Textos prestados

Ho Chi Minh y la lucha contra los imperialismos japonés, francés y estadounidense

Ho Chi Minh Político y poeta vietnamita (1890-1969)

Por Marta Rojas

Nadie podía imaginarse el 2 de septiembre de 1945 que aquel hombre menudo de cuerpo y barba entrecana, llamado por varios nombres, entre otros Ho Chi Minh —aquel que quedaría tejido indisolublemente en la historia del mundo— sería uno de los personajes más extraordinarios del Asia en el siglo XX.

Aquel día de septiembre, desde la Plaza Ba Dinh, en el centro de la ciudad de Hanoi, al Norte de Vietnam y capital del país, Ho Chi Minh proclamaba al mundo la creación de la República Democrática de Vietnam. El tiempo, bastante breve, a partir de ese día, permitiría conocer las dotes extraordinarias del revolucionario como táctico y estratega. Era un renovador de su tiempo, ya se sabía; al menos en París, Moscú, China, y en su propio país, aunque no el alcance de su visión, tenacidad y poder de aunar a todo un pueblo para una lucha muy grande contra los fuertes reductos del colonialismo francés, y más tarde contra el poderoso imperialismo. Pero su visión y capacidad de estratega asombrarían al mundo.

Hay vistas cinematográficas de la época que dan fe de aquella imagen de la Plaza Ba Dinh, atestada de gente, escuchando a Ho Chi Minh proclamar a la República, desde un micrófono, de armazón circular. Terminaba la Segunda Guerra Mundial. Los aliados habían derrotado a los nazis, la Francia, metrópoli de muchos países de ultramar, de cierto modo también era liberada, el General De Gaulle era el Gran Héroe de la Resistencia.

Ese fue el momento táctico para que el revolucionario Ai Quog, u Ho Chi Minh, asumiera todo el poder de su liderazgo entre su pueblo y proclamara la independencia del país, de Norte a Sur. Dicho sea de paso, que Vietnam acababa de sufrir una cruenta contienda frente a los japoneses, envalentonado como parte central del eje Roma-Berlín-Tokio, dispuesto a apoderarse del universo.

También Vietnam sufría una espantosa hambruna. Perecían millones de vietnamitas. Ocupada Francia por Alemania, ni siquiera un ápice de contribución, como metrópoli interesada en la colonia estratégicamente ubicada en el Sudeste de Asia, al Sur de China, podía ofrecerle para aminorar la hambruna.

Así era, a grandes rasgos, la situación de Vietnam cuando Ho Chi Minh, y sus compañeros del Partido Comunista de Indochina y luego de Vietnam, fundado por él, proclamó una república soberana e independiente, dispuesta a ayudar a liberar a sus hermanos de las colonias de Laos y Cambodia, en su momento más inmediato posible.

No se puede hablar con responsabilidad de la fundación de la República Democrática de Vietnam —hoy República Socialista de Vietnam— sin hacer énfasis en la sabiduría política y el conocimiento de la vida de las colonias que tenía Ho Chi Minh.

En los años más jóvenes, en París, fue uno de los fundadores del Partido Comunista Francés y en el seno de la organización abogó por la liberación de las colonias francesas en ultramar, para el asombro de sus camaradas, aunque muchos lo comprendieron finalmente.

El conocía a ojos vista la situación de las colonias, incluso en África, por sus viajes como pinche de cocina y marinero simple a bordo de un barco carguero que tocaba esos puertos, entonces tendría veintidós años. Viviría vejámenes también a bordo de un barco de guerra francés que fondeaba en la rada de Shameen, en la concesión francesa de Cantón.

Como se ha dicho vivió en París, como periodista y retratista. Fue un lector insaciable. Entonces era el joven Nguyen Ai Quoc, quien, en 1923, viajó de París a Moscú para asistir el 5º Congreso Internacional Comunista como delegado del Partido Comunista Francés, que ya se preocupaba por el movimiento revolucionario en las colonias. De allí salió a una nueva misión, tomar partido en la revolución China, y atizar el movimiento revolucionario en su país, Vietnam. Su primer paso fue fundar la Asociación de Jóvenes Revolucionarios de Vietnam. Más tarde sufriría prisión y sería dado por muerto en China, pero no lo estaba y regresó a Vietnam.

Esta somera idea de su quehacer revolucionario está destinada a sustentar la gran verdad: Ho Chi Minh era un hombre de ideas muy avanzadas, avaladas por experiencia de lucha y conocimiento de su mundo en la época que le tocó vivir, desde su más temprana juventud. Era un hombre de letras, hijo de un maestro y maestro él mismo, que dominaba la lengua vietnamita, la lengua y escritura china, el francés de la metrópoli y podía entenderse perfectamente en ruso.

Dicho sea de paso, cuando unos meses antes de su muerte lo entrevistamos en Hanoi, nos dio la bienvenida y el saludo de despedida en perfecto español que, según dijo, en las estancias en tantos puertos, aprendió algunas palabras en español.

Aún se vivía la alegría de la victoria de los aliados y la metrópoli —Francia—, como tal, y estimulada por los Estados Unidos se propuso retomar las colonias. Vietnam la primera. Ya con esto se iniciaba una guerra impresionante, de aquel pueblo hambreado y apenas armado contra el ejército colonial apoyado por el victorioso ejército norteamericano.

Esto no sorprendió a Ho Chi Minh y sus cercanos colaboradores, el luego legendario general Giap, Phan Van Dong, Le Duan y otros. Un ejército popular de campesinos, en su inmensa mayoría, debía hacerle frente al poderío de las fuerzas de reconquista. Y así fue. La lucha se expandió por el Norte y Sur de Vietnam, pero sería en Dien Bien Phu donde las fuerzas coloniales mejor preparadas para la época sufrieron, en 1954, el descalabro total. Los vietnamitas llegaron a entrar al despacho del general francés que los dirigía y tomarlo preso.

Parecería que a partir de esa colosal victoria Vietnam podría desarrollarse y vivir en paz como una sola familia, según había sido siempre, de Norte a Sur. Mas, las alianzas no terminadas, en este sentido y época, entre Estados Unidos y Francia, apoyadas por un grupo enriquecido de traidores vietnamitas forzaron a cambiar las cosas.

En virtud de los acuerdos del fin de la guerra y con ella el fin del colonialismo francés en Vietnam, las tropas de la metrópoli debían reunirse al Sur del Paralelo 17 para salir hacia su país. Había un tiempo estipulado para el movimiento de dichas tropas, y nada perezosos los norteamericanos apoyaron al gobierno «provisional» sudvietnamita, con armas y dinero a chorros para que se hicieran fuertes y quedara dividido Vietnam.

Al Norte, la República Democrática de Vietnam, con su capital en Hanoi. Al Sur la República de Vietnam del Sur, con su capital en Saigón. La maniobra no resultó fácil, pero el poder era inmenso frente al Norte que luchaba aún contra el hambre y tenazmente a favor de la preparación de un ejército que pudiera hacer frente a cualquier amenazaba. Y sumado a esto los ideales de Ho Chi Minh y la vanguardia del Partido Comunista de Vietnam: educación para el pueblo, mejoras de todo tipo —las posibles— unidad del pueblo, no importaban las asociaciones religiosas ni las etnias montañesas; fortalecimiento de las instituciones administrativas y desarrollo de la incipiente industria, comenzando por la energía —el carbón— y los puertos, entre otras premisas básicas.

Paralelamente Ho Chi Minh y el Partido Comunista en la RDV tomaron en sus manos esas ideas por las cuales habían luchado. No tardarían en saber que gente revolucionaria del Sur se organizaba en guerrillas. Estos revolucionarios fueron apoyados, Ho Chi Minh en persona recibió a una mujer, Nguyen Thi Dinh, de la zona de Bentré, y se estableció un puente que se desarrollaría vertiginosamente y por caminos impensados por el enemigo, un real camino, el famoso y nunca conocido por el enemigo «Camino Ho Chi Minh», que atravesaba ríos, montañas, selvas al parecer impenetrables.

La guerra de liberación del Sur ya era un hecho. La divisa de Ho Chi Minh: la misma desde el inicio: Un solo Vietnam. Artificialmente dividido, Vietnam debía reunificarse.

Fue la guerra más genocida, conocida en el siglo XX, de una potencia contra un pequeño país. De un ejército sofisticado, compuesto por fuerzas aéreas, marítimas, terrestres, armas químicas, bombas de fragmentación, agente naranja, fósforo vivo, napalm y hasta una cortina electrónica que fue burlada rápida e ingeniosamente por los vietnamitas, se emplearon por más de diez años contra Vietnam del Sur, y contra la República Democrática de Vietnam, el ensañamiento fue aéreo. Un resumen mesurado de las víctimas vietnamitas sería de dos millones.

En cuanto a las fuerzas norteamericanas, tantos miles que estremecieron al imperio. «El síndrome de Vietnam», «inspiró» los filmes de la cinematografía. La guerra en Vietnam produjo las imágenes más brutales que hasta entonces pudieran verse en una guerra tan desigual. Contra bombardeos indiscriminados, los vietnamitas usaron elementos que incluían trampas de bambú en la selva, que aterrorizaban a los bien pertrechados soldados estadounidenses, o domesticaban avispas —no es un chiste— es real. A esto Ho Chi Minh lo llamó táctica y estratégicamente hablando: La guerra de todo el pueblo por la salvación nacional, la libertad, la soberanía y la reunificación. De ahí salió una doctrina militar.

La República Democrática de Vietnam, fundada el 2 de septiembre de 1945, se haría no sólo una realidad teórica sino firme e indestructible. Un buen día, el 30 de septiembre de 1975, hace 30 años, los televisores del mundo vieron un espectáculo sin precedentes: las tropas elites de Estados Unidos corrían despavoridas por las azoteas y cuanto sitio pudiera posarse un helicóptero para agarrarse de sus patines, o de cualquier parte, y huir de Vietnam.

Fue una estampida, no hubo orden posible en la retirada, aunque los vietnamitas, desde años antes, habían abierto una oficina en París y se establecieron conversaciones diplomáticas formales entre el Gobierno de Estados Unidos y el Frente Nacional de Liberación de Vietnam del Sur, reconocido como entidad política con todas las prerrogativas de un Gobierno.

Las conversaciones eran presididas por la conocida «Madame Thi Binh», de los cables de prensa, su nombre Nguyen Thi Binh, nombre parecido a la campesina que se alzó en Bentré, Nguyen Thi Dinh y que llegó a ser vicecomandante en Jefe del FNL.

Hay que dejar constancia que este procedimiento revolucionario, cuyo artífice había sido Ho Chi Minh, fue capaz de levantar un movimiento solidario en todo el mundo. Cuba fue el primer país del mundo en reconocer al FNL de Vietnam del Sur, y fundar el primer Comité de Solidaridad con Vietnam del Sur, que luego se extendería a Laos y Cambodia.

Las fuerzas más progresistas de intelectuales, artistas, científicos y profesores del mundo, se nuclearon en un Tribunal Internacional impulsado por el Premio Nobel Bertrand Russell que sesionó en Estocolmo, Dinamarca, París y otras ciudades. Hombres y mujeres de buena voluntad de Estados Unidos, incluidos —ya se ha mencionado— soldados que lucharon en Vietnam, se convirtieron en un factor importante de la solidaridad en favor de ese pequeño pueblo brutalmente agredido por la potencia más grande del mundo.

