el silencio? Pero otra vez ese sonido amigable se perdió con el retorno a la “normalidad” y al trabajar en casa, volví a ser más consciente de que el silencio es un lujo. Desde mi terraza, escucho el zumbar permanente de la avenida que está a una cuadra; desde mi pieza, los colectivos que frenan en la esquina; si voy al parque, el ruido viene de la autopista que lo atraviesa. Una de mis modestas utopías es ir tras el silencio, algo cada vez más imposible. Porque, además, ¿existe? ¿Todo silencio es bueno?

El silencio en la naturaleza

Hay gente que se dedica a buscar los lugares más silenciosos en el mundo y lleva adelante una cruzada por salvarlos. La fantasía de escapar de la ciudad hacia la naturaleza no es por supuesto algo nuevo, tanto es así que es uno de los tópicos de la literatura (locus amoenus). Walden, por ejemplo, es un ensayo de Henry David Thoreau, publicado en 1854, donde narra el tiempo que vivió en una cabaña construida por él mismo, cercana al lago Walden. Hay quienes aprovecharon la pandemia para tomar la decisión que tenían más o menos pensada de irse a vivir a provincias más “tranquilas”, con menos ruido podemos decir, en un vínculo más cercano con la naturaleza. En la novela Los llanos (Anagrama) de Federico Falco, luego de una ruptura amorosa el personaje principal se va a vivir al campo, al medio de la nada, donde empieza a armar una huerta y a acoplarse al ritmo de los días y las noches, las estaciones del año, las tormentas y las sequías. Pero eso no será duradero. Un vecino le dirá que es demasiado joven para quedarse allí y abandonarse, podríamos decir, a los sonidos de la naturaleza.

En un libro que justamente se llama Silencio (Ediciones Godot), John Biguenet explora sus distintas formas. El silencio es tan valorado que lo compramos, en los aeropuertos y sus salas vip, por ejemplo. “Pero en general quienes cobran un cargo adicional por él son precisamente los que han generado el ruido del que queremos escapar”, dice Biguenet. La contradicción es una constante en este campo.

El silencio absoluto no existe y si existiera no podríamos soportarlo porque no podríamos dejar de escuchar el latido de nuestro corazón o nuestra respiración asfixiada, como fue probado hace casi un siglo cuando un laboratorio creó una cámara anecoica donde no se escuchaba sonido alguno y las persona que más lo soportó estuvo 45 minutos, dice el autor. La búsqueda del silencio puede ser entonces un intento de encontrarnos con lo que somos en la naturaleza, algo que también puede dar pánico porque el pensamiento occidental se ha concebido escindiendo a los seres humanos de la naturaleza.

Silenciamientos

No podemos obviar que hay muchas situaciones en las que el silencio está lejos de ser sinónimo de algo beneficioso o saludable. En un momento Biguenet se pregunta por la mudez de las muñecas y su efecto en las niñas teniendo en cuenta que la muñeca “es una especie de espejo para la niña, o al menos un reflejo de lo que la niña sabe que alguna vez fue”. Yo agregaría: de lo que alguna vez será. El hecho de que las mujeres hayamos sido educadas sentimentalmente jugando con muñecas, mujeres mudas en definitiva, ha tenido sus efectos de silenciamiento. Cuando era chica, en los años 70’s, tener una muñeca que hablara era algo de otro planeta. Tan extraordinaria era la posibilidad de que las muñecas emitieran algún sonido, que todavía conservo la que me trajo mi tío desde Alemania hace más de cuarenta años.

En el mundo en que vivimos las mujeres hemos sido silenciadas y lo seguimos siendo, lo dice el autor y una vasta bibliografía feminista. La palabra de las mujeres está devaluada. En las escuelas se las interrumpe al hablar (les docentes) y no se las reconoce como voz de autoridad en situaciones de lo más banales como dar indicaciones para llegar a un lugar, dice Biguenet. Quienes damos talleres o cursos, aun de temas de género, somos conscientes de que si hay unos pocos varones en el grupo, ellos monopolizarán la palabra. Estudios sociolingüísticos también dan cuenta de que la administración de la palabra y los silencios está marcada por el género. Las mujeres suelen respetar “los turnos de habla e intervienen en la conversación creando relaciones de solidaridad, cuando los interlocutores son de su mismo sexo, mientras que los hombres lo hacen con relaciones de poder”, dicen Celia Casado Fresnillo y otras autoras en el artículo “Variación y cambio lingüístico”. Además si “una mujer introduce un nuevo tema, el hombre tenderá a rechazarlo y seguirá hablando; pero si el que cambia de tema es el hombre, la mujer lo acepta”.

Ese silencio, esas voces acalladas, y con ello sus ideas y sus necesidades, impactan en la vida que llevamos. No solo a nivel de nuestras relaciones sociales y la desigualdad de género sino en relación con esa búsqueda de silencio —naturaleza— de la que hablábamos al comienzo.

En busca del buen vivir

Parte de las corrientes feministas insisten en poner en el centro de nuestras políticas el “buen vivir”. ¿Qué sería eso? En el artículo “La Sostenibilidad de la vida como eje para Otro Mundo Posible” Silvia Vega Ugalde propone pensar otra relación con la economía, los bienes, los seres, poniendo en el centro del pensamiento económico la reproducción de la vida. Para ella la “sostenibilidad de la vida” es central para pensar una nueva relación con la naturaleza y la búsqueda de un nuevo horizonte civilizatorio. Esta categoría es fundamental tanto en las corrientes del buen vivir como en la economía feminista. Sin embargo, mientras en las primeras “el énfasis radica en la relación armónica de la comunidad con la naturaleza”, en la segunda, “el énfasis radica en el trabajo de cuidado que se realiza para atender las necesidad humanas y que ha sido asignado culturalmente principalmente a las mujeres”, explica Vega Ugalde. Es interesante pensar cómo la pandemia de la  covid-19 puso en agenda tanto el tema de los cuidados —tarea feminizada— como la necesidad de cuidar el planeta —agenda ancestral de las comunidades indígenas y más acá de los grupos ecologistas— y, aunque a simple vista parezcan problemas desconectados, como explicó Vega Ugalde, no lo están.

En la marcha del 26 de septiembre en Plaza de Mayo en el marco de la Huelga Mundial contra el Clima Gabriel Colipi, del Movimiento de Mujeres Indígenas por el Buen Vivir, le explicaba a una cronista que “Recién la sociedad occidental comienza a comprender que una roca, una planta… todo tiene una vida, una armonía, una vibración. Cuesta hacer consciente que todo tiene vida y está por un motivo. Comienzan a tomar conciencia de la protección de los ecosistemas. Es lo que tiene que hacer la juventud. Nosotros, que no podemos separar la mapu (la tierra) de la persona, vivimos resguardando esos territorios”.

Desconozco el lugar del silencio para estas cosmovisiones, intuyo que también es de esas cosas, de esos “seres no humanos” que enumera Colipi. Y entiendo que el silencio-naturaleza que buscamos y el silencio-silenciamiento que queremos romper son parte de un mismo movimiento; un ritmo que requiere de las voces históricamente acalladas —mujeres, disidencias, indígenas— para andar.

Tomado de: Página/12

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La escuela austríaca y la apología del capitalismo

Por Julio C. Gambina

La escuela austríaca emerge hacia 1871, año del primer intento de gobierno obrero, con la Comuna de París, levantamiento y experiencia derrotada por la violencia de las armas con 30.000 muertos. Hacía pocos años, en 1867, se había publicado el Tomo I de El Capital, en donde se anticipaba que los expropiados (trabajadores o propietarios de su fuerza de trabajo) tenían derecho a expropiar a los expropiadores (capitalistas o propietarios de los medios de producción). El eje de esta monumental obra se concentra en las leyes del valor y del plusvalor, sustentadas desde la abstracción, núcleo central del método en Karl Marx (1818-1883). El pase a consideraciones concretas del funcionamiento del orden capitalista se conocerá con la publicación por Friedrich Engels (1820-1895) de los borradores de Marx del Tomo II, recién en 1885; y del Tomo III en 1994. El razonamiento completo de Marx sobre la dinámica del capitalismo se completa con la difusión de su obra hacia 1894.

El fundador de la escuela austríaca es Karl Menger (1840-1921), junto con William Stanley Jevons (1835-1882) y León Walras (1834-1910), quienes generan una ruptura epistemológica con la escuela clásica inaugurada por Adam Smith (1723-1790) y David Ricardo (1772-1823). Según John Maynard Keynes (1883-1946), es Marx quien denomina “clásica” a la escuela iniciada con la “investigación acerca de la riqueza de las naciones” en 1776, la primera sistematización de los estudios económicos y la formulación originaria de la ley del valor-trabajo. Hacia 1871 no solo está completa la exposición de la ley del valor, sino que por primera vez se sostiene cual es el origen del excedente económico, la plusvalía o plusvalor, fuente de la ganancia y sus formas concretas de manifestación en la renta o el beneficio empresario. Era la fundamentación acabada del socialismo como propuesta alternativa al capitalismo.

Con esos antecedentes tiene lógica la respuesta “austríaca” y el origen de una nueva denominación a la corriente principal de la economía, ya no clásica, sino “neoclásica”. Los austríacos retoman la explicación del capitalismo, por eso “neo” y el argumento a derrotar es el socialismo en cabeza de Marx. El capitalismo ya está en su madurez y los estudios científicos, una vez sometidos a la crítica de Marx, mutan en “apología” del orden, de la propiedad privada y del libre cambio. Eso es la escuela neoclásica y la escuela austríaca, que sostendrá esos fundamentos con el tiempo, mediante los principales discípulos, caso de Eugen von Boehm-Bawerk (1851- 1914), cuya obra en polémica con Marx se publica en 1884, sustentando inconsistencias, cuya respuesta estaban en borrador hasta 1885 y 1894, con la publicación de los Tomos II y III de El Capital. Ludwig von Mises, (1881-1973) polemizó con Marx y en contra del socialismo en 1922, ya habiendo sucedido la revolución rusa y la primera experiencia por construir el socialismo vía planificación estatal. Friedrich Hayek (1899-1992), premio Nobel de economía en 1974 (otorgado por el Banco de Suecia) y cuya máxima obra es “Camino de la servidumbre” (1944) se concentra en la crítica a la planificación y en la defensa de la libertad de mercado, de precios y la propiedad privada.

Señala Perry Anderson[2]:

“Comencemos con los orígenes de lo que se puede definir como neoliberalismo en tanto fenómeno distinto del mero liberalismo clásico, del siglo pasado. El neoliberalismo nació después de la Segunda Guerra Mundial, en una región de Europa y de América del Norte donde imperaba el capitalismo. Fue una reacción teórica y política vehemente contra el Estado intervencionista y de Bienestar. Su texto de origen es Camino de Servidumbre, de Friedrich Hayek, escrito en 1944. Se trata de un ataque apasionado contra cualquier limitación de los mecanismos del mercado por parte del Estado, denunciada como una amenaza letal a la libertad, no solamente económica sino también política. El blanco inmediato de Hayek, en aquel momento, era el Partido Laborista inglés, en las vísperas de la elección general de 1945 en Inglaterra, que este partido finalmente ganaría. El mensaje de Hayek era drástico: “A pesar de sus buenas intenciones, la socialdemocracia moderada inglesa conduce al mismo desastre que el nazismo alemán: a una servidumbre moderna”. Tres años después, en 1947, cuando las bases del Estado de Bienestar en la Europa de posguerra efectivamente se constituían, no sólo en Inglaterra sino también en otros países, Hayek convocó a quienes compartían su orientación ideológica a una reunión en la pequeña estación de Mont Pélerin, en Suiza. Entre los célebres participantes estaban no solamente adversarios firmes del Estado de Bienestar europeo, sino también enemigos férreos del New Deal norteamericano.

En la selecta asistencia se encontraban, entre otros, Milton Friedman, Karl Popper, Lionel Robbins, Ludwig Von Mises, Walter Eukpen, Walter Lippman, Michael Polanyi y Salvador de Madariaga. Allí se fundó la Sociedad de Mont Pélerin, una suerte de franco masonería neoliberal, altamente dedicada y organizada, con reuniones internacionales cada dos años. Su propósito era combatir el keynesianismo y el solidarismo reinantes, y preparar las bases de otro tipo de capitalismo, duro y libre de reglas, para el futuro. Las condiciones para este trabajo no eran del todo favorables, una vez que el capitalismo avanzado estaba entrando en una larga fase de auge sin precedentes su edad de oro, presentando el crecimiento más rápido de su historia durante las décadas de los ’50 y ’60. Por esta razón, no parecían muy verosímiles las advertencias neoliberales de los peligros que representaba cualquier regulación del mercado por parte del Estado. La polémica contra la regulación social, entre tanto, tuvo una repercusión mayor. Hayek y sus compañeros argumentaban que el nuevo “igualitarismo” de este período (ciertamente relativo), promovido por el Estado de Bienestar, destruía la libertad de los ciudadanos y la vitalidad de la competencia, de la cual dependía la prosperidad de todos. Desafiando el consenso oficial de la época ellos argumentaban que la desigualdad era un valor positivo en realidad imprescindible en sí mismo, que mucho precisaban las sociedades occidentales. Este mensaje permaneció en teoría por más o menos veinte años.”

Una cita larga pero necesaria, ya que en la escuela austríaca está el origen de las políticas “neoliberales”, que varias veces sostuvimos que eran ni nuevas ni liberales. No nuevas porque se inspiran en la antigua tradición austríaca, contra el socialismo y la crítica de la economía política y no son “liberales” porque para funcionar necesitaron del terrorismo de Estado de las genocidas dictaduras del cono sur de América desde 1973. Si en 1947 eran sector en minoría dentro de la profesión económica, hegemonizada por el pensamiento de Keynes, para 1976 con el Nobel a Milton Friedman (1912-2006) se consolida su papel hegemónico como corriente principal sustentada hasta el presente, más allá de matices entre distintas vertientes de la tradición neoclásica.

Con la escuela austriaca se abandona la teoría objetiva del valor, con el eje en el estudio de la producción y la circulación, para sustentar la teoría “subjetiva” del valor, con eje en el consumo y la distribución sobre la base del libre comercio, el individualismo y la defensa de la propiedad privada de los medios de producción. Los austríacos concentran la mirada en valor y precio, desde un enfoque a-histórico en los “bienes”, a contramano de la precisión de Marx en las “mercancías” y las formas del valor que desembocan en el “dinero” y por ende en la diferenciación entre valor de uso y de cambio, el doble carácter del trabajo materializado en la mercancía. Se trata de relaciones sociales históricas que no son asumidas desde la escuela neoclásica, claramente apologética del orden capitalista.

Los austríacos remiten a la categoría de “escases”, por menos bienes que satisfacen necesidades sociales, por ende, son los bienes que tienen valor para esta corriente, sin considerar el papel del trabajo en el proceso de producción. Eso los lleva a pensar que no se pueden resolver todas las necesidades de la población y naturalizan la situación de escases y la imposibilidad de resolver la cuestión. Piensan en lo que existe, sin considerar la historia ni la posibilidad de producir los bienes necesarios para satisfacer crecientes necesidades históricas de la población.

Desde esa tradición emergen hoy propuestas ultra liberales que disputan el sentido ante la extensión de la crisis. El derrumbe del este europeo y de la URSS, hace tres décadas, extendió la hegemonía ideológica del neoliberalismo y avanzó en un sentido común que niega la posibilidad de construir alternativa a los postulados de la corriente principal y del orden capitalista, cuyos sustentos son como señalamos apologéticos. Está en la sociedad construir nuevos sentidos en contra y más allá del capitalismo.

Tomado de: América Latina en movimiento

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Aproximaciones a la construcción del terrorismo “islámico”: su presencia en África

Iswap, rama de Dáesh en el África occidental. Foto: El Orden Mundial

Por Yoslán Silverio González @yoslansilverio

En las últimas décadas se ha producido un aumento de los hechos relacionados con las acciones de grupos terroristas de las más variadas características. Han sido precisamente aquellas organizaciones con un programa ideológico basado en una interpretación muy estrecha y radical del islam las que más han acaparado la atención de la comunidad internacional. Esto se debe a que sigue predominando un enfoque que relaciona al terrorismo con el islam, el cual resulta funcional a los poderes hegemónicos, puesto que, de esta manera, logran legitimar y hacer avanzar sus intereses geoestratégicos en regiones tan importantes como las del Medio Oriente y el África Subsahariana.

En particular, la zona medio-oriental ha sido la que más ha experimentado la mediatización, manipulación e instrumentalización por parte de las potencias occidentales, del terrorismo con fines políticos. En esta reconfiguración del escenario político, los grupos terroristas son utilizados de las más diversas maneras, incluso apoyando a unos contra otros. Por lo tanto, se han convertido en un tema de amplia polémica y discusión en los foros internacionales y en un factor de mediación en las relaciones entre los Estados.

Uno de los fenómenos que ha causado mayores índices de inseguridad y de inestabilidad en la región de África del Norte y el Medio Oriente ha sido la emergencia de las concepciones fundamentalistas islámicas. En su auge estuvieron implicados varios factores entre los que se encontraron la ofensiva político-militar de occidente sobre la región, el fortalecimiento de Israel como aliado de Estados Unidos y las sucesivas derrotas árabes frente a los sionistas, el agotamiento de los proyectos nacionalistas árabes y la crisis económica como resultado de la aplicación de los programas de ajustes estructurales en casi todos estos países.

La falta de respuesta ante la agudización de los problemas económicos y sociales, traducidos en la incapacidad de los gobiernos seculares en brindar una solución, provocó el auge de las posturas más conservadoras dentro del islam, que planteaban la necesidad de “rescatar” los “auténticos” valores islámicos, iniciándose un proceso de reislamización que trascendió a las sociedades árabes. Un momento crucial fue el triunfo de la Revolución Islámica de Irán, en 1979, que a pesar de haberse producido fuera del mundo árabe y sunita, impactó profundamente sobre el resto de la región. Otro centro importante de emanación de estas ideas fue Arabia Saudita, cuyo poder económico derivado del petróleo le permitió impulsar y financiar – con los llamados petrodólares – su modelo conservador del wahabismo, que también penetró en países del África Subsahariana.

La dispersión de dichas concepciones no fue homogénea. Comenzaron a surgir diferentes tendencias políticas: unas más moderadas que planteaban llegar al poder mediante los procesos eleccionarios para luego iniciar reformas religiosas dentro de las sociedades y otras más radicales que demandaban la eliminación de los gobiernos seculares. En la medida en que no les permitió participar en el juego electoral de la democracia multipartidista en boga por esos años, las tendencias más conservadoras se fueron radicalizando, aumentado sus niveles de violencia.

