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El “Tigre” en primera persona: paramilitares en Cuba. Por: Octavio Fraga Guerra*

los-suenos-del-tigreApremia reciclar la historia de nuestra nación, atemperarla a los tiempos presentes (plurales, dinámicos, virtuales, caóticos por momentos). Dibujarla con los apuntes y las herramientas que aportan las estéticas de las nuevas tecnologías asociadas al audiovisual, signadas por lenguajes que evolucionan inmersos en una constante metamorfosis.

Sin embargo, cabe subrayar una idea. Lo repetitivo de algunos recursos estéticos produce una saturación de los modos vinculados a las dinámicas de realización, a las soluciones narrativas que le secundan. Obviamente, los contenidos han de entroncar con los hechos, las pruebas que los sustentan, edificados desde los documentos y testimonios que los engrandecen.

Dichas apuestas evolucionan en la contemporaneidad cada vez más dinámica e interconectada, donde los ceros y unos abarrotan el discurso, las metáforas, las jerarquías comunicacionales. Como parte de una estrategia que no ha de ser casuística, predecible o aferrada a fechas históricas, tomadas de un recurrente calendario. Más bien sustentada en la constancia, en el despliegue temático largoplacista para no embutir al lector-sociedad-cubana en una avalancha cuyos resultados terminan saturando los contenidos.

Este entramado es vital, tras una suma de simbologías y discursos que se han de enriquecer también con la filosofía de la previsión de los hechos y la apropiación de los temas esenciales para la política cultural e ideológica de la nación. Dicho de otra manera, nos toca capitalizar, legitimar, jerarquizar ante los lectores cada vez más digitales, los esenciales temas y los asuntos que son pasto de la cotidianeidad, pero también los de nuestra fértil historia.

Urge, por tanto, una pensada estrategia, una integración institucional, un permanente ejercicio práctico de construir íconos, delineadas simbologías y desarrollar nuevos soportes. Complementados ellos con las tradicionales vías de comunicación social que no debemos subestimar, pues aún persisten muchas zonas geográficas de la Isla ajenas al armazón de las nuevas tecnologías.

Toda este mapa de idealizaciones ha de fluir por un andamiaje sociocultural que contantemente se trasfigura, se reformula desde sus núcleos y ejes cromáticos. Sufre ciclos de mestizajes de muchas curvaturas, cuyo escenario prominente es la sociedad red.

Cuba no está anclada en una burbuja. Una bruma de datos, de hechos noticiosos o veleidades mediáticas trasgreden el gusto, la cultura y el agudo conocimiento. Se insertan en nuestra geografía desde muchos soportes, en variadas formas. Ante este enjambre, la historia es una de las claves de la batalla ideoestética impostergable, que en primera instancia es de argumentos y hechos contrastables, verídicos, documentados.

Le asiste al cine nacional el deber de “ocupar” los centros docentes de los niveles primarios, secundarios y de nivel medio superior, como espacios culturales de primera línea. Son estos el escenario natural para el desarrollo del conocimiento, de los valores y las ideas humanistas distintivos de la sociedad cubana.

Se impone una obviedad, esta idea será fallida si se ignora el principio de que el cine, como todas las artes, es también una excepcional pantalla para el entretenimiento, para el rico divertimento. Sus contenidos se han de socializar tomando en cuenta esta vital verdad que muchas veces se ignora.

El cine ha de ser asumido como auxiliar de la labor educativa, como constructor de símbolos, de necesarias cronologías socioculturales e históricas para niños, adolescentes y jóvenes.

La producción cinematográfica de nuestra Isla (décadas de los 60, 70 y 80) está colmada de importantes obras documentales, de ficción y animación que abordan los relatos de la historia patria y de otras naciones. Varias generaciones nacidas en esos períodos se enriquecieron con estas piezas.

Un vasto diapasón de temas de carácter patriótico, cultural e histórico está atesorado en la memoria fílmica de la nación. Importantes cineastas han visto en estos temas una vital experiencia de su desarrollo como creadores del séptimo arte. Son filmes que podrían formar parte del programa de estudios extracurriculares de los tres primeros niveles de enseñanza, como experiencias extracurriculares.

Pero apremia renovar el repertorio temático de la cinematográfica nacional, que tiene en la literatura un incontable caudal de contenidos a la “espera” de ser llevados a las esencias discursivas del cine.

Este es el caso del libro Los sueños del Tigre. Paramilitares en Cuba (Ediciones Abril, 2016), la más reciente entrega del escritor cubano Enrique Acevedo. Una novela de vigorosa escritura y sustantivo acento histórico, cuyo relato evoluciona desde el derrocamiento de Gerardo Machado hasta los albores de la naciente Revolución cubana, respaldada por un acucioso trabajo de investigación periodística.

El autor perfila y desarrolla en varios capítulos el corpus de Rolando Masferrer, el gestor y jefe de la organización paramilitar “Los tigres de Masferrer”. Un grupo de mercenarios que llegó a tener más de 1200 miembros, gestado bajo el cómplice abrigo del General Fulgencio Batista. Ese siniestro dictador que algunos vulgares personajillos y contrarrevolucionarios  de la mal llamada “disidencia cubana” nos lo quieren teñir como un demócrata de la otrora República.

El autor de Los sueños del Tigre, escrito en primera persona, despieza, cartografía a Masferrer; le da envoltura cromática de sólidas texturas y renovados acentos. Revela al individuo turbio, oportunista, de saturado cinismo y habilidades para “convivir” por entre los vericuetos de la politiquería de la época. Un período convulso donde el gansterismo formaba parte de los estamentos de la sociedad cubana entre los poderes de facto.

Rolando Masferrer es bocetado con nitidez. Enrique Acevedo, el también autor de Descamisados (1993), Premio de la crítica; Guajiro (1997) y Fronteras (2009), lo resuelve con llana escribanía, acentuando la ambivalencia y denotado delirio de grandeza del personaje, su  perfil sicológico: un hombre dispuesto a todo por trascender entre los tantos arribistas o acólitos del sargento-general Batista, que llegó incluso al cargo de senador.

Una de las virtudes del volumen es su acusada fotografía, los muchos detalles que nos aporta su autor para trascolarnos a ese período en los hechos que nos narra, donde convergen los entrecruzamientos históricos, sociales, culturales, de una Cuba atrapada por la política exterior del gobierno de los EE.UU.