Aquel hombre que el 2 de septiembre de 1945 proclamó la República de Vietnam, ya había muerto (3 de septiembre de 1969) y no vio la victoria colosal de su pueblo, pero el Testamento Político que dejó, escrito poco antes de su fallecimiento, fue un mandato: Vietnam será libre, independiente y soberano, el enemigo será derrotado, y el pueblo vietnamita construirá un Vietnam diez veces más hermoso. Deberá estar unido.

Tan seguro estaba del triunfo que escribió en su testamento: «Nuestro país tendrá el señalado honor de ser una pequeña nación que, a través de la lucha heroica, ha derrotado a dos grandes imperialismos —el francés y el norteamericano— y ha hecho una digna contribución al movimiento de liberación nacional».

Y como última voluntad proclamó: «Mi último deseo es que todo nuestro Partido y pueblo, unidos estrechamente en la lucha, construyan un Vietnam pacífico, unificado, independiente, democrático y próspero, y hagan una valiosa contribución a la Revolución mundial» (Hanoi, 10 de mayo de 1969).

Tomado de: https://www.voltairenet.org

Leer más

Dos más dos suman cinco

1984. George Orwell. Ediciones Destino. S. A.

Por Mauricio Escuela

A las puertas de un proceso electoral en los Estados Unidos que pudiera definir el rostro del mundo en el siglo, muchos acuden a clásicos de la literatura, que les expliquen sin las mediaciones del poder, qué está sucediendo en el presente. Ortega y Gasset dijo que las grandes novelas versan sobre la actualidad, y así sucede con 1984, la clásica distopía del británico George Orwell, que escrita en 1948, narra un futuro posnuclear donde el ser humano moderno, el de las reivindicaciones iluministas, ha desaparecido para dejar paso a una especie de despojo vivo, que nada en las aguas de un mundo siempre en estado de vigilancia, odio y guerra.

Cuando salió la novela, la Guerra Fría comenzaba, y el miedo de la mutua destrucción entre contrarios igual de poderosos prefiguraba una era posmoderna, más parecida a la Edad Media. Sin embargo, con el “fin de la historia” que supuso la caída del muro de Berlín en 1989, la actualidad de las maquinaciones de Orwell arreció. La idea única, la del mercado, se masificó a partir de planes minuciosamente descritos en informes de las agencias de inteligencia, donde las universidades públicas y los intelectuales se consideraban enemigos. Así, había que barrer con toda muestra de pensamiento crítico, mediante el establecimiento de una enseñanza privada, exclusiva y utilitaria, que no tocase los estamentos del poder.

Esa nueva universidad está regida por clanes de estudiantes ricos, que le imponen al profesor sus agendas clasistas, a la vez que primitivizan los sistemas evaluativos, siendo una enseñanza ineficaz, reaccionaria y vacía. De ahí, no obstante, salen los papers que sirven luego de sustento a las campañas electorales, y los planes de gobierno del primer mundo, los asesores que creen en la diplomacia de las cañoneras y la superioridad racial.

El pensamiento único, el que Orwell temió, empieza así, desde arriba, y se ramifica hacia abajo: las oportunidades otorgadas a estudiantes de bajos ingresos suelen ser procesos de burdo reclutamiento, donde quienes entran como beneficiados se destinan a algún tipo de trabajo sucio, al que las clases privilegiadas prefieren evitar al menos directamente. A muchos se les coloca, como condición, ir, como carne de cañón, a las guerras en el Tercer Mundo, que, al igual que en 1984, nunca terminan.

El Goldstein Bin Laden

Uno de los episodios que más impresionan en la novela de Orwell son los llamados minutos del odio, o sea, un tiempo diario, al que los personajes acudían, para ver imágenes grotescas de guerras, que nadie sabe si sucedieron o no, y donde aparecía siempre un archienemigo llamado Goldstein, a quien las masas vociferaban al unísono con un odio puro. El proceso reafirmaba que ellos, los habitantes de la distopía, tenían la razón, que su idea era la mejor y que, si no funcionaba, era por culpa de aquel enemigo.

En los tiempos recientes, en sustitución del comunismo, los medios occidentales asumieron un discurso de antiterrorismo, y crearon a su propio Goldstein, uno que nadie vio prácticamente y que aparecía en los momentos claves, para azuzar el odio de las masas hacia ese individuo enclenque, que hablaba mal de las “libertades” estadounidenses y se atribuía atentados, fuera o no verdad que él los hiciera o que estos ocurrieran. Sí, era Bin Laden y es ahora el Estado Islámico y sus fantasmales líderes.

El espectáculo es demasiado funcional y emotivo, como para no recordarnos la habilidad con que el Estado de Orwell usaba el odio hacia esa imagen enemiga, que además había escrito un libro maldito, donde se contradecía toda la filosofía social establecida. Dicho volumen, en el caso actual, sería El Corán, asumido por muchos occidentales como herético, probablemente susceptible a que lo prohíban, o al menos que se advierta acerca de su “peligrosidad”.

La presencia de Bin Laden, o sea, Goldstein, sirvió para mantener el estado de alerta en los colores más subidos, luego del atentado a las Torres Gemelas, tal y como ocurre en 1984, donde el país del protagonista está en constante belicismo y las alianzas se cambian, sin que medie una lógica más allá del slogan “la guerra es la paz”. Un hecho que encaja muy bien con las teorías del neoconservadurismo de los halcones de hoy, que asumen que solo mediante el enfrentamiento invariable, Estados Unidos sigue teniendo sentido, tanto hacia adentro del país, como hacia afuera. Véanse los eslóganes: “Volver a ganar guerras” o “América Grande otra vez” de Donald Trump.

La neolengua y los hechos alternativos

El atentado a las Torres Gemelas desató un proceso también orwelliano, la reescritura del pasado, uno donde se limita la difusión de filmes que acontezcan en esos dos edificios derribados, o que muestren paisajes de Nueva York donde aparezcan. Por años, en las radios de la ciudad, se regularon canciones que contenían determinadas palabras sospechosas, aun cuando ni de lejos se aludiera al terrorismo o el atentado.

A la vez, como acontecía ya desde mucho antes, lo que trasmiten los medios dista de ser una verdad informativa, y deviene más en un relato; por ejemplo, se narró en tono aventurero tanto la primera como la segunda guerra del Golfo, sin pensarse siquiera en el sufrimiento real que causaron en ambos bandos. En especial, el inicio del conflicto final contra el Iraq de Sadam Hussein estuvo plagado del uso de los llamados hechos alternativos, o sea, afirmaciones dichas por el poder, que de momento se asumen como verdades sin más, para justificar una invasión, aunque luego cayeran por su propio peso. Esto se acerca bastante al papel del Estado en Orwell, que cambiaba las narrativas según conveniencias; si ayer Sadam era amigo, hoy es Hitler, y lo mismo sucedió con Bin Laden, quien en los años 80 fue un adalid contra el comunismo, apoyado y financiado por Occidente, en la guerra de Afganistán.

La privatización total de la enseñanza y sus precios prohibitivos han empobrecido el rito del lenguaje, dejando en desuso aquellos giros propios de un pensamiento crítico. La neolengua es hablada en 1984 y su misión es eliminar la lengua, o sea, la cultura. La escritura en Twitter, de 140 caracteres, y la extensión de algoritmos que ya escriben “mensajes automáticos”, contribuyen a generalizar una neolengua evidente, poco creativa, fenómeno que coincide con el encarecimiento de la adquisición de los libros. Mediante la neolengua, se aceptan mejor los hechos alternativos, ya que está privada de toda capacidad crítica.

El Gran Hermano contra los intelectuales

Para Donald Trump no hay nada peor que el pensamiento crítico, el periodismo cuestionador y la cultura misma. Ha hecho de su estancia en la Casa Blanca un escenario de sublimación de la ignorancia, de legitimidad de la fuerza y de su omnipresencia como figura pública incontestable en todos los espacios.

Muchos, de hecho, se preocupan, porque la estancia de Trump ha demostrado que el poder totalitario pudiera estar más cerca de lo esperado, en esos Estados Unidos que se erigen como “hogar de los libres y los bravos”. Estudios arrojaron que el número de veces que aparece Trump en la vida diaria del norteamericano no solo contribuye a que le voten, sino a que, intrínsecamente, compartan sus “ideas”. La similitud con el Gran Hermano, que estaba siempre en una pantalla y cuya mirada expresaba la voluntad del Estado, tiene mucho que ver con canales de noticias que se dedican casi de forma exclusiva a narrar la vida de Trump.

Por otro lado, la imposición de una guerra hacia los intelectuales ha sido una forma brutal e inteligente de neutralizar toda oposición, ya sea demócrata o independiente, pues simplemente se paraliza el pensamiento y con ello la participación. A la vez, ello transmite la imagen al resto de los políticos, dentro y fuera, de que mientras se esté del lado del fuerte, todo vale, el fin justifica los medios.

Para quienes calificaban a Trump como un accidente del sistema, un outsider, o algo transitorio, quizás las próximas elecciones sean una mala noticia, pues la naturaleza orwelliana de un señor que niega el cambio climático pudiera encarnar muy bien la esencia del sistema, su corazón (o mejor dicho, la ausencia de este). Aunque sea un disparate, para millones de personas de la Norteamérica blanca actual, dos más dos suman cinco, si lo dijo Trump. Y eso, también, aparece en la novela 1984 de George Orwell.

Tomado de: http://www.lajiribilla.cu

Leer más

Cuba y el cetro de la verdad

Miguel Díaz-Canel Bermúdez. Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros. República de Cuba

Por Luis Toledo Sande

La clasificación de los tipos de guerra, y sus (de)generaciones, ya es tal que parecería más bien una entomología bélica. Pero una contienda lo es hágase con cohetes y cañones, o con las armas que sea, incluidos los ataques sicológicos, lo que popularmente se llama guerra de nervios. En todos los casos, quienes hacen de las confrontaciones un negocio para medrar con ellas, son causantes directos de que la primera víctima sea la verdad.

Cuba sufre un largo asedio que ha incluido —recordemos Girón y las bandas de alzados— armas tradicionales, terrorismo y, sobre todo, un férreo bloqueo económico, financiero y comercial, todo junto con las “novedosas” maniobras propagandísticas a base de mentiras. Cuando la expansión imperialista que encabeza una potencia agresiva y desvergonzada, de habla inglesa, confiere categoría profesional —como si fuera un fruto reciente de las ciencias y la tecnología— a los infundios ahora bautizados con el nombre de fake news, tales maniobras alcanzan cada vez más volumen, y Cuba es también acosada por esa vía. Pero su camino sigue y ha de seguir siendo la verdad, que es revolucionaria, no necesariamente porque los hechos sean revolucionarios —a menudo están lejos de serlo, o son lo opuesto—, sino porque solo conociéndolos se pueden enfrentar para transformar revolucionariamente la realidad.

Lo confirmó una vez más la reciente comparecencia televisual del presidente de los Consejos de Estado y de Ministros del país, Miguel Díaz-Canel Bermúdez, para informar a la nación sobre el actual agravamiento de los sufrimientos que le ocasiona al pueblo el bloqueo que dura ya seis décadas, y que arrecia como parte de la pertinaz campaña del gobierno de los Estados Unidos para aniquilar a quienes desacaten sus designios. La medida de lo que esa potencia y sus cómplices buscan con su hostilidad contra Cuba la dio Barack Obama, al declarar cínicamente que la política de aislamiento y bloqueo —que tanto daño le ha hecho y le hace a Cuba— no había dado los resultados para los que se había instituido, y era necesario sustituirla por otra que permitiese lograrlos.

