Textos prestados

Masacre que no se filtra, no existe

Alepo, Siria. Foto: Natalia Sancha (España)

Por Jorge Majfud

“Si las guerras pueden comenzar con mentiras, la paz bien puede comenzar con la verdad”. Julian Assange.

El 8 de marzo de 2019, los analistas de un comando militar estadounidense localizado en la millonaria península de Catar, se encontraban observando una calle de un pueblo pobre en Siria a través de imágenes de alta definición captadas por un dron inteligente. En la conversación que quedó grabada, los analistas reconocieron que la multitud estaba compuesta mayormente por niños y mujeres. A un costado, un hombre portaba un arma, pero todo parecía desarrollarse de forma tranquila. Hasta que una bomba de 220 kilogramos fue arrojada desde un poderoso F-15E, justo sobre la multitud. Doce minutos más tarde, cuando los sobrevivientes de la primera bomba comenzaban a correr o a arrastrarse, el mismo avión arrojó dos bombas más, esta vez de una tonelada de explosivos cada una y a un costo de un millón de dólares por explosión.

A 1870 kilómetros, en el Centro de Operaciones Aéreas Combinadas del ejército estadounidense en la base de Al Udeid en Catar, los oficiales observaron la masacre en vivo. Alguien en la sala preguntó, sorprendido, de dónde había partido la orden.

Al día siguiente, los observadores civiles que llegaron al área encontraron casi un centenar de cuerpos destrozados de niños y mujeres. La organización de derechos humanos Raqqa Is Being Slaughtered publicó algunas fotos de los cuerpos, pero las imágenes satelitales sólo mostraron que donde cuatro días atrás había un barrio modesto sobre el río Eufrates y en un área bajo el control de la “coalición democrática”, ahora no quedaba nada. La Oficina de Investigaciones Especiales de la Fuerza Aérea de estados Unidos se negó a explicar el misterio.

Luego se supo que la orden del bombardeo había procedido de un grupo especial llamado “Task Force 9”, el cual solía operar en Siria sin esperar confirmaciones del comando. El abogado de la Fuerza Aérea, teniente coronel Dean W. Korsak, informó que muy probablemente se había tratado de un “crimen de guerra”. Al no encontrar eco entre sus colegas, el coronel Korsak filtró la información secreta y las medidas de encubrimiento de los hechos a un comité del Senado estadounidense, reconociendo que, al hacerlo, se estaba “poniendo en un serio riesgo de represalia militar”. Según Korsak, sus superiores se negaron a cualquier investigación. “La investigación sobre los bombardeos había muerto antes de iniciarse”, escribió. “Mi supervisor se negó a discutir el asunto conmigo”.

Cuando el New York Times realizó una investigación sobre los hechos y la envió al comando de la Fuerza Aérea, éste confirmó los hechos pero se justificó afirmando que habían sido ataques necesarios. El gobierno del presidente Trump se refirió a la guerra aérea contra el Estado Islámico en Siria como la campaña de bombardeo más precisa y humana de la historia.

El 13 de noviembre el New York Times publicó su extensa investigación sobre el bombardeo de Baghuz. De la misma forma que esta masacre no fue reportada ni alcanzó la indignación de la gran prensa mundial, así también será olvidada como fueron olvidadas otras masacres de las fuerzas de la libertad y la civilización en países lejanos.

El mismo diario recordó que el ejército admitió la matanza de diez civiles inocentes (siete de ellos niños) el 10 de agosto en Kabul, Afganistán, pero este tipo de reconocimiento público es algo inusual. Más a menudo, las muertes de civiles no se cuentan incluso en informes clasificados. Casi mil ataques alcanzaron objetivos en Siria e Irak solo en 2019, utilizando 4.729 bombas. Sin embargo, el recuento oficial de civiles muertos por parte del ejército durante todo el año es de solo 22. En cinco años, se reportaron 35.000 ataques pero, por ejemplo, los bombardeos del 18 de marzo que costaron la vida a casi un centenar de inocentes no aparecen por ninguna parte.

En estos ataques, varias ciudades sirias, incluida la capital regional, Raqqa, quedaron reducidas escombros. Las organizaciones de derechos humanos informaron que la coalición causó miles de muertes de civiles durante la guerra, pero en los informes oficiales y en la prensa influyente del mundo no se encuentran, salvo excepciones como el de este informe del NYT. Mucho menos en los informes militares que evalúan e investigan sus propias acciones.

Según el NYT del 13 de noviembre, la CIA informó que las acciones se realizaban con pleno conocimiento de que los bombardeos podrían matar personas, descubrimiento que podría hacerlos merecedores del próximo Premio Nobel de Física.

En Baghuz se libró una de las últimas batallas contra el dominio territorial de ISIS, otro grupo surgido del caos promovido por Washington en Medio Oriente, en este caso, a partir de la invasión a Irak lanzada en 2003 por la santísima trinidad Bush-Blair-Aznar y en base a las ya célebres mentiras que luego vendieron como errores de inteligencia. Guerra que dejó más de un millón de muertos como si nada.

Desde entonces, cada vez que se sabe de alguna matanza de las fuerzas civilizadoras, es por alguna filtración. Basta con recordar otra investigación, la del USA Today que hace dos años reveló los hechos acontecidos en Afganistán el 22 de agosto de 2008. Luego del bombardeo de Azizabad, los oficiales del ejército estadounidense (incluido Oliver North, convicto y perdonado por mentirle al Congreso en el escándalo Irán-Contras) informaron que todo había salido a la perfección, que la aldea los había recibido con aplausos, que se había matado a un líder talibán y que los daños colaterales habían sido mínimos. No se informó que habían los habían recibido a pedradas, que habían muerto decenas de personas, entre ellos 60 niños. Un detalle.

Mientras tanto, Julian Assange continúa secuestrado por cometer el delito de informar sobre crímenes de guerra semejantes. Mientras tanto los semidioses continúan decidiendo desde el cielo quiénes viven y quiénes mueren, ya sea desde drones inteligentes o por su policía ideológica, la CIA. Este mismo mes, la respetable cadena de radio estatal de Estados Unidos, NPR (no puedo decir lo mismo de la mafia de las grandes cadenas privadas), ha reportado que hace un año la CIA debatió entre matar o secuestrar a Julian Assange.

La conveniente, cobarde y recurrente justificación de que estos ataques se tratan de actos de “defensa propia” es una broma de muy mal gusto. No existe ningún acto de defensa propia cuando un país está ocupando otro país y bombardeando inocentes que luego son etiquetados como “efectos colaterales”.

Está de más decir que ninguna investigación culminará nunca con una condena efectiva a los responsables de semejantes atrocidades que nunca conmueve a las almas religiosas. Si así ocurriese, sólo sería cuestión de esperar un perdón presidencial, como cada mes de noviembre, para Acción de Gracias, el presidente estadounidense perdona a un pavo blanco, justo en medio de una masacre de millones de pavos negros.

Nadie sabe y seguramente nadie sabrá nunca los nombres de los responsables de esta masacre. Lo que sí sabemos es que en unos años volverán a su país y lucirán orgullosas medallas en el pecho que sólo ellos saben qué significa. Sabemos, también, que al verlas muchos patriotas les agradecerán “por luchar por nuestra libertad” y les darán las gracias “por su sacrificio protegiendo este país”. Muchos de estos agradecidos patriotas son los mismos que flamean la bandera de la Confederación en sus 4×4, el único grupo que estuvo a punto de destruir la existencia de este país en el siglo XIX para mantener “la sagrada institución de la esclavitud”.

Tradición que nunca murió. Sólo cambió de forma.

Tomado de: América Latina en movimiento

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Algunas esencias de La Habana

Hermosos vitrales de La Habana

Por Ricardo Machado Jardo*

Sincrética y ecléctica, la capital cubana es un mosaico cultural; tan colorida y diversa como sus barrios y sus tradiciones heredadas. Con certeza, significa para cada uno algo diferente, siendo resultado de las experiencias en ella vividas.

Nacer, vivir o conocer La Habana es una experiencia única. La capital de nuestro país llega a su aniversario 502, y no hay mejor manera para homenajearla que recorrer esos espacios excepcionales que en ella, a lo largo de su historia, se han creado.

Si existe un lugar que es sinónimo de La Habana, o al menos se constituye como una de sus imágenes icónicas, ese el Malecón. Y si bien muchas ciudades en Cuba y el mundo tienen avenidas y paseos marítimos, incluso semejantes, el Malecón Habanero es irrepetible y parte del gen capitalino. No obstante, este fue un lugar prohibido y sin uso hasta hace solo un poco más de una centuria.

Aunque hubo proyectos para la construcción de un paseo marítimo, como el del ingeniero Francisco de Albear y Lara, no fue hasta inicios del siglo XX que iniciarían las obras. Desde la entrada del canal de la bahía y hacia el río Almendares se fue edificando, poco a poco, y manteniendo las características del muro y la misma anchura. De igual modo, muy buenos ejemplos de la arquitectura de esos años se construyeron en la zona: entre los inmuebles de diversas tipologías tenemos el edificio de las Cariátides, la casa de la familia Sarrá y el edificio Girón; también casos únicos como el edificio de los sarcófagos y el Castillo de Marina.

Este borde es el espacio público más entrañable de la ciudad. A él lo mismo se va a meditar y a realizar ejercicios, que a enamorarse y reflexionar mirando la inmensidad del mar; igual se va a llorar una pena que a celebrar; es, también, el lugar para que los intrépidos se bañen en el verano y para que cacen olas durante la entrada de los nortes, cuando la naturaleza pide que se le devuelva lo que era suyo.

Otro de los elementos únicos de La Habana son sus calles: más que vías de circulación de vehículos y transeúntes, la calle habanera — y fundamentalmente en las zonas más antiguas de la ciudad — es una extensión de la vivienda, un espacio para múltiples funciones. Desde el juego de niños a la pelota, las cuatro esquinas, las bolas, los escondidos o cogidos, el lugar donde «mecaniquear» un automóvil o poner una mesa para jugar dominó por horas.

En tanto, los quicios de las puertas se convierten en bancos para sentarse, conversar y sociabilizar a cualquier hora del día y la noche. Habaneras y habaneros asumen la ciudad y sus calles como una extensión de su ser; quizás por ello, y por la estrechez de sus aceras —e influenciados por el deterioro de no pocas de ellas—, no es el vehículo el dueño y señor de este espacio, sino el peatón, que disputa de igual a igual la calle.

También, son únicos en la «ciudad maravilla» los portales de las principales avenidas, pensados para que el transeúnte camine sin problemas por estas arterias, protegiéndolo de la lluvia o del sol. Estas estructuras nacieron con las primeras leyes urbanas dictadas en la otrora Villa de San Cristóbal y luego, al crecer el núcleo inicial, se extenderían sumando más de 30 kilómetros a la urbe. Dichos portales corridos y públicos, no solo estarían en zonas compactas sino, de igual modo, en avenidas como Reina, Paseo del Prado, Monte, la Calzada del Cerro, Primelles y la Calzada de Luyanó.

Las columnas tomarán un rol protagónico en los portales, sumando diferentes estilos arquitectónicos: clásicas (dóricas, jónicas, corintias, toscanas y compuestas), Art Nouveau, Art Déco y modernas. Junto a las pilastras adosadas a las fachadas, marcan parte del ritmo citadino (y el juego de luces y sombras que provocan crea una variedad de paisajes urbanos inimaginables), regalando inspiración a poetas, cantores y pintores, ganándole a la urbe otro de sus epítetos: La Ciudad de las Columnas, como la definiera el escritor Alejo Carpentier.

Sin embargo, esta Habana que celebramos hoy no es una sola, son muchas Habanas que van entrecruzando imaginarios y tradiciones hasta conformar una narrativa identitaria plural que nunca logra dejarnos impasibles: en ella confluye la ciudad antigua, esa que conoció la vida murallas adentro, y que nos lega sus plazas irregulares, sus calles estrechas y un trazado ligeramente sinuoso; que se engalana con edificios coloniales — algunos restaurados, y otros esperando salir de su largo letargo — , balcones y guardavecinos de hierro, vitrales de mediopunto, y patios de galerías.

Y parte de esta Habana es también el Vedado, que sentaría bases para futuras urbanizaciones de la ciudad y otras zonas de Cuba: reparto decimonónico, con sus calles rectas de cien metros de largo, sus parterres, jardines y portales. Una urbanización con más de un siglo, pero que sigue siendo un referente de modernidad, y donde coexisten desde casas de madera hasta lo más adelantado de la arquitectura cubana.

Mientras, con calles más anchas —y rectas— y viviendas medianeras eclécticas, Centro Habana sirve de tránsito entre la zona vieja y el Vedado. Otra Habana es la del Cerro, fecunda en casas quintas, así como en industrias y almacenes nacidos por la existencia de la Zanja Real y los sucesivos acueductos.

Miramar, al otro lado del río Almendares y en apariencia similar al Vedado, cierra sus calles a la salida al mar; asentada en la zona de Cubanacán, donde la vegetación tropical marca el paisaje, oculta grandes obras de nuestra arquitectura nacional más genuina.

Del otro lado de la rada habanera está Casablanca, trepada en una colina se aferra a no perder ese vínculo con la vida portuaria. Cercana a ella, Regla con su orgullo, sus casas coloniales, sus industrias y su sincretismo, mirando la entrada de la Bahía. Y Guanabacoa, que fuera otra villa junto a San Cristóbal, ya es parte de la ciudad: con sus iglesias y conventos, su música y el aporte de sus hijos e hijas a la cultura citadina.

Parte del ADN de la urbe es La Habana moderna de la segunda mitad del siglo XX: la de los edificios de viviendas prefabricados que se extienden a lo largo del litoral. En esta ciudad hecha de ciudades, como pocas de América, uno puede salir a caminar y reconocer su historia de más de cinco siglos a través de la evolución urbana y arquitectónica.

Sincrética y ecléctica, la capital cubana es un mosaico cultural; tan colorida y diversa como sus barrios y sus tradiciones heredadas. Con certeza, significa para cada uno algo diferente, siendo resultado de las experiencias en ella vividas. Para mí, el cañonazo de las nueve es el sonido que define a La Habana; y su color es el azul, el mismo del cielo y el mar que la circunda y la adorna.

¿Una imagen? Las de las olas rompiendo en la explanada de La Punta o ante la roca del Morro, pues son la constante lucha entre la naturaleza y la urbe por mantenerse y perdurar en el tiempo.

*El autor es Profesor Asistente en la Facultad de Arquitectura de la Universidad Tecnológica de La Habana «José Antonio Echeverría» (Cujae) y docente de la carrera Preservación y Gestión del Patrimonio Cultural, en el Colegio Universitario San Gerónimo de La Habana.

Tomado de: Revista Alma Mater

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Del relato oral al microchip: memoria natural y artificial

Por José Rivera Guadarrama @JoseRivegua

Los asombrosos avances tecnológicos de nuestro tiempo generan una enorme variedad de reflexiones sobre los alcances naturales de nuestras capacidades innatas. Este artículo versa sobre una de esas capacidades, la memoria, ante los dispositivos externos para almacenar información. ¿Será que lo mismo ocurrirá con la experiencia?

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La memoria, esa inquietante función cerebral que parecía exclusiva de algunos seres vivos, increíble en cuanto a su actividad, está adquiriendo otras formas de almacenamiento. Durante siglos, ejercitarla había sido parte fundamental para el perfeccionamiento de los saberes humanos. Sin embargo, a estas alturas de la historia, las formas de acumulación ya no sólo están depositadas en el cerebro, ahora contamos con dispositivos artificiales digitales con enormes capacidades de retención y procesamiento de datos. Así, el almacenamiento digital de información es la actual forma de memoria y, al mismo tiempo, una de las más inquietantes.

