Textos prestados

¿Alguien vio venir a ómicron? Sí, de hecho, muchos

Vasileios Papageorgiou (Grecia)

Por Amy Goodman & Denis Moynihan

“Nadie veía venir esto. Nadie en todo el mundo. ¿Quién lo vio venir?”. El presidente Joe Biden utilizó estas palabras para referirse a la irrupción de la variante ómicron del Covid-19 en una entrevista concedida el miércoles a la cadena de noticias ABC. De hecho, mucha gente la vio venir.

Especialistas de la salud y activistas de todo el mundo han estado advirtiendo durante más de un año que mientras gran parte de la población mundial permanezca sin vacunarse, es seguro que variantes más agresivas del virus persistan y se desarrollen.

Mientras comenzamos a transitar el tercer año de la pandemia, ya se cuentan más de 277 millones de casos y 5,4 millones de muertes en todo el mundo. La variante ómicron se está propagando a una velocidad sin precedentes. Incluso las personas completamente vacunadas y con dosis de refuerzo se están contagiando. Aun así, la vacunación sigue siendo la mejor forma de evitar caer gravemente enfermos o morir a causa de la COVID-19. Sin embargo, las vacunas siguen fuera del alcance de gran parte de la población mundial. Muchas de las vacunas y tratamientos efectivos se desarrollaron gracias al dinero de los impuestos que pagan los contribuyentes, al trabajo de científicos de instituciones de salud pública y a otros recursos públicos. No obstante, las corporaciones farmacéuticas sacan un rédito exorbitante por la venta de estos productos fundamentales para salvar vidas y retienen las fórmulas de las vacunas mientras millones continúan enfermándose y muriendo. La codicia no debería determinar el curso de esta pandemia.

“Ninguna empresa, por muy poderosa que sea, debería poder dictar quién vive y quién muere, o ejercer una influencia tan grande que determine si la economía mundial prospera o se paraliza. Pero Moderna está haciendo precisamente eso”, afirmó Diana Kearney, asesora legal y de defensa de los accionistas de la organización Oxfam America. Kearney hizo estas afirmaciones en un comunicado que acompaña la demanda que presentó Oxfam esta semana ante la Comisión de Bolsa y Valores de Estados Unidos, SEC, por sus siglas en inglés. El argumento central de la demanda presentada por Oxfam ante la SEC es una disputa que existe entre Moderna y los Institutos Nacionales de Salud de Estados Unidos. En julio, Moderna presentó una solicitud de patente para la vacuna contra la Covid-19 que solo menciona a los científicos que trabajan para la empresa, pero los Institutos Nacionales de Salud alegan que tres de sus propios científicos —John Mascola, Barney Graham y Kizzmekia Corbett—, financiados con fondos públicos, desempeñaron un papel clave en el descubrimiento de la vacuna. Si el Gobierno de Estados Unidos logra demostrar que tiene derechos sobre la patente, Moderna perdería cierto control sobre cómo se fabrica y distribuye la vacuna.

Oxfam compró acciones de Moderna y, por lo tanto, tiene derechos de accionista. Como empresa que cotiza en bolsa, Moderna debe presentar documentos exhaustivos a la SEC e informar a sus inversores y a la población sobre las finanzas de la empresa, además de explicar los riesgos a los que se enfrenta. En su demanda, Oxfam alega que Moderna ha estado mintiendo sobre la gravedad del conflicto de patentes que tiene con los Institutos Nacionales de Salud y el Departamento de Justicia de Estados Unidos, y está ocultando un proceso legal pendiente que podría causar una caída significativa en el precio de sus acciones.

El uso estratégico del derecho bursátil por parte de Oxfam es parte de una estrategia más amplia para lograr la equidad en el acceso a las vacunas. Se trata de la Alianza Vacunas para el Pueblo, una coalición mundial que reclama que el desarrollo de las vacunas contra la COVID-19 sea considerado como un bien común, y que estas sean distribuidas de manera justa a todos, en todas partes y de forma gratuita. Achal Prabhala, coordinador de AccessIBSA, una organización que promueve el acceso a medicamentos en India, Brasil y Sudáfrica, es uno de los referentes claves de la campaña.

En conversación con Democracy Now!, Prabhala expresó: “A menos que algo cambie drásticamente en el suministro de vacunas, estamos condenados a repetir estos terribles ciclos de olas, contagios e incertidumbre”. Prabhala es coautor de un reciente informe de AccessIBSA y Médicos sin Fronteras, donde se precisa que existen más de 120 fabricantes en Asia, África y América Latina con los requisitos técnicos y los estándares de calidad necesarios para fabricar una vacuna de ARNm.

Al respecto, Prabhala explicó: “Si la tecnología de ARNm que Pfizer, BioNTech y Moderna han desarrollado e implementado… se compartiera con cierto número de estas 120 empresas, podríamos vacunar al mundo en aproximadamente seis meses. No es teórico. De hecho, se basa en un modelo de asociación que empresas como Moderna tienen con fabricantes muy similares, excepto que están ubicados en España en lugar de Bangladesh, Senegal o Túnez”.

Según los datos más recientes de la Organización Mundial de la Salud, más de dos tercios de las personas en países de altos ingresos han recibido al menos una dosis de la vacuna contra la COVID-19, mientras que en los países de bajos ingresos, menos de una décima parte de la población ha recibido una dosis. Todavía hay países, principalmente en África, donde la tasa de vacunación es igual o menor al uno por ciento.

Prabhala afirmó: “[El levantamiento de las restricciones de las patentes] reduce el dominio de Moderna, Pfizer y BioNTech sobre estas vacunas y socava las exorbitantes decenas de miles de millones de dólares de ganancias e ingresos que pueden obtener vendiéndoles las vacunas a los países pobres en los próximos años, una vez que hayan terminado con los países ricos”. Achal ofrece una solución: “El presidente Biden puede llevar a Moderna a la Casa Blanca, sentar a sus ejecutivos a la mesa, decirles que tenemos leyes que pueden obligarlos a hacer lo que les pedimos que hagan, pero que preferimos que simplemente lo hagan, encontrarle la vuelta al acuerdo y luego dar por cerrado el asunto y atribuirse el mérito de vacunar al mundo”.

Vacunar al mundo es la forma de salir de esta pandemia. Nadie estará a salvo hasta que todos estemos a salvo.

Amy Goodman es la conductora de Democracy Now!, un noticiero internacional que se emite diariamente en más de 800 emisoras de radio y televisión en inglés y en más de 450 en español. Es co-autora del libro “Los que luchan contra el sistema: Héroes ordinarios en tiempos extraordinarios en Estados Unidos”, editado por Le Monde Diplomatique Cono Sur.

Tomado de: Democracy Now

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La violencia patriarcal como crimen de guerra

Foto: El Espectador

Por Diana Carolina Alfonso

A principios de la década del ochenta, empezaban a desgastarse gran parte de las puestas dictatoriales que se diseminaron por todo el continente tras el triunfo de la Revolución Cubana en 1959. En ese contexto, en 1981 se llevó adelante el Primer Encuentro Feminista de América Latina y el Caribe (EFALC) en Bogotá. El Plan Cóndor, financiado y articulado por el Departamento de Estado norteamericano, había aplastado las salidas revolucionarias por medio de un inusitado ejercicio del terrorismo de estado, coordinado continentalmente. En ese tramo de nuestra historia reciente fueron creadas nuevas formas de guerra y sujeción poblacional. La bandera anticomunista, como fachada de la ideología neocolonial de los Estados Unidos, dio paso a un patriarcado de guerra adiestrado casi uniformemente en la Escuela de las Américas. Por sus aulas han pasado por lo menos 83.000 varones militares latinoamericanos.

El primer EFALC definió conmemorar la lucha de tres mujeres dominicanas asesinadas por una de esas dictaduras conducidas desde los Estados Unidos. Hablamos de las hermanas Mirabal, militantes del Movimiento Revolucionario 14 de Junio, y del siniestro Rafael Leónidas Trujillo, más conocido como “El Chivo”. Fue así como se estableció el 25 de noviembre como el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer. Recordemos que un año antes, en 1980, Colombia suscribió a la Convención para la Eliminación de todas las Formas de Discriminación contra la Mujer (CEDAW). En lo tocante a los derechos de las mujeres y disidencias, el campo normativo latinoamericano aún se encontraba yermo, aunque el ambiente político, económico y militar, evidenciaba un agravamiento de las condiciones de las mujeres, infancias y disidencias que sobrevivían -y sobreviven- en las periferias de la región. El auge de la concentración agraria en lo que se ha denominado la “Revolución Verde”, no puede entenderse sino es a través de la escritura de la violencia sobre los cuerpos de las campesinas. La reprimarización de nuestras economías es la consecuencia de un proyecto imperialista específico, en el que el patriarcado de guerra ha jugado un papel primordial.

En el marco de la “Revolución Verde” que coincide con el Plan Cóndor, la violencia sexual hacia las infancias y cuerpos feminizados, tomó un cáliz abrumadoramente capitalista. Como en el caso de las hermanas Mirabal, la violencia política de ese patriarcado militarista fue tan sólo una cara del proyecto neocolonial en expansión. De hecho, para la fecha en que se desarrolló el EFALC en Bogotá, ya se había puesto en marcha el Estatuto de Seguridad de Turbay, sin cuya normativa nos sería imposible historizar el advenimiento del paramilitarismo contemporáneo colombiano. Sobre aquella trayectoria mercenaria, se insertaron las estructuras paraestatales que harían de la violencia sexual una fuente de pedagogía de masas, un botín de guerra, y una práctica social genocida tendiente a la rearticulación de las economías locales.

