Tras los apuntes

Los ojos de Greta Garbo

Autor: Manuel Puig

Los ojos de Greta Garbo está formado por una serie de relatos de formas libres y abiertas, por donde circulan emigrados marginales, actrices en crisis, hombres de negocios, homosexuales mitómanos y chiflados por el cine. Este cuidado volumen, que incluye una selección de retratos de la inolvidable actriz Greta Garbo extraidos de la colección personal de Manuel Puig, concluye con dos textos donde el rompedor autor argentino reflexiona sobre las diferencias entre escribir para el cine y escribir literatura. Siéntase libre de leer estos textos en el orden que usted prefiera.

Manuel Puig, en 1951, inició estudios en la Universidad de la capital argentina. Pasó luego a Roma, donde una beca le permitió seguir cursos de dirección en el Centro Sperimentale di Cinematografia. Trabajó posteriormente como ayudante de dirección en diversos filmes. Publicó novelas traducidas a varios idiomas: La traición de Rita Hayworth (1968; Seix Barral, 1971; 1976, edición definitiva), Boquitas pintadas (1969; Seix Barral, 1972), The Buenos Aires Affair (1973; Seix Barral, 1977), El beso de la mujer araña (Seix Barral, 1976), Maldición eterna  a quien lea estas páginas (Seix Barral, 1980), Sangre de amor correspondido (Seix Barral, 1982) y Cae la noche tropical (Seix Barral, 1988). Reunió en un volumen dos piezas teatrales: Bajo un manto de estrellas y la adaptación escénica de El beso de la mujer araña (Seix Barral, 1983) y en otro dos de sus guiones cinematográficos: La cara del villano y Recuerdo de Tijuana (Seix Barral, 1985).

Tomado de: Traficantes de sueños

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Alucinaciones americanas: el vértigo de la ventana indiscreta

Por Roberto Calasso

En ‘Alucinaciones americanas’ se lee: “Por consenso general, ‘Vértigo’ (‘La mujer que vivió dos veces’) es la más impenetrable de las películas de Hitchcock –y para algunas la más hermosa (o una de las dos o tres supremas). Este libro se propone decir por qué. Y por qué Vértigo tiene una película gemela: ‘Rear Window’ (‘La ventana indiscreta’), que aunque comúnmente es considerada mucho más sencilla e inmediata, se podría revelar igualmente vertiginosa. Pero hablar de estas dos películas es como hablar del cine en sí, por lo tanto también de Max Ophüls, de Rita Hayworth, de la epifanía de la ‘diva’ y de una novela de Kafka que ha sido ramificada por el cine de punta a punta: ‘El desaparecido’ [‘América’].” Este libro ha sido escrito en diversos momentos, incluso median entre ellos algunas décadas, y podría –o debería– leerse de corrido, como una secuencia ininterrumpida. Los únicos dos textos totalmente inéditos y recientes son ‘Figmentum y La danza de los fosfenos’. (‘rw: Rear Window’–‘La ventana indiscreta’. v: ‘Vértigo’–‘La mujer que vivió dos veces’.)

Figmentum

Desde la primera escena, Hitchcock quiso que quedara bien claro que rw y v son dos películas gemelas. Pese a que al principio resulta oscura y difícil de percibir dicha hermandad, porque las dos películas son el reverso y el anverso de la misma medalla. La similitud se declara desde el casting: en ambos casos James Stewart y una indefensa prometida rubia, que trabaja en la moda (Grace Kelly y Barbara Bel Geddes). James Stewart tiene (o ha tenido), en ambos casos, un oficio inquisitivo: fotorreportero aventurero o brillante detective. La diferencia reside en el hecho de que en rw el fotorreportero no ve la hora de regresar a su oficio, incluso en las situaciones más aventureras; mientras que el expolicía ya renunció a su cargo y ya no tiene ninguna responsabilidad. “Va y viene”, nada más. En ambos casos el hombre es un solterón refractario al matrimonio al que la mujer pretende persuadir. En ambos casos, el primer diálogo gira en torno al hecho que el hombre no puede moverse: por la pierna enyesada en rw, por sufrir de vértigo en v. Incluso el final está implícito ya desde el inicio de la película: feliz en rw (el fotorreportero se calma la comezón utilizando un calzador, en espera de poder liberarse del yeso); funesto en v (el expolicía quiere liberarse poco a poco de los vértigos, pero sufre una crisis apenas sube al tercer escalón de una escalera. También él está a punto de abandonar el rígido corsé proporcionado por la policía para volver a moverse normalmente).