En la Antigüedad se considera que el inventor del arte de la memoria fue el poeta griego Simónides de Ceos, siglo IV aC, aunque esto pueda resultar controversial. La anécdota es que, luego de haber recitado un poema en una especie de banquete, tuvo que salir de aquel sitio. Una vez fuera se desplomó el techo del recinto, aplastando a todos los invitados. Fue tal el destrozo que los cadáveres quedaron irreconocibles. Pero Simónides, quien salió ileso, recordaba los lugares en los que habían estado sentados cada uno de ellos y, por eso, fue capaz de indicar a los familiares de los deudos cuáles eran sus muertos (Yates, 2005).

Para adquirir una buena memoria era indispensable lograr una disposición ordenada de imágenes, de situaciones o de los elementos que debían intervenir para esos propósitos, incluida la secuencialidad que involucra esta actividad cerebral. De manera que las sociedades sin papel, sin fotografías, sin grabadoras de ningún tipo, dependían de la memorización y la fortalecían con manuales o ejercicios repetitivos. Incluso, mucho tiempo antes de que se utilizara la escritura como principal forma de comunicación, el adiestramiento de la memoria era fundamental. De ahí que la retórica fuera considerada como una de las artes más representativas dentro de esa actividad. Mediante ella, se priorizaba el uso de lenguajes cifrados para almacenar la mayor cantidad de recuerdos, utilizando objetos que pudieran funcionar como depósitos de símbolos. Así, los discursos eran construidos mediante secuencias espaciales; se recurría a imágenes cautivadoras o capaces de perturbar al público mediante yuxtaposiciones de figuras dramáticas. Para lograrlo, el orador debía colocar las imágenes inquietantes en los distintos espacios de su esquema mental. A partir de eso, lograba trazar el recorrido en su mente e iba desplegando dichas etapas frente al público.

El no-lugar de la memoria

Más adelante, en la Edad Media, esta práctica también ocupó un lugar central, sobre todo impulsado por los escolásticos. Durante el Renacimiento, su uso estuvo relacionado con la imaginería medieval del conjunto del arte, junto a la arquitectura y los grandes monumentos literarios. Sin embargo, aun con todas aquellas actividades, incluyendo los innumerables ejercicios que han existido, nuestra memoria tiene fallas. Se equivoca. Olvida. Confunde. Agustín de Hipona decía que se puede recorrer la memoria como si de un laberinto se tratara. Pero, al intentar describirla o fundamentarla, descubría que era más compleja: “¿y por qué ando buscando el lugar en que moras, como si ahí dentro hubiese lugares? No hay lugar alguno. Vamos hacia adelante y hacia atrás y no hay lugar”. No hay en dónde situarla. Tampoco se puede explicar a sí misma. Es compleja.

Se dice, además, que el orador Marco Anneo Séneca era capaz de repetir dos mil nombres en el mismo orden en que se le habían dicho, incluida la capacidad de recitar grandes cantidades de versos invirtiendo su orden, es decir, del último al primero. La Ilíada, antes de ser escrita por Homero, era recitada de memoria. Previo a esta versión, existieron otras antes de la de este autor. También Don Quijote juega con los conceptos de memoria; las primeras palabras aluden al nombre de un lugar en específico, pero que al mismo tiempo el autor prefiere no recordar. Es, quizá, una desmemoria intencionada. Una especie de docta ignorantia a la manera de Nicolás de Cusa.

La pérdida de memoria del camino que lleva de regreso a casa también genera angustia. Como ejemplo está el cuento Hansel y Grettel, de los hermanos Grimm. Por su parte, Temístocles se negaba a aprender el arte de la memoria diciendo que él prefería el olvido y no el recuerdo.

El nuevo recinto de la memoria

De ese modo llegamos a nuestros tiempos, cuando pasamos de objetos de almacenamiento de conocimiento como la escritura, los grabados o los libros, a instrumentos digitales con enormes capacidades de procesamiento. La memoria externa. El ejemplo más destacado e inquietante dentro de este ámbito es el llamado GPT-3, que están perfeccionando cada vez más en el laboratorio Openai, en Estados Unidos, enfocado a la inteligencia artificial. Se trata de un sistema desarrollado a partir de 2020, y que tiene la capacidad de aprender, memorizar y utilizar el lenguaje humano. No sólo es capaz de escribir tweets y poemas, ahora realiza funciones más complejas a partir de datos previos.

Al inicio, los investigadores crearon al GPT-3 como parte de una propuesta tecnológica conocida como “modelo de lenguaje universal”. Su objetivo era desarrollar una red neuronal que sirviera para predecir la siguiente palabra a partir de analizar la secuencia de letras precedentes. Sin embargo, el prototipo ha superado las expectativas de los investigadores. Esta red neuronal artificial ya está siendo entrenada con grandes bases de datos; incluso puede escribir códigos para computadoras. Además, el GPT-3 realiza tareas para las cuales no había sido diseñado, todo sin cambiarle ningún código, sólo insertando algunos pocos ejemplos referentes a un nuevo tema. Para lograrlo, este sistema obtiene toda la información de los libros y publicaciones especializadas disponibles en millones de páginas de internet. De alguna manera, de ahí obtiene todo el conocimiento. Su memoria es toda la web.

Nosotros, los humanos, desconocemos la capacidad de nuestra mente. No sabemos cuánta cantidad de información podemos almacenar en ella. Y, sobre todo, ignoramos ese procedimiento natural con el que ella misma se desarrolla. En su obra El cerebro y el mito del Yo (2004), Rodolfo Llinás asegura que la función del cerebro, en términos generales, es la de generar la cognición y la emoción humana, a partir del registro sensorial del mundo externo y del estado corporal asistido por las neuronas. Mediante la síntesis de estas dos informaciones se logra la representación interna de la realidad externa y de nuestra corporalidad, mediando las respuestas motoras generadas frente a las demandas del medio.

Otros resultados científicos determinan que nuestro crecimiento cerebral significa que somos organismos prematuros, inmaduros, y que para madurar en lo físico y psicológico necesitamos de una infancia prolongada; es decir, estamos abiertos al aprendizaje y, debido a la plasticidad cerebral, podemos ser parte de todas las formas de experiencia durante toda la vida. Eso explica, de alguna manera, por qué en la Antigüedad y en el Renacimiento, junto con todas las culturas alrededor del mundo, se han admirado las proezas notables de la memoria.

El arte de la memoria

El conocimiento y la forma de preservarlo ha sido una preocupación de todos los tiempos. Desde aquellas comunidades remotas se ha trabajado con las bases materiales disponibles en el momento. Ahora, las formas de almacenamiento de información y conocimiento se extienden más allá de la memoria natural. Esto, sin duda, transformará la forma de ver y hacer toda posterior labor intelectual.

Lo sorprendente de nuestra memoria contemporánea, fluida, integrada, flexible en el manejo de información procesada, no se formó de inmediato. Se manifestó hace casi 60 mil años, cuando el ser humano fue capaz de generar la evolución cultural. Es el resultado de la mente del homo sapiens sapiens, que se ha venido fraguando desde hace más de 3.8 millones de años, de manera que la trama de la película Matrix, así como buena parte de la ciencia ficción, no son simples delirios creativos o imaginarios. Ya es posible el desarrollo e instalación de programas de aprendizaje. En algún momento de la historia podremos, quizá, aprender a partir de programas elaborados que contengan todas las instrucciones, todo sin necesidad de realizar ejercicios de repetición o de asimilación y reduciendo, además, el temor a equivocarnos.

En su obra Lo que las computadoras no pueden hacer (1979), Hubert Dreyfus decía que “el primer hombre en subir a un ár0bol podría decir que ha hecho un progreso tangible para acercarse a la luna”. Lo mismo puede anticiparse con los dispositivos actuales de almacenamiento digital. Son los principios de la memoria externa. O de otra inteligencia, tal vez superior a la nuestra. Con menos riesgo, quizá, de equivocarse. O con la posibilidad de superarnos; el comienzo de un ars memorativa artificial que competirá con la natura.

Tomado de: La Jornada Semanal

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El sistema de dominación múltiple

Por Gilberto Valdés Gutiérrez

*Intervención en el panel «Nuevas expresiones del Capitalismo y Patriarcado en tiempos de pandemia y crisis global», XIV Taller Internacional sobre Paradigmas Emancipatorios, octubre de 2021.

Al destacado educador popular panameño, ya fallecido, Raúl Leis, debemos la noción de sistema de dominación múltiple. Un breve ejercicio de arqueología epistémica y política revelará cómo esta categoría operacional de sistema de dominación múltiple se fue enriqueciendo y actualizando a lo largo de los Talleres Internacionales sobre Paradigmas Emancipatorios convocados cada dos años en La Habana desde 1995.

No se trata de una elaboración analítica pura, académica, del concepto; el énfasis fue puesto en la necesidad de compartir las razones y rasgos de los modos de resistencias y luchas populares, y de los epistemes desde donde se construyen los distintos saberes rebeldes y combativos contra las diversas prácticas de dominio y sujeción. El espíritu de los encuentros sobre paradigmas emancipatorios ha sido el de poner en común los saberes mencionados en tanto saberes solidarios —como los denomina Yohanka León— que acompañan las luchas emancipatorias, libertarias y de reconocimiento, enfrentadas a un sistema de dominio y sujeción múltiple. Esta confluencia de saberes puede interpretarse, también, en el sentido que Boaventura de Sousa utiliza el término traducción.

El nuevo ciclo de luchas y resistencias populares, sindicales, indígenas, afrodescendientes, de las mujeres, que conservaron la vida frente a la dominación neoliberal en los años noventa del pasado siglo, reveló una comprensión más profunda de la dominación; al hacerse visible que la confrontación era no solo frente a los gobiernos neoliberales de turno, sino contra un patrón de dominio y sujeción de más largo alcance.

Che Guevara captó el nexo causal, interno, complejo entre la teoría de la enajenación y la teoría de la revolución en Marx. Comprendió de manera pionera que la lucha emancipatoria no era solo contra la explotación, sino contra todas las manifestaciones de la enajenación humana en el capitalismo.

Algunos críticos del capitalismo coinciden en que hoy estamos en presencia de un tiempo cuantitativo, vacío, homogéneo y abstracto, como efecto de la universalización capitalista y la plena subsunción de la vida por el capital. Se ha impuesto la lógica de la mercantilización absoluta y del consumo —real y simbólico— como sinónimo de felicidad humana. No se trata de rechazar nihilistamente el bienestar, sino de impedir la expropiación del tiempo por el capital, que se ha extendido desde lo laboral a todos los ámbitos de la vida. Acercarnos a un bienestar mesurado que no esté centrado en el consumo impositivo, que no pase por alto la advertencia que nos hizo el joven Marx: «La propiedad privada nos ha hecho tan estúpidos y unilaterales que un objeto es nuestro solamente cuando lo tenemos — cuando existe para nosotros como capital, o cuando es directamente poseído, comido, bebido, usado, habitado, etc., en fin, cuando es usado por nosotros».

Con la categoría de sistema de dominación múltiple podremos visualizar el conjunto de las formas de dominio y sujeción, algunas de las cuales han permanecido invisibilizadas para el pensamiento crítico, y favorecer así el acercamiento entre diversas demandas y prácticas emancipatorias que hoy aparecen contrapuestas o no articuladas; evitar, de esta forma, viejos y nuevos reduccionismos ligados a la predeterminación abstracta de actores sociales a los que se les asignan a priori mesiánicas tareas liberadoras.

El contenido del sistema de dominación múltiple, desde mi punto de vista, abarca las siguientes prácticas:

  • De explotación económica y exclusión social. Vemos aparecer nuevas formas de explotación de las llamadas empresas transnacionales de producción mundial, a la vez que se acentúan las prácticas tradicionales de explotación económica y a esto se agrega la exclusión social que refuerza las primeras.
  • Prácticas de opresión política en el marco de la democracia formal. Lo que se traduce en una política-espectáculo neoliberal; es decir, contaminación visual y «pornografía» política, irrelevancia decisoria del voto ciudadano, vaciamiento de la democracia representativa, corrupción generalizada y clientelismo político, y por último, el secuestro del Estado por las élites de poder.
  • No menos relevante es la discriminación sociocultural étnica, racial, de género, de edades, de opciones sexuales, por diferencias regionales, entre otras.

El ecocidio, etnocidio, feminicidio y genocidio son enfrentados hoy por trabajadores ocupados y no ocupados del campo y la ciudad, excluidos de las redes de reproducción del capital; mujeres, jóvenes e indígenas de nuestro continente que protagonizan las luchas más variadas y creativas contra la recolonización imperial.

La esencia de la categoría sistema de dominación múltiple coincide con la formulación que realiza István Mészáros para caracterizar la civilización del capital:

«El capital —apunta con razón el destacado pensador húngaro— no es simplemente un conjunto de mecanismos económicos, como a menudo se lo conceptualiza, sino un modo multifacético de reproducción metabólica social, que lo abarca todo y que afecta profundamente cada aspecto de la vida, desde lo directamente material y económico hasta las relaciones culturales más mediadas.»

La diversidad articulada puede concebirse, en este sentido, potencialmente, como posibilidad de la multiplicación de los sepultureros de esa reproducción metabólica social.

Helio Gallardo, en uno de nuestros talleres, destacaba las tres niveles o dimensiones del sistema de dominación múltiple. En primer lugar, las tramas o relaciones sociales donde están ancladas las formas de explotación. Otra dimensión está constituida por las instituciones y actores que protagonizan las distintas formas de dominio, como por ejemplo las instituciones financieras del gran capital, los llamados tanques de pensamiento y emporios mediáticos de la derecha internacional. Y, en tercer lugar, las lógicas de dominación que en ocasiones se reproducen total o parcialmente en las propias alternativas emancipatorias.

Al analizar la presunta crisis de los paradigmas, Franz Hinkelammert se pregunta si existe en realidad una pérdida de los criterios universalistas de actuar con capacidad crítica beligerante frente al triunfo del universalismo abstracto propio del capitalismo de cuartel, actualmente transformado en sistema globalizante y homegeneizante. Este sistema, para Hinkelammert, está lejos de ser afectado por la fragmentación. Todo lo contrario: aparece como un bloque unitario ante la dispersión de sus posibles opositores. Su conclusión es que no podemos enfrentar dicho universalismo abstracto mediante otro sistema de universalismo abstracto, sino mediante lo que define como una «respuesta universal», que haga de la fragmentación un proyecto universal alternativo:

«Fragmentarizar el mercado mundial mediante una lógica de lo plural es una condición imprescindible de un proyecto de liberación hoy. No obstante, la fragmentación/pluralización como proyecto implica, ella misma, una respuesta universal. La fragmentación no debe ser fragmentaria. Si lo es, es pura desbandada, es caos y nada más. Además, caería en la misma paradoja del relativismo. Solo se transformará en criterio universal cuando para la propia fragmentación exista un criterio universal. La fragmentación no debe ser fragmentaria. Por eso, esta ‘fragmentación’ es pluralización.»

Para Ana Esther Ceceña, el capitalismo de este nuevo siglo llegó con ímpetus renovados, pero con características diferentes. Se modificaron sus condiciones materiales tanto como sus modos y sentidos. Las materias primas de ayer, pierden hoy relevancia frente a nuevos materiales; las tecnologías invaden nuevos espacios y usan otros caminos; las comunicaciones ocupan todos los ámbitos y descubren formas y vehículos; los sentidos de realidad en su conjunto se transforman y se enajenan a través de nuevos mecanismos. Quizá el elemento más relevante, según esta autora, ha sido el cambio en la idea de la guerra y sus propósitos.

Esta transformación está vinculada con la generalización de la necropolítica neoliberal y subraya que, si hasta ahora hemos estado acostumbrados a medir las guerras por sus ganadores y perdedores, hoy tendremos que adecuarnos a las guerras infinitas. Esas guerras indefinidas que buscan mantener los territorios en situación de guerra, porque ya no son el medio sino el fin. Es la situación de guerra la que proporciona los beneficios: da paso al saqueo, estimula una variedad de negocios —armas, drogas, alimentos, trata de personas, mercenarismo y muchos otros— y permite un control sobre las poblaciones no legitimado, porque se ejerce en condiciones de excepción.