Cada vez ha sido más evidente que mientras, con ese “ofrecimiento”, procuraba ablandar y confundir a Cuba, el mismo césar fortalecía la ofensiva contra Venezuela y contra todos los demás proyectos emancipadores en la región, potenciando el reflujo de las fuerzas de derecha, dóciles al imperialismo. El reforzamiento del garrote, que nunca ha faltado, y el rápido abandono, bajo la actual administración estadounidense, de la táctica anunciada por la anterior, confirman la naturaleza de aquel sistema. De paso, se hace todavía más transparente la significación del “amparo” que tanto el elegante predecesor del patán Donald como el patán mismo le han prometido al sector privado, aunque también este sufre las consecuencias del bloqueo.

Ignoran, como han ignorado otros, que Cuba tiene patriotas verdaderos en todos los sectores. Y el imperio —desenfrenado en la ola neoliberal que tanto castiga a los pueblos— sabe que, para él, lo más orgánico, coherente y apetecible sería que en Cuba se entronizara por completo la propiedad privada, sin control alguno del Estado. “Si todo el país se privatizara”, puede traducirse el mensaje imperial, “no sería necesario mantener el bloqueo ni aplicar las medidas concretas que lo acompañan: el país caería en nuestras manos”. Dejaría de ser la nación independiente que es y que defiende el camino justiciero que ha escogido.

Así debe traducirse el sostenido y mal disimulado mensaje imperial, y la mayoría del pueblo cubano sabe leer bien, aunque haya quienes, desde su propio y voluntario analfabetismo histórico, político y moral, se empeñen en negarlo. La gran mayoría del pueblo cubano sabe no solamente leer, sino también oír, y ver, y ejercer a fondo y resueltamente la crítica necesaria. Lo hace con la inteligencia, la razón, la historia y la ética de su lado, a despecho de quienes se oponen a la Revolución y puedan sentirse ofendidos cuando se les acusa de indecisos, de “no estar claros”, de “estar en la cerca”: después de todo, algún derecho tienen a sentir que así se les valora mal, porque son y se saben contrarrevolucionarios.

Para quienes quieran de veras saber a qué aspira el imperio con el bloqueo a Cuba, sería fácil compararlo con lo que ha orquestado contra la Venezuela bolivariana: entre otras acciones criminales, le secuestra o le roba efectivos para después acusarla de insolvente, de incapaz, y de que no tiene con qué adquirir alimentos y medicinas. Intenta que hechos tales, de tan sostenidos, se tornen rutinarios, como si fueran naturales o invisibles, y generen en los pueblos de Venezuela y de Cuba insatisfacciones que lleguen al estallido insurreccional. Connotados voceros imperialistas lo han expresado así, como un programa.

Pero, al igual que Venezuela enfrenta esas maquinaciones genocidas, el gobierno de Cuba sabe sobradamente que su pueblo cumple, o sobrecumple, un reclamo de José Martí. Él, desde la confianza y el deber ser, cuando ya también urgía enfrentar las maquinaciones de los Estados Unidos, convocó en julio de 1893, en los términos siguientes, a sus compatriotas, representados entonces en los clubes del Partido Revolucionario Cubano: “Marchemos todos de modo que nos vean. Por un indigno haya cien dignos”.

En la claridad informativa protagonizada por la dirección del país no debe verse un episodio puntual, sino una estrategia constante para la honrosa supervivencia y el crecimiento: el pueblo debe estar no solo informado, sino bien informado, y nadie ha de sentirse con derecho a obstaculizar que así sea. No fue mera casualidad que junto a Díaz-Canel estuvieran en la mencionada comparecencia ministros directamente responsabilizados con la solución de los desafíos que el país enfrenta y necesita vencer como tantas veces ha hecho, y seguirá haciéndolo, y en el auditorio reunido para la cita en el emblemático Palacio de la Revolución estuvieron otros altos dirigentes y funcionarios de la nación. Fue una señal más de que escamotear la información que el pueblo debe, necesita y merece recibir, es un crimen político e ideológico inaceptable, un delito de lesa patria. En eso a la prensa y a quienes la dirigen u orientan les corresponde un papel de primer orden, pero es una responsabilidad de la nación toda y de sus equipos de dirección en pleno.

Ello ha de ser un logro permanente, como también deben serlo las medidas concretas que se ha orientado poner en práctica, y con las cuales no debe volver a ocurrir lo que en otras ocasiones: que —dicho con un humorista de gran talento, y revolucionario, de los que no pocos ha tenido la patria, Héctor Zumbado— hemos carecido de “fijador”. Ahora es todavía más necesario mantener vivas esas prácticas, darles cumplimiento diario y natural.

Cuéntese señaladamente en ellas la buena actitud ante el trabajo y el ahorro, la eficiencia —que beneficia al país, al pueblo, y resta armas al enemigo—, ¡y la austeridad en general! Esta es una virtud básica, no la condena en que el capitalismo ha querido convertirla para empobrecer aún más a los humildes y seguir favoreciendo crecientemente a los ricos. Para Cuba, la austeridad encarna una concepción de la vida, un modelo de existencia, que diariamente han de ejemplificar quienes, además de dirigirla, tienen el deber de procurar que esa convicción y esa conducta sean asimismo cotidianas en su entorno social en general y familiar en particular.

La solidaridad, que se pide ejercer, de dar servicio a la ciudadanía con vehículos que son propiedad de todo el pueblo administrada por el Estado —aunque estén asignados para cargos y contenidos de trabajo concretos—, no es un acto de caridad, como alguien pudiera suponer. Es expresión de conciencia colectivista, y de que no se debe incurrir en ningún modo de expropiación de los recursos de naturaleza social, una práctica que puede tener muchos vericuetos y ha dado lugar popularmente, desde el rechazo, al término estaticular, en el que estatal y particular se funden en proporciones varias.

Constantemente se ha de hacer revolución, y demostrar lo que se quiere decir con un lema tan digno y necesario como descomunal, que niñas y niños repiten: “¡Seremos como el Che!” Permitir o propiciar que el legado del Guerrillero Heroico pare en mera consigna sería una manera de dificultar que siga vivo, como no lo quieren los enemigos de las revoluciones. Sería también contrario al Fidel Castro que asumió una convicción expresada en carta a Antonio Maceo por José Martí, quien echó su suerte “con los pobres de la tierra”: “Yo no trabajo por mi fama, puesto que toda la del mundo cabe en un grano de maíz”. Esa es la idea que Fidel hizo suya y resumió en una síntesis que merece ser abrazada como brújula: “Toda la gloria del mundo cabe en un grano de maíz”.

Para quienes opten por defender la Revolución, esas son claridades de valor eterno, y se intensifican en momentos cruciales, que no faltan ni faltarán en ella. Y mientras sus enemigos apuestan desfachatadamente a las mentiras, Cuba tiene y debe cumplir un compromiso fundamental con otro mandato ético de José Martí: “La verdad quiere cetro”.

Tomado de: https://www.cubaperiodistas.cu

Leer más

Nuestro hombre en La Habana

Nuestro hombre en La Habana. Graham Greene. Alianza Editorial

Por Ciro Bianchi Ross

EL sábado pasado, en el que el fin del verano se convirtió en una gran fiesta del libro, coincidí, en esa calle de encuentros que es Obispo, con la escritora y editora británica Claire Boobbyer. La persona que la acompañaba me identificó y tras las presentaciones de rigor, me contó sobre el tema que la trajo a la Isla: la presencia en La Habana de su compatriota, el gran novelista Graham Greene. Como parte de su investigación, Claire recorría los lugares que el autor de El cónsul honorario conoció durante sus estancias habaneras y en su afán de seguirle los pasos no solo bebió su trago en el Sloppy Joe’s y en el Floridita, bares que gozaron de la preferencia de Greene, sino que quiso hospedarse en la habitación 511 del hotel Sevilla, la misma donde el autor hiciera alojar al protagonista de Nuestro hombre en La Habana, lo que Claire no consiguió por no encontrarse disponible.

Por eso simpatizamos

—Un añejo, por favor.

El barman escuchó el pedido y sonrió. Ya sabía que aquel hombre alto, de escasos cabellos plateados y ojos azul pálido, quería su ron añejo de siempre, esa bebida que, decía, sabía a «madera de barco, a viaje por mar». Vestía camisa de lino azul y pantalón gris, y pese a su buena pinta, lucía algo desgarbado, como si se hubiera puesto la ropa sin quitarle el perchero. Era un cliente familiar, un huésped que regresaba siempre, un turista reincidente, si tal calificativo es dable para un viajero excepcional.

El autor de El poder y la gloria vino muchas veces —ocho o diez— a Cuba, y salvo en sus últimas visitas, en las que fue invitado por el Presidente Fidel Castro, con quien departía durante horas, se alojó por lo general en el hotel Nacional.

En 1959 estuvo aquí con el actor Alec Guinnes y un equipo de realización para filmar algunas escenas de Nuestro hombre en La Habana. En visitas anteriores lo habían fascinado el daiquirí del Floridita, el delicado sabor del cangrejo moro y la atmósfera nebulosa del Barrio Chino habanero, lo que de alguna manera metió en su novela, en la que se burla de los servicios de inteligencia

Volvió en el 63, en tránsito hacia Haití, y en 1966 para escribir una serie de artículos sobre Cuba. Entonces, en compañía del novelista Lisandro Otero, el poeta Pablo Armando Fernández y el fotógrafo Ernesto Fernández, recorrió la Isla e insistió en ver de cerca, desde la frontera, la base naval norteamericana en Guantánamo. El batallón cubano que cuida la zona le tributó un recibimiento que no esperaba —con banda de música incluida—. Al final, escribió en el libro de visitantes:

«Muchas gracias por vuestra hospitalidad para alguien que viene de otra isla. Ustedes están a algunos metros de su enemigo. Nosotros en 1940 nos hallábamos a 50 kilómetros del fascismo. Por eso simpatizamos».

Cerca de la lucha Fidelista

En su autobiografía —Ways of Scape— Greene recordó su visita a Cuba en 1957 y su interés por subir a la Sierra Maestra y entrevistar a Fidel Castro. No pudo conseguirlo pese a que en su intento llegó hasta la ciudad de Santiago. Pero sí logró con sus artículos de prensa que Inglaterra suspendiera la venta de aviones Sea Fury al Gobierno batistiano.

Lisandro Otero en Llover sobre mojado, su libro de memorias, recuerda también ese deseo de Greene. El novelista británico le comunicó al entonces joven periodista cubano su intención de conocer a Fidel, y Lisandro se lo comunicó a su vez a Haydée Santamaría. La periodista Nydia Sanabria lo acompañó a Santiago, y ya allí, en el hotel Casagranda, donde se hospedaba, lo contactó un emisario del Movimiento 26 de Julio que debía allanarle el camino a la montaña. Greene, sin embargo, instigado por el corresponsal del Times, tomó al emisario, que era genuino, por un delator que lo conduciría a una encerrona. Conoció a Armando Hart, que vivía entonces en una clandestinidad rigurosa, y presenció, dice Lisandro, «el toque de queda, los arrestos arbitrarios, las briosas manifestaciones de mujeres, cadáveres mutilados…».