La narrativa del texto, los signos que el autor le incorpora, los elementos discursivos que integran el esqueleto del libro, y la lógica de su edición, nos invitan a delinear un filme de ficción. O mejor aún, una serie documental escrita con los resortes del docudrama. Un texto fílmico donde un narrador omnipresente, Rolando Masferrer, conduzca los muchos relatos que confluyen en las páginas de esta entrega literaria, de signada envoltura historicista.

Entre las contradictorias curiosidades de Masferrer está que también formó parte de las Brigadas Internacionales por la defensa de la República Española y militó en el Partido Socialista Popular (PSP). Después, devino politiquero y asesino de muchos jóvenes del Movimiento 26 de Julio, de los combatientes de la Sierra Maestra, así como autor de varios actos terroristas organizados desde los Estados Unidos contra Cuba.

Al cine le asiste esta encomienda por la virtud de ficcionalizar lo documental, los hechos acreditados en pliegos, testimonios o memorias. Los sueños del Tigre. Paramilitares en Cuba, de Enrique Acevedo, es una gran entrega literaria que el arte cinematográfico documental debería dibujar para el culto de los jóvenes cubanos.

Texto tomado de Notas del Reverso de: http://www.lajiribilla.cu

*(La Habana, 1966) Licenciado en Comunicación Audiovisual (Instituto Superior de Arte). Editor del blog CineReverso. Productor y guionista de cine y televisión. Articulista de la revista cultural La Jiribilla. Colaborador de las publicaciones Cubarte, Canarias Semanal y Cubainformación, estas dos últimas del Estado Español.

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La Habana entre fotos y crónicas. Por: Octavio Fraga Guerra*

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Foto: OFG

Después de mucho tiempo retorno a la escritura de crónicas, esta vez para retratar La Habana. Una capital fotogénica, surrealista, que rejuvenece y presume de un largo balcón desde el que saboreamos ese hermoso mar que nos dibuja los silencios, las palabras. Y brisas costeras, interminables peldaños de un azul intenso que salpican salitre sin poder escapar de ese terco calor que nos abraza los andares, que pululan por estas calles de adoquines, vestidas con huecos de antaño o sinuosas líneas amotinadas.

Nuestra Habana esconde singulares historias. En ella habitan sabores antiguos, como ciudad de intramuros en pertinaz mestizaje con la modernidad, esa que por momentos transita palpitante, apacible y lustrosa.

Me apetece compartir esta Habana más allá de las fotos, hacia el interior de sus sonrisas y sustantivas verdades, sin dejar de escribir sobre el cine en mayúsculas, alineado a los principios fundacionales de CineReverso, una invitación a la lectura desde la imagen.

Aprovecho esta nota para subrayar los cambios realizados en la planta baja de este pequeño espacio de ideas, cultura y sueños por hacer. Cinco secciones identificadas como Audiovisuales, Asociaciones e instituciones culturales, Blogs, Publicaciones culturales y generalistas acogen más de 80 páginas y bitácoras de Cuba y otras latitudes, disponibles para sus habituales lectores y para los que la han encontrado por primera vez, gracias a los azares de las redes sociales.

Bon Appetit

*(La Habana, 1966) Licenciado en Comunicación Audiovisual (Instituto Superior de Arte). Editor del blog CineReverso. Productor y guionista de cine y televisión. Articulista de la revista cultural La Jiribilla. Colaborador de las publicaciones Cubarte, Canarias Semanal y Cubainformación, estas dos últimas del Estado Español.

 

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Imagine. Por: Octavio Fraga Guerra*

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Obra del escultor cubano José Villa Soberón emplazada, en El Vedado. Foto: OFG

Como cada mañana habanera John Lennon se acicala los espejuelos que amanecen con sabor a rocío. Se despierta como siempre, afincado a los pastizales de un parque donde abundan los framboyanes y las ceibas mochas, tejidas de cultos y enredaderas.

En ese lugar, el fresco sabor a salitre asoma de improviso, venido del mar que se agita cerca. Los bancos de crudos herrajes persisten troquelados al suelo gris, en un recinto de muchas floretas donde el sol entra por todos los costados, dibujando sombras que parecen aguafuertes de sal como siluetas de palabras que inspiran preguntas.

Con muchas nubes amaneció este domingo. Habitan colgadas en un azul intenso, voraz, inmenso. Lennon garabatea en papel pautado las últimas notas de su próxima pieza. En sus apuntes se avista, en letras mayúsculas, la humanidad estremecida por el odio, la guerra y la hambruna que persiste aferrada a cientos de miles de hombres y mujeres que, cada día, buscan en el Norte el sueño que ha de ser construido en el Sur.

Mientras los turistas y compatriotas se hacen una foto, o muchas, Lennon se erige gigante, sereno, con los ojos atentos y el silencio encendido. En pleno apogeo de su labor creativa desparrama escrituras de notas y corcheas, centrado en el preciso tono y en el requerido compás de su próxima pieza, una balada de dos.

Entre una pausa y la otra, mira por entre sus gafas desnutridas a los que pasan aferrados por la curiosidad y el asombro de verlo en ese lugar, donde la felicidad se afinca, la paz se engrandece y el verso abraza en el reverso del sol.

Cada mañana, para que no olvidemos el mejor de sus temas, nos canta a capela su antológico Imagine, el himno de la utopía, el amor y el deseo.

*(La Habana, 1966) Licenciado en Comunicación Audiovisual (Instituto Superior de Arte). Editor del blog CineReverso. Productor y guionista de cine y televisión. Articulista de la revista cultural La Jiribilla. Colaborador de las publicaciones Cubarte, Canarias Semanal y Cubainformación, estas dos últimas del Estado Español.

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Cuba 58: el debut de un grande del cine cubano. Por: Octavio Fraga Guerra*

cuba-58José Antonio Rodríguez (1935-2016) fue de esos hombres universales, trascendentes, paradigmáticos, que tenía clara la ruta profesional de su vida. Tras abandonar los estudios como médico se enroló en el fascinante mundo de la actuación.

En los años sesenta del siglo pasado hizo sus primeras incursiones en la radio. Complementó su formación actoral en los grupos Teatro Universitario y Teatro Estudio, dos emblemáticas compañías del período fundacional de la revolución cultural de la Isla, donde fraguó lo esencial de su trabajo como actor.

Su debut en el cine cubano fue en 1962 con el filme Cuba 58, un largo integrado por tres cuentos. Los dos primeros Un día de trabajo y Los novios, dirigidos por el cineasta español José Miguel García Ascot y el tercero, Año Nuevo, dirigido por el cubano Jorge Fraga, relato donde es protagónico José Antonio, devenido maestro de varias generaciones de actores.