Quiere liberarse de los vértigos y se topa con algo que lo marea, como aparece incluso antes de que comience la película: dentro de la pupila de una mujer de la que no sabemos nada emerge una espiral, que luego se metamorfosea. Se transformará en el moño en el cabello de Madeleine, pero también se trasmutará en una escalera de caracol –y en cualquier caso algo que crece sobre sí mismo y se multiplica, como se multiplican los pisos de cada edificio, cuando Scootie mira hacia abajo.

Los vértigos son una multiplicación de planos en los que a uno no le gustaría creer, pero no se puede. Cuando Gavin Elster le explica a Scootie que la vida de Madeleine está invadida y gobernada por la vida de una mujer muerta, Scootie se niega a aceptarlo. Y, a partir del momento en que, por curiosidad, lo acepta, ya se encuentra nuevamente atrapado en los vértigos, que por primera vez se anuncian en el foulard de seda verde de Madeleine en la cena con Elster.

Madeleine es un figmentum, una imagen mental, compuesta una primera vez por Elster y una segunda ocasión por Scootie. Su existencia impone que otra mujer muera: la esposa de Elster, primero; Judy después.

La señal que manifiesta el contacto con Madeleine es el color verde: en el foulard, largo hasta el piso, de la mujer sentada en el restaurante con Elster, en el vestido de día con cuello de Judy que camina con sus compañeras de trabajo de los grandes almacenes. Entre uno y otro, también hay muchos otros verdes, empezando por el automóvil Jaguar verde claro de Madeleine, hasta llegar al pabellón del Hotel Empire, donde vive Judy, y a las cortinas de su habitación, iluminadas por el letrero de neón del hotel.

Madeleine es una materia peligrosa de tocar. No solamente es un cuerpo, es sustancia mental. Scootie siempre mide sus distancias con ella. Pero besará a Madeleine frente a la misión justo antes de que Madeleine se caiga (Scootie así lo cree) de la torre del campanario. Aquel beso es un sello. Y besa a Judy, ahora idéntica a Madeleine, en la habitación de su hotel, mientras en su mente fluyen en círculo las cortinas verdes iluminadas por el letrero de neón del Hotel Empire y luego, sin ensambles, como en un diorama, las imágenes de los arcos y de las viejas carrozas conservadas en la misión. Esas carrozas formaban parte de recuerdos de Madeleine cuando se identificaba con Carlota Valdes, la muerta errante de la que solamente queda el testimonio de un retrato en un museo poco visitado. En ese momento el presente se hunde en el pasado, exactamente lo que Scootie consideraba imposible, y el figmentum se revela soberano en el tiempo. Y es la noche en la que otra Madeleine se precipitará desde el campanario de la misión.

De Allucinazioni americane, Adelphi, 2021, Piccola Biblioteca. Traducción de María Teresa Meneses.

Tomado de: La Jornada Semanal

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Emir Kusturica

Autor: Daniel Seguer

Polémico y cautivador, el universo onírico de Emir Kusturica es una ráfaga de estímulos sensoriales sobre los que levitan pasiones y dramas. Laureado con dos Palmas de Oro en el Festival Internacional de Cine de Cannes, el autor de “Papá está en viaje de negocios” y “Underground” ha expandido su poliédrica personalidad orientándola hacia numerosos terrenos creativos, como la música, la ópera o la literatura. Su visión del mundo nos ofrece una perspectiva audaz, tanto de un pasado ya desaparecido como de los anhelos de supervivencia y felicidad. Preocupaciones compartidas en cualquier rincón geográfico.