La presencia militar de los soviéticos en Afganistán, a partir de 1979, significó una etapa de ruptura, porque este fue el contexto en el cual los Estados Unidos y su Agencia Central de Inteligencia (CIA) comenzaron a instrumentalizar a los llamados muyahidines que representarían las tendencias más radicales dentro del islam. Este grupo armado sería posteriormente la base del régimen talibán y el núcleo formador de Al Qaeda bajo la égida de Osama Bin Laden. Luego de concluido el capítulo afgano, muchos de estos “yihadistas” regresaron a sus lugares de origen, como por ejemplo a Argelia, y trataron de impulsar su “lucha” armada que comenzó a tomar matices terroristas por los métodos violentos que aplicaban contra las poblaciones, consideradas éstas como takfir o infieles.

De esta manera, se fueron fortaleciendo por toda la región diferentes concepciones dentro de las corrientes islámicas más radicales, que por sus altos niveles de violencia indiscriminada contra la población civil musulmana se comenzaron a catalogar como terroristas. Estos grupos se fueron transformando y escindiéndose con la aparición de nuevos líderes. Así comenzó a percibirse desde occidente la “amenaza islámica” y a construirse el concepto de “terrorismo islámico”. Este término fue creado de forma intencional y empezó a ser manipulado por las potencias occidentales para desestabilizar gobiernos no proclives o no subordinados a las políticas e intereses de Washington, sus aliados europeos y regionales. Este fenómeno del “terrorismo de base islámica radical” va más allá del concepto musulmán de la yihad islámica – auténtico método de lucha interna y de concientización religiosa para enfrentarse al agresor externo como por ejemplo la yihad palestina. También ese tipo de terrorismo “islámico” en la práctica no representan el islam, simplemente lo viola de manera constante.

Fue así que, a raíz de los atentados contra las Torres Gemelas y el Pentágono, los Estados Unidos y sus aliados justificarían las guerras impuestas primero a Afganistán (2001) y luego contra Iraq (en 2003, donde utilizaron como pretexto la supuesta existencia de las armas químicas) o la intervención en otros países para la consecución de sus intereses geoestratégicos en una subregión suministradora por excelencia de hidrocarburos y ubicada geográficamente en una de las principales rutas comerciales marítimas. Esto además estaba relacionado con el propósito de frenar la expansión China en el mundo, así como continuar presionando sobre las tradicionales áreas de influencia de Rusia en el Medio Oriente.

En el caso de los países subsaharianos estos grupos terroristas son percibidos como una amenaza externa, exportados hacia sus regiones, por promulgar concepciones religiosas que no tienen nada que ver con las prácticas musulmanas sincréticas y moderadas que profesan los diferentes pueblos africanos islámicos. Contrario a lo que se quiere presentar, el terrorismo no es un método utilizado únicamente por estos “musulmanes radicales”, ni el islam es una religión proclive a la violencia indiscriminada. Por lo tanto, se debe tener en cuenta que islamismo no es igual a terrorismo como divulga la propaganda occidental. Todos los terroristas nos son islamistas y todos los islamistas (1) no son tampoco terroristas.

Debido a la fuerte manipulación a la que están sometidos, todo movimiento político-militar que surja en la región, es clasificado casi de manera automática, como terrorista. En este sentido, se trata de deslegitimar a organizaciones con un carácter nacionalista o islamista conservador que no respondan a los intereses de potencias extrarregionales o regionales y que a veces se presentan como organizaciones contestatarias a los gobiernos locales.

Cruzadas mediáticas, inclusiones en listas acusatorias y acciones bélicas dirigidas a perseguir bajo el señalamiento de “terroristas” se utilizan sistemáticamente contra varias organizaciones islámicas enemigas de EE.UU, entre las que se destacan, Hezbollá (2), Hamas (3), Al Fatah (4) y la Hermandad Musulmana (5), caracterizadas por sus luchas populares y sociales de enfrentamiento al terrorismo de Estado aplicado por el régimen sionista de Israel contra los palestinos. Por estas razones, es necesario dejar establecido que los grupos Al Fatah, Hamas, Hermandad Musulmana y Hezbollah, no son organizaciones terroristas teniendo en cuenta sus características, programas y evolución histórica.

El profesor Dr. Reinaldo Sánchez Porro plantea que “en las luchas políticas antirepresivas hay una diferencia entre los actos y las operaciones subversivas contra la estructura toda de un poder y el recurso a la violencia indiscriminada. Es condenable todo acto criminal que ponga en peligro o lleve a la muerte a personas inocentes ajenas al conflicto en cuestión, como modo conscientemente admitido de presión sobre las autoridades gubernamentales (…) esto es terrorismo y no admite justificación de ningún tipo”(6) . Estas palabras ofrecen claridad en la diferenciación entre lo que es terrorismo y lo que es lucha contra la dominación.

Sin embargo, a nivel de la comunidad internacional no existe tal claridad, debido al prisma con el cual se analice el fenómeno. De esta situación se deriva la complejidad de establecer una definición sobre terrorismo, por la falta de consenso y dependiendo de quién sea el que lo esté valorando. Dicha problemática también ha servido para aumentar el grado de conflictividad en las relaciones internacionales y al mismo tiempo la militarización de las mismas, debido al incremento de los presupuestos militares para “enfrentar” las acciones de grupos hostiles a los intereses de los países capitalistas desarrollados y sus aliados regionales.

Por estas razones, se han adoptado diferentes iniciativas institucionales en el marco de la ONU. Una de ellas fue la creación del Comité contra el Terrorismo, basándose en lo dispuesto en las resoluciones 1373 (2001) y 1624 (2005) del Consejo de Seguridad. Su objetivo era fortalecer las capacidades de los Estados miembros para combatir las actividades terroristas dentro de sus fronteras y en todas las regiones. El Comité contra el Terrorismo y su Dirección Ejecutiva tenían la responsabilidad de vigilar la aplicación de dichas resoluciones del Consejo de Seguridad (7). Posteriormente, el Secretario General de la ONU estableció, en 2005, el Equipo Especial para la Lucha contra el Terrorismo y, el 8 de septiembre de 2006, la Asamblea General aprobó la Estrategia Mundial contra el Terrorismo. Se trataba de la primera vez en que los Estados acordaban un marco global para enfrentar este flagelo.

Bajo los auspicios de las Naciones Unidas y de otras organizaciones intergubernamentales se han elaborado y aprobado 16 instrumentos jurídicos universales, a saber, 11 convenios, 4 protocolos y una enmienda. La mayoría de estos instrumentos (8) están en vigor y constituyen el marco jurídico para la adopción de medidas multilaterales antiterroristas, así como la tipificación como delito de actos de terrorismo específicos, entre los que figuran el desvío de aviones, la toma de rehenes, los atentados cometidos con bombas y su financiación (9).

En este contexto, las potencias occidentales comenzaron a catalogar a determinados países como “patrocinadores” del terrorismo para justificar acciones de presión internacional e intervenir en los asuntos internos de aquellos gobiernos que no tuviesen la capacidad de hacer frente a dichos grupos y lograr así determinados objetivos, como los cambios de gobierno, por ejemplo, en Iraq, Afganistán y Libia. De igual forma, elaboraron listas de organizaciones clasificadas por ellos como terroristas, dando origen a un fuerte debate entre académicos y políticos en torno a cómo definir qué es terrorismo.

Para la profesora cubana Elsie Plain Rad Cliff el terrorismo es la aplicación de la violencia indiscriminada que puede extenderse a la totalidad de la población y toma en la mayoría de los casos a los civiles como blanco de sus ataques. Sus acciones son imprevisibles debido a la sorpresa con que siempre actúan, lo que contribuye a infundir el terror; produce un sufrimiento innecesario al golpear las áreas más vulnerables de la sociedad; emplea rehenes y escudos humanos para lograr lo que se proponen. Entre los métodos más utilizados están el empleo de la violencia física indiscriminada contra civiles, mediante la tortura, el secuestro, la ejecución extrajudicial o la desaparición. En el orden táctico pueden adoptar un esquema basado en la realización de atentados con explosivos u otros medios incendiarios para la destrucción de bienes privados y públicos. Un terrorista es un individuo que actúa contra civiles usando métodos ilegales para conseguir un fin político (10). Todo lo anterior ha complicado evidentemente el cumplimiento de las 19 convenciones contra el terrorismo y las resoluciones del Consejo de Seguridad, con la excepción de las resoluciones 1269 (1999) y 1566 (2004) donde se indica que, sea cual sea su motivación, ningún acto de terrorismo es justificable.

Por su parte, la Unión Africana y sus organismos subregionales no se quedaron rezagados, más bien, fueron pioneros en la implementación de los mecanismos legales para el combate al terrorismo. A un año de los atentados a las embajadas de EE.UU en Nairobi (Kenya) y Dar el Salaam (Tanzania) en África Oriental, en 1998, la entonces Organización para la Unidad Africana (OUA), había adoptado, en su 35 Cumbre, celebrada en Argel, en julio de 1999, la Convención sobre la Prevención y el Combate al Terrorismo. Este documento fue un hito, por ser el primer instrumento legislativo confeccionado para su enfrentamiento.

Los siguientes pasos que evidenciaban el compromiso africano en la lucha contra el terrorismo se expresaron en la Cumbre de Dakar (Senegal) en octubre de 2001, en la cual se adoptó la Declaración de Dakar contra el terrorismo. En 2002, la recién creada UA había adoptado el Plan de Acción sobre la Prevención y Combate contra el Terrorismo, en una Cumbre Intergubernamental de alto nivel desarrollada en Argelia en septiembre de ese año. A la Convención de 1999, le siguió el Protocolo de la OUA para la prevención y el combate al terrorismo, adoptada en 2004 (11). Todos constituyen el marco legal en el cual actúan los diferentes mecanismos de seguridad en el continente, entre ellos el Consejo de Paz y Seguridad de la propia UA.

Con la implementación del Consejo de Paz y Seguridad de la UA (12), como órgano rector de los temas sobre los conflictos, se fortaleció el aparato institucional en la lucha contra el terrorismo. Un paso importante fue la creación del African Centre for the Study and Research on Terrorism (ACSRT) (13) cuya oficina central está en Argel. Este centro es una consulta obligada para el tema en el caso africano. También entre los centros de investigación africanos que da seguimiento a los temas relacionados con el terrorismo en el continente, se encuentra el Institute of Security Studies (ISS) cuya oficina central radica en Pretoria, Sudáfrica y tiene oficinas regionales en Nairobi, Kenia; Addis Abeba, Etiopia; y en Dakar, Senegal (14).

Luego de haber expuesto el contexto internacional en el cual se comenzó a debatir en torno al terrorismo, los diferentes criterios que existen al respecto, la manipulación a la que es sometido por parte de los países imperialistas y habiendo hecho la distinción entre terrorismo y fundamentalismo islámico, así como entre terrorismo y movimientos de liberación nacional, se impone la adopción de un criterio sobre cómo se entenderá el terrorismo en este trabajo. Para tales efectos se decidió subscribir el concepto defendido por la OUA/UA en la citada Convención sobre la Prevención y el Combate al Terrorismo de 1999, cuyos aportes principales fueron en primer lugar, una definición amplia del terrorismo sin el calificativo de islámico y, en segundo lugar, la diferenciación entre actos terroristas y las acciones desarrolladas por grupos de personas en su lucha por la autodeterminación (15).

Aquí se estableció como terrorismo: “cualquier acto que (…) pueda hacer peligrar la vida o la integridad física y causar heridas serias o la muerte, de cualquier persona o grupo de personas. Se define también como cualquier acto que pueda dañar la propiedad privada o pública, los recursos naturales, el patrimonio cultural y que tengan premeditadamente la intensión de intimidar, sembrar el miedo, presionar a un gobierno y afectar los servicios públicos” (16).

Una definición exacta que caracteriza el accionar de los grupos que operan en África, es la ofrecida por el profesor español Fernando Reinares en su concepto sobre el terrorismo de carácter transnacional. Reinares plantea que el terrorismo transnacional: “es aquel que de una u otra manera atraviesa fronteras estatales, básicamente porque quienes lo ejecutan mantienen estructuras organizativas o desarrollan actividades violentas en más de un país, incluyendo por lo común territorios sobre los cuales no tienen jurisdicción alguna las autoridades (…) Esto significa que los actos de violencia involucran a más de un país y con frecuencia a individuos de dos o más nacionalidades, tanto en lo que se refiere a los terroristas como a sus víctimas.” (17)

Para el caso de los países africanos al sur del Sahara, este fenómeno comenzó de manera más visible en las últimas dos décadas. Las regiones del Cuerno africano y del Sahel, que incluye territorios del África Occidental y Central, han pasado a ser áreas de atención y ejes centrales de la llamada lucha contra el terrorismo en el continente. Una división por subregiones no siempre se corresponde con la lógica de funcionamiento de estos grupos puesto que debido a su carácter transnacional pueden operar indistintamente en una u otra área. En este caso estaría por ejemplo el grupo Al-Qaeda del Magreb Islámico (AQMI) cuya base central radica en Argelia, pero sus áreas de operaciones principales se encuentran diseminadas por toda la línea del Sahara-Sahel. El accionar de dichas organizaciones se ha concentrado contra las instituciones gubernamentales del área, contra las poblaciones locales y los intereses foráneos, fundamentalmente europeos: actividades de sabotaje a las propiedades de empresas transnacionales y secuestros de turistas europeos.

En el caso de África las organizaciones más fuertes han sido Al-Shabaab (en el Cuerno Africano (particularmente en Somalia y activo desde 2006); Al-Qaeda del Magreb Islámico y sus grupos afiliados (AQMI, activo desde 2007) y Boko Haram (norte de Nigeria y zona en torno al Lago Chad, activo desde el 2009). También existen otros grupos que se han reconfigurando como el Movimiento para la Unicidad de la Yihad en el África Occidental (MUYAO desde 2012) en el Sahel occidental y otros vinculados al Estado Islámico, como una de las escisiones producidas dentro del propio Boko Haram. También existen más de una decena de otros grupos y células terroristas operando por estas zonas, muchas de las cuales no tienen siquiera una filiación oficial clara.

Para analizar estos grupos se debe tener en cuenta el contexto socioeconómico y político en el cual surgieron y se desarrollaron, su capacidad de “liderazgo”, su estrategia de lucha o programa, sus métodos y tácticas terroristas. De igual forma, habría que incluir las formas de financiamiento de ellos, tanto sus fuentes internas como externas, sus acciones militares o de otro tipo, el apoyo que reciben de determinados sectores sociales (nivel de aceptación popular) y el nivel de relaciones con otros grupos. No se pueden dejar fuera de cualquier estudio de este tipo, las consecuencias económicas y sociales de sus acciones, su repercusión en el orden político interno y regional.

En el auge de estos grupos no se puedo soslayar las implicaciones de las políticas y las acciones desarrolladas por un conjunto de actores regionales e internacionales en su relación con el grupo en cuestión. En este sentido, destacan las posturas asumidas por los Estados Unidos, Francia, la Unión Europea y la ONU, así como otros gobiernos nacionales y regionales afectados directamente por el terrorismo. Las posturas de estos actores no han contribuido a su eliminación, puesto que sigue primado el enfoque miliar para el abordaje de este problema. De igual manera, las posturas asumidas por los organismos subregionales africanos como: la Unión Africana (UA), la Comunidad Económica de Estados del África Occidental (CEDEAO), el Grupo del G5 del Sahel (G5S) y la Autoridad Intergubernamental para el Desarrollo (IGAD) han sido poco efectivos en lidiar con la expansión que han tenido en los últimos años.

El desarrollo de los grupos terroristas en el África Subsahariana ha sido un fenómeno de reciente data y solo se ha extendido en la zona Sahelo-sahariana y en el África Oriental. En estas regiones han resultado ser los países más afectados: Mali, Níger, Nigeria, Chad, Camerún, Somalia y Kenia. En el resto de los países de estas áreas los ataques han sido mucho más esporádicos, como los ocurridos en Burkina Faso, en Costa de Marfil y en Uganda, aunque en Burkina Faso se ha producido un crecimiento vertiginoso del terrorismo en las zonas rurales del norte del país. Sus operaciones en el África Subsahariana son cada vez más transnacionalizadas y existe una marcada preocupación en la región por los niveles de intercambio que puedan existir entre algunas de estas organizaciones, sobre todo en su vínculo con las redes de traficantes. Ha habido una tendencia hacia una mayor interconexión entre dichos grupos. Una situación parecida ha experimentado el África Oriental con las acciones de la organización somalí Al Shabaab vinculada a Al Qaeda.

El factor de la pobreza extrema relacionado con las hambrunas, así como los desplazamientos forzados de grupos poblacionales han servido como elementos propiciadores de la expansión de las labores de reclutamiento por parte de estos grupos, que legitiman su discurso con la promesa de mejoras bajo un gobierno “realmente islámico”. Los problemas de inseguridad interna y desestabilización política se han convertido en una amenaza para los Estados sahelianos afectados.

De lo anterior se deriva el aumento de la presencia de actores internacionales como los Estados Unidos y la Unión Europea, específicamente de Francia. En el caso de Estados Unidos su implicación en la lucha contra el terrorismo se ha centrado en aumentar la cooperación desde el punto de vista militar con los ejércitos locales, evidenciado en las maniobras y entrenamientos realizados. Mientras, Francia ha recibido fuertes críticas por su rol en la supuesta “lucha contra el terrorismo” en el Sahel, que desde el lanzamiento de la Operación Barkhane, no han tendido resultados reales, lo que les ha planteado posible retirada de sus efectivos del Sahel, tema este que no va a ocurrir, por los intereses galos en esa región. De esta forma, el escenario saheliano ha pasado a estar en el centro de atención de las potencias occidentales que buscan a través del enfrentamiento al terrorismo, siempre en aquellos lugares donde se vean afectados sus intereses, hacer consolidar su presencia o aumentarla donde esta no sea suficiente y peor aún, lograr su legitimación en el área.

Este proceso ha sido determinante en el nuevo contexto de las relaciones internacionales marcado por las contradicciones entre Estados Unidos y Rusia en el marco de la guerra en Siria, donde los grupos terroristas fueron instrumentalizados por parte de Washington para desestabilizar a ese país. En el caso del África Subsahariana este fenómeno no ha supuesto contradicciones entre las principales potencias, más bien ha evidenciado la forma en la que se manipulan y utilizan estos grupos en la región de Medio Oriente, mientras que en el África Subsahariana se pretende “luchar” contra la misma problemática.

Un aspecto característico de estos grupos es su carácter transnacional e híbrido, puesto que no solo se concentran en lograr sus “reivindicaciones” políticas, religiosas y sociales sino también se vinculan con las amplias redes del tráfico transfronterizo, logrando incluso llegar a controlar algunas de éstas. En la mayoría de los casos se ha producido una disminución del apoyo social del cual disfrutaban dentro de algunos sectores de las poblaciones locales. Los ejemplos más evidentes se pueden constatar en Boko Haram y Al Shabaab. Este retroceso en la “legitimidad” de estos grupos se ha debido al rechazo social por la violencia desatada y el empeoramiento de la adversa situación económica.

