La música en la obra de Alejo Carpentier: un libro reciente. Por: Graziella Pogolotti*

CarepetierEl escritor y musicólogo colombiano Pablo Montoya visitó La Habana para presentar su libro sobre la música en la obra de Carpentier, publicado en Antioquia. Es la versión pública de una tesis de doctorado que obtuvo el reconocimiento académico en la Nueva Sorbona de París. Siguiendo una perspectiva tanto musicológica como cultural, el autor asume el desafío de seguir la trayectoria del narrador cubano a través de su periodismo, de su participación en el trabajo creador de los compositores que emergieron con la vanguardia de la isla para llegar al abordaje de la música en el tejido de algunas de sus narraciones más importantes. Su campo de estudio se sitúa en el centro de un jardín donde los senderos se bifurcan. El hilo conductor fundamental intenta cercar la dimensión poliédrica del asunto en torno al problema del nacionalismo musical.

Diario de Venezuela ofrecerá a los investigadores una visión de los conflictos íntimos de Carpentier en la etapa de más intensa creación novelística. No es el diario de un ególatra, sino la bitácora de quien intenta dilucidar sus angustias personales en diálogo con la página en blanco. La música se revela, una vez más, como eje central de su universo sensible, compañera en las noches y animadora principal de un debate estético.

Sin embargo, en el esclarecimiento de la evolución del pensamiento musical de Carpentier, no se puede prescindir de los contextos y, en particular, de aquellos que influyeron en sus años de formación. La formulación de las bases del nacionalismo musical se imbrica en una confrontación más abarcadora, que incluye la música y la desborda. De ahí la virulencia panfletaria de algunos textos, sobre todo aquellos destinados a mostrar las razones ocultas tras la propuesta de alentar la invención de una inexistente tradición indigenista. Planteada en términos estéticos, la batalla conducía a redefinir los conceptos de cultura y de nación, a destrozar la costra del coloniaje subyacente en el fundamento “civilizatorio” de la conquista de América. Como cristalizará mucho más tarde en el gran jolgorio de Concierto Barroco, la relación entre el “acá” y el “allá” se establecería de otra manera, subvirtiendo, además, el trasfondo racista latente en el indigenismo antillano. La euforia de Carpentier ante el éxito de la música popular cubana en el París de los treinta del pasado siglo constituye un precioso testimonio de las vivencias nutricias del personaje Filomeno. Estos matices configuran la posición de Carpentier respecto al llamado nacionalismo musical.

Al abordar la presencia de la música en la narrativa, Pablo Montoya adopta, sucesivamente, diversos enfoques. En su análisis de El Acoso, concede la mayor atención a la estructura del texto. Lleva hasta sus últimas consecuencias la interrelación entre el modelo de sonata y el referente de la Eroica de Beethoven. El enfoque actancial favorece considerar la función de los personajes –entre ellos, la música- en el desarrollo de la situación dramática. El taquillero se comporta a la manera de un doble del delator. Coinciden en el teatro y en la casa de Estrella, la única en ser nombrada en posible alusión al destino y al ambiguo rejuego de la falsa moneda. Con esta lectura, El Acoso se desprende de la anécdota local y del contexto histórico para proyectarse hacia una propuesta universal. Antes, el musicólogo colombiano se había acercado al concepto de la música en tanto personaje narrativo en su excelente capítulo sobre El reino de este mundo.

Al adentrarnos en el estudio de las novelas de Carpentier, vale la pena regresar al punto de partida de estas notas apresuradas. Pablo Montoya asumió la relectura de una realidad poliédrica. Para emprender la ascensión a tan empinada cuesta, optó por considerar la música como centro fundamental de gravitación, sometido al bombardeo múltiple de enfoques diferentes. Descartó por ello atenerse al orden de publicación de las obras del cubano. La música, sujeto de esta historia, determina el eslabonamiento de los capítulos, desde la juvenil afrocubanía de Écue-Yamba-Ó, hasta la indagación de los orígenes de la música en Los pasos perdidos, aunque resulte evidente que este tema constituye un elemento colateral, mero pretexto narrativo, en la compleja aventura del musicólogo –innombrado al igual que los personajes de El Acoso- en el territorio desconocido de la selva venezolana. Soslayar las premisas conceptuales de Pablo Montoya induciría a malentendidos respecto a los alcances de su obra.