Tomado de: Cátedra

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Cine entre rejas

José Francisco Montero y José Antonio Planes Pedreño (eds.)

Cine entre rejas es una de las escasas aproximaciones en la literatura cinematográfica en español a un corpus al que pertenecen obras como Soy un fugitivo, La evasión, Titicut Follies, Cadena perpetua, Hunger o El hijo de Saúl: el cine carcelario. No caben muchas dudas de que este cuenta con una sólida tradición, a la que en nuestros días se incorporan nuevos títulos casi año tras año. Pero, ¿es posible inferir unas características o rasgos predominantes a partir de todas ellas? ¿Debemos hablar de un género, de un subgénero, de un ciclo…, o ninguna de estas categorías delimita de forma convincente los contornos del cine penitenciario? En cualquier caso, las historias ambientadas en prisiones han edificado poco a poco un imaginario que merece la pena explorar: ese es uno de los propósitos principales de este volumen.

En este libro colectivo sus diez autores elaboran sus respectivos discursos desde diferentes perspectivas y partiendo de diversos ámbitos carcelarios, tales como la prisión común, el reformatorio, el psiquiátrico, el convento, los campos de concentración… Asimismo, en sus páginas el lector encontrará incursiones en torno a los principales motivos audiovisuales y tipología de personajes del género; a la corriente centrada en la preparación de una fuga; a las resonancias sociales y políticas presentes en muchas de las películas carcelarias; a la representación cinematográfica de la pena de muerte; al cine penitenciario de naturaleza documental; a la hibridación del género con el de la ciencia ficción; y, por último, a la historia del género en el cine español. Un apéndice final acoge una antología de algunas significativas escenas en la historia del cine carcelario. Todo ello con el fin de cartografiar eso que, tanto desde el análisis fílmico como popularmente, se ha venido denominando “cine carcelario”.

Colaboran:

Ernesto Pérez Morán – José Francisco Montero – José Antonio Planes Pedreño – Ignacio Pablo Rico – Albert Elduque – Aarón Rodríguez Serrano – Israel de Francisco – Diego Salgado – Christian Franco Torre – José Luis Sánchez Noriega

José Antonio Planes Pedreño (ed.) (Murcia, 1980) es licenciado en Comunicación Audiovisual, Máster en Estética e Historia de la cinematografía por la Universidad de Valladolid y Doctor en comunicación audiovisual. Docente de tiempo completo en la Universidad de Medellín, donde imparte la asignatura de Narrativa Audiovisual.

José Francisco Montero Martínez (ed.) (Almería, 1972) es licenciado en Psicología y Doctor en Filosofía.

Tomado de: Sans Soleil Ediciones

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El Ku Klux Klan

Autor: William Peirce Randel

Epílogo de César de Vicente

El Ku Klux Klan se fundó en el sur de Estados Unidos en 1865, al terminar la guerra civil, con el propósito de defender la supremacía blanca, que se había visto en entredicho por la Reconstrucción, un programa federal que otorgaba ciertos derechos a la población negra. Su evolución posterior incluyó a otras minorías: judíos, católicos o extranjeros (como no auténticamente americanos), a diferencia de blancos y protestantes (los únicos capaces de proteger el proyecto nacional). Un siglo más tarde, cuando el historiador William Peirce Randel escribía esta obra —convertida hoy en todo un clásico—, el florecimiento del Klan, que llegó a contar en algún momento con cinco millones de miembros y a quien ningún gobierno de EE UU ha declarado “terrorista”, había penetrado en amplios sectores conservadores. Según sostiene Randel, lo dramático ha sido cómo “el espíritu del Klan” ha ido tiñendo ideológicamente a una parte de la sociedad norteamericana. “Si revisamos someramente la historia de Estados Unidos, llegaremos a la inevitable conclusión de que lo que el Klan supone es una constante en nuestro comportamiento nacional. A veces permanece estático, calmado, pero no está muerto sino simplemente latente entre erupción y erupción”. Hoy, más de 150 años después de su fundación, el Ku Klux Klan ha visto ampliada su influencia gracias a las redes sociales. La existencia de organizaciones como Proud Boys o la más misteriosa QAnon beben directamente de sus ideales, por lo que no ha sido extraño que el final del gobierno del presidente Trump se haya cerrado con un asalto, en buena medida imaginario, al Capitolio, como símbolo de ese “gobierno judío” que obsesiona al Klan.