Ceceña propone asumir la noción de dominación de espectro completo, que ha sido la clave de transformación en el arte de la guerra y orienta sus modalidades prácticas. Es un concepto complejo que se actualiza mediante la experiencia cotidiana de la guerra en todos sus distintos escenarios y mediante el estudio del comportamiento humano, e incluso, del de todas las formas de vida que concurren en cada uno de ellos.

Uno de sus aprendizajes, muy evidente en las disputas por la territorialidad en la actualidad, es el de la aplicación simultánea y sin tregua de mecanismos variados que tiendan a confundir y a la vez a producir resultados combinados mientras agotan, en principio, las fuerzas físicas y morales del enemigo y que la autora identifica como avasallamiento, simultaneidad e impunidad.

La significación histórica y epistemológica de la noción de sistema de dominación múltiple radica en la superación del reduccionismo, y la consecuente comprensión de que las luchas contra el poder político del capital están íntimamente vinculadas a la creación, no solo de un nuevo orden político-institucional alternativo al capitalista, sino a la superación histórica de su civilización y su cultura hegemónicas.

Si concordamos en que este orden económico y político hegemónico está ligado íntimamente a una civilización excluyente, patriarcal, discriminatoria y depredadora, que impulsa la cultura de la violencia e impide el propio sentido de la vida humana, habrá que reconocer que la absolutización de un tipo de paradigma de acceso al poder y al saber, centrado en el arquetipo «viril» y «exitoso» de un modelo de hombre racional, adulto, blanco, occidental, desarrollado, homofóbico y burgués —toda una simbología del dominador—, ha dado lugar al ocultamiento de prácticas de dominio que, tanto en la vida cotidiana como en otras dimensiones de la sociedad, perviven al margen de la crítica y la acción liberadoras.

Nos referimos, entre otros temas, a los millones de hombres y mujeres que son expulsados de la producción, el mercado y la política, que sobran por no ser redituables, a la discriminación histórica efectuada sobre los pueblos y las culturas indígenas, los negros, las mujeres, los niños y niñas y otras categorías sociodemográficas que padecen prácticas específicas de dominación. Son expresiones de una civilización excluyente, patriarcal y depredadora que el capital encierra en su pensamiento único. El uruguayo José Luis Rebellato sintetizaba lo que queremos expresar con certeras palabras: «Patriarcado, imperialismo, capitalismo, racismo. Estructuras de dominación y violencia que son destructivas para los ecosistemas vivientes».

Dichas prácticas de dominio, potenciadas en la civilización y la barbarie capitalista, han penetrado en la psiquis y la cultura humanas. No de otra manera se explica la permanencia de patrones de prácticas autoritarias, racistas, sexistas y patriarcales que irradian el tejido social, incluso bajo el manto de discursos «democráticos» o en las propias filas del movimiento anticapitalista.

Podría objetarse que existen discriminaciones y violencias patriarcales y racistas mucho antes de la hegemonía del capital sobre la sociedad, lo cual es absolutamente cierto. Sin embargo, el régimen del capital las potencia y generaliza como nunca antes.

El alto grado de explotación/exclusión, de prácticas de saqueo, de opresión política y de discriminación sociocultural, así como de densidad de enajenación económica, social, política, cultural, mediática común a los modelos de capitalismo neoliberal dependiente en América Latina hace que se reúnan todas las dimensiones y las consecuencias de lo que hemos llamado sistema de dominación múltiple del capital; a saber: la muerte de los sujetos subalternos como «destino» —ya sean pobladores urbanos o rurales, trabajadores ocupados, no ocupados, jubilados o excluidos, indígenas, mujeres, jóvenes, personas LGBT— y la destrucción del entorno ambiental, como efectos sociales, humanos y ecológicos en el Sur periférico de la implementación de las nociones de «crecimiento», «desarrollo» y «competitividad» de la globalización imperialista.

El panorama descrito es interpretado y enfrentado a través de dos planos socio-políticos fundamentales: desde las experiencias autónomas anticapitalistas —emergencias emancipatorias anticapitalistas— que se generan en los territorios, a nivel local, y en el seno de organizaciones, redes y movimientos sociales, por una parte; y a través de las alternativas políticas en las que interviene el sujeto pueblo para avanzar en un nuevo proyecto de país, como está sucediendo durante este siglo en Latinoamérica. Ambas dimensiones están íntimamente entrelazadas, por lo que no deben oponerse como polos dicotómicos de acción social y política. Están en curso diversas iniciativas de las diferentes fuerzas populares para proponer salidas para la crisis, que defiendan los intereses de los trabajadores y de los pueblos en general.

Hoy el gran capital y la crisis actual del capitalismo están generando estrategias nuevas, y ese es el reto del movimiento social ahora: encontrar la nueva perspectiva de lucha común.

Debemos tender puentes entre los distintos tipos de luchas, que se conforman con «velocidades» distintas; unas están ancladas en la lucha por la sobrevivencia desde lo cotidiano y otras vinculadas a procesos de largo aliento. Ninguno de estos tiempos debe estar por encima del otro, hay que ver que la lucha por la autonomía de los sectores populares está ligada en ocasiones a la autodefensa y autosustentación en los territorios ante los embates de las transnacionales y las oligarquías locales y sus megaproyectos, que criminalizan al movimiento popular.

Es ahí donde se deben hacer las cosas de otro modo, de un modo no capitalista, sobre la base de los intercambios de saberes de todo tipo, no solo de técnicas sino a partir de las experiencias empíricas de cómo organizar los emprendimientos colectivos fuera de las relaciones dominantes de mercado, como organización de lo común. Debemos reflexionar sobre estos procesos de resistencia como núcleos de relaciones alternativas.

En síntesis, aparecen formas de auto-organización de la vida, que prefiguran los horizontes de emancipación a que se aspira, énfasis en la autonomía, en la manera de comprender y estar en el mundo, y comunidad/territorio, como entorno al que pertenece y hunde sus raíces y cultura de vida una colectividad. Estas referencias se perciben con mayor potencialidad para encauzar las energías emancipatorias no capitalistas. Ello ocurre en medio de tendencias innovadoras que caracterizan las prácticas de los movimientos sociales populares y que suponen cierta renovación del modo de entender los procesos de lucha por la emancipación y la justicia social.

La pertinencia de concebir a los movimientos sociales populares como sujetos de emancipación implica reconocer que ellos son los agentes que plantean un cuestionamiento crítico de las formas y relaciones de dominación existentes en la sociedad; es decir, un posicionamiento colectivo de inconformismo y contestación respecto de las cosas que no funcionan de manera satisfactoria, respecto de las relaciones que inferiorizan y discriminan. Contestación crítica y pro-activa que tiende a ser cada vez más integral y alude a las múltiples formas de subordinación, sin supeditar o jerarquizar unos tipos de opresiones a otras.

Hay espacios colectivos de lucha que no están localizados en territorios como referentes, como en las megaciudades, en las que se disputan espacios de poder mediante múltiples formas de lucha —incluida la electoral  para avanzar en la construcción de la hegemonía político cultural del pueblo. Se van así enlazando las bases estructurales y funcionales de las luchas, con la cultural y la territorial.

El reto frente a la crisis es crear un modo de producción y reproducción de la Vida profundamente distinto del actual, un nuevo sistema de metabolismo social, un nuevo modo de producción basado en una actividad auto-determinada, en la acción de los individuos libremente asociados (Marx) y en valores más allá del capital (Mészáros).

La lección de los procesos de resistencia y lucha en Latinoamérica obliga a superar el pensamiento dicotómico, que opone la autonomía de los movimientos y las luchas y la hegemonía política-cultural en el marco de procesos nacionales y regionales amplios, que aglutinan fuerza social y política, y emerge, protagónico de los cambios, el sujeto pueblo. El centro de gravedad política de cada país y región irá marcando el tipo de integración —unidad, articulación— necesaria al movimiento social popular, antineoliberal, antimperialista y anticapitalista para avanzar hacia la victoria de los pueblos, más allá de las crisis del sistema de dominio y sujeción del capital.

Desde esas nuevas concepciones epistemológicas emanan nuevas propuestas sobre los movimientos sociales en América Latina. Entre esos elementos innovadores están:

  1. a) Concebir las luchas de manera integral; esto es, incluyendo la base estructural y funcional de las mismas con la base cultural y territorial, lo que implica afirmar las identidades culturales y territoriales propias como ámbitos de lucha antisistémica —superar no la perspectiva clasista, sino el reduccionismo economicista y de clase—.
  2. b) Articulación de las luchas por la igualdad social con las luchas por el reconocimiento de las identidades diversas.
  3. c) Anclaje territorial de las luchas, que incluye la defensa de la tierra y el medio natural en contra de la privatización de elementos fundamentales para la reproducción de la vida como el agua, el bosque, la madera, el gas, las semillas; reivindicación del territorio —en disputa con el capital y sus socios locales— con un sentido político, como espacio en el que hunde sus raíces la cultura de vida de una comunidad.

Estamos viviendo el tiempo político de los movimientos sociales populares. La emergencia de estos movimientos desde los años noventa del pasado siglo se presenta como respuesta a las relaciones de dominación neoliberal, pero en confrontación a un patrón de poder de más largo alcance. No olvidemos que la conquista —y las sucesivas recolonizaciones que hoy imponen el imperio y las transnacionales— no fue solo de territorios y recursos, también fue y sigue siendo una conquista de los cuerpos, las subjetividades y las identidades. A las luchas por la ampliación de los espacios de igualdad y justicia desde la ciudadanía política, civil y social, se incorporaron con beligerancia y visibilidad política las demandas desde las relaciones de género, de racialidad, generacionales, los diferentes modos de vivir las culturas, los cuerpos y las sexualidades, así como la lucha por la justicia ambiental.

Ello ha condicionado esa radicalidad de lo antisistémico, entendido como perspectiva anticolonial y anticapitalista, antipatriarcal y por relaciones de producción y reproducción de la vida no depredadora. Más no se trata solo de un horizonte de transformación utópico, sino de prácticas cotidianas que intentan vivir por anticipado la emancipación. No obstante, seamos conscientes de que una mutación genética-cultural, civilizatoria, de los modelos de desarrollo heredados no se logra de la noche a la mañana. La organización y la conducción política son cada vez más necesarias para el avance de las alternativas socio-políticas antineoliberales.

Tomado de: La Tizza

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Por la espada y por la pluma: la Revolución Haitiana y la batalla de ideas

Por Juan Francisco Martínez Peria

La revolución haitiana fue la primera y única revolución de esclavizados triunfante en la historia de la humanidad y la primera independencia de América Latina. En un proceso largo y complejo, miles de africanos y afrodescendientes, liderados inicialmente por Toussaint Louverture y luego por Jean Jacques Dessalines, lograron lo imposible: derrotar a España, Inglaterra y Francia y dar nacimiento a Haití, la primera república negra del mundo, libre de esclavitud, colonialismo y racismo.

Aquel triunfo inaudito de los “condenados de la tierra” generó esperanzas entre los sectores populares y esclavizados del mundo atlántico, que buscaron emularlo llevando adelante múltiples conspiraciones y revueltas en América y el Caribe. Las elites, por su parte, sintieron pánico e intentaron por todos los medios acallar ese mensaje de igualdad y libertad universal. Incluso buscaron borrarlo completamente negándole al proceso haitiano su carácter de genuina revolución, interpretándolo negativamente como una guerra de razas y una masacre de blancos. Bloqueos, asedios y censuras convirtieron a Haití en un estado paria, que sufrió mil vicisitudes desde el momento mismo de su nacimiento. Finalmente lograron su cometido y la revolución terminó siendo silenciada. Y para peor, aquel trágico olvido todavía continúa vigente en el ámbito cultural y académico occidental. De todas las revoluciones de aquella época, la haitiana, a pesar de haber sido la más radical, es la menos recordada y estudiada.

Ahora bien, si la revolución en si misma cayó en el olvido, peor aún fue el destino que sufrieron los intelectuales haitianos de dicho período. En este caso el silencio ha sido casi total. Ciertamente durante los años 1791-1804 no existieron intelectuales propiamente dichos. Hubo sí ideas revolucionarias, ideas sumamente disruptivas enarboladas por Toussaint Louverture, Jean Jacques Dessalines y las propias masas que protagonizaron el proceso. No obstante, los intelectuales surgieron recién después de 1804 al calor del nacimiento del estado haitiano. Ya en la época del gobierno de Jean Jacques Dessalines emergieron dos figuras importantes: Louis Félix Boisrond Tonnerre y Juste Chanlatte. El primero, además de ser el secretario de Dessalines, fue el autor de la declaración de la independencia, un verdadero grito de furia en contra de Francia, que como el propio Boisrond Tonnerre señaló debía ser escrita usando “la piel de un hombre blanco como pergamino, su cráneo como tintero y una bayoneta como pluma”. Asimismo, en 1804 Boisrond Tonnerre publicó Mémoires pour servir à l’histoire d’Haïti, la primera historia de la independencia de Haití, en la cual denunció los crímenes que los amos esclavistas y el imperio francés habían cometido en la isla. Escrita desde el dolor y las ansias de liberación, resultó un trabajo fundante de la literatura política haitiana.

Juste Chanlatte, por su parte, fue un actor clave en este periodo, destacándose como Secretario de Estado de Dessalines (quien fue nombrado Emperador en 1804) y como el principal cerebro detrás de la constitución promulgada en 1805. Carta Magna sumamente radical y anticolonial, que además de reafirmar el fin del racismo y la esclavitud, reconoció la libertad religiosa y el divorcio e instituyó que ningún blanco extranjero podría pisar la isla como amo o como propietario. Asimismo, en su famoso artículo 14, estableció que “todos los haitianos serían identificados como negros”, incluyendo a los alemanes y polacos que habían venido con la expedición napoleónica de 1802 y se habían pasado de bando apoyando la causa independentista. De esa manera, el sustantivo negro perdía su carácter racista para ser entendido como un concepto político que aunaba a todos aquellos que habían sido víctimas de la violencia colonial y racista y que habían luchado en pos de la libertad y la igualdad universal.

El Imperio, sin embargo, tuvo una vida efímera, y en 1806 Dessalines fue asesinado por sectores affranchis (afrancesados, en la jerga de la época) que se oponían a su política revolucionaria de distribución de tierras. El país cayó en una guerra civil y se dividió en dos. En el suroeste se instauró una república presidida por Alexandre Petión, principal opositor de Dessalines y en el norte primero se instituyó una república y en 1811 un reino gobernado por Henri Christophe, histórico lugarteniente de Louverture y Dessalines. A pesar de que ambos líderes le dieron impulso a la educación y a la cultura, Christophe fue quien más se abocó a dicha tarea. Además de crear un sistema público y gratuito de enorme envergadura, fundó editoriales y promovió la emergencia de un círculo de intelectuales a quienes elevó a las altas esferas del reino para que dirigiesen sus destinos y publicasen y difundiesen sus trabajos. Mediante aquella política pretendió continuar la revolución haitiana por la pluma, llevando adelante una batalla cultural en la esfera internacional contra el sistema colonial dominante en el mundo atlántico.

Entre aquellos intelectuales se destacaron Juste Chanlatte, Julien Prevost y Jean Louis Vastey. El primero, quien recibió el título de Conde de Rosiers, escribió una importante obra poética, dramatúrgica y ensayística entre la que se destacó su libro Le Cri de la Nature, un fuerte alegato abolicionista y antirracista. Pero sin dudas el más importante de aquellos intelectuales fue Jean Louis Vastey, quien en 1814 recibió el título de Barón y tuvo una carrera política y literaria meteórica que lo llevo a ser Canciller y el principal funcionario del reino. En sólo seis años Vastey produjo una enjundiosa obra compuesta por once textos, cinco de ellos libros de envergadura, con los cuales pretendió llevar adelante un furibundo ataque en contra no sólo de los enemigos externos e internos de Haití, sino también de los cimientos ideológicos y epistemológicos que sustentaban el orden colonial, racista y esclavista.