En una entrevista realizada por la revista Cine Cubano, posterior a la premier del filme, el director de este cuento expresa:

“Año nuevo, es la historia de una falsa toma de conciencia, producida por el miedo. Un mecanismo bastante corriente que pretende fijar un poco, desde el punto de vista sicológico, las relaciones que hay entre el individuo y su responsabilidad. Este poner a los esbirros de Batista en una situación extrema de acorralamiento sirve, como respuesta dramática, para hacer una pequeña reflexión acerca de las causas que llevaron a que estos señores se convirtieran en los monstruos que fueron, vinculado esto, por supuesto, con la responsabilidad social que tenían. Claro, todo ello mirado desde el punto de vista de la responsabilidad”.(1)

Esta es la base narrativa del filme en el que José Antonio Rodríguez interpreta con rigor y demostrado dominio de sus resortes actorales el personaje de uno de los esbirros de este cuento, junto a Raúl Xiqués y Jorge Martínez. El papel del joven revolucionario torturado es asumido por el excepcional actor Adolfo Llauradó (1940-2001).

Una puesta fotográfica de cercanía, de primeros planos, que subraya los rostros, los gestos, el posicionamiento escénico, es parte de las claves de este filme bocetado con los acentos estéticos del expresionismo alemán, una corriente cinematográfica que fortalece los momentos dramatúrgicos, claramente entroncados con los postulados y aspiraciones de su realizador.

El escenario, cerrado, lúgubre, está resuelto desde limitados espacios que impone converger y dibujar el trazo escénico de los actores, quienes han de estar secundados y justificados por el posicionamiento de la cámara, las fugas de las luces; esenciales para fortalecer el drama, el clímax, el conflicto.

Todo este andamiaje técnico artístico, acompañado también por el sonido que toma para la banda sonora los jadeos, los tonos de voz y los requeridos acentos ante un conflicto en desarrollo. La puesta fotográfica, lograda por la sabia de José Tabío y el virtuoso trabajo escenográfico de Pedro García-Espinosa.

El triángulo actoral de los esbirros (Raúl Xiqués, Jorge Martínez y José Antonio Rodríguez) es la clave dramatúrgica de esta pieza. El increcento del conflicto se exacerba ante el pavor de estar en un escenario de “acorralamiento”, cuando los personajes conocen la noticia de que el dictador, el General Fulgencio Batista, había huido en la madrugada del 1 de enero de 1959, en medio de una sesión de interrogatorio y tortura.

Por tanto, se agudizan las posturas entre los personajes, las variables de escapar ante la inminencia del irrumpir de los revolucionarios en el cuartel de la policía, abandonado en desbanda por sus ocupantes.

En este escenario los sicarios habían quedado en un estatus donde afloran la vacilación. Las variantes para un posible escape y las consecuencias que les acecha centran el desarrollo del cuento, ante los crímenes cometidos por el historial de torturas que pesan sobres sus espaldas.

Los tonos de voz se disparan, las bajezas humanas afloran, los entresijos de sus historias aparecen como titulares cinematográficos. En este contexto dramatúrgico, José Antonio Rodríguez emerge con un protagónico diferente, signado hacia otros cauces.

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José Antonio Rodríguez. Fotograma del filme, Cuba 58. Director: Jorge Fraga

En Cuba 58, su genio se revela como un actor de potencialidades, de probado registro. El cinismo, el pavor ante las consecuencias de sus actos, las reflexiones al interior de su conciencia, José Antonio lo resuelve con denotados parlamentos, pero sobre todo, por una transfiguración del rostro secundada por un plural abanico de su voz y la requerida contención de la que el maestro fue todo un virtuoso.

En este filme, gestado en el período fundacional del ICAIC, el actor construye legitimidad, organicidad histriónica ante el rol de su personaje que aparece como puente, como una sinuosa cuerda de equilibrios entre los otros dos sicarios. Fraga lo engrandece desde una cámara subjetiva, de retrato que hurga en las evoluciones de su rostro.

Las poses de José Antonio Rodríguez en el último tercio del filme son edificadas por un cuidado trabajo de dirección escénica. El arte final de esta película, la intensa mirada y la expresión del rostro hilvanan el delgado hilo de la ironía, el miedo en grado superlativo y el cinismo de un esbirro que se sabe atrapado por la justicia.

Con este debut, nuestro actor de siempre, ya se anunciaba como uno de los grandes de la cinematografía cubana, construyendo durante toda su carrera artística una labor de sensibilidad y el talento.

Son las huellas de su descomunal trabajo los filmes: Tulipa (1967), de Manuel Octavio Gómez; La odisea del General José (1968), de Jorge Fraga; Hombres de Mal Tiempo (1968), de Alejandro Saderman; La primera carga al machete (1968), de Manuel Octavio Gómez; Una pelea cubana contra los demonios (1971) y La última cena (1976), de Tomás Gutiérrez Alea; Cecilia (1981), de Humberto Solás, Polvo Rojo (1981), de Jesús Díaz; Baraguá (1985), de José Massip; Bajo presión (1989), de Víctor Casaus; María Antonia (1990), de Sergio Giral y Pon tu pensamiento en mí (1995), de Arturo Sotto.

Notas

(1) Cuba 58; nuevo filme del ICAIC. Revista Cine Cubano, 1962, pág., 18-21.

Tomado de: http://www.lajiribilla.cu

*(La Habana, 1966) Licenciado en Comunicación Audiovisual (Instituto Superior de Arte). Editor del blog CineReverso. Productor y guionista de cine y televisión. Articulista de la revista cultural La Jiribilla. Colaborador de las publicaciones Cubarte, Canarias Semanal y Cubainformación, estas dos últimas del Estado Español.

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Tres segundos en la Plaza Vieja. Por: Octavio Fraga Guerra*

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Foto: Flor de Paz

Una veintena de turistas al acecho de los detalles arquitectónicos, vendedores ambulantes de periódicos, churros y golosinas de elaboración abstracta. Estatuas humanas que pulsan la perfección, el cuidado movimiento, el imperceptible descuido de su ropaje. En una esquina de tránsito, el Café Taberna Benny Moré, que estremece la Guantanamera de Joseito Fernández.

También en torno a la Plaza Vieja, la Fototeca de Cuba, una casa que arropa historias, soplos descascarados de tiempos pretéritos, encuadres de nuestro presente cotidiano, muchas veces surrealista, irrepetible, dimensionado. En esa esquina, el concurrido Planetario, erigido en lo alto del pedestal. Al frente, una galería de arte con acento colonial, virtuosas escaleras que lucen detenidas en el tiempo.

