Textos prestados

Violencia de género, pandemia devastadora

Por La Jornada

El Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer y la Niña se conmemoró ayer (25 de noviembre) en todo el mundo con manifestaciones públicas y llamados a poner fin a este flagelo que amenaza a mujeres, adolescentes y niñas sin distingo de condición socioeconómica, nacionalidad, etnia o nivel de estudios. En México, además de los reclamos transversales del movimiento feminista en todo el orbe, los actos de protesta estuvieron marcados por la crisis de desapariciones forzadas y feminicidios, por lo cual fueron precisamente las madres y familiares de víctimas de estos crímenes quienes encabezaron la marcha que tuvo lugar en la capital del país.

La ubicuidad de esta violencia se explica por sus múltiples orígenes y por su inocultable carácter estructural: la minusvaloración y cosificación de las mujeres es cultural, social, económica, familiar, política; se encuentra enquistada en nuestras concepciones del mundo y en no pocas ocasiones es consagrada en el marco legal. Como destacó la Organización de Naciones Unidas (ONU), la violencia contra las mujeres constituye una verdadera pandemia con devastadores efectos sobre más de la mitad de la humanidad: según recoge el organismo, una de cada tres mujeres ha sufrido violencia en algún momento de su vida, por lo que puede caracterizarse como “una de las violaciones a los derechos humanos más graves, extendidas, arraigadas y toleradas en el mundo; se manifiesta de múltiples formas y en diversos ámbitos —públicos, privados e incluye los espacios digitales— y trasciende todas las fronteras”.

Este panorama global es inadmisible, pero resulta incluso más desalentador constatar que nuestro país se encuentra por encima de la media en los indicadores de agresiones contra las mujeres: aquí, son dos de cada tres mujeres quienes han sufrido algún tipo de violencia a lo largo de sus vidas, y de enero a septiembre de este año 10.5 mujeres han sido asesinadas cada día. Además, es sabido que estas cifras están sujetas a un considerable subregistro, por lo cual puede afirmarse que prácticamente no hay mujer que no haya sufrido alguna forma de misoginia.

Por lo dicho, debe entenderse como una de las tareas más urgentes de la sociedad actual atacar todas las expresiones de violencia contra las mujeres desde cada uno de los frentes de responsabilidad: hay una parte, no menor, que corresponde a las autoridades gubernamentales, pero también hay obligaciones para el mundo empresarial, las iglesias, las familias, los docentes, las figuras públicas y todos los sectores sociales. Para ello, resulta fundamental construir consensos y traducirlos, de manera tan inmediata como sea posible, en acciones concretas en todos los medios: desde las adecuaciones legales pertinentes, pasando por las modificaciones institucionales requeridas —sobre todo, en el Poder Judicial— para que los cambios en las leyes no se queden en el papel; hasta las transformaciones inaplazables en los ámbitos educativo, de salud, de cultura, laboral, familiar y en las más elementales normas de convivencia. En este esfuerzo, será crucial detectar y desmontar las estructuras económicas que propician la violencia contra las mujeres, así como atender a la queja generalizada de que los aparatos de poder no las escuchan.

Por último, no puede soslayarse que las expresiones de violencia sin sentido como las que se repitieron en las marchas de ayer se encuentran en las antípodas de lo que se requiere para la construcción de consensos y el efectivo desmantelamiento del clima opresivo para las mujeres, y que, lejos de concientizar sobre la situación, enajenan el apoyo social necesario para cualquier avance sustantivo. Tales acciones, que no son exclusivas de los actos de denuncia de la violencia machista, adquieren en este caso un cariz tristemente paradójico por tener entre sus víctimas a otras mujeres, las policías que acuden a realizar su trabajo de protección, tanto de las manifestantes como del patrimonio público y privado.

Tomado de: La Jornada

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Netflix y la batalla ideológica

Por Sabino Caravaca

Imagínate que llegas a casa después de un día de trabajo, universidad o simplemente de haber estado con tus amigos. Llegas, enciendes el ordenador o el televisor y abres Netflix. Después de estar un buen rato buscando una serie, quizás más tiempo que lo que dura un capítulo, decides poner un documental sobre la historia de la Segunda Guerra Mundial.

En él, se exponen los errores del por entonces presidente de Reino Unido, Arthur Neville Chamberlain, y cómo llevó a que Alemania pudiera aumentar su influencia en Occidente. De repente, tu percepción sobre quién fue culpable de algunos hechos que acontecieron a estos errores cambia totalmente. ¿Por qué actuó de esa manera? ¿Cómo se creyó las mentiras de Hitler? ¿Por qué no renunció antes? etc. Tu percepción sobre el papel de Reino Unido en la guerra cambia por completo. Días más tarde, y sin saber muy bien por qué, decides investigar sobre el director del documental: Alejandro Bernard. Buscando en sus redes sociales, hay algo que te da mala espina y comienzas a indagar sobre su vida. Entonces, leyendo unos cuantos artículos, encuentras que parte de ese documental está financiado directamente por el Gobierno de un país en concreto, el cual es rival ideológico y económico con Reino Unido. De pronto, caes en la cuenta de lo que ha pasado.

Este ejemplo ficticio solo ilustra una guerra que se da cada día, cada hora y a cada segundo en nuestras vidas: la batalla ideológica. En resumidas cuentas, podríamos decir que la batalla ideológica es una constante por el pensamiento, donde las armas son los relatos y el objetivo es tu mente. Al igual que en el ejemplo del documental, esta batalla se da en casi la totalidad de nuestra vida: series, redes sociales, personajes influyentes, etc. Pero donde más se da esta batalla es, sin duda, en la política en su sentido más clásico.

En política, se lleva años realizando campañas ideológicas a través de los relatos; de hecho, en mi opinión, la política es esencialmente una batalla de relatos con el fin de construir realidades materiales. Porque, a fin de cuentas, si algo lo cree todo el mundo es más fácil que otros lo puedan llevar a cabo. Estas batallas pueden llegar a ser más o menos perceptibles. Todos estaremos de acuerdo, en que en el periodo de la Guerra Fría se enfrentaban dos modelos: el comunismo y el capitalismo. Propaganda, discursos e intromisión de mensajes en las líneas enemigas (y sobre todo en las propias), son las principales armas para esta batalla.

Pero no todas estas batallas se dan a la luz. De hecho, nuestra rutina está plagada de mensajes y relatos con el fin de cambiar nuestras percepciones. Ya sea qué marca compro, qué opino de la nueva medida del gobierno, o qué votaré el día de mañana.

Las formas de consumo ideológico se han ido transformando a lo largo de los años. Hollywood, por ejemplo, fue concebido como parte de la maquinaria ideológica de Occidente, con una efectividad innegable, moldeando el pensamiento y la visión de: qué fue, qué es y qué será el mundo. De hecho, plataformas como Netflix o HBO, parecen haber tomado su legado adaptándose a las nuevas formas de “entretenimiento” (audiovisuales). Es por eso que, muchos actores políticos, ya intentan acaparar el mercado del relato con el fin de construir no solamente una visión nacional, sino también internacional.

Higher Ground Productions, una productora estadounidense creada en 2018, ha firmado varios contratos para producir tanto series y películas como documentales exclusivos para Netflix. Lo curioso es que, esta productora, pertenece al ex presidente Barack Obama y a la ex primera dama, Michelle Obama; y es que, si hay alguien que haya entendido a la perfección cómo funciona la batalla ideológica son los Obama. A través de la firma de tres películas, cuatro series y varios documentales, no sólo buscan entretener a la audiencia de esa plataforma. Para Obama esto supone un paso más, no solamente para llevar su mensaje a nivel nacional, ligado a los intereses de su partido, sino también para construir una narrativa de alcance internacional. Recordemos que, actualmente, la plataforma cuenta con más de 208 millones de abonados, con el alcance y la influencia que esto supone. Y es que, en palabras de Ted Sarandos, director de contenido de Netflix: “Higher Ground están construyendo una compañía centrada en contar historias que ejemplifiquen sus valores”.

Además de las intervenciones directas de perfiles políticos, podemos observar cómo incluso las series denominadas “progres” o “anti establishment”, sucumben también a intereses partidistas. Es el caso de Broad City, una serie en la que dos estadunidenses veinteañeras viven aventuras relacionadas con sexo, drogas y alcohol. En uno de sus capítulos (3×05) no dudaron en hacer aparecer y dar publicidad electoral a la entonces candidata Hilary Clinton. Una intervención duramente criticada por los fans de la serie y una muestra más del interés que suscita el poder narrativo del audiovisual actual.

Pero si hay una narrativa que colma la mayoría de los productos de “entretenimiento”, esa es sin duda alguna la narrativa neoliberal. Historias de éxito, donde lo único que importa e influye parece ser el individuo. “O pisas o te pisan”, “la moral no te llega a ningún lado” o “si fracasas será por tu culpa”, son algunos de los mantras que se repiten una y otra vez. Se mitifica a personajes como Pablo Escobar en Narcos, a Frank Underwood en House of Cards o a Heisenberg en Breaking Bad. Estos son algunos de los muchos ejemplos de personajes manipuladores, egoístas y ruines que solo buscan su propio beneficio y son endiosados por los fans de las series. Una narrativa individualista y amoral que trata de centrar la visión y la comprensión de los hechos en el individuo.

Recordemos que el discurso político, en todas sus variantes, no se centra solo en los intereses construidos, sino que se emplea como herramienta para construir nuevos intereses, donde estos últimos siempre están guiados por la ideología. El entretenimiento se convierte en una batalla por el sentido y la percepción. “Siembra vientos y recogerás tempestades”, decía la Biblia, y es que, el poder constructor de realidades puede llegar a ser peligroso. Consumir historias sutilmente ideologizadas, como las de las series, de forma inconsciente y constante, hace que interioricemos determinados pensamientos e ideas, e incluso que lleguemos a concebirlas como propias, aun yendo en contra de nuestros principios o intereses.