En 1814, ante una nueva amenaza imperial de Francia, Vastey publicó su primer libro Le système colonial dévoilé, en el cual presentó una contrahistoria del colonialismo en la isla. Contrahistoria que impugnaba el relato tradicional que celebraba la colonización como un avance de la civilización, mostrando al colonialismo en su verdadera esencia: como un sistema monstruoso, deshumanizante y bárbaro. Con vehemencia denunciaba: “Helo ahí conocido por fin el secreto lleno de horror: El Sistema Colonial, es la Dominación de los Blancos, es la Masacre o la Esclavitud de los Negros.” [1] Una contrahistoria, que develaba las bases racistas y eurocéntricas de las narrativas hegemónicas advirtiendo que: “Los historiadores que escribieron sobre las colonias eran blancos, hasta colonos; entraron en los detalles más pequeños sobre la producción, el clima, la economía rural, pero hicieron lo posible por no develar los crímenes de sus cómplices” y que proponía una historia alternativa construida a partir del testimonio oral de las víctimas del sistema colonial y esclavista. [2]

En 1815, en el marco del recrudecimiento de la guerra civil y debido a la postura negociadora de la república del sur, Vastey publicó Le Cri de la Conscience, libro en el que denunció a Petión como un “francés de alma”, como un colonizado mental que buscaba acercarse a la ex metrópoli ofreciéndole incluso el pago de una indemnización. Pero los ataques externos continuaron: por ello, en 1816 Vastey publicó otra potente obra intitulada Réflexions sur une lettre de Mazères: ex-colon français, adressée à M. J.C.L. Sismonde de Sismondi en el que además de rebatir uno por uno los argumentos racistas postuló una original relectura de la antinomia civilización y barbarie y de la historia universal. Frente al discurso dominante que entendía a Europa como la cúspide de la civilización y como locomotora del progreso, Vastey denunció el carácter bárbaro de aquella supuesta civilización. En su opinión Europa tenía dos caras, una civilizada en lo que hacía a la riqueza y al avance técnico y otra bárbara signada por su trato deshumanizante hacia los pueblos extraeuropeos. En este sentido advirtió lúcidamente que con su expansión Europa, lejos de civilizar a los otros pueblos los barbarizaba, pero más importante aún, se barbarizaba así misma.

Europa estaba además muy lejos de ser la locomotora de la historia ni la única que había hecho aportes valiosos al desarrollo universal. En este sentido, invirtiendo totalmente las narrativas dominantes, postuló que África —aquella región que supuestamente representaba el salvajismo por antonomasia— había sido la verdadera cuna de la civilización y las artes. Aún más, a África le correspondía el mérito de haber expandido inicialmente la civilización pacíficamente, desarrollando a la rústica Europa. Con sarcasmo señalaba: “Los enemigos de África desean convencer (…) que durante 5 mil años (…) África ha estado siempre hundida en la barbarie (…). ¿Acaso se olvidaron que África es la cuna de las ciencias y las artes? (…) África civilizó Europa y es a la raza negra hoy en día esclavizada (…) que los Europeos le deben las ciencias y las artes, incluso el arte de hablar” [3]. Ahora bien, los africanos no sólo estaban en el origen de la historia, sino también a la vanguardia de la misma. La revolución haitiana, protagonizada por africanos y afrodescendientes, lejos de ser una masacre de blancos, había sido un proceso emancipatorio que abría la alamedas de una nueva civilización, genuinamente humanista, alternativa a la falsa civilización enarbolada por Europa.

Al año siguiente Vastey publicó un nuevo libro, Réflexions Politiques sur quelques Ouvrages et Journaux Français Concernant Haïti, con la que continuó la batalla de ideas en la arena internacional. Allí denunció una vez más las apetencias colonizadores de Francia y advirtió lucidamente que siendo incapaz de concretar sus planes militarmente, esta proyectaba hacerlo por la vía diplomática y económica imponiéndole el pago de una indemnización y un tratado de libre comercio favorable a sus intereses. Señaló: “El comercio es el único camino por el cual nuestros enemigos tienen la esperanza de introducirse entre nosotros, corrompernos, desunirnos (…) y finalmente oprimirnos.” [4] En este sentido advirtió tempranamente el peligro del neo-colonialismo económico e insistió que para fortalecer la soberanía nacional era necesario diversificar la producción y promover la industria: “Una nación debe ser capaz de abastecerse de todo lo que necesita. Si depende de los mercados extranjeros para su subsistencia no tiene más la independencia en sus manos” [5]

No obstante, Vastey entendía que sólo sería posible consolidar el proyecto haitiano si su mensaje se expandía universalmente. Preanunciando el tercermundismo señalaba que “500 millones de hombres negros, amarillos y rojos distribuidos por todo el globo, claman de su gran Creador aquellos derechos y privilegios que ustedes le han robado injustamente” [6]. Estaba convencido de que sólo una revolución planetaria que continuase con el legado libertario e igualitario de la revolución haitiana podría poner fin a la falsa civilización europea. Con vehemencia afirmaba: “¿Cómo se abolirá el tráfico de esclavos, la esclavitud, el perjuicio de color? (…) ¿De qué manera se le restaurarán los derechos originales al ser humano, si no es mediante una gran revolución (…) que (…) erradicará todos los prejuicios que se oponen a la felicidad (…) de la humanidad? (…) Quien puede dudar que tal revolución será una fuente de grandes bendiciones a toda la humanidad”. [7]

El reino de Christophe hizo ingentes esfuerzos en este sentido y los textos de Vastey se difundieron ampliamente por el mundo atlántico, generando conciencia entre los sectores críticos y escandalizando a la mayoría de los blancos que se aferraban a sus privilegios coloniales, racistas y esclavistas. No obstante, en 1820 la monarquía se vino abajo. Christophe sufrió una apoplejía y luego una rebelión militar que lo llevó a suicidarse. En ese contexto Vastey fue asesinado. Haití se reunificó bajo la presidencia de Boyer (sucesor de Petión) y se consolidó una elite afrancesada que en 1825 aceptó la imposición de una indemnización millonaria por parte de Francia a cambio de un reconocimiento nominal de la independencia. Así, sus pesadillas se terminaron concretando. La revolución quedó clausurada y para peor su voz fue acallada.

Hoy, sin embargo, en un mundo donde las lógicas coloniales y racistas aún imperan, el mensaje de la revolución y de sus grandes intelectuales como Vastey, continúan vigentes. Recuperar su memoria y su legado, resulta entonces una tarea urgente en aquella batalla de ideas que sigue inconclusa.

Juan Francisco Martínez Peria es Abogado (UBA), magíster en Ciencias Políticas y Sociología (FLACSO), magíster en Historia y doctor en Historia (Universidad Pompeu Fabra). Ex becario posdoctoral Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas de Argentina (CONICET). Coordinador del Departamento de Historia del Centro Cultural de la Cooperación (CCC). Docente de la UBA, la UNSAM, el IUNMA, la UNR y la UNVM. Editor del libro El sistema colonial develado, de Jean-Louis Vastey (Ediciones del CCC, 2018).

Notas

[1] Vastey, Jean Louis, El Sistema Colonial Develado, Buenos Aires, Ediciones del CCC, (Edición y estudio preliminar Juan Francisco Martinez Peria), 2018, p. 66.

[2] Vastey, op. cit., p.99.

[3] Vastey, Jean Louis, Réflexions sur une lettre de Mazères: ex-colon français, adressée à M.J.C.L. Sismonde de Sismond, Cap Henry, Chez P. Roux Imprimeur du Roi, 1816, pp. 32 y 47.

[4] Vastey, Jean Louis, Réflexions Politiques sur quelques Ouvrages et Journaux Français Concernant Haïti, pp. 132-133.

[5] Vastey, op. cit., p. 112.

[6] Vastey, Jean Louis, Réflexions sur une lettre de Mazères, p. 14.

[7] Vastey, Jean Louis, Réflexions Politiques sur quelques Ouvrages et Journaux Français Concernant Haïti, p. 26.

Tomado de: Nodo 50

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El Club Antiglobalista: Hacia el metaverso, hacia la dictadura electrónica universal

Por Mauricio Escuela

“La ley es una de las fuentes de injerencia en la libertad de las personas”.

Rubens RR Casara (Estado Postdemocrático, neoliberalismo y gestión de los indeseables)

El globalismo es un término usado para denominar el orden que acompaña al mundo desde la Segunda Guerra Mundial, caracterizado por la Conferencia de Yalta y la derivación de un sistema mundo del capitalismo que se compone por organismos financieros, políticos, económicos y sociales, así como por tratados que legitiman la visión liberal burguesa de la política. Desde la década de los años 1980, la agenda globalista se vinculó al experimento neoliberal de Margaret Thatcher en Inglaterra y Ronald Reagan en los Estados Unidos y a partir de 1991 se internacionalizó como “fin de la historia” y “única visión posible” de la política.

No obstante, desde mucho antes, como aseguran los politólogos Michael Hartd y Toni Negri, se ha venido conformando una entidad descentralizada, el Imperio, que tiene sus raíces en el gran capital y los comandos globales que se aplican en la política y que se mueven al ritmo del flujo de dinero. La financiarización de la toma de decisiones tiene una pieza de toque a partir de que se impone un corporativismo post industrial, post moderno, irracionalista y post democrático cuyo fin no será ya la libertad en términos del liberalismo clásico, sino un nuevo orden de control de masas. Desde las décadas del 60 y el 70 del siglo XX, numerosos experimentos se consagraban a este fin, entre ellos el MK ULTRA de la CIA, una especie de escuela en la cual se ensayaron todas las maneras posibles para hackear la mente humana y llevarla a la sumisión.

La chispa del pensamiento ha sido y es la principal enemiga de los gobiernos, las corporaciones y los poderosos. Se trata del único terreno en el cual existe de alguna manera la libertad de cuestionar, de rebelarse. Y allí reside el principal peligro que deberá enfrentar cualquier orden. Las redes sociales, con su lógica de vigilancia y control, son el punto máximo que alcanza la aspiración del  Imperio para establecer comandos globales que dominen la política hasta el punto de tornar innecesarias las leyes.

En las más recientes revelaciones acerca de las interioridades de Facebook no solo trascendieron los daños a los niños y los adolescentes, sino el hecho de que la plataforma es de por sí ya un Estado trasnacional que abarca la totalidad de un poder globalista, con su propia moneda y con normas muy particulares y anti democráticas. Las redes han roto el viejo pacto y cuestionan a los Estados, siendo su accionar un elemento determinante en el ascenso de los poderes políticos o la destrucción de determinadas agendas enemigas del Pentágono. Y es que no resulta casual que las páginas que censura esta red apunten directamente en contra de los intereses del Estado Profundo norteamericano. Facebook no denuncia ni condena el discurso de odio, sino aquello que los odie a ellos. En esta línea, en 2017, el propio Mark Zuckerberg habría ideado maniobrar entre demócratas y republicanos para tomar el poder presidencial de los Estados Unidos, quizás con la anuencia de la clase política y del sector empresarial financiero que lo aúpa en estas operaciones y que lo tienen como rostro visible.

Como bien se ha dicho, el Imperio, como entidad descentrada, tiene contradicciones y Zuckerberg debió comparecer en público tras las revelaciones de una ex empleada, pero eso no quiere decir que la compañía vaya a cerrarse. La propia mujer declaró que ella misma creía en Facebook y su capacidad de reforma, por lo cual vemos cómo se le abre una brecha a la red social a partir de la cual siga existiendo como pieza funcional a los intereses globales y geopolíticos del tablero.

De hecho, Facebook integra junto a otros gigantes anglosajones de las tecnologías, un consorcio avalado por la OTAN, que tiene la capacidad de banear, de oscurecer en los motores de búsquedas, a aquellos portales que contradigan las versiones oficiales del Imperio. De esta manera, adelantos de la modernidad como la libertad de expresión –presentes en la Primera Enmienda de la Constitución Norteamericana– son eliminados de la praxis política, lo cual constituye in procedimiento arbitrario de flexibilización del derecho y por ende un elemento más que demuestra el carácter post democrático de este orden que viene surgiendo. Con el poder irrestricto que tiene el corporativismo, se prevé que se sustituya a los Estados y se cree un sistema nuevo, quizás basado en la posesión de datos, lo cual cambiaría no solo la política sino incluso la configuración de la vida humana tal y como hoy existe. La pandemia de la Covid 19, de hecho, contribuye a este fenómeno, pues ha financiarizado aún más la economía, encareciendo todos los productos, dando paso a especulaciones bursátiles y aumentando la dependencia hacia las plataformas virtuales. Si se sigue una lógica bastante elemental, puede decirse que el virus fue un catalizador que les permitió a los globalistas hacer en un año y algo todos los cambios que sus empresas requieren dentro del mercado y que hubiesen tardado décadas debido a la resistencia de la política y de la gente.

El orden económico no solo destruye la ecología planetaria, sino que aplasta la política y elimina derechos. Ya no puede hablarse de un sistema de libertades, sino de un empresariado oligopólico cuyo control monopolista pasa por encima de cualquier poder que puedan detentar las multitudes. El Estado que es ya Facebook sirve de posición de privilegio para modelar el nuevo orden del futuro, a partir de la eliminación de la política y el surgimiento de nuevos entornos legales.

El Metaverso

La nueva propuesta de Zuckerberg es crear un mundo alterno, paralelo, en el cual se haga exactamente lo mismo que en este, pero bajo otras reglas: las de Facebook. Literalmente se va a sustituir una vida real por una virtual. Es el primer paso para lo que los ideólogos transhumanistas llaman la vida del post humano, o sea existir eternamente en un universo digital, donde todo se mueve gracias a algoritmos. Aunque aún este proyecto está comenzando, ya desde hace años las grandes empresas lo tienen en mente. Google por ejemplo posee su propia versión de metaverso y en un futuro todas estas corporaciones integrarán una misma plataforma. De tal manera, sin que se trate de un delirio ni de ciencia ficción, esta realidad de carne y hueso dejará de ser importante. En la propuesta post democrática y arbitraria de Facebook y su sistema de censuras y bloqueos ya podemos intuir cómo sería este nuevo mundo electrónico en el cual se nos invita a vivir como civilización.

Y es que hay algo que no hemos entendido: la naturaleza del capital es exactamente esta: expandirse y controlar. Lo hizo cuando la invención de la imprenta y el establecimiento de un Estado moderno de derecho y lo mismo sucede hoy con las redes sociales. No se trata solo de tecnologías y empresas, sino de un cambio civilizatorio, en el cual el teletrabajo, la robótica y la convergencia entre diversas máquinas e inteligencias artificiales hacen que sobre mano de obra y sea necesario reconfigurar el mercado. El capitalismo de partes interesadas, impulsado por la agenda 20/30 de Naciones Unidas y por el Foro Económico Mundial de Davos, propende a un orden global financiero donde predominen la informatización y la automatización de la vida. En dicho cambio son necesarios transhumanos y post humanos, cuyos cuerpos, habilidades y vidas giren en torno al sistema de producción y reproducción del capital vigente.

Tal es el trasfondo del lanzamiento de Meta, la variante de Facebook que impulsa Zuckerberg tras el escándalo que expuso los desmanes de su compañía: más control, mayor dependencia de la gente y por ende el inicio de una manera de hacer política en la cual la humanidad sufrirá transformaciones en su propia naturaleza. El proceso no es ni bueno ni malo en sí mismo, aunque se mueve según los intereses de una élite interesada en maximizar su ganancia.

¿Qué pasará con la vieja política?