La respuesta de los gobiernos más afectados ha sido positiva en cuanto al enfrentamiento a los grupos – al menos en el discurso político – pero carecen de los medios militares para lograr una solución a la problemática. Esto los ha llevado a aumentar los vínculos con las potencias occidentales en cuanto al suministro financiero y logístico para hacer frente a las acciones militares de carácter terrorista. Los niveles de inseguridad a lo interno de todos estos países siguen siendo altos a pesar de que se han logrado reducir las áreas de operaciones militares de dichos grupos y el número de sus efectivos. Desafortunadamente, sigue privando el enfoque militar – auspiciado por las potencias occidentales – como la única solución a este flagelo. Los programas socio-económicos implementados para lograr frenar el proceso de radicalización de las poblaciones más vulnerables no han sido suficientes ni efectivos.

La lucha contra el terrorismo sigue estando en la agenda de las organizaciones subregionales africanas que ha posibilitado mayores niveles de coordinación entre los diferentes gobiernos en aras de establecer un frente común contra la proliferación de estos grupos. El ejemplo más significativo ha sido el despliegue militar multinacional de la CEDEAO, primero contra los grupos terroristas en el norte de Mali y luego contra Boko Haram en torno al Lago Chad. Prácticamente no existe una oposición a la presencia militar extranjera – tanto francesa como estadounidense – en el área, ni contra su política de “asistencia” militar, debido a que no existe otra estrategia para combatirlos que no sea la militar.

A pesar de que los grupos terroristas hayan retrocedido tendencialmente – reducción del número y efectividad de sus ataques, así como de las áreas bajo su control directo – las condiciones económicas y sociales que potencian el desarrollo de este fenómeno, persisten. Esto significa que su impronta se mantendrá. Aunque algunos se hayan fragmentado o desplazado por diferentes territorios, haciéndose más fuerte en uno u otro lugar, su presencia sigue siendo un reto para la seguridad y la estabilidad de los países subsaharianos inmediatos a las áreas donde estos grupos han operado. En particular, la zona del Sahel sigue siendo la más afectada por el terrorismo sin que se vislumbre una mejoría en la situación de seguridad de la región.

Este artículo forma parte de la introducción del libro titulado Principales tendencias del terrorismo en África, en proceso de edición final.

Referencias bibliográficas

(1) Es necesario que el concepto de islamista no se confunda con el de islámico puesto que islámico o musulmán es toda persona que siga las revelaciones de Mahoma producidas en el siglo VII, mientras que los islamistas: son aquellos musulmanes que quieren establecer un Estado islámico regido por la Sharía en su pretendida versión inicial, deseando que los principios establecidos en el Corán y la Sunna sean cumplidos cabalmente por todos los practicantes de la fe. “A través de la reafirmación cultural y religiosa islámica proponen un modelo político y social basado en los principios del islam original (…). Estos grupos deslegitiman a los poderes establecidos culpándolos del fracaso económico, social y político de sus regímenes a causa de su alejamiento del modelo islámico”. Ver: Gema Martín Muñoz, Begoña Valle Simón y Ma. Ángeles López. El islam y el mundo árabe. Ediciones Mundo Árabe e Islam, Madrid, 1996, pp. 339 – 340.

(2) Hezbollá es una organización política, religiosa, social, militar y patriótica chiita, que se opone al Estado de Israel. Fue creada en el seno de la comunidad chiita libanesa. Tuvo un desarrollo acelerado tras la invasión del territorio libanés por Israel en 1982. En julio de 2006, Israel volvió a invadir la parte sur del país, ocasión en la que Hezbollá lo derrotó y tuvieron que retirarse.

(3) Organización palestina creada en 1987 que se define como Movimiento de Resistencia Islámica (rama palestina de la Hermandad Musulmana). Su principal objetivo es la recuperación de los territorios ocupados por el Estado de Israel y el establecimiento de una nación liberada en los espacios históricos originales, incluidos la Franja de Gaza y Cisjordania con la capital en Jerusalén. Desde el 2006 mantiene el control en la Franja de Gaza luego de haber ganado las elecciones a su rival Al Fatah.

(4) Es el principal movimiento político militar que integra la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), fue el primer grupo organizado de resistencia palestina creado en la clandestinidad por Yasser Arafat en octubre de 1959. Actualmente la OLP es una organización política encabezada por el presidente de la Autoridad Nacional Palestina (ANP), Mahmud Abbas.

(5) La organización político-religiosa de los Hermanos Musulmanes (HHMM) fue creada en Egipto en 1928 por Hasan Al-Banna. Con su programa islámico conservador se opuso al gobierno de Nasser y estuvieron proscriptos en el país sin que pudieran presentarse en las elecciones como partido político. A raíz de la caída de Mubarak en 2011, su candidato – Mohammed Mursi – ganó las elecciones presidenciales. Su ascenso al poder siguió generando tensiones hacia el interior de la sociedad egipcia que culminaron con un golpe de Estado dirigido por el general Al Sisi. Aunque la organización islamista está considerada como no partidaria de la violencia, comenzó a ser perseguida por este gobierno bajo la acusación de terrorista.

(6) Reinaldo Sánchez Porro. “Prologo”. En: Edna Iturralde. Cuando callaron las armas. Edición Gente Nueva, La Habana, julio de 2012, p. 9 – 10.

(7) Consejo de Seguridad. Comité contra el Terrorismo. Disponible en: http://www.un.org/es/sc/ctc/

(8) Estos instrumentos se complementan con las siguientes resoluciones de la Asamblea General: (A/RES/49/60, A/RES/51/210 y A/RES/60/288) y del Consejo de Seguridad: S/RES/1267 (1999), S/RES/1373 (2001), S/RES/1540 (2004), S/RES/1566 (2004) y S/RES/1624 (2005). Ver: Acciones de las Naciones Unidas contra el terrorismo. Disponible en: http://www.un.org/spanish/terrorism/strategy-implementation.shtml

(9) En virtud del régimen de sanciones contra Al Qaeda y los talibanes, el Consejo de Seguridad exigía que todos los Estados impusieran sanciones a las personas y las entidades incluidas en la lista de colaboradores de Al Qaeda y los talibanes, dondequiera que se encontrasen. En abril de 2007, el Consejo de Seguridad había incluido en esa lista a 362 personas y 125 entidades. Debido a las sanciones adoptadas, 34 Estados habían congelado los activos financieros de quienes figuraban en la lista por una suma de más de 90 millones de dólares estadounidenses. Ver: Ídem.

(10) Elsie Plain Rad Cliff. “El terrorismo internacional y sus diversas interpretaciones. Una aproximación al tema desde un enfoque tercermundista”. En: Thalia Fung. El mundo contemporáneo en crisis. Editorial Félix Varela, La Habana, 2011, p. 101 – 115.

(11) Protocol of the OAU Convention on the prevention and combating terrorism. Adopted by the Third Ordinary Session of the Assembly of the African Union, Addis Ababa, 8 de julio de 2004, p. 2. Disponible en: https://au.int/sites/default/treaties/treaty_protocol_oau_convention_prevention_combating_of_terrorism_e.pdf

(12) Consejo de Paz y Seguridad de la UA. Disponible en: http://www.peaceau.org/en

(13) African Centre for the Study and Research on Terrorism. Disponible en: http://www.caert.org.dz/

(14) Institute of Security Studies. Disponible en: https://www.issafrica.org/topics/counter-terrorism

(15) En este caso estarían los saharauis, a quienes Marruecos acusa de estar vinculados con las redes de AQMI y al Frente Polisario como una organización terrorista para deslegitimar su lucha por la independencia del Sahara Occidental.

(16) OAU Convention on the prevention and combating terrorism. Cumbre de Argel, julio de 1999, p. 3 y 4. Disponible en: https://au.int/sites/treies/treaty_oau_convention_on_prevention_and_combating_of_terrorism.pdf

(17) Fernando Reinares. “El terrorismo internacional”. En: Panorama Estratégico 2004-2005. Ministerio de Defensa, junio de 2005. Instituto de Estudios Estratégicos Real Instituto El Cano, p. 48.

Tomado de: Centro de Investigaciones de Política Internacional

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Sherlock Holmes. Narrativa criminal y ficción detectivesca

Por Grupo Akal 

En la literatura, desde la obra de Homero y la Biblia hasta la actualidad, siempre han existido los personajes malvados. No obstante, hasta un tiempo relativamente reciente, eran la justicia natural o el destino los que determinaban la caída final del malhechor; los detectives como Holmes no existían.

Orígenes de la ficción criminal

A finales del siglo XVIII, la mayoría de las novelas europeas podían clasificarse en dos grupos: comedias sociales y novelas góticas. La ficción criminal surgió a partir de este último género. Entre los primeros exponentes de este tipo de literatura se incluyen el marqués de Sade (1740–1814), quien retrató a crueles criminales de las décadas de 1780 y 1790 con un deleite considerable, y Matthew Lewis, que escribió novelas de misterio góticas más populares, como El monje (1796). Algunas novelas, como Las amistades peligrosas (1782) de Pierre Choderlos de Laclos, traspasaron las fronteras entre estas categorías. Ahora bien, pese a que todas estas obras contienen actividad criminal, no hay detectives que resuelvan los crímenes.

Sin embargo, en la primera mitad del siglo XIX, la narrativa criminal se internó por una senda distinta. El escritor estadounidense Edgar Allan Poe (1809–1849) y sus contemporáneos franceses Honoré de Balzac (1799–1850), Victor Hugo (1802– 1885), Alexandre Dumas (1802–1870) y Émile Gaboriau (1832–1873) dieron forma en sus historias a la figura del detective tenaz y establecieron así el tipo de ficción criminal que posteriormente daría fama a Conan Doyle.

Entre mediados y finales del siglo XIX, los escritores naturalistas, que creían que tanto la genética como los factores sociales determinaban la personalidad, examinaron la condición criminal. Algunas novelas notables en este sentido son Thérèse Raquin (1867), del francés Émile Zola, acerca de la asesina epónima, y Crimen y castigo (1866), del ruso Fiodor Dostoyevski, que analiza la mente de un psicópata. Veinte años después, Conan Doyle inventó a Sherlock Holmes, probablemente el detective con una repercusión e influencia más duraderas.

Predecesores de Holmes

El 31 de diciembre de 1813, mientras se hallaba a cargo de la Sûreté Nationale, Eugène François Vidocq apresó a JeanPierre Fossard, considerado uno de los criminales más temibles de París.

En ciertos aspectos, las raíces de la ficción criminal se hallan en la carrera de Eugène François Vidocq. Inspiración directa para muchos escritores franceses, desde Balzac hasta Gaboriau, Vidocq fue un criminal y espía que posteriormente canalizó sus habilidades hacia la legalidad y fundó la secreta Sûreté Nationale en París. Balzac entabló una íntima amistad con Vidocq y lo utilizó como modelo para los detectives de novelas como El padre Goriot (1835), Ilusiones perdidas (1837) y La prima Bette (1846). El detective más célebre de Balzac fue Jacques Collin, también conocido por su apodo, Vautrin. Dumas, asimismo, se inspiró en Vidocq para el ficticio monsieur Jackal de Los mohicanos de París (1854). Y en Los miserables (1862), Hugo basó ciertos aspectos de los personajes, tanto del delincuente reformado Jean Valjean como del inspector de policía Javert, en la asombrosa carrera de Vidocq, que para entonces se había publicado ampliamente, aunque de modo poco fidedigno, tanto por escrito como en los escenarios. Émile Gaboriau, por su parte, escribió acerca de las aventuras de Vidocq en novelas populares, como su serie de monsieur Lecoq, publicada a partir de 1866.

El relato de 1841 de Edgar Allan Poe «Los crímenes de la calle Morgue» volvió a publicarse en esta colección de 1893, que incluía también «El misterio de Marie Roget»

La fama de Vidocq se extendió hasta EEUU y, al parecer, Poe se inspiró en él para escribir la que muchos consideran la primera historia detectivesca pura. Poe también usó los términos «deducción» y «raciocinación» para describir los métodos de su detective C. Auguste Dupin, cuyo rasgo clave para resolver los casos es el pensamiento lateral. De hecho, Doyle reconoció que las historias de Poe fueron un modelo para la ficción criminal posterior y afirmó que, en particular, los tres relatos protagonizados por Dupin proporcionaron «una raíz a partir de la cual se desarrolló toda una literatura». El primero de estos relatos, «Los crímenes de la calle Morgue» (1841), es un ejemplo de historia de caso de «habitación cerrada», en la que se comete un delito, normalmente un asesinato, en condiciones en apariencia imposibles. En el segundo relato, «El misterio de Marie Roget» (1842), inspirado en un caso de homicidio real acaecido en Nueva York, Dupin debe reconstruir los últimos días de la vida de una misteriosa víctima. La tercera historia, «La carta robada» (1844), combina un duelo psicológico entre el detective y un chantajista con el problema «oculto a simple vista».

La mayoría de los escritores mencionados más arriba se leían en Gran Bretaña e influyeron en el desarrollo del género que se convertiría en una de las líneas más importantes de la edición popular.

Ficción criminal británica

El primer escritor británico importante de este género fue Wilkie Collins (1824–1889), autor de La dama de blanco (1860) y La piedra lunar (1868), publicadas unas dos décadas antes de que Doyle presentara a Holmes al mundo. Como muchas novelas de la época, aparecieron originalmente por entregas, y siguen siendo magníficos ejemplos de novelas de misterios y conspiraciones desvelados por una investigación ingeniosa.

Charles Dickens (1812–1870) fue el escritor más popular de la Inglaterra victoriana y un maestro del suspense. Como muchos autores de la época, publicó novelas por entregas en revistas

El gigante de las novelas por entregas inglés, Charles Dickens (1812– 1870), también experimentó con las historias de misterio e introdujo elementos del género en novelas como Oliver Twist (1838) y Nuestro común amigo (1865). Dos de sus historias de detectives más importantes son Casa desolada (1853), con el inspector Bucket, y El misterio de Edwin Drood (1870), que quedó inacabada a su muerte, protagonizada por el detective privado Dick Datchery.

Hacia la misma época escribía el autor irlandés Joseph Sheridan Le Fanu (1814–1873), autor de novelas de misterio góticas con elementos mágicos y sobrenaturales. Le Fanu también escribió novelas que contienen rasgos de la ficción detectivesca clásica, como La mano fantasma (1864), The Wyvern Mystery (1869) y En un vidrio misterioso (1872), que se presentan como recuerdos de un detective «oculto», el doctor Hesselius.

La llegada de Holmes

¿Dónde estaba la ficción detectivesca hasta que Poe le insufló aliento? Arthur Conan Doyle Cena conmemorativa del centenario de Poe (1909)En 1887, Conan Doyle publicó su primera historia sobre Sherlock Holmes, Estudio en escarlata. En esta novela incluía ya ciencia forense, una investigación detallada en la escena del crimen y un meticuloso análisis de los personajes. Consolidado como un personaje clave en los relatos de The Strand, Holmes se convirtió en un éxito, con un público lector cada vez más culto y entusiasta. Así resulta comprensible que la decisión de Doyle de matar a su mayor creación ficticia en 1893 provocara un escándalo. Al parecer, Doyle no era del todo consciente del atractivo de sus historias. Pero incluso sin Holmes, la ficción criminal se había afianzado en el mercado y, en sus muchas variantes, seguiría vigente durante todo el siglo XX y hasta hoy.

Contemporáneos de Holmes

Las penny dreadfuls (novelas populares por entregas) publicadas por The Union Jack se presentaban como «ficción de alto nivel». Esta portada de 1900 representa al detective Sexton Blake.

Aparte de Holmes, otros detectives de ficción cobraron popularidad en la época. Uno de ellos fue Sexton Blake, descrito como el «Sherlock Holmes de los pobres». Las primeras aventuras de Blake aparecieron por entregas en diarios y revistas a partir de 1893, y estaban escritas por diversos autores. La primera de ellas fue «The Missing Millionaire», de Harry Blyth. Al igual que Holmes, Blake vivía en Baker Street y tenía una casera tolerante. Se escribieron más de 4 000 aventuras de Blake, que continuaron hasta 1978 y se adaptaron para los escenarios, la radio y la televisión.

Otro autor contemporáneo de ficción detectivesca fue G. K. Chesterton (1874–1936), quien, además de escribir la brillante y oscura novela de suspense El hombre que fue jueves (1908), en la que la policía se enfrentaba a los anarquistas, creó al modesto padre Brown, sacerdote católico detective. Brown resuelve problemas aplicando métodos similares a los de Holmes, si bien, en tanto que sacerdote, recurre a sus conocimientos sobre la condición humana recabados en el confesionario. A lo largo de cinco volúmenes escritos entre 1911 y 1935, Brown se convirtió en un ingrediente básico de la dieta de ficción criminal de los británicos.

Hubo otros escritores notables que escribieron bajo la larga sombra de Holmes. El cuñado de Doyle, E. W. Hornung, presentó a Raffles, el caballero ladrón, en The Amateur Cracksman (1899); y E. F. Bentley escribió la popular novela Trent’s Last Case (1913), en la que su caballeroso detective Philip Trent se enamora de una de las sospechosas e incurre en varias conclusiones equivocadas.

Subgéneros de la ficción criminal

A principios del siglo XX, la narrativa criminal podía dividirse claramente en tres subgéneros principales: las historias de sabuesos, como las de Sherlock Holmes; la ficción criminal pulp; y los thrillers de espías, que a menudo implicaban siniestras conspiraciones. Un abismo separaba la clase de historias escritas por Conan Doyle y las populares y sensacionalistas narraciones tipificadas por los otros dos subgéneros.

La edad de oro británica

Hay pocas novelas de detectives que me sorprendan a día de hoy, pero las del señor Carr siempre lo hacen. Agatha ChristieLa época de entreguerras vino a conocerse como la edad de oro de la ficción detectivesca británica. Inspirados en las aventuras de Holmes, los relatos de esta época tienden a adoptar la forma de la narración criminal clásica, protagonizados por detectives aficionados más astutos que la policía y ambientados a menudo en el mundo de la clase alta británica. Agatha Christie fue sin duda la autora más célebre y con más éxito de dicho periodo, pero hubo muchos otros.

Entre ellos figuran Dorothy L. Sayers, con sus historias de lord Peter Wimsey, la primera de ellas El cadáver con lentes (1923); Margery Allingham, con sus relatos de Albert Campion, iniciados con The Crime at Black Dudley (1929); Ngaio Marsh, con los misterios del inspector Alleyn, como A Man Lay Dead (1934); y Leslie Charteris, con las historias de Simon Templar, que más tarde se convirtieron en la popular serie televisiva y la película El Santo. Presentado en 1928, Templar era un detective aficionado que vivía ligeramente al margen de la ley y tenía un gran instinto para la investigación y la justicia.