Y aunque los medios para difundir el relato cambien, los instrumentos ideológicos se adaptan: desde Netflix y HBO hasta Facebook e Instagram, desde Twitter a los memes. Una batalla política, ideológica y de lucha por las percepciones que, por lo visto, resulta ser infinita. Y, al igual que en nuestra historia sobre Netflix, la observaremos y seremos víctimas de esta lucha desde la comodidad del sofá de nuestra casa.

Tomado de: El Salto

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Memoria Histórica: nos siguen engañando

Fusilamiento de republicanos ejecutado por franquistas

La capacidad de ilusionarse de las víctimas del franquismo, entre ellas CGT, no tiene límite. El lunes 15 de noviembre vemos a través de los medios de comunicación la noticia de la presentación de unas enmiendas por parte de PSOE y Unidas Podemos a la Ley de Memoria Democrática con las que se podrán juzgar los crímenes del franquismo. Recordemos que el único tribunal que los está investigando se encuentra a 10.000 kilómetros y con miles de trabas y zancadillas desde la Justicia y el Gobierno español. Y gracias al tesón de víctimas, equipo jurídico y la jueza argentina se ha procesado al exministro Rodolfo Martín Villa el 15 de octubre de 2021 decretando prisión provisional.

El Gobierno presentó un proyecto de ley de Memoria Democrática que ha sido ampliamente criticado por las asociaciones de víctimas, Amnistía Internacional y otras organizaciones de DDHH. Con esta ley pretende el Gobierno dar amparo finalmente a las víctimas, mejorando el articulado de la Ley de Memoria Histórica de Zapatero y, supuestamente, acabar con la impunidad del franquismo. Sin embargo, ninguna de las medidas recogidas en el articulado pendiente de debate facilita una verdadera ejecución del principio de justicia para las víctimas del franquismo. Por ello, desde distintos colectivos,  plataformas, organizaciones, etc se le ha criticado al Gobierno su posición tan pusilánime y de poco compromiso con el Principio de Justicia.

Analizando las enmiendas presentadas no descubrimos ninguna intención de llegar a juzgar al franquismo ni a sus criminales vivos. Se hace alusión a la Ley de Amnistía de 1977, una ley de punto final para los ejecutores de delitos contra la humanidad como son los torturadores y los asesinos de militantes antifranquistas, en su mayoría policías que continuaron en el cuerpo tras la “llegada de la democracia”, y con la que salieron a la calle solo 89 presos políticos antifranquistas que quedaban en las cárceles “Todas las leyes del Estado español, incluida la Ley 4611977, de 15 de octubre, de Amnistía, se interpretarán y aplicarán de conformidad con el Derecho internacional convencional y consuetudinario y, en particular, con el Derecho Internacional Humanitario, según el cual los crímenes de guerra, de lesa humanidad, genocidio y tortura tienen la consideración de imprescriptibles y no amnistiables».

Este texto no dice nada que no diga todo el ordenamiento jurídico español… pero si todavía, de forma inocente, pensábamos que la verdadera intención de PSOE y Unidas Podemos es eliminar la Ley de Amnistía, ya de una vez, como amparo de los criminales franquistas, estábamos muy equivocadas. Tanto el Ministro de la Presidencia como el Secretario General del PCE han declarado que estas modificaciones no van a facilitar juzgar a los franquistas.

Desde CGT denunciamos una nueva maniobra de distracción por parte del Gobierno “más progresista de la historia” para quedar bien con las víctimas anunciando modificaciones en la Ley de Amnistía y garantizando que se va a proceder al acceso a la Justicia de las víctimas cuando realmente el cambio es nulo.

Vuelven a proclamar una reparación simbólica sin llegar a hacer dar cumplimiento de las recomendaciones del Relator Especial de la ONU para la Verdad, la Justicia, la Reparación y las Garantías de No Reparación.

Desde CGT seguimos denunciando que partidos políticos que tienen un número inmenso de víctimas del franquismo entre sus filas no sean capaces de dar el paso de declarar el régimen franquista un régimen criminal y juzgar por sus crímenes a los secuaces que aún siguen vivos.

Y para rematar esta semana de noticias convulsas, ayer son paralizadas las obras que se están realizando para la exhumación de las víctimas inhumadas en el Valle de los Caídos, entre ellos los hermanos Lapeña que eran militantes anarquistas de la CNT de Calatayud asesinados al principio de la guerra. Después de 6 años de conseguir una sentencia que ha dado el derecho a sus familiares a la exhumación de sus restos de Cuelgamuros hace poco menos de 1 año es cuando se ha empezado a trabajar en ello. Pero una asociación de ideología fascista ha pedido medidas cautelares de paralización de los trabajos para la exhumación en el Valle de los Caídos y una jueza lo ha admitido.

Hoy 20 de noviembre, cuando se cumplen 46 años de la muerte del dictador gritamos:

Seguiremos luchando, como luchó Durruti contra el fascismo, hasta que las víctimas del franquismo reciban JUSTICIA Y REPARACIÓN.

Comunicado de CGT sobre el tratamiento de la Recuperación de la Memoria Histórica por el «Gobierno más progresista de la historia»

Tomado de: Nueva Revolución

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¿Quién quiere ser un maltratador?

Foto Compromiso Atresmedia

Por Jordi Elgström

Vivimos otro 25N y con esta fecha, cobra más importancia que nunca la necesidad de abordar el tema de la violencia sexista con rigurosidad y feminismo. Yo trabajo con hombres que han ejercido violencia y, en este campo, entender es clave para poder cambiar a las personas y acabar con la violencia desde la raíz.

Como buen psicólogo, vengo aquí más a plantear preguntas que a responderlas. Lo que voy a plantear es una que lleva tiempo rondándome por la cabeza y en las sesiones que mantengo con hombres. ¿Qué significa ser un hombre maltratador? Creo que en esta época, en la que el trabajo con hombres ha demostrado ser un elemento imprescindible en el abordaje preventivo de la violencia de género, reflexionar sobre las categorías con las que nos movemos es fundamental para seguir avanzando en la comprensión y el cambio político.

Qué significa maltratador

No deja de ser curioso que en las principales lenguas europeas el concepto de maltratador per se no exista y todo se resuelva con el termino abusador o agresor (abuser, abusatore, agresseur o abusador). Si nos basamos en la etimología, maltrato es un concepto esquivo: ¿no estaríamos incluidos todos (o casi) los hombres en la definición? ¿Quién no ha insultado, humillado, herido, incomodado o gritado en algún punto más de le hubiera gustado? Si mi jefe me insulta en el trabajo, es un imbécil pero no es un maltratador. ¿O sí?

Ante esto podemos decir que, cuando hablamos de maltratadores, nos referimos a aquellas personas que, más que episodios esporádicos, tienen dinámicas de violencia hacia otres o que, si sólo tienen episodios, son de una violencia más extrema. Pero, de nuevo, ¿dónde está el límite? Insultar a tu pareja es una forma de tratar mal, pero ¿hacerlo una vez te convierte en un maltratador? ¿Y si lo hago dos veces? ¿Solo me convierto en un maltratador si insulto a diario?

Podríamos buscar similitudes con otro tipo de delitos como el robo. Todos alguna vez hemos podido robar alguna cosilla, pero no por ello entramos en la casilla identitaria de ladrones. De igual manera que, en el significado social de la palabra, robar una bolsa de patatas no te convierte o categoriza en ladrón, pero quizás robar un banco sí. De la misma manera, ¿es idóneo identificar en la misma categoría todas las situaciones de maltrato o quizás deberíamos encontrar una identificación más gradual?

Un debate polarizado

Aunque éste pueda parecer un debate quisquilloso y tiquismiquis, realmente adquiere mucha importancia si categorizamos las prácticas sociales en cajitas. En lugar de entender la violencia como un espectro, en el que tenemos dudas, tendemos a diferenciar a la gente en cajas categóricamente muy diferente entre ellas, hecho que favorece la polarización del discurso.

Pero oye, ¿y qué problema hay en polarizar el discurso? En realidad, puede haber bastantes puntos a favor de este tipo de enfoque:

Por un lado, poner nombre a las cosas sirve como primer paso para tomar consciencia de las mismas. Seguro que ha habido personas que han normalizado y justificado la violencia de su padre o pareja hasta que han conceptualizado a esa persona como a un maltratador y eso les ha permitido defenderse o trabajar en la reparación del propio daño y la cura.

Permite conceptualizar y englobar a todos aquellos hombres que ejercen malos tratos. Aunque puedan existir grados, una diferenciación más estricta puede favorecer a la hora de simplificar y hacer más accesible el discurso. Ser más flexibles en los gradientes puede generar un relativismo retórico que lleve a que nadie se categorice como maltratador más allá de algún caso extremo y patologizado.

Se genera un debate social que enmarca a los hombres maltratadores como hombres indeseables que, a su vez, puede ayudar a cambiar el precepto de la propia masculinidad presente en esa sociedad. Algunos hombres podemos vernos reflejados en este concepto y, por miedo al mismo, iniciar un proceso de cambio o evitar actitudes de maltrato y entender que ese modelo de comportamiento no es el adecuado.

Como vemos, puede resultar útil políticamente el discurso de choque ya que permite poner sobre la mesa un tema históricamente invisibilizado, así como resulta un discurso contundente, claro y directo. Esto ha facilitado su difusión y que se comparta como una oleada.

El precio de la polarización

Ahora bien, si bien existen muchos puntos fuertes, el uso del término maltratador de una manera rígida también puede tener algunos riesgos.

Uno de los mayores peligros del uso indiscriminado del concepto es que polariza. No son pocas las veces que he escuchado frases como “yo no sé cómo puedes trabajar con maltratadores”, “yo es que acabaría con todos los maltratadores” o “nunca entenderé porque algún hombre puede comportarse así”. Aunque esta polarización facilita que algunos hombres se puedan identificar, también deja en bandeja que otros muchos no se identifiquen con el mismo por percibirlo como un concepto extremo que no se aplica a su situación. Y lo mismo puede pasar con las víctimas: pueden entender que su agresor no se ajusta a esos parámetros dicotómicos, lo que lleva a normalizar y no identificar a una persona como agresor.

