La honda de David. Por Graziella Pogolotti*

La rosa y la espinaCon motivo del aniversario del ICAP, la Mesa Redonda dedicó una tarde al tema de la solidaridad. Los participantes coincidieron en señalar que el asunto merece un recuento más detenido.

Habría que volver la mirada hacia los 50 del pasado siglo, en plena Guerra Fría. Pocos recuerdan, sin embargo, que para la América Latina esa guerra había comenzado mucho antes. Cuando asomaba alguna señal de rebeldía, siempre había un dictador a mano para poner orden en la casa, aunque costara la sangre de muchos. Famosa por sus tiranos esperpénticos, Guatemala había conocido algún alivio con el Gobierno de Arévalo. Jacobo Árbenz, su sucesor, quiso imple-mentar una cautelosa reforma agraria. Los intereses de la United Fruit percibieron el peligro. Se desató entonces una extensa campaña anticomunista. A pesar de la denodada defensa del canciller Toriello, los representantes de nuestros países inclinaron la cabeza ante el secretario de Estado, John Forster Dulles. Vencido por las armas, el Gobierno progresista cayó. Guatemala padeció el puño de acero durante décadas. La moraleja era simple. Cualquier intentona emancipadora recibiría la respuesta adecuada.

La expedición del Granma parecía una aventura utópica. Desafiaba dos verdades establecidas. No se puede comprender una lucha revolucionaria contra un ejército profesional bien armado y no se puede alcanzar el poder con un pro-grama político antiimperialista. El aparente revés inicial no tuvo mayor resonancia. A medida que el Ejército Rebelde se fue consolidando, la atención comenzó a fijarse en Cuba. El triunfo sorprendió al mundo. Para los movimientos progresistas volvió la esperanza. Se derrumba-ba un mito. Arraigada en esenciales demandas populares, la honda de David podía vencer a los poderosos.

A lo largo del proceso fue creciendo la solidaridad. En un primer viaje a Caracas, Fidel agradeció el apoyo de los venezolanos. Después del triunfo, la ejecución del Programa del Moncada exigía la elaboración de un pensamiento económico. En La Habana, la Universidad carecía de una carrera para la formación de especialistas en esa rama. Solo la Universidad de Oriente había iniciado sus estudios. Casos excepcionales, como el de Regino Boti, los habían cursado en Harvard. Inspirados en nuestro proyecto de liberación, fueron llegando de América Latina numerosos profesionales que abandonaron carreras prometedoras en países y organismos internacionales para compartir la suerte de nuestra Revolución amenazada. Venidos de nuestra América, de Estados Unidos y de Europa, graduados de otras ramas del saber colaboraron con nuestra educación superior tras la implantación de la Reforma Universitaria.

La solidaridad es un camino de ida y vuelta. Las instituciones culturales abrieron espacios impensables hasta entonces. La Casa de las Américas impulsó un intercambio que favorecía la colaboración de intelectuales de primer nivel y acogía a refugiados políticos. La lista resultaría interminable. Vale la pena recordar tan solo a don Ezequiel Martínez Estrada, martiano fervoroso, a Roque Dalton, a Mario Benedetti y a Manuel Galich, quien, ministro y embajador de Jacobo Árbenz, nunca pudo regresar a su país. Entre nosotros, fundó el departamento de Teatro de la Casa, la Revista Conjunto de la propia institución y fue profesor universitario. De estirpe maya como Miguel Ángel Asturias, reivindicó desde aquí la visión de los vencidos.

Por su naturaleza y proyección, la agencia Prensa Latina no podía prescindir de periodistas procedentes del continente. Su fundador, Jorge Ricardo Masetti, quedó en la historia como Comandante Segundo. Por ahí pasó un joven narrador todavía desconocido, llamado Gabriel García Márquez. Y, también inolvidable por su talento de escritor, por su entrega a la causa y por su sacrificio final, Rodolfo Walsh merece la admiración de todos. Maestro del periodismo de investigación, de la estructura narrativa de un reportaje, sus textos ofrecen un modelo para quienes aspiran a abordar de manera creativa el ejercicio del periodismo.

