Inversión extranjera en Cuba: cuando el tiempo apremia… Por: Lissett Izquierdo Ferrer y Venus Carrillo Ortega

"Por otro lado, considero que prevalece una percepción limitada en cuanto al tipo de asociación, aún se sigue pensando en inversiones con grandes corporaciones, y en la actualidad las pequeñas y medianas empresas son las que mantienen a flote la economía mundial".  Omar Everleny Pérez Villanueva, profesor titular del Centro de Estudios de la Economía Cubana. Foto: JR

“Por otro lado, considero que prevalece una percepción limitada en cuanto al tipo de asociación, aún se sigue pensando en inversiones con grandes corporaciones, y en la actualidad las pequeñas y medianas empresas son las que mantienen a flote la economía mundial”. Omar Everleny Pérez Villanueva, profesor titular del Centro de Estudios de la Economía Cubana. Foto: JR

Mucho ha dado de qué hablar en el último año la inversión extranjera en Cuba. La inauguración de los primeros 700 metros del puerto del Mariel, la aprobación y puesta en marcha de la Ley 118 y la presentación de la nueva cartera de negocios que ofrece la Isla a empresarios foráneos marcaron pautas en el período.

Y es que tras décadas de entender esa actividad como complemento a los esfuerzos nacionales, hoy el país caribeño está convencido del papel protagónico que debe tener la inyección de capital foráneo para dinamizar sectores claves de su economía.

No obstante, la información sobre esos importantes cambios se ha constreñido a la mera explicación de lo establecido en los marcos legales, y ha estado ausente de elementos noticiosos que permitan generar en la opinión pública esa percepción necesaria de que ya cobran vida, de que hay inversiones aprobadas y en ejecución. Sobre todo cuando Cuba persigue captar por esta vía más de dos mil millones de dólares, en aras de acelerar las moderadas tasas de crecimiento económico, como ha anunciado la máxima dirección del país.

En un intento por comprender lo que ha ocurrido con la inversión extranjera (IE) en la mayor de las Antillas, Cuba Contemporánea conversó con el Doctor en Ciencias Económicas Omar Everleny Pérez Villanueva, profesor titular del Centro de Estudios de la Economía Cubana.

¿Por qué actualizar la política y el marco regulatorio de la inversión extranjera en Cuba?

Históricamente, las tasas de crecimiento del Producto Interno Bruto de Cuba han sido bajas e inferiores al promedio en la región. Para revertir esa tendencia, los índices de inversión extranjera requieren ser superiores al 20 o 25%, y no al 10% actual, inferior al promedio de la región.

Hoy el país no dispone de los ahorros internos suficientes para destinar al año dos mil millones de dólares adicionales al desarrollo, de ahí la necesidad de reconocer el papel protagónico que debe desempeñar la inversión extranjera, para acceder a los recursos externos y acelerar los ritmos de crecimiento económico. Flujos que permitirán, además, recapitalizar sectores afectados duramente por la crisis de los años 90 del siglo pasado y la depreciación sufrida con el tiempo.

¿Cómo se ha comportado esta actividad durante las últimas tres décadas?

El Decreto-ley 50 de 1982 fue la primera regulación que estableció la posibilidad de realizar negocios conjuntos entre empresas estatales cubanas y extranjeras. Con esa normativa, Cuba demostró estar convencida de que para incursionar y ser competitiva en el mercado internacional debía acceder a tecnologías foráneas, más allá de las oportunidades que ofrecían los países del campo socialista.

Sin embargo, esa intención no se materializó hasta finales de la década de los 80, cuando se produce aquí una mayor apertura a la inversión extranjera en el turismo y se crea la primera empresa mixta entre el grupo Cubanacán y la cadena española Meliá para la administración del hotel Sol Palmeras, en Varadero.

A partir de ese momento, las decisiones en relación con la IE cobraron un carácter más pragmático, según las urgencias de cada sector. Esto permitió que el número de negocios creciera gradualmente cada año, tendencia que se mantuvo hasta 2003, cuando llegaron a existir 403 empresas.

Luego de esta fecha, por diferentes motivos -entre los que destaca el crecimiento exponencial del intercambio con Venezuela, en relación con otros socios-, Cuba volvió a centralizar esa actividad. Al unísono, muchas empresas a las que se les había dado permiso para exportar no lo hicieron y algunos contratos establecidos por diez años se vencían. De ahí que el número de entidades con participación extranjera disminuyó considerablemente. De hecho, en la actualidad tales organizaciones no llegan a 200.

No obstante, vale resaltar como aspecto favorable que las grandes asociaciones con capitales foráneos en actividades como el turismo, la producción y comercialización de níquel, derivados del petróleo, ron y tabacos continuaron sus operaciones en el país.

Y si tuviéramos que hacer un balance hay más resultados positivos que negativos, pues donde ha existido capital extranjero la productividad ha aumentado. De hecho, el 50% de las exportaciones de bienes es realizado por empresas asociadas a aquel.

En comparación con la Ley 77 de 1995, ¿cuáles son las principales modificaciones que propone la 118 de 2014? ¿Se pudiera afirmar que hay un cambio en cómo se concibe la inversión extranjera en el territorio nacional?

