El falso reportaje que montó la dictadura argentina para lavar su imagen

Thelma Jara de Cabezas

Por Andrés Actis @ActisAndres

La escena ocurre en un bar de Buenos Aires, en la primavera de 1979, durante la dictadura militar (1976-83). Thelma Jara de Cabezas está sentada en una mesa. Está peinada, maquillada y con ropa nueva, de estreno. Sus captores, los militares que la tienen secuestrada en la Escuela Mecánica de la Armada (Esma), la llevaron a una peluquería y a una tienda antes de trasladarla a la confitería. Un periodista y un fotógrafo de la principal revista de moda de la época se sientan a su lado. Ella habla, contesta las preguntas. Finge su denuncia. Está obligada y amenazada.

El plan de la Junta Militar sale a la perfección: el rostro y el testimonio de Thelma aparecen a los pocos días en la revista Para Ti. El falso reportaje se titula “Habla la madre de un subversivo muerto”. Son cinco páginas hilvanadas con un único y repetido argumento: una madre que desacredita las denuncias contra la dictadura, que desmiente el reclamo de otras madres, las que piden por sus hijos en Plaza de Mayo.

La “Operación Para Ti”, como se conoce en Argentina a esta macabra maniobra de la dictadura para lavar su imagen, es, tal vez, la síntesis más clara y perversa de la complicidad que los medios de comunicación hegemónicos tuvieron con el terrorismo de Estado. La verdad de aquella oscura trama se conoció tras la recuperación de la democracia, cuando Thelma (hoy de 93 años) pudo contar todo su calvario. Su secuestro, los vejámenes, las torturas y cómo la forzaron a ser la cara visible de aquel falso reportaje.

Los detalles se conocen gracias a dos investigaciones periodísticas: la del escritor y exmilitante de la organización Montonero, Miguel Bonasso en el diario Página 12 (año 2000); y la de Claudia Acuña, quien entrevistó a Thelma en 2014 para la cooperativa Lavaca, un medio autogestivo e independiente de Argentina.

El testimonio de Thelma fue clave en el expediente judicial que el exjuez Baltasar Garzón redactó para, en el año 2000, detener, procesar y extraditar a su captor, Ricardo Miguel Cavallo, alias “Sérpico”, un militar que en la década del 90 se escondió en México, donde llegó a dirigir el Registro Nacional de Vehículos.

Cavallo estuvo cinco años detenido en España. Fue extraditado a Argentina cuando el expresidente Néstor Kirchner (2003-07) ordenó derogar las leyes de amnistía que impedían juzgar a los autores del, por entonces, impune genocidio. Cumple cadena perpetua desde 2011. El día que Thelma fue obligada a participar de la falsa entrevista estuvo sentado en otra mesa del bar. Se camufló entre los también falsos clientes (eran todos policías y militares) para supervisar la operación.

La vida de Thelma

Hasta el 10 de mayo de 1976, cuando la dictadura secuestró a Gustavo, su hijo más pequeño (17 años), Thelma vivía como cualquier mujer burguesa de clase media: madre, trabajadora (asistente dental) y sostén de familia. Después de esa fecha, se convirtió en una luchadora, en una de las tantas madres militantes de la época. Fue una de las fundadoras de Familiares, la primera organización de Derechos Humanos nacida en plena dictadura, un colectivo que luego se mezcló e integró a las Madres de Plaza de Mayo.

La noche del 30 de abril de 1979, cuando salía del Hospital Español, donde había estado cuidando a su esposo, ingresado por un cáncer de pulmón, fue interceptada por un coche. La esposaron, le colocaron una capucha en la cabeza y se la llevaron contra su voluntad. Fue torturada por Cavallo durante tres semanas seguidas. Así lo recuerda en el reportaje de la revista Lavaca.

“Hay 5 o 6 personas. Está Marcelo —como se hacía llamar Cavallo—: le veo la cara cuando me levanta la venda y me dice: ‘Mirá’. Y se pone la picana en la mano. ‘La tengo dormida de tanto darte máquina, y vos nada’. Él se queja y la que recibe tortura soy yo. Después, unos sobrevivientes me contaron que mientras estaba en la sala de tortura, ellos estaban en un cuarto cercano y ahí la luz titilaba, porque cuando dan mucha máquina la tensión baja. También me contaron que una de esas veces lo vieron salir a Marcelo todo transpirado, con la ropa empapada en sudor, quejándose por el trabajo que yo le daba. Marcelo me secuestró y me torturó”.

Tras esas tres primeras semanas de tortura, Cavallo sumó a Thelma al equipo de la “Pecera”, una luminosa habitación de la Esma donde un grupo de prisioneros recortaba diarios y clasificaba toda la información que salía en la prensa sobre el accionar de la dictadura. Para esas fechas, la Junta Militar intentaba desbaratar las denuncias internacionales que llegaban al despacho de Jorge Rafael Videla, por su plan represivo y criminal.