Otro autor de historias detectivescas fue John Dickson Carr (1906– 1977). Pese a ser de EE UU, ambientó la mayor parte de sus historias en Inglaterra, donde vivió muchos años, así que su obra suele considerarse dentro del ámbito británico. Entre sus investigadores figuran el decadente, encantador y desordenado doctor Gideon Fell (posiblemente inspirado en G. K. Chesterton) y el aristócrata sir Henry Merrivale. The Hollow Man (1935), titulada The Three Coffins en EE UU, incluye un capítulo en el que Fell imparte una conferencia de manual acerca de su metodología para resolver crímenes aparentemente imposibles. Carr escribió también una biografía temprana de Doyle.

Edgar Wallace (1875–1932), prolífico escritor inglés que vivió un tiempo en EE UU, donde ejerció con éxito como guionista, se convirtió en todo un fenómeno de la ficción detectivesca. En la cima de su fama, en la década de 1920, vendía más de un millón de ejemplares al año. Entre sus obras más destacadas figuran Los cuatro hombres justos (1905), El arquero verde (1923) y las historias de J. G. Reeder (recopiladas en 1925).

Agatha Christie. La reina del género

The Strand Magazine se editó entre 1891 y 1950 y publicó por entregas las obras de muchos escritores. Esta portada de 1935 representa a Hércules Poirot, el detective belga de Agatha Christie, en «The Crime in Cabin 66».

La reina de la ficción detectivesca del siglo XX fue Agatha Christie (1890– 1976). Se la considera la novelista con más ventas a nivel mundial, con cifras que se sitúan tan solo por debajo de las de la Biblia y las obras de Shakespeare, y sus libros se han traducido a 103 idiomas. Pese a su elevado estatus social, escribía obras «de cultura media» con las que atrajo al público general de todo el mundo.

Durante su dilatada carrera, publicó 66 novelas y 14 relatos, y escribió además la obra teatral representada durante más tiempo de la historia: La ratonera (1952). Entre sus títulos más destacados se cuentan El asesinato de Roger Ackroyd (1926), un candidato habitual al premio a la mejor novela criminal de la historia concedido por la Crime Writers’ Association, y Diez negritos (1939), con más de 100 millones de ejemplares vendidos.

Christie, dotada de una gran capacidad inventiva, concibió a dos detectives: el ex inspector de policía belga Hércules Poirot, al estilo de Holmes, y la aficionada pero brillante Miss Jane Marple, sagaz observadora de la naturaleza humana. Ambos realizan agudos análisis psicológicos de los protagonistas de cada historia y observan los detalles disponibles que se suelen pasar por alto por considerarse insignificantes, una lección que habían aprendido de Holmes. Poirot hizo su aparición en El misterioso caso de Styles (1920), que también lanzó la carrera de Christie, y protagonizó 33 novelas. Marple debutó en un relato breve, «El club de los martes» (1926), y la primera novela que protagonizó fue Muerte en la vicaría (1930); apareció en otras 11 novelas y en más de 20 relatos. Como el padre Brown de Chesterton, Marple es un personaje reservado y contemplativo que hurga modestamente en los misterios que ha de resolver. Tanto Poirot como Marple han protagonizado numerosas películas y series.

La edad de oro en EE UU

Philo Vance, el esteta y sabueso de S. S. Van Dine (pseudónimo de Willard Huntingdon Wright, 1888–1939), fue uno de los primeros grandes detectives de ficción estadounidenses al estilo de Holmes. Van Dine presentó a Vance tras escribir un estudio exhaustivo sobre el género, el cual dio lugar a El misterioso asesinato de Benson (1926) y otras 11 obras maestras de la novela detectivesca.

Las aventuras de Ellery Queen dio lugar a cuatro series televisivas. La primera temporada, en 1950, la protagonizó Richard Hart. Lee Bowman (en la imagen) asumió el papel tras la muerte de Hart en enero de 1951.

Los primos Frederic Dannay (1905–1982) y Manfred Bennington Lee (1905–1971) inventaron a Ellery Queen, su pseudónimo y su personaje. Investigador talentoso, presentado a menudo como el «autor» de sus libros, Queen se hizo popular tras la publicación de su primera novela, El misterio del sombrero de copa (1929). Hoy día, Ellery Queen se ha convertido en una marca, que aparece como personaje en revistas y adaptaciones para el teatro, la televisión y el cine.

Con todo, el más claro heredero de la capa y la gorra de cazador de Holmes en EE UU es el detective de Rex Stout, Nero Wolfe. Wolfe vive en una casa típica de la zona alta de Manhattan, donde cuenta con la asistencia de su cocinero, Fritz, y de un ayudante, Archie Goodwin, quien, al igual que Watson, hace de narrador. Las deducciones de Wolfe, como las de Holmes, se basan en sus conocimientos y su experiencia y exigen la suspensión de la incredulidad. Los orígenes de Nero Wolfe son un misterio. Algunos holmesianos sitúan sus raíces en Europa del Este; otros sugieren que es el hijo ilegítimo de Irene Adler y Holmes.

La novela negra

En las décadas de 1930 y 1940 surgió en EE UU otro tipo de narrativa criminal. Se trataba de novelas despojadas de sentimentalismo, realistas y descarnadas, protagonizadas por cínicos detectives antiheroicos muy diferentes de Holmes. Este nuevo estilo vino a conocerse como novela negra o hard-boiled. Dashiell Hammett (1894–1961) y Raymond Chandler (1888–1959) se consideran los fundadores de este subgénero.

Los tres personajes más destacados de Hammett, el agente sin nombre de la Continental de Cosecha roja (1929), Sam Spade de El halcón maltés (1930) y Nick Charles de El hombre delgado (1934), se encuentran inmersos en misterios que solo pueden resolverse mediante una sagaz labor detectivesca. En cambio, el sabueso de Raymond Chandler, Philip Marlowe, es menos ingenioso y a menudo se limita a seguir un rastro de cadáveres y a glamurosas mujeres fatales que lo conducen a conclusiones a menudo inescrutables y violentas, en obras como El sueño eterno (1939) y Adiós, muñeca (1940).

El legado británico de Holmes

Más de un siglo después de Holmes, el auténtico legado de la invención de Doyle puede apreciarse en varios autores de ficción criminal británicos.

D. James (1920–2014) escribió ingeniosas historias ambientadas a menudo en lugares remotos. Presentó a la investigadora privada Cordelia Gray en No apto para mujeres (1972), y posteriormente publicó una serie de novelas protagonizadas por el comandante Adam Dalgliesh, comenzando por Sabor a muerte (1986). Gracias a su magnífica prosa, las novelas de James no tardaron en considerarse obras de literatura seria.

Por su parte, Ruth Rendell (1930– 2015), que también publicó bajo el pseudónimo de Barbara Vine, destacó como creadora de novelas criminales psicológicas. Su principal serie de novelas está protagonizada por el meticuloso y analítico inspector jefe Wexford; la serie empezó en 1964 con Dedicatoria mortal y se prolongó en otras 12 novelas hasta 1983.

Colin Dexter (n. 1930) creó al irascible inspector Morse y a Lewis, su compañero a lo Watson. En efecto, el formato de Dexter es similar al de Doyle, pues Lewis suele ocuparse del trabajo preliminar mientras que Morse resuelve el misterio. Iniciada con Último bus a Woodstock (1975), la serie se prolongó en 13 novelas hasta 1999.

Ian Rankin (n. 1960) jamás concibió sus libros como novelas de género, pero su serie del inspector Rebus, iniciada con Nudos y cruces (1987), ha continuado en otros 18 títulos y lo ha afianzado como uno de los principales autores de narrativa criminal modernos. Rebus, un personaje que genera pocas simpatías, se mueve por instinto, usando una combinación de lógica holmesiana y tácticas intimidatorias a lo Philip Marlowe.

Como ya se apunta en los relatos criminales de Poe y se hace explícito en Holmes, con sus brotes depresivos y su consumo de drogas, muchos de estos sabuesos viven atormentados por asuntos románticos o familiares, por el alcoholismo y por fantasmas del pasado, entre otras cosas.

Ficción criminal reciente

El legado de Sherlock Holmes tiene continuidad en autores de ficción criminal de todo el mundo, pero sobre todo de EE UU.

El estadounidense John D. Macdonald (1916–1986) inventó a Travis McGee, un detective independiente propietario de un barco en Florida que asume casos que le intrigan o indignan. El lector, situado en el papel de observador, se ve obligado a interpretar las averiguaciones de McGee hasta que este resuelve los casos. McGee recopila pruebas y cavila sobre los problemas, va conectando las pistas y, como Holmes, las utiliza para dar caza a los villanos.

El escritor sueco Stieg Larsson (1954–2004) solo llegó a escribir tres de los diez libros que debían componer la saga Millenium. Las adaptaciones para el cine han cosechado un gran éxito.

El estadounidense-canadiense Ross Macdonald (pseudónimo de Kenneth Millar, 1915–1983) escribió una serie de aventuras acerca del detective privado californiano Lew Archer. Pese a emplear esporádicamente tácticas violentas, Archer realiza una labor detectivesca excelente.

Así como Holmes fue un pionero en el uso de la ciencia, la estadounidense Patricia Cornwell (n. 1956) ha sobresalido describiendo la ciencia forense moderna con un grado de detalle que revuelve el estómago. Su protagonista, Kay Scarpetta, utiliza sus habilidades culinarias para examinar los restos mortales y se enfrenta a criminales en novelas como La granja de cuerpos (1994). Otra estadounidense, Karin Slaughter (n. 1971), que debutó con la novela Ceguera en 2001, también describe investigaciones forenses con pelos y detalles.

La ficción criminal es ya un género consolidado, sobre todo en Francia, España, Rusia, Japón y Escandinavia, y muchos autores de habla no inglesa como Stieg Larsson y Pierre Lemaitre han logrado una gran popularidad en todo el mundo. Al margen de los orígenes y el estilo de cada autor, no cabe duda de que todos han bebido del legado del indomable Sherlock Holmes de Conan Doyle

El texto y las imágenes de esta entrada son un fragmento de: “El libro de Sherlock Holmes”

Tomado de: No cierres los ojos

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American curios

Por David Brooks

Es Halloween y el susto está por todas partes.

Este país desde sus orígenes se ha definido en gran medida en torno al temor ante “lo otro”, sus políticos han justificado guerras, invasiones, intervenciones, tortura, genocidios de indígenas, esclavitud, discriminación y un fervor armamentista sin igual hasta hoy día. Casi todo organizado en torno a una constante “amenaza” que casi siempre proviene del exterior. El enemigo, como en casi todos los países, es “demonizado” –la amenaza mexicana, la “amarilla”, la “roja” (primero indígenas, después comunismo)– y así nutriendo más guerras, olas antimigrantes, xenofobia y una percepción del crimen vinculado a minorías y a los “otros” (con ello se ha llegado a ser el país más encarcelado del mundo).

El país más poderoso de la historia es aparentemente el país más asustado del mundo.

Por eso Estados Unidos necesita el presupuesto militar más masivo del planeta (más grande que el total combinado de los próximos 11 países con mayor gasto militar), el temor siempre ha sido entre las mejores armas de los políticos para justificar y mantener su poder y las guerras casi constantes a lo largo de la historia de este país.

Pero este Halloween, los principales demonios y monstruos, “enemigos” y otros que amenazan a este país ya no provienen de “afuera”, no son extranjeros, ni extraterrestres, ni están disfrazados de otras cosas, sino que son estadunidenses. Según el consenso de las agencias de inteligencia y de seguridad interna y de una amplia gama de analistas políticos, la mayor amenaza a Estados Unidos hoy día proviene de extremistas blancos y sus promotores, entre ellos el ex presidente Donald Trump y sus aliados. “Cuando visitaba Estados Unidos en los 60 y 70, tenía que firmar una declaración de que no tenía la intención de derrocar al gobierno estadunidense por la fuerza. Nunca me di cuenta que ésta sólo se aplicaba a los extranjeros”, tuiteó recientemente el gran cómico inglés John Cleese, integrante de Monty Python.

Las investigaciones en curso sobre el atentado de golpe de Estado del 6 de enero continúan revelando una red cada vez mayor de complicidades entre agrupaciones extremistas de derecha y legisladores federales y asesores republicanos. El Washington Post, en una amplia investigación, concluye que ese día sólo fue una parte del “asalto por el presidente Donald Trump sobre la democracia estadunidense” que impulsó desde meses antes y que esa “insurrección no fue un acto espontáneo ni un evento aislado. Fue una batalla sobre una guerra más amplia en torno a la verdad y sobre el futuro de la democracia estadunidense” (https://www.washingtonpost.com/politics/interactive/2021/jan-6-insurrection-capitol/).

Hace una semana una gama extraordinaria de prominentes escritores, académicos y analistas conservadores tradicionales, centristas y liberales publicaron una Carta Abierta en Defensa de la Democracia deplorando el asalto por fuerzas trumpistas al proceso político-electoral. “Instamos a todos los ciudadanos responsables a quienes les importa la democracia –funcionarios públicos, periodistas, educadores, activistas, sociedad en general– a hacer de la defensa de la democracia una prioridad. Ahora es el momento para que líderes de todos tipo… se presenten a ofrecer su apoyo a la República”, escribieron.

Durante los años de Trump y ahora con el Partido Republicano subordinado a su proyecto neofascista, voces desde Noam Chomsky hasta las de ex generales –en sí algo inusitado– han repetido que el experimento democrático estadunidense está más amenazado hoy que nunca desde la Guerra Civil, algo que podría tener graves consecuencias internacionales.

Mientras el Halloween desafortunadamente ha contaminado a México desde hace años, el Día de Muertos está infiltrando cada vez más a Estados Unidos. Tal vez eso abre la posibilidad de convocar a los grandes defensores de este pueblo de migrantes –con cempasúchil y copal y tal vez un poco de whisky también– a acompañar la lucha para rescatar sus principios democráticos y para dejar de asustarse y, con ello, asustar a todos a su alrededor.

Harry Belafonte. Zombie Jamboree. https://open.spotify.com/track/1WC367oL0q70xpMlGuy90b?si=d65cce3040c44968

Tomado de: La Jornada

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El régimen de los ‘chaebol’

Foto: La verdad noticias

Por Eduardo García Granado @eduggara

Cuando las posibilidades de transformación radical son pequeñas, las distopías abundan en los espacios culturales e ideológicos. En ellos se pueden sentir con nitidez las dinámicas perversas del modelo. Cualquiera que haya visto El juego del calamar en las últimas semanas habrá sentido la pérfida lógica del capitalismo de la (no) libre elección. Los años de la libre competencia en los que la creatividad, el ingenio y la capacidad de ofrecer algo de la mejor y más eficiente forma al resto determinaban el acceso al éxito del mejor capitalista entre los capitalistas quedan lejos. Hoy la concentración de capital es tan gigante, la diferencia de poder entre la alianza de clases dominante y el resto es de una magnitud tal que solo queda para quienes están al borde de “caerse” del sistema el azar y la suerte que el mismo capitalismo ofrece.

Los liberales más honestos ideológicamente dirán con inocencia que esto no es capitalismo; los más desvergonzados armarán una y otra vez campañas apelando a la libertad de oportunidades o al mérito. Importa poco si los voceros de estos grandilocuentes conceptos son conscientes o no de que ambos son incompatibles con el capitalismo en su actual fase de desarrollo. Cínicos o crédulos no importa; sino que efectivamente cumplen la tarea de estirar hasta el infinito el chicle del no capitalismo que, en definitiva, ejerce como sostén ideológico de las lógicas de explotación: “si hay desigualdad, no es capitalismo; si hay corrupción estatal, no es capitalismo; si hay abusos, no es capitalismo…”.

Puesto que se va a hablar de Corea, traigamos a Han Byung-chul para esta idea. En el régimen neoliberal, la explotación se produce “como libertad”, nos dirá. Cojamos con pinzas esta afirmación, puesto que efectivamente los grandes poderes del capitalismo surcoreano continúan teniendo a su disposición el aparato represivo del Estado como lo tuvieron durante la dictadura de Park Chung-hee. También disponen de vínculos tan grandes con los grandes partidos del país que pueden conservar y profundizar la legislación en contra de la protección estatal a los trabajadores, así como en contra de la organización obrera. Y, por supuesto, tienen la capacidad de explotar a las periferias vía extracción de recursos, empleo de mano de obra e intercambio desigual. Pero ¿quiénes son los grandes poderes del capitalismo surcoreano? Los chaebol, la forma coreana de la tendencia del capitalismo a la concentración del capital.

Y ¿de qué manera se expresa esa explotación en “libertad” en Corea del Sur? A través del esfuerzo descomunal de las familias de clase trabajadora (familias de ‘cuchara de tierra’) por acceder a los escasos espacios de comodidad que se les ofrecen en el régimen político de los chaebol. En Corea, ese acceso se presenta por lo general en forma de hilo: nacer en una familia instalada favorablemente en la estructura de clases te ofrece un background más favorable para tu desarrollo académico; tu mejor desarrollo económico (medido en la capacidad y el mérito solo parcialmente) te facilita el acceso a una mejor universidad (mediadas todas ellas por cuestiones de clase); tu acceso a una mejor universidad te permite aspirar con acceder a alguna rama productiva de una de las grandes empresas del país; tu presencia en una de esas empresas, te permite soñar con ascender. Quedan fuera de esta lógica, claro, “el resto”, que no son ni más ni menos que la mayoría.

Los chaebol y la concentración de capital en Corea del Sur

“El surgimiento de los monopolios, como resultado de la concentración de la producción, es una ley general y fundamental de la actual fase de desarrollo del capitalismo”, escribió Lenin. Si se le pudiera traer de vuelta a la vida y mostrarle lo que los monopolios capitalistas privados han instalado en Corea, probablemente se enorgullecería de sí mismo al comprobar que lo que dispuso en El imperialismo, fase superior del capitalismo se constató; aunque también se decepcionaría al ver que la caída del régimen capitalista que tan cercana le pareció un día no aconteció casi un siglo después de su muerte.

A Lenin se le podría invitar a conocer Samsung Town, en Seúl. De hecho, la concentración de capital que se genera alrededor de Samsung es tan grande y su consiguiente “combinación” de “distintas ramas de la industria” (por seguir citando a Lenin) tan diversa que se le podría organizar todo un tour por Corea únicamente consumiendo productos y servicios Samsung. Podría ir a ver fútbol (Suwon Samsung Bluewings), baloncesto (Seoul Samsung Thunders o Yongin Samsung Blueminx) e incluso eSports (Samsung Galaxy). Podría hospedarse en algún hotel Shilla, pasar un día en el parque de atracciones Everland y, si tiene ganas de hacer una de sus afiladas críticas, consultar alguna publicación del think tank SERI. Y, por supuesto, si se llegase a torcer el tobillo en las calles de Gangnam, siempre podría acudir al Centro Médico Samsung.

