Textos prestados

Por esta revolución murieron veinte mil cubanos

Comandante de la Revolución Camilo Cienfuegos (1932-1959)

Por Camilo Cienfuegos

Pueblo de Cuba:

Tan alta y firme como la Sierra Maestra es hoy la vergüenza, la dignidad y el valor del pueblo de Cuba en esta monstruosa concentración frente a este Palacio, hoy revolucionario, del pueblo de Cuba.

Tan alto como el pico invencible del Turquino, es hoy y será siempre el apoyo de este pueblo cubano a la Revolución que se hizo para este pueblo cubano.

Se demuestra esta tarde que no importan las traiciones arteras y cobardes que puedan hacer a este pueblo y a esta Revolución. Que no importa que vengan aviones mercenarios tripulados por criminales de guerra y amparados por intereses poderosos del gobierno norteamericano, porque aquí, porque aquí hay un pueblo que no se deja confundir por los traidores, que hay un pueblo que no le teme a la aviación mercenaria, como no temieron las tropas rebeldes cuando avanzaban a la ofensiva los aviones de la tiranía.

Porque este acto monstruoso confirma la fe inquebrantable del pueblo cubano en este gobierno. Porque sabemos que este pueblo no se dejará confundir por las campañas hechas por los enemigos de la Revolución. Porque el pueblo de Cuba sabe que por cada traidor que surja, se harán nuevas leyes revolucionarias a favor del pueblo.

Porque el pueblo cubano sabe que por cada traidor que surja, habrá mil soldados rebeldes que estén dispuestos a morir defendiendo la libertad y la soberanía que conquistó este pueblo. Porque vemos los carteles y oímos las voces de este pueblo valiente que dice: «¡Adelante, Fidel, que Cuba está contigo!»

Y hoy el Ejército Rebelde, los hombres que cayeron en las montañas, los hombres que no se venden a intereses, que no se atemorizan le dicen: ¡adelante, Fidel! ¡el Ejército Rebelde está contigo!

Esta manifestación de pueblo, estos campesinos, estos obreros, estos estudiantes que hoy vienen a este Palacio, nos dan energías, nos dan las energías suficientes para seguir con la Revolución, para seguir con la Reforma Agraria, que no se detendrá ni ante nadie ni ante nada. Porque hoy se demuestra que lo mismo que supieron morir veinte mil cubanos por lograr esta libertad y esta soberanía, hay un pueblo entero dispuesto a morir si es necesario por no vivir de rodillas.

Porque para detener esta Revolución cubanísima, tiene que morir un pueblo entero y si eso llegara a pasar, sean una realidad los versos de Bonifacio Byrne:

Si deshecha en menudos pedazos

se llega a ver mi bandera algún día,

nuestros muertos, alzando los brazos,

la sabrán defender todavía…

Que no importen los traidores, que no importen todos los enemigos de la Revolución, que no importen todos los intereses que tratan de confundir a un pueblo que no se va a dejar confundir. Porque este pueblo cubano sabe que esta Revolución se ha hecho, que por esta Revolución murieron veinte mil cubanos para terminar con los abusos, para terminar con el hambre, para terminar con toda la agonía que vivió la República de Cuba por más de cincuenta años.

Y no piensen los enemigos de la Revolución que nos vamos a detener; que no piensen los enemigos de la Revolución que este pueblo se va a detener; que no piensen los que envían los aviones que vamos a ponernos de rodillas y que vamos a inclinar nuestras frentes. De rodillas nos pondremos una vez, y una vez inclinaremos nuestras frentes, y será el día que lleguemos a la tierra cubana que guarda veinte mil cubanos, para decirles: ¡Hermanos, la Revolución está hecha, vuestra sangre no salió en balde!

Fragmentos del último discurso pronunciado por Camilo Cienfuegos, el 26 de octubre de 1959. Tomado de Daniela Fernández Falcón (comp.), Camilo Cienfuegos, Colección Vanguardia, Ocean Sur, 2018 y la página del Gobierno municipal de Yaguajay, Sancti Spíritus.

Tomado de: La Tizza

Leer más

Entrometidos políticos multimillonarios

Los multimillonarios Reid Hoffman y George Soros lanzaron Good Information

Por Alexander Rubinstein

El martes, los multimillonarios Reid Hoffman y George Soros lanzaron Good Information Inc., una “corporación de beneficio público” para servir como un conducto de fondos para las salas de redacción que “atraviesan las cámaras de eco con información basada en hechos”. En su sitio web, Good Information se describe a sí misma como una “incubadora cívica” destinada a fomentar y respaldar financieramente proyectos que “contrarrestan la desinformación donde se propaga aumentando el flujo de buena información en línea”.

Pero más que simplemente proporcionar una alternativa a la mala información a través de sus propios informes, la compañía sugiere que la censura también está en el menú: “Creemos que existe una necesidad urgente de regular las plataformas de redes sociales”, afirma su sitio web.

¿Y qué es exactamente “buena información”? La empresa proporciona otra pista; que la “buena información” reside exclusivamente en las páginas de los medios de comunicación establecidos con presupuestos de miles de millones de dólares, lamentando en su sitio web que “185 millones de estadounidenses no confían en los medios tradicionales”.

El “filántropo” multimillonario George Soros ha armado su vasta riqueza en apoyo de la política exterior de Estados Unidos durante varias décadas. Tras el colapso de la Unión Soviética y más tarde el desmoronamiento del bloque socialista en Europa del Este, The Washington Post celebró a Soros como miembro de una “nueva red de operadores abiertos” que apoyan a los “activistas prodemocracia” y las operaciones de los medios en lugar de: y al lado – la CIA.

Continuando con su cruzada anticomunista en el siglo XXI, Soros ha patrocinado revoluciones de color y campañas de guerra de información contra enemigos estadounidenses designados desde Hong Kong hasta Siria y Rusia.

Este verano, el multimillonario entusiasta del cambio de régimen escribió que considera al presidente de China, Xi Xinping, “el enemigo más peligroso de las sociedades abiertas en el mundo”. Anteriormente, Soros había declarado al presidente ruso Vladimir Putin como “una amenaza mayor para la existencia de Europa que ISIS”.

Después de haber patrocinado las actividades de muchos miles de activistas pro estadounidenses en el extranjero, Soros se está asociando en Good Information Inc. con Reid Hoffman, un colega multimillonario con su propio historial de intromisión política, para entrenar a las miras de las operaciones de información en los Estados Unidos.

Hoffman era el hombre del dinero detrás del Proyecto Birmingham, una operación de desinformación encubierta ideada por una empresa de tecnología llamada New Knowledge que tenía como objetivo reducir la participación de votantes entre los republicanos durante las elecciones especiales al senado de Alabama de 2017. La operación creó una página de Facebook para un candidato republicano previamente desconocido y lo promovió a los medios de comunicación para dividir el voto republicano.

Además, se basó en tácticas clandestinas que incluían, en palabras de la compañía, “orquestar [ing] una elaborada operación de ‘bandera falsa’ que plantó la idea de que la campaña [de Roy] Moore fue amplificada en las redes sociales por una botnet rusa”.

Un documento interno filtrado de la compañía afirmaba que las tácticas encubiertas del Proyecto Birmingham “movieron suficientes votos” para asegurar la victoria del candidato demócrata, Doug Jones.

Como informó el New York Times, “la financiación” para este “experimento en la carrera por el Senado de Alabama” provino “de Reid Hoffman”.

Durante las elecciones primarias demócratas de 2020, Hoffman estuvo en el centro de otra operación de intromisión electoral escandalosa. Como editor zona gris Max Blumenthal reportó que Hoffman financió un dinero de oscura organización llamada Acrónimo (también financiado por Soros), que puso en marcha un sistema disfuncional digital de recuento de votos, la aplicación de la sombra, que ayudó a upend aparente victoria Bernie Sanders en el Caucus de Iowa.

Gracias al caos generado por la aplicación sospechosamente defectuosa, el favorito del establecimiento, Pete Buttigieg, logró una victoria sobre Sanders seis días después. El presidente del Partido Demócrata de Iowa, Troy Price, renunció después de supervisar el pago de $ 63,000 a Shadow Inc, el fabricante de la aplicación Shadow, solo unos meses antes.

Resultó que una joven agente del Partido Demócrata llamada Tara McGowan no solo había fundado el acrónimo PAC respaldado por Hoffman; estaba casada con un importante asesor de Buttigieg.

Y ahora, McGowan está listo para “liderar” la empresa Soros-Hoffman Good Information.

El sitio web de Good Information fue lanzado por Kyle Tharp, otro veterano de Acronym que se jacta de haber “dirigido todas las comunicaciones de ACRONYM y su comité de acción política afiliada PACRONYM durante las elecciones presidenciales de 2020” en su página de LinkedIn.

Tharp también trabajó como editor de FWIW Media, propiedad de Acronym, informó el periodista Lee Fang.

Si bien el sitio web Good Information se creó a fines de febrero, McGowan está capitalizando el rumor en torno a The Facebook Files filtrado por Frances Haugen, una ex empleada de Facebook expuesta por este reportero como una pseudo denunciante cultivada por un ex agente de la CIA y abogado acusado de informar sobre su cliente al FBI.

Al anunciar el lanzamiento de Good Information, McGowan tuiteó: “El ecosistema de información roto y divisivo en el que nos encontramos hoy es un desafío de manos a la obra para la democracia estadounidense. Emocionado por finalmente compartir lo que hemos estado construyendo durante los últimos meses para abordarlo”.

“Una cosa que #FacebookPapers dejan muy claro es que la mala información que fluye en línea es una de las amenazas más graves que enfrentamos como sociedad”, agregó.

A pesar del patrocinio de McGowan por parte de Reid Hoffman en múltiples proyectos, el propio Hoffman ha invertido en Facebook.

Good Information “adquirirá Courier Newsroom de ACRONYM por una suma no revelada”, informó Axios, describiéndolo como un “grupo de noticias local con una perspectiva progresista”.

Courier Newsroom está especialmente equipada para cumplir con la declaración de misión de Good Information de “atravesar las cámaras de eco con información basada en hechos”. En el momento de la publicación de este artículo, la noticia principal de la red presentada en su sitio web instruía a los lectores sobre “la forma correcta de comer maíz dulce”.

La historia aparentemente banal fue de hecho parte de una estrategia cínica que McGowan ha perfeccionado en Facebook y otros sitios de redes sociales: crear medios de comunicación en estados cambiantes con un sabor aparentemente local, atraer a audiencias desprevenidas con artículos de clickbait y luego movilizar a los lectores antes de las elecciones con contenido político agresivo.

Good Information estará dirigida por una junta asesora que está compuesta en gran medida por ex alumnos de Obama y apparatchiks del Partido Demócrata unidos en su hambre de control sobre el ecosistema de información estadounidense y su celo por censurar a los oponentes ideológicos.

