Lucubraciones para nuevos escenarios en Zoé T.

Todo comienza en un punto, en un paraje que deambula en ese infinito lugar donde las coordenadas apuntan hacia el límite entre dos estaciones. En ese punto se transcriben anotaciones mayúsculas por esa densidad de contener el intento de la ruptura, donde una fisura es la portada para clarificar el arte de romperlo todo.

El rompimiento es inevitable, estamos hablando de un proceso de fugaz. De pérdidas escalonadas, de acotaciones dejadas al margen que insinúan una nueva dimensión. Un paralelismo donde el sentido común no tiene futuro ni respuestas que aportar.

Romper “fronteras” es un arte delimitado por otros acentos. El caos meditabundo y subterráneo, la estructura quebrada por el silogismo, el plano movido hacia paralelos adversos. Son algunos de los índices que marcan esta visión de rocas quebrantables. En esa alegoría de nuevas acciones se dibujan otros adjetivos, otras cubiertas que obligan a crear nuevos vocabularios o ventanas que se construyen ajenas a los cimientos del verso.

Ese ejercicio que sirve de fuga conectado con el pasado va generando desde la simultaneidad un nuevo presente. Cautivo del lastre de los cánones arcaicos que por los años fueron rígidas visiones de bipolaridades espaciales.

Estas acotaciones preliminares sobre la artista mexicana Zoé T. Vizcaíno, son líneas sobre su obra que remarca vigilias que toman forma dimensionada en el rompimiento de una naturaleza matizada por lo predecible, para proponer incrustaciones de salidas inconexas. Sus fugas de peldaños y capas transitorias desvisten espacios ajenos al imaginario común.

Su obra expresa reflejos que se materializan en una dimensión subyugante. El estado líquido de los cuerpos que narra es abierta textura para una visión polémica del espacio. Más que reflejos, son mutaciones que se exhiben en espejos secos y nevados donde la densidad de la niebla es asunto de un pasado reciente.

Construye fotografías fantasmagóricas, de pueriles metáforas desgarradas de ese realismo insuficiente cuando lo que quiere mostrar pasa por el tamiz de lo “real maravilloso”, frase acuñada por el escritor, crítico y ensayista cubano Alejo Carpentier, que encauza lecturas interpretativas ante lo incomprensible.

La creadora no reniega de la dimensionalidad del espacio, nos invita a tardes donde el sosiego es un juego de discretas curvas, marcadas por el trayecto de aguas que presumen de vestidura melada. Nacidas en ese aguafuerte de mar que cabalgó por kilómetros de riadas para sembrar su marcha en ese necesitado descanso.

En ese instante la autora toma nota y deja plasmado sobre las fibras del agua. Su personal huella busca denotar un poético discurso sacado de los marcos del lirismo, donde la fotografía sirve de sitio ideal para desparramar todo su caudal.

La calma tiene un tiempo efímero, la ruptura vuelve hacer de las suyas, activando los iconos del trazo. Se deja llevar por ese imprevisto aplauso de olas cargadas de reflujos e invierte el paisaje físico. Lo que antes estaba en la superficie del descanso de aguas de cristales zurdos, ahora recurva hacia la estratosfera más próxima a ese árbol, que hasta hace poco transitaba solo ante la falta de una compañía dispuesta a calmar el silencio.

La ruptura no es solo de dimensiones espaciales, desde las raíces de la tierra se dan otros nortes que complejizan cualquier lectura sistemática. Las narraciones de metáforas y lucubraciones, pueden partir desde cualquier raíz de tierra seca e incluso desde las húmedas rocas donde la sal intenta corroer su sordomudez.

Esa intencionalidad de aportar a cuenta gotas los registro impredecibles del imaginario común, obligan a prepararse hacia una lectura donde no todo está dicho. No insinuó palabras que conducen hacia una obra incompleta, la autora deja entrever nuevos horizontes escénicos, donde la ruptura y el sosiego serán –una vez más- pautas de futuros trabajos. Por tanto cabe la afirmación de una generalización de estos sustantivos trazos para el ejercicio del imaginario social.

Detener en una imagen el momento preciso, es su manera de narrar lo que podría pasar inadvertido para la mirada común. Esa dificultad no las hace visible pues forma parte de su ejercicio creativo, aunque no deja de ser una provocación ante una lectura interpretada desde dos dispares proporciones, que parten de la realidad para hacerlas visibles en otra dimensión.

La serie fotográfica de Zoé T, permite afirmar que: más que un trabajo narrado desde el dominio de su oficio, es -en todo caso- el de una “diseñadora escenográfica” capaz de construir y destruir de manera recurrente espacios desde su inquieto imaginario.

Sus diversas “propuestas escenógrafica”, no dan margen a la visualidad contemplativa. La suma de todas en un solo espacio, puede alterar el curso de los estilos codificados tras años de lecturas visuales. Esa virtud cercana a lo caótico, es un excelente ejercicio para activar escenas tardías anquilosadas en la sana costumbre de tan solo recibir.

No importa las herramientas de las que ella se valga para su trabajo, son pretextos de preguntas que convierte en respuestas al instante. Ese instante que solo necesita para la construcción de nuevas puestas escenográficas, son el talento que da el imaginario cautivo, el de Zoé T. Vizcaíno.

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