Muchos años después, Greene confesaría en una entrevista: «Durante el período de la Revolución me sentí muy cercano a la lucha fidelista».

Una noche, durante su visita de 1966, el narrador Lisandro Otero lo llevó a la Ciudad Deportiva para que presenciase un interesante partido de baloncesto, y menuda fue la sorpresa de Greene cuando advirtió que Fidel Castro jugaba en medio de la pista. Se habían conocido personalmente en 1959 durante la filmación de la película.

De entre los escritores cubanos distinguía de manera especial a Lisandro Otero, Pablo Armando Fernández y Virgilio Piñera, a quienes aludía siempre como «mis amigos». De Alejo Carpentier decía que lo leía con placer y que merecía el Premio Nobel. De René Portocarrero recordaba el efecto fulminante del movimiento cromático de su pintura y el delirio lineal de sus dibujos. En Finca Vigía, la residencia habanera de Hemingway, se horrorizó con los numerosos trofeos de caza que se mostraban en las paredes.

En La Habana de 1959 adquirió de un taxista un sobrecito de cocaína. Cuando lo probó advirtió que le habían vendido bicarbonato. Días después el expendedor lo localizaba para devolverle su dinero. A él también lo habían engañado. A juicio de Greene, ese hecho probaba como pocos la honradez del cubano.

Del autor de El revés de la trama (1989), Lisandro tenía una anécdota deliciosa. Una noche, en la terraza del hotel Colony, en la Isla de Pinos, Greene aseveró que un caballero nunca bebía antes del mediodía. A la mañana siguiente, muy temprano, Lisandro fue a buscarlo para el desayuno y lo encontró con un vaso de whisky en la mano. Le recordó sus palabras del día anterior.

—Es que yo, amigo mío, me guío por la hora de Londres —respondió el novelista británico.

Con García Márquez

Durante su visita de finales de 1982 —posiblemente la última— coincidió con Gabriel García Márquez, que sentía por él una admiración antigua e inagotable. Más que una visita fue una escala de 20 horas que transcurrió en el mayor secreto, al punto que la prensa supo de ella cuando ya había finalizado. Lo alojaron en una de las residencias que el Gobierno cubano destina a jefes de Estado y pusieron a su disposición un Mercedes Benz negro de los que solo se usaron durante la celebración de la 6ta. Cumbre de los Países No Alineados, en 1979. En la crónica del 10 de enero de 1983 que el colombiano dedica a la visita, apunta que en las 20 horas que Graham Greene pasó en la capital de la Isla apenas si comió una sola vez, pero picó un poco de todo «como un pajarito mojado». Se tomó en la mesa una botella de buen vino español y seis botellas de whisky se consumieron en la casa durante su tránsito fugaz. «Cuando se fue, nos dejó la rara impresión de que ni él mismo supo a qué vino, como solo podía ocurrirle a uno de esos personajes de sus novelas, atormentados por la incertidumbre de Dios». El creador de Macondo encuentra a un hombre rejuvenecido, sorprendentemente lúcido, y con un sentido del humor extraordinario. Habla sobre los cuatro procesos judiciales que debía enfrentar en Francia por sus denuncias sobre la mafia en Niza, y como sus amigos temen por su vida, precisa que prefiere morir de un tiro en la cabeza que de un cáncer de próstata.

Greene manda aviso a sus amigos de su presencia en La Habana. Llegan cada uno por su cuenta García Márquez y Lisandro Otero. El pintor Portocarrero no puede ser localizado a tiempo y llega cuando el novelista ya siguió viaje. El Presidente Fidel Castro llega a la una de la mañana. Hace 16 años que no se encuentran, comenta Greene. Ambos parecen un poco intimidados, advierte García Márquez, y para avivar el diálogo preguntó a Greene qué había de cierto en el episodio de la ruleta rusa. En efecto, años atrás, enamorado de la institutriz de su hermana, había jugado con un viejo revólver a la ruleta rusa en cuatro ocasiones diferentes. Entre las dos primeras hubo una semana de intervalo, pero las dos últimas fueron sucesivas y con pocos minutos de diferencia. Expresa el autor de Cien años de soledad que Fidel Castro, que no podía pasar por alto un dato como ese sin agotar hasta las últimas precisiones, preguntó entonces para cuántos proyectiles era el tambor del revólver, y al saber que era para seis, cerró los ojos y empezó a murmurar cifras de multiplicación.

—De acuerdo con el cálculo de probabilidades, usted tendría que estar muerto —dice y mira al escritor con una expresión de asombro.

—Menos mal que siempre fui pésimo en matemáticas —responde Greene y sonríe con esa placidez con que lo hacen todos los escritores cuando viven un episodio de sus propios libros.

Repara el mandatario en el rostro saludable y juvenil de su interlocutor y, pregunta inevitable, inquiere sobre su régimen de ejercicios. Apunta García Márquez: «Por eso se sorprendió tanto cuando Graham Greene le comentó que nunca había hecho un solo ejercicio en toda su vida y, sin embargo, se sentía muy lúcido y sin ningún trastorno de salud a los 79 años. Además, reveló que no tenía ningún régimen de alimentación especial, que dormía entre siete y ocho horas diarias, cosa que también era sorprendente en un anciano de costumbres sedentarias, y además se bebía, a veces, hasta una botella de whisky al día y un litro de vino en cada comida, sin haber padecido nunca la servidumbre del alcoholismo».

Dice García Márquez que Fidel Castro pareció poner en duda su régimen de salud, pero muy pronto comprendió que Greene era una excepción admirable, pero nada más que una excepción.

Tomado de: http://www.juventudrebelde.cu

Leer más

Cuba y la «geografía maldita»

Ernesto Rancaño. Jardín propio. Bronce, 2006 (Cuba)

Por Ricardo Ronquillo Bello

A la nación cubana le será muy difícil deshacerse del signo perenne —maldición tal vez—, del llamado fatalismo geográfico. La historia del archipiélago es indefectiblemente la de la independencia frente a la anexión o el sometimiento.

Sin nada que apelar frente a tan dura certeza, la gran pregunta que nos queda por delante es cómo levantar un país, además de libre, próspero —como nos hemos prometido la mayoría en reciente consenso popular—, frente a las malsanas acrobacias políticas de los gobiernos de Estados Unidos.

Ya he dicho otras veces que del apogeo de ambos opuestos nació el contorno nacional de este conjunto de islas, ahora sacrílegas, llamada Cuba socialista.

La bandera que hoy ondea solitaria y digna estuvo extrañamente en su primer momento en manos anexionistas; asumió su actual simbología tras ríos de sangre de quienes abrazaron luego con ardor la independencia. La idea de unir su estrella a la de los estados de la Unión fue bastante acunada en Norteamérica; y no faltaron los «criollos» de conciencia plattista que la mecieron con delirio.

Algo como eso recordábamos mientras el mundo rezumaba esperanzas por todos sus poros con la elección y las proyecciones del primer presidente afroamericano en la historia de Estados Unidos.

Obama, quién lo duda, encarnó el renacer de una ilusión, aunque encabezara un imperio que reproducía un ancestral espíritu; de esos a los que no alcanzan para exorcizarlos, —ya está demostrado—, ni los ocultos poderes de todos los dioses afro.

De la herencia no escapó ni ese entonces joven y carismático Mesías de lo que entonces se creía podría ser una nueva «era americana». «Dios bendiga a Estados Unidos», se le escuchaba repetir, con la misma apropiación mesiánica de sus antecesores. Y a quien le atendía se le escapaba un suspiro de reproche: ¿Acaso el resto del mundo no merece las misericordiosas bendiciones del «Señor»? ¿Cuándo y quién unció este nuevo «elegido»?

No por casualidad un reconocido académico mexicano, que analizaba los pronunciamientos que desde Cuba y Estados Unidos ocurrían en los días de la llamada diplomacia blanda con sus acercamientos incluidos, señalaba el peligro de dejarse llevar por la aparente inocencia de los discursos que invitaban a «borrón y cuenta nueva»; la invitación más notoria de Obama en su discurso en el Gran Teatro de La Habana Alicia Alonso.

La vulgaridad y ramplonería política de Donald Trump vinieron a tiempo para recordarnos los graves peligros de la desmemoria en una nación como la nuestra, e incluso algo más pecaminoso para los sueños libertarios nacionales: albergar la esperanza de que podemos concebir un proyecto de desarrollo y de país contando con una política norteamericana de «buen vecino».

Como recalqué también en otro momento, el antimperialismo no fue en Cuba una «depravada vocación» de copias estalinistas de última generación. Muchos años antes de que asumiéramos estas tonalidades «rojas», el dilema de Cuba frente a Estados Unidos ocupó a todos los grandes hombres que delinearon los contornos de la nación, desde José Antonio Saco hasta Fidel Castro Ruz.

Al final del siglo decimonónico sería José Martí el encargado de resumir el añejo y esencial dilema en postrera misiva, bastante conocida, a su amigo Manuel Mercado. Un prestigioso profesor de Historia de la Universidad de Oriente no aceptaba en mis años de estudio la extendida denominación de «diferendo histórico» para nombrar el conflicto entre Estados Unidos y Cuba.

Sería como aceptar —apuntaba— el significado que a ello le da el diccionario: diferencia, desacuerdo, discrepancia; cuando en realidad los cubanos no tenemos responsabilidad en lo que no ha sido otra cosa que el «empecinamiento histórico» de la derecha extremista norteamericana de apoderarse o manejar la Isla.

Aquel profe agregaba que aceptar la idea del diferendo sería justificar que el conflicto nació después del triunfo revolucionario del Primero de Enero y tras la elección del camino socialista, cuando en verdad viene desde los albores mismos de nuestros conceptos de Patria.

La apreciación puede recordarse cada vez que se leen declaraciones de personalidades estadounidenses abanderados de otro enfoque de la política en relación con Cuba, como fue tan común en la denominada «era Obama». El punto más lejano al que se arriesgaron fue al de afirmar que ello era necesario porque las políticas anticubanas anteriores, basadas en el garrote, habían fracasado. Y el «fracaso» al que se referían no era otro que el de la «terca» existencia de la Revolución Cubana.

A estas alturas del juego, haciendo un paralelo con nuestro afán beisbolero, podemos tener la certeza de que el viejo «empecinamiento» imperial no transmuta, lo que se transforma es el modo de alcanzarlo. Esa es la triste razón por la que ahora vemos navegar, aunque sin barcos hacia Cuba, la nueva era de apretón de tuercas imperial.

La era de las «trumpadas» debería servirnos de espuela para aguijonear como nunca antes después de 1959 el proyecto de desarrollo nacional, ese que tenemos que levantar sin remedio bajo la sombra de los vaivenes del carácter del tío Sam. Hasta que algún día, quién sabe de qué tiempo, podamos, como tanto reclama el General de Ejército Raúl Castro Ruz, Primer Secretario del Comité Central del Partido, convivir civilizadamente a pesar de nuestras diferencias.

Tomado de: http://www.juventudrebelde.cu

Leer más

Al rescate de las bibliotecas

Biblioteca Nacional de Cuba. Escalera interior

Por Graziella Pogolotti

Al conmemorar los 60 años del triunfo de la Revolución, salta a la vista la importancia concedida en aquel momento de refundación al nacimiento, en rapidísima sucesión, de numerosas instituciones culturales de peso significativo. Entre tantos otros problemas acuciantes que exigían respuestas en el plano de la espiritualidad, indispensable para el crecimiento de la nación, mereció una atención prioritaria. El terreno estaba abonado por los sueños de escritores, artistas e intelectuales que siempre reclamaron el indispensable apoyo estatal para que su trabajo silencioso pudiera realizarse y proyectarse en un diálogo activo con el conjunto de la sociedad.