Los miembros de la junta incluyen a Dan Pfeiffer, un ex asesor principal del presidente Obama que es coanfitrión del popular podcast neoliberal Pod Save America; Jason Goldman, director digital de la Casa Blanca de Obama; Eli Pariser, ex director ejecutivo de MoveOn y cofundador del grupo activista en línea Avaaz , que promovió guerras de cambio de régimen en Libia y Siria; Nandini Jammi, ex cofundador de Sleeping Giants, un lobby demócrata a favor de la censura que presiona a los anunciantes para que corten los lazos con los medios de comunicación de derecha, y cofundador de Check My Ads, una organización sin fines de lucro que realiza verificaciones de antecedentes en empresas para ayudarles a evitar la publicidad en plataformas que promueven la “desinformación” y el discurso del odio; Stephanie Valencia, quien “sirvió al presidente Barack Obama en puestos de alto nivel a través de su campaña presidencial y ambos períodos en el cargo”, Michael Tubbs, ex alcalde y actual asesor del gobernador de California, Gavin Newsom; Tiffany Muller, presidenta de End Citizens United y Let America Vote; Nicole Gill, cofundadora y directora ejecutiva de Accountable Tech, una organización que dice que está “luchando” contra “los gigantes de las redes sociales … erosionando nuestra realidad de consenso y llevando la democracia al límite”; y Jennifer Gunter, ginecóloga y autora de “The Vagina Bible” y “Menopause Manifesto”.

Al igual que McGowan, muchos de estos miembros de la junta han aprovechado la narrativa desarrollada por la pseudo denunciante de Facebook Frances Haugen para avanzar en su agenda.

A pesar de las obvias inclinaciones políticas de la junta asesora de Good Information, sus patrocinadores y su líder, Tara McGowan, McGowan ha insistido en que la iniciativa “podría realizar inversiones en entidades de todo el espectro político”. Señaló a The Bulwark como un ejemplo del tipo de salida de derecha que podrían financiar.

Lanzado por el cofundador de Project for the New American Century y animador de la guerra de Irak impenitente Bill Kristol con el respaldo financiero del magnate de la información multimillonario Pierre Omidyar, The Bulwark es parte del cambio de marca de Kristol del belicista neoconservador que descubrió a Sarah Palin a la Resistencia anti-Trump figura celebrada en MSNBC como “Woke Bill Kristol”.

Good Information es mucho más que otra operación partidista. Es un eco interno de las agresivas operaciones de guerra de información que activistas multimillonarios como Soros y Omidyar han patrocinado en el extranjero, generalmente junto con los recortes de inteligencia de Estados Unidos, al servicio de los objetivos imperiales. Y esta vez, el objetivo es el público estadounidense.

Alex Rubinstein es un reportero independiente de Substack. Puede suscribirse para recibir artículos gratuitos de él en su bandeja de entrada aquí. Si desea apoyar su periodismo, que nunca se pone detrás de un muro de pago, puede darle una donación única a través de PayPal  aquí  o mantener sus informes a través de Patreon  aquí.

Tomado de: The Grayzone

 

Leer más

Clima de infierno y el agua que desaparece

Represa Cantareira a un nivel muy bajo, en el estado de Sao Paulo, Brasil Foto: Nelson Antoine

Por Sergio Ferrari

La Tierra se inflama y en muchas regiones del planeta el agua se convierte, de más en más, en un artículo de lujo. El cambio climático interpela a fondo a la sociedad civil internacional que identifica responsables políticos.

Entre ellos Jair Bolsonaro, a quien acaban de denunciar ante la Corte Penal Internacional (CPI). Por sexta vez en sus escasos 34 meses de gestión, el presidente de Brasil fue acusado ante la CPl, con sede en La Haya, Países Bajos. En esta ocasión, en la segunda semana de octubre, la ONG austríaca All Rise, lo denuncia por genocidio ecológico y crímenes de lesa humanidad.

Apenas siete días antes, el martes 5 de octubre, la profunda crisis del agua volvía a ser noticia de primera plana a raíz de un nuevo informe publicado por la Organización Meteorológica Mundial (OMM) en Ginebra, Suiza.

Calentamiento global, catástrofe amazónica —con el Gobierno Bolsonaro como uno de los principales responsables— y crisis del agua, se entremezclan en un laberinto que parece no tener salida. El cual hace aún más actual las previsiones de los científicos y analistas que desde ya hace algunos años vaticinan que las próximas guerras serán por la disputa del vital líquido en un planeta donde el agua dulce aprovechable constituye solo el 0.5% de los recursos hídricos disponibles.

Radiografía del espanto

En 2020, 3.600 millones de personas carecieron de un servicio de saneamiento gestionado de forma segura y 2.300 millones no contaron con servicios básicos de higiene.

En 2018, fueron 3.600 millones las personas que al menos durante un mes al año no tuvieron acceso adecuado al agua potable. Según el Informe sobre el estado de los servicios climáticos en 2021: agua (https://public.wmo.int/es/media/comunicados-de-prensa/se-advierte-que-ur…) que acaba de publicarse en Ginebra, se prevé que de aquí a 2050 esta cifra superará los 5.000 millones.

En las últimas dos décadas, los depósitos continentales del agua, los cuales incluyen todas las reservas sobre y debajo de la superficie terrestre (tanto en forma líquida, como de humedad del suelo, nieve y hielo) se han reducido a un ritmo de 1 centímetro por año. Las mayores pérdidas se contabilizan en la Antártida y en Groenlandia. No obstante, otros lugares en diversas latitudes, con alta densidad de población, también registran reducciones considerables aun cuando se trata de zonas que, tradicionalmente, han sido fuentes de abastecimiento.

En este mismo período explotó la frecuencia de los peligros hidrológicos. Así, por ejemplo, a partir del año 2000 se registra un aumento de un 134% en los desastres causados por las crecidas, en comparación con los decenios anteriores. Y, en paralelo, el número de sequías y la duración de las mismas también creció un 29%.

A pesar de algunos avances logrados, la OMM considera que 107 países están lejos de cumplir el objetivo de gestión sostenible de sus recursos hídricos. Y concluye que, en términos generales, el mundo se encuentra considerablemente atrasado en lo que respecta a la consecución del Objetivo de Desarrollo Sostenible número 6 —de los 17 aprobados en 2015 por las Naciones Unidas—, el cual consiste en “garantizar la disponibilidad y la gestión sostenible del agua y el saneamiento para todos”.

En 75 países se registraron niveles de aprovechamiento eficiente de los recursos hídricos inferiores a la media, y en 10 de ellos los niveles fueron sumamente bajos. El ritmo de progreso actual debería cuadruplicarse para lograr las metas mundiales propuestas para el 2030.

Nada es casual

Según la OMM, el aumento de las temperaturas está generando cambios en las precipitaciones a nivel general, lo que provoca variaciones violentas en la distribución de las lluvias y las estaciones agrícolas. Calentamiento global e irregularidades meteorológicas con repercusiones directas y nefastas tanto para la seguridad alimentaria como para la salud y el bienestar general de los seres humanos.

Por ejemplo, durante el 2020, se han registrado numerosos fenómenos extremos, todos ellos relacionados entre sí. En Asia, lluvias extraordinarias causaron inundaciones masivas en Japón, China, Indonesia, Nepal, Pakistán e India. Millones de personas se vieron obligadas a desplazarse y centenares de seres humanos perdieron la vida. Sin embargo, las graves perturbaciones provocadas por las inundaciones no se limitaron a los países en desarrollo. También en Europa ocasionaron muertes y daños generalizados.

En contraposición, el cambio climático acelerado en otras regiones ha provocado sequías. La falta de agua continúa siendo uno de los principales motivos de preocupación para muchas naciones, especialmente en África. Según ese mismo informe, más de 2.000 millones de personas viven en países que sufren estrés hídrico y carecen de un suministro de agua potable y servicios de saneamiento.

Caso emblemático

A fines de septiembre, el nivel de las reservas de agua en las centrales hidroeléctricas de Brasil, las cuales generan lo esencial de la energía del país, había descendido a un 23 %, según datos del Operador Nacional del Sistema Eléctrico (ONS) de ese país. Las previsiones son aún más preocupantes: para fin de año ese nivel podría llegar al 12 %. A modo de comparación, en 2001, cuando Brasil atravesó un grave periodo de restricción energética, las reservas bajaron a un 34%. La energía hidroeléctrica abastece más del 63% del consumo de esa nación sudamericana.

En agosto pasado la plataforma brasilera MAPBIOMAS —universidades y especialistas medioambientales— publicó un informe nacional en el que constata la reducción de casi un 16% de las superficies de agua dulce. Dicho informe subraya que la actual crisis hídrica es la peor de las que Brasil ha atravesado en los últimos 90 años. El impacto de la misma tiene consecuencias regionales, dada la importancia de la Cuenca del Amazonas compartida con otros siete países, y la Cuenca del Paraná, común con Argentina. Este mismo informe insiste en que los períodos de lluvias e inundaciones no compensan más los de profunda sequía. Hecho trascendente para un país que concentra el 53% de la reserva de agua dulce del continente sudamericano y el 12% de las reservas planetarias.

Según especialistas medioambientales, las causas de esta crisis se encuentran en el cambio climático el cual provoca más sequías con el inevitable aumento de la temperatura y temporadas de lluvias más breves. También inciden significativamente la deforestación amazónica para facilitar la ganadería extensiva, ciertos monocultivos de agroexportación y la extracción ilegal de madera y minerales.

El calentamiento global indetenible y las distorsiones pronunciadas del agua dulce a nivel planetario estarán en el centro de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP26) que se celebrará en Glasgow, Escocia, entre el 31 de octubre y el 12 de noviembre. Para diversos analistas, es la última oportunidad para evitar un incremento irreversible del calentamiento global. Para las voces ecologistas más críticas, ya es demasiado tarde y poco de nuevo habrá bajo el sol después de concluida la COP26.

Tomado de: Alainet

Leer más

La emboscada mambisa que salvó la guerra

Fotograma del filme cubano La primera carga al machete (Manuel Octavio Gómez, 1969 )

Por Dariel Pradas

Campesinos y antiguos esclavos de la zona se reunieron en la plaza del poblado de Jiguaní, en el oriente de Cuba. Ellos celebraban excitados sus quince días de rebeldía contra el régimen español, mediante un festín de terneras y lechones. Caía la noche del 25 de octubre de 1868, y nadie imaginaba que dos semanas efusivas se convertirían en una década de cansancio, terror y sangre.

En un caserón de tejas, varios oficiales disfrutaban aquel ánimo inicial. Algunos, como Calixto García, alcanzarían su notoriedad propia en años venideros, pero, de momento, todos se juntaban alrededor de su inexperto jefe Donato Mármol.

Ya a oscuras, este caudillo recibió una carta cuyo remitente había sido Carlos Manuel de Céspedes, el mismo que, con 37 hombres, encabezó días atrás el Grito de Yara y las gestas por la independencia cubana. El mensajero, de más o menos 30 años, saludó y se retiró a un sitio discreto, en espera de una respuesta de Donato, quien, al leer el documento, dijo:

«Para mandones, sobramos» y tras tal argumento, le cayeron a preguntas, ante las cuales explicó: «Nada, Carlos Manuel me manda este hombre, oficial retirado de las reservas dominicanas, para utilizar sus servicios como coronel, y… en verdad, con nosotros hay jefes de sobra».

«Chico, acéptalo», le aconsejó Toñito Milanés, su suegro: «Ya ves lo que dice Céspedes: el hombre sabe, y nosotros de guerra no conocemos ni jota. Deja que nos dirija».

Ante la insistencia del resto de los presentes, aceptó a regañadientes. Conversó un rato con el mensajero y le ordenó:

«La columna del coronel Quirós viene sobre Bayamo y ya está en Baire. Vamos a impedir su avance. Usted va a mandar nuestra vanguardia; escoja 200 hombres y disponga lo necesario».

Y hasta aquí la precuela de un acto esencial para la historia del país. Ahora dos spoilers: el enviado de Céspedes había sido Máximo Gómez y la batalla del día siguiente sería la de Pinos de Baire, la conocida como primera carga al machete del ejército libertador.