Todas las mencionadas (y otras) son filiales de la misma casa matriz. Pongámoslo en datos: únicamente Samsung concentraba en 2017 el 28% del índice de precios de acciones de Corea del Sur. Si se incluyen en esa ecuación a apenas los cuatro conglomerados que le siguen en la lista (Hyundai, SK, LG y Lotte), el porcentaje del mismo índice se elevó en hasta el 51%. Es decir, en cinco casas matrices se concentra más de la mitad del índice de precios de acciones de todo un país en el que viven 50 millones de personas.

Este enorme dominio lo ejercen gracias a su presencia en ramas productivas de lo más variadas, que van desde la electrónica hasta el sector financiero, pasando por la biotecnología, el deporte, la refinación de petróleo, la automovilística o las telecomunicaciones. El mismo dominio se expresa en datos como que el 0.1% de los individuos más ricos del país concentran más del 4% de los ingresos personales o que, de todo el PIB nacional, el 84% corresponde a los 64 mayores conglomerados y, más concretamente, el 20% corresponde a Samsung, el 11% a Hyundai y el 10% a SK Group.

A tal nivel de concentración, la capacidad y la valía empresarial rigen poco a la hora de determinar el éxito. Por supuesto, dentro de las corporaciones subsisten mecanismos para el ascenso, pues de ninguna forma podría perpetuarse en el tiempo una situación tan frustrante si solo se fundase en mentiras. Se puede ‘trepar’ a la interna de un chaebol, conseguir un puesto más elevado en la cadena de mando y un mejor salario. Aunque, claro, en una estructura piramidal siempre serán más quienes queden abajo y, de nuevo, no necesariamente es la eficacia la que impulsa tal movilidad. La cultura popular refleja esto. En los noventa, las series que mostraban aspectos de la vida corporativa dibujaban el perfil de un trabajador leal a la empresa, capaz de sacrificar tiempo, salud y vida social en pos del beneficio “colectivo” (quizá la forma más pintoresca de referirse a la extracción de plusvalía). Este era el empleado que ascendía. Recientemente, se ha mostrado más bien un perfil capaz de competir con el de al lado y de engañar al de arriba para utilizar “a su favor” el aparato de la compañía. En fin, todos ellos modelos de ascenso que no se vinculan precisamente con la capacidad creativa y la habilidad en ese capitalismo del mérito del que hablan.

Monopolio y dictadura, relación de conveniencia

El anticomunismo es todo un asunto en la política surcoreana. Sus orígenes son incluso previos a la Guerra de Corea (1950-1953), remontándose a los debates internos en el marco de la lucha política por la independencia. El éxodo hacia el sur de miles de colaboracionistas con el Imperio Japonés y de antiguos terratenientes huyendo de la política de expropiación de tierras que comenzó antes de 1950 Kim Il-sung en el norte, junto con el control directo de Estados Unidos en los años de la post liberación de 1945 y su posterior influencia ideológica marcan precedentes claros. No puede dejarse fuera de la ecuación, por supuesto, la masacre de la isla de Jeju (1948-1949) en la que entre 30.000 y 60.000 militantes de la izquierda coreana fueron asesinados bajo mandato de Rhee Syngman. Incluso hoy, varios de los líderes de los principales partidos del país reivindican su desprecio hacia los comunistas y hacia el norte en general.

La realidad es que el desarrollo económico en Corea del Sur nunca se llevó muy bien con la democracia. Y, por supuesto, nunca tuvo en alta estima a la izquierda política. Rhee Syngman, Park Chung-hee, la Ley de Seguridad Nacional, la represión a los huelguistas, etc: Se cuentan por multitud los ejemplos históricos. Y aunque no sería del todo exacto decir que los chaebol son los máximos exponentes de esto, sí es innegable que han sacado provecho sin ningún pudor de ello. La Ley de Seguridad Nacional, vigente desde 2018, viene sirviendo como marco normativo bajo el cual se ha ejecutado la represión, la persecución y la exclusión de la izquierda política en el país, a menudo bajo la forma de censura a quienes difundan textos o ideas vinculadas con el juche norcoreano o exalten a sus líderes.

Claro que la Ley, revisada y aplicada con mayor moderación en las últimas décadas, es una broma si se compara con el régimen de Park Chung-hee, quien sustentó por un lado el crecimiento económico de las grandes familias del país y, por el otro, reprimió a la izquierda y al movimiento obrero.

Del golpe de Estado de 1961 salió Park Chung-hee como Presidente de la República sobre la base de dos aspectos ideológicos concretos: el primero, un fuerte nacionalismo que tenía mucho que ver con el pasado de maltrato japonés sobre la Península; el segundo, una creencia sólida en el papel del Estado como director del desarrollo económico que le valió la inicial desconfianza de algunas figuras estadounidenses en un tiempo en el que la tutela yanqui sobre el país era más profunda. Algunos veían en él a un comunista ‘oculto’. Probablemente, la tensión de la Guerra Fría les impedía apreciar varios factores clave: en primer lugar, que siempre las clases capitalistas se valieron del estado en una u otra forma para el desarrollo económico de la burguesía nacional; en segundo lugar, que el espacio del pensamiento político marxista en Corea estaba (y, en parte, está) fuertemente vinculado al marco ideológico del marxismo norcoreano; en tercer lugar, que Park Chung-hee, como tantos otros líderes políticos surcoreanos a lo largo de la historia, estaba atravesado por el conflicto norte-sur, defendiendo una posición anti norte.

De hecho, el gobierno de Park Chung-hee (1961-1979) fue profundamente anti comunista, así como también fue el gobierno de la expansión económica del país y de la emergencia de los chaebol como actores económico-políticos centrales. Durante la década de los sesenta, quienes habían fundado las firmas que se terminaron desarrollando hasta la forma actual de chaebol eran ya insultantemente ricos, muchos de ellos gracias al marco de posibilidades (para unos pocos, claro) que supuso el régimen corrupto de Rhee Syngman. El régimen de Park Chung-hee solo vino a potenciar esta concentración a través de un acuerdo win-win (para los grandes capitalistas y para el régimen de Park).

La oferta era la siguiente: el Estado otorgaría licencias, favores y buenas condiciones para que los grandes capitalistas siguieran disfrutando de la absurda lógica del capitalismo: acumular capital con el fin de acumular más capital. A cambio, debían aceptar las directrices estatales al respecto del tipo de industrias en las que debían invertir su capital para fomentar la exportación. Los fundadores de LG, Samsung, Hyundai, SK… fueron muchos los “emprendedores” que aceptaron la tutela económica del régimen.

Durante los primeros años de su gobierno, impulsó a la industria privada textil para la exportación. Los beneficios fueron colosales. Una de las marcas estrella en este ámbito fue Cheil Wool Textile Company que, vaya, era filial de Samsung. Otro ejemplo de la “meritocracia” en la acumulación de la riqueza del capitalismo surcoreano fue el de Daewoo. La marca fue fundada en 1967 y obtuvo gigantes beneficios durante toda una década gracias a la cuota de exportación a Estados Unidos que obtenía su presidente y fundador, Kim Woo-chung, gracias al vínculo que su padre había forjado con el Presidente Park al haber sido su profesor.

El régimen de Park manejó, por ejemplo, el paso de una economía de exportación centrada en la industria ligera hacia una que miraba más a la industria pesada y a la electrónica. Entre tanto, la posición ventajosa (no por mérito, sino por contacto) que el Estado surcoreano brindó a unos cuantos conglomerados facilitó que la ley general de la tendencia a la concentración se diera con mayor fuerza en Corea del Sur que en otros países. En su proyecto de abarcar las múltiples ramas productivas que iban ocupando la posición central en los planes económicos, los chaebol absorbían, aplastaban y hacían desaparecer a pequeños y medianos productores del país.

La dictadura también ayudó a los chaebol a partir de la exclusión política de la izquierda política en general y de los comunistas en particular. En 1961 el régimen introdujo la Ley Anti-Comunismo, que afectaba a movimientos y personas vinculadas directa o indirectamente con organizaciones comunistas. Conviene poner esto en contexto: el marco internacional de la Guerra Fría, la superioridad económica y militar que por aquel entonces ostentaba el norte y la histórica inserción que había venido teniendo el marxismo en el seno de los movimientos de trabajadores en la Península; todos ellos factores que no hacían sino asustar a las grandes familias del país.

Tal herencia nos lleva hasta nuestros días, en los que el anticomunismo se vincula más que nunca con las posturas anti norte, definiendo resultados electorales y obstaculizando la resolución pacífica del conflicto peninsular. En lo que a los chaebol respecta, el marco político establecido por la Ley de Seguridad Nacional y por el desarrollo histórico del país les ofrece la seguridad de un continuismo en las políticas de defensa de sus intereses. Con la izquierda política minorizada con el paso de las décadas a través de la violencia, la invisibilización, la resignación y la exclusión, el régimen de los chaebol en Corea del Sur parece lejos de estar amenazado. Por ahora, pues, en el país parece que seguirá siendo más probable imaginar distopías que dibujar horizontes de transformación.

Tomado de: El Salto

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Alfonsina Storni

Alfonsina Storni, escritora argentina (1892-1938)

Por Felipe Pigna

Cuando Alfonsina Storni dio a conocer el poema “La loba”, incluido en su primer libro, “La Inquietud del rosal” publicado en 1916, no tuvo gran repercusión inicial en el mundillo literario, pero sí en su actividad cotidiana: debió renunciar a su trabajo de oficina. Para sus patrones, que fuese madre soltera podía pasar, pero que lo proclamara desafiante en versos “escandalosos” era demasiado. Con el tiempo, la propia Alfonsina dirá “¡Dios te libre, amigo, de La inquietud del rosal! Pero lo escribí para no morir” en el encierro oficinesco, donde “el sol pasa por el techo pero no puedo verlo”.1 No obstante, en esa Argentina en proceso de cambio, mujeres  que  como Alfonsina rompían el molde tradicional, por momentos se sentían  como “lobas” frente al “rebaño de ovejas” que, al mismo tiempo, se burlaba de ellas y les temía.

Luego de perder su trabajo como oficinista, comenzó a ganarse la vida con sus colaboraciones en El Hogar, Mundo Argentino y La Nota y su columna “Bocetos Femeninos”, firmada como Tao Lao para La Nación.

Alfonsina había nacido en 1892, en el cantón suizo del Ticino, en una temporada en que sus padres (ítalo-suizos pero ya inmigrados a la Argentina) pasaron en su país de origen. Cuando tenía 4 años, la familia volvió a San Juan, donde comenzó la escuela primaria. Los negocios de su padre no iban bien y en 1901 se instalaron en Rosario. A los 13 años, como las “chicas del atado” de las que hablaba Roberto Arlt, tuvo que empezar a ayudar a su madre como “costurera para afuera”, para parar la olla. Al poco tiempo, al morir su padre, entró a trabajar en un taller que producía gorras, donde se vinculó al anarquismo. En 1907 probó suerte en el teatro; en la compañía de José Tallaví recorrió de gira buena parte del país, pero dos años después ingresó en la Escuela Normal Mixta de maestros rurales en Coronda y, para mantenerse, trabajó como celadora.

En 1911, ya recibida, mientras daba clases en Rosario comenzó a colaborar con revistas y se sumó al Comité Feminista santafesino, del que fue vicepresidenta. Pero ese mismo año dio “el mal paso”, quedó embarazada y decidió migrar a Buenos Aires, donde en abril de 1912, el año de la Ley Sáenz Peña, tuvo a su hijo, Alejandro. Nunca reveló quién fue el padre, pero la tradición oral (o la fábula) menciona a un político santafesino, diputado provincial, mayor que ella y, claro está, casado.

En Buenos Aires, Alfonsina, madre “natural” como dirían las leyes, se ganó la vida con los más diversos empleos: cajera de una farmacia, vendedora de la tienda Ciudad de México, empleada de una importadora de aceites, de la que tuvo que irse luego de publicar La inquietud del rosal.

Mientras por un tiempo fue celadora en una escuela en Parque Chacabuco, comenzó a desarrollar su carrera como periodista y escritora en El Hogar, Mundo Argentino, Atlántida, Nosotros, La Nota, hasta que en 1920 empezaron a aparecer sus columnas, firmadas Tao Lao, en La Nación. También dio clases en el Teatro Infantil Labardén y en el Conservatorio Nacional de Música y Declamación. Al mismo tiempo, mostraba una producción literaria que no muchos de sus colegas (masculinos o femeninos) podían igualar: El dulce daño (1918), Irremediablemente (1919), Languidez (1920), Ocre (1925).

Según Roberto Giusti, militante socialista y director de Nosotros, Alfonsina fue la primera mujer que se integró al mundillo literario porteño, participando de los banquetes de escritores, entonces habituales. Eso, en un ambiente dominado por varones, posiblemente la hiciese parecer la “loba” fuera del “rebaño”, y también marcaba el tono de muchos de sus escritos, en los que tomaba en cuenta a un lector masculino. Sin embargo, su actitud estaba bastante lejos de querer apartarse de sus congéneres. Para fines de los años veinte, junto con la chilena Gabriela Mistral y la uruguaya Juana de Ibarbourou, Alfonsina integraba el trío de escritoras sudamericanas más reconocido. Era, además, ya un “personaje” de la vida literaria porteña, atacada desde los más diversos ángulos, el de los “patriarcas” literarios, como Leopoldo Lugones, y el de los “muchachos” de la vanguardia de entonces que se nucleaban en la revista Proa y luego en Martín Fierro. Así, Borges hablaba de “la chillonería de comadrita que suele inferirnos la Storni”. 2 No opinaban lo mismo, claro, sus amigos Roberto Giusti, Fermín Estrella Gutiérrez, Baldomero Fernández Moreno y Horacio Quiroga, ni algunos hombres “consagrados” como José Ingenieros o el ministro de Educación de Alvear, Antonio Sagarna, quien se encargó de que la nombraran profesora en la Escuela Normal de Lenguas Vivas.

Para entonces, su participación en las tertulias literarias, como la famosa “Peña” del Café Tortoni, sus artículos y libros habían comenzado a ganar nuevos públicos para las autoras y nuevos espacios para la presencia femenina. Incluso mujeres de su misma generación, como Victoria Ocampo (dos años mayor que Alfonsina), que cobrarán notoriedad en los años treinta, le deberán esa tarea de precursora.

El resto es historia conocida, el cáncer, los desengaños, el dolor inconmensurable y el suicidio en Mar del Plata. Es de lamentar que a Alfonsina muchos argentinos la conozcan más por su muerte que por su vida y su maravillosa obra, su exquisita poesía y su compromiso con su tiempo. Fue otra víctima de esos seres, con representantes en todas las épocas, que pusieron mucho más empeño en juzgarla que en comprenderla, valorarla y contenerla. No entendieron nada, ni su vida ni su muerte.

Referencias:

1 Citado en Félix Luna (dir.), Alfonsina Storni, Colección Grandes Protagonistas de la Historia Argentina, Planeta, Buenos Aires, 1999, pág. 30.

2 Revista Proa (segunda época), Año 2, Nº 14, diciembre de 1925.

Tomado de: El historiador

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La teoría de la dependencia desde el mirador de Galeano

Eduardo Galeano, escritor uruguayo (1940-2015)

Por Claudio Katz

Las Venas Abiertas de América Latina comienza con una frase que resume la esencia de la Teoría de la Dependencia. “La división internacional del trabajo consiste en que unos países se especializan en ganar y otros en perder. Nuestra comarca del mundo, que hoy llamamos América Latina, fue precoz: se especializó en perder desde los remotos tiempos”1. Esta breve oración ofrece una imagen concentrada y altamente ilustrativa de la dinámica de la dependencia. Por esa razón ha sido citada en infinidad de oportunidades para retratar el status histórico de nuestra región.

El libro de Galeano es un texto clave del pensamiento social latinoamericano, que confluyó con la gestación de la Teoría de la Dependencia y contribuyó a popularizar esa concepción. La primera edición de ese trabajo coincidió con el auge general del enfoque dependentista. Pero en todas sus páginas exhibió una especial afinidad con la vertiente marxista de esa teoría, que desenvolvieron Ruy Mauro Marini, Theotonio Dos Santos y Vania Bambirra. Esa mirada postuló que el subdesarrollo latinoamericano obedece a la pérdida de recursos que genera la inserción internacional subordinada de la región.

Galeano difundió precozmente ese enfoque en Uruguay y su libro repasa la historia latinoamericana en clave dependentista. Ilustra en forma muy acabada cómo el “modo de producción y la estructura de clases han sido sucesivamente determinados desde fuera, mediante una infinita cadena de dependencias sucesivas…que nos llevaron a perder incluso el derecho de llamarnos americanos”. Recuerda que “como parte del vasto universo del capitalismo periférico”, la región “quedó sometida al saqueo y a los mecanismos del despojo”2.

Esa caracterización del desenvolvimiento frustrado de América Latina empalmaba en los años 70 con una amplia producción historiográfica de mismo signo. Esos estudios detallaban los impedimentos que impuso la dependencia a la repetición de la expansión lograda por la economía estadounidense. Galeano retomó una óptica muy semejante a la expuesta por las investigaciones de Agustín Cueva y Luis Vitale3.

El pensador uruguayo desarrolló una sintética historia de la región focalizada en los cuatro componentes del marxismo latinoamericano de la época. Denunció el despojo de los recursos naturales, criticó la explotación de la fuerza de trabajo, remarcó la resistencia de los pueblos y adscribió a un proyecto socialista de emancipación.

Galeano desenvolvió su texto combinando varias disciplinas y alumbró un relato que impacta por su belleza literaria. Su calidez conmociona al lector y genera un efecto explícitamente buscado por el libro.

El escritor oriental decidió difundir un “manual de divulgación que hable de economía política con el estilo de una novela de amor”. Y logró un éxito arrollador para esa sorprendente empresa. Galeano comentó que siguió el camino de “un autor no especializado”, que se ha embarcado en la aventura de desentrañar los “hechos que la historia oficial esconde”4. Abordó ese objetivo con un lenguaje alejado de las “frases hechas” y distanciado de “las fórmulas declamatorias”. Consiguió consumar en un impactante ejemplar ese ambicioso propósito.

Galeano dejó atrás el acartonamiento, el academicismo y el discurso frío. Utilizó un lenguaje que sacudió a millones de lectores e inauguró un nuevo código para visibilizar la dramática realidad latinoamericana. La Venas Abiertas inspiró a una legión de escritores que adoptaron, desarrollaron y enriquecieron esa forma de retratar el despojo y la opresión que sufre nuestra región.