Los partidos dejaron de ser importantes como forma de aglutinar a la gente y de ejercer hegemonía social, de hecho se puede decir que están en crisis. Las contradicciones se están resolviendo en las redes a partir de quién posee el poder sobre las corporaciones y se hace escuchar más alto. La política tradicional no podrá con eso y solo le queda adaptarse, tratar de sobrevivir y de cambiar su forma. Figuras como el propio Trump fueron relegadas en su momento a través de los comandos de las redes sociales, lo cual ya es un indicador de cómo quedará el mundo tras el nuevo orden que se nos avecina en los próximos años. La máxima es: o te adaptas o desapareces.

Por ahora el puntal de todo esto es Facebook, pero con el inicio del Metaverso podemos esperar muchas sorpresas. Algo sí resulta bastante seguro: no hay vuelta atrás, el viejo mundo tal y como se conoció antes de la pandemia no volverá. En ese sentido, también los comandos de las redes nos envían un claro e incontestable mensaje.

Tomado de: Cuba Sí

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Los cuentos y la imaginación infantil

Obra del artista plástico cubano Maykel Herrera

Por Eliseo Diego

La vida del maestro de escuela, entre otros calificativos que apuntan casi siempre a lo precario, puede muy bien tildarse de «agitada», y la razón no hay que buscarla muy lejos: tiene dos ojos como dos avispas cándidas, y lo menos mil pequeños brazos y piernas, y hace un escándalo como de mil diminutas trompas. Se trata, en suma, de ese fantástico, gracioso, insoportable y minúsculo monstruo que es la razón misma de que haya maestros. La costumbre ha hecho que le demos el común nombre de «niño» y nos parezca la cosa más natural del mundo. Pero, bien visto, no hay nada más extraño que él a nuestro mundo de «personas mayores»; bien visto, en este mundo estable y grosero, él es una «monstruosidad» tan deliciosa como inquietante.

En primer término, su extrañeza radical consiste en que no sabemos qué es, y no podemos saberlo porque no hay en él sino un «llegar a ser» precisamente aquello que lo niega, es decir, hombre. Contradicciones y paradojas, y todo en estado de perenne inquietud, tal es el niño. Y lo peor es que nosotros también «lo» fuimos alguna vez; pero ahora, nuevos Tántalos, en cuanto pretendemos tocar aquella vida la petrificamos sin remedio.

Quedémonos, entonces, con el dato primario: el niño en tanto niño es un devenir incesante, y por ello necesariamente inquieto. Los músculos, por ejemplo, no son aún lo que les corresponderá en la economía del cuerpo ya formado y así no resisten el moverse, siquiera sea hacia el fin que les corresponde. Lo mismo sucede con lo que llamaremos ahora, en un pedantesco eufemismo incapaz de hacer justicia a su potencialidad de estruendo, «los órganos de fonación». Ocupadísimos en llegar a parecérsenos, los niños nos hacen la vida insoportable con una actividad que no nos puede ser más ajena, puesto que somos justamente su término.

Los maestros, sin embargo, saben muy bien que existe un recurso mágico para pacificar al grupo de niños más impetuoso; un recurso sencillo, que no cuesta nada, y que puede ser un gusto para el propio maestro –o mejor, que debe serle un gusto, porque si no lo es, de nada le valdría. Ese recurso, como todo remedio mágico, comienza con un ensalmo: «Había una vez…» No bien lo escuchan, parece como si los niños se volviesen de piedra. ¡Al fin se están tranquilos!, cabría que suspirara el maestro, si es que le quedase el aliento indispensable. Y no podría equivocarse más aunque se lo propusiera.

Para entender lo que está así sucediendo en el aula, para valorar realmente esa supuesta inmovilidad, será preciso que demos un rodeo. Será preciso que tengamos bien presentes la riqueza y la maravilla de los medios mecánicos puestos hoy al servicio de los niños: la televisión, el cinematógrafo, con toda la zarabanda de sonidos e imágenes que no hay más que mirar desde el asiento. Y que nos preguntemos en seguida cómo es posible que, en semejante compañía, puedan las viejas historias tener la menor esperanza de mantenerse vigentes.

Lo cierto es, sin embargo, que los niños siguen amando y deseando los cuentos contra toda previsión lógica, y que sólo los cuentos –según habrá apreciado a su costa quienquiera haya asistido a una matinée de películas infantiles– logran en ellos ese efecto de bienaventurada paz a que nos referíamos más arriba. Como no es posible que se trate de una decisión consciente, habrá que buscar la explicación en el único resorte capaz de conmoverlos, y que no es otro que su propia naturaleza.

Criaturas inermes si las hay en este mundo, la supervivencia de los niños en medio de los enormes riesgos que literalmente corren se justifica sólo por su perfecta adecuación a sí mismos, por su total carencia de inhibiciones a la hora de seguir sus impulsos. Cuando se trata de obedecerlos, los niños son implacables, irreductibles. De aquí que su obstinado interés por los cuentos dichos de viva voz lleve el sello de lo que sienten como necesario. ¿Y qué es lo que exige ejercitarse de tal modo, rechazando el lujo de las imágenes ya hechas y reclamando un arte de medios escuetos, puros, ancestrales? ¡Un arte cuyo instrumento es el más antiguo y simple de todos: la palabra del hombre!

Ahora bien, la palabra en sí, como mero flatus o sonido, no tiene más significación que otro ruido cualquiera: cuando escuchamos una lengua extraña experimentamos una serie de sensaciones auditivas ante las cuales nuestra única reacción es de complacencia o desagrado. ¡Qué distinta en cambio la situación de quien escucha palabras que le son ya familiares! Si quisiéramos apurar la formulación de la diferencia entre un caso y otro, diríamos que reside en el grado de actividad mental, nula cuando se trata de atender. Y es que la palabra en cuanto tal exige, como todo símbolo, que le desentrañemos el sentido, que le sigamos la alusión hasta el objeto, real o mental, cuyo sitio ocupa en la conciencia.

El lenguaje asume así el carácter de un juego en forma de acertijo capaz de fascinar a los niños. ¿Cómo, si no se tratase de un juego apasionante, iban a tener fuerzas para acometer uno de los procesos más complejos con que se enfrenta el hombre: éste de asimilarse un idioma? Al principio manejan los símbolos más sencillos: mucho se ha hablado de la alegría con que los padres escuchan la primera llamada, el primer cristalino «mamá» o «papá»; pero, ¿qué diremos de la deliciosa exultación con que un pequeñuelo comprueba que, en efecto, «mamá» es mamá? Sabido es que los cuentos que primero interesan a los niños tratan de las cosas familiares que los rodean. Si, de una parte, esta preferencia se debe al estreno de la maravillosa realidad, de otra es indudable que obedece a ese rejuego idiomático que abarca desde el simple disfrute de sonidos y ritmos hasta la complacencia en el ejercicio de los contenidos simbólicos.

Pronto van a descubrir, sin embargo, que las palabras sirven para más que para gratas y útiles aventuras con las cosas. No sólo alude la palabra a la cosa, sino que además la cosa está ya en la palabra bajo especie de imagen. El nombre «perro» toma el sitio del animal y nos permite comunicar algo sobre él; pero, a la vez, evoca una imagen que puede ser la de ese perro en particular, o –y aquí se abren ya las riquísimas posibilidades de todo un juego enteramente nuevo– la de aquel otro, inexistente, vivo sólo en el deseo, que reúne en sí toda la fascinante «caninidad» de este mundo. La palabra deja ahora de ser un simple reflejo y comienza a engendrar su propia luz; se independiza, por así decirlo, de la realidad de los objetos para asociarse a la realidad de la imaginación, donde conserva su carácter simbólico, alusivo, pero volcado ahora hacia criaturas de una mayor inmediatez, ya que constituyen, ellas también, puros productos mentales. Del caballo del Cid a la mangosta imaginada por Kipling y luego al dragón de los cuentos. He aquí otros tantos estadios en la emancipación y el enriquecimiento de la palabra.

Hasta qué punto interviene en ellos el despertar de la imaginación, o hasta qué punto es ésta estimulada por ellos, son cuestiones que no podemos resolver satisfactoriamente. Bástenos observar cómo los pequeñuelos disfrutan del simple manejo de los nombres, de su inmediata asociación con las realidades más familiares, y cómo después comienzan a apetecer ese juego más complicado y extraño en que la palabra, en vez de regresar sobre la cosa que designa, se abre hacia el más allá de la imagen; en que la palabra, lejos de servir y subordinarse a la realidad, comienza ella misma a crear sus propias realidades, alfombras voladoras, hadas, duendes y pájaros parlantes.

¿No es explicable, entonces, que al arribar a esta etapa los niños sientan, no ya el gusto, sino la necesidad de un medio que les permite el ejercicio plenamente satisfactorio de todo un poderío recién estrenado? Compárese la actitud mental de quien escucha un cuento con la del que contempla una cinta cinematográfica. Este último no tiene nada que hacer: las imágenes se suceden ante él y no le exigen más que registrarlas. En cambio, ¡qué distinta la situación de quien debe suplir, a cada estímulo sonoro, su propia imagen! Aquí todo es actividad, incesante movimiento. Al conjuro de la palabra es preciso crear todo un paisaje, las escamas del dragón, la penumbra del castillo, el vuelo del hada y el cucurucho de la bruja, las botas que devoran leguas y el magnífico sombrero de un gato que habla. Nada está dado, todo es posible, naciente, y todo –he aquí lo más importante– es nuestro. Y llegados a este punto podemos ya valorar aquella engañosa inmovilidad, aquella increíble paz que rodeaba al sorprendido maestro mientras contaba sus historias en el aula: sucede que nunca se habían movido los niños con mayor rapidez que en ese instante, pues corrían aun más que la luz, ¡a la velocidad del pensamiento mismo!

En su ensayo «Defensa de las letras», Georges Duhamel llega a esbozar el temor de que la imaginación del hombre, si el libro no logra conservar su preeminencia frente al abuso de los sustitutos mecánicos, corra el destino de todo órgano que no se ejercita y acabe por atrofiarse. Escrito en la siniestra década del treinta, el sombrío presagio del novelista francés parecía destinado a cumplirse sin escapatoria posible, ya que el incremento de los medios técnicos sigue una ascensión constante, y a estas horas aún no se ha iniciado una política racional encaminada a controlar sus excesos. Parece que no contábamos, sin embargo, con la salvaje naturaleza del pequeño, que, inmune a las decisiones de los adultos, se guía mejor por las de su propio instinto.

¿Qué valor tiene esta facultad de imaginar, de «soñar», como dirían las mentes «prácticas», para que los niños se obstinen en defenderla frente a todos nuestros esfuerzos por facilitarles novedades cada vez más y más lujosas y, a nuestro honrado entender, más «divertidas»? A esas gentes prácticas quizás les horrorizaría la afirmación de que en la escuela, tanto como el aprendizaje de la aritmética, es importante el ejercicio de la capacidad de crear, en la que por definición va incluida la de ver y engendrar nada menos que los sueños. Sin embargo, no un artista, un iluso, un bohemio, sino uno de los creadores de la química orgánica moderna, el soviético Alexander Nicolaievich Nesmeíanov, ha dicho que la facultad realmente esencial a un hombre de ciencia, aquélla sin la cual andaría a tientas como un ciego, repasando una y otra vez los viejos bultos familiares, es justamente la capacidad de soñar. En ella está en germen el futuro mismo del hombre, que no es un esquema rígido vuelto hacia el pasado, sino posibilidad, imagen y maravillosa aventura.

Tomado de Eliseo Diego. Ensayos, Enrique Saínz (Selección y prólogo), Ediciones UNIÓN, 2006.

Tomado de: La Tizza

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El pensamiento del Libertador: economía y sociedad

Simón Bolívar. (1783 -1830) fue un militar, estratega, estadista y político venezolano conocido en América como El Libertador.

Por Pasqualina Curcio Curcio @pasquicurcio

La mayor confiscación que se haya conocido en la historia de Venezuela la realizó Simón Bolívar durante la Guerra de Independencia. El 3 de septiembre de 1817 promulgó el Decreto sobre Secuestro y Confiscación de Bienes de los españoles y el 10 de octubre del mismo año decretó la Ley de Repartición de Bienes Nacionales de la República. Confiscó tanto los bienes públicos de la Corona Española como los privados de los realistas y los pasó a la República y al pago de los haberes militares. Hasta el oro y la plata que se encontraba en los templos religiosos los dispuso para el ejército patriota.

Las tierras fueron expropiadas y luego distribuidas a la población indígena. El 15 de octubre de 1818, Bolívar promulgó un decreto mediante el cual reconocía los derechos de propiedad sobre las tierras por parte de la población indígena y estableció que se le devolviesen “a los naturales, como propietarios legítimos, todas las tierras que formaban los resguardos según sus títulos, cualquiera que sea el que aleguen para poseerlas los actuales tenedores”.

El pensamiento económico de nuestro Libertador Simón Bolívar ha sido un aspecto poco estudiado de su vida y obra. Su doctrina en esta materia, verdaderamente revolucionaria para su época y aún con plena vigencia, nos la muestra, de manera magistral Luis Britto García en su extraordinario libro titulado “Pensamiento del Libertador. Economía y Sociedad” publicado por el Centro de Estudios Simón Bolívar, el cual reseñamos brevemente en estas líneas.

El libro, de obligatoria lectura, es el resultado de una investigación cuidadosa y de un formidable esfuerzo de recopilación y sistematización de documentos y registros que, aunado a la magia de la pluma de Luis Britto, nos lleva en un asombroso viaje hasta la guerra de independencia para conocer, sentir y vivir, junto con Bolívar, sus ideas, decisiones y acciones en materia económica, pero también sus angustias, preocupaciones, y ocupaciones ante las penurias que padecía el pueblo y su ejército consecuencia de un sistema esclavista bajo la dominación del imperio español que, de paso, tenía el monopolio del comercio y de la migración, así como la propiedad sobre nuestras tierras y minas.

El 24 de octubre de 1829, estando en Quito, Bolívar expropió las minas y estableció, mediante decreto, que todas las minas de cualquier clase pertenecían a la República. Afirma Britto en su libro: “Esta transferencia de las minas de la propiedad de la Corona a la de la República es el inicio de un régimen de propiedad estatal del subsuelo que será común a la mayoría de los países latinoamericanos. El pronunciamiento general que comprende ´las minas de cualquier clase´ se aplicará a la postre a meta­les que todavía no se explotaban para la época, y en última instancia, a los yacimientos de hidrocarburos.”

Sabía Bolívar que nuestra soberanía pasaba, necesariamente, por contar con una moneda propia y no depender de la moneda impuesta por el imperio. La Constitución Federal para los Estados de Venezuela del 21 de diciembre de 1811, establecía que el Congreso tendría pleno poder y autoridad de acuñar y batir moneda, determinar su valor y el de las extranjeras. Por su parte, la Constitución de 1819, sancionada en Angostura el 15 de agosto de ese año le otorgó atribuciones exclusivas al Congreso para determinar el valor, peso, tipo y nombre de la moneda que será uniforme en toda la República. Resaltamos las palabras valor y uniforme. Entendía Bolívar que es la República la que, de manera soberana debe acuñar su propia y única moneda y determinar su valor, no imperio alguno. Pensamiento revolucionario para la época y sin duda con plena vigencia del cual deberíamos tomar nota.

El reconocimiento de que la República funda la propiedad en el trabajo, repetimos, en el trabajo, es uno de los aspectos más revolucionarios de la doctrina económica del Libertador para aquella época. La Constitución de 1811 establecía en el artículo 155 que “la propiedad es el derecho que cada uno tiene de gozar y disponer de los bienes que ya haya adquirido con su trabajo, e industria”.

Bolívar acabó con el monopolio del comercio y de la migración que se encontraba en manos del imperio español. Adicionalmente, aprobó medidas proteccionistas para limitar la exportación a la Península de los bienes aquí producidos y que eran imprescindibles para la República, o la protección de la industria nacional. Asunto también con plena vigencia. Tomemos nota.