El camino marcial

Se estima que Máximo Gómez nació en Santo Domingo, en 1836. Por puro cálculo y sin absoluta certeza, pues nunca se encontró su partida de bautismo.

Por los archivos parroquiales de Baní, y una investigación publicada en 1929 por el fraile español Cipriano de Utrera, se conoce que la estirpe de estratega tenía fuertes raíces peninsulares y marciales: abuelos, bisabuelos y tatarabuelos sevillanos, malagueños y jerezanos, de Bilbao de Guipúzcoa, de Galicia… y además, soldados, sargentos, tenientes y hasta capitanes del rey.

Gómez se unió a ese legado ancestral cuando la invasión haitiana de 1856, liderada por Faustin Souluque. Entonces el joven veinteañero se alistó en el ejército y obtuvo su bautismo de fuego en la batalla de Santomé, el 22 de diciembre de ese mismo año. La caballería de Baní, a la que él pertenecía con el grado de alférez, decidió la victoria de los dominicanos a punta de lanza y machete. Después, más años belicosos terminaron curtiendo la piel del joven con la guerra, hasta que hazañas, derrotas, incendios y matanzas se volvieron habituales para el banilejo.

Al estallar la guerra de anexión de Santo Domingo a España, el ejército dominicano juró banderas a la antigua metrópoli bajo el nombre de Reservas Dominicanas. Máximo Gómez, capitán de caballería en esa época, como todos sus compañeros, también pasó a integrar esas Reservas.

Y como dictaba su deber, luchó para sofocar el estallido revolucionario que provocó aquel proceso anexionista, sobre todo al enfrentarse a las huestes del general insurrecto Pedro Florentino, quien, en un arrebato alcohólico, saqueó e incendió Baní, quemando a sus habitantes vivos y fusilando a más de 30 vecinos.

A la vista del incendio, el capitán Gómez fue al auxilio de su madre y hermanas y, al frente de soldados y lugareños, dispersó a tiros a los asaltantes. Este suceso provocó que, cuando España perdiera la contienda final, los banilejos se convirtieran en refugiados de guerra.

Según el procedimiento, los expatriados debían elegir entre Canarias, Baleares, África o Filipinas para su nuevo hogar. Cuba admitía raras excepciones, pero, eso sí, nunca a personas de raza negra.

Gómez pudo, junto a su madre y hermanas, embarcar en Santiago de Cuba, donde observó las marcas más crueles de la esclavitud. Según el historiador cubano Benigno Souza, en su libro Máximo Gómez, el Generalísimo (1936), en Santo Domingo no hubo nunca un conflicto de razas como el de su francófona colonia vecina, pues el trato en La Española «estaba organizado para la fusión de las dos razas». Nada parecido a la situación de la isla de Cuba, y así lo constató el líder mambí, en un dictado que hizo a Fermín Valdés Domínguez, en Minas de Camasán (expuesto en el mismo libro de Souza):

«Mis negocios de maderas y otros me llevaron a distintos ingenios y, en uno de ellos vi, por primera vez, cuando con un látigo se castigaba, sin compasión, a un pobre negro, atado a un poste, en el batey de la finca y delante de toda la dotación del ingenio. No pude dormir aquella noche y me parecía aquel negro uno de los muchos que aprendí a amar y respetar al lado de mis padres.

«Por mis relaciones con cubanos entré en la conspiración, pero yo fui a la guerra, llevado por aquellos recuerdos, a pelear por la libertad del negro esclavo; luego fue mi unión contra lo que se puede llamar esclavitud blanca, y fundí en mi voluntad las dos ideas y a ellas consagré mi vida; pero, a pesar de los años que han pasado, no puedo olvidar que acepté al principio la revolución para buscar en ella la libertad del negro esclavo».

Gómez permaneció en Santiago hasta que, en una discusión con el gobernador de la ciudad —Juan José Villar—, fue insultado por la embriaguez de este (era apodado La Chupadera). De ahí, el excapitán de las Reservas Dominicanas se mudó con su familia en el ingenio Guanarrabí, de la jurisdicción de Bayamo. Allí, al mezclarse con los paisanos, se juntó además con conspiradores de Céspedes, al punto de comprometerse con Eduardo Bertot Miniet y su grupo de El Dátil.

El 16 de octubre, a unos días del alzamiento, recibe su primer grado en las filas mambisas —sargento—, a pocos meses de la muerte de su madre. Sobre este período, Souza acoge en su libro un comentario de Gómez:

«Para que la Revolución me encontrara más y mejor expedito, acababa de cubrir con el polvo de la tierra los restos mortales de mi anciana madre. Quién sabe, pensé yo, enjugándome las lágrimas, si su espíritu me proteja… y yo, que acababa de enterrarla a ella, me propuse tener otra: La Revolución».

¡Al machete!

Cuando ocurrieron los primeros alzamientos insurrectos, el Capitán General de la Isla, Francisco de Lersundi, ordenó la formación de dos columnas para recuperar Bayamo, la única localidad, aparte de Jiguaní (de mucha menor importancia) en posesión de los mambises.

Era crucial para ambos bandos ocupar la región, por el efecto moral que eso conllevaba. Los españoles no podían permitir que aquello inspirara a otras zonas a rebelarse, mientras que, para los cubanos, Bayamo y Jiguaní constituían los únicos enclaves que habían conquistado satisfactoriamente, debido a que Céspedes había fracasado en Yara, la insurrección en Las Tunas también había fallado, al igual que el ataque a Holguín. Además, las poblaciones costeras se habían mantenido leales a la corona.

Una de las columnas españolas, después de una breve escaramuza en el paso del río Babatuaba, retrocedió a Manzanillo. Pero todavía quedaba la del coronel Demetrio Quirós —veterano de la guerra en Santo Domingo —, formada por dos batallones, una sección de artillería y un total de 700 soldados. Esta dotación ya se hallaba en Baire, a poca distancia de Bayamo.

La orden dada por Donato Mármol a Máximo Gómez consistía en que defendiera Jiguaní; sin embargo, en vez de dirigir el combate en su propio territorio, este sagaz estratega decidió hacerlo cerca de Baire, donde estaba el campamento enemigo.

De madrugada, con su tropa de campesinos sin hábitos militares, vírgenes en el intercambio de balas y sin casi armas de fuego —solo tenían machetes y unos pocos fusiles, trabucos y escopetas— , preparó el recibimiento.

Prefirió sorprender a la columna justo al salir del caserío, que tras varias horas de marcha. Además, el camino de Jiguaní era ideal para una emboscada, por sus grandes recodos y por el bosque tupido que entonces alcanzaba, por ambos lados, hasta los bordes del sendero.

De hecho, escalonó varias emboscadas a lo largo de la Venta del Pino, a un kilómetro de Baire; muy próximas al camino, con hombres acostados en la espesura, a dos zancadas y un machetazo de los cuellos peninsulares. Sus orientaciones fueron claras: «Que nadie se levante, haga fuego y me siga, hasta que yo en persona salte al camino y grite: ¡Al machete!».

No había por todo aquello ni una luz del alba, ni siquiera alguna guerrera de azul de Prusia del conocido «rayadillo» (el uniforme de ultramar empleado por el Ejército Español en Cuba, Puerto Rico y Filipinas). Gómez vigilaba en persona el camino, pero las horas pasaban y las tropas de Quirós seguían sin aparecer. A partir de las once de la mañana, los insurrectos empezaron a enviar dúos de jinetes con el objetivo de disparar a las casas en Baire y luego galopar de vuelta a Jiguaní, y así provocar a los españoles.

Mas Quirós, cauteloso, y con la sospecha de que al perseguirlos pudieran rodearlos por la espalda y tomar su campamento, dejó más de la mitad de sus tropas en el pueblo y envió dos compañías sobre el camino por donde huyeron los exploradores mambises. Por sus propios informantes sabía que los insurrectos se hallaban en Jiguaní. Por supuesto, no contaba con la marcha nocturna del enemigo.

Apenas se distanciaron del pueblo los soldados españoles, fueron emboscados por los insurrectos. Les saltaron de repente desde la espesura, desde atrás, por los flancos de la columna y en varios puntos a la vez. Distraídos, ensimismados, fueron tiroteados a bocajarro y, tras el humo de esos disparos, centenares de mambises aterrizaron sobre ellos a machete limpio.

Las dos compañías fueron aniquiladas. Más de 200 soldados muertos por armas blancas —según el historiador español Antonio Pirala—, con heridas impresionantes de 20 y más centímetros. Algunos pocos pudieron escapar de esa matanza y llegaron al campamento aterrados. Sin pensarlo dos veces, Quirós ordenó la retirada a Santiago de Cuba. Fue perseguido por las tropas principales de Donato Mármol, que no pudieron fustigar lo necesario.

En su reporte al capitán general de Cuba, Quirós escribió:

«Yo mismo he presenciado, Excelentísimo Señor, el terrible momento en que el enemigo, esa sección armada de machetes, salió al camino y atacó con feroz empeño, machete en mano, esas dos compañías… Siete cuartos de hora de ruda pelea al arma banca…», mintió, por supuesto: ni el general estuvo en aquella vanguardia emboscada, ni un combate al arma blanca dura tanto tiempo. Souza explica que este tipo de combates suele durar solo pocos minutos y son, en esencia, morales; «uno de los bandos huye y los bayonetazos y cuchilladas se dan por las espaldas».

Esta batalla alargó la vida útil del alzamiento. La noticia de una columna española, con artillería incluida, siendo derrotada por una panda de campesinos a medio armar, alertó a Lesurdi hasta el punto de suspender las operaciones proyectadas: el Conde de Valmaseda y su columna llegarían por mar a Manzanillo, pero reembarcarían al momento de retorno a Vertientes, en Camagüey.

La recuperación de Bayamo se aplazaría por cuatro meses. En ese tiempo, el efecto moral fue devastador para los peninsulares. Camagüey se sublevó, la emigración cubana en Estados Unidos preparó expediciones y se fraguó una fuerte conciencia independentista. Aquella llama no pudo sofocarse sino diez años después.

Probablemente, —opina Souza— si España, aun después de esa derrota, hubiera atacado Bayamo de inmediato con otras nuevas columnas, la hubiera recuperado en breves días, pero como quedó tan impactada por esa batalla de Pinos de Baire, sobreestimaron la fuerza militar de los insurgentes.

Después de los cuatro meses mencionados, con una columna de 4 000 veteranos, armados hasta los dientes y con piezas de artillería incluidas, Valmaseda marchó sobre Bayamo. Incluso, al atravesar Pinos de Baire y el camino de Jiguaní, lo hizo con perros de busca en sus flancos, atentos a cualquier tentativa de emboscada.

Por su parte, Máximo Gómez adquirió una fama sin precedentes y pronto alcanzaría la cúspide de los jefes mambises. Su grito « ¡Al machete!» quedaría, tras ese 26 de octubre de 1868, plasmado en la historia y la cultura cubanas.

