(VIDEO) Los “relatos eróticos” de Victoria Siedlecki

La palabra enciende los sentidos de la noche. La libertad de reescribir la metáfora dormida revive el signo de los abrazos ante una inquisición -que aún persiste- solapada y sombría.

Es la hora del beso sacado de un baúl teñido de continencia. Es la hora de la palabra donde el romance es mucho más que un adjetivo tibio. Es la hora de la mirada furtiva y del deseo negado. Es la hora de la lujuria y del silencio. Es la hora del encuentro.

El secreto se rompe para darle paso a un bolero tras la penumbra de aquella escalera de faldas corroídas, por el pisar de copas. Se ilumina el regazo de una mujer dispuesta a estremecer los cánticos del sosegado equilibrio. Se muestra ajena a los carriles descritos por la brevedad del ser, donde “los trenes” pasan en tan solo un sentido.

Su estilizada figura de largos brazos va poniendo al borde del escenario las primeras historias para ser compartidas. Nace el primer vocablo y comienza la fiesta del cuento. El misterio de sus manos se toma los pechos. La luz de sus ojos hace un ademán para redefinir el contexto que esa noche se vertía para el diálogo, para la “reflexión” descorchada y sentida.

Ella por un lado, el por el otro. Todo parecía estar escrito desde la trayectoria del azar. Se encontraron en un bar, se miraron a los ojos, -contaba Victoria-, con esa voz de hermosa mujer de la Gran Argentina que parece trotar entre un tango y un bolero de algún pueblo imaginado.

Sus manos y su verso nos condujeron hacía la salida de la noche. Todo estaba escrito para mitigar la sed de un beso renegado, en algún portal de esta ciudad de ventanas ingenuas.

Por esa magia de contar los sueños -que sabe a empeño y a saber compartir historias-, vino Don Mario Benedetti atizando la poca luz de aquel lugar de agrietadas sonrisas con su fraseología de hombre culto y antiguo. De sabio lector de palabras tejidas con la naturalidad propia de los genios. Benedetti puede presumir de ser poseedor del misterio, de la verdad que solo regala el que ha sumado un largo camino recorrido. Ese recorrido lleno de fantasmas, memorias y letras “puestas para la ocasión”.

Poseída por su verso, Victoria Siedlecki le dio una patina de ardor al reflujo de su mirada y supo develar los signos de su verso. Iba contando historias, arriesgando la curva de la credibilidad para dejar reposar otras que fueron tomando fila en la puerta del sueño incumplido.

Tras una pausa con aroma a sorbo de agua, vuelve a desnudarse la palabra de envoltura erótica. Las mil y una noches se impone en la voz de aquella mujer, que sigue tirando escapadas de sensualidad, erotismo y ternura tras el largo “ejercicio del perjurio”.

Lo describió todo, sobre todo ese fuego que nació con la libertad donde la escritura peregrina rebota tras las puertas de algún palacio. Donde lo pecaminoso es pasto de todos los días. La marcha de aquel texto inundó los vericuetos de los sentidos creyendo que estábamos poseyéndolo todo, o al menos eso creíamos. Una manta de curvas y transparencias cerró el silencio y le cedió el paso al aplauso sentido.

Mientras la narradora de exóticos vocablos se apoyaba en la banqueta sonámbula e irreverente, puesta a un extremo del escenario “prevista” para atenuar el cansancio por el “ajetreo febril”. Un goteo de adjetivos cargados anunciaba la túnica de Julio Cortazar. Como un paraban de grandes alas servía su Rayuela con su habitual voz grave donde los adjetivos se mordían unos a otros, sin margen para el raciocinio.

Besos amargos, curvas varadas, miradas mayúsculas. Vestidos puestos al borde de una escalera. Era una agitada noche de lunas, de muchas lunas que se empeñan en descubrir la intima verdad del sexo. Cortazar se ocultaba en la sien de aquella mujer de facciones de incienso. Por esa dicotomía de quererlo todo iba tirando una carnada de metáforas, con la que quiso atrapar el corazón de la mujer de los versos quebrados.

Cuentos dejados en algún rincón de este infinito confín de los misterios -que es la tierra-, fueron apareciendo como trazo de andar peregrino tras otra pausa de pocas ganas. Cuentos con sabor a preguntas. Cuentos que no necesitan respuestas. Palabras inconclusas para ejercicio de nuevas historias.

La libertad está en compartirlo todo y hacer del cuento una frase de dos, o de tres o de muchos. Muchos cuentos de muchas horas y de muchas ganas y -por qué no-, cuentos de amor, de deseo, de sexo sin cercados para el encierro y ventanas por abrir. Cuentos que rompen nuestras mentes turbias, “infantiles”, prejuiciadas. Cuentos de dos.

Esa fue la verdad desplegada en el cálido espacio de La escalera de Jacob. Esa es la apuesta de Victoria Siedlecki que sabe entender, -a golpes de cuentos-, los sabores de la palabra dada.

Fue en una noche de domingo. El público éramos tan solo diez, lo suficientes como para llevarnos las manos llenas de letras. De sustantivos icónicos de metáforas y versos para repartir entre todos. En estas líneas va mucho de ello. Fue hace mucho tiempo, quizás dos, tres años. A fin de cuentas sigo tejiendo los versos y los cuentos en el “altar de mi mente”, para hacerlos parte de todos. Voy dejándolos en cada puerta, donde las ventanas parecen cerrojos amargos dispuestos a no dejarlo entrar. ¿Alguien puede vivir si la poesía? ¿Podremos hacer de nuestros amaneceres el cuento de cada día?

Nacida en Buenos Aires y formada en el semillero de Julio Bocca, Victoria Siedlecki es actriz, bailarina y cantante de formación, y a todo ello recurre en su exclusiva dedicación a la narración oral.

Con Relatos eróticos ha conseguido un hito: mantener en cartel y convertir en éxito de público y crítica un espectáculo de cuentos, llenando salas sin parar un fin de semana desde mayo de 2009.

Ha llevado su labor al ámbito de la empresa y ha protagonizado actos multitudinarios con motivo del Día de la mujer o el Día del libro. Colabora frecuentemente contando historias en Punto Radio.

Funda y dirige en Madrid La Escuela de Cuentacuentos. Ha sido una de las protagonistas argentinas del Festival VivAmérica. Tras pasar por los míticos bares de cuentacuentos en Madrid (Libertad 8, Zanzíbar, La Flauta Mágica) y por media España con diferentes propuestas, la actriz argentina ha renovado el género y ha ampliado sus límites con este espectáculo que empezó en una pequeña sala de Lavapiés y va para los tres años de éxito, ahora en el Teatro Arlequín.

www.yotecuento.com

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