En busca de un espacio, claves del documental (+spot)

La cineasta Marilyn Solaya, junto a las actrices Andrea Doimeadiós e Isabel Santos

Por Octavio Fraga Guerra

Este no es un texto que aspira a desarrollar con profundidad, en términos de crítica cinematográfica, el filme documental: En busca de un espacio, de la cineasta cubana Marilyn Solaya. Tampoco pretende articular el requerido rigor que toda escritura analítica exige, cuando se trata de “interpretar” una obra, y lo anticipo, de probados valores artísticos, históricos y culturales. Ese pretendido artículo verá la luz en las próximas semanas.

En busca de un espacio, erige un discurso de enriquecidas narraciones donde se pone en piel fílmica las legítimas exigencias de sufragistas y feministas cubanas en la primera mitad del siglo XX, que llegan a materializar, tras virtuosas y encendidas luchas, la ley para poder administrar sus bienes de manera independiente (1917), la Ley del Divorcio (1918) y la del aborto terapéutico (1936).

La directora de este documental es autora de una sustantiva filmografía en la que destaca, Show Room, 1997; Alegrías, 1999; Hasta que la muerte nos separe, 2001; Mírame mi amor, 2002; Retamar, 2004; En el cuerpo equivocado, 2010; y Vestido de novia, 2014. Con esta entrega fílmica la realizadora y guionista se confirma como una de las cineastas cubanas más talentosas de estos tiempos en la Isla.

Este es tan solo un texto en tono de claves, de anticipo ante el inminente estreno del filme, previsto para el próximo 26 de junio a las 8 de la noche en el cine Charles Chaplin, de La Habana.

Son apuntes “encontrados” sin jerarquías u orden de relevancia, parte de una cartografía que dibuja los signos de esta pieza, de claro acento personal.

En busca de un espacio dignifica la historia y los valores de la mujer cubana asentados en hechos ocurridos en el siglo pasado y que son esenciales socializar en la sociedad nuestra y global, donde la mujer todavía es víctima de violencia y discriminación sexista.

Revela, además, pasajes inéditos o poco conocidos de la historia y las tradiciones de lucha de la mujer cubana y pone de relieve la necesidad de incorporar estos temas a los planes de estudios del sistema educacional del país.

Sin caer en los trillados vericuetos del cine didáctico, constituye una obra de valores educativos, de subrayada lectura histórica. Confirma que el cine no es una herramienta auxiliar de la educación, sino parte esencial de los tributos que han de converger en los procesos de aprendizaje.

El filme de Marilyn Solaya cautiva, atrapa, emociona. Está edificado a partir de una narrativa en la que converge abundante material de archivo, esenciales testimonios de personas autorizadas, estudiosas del tema que fortalecen y avalan el discurso de esta pieza cinematográfica. Los recursos de la ficción que habitan en el filme están integrados en cuidadas dosis.

También confirma la utilidad del cine como expresión genuina de un arte que ilumina, enseña y enriquece como seres humanos.

En este audiovisual se despliega una música que no es acompañamiento, es núcleo vital de una obra sustentada en la narración comprometida con el tema que desarrolla. La puesta en escena y la dirección de arte convergen con los cimientos temáticos de una pieza que explosiona el pensamiento anquilosado.

La cineasta edifica un ritmo, un tempo que involucra al lector fílmico desligado del tema, traza una escritura de horizontales brazas temáticas. Asimismo, construye una visualidad, una composición del color que fortalece la puesta, que transita arando los espacios múltiples del encuadre, tejidos con acertados pliegues de historias de vida.

Marilyn visualiza y jerarquiza a las más destacadas mujeres cubanas que fueron protagonistas de los hechos que narra. Estimula el requerido debate, el análisis riguroso de nuestra historia, fortalece nuestra identidad y los valores que son esenciales de la nación cubana, donde la mujer ha sido y es protagonista. Contribuye al ejercicio de otras lecturas de la sociedad que entroncan desde las raíces del filme.

La construcción de esta pieza documental está soportada por una rigurosa labor de investigación que enriquece y legitima la mirada de su autora, acompañada por un profesional equipo de realización. Lo simbólico, la metáfora como acierto de la narración, es parte de los derroteros de En busca de un espacio, donde Marilyn Solaya se entrega a transitar un camino, una causa legítima: el empoderamiento de la mujer cubana.

 

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