Tomado de: Alma Mater

Leer más

Colin Powell va a Nuremberg

Colin Powell (1937-2021) Foto: El País

Por Maciek Wisniewski

Obsesionado de por sí con el tema de las comparaciones históricas y convencido de que −¡perdonen el cliché!−, sí hay algún espíritu del tiempo ( Zeitgeist) rondando por el mundo es el de hacer apresuradas analogías entre el pasado y el presente sobre todo respecto a la Segunda Guerra Mundial −la Ley de Godwin, según la cual mientras se alarga la discusión crece la posibilidad de que surja una comparación a un “Hitler” o un “nazi” nos iba a salvar de esto, pero acabó alentando confusiones (bit.ly/3BlDzuH)−, la sugerida en un lugar (bit.ly/3CkP8DJ) imagen de Colin Powell (1937-2021), el muerto hace una semana por complicaciones de Covid, general retirado y ex secretario de Estado estadunidense perseguido y juzgado como un criminal nazi, me resultó bastante irresistible. Con ciertos matices −en vez de los últimos juicios de los ex guardias y las ex secretarias de campos de concentración, el juicio de Powell debería haberse parecido más a los juicios de Nuremberg, donde a parte de la cúpula nazi estaban en el banquillo algunos generales de Hitler que alentando la guerra abrieron el camino a la muerte de millones− me resultó bastante atinada.

Powell pasó a la historia por aquel, lleno de mentiras y basado en manipulaciones, (in)famoso discurso en la ONU (2003) calculado a “venderle” al público estadunidense y a la comunidad internacional la guerra en Irak que la administración del Bush Jr. estaba determinada a librar “sí o sí”. Las supuestas “armas de destrucción masiva” (WMD, por sus siglas en inglés) −nucleares, químicas y biológicas− existieron sólo en el reino de sus palabras. Una mentira de proporciones hitlerianas −Powell igualmente abrazó otra, la de las conexiones entre Bagdad y Al Qaeda responsable por el 9/11− y una gran estafa en la que la imagen del estafador: un político afroestadounidense de padres jamaiquinos, fue crucial (“la colorización del imperio”). Si bien luego, cuando se cayó su narrativa, afirmó que “fue malinformado por la CIA” (sic), nunca criticó la guerra (véase: R. Draper, To start a war, 2020). Celebró la caída de Saddam −sátrapa pintado por Washington, cuando ya dejó de ser un útil contrapeso a Irán, ritualmente como “un nuevo Hitler” (sic)− a quien consideraba “una gran amenaza para el mundo entero” (“con o sin las WMD”). Según él, la invasión fue un “gran éxito” y “valió la pena”. Todo en tenor de las igualmente (in)famosas aseveraciones de la otra ex secretaria de Estado, Madelaine Albright, que, dicho sea de paso −y hablando de las comparaciones−, escribió no hace mucho un libro alertando sobre el retorno de “nuevos Hitlers” −“un eje Trump-Kim Jong-Il-Chávez/Maduro” (sic): no, no es broma…−, que dijo que las sanciones estadunidenses impuestas a Irak en los 90, a pesar de que trajeron la muerte de unos 500 mil niños iraquíes (millón y medio de personas en total), cifra que ella no cuestionó, “valieron la pena” (sic).

Yo digo que el banquillo del “nuevo Nuremberg” debería ser lo más amplio posible. El propio Powell fue responsable no sólo por las muertes en Irak −liberado de un dictador junto con 460 mil personas−, sino también por los crímenes de guerra en virtualmente todas las guerras desde Vietnam −3 millones de víctimas− donde ayudó a tapar la matanza de My Lai, pasando por Centroamérica −500 mil víctimas− donde desde su escritorio gestionó a los contras en Nicaragua, los escuadrones de la muerte en El Salvador, Honduras y Guatemala y preparó las invasiones a Granada y Panamá, la Guerra del Golfo −200 mil víctimas−, hasta Afganistán −250 mil víctimas−, y las campañas de asesinatos con drones libradas por Obama a quien apoyó. Más su papel en el esquema Irán- contras −fue edecán de Caspar Weinberger−, en autorizar y cubrir la tortura: parte de “pruebas” contra Irak provenían de ella (bit.ly/3pGQfKB) o en ir subvirtiendo a Cuba, siendo autor de un reporte para Bush Jr. (2004) sobre “diferentes maneras de derrocar al régimen de Castro”. Él −como Rumsfeld− ya murió. En la cama, rodeado de la familia, ensalzado por los medios por su “integridad” y “por siempre haber dicho la verdad” (…no, no es broma: Kafka, Orwell, ¡ustedes eligen!). Pero aún quedan otros. En fin.

La invasión de Hitler a Polonia ha sido basada, igual que la invasión de EU a Irak −acompañados de un… contingente militar polaco: ¡misteriosos son los senderos de la historia!− en mentiras. Desde pintarse como víctima de “ataques y provocaciones” de Polonia, pasando por falsos alegatos de “masacres” de la minoría alemana ( Volksdeutsche), hasta la operación false flag en Gleiwitz, donde la SS vistió a los asesinados prisioneros de un campo de concentración en uniformes polacos para pasarlos como “terroristas”, excusa usada ante la comunidad internacional sobre la cual la verdad completa salió años después −justamente− en los juicios de Nuremberg (bit.ly/2XOzIJ9). En 2003 Ariel Dorfman reprochándole la mentira iraquí a Powell −y la hipocresía a la ONU cuando se mandó tapar, para que nadie se incomodara, la réplica del Guernica, de Picasso−, estaba en lo cierto cuando comparó los bombardeos de Bagdad con la campaña aérea de las fuerzas alemanas nazis en apoyo a los sectores sublevados fascistas españoles que obliteró aquella ciudad vasca: “3 mil misiles Cruise durante la primera hora; cayendo sobre Bagdad; 10 mil Guernicas; cayendo sobre Bagdad” (bit.ly/3mh2kE7).

Tomado de: La Jornada

Leer más

Argentina redefine la historia de España: “Toda la estructura represiva montada por el régimen franquista siguió funcionando”

Rodolfo Martín Villa ocupó una posición preponderante en esa estructura jerarquizada de poder a través de la cual se propagaron las órdenes hacia quienes resultaron ejecutores directos de los delitos. Foto Público

Por Gessamí Forner @GessamiForner

“Nunca aquí ha habido nadie que se sentara en ningún banquillo a pesar del tamaño del crimen cometido”, resume Sabino Cuadra, miembro de la asociación memorialista Sanfermines 78: Gogoan! Si la muerte no se lo lleva antes, por muchos recursos que interpongan sus abogados, el exministro de Relaciones Sindicales (1975-76) y del Interior entre 1976 y 1979, Rodolfo Martín Villa (87 años), previsiblemente se sentará ante el Juzgado Criminal y Correccional Federal 1 de Argentina, donde la jueza María Servini de Cubría ha ordenado su procesamiento en un auto de 970 páginas que no dejan resquicio para la duda y que redefine la historia de España. Se le procesa por cuatro homicidios agravados en un contexto de crímenes contra la humanidad, cometidos con disparos de bala de armas reglamentarias de la Policía: tres asesinatos durante la huelga general del 3 de marzo de 1976 en Gasteiz y el de las fiestas de San Fermín el 8 de julio de 1978 (Iruñea).

“Toda la estructura represiva montada por el régimen franquista siguió funcionando bajo la dirección de la nueva dirigencia política a cargo del proceso de transición. […] Se mantuvieron las normas, estructura, agentes y las prácticas represivas propias de aquel, y se les aseguró a las fuerzas de orden público la impunidad de su actuación por todos los medios a su alcance. Martín Villa ocupó una posición preponderante en esa estructura jerarquizada de poder a través de la cual se propagaron las órdenes hacia quienes resultaron ejecutores directos de los delitos. Villa impartió las directivas generales y particulares en esta materia”, consigna el auto.

En una semana en la que la izquierda abertzale ha pedido disculpas a las víctimas de ETA y se ha reabierto el debate de quién, cómo y porqué debe o no solicitar perdón —el exgobernador civil en el País Vasco durante los años de guerra sucia, Ramón Jauregi, considera que el Estado no debe pedir perdón por el GAL—, ha pasado desapercibida la rueda de prensa ofrecida el miércoles por la Coordinadora estatal de Apoyo a la Querella Argentina (Ceaqua), que interpela claramente al Gobierno español actual y anteriores, tanto al PSOE como al PP, así como a la judicatura.

En España, las asociaciones memorialistas contra los crímenes del franquismo no han alcanzado ninguno de sus objetivos: que el Congreso de los Diputados derogue el artículo 2 de la Ley de Amnistía (punto E y F), que la futura Ley de Memoria Democrática permita juzgar a los responsables de crímenes del franquismo y de la transición, que la judicatura española favorezca, en vez de entorpecer, la investigación y posterior juicio de dichos crímenes según las leyes internacionales de lesa humanidad que España.

El ojo bueno, el ojo tuerto

Andoni Txasko está vivo, pero es prácticamente ciego. Cuando era niño, una pedrada le hizo perder casi toda la visión del globo ocular izquierdo —conserva entre el 2 y el 10%, dependiendo de la luz—. Cuando tenía 20 años, la Policía le apaleó en la represión posterior del 3 de marzo. Les rogó que no le pegaran en la cara, temía por su ojo sano. Los policías le hicieron extender los brazos, se los agarraron, los estiraron y le golpearon únicamente en rostro y cabeza. Un golpe alcanzó el ojo bueno. La visión se le nubló en blanco, recuerda Txasko. Y notó que un líquido resbalaba por la mejilla. No sabía si era lágrima o sangre. Tras múltiples operaciones, le vaciaron el ojo derecho. Es portavoz de la Asociación Víctimas 3 de marzo. Se considera un “superviviente” y se muestra satisfecho por el auto, e insatisfecho por España.

“En España, la Justicia se ha burlado de nosotros, nos ha tildado incluso de terroristas. Todos los intentos de abrir querellas han sido infructuosos, bien por el argumento de prescripción, bien por la Ley de Amnistía, cuando sabemos que los delitos y crímenes de lesa humanidad no pueden ser amnistiados”, recuerda  Txasko. La justicia española lo sabe bien, dado que ha juzgado a Guatemala, Argentina y Chile por crímenes de lesa humanidad, añade Josu Ibargutxi, impulsor de la Plataforma Vasca contra los crímenes del franquismo.

El 3 de marzo de 1976, agentes de la Policía mataron a tres hombres que secundaron la huelga general convocada por mejoras laborales (bajas cubiertas al 100%, descansos remunerados, etc.) y libertades (derecho de expresión, reunión y manifestación). Otras dos personas fallecieron en el hospital días después a consecuencia de heridas de balas. Hubo más de 150 heridos que requirieron atención médica, 52 de ellos por disparos de arma de fuego. Las manifestaciones solidarias posteriores también fueron reprimidas duramente. Hubo un asesinado en Tarragona y otro en Basauri. La jueza argentina ha solicitado diligencias a siete juzgados del Estado —Bilbao, Errenteria, Hondarribia, Gasteiz, Iruñea y Madrid— por ocho homicidios más relacionados con la matanza del 3 de marzo y manifestaciones pro Amnistía, como el asesinato del estudiante Arturo Ruiz García en Madrid.

Entre 1976 y 1979, “el trienio espeluznante,” según la definición de Josu Ibargutxi, fueron asesinadas en contextos de represión política 88 personas en el Estado español, 56 de ellas (el 66%), en Euskal Herria.

“No os importe matar”

Sabino Cuadra Lasarte se encontraba el 8 de julio de 1978 en la plaza de toros de Iruñea, donde entraron tres docenas de policías armados golpeando, disparando pelotas de goma y armas de fuego. La plaza es la segunda más grande del Estado, con capacidad para 20.000 personas. “Estaba llena”, recuerda. El parte médico de la enfermería indica que atendió a cinco personas con heridas de bala y a otras 50 por traumatismos. La brutalidad policial continuó en las calles de la ciudad. En la avenida Roscenvalles, a las 22h, cayó Germán Rodríguez herido de bala. La Policía negó que hubiera estado allí. Se encontraron más de 30 impactos de bala a una altura de entre 0,90 y 2,30 metros. “Evidentemente, se disparó a discreción, indiscriminadamente y a matar”, sostiene Cuadra.