Otra de las grandes preocupaciones y ocupaciones del Libertador fue el pago de la deuda, la cual, por cierto, fue adquirida para la intendencia del ejército patriota, pero a la vez repartida y dilapidada por los especuladores y traidores. En 1828, fomentó el cultivo y cosecha del tabaco de calidad para cancelar con los ingresos provenientes de su venta dicha deuda, proyecto que, en el marco de la traición, fue abortado por el presidente José Antonio Páez quien ordenó subastar en ocho días el primer cargamento de tabaco, remate que favoreció a empresas inglesas, las cuales lo adquirieron a bajo precio y lo revendieron en el extranjero.

Con innumerables anécdotas, Britto nos dibuja en su libro al Bolívar generoso cuando de la repartición de su propio patrimonio se trataba, pero también al Bolívar que rechazaba cualquier gasto por cuenta del erario inherente al rango de los cargos que ocupaba. También nos describe al Bolívar cuya generosidad se volvía dureza cuando se trataba de mantener sanciones contra infractores de la ley en lo que al uso de los bienes de la República se refería. Bolívar se enfrentó y batalló contra la corrupción: el 18 de marzo de 1824, decretó en Perú la pena capital para todo empleado de aduanas, res­guardos, capitanías de puerto o cualquier otra función de Ha­cienda Pública que tomare parte en fraudes contra ella.

Es el caso, que suelen mostrarnos la guerra de independencia con soldados patriotas bien apertrechados, abastecidos y vistiendo hermosos uniformes en los campos de batalla. Poco se menciona acerca de lo que ocurría tras bastidores y la situación de penuria y la necesidad de ahorrar en gastos militares, preocupaciones y ocupaciones también asumidas, hasta el último detalle, por el propio Bolívar, quien mientras diseñaba grandes estrategias para liberarnos del imperio español, se ocupaba hasta del tamaño de los uniformes de sus solados.

En resumen, en el libro, el maestro Luis Britto García nos narra, una a una, las batallas que, en otro campo y día a día debió librar Simón Bolívar: en el campo económico.

En su lucha por nuestra independencia y soberanía, nunca dio concesiones a la oligarquía, ni siquiera en los peores momentos de la guerra, a pesar, de que su pensamiento económico y sus decisiones no solo implicaron, como era de esperarse, reacciones por parte de la Corona y de la oligarquía que veían afectados sus intereses privados, sino también la traición de quienes en algún momento se reconocieron como patriotas. Y es que, escribe Britto: “Bolívar se enfrentó a una regla invariable: toda verdadera revolución versa sobre el problema de la propiedad, y si los revolucionarios no lo resuelven, otra fuerza surgirá agi­tándolo como bandera”. Vale la pena tomar nota también de esto último.

Tomado de: América Latina en movimiento

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¿Qué debe ser un joven comunista?

Comandante Ernesto Che Guevara (1928-1967)

Por Ernesto Che Guevara

Queridos compañeros:

Una de las tareas más gratas de un revolucionario, es ir observando en el transcurso de los años de Revolución cómo se van formando, decantando y fortaleciendo las instituciones que nacieron al inicio de la Revolución; cómo se convierten en verdaderas instituciones con fuerza, vigor y autoridad entre las masas, aquellas organizaciones que empezaron en pequeña escala con muchas dificultades, con muchas indecisiones, y se fueron transformando, mediante el trabajo diario y el contacto con las masas, en pujantes representaciones del movimiento revolucionario de hoy.

La Unión de Jóvenes Comunistas tiene casi los mismos años que nuestra Revolución, a través de los distintos nombres que tuviera, a través de las distintas formas de organización. Al principio fue una emanación del Ejército Rebelde. De allí quizás surgiera también su nombre. Era una organización ligada al ejército para iniciar a la juventud cubana en las tareas masivas de la defensa nacional, que era el problema más urgente y el que precisaba de una solución más rápida.

En el antiguo Departamento de Instrucción del Ejército Rebelde nacieron la Asociación de Jóvenes Rebeldes y las Milicias Nacionales Revolucionarias. Después adquirieron vida propia: esta última la de una pujante formación de pueblo armado, representante del pueblo armado y con categoría propia, fundida con nuestro ejército en las tareas de defensa. La otra, como una organización destinada a la superación política de la juventud cubana.

Después, cuando se fue consolidando la Revolución y pudimos ya plantearnos las tareas nuevas que se ven en el horizonte sugirió el compañero Fidel el cambio de nombre de esta organización. Un cambio de nombres que es toda una expresión de principios. La Unión de Jóvenes Comunistas, está directamente orientada hacia el futuro. Está vertebrada con vista al futuro luminoso de la sociedad socialista, después de atravesar el camino difícil en que estamos ahora de la construcción de una sociedad nueva, en el camino del afianzamiento total de la dictadura de clase, expresada a través de la sociedad socialista, para llegar finalmente a la sociedad sin clases, la sociedad perfecta, la sociedad que ustedes serán los encargados de construir, de orientar y de dirigir en el futuro. Para ello, la Unión de Jóvenes Comunistas alza sus símbolos, que son los símbolos de todo el pueblo de Cuba: el estudio, el trabajo y el fusil.

Y en sus medallones se muestran los de los más altos exponentes de la juventud cubana, muertos ambos trágicamente sin poder llegar a ver el resultado final de esta lucha en que todos estamos empeñados: Julio Antonio Mella y Camilo Cienfuegos.

En este segundo aniversario, en esta hora de construcción febril, de preparativos constantes para la defensa del país, de preparación técnica y tecnológica acelerada al máximo, debe plantearse siempre, y ante todo, el problema de qué es y qué debe ser la Unión de Jóvenes Comunistas.

La Unión de Jóvenes Comunistas tiene que definirse con una sola palabra: vanguardia. Ustedes, compañeros, deben ser la vanguardia de todos los movimientos. Los primeros en estar dispuestos para los sacrificios que la Revolución demande, cualquiera que sea la índole de esos sacrificios. Los primeros en el trabajo. Los primeros en el estudio. Los primeros en la defensa del país. Y plantearse esta tarea no sólo como la expresión total de la juventud de Cuba, no sólo como una tarea de grandes masas vertebradas en una institución, sino como las tareas diarias de cada uno de los integrantes de la Unión de Jóvenes Comunistas. Para ello, hay que plantearse tareas reales y concretas, tareas de trabajo cotidiano que no pueden admitir el más mínimo desmayo.

La tarea de la organización debe estar constantemente unida a todo el trabajo que se desarrolle en la Unión de Jóvenes Comunistas. La organización es la clave que permite atenazar las iniciativas que surgen de los líderes de la Revolución, las iniciativas que plantea en reiteradas oportunidades nuestro Primer Ministro, y las iniciativas que surgen del seno de la clase obrera, que deben transformarse también en directivas precisas, en ideas precisas para la acción subsiguiente.

Si no existe la organización, las ideas, después del primer momento de impulso, van perdiendo eficacia, van cayendo en la rutina, van cayendo en el conformismo, y acaban por ser simplemente un recuerdo. Hago esta advertencia porque muchas veces en este corto y, sin embargo, tan rico período de nuestra Revolución, muchas grandes iniciativas han fracasado, han caído en el olvido por la falta del aparato organizativo necesario para poder sustentarlas y llevarlas a buen fin.

Al mismo tiempo, todos y cada uno de ustedes deben tener presente que ser joven comunista, pertenecer a la Unión de Jóvenes Comunistas, no es una gracia que alguien les concede, ni es una gracia que ustedes conceden al Estado o a la Revolución. Pertenecer a la Unión de Jóvenes Comunistas debe ser el más alto honor de un joven de la sociedad nueva. Debe ser un honor por el que luchen en cada momento de su existencia. Y, además, el honor de mantenerse y mantener en alto el nombre individual dentro del gran nombre de la Unión de Jóvenes Comunistas. Debe ser un empeño constante también.

En esta forma avanzaremos aún más rápidamente. Acostumbrándonos a pensar como masa, a actuar con las iniciativas que nos brinda la gran iniciativa de la masa obrera y las iniciativas de nuestros máximos dirigentes; y, al mismo tiempo, actuar siempre como individuos, permanentemente preocupados de nuestros propios actos, permanentemente preocupados de que nuestros actos no manchen nuestro nombre ni el nombre de la asociación a que pertenecemos.

Después de dos años podemos recapitular y observar cuáles han sido los resultados de esta tarea. Y hay enormes logros en la vida de la Unión de Jóvenes Comunistas. Uno de los más importantes, de los más espectaculares, ha sido el de la defensa. Los jóvenes que primero —algunos de ellos―, subieron los cinco picos del Turquino; los que se enrolaron en una serie de organizaciones militares, todos los que empuñaron el fusil en los momentos de peligro estuvieron prestos a defender la Revolución en cada uno de los lugares donde se esperaba la invasión o la acción enemiga.

A los jóvenes de Playa Girón les cupo el altísimo honor de poder defender allí a nuestra Revolución, defender a las instituciones que hemos creado a fuerza de sacrificio, los logros que todo el pueblo ha conseguido en años de lucha; toda nuestra Revolución se defendió allí en setenta y dos horas de lucha.

La intención del enemigo era crear una cabeza de playa suficientemente fuerte, con un aeropuerto dentro, que permitiera hostilizar todo nuestro territorio, bombardearlo inmisericordemente, convertir nuestras fábricas en cenizas, reducir a polvo nuestros medios de comunicación, arruinar nuestra agricultura. En una palabra: sembrar el caos en nuestro país. La acción decidida de nuestro pueblo liquidó la intentona imperialista en solo setenta y dos horas.

Jóvenes que aún eran niños, se cubrieron de gloria. Algunos están hoy aquí como exponentes de esa juventud heroica, y de otros nos queda por lo menos su nombre como recuerdo, como acicate para nuevas batallas, que habrá que dar, para nuevas actitudes heroicas frente al ataque imperialista.

En el momento en que la defensa del país era la tarea más importante la juventud estuvo presente. Hoy la defensa del país sigue ocupando el primer lugar en nuestros deberes. Pero no debemos olvidar que la consigna que guía a los Jóvenes Comunistas está íntimamente unida entre sí: no puede haber defensa del país solamente en el ejercicio de las armas, prestos a la defensa, sino que, además debemos defender el país construyéndolo con nuestro trabajo y preparando los nuevos cuadros técnicos para acelerar su desarrollo en los años venideros.

Ahora esta tarea adquiere una importancia enorme y está a la misma altura que la del ejercicio directo de las armas. Cuando se plantearon problemas como estos la juventud dijo presente una vez más. Los jóvenes brigadistas respondiendo al llamamiento de la Revolución, invadieron todos los rincones del país. Y así, en pocos meses y en batalla muy dura —donde hubo incluso mártires de la Revolución, mártires de la educación—, pudimos anunciar una situación nueva en América: la de que Cuba era el territorio libre de analfabetismo en América.

El estudio a todos los niveles es también hoy una tarea de la juventud. El estudio mezclado con el trabajo, como en los casos de los jóvenes estudiantes que están recogiendo café en Oriente, que utilizan sus vacaciones para recoger un grano tan importante en nuestro país, para nuestro comercio exterior, para nosotros, que consumimos una gran cantidad de café todos los días. Esta tarea es similar a la de la alfabetización. Es una tarea de sacrificio que se hace alegremente, reuniéndose los compañeros estudiantes —una vez más— en las montañas de nuestro país para llevar allí su mensaje revolucionario.

Son muy importantes esas tareas porque dentro de ellas la Unión de Jóvenes Comunistas, los jóvenes comunistas no solamente dan. Reciben, y en algunos casos más de lo que dan: adquieren experiencias nuevas, una nueva experiencia del contacto humano, nuevas experiencias de cómo viven nuestros campesinos, de cómo es el trabajo y la vida en los lugares más apartados, de todo lo que hay que hacer para elevar aquellas regiones al mismo nivel que los lugares más habitables del campo y las ciudades. Adquieren experiencia y madurez revolucionarias. Los compañeros que pasan por aquellas tareas de alfabetizar o recoger café, en contacto directo con nuestro pueblo ayudándolo lejos de sus hogares reciben —puedo afirmarlo— más alma de la que dan, ¡Y la que dan es mucha!

Esta es la forma de educación que mejor cuadra a una juventud que se prepara para el comunismo: la forma de educación en la cual el trabajo pierde la categoría de obsesión que tiene en el mundo capitalista y pasa a ser un grato deber social, que se realiza con alegría, que se realiza al son de cánticos revolucionarios, en medio de la camaradería más fraternal, en medio de contactos humanos que vigorizan a unos y otros, y a todos elevan.

Además, la Unión de Jóvenes Comunistas ha avanzado mucho en su organización. De aquel débil embrión que se formara como apéndice del Ejército Rebelde, a esta organización de hoy, hay una gran diferencia. Por todas partes, en todos los centros de trabajo, en todos los organismos administrativos, en todos los lugares donde puedan ejercer su acción, allí hay jóvenes comunistas y allí están trabajando para la Revolución. El avance organizativo debe ser considerado también como un logro importante de la Unión de Jóvenes Comunistas.

Sin embargo, compañeros, en este camino difícil ha habido muchos problemas, ha habido dificultades grandes, ha habido errores groseros, y no siempre hemos podido superarlos. Es evidente que la Unión de Jóvenes Comunistas, como organismo menor, como hermano menor de las Organizaciones Revolucionarias Integradas, tiene que beber allí de las experiencias de los compañeros que han trabajado más en todas las tareas revolucionarias, y debe escuchar siempre —con respeto— la voz de esa experiencia.

Pero la juventud tiene que crear. Una juventud que no crea es una anomalía, realmente y a la Unión de Jóvenes Comunistas le ha faltado un poco de espíritu creador. Ha sido, a través de su dirigencia, demasiado dócil, demasiado respetuosa y poco decidida a plantearse problemas propios. Hoy se está rompiendo eso. El compañero Joel nos hablaba de las iniciativas de los trabajos en las granjas. Son ejemplos de cómo se empieza a romper la dependencia total —que se convierte en absurda— de un organismo mayor, cómo se empieza a pensar con la propia cabeza.

Pero es que nosotros, y nuestra juventud con todos nosotros, está convaleciente de una enfermedad que, afortunadamente, no fue muy larga, pero que influyó mucho en el retraso del desarrollo de la profundización ideológica de nuestra Revolución. Estamos todos convalecientes de ese mal, llamado sectarismo.

¿A qué condujo el sectarismo? Condujo a la copia mecánica, a los análisis formales, a la separación entre la dirigencia y las masas. Incluso en nuestra Dirección Nacional, y el reflejo directo se produjo aquí, en la Unión de Jóvenes Comunistas. Si nosotros —también desorientados por el fenómeno del sectarismo— no alcanzábamos a recibir la voz del pueblo, que es la voz más sabia y más orientadora, si no alcanzábamos a recibir las palpitaciones del pueblo para poder transformarlas en ideas concretas, en directivas precisas, mal podríamos dar esas directivas a la Unión de Jóvenes Comunistas. Y como la dependencia era absoluta, como la docilidad era muy grande, la Unión de Jóvenes Comunistas navegaba como un pequeño barquito al garete, dependiendo del gran barco: nuestras Organizaciones Revolucionarias, que también éstas marchaban al garete.

Aquí se producían iniciativas pequeñas, que era lo único capaz de producir la Unión de Jóvenes Comunistas, las cuales se transformaban a veces en slogans groseros, en evidentes manifestaciones faltas de profundidad ideológica. El compañero Fidel hizo serias críticas de extremismos y de expresiones, algunas tan conocidas por todos ustedes como: “la ORI es la candela…”, “somos socialistas, p’alante y p’alante…” Todas aquellas cosas que criticara Fidel, y que ustedes conocen bien, eran el reflejo del mal que gravaba nuestra Revolución.