William Peirce Randel (1909-1996). Doctor por la Universidad de Columbia y profesor emérito de Inglés en la Universidad de Maine. Fue director de American Studies en la Universidad de Florida. Escribió numerosos libros de historia; algunos de ellos son Edward Eggleston (1963), Centennial. American Life in 1876 (1969), The American Revolution: Mirror of the People (1973) o The Evolutions of American Taste (1978). El Ku Klux Klan. Un siglo de infamia es una de sus obras más destacadas.

Tomado de: Editorial Catarata

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Individuas de dudosa moral. La represión de las mujeres en Andalucía (1936–1958)

Autora: Pura Sánchez Sánchez

En los años de la guerra civil y del franquismo las mujeres andaluzas sufrieron la dureza de la represión de un modo peculiar, no sólo como consecuencia de los abusos a que eran sometidas –Queipo de Llano ya había avisado que «dar patadas y berrear» no las iba a salvar de la violación– sino porque se las quería castigar por haber pretendido emanciparse de la función subordinada a que las condenaba su condición; algo que resultaba aún más grave cuando se trataba de mujeres del pueblo, de individuas de dudosa moral. Pura Sánchez ha reconstruido este clima de acoso y estas prácticas represivas a través de los expedientes de los tribunales militares, completados con otros documentos y con testimonios vividos. De su trabajo surge una multitud de historias individuales de humillación y sufrimiento, a la vez que el panorama de una sociedad en que las mujeres habían de acomodarse a la subordinación y la dependencia.

Pura Sánchez Sánchez. (Granada, 1956) Licenciada en Filología Hispánica por la Universidad de Granada. Profesora de Lengua Castellana y Literatura, ha ejercido en varios institutos de Córdoba y Sevilla, además de impartir conferencias en ámbitos universitarios.

Tomado de: Txalaparta

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Ensayos sobre cine y cultura de masas. Escritos norteamericanos

Autor: Siegfried Kracauer

Las películas complementan la vida real. Dan color a las encuestas de opinión pública. Potencian nuestra conciencia de lo intangible y reflejan los cursos ocultos de nuestra experiencia. Señalan situaciones a menudo difíciles de captar directamente pero también muestran, bajo la superficie, lo que pensamos de nosotros mismos. Esto es particularmente cierto en el caso de los temas cinematográficos que parecen presentados como al pasar. Los realizadores tienen un interés vital en el público masivo y puede suponerse que esos temas siempre y cuando aparezcan con cierta regularidad están basados en las actitudes, deseos y reacciones de muchas, muchísimas personas. Los films son el espejo de nuestra realidad. Mirémonos en él.

Siegfried Kracauer (1889-1966) Una de las figuras fundamentales de la cultura alemana del siglo XX. Redactor de cine y literatura del \’Frankfurter Zeitung\’, su primera novela, \’Ginster\’, recibió excelentes críticas de Joseph Roth y Thomas Mann. En 1930, publicó \’Die Angestellten\’, que fue elogiada por Benjamin. Su ensayo \’De Caligari a Hitler: una historia psicológica del cine alemán\’ (1947) supuso un hito en la teoría y la sociología del cine.