“Disparad con todas vuestras energías, no os importe matar”, se escucha en el audio de la emisora policial al día siguiente, 9 de julio. Martín Villa declaró en RTVE que “lo nuestro son errores; lo de ellos, crímenes”. El auto impone un embargo de los bienes de Martín Villa hasta cubrir la suma de aproximadamente diez millones de euros (1.134 millones en pesos argentinos) y decreta su prisión preventiva, aunque no se hará efectiva porque tiene concedida la exención de cárcel.

La Querella Argentina

Tres argentinos descendientes de españoles interpusieron el 14 de abril de 2010 una querella denunciando los asesinatos de sus parientes en la Guerra del 36 y durante el franquismo. Un año después, aquella querella en Argentina llegó a oídos de dos presos del franquismo de Euskal Herria y otros dos de Madrid. “Nos conocíamos mucho y decidimos ir a Buenos Aires a ver si había suerte. Cada uno llevaba su propia querella, pero también las de otras 46 víctimas”, explica Josu Ibarguren. Hoy hay un millar de demandas dentro de lo que se conoce como Querella Argentina.

“La sensibilidad argentina es muy grande por todo lo que ellos mismos vivieron y en Buenos Aires encontramos una solidaridad impresionante que no esperábamos”, rememora Ibarguren, quien le gusta terminar una conversación citando a Fabián Salvioli, relator especial de la ONU para España. “En una reunión con las asociaciones nos dijo: Hay leyes suficientes para juzgarlo todo, lo único que no hay es voluntad política”.

Tomado de: El Salto

Leer más

Eunice Foote: la sufragista que se adelantó a la ciencia climática y fue olvidada durante décadas

Eunice Foote (Estados Unidos, 1819-1888)

Por Tania Alonso Cascallana

Con la excepción de un par de negacionistas y algún que otro despistado, todo el mundo sabe que el dióxido de carbono (CO2) está detrás del cambio climático. La acumulación de este gas de efecto invernadero contribuye a que la atmósfera atrape más calor del que debería y ponga patas arriba el delicado equilibrio de nuestro planeta.

Lo que no tantos saben es que la primera persona en descubrir que el CO2 absorbe y mantiene mucho más calor que otros gases atmosféricos fue una mujer. Una mujer que, además, participó activamente en el movimiento sufragista, realizó experimentos en un taller casero y llegó a publicar sus conclusiones en una revista científica.

Durante años, el nombre de Eunice Foote fue olvidado por los investigadores que sentaron las bases de la ciencia climática. El mérito del descubrimiento se atribuyó a John Tyndall, un físico y químico irlandés que lo tuvo mucho más fácil para escribir su nombre en la historia.

Progresista, feminista y científica aficionada

Eunice Newton Foote nació en Goshen, un pequeño pueblo de Connecticut (Estados Unidos), en 1819. Cuando todavía era una niña, se mudó con su familia al estado de Nueva York. Allí tuvo una educación progresista para la época y la oportunidad de formarse en disciplinas científicas, como la biología y la química. En 1841, se casó con el abogado y matemático Elisha Foote, con quien compartía el interés por la investigación. Montaron un pequeño laboratorio en su casa, en donde empezaron a hacer experimentos a la vez que seguían de cerca los avances que se hacían en el resto del mundo.

El papel de Eunice Foote era, sin embargo, el de una científica “aficionada”. Era, también, una persona sin derecho al voto, que no podía acceder a la educación superior y que tampoco podía ocupar cargos públicos. En la década de 1840, algunas mujeres de Estados Unidos comenzaron a organizarse para denunciar estas y tantas otras restricciones políticas y sociales. Y, en 1848, la fuerza sufragista llevó a la celebración de la histórica Convención de Seneca Falls.

Un total de 67 mujeres y 32 hombres firmaron la ‘Declaración de sentimientos’ (hoy conocida como ‘Declaración de Seneca Falls’), un documento que exigía la igualdad entre hombres y mujeres y el derecho a voto de estas últimas. Entre las personas firmantes estaban Eunice Foote y su marido. Aquella declaración no tuvo consecuencias inmediatas y el voto femenino no fue una realidad en Estados Unidos hasta 1920. Sin embargo, la vida todavía le reservaba a Eunice Foote una oportunidad de contribuir a la historia, esta vez, científica.

El calor del dióxido de carbono

En 1856, Eunice Foote firmaba el artículo ‘Circumstances Affecting the Heat of the Sun’s Rays’ en la reconocida revista científica The American Journal of Science and Arts. En este trabajo, Foote exponía las conclusiones de un experimento que había realizado en su propia casa y sin más material que una bomba de aire, termómetros y varios cilindros de vidrio. La científica llenó uno de los recipientes con dióxido de carbono y otro con aire común. A continuación, los colocó a la luz del sol y esperó a ver si variaban los termómetros. Por supuesto, lo hicieron. Repitió el experimento con otro recipiente lleno de aire cargado de humedad. El resultado fue similar. La científica acababa de descubrir que el vapor de agua y el CO2 absorbían mucho más calor que el resto de los gases.

“El receptor que contenía el gas [CO2] se calentó más que el otro y, al ser retirado, tardaba mucho más en enfriarse”, explicaba Foote en su artículo. Hoy podemos constatar que tenía razón. Además, sabemos que una de las grandes amenazas del cambio climático es que el dióxido de carbono tarda décadas o incluso cientos de años en desaparecer de la atmósfera. De ahí que, aunque dejásemos de bombardear gases de efecto invernadero hoy mismo, las consecuencias del calentamiento seguirían notándose durante décadas.

Foote concluía que la presencia de CO2 en la atmósfera calentaría nuestra tierra. Y que, si en un período de la historia se mezclase en una proporción mayor que la de 1850, esto causaría inevitablemente un aumento de las temperaturas.

Fuera de las actas

El 23 de agosto de 1856 se celebró la octava reunión anual de la Asociación Estadounidense para el Avance de la Ciencia (American Association for the Advancement of Science, también conocida por las siglas AAAS) en Albany, Nueva York. Foote no pudo leer su propio artículo, y en su lugar lo hizo el profesor Joseph Henry, de la Smithonian Institution. Pero ni la investigación ni la presentación fueron incluidas en las actas de la conferencia.

Cuatro años después, el científico irlandés John Tyndall llegó a conclusiones similares a las de Foote. Usando un aparato que él mismo había fabricado, midió el poder de absorción de los diferentes gases. Partía con ventaja respecto a Foote: era un reconocido investigador con una posición relevante en el mundo de la ciencia. Pero, aun así, no le hicieron mucho caso: el poder calorífico del dióxido de carbono era un problema que, al igual que hoy, incomodaba a muchos sectores. Tyndall nunca hizo referencias al trabajo de Foote, no se sabe si de forma predeterminada o por desconocimiento. Ella continuó investigando hasta la década de 1860, como mínimo, y firmó otras publicaciones.

La científica murió en 1888, cuando sumaba 69 años de edad. No se guarda ningún retrato suyo y, hasta 2010, ni siquiera se relacionaba su nombre con la ciencia climática. Fue en este año cuando el investigador Raymond P. Sorenson rescató a Eunice Foote del olvido y reivindicó su papel en la historia.

Tomado de: Pikara Magazine

Leer más

El fascismo en la mansión al lado

Salvador Allende. (1908-1973)

Por Eduardo Galeano

Quería contar un par de historias de Salvador Allende de quien tuve la suerte de ser amigo, muy amigo, y al que conocí de cerca. Una vez, una de las veces que nos vimos, en una de las Campañas Electorales, el me invitó a almorzar a la casa, yo había viajado a Chile y le encontré la cara muy preocupada, rara vez lo había visto tan triste creo que nunca, tristísimo estaba y le pregunté ¿qué pasaba?, le digo ¿qué ocurre?, pensé que sería algo vinculado con la campaña electoral, a los censos, los cálculos, las encuestas, cosas así, pero me parecía raro tanta tristeza por un cálculo de votos, además no era muy de él esto de andar calculando votos; y entonces me dijo: “no se trata de eso, pero se trata de algo que me ha dolido mucho”.

Entonces salimos a la puerta de la casa, me dijo:

“mira, mira bien esa mansión que tenemos aquí al lado, pues ahí vive una de las familias más ricas de Chile, allí hay una fortuna inmensa y esa casa tiene una sola empleada y esa empleada que gana un salario de hambre, se ocupa de los niños, se ocupa de hacer la comida, de lavar los platos, se ocupa de la jardinería, se ocupa de todo, a cambio de ese salario de hambre y lo que me tiene así tan triste como me viste, lo que me tiene realmente triste, es que me enteré de que esa pobre mujer, esa sacrificada mujer, ha enterrado su ropa. La poca ropa que tiene, nada, poca y pobre ropa, la ha enterrado porque los medios de comunicación, los miedos de comunicación, que sería el nombre adecuado, los miedos de comunicación la han convencido, de que si ganamos nosotros, si gana la izquierda y si yo soy Presidente, le vamos a sacar la ropa, le vamos a expropiar la ropa.”

Y esa pobre mujer se lo había creído y había enterrado en el jardín la poca pobre ropa que tenía. Y eso me pareció muy revelador, no el hecho en sí, porque la derecha jugó muy sucio en algunas elecciones chilenas y en otros lugares también, generando terror, generando miedo, sino la hondísima tristeza que Salvador Allende sentía por este episodio.

Decía: “¿Pero cómo?, si yo vivo para ayudar a gente como ella, ¿Cómo es posible que tengan miedos así tan absurdos?, ¿Cómo le vamos a sacar la ropa?,¡le vamos a multiplicar la ropa!, ¿Qué es esto como lo ves tú?”, le digo, no a mí también me pasaría lo mismo que te ocurre. Todavía le di un abrazo y le dije: sabes una cosa, esto habla bien de vos y de tu honda sensibilidad humana, pero ella no tiene la culpa de padecer los miedos que cada día le meten en la cabeza nuestros enemigos políticos.

Esa es una de las historias compartidas con él. Tengo algunas otras que contar, siempre me gusta en lugar de discursear contar historias chiquitas que son a veces reveladoras de la historia grande. En esa misma campaña electoral el me ofreció que si quería lo acompañara al sur del sur o sea a Punta Arenas, donde iba a dar un discurso de campaña y yo encantado le dije que sí y allá marchamos los dos juntos. Al llegar a Punta Arenas, por cierto me acuerdo que hacía un frío terrible y él me obligó a que fuéramos los dos a comprar calzoncillos largos, de esos que llegan hasta el tobillo y nos miramos al espejo los dos con calzoncillos largos y allí entendí porque se llaman “mata pasiones” que es el nombre, si se llaman mata pasiones con toda razón, le dije no te parece que estamos un poco ridículos y me dice sí pero nadie nos va a ver no te preocupes de esto nadie se entera.