Hemos salido de esa etapa. La hemos liquidado totalmente, pero sin embargo, los organismos van siempre un poco más lentamente. Es como un mal que hubiera tenido inconsciente a una persona. Cuando el mal cede, el cerebro recupera la claridad mental, pero todavía los miembros no coordinan bien sus movimientos. Los primeros días después de levantarse del lecho el andar es inseguro y poco a poco se va adquiriendo la nueva seguridad. En ese camino estamos nosotros.

Así debemos definir y analizar objetivamente todos nuestros organismos para seguir limpiando. Saber, para no caernos, para no tropezar e irnos al suelo; conocer nuestras debilidades para aprender a resolverlas, conocer nuestras flaquezas para liquidarlas y adquirir más fuerza. Esa falta de iniciativa propia se debe al desconocimiento, durante un buen tiempo, de la dialéctica que mueve los organismos de masas y al olvido de que los organismos como la Unión de Jóvenes Comunistas no pueden ser simplemente de dirección, no pueden ser algo que constantemente mande directivas hacia las bases y que no reciba nada de ellas.

Se pensaba que la Unión de Jóvenes Comunistas y todas las organizaciones de Cuba eran organizaciones de una sola línea. Una sola línea que iba desde la cabeza hacia las bases, pero que no tenía un cable de retorno que trajera la comunicación de las bases. Un doble y constante intercambio de experiencias, de ideas, de directivas, que vienen a ser las más importantes, las que hicieran centrar el trabajo de nuestra juventud.

Al mismo tiempo se podían recoger los puntos en que estuviera más flojo el trabajo, los puntos donde se flaqueara más.

Nosotros vemos todavía cómo los jóvenes, héroes de novelas casi, que pueden entregar su vida cien veces por la Revolución, que se les llama para cualquier tarea concreta y esporádica, y marchan en masa hacia ellas. Sin embargo, a veces faltan a su trabajo porque tenían una reunión de la Unión de Jóvenes Comunistas, o porque se acostaron tarde la noche anterior, discutiendo alguna iniciativa de los Jóvenes Comunistas, o simplemente no van al trabajo porque no, sin causa justificada.

Cuando se observa una brigada de trabajo voluntario donde se supone que están los Jóvenes Comunistas en muchos casos no los hay. No hay uno. El dirigente tenía que ir a una reunión, el otro estaba enfermo, el de más allá no se había enterado bien. Y el resultado es que la actitud fundamental, la actitud de vanguardia del pueblo, la actitud de ejemplo viviente que conmueve y lleva adelante a todo el mundo —como hicieron los jóvenes de Playa Girón—, esa actitud no se repite en el trabajo. La seriedad que debe tener la juventud de hoy para afrontar los grandes compromisos —y “el compromiso mayor es la construcción de la sociedad socialista— no se refleja en el trabajo concreto. Hay debilidades grandes y hay que trabajar sobre ellas.

Trabajar organizando, trabajar puntualizando el lugar donde duele, el lugar donde hay debilidades que corregir, y trabajar sobre cada uno de ustedes para poner bien claro en sus conciencias que no puede ser buen comunista aquel que solamente piensa en la Revolución cuando llega el momento del sacrificio, del combate, de la aventura heroica, de lo que se sale de lo vulgar y de lo cotidiano y, sin embargo, en el trabajo es mediocre o menos que mediocre.

¿Cómo puede ser eso, si ustedes reciben ya el nombre de Jóvenes Comunistas, el nombre que nosotros, como organización dirigente, partido dirigente, todavía no tenemos? Ustedes que tienen que construir un futuro en el cual el trabajo será la dignidad máxima del hombre, el trabajo será un deber social, un gusto que se da el hombre, donde el trabajo será creador al máximo y todo el mundo deberá estar interesado en su trabajo y en el de los demás, en el avance de la sociedad, día a día. ¿Cómo puede ser que ustedes que ya hoy tienen ese nombre, desdeñan el trabajo? ¡Ah! hay una falla. Una falla de organización, de esclarecimiento, de trabajo. Una falla, además, humana. A todos nosotros —a todos, yo creo— nos gusta mucho más aquello que rompe la monotonía de la vida, aquello que de pronto, una vez cada cierto tiempo, lo hace pensar a uno en su propio valor, en el valor que tiene dentro de la sociedad.

Y me imagino el orgullo de aquellos compañeros que estaban en una “cuatro bocas”, por ejemplo, defendiendo su patria de los aviones yanquis, y de pronto a alguien le tocaba la suerte de ver que sus balas alcanzaban un avión enemigo. Evidentemente es el momento más feliz en la vida de un hombre. Eso nunca se olvida. Nunca lo olvidarán los compañeros a los que les tocó vivir esa experiencia.

Pero nosotros tenemos que defender nuestra Revolución, la que estamos haciendo todos los días. Y para poder defenderla, hay que ir construyéndola, fortificándola con ese trabajo que hoy no le gusta a la juventud, o que, por lo menos, considera como el último de sus deberes, porque conserva todavía la mentalidad antigua, la mentalidad proveniente del mundo capitalista, o sea que el trabajo es, sí, un deber, es una necesidad, pero un deber y una necesidad tristes.

Junto a jóvenes del Ministerio de Industrias rumbo a un Trabajo Voluntario

¿Por qué ocurre esto? Porque todavía no le hemos dado al trabajo su verdadero sentido. No hemos sido capaces de unir al trabajador con el objeto de su trabajo. Y al mismo tiempo, de impartirle al trabajador conciencia de la importancia que tiene el acto creativo que día a día realiza.

El trabajador y la máquina, el trabajador y el objeto sobre el que se ejerce el trabajo son dos cosas diferentes y antagónicas. Y ahí hay que trabajar, para ir formando nuevas generaciones que tengan el interés máximo en trabajar y sepan encontrar en el trabajo una fuente permanente y constantemente cambiante de nuevas emociones.

Hacer del trabajo algo creador, algo nuevo es quizás el punto más flojo de nuestra Unión de Jóvenes Comunistas. Hoy por eso recalco este punto, y en medio de la alegría de festejar esta fecha aniversario, vuelvo a poner la pequeña gota de amargura para tocar el punto sensible, para llamar a la juventud a que reaccione.

Hoy nos pasó en una asamblea en que se discutía la emulación en el Ministerio. Muchos de ustedes probablemente ya hayan discutido la emulación en sus centros de trabajo y hayan leído un tremendo papel que está circulando. Pero ¿cuál es el problema de la emulación, compañeros? El problema es que la emulación no puede regirse por papeles que la reglamenten, la ordenen y le den un molde. El reglamento y el molde son necesarios para poder comparar después el trabajo de la gente entusiasta que está emulando.

Cuando dos compañeros empiezan a emular, cada uno en una máquina para construir más, después de un tiempo empiezan a sentir la necesidad de algún reglamento para determinar cuál de los dos produce más en su máquina: de la calidad del producto, de la cantidad, de las horas de trabajo, la forma en que queda la máquina después, cómo la han atendido…Muchas cosas. Pero si en vez de tratarse de dos compañeros que efectivamente emulan y a los cuales nosotros vamos a darles un reglamento, aparece un reglamento para otros dos que están pensando en que llegue la hora para irse a su casa, ¿para qué sirve el reglamento, qué función cumple?

En muchas cosas estamos trabajando con reglamento y haciendo el molde para algo que no existe. El molde tiene que tener un contenido, el reglamento tiene que ser, en estos casos, lo que defina y limite una situación ya creada. El reglamento debiera ser el resultado de la emulación llevada a cabo anárquicamente si quieren, sí, pero entusiasta, desbordante por todos los centros de trabajo de Cuba. Automáticamente surgiría la necesidad de reglamentar, de hacer una emulación con reglamentos.

Así hemos tratado muchos problemas, así hemos sido formales en el tratamiento de muchas cosas. Y cuando en esa asamblea pregunté por qué no había estado, o cuántas veces había estado el secretario de los Jóvenes Comunistas, supe que había estado alguna vez, pocas, y que los Jóvenes Comunistas no habían estado.

Pero en el curso de la asamblea, discutiendo estos problemas y otros, los Jóvenes Comunistas, el núcleo, la Federación de Mujeres y los Comités de Defensa y el Sindicato, naturalmente, se llenaron de entusiasmo. Por lo menos se llenaron de un rescoldo interno, de amargura, de un deseo de mejorar, un deseo de demostrar que eran capaces de hacer aquello que no se ha hecho: mover a la gente. Entonces, de pronto, todos se comprometieron a hacer que el Ministerio completo emulara en todos los niveles, a discutir el reglamento, después de establecer las emulaciones, ya venir dentro de quince días a presentar ya todo un hecho concreto, con todo el Ministerio emulando entre sí.

Ya allí hay movilización. La gente ya ha comprendido y ha sentido internamente —porque cada compañero de esos es un gran compañero— que había algo flojo en su trabajo. Se ha llenado de dignidad herida y ha ido a resolver. Eso es lo que hay que hacer. Acordarse de que el trabajo es lo más importante. Perdónenme si insisto una y otra vez, pero es que sin trabajo no hay nada. Toda la riqueza del mundo, todos los valores que tiene la humanidad, son nada más que trabajo acumulado. Sin eso no puede existir nada. Sin el trabajo extra que se da para crear más excedentes para nuevas fábricas, para nuevas instalaciones sociales el país no avanza, y por más fuertes que sean nuestros ejércitos estaremos siempre con un ritmo lento de crecimiento, y hay que romper eso, romper con todos los viejos errores, manifestarlos a la luz pública, analizarlos en cada lugar, y entonces, corregirlos.

Quiero plantear ahora, compañeros, cuál es mi opinión, la visión de un dirigente nacional de las ORI, de lo que debe ser un joven comunista, a ver si estamos de acuerdo todos.

Yo creo que lo primero que debe caracterizar a un joven comunista es el honor que siente por ser Joven Comunista. Ese honor que le lleva a mostrar ante todo el mundo su condición de joven comunista, que no lo vuelca en la clandestinidad, que no lo reduce a fórmulas, sino que lo expresa en cada momento, que le sale del espíritu, que tiene interés en demostrarlo porque es su símbolo de orgullo.

Junto a eso, un gran sentido del deber hacia la sociedad que estamos construyendo, con nuestros semejantes como seres humanos y con todos los hombres del mundo. Eso es algo que debe caracterizar al joven comunista. Al lado de eso, una gran sensibilidad ante todos los problemas, gran sensibilidad frente a la injusticia; espíritu inconforme cada vez que surge algo que está mal, lo haya dicho quien lo haya dicho. Plantearse todo lo que no se entienda; discutir y pedir aclaración de lo que no esté claro; declararle la guerra al formalismo, a todos los tipos de formalismo. Estar siempre abierto para recibir las nuevas experiencias, para conformar la gran experiencia de la humanidad, que lleva muchos años avanzando por la senda del socialismo, a las condiciones concretas de nuestro país, a las realidades que existen en Cuba: y pensar —todos y cada uno— cómo ir cambiando la realidad, cómo ir mejorándola.

El joven comunista debe proponerse ser siempre el primero en todo, luchar por ser el primero, y sentirse molesto cuando en algo ocupa otro lugar. Luchar por mejorar, por ser el primero. Claro que no todos pueden ser el primero, pero sí estar entre los primeros, en el grupo de Vanguardia. Ser un ejemplo vivo, ser el espejo donde se miren los compañeros que no pertenezcan a las juventudes comunistas, ser el ejemplo donde puedan mirarse los hombres y mujeres de edad más avanzada que han perdido cierto entusiasmo juvenil, que han perdido la fe en la vida y que ante el estímulo del ejemplo reaccionan siempre bien. Esa es otra tarea de los jóvenes comunistas.

Junto a eso, un gran espíritu de sacrificio, un espíritu de sacrificio no solamente para las jornadas heroicas, sino para todo momento. Sacrificarse para ayudar al compañero en las pequeñas tareas, para que pueda así cumplir su trabajo, para que pueda cumplir con su deber en el colegio, en el estudio, para que pueda mejorar de cualquier manera. Estar siempre atenta a toda la masa humana que lo rodea.

Es decir: se plantea a todo joven comunista ser esencialmente humano, ser tan humano que se acerque a lo mejor de lo humano, purificar lo mejor del hombre por medio del trabajo, del estudio, del ejercicio de la solidaridad continuada con el pueblo y con todos los pueblos del mundo, desarrollar al máximo la sensibilidad hasta sentirse angustiado cuando se asesina a un hombre en cualquier rincón del mundo y para sentirse entusiasmado cuando en algún rincón del mundo se alza una nueva bandera de libertad.

El joven comunista no puede estar limitado por las fronteras de un territorio: el joven comunista debe practicar el internacionalismo proletario y sentirlo como cosa propia. Acordarse, como debemos acordarnos nosotros, aspirantes a comunistas aquí en Cuba, que somas un ejemplo real y palpable para toda nuestra América, y más aún que para nuestra América, para otros países del mundo que luchan también en otros continentes por su libertad, contra el colonialismo, contra el neocolonialismo, contra el imperialismo, contra todas las formas de opresión de los sistemas injustos; acordarse siempre de que somos una antorcha encendida, de que nosotros todos somos el mismo espejo que cada uno de nosotros individualmente es para el pueblo de Cuba, y somos ese espejo para que se miren en él los pueblos de América, los pueblos del mundo oprimido que luchan por su libertad. Y debemos ser dignos de ese ejemplo. En todo momento y a toda hora debemos ser dignos de ese ejemplo.

Eso es lo que nosotros pensamos que debe ser un joven comunista. Y si se nos dijera que somos casi unos románticos, que somos unos idealistas inveterados, que estamos pensando en cosas imposibles, y que no se puede lograr de la masa de un pueblo el que sea casi un arquetipo humano, nosotros tenemos que contestar, una y mil veces que sí, que sí se puede, que estamos en lo cierto, que todo el pueblo puede ir avanzando, ir liquidando las pequeñeces humanas, como se han ido liquidando en Cuba en estos cuatro años de Revolución; ir perfeccionándose como nos perfeccionamos todos día a día, liquidando intransigentemente a todos aquellos que se quedan atrás, que no son capaces de marchar al ritmo que marcha la Revolución Cubana. Tiene que ser así, debe ser así, y así será, compañeros. Será así, porque ustedes son jóvenes comunistas, creadores de la sociedad perfecta, seres humanos destinados a vivir en un mundo nuevo de donde habrá desaparecido definitivamente todo lo caduco, todo lo viejo, todo lo que represente la sociedad cuyas bases acaban de ser destruidas.

Para alcanzar eso hay que trabajar todos los días. Trabajar en el sentido interno de perfeccionamiento, de aumento de los conocimientos, de aumento de la comprensión del mundo que nos rodea. Inquirir y averiguar y conocer bien el porqué de las cosas y plantearse siempre los grandes problemas de la humanidad como problemas propios.

Así, en un momento dado, en un día cualquiera de años que vienen —después de pasar muchos sacrificios, sí, después de habernos visto quizá muchas veces al borde de la destrucción—, después de haber visto quizá cómo nuestras fábricas son destruidas y de haberlas reconstruido nuevamente, después de asistir al asesinato, a la matanza, de muchos de nosotros y de reconstruir la que sea destruido, al fin de todo esto, un día cualquiera, casi sin darnos cuenta, habremos creado, junto con los otros pueblos del mundo, la sociedad comunista, nuestro ideal.

Compañeros, hablarle a la juventud es una tarea muy grande. Uno se siente en ese momento capaz de transmitir algunas cosas y siente la comprensión de la juventud. Hay muchas cosas que quisiera decir de todos nuestros esfuerzos, nuestros afanes; de cómo, sin embargo, muchos de ellos se rompen ante la realidad diaria y cómo hay que volver a iniciarlos. De los momentos de flaqueza y de cómo el contacto con el pueblo —con los ideales y la pureza del pueblo— nos infunde nuevo fervor revolucionario.