Hemos rememorado con justicia la creación del Icaic, de Casa de las Américas, la Imprenta Nacional y el Teatro Nacional. No recordamos, sin embargo, que desde enero de 1959 se sentaron las bases para la estructuración de un sistema nacional de bibliotecas.

El punto de partida fue la designación de una dirección para impulsar el trabajo de la Biblioteca Nacional José Martí. En sus años de labor en la Universidad de La Habana y en sus tiempos de exilio durante las dictaduras de Machado y de Batista, María Teresa Freire de Andrade se había dedicado al estudio del tema.

Con el dominio de una información actualizada, tuvo la perspicacia de comprender que el reto consistía en aplicar la técnica a las condiciones de un país subdesarrollado, donde había que proceder al rescate del patrimonio nacional, a la vez que se fomentaban fórmulas para incentivar hábitos de lectura, aparejados a la Campaña de Alfabetización que se implementaría dos años más tarde y proseguiría su marcha a pesar de las tensiones generadas por la invasión de Playa Girón.

«La Revolución no te dice cree, la Revolución te dice lee», había afirmado Fidel, subrayando así la necesidad de reafirmar convicciones mediante el entendimiento de la realidad, en su imagen aparente y en lo profundo de su subsuelo.

Recién instalada en la Plaza de la Revolución, la Biblioteca Nacional constituía el centro rector para el rescate y conservación del patrimonio documental de la nación, conformado por libros, revistas, periódicos, manuscritos, testimonios gráficos y una mapoteca que recogía los distintos intentos por delinear la forma de la Isla y sus cayos adyacentes.

El concepto de patrimonio no permanece estático, confinado a la herencia recibida de un pasado remoto. Se sigue edificando en el presente que transcurre.  Por ese motivo, un decreto de la época, quizá perdido en el fondo de la desmemoria, establecía la obligatoriedad, por parte de las editoriales, de entregar a la Biblioteca Nacional muestras de lo publicado cada año. Sobre esa base, una política de adquisición aseguraba el envío a las provincias de lo más reciente, porque en ellas también se va haciendo patrimonio.

Los libros y los periódicos de alcance local se integran a la historia nacional y conforman una documentación valiosísima. La red de bibliotecas forjada a lo largo del país respondía a los lineamientos formulados por la institución rectora. Contemplaba sus dos vertientes, la patrimonial y la que se proyectaba hacia la comunidad, con vistas a fomentar los hábitos de lectura. Se concedió por ello particular importancia al área juvenil, asesorada en La Habana por el poeta Eliseo Diego. Para los más pequeños, un área en penumbra dejaba escuchar la narración oral. Era el paréntesis consagrado al despertar de la imaginación.

Se revelaba así el carácter eminentemente dialógico de la lectura, un conversar con el otro que animaba la creatividad, inducía a descubrir la realidad del subsuelo, lo que esconde tras las apariencias.

A contrapelo de una visión utilitarista que procura solamente la búsqueda del dato necesario, la lectura creativa influye en la formación de la personalidad, incita a plantear interrogantes indispensables para aguzar la mirada crítica, proceder al mejoramiento del entorno y estimular la capacidad de innovación en todos los campos de la vida.

El reconocimiento de la naturaleza dialógica de la lectura tiene su correlato en la reflexión necesaria acerca de los métodos de enseñanza. El dominio del alfabeto implica la rápida incorporación de la fluidez en la práctica del acercamiento al texto, cuyo sentido se descubre en el encadenamiento de las palabras, en la valoración de los signos de puntuación que precisan matices. El vínculo con el original no puede ser sustituido por el aprendizaje, muchas veces memorístico, de un resumen, inevitablemente simplificador, desnaturalizador de un mensaje apegado a las esencias de la vida real, siempre compleja y contradictoria.

Parece recomendable enfatizar en la práctica de la lectura en alta voz, seguida de la interpretación personal por parte de cada uno de los educandos. Este cruce de miradas resulta enriquecedor para todos, atraviesa la subjetividad del lector y contribuye, a través del debate colectivo, a develar aristas que en una primera lectura habían escapado a la percepción de cada uno. Conocedor profundo del material, el maestro opera como un facilitador, un comentarista, un incitador de la participación en quienes se aferran al silencio por razones de inhibición e inseguridad.

En la actualidad, el crecimiento económico, la asimilación de nuevas tecnologías, el aprovechamiento de los recursos disponibles, la eficiencia en la administración pública y el enfrentamiento al debate ideológico exigen un ingente esfuerzo orientado a la calificación y recalificación del personal disponible y a la formación de los jóvenes que se incorporan a la vida, con el estímulo a la autopreparación y a la búsqueda de respuestas ante los problemas que suscita una realidad cada vez más compleja. Asociada muchas veces tan solo a la recreación, la cultura consiste en la capacidad de relacionar hechos de distinta naturaleza. Entender el contexto que nos ha tocado es el único modo de actuar de manera coherente para transformarlo.

Crecimiento y desarrollo no son sinónimos. El primero constituye una palanca para alcanzar el segundo, para lo cual todos debemos considerarnos protagonistas y beneficiarios. El libro no ha muerto. Todo lo contrario.

El acceso a sus contenidos, cualquiera que sea el soporte, no puede estar reservado a unos pocos. Frente a la expansión de la banalidad, se requiere estimular el ejercicio del pensamiento. Rescatemos para ello el deterioro acumulado en nuestras bibliotecas. Procedamos a su actualización, a la preservación de sus bienes y favorezcamos en su interior un ambiente acogedor. Rescatemos también la preparación profesional de un bibliotecario con vocación de servicio en tanto conductor de quienes dan los primeros pasos en el aprendizaje, colaborador de los investigadores de alto rango y animador de la vida cultural.

Tomado de: http://www.juventudrebelde.cu

Leer más

Cien minutos en la cárcel con Lula.

Lula es inocente!!!!

Por Ignacio Ramonet

Al expresidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, encarcelado en la ciudad de Curitiba, en el sur del país, solo le permiten la visita de dos personas por semana. Una hora. Los jueves en la tarde, de cuatro a cinco. Hay que esperar turno. Y la lista de quienes desean verle es larga… Pero hoy 12 de septiembre, nos toca a Adolfo Pérez Esquivel, premio Nobel de la Paz, y a mí.

Lula está en prisión, cumpliendo una pena de 12 años y 1 mes «por corrupción pasiva y lavado de dinero», pero no ha sido condenado definitivamente (aún puede apelar) y, sobre todo, sus acusadores no han podido demostrar su culpabilidad. Todo ha sido una farsa. Como lo han confirmado las demoledoras revelaciones de «The Intercept», una revista de investigación on line dirigida por Glenn Greenwald. Lula ha sido víctima de la arbitrariedad más absoluta. Una trama jurídica totalmente manipulada, destinada a arruinar su popularidad y a eliminarlo de la vida política. A asesinarlo mediáticamente. Impidiendo de ese modo que pudiese presentarse y ganar las elecciones presidenciales del 2018. Una suerte de ‘golpe de estado preventivo’…

Además de ser juzgado de manera absolutamente arbitraria e indecente, Lula ha sido linchado permanentemente por los grandes grupos mediáticos dominantes -en particular O Globo-, al servicio de los intereses de los mayores empresarios, con un odio feroz y revanchista contra el mejor presidente de la historia de Brasil, que sacó de la pobreza a cuarenta millones de brasileños y creó el programa ‘hambre cero’… No se lo perdonan… Cuando falleció su hermano mayor, Genival ‘Vavá’, el más querido, no le dejaron asistir al entierro, a pesar de ser un derecho garantizado por la ley. Y cuando murió de meningitis su nietecito Arthur, de 7 años, el más allegado, sólo le permitieron ir una hora y media (!) al velatorio… Humillaciones, vejaciones, venganzas miserables…

Antes de poner rumbo hacia la cárcel -situada a unos siete kilómetros del centro de Curitiba-, nos reunimos con un grupo de personas cercanas al expresidente para que nos expliquen el contexto.

Roberto Baggio, dirigente local del Movimiento de los Sin Tierra (MST), nos cuenta cómo se organizó la movilización permanente que llaman la «Vigilia». ¡Cientos de personas del gran movimiento «Lula livre!» acampan en permanencia frente al edificio carceral, organizando reuniones, debates, conferencias, conciertos… Y tres veces al día -a las 9h, a las 14h30 y a las 19h-, lanzan a todo pulmón un sonoro: «Bom día!», «Boa tarde!», «Boa noite, Sr Presidente!» … «Para que Lula nos oiga, darle ánimo -nos dice Roberto Baggio-, y hacerle llegar la voz del pueblo… Al principio, pensábamos que eso duraría cinco o seis días y que el Tribunal Supremo pondría en libertad a Lula… Pero ahora estamos organizados para una Protesta Popular Prolongada…».

Carlos Luiz Rocha es uno de los abogados de Lula. Va a verlo casi todos los días. Nos cuenta que el equipo jurídico del expresidente cuestiona la imparcialidad del juez Sergio Moro, ahora recompensado por Bolsonaro con el Ministerio de Justicia, y la imparcialidad de los procuradores… «‘The Intercept’ lo ha demostrado», nos dice, y añade: «Deltan Dallagnol, el procurador jefe, me lo ha confirmado él mismo… Me afirmó que ‘en el caso de Lula, la cuestión jurídica es una pura filigrana… el problema es político.»

Rocha es relativamente optimista porque, según él, a partir del próximo 20 de septiembre, Lula ya habrá cumplido la parte de la pena suficiente para poder salir en ‘arresto domiciliario’… «Hay otro elemento importante, nos dice, mientras la popularidad de Bolsonaro está cayendo fuertemente, las encuestas muestran que la de Lula vuelve a subir… Actualmente, ya más del 53 por ciento de los ciudadanos piensan que Lula es inocente. La presión social va siendo cada vez más intensa en favor nuestro…».

Se ha sumado a nosotros nuestra amiga Mônica Valente, secretaria de relaciones internacionales en el seno del Partido de los Trabajadores (PT) y secretaria general del Foro de Sao Paulo.

Juntos, con estos amigos, nos ponemos en ruta hacia el lugar de encarcelamiento de Lula. La cita con el expresidente es a las 4 de la tarde. Pero antes vamos a saludar a los grupos de la Vigilia, y hay que prever las formalidades de ingreso en el edificio carcelario. No es una prisión ordinaria, sino la sede administrativa de la Policía Federal en cuyo seno se ha improvisado un local que sirve de celda.

Sólo entraremos a ver a Lula, Adolfo Pérez Esquivel y yo, acompañados por el abogado Carlos L. Rocha y Mônica Valente. Aunque el personal carcelero es cordial, no deja de ser muy estricto. Los teléfonos nos son retirados. El cacheo es electrónico y minucioso. Solo es permitido llevarle al reo libros y cartas, y aún… porque Adolfo le trae 15000 cartas de admiradores en un pendrive y se lo confiscan para verificarlo muy atentamente… luego se lo devolverán.