Tomado de: El cuenco de plata

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Miradas al cineasta que lleva dentro Frank Padrón

Por Erian Peña Pupo

Jorge Luis Borges aconsejaba no caer en las trampas de las antologías: “Nadie puede compilar una antología que sea mucho más que un museo de sus Simpatías y Diferencias, pero el Tiempo acaba por editar antologías memorables. Lo que un hombre no puede hacer, las generaciones lo hacen”, escribió el autor de El Aleph y Ficciones (quien fue un antologador por excelencia y conocía muy bien la fuerza del tiempo).

En buena medida, el tiempo, esa gran obsesión del escritor argentino, ha venido a modelar las páginas de El cineasta que llevo dentro. Más de 30 años en la revista Cine cubano (1984-2015), recopilación de textos sobre cine que el crítico, ensayista, narrador y poeta Frank Padrón (Pinar del Río, 1958) publicó bajo el sello de Ediciones ICAIC.

Como el vino almacenado en barriles de madera de roble, los textos de Frank pueden leerse como si hubiesen sido publicados en la última edición de esta prestigiosa revista. ¿Por qué estos merecían ser rescatados de los copiosos archivos de Cine Cubano? Entre las tantas razones posibles ―que se alejan de lo simplemente noticioso, ajeno al perfil de la publicación― una prevalece a flor de piel: Frank Padrón es un ensayista con alto vuelo humanista, un escudriñador del pasado que mira hacia el futuro; un crítico de arte que, frente a lo que desconoce, abre los ojos y se obliga a ver, leer y profundizar; y ante a lo que disfruta ―la cultura toda― paladea los goces de la palabra.

Cine Cubano, la revista más antigua de su tipo en América Latina, es “una publicación sobreviviente, rara avis por tanto, mas también, y sobre todo, un corpus que se ha ido ensanchando para bien, perfilándose para mejor, superándose, embelleciéndose, enriqueciéndose(nos)”, escribe el autor de libros como Diferente. Cine y diversidad sexual y De la letra a la esencia: Mirta Aguirre y el barroco literario, y añade: “Más de tres décadas dura esta complicidad, este diálogo provechoso, mutuamente enriquecedor desde que, a mediados de la década de los ochenta, comenzó una colaboración sistemática, ininterrumpida. Y ha sido, entre otros privilegios, todo un honor”.

Esta “selección muy atinada” de los materiales publicados en Cine Cubano ―a partir de diversos enfoques, incluida la divulgación, como la cataloga Francisco López Sacha en el prólogo del libro― nos muestran el crecimiento intelectual de un periodista y crítico que es, esencialmente y por excelencia, un comunicador de alto vuelo. “Padrón unifica diversos géneros de la crítica de cine en un balance que ahora puede verse como una proyección de ideas, el programa que un especialista ha trazado sobre la jerarquía y los modelos artísticos que deben ser evaluados por el espectador, y aun por los creadores y realizadores en cualquier latitud. El autor confronta esos modelos, o al menos esas cintas de mayor nivel e intensidad, y llega a conclusiones sorprendentes que comprometen una radical toma de partido junto al cine logrado como arte. Esa es la apuesta de su enfoque crítico, a mi juicio, lo más original de su mensaje”, añade López Sacha.

Por definición, la crítica es un oficio a contracorriente. Alrededor de ella crece la sombra de la sospecha: se duda de su función, sus intenciones e incluso de su valor literario. Concebirla como una patología es útil para balancear su otra naturaleza, ese carácter judicial (juzgar y diferenciar) y apostólico (llevar al “rebaño” hacia algún ideal estético) que la coloca como aspirante a la regencia del gusto artístico de cada época. La primera naturaleza, según Leopoldo Alas (Clarín), impide el imperio apostólico de la segunda. Por eso, la sección que abre el libro, “Articulando ideas”, reúne textos que resultaron génesis de su vocación ensayista, premiados en varios concursos. Así, figuras, movimientos cinematográficos, filmes, directores… son abordados a partir de su presencia en el Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano: el portentoso cine brasileño; el Festival en sí mismo y a través de diferentes ediciones; la cinematografía de Eliseo Subiela, Jaime Humberto Hermosillo, la actriz Graciela Dafau…