La asignación de este concepto puede resultar una carga que a muchos hombres les puede dificultar avanzar. Uno de los principales pasos para generar un cambio en hombres que han ejercido violencia es el reconocimiento y responsabilización de sus acciones. Una vez pasado ese umbral, es más sencillo iniciar procesos de cambio. Con una categorización fuerte muchos hombres pueden resistirse a reconocer abiertamente sus acciones, no ya por predisposición a trabajar en las mismas, sino por miedo a que se le categorice con una identidad difícilmente revocable (¿cuándo a ojos de la sociedad un maltratador deja de serlo?).

Nos aleja de comprender cómo pueden funcionar las dinámicas de maltrato. Si un hombre tiene problemas para controlar la impulsividad, no tiene herramientas para solucionar problemas de una forma no violenta o no ha oído la palabra asertividad en su vida, por mucho que se les presione categóricamente, no van a poder cambiar, y no porque no quieran sino porque no saben cómo hacerlo. Si os pido que os comportéis de una manera más estoica, apostaría a que la mayoría de nosotros no sabríamos cómo hacerlo por mucho que nos presionaran discursivamente.

Por último, en este juego de identidades, persiste el problema de la irreparabilidad. Un ladrón se puede rehabilitar. “Yo antes era un ladrón”. La etiqueta vuela y muta. Con la etiqueta de maltratador las cosas no son tan maleables. No pocas son las experiencias que he escuchado de hombres que han hecho un cambio desde su agresión y que a pesar de todo y de los años, se les sigue conceptualizando como maltratadores, con el trato que representa hacia ese colectivo. Y a pesar, que podamos considerar que llevar esa etiqueta forma parte de la responsabilización de los propios hechos, en la vertiente más moral puede que una conceptualización tan rígida del término no haga justicia con la realidad y que genere daños colaterales desproporcionados.

¿Qué conclusión se puede sacar de todo esto? Por un lado, que no existe una solución tan dicotómicamente sencilla y que abrir el tema podría ser útil para generar más debate e investigación al respecto. Y por otro lado, poner en relevancia la importancia de la forma en que categorizamos las identidades en el discurso social, regido precisamente por una fuerte militancia en las propias identidades. Por último, me gustaría señalar que, como ha comentado mi amigo Lionel Delgado en varias de sus charlas, evidentemente, este tipo de debates son muy difíciles de llevar en entornos políticos y que responde más bien al dilema que existe entre movilización y trabajo cotidiano con hombres. Algunos de las que tenemos de enfocar la militancia son complejos de implementar en el trabajo de transformación y viceversa. Espero con este artículo haber podido aportar elementos a un debate que se muestra muy necesario.

Jordi Elgström. Psicólogo y terapeuta de hombres que han ejercido violencia, Co-coordinador del proyecto Hombres Contra el Patriarcado.

Tomado de: El Salto

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Le decían magistra

Vicentina Antuña. Pedagoga, ensayista, filósofa y política cubana. (1909-1993)

Por Graziella Pogolotti

Para nosotros, iniciar los estudios universitarios significaba dar un salto hacia adelante en un proceso de aprendizaje que integraba el crecimiento intelectual y el acceso a una realidad social más compleja. Mis inclinaciones personales se centraban en la búsqueda de respuestas ante los problemas planteados por la contemporaneidad en sus aristas culturales y humanas. Todo parecía distanciarme del arduo esfuerzo impuesto por el estudio del latín clásico. Pero aquella mañana, en el tempranero primer turno de clase, nos recibió la amplia sonrisa de Vicentina Antuña, respaldada por una aureola transmitida por generaciones.

Le decían magistra, modo de reconocer la estatura de una enseñanza que sobrepasaba en su alcance el estrecho dominio del aula, donde habríamos de vencer los escollos de la Gramática hasta llegar a traducir textos de Julio César y de Salustio, a la vez que preservábamos para siempre en la memoria las fábulas de Fedro inspiradas en Esopo. Lo esencial de la enseñanza no se limitaba a los arcontes de Grecia, porque el tronco habría de estar en nuestra república. El rigor pedagógico y académico, necesario en todo proceso formativo, se complementaba con el diálogo informal, que daba apertura a un aprendizaje extracurricular enfocado hacia los más amplios horizontes.

En efecto, a la salida de la clase, Vicentina se instalaba en la minúscula cafetería para disfrutar una tacita de infusión. Allí la rodeábamos. Sin considerar límites de horario, la estancia se prolongaba con debates que abordaban los más acuciantes problemas de la contemporaneidad, atravesados por el acontecer de la política y por nuestras inconformidades respecto al adocenamiento de la enseñanza universitaria.

Movidos por la intransigencia juvenil, adoptábamos a veces posiciones de extrema intolerancia. Vicentina nos incitaba a matizar el análisis. Una llamada de atención sobre la responsabilidad inherente al ejercicio de la crítica dejó una impronta definitiva en mi conducta posterior. La autoridad de su palabra dimanaba de su actitud ejemplar en el aula, de su respaldo a muchas de nuestras iniciativas y de su proyección social a través de una práctica concreta en el enfrentamiento de los males que lastraban la vida republicana, todo ello apuntalado en irrenunciables principios éticos.

Participó activamente en la organización del movimiento feminista cubano, asociado a las posiciones más progresistas. Desde la Sociedad Lyceum, como parte de su directiva, contribuyó a crear un espacio de resistencia cultural que brindó apoyo a la vanguardia artística desamparada por las instituciones oficiales, proyectó hacia el ámbito público la voz de los más connotados intelectuales de la época, con énfasis en reputadas figuras comprometidas con la defensa de la República Española, así como la de personalidades latinoamericanas representativas de lo más avanzado del continente. En los días de la dictadura de Batista, la institución amparó la exposición Homenaje a Martí.

Ante la crisis irreversible de la República neocolonial, Vicentina se decidió a intervenir en la vida política. Se encargó de la sección femenina del Partido del Pueblo Cubano (Ortodoxo). Ya bajo la tiranía batistiana asumió un ramal de la resistencia cívica del Movimiento 26 de Julio.

Su trayectoria docente, su proyección social y su conducta cívica le confirieron un sólido reconocimiento en los campos de la cultura y la educación. Con ese respaldo, encabezó la Dirección de Cultura del Ministerio de Educación después del triunfo de la Revolución. Junto a Vicentina Antuña, el poeta José Lezama Lima, fundador antaño de la revista Orígenes, se ocupó de la difusión de la literatura e impulsó la publicación de textos representativos de lo más valioso de nuestra tradición. También el compositor José Ardévol, animador del Grupo de Renovación Musical, refundó instituciones fundamentales en esa área.

Maestra siempre, la educación constituía su preocupación mayor. Sin conceder horas al descanso y sin renunciar a la tarea encomendada en el ámbito de la cultura, se entregó de lleno al proceso de Reforma Universitaria, transformación radical de conceptos y programas que arribará próximamente a su sexagésimo aniversario. Por las noches, al término de la jornada laboral, rodeada de un estrecho número de colaboradores, afrontaba la puesta en marcha de un diseño renovador para la Escuela de Letras y de Arte de la Facultad de Humanidades. Después asesoraría al Ministerio de Educación en el perfeccionamiento de la enseñanza del español. Recibió honores, pero no la sedujeron los oropeles. Su ancla esencial se mantuvo en el aula, allí donde su acción directa podía configurar el perfil ético e intelectual de los más jóvenes.

Al igual que la mía, generaciones sucesivas le siguieron diciendo magistra. Recibimos de ella lecciones de rigor mediante el desciframiento de clásicos de la latinidad. Más allá de esa frontera, en diálogo informal aprendimos a leer la realidad en su complejidad y riqueza de matices.

Vicentina Antuña no dejó obra escrita. Fecunda e impalpable, marcó la formación de seres humanos, ciudadanos conscientes apegados a sólidos principios éticos. Fue su modo de hacer Patria. Su memoria, hoy más necesaria que nunca, tiene que preservarse a través del testimonio de quienes la conocieron. Su padre, emigrante asturiano, labró la tierra en las cercanías de Güines. Animada por la voluntad de contribuir a la construcción de una nación justa y soberana, Vicentina sembró futuro.

Tomado de: Juventud Rebelde

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José Luis Rodríguez: “Cuba no se está proponiendo un socialismo de mercado”

José Luis Rodríguez. Asesor del Centro de Investigaciones de la Economía Mundial (CIEM). Fue Ministro de Economía de Cuba.

Por Rosa Miriam Elizalde

José Luis Rodríguez, ministro de Economía de Cuba entre 1995 y 2009, es de los pocos expertos de la Isla que mantiene públicamente un análisis sistemático y riguroso, desde posiciones socialistas, sobre las transformaciones que agitan la Isla. En un país que se levanta casi todos los días con un nuevo decreto en la Gaceta Oficial que avanza hacia cambios estructurales del modelo económico, apenas se escuchan a los funcionarios explicando las medidas en lengua de la calle, mientras en el espacio digital —con una altísima capilaridad en la Isla a pesar de la débil infraestructura de Internet— florece todo tipo de análisis especulativo, frecuentemente con la brasa arrimada a propuestas neoliberales.

En cualquier caso, la economía es el tema de los temas en el país. Cuba se enfrenta a un dilema de hierro: o actualiza, revisa y reconstruye su estructura económica o la Revolución corre el riesgo de sucumbir ante la presión combinada de sus propios errores y las agresiones del bloqueo de EEUU, en un momento delicadísimo de reacomodo del consenso de Washington hacia la Isla.