Apropiación y descartabilidad

Según el último informe de Human Right Watch, cerca de 8.5 millones de familias colombianas sufren el desplazamiento forzado. Eso, sin sumar los casi 8 millones más que viven fuera del país. Estamos hablando de alrededor de 17 millones de colombianes que viven en la trashumancia. Las causas estructurales de esa expulsión deben buscarse en la compulsión apropiativa del modelo hacendatario y oligárquico de nuestra república.

La ley de reforma agraria de 1961 propuso un amplio proceso de redistribución agraria con mecanismos como la titulación de tierras baldías a las familias colonizadoras. Hasta 1986 sólo 11,2 por ciento de los adjudicatarios eran mujeres. Recién con la ley de pseudo reforma agraria de 1988 se reconoció el derecho de la mujer a la tierra. En otras palabras, para la época en que se desarrolló el EFALC, el 90% de la titulación de las tierras colonizadas se encontraba en manos de varones campesinos. Si a la masculinización de la propiedad de la tierra sumamos el paramilitarismo contemporáneo, tendremos un panorama más preciso sobre las brechas de género fomentadas por el patriarcado de guerra, solamente en el entorno rural, quizás el más afectado.

En últimas, el desplazamiento forzado, la concentración agraria y el ejercicio masculino de la violencia, se sintetizan en una fórmula en la que ya no solamente se usan los cuerpos como escenarios de apropiación, sino como elementos de descartabilidad. De ahí la radicalización de las tácticas de tortura sobre los cuerpos feminizados. Por este motivo, las violencias contra las mujeres, infancias y disidencias, en los marcos de guerra que vivimos, deben asumirse como crímenes de guerra, nunca más como “crímenes pasionales”.

Normativas, ¿para qué?

Pese a su propia tragedia humanitaria, el Estado colombiano es un fiel firmante de cuanta normativa humanitaria internacional. En nuestro país existen varias leyes que apelan al resarcimiento de las desigualdades históricas entre géneros. La Ley 1257 de 2008 “dicta normas de sensibilización, prevención y sanción de formas de violencia y discriminación contra las mujeres”, y la promulgación de la Ley 1761 de 2015 o –Ley Rosa Elvira Cely– tipifica el feminicidio como un delito autónomo y dicta otras disposiciones. En medio de los Diálogos de Paz, se constituyó la Ley 1719, que “garantiza el acceso a la justicia de las víctimas de violencia sexual, en especial cuando se da con ocasión del conflicto armado”.

No obstante la normativa, es evidente que el Estado no presta ninguna garantía para su aplicabilidad.

El caso de la periodista Jineth Bedoya, en el que se responsabiliza a agentes del Estado por persecución, tortura y violación, dejó en evidencia la falta de pericia institucional, la complicidad y el talante revictimizador de los garantes del orden. Según la misma Corte IDH, en la que se llevaron adelante las audiencias del proceso, los protocolos y ordenamientos jurídicos expuestos por la representante de la Fiscalía, María Ospina, no son operativos ni conducentes.

La cohabitación entre el Estado y las estructuras militares y económicas al margen de la ley se expresa en la desconfianza de las víctimas hacia las instituciones estatales. Según la Unidad para la Atención y Reparación Integral de las Víctimas, el conflicto armado ha dejado más de 27.000 mujeres y personas LGBT+ víctimas de violencia sexual. Empero, la Corte Constitucional reconoció, en el 2015, que la impunidad en el sistema de justicia ronda el 98 por ciento. Además de la desconfianza, el subregistro devela el efecto de la revictimización.

Un informe del Centro Nacional de Memoria Histórica reveló que la Ley de Justicia y Paz, o Ley 975, para la desmovilización del paramilitarismo durante el gobierno Uribe, no brindó herramientas para la reparación integral de las víctimas. Por el contrario, la metodología de las salas penales puso en primera escena el relato de los victimarios.

En estas condiciones la salida sólo puede ser colectiva y feminista. Es decir, hermanada y activa.

Tomado de: América Latina en movimiento

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La condición revolucionaria

Por Michel E. Torres Corona

La Revolución, en su dimensión objetiva, constituye un proceso político de cambio, que altera el curso de la historia y provoca conmociones radicales en el modo de vida de las personas. A la Revolución Cubana se le ha querido cantar su última estrofa muchas veces, pues hay personas que no entienden que un proceso revolucionario se prolongue por más de medio siglo. Tomada Santa Clara, un soldado le dijo al Che que la Revolución se había acabado, a lo que el Guerrillero Heroico le respondió: «Al contrario, ahora es que empieza».

La Revolución inserta a Cuba en una correlación de fuerzas a nivel mundial, a favor o en contra del statu quo; una colisión cotidiana (a veces callada, a veces ruidosa) entre dos proyectos civilizatorios: el que busca perpetuar la explotación del hombre por el hombre, como núcleo fundamental de la vida en sociedad, y el que busca alterar esa esencia en favor de construir un mundo donde primen la fraternidad, la libertad y la igualdad. En tanto Cuba abogue por ese proyecto alternativo de existencia social, la Revolución continuará.

Mas la dimensión objetiva de toda Revolución solo existe en tanto vivan hombres y mujeres dispuestos a seguir luchando; y no cualquier lucha, sino una radical. «A la raíz va el hombre verdadero», diría Martí, y esos son los seres humanos que precisa cualquier movimiento revolucionario para trascender: personas que vayan a la raíz de los problemas, raíz que, desde la óptica marxista, yace en el modo en el que nos organizamos como sociedad para generar y distribuir la riqueza. Sin embargo, la radicalidad es condición necesaria, pero no suficiente.

Los revolucionarios debemos también obrar desde el más profundo compromiso con la ética, y no cualquier ética, sino aquella que muestre en su jerarquización un sistema de valores guiados por la justicia, ese «sol del mundo moral» como lo llamaría José de la Luz y Caballero. Los revolucionarios, y en específico, los revolucionarios cubanos, debemos estar a la altura de un legado ético que pudiéramos remontar a la época decimonónica.

Pocas naciones pueden enorgullecerse de padres fundadores que privilegiaran el pensar, como Varela; que defendieran la dignidad, como Céspedes; que tuvieran la vergüenza y el espíritu de sacrificio de Agramonte; que tuvieran la coherencia absoluta entre acción y pensamiento de Martí. Solo los individuos que han intentado emular a estos próceres, que han sido herederos de ese reservorio moral, han tenido éxito en sus propósitos de liderar al pueblo cubano en avatares revolucionarios. Los nacidos en esta Isla no seguimos ni a demagogos ni a cobardes.

A esa ética se le debe sumar la inteligencia, y no aquella que sea resultado de la lotería genética, sino la que es producto de la cultura. Si con Martí decimos: «Ser culto es el único modo de ser libre», también debemos decir hoy: «Ser culto es el único modo de ser verdaderamente revolucionario». La banalidad, la estupidez, la frivolidad, son atributos que reproducen de forma orgánica, vía «sentido común», los esquemas sociales de explotación.

Antes de cambiar el mundo, hay que entenderlo, o al menos intentar hacer ambas cosas a la par. Con el desconocimiento no solo lucharemos a oscuras, como «instrumentos ciegos de nuestra propia destrucción», sino que terminaremos apresados por prejuicios y temores pueriles. Séneca decía que la ignorancia era la causa del miedo y podemos afirmar que la cultura es plataforma imprescindible para todo ejercicio sostenido de coraje. La absurda temeridad solo es útil a corto plazo: la valentía, esa que persiste a través de los años y los desencantos, solo se obtiene con convicciones.

Y si cultura y ética son parámetros fundamentales, también es imprescindible entender que la condición revolucionaria se basa en la intersubjetividad: un hombre solo nunca podrá ser revolucionario, porque la Revolución precisa de que hallemos en el Otro al aliado para la lucha contra el enemigo común. Esa intersubjetividad, esa alianza con el Otro, precisa de organización.

Marx dixit: «En su lucha contra el poder colectivo de las clases poseedoras, el proletariado no puede actuar como clase sino constituyéndose él mismo en partido político propio y opuesto a todos los antiguos partidos formados por las clases poseedoras. (…) [ello es] indispensable para asegurar el triunfo de la revolución social y el logro de su fin supremo: la abolición de clases».

Con esa organización, con esa ética, con esa cultura, los revolucionarios cubanos podremos seguir militando en el bando de los que «aman y fundan», en ese grupo de seres humanos que, como diría Claudio Magris, no habita un mundo acabado y agotado en sí mismo, sino que es incompleto y abierto a otras y mejores cosas.

Tomado de: Granma

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¿Guerra en Ucrania?: EEUU traspasa las líneas rojas

Por Eduardo Luque

Los actores: Estados Unidos, la OTAN y la UE.

El equipo de Biden muestra sus flaquezas. Al frente del país un presidente que no gobierna, un hombre anciano e incapaz, un individuo que se duerme en las reuniones de alto nivel y que acabará siendo, si no lo es ya, una figura decorativa. La presidencia está en manos, cada día más, de ese “estado profundo” que no puede  asumir que EEUU no es la potencia hegemónica que fue. Lo anunciamos en su momento, la administración demócrata sería incluso peor que la republicana de Trump en política internacional. Es bien sabido que el ex-presidente norteamericano no inició ninguna nueva guerra, el actual, cuando era vicepresidente, lo hizo en siete. Es posible que Biden no acabe su mandato, su sustituta, que ya lo ha sido durante hora y media, será Kamala Harris, considerada un halcón.

