Una veintena de turistas al acecho de los detalles arquitectónicos, vendedores ambulantes de periódicos, churros y golosinas de elaboración abstracta. Estatuas humanas que pulsan la perfección, el cuidado movimiento, el imperceptible descuido de su ropaje. En una esquina de tránsito, el Café Taberna Benny Moré, que estremece la Guantanamera de Joseito Fernández.
También en torno a la Plaza Vieja, la Fototeca de Cuba, una casa que arropa historias, soplos descascarados de tiempos pretéritos, encuadres de nuestro presente cotidiano, muchas veces surrealista, irrepetible, dimensionado. En esa esquina, el concurrido Planetario, erigido en lo alto del pedestal. Al frente, una galería de arte con acento colonial, virtuosas escaleras que lucen detenidas en el tiempo.
Al otro extremo de la acera, la mítica Factoría Plaza Vieja, un concurrido establecimiento donde se pueden degustar exquisitas cervezas en tres tonos, dispuestas a destronar la sed de los andares equívocos y erráticos. Un espacio desbordado, tomando para sí los adoquines de un mítico lugar de obligada visita, donde confluyen los sabores y acentos de Cuba.
Mientras todo discurre, las palomas se apropian de las rendijas de los adoquines, de las azoteas de las casas, de los andares de los visitantes o las pupilas de los cazadores de imágenes, congelando un instante, un singular momento, que puede medirse en apenas tres segundos.
*(La Habana, 1966) Licenciado en Comunicación Audiovisual (Instituto Superior de Arte). Editor del blog CineReverso. Productor y guionista de cine y televisión. Articulista de la revista cultural La Jiribilla. Colaborador de las publicaciones Cubarte, Canarias Semanal y Cubainformación, estas dos últimas del Estado Español.