Rodríguez, asesor del Centro de Investigaciones de la Economía Mundial (CIEM), de La Habana, responde preguntas en vísperas de la última sesión plenaria del año en el Parlamento cubano, que tiene en agenda el análisis de los resultados del llamado “proceso de actualización” y los planes para el 2015.

Hacia dónde va Cuba

¿Por qué actualización y no reforma económica?

Puede deberse a dos razones. Por un lado se ha querido enfatizar que todos los cambios que se están proponiendo suponen la actualización de un modelo socialista, que se ha calificado también como socialismo posible. Por otra parte, se ha querido tomar distancia de las reformas —que a nombre de supuestamente perfeccionar el socialismo— llevaron a su desaparición en Europa.

¿Cuál es exactamente el modelo Económico elegido? ¿Hacia dónde va Cuba?

El modelo del socialismo cubano elegido supone el perfeccionamiento de la sociedad que se ha construido hasta aquí y tiene varios rasgos fundamentales que reiteran su matriz socialista.

En primer lugar se mantiene la propiedad social sobre los medios de producción fundamentales —es decir— los que resultan determinantes para el desarrollo del país. Se establecen límites al desenvolvimiento de la propiedad no estatal al reducir su capacidad de acumulación y se asegura la prestación de servicios sociales básicos universal y gratuitamente.

Al mismo tiempo, se abren espacios a la pequeña propiedad privada —como autoempleo o trabajo por cuenta propia—, la propiedad cooperativa agropecuaria y no agropecuaria y las empresas mixtas con capital extranjero. Se parte así del concepto que otras formas de propiedad no estatal pueden contribuir al desarrollo del país, sin ser predominantes y si se les encauza adecuadamente, es decir, sin que se conviertan en preponderantes.

Este es un cambio significativo, pero a él se ha llegado partiendo de que —por un lado— una  propiedad estatal únicamente no asegura el éxito del socialismo en la fase de construcción socialista en que nos encontramos; por otro lado, durante años se trató  de seguir ese camino y el balance no ha sido favorable.

Por último hace ya tiempo que la teoría marxista llegó a la conclusión de que la existencia de relaciones de mercado en el socialismo obedece a un determinado grado de desarrollo en el cual no puede socializarse directamente el trabajo individual de los productores, y se requiere de las categorías mercantiles para hacerlo. Por lo que se impone la necesidad de reconocer esa realidad si queremos avanzar a un desarrollo más racional. Eso no significa que la presencia de las relaciones de mercado —en el grado en que las mismas se reconocen— no tenga que ser monitoreadas y sometidas a control social para compensar sus efectos socialmente negativos. Lo dicho anteriormente da una idea de que en nuestras condiciones esto es lo que puede asegurarnos un desarrollo socialista posible de acuerdo a las circunstancias de subdesarrollo en que se desempeña nuestra economía, aunque —desde luego— no es nada sencillo.

¿Socialismo de mercado?

Desde la llamada cubanología se interpreta que lo que se está produciendo en Cuba es la “transición a una economía socialista de mercado”, que necesariamente debe ir acompañada de cambios estructurales en el sistema político del país. ¿Usted qué cree?

En relación a lo primero, cualquiera que estudie la evolución histórica de las experiencias del llamado socialismo real claramente entenderá que nosotros no nos estamos proponiendo un socialismo de mercado.

Esta fue una apelación para calificar las reformas económicas emprendidas en los años 60 del pasado siglo, que propiciaron una amplia introducción de mecanismos de mercado en países como Yugoslavia, Hungría y también en la URSS con la Perestroika. Esas reformas suponían que el mercado en su actuación no era para nada contradictorio con el socialismo, por lo que  se amplió cada vez más la presencia de esos mecanismos para hacer más “eficiente” la gestión económica, sin tomar en cuenta la connotación social de los mismos y sin monitorear y compensar sus efectos perversos. La historia demostró que del socialismo de mercado quedó solo el mercado sin socialismo.

Las críticas de la cubanología siguen la lógica de que si se introduce el mercado, debe llegarse hasta las últimas consecuencias —es decir al capitalismo— para lograr una eficiencia superior. De ahí que presupongan eufemísticamente cambios políticos para atemperarse a esa tendencia, lo que no es otra cosa que provocar el transito al capitalismo. Por más vueltas que le quieran dar, eso es lo que está en el fondo de sus “recomendaciones”.

Abundan los que exigen celeridad a los cambios e incluso quienes se pronuncian por un “shock”. ¿Es posible imponer mayor ritmo a las transformaciones?

No puede perderse de vista que —luego de muchos años de Período Especial— las expectativas de la población son muchas y en muchos casos muy intensas. Sin embargo, la magnitud de los cambios que se requieren en el funcionamiento de la economía para satisfacer las necesidades de la población es de una gran magnitud y complejidad. Se trata incluso de implementar medidas sobre las cuales no existen experiencias en nuestro medio, por lo que se requiere un periodo de prueba para validarlas e incluso valorar no solo su impacto económico, sino también sociopolítico, habida cuenta de la gran importancia de los factores subjetivos en este proceso.

Una decisión precipitada en este sentido puede comprometer el proceso de actualización. Esto no significa que no se avance en todo lo que sea posible y que no comprometa los objetivos estratégicos a alcanzar. Por ejemplo, se han adoptado decisiones que flexibilizan la venta de viviendas particulares, el acceso a instalaciones turísticas internacionales y se admite la recontratación de jubilados que pueden —además— cobrar un salario sin perder su pensión.

En síntesis, la afirmación del Presidente Raúl Castro de avanzar sin prisas pero sin pausas, pienso que tiene total validez.

Difícil precisar ritmos de cambio en la economía

¿Dónde no se ha producido el cambio que se esperaba al aprobarse los Lineamientos hace dos años y medio?

En primer lugar es preciso recordar que los Lineamientos tienen un período de implementación de 5 años o más en algunos casos, por lo que muchos impactos esperados en el cronograma de aplicación pueden encontrarse aún en proceso de realización.

Por otro lado, la concreción de resultados en la economía cubana —que tiene un nivel de apertura superior al 47%, por lo que depende mucho de lo que ocurra en la economía internacional— está sometida a un elevado nivel de incertidumbre. Si a esta realidad añadimos la presencia del bloqueo económico de Estados Unidos, es muy difícil lograr una elevada precisión en los ritmos de cambio en la economía.

Adicionalmente hay medidas que originalmente se plasmaron bajo determinadas premisas y a lo largo del tiempo han tenido que ser complementadas con otras decisiones. Un ejemplo está en la entrega de tierras ociosas para la producción agropecuaria, que fue  normada originalmente por el Decreto Ley 259 y después fue complementada con el Decreto Ley 300, así como por otra serie de medidas para facilitar la gestión del sector. También la experimentación de nuevas formas de gestión del poder popular en las provincias de Artemisa y Mayabeque se ha extendido en el tiempo más allá del plazo original, a partir del análisis de las experiencias de su compleja implementación.

¿Qué beneficios se perciben de las transformaciones iniciadas en el 2011?

El ordenamiento del modelo económico cubano ha tenido que necesariamente comenzar por las grandes decisiones que modifican la estructura de gestión en la macroeconomía, por lo que —lógicamente— es en esa esfera donde podemos apreciar algunos resultados de importancia.

Si nos remitimos a los problemas más significativos que recogen los Lineamientos de la Política Económica y Social observaremos que estos son el desbalance financiero externo y la baja productividad presentes en el país.

En el primer aspecto se observa cómo de un saldo comercial negativo en relación al PIB que era -5% en el 2008, se ha pasado a un saldo positivo de +1,6% en el 2013 gracias a la expansión de las exportaciones y a la sustitución de las importaciones y el ahorro.

En otras palabras, el saldo positivo del comercio exterior, aporta recursos que permiten iniciar un proceso gradual de renegociación y pago de la deuda externa. En este último aspecto se aprecia cómo se obtuvo recientemente la condonación del 90% de la deuda de la antigua URSS con Rusia —deuda inscripta en el Club de París— y también se logró la condonación del 70% de la deuda con México, al tiempo que se ha dedicado un volumen sustancial de recursos a liquidar los adeudos externos a partir del año 2009.

Todo esto es de importancia estratégica, pues permite crear mejores condiciones para ampliar la inversión extranjera, elevar la tasa de inversión del país y aumentar los ritmos de crecimiento hasta alcanzar en pocos años  cifras del orden del 6 al 8%.

En relación con la productividad del trabajo, esta ha crecido un 7,8% en los últimos 5 años, ritmo que si bien no resulta muy elevado, ha permitido en la última etapa que este indicador crezca más rápido que el salario medio para evitar presiones inflacionarias.

No obstante, queda mucho por hacer para lograr un crecimiento equilibrado y autosostenible, pero esto también requiere tiempo y recursos.

Fin de la doble moneda, ajuste cauteloso

La mayoría de la población no percibe aún mejoras en la microeconomía ¿cómo mantener el consenso en tales circunstancias?

Todo proceso de ajuste económico —aun cuando se haga con criterios esenciales para preservar lo alcanzado por nuestra sociedad— enfrenta desafíos  inevitables a corto plazo.

Probablemente uno de los mayores desafíos radica en cómo realizar los cambios estructurales indispensables para que el país se desarrolle y, al mismo tiempo, lograr mejoras en el nivel de satisfacción de las necesidades de la población, que —como ya se apuntó— acumulan carencias propias del Período Especial.

Algunas decisiones adoptadas apuntan en esa dirección. Por ejemplo, el proceso de reestructuración de las empresas estatales permite que las mismas ajusten el pago de salarios a los resultados productivos, lo cual —donde se han aplicado las medidas propuestas— ha posibilitado incrementar sustancialmente los salarios sin provocar presiones inflacionarias, lo que potencialmente abre nuevas alternativas al 49% de los ocupados en el sector estatal que laboran en empresas.

