Cuatro palmas y un nubarrón. Por: Octavio Fraga Guerra*

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Foto: OFG

Se las quieren llevar de cuajo. Los nubarrones se afincan contra el suelo empeñados en sacarlas de raíz, resquebrajando el silencio, las preguntas, las palabras sustantivas, los pronósticos. Los últimos transeúntes se amotinan en los portales de una Habana amurallada, de prominentes columnas y encendidos herrajes.

Los cúmulos nimbos enfilan sus últimas ráfagas de aguaceros contra sus estilizadas estaturas, sus delgados esqueletos. Escupen sus odios nacidos en las cortezas de sus nubes henchidas, que impresionan nada más de mirarlas por primera vez.

Desatan sutiles sus colores altivos para engañar a los caminantes de otras geografías, seducidos por el encanto de sus prominentes colores, sus exuberantes formas, presos de la voluntad de un arsenal de cromatismos.

Las palmas siguen allí, aferradas al suelo; desafiando las ráfagas de lluvias, los vientos del norte y el vaho húmedo de la alborada, que hoy nació inquieto, delirante, desmesurado. Se aferran al suelo, sacuden sus hojas percioladas y remueven vigorosas los llantos de la lluvia, pues no se espantan del diluvio, del otro vendaval y del eco de los truenos que brota amenazante, pretendiendo amilanar la fuerza de sus bríos, que saben a Cuba.

*(La Habana, 1966) Licenciado en Comunicación Audiovisual (Instituto Superior de Arte). Editor del blog CineReverso. Productor y guionista de cine y televisión. Articulista de la revista cultural La Jiribilla. Colaborador de las publicaciones Cubarte, Canarias Semanal y Cubainformación, estas dos últimas del Estado Español.

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