Mujeres

 

Para E. G. 

“… las campañas de los pueblos sólo son débiles, cuando en ellas no se alista el corazón de la mujer; pero cuando la mujer se estremece y ayuda, cuando la mujer, tímida y quieta de su natural, anima y aplaude, cuando la mujer culta y virtuosa unge la obra con la miel de su cariño la obra es invencible”.

 

José Martí

No voy a hablar de las curvas y las puestas milagrosas que distingue la belleza de una mujer. No voy adjetivar sobre el colorido de sus ojos que siempre son, una puesta de sol eterno e iluminado.

No voy a conjurar sobre la fuerza de sus manos que saben liberar los cercos de la vida con hogueras desbordadas y ventiscas meditabundas. Cuando las grietas del silencio pueblan los páramos de la verdad, sus “trampas” rehacen la música de los aplausos.

No voy a destrabar estrofas sobre besos o palabras encendidas. “Son preguntas que no tienen respuestas”. Son diálogos para el regazo de la intimidad, para el cobertizo donde solo caben dos.

Van como pájaros al vuelo dominando toda la geografía de la vida. En su vasto transitar son capaces de desnudar las artes de los sueños.

Toca hablar de la mujer en otra dimensión, en otra tesitura. Es preciso ponerlas en las portadas de los libros urgentes, en las mamparas de  los lienzos y en las lloviznas destronadas. La mujer es esencial y definitivamente importante, siempre.

En tiempos donde se desatan guerras y se acrecienta la fragmentación de las ideas, su estatura humana adquiere un mayor calado, una impostergable urgencia.

Seremos testigos –si no ocurre un milagro- de la ascendente brutalidad de un sistema que campea atizando odios y rompiendo amores.

Son tiempos donde “las preguntas vienen detrás de las respuestas”. Para que no interroguemos o cuestionemos el sentido de toda esa falsedad donde se presume de “primer mundo”, de “estado de bienestar”, de “democracia” que transita corroída con palabrerías huecas.

Vivimos en un escenario donde las metáforas y los sueños son replegados para anteponer la era –en la que ya estamos-, la del plástico, la seudocultura, la disfuncionalidad educativa, la mentira global y el terror construido.                                          

En ese altar escénico están los “eruditos” vestidos de corbatas aterciopeladas, que nos han “transformado” en números. La palabra -crítica- está anulada en los diccionarios de esta era imperialistas.

Si logras ubicarla en algún escalón podrás caer –irremediablemente-, en las adjetivaciones de los desplazados sociales. “Antisistema”, “violentos”, “terroristas urbanos” y una docena de palabras traídas para la ocasión, que son parte de los vocablos al uso.

En medios de esta marea cíclica, el verbo inteligente pernocta tras bambalinas por la voluntad “divina” de las religiones. Donde los políticos de probada inmoralidad van como peones de turno designados para hacer el trabajo sucio.

En otra escala están los “megaempresarios”, que son los verdaderos “jefes de estado y de gobierno”. “Atrapan” la voluntad y la voz de los parlamentarios, los alcaldes y concejales, “llamados a representar la voz y la voluntad del pueblo”.

A la derecha o a la izquierda o desde cualquier paralelo, conviven los comunicadores que distorsionan nuestras ventanas. Van agolpando y trastocando “un puzzle” que construyen de manera inmoral. Son piezas que aparecen sin final a la vista.

Las guerras siguen sumando muertos, heridos y mutilados. Las cifras de hambres y desnutrición son obscenas e inaceptables. Las listas de desempleados aumentan por miles quebrantando un derecho universal.

La pobreza extrema es una verdad inamovible que apunta hacia el crecimiento. El cambio climático, la contaminación y la desertificación de los suelos se aferran a no desaparecer. Las aguas van destilando petróleo y polución desmedida. Mientras el analfabetismo “se las arregla” para seguir siendo noticia.

¿Cuántas calamidades podría seguir escribiendo en estas pocas cuartillas? ¿Qué otro asunto de medular urgencia debería incorporar a estas líneas para hacer un recuento real y preciso de todas ellas? Las hojas del tiempo no alcanzarían para completar este penoso inventario.

La voluntad y el tesón están en examen. La humanidad grita de dolor y la mujer es parte de todo, urgen sus “bondades”. Desde la sabia de sus letras, hasta sus sensibles e irrepetibles dotes de inteligencia.

Saben “cargar con todo” para repoblar los sueños que andan carcomidos por las cloacas de la modernidad. No es posible romper estos cercos sin los avatares de la mujer. Somos parte de un todo, es una verdad incuestionable.

Los versos germinan con más fuerza cuando están junto a nosotros. Nuestra inteligencia tardía se puebla de acciones cuando nos hacen ver la luz en medio de la niebla. La mujer es parte esencial e imprescindible de esta tarea que es amar la vida.

No son estos argumentos sobre cualidades físicas o ternuras desveladas. La mujer los tiene en infinitas cantidades como pliegos multiplicados.

Hablo de complicidad, de compromiso compartido. Me refiero –en todo caso-, a esa virtud que les da el tomar las riendas cuando “la barcaza” va a la deriva y es la mujer quién entronca los hornos para quemar en ella la “hojarasca de aguas turbulentas”.

Los odios no son amores. La inteligencia ha de servir para todos y cada uno de los que formamos parte de este planeta. La mujer es vital para construir un mundo mejor. No para la excelencia de una clase social elitista. El arte de enseñar y dar lo posee la mujer. Cuando germina se desata en sabiduría colectiva, en cultura repoblada.

Cuando se habla de ternura no es una palabra de vestidura edulcorada. Ternura es amor y firmeza. Es sentencia y acción necesaria en una conjugación de dos.

Solo “las artes” de una mujer las saber dosificar cuando “las voces andan sueltas”. Desde la sabia también se repueblan los sueños y no ha de faltar la firmeza, cuando las circunstancias así lo exijan.

La historia les ha otorgado honor y gloria en muchas batallas y en todas han ganado. En cada una han estado presentes. Hemos de retomar los libros pues en ellos están la memoria para recordar y recomponer toda esa cronología en la que han sido, son y serán: “la raíz, el tronco y las ramas de nuestro futuro”.

No hablo de procrear o de multiplicar los panes y los peces, son palabras huecas. Es la mujer quién ha de encender los cerros para encumbrar el honor y la gloria de haber nacido en este planeta que nos pide una victoria definitiva: “Con todos y para el bien de todos”.

No veo a la mujer como esa cariñosa y complaciente señora que hace la maleta y deja los deberes resueltos ante la premura del tiempo. Sois mi otro yo, mi parte fundacional. La mujer es el futuro.

Mientras “nos acordonamos las botas” para seguir navegando por la cabalgata turbulenta de la vida. Las mujeres escriben genuinos versos que nos han de mitigar la marcha por cumbres y llanos en la que no faltarán obstáculos hechos. En esa ruta andaremos los dos.

Cuando cargan en la mochila los últimos libros, las metáforas y las floretas. Van tejiendo los mapas que nos han de guiar –a los dos- en noches sin luz, para ser nuestras ventanas.

En esa mochila no ha de faltar la ballesta para defendernos y avanzar por nuestras ganas de vivir ante los peligros que nos acechan.

La mujer va repoblando de besos nuestras miradas, la de todos. Si se “extravía” la ballesta en algún recóndito lugar, sabrán encontrarla y llevarla junto a los libros, las metáforas y los versos. Con ella matarán dolores y anidaran los sueños.

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