Lula está en la cuarta planta. No lo vamos a ver en una sala especial para visitas sino en su propia celda donde está encerrado. Subimos por un ascensor hasta el tercer piso, y alcanzamos el último a pie. Al final de un pasillito, a la izquierda, está la puerta. Hay un guardia armado sentado delante que nos abre. En nada esto se asemeja a una prisión -excepto los guardianes-, parece más bien un local administrativo y anónimo de oficinas. Nos ha acompañado hasta aquí el carcelero jefe, Jorge Chastalo (está escrito en su camiseta), alto, fuerte, rubio, de ojos verde-azules, con los antebrazos tatuados. Un hombre amable y constructivo quien tiene, constato, unas relaciones cordiales con su prisionero.

La habitación-celda es rectangular, entramos por uno de los lados pequeños y se nos presenta en toda su profundidad. Cómo nos han confiscado los teléfonos, no puedo sacar fotos y tomo nota mental de todo lo que observo. Tiene unos seis o siete metros de largo por unos tres y medio de ancho, o sea unos 22 metros cuadrados de superficie. Justo a la derecha, al entrar, está el baño, con ducha y váter; es un cuarto aparte. Al fondo, enfrente, hay dos grandes ventanas cuadradas con rejas horizontales de metal pintadas de blanco. Unos toldos de color gris-plata exteriores dejan entrar la luz natural del día, pero impiden ver al exterior. En el ángulo izquierdo del fondo está la cama individual recubierta con un cubrecama color negro y en el suelo una alfombrita. Encima de la cama, clavadas en la pared, hay cinco grandes fotografías en colores del pequeño Arthur, recién fallecido, y de los otros nietos de Lula con sus padres. Al lado, a la derecha, y debajo de una de las ventanas, hay una mesita de noche de madera clara, de estilo años 1950, con dos cajones superpuestos, de color rojo el de arriba. A los pies de la cama, un mueble también de madera sirve de soporte a un pequeño televisor negro de pantalla plana de 32 pulgadas. Al lado, también contra la pared izquierda, hay una mesita bajita con una cafetera y lo necesario para hacer café. Pegado a ella, otro mueble cuadrado y más alto, sirve de soporte a una fuente de agua, una bombona color verde esmeralda como las que se ven en las oficinas. La marca del agua es ‘Prata da Serra’.

En el otro ángulo del fondo, a la derecha, es el rincón gimnasio, con un banco recubierto de falso cuero negro para ejercicios, gomas elásticas para musculación y una gran caminadora. Al lado, entre la cama y la caminadora, un pequeño calentador eléctrico sobre ruedas, color negro. En lo alto de la pared del fondo, sobre las ventanas, hay un aire acondicionado de color blanco.

En medio de la habitación, una mesa cuadrada de 1,20 mts de lado, cubierta con un hule azul celeste y blanco, y cuatro sillas confortables, con reposabrazos, de color negro. Una quinta silla o sillón está disponible contra la pared derecha. Finalmente, pegado al tabique que separa la habitación del cuarto de baño: un gran armario de tres cuerpos, color roble claro y blanco, con una pequeña estantería en el lado derecho que sirve de biblioteca.

Todo modesto y austero, hasta espartano, para un hombre que fue durante ocho años el presidente de una de las diez principales potencias del mundo… Pero todo muy ordenado, muy limpio, muy organizado…

Con su cariño de siempre, con calurosos abrazos y palabras de amistad y afecto, Lula nos acoge con su voz característica, ronca y potente. Viste una camiseta adidas del Corinthians su equipo paulista de fútbol favorito, un pantalón de sudadera gris clarito de marca nike, y unas chanclas blancas de tipo havaianas. Se le ve muy bien de salud, robusto, fuerte: «Camino nueve kilómetros diarios» nos dice. Y en excelente estado psicológico: «Esperaremos tiempos mejores para estar pesimista -afirma- nunca he sido depresivo, jamás, desde que nací; y no lo voy a ser ahora».

Nos sentamos en torno a la mesita, él frente a la puerta, dándole la espalda a las ventanas, Adolfo a su derecha, Mônica enfrente, el abogado Rocha un poco aparte entre Adolfo y Mônica, y yo a su izquierda. Sobre la mesa hay cuatro mugs llenos de lápices de colores y bolígrafos.

Le entrego los dos libros que le he traído, las ediciones brasileñas de «Cien horas con Fidel» y «Hugo Chávez, mi primera vida». Bromea sobre su propia biografía que está escribiendo, desde hace años, nuestro amigo Fernando Morais: «No sé cuándo la va a terminar… Todo empezó cuando salí de la Presidencia, en enero de 2011. Unos días después, fui a un encuentro con los cartoneros de Sao Paulo… Era debajo de un puente, y allí una niña me preguntó si yo sabía lo que había hecho en favor de los cartoneros… Me sorprendió, y le dije que, bueno, nuestros programas sociales, en educación, en salud, en vivienda, etc. Y ella me dijo: «No, lo que usted nos dio fue: dignidad…» ¡Una niña…! Me quedé impresionado… y lo comenté con Fernando… Le dije: «Mira, sería bueno hacer un libro con lo que la gente piensa de lo que hicimos nosotros en el gobierno, lo que piensan los funcionarios, los comerciantes, los empresarios, los trabajadores, los campesinos, los maestros…. Ir preguntándoles, recoger las respuestas…. Hacer un libro no con lo que yo puedo contar de mi presidencia, sino con lo que la propia gente dice… Ese era el proyecto…. (se ríe) pero Fernando se ha lanzado en una obra titanesca porque quiere ser exhaustivo… Sólo ha escrito sobre el período 1980-2002, o sea antes de llegar yo a la presidencia… y ya es un tomo colosal… porque en ese periodo de 22 años ocurrieron tantas cosas… fundamos la CUT (Central Única de Trabajadores), el PT, el MST, ¡lanzamos las campañas «Direitas ja!», y en favor de la Constituyente…. transformamos el país… El PT se convirtió en el primer partido de Brasil… Y debo aclarar que aún hoy, en este país, sólo existe un partido verdaderamente organizado, el nuestro, el PT.»

Le preguntamos sobre su estado de ánimo. «Hoy se cumplen, nos dice, 522 días desde mi entrada en esta cárcel, el sábado 7 de abril de 2017… Y exactamente ayer se cumplió un año de cuando tuve que tomar la decisión más difícil, escribir la carta en la que renunciaba a ser candidato a las elecciones presidenciales de 2018… Estaba en esta celda, solito… dudando… porque me daba cuenta de que estaba cediendo a lo que deseaban mis adversarios…. impedirme ser candidato… Fue un momento duro… de los más duros… y yo completamente solo aquí… Yo pensaba: Es como estar pariendo con mucho dolor y sin nadie que te tenga la mano…».

Abre el libro «Cien horas con Fidel» y me dice: «Conocí a Fidel en 1985, exactamente a mediados de julio de 1985… Estaba en La Habana por primera vez participando en la Conferencia Sindical de los Trabajadores de América Latina y del Caribe sobre la Deuda Externa… Yo ya había salido de la CUT, ya no era sindicalista, estaba a tiempo completo de Secretario General del PT y era candidato en las elecciones legislativas del año siguiente… Pero no sólo había sindicalistas en esa Conferencia, Fidel había invitado también a intelectuales, profesores, economistas, y dirigentes políticos… Recuerdo que eran ya como las cinco de la tarde, en el Palacio de Congresos, Fidel presidía, y aquello estaba muy aburrido… Entonces Fidel, que yo no conocía personalmente, me mandó un mensaje preguntando si yo iba a hablar… Le contesté que no, que no estaba previsto… Él entonces casi me dio una orden: «Usted tiene que hablar, y será el último, cerramos con usted…» Pero la CUT no quería de ninguna manera que yo tomase la palabra… Así que yo no sabía qué hacer… A eso de las siete de la tarde, desde la presidencia de la mesa, sorpresivamente, Fidel anuncia que yo tengo la palabra… Casi me vi obligado a tomarla, me levanté, fui a la tribuna… y empecé a hablar… sin traducción… hice un largo discurso y terminé diciendo: «Compañero Fidel, quiero decirles a los amigos y amigas aquí reunidos que los Estados Unidos tratan por todos los medios de convencernos de que son invencibles… Pero Cuba ya los venció, Vietnam ya los venció, Nicaragua ya los venció, y El Salvador también los va a vencer… ¡No debemos tenerles miedo!» Hubo fuertes aplausos. Bueno, termina la jornada, y yo me voy a mi casa que me habían asignado en el Laguito… ¿Y cuando llego… quién me estaba esperando en el saloncito de la casa? ¡Fidel y Raúl! Los dos ahí sentados aguardándome… Fidel empezó a preguntarme dónde yo había aprendido a hablar así… Les conté mi vida… Y así fue como nos hicimos amigos para siempre…»

«Debo decir, añade Lula, que Fidel, siempre fue muy respetuoso, nunca me dio un consejo que no fuera realista… Nunca me pidió que hiciera locuras… Prudente… Moderado… Un sabio… Un genio…».

Lula le pregunta entonces a Pérez Esquivel, quien preside el Comité internacional en favor del otorgamiento del Premio Nobel de la Paz al expresidente brasileño, cómo avanza el proyecto. Adolfo da detalles del gran movimiento mundial de apoyo a esa candidatura y dice que el Premio se anuncia, en general, a principios de octubre, o sea en menos de un mes…Y que según sus fuentes este año será para un o una latinoamericana. Se le ve optimista.

Lula insiste en que es decisivo el apoyo de la Alta Comisaría para los derechos humanos de la ONU que preside Michelle Bachelet. Dice que esa es la «batalla más importante». Aunque no lo ve fácil. Nos cuenta una anécdota: «Hace unos años, cuando salí de la Presidencia, ya me habían propuesto para el Premio Nobel de la Paz. Un día, me encontré con la reina consorte de Suecia, Silvia, esposa del rey Carlos XVI Gustavo. Ella es hija de una brasileña, Alice Soares de Toledo, así que hablamos en confianza. Y ella me dijo: «Mientras sigas siendo amigo de Chávez, no creo que puedas avanzar mucho… Aléjate de Chávez y tienes el Premio Nobel de la Paz…» Así son las cosas…»

Le pregunto cómo juzga estos primeros ocho meses de gobierno de Jair Bolsonaro. «Bolsonaro está entregando el país, me contesta. Y estoy convencido de que todo lo que está ocurriendo está piloteado por Petrobras… A causa del super-yacimiento de petróleo off shore Pre-Sal, el mayor del mundo, con reservas fabulosas, de muy alta calidad… descubierto en 2006 en nuestras aguas territoriales… aunque está a gran profundidad, más de seis mil metros, su riqueza es de tal dimensión que justifica todo… Hasta puedo afirmar que la reactivación de la IVa Flota, por Washington, que patrulla a lo largo de las costas atlánticas de América del Sur, se decidió cuando se descubrió el yacimiento Pre-Sal… Por eso, nosotros, con Argentina, Venezuela, Uruguay, Ecuador, Bolivia, etc… creamos el Consejo de Seguridad de Unasur… Es un elemento determinante.