La situación de Biden tras la debacle de Afganistán es muy frágil. A los 9 meses de su elección tiene la popularidad por los suelos; sólo un 43% de la ciudadanía aprueba su gestión frente al 51% que la desaprueba. Es el tercer presidente más impopular de la historia. Acumula más rechazo que Trump o Gerald Ford. La presidencia necesita de algún logro en política internacional, ya que a nivel interno la situación se descontrola. Biden y sus consejeros son profundamente ignorantes. No saben que no podrán derrotar a Rusia porque, si hay conflicto, Moscú saldrá a ganar.

Los Neo-con estadounidenses, instalados en las inmediaciones del poder, calientan el escenario ucraniano; se busca un conflicto limitado con Rusia. Es una repetición de escenarios conocidos. Tanto en 2019 como en 2020 la firmeza de Moscú evitó la guerra. La movilización masiva y decidida del ejército ruso disuadió a las mentes más alocadas. La situación ahora es peor. EEUU ha sobrepasado las líneas rojas trazadas por Putin. Tropas de la OTAN aterrizan estos días en Ucrania. EEUU y sus aliados tienen bases en territorio ucraniano (supuestamente son campamentos provisionales). Miles de efectivos con la excusa de maniobras se acumulan en la zona. Desde finales de noviembre, de forma intermitente la artillería pesada ucraniana bombardea las zonas de contacto entre Ucrania y las repúblicas independientes de Lugansk y Donetsk, en especial la ciudad de Gorlovka. Los ataques con artillería se intensifican a la espera de la orden de Washington. Este armamento estaba específicamente prohibido en los acuerdos de Minsk que evidentemente Kiev no está dispuesto a cumplir.

Las Repúblicas independientes avisan que no podrán resistir el empujón del ejército ucraniano rearmado ahora por la OTAN (Turquía ha transferido drones de ataque a Kiev y EEUU artillería moderna, misiles anti-carro javelín, carros de combate….) Pero Moscú no puede permitir la caída de estas repúblicas porque perdería Crimea y por extensión se incrementarían las tensiones en el Cáucaso. Todo ello en medio de un silencio atronador en los medios de comunicación. La cortina de humo que se ha generado para ocultar el peligro de guerra, es la cuestión de los refugiados en la frontera de Polonia y Bielorrusia y también  la nueva variante del covid-19.

EEUU considera la opción de la guerra. Hay indicios enormemente preocupantes. William Burns, director de la CIA, realizaba una visita no programada a Moscú a finales de noviembre. Los diarios norteamericanos especularon con una idea: Burns quería garantías de que, en caso de guerra, las tropas norteamericanas desplegadas en la frontera se salvarían, en caso de respuesta rusa. Tenía en mente lo sucedido en la bolsa de Debaltsevo, en febrero de 2015, cuando las tropas norteamericanas y ucranianas fueron cercadas. Rusia negoció la salida de los soldados norteamericanos que fueron evacuados por un pasillo abierto ex profeso mientras las tropas ucranianas colapsaron y se rindieron. Esta vez la respuesta rusa no fue tan complaciente como hace 6 años. Se conoce que se han producido contactos directos entre altos jefes militares rusos y estadounidenses sobre “reducción de riesgos y desconflicto operativo”. No han trascendido sus conclusiones.

Evidentemente a Biden le importa poco el sufrimiento que conllevaría un conflicto armado. Los factores que ahora definen el momento político parecen confluir en este tiempo y este momento. Un enfrentamiento militar indirecto con Rusia, utilizando a Ucrania como “sparring”, daría argumentos a la OTAN para volver a ser; y justificaría su propia existencia. Por otra parte, debilitaría aún más a la Unión Europea (y las veleidades de construir un ejército europeo propio quedarían como mera ensoñación). Es cada vez más evidente que la UE es el componente civil de la OTAN. El uso histérico de la pandemia es la cortina de humo perfecta para ocultar los pasos hacia la guerra; justo ahora se cierran los países por una variante que ya se ha denunciado que no es más ni menos contagiosa que las que teníamos.

La guerra en Ucrania permitiría disciplinar a Europa sumando mayor proyección de fuerza en el escenario chino puesto que contaría con el apoyo cerrado de toda la UE y sus recursos militares. Esta es la perspectiva que analiza Biden. EEUU es adicta al éxito efímero. Los presidentes norteamericanos sólo ven el cortísimo plazo, carecen de una visión estratégica como la que poseen Pequín y Moscú. Pasó con Hong Kong cuando EEUU y Reino Unido incitaron las revueltas contra China. Tras la intervención de Pequín, EEUU abandonó a los estudiantes a su suerte. Trump y Pompeo lo vendieron como una victoria aunque Norteamérica perdiera la oportunidad de influir en China y la oposición china pro-yanqui quedara devastada. A medio y largo plazo el ganador fue China.

Posición de Ucrania

Ucrania camina, si no se ha transformado ya, en un Estado fallido. Está calificado como uno de los más corruptos del mundo; según los “papeles de Panamá, su anterior presidente, Petró Poroshenko”, evadía fondos (incluso estatales) a través de empresas en paraísos fiscales. El actual presidente Volodymyr Zelensky ha sido señalado como evasor en los papeles de “Pandora”. Este mediocre actor ganó las elecciones prometiendo la mejora de las relaciones con Rusia y el respeto a los acuerdos de Minsk. Zelensky es en realidad una marioneta en manos de EEUU que no tuvo intención de cumplir los acuerdos electorales. La pulsión fascista crece entre la clase dirigente bajo el amparo también de la UE. El gobierno ucraniano ha llegado oficialmente a reivindicar a un nazi (Stepan Bandera) como héroe nacional.

Ucrania vive en una ficción democrática. Zelensky acaba de cerrar televisiones y diarios favorables a sus enemigos políticos y ha detenido al jefe de la oposición por “alta traición”. El presidente ucraniano ha perdido la mayoría en el parlamento. Ha sufrido incluso una escisión en su propio partido. Su poder peligra, sabe que su integridad física está en juego: si abandona el poder, la tentación de una salida violenta se incrementa; lo arriesgará todo, si es preciso, para mantenerse; los elementos neofascistas en el parlamento como Sbovoda lo empujan a la guerra al igual que EEUU.

Washington, incapaz de detener la construcción del Gulf Stream 2 que proporcionará gas ruso a Europa, redobla la apuesta. El conflicto marroquí-argelino (incitado por Washington) y el corte de uno de los dos gaseoductos, aumentará la escasez energética en Europa. Europa podría tener un invierno muy frio y oscuro. Una guerra, utilizando a los medios para demonizar aún más a Putin, podría evitar que el Gulf Stream 2 se pusiera en marcha. Ucrania se enfrenta también a un invierno muy frío. Sin gas suficiente para autoabastecerse importa ahora carbón al alto precio, mientras en las repúblicas independientes existen importantes minas de carbón.

Zelensky está recibiendo mensajes equivocados de Washington y Bruselas que pueden hacerle creer que cuenta con su apoyo. La impunidad aparente de Kiev, cuyos bombardeos sobre población civil pasan desapercibidos para la prensa y los medio de comunicación occidentales, no hacen más que incrementar el peligro de conflicto. Es algo parecido a lo ocurrido en Georgia en 2008. Entonces M. Saakashvili atacó al personal de mantenimiento de la paz ruso y la población de Osetia del Sur. La lección que recibió fue muy dura.

El futuro de Ucrania se anuncia complejo. En las actuales circunstancias el país puede colapsar por el peso de su propia disfuncionalidad, colapso económico y una corrupción endémica, o bien al iniciar una guerra que obligaría a intervenir a Rusia aunque fuera a regañadientes.

Posición rusa

Rusia no quiere la guerra. Si ha de intervenir lo hará, de forma rápida y decidida. Putin nunca ha cruzado la línea roja expresamente, excepto en Georgia, y solo por pocos días.

Las líneas de comunicación directas entre la OTAN y el Kremlin hace meses que están rotas. A comienzos de octubre, sin mediar ningún conflicto, la OTAN expulsó a los diplomáticos rusos de su oficina en Bruselas; Moscú respondió rompiendo relaciones. Vladimir Putin, en la reunión ampliada del Ministerio de Relaciones Exteriores de Rusia, dijo: “En lo que respecta al Mar Negro, los últimos acontecimientos van más allá de ciertos límites. Los bombarderos estratégicos vuelan a una distancia de 20 kilómetros de nuestra frontera estatal y portan, como ustedes saben, armas muy peligrosas”. Se refería a que en las maniobras de la OTAN se estaban ensayando ataques nucleares con armas auténticas (no con simulaciones). A comienzos de mes, el presidente bielorruso Alexander Lukashenko insistía en que los países occidentales buscaban empeorar la situación. El líder bielorruso sabe que en caso de conflicto su país se vería inmerso desde el primer momento. Bielorrusia tiene un ejército pequeño pero muy bien armado y entrenado. La acumulación de cazas bombarderos de la OTAN en países limítrofes como Rumania, Polonia, Letonia o Lituania: el aumento continuo de los vuelos de reconocimiento recogiendo información de inteligencia no auguran nada bueno. El embajador ruso en Londres, Andrei Kelin afirmó a la emisora británica Times Radio: “existe el riesgo de guerra por errores de cálculo en nuestra frontera oriental, y esto es lo último que queremos. Necesitamos prevenir este tipo de escalada, si ocurre”

Claramente Moscú ha de realizar una nueva demostración de fuerza. Será necesario mostrar nuevamente músculo militar para que se enfríen las mentes calenturientas. Las simulaciones de ataque a la flota inglesa encabezada por el portaaviones Queen Elizabeth (más de 30 en una semana) realizados por bombarderos SU-25 es una de las respuestas. La aviación inglesa intentando contrarrestar estas maniobras ha perdido su primer aparato. Otros planes se han acelerado e intensificado estos días: los acuerdos alcanzados con China parecen indicar que los sistemas de misiles balísticos de uno y otro país se coordinarán. Aun no podemos hablar de un tratado de ayuda mutua militar pero la torpeza norteamericana empuja en ese sentido. Por otra parte, teniendo en cuenta la perspectiva futura, Rusia ha de incrementar la interacción con el eje soberanista latinoamericano, apoyando a los países que Washington quiere desestabilizar y que considera como su patio trasero. A la más que probable instalación de misiles nucleares en Polonia, Rusia podría responder haciendo lo mismo en Venezuela. Las maniobras militares conjuntas con esos países cerca de las fronteras norteamericanas y en Alaska se hacen ahora imprescindibles.

