Crítica y estrategia

Las trampas del oficio. Apuntes sobre cine y sociedad. Ambrosio Fornet. (Ediciones ICAIC, 2013)

Por Rolando Pérez Betancourt

El recién finalizado Congreso de la Uneac le entró con la manga al codo a «la urgencia de estructurar desde la Uneac, y de conjunto con la institucionalidad cultural, la participación de los críticos y expertos en el diseño e implementación de una estrategia para el desarrollo de la crítica artística y literaria sobre los medios, y en todos los medios donde las nuevas tecnologías ofrecen una oportunidad».

El entrecomillado proviene del dictamen final de la comisión Cultura, medios y redes sociales, pero ya en el más largo informe que dio paso a los debates se habló en extenso de los referentes que necesita el público «para valorar y exigir».

En otras comisiones se debatió por igual acerca de la urgencia de rescatar el papel de la crítica en tiempos de consumos indiscriminados, en que, a falta del ejercicio de voces calificadas, lo que vale menos puede imponerse sobre lo que vale más con una rotundez avasalladora.

Cabe recordar que el artista, el crítico y el público son tres partes indivisibles de un mismo fenómeno comunicativo, no importa que haya creadores, como Antonioni, que aseguren no haber leído una crítica en su vida.

Picasso no reparaba en ellas, pero las leía para divertirse, según él. Buñuel confesó que las respetaba y las seguía, deseoso de descubrir en las observaciones de los especialistas, lecturas que no se había propuesto en sus filmes. «Algunos de ellos tienen más imaginación que yo», solía repetir, divertido, el maestro.

Artistas y escritores existieron que durante toda la vida declararon no tener en cuenta las críticas y luego, entre sus papeles, aparecieron recortes de periódicos subrayados, analizados, vituperados, o con palabras de reconocimiento al margen.

Primero apareció el artista, luego el público y, en tercer lugar, el crítico. El artista siempre hubiese seguido creando, pero cabe preguntarse cuánto lo influyó la valoración especializada (sin olvidar el papel del espectador, o lector), o si el desarrollo y evolución de las diferentes tendencias y corrientes del arte hubiera sido el mismo de faltar el ojo interrogante, o deslumbrado del crítico, que se ocupó de dejar constancia en libros y tratados que hoy sirven de referencia a la humanidad.

El artista y el público requieren del crítico, no a la manera de una opinión regidora y concluyente, sino como un punto referencial hacia el cual dirigir e intercambiar ideas. Se puede estar en desacuerdo con él, y es bueno que así sea a partir de un pensamiento analítico y hasta emocional, pero la civilización comprendió, desde hace rato, la razón de existir del especialista como vehículo para fomentar el intercambio de voces en función del conocimiento.

Un diálogo civilizado, en el que el crítico esté al tanto de cuánto interesante salga a la luz pública, sin que la poca atención, difumine el justo valor del acto creativo.

Un ejercicio en el que el crítico, sin ostentar, dé muestra de sus mejores armas: la sensibilidad y el conocimiento. Y se despoje de «gustos personales» y factores extra artísticos, como la amistad o la antipatía, deslices que, ante el respeto que merece el público, pudieran convertirlo en traidor de sí mismo.

El arte, y la cultura en general, requieren para su desarrollo de un diálogo crítico constante que aproveche cada medio y espacio, máxime en tiempo en que el basural maquillado de neoliberalismo cultural trata de colarse por cada hendija.

De eso también se habló, y bastante, en el Congreso de la Uneac. Y se trazaron puntos para una estrategia que ojalá no tarde en concretarse.

Tomado de: http://www.granma.cu

Rolando Pérez Betancourt

Reconocido periodista, narrador y uno de los más agudos críticos de cine de Cuba. Fundador, en 1963, de la Unión de Periodistas de Cuba. Ha publicado las novelas “Mujer que regresa” (Editorial Letras Cubanas, 1986 y 1990 y “La última mascarada de la cumbancha” (Editorial Letras Cubanas, 1999 / Editorial Océano, México, 2004). Las críticas de cine se incluyen en “Rollo crítico (Editorial Pablo de la Torriente Brau, 1991 y es autor del estudio “La crónica, ese jíbaro”, (Editorial Pablo de la Torriente, 1982 / S.A.G, Madrid, 1987. Los textos periodísticos se reúnen en Crónicas al pasar (Editorial Orbe, 1971); Cuatro historias de pueblo (Editorial Universitaria, 1974); “16 imágenes” (Editorial Universitaria, 1975) y “Sucedió hace 20 años” (Editorial de Ciencias Sociales, 1978), en dos tomos. Distinción Por la Cultura Nacional (1994). Premio Nacional de Periodismo Cultural José Antonio Fernández de Castro en su primer otorgamiento en 1999. Premio Nacional de Periodismo José Martí (2007).

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