Brasil, prosigue Lula, siempre fue un país dominado por élites voluntariamente sometidas a los Estados Unidos… Sólo cuando nosotros llegamos al poder, en 2003, Brasil empezó a ser protagonista… Entramos al G-20, fundamos los BRICS (con Rusia, India, China y Suráfrica), organizamos -por primera vez en un país emergente- los Juegos Olímpicos, la Copa Mundial de fútbol… Nunca hubo tanta integración regional en América Latina…. Por ejemplo, nuestros intercambios en el seno de Mercosur eran de 15 mil millones de dólares, cuando acabé mis dos mandatos se elevaban a 50 mil millones… Hasta con Argentina, cuando llegué eran de 7 mil millones, cuando terminé de 35 mil millones… Los Estados Unidos no quieren que seamos protagonistas, que tengamos soberanía económica, financiera, política, industrial, y menos aún militar… No quieren, por ejemplo, que Brasil firme acuerdos con Francia sobre los submarinos nucleares… Nosotros habíamos avanzado en eso, con el presidente François Hollande, pero con Bolsonaro se derrumbó… Hasta esa miserable declaración, tan espantosamente antifeminista, contra Monique, la esposa del Presidente de Francia Emmanuel Macron, hay que situarla en ese contexto…

El tiempo impartido se termina, hablamos de muchos de sus amigos y amigas que ejercen aún responsabilidades políticas de muy alto nivel en diversos países o en organizaciones internacionales. Nos ruega que les transmitamos a todas y a todo su recuerdo más afectuoso, y agradece su solidaridad.

Insiste en lo siguiente: «Digan que estoy bien, como lo pueden constatar. Estoy consciente de por qué estoy preso. Lo sé muy bien. No ignoro la cantidad de juicios que hay contra mí. No creo que ellos me liberen. Si el Tribunal Supremo me declara inocente, ya hay otros juicios en marcha contra mí para que nunca salga de aquí. No me quieren libre para no correr ningún riesgo… Eso no me da miedo… Yo estoy preparado para tener paciencia… Y dentro de lo que cabe, tengo suerte… hace cien años, ya me habrían ahorcado, o fusilado, o descuartizado… para hacer olvidar cualquier momento de rebeldía… Yo tengo conciencia de mi rol…No voy a abdicar… Conozco mi responsabilidad ante el pueblo brasileño… Estoy preso, pero no me quejo, me siento más libre que millones de brasileños que no comen, no trabajan, no tienen vivienda… parece que están libres, pero están presos de su condición social, de la que no pueden salir…

Prefiero estar aquí siendo inocente, que fuera siendo culpable… A todos los que creen en mi inocencia, les digo: No me defiendan sólo con fe ciega… Léanse las revelaciones de «Intercept». Ahí está todo, argumentado, probado, demostrado. Defiéndanme con argumentos… Elaboren una narrativa, un relato… Quien no elabora una narrativa, en el mundo de hoy, pierde la guerra.

Estoy convencido de que los jueces y los procuradores que montaron la manipulación para encarcelarme no duermen con la tranquilidad que tengo yo. Son ellos los no tienen la conciencia tranquila. Yo soy inocente. Pero no me quedo de brazos cruzados. Lo que vale es la lucha».

Curitiba, 12 de septiembre 2019

Tomado de: https://redh-cuba.org

Leer más

Bella Ciao: de los partisanos a Netflix (+vídeo)

Cartel de la serie La casa de papel

Por J. A. Téllez Villalón

Es común que nos acusen de politizarlo todo. Como si no fuese la “política” de la derecha desideologizarlo todo, presentar interesadamente sus productos culturales como neutrales y vaciar de contenido o robarse -para resignificarlas-, las producciones simbólicas de sus históricos contendientes, los de abajo, los del sur, los más oscuros.

El fenómeno con Bella Ciao es otro ejemplo de ello. En las fiestas veraniegas de Hispanoamérica, los DJs reproducen sus versiones y los jóvenes lo bailan con ánimo festivo. Con un significado diferente al que nació; ya no como una canción de izquierda, antifascista o de los partisanos, sino como la de “El Profesor” de “La Casa de papel”.

Todo por su aparición en dos o tres ocasiones, sobre todo en la escena final de la primera temporada, en la serie española “La Casa de papel”, distribuida por la poderosa plataforma de Netflix. Una serie donde una banda de ladrones, bajo el liderazgo de “El Profesor”, planea el “robo del siglo” al Museo de la Fábrica Nacional de Moneda y Timbre de España con el objetivo de obtener 2.400 millones de euros.

En la última escena de la primera temporada, “El Profesor” le dice a un integrante de la banda “Nada va a salir mal, ¿somos la Resistencia no?” y comienza a cantar apasionadamente “Bella Ciao”, canción que le había enseñado su abuelo un antiguo partisano.

Dentro de la Fábrica Nacional de Moneda y Timbre, los atracadores cantan el “Bella Ciao” al excavar el túnel que los llevará a la libertad. Y el “Bella Ciao” también acompaña a Berlín en el enfrentamiento final con la policía.

Con igual propósito, al final del capítulo 3 de la tercera temporada el personaje de Berlín se acerca a un tocadiscos de aguja y pone a reproducir la versión de Compay Segundo de la cubanísima “Guantanamera”. Frente a El Profesor, el ladrón empieza a entonarla, y de pronto rapta un verso: “Bajo el sol, hermanito. Yo quiero morir en una playa. Quiero que cuando el juez venga a levantar mi cadáver diga: ¡qué cabrón!”. Para cambiarle aquellos significados que motivaron a José Martí a escribirlos, “aquel invierno de angustia, en que, por ignorancia, o por fe fanática, o por miedo, o por cortesía, se reunieron en Washington, bajo el águila temible, los pueblos hispanoamericanos”.

Con tales operatorias diluyen certezas y conexiones las industrias culturales hegemónicas. Desvirtúan conceptos y confunden a las masas, extraviando las contradicciones centrales y las soluciones definitivamente revolucionarias.

Unas de las ladronas, Tokio, se encargó en la serie de aludir la resemantización simbólica de “Bella Cio” y de la “Resistencia”: “La vida de El Profesor giraba en torno a una única idea: ‘resistencia’. Su abuelo, que había resistido junto a los partisanos para vencer a los fascistas en Italia, le había enseñado esa canción. Y luego, él nos la enseñó a nosotros”.

Por su parte, uno de los directores de la serie, el cubano- uruguayo Alejandro Bazzano, al explicar al diario uruguayo El Observador las claves que llevaron a La casa de papel a lo más alto en popularidad, apunta a la edulcoración de la “rebeldía”, un golpe al sistema que no cambie nada. “En el cine se han visto temáticas similares, pero en series creo que es un punto de inflexión. También, de alguna manera lo que busca el profesor y sus muchachos no es solamente una fortuna importante, sino que haya un golpe al sistema, un acto de rebeldía y resistencia. Y es algo que todos tenemos, porque tal vez vivimos en un sistema que no nos convence demasiado, pero no nos queda otra que seguir luchándola. Por eso el público se identificó con estos ladrones no tan malos”.

“Bella Ciao” (Hola bella, en español) es una canción popular entonada por la Resistencia italiana (también denominada Resistencia partisana), entre 1943 y 1945, cuando luchaban contra las tropas fascistas y nazis.

Se creía que la anónima canción se relacionaba con la melodía de un canto del siglo XIX de las trabajadoras de los arrozales padanos, Sin embargo, como lo demuestra Cesare Bermani, la versión “Bella Ciao” de las trabajadoras de los arrozales había sido compuesta en 1951 por Vasco Scansani di Gualtieri, mientras que la versión de la Resistencia tomaba en la parte textual la estructura del canto Fior di tomba y Picchia picchia la porticella.

Aunque no ha convencido a todos, se maneja entre sus orígenes el tema yiddish “Oi oi di koilen” del acordeonista ucraniano Mishka Ziganoff, que la registró por primera vez en Nueva York, allá por 1919. Se dice que al escuchar con atención la melodía del tema se encuentran muchas coincidencias estructurales con la popular canción italiana. “La canción habría hecho varios viajes de ida y vuelta. Un primer viaje de Europa a América, y luego, una vez grabada, un emigrante la llevaría en su segundo viaje de Estados Unidos a Italia en los años siguientes. En el proceso de difusión habría sufrido algunas modificaciones” —se afirma.

Con las brigadas internacionalistas llegó a la España “bajo las bombas”. Fue una de las marchas entonadas entre 1936 y 1939 por el bando antifranquista de la Guerra Civil española. Con los exiliados republicanos llegó a Cuba y con ellos aprendieron a cantarlas los integrantes de las Milicias Nacionales Revolucionarias, constituida el 26 de octubre de 1959.

Su popularidad comenzó a crecer a mitad del siglo XX, con los numerosos Festivales mundiales de las juventudes comunistas que tuvieron lugar en varias ciudades como Berlín, Praga y Viena, donde la canción era cantada por los delegados italianos y posteriormente traducida a los idiomas de los delegados de otros países. En los sesenta, se retoma con fuerza en las manifestaciones obreras y estudiantiles de 1968.

A comienzos de los años 70, el conjunto chileno Quilapayún grabó también una versión del tema, que alcanzó gran popularidad entre sus seguidores y se sumó a las otras canciones de contenido revolucionario que marcaron el ambiente cultural del gobierno de Salvador Allende y la Unidad Popular, derrocado en 1973 por golpe militar del general Augusto Pinochet.

La canción ha sido versionada por artistas de la talla de Mercedes Sosa, Yves Montand, Goran Bregovic y Manu Chao. Más recientemente, en Argentina, se enarboló la bandera de “Bella Ciao” con “Macri Ciao”, una versión remixada de la canción emblema de la serie española, viralizada como protesta contra el presidente Mauricio Macri.

Hace poco Najwa Nimri, la cantautora y actriz que da vida a la maligna inspectora Alicia Sierra en la tercera temporada, lanzó su propia versión de “Bella Ciao”. Re-envasando en un nuevo halo, gracias a su peculiar voz, “el ya icónico Bella Ciao de la serie de El Profesor y su banda”.

Ya lo dijo Antonio Gramsci, víctima del fascismo italiano, las clases dominantes se adueñan de las ideas de los intelectuales de las clases subalternas y las convierten en hegemónicas, es decir, las hacen propias y distribuyen como sentido común entre las clases subalternas. De esta manera ejercen la dominación las élites capitalistas.

Con su estrategia de seducción llega Netflix a un masivo segmento de público, inconforme o resignado con el sistema, pero enganchado hasta el próximo capítulo en su cómoda y personalizada “Ideósfera”. Así coopta los sentidos de estos nichos de identidad, que orientan y conectan a los sujetos con posturas y comportamientos genuinamente transformadores.

Tomado de: http://www.cubahora.cu

Escena de la serie La casa de papel “La Guantanamera”

Leer más

Uso de los medios comunicacionales

Soledad Cruz “Cuando se observa la programación de los canales televisivos da la impresión de que se llenan espacios, pero no existe una verdadera estrategia comunicacional según los intereses ideos estéticos que se proclaman como esenciales”.

Por Soledad Cruz Guerra

Mucho se habla de la necesidad de informatizar la sociedad. Con frecuencia se producen eventos sobre el tema en la Universidad de las ciencias informática, se efectúan ensayos de conexión a INTERNET en los hogares, la Asociación de escritores realiza encuentros sobre escritura y mundo digital, se programan talleres, seminarios.

En realidad, urge librarnos de ese “pecado” que tanto se reprocha de no estar “conectados” con el mundo, pero mientras se consigue lograrlo es “pecado” mayor no usar en todas sus potencialidades los llamados soportes tradicionales como la radio, la televisión y la prensa “en papel”.

El aprovechamiento creativo de los medios masivos de comunicación no ha sido una característica notable en nuestra sociedad, ni tampoco la propaganda y la publicidad en función de los intereses esenciales, de la defensa de los ideales de bienestar y justicia, del fomento de los mejores sentimientos humanitarios.