Afinidades conceptuales y teóricas

Galeano se alineó con la corriente radical de la dependencia liderada por Marini y Dos Santos, en franca contraposición con la vertiente ecléctica y descriptiva que encabezó Fernando Henrique Cardoso. La afinidad de las Venas Abiertas con la primera concepción se verifica en todos los enunciados del libro.

En ese trabajo no se limitó a describir retrasos económicos resultantes de modelos políticos desacertados, ni observó a la dependencia como un rasgo ocasional o meramente negativo. Tampoco auspició las asociaciones con el capital extranjero que Cardoso promovía como solución al atraso de la región. Cuando ese intelectual asumió la presidencia de Brasil se desdijo de sus viejos textos, repudió su pasado y objetó sus propios escritos. Pero la semilla de su involución neoliberal estaba presente en el abordaje de la dependencia que postuló polemizando con Marini y Dos Santos.

La visión de Galeano fue también distante de la CEPAL. En ninguna parte del libro se esbozan ilusiones heterodoxas en la superación del subdesarrollo regional, mediante una industrialización capitalista comandada por la burguesía nacional. El proteccionismo y la regulación estatal no son ponderados como los caminos a transitar, para erradicar los padecimientos económicos de América Latina.

La oposición a ese curso se verifica también en las incontables críticas a la impotencia de las clases dominantes locales, para encarrillar alguna modalidad efectiva de desenvolvimiento regional. Se resalta esa incapacidad para comandar un crecimiento industrial semejante al conseguido por las poderosas economías centrales.

Ese cuestionamiento era el eje del programa político inaugurado por la revolución cubana, y conceptualizado por la teoría marxista de la dependencia. Este enfoque propiciaba un tránsito directo y sin interrupciones hacia el socialismo, soslayando cualquier etapa intermedia de capitalismo nacional.

Las Venas Abiertas se inscribe en esa corriente de pensamiento y comparte el entusiasmo generado por el éxito inicial de la revolución cubana. En numerosos párrafos irrumpe el espíritu del Che, la tónica romántica y la esperanza en el triunfo de los proyectos radicalizados. También enfatiza las raíces históricas de las luchas populares en toda la región.

Galeano no olvida en ningún momento el cimiento económico estructural de la dependencia que remarcaban los estudios Gunder Frank. Pero a diferencia de esos trabajos subraya la gravitación de las resistencias populares. No habla sólo de estaño, minería, latifundio y plantaciones. Remarca la gesta de Louverture en Haití, la rebelión de Tupac Amaru en Perú y la acción de Hidalgo en México.

El libro rescata esas tradiciones de lucha popular destacando cómo la historia oficial diluye la visibilidad de esas resistencias. Recuerda que ese operativo de ocultamiento, frecuentemente empuja al propio oprimido a asumir como suya “una memoria fabricada por el opresor”.

Galeano no sólo detalla de qué forma América Latina se estructuró durante siglos a partir de la explotación de los indios y la esclavitud de los negros. También resalta que los sujetos afectados por esa expoliación reaccionaron con revoluciones y levantamientos. Esas sublevaciones abrieron un horizonte alternativo de liberación.

Las Venas Abiertas recuerda, además, el nexo de esas rebeliones con la asignatura pendiente de la integración regional, que legó el proyecto inconcluso de Bolívar. Ese énfasis en el papel insurgente de los pueblos ilustra la afinidad de Galeano con el proyecto político revolucionario de la Teoría de la Dependencia.

Primarización y extractivismo

La sintonía de un libro escrito hace cincuenta años, con una concepción marxista en boga en esa época no constituye ninguna sorpresa. Pero resulta más problemático desentrañar la actualidad de ambas miradas. ¿En qué terrenos se verifica la vigencia de las Venas Abiertas y del dependentismo?

Hay muchos fragmentos de un libro escrito en 1971 que parecen aludir a situaciones del 2021. Esos aspectos perdurables del texto (y de la teoría que lo inspiró) obedecen a la condición dependiente de América Latina y se corroboran ante todo en el extractivismo.

La especialización exportadora de la región en productos básicos -que bloqueó su desenvolvimiento en el pasado- continúa obstruyendo el despegue de la zona. Ese impedimento confluye, además, con un inédito agravamiento del deterioro del medio ambiente. La minería a cielo abierto concentra gran parte de esas calamidades y se ha convertido en el epicentro de numerosos conflictos en todos los países.

Primarización y extractivismo son los dos términos actualmente utilizados, para denunciar la obstrucción al crecimiento productivo e inclusivo, que Galeano destacaba hace cinco décadas. En las Venas Abiertas se describe cómo la sumisión de la región al mandato externo de los precios de las commodities genera ese ahogo.

Pero esa vulnerabilidad ya no es vista en la actualidad como un simple efecto de inexorables procesos de desvalorización de las exportaciones básicas. Muchos economistas han desentrañado la dinámica cíclica de esos precios en el mercado mundial y han estudiado el complejo proceso de sucesivos encarecimientos y abaratamientos de las materias primas. El gran problema radica en que esas fluctuaciones siempre obstruyen el desenvolvimiento por la condición dependiente de toda la región.

América Latina nunca aprovecha los momentos de valorización de las exportaciones e invariablemente padece los períodos opuestos de depreciación. En la coyuntura actual de altos precios, esas adversidades se verifican por ejemplo en el encarecimiento de los alimentos. La exportación de trigo y carne se ha tornado una desgracia para adquisición cotidiana de pan y el consumo de proteínas.

Galeano describió una desventura económica resultante del adverso manejo de la renta agraria, minera y energética en toda la región. La gravitación de esa remuneración a la propiedad de los recursos naturales se acentuó en las últimas décadas. Las grandes potencias disputan -con la misma intensidad que en el pasado- el apreciado botín de las riquezas latinoamericanas. La región continúa sufriendo la confiscación sistemática de ese excedente, en una dinámica que combina la erosión de la renta con su expropiación.

Actualmente Estados Unidos disputa con China (y en menor medida con Europa) la apropiación de los recursos naturales de la región. Los colosos mundiales ya no acaparan sólo excedentes de granos o carne. También capturan minerales estratégicos como el litio y depredan sin ninguna freno la fauna marina.

A diferencia de otras economías no metropolitanas (como Australia o Noruega) que aprovechan la renta para su desenvolvimiento, América Latina sufre el drenaje de ese excedente. No logra transformarlo en inversión productiva por el lugar subordinado que ocupa en la división global del trabajo. Ese sometimiento explica también el comercio desfavorable con los grandes adquirientes de las exportaciones de la zona.

América Latina no negocia en bloque sus intercambios con China y los resultados de las tratativas país por país son invariablemente adversos. Las desventuras que retrató Galeano hace cincuenta años vuelven a reciclarse en la actualidad.

Repliegues de la industria

En las Venas Abiertas se describe cómo los procesos históricos de industrialización quedaron obstruidos en América Latina por las políticas librecambistas. Ese “industricidio” aniquiló las manufacturas del interior en Argentina y destruyó el incipiente desenvolvimiento de Paraguay, que buscaba introducir los cimientos de una estructura fabril independiente. Posteriormente las redes ferroviarias gestadas en torno a los embudos portuarios afianzaron el ahogo industrial. La mano visible del estado no intervino -como en Estados Unidos- para asegurar el despunte de un poderoso tejido fabril.

Ese ahogo industrial fue parcialmente modificado en la segunda mitad del siglo XX por los procesos de sustitución de importaciones. Ese modelo alumbró el surgimiento de estructuras industriales frágiles, pero ilustrativas de la potencial expansión manufacturera. Galeano escribió su libro en el ocaso de ese esquema y al cabo de cincuenta años, el panorama industrial es nuevamente desolador en el grueso de América Latina.

La actividad fabril se ha replegado en Sudamérica y tiende a especializarse en Centroamérica en los eslabones básicos de la cadena global de valor. Este adverso escenario es frecuentemente descripto con retratos de una “desindustrialización precoz” de la región, que difiere por su mayor nocividad de las deslocalizaciones prevalecientes en las economías avanzadas. En todos los rincones de América Latina se ha profundizado el distanciamiento con la industria asiática y muchos emprendimientos fabriles desaparecen antes de alcanzar su madurez.

En los países medianos ese deterioro afecta al modelo forjado para abastecer el mercado local. En Brasil el aparato industrial perdió la dimensión de los años 80, la productividad se ha estancado, el déficit externo se expande y los costos aumentan al compás de una creciente obsolescencia de la infraestructura. En Argentina el declive es mucho mayor.

También el modelo de las maquilas mexicanas afronta graves problemas. Continúa ensamblando partes de las grandes fábricas estadounidenses, pero ha perdido gravitación frente a los competidores asiáticos. La renegociación del tratado de libre comercio con Estados Unidos dio simplemente lugar a otro convenio (T-MEC), que renueva la adaptación de las fábricas fronterizas a las necesidades de las compañías del Norte.

El grueso de los países de la región continúa negociando (y aprobando) convenios de libre comercio que erosionan el tejido económico local. En todos los casos se afianza la desprotección interna frente a la incontrolable invasión de importaciones. Esa adversidad no ha frenado las tratativas del MERCOSUR para suscribir un convenio de libre-comercio con la Unión Europea, ni tampoco las negociaciones de acuerdos unilaterales con China.

La regresión industrial que afecta a la región actualiza todos los desequilibrios del ciclo dependiente que estudiaron los teóricos de la dependencia. En los años 70 resaltaban el sistemático drenaje de recursos que afectaba al sector manufacturero, a través del giro de utilidades. El mayor predominio de los capitales foráneos acentuó en las últimas décadas esa obstrucción al proceso local de acumulación.

Pero a diferencia de los años 70 el retroceso actual de la industria latinoamericana coexiste con el gran despunte de sus equivalentes asiáticos. Basta observar el ensanchamiento de la brecha que separa a Corea del Sur con Brasil o Argentina para notar la magnitud de ese cambio. Mientras que América Latina era funcional al viejo modelo de mercados internos del capitalismo de posguerra, el Sudeste Asiático tiende a optimizar el salto registrado en la internacionalización de la producción.

Muchos autores heterodoxos suponen que la divergencia entre ambas zonas sólo obedece a la implementación de políticas económicas contrapuestas. Estiman que los asiáticos optaron por el camino acertado que desecharon por sus pares de América Latina. Pero esa mirada olvida todos los condicionamientos estructurales que impone la maximización de la ganancia en la división mundial del trabajo.

Las tesis dependentistas resaltan ese condicionamiento que el libro de Galeano también detalla. Allí se explican las adversidades históricas estructurales que afronta la región.

Desposesión y explotación

Las Venas Abiertas denuncia los sufrimientos de la población explotada en todos los rincones de América Latina. No habla sólo de la esclavitud y el servilismo del pasado. Describe las condiciones inhumanas de trabajo que imperaban hace cinco décadas. La actualidad de esas observaciones es particularmente impactante en el dramático contexto actual de deterioro social.

El neoliberalismo no sólo agravó el desempleo y la informalidad laboral. Afianzó además un terrible ensanchamiento de las brechas de ingresos, en la región más desigual del planeta. Esa polarización explica la aterradora escala de la violencia que impera en las grandes ciudades. De las 50 urbes más peligrosas del planeta 43 se localizan en América Latina.

La degradación social que afecta a la región, en gran medida obedece a la renovada expulsión de campesinos que impuso la transformación capitalista del agro. Esa mutación potenció la descontrolada expansión de una masa de excluidos que arriba a las ciudades para ensanchar el ejército de los desocupados. La carencia de trabajo en las grandes urbes y la bajísima remuneración de los empleos existentes explican el enorme acrecentamiento de la informalidad. En este marco se ha masificado la narco-economía como refugio de supervivencia.

La especialización latinoamericana en exportaciones básicas es complementada en algunas economías de Centroamérica por el desarticulado crecimiento del turismo. Es la única actividad creadora de empleos en muchas localidades de esa región. En todos los casos, la ausencia de puestos de trabajo multiplica la emigración y la consiguiente dependencia familiar de las remesas. Enormes contingentes de jóvenes desempleados tienen simultáneamente vedado el arraigo y la emigración. No encuentran ocupación en sus localidades de origen y son perseguidos al ingresar en Estados Unidos

Los promedios regionales de pobreza continúan desbordando en América Latina al segmento precarizado y afectan a una enorme porción de los trabajadores estables. Esos datos no han cambiado desde la aparición del libro de Galeano.

También persiste la fragilidad de la clase media, en una región con reducida presencia de ese estrato. En comparación a los países avanzados, los sectores intermedios aportan un colchón muy exiguo, al abismo que separa a los acaudalados de los empobrecidos. Ese segmento está mayoritariamente integrado por pequeños comerciantes (o cuentapropistas) y no por profesionales o técnicos calificados.

Este adverso escenario se agravó en forma dramática durante la pandemia del último bienio. En términos porcentuales, América Latina fue la región con más contagios y fallecidos del planeta y sufrió también el mayor impacto económico-social de la infección.

La caída del PBI duplicó en la zona los promedios internacionales y ese deterioro profundizó la desigualdad. El 50% de la masa laboral (que sobrevive en la informalidad) fue severamente afectado por la retracción económica que impuso el coronavirus. Esos sectores debieron acrecentar sus deudas familiares para contrarrestar la brutal caída de ingresos.

También la brecha digital se acentuó en toda la región e impactó con gran dureza a los niños empobrecidos que perdieron un año de escolaridad. Ese deterioro de la educación genera efectos explosivos por su entrelazamiento con la creciente precarización laboral. Las grandes empresas aprovechan el nuevo escenario para reducir costos laborales, con nuevas formas de teletrabajo que multiplican la explotación de los asalariados.

En las últimas cinco décadas los capitalistas recurrieron a numerosos mecanismos, para compensar su debilidad internacional con mayor explotación de la fuerza de trabajo. Por esa razón la brecha de salarios que separa a la región con las economías centrales se expandió en forma muy significativa. La tendencia mundial a la segmentación laboral -entre un sector formal-estable y otro informal-precarizado- presenta en América Latina una escala pavorosa.

Esa disparidad corrobora la vigencia del diagnóstico dependentista y confirma la continuidad de los mismos problemas que Galeano observó en el mundo trabajo. Cincuenta años después todas sus observaciones se corroboran a otra escala.

La vieja pesadilla del endeudamiento

En las Venas Abiertas se denunciaba la triplicación de la deuda externa entre 1969 y 1975 y el consiguiente afianzamiento de un círculo vicioso que ahoga a la economía de la región. Ese encadenamiento obliga a Latinoamérica a seguir un libreto de aumento de las exportaciones, extranjerización industrial y auditoría de los banqueros que impone el FMI. Galeano señalaba que esas exigencias consolidan a su vez la acción de los capitalistas estadounidenses, que controlan gran parte de la región mediante el manejo de las finanzas.

En los últimos cincuenta años esa pesadilla se mantuvo sin cambios estructurales y acentuó los desequilibrios fiscales y los déficits externos, que engrosan los pasivos y precipitan nuevas crisis.

Durante la era neoliberal se registraron períodos de distinta gravedad de ese vasallaje financiero. En la década pasada la apreciación de las materias primas y el ingreso de dólares permitieron cierto alivio, pero cuando el respiro comercial desapareció el endeudamiento resurgió con gran intensidad. En la actualidad el FMI (y los fondos de inversión) intervienen nuevamente en forma protagónica, en la administración de una deuda inmanejable.

En los momentos más dramáticos de la pandemia el FMI emitió hipócritas mensajes de colaboración. Pero en los hechos se limitó a convalidar un irrisorio alivio del pasivo entre un grupo minúsculo naciones ultra-empobrecidas. Repitió la actitud asumida frente a la crisis del 2008-2009, cuando combinó convocatorias formales a la regulación internacional de las finanzas con mayores exigencias de ajuste para todos los deudores.

La tradición dependentista ha evitado el análisis del endeudamiento en simple clave de especulación financiera. Destaca que el creciente peso de los pasivos expresa la fragilidad productiva y comercial del capitalismo dependiente. La vulnerabilidad financiera de América Latina sólo complementa esas inconsistencias.

Hay agobio con el pago de intereses, con refinanciaciones compulsivas y con cesaciones de pagos por el perfil subdesarrollado de economías primarizadas, signadas por la flaqueza de la industria y la elevada especialización en servicios básicos. El endeudamiento no se dispara sólo por el “saqueo de los financistas”. Refleja la creciente debilidad estructural de los procesos de acumulación.

La región no está exenta del proceso de financiarización que caracteriza a todas las clases dominantes del planeta. Pero la mutación central que se ha verificado en América Latina ha sido la transformación de las viejas burguesías nacionales en nuevas burguesías locales.

El texto de Galeano estaba aún inscripto en el primer período. Desde ese momento han perdido gravitación los grupos capitalistas que privilegian la expansión de la demanda con producciones orientadas al mercado interno. Ganaron peso los sectores que priorizan la exportación y prefieren la reducción de costos a la ampliación del consumo.

Ese giro confirmó también todos los diagnósticos dependentistas sobre el entrelazamiento del gran capital latinoamericano con sus pares del exterior. La localización de grandes fortunas locales en los paraísos fiscales y la estrecha asociación gestada por las principales compañías de la región con empresas transnacionales, ilustran esa simbiosis. El endeudamiento que denunciaba Galeano apuntaló esa mutación de las clases dominantes.

Crisis tormentosas

El libro del escritor uruguayo conmueve por el desgarrador retrato que presenta de la realidad cotidiana de América Latina. Ese escenario está condicionado por la sistemática irrupción de las agobiantes crisis que impone el capitalismo dependiente. Estas convulsiones derivan, a su vez, del estrangulamiento externo y del periódico recorte interno del poder adquisitivo.

La era neoliberal que sucedió a la aparición de las Venas Abiertas estuvo signada por crisis económicas más frecuentes e intensas, que precipitaron mayores recesiones e indujeron gigantescos socorros de los bancos. Esas turbulencias fueron invariablemente desencadenadas por los estrangulamientos del sector externo, que generan los desequilibrios comerciales y la pérdida de recursos financieros.

Como las economías latinoamericanas dependen del vaivén de precios de las materias primas, en los períodos de valorización exportadora afluyen las divisas, se aprecian las monedas y se expanden los gastos. En las fases opuestas los capitales emigran, decrece el consumo y se deterioran las cuentas fiscales. En el pico de esa adversidad irrumpen las crisis.

Esas fluctuaciones magnifican a su vez el endeudamiento. En los momentos de valorización financiera los capitales ingresan para lucrar con operaciones de alto rendimiento y en los períodos inversos se generaliza la emigración de los capitales. Estas operaciones se consuman engrosando los pasivos del sector público y privado.