Al otro extremo de la acera, la mítica Factoría Plaza Vieja, un concurrido establecimiento donde se pueden degustar exquisitas cervezas en tres tonos, dispuestas a destronar la sed de los andares equívocos y erráticos. Un espacio desbordado, tomando para sí los adoquines de un mítico lugar de obligada visita, donde confluyen los sabores y acentos de Cuba.

Mientras todo discurre, las palomas se apropian de las rendijas de los adoquines, de las azoteas de las casas, de los andares de los visitantes o las pupilas de los cazadores de imágenes, congelando un instante, un singular momento, que puede medirse en apenas tres segundos.

*(La Habana, 1966) Licenciado en Comunicación Audiovisual (Instituto Superior de Arte). Editor del blog CineReverso. Productor y guionista de cine y televisión. Articulista de la revista cultural La Jiribilla. Colaborador de las publicaciones Cubarte, Canarias Semanal y Cubainformación, estas dos últimas del Estado Español.

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Cuatro palmas y un nubarrón. Por: Octavio Fraga Guerra*

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Foto: OFG

Se las quieren llevar de cuajo. Los nubarrones se afincan contra el suelo empeñados en sacarlas de raíz, resquebrajando el silencio, las preguntas, las palabras sustantivas, los pronósticos. Los últimos transeúntes se amotinan en los portales de una Habana amurallada, de prominentes columnas y encendidos herrajes.

Los cúmulos nimbos enfilan sus últimas ráfagas de aguaceros contra sus estilizadas estaturas, sus delgados esqueletos. Escupen sus odios nacidos en las cortezas de sus nubes henchidas, que impresionan nada más de mirarlas por primera vez.

Desatan sutiles sus colores altivos para engañar a los caminantes de otras geografías, seducidos por el encanto de sus prominentes colores, sus exuberantes formas, presos de la voluntad de un arsenal de cromatismos.

Las palmas siguen allí, aferradas al suelo; desafiando las ráfagas de lluvias, los vientos del norte y el vaho húmedo de la alborada, que hoy nació inquieto, delirante, desmesurado. Se aferran al suelo, sacuden sus hojas percioladas y remueven vigorosas los llantos de la lluvia, pues no se espantan del diluvio, del otro vendaval y del eco de los truenos que brota amenazante, pretendiendo amilanar la fuerza de sus bríos, que saben a Cuba.

*(La Habana, 1966) Licenciado en Comunicación Audiovisual (Instituto Superior de Arte). Editor del blog CineReverso. Productor y guionista de cine y televisión. Articulista de la revista cultural La Jiribilla. Colaborador de las publicaciones Cubarte, Canarias Semanal y Cubainformación, estas dos últimas del Estado Español.

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Dos siluetas y un carromato. Por: Octavio Fraga Guerra*

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Foto: OFG

Multiplicados, mestizos, promiscuos, resistiéndose a los ardores que rubrican las fábulas del tiempo, deambulan por esta ciudad incontables carromatos. Decididos a ser esenciales piezas arqueológicas en una Habana que no se detiene, que se agolpa por entre las horas, las lluvias, el trajinar de un día inconcluso y el erigido silencio.

Se exhiben arados, erguidos por el trazo de sus huellas, rechinando las curvas oxidadas de ruedas desgatadas con sabor a remiendos. Son parte de la cartografía de una ciudad empeñada en ser la más coqueta de un Caribe arrojadizo que nos viste de salitre, de polvo, simulando garabatos y desvelos. Es un mar henchido, dispuesto a tomar los espacios de luz, las preguntas que aún deambulan o los misterios que toda ciudad guarda con celo.

Mientras el terco mar se aferra en romper los muros de un malecón legendario, los carromatos sortean sus derroteros a destiempo, sin previo aviso, en quebradas dimensiones, ajenos a las normas, las curvas meteorológicas o las humedades que se antojan como cercos.

Soportan en sus espaldas cargas surrealistas, fantasmagóricas, cotidianas, asimétricas, tremebundas; alistan sus vértices escabrosos en reiteradas soldaduras de salitres, tejidos para afincar su delgado esqueleto, pues saben que no será la última ruta de un día, que en verdad no tiene nombre.

Un sofá a punto de ebullición, frutas y verduras para la plaza que no deja de mostrar precios de oro, sacos de escombros rasgados en algún edificio en ruinas del que tan solo quedan, aferradas, las columnas, las vigas de madera o los restos de un andamiaje de acero poblado de historias. Los últimos enseres de una mudada de ocasión, libros restaurados y relucientes para el feliz empezar de una escuela donde los niños asisten cada mañana con sus lustrosos uniformes y vibrantes pañoletas. Son estas también las huellas efímeras de sus fabulas, sus contiendas, sus terquedades risueñas.

Son cómplices de sus andares las paredes descascaradas de una ciudad hermosa que rejuvenece dispar, las grietas de las calles que soportan el peso de su ir y venir enrumbando al más inusitado de los destinos. Los claros de luz de un atardecer baldío, siempre inconcluso, o sábanas blancas afincadas en los balcones reveladas siempre en trazos performativos, sinuosas formas o como lienzos para el pintar de los cerros.

Esta ciudad, antaño amurallada, volverá a renacer con ese claro de luz, siempre limpio, brillante, emocionado, para erigir otro amanecer y recordarnos que han despertado del todo dos siluetas y un carromato.

*(La Habana, 1966) Licenciado en Comunicación Audiovisual (Instituto Superior de Arte). Editor del blog CineReverso. Productor y guionista de cine y televisión. Articulista de la revista cultural La Jiribilla. Colaborador de las publicaciones Cubarte, Canarias Semanal y Cubainformación, estas dos últimas del Estado Español.

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Los derroteros de El acompañante. Por: Octavio Fraga Guerra*

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Escribir una historia de ficción para el cine, donde los ejes narrativos se desarrollan entre dos actores protagónicos y unos pocos secundarios, es un reto para el oficio del guionista. Ante este sobrio cuadro actoral, las curvas de atención del espectador se enfocan en las evoluciones dramatúrgicas, en las conexiones humanas que los entrecruzan o en los tejidos diálogos que fortalecen los relatos, los argumentos y la corporeidad de los intérpretes.

Esta es una tesis a tener en cuenta a la hora de leer el filme El acompañante (2015), del cineasta cubano Pavel Giroud. Cuatro actores principales convergen en recurrentes locaciones, en predominantes cuadros cerrados. Al fondo, las austeras escenografías ajenas a las abigarradas puestas barrocas, eso sí, sin caer en el minimalismo.

