Darse Cuenta (Parte I)

Darse cuenta (Argentina, 1984) de Alejandro Doria

Por Sender Escobar

Trilogía selectiva

Para Héctor

Suena un repiqueteo de tambores y los acordes de una guitarra como preámbulo. La conocida canción de Silvio Rodríguez  “La Maza” será el único tema musical de la película. El choque frontal de Juan con un automóvil, rompe abruptamente la cotidianidad laboral de su familia. Tras el ingreso en un caótico hospital del estado, su llegada a la institución en crisis aumenta la incertidumbre sobre su vida.

En paralelo al hecho, el Dr. Carlos Ventura ha enterrado a su madre y decide ir al hospital donde trabaja como clínico, para bloquear los pensamientos de la inevitable separación filial. La hermana de Juan, abrumada por la situación, comienza a vocear reclamando atención en un sitio con déficits logísticos y humanitarios. Eufórica abre una puerta y encuentra al Dr.Ventura que no consigue escapar de la pesadumbre de un día difícil y conoce la llegada de quien será después de un indicio de vida, gestiones y enfrentamientos administrativos, su paciente.

Idea original de la actriz China Zorrilla con guión de Jacobo Langsner y Alejandro Doria, también director del filme, Darse Cuenta es el retrato interno de un centro de salud depauperado, como reflejo de un país envuelto en las turbulencias de una dictadura que llega a su final.

El Dr. Ventura (Luis Brandoni) y la enfermera Águeda (China Zorrilla) frente al joven en coma dialogan sobre la muerte como alivio a tantos daños físicos y neurológicos. Sin embargo, la mano ensangrentada de Juan se mueve lenta por la cama y encuentra la del Dr. Ventura. Sorprendido por la inesperada reacción, el especialista clínico se aferra en una lucha que será el único sostén ante los abandonos progresivos que figuran en las vidas de los dos hombres: en Juan, la de su familia y pareja, que no ven esperanzas en quien sobrevive gracias a una máquina de respiración artificial. En el Dr. Ventura la muerte de su madre, la decisión de su hijo de emigrar a España ante la pérdida de perspectivas profesionales y de realización en un país convulsionado, el matrimonio fallido con su esposa, sumado al despido del antiguo director del centro, hombre digno que decir lo que piensa le ha costado su puesto:

-¿Pero, por qué?- pregunta Ventura.

-Porque uso lentes y veo demasiado. Dos ojos son peligrosos, imagina lo que se puede llegar a ver con cuatro (…) Aquí sobrevive el que no ve, quien se queda quietito en su rincón y asiente: “Sí señor, sí señor, sí señor”. Yo me muevo, camino, veo, oigo, critico y soy peligroso porque además pienso, soy un indeseable….

El proceso lento de recuperación de Juan es el reto asumido por el Dr. Ventura, apoyado por una perseverante Águeda que a pesar de su soledad y las dificultades de una madre postrada a quien dedica su escaso tiempo libre, se siente enamorada de la vida y una doctora (Dora Baret) amante de Carlos durante tres años, de quien también se ha separado.

El pensamiento del médico ha tomado un matiz nihilista en los últimos tiempos, los abandonos, la muerte y lo caótico de su entorno laboral le hacen confesarle a Águeda que él no cree en la vida, sin embargo se aferra a ella para salvar a Juan, que ha comenzado a dar signos de mejoría al recuperar el conocimiento.

Cuando percibe el abandono y despreocupación de su familia, Juan clama por una muerte que no llegó, temeroso de una existencia inmóvil. El Dr. Ventura se enfrenta con dureza ante los pedidos mortales del accidentado. Surge entonces una relación que va más allá de la interacción paciente doctor entre quien ha sobrevivido contra todo pronóstico y quien se ha decantado por luchar contra lo imposible y los facilismos administrativos de simplemente no destinar fondos a un asunto que no consideran prioritario. Carlos se ve reflejado en el carácter de Juan y el sentimiento de paternidad ausente lo vuelca en el joven, siendo exigente, tierno, cruel a veces, pero sin dejar de estar atento a cada síntoma que constituya un avance a pesar de que el propio Juan se ve a sí mismo como una causa perdida, por la consecuencia de su impacto con el parabrisas de un carro.

Carlos visita a su esposa, después de varias crisis sicológicas, la mujer ha mejorado su estabilidad emocional gracias a la ayuda de unos vecinos que le han dado trabajo. Su hijo, que primero emigró a España y luego a Canadá le ha enviado una carta. En ella narra el encuentro con un médico, compañero de trabajo suyo que reside en el norteño país y le confiesa cuan orgulloso se siente de él, a pesar de los desencuentros entre ambos, comprende el sacrificio de su padre por la carrera médica.

La denuncia frontal del abandono al sistema sanitario, la rudeza de una vida que no alcanza para cubrir las necesidades, el embarazo adolescente, las disyuntivas entre ética y oportunismo son las causales de un largometraje que expone realidades de cualquier nación que se repiten a lo largo del tiempo, concretamente la Argentina de los años ochenta, donde el número seriado de una cuenta bancaria determina el grado de importancia social en un país.

Debut cinematográfico de Darío Grandinetti, quien interpreta a Juan, Darse Cuenta no solo es la paradoja de quien se hace hermano de la vida como reza un verso de la canción que acompaña a la película, es la extensión de las posibilidades del empeño de los personajes que ayudan al joven en su recuperación física y emocional, cuando la maza golpea con fuerza la cantera del ímpetu y cada herida que cicatriza es la marca verídica del deseo de quien lucha  y se impone ante las contrariedades.

Texto cortesía del autor para el blog CineReverso

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