La CELAC contiene a todos los países latinoamericanos y caribeños pero también a todas sus contradicciones y conflictos; de ahí la pertinencia del llamado del presidente Raúl Castro a: “Mantener la unidad en la diversidad”.
La unidad a que se refiere el presidente cubano no alude sólo a la historia compartida de países que habitan la misma región, formaron parte del sistema colonial ibérico, conocieron la esclavitud en la misma época y fueron saqueados con idéntica voracidad. Tampoco se limita a la lengua y la cultura común sino a las coincidencias políticas que permiten impulsar un proceso continental asociado al progreso y a la justicia social desde diferentes ópticas ideológicas, con proyectos propios de cada país y liderazgos diversos.
La unidad y la cohesión política no emanan del acatamiento de la misma doctrina ni de sistemas políticos idénticos. Antes de la Revolución Cubana toda la América Latina era capitalista, oligárquica y aliada de Estados Unidos, lo cual no significaba que estuviera unida. Países que hablaban la misma lengua, tuvieron próceres comunes y creían en el mismo Dios, se aniquilaban salvajemente en los campos de batalla. La competencia por territorios y mercados y no la colaboración era la regla.
Por su parte la diversidad tampoco se refiere a elementos externos sino a metas y tareas nacionales específicas. La variedad es un proceso espontaneo, mientras la unidad se construye conscientemente. Tampoco estar unidos implica deponer juicios particulares ni supone enfoques unánimes. De lo que se trata es de las tendencias generales que no son desmentidas sino enriquecidas por enfoques particulares. Hacer como que las diferencias y las contradicciones no existen no contribuye a aproximar las posiciones y le hace un flaco servicio a la unidad.
Lo importante ahora, cuando el clima político predominante en América Latina, si bien no suprime las contradicciones ni las fricciones, permite que se traten de modo adecuado y en las instancias que corresponde es reforzar la cohesión hemisférica. La CELAC no es una corte de arbitraje ni un espacio para dirimir diferencias, sino todo lo contrario, un esfuerzo por reivindicar lo que une y encontrar objetivos y tareas comunes.
La sabiduría de la Troika que ha acompañado a Cuba en la conducción de la organización durante este período ha sido formular una agenda basada en temas de máxima prioridad para todos los países, que por su carácter son susceptibles de enfoques colectivos y de esfuerzos comunes. Al alejarse de la cotidianidad política, de los puntos de vista doctrinarios y de los litigios, los debates al interior de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños, pueden generar consensos mayores.
Ese clima político al cual, a su aire, tributan todos los países, propicia un ambiente que auspicia a otras entidades y foros de concertación que desplieguen sus posibilidades. En un entorno político como el promovido por la CELAC funcionan mejor foros como el MERCOSUR, PETROCARIBE y la ALBA, que favorecidos por la unidad y la comprensión alcanza mayor eficacia.
Por su enfoque plural y unitario la comunidad latinoamericana y caribeña favorece los proyectos binacionales y convive con opciones en la que participan algunos países y que por diferentes razones no constituyen un consenso regional. La integración económica necesita, como mínimo, la unidad y la cohesión política. Allá nos vemos.
Texto tomado del blog: http://cyohueso.wordpress.com