La situación es más compleja en el sector presupuestado, pero también —sin afectar el equilibrio fiscal  indispensable— se han elevado los salarios en el sector de la salud y a los deportistas. De igual modo,  en el sector no estatal de la economía —donde labora alrededor del 26% de los ocupados— se obtienen ingresos más elevados.

No obstante, a pesar de estos avances y las potencialidades que se perciben, el deterioro del salario real y las restricciones para expandir servicios como el transporte y la construcción de viviendas, constituyen factores a tomar en cuenta en la lucha por el indispensable equilibrio que debe irse alcanzando entre la satisfacción de las expectativas y la creación de condiciones para lograrla.

Junto a ese avance, necesariamente gradual, debe lograrse un mayor nivel de información y participación de los trabajadores en todo este proceso, lo que constituye —en mi opinión— un elemento esencial para mantener el consenso indispensable.

¿Cuánto pesa la unificación monetaria para el éxito global de la transformación de la economía en Cuba?

La dualidad monetaria que llevó a la circulación paralela del peso cubano (CUP) y el peso convertible (CUP), que se implementó en 1993, permitió evitar una devaluación de la tasa de cambio oficial que —de haberse efectuado— hubiera llevado a una situación muy difícil de controlar. Igualmente en el sector empresarial permitió implementar en paralelo un proceso de descentralización en la toma de decisiones, que hoy podemos evaluar positivamente desde la distancia que nos separa de los años 90.

También la dualidad monetaria permitió —mediante la creación de las Casas de Cambio (CADECA)— drenar una parte significativa del exceso de liquidez que se acumuló en manos de la población en esos años y llegó al 73% del PIB. Al mismo tiempo  se abría un consumo en divisas —también gravado por un impuesto sobre la venta— para al menos la parte de la población que tenía acceso a la misma, que llegó aproximadamente a estimarse en el 60% de la población a finales de la pasada década.

Todos estos impactos positivos se fueron perdiendo en la misma medida en que la doble circulación monetaria y la doble tasa de cambio asociada a esta fue haciendo cada vez más complejo el manejo de la contabilidad en dos monedas, lo que hacía muy difícil conocer la situación económica real en el país.

Por tanto, un proceso de cambios como el actual tiene como requisito indispensable ordenar nuestra contabilidad y las estadísticas retornando a un sistema monetario único con el peso cubano como centro.

No obstante, se trata de un proceso de elevada complejidad que llevará necesariamente un periodo de tiempo, ya que se trata de devaluar la tasa de cambio oficial que se mantiene hoy en 1 CUP=1 CUC o peso convertible (equivalente a un USD) y hacer converger la tasa de cambio entre el Estado y la población donde se cambia 1 CUC = 25 CUP. Es sin dudas una operación  en la que se requiere avanzar cautelosamente para que resulte exitosa.

En la actualidad se trabaja en el grupo de transformaciones de mayor complejidad en medio de una coyuntura externa no favorable. No obstante, la hoja de ruta que se trazó con los Lineamientos aprobados en el 2011, asegura los cambios indispensables para avanzar estratégicamente en la creación de condiciones para un desarrollo sostenible a mediano plazo.

Tomado de: Cubadebate

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¿Existen los realities?

Por Javier Lima

Esto es una serie de reflexiones sobre sensaciones, más que sobre certezas. No pretendo iluminar la caverna ni salir de ella, más bien grito a ver si hay eco. Ni siquiera sé si estoy del todo de acuerdo con todo lo que digo.

I

Los realities surgen en los ’90 del agotamiento de otros formatos. Todo está muy visto. La televisión necesita frescura, espontaneidad, novedad. Y qué mejor para conseguirlas que personas reales, sin papel, sin guión. Podemos entrar a cuestionar si esto es lo que realmente ocurría o no en un inicio. Pero ahora, pasados más de 20 años, es evidente que la novedad, la espontaneidad y la frescura son historia. Las personas que aparecen en los realities tienen un papel muy claro: el de personas que aparecen en los realities. Es lo de menos, al menos de momento, si esto es así porque esas personas interpretan conscientemente ese papel o porque quienes diseñan los procesos de selección tienen muy claro qué persona(je) quieren. Y quienes los ven lo saben.

II

Lo que quizá sigan teniendo de auténtico los realities es la expresión de los sentimientos. Y digo expresión por algo. Todo está preparado para que haya gritos, euforia, llantos, casi como el técnico de sonido tiene a mano el botón de las risas enlatadas. Pensar que todo eso es algo espontáneo, que ocurre sin intervención, supondría ser mucho más ingenuo que el consumidor medio. Si siguen funcionando es en parte porque todo esto no anula lo central: las lágrimas son sus efectos especiales, y son reales.

III

Espero que esto no sea otra crítica intelectualoide de los realities. Pero desde luego tampoco es una defensa de la libertad individual en los gustos en su peor sentido, ni viene a desvelar el potencial que tiene para no sé qué no sé qué programa televisivo. Parece que estamos atascados en esa dicotomía. Tan precaria es nuestra identidad que nos identificamos como nunca antes con los productos que consumimos o rechazamos. Cada cual se atrinchera en sus filias y fobias, y los análisis son más justificaciones de posiciones previamente tomadas por otros motivos (si es que hay motivos) que reflexiones sinceras que vayan más allá de la alabanza o el enjuiciamiento (en Homo Velamine llamarían a esto ultrarrazones: explicaciones racionales que (nos) damos para justificar lo que en realidad son nuestras creencias y apetencias, nuestros más bajos instintos). Tengo la sensación de que hemos perdido la capacidad de analizar y criticar los productos culturales. De utilizarlos para ver qué nos dicen sobre nuestro presente y nuestros futuros posibles, de pensarlos más allá de sí mismos, como inspiración, como síntoma, como dispositivo… La única pregunta posible parece ser: ¿a favor o en contra?

IV

Umberto Eco decía que al escribir un texto, uno se hace una idea de lector modelo. A ese lector, al mismo tiempo que por un lado se le suponen unas capacidades, características, conocimientos, por otro lado estas se le instituyen: se crean, se producen. Con cualquier otro producto cultural, podemos pensar algo parecido.

V

Una de esas cosas que se instituyen son precisamente los gustos. Parece una obviedad, pero seamos conscientes de que a nadie le gusta La Isla de las Tentaciones, Master Chef o las novelas de aventuras antes de saber de su existencia y probarlas. Otra, la estupidez. No es que la gente que vea cierto tipo de realities sea, de entrada, más estúpida o machista que la media. Es que ese tipo de programas, al establecer unos determinados modelos y pautas de conducta, alimentan el machismo, la estupidez, el canibalismo social, infantilizan. Fuerzan nuestra credulidad. Y sobre todo lo hacen al negar lo evidente: su manipulación y su artificialidad.

VI

Pensemos esto cada vez que oímos hablar de paternalismo. Paternalismo al criticar estos productos: tratamos de estúpidos a quienes los consumen. Paternalismo al criticar los efectos que puedan tener en quienes los consumen: les suponemos como esponjas sin filtro, o suponemos que el resto de productos son mucho mejores. Paternalismo si se propone como alternativa la “alta cultura” o contenidos que sirvan para concienciar a las “masas ignorantes” sobre X cuestión, dándoselo todo bien mascadito. Paternalismo cuando en realidad simplemente se pretende imponer los gustos propios como estándar (o incluso como imperativo moral). En cualquier caso, lo que hay que pensar es si el foco está de nuevo en el a favor/en contra, y sobre todo, en la elección individual, la preferencia individual, la responsabilidad individual. O si en cambio hay algo en juego que merezca la pena, más allá de gustos y culpas.

VII

El balance que cualquier producto cultural hace entre las características que supone a su consumidor y las que le instituye lo podemos relacionar con los polos de “familiaridad” y “novedad”. Lo absolutamente familiar, por repetitivo, aburre. Lo absolutamente novedoso, por incomprensible, aburre también. Entre medio, las posibilidades son infinitas, pero rara vez lo que nos venden como nuevo supone la más mínima ruptura con lo previo, más allá de añadirle colorines o efectos especiales. El mismo potencial experimental de las vanguardias es lo que las hace incomprensibles, o incluso ofensivas, para muchas personas (y a estas alturas, donde “políticamente incorrecto” es la bio de la mitad de los nazis y fachas en tuiter, no está tan claro que la mera provocación sea algo subversivo). No se alcanza. Una producción cultural populista que diga a la gente lo que quiere oír, lo que sabe que va a gustar, tanto en forma como en contenido, no rompe esquemas, no invita a la reflexión ni cuestiona al espectador. No se avanza. Y claro, no se trata de producir una cultura exquisita para la élite mientras el populacho sigue a lo suyo.

VIII

Entre esos dos ejemplos, o mejor, más allá de ello, está lo que Mark Fisher llama modernismo popular. No es un punto medio entre modernismo y populismo, sino una mezcla de elementos: la experimentación formal, la transgresión de los cánones y la iconoclasia de las vanguardias, pero que se pueda sentir en conexión con tu vida, cantar borrachos en un bar, bailar en una rave. Más allá de las obras más inaccesibles del arte moderno y los bodegones pueden estar Picasso, el graffiti o algunas cuentas de memes con un cultivado descuido en la estética. Más allá de Mozart o el pop y la música aleatoria de John Cage tenemos el jazz, el rock, el punk, la electrónica, el hip-hop, la música rave y a Camarón. Más allá de la poesía fonética y las rimas de Pablo Hasel, está Your Country is Great, algunos poemas encontrados de Goldsmith, el Pornolizer o el Romancero Gitano. Pero pensemos en la tele, ¿qué hay entre el post-porno y La Ruleta de la Suerte?