Por su parte, en “Cuando el este era el paraíso”, se encamina a escudriñar la “omnipresencia del cine socialista” en nuestro país, en filmes de realizadores como Zoltan Fabri, Alexander Surin, István Szabó y Frank Beyer, y la actriz Liudmila Gúrchenko. De la misma manera que lo hace en “De otros m(l)ares” con el cine suizo, canadiense, los premios Óscar al mejor filme no hablado en idioma inglés, Woody Allen…

Aparecen en el texto, además, los capítulos “Crítica Múltiple” ―desde La decisión de Sofía, de Alan J. Pakula; Lo que importa es amar, de Luis Alcoriza; La película del rey, de Carlos Sorín; hasta Hello, Hemingway, de Fernando Pérez, y el cine de Juan Carlos Tabío―; “Nosotros, la música”, con prolijas entrevistas a José María y Sergio Vitier, y Leo Brouwer, y “Reverencias”, acercamientos a Sara Gómez y Luis Rogelio (Wichy) Nogueras.

Finalmente, “Cine impreso”, donde Frank reseña publicaciones relacionadas con el séptimo arte; “Cazador cazado”, donde otros colegas dialogan y se aproximan a sus libros, y como “Broche dorado”, con el poema “Los fantasmas del Rialto”, parte de su libro Los latidos del espejo, que reafirma aquello que en latín asegura que finis coronat opus.

Nada es perfecto, es cierto, ya lo recalcaba su (nuestro) admirado Rufo Caballero. Por lo que el lector aguzado encontrará algunos detalles de edición (mención de un filme aun no realizado en el momento de publicado el artículo; invitación reiterada a analizar recuadros al final del texto que nunca fueron incluidos; descripción de la portada de un libro diferente a la que acompaña el texto) que no disminuyen para nada el libro en su conjunto, y la necesidad de que una parte del trabajo de Frank para Cine Cubano haya sido antologada para el lector contemporáneo. Él mismo aplicó el “autobisturí”, pues textos que considera importantes fueron recogidos en otros libros por su afinidad temática, y porque la “tiranía del espacio” obligó a “inevitables restricciones”. El lector, pensamos ambos, “encontrará no poco” al adentrarse en las páginas de El cineasta que llevo dentro. Más de 30 años en la revista Cine cubano (1984-2015).

A diferencia de los críticos literarios, que ejercen su juicio sobre los libros utilizando un instrumento idéntico, la palabra, los críticos de cine (como los de danza, artes visuales o teatro) no comparten esa misma “analogía instrumental” entre su texto y la creación. Los críticos leen mucho, escriben mucho, se equivocan mucho. Conocen muy bien el remordimiento. Apenas publicado un artículo ―o a veces antes, tan solo enviado por correo electrónico al editor― basta que se le acerque otro lector, un amigo avispado y agudo, para hacerlos mutar de opinión. Ya es tarde, siempre es tarde. Reparar el daño a la vanidad del prójimo, empezando por la propia, herida por obnubilación, es tarea ardua, como lo es bajar del iconostasio a quienes elevan con fervor. Un crítico, pese a su reputación “crítica”, unas veces autocultivada y otras propalada entre el público, suele ser esencialmente un entusiasta. Y con ese entusiasmo sincero y agradecido ―por lo que, en esos más de 30 años en las páginas de Cine Cubano y otras publicaciones, y también desde su programa de televisión De nuestra América, nos enseña y entrega― celebro esta antología de Frank Padrón.

Tomado de: Cubacine

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Diarios de motocicleta. Notas de un viaje por América Latina

Autor: Ernesto Che Guevara

Prólogo de Ángeles Diez

Relato de un viaje iniciático de transformación en el que un joven estudiante argentino, Ernesto Guevara de la Serna, transita hacia su ser latinoamericano.