El gobierno de facto comenzó, entonces, a pergeñar operaciones de desinformación para paliar los efectos de lo que llamaban “la campaña antiargentina de la subversión”. El diario El País, por ejemplo, había publicado en esos días una carta escrita por Julio Cortázar que, entre otras cosas, denunciaba la desaparición de Thelma. Los militares contrataron a la agencia norteamericana Burson Marsteller para lavar su dañada imagen. El contrato firmado superó el millón de dólares.

El trabajo de la agencia era, básicamente, diseñar una campaña que desacreditara el informe que la Comisión Internacional de Derechos Humanos (CIDH) de la Organización de los Estados Americanos (OEA) iba a difundir en el mundo luego de su visita a Argentina. La estrategia publicitaria incluyó falsear una entrevista con un prisionero (Thelma) en una de las revistas que llegaba a casi todas las casas de los argentinos.

“Lo hacés si querés. Acá no se obliga a nadie a hacer lo que no quiere. Pero si no querés…”, le dijo Cavallo al narrarle los detalles de la operación. Thelma se aferró al instinto de supervivencia para dar el sí: su otro hijo, Daniel, exiliado en México, iba a saber que estaba viva, que no la habían matado.

Le dieron un libreto que tenía que aprender de memoria: ella era una madre que se había desencantado de la “actitud perversa” de los guerrilleros (a quienes tenía que culpar por la muerte de su hijo), que estaba siendo perseguida, que se había refugiado en Uruguay, y que había pedido protección al gobierno militar ante el temor de algún ataque o represalia.

La falsa entrevista salió en la revista Para Ti (Editorial Atlántida) en la edición del 10 de septiembre de 1979. “La señora Thelma Jara de Cabezas es un testimonio nunca antes contado. Es sacar a la luz la verdad y la infamia que se esconde detrás de grupos con clara e inequívoca ideología”, detallaba la publicación. La agencia contratada por los militares se encargó de difundir el reportaje por las principales redacciones del mundo.

La causa judicial

La Justicia argentina abrió en 2014 una investigación para determinar la responsabilidad de los directivos de la revista Para Ti, en aquel falso reportaje. La primera denuncia penal en contra de la Editorial Atlántida por la publicación de la falsa entrevista se presentó en 1984, tras la recuperación de la democracia. El expediente, sin embargo, fue archivado tras la sanción de las leyes de impunidad. El abogado de Thelma era un joven profesor adjunto de Derecho Penal de la Universidad Nacional de Buenos Aires (UBA): el hoy presidente Alberto Fernández.

Treinta años después, el juez Sergio Torres procesó al jefe de redacción, Agustín Botinelli, por delito de coacción, quien se convirtió en el primer periodista de la historia de Argentina procesado en el marco de la investigación de los crímenes contra los derechos humanos cometidos durante la dictadura.

Según el juez, Botinelli “se valió de la situación amenazante que atravesaba la mencionada Jara de Cabezas, respecto de su vida y su integridad física, arbitró los medios necesarios para que se le realizara la mencionada entrevista, resultando su acción apta para vulnerar el bien jurídico protegido por la norma, para luego fraguar su contenido y ordenar su publicación en la revista Para Ti”.

El periodista Alberto Escola y el fotógrafo Alberto La Penna, quienes se sentaron junto a Thelma en la mesa de aquel bar, declararon que desconocían la operación que había montada detrás de la entrevista y que Botinelli fue quien editó todo el material. “Se pudo comprobar sus vínculos con las Fuerzas Armadas y los militares. Estamos convencidos de que ya hay pruebas suficientes para llevarlo a juicio”, explica Pablo Llonto, abogado de Thelma, en diálogo con El Salto.

La causa, sin embargo, está paralizada y sin juez. Torres fue designado en la Corte Suprema de la provincia de Buenos Aires. Ningún otro magistrado tomó, por el momento, las riendas del expediente judicial. “Hemos hecho muchísimo, hemos logrado procesar a un periodista por su participación en el terrorismo de Estado, algo inédito en Argentina y, me atrevo a decir, en el mundo. Hay que entender que Comodoro Py (nombre del palacio de Justicia) responde a estructuras de poder de la derecha, que no es fácil avanzar”, contextualiza Llonto.

Para este periodista y abogado (fue representante sindical en el diario Clarín durante 15 años), la Operación Para Ti fue “un punto de inflexión” en la complicidad de los medios de comunicación con la dictadura. De las mentiras y tergiversaciones periodísticas, una práctica habitual en aquellos años, se pasó a una “meticulosa puesta de escena” para inventar una entrevista.

Botinelli colabora actualmente con dos periódicos de la ciudad de Mar del Plata. Thelma, a sus 93 años, espera un juicio y una condena para terminar de sanar aquel tormento.

Tomado de: El Salto

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