Por tanto, el lector fílmico apuntará su atención sobre el acabado de los personajes, las texturas de sus emociones o sus desgarramientos actorales, siempre virtuoso cuando se construye desde el ejercicio de la contención.

II

“Horacio Romero, el más grande boxeador cubano del momento, acaba de dar positivo en una prueba antidoping. Su castigo está en Los Cocos, un sanatorio bajo régimen militar en el que ingresan los enfermos de VIH de manera obligatoria y de donde pueden salir solo una vez por semana vigilados por los ‘acompañantes’”. Esta es la sinopsis de presentación del protagónico asumido por Yotuel Romero.

Discrepo sobre este enfoque. Esa manera de presentar al actor desvirtúa las esencias éticas y las experiencias que sustentan dichas prácticas que, en esencia, responden a dos postulados universales: humanidad y sentido común.

Quienes hemos tenido una dilatada experiencia profesional con personas seropositivas, alcohólicas y toxicómanas, sabemos que no es un castigo atender a pacientes que moran en un compás de espera frente al límite de sus vidas, conscientes de que puede ser truncada en cualquier momento. Esa práctica robustece una verdad.

Cada minuto de entrega es un tiempo excepcional para quienes asumen el rol de acompañar, de aliviar los dramas que emergen imprevistos. Es un intercambio de dos, de muchos otros, en el que también son grandiosos los momentos de felicidad.

III

La película ambientada en la década de los 80 desarrolla dos historias paralelas, en las cuales el eje principal es la amistad entre dos hombres empeñados en torcer obstáculos por la materialización de sus sueños. Horacio, un boxeador que quiere volver al ring y ser un campeón. Daniel, ex militar recluido en el sanatorio, que apuesta por salir de manera ilegal del país.

Yotuel construye un protagónico creíble con delineados resortes humanos que evolucionan en ese contexto bajo los cánones de su andamio social. Transita desde la corporeidad, las requeridas expresiones, acordes al espacio social en el que ha vivido. Construye un Horacio a la medida y encara el desafío del acompañante. Se involucra en los derroteros de su personaje y asume sus cuidadas evoluciones, en medidos trazos de acción legitimadores de su desarrollo actoral.

Daniel, encarnado por el prometedor Armando Miguel Gómez, resulta ser el personaje de confrontación, pero también de crecimiento frente a Horacio. Su protagónico representa el “conflictivo” del sanatorio, un enunciado no resuelto en la evolución del guión. Pavel Giroud, en el segundo tercio del filme, corre las cortinas de otras subtramas que no cierra del todo. Además, resuelve las pretensiones de Daniel en dos escenas que fotografían parte de sus conflictos y acorta el calado del texto cinematográfico cuando no justifica el encierro en las celdas por su “mal comportamiento”.

El otro dueto lo encabeza Yailene Sierra, la actriz que interpreta a la directora del sanatorio. El personaje evoluciona desde el arquetipo, vestida de dogmas, de entrecortadas expresiones que enfatizan esa clara intencionalidad de construir dos polos opuestos. Se desarrolla con una economía facial y preteridos acentos buscando, tal vez, distancia entre médico y paciente. Pero, el director de El acompañante arriesga credibilidad para esta actriz que constituye el elemento opuesto de los protagonistas del filme.

Otro de los convocados para sopesar la balanza escénica es Jazz Vila. El experimentado actor interpreta a un médico malo-malísimo, oportunista, cínico, definitivamente perverso. Giroud lo solventa con una presencia prominente en las varias subtramas escénicas que le ha dibujado, lo hace crecer en el desarrollo de la historia y, a la vez, juega a ese rol de catapultar a los protagónicos de El acompañante.

Sobre esta línea de los intérpretes, cabe tomar nota sobre la faena de la actriz Camila Arteche y el actor Jorge Molina. El realizador los involucra en el desarrollo de los protagónicos, en los espacios vivenciales de Horacio y Daniel. Sin embargo, vuelve sobre el mismo equívoco: abre otras subtramas que no desarrolla, no aprovecha la fortaleza de estos actores para jerarquizar a plenitud la puesta en escena o los vericuetos de los relatos entregados como aperitivos. Estos desfases le quitan fuerza al filme.

IV

La fotografía tiene un peso sustancial en la ruta del texto fílmico. Ernesto Calzado, el director de este apartado, apela a la proximidad de los intérpretes, al énfasis de los encuadres que buscan retratarlos en medios planos; sin dudas, un acierto en su participación artística. Sin embargo, le faltó la experimentación, el riesgo para edificar otras “miradas” o emplazamientos de ángulos diversos, cosechar otras riquezas estéticas ante una puesta cinematográfica donde el mínimo espacio exige también diversidad de planos.

Vale destacar entonces el trabajo de maquillaje y peluquería asumido por Pavel Marrero, quién edifica plasticidad y realismo a los actores, esencial para la historia que nos cuenta Giroud, un relato cinematográfico marcado por el drama. Los momentos de violencia, de confrontación, dejan huellas en el staff de los actores, legítimamente construidas en los trazos corporales que imponen la dramaturgia de esta pieza y la hondura de sus evoluciones cromáticas.

V

Pavel Giroud, guionista de este filme junto a Pierre Edelman y Alejandro Brugues, nos presenta otras escenas que, según parte del equipo de realización en dialogo con la prensa, fue el resultado de un trabajo de investigación basado en un contexto real.

Valdría entonces subrayar una escena en la que es retratada un comportamiento ajeno a la ética médica. El momento en que Daniel agoniza y muere en soledad, cuando en verdad todos los pacientes son atendidos, aún en régimen penitenciario, por un personal especializado.

Es cierto que el Sanatorio en su etapa fundacional, década de los 80, fue atendido por personal médico militar, pues los primeros seropositivos eran combatientes cubanos de las misiones en África.

Hay que subrayar también que las prácticas del encierro y el acompañamiento fueron revolucionadas a partir de que el Ministerio de Salud Pública asume la conducción del Sanatorio e incorpora como director al Dr. Jorge Pérez Ávila, quien aporta nuevos enfoques humanistas sobre la labor de atención a los internos de esta institución. Esta realidad es ignorada en el filme.

En el cine, como en todas las artes, cuando es retratado la condición humana o el sentido del límite, no puede desligarse la construcción de la puesta de la responsabilidad social de los creadores, de su permanente relación con la sociedad. Estas ideas pasan por el listón de las emociones, de las soluciones dramatúrgicas ante el espectador que se compromete o toma distancia crítica.