Y muy poco después nos fuimos a echar unos tragos juntos y después a cenar, y ahí descubrí la nieve, yo nunca había visto nevar y descubrí que la nieve cae muy suave, como si fuera de algodón viene del cielo, sin apuros muy suavemente cae la nieve, y era muy bello verla, sentirla, desde una ventana donde cenamos Allende y yo. Y entonces el sacó de la ropa el discurso que iba a leer al día siguiente, me dijo, “te dejo el discurso de mañana, que voy a leer mañana aquí en Punta Arenas para que lo veas”, le digo bueno lo leo y te lo devuelvo, me dijo “no esa copia es para ti”, bueno te lo agradezco, lo leeré con mucha atención y al día siguiente paradito en primera fila estaba esperando el discurso que ya había leído y en el discurso apareció una frase que no figuraba en la versión escrita, o sea que Allende hablando había incorporado una frase y cuando terminó el acto y nos encontramos para seguir la noche, la fiesta, le dije: mira, sabes que hay una frase ahí que no la tengo en la versión que me diste, en la versión escrita y me dijo: “ya sabía yo que te ibas a dar cuenta ¡que ojo!, claro que no está en la versión escrita”, y le digo ¿Qué es?, ¿Una frase espontánea?, ¿Se te ocurrió en el momento?, y me respondió “sí de alguna manera sí, no sé porque sentí que tenía que decirlo y decirlo así como lo dije, no te lo podría explicar, fue una rara visita de un fantasma”.

La frase, que resultó ser con el paso del tiempo una frase profética, autoproféctica, decía: “vale la pena morir por todo aquello, sin lo cual no vale la pena vivir” y creo que es una frase que define muy bien el nivel de calidad humana de un hombre como él, como Salvador Allende, un hombre excepcional que restituyó a la democracia el prestigio de las palabras secuestradas por los políticos mentirosos, que han arruinado el lenguaje de tanto mentir.

Y Allende no mentía. Cuando después ganó las elecciones y nacionalizó el cobre, advirtió desde el Palacio de La Moneda, del Palacio de Gobierno, advirtió “yo de aquí no salgo vivo”, no era la primera vez que se escuchaba esta frase en América Latina, muchos Presidentes la han dicho y después salen vivos rumbo al aeropuerto; pero en el caso de él no salió vivo, porque había dicho que no iba a salir vivo y porque era un hombre de honor. Yo sé que el honor es un producto raro de encontrar, cada vez más raro y también sé que el lenguaje ha sido prostituido por algunos políticos mentirosos. Pero él contribuyó mucho a restituir la dignidad perdida al lenguaje político e hizo lo que había dicho que iba a hacer. Es como una recuperación del respeto a la palabra, del respeto que la palabra merece. Yo soy lo que te digo, porque mis palabras son yo, me contienen.

Eso era lo que quería decir en realidad el resto me parece que sobra. Pero quería ponerle el acento en la importancia que tiene ese legado que nos dejó Salvador Allende, como un mensaje para siempre, un mensaje de honestidad y de valentía para siempre, que lava los múltiples pecados cometidos contra el lenguaje por los políticos profesionales, nadie podrá evitar los ecos de lo que él dijo, de lo que él dijo cuándo anunció “yo de aquí no salgo vivo” y de lo que él dijo cuándo profetizó estando los dos juntos ahí en Punta Arenas.

Y la verdad es que estamos tan acostumbrados a divorciar la palabra del acto, las palabras y los hechos, que rara vez se juntan, rara vez se encuentran y cuando se encuentran las palabras y los hechos, las palabras y los actos, ni siquiera se saludan porque no se conocen, y en el caso de Salvador Allende hubo una identidad perfecta entre lo que se decía y lo que hacía y esa fue creo su mejor herencia esa recuperación de la dignidad al lenguaje, creo que nos dejó unas cuantas herencias importantes, todas referidas a la valentía, al coraje, la dignidad, pero ésta es para mí, que soy escritor y vivo de las palabras, la más valiosa de todas: cómo él recuperó el poder de la verdad que las palabras contienen. No sólo la capacidad de mentir como algunos miedos de comunicación difunden cada día, como esos miserables que habían convencido aquella pobre mujer que trabajaba en la casa de al lado de Salvador Allende, la habían convencido de que si ganaba la izquierda le iban a expropiar la ropa y ella la había enterrado en el jardín.

Pero hay otras voces que son dignas herederas de aquel hombre que nos enseñó que el lenguaje es sagrado, que la palabra humana puede ser sagrada y que a ella nos debemos y que por eso hay que ser muy cuidadoso en lo que se dice para no romper la difícil identidad que se logra en algunos casos excepcionales, pero se logra entre lo que se dice y lo que se hace.

Intervención en la Clausura del Encuentro Internacional Antifascista. Teatro Nacional, Caracas, Venezuela. 13 de septiembre de 2013

Tomado de: El sudamericano

Leer más

La historia del Viejo Benjamin

Walter Bendix Schönflies Benjamin fue un filósofo, crítico literario, traductor y ensayista alemán de origen judío.

Por Lisa Fittko

El 26 de septiembre de 1940 Walter Benjamin se suicidó por sobredosis de morfina en una pensión de Port Bou. Un evidente suicidio inducido. Por eso cabe preguntar: ¿Quién mató a Walter Benjamin? Pro memoria, y por si así es posible saber qué ocurrió con el manuscrito que portaba, cuya salvación le parecía más importante que la de su propia vida. Los testimonios de Lisa Fittko y Henny Gurland permiten reconstruir aquel brutal episodio de la colaboración entre nazis y franquistas. Un episodio del que se han borrado las huellas: en el hermoso cementerio marino de Port Bou la tumba de Benjamin se ha esfumado y en el pueblo nadie recuerda nada, sin que falten algunas frustradas tentativas de la tradicional picaresca española. Un aura de misterio sigue rodeando la muerte de Benjamin en Port Bou, pero puede y debe esclarecerse.

Cumplo, por fin, la promesa de escribir la historia. La gente sigue pidiéndome que describa exactamente la forma en que…

Recuerdo todo lo que pasó, así lo creo. Es decir, recuerdo los hechos. Pero, ¿puedo revivir aquellos días? ¿Es posible retroceder y penetrar en aquellos tiempos en que no había lugar para recordar lo que era la vida normal, aquellos días en que teníamos que adaptarnos al caos y luchar por sobrevivir…?

La distancia de los años –una cuarentena– le ha dado una perspectiva a los acontecimientos, opinan muchos. Me parece, sin embargo, que esta perspectiva con pretensiones de comprensión fácilmente se vuelve una simple visión desde atrás, reformando aquello que… Contra esta trampa, ¿cómo poner en orden mis recuerdos? Y ¿por dónde empezar?

25 de septiembre de 1940

Port-Vendres (Pirineos Orientales), Francia.

*****

Me recuerdo despertándome en la habitación estrecha de bajo techo donde algunas horas antes había ido a dormir. Alguien llamaba a la puerta, pero no era la chica. Me froté los ojos medio cerrados. Se trataba de uno de nuestros amigos: Walter Benjamin, uno de los que huyeron hacia Marsella cuando los alemanes ocuparon Francia. «Viejo Benjamin», solía decir yo refiriéndome a él sin saber exactamente por qué –tenía 48 años–. ¿Qué hacía ahora aquí?

«Respetable señora ‒dijo‒, por favor, acepte mis disculpas por esta molestia». El mundo había quedado trastocado, pensaba yo, pero no la cortesía de Benjamin. «Su señor esposo ‒prosiguió‒, me indicó cómo encontrarla. Me dijo que usted podría conducirme a España a través de la frontera». ¿Qué dijo? Oh bien, sí, mi señor esposo –mi marido– habrá dicho eso. Supondrá que puedo hacerlo, lo que sea.

Benjamin se quedó parado ante la puerta abierta; entre la cama y el pasillo no había sitio para una segunda persona. Le sugerí enseguida que me esperara en el bistrot de la calle del pueblo. Desde el bistrot nos fuimos a dar un paseo, de modo que pudiéramos hablar sin ser escuchados. Le expliqué que, aunque mi marido no lo sabe, desde mi llegada a la zona fronteriza la semana pasada he encontrado un modo seguro de cruzar la frontera. Un día bajé al puerto para hablar con alguno de los obreros portuarios. Uno de ellos me invitó al local del Sindicato donde me pusieron en contacto con el señor Azéma: alcalde de Banyuls-sur-Mer, un pueblo cercano. Era el hombre que, según había oído en Marsella, podría ayudarme a encontrar un camino seguro para aquellos de nuestra familia y amigos que estuvieran dispuestos a pasar al otro lado. Se trataba de un viejo socialista de los que habían ayudado a la República española pasando desesperadamente la frontera con los médicos, medicinas y enfermeros necesarios durante la Guerra Civil española. «Una grata persona, el alcalde Azéma», le comenté a Benjamin. Se había pasado horas conmigo preparando cada detalle. Por desgracia, el famoso camino a través del muro del cementerio de Cerbère estaba cerrado. Había sido un camino absolutamente seguro y gran número de refugiados lo habían usado durante meses, pero ahora estaba fuertemente vigilado por los gardes mobiles. Sin duda por orden de la Comisión Alemana. Según el alcalde, el único punto realmente seguro era «la Route Lister». Ello significaba que tendríamos que cruzar los Pirineos más al oeste, a gran altura, haciendo una gran ascensión.

«Está bien ‒contestó Benjamin‒, será tan largo como seguro. Yo tengo dificultades cardíacas ‒continuó‒, y tendré que ir despacio. También hay dos personas que me acompañan desde Marsella y que necesitan pasar la frontera: la Sra. Gurland y su hijo. ¿Los llevará usted?»

Seguro, seguro. «Pero, Sr. Benjamin, comprenda usted que yo no soy una guía competente en esta región, que no conozco los caminos y que nunca los he recorrido por mi cuenta… Tengo un trozo de papel con unas indicaciones a lápiz, un mapa del camino hecho de memoria donde están descritos algunos de los detalles de las vueltas que hay que dar: una cabaña a la izquierda, una explanada con siete pinos que hay que bordear por la derecha, porque si no saldríamos demasiado al norte, hasta los viñedos que conducen al cerro en este punto a la derecha. ¿Quiere aún correr el riesgo?»

«Sí», dijo sin vacilar. «El riesgo real sería no ir». Dicho sea de paso, recuerdo que éste no era el primer intento de Benjamin para salir de la trampa, imposible de olvidar para cualquiera que conozca los anteriores. La atmósfera apocalíptica de Marsella en 1940 produjo historias absurdas de huidas frustradas: planes sobre barcos fantásticos y capitanes legendarios, visados para países inexistentes en el mapa y pasaportes de países que habían dejado de existir. Uno se acostumbraba a aprender en el Daily Grapevine [boca a oreja] que estos planes quiméricos podrían seguir el destino de un castillo de naipes. Éramos capaces de reírnos –teníamos que reírnos– del lado cómico de algunas de aquellas tragedias. La risa era irresistible cuando el Dr. Fritz Fraenkel ‒de constitución endeble y melena gris‒ y su amigo Walter Benjamin ‒con su cabeza de escolar sensible y ojos pensativos tras las gafas‒ se veían obligados a disfrazarse de marineros franceses para colarse de contrabando en un barco de carga. No llegaban muy lejos.

No obstante, podían continuar intentando huir, por suerte, dado el estado general de confusión.

Intentaríamos ver al alcalde Azéma una vez más, esta vez juntos, de forma que pudiéramos memorizar cada detalle. Avisé a mi cuñada –ella, el niño y yo pensábamos cruzar la frontera e ir a Portugal la semana siguiente– y salí con Benjamin hacia Banyuls.

Aquí tengo un lapsus de memoria. ¿Nos atrevimos a tomar el tren, a pesar de los constantes controles fronterizos? Tuvimos que haber andado 6 u 8 kilómetros desde Port-Vendres por la senda rocosa que ahora me era familiar. Recuerdo haber encontrado al alcalde en su despacho; recuerdo cómo miraba hacia la puerta y repetía sus instrucciones, contestando a nuestras preguntas.