IX

Tampoco se trata de contraponer la “telebasura” a la “buena televisión” (?). Pienso en Saber y Ganar. Desde luego programas así no tienen muchos de los aspectos criticables que pueden tener los realities. Pero seguramente sea por una cuestión de intensidades más que de contenido. Su virtud reside precisamente en su debilidad. Realmente cuesta escribir algo apasionado sobre este programa, para bien o para mal. Pero pensemos ese formato y démosle intensidad. Quizá lleguemos a algo parecido a ¿Quién quiere ser millonario? Basta poner mucho dinero de premio para poner nerviosos a los concursantes, luces y efectos de sonido y el programa más tonto se vuelve emocionante. Y sería tramposo tener que elegir entre patriarcado y meritocracia.

X

Después de mencionar esto, se me ocurre otro paralelismo. En Divertirse hasta morir, Neil Postman habla de cómo antes de la era de las telecomunicaciones, buscábamos información porque la necesitábamos utilizar para desenvolvernos. Cuando estas irrumpen, la novedad sustituye a la relevancia y somos bombardeados masivamente con informaciones diversas que no hemos solicitado. No tardan en surgir lo que él llama pseudocontextos: contextos artificiales, preparados para dar un sentido y una función a toda esa información a priori inútil que recibimos. Pasatiempos, juegos como el trivial y por supuesto programas de televisión. Ahora: en un contexto en el que se estrujan nuestras pasiones para movilizarlas a favor del consumo (y aquí me vale tanto los anuncios de coche como los clickbaits) al mismo tiempo que se erosionan las condiciones materiales para establecer vínculos afectivos firmes, ¿pueden ser los realities un “pseudocontexto emocional” en el que proyectamos en otras personas lo que nuestros curros precarios, nuestras ciudades atomizadas, nuestros complejos y nuestra apatía cultivada no nos permiten experimentar plenamente con (nos)otros?

XI

Hablar de cultura es hablar de cambio, de imaginación. Es dinámica por definición. Nos invita a movernos al mismo tiempo que refleja nuestros movimientos. De nuevo con Mark Fisher, a todos nos suena ingenuo hoy pensar que la cultura pueda cambiar el mundo, y sin embargo, también es innegable que tiene un poderoso efecto en reproducir la sociedad y las subjetividades.

XII

Las distopías nos mostraban lo terriblemente mal que irían las cosas si no espabilábamos, aunque a estas alturas, leídas desde nuestro contexto de impotencia para organización colectiva y la transformación social, más bien sirven para acostumbrarnos a la idea de un futuro peor. En su lugar, dice Layla Martínez, tenemos que volver a las utopías, a la capacidad de imaginar mundos mejores. En general, cualquier ficción nos puede hacer pensar que el mundo puede ser de muchas maneras. Ninguna de ellas trata de convencerte de que vives en su mundo. Y cualquier otro producto que no sea ficción, que hable de este mundo, propone una lectura particular de él. Incluso a la hora de ver el telediario o elegir qué periódico consultar cada cual sabe muy bien en qué medio o canal prefiere hacerlo y por qué. Los realities en cambio se disfrazan de no-ficción sin serlo. Dicen mostrar a personas reales en situaciones reales. Y si fuese así, la pura objetividad, no habría en juego valores, creencias, ideologías. ¿Pero hay algo más artificial que las estructuras panópticas, los procesos de selección, los sistemas de competición, las situaciones cocinadas, el saber que cada cosa que hagas será vista por millones de personas? Los realities son un espejo, sí, pero uno deformante que nos devuelve una imagen modificada, grotesca. Y nos dice: así sois. Habrá quien se lo crea.

XIII

“No, yo es que lo veo porque es unas risas criticarlo”. Suena a respuesta ante un tribunal. Es igual de legítimo que quien simplemente decide tomarlo en serio. Que hablen de mí, bien o mal, pero que hablen. No sé si esa frase la dijo Goebbels, Dalí o algún personaje de los Simpsons, pero se ha trasladado de la política al marketing. Ya no hay un afuera. Desde luego dependiendo de qué filtros se utilicen y en qué contextos se consuma, el efecto que puede tener en distintas personas y grupos es muy diverso (aunque seguro que aquí nos topamos también con unas cuantas ultrarrazones de esas). Pero en un nivel más amplio, consumo irónico es consumo también: a Mediaset se la sudan las pelis que te montes.

¿Está esta reflexión fuera del bucle?

XIV

¿Qué hago hablando sobre la tele si no la veo? ¿Qué hago hablando sobre la tele en 2021? La sensaciones que aquí he dejado salir a la luz, u otras similares, son las que me puede producir también la “espontaneidad” de las redes sociales, con sus códigos, burbujas, arquetipos y personajes mitológicos. De hecho no tendría mucho sentido separar ambos mundos. Este tipo de programas me atrevo a decir que son consumidos casi más para ser comentados que por cualquier otro motivo. Y quizá eso sea lo más interesante del fenómeno. Para bien y para mal.

XV

Esta falta de novedad no la podemos pensar en la cabecita de los espectadores. La televisión, o cualquier otro medio, no se limita a emitir “lo que le gusta a la gente”. Como decíamos, contribuye a generar unos determinados gustos, genera su propia demanda. Aunque para lo que nos interesa ahora, no son tanto las características concretas que supone e instituye un producto concreto en sus espectadores concretos, sino los contextos más amplios en los que se producen y consumen los productos culturales. Y ese contexto es el de grandes monopolios y producciones de tipo corporativo (cada uno se ciñe a su marca), pérdida de hegemonía de la televisión, que debe competir con (y al mismo tiempo servirse de) otros medios, por el lado de la producción. Desregulación laboral, tanto en los sueldos como en los horarios, saturación informativa, atomización y, según el caso, tiempo libre como un bien escaso, o tiempo vacío como una losa sobre la espalda, por el lado del consumo. Este tipo de productos realmente triunfan porque triunfan. La gente los ve porque hay que verlos, porque “no se habla de otra cosa”. Receta para el éxito en un contexto difícil para unos, consumo poco exigente y una (pseudo)comunidad accesible para otros.

XVI

Termino con una cita de este artículo de Homo Velamine:

Como soñaba Mark Dery en el manifiesto jammer, cada persona tiene hoy no uno sino varios nódulos desde los que publicar. Son, efectivamente, las redes sociales. Estos “nódulos” representan el sueño de los movimientos que hemos estudiado. Los situacionistas aspiraban a romper el binomio espectáculo-activo / público-pasivo, de manera que el Pueblo “construyese situaciones” y fuese actor de su propia vida. Y, efectivamente, el Pueblo es ahora actor y elige construir situaciones semejantes a las del espectáculo, pero en su versión popular. Son hechos cotidianos, selfies en las que posamos como modelos o imágenes sujetando la torre de Pisa con las que demostramos al mundo nuestro estatus clasemediano. Con estos “nódulos” nos apropiamos de internet, pero no lo convertimos en el canal de denuncia que esperaban los jammers, sino en una evolución de la sociedad del espectáculo: la sociedad del microespectáculo. Dery cita en su manifiesto al profesor Mark Crispin Miller: “Todo el mundo ve la televisión, pero a nadie realmente le gusta”. Hoy dudamos de la segunda parte de esa frase: como público, efectivamente, disfrutábamos de las producciones televisivas hasta el punto de imitarlas en cuanto se nos ha dado ocasión.1

Tomado de: El Salto

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Desaparecidos

Foto: El Mañana

Por Jorge Carrillo Olea

Es posible asegurar que no hay dolor humano más cruel que el causado por una desaparición. Cualquiera que fuera su forma y final, se sufre emocional y físicamente por el agudo sentimiento de frustración e impotencia que hunde ante la fuerza bruta de los captores.

Aun cuando la víctima consiga resistir durante el tiempo de su cautiverio, la huella dolorosa del agravio será eterna. La desaparición puede terminar con la liberación, el rescate o la muerte, pero sus efectos sicológicamente destructivos serán permanentes.

Tormento adicional para los ya de por sí abatidos deudos es imaginar los posibles sufrimientos por torturas a los que podría estar siendo sometida la víctima. Es frecuente que se prive a las familias de un cuerpo que llorar, de información, incluso de la simple certeza, y de cierto consuelo si se llega a conocer la muerte del ser querido. Y ahí se inicia otro infierno: la identificación y disposición del cadáver.

El sufrimiento inicial de los deudos dura hasta la localización de la persona o personas desaparecidas; en otros casos se mantiene con el conocimiento de la muerte, aunque quizá con un amargo alivio si el cadáver se recupera. En cualquier caso, el dolor nunca concluirá.

El allegado a un desaparecido padece, pues, eternamente, ya que la secuela traumática es una herida profunda que no cierra, o que se reabre cada día tal vez sostenida por vanas ilusiones.

Las causas de las ausencias son en la mayoría de los casos actos criminales. Otras personas desaparecen accidentalmente por sucesos inesperados, como una inundación, incendio o naufragio. También hay quienes se esfuman voluntariamente buscando una nueva vida.

México se acerca a una cifra nefasta: 100 mil personas desaparecidas o no localizadas, según la Comisión Nacional de Búsqueda, organismo que, asegura, lleva este registro desde 1964. Hasta 1984 la respuesta gubernamental al problema era meramente política, en tanto que el ejecutor de acciones criminales, entre éstas las torturas y desapariciones, se encontraba dentro del mismo gobierno: la Dirección Federal de Seguridad, de tenebroso récord.

A partir de 1984 la atención tomó perfiles humanitarios. En trabajo conjunto con organizaciones sociales, de las que el Comité Eureka, de Rosario Ibarra, sería el mejor ejemplo, se logró devolver serenidad, principalmente a numerosas madres. La base conjunta de nombres de desaparecidos era de poco más de 400 casos; aquello sobre los que hubo una buena o mínima resolución para las familias fueron escasos.

Por desgracia, poco a poco se identificó que muchos casos eran desapariciones definitivas. El Comité Eureka, fiel a sus principios, nunca lo aceptó. También se llegó a ubicar a reclusos internados con nombres falsos a quienes lógicamente se buscaba con su verdadera identidad, lo que hacía difícil su localización.