Además, Moscú es consciente de que el otro escenario es el Pacífico. Las acciones hostiles contra China e indirectamente contra Rusia hacen que Irán entre también en esta ecuación. Nuevas maniobras a gran escala se anuncian entre estas tres naciones. La crisis en Ucrania, de producirse, podría acelerar la crisis en Taiwán; por otra parte Bielorrusia con el apoyo ruso podría recuperar la conexión con la zona rusa de Kaliningrado (el llamado “corredor de Suwalki” una franja de terreno que no tiene más de 96 Km de longitud y que aislaría a las repúblicas bálticas). Un conflicto serio implicaría a Lituania y Bielorrusia ya que las líneas de suministro del ejército bielorruso y de la OTAN confluirían en la ciudad lituana de Kalvarija. Rusia lo ha advertido: en caso de un conflicto en Crimea el estado ucraniano como tal desparecerá. Hay más de un millón de rusos en las repúblicas independientes que Moscú no abandonará.

La posición turca[1]

El presidente turco es un gran aficionado a chapotear en todos los charcos. Ahora se ofrece como mediador entre unos y otros, mientras vende armas a la parte ucraniana y fomenta la milicia turco-tártara que, llegado el caso, combatirá con Kiev contra Moscú. El objetivo turco es expandir la influencia de Ankara en territorio de las ex repúblicas soviéticas. Ankara ya se inmiscuyó en el Transcáucaso apoyando militarmente a Azerbaiyán contra Armenia. Intenta extenderse a través de las minorías turcas en Kirguistán enfrentándose a los intereses de Rusia y China en la zona. Además su posición, al no reconocer a Crimea como parte de Rusia, le hace chocar con Moscú  lo mismo que cuando da apoyo a los terroristas sirios en el Gran Idlib, en cambio compra carbón a las repúblicas independientes.

El derrumbamiento del viejo Orden Mundial proporciona nuevos espacios geoestratégicos vacíos que Erdogan quiere ocupar. Es por ello que actúa en múltiples frentes: Siria, Irak, Libia, Azerbaiyán, Somalia, en el Mar Mediterráneo…;  ahora intenta intervenir en Ucrania, en Afganistán, en Kirguistán…. Son bocados demasiado grandes para un país con tasas de inflación del más del 20% y una depreciación de su moneda superior al 230% que se calcula para los próximos meses. En estos momentos sus tropas se resienten. No es buena cosa en caso de guerra dejar de pagar a los soldados. Turquía se ofrece como mediador entre Rusia y EEUU, pero los dos países desconfían de Erdogan y rechazarán la propuesta. Occidente interpretaría la aceptación de una mediación como una debilidad rusa y buscaría nuevas concesiones.

La posición de España

Estamos inmersos en un conflicto donde sólo podemos perder. Rusia lo anunció hace muchos meses: las bases de procedencia de navíos o aviones de la OTAN serán tratadas como un objetivo legítimo. Ignoramos si en nuestro territorio se almacenan o sólo transitan armas nucleares, como se ha denunciado en Italia. Lo que sí sabemos es el despliegue de caza-bombarderos españoles en los aeródromos rumanos (en total participamos con dos escuadrillas y unos 150 efectivos) La operación iniciada este mismo año se denomina “Enhanced Air Policing” (una misión disuasoria en Rumanía). El gobierno de Pedro Sánchez ha decidido que tenemos que disuadir a Rusia para que no defienda sus intereses dentro de sus fronteras, mientras que nuestros aviones y barcos se desplazan a miles de km. de nuestro territorio. Así mientras que la situación militar escala, nuestros barcos penetran en el Mar Negro, violando la convención de Montreau, siendo perseguidos por navíos rusos  (como ocurrió hace pocas fechas con la fragata “Rayo”). Mientras la situación se tensa hasta el paroxismo la “izquierda española” enmudece. Mientras el país ignora el peligro que corre, la oposición, profundamente atlantista, callará; lo mismo que hace el PSOE, UP, IU o el PCE (que hace tiempo aceptó y acató las directrices de la OTAN).

Las provocaciones militares

La acumulación de tropas por parte de la OTAN y Ucrania está alcanzando el punto de no retorno. La “militarización” de Ucrania se acelera. La portavoz del Kremlin anuncia que Kiev ha desplazado la mitad de sus efectivos a la zona de contacto con las repúblicas independientes. Canadá anuncia su disposición a transferir efectivos blindados y aviones a Ucrania. Otros países de la OTAN ya lo han hecho con anterioridad, por ejemplo, España. Kiev ha recibido nuevas patrulleras norteamericanas adaptadas a las condiciones del mar Negro.

Para Moscú la instalación de tropas de la OTAN en Ucrania es una línea roja. EEUU tiene 9 bases en estos momentos. Los acuerdos de Minsk (prohibición de armas pesadas y aviones de guerra sobre Crimea) están siendo ignorados. Los bombardeos ucranianos contra las repúblicas independientes se mantienen. La OSCE, como observadores interpuestos, menciona que los combates se han extendido a toda la zona de contacto, no se limitan a un punto en concreto. La marina norteamericana, violando la convención de Montreau, envía más y más barcos de guerra al Mar Negro e intenta identificar los sumergibles y las defensas costeras rusas en el Mar Negro y el Báltico. La OTAN pretende demonizar a Moscú y quiere que el primer movimiento lo haga este país.

 ¿Cómo salir del atolladero?

Se esperaba una cumbre decisiva entre Biden y Putin, una del tipo que sostuvieron el presidente norteamericano y el chino hace pocas semanas. En realidad el tiempo para realizar esa cumbre antes de las vacaciones de Navidad se está reduciendo peligrosamente. A finales del mes de noviembre se daba como probable; tras la cumbre “por la democracia” organizada por EEUU a comienzos de diciembre la posibilidad de un encuentro bilateral se aleja.

En la práctica, prolongar la situación es dar alas a los sectores fascistas ucranianos para incrementar sus provocaciones. Para Biden sería una forma de demostrar que todavía tiene el control. Aunque habría que recordarle que un mal acuerdo es mejor que una buena guerra.

Nota:

[1] https://colonelcassad.livejournal.com/

Tomado de: El Viejo Topo

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El progresismo del Grupo Puebla

Por Marcos Roitman Rosenmann

Inaugurar un capitalismo con rostro humano, así podríamos sintetizar su ideario. Sus integrantes, a título individual han sido o son presidentes de gobiernos, jefes de Estado, dirigentes de partidos políticos, ministros, embajadores, etcétera, figuras cuyas opiniones y decisiones tienen peso en sus países y en el contexto internacional. De reciente creación, 2019, tienen en su haber, despertar la fobia de la ultraderecha latinoamericana y española. Pero ello no justifica otorgarles carta blanca, ni validar su argumentario, menos aún si entre sus miembros destacan figuras como Lula da Silva, Evo Morales, Dilma Rousseff, José Mujica o Rafael Correa. Ellos no lavan la cara ni limpian el pasado de muchos de sus integrantes. Lo cual no es contradictorio con señalar que sus propuestas suscitan la aprobación de todo bien nacido. Es imposible negar su humanismo cristiano. Se pide más democracia, un rol activo del Estado, reformas tributarias, combatir la desigualdad, salud universal o luchar contra el calentamiento global. Se podría aducir que en estos tiempos es la única opción posible. Pero en eso consiste la trampa del progresismo. De lo malo, lo menos malo. Y así nos va.

Reunidos en la Ciudad de México el reciente primero de diciembre, han elaborado una propuesta bajo el enunciado: Un modelo de desarrollo solidario, levantado sobre seis ejes, pretende: la superación de la desigualdad social, la búsqueda de valor, una nueva política económica, la transición ecológica, la integración como construcción de la región y una nueva institucionalidad democrática. Este modelo basado en un enfoque de género y diferenciado que proponemos como la hoja de ruta del progresismo latinoamericano y caribeño con miras al abandono definitivo del anacrónico modelo neoliberal. Este último con vocación extractivista ha dejado efectos difícilmente reversibles sobre el medioambiente, ha significado alarmantes niveles de concentración de la riqueza que nos convierten en la zona más desigual del planeta y ha atrofiado los circuitos de redistribución.

Nos sumamos a la declaración ¿Pero cómo se implementarán tales medidas, quiénes representan las fuerzas del cambio y dónde se ubican las resistencias? En todo el documento, no hay mención, aunque sólo sea de pasada, al espacio tiempo en el cual se desarrolla la propuesta: el capitalismo. Tampoco se alude al poder de las trasnacionales, el complejo industrial militar, financiero y digital, en concreto al imperialismo. ¿Será el lenguaje inclusivo? ¿Pero cómo luchar contra el neoliberalismo sin cuestionar las formas de explotación capitalista? Algunos dirán que no hace falta mencionarlo, se sobreentiende. La explicación no es suficiente, hay que hacerlo explícito, de lo contrario estaríamos ante el dilema ¿es conveniente mentir al pueblo? Luego vienen las frustraciones: donde dije digo, digo Diego.