Las imágenes guardan secretos cuyos efectos no deben buscarse en oposición con la realidad, sino en su valor representativo, en los derroteros que ella construye hacia el futuro. Como expresara Bill Nichols: “Los valores que defendemos, los significados que asignamos, las interpretaciones que ofrecemos y las metas que perseguimos tienen consecuencias”. [1]

Notas:

  1. Nichols, Bill. La representación de la realidad. Espasa Libros, S.L.U., 2011. Pag, 19

Texto tomado de: http://www.lajiribilla.cu

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Blackfish: la libertad secuestrada. Por: Octavio Fraga Guerra*

blackfish

Múltiples esteras de luz pobladas de insulsas emociones contaminan la mirada de los lectores contemporáneos. Son, entre muchas otras, la engañosa publicidad vertida como mamparas de pensadas curvas, edificadas para multiplicar en la sociedad trazos inconclusos ante lo sustantivo, venidos de los mensajes fugaces, inocuos, de calculada intencionalidad.

Estos son tan solo parte de los pilotes narrativos del filme Blackfish (2013), obra de la cineasta estadounidense Gabriela Cowperthwaite. La documentalista lo ha montado como ventanas superpuestas, narrado en increcento, en muchos puntos climáticos. Un texto de singular temática, entretejido también por un abundante testimonio de valor documental donde la retórica es secundada por el discurso de icónicas imágenes y sonidos tomados de la realidad.

Blackfish es un documental de agudos relatos que habita en el texto fílmico. Una puesta cinematográfica entretejida con sabia narrativa en la que su autora apela a los descartes y las exigidas piezas de renovado acento, zurcidas con un discurso contundente, contrastable, agudo. Todos estos recursos son tomados para entregarnos una obra mayor, de prominente factura.

Los primeros acordes del documental se revelan con un prólogo estremecedor, subrayado por una banda sonora desprovista de los artificiosos recursos de las nuevas tecnologías. A fin de cuenta, los instrumentos acústicos bastan para despertar emociones en el lector fílmico, ritmos, cadencias, o el esperado sentido del tiempo donde convergen estos recursos, entre un corte y el otro.

Vibrante, emotiva, seductora, así se revela la música de este virtuoso documental en su primer tercio, pensado para atrapar al espectador cautivo que transita por los anquilosados cercos de las miradas inconclusas. Una lograda obra de no ficción desatada por la sobriedad de una puesta, por el sentido compromiso de sus creadores empeñados en mostrarnos los relieves de un escenario vendido como ensueño.

Cowperthwaite retrata el mundo de las ballenas en cautiverio y lo hace serruchando los pilotes de un argumentario global sostenido por las empresas del “divertimento” que nos venden estos espacios como de “buen ocio, de sano recreo, de excepcional escenario para el aprendizaje”. Una experiencia claramente efímera que los asistentes resuelven congelar en una foto, un video doméstico, un selfie.

Adiestradores de ballenas, de cazadores de estos cetáceos, son convocados a participar en este filme, resuelto también con el testimonio de investigadores marinos y veterinarios especializados en neurología. Subrayo el aporte de esta disciplina científica, pues fundamenta el comportamiento de las ballenas en espacios cerrados, además de describir algunas de sus características: tener un cerebro muy desarrollado, ser capaces de procesar emociones y tener una conducta apegada a las prácticas sociales.

Los testimoniantes desgranan valores, historias, conocimientos; moran en los pietajes del filme y ocupan diáfanos espacios narrativos, superpuestos ante en un discurso que apunta sus críticas a empresas norteamericanas como Sea World, Sealand del Pacífico o Loro Parque, esta última afincada en Tenerife, Islas Canarias.

Estos emporios desarrollan prácticas nocivas que ponen en entredicho la ética humana en relación con la naturaleza, en detrimento de la libertad y el desarrollo de las ballenas, atrapadas para complacer el gusto mediocre, el espectáculo fácil, el divertimento fugaz.

¿Cuál es el punto de partida de la obra? El ataque de las orcas a varios entrenadores y cuidadores. La autora del filme indaga sobre estos recurrentes hechos; explora el mundo interior de los señalados escenarios y las prácticas a que son sometidas las ballenas para deleitar a los espectadores.

Las escenas que secundan el armazón de estos parques acuáticos son escritas como puestas en escena. La documentalista construye una lógica, un sentido narrativo. Apela a la entrevista como resorte cardinal del filme documental, pues los argumentos son imprescindibles para llegar a los lectores audiovisuales, a todos.

Desmontar los comportamientos agresivos de las ballenas es vital en Blackfish. Son cetáceos sometidos a castigos, separados de sus crías, privados de estar en los mares que constituyen su hábitat natural.

La emotividad, el cuidadoso criterio de selección de las imágenes, los momentos de expectación son parte de las estrategias discursivas del documental, que tocará las fibras y el pensamiento de quienes sean identifiquen los valores culturales, periodísticos y cinematográficos de esta pieza, que yo recomiendo leer con especial mirada.

Texto tomado de: http://www.cubarte.cult.cu

15 años Cubarte

*(La Habana, 1966) Licenciado en Comunicación Audiovisual (Instituto Superior de Arte). Editor del blog CineReverso. Productor y guionista de cine y televisión. Articulista de la revista cultural La Jiribilla. Colaborador de las publicaciones Cubarte, Canarias Semanal y Cubainformación, estas dos últimas del Estado Español.

Logo Pantalla documental Pequeño

Nota

Blackfish será presentado el miércoles 14 de septiembre a las 10:00 PM en el programa Pantalla documental del Canal Educativo de la Televisión Cubana, un espacio fundado por el prestigioso cineasta cubano Octavio Cortázar.

Equipo de realización de Pantalla documental

Guión y dirección: Yosiris López-Silvero

Producción: Antonio Daumy

Asistente de dirección: Artímides Ramírez

Asesor: Omar Fontes

Edición: Ariam Castro Fraga

Conducción: Alain Amador Pardo

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Ciencias sociales, cine y sociedad cubana: apuntes vitales. Por: Octavio Fraga Guerra*

Ese sol del mundo moralI

La primera gran epopeya de la obra cultural de la Revolución cubana fue el destierro del analfabetismo en la Isla. Secundaron a esta proeza del año 1961, el acceso universal y gratuito a todos los niveles de educación, una de las medulares políticas del estado socialista; la masificación de la enseñanza técnica profesional, insuficiente en el período prerrevolucionario, y la multiplicación de las universidades por todo el país, muchas de ellas afincadas en las serranías de la nación.