Dos días más tarde, después de que el alcalde nos dibujase el plano de la carretera, nos asomamos a la ventana y Benjamin tomó nota de las direcciones: la explanada de los siete pinos y algunas colinas a las que tendríamos que subir. «Sobre el papel parece un paseo fácil ‒comenté‒, pero me temo que tengamos que atravesar alturas pirenaicas…». Se rió: «Eso es en España, al otro lado de las montañas».

Entonces, el alcalde sugirió dar un paseo aquel atardecer y recorrer la primera parte de la ruta para probar si podíamos encontrar nuestro camino. «Tú subes hasta este claro», dijo señalando el plano. «Luego vuelves y lo verificas conmigo. Pasas la noche en la fonda y mañana por la mañana, a eso de las cinco cuando aún está oscuro y la gente se va hacia sus viñedos, haces otra vez todo el camino hasta la frontera española». Benjamin preguntó por la distancia hasta la explanada. «Menos de una hora… bien, en realidad no más de dos horas. Un bonito paseo». Nos despedimos con un apretón de manos: «Je vous remercie infiniment, Monsieur le Maire», oí decir a Benjamin. Pude escuchar claramente su voz.

Fuimos a ver a sus compañeros, que esperaban en la fonda y les explicamos nuestro plan. Me pareció que cooperarían sin quejarse, contra lo que yo me temía, en una situación tan crítica. Caminamos tranquilamente, como turistas que disfrutan del panorama. Me di cuenta que Benjamin portaba una maleta de grandes dimensiones que había recogido cuando nos paramos en la posada. Parecía pesada y le ofrecí mi ayuda para llevarla. «Es mi nuevo manuscrito», me explicó. «Pero, ¿por qué la trae?». «Comprenda que esta maleta es lo más importante para mí ‒y añadió‒ no puedo arriesgarme a perderla. Es el manuscrito lo que debe ser salvado. Es más importante que yo mismo».

Esta expedición no iba a ser fácil, pensé. Walter Benjamin y sus caminos retorcidos. Justo como es él. Cuando intentaba pasar por marinero en el puerto de Marsella, ¿habría ido con la maleta?

Mejor sería pensar en el camino, me dije a mí misma, e intentar descifrar las indicaciones de Azéma en el pequeño plano. Aquí estaba el cobertizo vacío que el alcalde había mencionado; no nos habíamos perdido… por ahora. Luego encontramos el sendero con una ligera curva hacia la izquierda. Y la gran roca que había descrito. ¡Una explanada! Esa tiene que ser. Lo habíamos conseguido, después de casi tres horas.

Según lo señalado por Azéma, esto significaba sólo la tercera parte del camino. No lo recuerdo como si hubiera sido difícil. Nos sentamos y descansamos un rato. Benjamin se tumbó sobre la hierba y cerró los ojos; yo pensaba que debió haber sido fatigoso para él. Estábamos preparados para emprender el descenso de vuelta, pero él no se levantó. «¿Está listo?», le pregunté. «Estoy bien ‒contestó‒, vosotros tres vais delante».

«¿Y usted?».

«Yo me quedo. Voy a pasar la noche aquí y vosotros os reunís conmigo por la mañana».

Esto era peor de lo que yo esperaba. ¿Qué hacer ahora? Todo lo que podía hacer era razonar con él. La zona era agreste y montañosa, donde podrían aparecer animales peligrosos. Con certeza sabía que allí existían toros salvajes. Estábamos a finales de septiembre y no tenía nada con que cubrirse. En los alrededores merodeaban contrabandistas, y quién sabe lo que podrían hacer con él. No tenía nada que comer ni beber. En cualquier caso, era insano. Respondió que su decisión de pasar la noche en la explanada era irrevocable, al estar basada en un razonamiento muy simple. El objetivo era cruzar la frontera, de modo que ni él ni su manuscrito cayeran en manos de la Gestapo. Había alcanzado la tercera parte de este objetivo. Si tenía que volver al pueblo y repetir mañana todo el camino, su corazón probablemente no lo aguantaría. Ergo, se quedaba.

Me senté otra vez y dije: «Entonces yo también me quedo».

Sonrió. «¿Desea usted defenderme de sus toros salvajes, estimada señora?».

Mi estancia no sería razonable, explicó tranquilamente. Era esencial que hiciera las comprobaciones con Azéma y que descansara esa noche. Sólo entonces sería capaz de guiar a los Gurland antes del amanecer sin errores ni retrasos, para llegar a la frontera. Naturalmente que ya sabía eso. Además, tenía que conseguir algo de pan sin la cartilla de racionamiento, y quizá algunos tomates y sucedáneo de mermelada en el mercado negro para poder caminar durante el día. Supongo que sólo intentaba asustar a Benjamin para que abandonase su idea pero, naturalmente, no funcionó.

Durante el descenso quería concentrarme en el sendero para poder encontrar el camino en la oscuridad de la mañana siguiente. Pero la cabeza se negaba: él no debía quedar sólo allí, es un error… ¿Lo había planeado así durante el camino? ¿O el paseo le había extenuado de tal modo que decidió quedarse sólo una vez que llegamos?  Pero allí estaba la pesada maleta que no había soltado durante todo el camino. ¿Permanecía intacto su instinto de conservación? En caso de peligro, ¿qué le aconsejaría hacer su peculiar forma de razonamiento

Durante el invierno, antes de la capitulación de Francia, mi marido y Benjamin habían estado juntos en uno de los campos donde el Gobierno Francés encarcelaba a los refugiados de la Alemania Nazi. Fue en el Campo de Vernuche, cerca de Nevers. En una de sus conversaciones, Benjamin, fumador empedernido, declaró que había dejado de fumar hacía pocos días. Era angustioso, añadió. «Tiempos duros», le dijo Hans. Observando la incapacidad de Benjamin para «tratar las adversidades superficiales de la vida, que a veces se presentan…» (Walter Benjamin. Cartas 1) –en Vernuche todo eran adversidades– Hans se había acostumbrado a ayudarle en los problemas. Cuando quería demostrarle a Benjamin que en lo que se refiere a tolerar crisis y mantener el equilibrio síquico, la regla fundamental era conseguir satisfacciones evitando las privaciones, Benjamin respondía: «Sólo puedo soportar las condiciones de vida en el campo si me siento obligado a sumergir la mente totalmente en un esfuerzo. Dejar de fumar requiere ese esfuerzo y, por tanto, será lo que me salve».

A la mañana siguiente parecía que todo iba a ir bien. El peligro de ser vistos por la policía o por los guardias fue máximo cuando abandonamos el pueblo y empezamos a subir por la colina. Azéma había insistido: la salida, antes del amanecer; mezclarse con los vendimiadores en la subida; no llevar nada, excepto una ‘musette’; no hablar. De este modo, las patrullas no nos podrían distinguir de los habitantes del pueblo. La señora Gurland y su hijo, a los que había explicado estas normas, las siguieron cuidadosamente y yo no tuve problemas para encontrar el camino.

Cuanto más nos acercábamos a la explanada, mayor era la tensión que sentía. ¿Estaría Benjamin allí? ¿Estará vivo? Mi imaginación comenzó a girar como un calidoscopio.

Por fin. Aquí está la explanada. Aquí está el viejo Benjamin. Vivo. Se levantó y nos miró amistosamente. Entonces me sorprendió su cara, ¿qué había pasado? Esas manchas color púrpura oscuro bajo sus ojos, ¿podrían ser síntomas de un ataque al corazón?

Intuyó por qué lo miraba. Quitándose las gafas y limpiándose la cara con un pañuelo, comentó: «Oh, esto. El rocío de la mañana, ya sabe. Lo que se forma en la montura de las gafas, ¿ve? Se mancha al humedecerse».

Mi corazón cesó de latir en mi garganta, para deslizarse otra vez al lugar que le correspondía.

Desde aquí, el ascenso fue más empinado. Entonces, comenzamos a dudar repetidamente sobre la dirección que debíamos seguir. Me sorprendió que Benjamin fuera capaz de comprender su pequeño mapa y ayudarme a orientarnos para tomar el camino correcto.

La palabra «camino» se volvía a cada paso más simbólica. Se trataba de trechos de una senda difícilmente reconocible entre las piedras, luego el viñedo en pendiente que nunca olvidaré. Pero primero explicaré lo que hacía tan segura esta ruta.

Siguiendo el ascenso inicial, el camino corría paralelo a la bien  conocida carretera «oficial», a lo largo de la cumbre de la cadena montañosa que era realmente transitable. «Nuestra» carretera ‒la «Route Lister» y un viejo, viejo sendero de contrabandistas‒ corría por debajo y, a veces, metido por dentro de barrancos, fuera del campo visual de los guardias de fronteras franceses que patrullaban en lo alto. En algunos puntos, los dos caminos se aproximaban tanto que teníamos que guardar silencio.

Benjamin caminaba despacio y uniformemente. Por intervalos regulares ‒aproximadamente cada 10 minutos‒ se paraba y descansaba durante un minuto. Luego continuaba con el mismo ritmo estudiado. Lo había calculado y preparado durante la noche,  según me confesó: «Con este ritmo seré capaz de llegar hasta el final. Me paro en intervalos  regulares, tengo que pararme antes de caer exhausto. Así no llegues nunca al agotamiento».

¡Qué hombre tan extraño! Una mente clara como el cristal, una gran energía interior.

Walter Benjamin escribió una vez que la naturaleza de esta energía es «la paciencia, no superada por nada» (en Agesilaus Santander). Leyendo esto años más tarde, lo veía otra vez andando lentamente, sereno, a lo largo del camino, y este contraste hacía olvidar algunas de sus absurdidades.

Yo y el hijo de la señora Gurland, José ‒que tenía alrededor de 15 años‒ organizamos turnos para llevar la maleta negra que era terriblemente pesada. Pero ‒repito‒ todos mostrábamos buen humor. A veces, casualmente hablábamos sobre temas que giraban en torno a las necesidades del momento. Pero la mayor parte del tiempo permanecíamos silenciosos, vigilando el camino.

Hoy, cuando Walter Benjamin es considerado uno de los maestros y críticos de nuestro siglo, se me pregunta con frecuencia ¿qué decía sobre el manuscrito? ¿Discutía el contenido? ¿Desarrollaría un nuevo concepto filosófico?

Dios mío, yo tenía suficiente conduciendo mi pequeño grupo hacia arriba; la filosofía quedaba lejos, hasta que alcanzásemos la otra cara de la montaña. ¿Qué importaba ahora, sino salvar a unas  personas de los Nazis? Y aquí estaba yo con este komischer Kauz, ce drôle de type, este curioso excéntrico. Viejo Benjamin: en otras circunstancias no partiría con su equipaje, la maleta negra; pero teníamos que burlar al monstruo a través de las montañas.

Vuelvo a los viñedos en cuesta. No había sendero. Escalamos entre las vides cargadas con las uvas dulces, oscuras y casi  maduras de Banyuls. Yo las recuerdo con una inclinación casi vertical, pero algunas memorias, a veces, distorsionan la geometría. Aquí vaciló Benjamin por primera y última vez. Con más precisión, se esforzó, cedió y formalmente se dio cuenta de que aquella pendiente estaba por encima de sus posibilidades. José y yo lo cogimos entre los dos con sus brazos sobre nuestros hombros y le llevamos ‒a él y la maleta‒ cuesta arriba. Respiraba pesadamente, pero no se quejaba, por lo que veíamos. Sólo de reojo miraba hacia la maleta negra.