El progresismo del Grupo de Puebla acaba por remozar al capitalismo. Y no puede ser de otra manera. Si miramos con atención el nombre de algunos de sus fundadores, hasta completar la media centena, aflora cierta desazón y perplejidad. Su diversidad podría ser un plus, pero cuando unos y otros están en las antípodas, la duda se abre camino. Entre otros, nos encontramos con el chileno José Miguel Insulza, ex secretario general de la OEA, el mismo que combatió y declaró la guerra a la República Bolivariana de Venezuela y su presidente Hugo Chávez, quien se opuso a la extradición de Pinochet a España, avaló las políticas estadunidenses para América Latina y como ministro del Interior del gobierno de Ricardo Lagos aplicó la ley antiterrorista de la dictadura para reprimir al pueblo mapuche. Otro chileno de pro, Carlos Ominami, coordinador del programa de gobierno de la Concertación, tuvo el mérito de blanquear el proyecto neoliberal de la dictadura como ministro de Economía y otro chileno, su ahijado, Marco Enrique Ominami, manchó su nombre al descubrirse que su partido recibió dinero del ex yerno de Pinochet para su campaña. En la lista figura el monárquico Luis Rodríguez Zapatero, quien siendo presidente de gobierno pactó en 2011 la reforma del artículo 135 de la Constitución para limitar el gasto social a la estabilidad presupuestaria. Un verdadero golpe de Estado judicial o lawfare. Además de ser artífice del acuerdo para la instalación en España del escudo antimisiles y los vuelos hacia Guantánamo. Pero también tenemos a Beatriz Paredes, ex presidenta del PRI, diputada y senadora, quien miró hacia otro lado ante la represión política en Chiapas y avaló las políticas neoliberales, las cuales hoy dice combatir. Destaca el ex presidente de Colombia, Ernesto Samper, poco hizo durante su gobierno para frenar a los paramilitares, enfrentarse a las políticas de la DEA o garantizar la vida y frenar los asesinatos de los dirigentes campesinos y sindicalistas. En Uruguay vemos a Rafael Michelini, defensor a ultranza de la reforma de las pensiones y su privatización en beneficio de los bancos. Junto a ellos, víctimas de golpes de Estado: Dilma Rousseff, Manuel Zelaya, Evo Morales o Fernando Lugo. La lista de neoliberales conversos es grande y genera desazón.

Por último, resulta significativo, la exclusión de cubanos y venezolanos en la lista fundacional del Grupo de Puebla, cuando sus proyectos coinciden con los objetivos demandados por sus creadores. Eso sí, el grupo de Puebla se vanagloria de tener el apoyo de la Internacional Socialista, quien reconoce al golpista Leopoldo López como líder de la oposición venezolana a la par que democracia para Cuba. La esquizofrenia de estar a bien con Dios y el diablo. Después de lo dicho, cabe preguntarse: ¿De qué progresismo hablamos?

Tomado de: La Jornada

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La violencia contra las mujeres en México

Por Teresa C. Ulloa Ziáurriz

Tras unos días de conmemorar el Día Internacional contra la Violencia hacia las Mujeres y tras los 16 días de activismo contra esa violencia que es una campaña internacional anual que se inicia el 25 de noviembre, Día Internacional para la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, y se extiende hasta el 10 de diciembre, Día de los Derechos Humanos.

En todos los países las colectivas y el movimiento feminista hemos preparado la marcha y la jornada. Y no es de extrañar que las jóvenes hayan tomado las calles y muestren su enojo, su rabia y su impotencia ante un gobierno omiso que no ha sido capaz de generar una sola política pública para prevenir los feminicidios.

Y a pesar de que la CEDAW y la Convención de Belem do Pará incluyen la trata y la prostitución como formas graves de violencia contra las mujeres, lo cierto es que estas formas y modalidades no se han reconocido como violencia contra las mujeres en la legislación mexicana.

Según la Declaración de las Naciones Unidas sobre la Violencia contra las Mujeres, de 1993, por «violencia contra la mujer» se entiende todo acto de violencia basado en la pertenencia al sexo femenino que tenga o pueda tener como resultado un daño o sufrimiento físico, sexual o sicológico para la mujer, así como las amenazas de tales actos, la coacción o la privación arbitraria de la libertad, tanto si se producen en la vida pública como en la vida privada.

Se entenderá que la violencia contra la mujer abarca los siguientes actos, aunque sin limitarse a ellos:

La violencia física, sexual y sicológica que se produzca en la familia, incluidos los malos tratos, el abuso sexual de las niñas en el hogar, la violencia relacionada con la dote, la violación por el marido, la mutilación genital femenina y otras prácticas tradicionales nocivas para la mujer, los actos de violencia perpetrados por otros miembros de la familia y la violencia relacionada con la explotación;…

Ahora bien, por cuanto hace a la Convención Americana para Prevenir, Sancionar la Violencia contra las Mujeres o Convención de Belem do Pará, ésta establece que los Estados Parte, entre ellos México, condenan todas las formas de violencia contra la mujer y convienen en adoptar, por todos los medios apropiados y sin dilaciones, políticas orientadas a prevenir, sancionar y erradicar dicha violencia y en llevar a cabo lo siguiente:

abstenerse de cualquier acción o práctica de violencia contra la mujer y velar por que las autoridades, sus funcionarios, personal y agentes e instituciones se comporten de conformidad con esta obligación;

actuar con la debida diligencia para prevenir, investigar y sancionar la violencia contra la mujer;

incluir en su legislación interna normas penales, civiles y administrativas, así como las de otra naturaleza que sean necesarias para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra la mujer y adoptar las medidas administrativas apropiadas que sean del caso;

abstenerse de cualquier acción o práctica de violencia contra la mujer y velar por que las autoridades, sus funcionarios, personal y agentes e instituciones se comporten de conformidad con esta obligación;

actuar con la debida diligencia para prevenir, investigar y sancionar la violencia contra la mujer;

incluir en su legislación interna normas penales, civiles y administrativas, así como las de otra naturaleza que sean necesarias para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra la mujer y adoptar las medidas administrativas apropiadas que sean del caso;

abstenerse de cualquier acción o práctica de violencia contra la mujer y velar por que las autoridades, sus funcionarios, personal y agentes e instituciones se comporten de conformidad con esta obligación;

actuar con la debida diligencia para prevenir, investigar y sancionar la violencia contra la mujer;

incluir en su legislación interna normas penales, civiles y administrativas, así como las de otra naturaleza que sean necesarias para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra la mujer y adoptar las medidas administrativas apropiadas que sean del caso.

Sin embargo, hasta el momento, nuestro país no cuenta ni con el Plan Nacional para Erradicar la Violencia contra las Mujeres, ni el Plan Nacional para Prevenir, Sancionar y Erradicar los Delitos en Materia de Trata de Personas, ambos previstos en el Plan Nacional de Desarrollo, de donde se desprende que no son prioridad, ni se encuentran en la agenda pública.

Y por qué es necesario mencionarlo, porque las cifras son alarmantes:

Hasta el mes de marzo de 2021, según datos oficiales, había registros de al menos 20,939 mujeres y niñas desaparecidas y no localizadas en México. Cada día se reporta la desaparición de 9 mujeres de entre 12 y 17 años en México. No existe un registro de las que pudieran ser víctimas de delitos en materia de trata de personas y no inician la investigación por delitos en materia de trata hasta que aparezcan, así que a ellas nadie las busca.

Ahora bien, por cuanto hace a violencia familiar, según el INEGI, en enero de 2021, la Ciudad de México abrió 2,301 carpetas de investigación (CI), lo que lo posicionó como el estado con mayor incidencia de violencia familiar en el mes, seguido por Estado de México, con 1,691, y por Nuevo León, con 1,258. Las llamadas por violencia familiar al número 911 han aumentaron durante la pandemia exponencialmente, sobre todo durante el confinamiento.

De 2015 a 2019, en nuestro país, se abrieron 66,865 carpetas por violación, y se estima que sucede una violación cada 10 minutos en el país, delitos que causan agravios y severos daños psicológicos y físicos a las víctimas.

Los feminicidios diarios en México se triplicaron de 2015 a 2020. Cifras del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) confirman que en 2020 se registraron en promedio 10 feminicidios diarios en México, una tendencia que se ha mantenido desde el segundo semestre del 2018. Durante 2020, cerca de 3,700 mujeres han perdido la vida, víctimas de feminicidio, cantidad que incluye tanto lo que las Fiscalías tipificaron como feminicidio, así como las muertes violentas de mujeres.

Todos los días y en todas partes las mujeres son asesinadas.  Crímenes en situaciones de conflictos armados o guerras; en la calle, relacionados con violaciones o con el crimen organizado, la prostitución o la pornografía dura, que lleva a las mujeres que la practican a tratos crueles, inhumanos y degradantes, que incluyen el feminicidio; o cometidos por sus maridos, parejas, exparejas. Todos crímenes ligados a la sexualidad, en donde el factor de riesgo es ser mujer o niña. Y en esta tipificación también se invisibiliza la violencia que imponen los vientres de alquiler contra las mujeres gestantes, generalmente pobres y en condición de exclusión social.

Mientras que el concepto de violencia contra las mujeres tiene ya varias décadas, el de feminicidio es más reciente.  Y a mi manera de ver, se trata del concepto de genocidio, la intención de destruir total o parcialmente a un grupo, en este caso, las mujeres y las niñas.

Esta realidad indica el carácter social y generalizado de la violencia basada en las desigualdades entre mujeres y hombres.

También cuestiona los argumentos que tienden a disculpar y a representar a los agresores como “locos” o a concebir estas muertes como “crímenes pasionales” o bien, a atenuar su importancia en el caso de situaciones de conflicto o guerra.