Che en el Seminario La Juventud y la Revolución. Ministerio de Industrias. 9 de mayo de 1964

Habría muchas cosas de que hablar. Pero también tenemos que cumplir con nuestros deberes. Y aprovecho para explicarles por qué me despido de ustedes, con toda mala intención si ustedes quieren. Me despido de ustedes, porque voy a cumplir con mi deber de trabajador voluntario a una textilera; allí estamos trabajando desde hace ya algún tiempo. Estamos emulando con la Empresa Consolidada de Hilados y Tejidos Planos que trabaja en otra textilera y estamos emulando con la Junta Central de Planificación, que trabaja en otra textilera.

Quiero decirles, honestamente, que el Ministerio de Industrias va último en la emulación, que tenemos que hacer un esfuerzo mayor, más grande, repetido constantemente, para avanzar, para poder cumplir aquello que nosotros mismos decimos de ser los mejores, de aspirar a ser los mejores, porque nos duele ser los últimos en la emulación socialista.

Sucede, simplemente, que aquí ha ocurrido lo mismo que les ha ocurrido a muchos de ustedes: la emulación es fría, un poco inventada, y no hemos sabido entrar en contacto directo con la masa de trabajadores de la industria. Mañana tendremos una asamblea para discutir esos problemas y para tratar de resolverlos todos, de buscar los puntos de unión, de establecer un lenguaje común de una identidad absoluta entre los trabajadores de esa industria y nosotros los trabajadores del Ministerio. Y después de logrado eso, estoy seguro de que aumentaremos mucho los rendimientos allí y que podremos, por lo menos, luchar honorablemente por los primeros lugares.

En todo caso, en la próxima asamblea el año que viene les contaremos el resultado. Hasta entonces.

Tomado de: Centro de Estudios Che Guevara

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José Martí y la revolución de justicia y de realidad

José Martí Pérez (1853-1895). Héroe Nacional de Cuba.

Por María Caridad Pacheco González

El sentido de la justicia constituye la piedra angular del pensamiento y la acción revolucionaria de José Martí. El ser justo fue la máxima exhortación que dirigió a su hijo, y así lo dejó expresado en una carta que escribió el 1ro de abril de 1895, en la que sus últimas palabras fueron: “Sé justo”, de ahí el lugar cimero que ocupaba la justicia para Martí como valor en la conformación de un hombre bueno. Es así que la dimensión ético-jurídica de la personalidad de nuestro Apóstol viene avalada en esencia por la Justicia, estando su pensamiento acompañado por un evidente enfoque jurídico que legitimó su acción.

La justicia que Martí pretendía solo se lograría cuando el Derecho Positivo, o sea, aquel que se materializaba en la norma escrita, se ajustara al Derecho Natural, aquel que había existido durante el desarrollo de toda la humanidad; por lo que la sociedad, a través del Derecho Positivo, tendría que reconocer los derechos inalienables e imprescriptibles que el hombre poseía por el solo hecho de serlo, y por consiguiente, reconocer la igualdad de todos los hombres en la sociedad; de ahí que para El Maestro, si todos los hombres eran iguales por naturaleza, debían serlo también por ley, siendo estas consideraciones las que le permitieron desentrañar la esencia de su obra política: “…si igualdad social quiere decir el trato respetuoso y equitativo, sin limitaciones de estimación no justificada por limitaciones correspondientes de capacidad o de virtud, de los hombres, de un color o de otro, que pueden honrar y honran el linaje humano, la igualdad social no es más que el reconocimiento de la equidad visible de la naturaleza”.[1]

En uno de los Boletines publicado en la Revista Universal de México el 18 de junio de 1875, escribió: “Existe en el hombre la fuerza de lo justo, y es éste el primer estado del Derecho. Al conceptuarse en el pensamiento, lo justo se desenvuelve en fórmulas: he aquí el Derecho Natural.”[2] De esta forma resumía la fundamentación ética del Derecho, estableciendo al mismo tiempo, la primacía de la justicia en el Derecho, no para elaborar una teoría, sino para hallar las bases con vistas a crear gobiernos justos en nuestra América y una patria digna.

Hizo referencia también Martí a que el Derecho no podía nacer de la fuerza, ni confundirse con ella, porque precisamente el fundamento de la autoridad y de su ejercicio debía ser la justicia misma, expresando entonces que: “(…) los sistemas políticos en que domina la fuerza crean derechos que carecen totalmente de justicia”[3], de ahí que el gobernante, en el ejercicio de sus funciones, debía obligatoriamente ajustarse al Derecho, pues de lo contrario no sería lícita su actuación, ni tampoco la norma que dictara en su gobierno.

Fue así que, nuestro Apóstol, partiendo de la premisa de que la justicia era una fuerza moral que impelía al hombre hacia el bien, creía que por sí sola era capaz de imponerse: “… un principio justo desde el fondo de una cueva, puede más que un ejército”[4], “Como cuerpos que ruedan por un plano inclinado, así las ideas justas, por sobre todo obstáculo y valla, llegan a logro. Será dado precipitar o estorbar su llegada; impedirla, jamás. —Una idea justa que aparece, vence (…).“[5]

Sin embargo, se dio cuenta que la realidad decía otra cosa y que un derecho sin el elemento coactivo era ingenuidad, planteando entonces que: “…en las sociedades nacientes, víctimas siempre de los caudillos brillantes e intrépidos, el Derecho tiene, si no quiere morir de desuso, que ayudarse de la fuerza”[6]. Para Martí ayudarse de ella, no significaba hacerla un elemento esencial, porque el Derecho en sí mismo constituye una fuerza irrefrenable y porque “(…) el abuso ceja, como ruin galancete ante el enojo de una dama pura”.[7] Se ha planteado en este sentido, que quizás este sea un punto del pensamiento martiano donde parece reflejarse el influjo que recibió en su juventud de Karl Christian Krause, muy en boga en España entre los años en que Martí estudió en ese país, de modo que estuvo cerca de los krausistas españoles y sometido a sus influencias directas.

Indudablemente, Martí tomó la justicia como fundamento en su constante lucha por lograr un Derecho pleno de eticidad. Tenía fe en su fuerza como valor en los individuos, de modo que lo injusto, dentro de la sociedad que él concebía, no tenía lugar, cayendo entonces por su propio peso, y así lo expresó: “Lo social está ya en lo político en nuestra tierra, como en todas partes: yo no le tengo miedo, porque la justicia y el peso de las cosas son remedios que no fallan: es un león que devora en las horas de calentura, pero se le lleva, sin necesidad de cerrarle los ojos con un hilo de cariño. Se cede en lo justo y lo injusto cae solo”[8], por lo que había que comenzar luchando por conquistar la justicia para entonces poder construir la sociedad a la que aspiraba:” La nación empieza en la justicia (…)”[9].

También es de suma importancia, para ponderar esta visión de Martí, tener en cuenta el nivel de discusión sobre los problemas sociales en el mismo seno de la emigración. Hacía 1883, prologa los Cuentos de hoy y de mañana, de Rafael de Castro Palomino, evolucionista convencido —aunque propugnaba la revolución para Cuba, y quien pretende en su libro ofrecer a través de lo que llama “cuadros políticos y sociales” en forma de cuentos, los diversos tipos de “soluciones sociales” que se debatían en Nueva York por entonces y donde el cuento “Del caos no saldrá la luz”, tiene como personajes a dos comuneros(un francés y el otro, alemán) que recomienzan en Estados Unidos y fundan una colonia comunista que fracasa. A pesar de la frustración del sueño comunero, el libro revela una evaluación crítica del capitalismo, particularmente norteamericano, cuando el ex comunero francés expresa lo siguiente: “Yo he venido a los EEUU creyendo encontrar un mundo mejor, y he contemplado en medio de la civilización y la riqueza, a los niños de todas las edades, hambrientos, descalzos, casi desnudos, en medio de un invierno horrible; a las jóvenes en las mismas condiciones, arrojándose ciegas en brazos de la prostitución para obtener un bocado”. Y concluye: “¿Qué produce el individualismo sino la competencia, ese sistema egoísta y horrible? Cada uno para sí y en contra de todos. Esa lucha sorda y constante, en que es necesario que unos pierdan para que otros ganen…”[10]

En el prólogo antes mencionado el líder cubano aplaude las tesis de Palomino, pero hace gala de su clara conciencia de la gravedad del problema social y la necesidad urgente de resolverlo. De este modo, censura, aunque comprende, las iras e impaciencias que, según su criterio, obstaculizan y retrasan la solución de los problemas sociales, agravándolos. En este sentido plantea: “En el problema moderno, el triunfo rudo de los hombres que tienen de su lado la mayor parte de la justicia, sería a poco la reacción prolongada de los hombres inteligentes que todavía tienen buena parte de la justicia de su lado” y concluía: “La victoria no está solo en la justicia, sino en el momento y modo de pedirla: no en la suma de armas en la mano, sino en el número de estrellas en la frente”[11].

De estas conclusiones no puede inferirse que Martí fuera un revolucionario en lo político, y una especie de evolucionista en cuanto a la revolución social. Él dijo muy claramente que quería echar su suerte “con los pobres de la tierra”, pero para lograr tales fines se requería, según su criterio, una gradual y compleja estrategia de lucha, que implicaba un meticuloso trabajo de preparación, porque de hacerse a destiempo y sin el cuidado requerido podía suscitar la alianza de los poderosos y retrasar el triunfo de los oprimidos, como había ocurrido con el primer Estado proletario.

El empuje de la lucha de clases en los Estados Unidos, donde vivió los 15 últimos años de su vida, y particularmente el proceso contra ocho obreros anarquistas de Chicago, profundizan el pensamiento social de José Martí y le permiten percatarse de algunos principios de orden jurídico que tendrían especial relevancia en sus concepciones político revolucionarias.

El 1ro de mayo de 1886, doscientos mil trabajadores norteamericanos comenzaron una huelga obrera en Estados Unidos. El 4 de mayo, al terminar un acto organizado por los trabajadores de Chicago, en el Haymarket Square, la policía intentó dispersar a los manifestantes. Fue en ese momento que una bomba explotó en el lugar, ultimó a un oficial e hirió a otros uniformados. Ello dio pretexto a la burguesía para iniciar una salvaje represión que incluyó el proceso contra ocho obreros anarquistas. Estos hechos fueron descritos, comentados y analizados profundamente por Martí, que si bien acepta en principio el veredicto, de forma gradual transita hacia la solidaridad con los anarquistas condenados a muerte por el tribunal que los juzgó. Este cambio de actitud se debió a la comprobación de que era imposible determinar la culpabilidad de los acusados, la actitud ejemplar y valentía de los obreros sentenciados, la solidaridad que despertó la causa dentro y fuera del país, y el hecho de que las clases dominantes so pretexto del proceso mutilan y suprimen libertades.

Las crónicas martianas “Grandes Motines Obreros” (Nueva York, mayo 16 de 1886), “El proceso de los siete anarquistas de Chicago” (Nueva York, septiembre 2 de 1886) y “Un Drama Terrible” (Nueva York, noviembre 13 de 1887), recogen no solo la animadversión del presidente de ese país, Grover Cleveland, hacia el movimiento obrero; sino también la vinculación del Derecho con los intereses de clase, en especial los económicos, que fueron el detonante de los enfrentamientos entre obreros y capitalistas en los Estados Unidos, fenómeno que percibe sobre todo después del asesinato legal de los encartados. Martí comprueba que tales intereses influían en la concepción misma del Derecho y no solo en su aplicación, a pesar de la apariencia democrática del poder judicial estadounidense, y constata que una constitución y un código republicanos no eran garantía suficiente para impartir justicia a las mayorías.

Por otra parte, Martí se percata que el Derecho en los Estados Unidos servía a los fines de su política expansionista y descubre los nexos entre esos fines y los enfrentamientos violentos entre el capital y el trabajo. En1886, después de los sucesos de Chicago, se abre una nueva etapa, más radical, en el pensamiento antimperialista martiano. Sus últimos escritos dan fe de que temía la intromisión de los Estados Unidos en la guerra de independencia en Cuba. “El tercer año del Partido Revolucionario Cubano”[12] pone el énfasis en esta problemática y en el lugar que ocupan las Antillas en el reparto imperialista del mundo.

En consecuencia, las transformaciones por las que aboga constantemente en su obra, son el resultado del objetivo que tiene la guerra de justicia y de deber. Las Resoluciones tomadas por la emigración cubana de Tampa el 28 de noviembre de 1891, exponen que la Revolución se hace “por el respeto y auxilio de las repúblicas del mundo, y por la creación de una República justa y abierta, una en el territorio, en el derecho, en el trabajo y en la cordialidad, levantada con todos y para el bien de todos”.[13] De este modo, la guerra trascendía los marcos de simple campaña militar para convertirse “en esta otra fe: con todos, y para todos (…): la revolución de justicia y de realidad, para el reconocimiento y la práctica franca de las libertades verdaderas”.[14]

El tacto, la delicadeza hacia las propuestas emanadas de los sectores más humildes están plasmados en los estatutos y en la propia práctica del Partido Revolucionario Cubano, con el cual perseguía no solo organizar la insurrección, sino sentar las bases de la futura organización social, con la finalidad de fundar una república justa, donde la ley primera fuese “el culto de los cubanos a la dignidad plena del hombre”[15]. Tuvo mucho cuidado de no sofocar las iniciativas populares espontáneas, de darse cuenta que la efectividad de la acción revolucionaria exigía en todo momento la participación activa, creadora, del pueblo, la masa adolorida con la cual había que hacer causa común, y en la que se debía fomentar los mejores valores, consciente de que “la justicia, la igualdad del mérito, el trato respetuoso del hombre, la igualdad plena del Derecho: eso es la Revolución”.[16]

Notas:

[1] José Martí. “Nuestras ideas”. Patria, Nueva York, 14 de marzo de 1892. Obras Completas, Ob. cit., Tomo 1, p.321.

[2] José Martí. Revista Universal, México, 18 de junio de 1875.  Obras Completas, Ob. cit., Tomo 6,p. 234

[3] José Martí. “Escenas mexicanas”. Revista Universal, México, 18 de junio de 1875, Ob. cit., Tomo 6, p.234

[4] José Martí. “El día de Juárez”, Patria, Nueva York, 14 de julio de 1894, Ob. cit., Tomo 8, p. 256.

[5] José Martí. Obras Completas, Ob. cit., Tomo 5, p.105

[6] José Martí. “Francisco Gregorio Billini”. La América, Nueva York, septiembre de 1884. Ob. cit., Tomo 8, p.193

[7] José Martí. Prólogo a Cuentos de hoy de mañana de Rafael de Castro Palomino. Ob. cit., Tomo 5, p. 108.

[8] José Martí. Carta a Serafín Bello, New York, 16 de noviembre de 1889. Obras Completas, Ob. cit., Tomo 1, p.253

[9] José Martí. “Los moros en España”, Ob. cit., Tomo 5, p.334

[10]  Rafael de Castro Palomino. Cuentos de hoy de mañana. Impr. Ponce de León, Nueva York, 1883, p. 37

[11] Ibídem.

[12] El 10 de abril de 1894 el Partido revolucionario Cubano entraba en su tercer año de fundado, y por ese motivo, el 17 de abril de ese año el periódico Patria publicó un artículo de José Martí cuyo título, “El tercer año del Partido Revolucionario Cubano. El alma de la revolución, y el deber de Cuba en América”, aludía no solo a la circunstancia de la celebración, sino también a la obra previsora que debía asumir el Partido de la Revolución Cubana.

[13] José Martí. Resoluciones tomadas por la emigración cubana de Tampa el 28 de noviembre de 1891. Obras Completas, Ob.  cit., p. 272.

[14] José Martí. Discurso en el Liceo Cubano, Tampa, 26 de noviembre de 1891, Obras Completas, Ob. cit., Tomo 4, p.272

[15] José Martí. Discurso en el Liceo Cubano, Tampa, 26 de noviembre de 1891. Obras Completas, Ob. cit., Tomo 4, p.270.

[16] José Martí. Obras Completas, Ob. cit., Tomo 7, p. 105.

Tomado de: La Jiribilla

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