Con la creación de la Imprenta Nacional de Cuba se construyeron las bases materiales para un nuevo peldaño de la ofensiva cultural de la joven Revolución. Casa de las Américas y el Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográfica desarrollaron en estas primeras décadas de socialización nexos referenciales con la intelectualidad artística y literaria nacional e internacional.

Constituyó una plataforma impostergable para el desarrollo de la sociedad socialista la creación del Ministerio de Cultura, fundado por el intelectual Armando Hart, pues se imponía edificar la política cultural de la nación. Interconectado con los Institutos y Consejos, todo el sistema caló, junto a la UNEAC y la AHS, en los cimientos de la Isla.

El anclaje de bibliotecas, casas de cultura, cines, librerías, galerías de arte en todas las provincias y municipios del país completó un pensado empeño de socialización del arte y el pensamiento. Las escuelas de enseñanza artística (de nivel medio y superior), presentes en todas las regiones de nuestra Isla, tributaron formación cualificada a cientos de jóvenes. Los egresados de estas academias fortalecieron el andamiaje cultural en todos los estratos sociales.

II

Muchos son los datos y argumentos que podrían fotografiar en primer plano las dimensiones de esta obra social, definitivamente histórica. Sin embargo, amerita particularizar un acontecimiento que se ha afianzado en la sociedad cubana, la práctica de la lectura.

Dos de los grandes ejes que contribuyeron a este logro fueron el precio asequible de los libros y las voluminosas tiradas que caracterizaron aquellas primeras décadas de desarrollo instructivo, más la creación de una biblioteca en cada municipio, así como en todos los centros de enseñanza general.

El diseño de una estrategia de comunicación cultural, estética e ideológica, que apunta hacia la jerarquización de los valores literarios, los contenidos de los libros y a sus autores, rompió con las prácticas pseudoculturales imperantes antes de 1959, una experiencia cuyo momento climático es la Feria Internacional del Libro de La Habana, extendida a todo el país.

Entroncada con la política de la Revolución cubana, coexiste una sólida red de editoriales responsables de materializar este esfuerzo, ante los desafíos de las instituciones y asociaciones de las que son parte vital. Todas ellas tienen un permanente reto, edificar una sociedad culta, comprometida, solidaria, de profundos valores humanistas.

Casas editoriales como la de Ciencias Sociales, Arte y Literatura, José Martí, Letras Cubanas, Ediciones Unión, Capitán San Luis, Pablo de la Torriente, Ediciones ICAIC, Oriente, Editora Política y muchas otras más, desarrollan una labor socializadora en cada entrega de libros, fortalecida también por las editoriales de las provincias.

Se impone significar una problemática en torno a este tema. En los últimos años ha disminuido significativamente el número de ejemplares que se imprime por títulos, en relación con otros períodos, debido a la situación económica del país. Este decrecimiento está condicionado también por el deterioro de la industria poligráfica nacional, que no cuenta con todas condiciones tecnológicas y de insumos para hacer frente a las demandas productivas de las editoriales cubanas.

Un dato mayor, de gran contundencia social, pesa en las coordenadas ciencias sociales-cine-sociedad. En cincuenta años de Revolución Cultural se han publicado en nuestro país más de 80 mil títulos, de los cuales más de 57 mil son de autores cubanos.

Este no un simple valor estadístico, un número puesto para cubrir líneas horizontales y verticales llevadas a programas informáticos, muchas veces fríos, inocuos, insuficientes para entender el calado y las esencias de sus “ocultos logaritmos”. En los vértices de este demoledor dato numérico, habita el simbolismo de la obra de los intelectuales cubanos que han edificado historias, narrativas, poéticas, ideas, valores y principios.

Son un tesoro de conocimiento acumulado que reposa en las baldas de las bibliotecas públicas, institucionales y familiares, que amerita ser redimensionado en dos primeras líneas de trabajo: la presencia de los autores en los medios de comunicación y la creación de audiovisuales basados en esos contenidos.

III

¿Cómo socializar el conocimiento de los intelectuales cubanos ante el reiterado reto de una ofensiva globalizadora venida de las políticas subversivas del gobierno de los Estados Unidos y de Occidente?

Sobre este tema se han desarrollado lúcidos enfoques venidos de nuestros pensadores sociales que apuntan hacia una participación activa y comprometida de estos protagonistas de la Revolución, imprescindibles constructores de la obra cultural cubana.

Las esencias de sus análisis están dirigidos a ser parte vital de la construcción de un revolucionario arsenal ideoestético ante los desafíos de un nuevo período de nuestra historia, cuyo ante y después, es el restablecimiento de relaciones con los EE.UU. y el declarado empeño del gobierno de ese país de subvertir el curso socialista y martiano de Cuba. Asistimos a una era erigida con renovados y sinuosos andamiajes fabricados para desarrollar una escalada ideológica (de nueva generación).

Sobre el escenario de nuestras ciencias sociales y sus condiciones actuales, el intelectual cubano Fernando Martínez Heredia subraya:

“Contamos con mayor cantidad que nunca de especialistas calificados, cientos de monografías muy valiosas, centros de investigación y docentes muy experimentados, y un gran número de profesionales con voluntad de actuar como científicos sociales conscientes y enfrentar los desafíos tremendos que están ante nosotros. Pero son minorías respecto al ámbito general de las actividades dedicadas a los conocimientos sociales o relacionados con ellos, y tienen una incidencia realmente limitada en ese ámbito y en la sociedad”[i].

Algunos pilotes referenciales sobre este asunto en el país son el Centro de Investigación Cultural Juan Marinello, la revista Temas, Casa de las Américas y La Gaceta de Cuba, la colección Pensar a Contracorriente de la Editorial de Ciencias Sociales o el espacio mensual Dialogar dialogar, organizado mensualmente por la Asociación Hermanos Saíz.

Desde esta línea argumental, el ICAIC, con la Videoteca Contracorriente, materializó una voluminosa colección de diálogos que supera los 190 capítulos. Así ha quedado impreso en cine digital la sabia de notables intelectuales cubanos y de otras regiones en una biblioteca fílmica que atesora descollantes contribuciones al pensamiento progresista y revolucionario de la última década en plena era global. Pero es preciso subrayar un dato, más de la mitad de los entrevistados de esta colección no son cubanos.

Muchos de estos documentales son de obligada lectura por la trascendencia de sus contenidos, la vigencia de sus abordajes y la riqueza de sus enfoques. Sin embargo, en no pocas entregas, se ha logrado la exigida factura de realización frente a un lector multimedia permeado por los síndromes del discurso global. La estética de las nuevas tecnologías aplasta los argumentos, el esencial contenido, el hecho histórico o la ilustrada palabra.