Años después, a partir de 1989, se volvió a la visión policiaca, aunque aderezada sólo con leves esfuerzos oficiales, más que nada de simulación. Vestía mucho el título del puesto relativo a la atención de los derechos humanos, pero el resultado fue escaso. Es teniendo en la memoria aquellas lamentables inercias del pasado que hoy se aplaude el compromiso presidencial de redefinir metas y protocolos de trabajo en la materia.

Para ello se confió en Alejandro Encinas nombrándolo subsecretario de Gobernación. Es funcionario de gran prestigio, sensibilidad y experiencia. De tres años de trabajo en favor de derechos humanos, su voz acepta que el rendimiento es aún insuficiente; lo reconoce con integridad que alienta. Como triste logro, ya están a la vista decenas de fosas clandestinas, cientos de cadáveres anónimos y cientos de criminales impunes.

Es posible escribir así porque el subsecretario, con su entereza, lo estimula. Son verdades que se deben revelar pese a lo que demuestran: dolor humano, criminales sin castigo y autoridades federales, estatales y municipales irresponsables.

Se están revelando amargas realidades que describen la magnitud y complejidad de un problema casi abandonado por autoridades anteriores. Sólo aquellos que no han vivido en carne propia los sufrimientos señalados no entenderán los alcances de este drama.

Los ausentes y sus deudos no son simples números; se trata de seres humanos invadidos de dolor e incertidumbre. De cada desaparecido, siempre es esperado su retorno. Es una historia de sufrimiento y esperanza.

Recién ha venido a México el Comité de Naciones Unidas contra las Desapariciones Forzadas, ante el que Alejandro Encinas, después de informar de logros e insatisfacciones, explicó que “se está construyendo un nuevo paradigma en materia de las políticas públicas y de las responsabilidades del Estado para enfrentar esta crisis, que no hemos podido superar pero que estamos empeñados en que el Estado mexicano cumpla con su responsabilidad”.

Ojalá que las tan reiteradas noticias sobre crímenes de este orden sigan alertando a la comunidad. Ojalá que las informaciones amargas no insensibilicen a quien las conozca, lo que sería terrible para la armonía humana. Ojalá no se genere un sentimiento de normalización ante el fenómeno, lo que significaría renunciar a valores humanitarios esenciales. Ojalá no perdamos respeto por quien sufre ni perdamos la esperanza de alivio.

Tomado de: La Jornada

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De violencia doméstica a violencias machistas: la importancia de los conceptos

Por María de los Ángeles Fernández & Andrea Liba

La fortaleza del movimiento feminista no está solo presente en las calles. Poco a poco, los reclamos colectivos van configurando cambios sociales que llegan a tener impactos legislativos. El ejemplo más claro es el concepto de ‘violencias machistas’, ampliamente aceptado pero que ha supuesto una larga travesía de declaraciones, normas o convenios para definir no solo políticamente qué es la violencia que sufren las mujeres. ¿De qué hablamos cuándo hablamos de violencias machistas?, ¿y de violencia de género?, ¿qué ocultan quienes hablan de violencia familiar?

Este es un recorrido cronológico que esboza un camino que aún se está trazando.

Esposa o hija. Hasta el año 1975, en el Estado español las mujeres ocupaban una posición jurídica de subordinación respecto a los hombres, o se dependía del padre o del marido. Además, la violencia de género en el ámbito de la pareja estuvo permitida y respaldada por la legislación hasta 1978; por ejemplo, se eximía de responsabilidad al varón que asesinaba a su esposa por “adulterio”. Y no fue hasta 1989 cuando empezó a castigarse la conducta violenta en el ámbito familiar.

Es en la década de los 90 cuando, en el marco de Naciones Unidas, se habla de la violencia explícita que sufren las mujeres, aunque la noción llevaba dos décadas de desarrollo. En 1974 la palabra “femicidio” fue usada por Carol Orlock y dos años después Diana Russell la pronunció ante 2.000 personas, en el Primer Tribunal Internacional de Crímenes contra Mujeres, en Bruselas. En 1994, Russell, junto con Jull Radfor, publicó el libro Femicidio: La política del asesinato de mujeres. Las activistas feministas impulsaron los cambios institucionales y legislativos.

La Declaración sobre la eliminación de la violencia contra la mujer, de 1993, constituye, en el marco de la ONU, el primer instrumento internacional que abordó de forma explícita la violencia contra las mujeres, estableciendo un contexto para la acción nacional e internacional. Esta declaración define la violencia contra las mujeres como todo acto de violencia que tenga o pueda tener como resultado un daño o sufrimiento físico, sexual o psicológico para la mujer, así como las amenazas, la coacción o la privación arbitraria de la libertad, tanto si se producen en la vida pública como en la vida privada. Hasta entonces, términos que obviaban la estructura de poder patriarcal y machista, como crimen pasional o violencia conyugal, eran aceptados de manera mayoritaria.

En 1995, la Organización de Naciones Unidas, en la IV Conferencia Mundial, reconoció que la violencia contra las mujeres es un obstáculo para lograr los objetivos de igualdad, desarrollo y paz, y que viola y menoscaba el disfrute de los derechos humanos y las libertades fundamentales. Además, la subrayó como una manifestación de las relaciones de poder históricamente desiguales entre mujeres y hombres. También ese año, la Cuarta Conferencia mundial sobre la mujer y la aprobada Declaración y plataforma de acción de Beijing aportaron todo un marco de análisis y de propuestas consensuado internacionalmente, vigentes 25 años después.

En el Estado español, el asesinato de Ana Orantes en 1997 fue sin duda un antes y un después en cómo la sociedad percibía la violencia machista, aunque todavía no se llamara así. Pero en realidad no fue hasta 2004 cuando hubo un verdadero cambio de paradigma. Hasta entonces las agresiones a mujeres se contemplaban como agresiones en el ámbito doméstico, por lo que quedaban diluidas en otro tipo de violencias que ocurren en este espacio: eran catalogadas como algo que sucede en el ámbito privado, dejando de lado su importancia como problema político y social. En 1998, la Fiscalía General del Estado dictó una circular que recogía un concepto amplio de violencia doméstica, incluyendo las acciones u omisiones, penalmente sancionables, cuando se cometen por un miembro de la familia contra otro que convive en el mismo domicilio. Por tanto, únicamente se hacía referencia a los malos tratos producidos entre personas que comparten casa.

Los límites de la legislación vigente

La Ley de medidas de protección integral contra la violencia de género, de 2004, ofrece protección a las mujeres que sufren malos tratos y violencia (física y psicológica, así como las agresiones a la libertad sexual, las amenazas, las coacciones o la privación arbitraria de la libertad) por parte de sus parejas y exparejas. Más allá del camino legislativo abierto, con juzgados especializados incluso, la norma sirvió también como herramienta de sensibilización social y de educación en materia de igualdad. Desde 2014, se consideran también víctimas de violencia de género los hijos e hijas menores de edad de las mujeres que sufren este tipo de violencia.

Aunque en su momento fue muy aplaudida, la ley vigente se queda corta a la hora determinar qué mujeres sufren violencia o son asesinadas por el hecho de ser mujeres. “Esta decisión política ha contribuido a que la sociedad tienda a identificar como violencia de género solo la que ocurre en la pareja y que no acabe de situar su origen en la desigualdad y la dominación masculina”, recoge el artículo ‘¿Empezamos a hablar de feminicidio en el Estado español?’, publicado en Pikara Magazine en 2015. Por eso, las estadísticas oficiales de asesinadas son cortas y no reflejan la verdadera dimensión de este tipo de violencia.

La ONG Mugarik Gabe ha trabajado ampliamente en torno a la conceptualización de las violencias machistas. En su informe ‘Una vida sin violencias machistas: una apuesta de Mugarik Gabe’ este colectivo recoge que la “violencia de género” alude a las desigualdades explicitadas por el sistema sexo-género y las relaciones de poder como causa. En cambio, recoge el documento, “hay quien opina que este concepto es difuso y poco comprensible y optan por ‘violencia machista’, porque además de a las causas detalla responsabilidades”. De hecho, Mugarik Gabe defiende el uso de “violencias machistas” porque destaca las causas de manera clara y comprensible, y porque el uso del plural visibiliza la diversidad de formas en las que se expresa este tipo de violencia, que va desde expresiones sutiles hasta otras extremas.

Carácter específico y diferenciado

“Las violencias ejercidas contra las mujeres han sido denominadas con diferentes términos: violencia sexista, violencia patriarcal, violencia viril o violencia de género, entre otros. En todos los casos la terminología indica que se trata de un fenómeno con características diferentes de otras formas de violencia. Es una violencia que sufren las mujeres por el mero hecho de serlo, en el marco de unas relaciones de poder desiguales entre mujeres y hombres. La presente ley reconoce el carácter específico y diferenciado de esta violencia y también la necesidad de profundizar en los derechos de las mujeres para incluir las necesidades que tienen en el espacio social”, recoge por su parte la Ley del derecho de las mujeres a erradicar la violencia machista, aprobada en 2008 en Catalunya y que sirve, según indica en su preámbulo, para el reconocimiento del papel histórico y pionero de los movimientos feministas.

Esta legislación autonómica opta por la expresión violencia machista, “porque el machismo es el concepto que de forma más general define las conductas de dominio, control y abuso de poder de los hombres sobre las mujeres y que, a su vez, ha impuesto un modelo de masculinidad que todavía es valorado por una parte de la sociedad como superior. La violencia contra las mujeres es la expresión más grave y devastadora de esta cultura, que no solo destruye vidas, sino que impide el desarrollo de los derechos, la igualdad de oportunidades y las libertades de las mujeres”.

Volviendo a la ley estatal, no contempla ciertos tipos de agresiones que se deberían tener en cuenta para cumplir con el Convenio de Estambul, ratificado en 2014 por el Estado español, como los matrimonios forzosos, las mutilaciones genitales, la trata, la esterilización forzosa o el acoso sexual, entre otras. De hecho, aunque el Código Penal los recoge, estos delitos no están tipificados ni como violencia de género ni como violencia machista.