Tanto el concepto de “violaciones en la guerra” como el de “crimen pasional” perpetúan la idea de que el criminal actúa poseído por fuerzas exteriores, inmanejables por él —el amor, la pasión, la venganza—, que la situación lo sobrepasa, que ha cometido actos que no controla, o muchas veces, que son justificados en el marco de otros crímenes.

El feminicidio debe ser comprendido en el contexto más amplio de las relaciones de dominio y control masculino sobre las mujeres, relaciones naturalizadas en la cultura patriarcal, en sus múltiples mecanismos de violentar, silenciar y permitir su impunidad. Y así como la sociedad disculpa; quienes interpretan las leyes, también disculpan.

Algunos de esos crímenes, como los que se dan en el marco de las relaciones personales, en los feminicidios íntimos, son disculpados con el argumento de la emoción violenta, la pasión, etc. Esta situación no hace más que reforzar la impunidad de los femicidios.

En consecuencia, hasta tanto no se haga visible y se comprenda su gravedad, no habrá sanción efectiva.

Según el estudio realizado por la Comisión Especial de Feminicidios del Congreso Mexicano, que encabezó la Dra. Marcela Lagarde y de los Ríos, 1,205 niñas y mujeres fueron asesinadas en todo el país en 2004, según cifras del Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática, hoy se habla de 3,700 en el 2020, aunque según cifras oficiales son un poco menos de 1,000 y más de 2,800 mujeres asesinadas violentamente y cada 4 minutos una mujer o niña es violada.

Como dijo Doña Marcela Lagarde y de los Ríos, las niñas y las mujeres asesinadas en México tienen distintas edades, pertenecen a todas las clases sociales y estratos socioeconómicos, aunque la mayoría son pobres o marginales; algunas fueron mujeres ricas, de clase alta…; el abanico abarca analfabetas, con estudios básicos, otras más eran estudiantes, técnicas, universitarias, postgraduadas y con excelencia académica, aunque la mayoría tenía pocos estudios.

Eran: desconocidas, conocidas, cónyuges, parientas y amigas; había entre ellas solteras, casadas, ex esposas, unidas, novias, ex novias, hijas, hijastras, madres, hermanas, nueras, primas y suegras, vecinas, empleadas, jefas, subordinadas, … la mayoría eran niñas y mujeres de esfuerzo, trabajadoras formales e informales; … ciudadanas de a pie, activistas, políticas y gobernantes, casi todas eran mexicanas y, entre ellas, algunas  tzotziles como las Lunas de Acteal, otras rarámuris, otras más nahuatls; algunas eran extranjeras…

A la mayoría las asesinaron en sus casas, de las otras no se sabe dónde…; algunas tenían huellas de violencia sexual, en la mayoría de los cuerpos no hay rastro; algunas estaban embarazadas; otras eran mujeres con discapacidad.

Algunas fueron encerradas, otras secuestradas, todas fueron torturadas, maltratadas, atemorizadas y sufrieron humillaciones; unas fueron golpeadas hasta la muerte, otras estranguladas, decapitadas, colgadas, acuchilladas, balaceadas;… todas estuvieron en cautiverio; aisladas y desprotegidas, aterradas, vivieron la más extrema impotencia de la indefensión; todas fueron agredidas y violentadas hasta la muerte; algunos de sus cuerpos fueron maltratados aún después de haber sido asesinadas. La mayoría de los crímenes está en la impunidad.

Por eso es necesario que se emprendan acciones para la prevención, que son menos caras que las acciones de protección y asistencia. Lo que significa que es necesario un mayor esfuerzo para detener esta otra terrible pandemia contra el 52.7% de la población.

Por eso creo que durante el proceso de socialización debemos entender que las niñas y los niños aprenden por el ejemplo, por eso decimos que si crecen en un hogar donde el padre golpea a la madre, los niños van a aprender que así es como los hombres deben tratar a las mujeres y las niñas van a aprender que así las deben de tratar.

Además, hay que educar en igualdad, con respeto, sin perpetuar estereotipos de superioridad de los hombres e inferioridad de las mujeres.

Por otro lado, se debe exigir a los medios masivos de comunicación y al sector de la mercadotecnia que erradiquen los mensajes que normalizan la violencia contra las mujeres, las que las colocan como responsables del cuidado de la casa y las hijas e hijos o bien su objetivización y sobresexualización.

Habría que diseñar materias en todos los niveles escolares dedicadas a la promoción de la igualdad entre mujeres y hombres y a erradicar la violencia contra las mujeres.

Campañas masivas para provocar el repudio social a todos los tipos y modalidades de violencia contra las mujeres, al fin y al cabo todas y todos tenemos una madre, una hermana, una hija o una esposa.

Reducir los niveles de impunidad de los delitos de violencia contra las mujeres y las niñas.

Y en medio de esta pandemia de violencia contra las mujeres y feminicidio, además tenemos que enfrentar la violencia y censura que ejerce el queerismo sobre las mujeres, la invisibilización a la que nos quieren condenar, que incluso hoy están proponiendo que se eleve a nivel constitucional la discriminación por género y el reconocimiento a la identidad de género autopercibida. Una batalla más que promueve la violencia machista.

Tomado de: Tribuna feminista

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Del sida al ómicron: el apartheid farmacéutico nos lastima a todos

Imagen tomada de La voz de Galicia

Por Amy Goodman & Denis Moynihan

El 1 de diciembre se conmemoró el Día Mundial del Sida. En esta fecha, hace cuarenta años, se registraron los síntomas por primera vez y desde entonces más de 36 millones de personas han muerto en todo el mundo a causa de enfermedades relacionadas con el sida. La tasa de mortalidad se va desacelerando a medida que la distribución de tratamientos farmacológicos eficaces se expande. Sin embargo, la desigualdad que durante mucho tiempo alimentó la epidemia del sida aún existe y trae consecuencias funestas, particularmente para los pueblos del sur de África. La persistencia y los impactos enormemente desiguales de esta epidemia aún vigente sirven como advertencia frente a la incipiente circulación de la nueva variante ómicron del virus de la COVID-19 por el mundo.

Actualmente se sabe poco acerca de esta variante del SARS-CoV-2 identificada recientemente, particularmente con respecto a si se propaga con mayor facilidad o si puede ocasionar síntomas de COVID-19 más graves. Pero lo que sí se conoce se debe en gran medida a la rápida identificación de la variante por parte de científicos de Botsuana y Sudáfrica. En conversación con Democracy Now! Fatima Hassan, fundadora de la organización Health Justice Initiative, elogió a estos científicos: “Creo que se debe valorar el modo en que trabajaron, sin generar un manto de secretismo en torno a esta variante en particular”.

Sin embargo, en lugar de ser reconocidas, las naciones del sur de África están siendo aisladas. Estados Unidos implementó rápidamente una prohibición de viajes que restringe el ingreso de personas de ocho países del sur de África. Brasil, Canadá, la Unión Europea, Irán y el Reino Unido siguieron su ejemplo.

“Se impuso una prohibición de viajes desigual para muchos países del sur de África”, señaló Fatima Hassan. “En realidad, es bastante racista”.

En respuesta a las prohibiciones, el presidente de Sudáfrica Cyril Ramaphosa expresó: “La aparición de la variante ómicron debería ser un llamado de atención para que el mundo deje de permitir la desigualdad en el acceso a las vacunas. Hasta que no estemos todos vacunados, todos seguiremos estando en riesgo. En lugar de prohibir los viajes, los países ricos del mundo deben apoyar las iniciativas planteadas por los países en vías de desarrollo para obtener y fabricar la cantidad necesaria de dosis para vacunar a su población sin demora”.

El secretario general de Naciones Unidas, Antonio Guterres, calificó las prohibiciones de viajar como un “apartheid de viajes”, que solo sirve para exacerbar la creciente división mundial ocasionada por el apartheid de las vacunas. En un artículo de opinión publicado recientemente, el director general de la Organización Mundial de la Salud, Tedros Adhanom Ghebreyesus, calificó el acaparamiento de dosis de vacunas por parte de países ricos, cuyas poblaciones están altamente vacunadas e incluso tienen dosis de refuerzo, como una “locura epidemiológica y moralmente repugnante”.

Sería más fácil vacunar al mundo que intentar vanamente impedir que las variantes de COVID-19 crucen fronteras. Ómicron es un ejemplo de ello; como detalló el periódico The New York Times esta semana, la variante ya estaba presente en Holanda antes de que se anunciara su existencia en África. Pasajeros de aviones procedentes de Sudáfrica llevaron la variante a Europa, donde las variopintas restricciones de viajes, que se contradicen de un país a otro, y los protocolos de cuarentena inadecuados hicieron que funcionarios holandeses obligaran a muchos viajeros potencialmente positivos de ómicron a partir hacia sus destinos finales, lo que aceleró la propagación de la nueva variante.

Las empresas farmacéuticas que se están beneficiando económicamente de la pandemia están ralentizando la vacunación en los países de ingresos medios y pobres. Con las patentes de las vacunas, empresas como Pfizer, BioNTech y Moderna están utilizando los derechos de propiedad intelectual para evitar compartir sus fórmulas secretas de vacunas.

El profesor de periodismo Steven Thrasher ve un paralelo entre el modo en que las grandes farmacéuticas están actuando ahora con la COVID-19 y el modo en que los países del Sur Global, y principalmente del sur de África, han sido y continúan siendo afectados por el sida.