El siglo de las luces, Esteban percibe el ambiente sonoro de París en los días de la Revolución. Pablo Montoya el intento de los compositores asociados al entorno musical del antiguo régimen y su malogrado empeño por ajustarse a los cánones de la nueva época. Mucho antes de descubrir la existencia de Victor Hughes, Carpentier había reflexionado sobre el tema. Expuso sus ideas en una conferencia dictada en la Sociedad Lyceum en 1943. Su análisis toma como punto de partida los avatares de Shostacovich, severamente criticado después del infausto congreso de escritores soviéticos de 1934. La imposición del prontuario realista socialista tronchó la carrera de un músico inclinado por su talento al poema dramático. Según Carpentier, la música culta, por su naturaleza específica, no puede subordinarse a la ilustración del acontecer histórico. En cambio, la popular, con ritmos bien asentados en la tradición, acompaña el accionar del movimiento masivo. Así ocurrió en la Francia del siglo XVIII y en la España de la Guerra Civil. El dato evidencia el prolongado proceso de maduración de ideas que enriqueció el compacto tejido literario de Carpentier.

La investigación de Pablo Montoya enriquece en lo sustancial la extensa bibliografía carpentereana, demasiado centrada, en una etapa inicial, al debate en torno a las líneas propuestas por el novelista: El barroco y lo real maravilloso. Son asuntos no descartables, pero circunscritos al momento histórico en el cual la literatura latinoamericana exploraba las especificidades de su identidad al entrar, por primera vez, en el mundo editorial europeo, antesala del norteamericano. Sin embargo, con el andar del tiempo, el desarrollo de enfoques teóricos renovadores y la maduración de la sensibilidad diferentes en contextos ayer imprevistos, la obra de Carpentier, siempre viviente, se reabre a lecturas inéditas con el sello de la contemporaneidad. Insuficientemente explorada hasta ahora, la presencia musical en la obra de Carpentier, convoca a seguir horadando en este terreno. Así, en el constante entretejerse del diálogo entre los textos y su resonancia en el ámbito multiplicador de la recepción, se va construyendo la cultura.

Texto tomado de la publicación: www.cubarte.cult.cu

Graciela Pogolotti*Crítica de arte, prestigiosa ensayista y destacada intelectual cubana, promotora de las Artes Plásticas Cubanas. Presidenta del Consejo Asesor del Ministro de Cultura, Vicepresidenta de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba. Miembro de la Academia Cubana de la Lengua.

Hija de uno de los íconos de la vanguardia artística de la primera mitad del siglo XX, Marcelo Pogolotti y de madre rusa. Nació en París en 1931 pero desde niña vivió en Cuba. Ser cubana, para ella, es una misión y un estado de gracia.

Es una de las más dispuestas y necesarias consejeras y asesoras de cuanto proyecto útil pueda favorecer la trama cultural de la nación. Esa vocación participativa se expresa también en las pequeñas cosas de la vida. Gusta de la conversación amena, de la música popular y no le gusta perder el hilo de una telenovela, nunca cierra las puertas a quien la procura.

A los siete años ya estaba en la capital cubana, donde estudia hasta graduarse como Doctora en Filosofía y Letras en la Universidad de La Habana. Cursó estudios de postgrado en La Sorbona, durante un año, estudió Literatura Francesa Contemporánea. Al regresar a Cuba, matriculó en la Escuela Profesional de Periodismo Manuel Márquez Sterling, donde alcanzó otro título.

Ha escrito numerosos ensayos, pero tan fundamental como su obra escrita ha sido su enorme labor en la docencia y la promoción de la cultura. Desde la cátedra de la Universidad de la Habana, a las investigaciones socioculturales vinculadas a los primeros pasos del Grupo Teatro Escambray, desde la formación de teatristas en el Instituto Superior de Arte, hasta la vicepresidencia de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, desde la Biblioteca Nacional, hasta la presidencia de la Fundación Alejo Carpentier.

Al Triunfo de la revolución se encontraba en Italia desde fines de 1958, se hallaba en una beca, residiendo en Roma por lo que aprovecho también para atender su salud. Al saber la noticia del derrocamiento de la dictadura se presento junto a otras personas que vivían en Roma en la sede de la Embajada a ocuparla. De regreso a la isla tuvo pasó por París hasta que finalmente llagó a Madrid, donde el Gobierno Revolucionario situó aviones para facilitar el regreso de los cubanos en Europa. Durante el vuelo conoció a Fayad Jamis, que ya era poeta y pintor distinguido pese a su juventud. Al llegar a La Habana observo una euforia generalizada, los rebeldes estaban en la terminal aérea.

Nota biográfica tomada de la enciclopedia: www.ecured.cu

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