Intentando evadir el sentido manipulador del uso de esos recursos mundialmente, se ha ido a parar en la pobre utilización de los medios tradicionales que todavía pueden tener una influencia en la vida de lectores, radioyentes, televidentes.

Resulta escandaloso como hoy por hoy se violan reglas fundamentales de la información. Se anuncia un evento, un concierto, un espectáculo y se pasan por alto elementos fundamentales como la hora, o el lugar donde se realiza y la dirección del sitio. O se apela a términos como “en los horarios habituales” o “en el conocido teatro de Centro Habana” como si todos los receptores conocieran esos elementos.

No se piensa en el que pueda interesarse por primera vez, en quienes desconocen esos detalles y así no se cumple con unos de los principios informativos básicos que es dar información, hacer conocer.

En la radio y la TV no se tiene en cuenta la necesidad de reiterar elementos fundamentales para el que sintoniza después de comenzada la información, cuando la regla elemental en estos casos es repetir en varias oportunidades a que o quien se refiere, de lo que se trata.

Tampoco se ofrecen las ubicaciones geográficas que enriquezcan el conocimiento. Se cuenta algo de un poblado, no se dice a cuantos kilómetros está de la capital del país, o de la capital provincial, en qué punto cardinal se encuentra, que hecho histórico o costumbre lo caracterizan, factores que enriquecen cualquier información que se ofrezca.

En el caso de la televisión faltan imágenes que permitan tener una idea de cómo es un sitio u otro, vistas panorámicas que permitan apreciar sus valores arquitectónicos, o paisajísticos y los televidentes cubanos no suelen tener una mirada amplia sobre el país, no sólo en el plano visual, sino en el informativo mismo porque hay municipios, pueblos, comunidades que nunca aparecen por ninguna parte a pesar de que hay telecentros en casi todas las provincias.

Es muy curioso que haya un espacio para los telecentros, cuando en realidad estos deberían tributar a la red nacional en todos los programas posibles, justo como una forma de mostrar el país de una punta a la otra.

El reporte de eventos y sucesos es otro aspecto lastimoso, porque se suele recurrir a generalizaciones o vaguedades, y no se especifica que signó este o aquel, qué de nuevo aportó, que problemas planteados en encuentros anteriores encontraron solución. Ocurre que como esos elementos no se consignan las informaciones parecen las mismas, llenas de lugares comunes y por tanto ni atractivas, ni verdaderamente útiles.

Y para colmo todo eso se traslada al mundo digital a pesar de que en sus soportes hay más posibilidades espacio temporales de profundizar en los asuntos, de ofrecer mayor cantidad de elementos, de enriquecer la visualidad del receptor y también los diseños en los contenidos y las forma.

También se aprecian buenas prácticas, pero de lo que se trata es de enfocar las no funcionales o carentes de eficacia en un mundo atiborrado de informaciones ciertas o “inventadas” que requiere mayor rigor como alternativa.

Otros aspectos dignos de ser tenidos en cuenta para una utilización mayor y mejor, de los medios comunicacionales, por su carácter de servicio público, es el análisis de qué se divulga más, a qué quien se les hace mayor publicidad, por qué se informa hasta la saciedad a algunas figuras y otras de igual o mayor valía son omitidas completamente.

Cuando se observa la programación de los canales televisivos da la impresión de que se llenan espacios, pero no existe una verdadera estrategia comunicacional según los intereses ideos estéticos que se proclaman como esenciales. Esa debe ser la razón de que se exhiben productos, películas, obras muy valiosas un día y al otro pueden aparecer “ofertas” de dudosa calidad y contenidos.

Existen numerosos programas musicales, de documentales, de literatura, de entrevistas, de materiales cubanos y extranjeros, pero no se complementan en la diversidad de objetivos que permitan encontrar en cada uno lo que no hay en el otro. Y es un asunto no estrictamente relacionado con la proverbial falta de recursos, sino con la falta de aprovechamiento de los que se tienen.

Y esa falta de estrategias propicia que los espectadores no tengan claro que podrán encontrar, ni crear hábitos de seguir un programa u otro según su interés o lo que espera de los medios tradicionales que en Cuba siguen teniendo un peso importante mayoritariamente.

Usar creativa y profesionalmente las posibilidades de esos soportes, que, además, se insertan en todas partes en el mundo digital permite a la larga un mejor uso de las novísimas tecnologías, y evitará ver repetida en ellas las mismas carencias.

Tomado de: https://www.cubaperiodistas.cu

Leer más

Humanismo urgente

Falco (Cuba)

Por Fernando Buen Abad Domíguez

Una Revolución Cultural llamada Humanismo. Contra las desesperanzas y las depresiones, urge un Humanismo renovado en su carácter emancipador y movilizador. Urge en las consignas supremas de las luchas sociales, como Marx lo pensaba, a la luz de la Historia e indivisible en el contenido consciente insuflado por las fuerzas sociales en sus luchas. Humanismo de “nuevo género” como solución posible para las fuerzas que se fundamentan en la democracia participativa. Humanismo, hoy más necesario que nunca, para no sucumbir al mercantilismo extremo y la opresión ideológica más feroz en la sustracción de plusvalía. Humanismo contra el capitalismo salvaje “per se”, que no se detiene ante nada, que devora a la naturaleza, que destruye el patrimonio cultural financiando a los negocios de las guerras, de los bancos y de los “mass media”.

Humanismo Urgente

Piensan muchos, no sin razón, que toda lucha que ponga por prioridad suprema el desarrollo de sociedades emancipadas (sin opresores ni oprimidos) ya contiene la idea de Humanismo. Que, en cualquier caso, invocar al Humanismo exige actualizarlo contra toda emboscada ideológica que lo reduzca al individualismo. Que el Humanismo necesario, a estas alturas de la Historia, debe ser un programa concreto de acción directa que no sirva para esconder la lucha de clases y tampoco eclipse la, también urgente, tarea de salvar al planeta. En todo caso un Humanismo antitético del capitalismo. Aunque haya quienes creen que es un tanto “cursi” eso de hablar de Humanismo, es preciso ratificar lo que mil voces han propuesto para un Humanismo de nuevo género, sin ilusionismos ni idealismos.

¿Quién hubiera imaginado que la especie humana, al mirarse al borde del abismo neoliberal, se inspiraría para iniciar su propia transformación y convertirse, a sí misma, en una Revolución Cultural? Tenemos una Historia Latinoamericana sobre un Humanismo nuestro (Guadarrama) desprendido de las luchas contra el colonialismo, la alienación y la exclusión, Historia que posee herencias extraordinarias cocinadas entre vapores de combate (Fidel) como proyecto de los pueblos irredentos. Pero el Humanismo no acepta sectarismos territoriales. Herencia plena de posiciones anticapitalistas, pronunciándose abiertamente por la necesidad de encontrar paz con identidad y dignidad para todos y en todo el orbe. (Martí) Un humanismo que también es de paz, sin abandonar una sola de sus armas. (Fernández Retamar)

La Historia nos exige ratificación del Humanismo, como proyecto emancipador, porque es necesario y útil no sólo para una crítica “relowded” contra el capitalismo, sino porque impone una ruta certera para no extraviarnos en emboscadas ideológicas. Y eso implica también una Guerrilla Semiótica en el corazón del Humanismo, sus herencias, las desfiguraciones infligidas, las esclavitudes a que ha sido sometido al antojo de verborreas filantrópico escapistas, disímbolas. Para la construcción o consolidación de tal Humanismo, para reforzar su capacidad movilizadora de las masas, requerimos un Humanismo objetivo, como programa que asciende a la práctica de forma inconfundible y convertido en carne de la lucha hasta alcanzar su punto de no retorno en lo inmediato (Chávez).

Tal Humanismo entraña la conciencia de su deseabilidad, su posibilidad y su realización (lo deseable, lo posible y lo realizable: Sánchez Vázquez) porque hace evidentes los valores que dignifican a la especie humana que renueva su moral de lucha, es decir revolucionario, que es su más alto peldaño (Ché) y pone al alcance de toda comprensión el valor de su consolidación inmediata. Irrefutable y valioso porque justifica su naturaleza axiológica en la superioridad de sus valores contra todo sistema opresor y explotador. Porque moviliza a todos hacia una meta que puede ser alcanzada si saldamos nuestras deudas por la unidad y la organización de los pueblos. (Perón, Puiggros, Jaramillo)

No se trata de un Humanismo reformista o anestésico ni decorativo, de lo que se trata es de transformar el mundo existente y no de conservarlo o de conciliarse con él.  (Mondolfo) Entonces se trata de un Humanismo como programa de lo inmediato capaz de elevar la conciencia, con reivindicaciones de libertad, igualdad, justicia y democracia hasta pasar de los buenos deseos a su realización concreta. Humanismo para cambiar el modo de producción y las relaciones de producción. Humanismo para no perder las esperanzas de luchar contra las tergiversaciones y para ampliar las libertades, la igualdad y justicia social. Humanismo, democrático y pleno, de seres humanos libres y creadores. (Althuser)

Insistamos. Se trata de una concepción del Humanismo ligada a la crítica social. No un Humanismo abstracto o filantrópico burgués, no reducido a punto de vista gnoseológico, sino activado como una acción social transformadora. Humanismo real “recargado”. Humanismo de una nueva (renovada) integridad moral, ética y estética necesariamente históricas y sociales para la acción en el corazón, la panza y el cerebro de las relaciones sociales. Humanismo de un tiempo y un lugar concretos para la Revolución cultural y científica que permita asumir la realidad en términos de significación, esta vez, transformadora del mundo. (Mészáros)

Expresión crítica de la Historia, sus procesos políticos y económicos… la ideología de la clase dominante. Humanismo como la medida que refunda la fe objetiva en mundo humano, capaz de humanizar cuanto toque. O en otros términos, Humanismo donde la potencia de lo humano sea creación que se despliega renovada e ilimitadamente. Humanismo expresión de libertad, de espiritualidad concreta, de lo verdaderamente creador y proyectil contra la mediocridad, el vacío espiritual y el “gusto” banal… Humanismo para elevar la conciencia de la realidad con sus propios medios colectivos.

Humanismo atento a la dialéctica cultural de las luchas entre las clases sociales y sensible a la dialéctica, realmente existente, del internacionalismo y los sentimientos nacionales. Humanismo por la vida y contra todo los que la corroe, la destruye o la deprime. Humanismo como ética de la resistencia. También.

La esencia humana reclama su emancipación revolucionando las relaciones sociales. Eso requiere un Humanismo producto de su propia praxis transformándose también en sus propias circunstancias. Humanismo pleno, histórico y creador. Tal Humanismo no pudo nacer sino en el corazón mismo de la barbarie capitalista, es su contradicción más aguda. Está llamado a ser fuerza emergente superadora de una etapa histórica mayormente “deshumanizada”, vergonzosa y macabra. Humanismo que debe recoger lo mejor de los seres humanos para hacerse nuevo en nosotros y con nosotros. Humanismo como una concepción lógica de la política y como ética de lo colectivo. Una idea de lo humano que, por tanto, al no echar la filosofía por la borda, permite distinguir con claridad los territorios de sus luchas más concretas e inmediatas. De lo que se trata es de acrisolarlo en la praxis. Estamos a tiempo.

Tomado de: https://www.telesurtv.net

Leer más