Desde una mirada hacia nuestros medios de comunicación es un gusto contar, cada domingo, con las columnas de la ensayista Graziela Pogollotti y el escritor Ciro Bianchi, bajo el abrigo de Juventud Rebelde. En Cubadebate se impone leer al intelectual Luis Toledo Sande, al economista José Luis Rodríguez o a los historiadores René González Barrios  y Elier Ramírez Cañedo, por citar solo unos pocos de los que más “busco” en la columna de opinión del sitio.

Pero la citada suma de pensadores, y algunos otros que no he nombrado, no se corresponde con el inmenso arsenal intelectual construido por la Revolución cultural de la Isla, edificada a contracorriente: orgullosos disidentes del pensamiento global reaccionario. Este último conceptualizado como una estela ondular unificadora de ideologías y culturales que anula lo genuino de cada país, lo que distingue a cada nación.

Nuestros medios de comunicación digitales han de incluir en sus páginas nuevos rostros, nuevas letras. Urge sumar a estas plataformas, cada vez más tenidas en cuenta, textos de opinión y análisis de otros autores a través de columnas diarias, cuyos temas trasciendan lo político. La cultura, la historia, la filosofía, la economía, lo relacionado con la sociología, la sicología o los urgentes asuntos medioambientales, para construir cromatismos al servicio de nuestra obra revolucionaria.

IV

Sólidas plazas a tener en cuenta para la materialización de esta idea son el Centro de Estudios Martianos, el Instituto Cubano de Investigación Cultural Juan Marinello, el Centro de Investigación Psicológicas y Sociológicas, el Instituto de Historia de Cuba, la Fundación Fernando Ortiz, el Centro de Estudio sobre la Juventud o los variados centros de investigación adscritos a la universidades, por mentar unos pocos de manera representativa, erigidos como centros de pensamiento en permanente labor intelectual.

La Oficina Nacional de Estadísticas e Información de la República de Cuba en su anuario sobre 2015 aporta un dato, todavía insuficiente, pero claramente relevante ante el desafío de la socialización de las ideas. Para el cierre de ese año, 3 millones 912 mil 600 usuarios disponían de acceso a internet[ii], una cifra que se incrementará en el 2016 con otras modalidades de conectividad y servicio materializadas de manera gradual. Este dato no entra en contradicción ni desconoce la lentitud y precariedad del acceso a las fuentes que pululan en el ciberespacio, un escenario global de influencias, donde debemos contribuir a la socialización de los argumentos, las lúcidas ideas.

V

Enfocadas hacia los jóvenes y adolescentes, nuestras publicaciones digitales generalistas nacionales y provinciales han de incorporar textos de otros muchos pensadores cubanos como parte de esa gran estrategia de seguir construyendo una sociedad culta, comprometida, solidaria, de profundos valores humanistas.

Ellos aportarán riqueza literaria y periodística a nuestras publicaciones, necesaria también para los que ejercemos el periodismo. Sus artículos pueden profundizar en los más diversos asuntos de la sociedad cubana y las dinámicas que establece la globalización. Estos nichos digitales contribuirían también a enriquecer y multiplicar las identidades de nuestros intelectuales y la grandeza de su labor, como esenciales pensadores de una nación genuina, revolucionaria, soberana. Una idea necesaria frente a las prácticas nocivas y mediocres de establecer en nuestra sociedad otros íconos ajenos a los pilares de la nación.

VI

Ese cromatismo intelectual multiplicado en los medios de comunicación también es muy útil para el cometido del cine cubano. Al edificar graduales identidades, requeridos temas y puntos de vista abordados por nuestros pensadores, los adolescentes y jóvenes tendrán la oportunidad de incorporar el requerido arsenal de argumentos a sus prácticas sociales. Construir un pensamiento cubano requiere de constancia, jerarquía, significados, graduales listones temáticos.

A nuestro cine y al audiovisual le asiste entonces la labor de profundizar, de erigir códigos, sólidos relatos y necesarias iconografías. Todo ello ante la obvia virtud de poder multiplicarse en la pantalla televisiva, en los escenarios digitales y en los espacios culturales y de pensamiento de nuestra Isla, naturales receptores de obras de esta naturaleza.

He comentado en este texto sobre la Videoteca Contracorriente del ICAIC y su gran acierto por lo producido. Se impone, no obstante, materializar otras entregas desde todos los géneros con la participación de varias generaciones de creadores, incluidos los egresados y estudiantes de la Facultad de Comunicación Audiovisual del Instituto Superior de Arte (Universidad de las Artes de Cuba), quienes han ser parte de estos proyectos más allá de las prácticas académicas.

Series, documentales, obras de ficción y multimedia constituyen ese diapasón de entregas donde el caudal de pensamiento cubano ha de morar en intencionadas realizaciones y tiempos en pantalla concienzudamente programados. Estas obras han de ser acompañadas por los medios de comunicación para potenciar dichos productos, trascendentes también desde el punto de vista cultural, ideológico, ético, educativo, y no solo estético.

No solo los cineastas han de ser los protagonistas de estas líneas de realización. Directores de arte, sociólogos, musicólogos, realizadores y diseñadores digitales, historiadores, estudiosos de la cultura y la sociedad cubana, no siempre incluidos en las apuestas cinematográficas (por abaratar costes de producción) son necesarios para enriquecer los contenidos y las estructuras narrativas de cada obra terminada.

Este sueño es un asunto de muchos y ha de verse, como dice un amigo, desde una perspectiva integradora. Subestimar la ofensiva mediática a la que asistimos o pretender contrarrestarla con soluciones trilladas, endebles guiones o mediocres soluciones estéticas, es apostar por esfuerzos baldíos.

Volvamos entonces a la obra de nuestros intelectuales, los que han edificado por más de 57 años de Revolución, un arsenal de ideas impresas en más de 57 mil títulos publicados.

Notas

[i] El reto de las ciencias sociales en la Cuba de hoy. Por: Fernando Martínez Heredia http://www.cubadebate.cu/opinion/2015/11/20/el-reto-de-las-ciencias-sociales-en-la-cuba-de-hoy

[ii] http://www.one.cu/aec2015/17%20Tecnologias%20de%20la%20Informacion.pdf

Tomado de Notas del reverso de: http://www.lajiribilla.cu

*(La Habana, 1966) Licenciado en Comunicación Audiovisual (Instituto Superior de Arte). Editor del blog CineReverso. Productor y guionista de cine y televisión. Articulista de la revista cultural La Jiribilla. Colaborador de las publicaciones Cubarte y Cubainformación, esta última de España.

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