La Ley 118, aprobada en marzo de 2014, tiene aspectos novedosos con respecto a la 77 de 1995, aunque en lo esencial no constituye una normativa completamente nueva. Lo importante es que intenta hacer más transparente el proceso, tiende a minimizar la discrecionalidad, establece incentivos fiscales, fechas de aprobación de los negocios, áreas priorizadas, y define los niveles de aprobación, entre otros.

Considero que llegó en buen momento. Los Lineamientos aprobados en abril de 2011 dejaron claro que realmente Cuba requiere de recursos externos para revitalizar su economía. Más allá de ser un complemento de los esfuerzos nacionales, hoy se le ha otorgado una nueva connotación a la IE, pues deviene elemento fundamental en el desarrollo de sectores claves.

No obstante, todavía existe discrecionalidad en determinados asuntos. La de 1995 no definía la estructura financiera entre las partes, pero sí se emitió un documento que establecía que la mayoría de las acciones debían corresponder al socio cubano, lo cual llevó a la “famosa relación” de 51% para Cuba y 49% para la parte extranjera. La 118 tampoco determina esa estructura de la empresa a constituir, aunque sí deja claro que las partes son las responsables de negociar y definir su nivel de participación en el proyecto.

Por otro lado, considero que prevalece una percepción limitada en cuanto al tipo de asociación, aún se sigue pensando en inversiones con grandes corporaciones, y en la actualidad las pequeñas y medianas empresas son las que mantienen a flote la economía mundial. Tampoco se puede restringir las asociaciones con figuras no estatales, y más cuando se ha anunciado que estas representarán en los próximos años el 40% de las personas activas en edad laboral en la Isla.

Según expertos, la nueva cartera de negocios de Cuba no logra dirigir intencionalmente la atención del capital foráneo hacia los intereses estratégicos de la nación. ¿Cuál es su opinión al respecto?

La cartera de negocios recoge, a mi juicio, los intereses particulares de los ministerios, sin una visión estratégica de lo que necesita el país. Es una suma de partes, no un diseño estructural de lo que pretendemos cambiar hacia el futuro. Por otro lado, aunque se ha dicho que las inversiones no solo corresponderán a los proyectos incluidos en el portafolio, la percepción que se da es esa.

Teniendo en cuenta los incentivos a la inversión extranjera que se ofrecen en países como Panamá, Costa Rica y República Dominicana, ¿cuáles son los atractivos de Cuba que puedan estimular los flujos de capital foráneo?

Si algo es válido resaltar es que existe una voluntad del Estado cubano de fomentar la participación de capital foráneo para revitalizar la economía. Sin embargo, no tenemos todo el tiempo para esperar a que las cosas puedan ser perfectas. Pensamos que somos el único país que puede atraer inversionistas. La región también está buscando capitales, e incluso con políticas más atractivas que las establecidas en Cuba.

Por ejemplo, Panamá no tiene ley de inversión extranjera y los empresarios foráneos cuentan con las mismas facilidades que los nacionales para crear una empresa, solo requieren declarar su constitución ante el Registro Público. A ello se añade la infraestructura portuaria y de conexión área existente para estimular la presencia de capitales foráneos.

República Dominicana, aunque no posee el nivel de escolarización de Cuba, dispone de un marco legal muy flexible y se encuentra en un área de igual atractivo.

Pero el caso más interesante en esta relación resulta Costa Rica, un país con condiciones similares a las de Cuba en cuanto a los niveles de escolaridad, salud, estabilidad política e incluso calidad del medio ambiente, y que tiene una privilegiada ubicación geográfica.

Esa nación centroamericana ha logrado, mediante una bien definida estrategia de desarrollo, insertarse en el mercado internacional con más de cuatro mil productos, resultado en el que contribuyó notablemente la captación de capitales extranjeros, sobre todo en el sector de la alta tecnología.

A mi juicio, el mayor incentivo de Cuba es su ubicación frente a un mercado potencial muy grande: Estados Unidos. Además, pone a disposición del inversionista la colaboración de centros de investigación científico-técnico y un capital humano altamente escolarizado, capaz de asimilar con rapidez las nuevas tecnologías.

A casi un año de aprobarse la Ley 118, ¿realmente ha generado un impacto en la comunidad empresarial mundial? ¿Considera usted que hay discrecionalidad informativa sobre el tema?

Es cierto que sí se percibe interés entre los inversionistas foráneos, pero nos hemos demorado en aprobar la primera inversión, o al menos hacerla pública, lo cual ha creado cierta incertidumbre. Fenómeno similar ha ocurrido desde la aprobación en octubre de 2013 del Decreto-Ley de la Zona Especial de Desarrollo Mariel, enclave del cual solo se conoce la apertura de la terminal de contenedores.

A mi juicio, sí hay discrecionalidad en las informaciones que se brindan. En foros de negocios, encuentros empresariales y otros tipos de eventos, lo que se repite es la explicación del marco legal aprobado.

Para algunos el tiempo es ilimitado, pero no para la economía cubana. Este no es el primer intento en legislar regímenes especiales para incentivar la inversión extranjera en el país; los anteriores no tuvieron el éxito esperado. El momento ahora es distinto, no hay tiempo para cometer los mismos errores del pasado.

No basta con un documento legal, hay que trabajar, sin ceder soberanía, con transparencia, minimizar la discrecionalidad existente y no sólo pensar en los grandes negocios.

Texto tomado de la publicación: http://www.cubacontemporanea.com

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