Tras las masivas movilizaciones contra la violencia que sufren las mujeres celebradas el 7 de noviembre de 2015, y tras la huelga de hambre de varias activistas en la madrileña Puerta del Sol, en febrero de 2017, las diferentes fuerzas políticas con representación parlamentaria entonces se vieron obligadas a atender la cuestión y los reclamos del movimiento feminista. Así, el Pacto de Estado contra la violencia de género, suscrito en 2017, busca solucionar esta carencia legislativa y amplía el concepto de violencia machista.

El eje ocho, de la decena que tiene el Pacto, recoge el compromiso para “la visualización y atención de otras formas de violencia contra las mujeres, prestando especial atención a la violencia sexual, a la trata de mujeres y niñas con fines de explotación sexual, a la mutilación genital femenina y a los matrimonios forzados. De conformidad con el Convenio del Consejo de Europa para prevenir y combatir la violencia contra la mujer y la violencia doméstica (Convenio de Estambul), de 2011, se incluirán todos los actos de violencia basados en el género que impliquen o puedan implicar para las mujeres daños o sufrimientos de naturaleza física, sexual, psicológica o económica, incluidas las amenazas de realizar dichos actos, la coacción o la privación arbitraria de libertad, en la vida pública o privada”. El Pacto también incide en la necesidad de cambios legislativos y jurídicos, incluido el Código Penal.

Ampliando el marco

Aunque el Pacto está lejos de ser aplicado completamente, las necesidades de cambios legislativos reclamados por el movimiento feminista no cesan. Por ejemplo, la ley catalana de 2008 va a ser modificada y la propuesta es introducir conceptos clave como violencias digitales, consentimiento sexual, violencia institucional e interseccionalidad. “Amplía las violencias en el ámbito social y comunitario, las formas de violencias machistas y la formación de profesionales; y supone un punto importante de inflexión también en el reconocimiento a las disidencias de género y la incorporación de la violencia institucional”, se recoge en el reportaje ‘Violencia de género, los debates que vienen’, publicado en Pikara Magazine, en marzo de 2020, en el que también se hace mención a que “hay que ampliar el sujeto de la ley de violencias machistas, porque se ha visto que la violencia machista es algo que no solo afecta a las mujeres cis”, como dice una de las impulsoras de la modificación legislativa.

También en marzo de 2020, el Ministerio de Igualdad lanzó el Anteproyecto de ley orgánica de garantía integral de la libertad sexual, que propone reformas en el Código Penal. Porque si hablamos de violencia sexual hablamos de violencias machistas. Entre otras medidas novedosas, de aprobarse esta ley el acoso callejero se consideraría delito.

Las modificaciones legislativas propuestas, como ha explicado la catedrática de Derecho Penal en la Universidad de A Coruña Patricia Faraldo, no tienen solo una función punitiva, sino educativa y social, al trasladar un mensaje a la sociedad de lo que se considera intolerable. Esta función social, de reeducación, también es clave para la abogada Laia Serra, quien en el caso concreto del consentimiento en las relaciones sexuales considera que “la gente tiene que incorporarlo en sus conversaciones, en la manera de relacionarse, en el ámbito educativo, en el ámbito sanitario, en el ámbito de ocio. La gente tiene que entender que, si no hay un sí, es un no. Y, en el ámbito legal, esto va a determinar que, para delimitar cuándo hay delito y cuándo no, se tiene que interpretar la situación de acuerdo con este parámetro”.

Otros conceptos

En Política sexual, Kate Millet escribe: “No estamos acostumbrados a asociar el patriarcado con la fuerza. Su sistema socializador es tan perfecto, la aceptación general de sus valores tan firme y su historia en la sociedad humana tan larga y universal, que apenas necesita el respaldo de la violencia. (…) Al igual que otras ideologías dominantes, tales como el racismo y el colonialismo, la sociedad patriarcal ejercería un control insuficiente, e incluso ineficaz, de no contar con el apoyo de la fuerza, que no solo constituye una medida de emergencia, sino también un instrumento de intimidación constante”.

Acoso callejero, violencia digital, trata…. Las violencias machistas no tienen una única expresión y no son hechos aislados. Mugarik Gabe menciona el concepto de “continuum”, una continuidad en el uso de la violencia como un mecanismo de control, y recuerda la conexión entre las distintas violencias contra las mujeres, desde las que se dan en el ámbito de las parejas heterosexuales hasta, por ejemplo, la violencia del Estado o la que sucede en los conflictos armados. En su informe, la ONG describe también algunos tipos de violencia (física, psicológica, económica, social o sexual), y hace hincapié sobre todo en la “violencia estructural” que, apunta, es aplicable en aquellas situaciones en las que se produce daño en la satisfacción de las necesidades humanas básicas y surge de los sistemas políticos, económicos y sociales dominantes que niegan los beneficios y el acceso a una vida digna a un gran número de personas. “Se da una violencia estructural contra las mujeres que mantiene el sistema de dominación patriarcal, reproduciéndose en todas las estructuras políticas, económicas, sociales y culturales”, apunta este colectivo.

Las estructuras, por tanto, no se modifican con una ley o un debate parlamentario. Por eso, Laia Serra insiste en que “no tiene sentido que destinemos toda la energía a promulgar solo leyes de violencia machista cuando hay muchas otras leyes que tienen incidencia directa en los derechos de las mujeres y son fuente directa de violencia”, como, por ejemplo, la ley de extranjería o la ley mordaza. Y añade: “Se tendría que incorporar a partir de ahora el impacto de género en la promulgación de cualquier ley, sea del ámbito que sea, y revisar las leyes existentes que son fuente de violencia y de recorte de libertades de las mujeres”.

Tomado de: Pikara Magazine

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A 150 años del fusilamiento de los 8 estudiantes de Medicina

Fotograma del filme cubano Inocencia (Alejandro Gil, 2018) que aborda este dramático pasaje

Por Jorge Wejebe Cobo @wejebecobo

En la tarde habanera del 27 de noviembre de 1871, voluntarios españoles se agolpaban en La Habana, a la entrada del canal de la Bahía, para contemplar el fusilamiento de ocho jóvenes cubanos estudiantes de Medicina, ejecutados por un presunto delito.

Nada parecía augurar la tragedia tres días antes, el 24 de noviembre, entre los alumnos del primer curso de Medicina que esperaban una clase en el Anfiteatro Anatómico próximo al cementerio de Espada. Al demorarse el profesor, algunos deambularon por la zona y otros entraron en el cementerio, pasearon por su interior, montaron en un carro utilizado para trasladar cadáveres y uno de ellos, de 16 años, llamado Alonso Álvarez de la Campa, tomó una flor que estaba delante de las oficinas del campo santo.

Esos insignificantes acontecimientos fueron suficientes para que un vigilante o jardinero del lugar, molesto por la afectación de sus siembras, hiciera una falsa acusación al gobernador político Dionisio López Roberts, por la conjeturada profanación de la tumba del periodista Gonzalo Castañón, acérrimo integrista y recientemente muerto en un encuentro a tiros con un patriota en EE.UU.

Tamaña mentira provocó el brutal sentimiento anticubano de los sectores integristas habaneros más reaccionarios, representados en las fuerzas de voluntarios que solo necesitaban el menor pretexto para imponer el terror y la muerte en la capital, como venganza por las victorias del Ejército Libertador en los territorios orientales y centrales del país, a pesar de la ofensiva colonial.

En consecuencia, fueron detenidos 45 implicados, juzgados en las primeras horas del 27 y solo fueron condenados a benignas penas, lo que produjo prácticamente un alzamiento del cuerpo de voluntarios de la ciudad que se agruparon frente al Palacio de los Capitanes Generales y exigieron que corriera la sangre de los jóvenes, lo cual conllevó a un segundo Consejo de Guerra el propio día 27.

El Consejo estableció la cifra de ocho jóvenes a ejecutar: Alonso Álvarez de la Campa y Gamba, 16 años; Anacleto Bermúdez y Piñera, 20 años; José de Marcos y Medina, 20 años; Ángel Laborde y Perera, 17 años; y Juan Pascual Rodríguez y Pérez, 21 años.

Para mancha eterna de la justicia colonial española, los tres restantes condenados a la pena de muerte se escogieron al azar entre el resto de los presos, Carlos de la Torre y Madrigal, 20 años; Eladio González y Toledo, 20 años; y Carlos Verdugo y Martínez, 17 años, quien el día de los hechos se encontraba en su hogar en Matanzas, y otros fueron condenados a penas de cárcel.

A pesar de los 150 años transcurridos todavía impresiona el ensañamiento que el colonialismo español demostró en el crimen contra los ocho estudiantes, que eran inocentes a los cargos que se les imputaron como el de supuesta profanación que no conllevaba la pena capital, como demostró en la propia década de 1880, Fermín Valdés Domínguez sobreviviente de estos hechos que obtuvo el reconocimiento del hijo de Gonzalo Castañón de que la tumba de su padre nunca fue profanada.

José Martí, quien se enfrentó a esos mismos bárbaros que lo enviaron al presidio político por sus convicciones patrióticas, ese mismo año de 1871 salió de La Habana hacia España, como deportado cerca de cumplir 18 años y al conocer del horrendo crimen escribió su poema ¨A mis hermanos muertos el 27 de noviembre de 1871 ¨ en el que en una de sus estrofas proclama el fracaso de la tiranía contra la inmortalidad de sus víctimas.

¡Déspota, mira aquí cómo tu ciego,

anhelo ansioso contra ti conspira:

mira tu afán y tu impotencia, y luego

ese cadáver que venciste mira,

que murió con un himno en la garganta,

que entre tus brazos mutilado expira

y en brazos de la gloria se levanta!

Tomado de: Agencia Cubana de Noticias

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