Después de los viñedos, hicimos un alto en una estrecha ladera ‒el mismo escenario donde conocimos a nuestros griegos unas semanas más tarde‒. Pero esa es otra historia. El sol estaba lo bastante alto como para calentarnos, de modo que debían haber pasado entre 4 y 5 horas desde que emprendimos la marcha. Probamos algo de la comida que yo había traído en mi musette, pero nadie comió mucho. Nuestros estómagos habían encogido durante los últimos meses ‒primero los campos de concentración, luego el caótico refugio‒ ‘la pagaille’, o el Caos Total. Una nación en marcha, moviéndose hacia el sur; a sus espaldas, pueblos vacíos y ciudades fantasmas, inanimadas, mudas, hasta que el estruendo de los tanques alemanes rompía el silencio. Pero ‒otra vez‒ esa es otra historia, una historia muy larga.

Mientras estábamos parados, pensé que este camino a través de las montañas se había vuelto más largo y difícil de lo que suponíamos por las descripciones del alcalde. Por otro lado, si uno se familiarizaba con el terreno y no tenía que transportar nada, y si  estaba en buena forma, podía recorrerlo en mucho menos tiempo. Como suele pasar con la gente de las montañas, las ideas del señor Azéma sobre la distancia y el tiempo eran elásticas. ¿Cuántas horas eran «unas horas» para él?

Durante los meses de invierno que siguieron, cuando cruzábamos la frontera por este paso dos y hasta tres veces semanalmente, pensaba con frecuencia en la autodisciplina de Benjamin. Pensaba en él cuando la Sra. R. se ponía a gimotear en medio de las montañas: «… no tiene una manzana para mí… quiero una manzana…», y cuando la señorita Mueller tenía un ataque súbito de gritos (yo lo llamaba «acrodementia»), y cuando el Dr. H. valoraba su abrigo de piel por encima de su seguridad (y la nuestra). Otra vez se trata de historias diferentes…

En aquel momento yo estaba sentada sobre los Pirineos, comiendo un trozo de pan obtenido con billetes de racionamiento falsos, y Benjamin pedía tomates: «Con su permiso, ¿puedo…?» El bueno del viejo Benjamin y su ceremoniosa cortesía de castellano.

De repente comprendí que lo que había estado contemplando amodorrada era un esqueleto, blanqueado por el sol. ¿Quizá una cabra? Sobre nosotros, en el cielo azul sureño, dos grandes pájaros negros volaban en círculo. Debían ser buitres. Me pregunto lo que esperan de nosotros… Qué raro, pensé, usualmente no suelo ser tan flemática en lo que respecta a esqueletos y buitres.

Nos levantamos y reanudamos la marcha. Ahora el camino comenzaba a ser razonablemente recto, ascendiendo muy ligeramente. Estaba lleno de baches, y para Benjamin debió ser duro. Después de todo, estaba en marcha desde las siete. Su caminar se hacía más lento y sus pausas más largas, pero siempre en intervalos regulares, observando su reloj. Parecía quedarse absorto cronometrándose a sí mismo.

Luego alcanzamos la cúspide. Yo iba delante y paré para mirar alrededor. La vista se aparecía tan de repente que por un momento me asombró, como un espejismo. Más abajo, de donde veníamos, reaparecía el Mediterráneo. Al otro lado, más allá, acantilados escarpados y, ¿otro mar? Naturalmente, la costa española. Dos mundos azules. A nuestras espaldas, al norte, el Roussillon catalán. Al fondo, lejana, La Côte Vermeille, la tierra otoñal con cientos de sombras color bermellón. Quedé boquiabierta; nunca había visto nada tan hermoso.

Supe que ahora estábamos en España y que, siguiendo el camino,  bajaríamos directos hasta llegar al pueblo. Ahora sabía que tendría que dar la vuelta. Los otros tenían los papeles y visados necesarios, pero yo no podía arriesgarme a ser cazada en suelo español. Pero no, no podía abandonar el grupo a sí mismo, no ahora. Un pequeño trecho… Anotando en un papel los detalles que me devuelve la memoria de esta primera vez que crucé la frontera por la «Route Lister», una imagen nebulosa cubre todo aquello que he pasado estos años. Tres mujeres ‒a dos de ellas las conocía vagamente‒ cruzaron nuestro camino. Confusamente, nos veo allí hablando por un rato. Habían llegado por otro camino y continuaron por separado hacia el lado español. Nuestro encuentro no me sorprendió ni me impresionó particularmente, puesto que muchas personas estaban intentando huir a través de las montañas.

Pasamos cerca de un charco. El agua estaba sucia, verdosa y apestaba. Benjamin se arrodilló para beber.

«No puede beber de ese agua ‒dije‒, está sucia y seguramente contaminada». La botella de agua que yo traía se había vaciado, pero hasta ahora no había mencionado que estuviera sediento. «Debo disculparme ‒dijo Benjamin‒, pero no tengo alternativa. Si no bebo, no seré capaz de continuar hasta el final». Inclinó la cabeza hacia el charco.

«Escúcheme ‒le dije‒. ¿Quiere esperar un momento y atenderme? Casi hemos llegado. Pero beber ese lodo es impensable.  Cogería el tifus…»

«Es verdad, puede ser. Pero comprenda que lo peor que puede ocurrir es que muera de tifus… DESPUÉS DE cruzar la frontera. La Gestapo no podrá atraparme y el manuscrito estará a salvo. Discúlpeme».

Bebió.

El sendero descendía ahora en una suave pendiente. Serían   alrededor de las dos de la tarde, cuando dejamos atrás la pared rocosa y, en el valle, contemplé el pueblo, muy próximo.

Lisa Fittko ayudó a muchos a escapar de la Francia ocupada por los nazis durante la Segunda Guerra Mundial. La autora de dos memorias sobre Europa en tiempos de guerra, Fittko también es conocida por ayudar al filósofo y crítico alemán Walter Benjamin a salir de Francia para escapar de los nazis en 1940.

Tomado de: El Viejo Topo

Leer más

Monumentos sin domicilio fijo

La estatua erigida a Cristóbal Colón, en Barcelona. Foto DW

Por José Steinsleger

Parecería comprensible que en América, África y Europa empiecen a derribarse los bustos, estatuas y monumentos “que honran la memoria de traficantes de esclavos, genocidas y conquistadores que lucharon por la perpetuación de la esclavitud, y otros hombres a quienes en el pasado se consideró merecedores de homenaje público” (editorial de La Jornada, 13/6/20).

Los de Colón encabezan la nómina: cerca de 35 en el mundo, y 15 en España. Incluido el de Sevilla, con forma de huevo (la mayor escultura de bronce del país). Y a pesar de que el nombre oficial suena trascendente (“Nacimiento de un hombre nuevo”), los paseantes del Parque de San Jerónimo, lo llaman como se debe: “monumento al huevo”.

Con cinco monumentos al marino genovés, Estados Unidos y México encabezan la lista, respectivamente. Pero los del centro de Los Ángeles y la CDMX ya no están, ya que fueron retirados en 2018 y 2020. En el primer caso, por motivos de “justicia restauradora”, según el concejal Mitch O’Farrell, líder indígena de Oklahoma e impulsor de una verdadera cruzada contra los símbolos de la conquista española en la Alta California. Y en el segundo el espacio será ocupado por una réplica de la Joven de Amajac, pieza arqueológica recién descubierta en la huasteca veracruzana, en representación de las indígenas.

Sin embargo, será difícil remover el descomunal Faro de Colón de República Dominicana (800 metros de largo, 36.5 de altura), inaugurado el 12 de octubre de 1992, en conmemoración del quinto centenario del “descubrimiento”, y en el país donde, justamente, empezó hace 520 años el genocidio de los pueblos americanos, seguido de la esclavitud de los negros cazados en África por españoles, ingleses, holandeses y portugueses.

La imagen redentora que las derechas cavernícolas de España y América Latina transmiten de la Conquista (“acto emancipador”, según Vargas Llosa y sus mariachis) tiene los años contados. Por ejemplo, la periodista boliviana Verónica Zapata recuerda que en 2011, durante una visita del comandante Hugo Chávez a la Casa Rosada, comentó a la presidenta Cristina Fernández de Kirchner: “¿Qué hace ahí ese genocida?…Ahí hay que poner un indio”.

Chávez se refería al imponente monumento a Colón (623 toneladas), erigido en 1921 frente a la sede del gobierno argentino. Labrado en Italia en mármol de Carrara, la columna de un solo bloque tiene 38 toneladas y 26 metros de altura. Y en la base, alegorías a la obra de Séneca: “La ciencia”, “El genio”, “El océano”, “La civilización”. En 2013, el monumento fue trasladado a terrenos del Aeroparque de la ciudad, y la comunidad genovesa puso el grito en el cielo.

En el caso de Bolivia (país que en 2009 se refundó como “Estado Plurinacional” durante el gobierno de Evo Morales), Victoria dice que “…resulta insólito que hasta la fecha todavía exista una estatua de Colón en el corazón de su capital política, La Paz, y a cuatro cuadras de la casa de gobierno”.

“En agosto pasado –relata– un grupo de manifestantes indígenas embistió contra la estatua, produciéndole la rotura de la nariz con un martillazo, además de pintar de negro su rostro. Luego le echaron una soga al cuello para poder tumbarla, y abajo sus compañeros tocaban instrumentos de vientos típicos del país, y levantaban las whipalas (bandera multicolor de los pueblos andinos), al grito de ‘¡jalalla!’ (voz quechua-aymara que expresa alegría y esperanza)”.

No obstante, otro tipo de personas reaccionó para evitar el derribamiento, al grito de “indios borrachos”, “indios ignorantes”, “indios incivilizados”, “arresten a esos atrevidos indios”. Los manifestantes fueron presos por la policía, y el alcalde Iván Arias (ex ministro de facto de la golpista Jeanine Áñez), calificó la acción de “delincuencial”.

Aunque más insólita haya sido la decisión del gobierno de Colombia (presidido por el genocida Iván Duque), de adelantar un diálogo con comunidades indígenas y hacer una revisión de los monumentos, desde 1920. De hecho, el Ministerio de Cultura, encabezado por Angélica Mayolo, ya retiró los de Cristóbal Colón y de Isabel La Católica, ubicados en una avenida céntrica de Bogotá.

Los dos ministros anteriores habían calificado de “vandalismo” el derribamiento de varias estatuas a los conquistadores españoles. En Cali, dos veces la de Sebastián de Benalcázar, “en memoria de nuestro cacique Petecuy”, aclaró el movimiento de Autoridades Indígenas del Sur de Occidente. E igual suerte corrió la de Gonzalo Jiménez de Quesada, fundador de Bogotá.

“¿Qué hacer con los monumentos derribados? ¿Dónde ubicarlos? ¿Qué fin darles?”, se pregunta la periodista colombiana Catalina Oquendo. Algunos especialistas proponen trasladarlos a museos, para “debates difíciles de pasados difíciles”. Preguntas de donde surgen otras: “¿cómo los presentamos? ¿Los restauramos por completo o mostramos la marcas de su caída?”

La verdadera historia de nuestros pueblos empieza a tomar forma y color. La historia –dijo un sabio– es la política de ayer. Y la política –respondió otro– es la historia de hoy.

Tomado de: La Jornada

Leer más
Page 12 of 311« First...«1011121314»203040...Last »