Arquitectos y teatristas también dejaron su huella con sus obras y en el intercambio de ideas. Cuba fue un imán que proyectó también una perspectiva latinoamericanista. Los concursos literarios de Casa de las Américas, los festivales de teatro, el movimiento de la Nueva Canción, la convocatoria a los realizadores del Nuevo Cine Latinoamericano aparecieron bajo el signo del cambio. En realidad, potenciaron profundas aspiraciones latentes nutridas de la rebeldía histórica y de las lecciones aprendidas en derrotas y frustraciones. La rosa y la espina representó simbólicamente la conjunción de voces que se proponían un nuevo modo de dialogar con el público. La voz y la guitarra, la palabra y la música, despoja-dos de artificios, recuperada su plena autoridad propiciaban, en plazas y en grandes espacios deportivos, el encuentro participativo del pensar y el sentir.

Mientras tanto, la contrarreforma preparaba un arsenal. La matriz del neoliberalismo económico tomaba cuerpo. Configuraba su ideología y elaboraba sofisticados medios de manipulación de masas. El consumismo irracional responde a una necesidad del capitalismo contemporáneo. Ofrece una vitrina deslumbrante para la progresiva enajenación del ser humano, reducirse a anónima fuerza de trabajo tan descartable como los objetos que la hipnotizan. El mundo amenaza con volverse cada vez más asimétrico. En esa desproporción creciente reside su punto débil. Reproduce a escala planetaria el enfrentamiento entre David y Goliat. La fuerza de la honda no está en la piedra que lanza, sino en la puntería del disparo, efectivo cuando los luchadores por la emancipación abandonemos sectarismos lastrantes y concedamos al pensamiento el lugar que le corresponde.

Tomado de: http://www.juventudrebelde.cu

Graciela Pogolotti*Crítica de arte, prestigiosa ensayista y destacada intelectual cubana, promotora de las Artes Plásticas Cubanas. Presidenta del Consejo Asesor del Ministro de Cultura, Vicepresidenta de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba. Miembro de la Academia Cubana de la Lengua.

Hija de uno de los íconos de la vanguardia artística de la primera mitad del siglo XX, Marcelo Pogolotti y de madre rusa. Nació en París en 1931 pero desde niña vivió en Cuba. Ser cubana, para ella, es una misión y un estado de gracia.

Es una de las más dispuestas y necesarias consejeras y asesoras de cuanto proyecto útil pueda favorecer la trama cultural de la nación. Esa vocación participativa se expresa también en las pequeñas cosas de la vida. Gusta de la conversación amena, de la música popular y no le gusta perder el hilo de una telenovela, nunca cierra las puertas a quien la procura.

A los siete años ya estaba en la capital cubana, donde estudia hasta graduarse como Doctora en Filosofía y Letras en la Universidad de La Habana. Cursó estudios de postgrado en La Sorbona, durante un año, estudió Literatura Francesa Contemporánea. Al regresar a Cuba, matriculó en la Escuela Profesional de Periodismo Manuel Márquez Sterling, donde alcanzó otro título.

Ha escrito numerosos ensayos, pero tan fundamental como su obra escrita ha sido su enorme labor en la docencia y la promoción de la cultura. Desde la cátedra de la Universidad de la Habana, a las investigaciones socioculturales vinculadas a los primeros pasos del Grupo Teatro Escambray, desde la formación de teatristas en el Instituto Superior de Arte, hasta la vicepresidencia de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, desde la Biblioteca Nacional, hasta la presidencia de la Fundación Alejo Carpentier.

Al Triunfo de la revolución se encontraba en Italia desde fines de 1958, se hallaba en una beca, residiendo en Roma por lo que aprovechó también para atender su salud. Al saber la noticia del derrocamiento de la dictadura se presentó junto a otras personas que vivían en Roma en la sede de la Embajada a ocuparla. De regreso a la isla tuvo pasó por París hasta que finalmente llagó a Madrid, donde el Gobierno Revolucionario situó aviones para facilitar el regreso de los cubanos en Europa. Durante el vuelo conoció a Fayad Jamis, que ya era poeta y pintor distinguido pese a su juventud. Al llegar a La Habana observo una euforia generalizada, los rebeldes estaban en la terminal aérea.

 

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