“Hoy en día no hay ninguna razón para que alguien pueda morir de sida. Es un virus que avanza lento y, por lo tanto, desde el momento en que sabemos que alguien se ha contagiado, podemos brindarle todo el apoyo que necesita. Tenemos la capacidad científica para ello. Tenemos los medicamentos para ello. [Si esto no sucede] es simplemente por una cuestión de proteger el capitalismo y las ganancias de las empresas farmacéuticas”, afirmó el profesor Thrasher en conversación con Democracy Now! Y agregó: “Ahora, nuevamente, estamos viendo dinámicas muy similares con la COVID-19. Tenemos las vacunas y tenemos medicamentos que son muy efectivos, y una vez más su distribución en el Sur Global está siendo restringida para proteger las ganancias de las empresas farmacéuticas”.

Hace más de un año, Sudáfrica e India propusieron que la Organización Mundial del Comercio emitiera una exención temporal al acuerdo sobre los derechos de propiedad intelectual, conocido en inglés como TRIPS, con el fin de acelerar la vacunación contra la COVID-19 a nivel mundial. En mayo pasado, el presidente Joe Biden fue aplaudido por apoyar tal exención. La semana pasada, Amnistía Internacional, junto con miembros del Congreso de Estados Unidos y muchas organizaciones sindicales, de salud y de la sociedad civil entregaron una petición a la Casa Blanca, firmada por más de tres millones de personas, donde señalan que “seis meses después, en ausencia del liderazgo de Estados Unidos para lograr un acuerdo de exención, la Unión Europea, en nombre de Alemania, junto con Suiza y el Reino Unido han bloqueado el progreso de las negociaciones”.

La gente está por encima del lucro. Ese debe ser el mantra que nos guíe ahora que estamos entrando en el tercer año de la pandemia de COVID-19. Si no se toman medidas urgentes, así como hoy aún seguimos luchando contra el sida, bien podríamos terminar lidiando con la COVID durante cuarenta años más.

Tomado de: Democracy Now

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Ser inmigrante y haitiano en República Dominicana

Foto Telesurtv

Por Alberto Piernas @AlbertoPiernas

Hay una frase criolla muy utilizada por la población de Haití que dice “Kouri pou lapli, tonbe nan larivyè”, literalmente “huir de la lluvia para caer en el río”. Una cita que define la situación maldita que el país más pobre del mundo arrastra desde hace décadas a causa de las catástrofes naturales, la tensión política y la falta de recursos. Un sumidero de injusticias que obliga a millones de haitianos a dejar atrás su país para buscar una vida mejor en otros países, con Estados Unidos a la cabeza de la lista. Sin embargo, los sueños de muchos haitianos se ven lastrados al ser deportados de nuevo a su país de origen para ser empujados a una vida incierta.

La situación migratoria en Haití ha empeorado este 2021, especialmente tras el golpe de Estado producido tras el magnicidio del Presidente de Haití Jovenel Moïse el pasado mes de julio y un terremoto de magnitud 3,8 ocurrido en agosto. En el horizonte, el objetivo de llegada es Estados Unidos, país al que miles de haitianos han llegado a sus fronteras procedentes de otros países latinoamericanos como Argentina, Chile, Brasil o México, encontrando una tierra prometida que les escupe en forma de deportaciones masivas a su país de origen. El principal efecto colateral de esta situación obliga a miles de haitianos a entrar en República Dominicana, país con el que Haití comparte ubicación en la isla de La Española.

La convivencia entre ambos países, ya de por sí tensada durante la última década a causa de la llegada masiva de los haitianos, se ha intensificado durante estas semanas.

“A veces recuerdo cuando mi mamá nos decía que esta vez no nos iba a dejar”, cuenta Milianie, una joven de 16 años que fue deportada en 2015 junto con su madre y otras tres hermanas. Fany, su madre, no tenía documentación y vivía desde hacía más de 10 años en tierra dominicana, donde vendía dulces de coco en la calle. En dos ocasiones salió a vender y no regresó hasta cinco días después. Poco después, sus hijas escucharon hablar que fue deportada. Siempre funciona así: sin preguntar nada, sin saber si han dejado o no a sus niños en casa, el camión de migración los lleva a la frontera, sin ni siquiera tener tiempo de avisar a sus familiares.

Al igual que la madre de Milianie, otros muchos haitianos buscan cualquier manera de poder regresar otra vez para buscar a sus hijos y recoger todas sus pertenencias. Así es la vida de los inmigrantes haitianos, de un país que deambula por todo el continente americano evocando un éxodo que recuerda al egipcio huyendo de las siete plagas.

Cuenta Milianie que su madre Fany, soltera, fue deportada hasta cuatro veces antes de que le pasara también a ella y a sus hermanas. Aquella vez, la “guagua” pasó por el barrio recogiendo a los haitianos y no entendían por qué se los estaban llevando a otro lugar. Comenzaron a llorar. La deportación de menores ya comienza en la propia escuela, donde hablan español, ya que los haitianos que crecen en República Dominicana son víctimas de discriminación y para escaparse hablan español y fingen no ser haitianos. Muchos de ellos son deportados por la mañana y por la tarde buscan cualquier manera de regresar. La migración en la frontera dominico-haitiana es puro negocio y, para poder volver, la persona vende todo lo que tiene para conseguir dinero a fin de retomar el camino de vuelta. Todo ello sin obtener garantías de poder quedarse.

Pero la historia de Milianie recogida por Manos Unidas es tan solo una de las muchas que engloba la diáspora haitiana. Según la ONU, 4.4 millones de haitianos padecen de inseguridad alimentaria y más de dos millones de personas, una quinta parte de su población, se han visto forzadas a emigrar a otros países.

“El caldo de cultivo de la crisis migratoria haitiana está en el fundamento mismo de la nación. Desde su nacimiento como pueblo, Haití comenzó su historia bajo la inestabilidad política que fue generando una cadena de violencia que engendra la pobreza. A lo largo de la historia, la nación no ha tenido nunca un plan de desarrollo duradero que ayude a los haitianos a encontrar un mínimo de bienestar en su tierra.”, cuenta a El Salto el padre Freddy Elie, director del hogar Niños de Esperanza y especialmente vinculado a la tensa situación entre República Dominicana y Haití. “El sueño de la mayoría de los haitianos es viajar a EE UU sobre todo. Y buscan cualquier manera de dejar el país. El haitiano crece pensando que su felicidad está en otro lugar y tienen que salir a buscarla”.

Miles de personas abandonan cada año su país con destinos a países de América Latina y Estados Unidos, si bien cruzar la frontera con República Dominicana es la salida más habitual. En su país vecino malviven más de un millón de haitianos, según afirma Manos Unidas. En la mayoría de los casos, trabajan en condiciones pésimas en el sector agrícola o en la construcción y sufren la negación de sus derechos más básicos.

“Cada día llegan cinco camiones con migrantes haitianos solo al acceso fronterizo de Elías Piña. Es puro negocio: los haitianos son deportados por la mañana y por la tarde ya están intentando regresar”, continúa el Padre Freddy, quien encuentra una especial relación entre la deportación masiva desde Estados Unidos y la situación actual en República Dominicana. “La deportación de haitianos en República Dominicana siempre se liga con asuntos políticos. La deportación masiva de Estados Unidos viene a reforzar la práctica de los dominicanos. Si el país más grande y con más recursos deporta así, por qué no ellos. En algunos barrios los dominicanos incluso atacan a los migrantes quemando sus viviendas.”

Las mujeres haitianas, especialmente amenazadas

A finales de septiembre, el Gobierno de República Dominicana anunció que prohibiría al país la entrada de las mujeres embarazadas de más de seis meses a fin de evitar que se sobrecarguen los hospitales. El número de partos de mujeres haitianas en República Dominicana se ha triplicado en diez años, llegando a 30.322 partos en 2020, según la agencia EFE. Pero esta es tan solo la punta del iceberg de una opresión hacia la mujer que alcanza todos los rangos de edad.

“Sorprende que actualmente en la deportación se haga especial hincapié en las mujeres embarazadas”, continúa el Padre Freddy, quien asegura que esto es solo una de las muchas dimensiones del problema. “Si hablamos de mujeres migrantes haitianas no podemos dejar de lado el abuso, sobre todo sexual. Muchas tienen que negociar para el viaje clandestino porque no tienen un buen trabajo al llegar. Lo más fácil es transformarse en ‘mercancía’ vendiendo su cuerpo para sobrevivir. Otro aspecto es que no tienen una formación adecuada ni conocimientos sobre la procreación o el control de natalidad, por lo que caen fácilmente embarazadas. De este fenómeno, son muchas las mujeres, sobre todo jóvenes, que contamos entre migrantes.”

Guilaine Jean Luis es una madre soltera haitiana que, junto a su hija, dejó atrás todas sus pertenencias, su formación y su futuro tras ser deportada: “Estamos pasando una situación muy difícil ahora porque estamos viviendo una deportación todos los días y no podemos más. A la niña la deportaron de la escuela y no podemos cruzar porque lo dejamos todo atrás, las cosas en casa, no podemos comprar porque te mandan para Haití sin saber a dónde vas. Yo también estudio y tampoco puedo ir. Está todo muy difícil y necesitamos trabajar para poder comer”, nos cuenta a través de una nota de audio.

Haiti necesita un cambio radical y esta transformación tiene que comenzar desde dentro: “los haitianos tenemos que tomar conciencia de nuestra situación y trabajar para salir adelante”, insiste el Padre Freddy. En Haití, se sigue entonando el “Kouri pou lapli, tonbe nan larivyè” y miles de migrantes siguen huyendo de la lluvia. El problema es que el río al que caen, está desbordado.

