Diez prosas desordenadas. Por: Octavio Fraga Guerra*

Obra del artista plástico cubano Servando Cabrera Moreno.

Obra del artista plástico cubano Servando Cabrera Moreno.

I

Tu mirada calibra cada parte de todo, cada surco de largos intentos. Su fuerza no está en los aguaceros del llanto, ni en las preguntas sin respuestas. Tus ojos tiene la virtud de sustraerse de la hojarasca. Tan solo para sembrar el amor, la virtud de la palabra y el oportuno silencio con el que se podrán conjugar los derroteros de la vida. Sabios son tus soles y tus quebrantos. Ellos son el signo de tus andares.

II

Si tus besos son cálidos, antiguos, discretos e iluminados, se han de convocar a las campanas del silencio. Tan solo, para que no se destruyan por las fuerzas de los quebrantos. Por la ineptidud de los que no saben tomar los besos nacidos desde el umbral de un abrazo. De ese abrazo.

La libertad de tus labios es la esencia de la mudez, de la intimidad reunida y esbelta. De ellos también me alimento para hacer esta poesía vestida de prosa.

Sálvese usted de los que pretendan mutilar sus esperanzas y sus sueños. Pero no se salve de sus besos, si es que son -en verdad-, los palmos del abismo. En definitiva con ellos renacerán la esperanza y los sueños. Son parte del núcleo de la vida. Son la libertad y el descubrimiento de que somos mucho más que polvo y aguacero.

Ya sé que al final navegaremos por los derroteros de la muerte. Mientras tanto -en la vida- con tus besos yo también me salvo.

III

Si me dices que tus labios están hecho del roció de la noche, de la libertad de besar los cercos del invierno y de la fuerza febril de la palabra. Andaré en paso apretado por ese mar inconfesable que nos separa, para probar sus grietas enamoradas que yo –desde la poesía-, me construyo.

IV

Si me das un beso de los que desbordan el límite del milagro. Te abrigaré en las ventanas, en los portales y en los aguaceros. Para que sientas el cerco de mis pies descalzos.

Si me das un beso intenso, desnudo, desordenado. Te esconderé en mis labios, para que no te escapes de sus penachos. De sus tercos penachos.

Si me das un beso en las noches discretas, en los parques nevados, en los siglos eternos y en los acantilados. Definitivamente yo me desarmo.

Si me das un beso te abrigarán mis trampas imaginadas. Después no me digas que no le alerté de sus riesgos.

V

Estoy escribiendo un libro. Un texto de metáforas que en verdad son prosas poéticas, nacidas del azar y la aventura. Son parte de mi realidad y mis deseos. Pero su origen, -su verdadero origen-, es una mujer que se entronca en mi vida por las rutas de los sueños.

Tiene los ojos pardos, la frente clara y un pelo que invita al descanso. Es una marea suave e iluminada. Es como esa ola que toca las faldas y los confines de la tierra sin premura y sin quebrantos.

La poesía de su pelo no está en la textura de sus colores. Más bien en la curvatura de sus disimiles formas, que hacen pensar, que los cimientos de sus sueños son parte de un camino pendiente de transitar.

Son esa bruma de largo pelaje que se esconde de los indiscretos soles. Para ella compartirlos, significa un duro desgarramiento de verdades que no ha de desvelar.

Ante esa postura, solo me queda quitarme el sombrero y hacer una reverencia de aplausos. Un gesto de complicidad desde tan lejos.

VI

Sepa usted que hoy le tenía bien cerca. Estaba horonda, sublime, hermosa y encendida -ya sabe-, como siempre.

Sepa usted que hoy le di un beso en sus labios de acuarelas mojadas. Con ellos pinto estos trazos de letras inconclusas. Me empeño en hacerle ver que la luz está más allá de nuestras ventanas. De nuestros imaginados vericuetos de la vida.

Sepa usted que con estas notas de “letra antigua”, me voy metiendo en sus besos y en sus preguntas. En sus noches y en sus bondades.

Es mi manera de estar cerca. Es mi libertad y la de tus sueños.

VII

No me busques porque ya estoy presente. No me pintes porque mis palabras, mis metáforas y mis versos son mis vestiduras enteras. No esperes a un hombre excepcional, indescriptible o “fuera de clasificación”. Quizás mi mayor grandeza es pasar inadvertido. Hacer que estoy pero –en verdad- soy una huella. Una vaga luz que libera una sonrisa con un poco de nada.

Eso sí, te abrazo cuando veo que tus palabras transitan fragmentadas e incompletas. Moribundas e indefinidas. En ese momento puedo ser tu mar, tu carretera, tu silencio y tu monólogo.

Cuando te hayas levantado de esa “realidad”, siento que te dejé un escalón iluminado y me voy hacia otros territorios. Soy de rutas y andares. Soy de lloviznas y aguaceros. La libertad y los mapas son mis empeños.

De alguna manera estaré contigo. La mejor de todas será un beso, cientos de ellos. Esa es mi huella.

VIII

Mientras destrabo las hélices de tu boca con mis besos, descubrí que tus ojos esconden crónicas mutiladas, historias de vida inconclusa, verdades guardadas en el umbral del abismo y unas ganas inmensas de estar en un espacio de luz donde la noche no sea profeta.

Ahora voy por los corales de tus ojos describiendo cada parte de todo. Veo barcos a la deriva. Libros abiertos que persisten inconclusos. Leyendas y rutas con sabor a regreso. Heladas aguas vertidas en los aposentos de las canciones y las escrituras. Son ese diario que no te atreviste a epistolar.

Los duendes del silencio se ocuparon de hacerlo vibrar. Como ese árbol empeñado en romper la brasa de la luz incierta, la sal de los domingos y la ausencia de los abrazos.

Yo aquí, contigo. Besándote con canciones hechas. Absorbiendo tus metáforas y entendiendo que eres parte de mi libertad y mis respuestas.

Son inmensas tus historias de vida. Toca desvelarlas con prosas heridas y verdades. Todas las verdades que se puedan convocar. Con la poesía sana y escuda. Te dejo un abrazo. Nos vemos mañana. Tus besos me siguen sabiendo a poco.

IX

Se me adentra usted por todas partes. En el paralelo de la libertad. Desde todos los horizontes y en las coordenadas de esta vida citadina. Si penetras en mi cerco, te haré el amor en cada parte de tu territorio. No tengas dudas, será un combate interminable.

X

No creas que mis palabras enflaquecerán cuando te vea. Están hechas de mar, de preguntas y de las ganas que tengo de hacerte ver más allá de tus propias curvaturas. El horizonte es sabio, discreto, antiguo. Está permeado de dolor y de dudas. Pero su eterna ruta me hace entender que no tengo otro camino para llegar a tus besos.

Ayer encontré en los cajones de casa otra definición de sus vestiduras. Estaba oculta entre papeles, tras los periódicos y en esos libros pendientes de leer. Decía en una esquina desojada: “Tu beso es la duna quietud de una nube viajera que nace del abismo. Sus raíces son parte de la bondad que yo necesito tener en mi boca para entender tus misterios, que se ocultan en la enredadera de tu pelo desarmado”.

De cualquier manera, sigo con la impresión de que tus besos me exigirán nuevas reflexiones, escrituras y prosas interminables. Los misterios que le invaden son tan infinitos como ese horizonte que nos separa.

*Editor del blog: https://cinereverso.org

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