Otro determinante de las crisis regionales son los periódicos recortes del poder adquisitivo. Esas amputaciones agravan la ausencia estructural de una norma de consumo masivo. La debilidad del mercado interno y el bajo nivel de ingreso de la población explican esa carencia. La expansión de la informalidad laboral, los bajos salarios y la estrechez de la clase media acentúan la fragilidad del poder de compra.

Las dos modalidades de la crisis -por desequilibrio externo y por retracción del consumo- se han verificado en todos los modelos de las últimas décadas. Irrumpieron en forma inicial durante la sustitución de importaciones (1935-1970) y reaparecieron con mayor virulencia en la “década perdida” de estancamiento e inflación (años 80). Alcanzaron una mayor intensidad en el posterior debut del neoliberalismo, como consecuencia de la desregulación financiera, la apertura comercial y la flexibilidad laboral.

La teoría de la dependencia siempre estudió esas tensiones con criterios multicausales y subrayó la ausencia de un sólo determinante de la crisis. Las convulsiones que padece la región son desencadenadas por fuerzas diversas, que combinan los desequilibrios externos con las restricciones del poder de compra.

Esa combinación de determinantes externos e internos tuvo un impacto demoledor en los últimos dos años de pandemia. América Latina padeció la mayor contracción planetaria de horas de trabajo, en consonancia con retrocesos del mismo porte de los ingresos populares. Al cabo de un quinquenio de estancamiento, el Covid acentuó un descomunal deterioro de la estructura productiva. Para colmo de males los indicios de recuperación son tenues y los pronósticos de crecimiento son inferiores al promedio mundial. Otro capítulo de las Venas Abiertas ha padecido la región en el “Gran Confinamiento” del último bienio.

El escenario político

La afinidad de las Venas Abiertas con la Teoría de la Dependencia no se limita al estrecho ámbito de la economía. En la tradición expositiva de esta última concepción, el libro evita abrumar al lector con meras cifras e intrincadas estadísticas. Subraya con ejemplos la incidencia de la dominación imperialista sobre el subdesarrollo regional. Denuncia especialmente los golpes de estado, que siempre han manejado las embajadas estadounidenses para instalar gobiernos favorables a las grandes empresas del Norte.

Al cabo de 50 años esa intromisión de Washington persiste con más disfraces, pero con el mismo descaro del pasado. Estados Unidos intenta actualmente recuperar su deteriorada hegemonía mundial reforzando su control de América Latina, a fin de contener la creciente gravitación de China. La primera potencia está embarcada en utilizar su enorme poder geopolítico-militar para recuperar las posiciones económicas perdidas. Por esa razón la región es nuevamente tratada como un “patio trasero”, sujeto a las normas de sometimiento que estableció la doctrina Monroe.

Estados Unidos busca reducir el margen de autonomía de los tres países medianos de la región. Exige que Brasil entregue la supervisión del Amazonas, que México refuerce la penetración de la DEA y que Argentina acepte los mandatos del FMI. Como las invasiones directas (tipo Granada o Panamá) ya no son factibles, el Pentágono refuerza sus bases en Colombia y auspicia incontables conspiraciones contra Venezuela.

Trump implementó ese libreto con brutalidad y Biden se apresta a continuarlo con buenos modales. Necesita recomponer la deteriorada dominación de Norte y reduce los excesos verbales de su antecesor para rearmar alianzas con el establishment latinoamericano. Pero al igual que Trump prioriza la disminución de la presencia de China en la región. Todas las iniciativas de la Casa Blanca desmienten la ingenua percepción “que a Estados Unidos ya no le interesa América Latina”. Recuperar la dominación plena del hemisferio es la gran prioridad de Washington.

Por esa razón sostiene a los gobiernos derechistas que actúan como herederos de las dictaduras que denunciaba Galeano. Al igual que los teóricos dependentistas, el pensador oriental indagaba en los años 70 el pilar coercitivo de todos los sistemas políticos latinoamericanos. Retrataba cómo las tiranías implementaban distintos modelos de totalitarismo y remarcaba la primacía ejercida por las burocracias militares en la gestión del estado.

En el período pos-dictatorial de las décadas siguientes ese esquema fue sustituido por diversas modalidades de constitucionalismo, que combinaron políticas económicas neoliberales con la forzada aceptación de las conquistas democráticas.

Pero al cabo de varias décadas, los regímenes derechistas intentan recuperar nuevamente predominio al compás de una restauración conservadora. Actúan a través de gobiernos reaccionarios continuados, novedosas capturas electorales y reiterados golpes institucionales. En el último bienio de pandemia militarizaron sus gestiones e instauraron estados de excepción con creciente protagonismo de las fuerzas armadas.

La derecha regional opera actualmente en forma coordinada para establecer regímenes autoritarios. No promueve las tiranías militares explícitas de los años 70, sino formas disfrazadas de dictadura civil. Entre sus exponentes persiste una visible división entre personajes extremistas y moderados, pero todos unifican fuerzas en los momentos decisivos.

Los derechistas implementan una estrategia común de proscripción de los principales dirigentes del progresismo. Recurren a imaginativos mecanismos para inhabilitar opositores e instrumentan golpes parlamentarios, judiciales y mediáticos. Aspiran a lograr el brutal control de los gobiernos que retrataba el texto de Galeano. Han recreado, además, los discursos primitivos de la guerra fría y las campañas delirantes contra el comunismo que propagaban cuando se publicó la primera edición de las Venas Abiertas.

Pero todas las figuras de la derecha regional afrontan una gran erosión política por su responsabilidad en las desastrosas gestiones del estado. Deben lidiar además con el gran resurgimiento de la movilización popular.

En tres bastiones del neoliberalismo (Colombia, Perú y Chile) se han verificado revueltas callejeras de enorme masividad y en otros casos, las protestas permitieron reinstalar el gobierno progresista desplazado por un golpe militar (Bolivia). En distintos rincones del hemisferio despunta una tendencia convergente al reinicio de las rebeliones, que convulsionaron a Latinoamérica a principio del milenio.

Un símbolo de nuestras luchas

En las Venas Abiertas hay una repetida convocatoria a construir una sociedad no capitalista de igualdad, justicia y democracia. Ese mensaje está presente en varios pasajes del texto. Galeano compartía con los teóricos de la dependencia el objetivo de apuntalar un proyecto socialista para la región.

En los años 60-70 se esperaba avanzar hacia meta al cabo de victoriosas revoluciones populares. Esa expectativa tuvo corroboración en las rebeliones anticoloniales, el protagonismo del Tercer Mundo y los triunfos de Vietnam y Cuba.

Posteriormente predominó una etapa inversa de expansión del neoliberalismo, desaparición del denominado “campo socialista” y reconfiguración de la dominación global. Pero en América Latina resurgieron las esperanzas con las rebeliones que singaron el inicio del nuevo siglo, facilitando el despunte del ciclo progresista y la aparición de varios gobiernos radicales. El contexto actual está signado por una disputa irresuelta y por la persistente confrontación entre desposeídos y privilegiados.

Ese choque incluye revueltas populares y reacciones de los opresores. En un polo aflora la esperanza colectiva y en el otro el conservadurismo de las elites. Las victorias significativas coexisten con preocupantes retrocesos, en un marco signado por la indefinición de los resultados. Está pendiente el resultado de la batalla que opone los anhelos de los pueblos con los privilegios de las minorías.

Las Venas Abiertas es texto representativo de esa lucha y por esa razón es periódicamente redescubierto por la juventud latinoamericana. Lo mismo ocurre con la Teoría Marxista de la Dependencia. Ese instrumento teórico recobra auditorio por la explicación que aporta para entender la dinámica contemporánea de la región. Suscita el interés de todos los interesados en cambiar la agobiante realidad de la región.

Chávez le regala a Obama un ejemplar de Las venas abiertas de América Latina

El libro de Galeano y el dependentismo comparten la misma recepción entre las nuevas generaciones que recuperan los ideales de la izquierda. Las Venas Abiertas es un verdadero emblema de los ideales transformadores. Por esa razón en abril del 2009 durante la Quinta Cumbre de las Américas, el presidente Chávez le regaló públicamente un ejemplar del libro a Barak Obama. Con ese gesto subrayó cuál es el texto que sintetiza los sufrimientos, los proyectos y las esperanzas de toda la región.

Galeano personificaba esos ideales y también generaba una inigualable fascinación entre el público. Transmitía calidez, sinceridad y convicción. Sus palabras convocaban a forjar un futuro de hermandad e igualdad y la renovación de ese compromiso es el mejor homenaje a su obra.

1 Galeano, Eduardo. Las venas abiertas de América Latina, Siglo XXI. 1971, México (pag 15)

2 Galeano Eduardo. Las venas abiertas de América Latina, Siglo XXI. 1971, México (pag 16-23)

3 En nuestro libro sobre el tema analizamos todos los autores y concepciones mencionados en este artículo. La teoría de la dependencia, 50 años después, Batalla de Ideas Ediciones, Buenos Aires, 2018.

4 Galeano, Eduardo. Las venas abiertas de América Latina, Siglo XXI. 1971, México (pag 339-363)

Tomado de: Alainet

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Retratos de Chinolope

Guillermo Fernando López Junqué «Chinolope» (1932- 2021)

Por Mario Luis Reyes

Chinolope es un gran fotógrafo y vive al final de un pasillo en Marianao. Chinolope tiene 84 años y, si lo miramos de cierto modo, ha sido olvidado. No le queda más esperanza que su esposa. Las condiciones de vida de Chinolope hoy en día son precarias.

Su casa se encuentra protegida por una reja metálica y una vieja puerta de madera. La cocina y la sala es lo primero que se distingue desde la entrada. Detrás de un refrigerador americano marca Hotpoint, desgastado por el tiempo como casi todo en la habitación, se adivina una puerta pequeña. El baño, supongo. Tres fotos de Víctor Manuel, una del Che y otra de Lezama Lima decoran la sala, junto a una mesa de madera, un librero y varias cajas sobre un estante.

Chinolope vive con Esperanza Rodríguez, su esposa. Esperanza es una mujer de gran cultura, adquirida en París, ciudad en la que vivió alrededor de diez años y de la cual trajo un título de Licenciatura de La Sorbona y una extraña forma de pronunciar la erre. Esperanza conoce la obra de Chino casi tanto como él.

*****

Isabel Junqué e Inochi Guendai fueron los padres de Fernando López Junque, Chinolope. Isabel fue una “mulata a peso completo”, muy bella, que se ganaba la vida cantando, me cuenta, aunque prefiere no hablar del tema, que le provoca tristeza. Inochi fue un japonés que llegó misteriosamente a Cuba en barco. Tras conocer a Isabel, se fueron a vivir juntos a Jesús María, barrio de la Habana Vieja, donde en una pequeña casa nació el Chino, en 1932, aunque apareció inscrito en 1937. Chino nació de pie y, dicen, estuvo aproximadamente dos horas muerto.

La estancia de Inochi en La Habana fue menos que breve.

–Mi padre logró abrir una bodega al lado de la casita donde vivíamos con dinero que había traído de Japón. Mi madre contaba que era un hombre bueno, tranquilo, aunque de carácter muy fuerte. Un día aparecieron dos japoneses, con sus moñitos amarrados y todo, agarraron a mi padre, quien no se pudo ni despedir de nosotros. Mi mamá me escondió, con miedo de que nos mataran. Cuando regresamos a la casa, mi padre no estaba, nunca lo volvimos a ver, yo prácticamente no lo conocí. A partir de este momento pasamos muchas dificultades, sobre todo económicas, nos mudamos tantas veces que creo que recorrimos toda La Habana.

Para combatir la miseria, y por su intranquilidad característica, desde los cinco años se dedicó a vender periódicos, y por ahí aprendió a escribir. En un inicio, al ser incapaz de leer los titulares, los demás muchachos se burlaban de él cambiándoselos por otros falsos, que inocentemente pregonaba. Nunca asistió a una escuela.

*****

La vida de Chinolope es digna de biografías, y quizá el momento que marca un punto de inflexión en esta ocurrió en Nueva York a fines de los cincuenta.

–Yo me fui a Estados Unidos en una avioneta –dice–. Salí desde la Casa del Helicóptero que estaba por la Habana Vieja, cerca del Sloppy Joe´s. Un amigo me ayudó. En esa época era muy sencillo, no hacía falta pasaporte ni visa ni nada. Te daban cualquier pasaporte (falso). Al principio pasé trabajo en Nueva York, deambulaba por las calles, hasta que conocí a Tatica, que era un músico descendiente de cubanos y puertorriqueños, con quien hice gran amistad. Cuando Tatica terminaba de tocar en los diferentes cabarets, bajaba al público y les hacía fotos a los allí presentes, para luego vendérselas. Un día me dijo: “Chino, hasta un niño tira una foto, lo único que tienes que tener es sensibilidad.”

El 25 de octubre de 1957, Chinolope sintió un tiroteo “de tres pares de cojones”. Acababan de asesinar en la barbería del Hotel Sheraton a Albert Anastasia, líder de la familia criminal Gambino, una de las cinco que controlaba la mafia neoyorquina.

–Empecé a apretar el obturador sin parar, no sé ni cuántas veces. En ese momento un tipo me agarró por el hombro, me montó en un carro y me llevó a un cuarto oscuro. Yo no sabía casi nada de fotografía y pensé que me había jodido. Pero el hombre me dijo: “mira, esta foto la hiciste tú. Tienes talento, cabrón. ¿Qué hacemos contigo?” Yo estaba en shock. Al hombre le parecía inaudito que yo hubiera hecho esa foto. Entonces sacó dos mil dólares del bolsillo y me los dio, eso en aquella época era una fortuna, de verdad.

Chinolope confiesa que le gustaría visitar el Sheraton en la actualidad, “para ver cómo está”. Es una de las pocas veces que lo veo entusiasmado.

–Me traumatizó aquel tiroteo. ¡Tú sabes lo que es ver a una persona baleada! –dice con las cejas arqueadas.

Pero el problema más grande fue cuando llegó a casa de Tatica, quien le dijo:

–Ahora sí tú no te puedes quedar más aquí, porque tú robaste, y eso sí nunca lo hemos hecho.

–Le decía que no, que no, que no había robado –dice Chinolope–, pero él seguía con la idea de que yo no podía haber ganado todo ese dinero, hasta que lo convencí de que encendiera la radio y escuchara la noticia.

Al otro día Life publicó la foto, lo que indirectamente le abrió una puerta a Chino en la famosa revista, donde seguirían apareciendo sus imágenes paulatinamente.

–Yo no viví en Nueva York a tiempo completo, nunca abandoné mi patria, en esa época iba y venía constantemente, era muy sencillo. Lo que marca mi regreso definitivo a La Habana es la muerte de Tatica. Yo creo que lo mató la droga.

Chinolope habla de forma electrizante, como si su generador parpadeara. Por momentos susurra, pero de repente puede despertar en un alarido que nos levante del susto.

*****

Por aquellos años, La Habana estaba llena de mafiosos. Chinolope –confiesa sentir tristeza al recordar esas cosas– le hizo una foto escondido a Santo Trafficante. La foto se publicó en Life a página completa, pero al régimen batistiano no le convenía que aparecieran esas imágenes, no querían documentos gráficos que los vincularan con el mundo del hampa.

–Yo estaba sentado en Sans Souci cuando me agarra Manaza Niño Valdés, que era el guardaespaldas de Ventura. En aquella época te mataban por cualquier cosa, casi te digo que te mataban por ser joven. Niño Valdés me dice: “al fin te encontré, tómate tu último whisky, que tú no regresas a este mundo,” y justo en ese momento aparece Santo y me saluda. Cuando se percata de la situación le chasquea los dedos a Manaza y le dice: “piérdete, piérdete”. Después me preguntó si con la camarita chiquitica que yo tenía le había hecho la famosa foto, le dije que sí, pero intentando convencerlo de que era para inmortalizarlo, y más o menos lo convencí. Trafficante me salvó la vida.

Esta última frase la repite varias veces.

*****

Chinolope, en La Habana de finales de los 50’, ya era un fotógrafo con cierto reconocimiento. Colaboraba asiduamente con Life, Times y Paris Match, revistas de primer nivel fotográficamente hablando. El destacado actor de Hollywood, Errol Flyn, quería subir a la Sierra Maestra acompañado por Chinolope como parte de un documental que estaba realizando, pero no lo lograron. Posteriormente, Andrew Saint George, importante fotógrafo norteamericano relacionado con la agencia Magnum, también empezó a trabajar con Chino.

Con Saint George sí subió finalmente a la Sierra. Ahí retrató a algunos de los barbudos, conoció a Fidel, Raúl, el Che. Todas las fotos fueron adjudicadas a Saint George, aunque Esperanza me cuenta que hace poco vio por casualidad algunas de ellas y fue capaz de reconocer cuáles eran de Chinolope. Además, estos dos fotógrafos estuvieron en la Batalla de Santa Clara, sobre el techo del hoy hotel Santa Clara Libre. Aleida March, en su libro de memorias Evocación, lo confirma. Fue otro momento en que Chinolope tuvo la muerte muy próxima.

Saint George lo alertó de francotiradores que podían hacer diana en el lugar que ellos se encontraban. Chino logró cubrirse, y escuchó muy cerca el impacto de los proyectiles. Saint George se convirtió en uno de sus mejores amigos por esos años. Tras subir a la Sierra, el norteamericano había descubierto cierta simpatía del Chino por Ernesto Guevara. Al triunfar la Revolución, Saint George le propuso a su compadre ir a trabajar juntos a New York, y al recibir la negativa le dijo: “te va a pesar irte con el argentino, vamos conmigo. Si te quedas, entierras tu ingreso a la Magnum”.

Después de la despedida, se perdió el contacto entre ambos.

*****

A la par de sus aventuras fotográficas, en 1961 Chino conoció quizá a la persona más influyente en su vida, José Lezama Lima. Chinolope ha sido calificado en ciertas ocasiones como “excelentísimo fotógrafo de escritores”, y aunque su obra es mucho más variada, le agradece a Lezama ser su puente más sólido al mundo de la literatura.

–¿Sabes cómo conocí a Lezama? –pregunta con picardía–: buscando libros en una librería de O’Reilly. En esos días estaba leyéndolo, y por su lenguaje tan cargado de símbolos se me hacía difícil entender; entonces aproveché para pedirle al librero que me explicara una de esas metáforas. Me dijo que Lezama Lima era una metáfora como persona, y señalando hacia la puerta añadió: “mira, ahí lo tienes, pregúntale a él.” Me acerqué con cierta timidez y le dije: “maestro, yo quiero que usted me explique esto”, a lo que me respondió: “eso no tiene explicación, solo el tiempo lo puede explicar.” Quedé estupefacto.

Lezama le tomó un cariño bárbaro. No lo agobió, al contrario, le regaló algunos libros y un diccionario.