Tomado de: El Salto

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La violencia y el dolor

Por José Blanco

Cada 25 de noviembre, Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, ONU Mujeres emite un comunicado-proclama acerca de la violencia machista sobre las mujeres. Este año demandó: ¡Pongamos fin a la violencia ya! El año pasado advirtió: México: Poner fin a la violencia contra las mujeres y las niñas no está en pausa. Seis años atrás, en 2015, recomendó: Prevenir la violencia contra las mujeres. En un organismo temperado por su naturaleza, el tono ha debido entrar en apremio, y no es para menos: en México dos de cada tres mujeres han sido violentadas por un macho al menos una vez en su vida, una proporción del doble de lo que ocurre a escala internacional. “Esta situación amenaza con borrar décadas de progreso para mujeres y niñas”, dice la agencia de la ONU: un progreso que nadie ha registrado.

Las calles gritan y la situación empeora. Ese infausto día debería nombrarse día internacional de la eliminación de la violencia machista de los hombres contra la mujer. Enfocar a la mujer violentada, y enfocar también al autor de esa barbaridad, ayudaría a aumentar la conciencia sobre las situaciones de violencia, y los roles de cada uno. Muchos hombres no se reconocerán en ella, pero es posible que hallen, trabajando en el problema, su responsabilidad en la catástrofe.

Como siempre en los hechos sociales, hay una complejidad que, sin ser comprendida, no puede dar lugar a acciones que aborden, uno a uno, todos los nudos que la configuran. Pese a la persistencia dura de la calle, todo ocurre como si las cosas estuvieran dejadas a su libre transcurrir; así, los días y los años sólo llevan a un dolor que ojalá no se vuelva desesperanza.

La desigualdad de género está en el origen, y el sistema responsable ha sido señalado: el sistema patriarcal; un sistema de dominio articulado a otros de igual sentido y resultado, acaparando privilegios, como el racismo o la segregación territorial, envueltos todos por el sistema capitalista, lugar del dominio más profundo. En su versión neoliberal arribamos al peor de los mundos posibles. Como ha escrito el sociólogo chileno Claudio Duarte, “la sociedad tiene una definición muy clara de lo que espera de una persona adulta: producir con eficiencia, consumir con opulencia, reproducir la norma social y reproducirse heterosexualmente. Es un marco que tiene por centro al adulto y al patriarcado. Hacerse joven varón en la sociedad es, por tanto, superar las pruebas violentas, autoritarias e incuestionables que le dicen cómo deben las personas jóvenes pensar, sentirse, comportarse y educarse para el futuro y la continuación de su función social, enajenando los cuerpos porque sobre su control se sostiene el sistema patriarcal”.

Unos hombres acaparan todos los sistemas de dominación, otros hombres padecen al sistema de dominio más profundo y feroz, pero extraen privilegios de sistemas de dominación como el patriarcado, el racismo o la segregación territorial. Los enemigos son esos sistemas, no quienes hoy son privilegiados. Conocer los abismos que construyen cada sistema para hallar cómo subvertirlos, es tarea y vía para eliminar los privilegios.

La más remota segregación territorial, donde viven los condenados de la tierra, es también espacio de creación de privilegios que construye masculinidades feroces contra las mujeres. Los hombres son inducidos a ser proveedores y los sistemas de dominación que están sobre ellos los frustran y les impiden llenar el rol que le es demandado. Esa infernal circunstancia crea machos con privilegios mínimos y mujeres negadas en todo y por todo, una desigualdad en los mínimos que da lugar a machos feroces. Es preciso conocer las mil variantes de cada sistema de dominación y sus articulaciones, las que es urgente desarmar.

En cada hecho de violencia machista hay muchos que padecen dolor. Una mujer desaparecida luego aparecida como asesinada, debería producir dolor a todos. Una es demasiado. Le causa infinito dolor a la victimada, y les causa terrible dolor emocional a todos quienes la rodean. El dolor emocional, dice un estudio de las doctoras Adrienne Carter-Sowell y Zhanheng Chen, publicado por la revista Psychological Science, es peor que el dolor físico.

Ahora se llama “violencia vicaria” al asesinato de niñas por machos para causar dolor a la madre, en un acto de horror, en el que se enfoca a la madre, y se deshumaniza a los niños, se los desaparece en un acto “de justicia” con la madre.

El asesinato de una mujer produce un dolor extremo en sus cercanos que debería pasar también a primer plano en la sociedad, recibir un espacio mayor que el de las responsabilidades legales, donde suele centrarse la atención. El lugar de la legalidad en estos hechos es el lugar más frío del hecho inhumano cometido. Hagámonos cargo todos del dolor de todos. Entendemos mal el dolor y es preciso trabajar en profundidad sobre ello. Acaso sea una forma distinta de mirarnos dentro, tal vez incida en la sensibilidad de los hombres violentos.

Tomado de: La Jornada

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La metamorfosis

Por Francisco Sierra Caballero

Acabó de concluir la tercera temporada de la serie Narcos. Trepidante, con un guion cuidado y una magistral interpretación actoral de todo el reparto, sin altibajos ni secundarios de relleno que no dan el ancho. Impecable factura de una fórmula narrativa que tiene éxito básicamente porque muestra la realidad cruda tal cual es: desde la violencia entre bandas narcotraficantes a la corrupción del PRI Estado o el feminicidio de Ciudad Juárez. Una producción que nos muestra la vida cotidiana de nuestro México lindo y querido.

Quienes hemos vivido y amamos esta segunda patria bien sabemos que lo narrado es una ficción veraz que muestra subrepticiamente, sin querer queriendo, la vida cotidiana de los de abajo, los sin nadie, e incluso la estética que en los ochenta y noventa se impuso como norma en Tijuana o Cali.

Hablamos, como en Sin tetas no hay paraíso, del cambio del cuerpo y los modos y usos, una metamorfosis que convirtiera a la mujer en valor de cambio y el valor de cambio en flujo que todo mudaba con el dólar y el perico como actores protagonistas de las formas reinantes.

Algo similar a lo que observamos con el colapso del capitalismo que estamos viviendo. O, si prefieren, en el mundo al revés, la emergencia y dominio en la esfera pública de las formas subalternas de expresión. Así, el “Sleazecore” es la última tendencia estética de esta era neobarroca que asume el estilo delincuencial del narcotráfico imitando a Pablo Escobar cuando los magnates del Capital y el FMI habitan en Alcalá Meco.

De Justin Bieber a Miami Vice, el antihéroe marginal se impone como modelo de referencia, del tatuaje carcelario y la cultura plebeya al trap y el reagetton. Así, el estilo maximalista de Jeremy Scott tiene ecos de las series de Netflix. El imaginario contrabandista empieza a invadir la cultura pop, con lo que ello implica como forma dominante. Y se proyecta en formatos como Mujeres, Hombres y Viceversa, un modelo de referencia de canis y chonis que tienen su predicamento en los jóvenes sin esperanza que emulan la distopía de Black Mirror en la forma-concurso del éxito a partir de tratar de marcar una diferencia que es la indiferencia de lo mismo como eterno retorno.

Más allá del imperativo del discurso patriarcal y falocéntrico, lo que prima en la cultura de La Isla de las Tentaciones no es tanto la desigualdad de género como la igualación por el principio de universal equivalencia del reino de la fantasía, de la imagen.

El sentido de este formato es la lógica de la forma mercancía. El mercado de los afectos es el eterno retorno de la circulación de canis y chonis condenados a rolear porque el principio real de la circulación no es otro que la falsa promesa de ser diferentes, de ser distinguidos, aplazando el sueño dorado de quedar fijo en el reino del Olimpo catódico propio del escaparate mediático.

Esta deriva afecta por igual a la información rosa, los reality shows o los cantantes de moda a lo Tangana. Como anticiparan Los ilegales, son macarras, son horteras y van a toda hostia por la carretera, probablemente para estrellarse, porque la oferta supera a la demanda. Hay mucho cani suelto dispuesto a su minuto de gloria («porque yo me lo merezco» sería la expresión apropiada del nuevo individualismo quinqui).

El caso es que esta tendencia apunta el dominio de la pulsión plebeya a nivel formal, aunque dominada por el mito de Robinson Crusoe, desconectada de lo social, de las posibilidades políticas de los retazos y detritus de la historia. Así que conviene empezar a vindicar con esta estética de lo marginal y una alternativa de lo común.

Cuando las iglesias se vacían y los museos se llenan, es tiempo de asumir el culto a una estética sucia o por qué no defender lo cerdo y constituirnos en piara, como nos dicen en el Norte, más aún cuando funciona tan bien el ibérico y el Museo del Jamón.

Mientras nos contentamos con empezar a perrear con Bad Bunny, conviene empezar a mirar las formas que aparecen, al menos para eludir los peligros de una metamorfosis sin poder real de transformación, por mucho que lo piensen algunos. Yo, por mi parte, me comprometo a asumir ese compromiso.

Mi amiga Maka, que ha sido madre recientemente, siempre me critica por ser tan formal (no crean que solo en el universo académico o en el estilo clásico de vida, sino incluso a la hora de escribir). Es capaz de impugnar mi modo traje o quitarme la corbata si me descuido entre cerveza y cerveza en Tramallol.

Ella ya me solicitó «menos chaqueta y más chandalismo». Así que hacemos nuestra su proclama. Si hace tiempo vindicamos la fiambrera obrera, lo de Hugo Chávez fue premonitorio. Debiera haber exigido derechos de autoría por el uso del chándal a las firmas de moda o los cantantes de éxito. ¿Sabrán los figurantes de Mujeres y Hombres y Viceversa este antecedente? Me temo que no. No leen, solo escuchan y miran la pantalla, y no para leer precisamente el periódico. Cosas de la metamorfosis que dan que pensar.

Tomado de: Montilla digital

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