A finales de 1951, con tan solo veintitrés años, el joven Ernesto Guevara, aún lejos de convertirse en el legendario guerrillero que más tarde sería, emprendía junto con su amigo Alberto Granado un viaje que les llevaría a recorrer gran parte de América Latina en motocicleta. En las notas que escribió sobre su aventura se deja entrever la personalidad del joven Che, su determinación y sus ansias de explorar el mundo, así como una incipiente conciencia social, todos ellos rasgos esenciales de la personalidad del célebre líder revolucionario. Lo que aquí se narra es mucho más que una aventura juvenil; se trata de un viaje iniciático en el que el joven estudiante de medicina de clase media y sin grandes inquietudes políticas poco a poco comienza a convertirse en un hombre dispuesto a cambiar el mundo. Es precisamente ese espíritu transformador lo que hoy más que nunca nos atrae. Para los jóvenes de ahora, como escribe Ángeles Diez en el prólogo, “este diario ha de ser leído como una promesa. La de un cambio cierto y necesario”.

Ernesto Guevara de la Serna, mundialmente conocido como ‘Che’ Guevara, nació en Rosario de Santa Fe (Argentina) el 14 de junio de 1928 y murió fusilado en La Higuera (Bolivia) el 9 de octubre de 1967. Estudió medicina, fue uno de los artífices de la revolución cubana y ocupó cargos de alta responsabilidad en la organización de la economía cubana de los primeros años revolucionarios. Como embajador de la revolución conoció y trató a los principales dirigentes de los movimientos de liberación de la época (Nasser, Mao, Ben Bella). En 1965 renunció a todos sus cargos en el gobierno cubano y volvió a la guerrilla, primero en el Congo y después en Bolivia. Fue una leyenda en vida y sigue siendo una leyenda casi cincuenta años después de su muerte. Sus obras sobre la guerra de guerrillas inspiraron a los estudiantes revolucionarios de todo el mundo y fueron estudiadas en las academias militares. Sus escritos sobre problemas económicos del socialismo actuaron como un abridor de ojos. Guevara fue un marxista heterodoxo y un comunista incómodo, un rebelde, crítico de las burocracias y de casi todo lo que navegó en su época bajo el rótulo de “socialismo real”. Quiso fundar un nuevo socialismo realista en el siglo XX y dio la vida por ello.

Tomado de: Catarata

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Rehacer los géneros. Mujeres cineastas dentro y fuera de Hollywood

Autora: Katarzyna Pasziewicz

La histórica victoria de Kathryn Bigelow en los Oscars de 2010 generó numerosos debates sobre por qué, entre las directoras nominadas en la historia del cine, fue ella la que consiguió traspasar el metafórico techo de cristal y por qué fue precisamente su película, The Hurt Locker, la que resultó galardonada. Tanto el género sexual de la directora como el género de este filme fueron cruciales en estos debates. Rehacer los géneros explora las tensiones que surgen en la intersección de estos dos conceptos y analiza cómo diversas cineastas recurren a los géneros cinematográficos (aquí, el cine de guerra, de terror y del Oeste) en el contexto de la industria estadounidense. El objetivo de este ensayo es valorizar esta producción fílmica tanto como desarticular la idea largamente sostenida de que las mujeres, directoras y espectadoras, son más proclives a elegir géneros codificados culturalmente como «femeninos» (la comedia romántica o el melodrama, por ejemplo). Las cineastas aquí tratadas cuestionan las divisiones de género de múltiples maneras, reclamando los territorios genéricos de la violencia, el terror o la acción heroica, usualmente considerados «masculinos». Estas estrategias de apropiación o inversión conllevan efectos singulares: al cuestionar las etiquetas genéricas, impulsan una indeterminación del género sexual, reconociendo la fluidez de la identificación y de las respuestas afectivas a las ficciones cinematográficas.

Tomado de: Icaria Editorial

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