–Me ponía párrafos completos para que yo memorizara, él consideraba la memoria como un elemento muy importante. Fue muy generoso conmigo, era un hombre de una profundidad y un humanismo enorme. Nunca más nos separamos, hasta su muerte. Yo lo visitaba siempre y él me preguntaba: “¿Chino, que tal de resonancia?”, para que yo lo pusiera al día de lo que estaba sucediendo en la calle. Me dijo algo que nunca olvidaré: “hay quien es culto y es analfabeto, hay quien es analfabeto y es culto, lo que determina es la sensibilidad”.

Chinolope junto a Cortázar y Lezama

Tras el triunfo de la Revolución, Chinolope colaboró con diversos medios de aquella, pero sus trabajos de más peso fueron los que realizó por encargo de Celia Sánchez para “plasmar la realidad y las figuras representativas de aquella época”, por lo que viajó por toda Cuba.

Estas fotos vienen a ser el principio de Estudios Revolución. Chinolope se molestó al tener que entregar siempre, además de las imágenes, los negativos de estas, lo que lo privaba de los derechos de las fotografías. Celia, en aquellos años en que el altruismo era más común de lo que hoy imaginamos, argumentaba que las fotos no le pertenecían a él, sino a la patria, explicación que el Chino nunca ha aceptado del todo. Como consecuencia, hoy gran parte de su obra no le pertenece, no recibe por ella remuneración alguna, y en muchas ocasiones, ni siquiera crédito.

Ante la negativa del fotógrafo a seguir trabajando en esas condiciones, tuvo que intervenir el Che, de quien el Chino presume haber sido amigo, aunque reconoce que tenía un carácter muy difícil, muy fuerte. A petición del Che, Chinolope hizo uno de sus trabajos más representativos. Guevara le solicitó ir a los ingenios azucareros, infiltrarse entre los trabajadores hasta convertirse en uno de ellos, buscando una empatía entre el fotógrafo y los obreros, alegando que esa era la única forma en que podría retratar con autenticidad la realidad de la industria.

De dicha experiencia, surgió el libro Temporada en el Ingenio, con prólogo de Lezama Lima. Según algunos críticos, es la obra que imbrica al Chino con la Revolución Cubana. A partir de Temporada… se empezó a evidenciar claramente una lucha que determinada burocracia ha sostenido en detrimento de la obra y la persona de Chinolope. El libro demoró 17 años en ser publicado, desde el año 70, cuando fue terminado, hasta 1987, fecha de la primera y única edición cubana que ha tenido, gracias a la persistencia de un amigo que lo buscó por cajones y gavetas de la editorial hasta encontrarlo y luego defender a capa y espada su publicación. Lezama, fallecido en 1976, no lo llegó a ver.

Esperanza Rodríguez, tras colocar el álbum sobre la mesa, me comenta:

–Siempre hemos tenido el nudo en la garganta de no tener un libro a la altura de las fotos y del hermoso texto que para él escribió Lezama. Los 17 años que estuvo engavetado no fueron la única afrenta realizada a esta obra, también lo es la inclusión de numerosos grabados para suavizar la presencia de las fotos de Chino. Hace unos años fue publicado en Argentina, pero en un pequeño formato que tampoco nos satisfizo del todo.

Chinolope ha sido un auténtico defensor de la cultura a lo largo de toda su vida, lo que le ha valido problemas en más de una ocasión con la burocracia cultural, muy fuerte en nuestro país y más en aquellos años 70. Todavía en el siglo XXI hay quien considera un acto de irreverencia el de exaltar su obra públicamente.

Al principio de la Revolución se emitieron criterios muy desacertados hacia el Ballet, del que se dijo que era para los burgueses y los homosexuales. Chinolope no estuvo de acuerdo con ello, por lo que le comentó a Lezama su descontento con esta situación y su intención de realizar una exposición fotográfica sobre la figura más deslumbrante del Ballet en aquellos años, Alicia Alonso. Con el apoyo de Haydee Santamaría –quien fuera su jefa gracias al vínculo de Chino con Casa de las Américas–, logró organizar una exposición en la Biblioteca Nacional llamada Espejo en la Plenitud. Figuras como José Antonio Portuondo, Alejo Carpentier, el Padre Ángel Gaztelu, Alicia Alonso y el propio Chino aparecen en la foto que cuelga de un discreto marco en la sala de su casa, tomada presumiblemente el día de la inauguración de la muestra. Esta exposición le valió nuevamente el recelo de algunos sectores.

La guerra de la burocracia contra el Chino fue fuerte. Esperanza cuenta que lo conoció pesando 80 libras, después de la muerte de Lezama, algo que también lo afectó sobremanera. Por ese entonces, trabajaba en Casa de las Américas, donde aún hay un archivo con algunas de sus fotografías.

–Haydee quiso y ayudó mucho al Chino –dice Esperanza–. Ella se preocupaba por su estado de salud, y más cuando él le dijo que comía cada 15 días como Gengis Kan.

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Los amigos son piedras angulares en su vida y su obra. Cortázar es uno de los que recuerda con más afecto. “Ese sí era un genio”, es lo primero que Chino dice al recordar su nombre.

El azar hizo coincidir a estos dos hombres horas antes de lo previsto. Ambos caminaban por El Vedado cuando se tropezaron. A Chino le llamó la atención la estatura del argentino.

–Julio anda buscando una dirección, que casualmente era la de María Rosa Almendros, quien trabajaba en Casa de Las Américas y yo la conocía, entonces lo acompañé hasta la puerta de la casa.

Lezama había citado a Chinolope a las seis de esa misma tarde en su casa de Trocadero 162 para darle una sorpresa. Al llegar Chino, Cortázar reaccionó: “pero si ya nos conocemos”. ¿Cómo puede ser?”, dijo Lezama. “Pues estamos en el terreno de lo fantástico”, contestó el argentino.

–Fue una gran amistad, aquí guardo las cartas que me enviaba, muchas veces también mandaba materiales para la fotografía porque sabía que podía ser difícil conseguirlos. Lezama y Cortázar fueron dos grandes amigos, y nuestra relación quedó inmortalizada en la foto que nos hicimos en el restaurante El Patio, de la Plaza de la Catedral. Ellos me dijeron: “ven, ponte con nosotros que si no después no te van a creer”.

Chinolope retrató varias veces a Cortázar, inclusive el libro dedicado al autor de Rayuela en los 100 años de su nacimiento lleva como portada la célebre imagen que Chino le hizo en el malecón habanero. Por su parte, se dice que el personaje del cuento Las babas del diablo está inspirado en el fotógrafo cubano. Cortázar fue un fiel defensor del Chino en los tiempos que la burocracia más se ensañó con este.

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Conversar con Chinolope sobre sus amigos lo angustia. Me llama la atención que no hay ni uno vivo entre los que mencionamos, y algunos, como Roque Dalton, fallecieron en dolorosas circunstancias. Chino tiene una foto de Roque comiendo en La Habana, cuando se despidieron en el Hotel Capri, el mismo día en que el poeta partió definitivamente para El Salvador.

–A este lo asesinaron allá, lo mataron sus propios compañeros –dice con amargura.

Mencionar a Severo Sarduy también provoca cierto abatimiento en el rostro del Chino. Esperanza cuenta que ellos intentaron convencerlo para que regresara a Cuba, pero Severo tenía miedo de ser mal recibido. Y luego dice que guardan sus cartas ahí, señalando un estante. Chinolope interrumpe a su esposa y le pide que no hable más del tema, visiblemente afectado. Ella, sin embargo, concluye:

–Es muy penoso todo, el murió en París de SIDA, no logramos que volviera, así es la vida, hay que conformarse.

También me hablan de Cabrera Infante, de quien Chino fue amigo en la época en que el autor de Tres tristes tigres vivía en un solar de La Habana Vieja. Las últimas fotos de Caín en La Habana fueron hechas por el Chino, a petición del mismísimo Carlos Barral, prestigioso editor. Cabrera también intentó convencer alguna vez al fotógrafo de irse de Cuba. Nunca le guardó rencor, pero por esa decisión, la de quedarse, lo consideró un ingenuo, un hombre que no sabía lo que hacía.

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Chinolope ya apenas sale de su casa. Aunque se ve ágil para su edad, prefiere evitar accidentes en las maltrechas calles y aceras de Marianao. Tras pasar tanto tiempo encerrado ha adoptado un carácter en ciertos momentos ermitaño, de rechazo al mundo exterior, paradójico en un hombre que basó su vida y obra en andar y desandar La Habana, capturando imágenes extraordinarias.

Chinolope es un fotógrafo de la era analógica, muchas de sus fotos ni siquiera han sido digitalizadas, la mayor parte de su obra, al menos de la que todavía le pertenece, se conserva en negativos, los que se han ido estropeando poco a poco por las condiciones de humedad en que se encuentra su vivienda, donde realmente no hay ningún tipo de ventilación. Una buena parte de sus archivos fotográficos están aún sin explorar. Se queja de la falta de consideración que se ha tenido con su persona y me señala la imagen del Che de más de un metro de largo que cuelga de una pared.

–Pero al Cristo de América nunca lo voy a quitar de aquí –dice.

Y luego:

–Esta casa la han visitado personalidades importantísimas, pero la verdad es que ya prefiero que no venga nadie, me da pena que vean esto.

Chinolope ha retratado a Tennessee Williams, en Estados Unidos y en Cuba, ha retratado a Virgilio Piñera, a Fidel Castro, a Jack Kerouac, a Allen Ginsberg, a Ernesto Guevara, a Víctor Manuel, a Wifredo Lam, a Sindo Garay, a Cesar Portillo de la Luz, a Carlos Fuentes, a René Portocarrero, a Celia Sánchez, a Julio Cortázar, a Albert Anastasia, a Lezama Lima, a El Chori, a Yuri Lotman, a Flora Fong, a Santo Trafficante, a Roque Dalton, a Raúl Castro, a El Caballero de París, a Cabrera Infante, a Severo Sarduy, a Alicia Alonso, a Eduardo Galeano, a Haydee Santamaría, a sí mismo.

Entre las últimas exposiciones que ha realizado se encuentra una dedicada a Virgilio Piñera, “porque mientras a Lezama le zumbaron cinco años de silencio a Virgilio le zumbaron un silencio mucho más largo”. También realizó otra a Cesar Portillo de la Luz, en Santo Ángel, meses antes de la muerte del compositor.

La última exposición de Chinolope fue en la galería Wifredo Lam, que es la galería de Marianao. Chino expuso esa vez las imágenes que conforman el álbum Temporada en el Ingenio, pero como no hubo presupuesto tuvo que recortar las fotos de uno de sus libros para colocarlas en los marcos. Varias personas asistieron a la inauguración. Ahora Chinolope se siente derrotado, no le interesa volver a exponer.

Su vida es una película, y varios cineastas han intentado filmarla, entre ellos Sydney Pollack.

Ya no hace fotos, ni siquiera tiene cámara fotográfica, tampoco camina las calles de La Habana y el Vedado como años atrás. Chinolope vive al final de un pasillo en Marianao. Chinolope tiene 84 años. A Chinolope no le queda más esperanza que su esposa.

Tomado de: El Caimán Barbudo

Nota del editor: El fotógrafo cubano Guillermo Fernando López Junqué conocido por su nombre artístico «Chinolope» falleció en La Habana el 26 de octubre de 2021.

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Nuestra América: La más desigual

Foto Al Mayadeen Español

Por Pasqualina Curcio @pasquicurcio

Entre el 28 de abril y el 31 de mayo se reportaron 3.789 casos de violencia policial contra los manifestantes del Paro Nacional, según la ONG Temblores. ¿Considera que el Gobierno colombiano ha tomado medidas para evitar que sigan ocurriendo estos hechos?

Se cumplen cinco años del asesinato de Berta Cáceres, luchadora social y defensora de pueblos indígenas en Honduras. ¿Consideras que se haga justicia en el caso cuando falta saber quiénes son los autores intelectuales del crimen?

La causa principal y determinante de la pobreza en este mundo es la desigualdad.

Dicen algunos que el socialismo es un fracaso, que genera hambre y miseria. En contraposición, y como parte del discurso hegemónico que ha logrado calar en el imaginario de miles de millones de personas, afirman que el capitalismo es el modelo a seguir. Según ellos, este último es exitoso.

Los hechos y los números muestran todo lo contrario, más del 95% de los países a nivel mundial son capitalistas, y sin embargo, la humanidad está plagada de hambre, pobreza y miseria a pesar de todo lo que se ha producido: desde 1800 hasta 2016, la producción mundial per cápita aumentó 1.234% (Maddison Project Database 2020), es decir, estos últimos dos siglos de capitalismo la producción aumentó en mayor proporción que la población, pero 2.300 millones de personas pasan hambre diariamente y 6 millones mueren todos los años por no tener qué comer. Quienes se encuentran mayoritariamente en estas condiciones son los de la clase trabajadora, los asalariados. ¿Y es que acaso no ha sido la clase obrera la que agregó valor y aumentó la producción con su fuerza de trabajo?

La causa principal y determinante de la pobreza en este mundo es la desigualdad, no es, como algunos dicen, porque se produce poco, mucho menos está asociado al discurso manipulador y malintencionado en el que se afirma que el pobre es pobre porque no es productivo, o porque es flojo, vago y de paso despilfarrador. El problema radica en la manera desigual cómo se ha distribuido dicha producción, la cual, en capitalismo, se concentra en pocas manos (la clase burguesa dueña del capital) dejando migajas para que sean repartidas entre las grandes mayorías (la clase obrera, dueña de la fuerza de trabajo y verdaderos productores). Según Oxfam, en 2018, el 1% de la población mundial se apropió del 80% de todo lo que se produjo, y el 20% restante fue lo que se repartió entre el 99% de la población.

En Nuestra América, a excepción de Cuba, todos los países son capitalistas, hay hambre y hay miseria, somos la región con mayor pobreza y la más desigual del mundo. En 2016, Alicia Bárcenas, secretaria ejecutiva de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), dijo: “América Latina sigue siendo la región más desigual del mundo. En 2014, el 10% más rico de la población de América Latina había amasado el 71% de la riqueza de la región. Según los cálculos de Oxfam, si esta tendencia continuara, dentro de solo seis años el 1% más rico de la región tendría más riqueza que el 99% restante”.

En pandemia, los pronósticos se quedaron cortos: en 2020, el número de multimillonarios en la región subió 41%, de 76 multimillonarios (personas con patrimonio superior a US$ 1.000 millones) pasaron a 107, y su fortuna acumulada aumentó 61%, pasó de US$284.000 millones a US$480.000 millones en un año. Los países con más multimillonarios son: Brasil (66), México (14), Chile (9), Perú (6), Colombia (5), Argentina (5) (BBC News Mundo, julio 2021).

Conocer dónde y cómo se originan estas desigualdades es fundamental. La distribución de lo producido se concreta en el propio proceso social de producción, es en ese momento en el que dicha producción se distribuye entre los trabajadores y los dueños del capital. El que se destine más o menos a cada uno depende del nivel de salario, si este es mayor, la ganancia será menor y viceversa. Esta distribución la miden y publican todos los países del mundo siguiendo los manuales del FMI, se conoce como distribución factorial del ingreso, y para ello usan dos categorías: 1) remuneración de los asalariados y 2) excedente bruto de explotación (así mismo como lo están leyendo, el mencionado organismo, que no es marxista, se refiere a la ganancia calificándola de explotación). Por lo tanto, dada una producción, en la medida en que la remuneración a los asalariados es menor, la explotación (o ganancia) será mayor.

En América Latina y el Caribe la producción se ha distribuido en promedio de la siguiente manera: por cada 100 dólares que se producen, 37 corresponden a la remuneración de los asalariados y 52 han ido a parar al excedente bruto de explotación, la diferencia, 11 dólares, se destina a impuestos y consumo de capital (Alarco Germán, “Ciclos distributivos y crecimiento económico en América Latina. 1950-2014”). Con el agravante de que, en promedio, por cada capitalista hay, por lo menos, 10 asalariados, por lo tanto, esos 37 dólares de salarios, a su vez, debían repartirse entre 10 veces más personas que los 52 de ganancia.

A mayor desigualdad, más pobreza, más hambre y más miseria

Según la Cepal, en 2020, de cada 100 habitantes de América latina y el Caribe, 34 se encontraban en pobreza, es decir, sus ingresos (en su gran mayoría provenientes del salario) no cubrían la canasta básica. De esos 34 habitantes, 13 se encontraban en pobreza extrema, es decir, no solo no podían cubrir la canasta básica, sino que ni siquiera les alcanzó para la canasta alimentaria. Estamos hablando de 209 millones de personas pobres en 2020 (22 millones más que el 2019) y 78 millones en situación de pobreza extrema (8 millones más que en 2019).

El hambre es una manifestación de la pobreza, como lo es la indigencia o la mortalidad por causas prevenibles o el analfabetismo o el hacinamiento. De acuerdo con datos de la Cepal, en 2020, la inseguridad alimentaria (grave y moderada) alcanzó el 40% de la población de Nuestra América, es decir, 249 millones de personas no tuvieron acceso regular y suficiente a alimentos (en 2019 la inseguridad alimentaria fue 33,8%). Simultáneamente, en este sistema capitalista que predomina en nuestra región, se desechan (se botan al basurero) 220 millones de toneladas de alimentos al año, el 11,6% de los alimentos que se producen, lo que equivale a US$ 150.000 millones (FAO, “El Estado de la Alimentación y la Agricultura de 2019”).

Mientras tanto, en 2020, la riqueza de los multimillonarios de la región aumentó 61%, en un escenario en el que, de paso, la producción cayó 6,8%. Entonces, si la torta a repartir es menor porque se produjo menos y los ricos se hicieron más ricos y los pobres se hicieron más pobres, es porque dicha torta se repartió de manera mucho más desigual que antes: lo que se destinó a salarios, en proporción fue mucho menor y lo que se destinó a la explotación/ganancia (parafraseando al FMI) fue mucho mayor. ¿Es o no la pobreza y sus manifestaciones (hambre y miseria) una consecuencia de la desigualdad de la distribución de lo que se produce?

Disminuir la pobreza es una bandera de lucha importante, por supuesto que lo es, así como lo es la lucha contra el hambre y la miseria, pero este problema no se resuelve con políticas asistencialistas y focalizadas hacia los pobres extremos, no es un asunto de subsidios puntuales o bolsas de comida al mejor estilo neoliberal, el problema va más allá, es un asunto de justicia en la repartición de la producción en el propio proceso social del trabajo, lo cual pasa por disminuir la brecha entre el salario y la explotación/ganancia, que solo es posible (en el marco de la propiedad privada de los medios de producción) mediante mayores niveles de salario para impedir que, el burgués, se apropie indebidamente del valor de la fuerza de trabajo del obrero que es quien, al final, agrega valor a la economía, o sea el que produce.

Tomado de: Telesurtv

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