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Los trazos simbólicos de un texto vivo* (+Galería de fotos)

Alberto Pena / EPA

Por Octavio Fraga Guerra @CineReverso

En los medios de comunicación alternativos, y también en los que secundan las políticas editoriales del neocapitalismo, se subrayan las imágenes que documentan la violencia de policías antidisturbios. Sus páginas integran otros recursos sígnicos, como parte de una pensada aritmética que apunta hacia el dialogo y la influencia sobre el lector. Toda una arquitectura de recursos medidos por una clara intencionalidad: llegar a una gama de públicos meta.

En la era de globalizaciones se jerarquizan también, como ha sido la práctica histórica de la comunicación, las imágenes-signos en las portadas de las publicaciones y en las secciones con mayores índices de lectura. Este resorte se asume por el impacto social que tiene en los receptores —anónimos pero estudiados—, en convergencias con otras herramientas discursivas. Algunos mass medias construyen galerías de imágenes que acompañan noticias en desarrollo, como parte de la lógica de la inmediatez ante la velocidad en que discurren los hechos.

Los encuadres que se avistan en los textos de los fotorreporteros son dispares. Sus composiciones responden a las circunstancias y contextos de las escenas, que evolucionan —en la contemporaneidad— hacia una línea ascendente de confrontación y ruptura, resuelta en los escenarios públicos. Los límites se subvierten y los espacios en los que operan los actores se desdoblan, variando los protagonismos que condicionan o reformulan el acabado de las piezas fotográficas. Obviamente, en esta operación, interviene la mirada y el punto de vista del fotógrafo.

Las imágenes se materializan y resignifican. En ellas se observan decisiones, contradicciones y mensajes. Las condicionantes ideológicas, culturales, religiosas y sociales operan como variables que resuelven otras líneas interpretativas.

Las fake news, que las tecnologías de la contemporaneidad facilitan, deslegitiman el oficio de comunicar, de informar hechos en desarrollo. Esta herramienta se inserta en un “nuevo inventario” de recursos, por su capacidad de construir signos, complejizando el entramado de lecturas que operan en tiempos en los que la noticia transita a velocidades de vértigo.

A pesar de este cuadro, amerita subrayar el valor documental de la fotografía como registro de la realidad, que transita en constante evolución. Y también como esencial recurso para la construcción social de la verdad, que nunca es unidireccional. Sin embargo, es oportuno asentar un concepto primario que entronca con lo ideo-estético.

Las fotografías no se encargan de corroborar nuestra verdad o de asentar nuestro discurso sino exclusivamente de cuestionar las hipótesis en que otros puedan fundamentar su verdad. (…) La fotografía se limita a describir el envoltorio y su cometido es por tanto la forma. Nos seduce por la proximidad de lo real, nos infunde la sensación de poner la verdad al alcance de nuestros dedos… para terminar arrojándonos un jarro de agua fría a la cabeza[i].

Esta interpretación de la fotografía, que se erige como uno de sus muchos encargos sociales, no está en contradicción con la cartografía que la potencia como generadora y constructora de signos y narrativas. En una foto se advierten pulsaciones, conflictos o escenas, algunas humanamente inaceptables, que tras su socialización en los espacios de comunicación, deja de ser el resultado del “momento decisivo” (Henri Cartier-Bresson lo definió en un texto ampliamente publicado y estudiado) [ii]  para transmutar hacia líneas de codificación crítica que resuelven los sujetos o lectores globales.

La foto, objeto de análisis, la protagoniza un adolescente que se avista en un centro dramático, que evoluciona con estructuras geométricas. En el encuadre se perciben cinco carabineros que son parte de los cuerpos de orden interior de Chile. “Su misión es brindar seguridad a la comunidad en todo el territorio nacional mediante acciones prioritariamente preventivas, apoyadas por un permanente acercamiento a la comunidad. Privilegia la acción policial eficaz, eficiente, justa y transparente”[iii].

Esta foto, del año 2019, forma parte de la memoria documental que materializaron los fotorreporteros en coberturas de las acciones violentas emprendidas contras los estudiantes secundarios por parte de los carabineros. Fueron momentos de explosión social en las calles de ese país, como respuesta a las políticas de corte neoliberal que instrumentó el ex mandatario Sebastián Piñera.

El encuadre, bien cerrado, subraya, —más bien opera— como una puesta significante. El conflicto entre el protagonista principal del texto, el adolescente chileno con los carabineros que asumen poses de cargas y anulación del movimiento del manifestante, es la base narrativa de la imagen, la esencia discursiva del texto. Son las prácticas “disuasorias de estos cuerpos de seguridad” insertos en los límites del cuadro, parapetados como figuras simbólicas, permeadas de significados.

La fotografía puede reflejar los mecanismos de la violencia, pero no la violencia; exponer formas del sufrimiento y del dolor, pero no el dolor o el sufrimiento. Más que tratar de la Verdad —como lo podría sugerir la idea esencia—, la fotografía deconstruye ese fondo opaco, para exponer las relaciones, mostrando que ellas son constitutivas y, en consecuencia, que toda representación —del alma o externa— no es más que instante y puesta en escena[iv].

Con este enunciado, Diego Jarak, director de la Facultad de Letras, Idiomas, Artes, Ciencias Humanas y Maestría Audiovisual y Digital de la Universidad de La Rochelle, Francia, apunta hacia las líneas argumentales que sostienen la pertinencia de la fotografía como recurso de reflexión. Potencia esta tesis los valores narrativos de esta, que son parte de los parapetos de su significación y sentido social.

Con esta imagen, el fotorreportero Alberto Pena escribió signos que habitan dispuestos en sus límites de manera prominente, aunque se debe apuntar que estos bordes resultan una convención. Más allá del encuadre construido por el fotorreportero, ocurren escenas que provocan otras lecturas.

La narrativa que muestra la foto responde, con todas sus curvaturas, a unas circunstancias y también al oficio del autor, permeado por la intencionalidad, la búsqueda de historias que parten de solventar objetivos precisos.

Todo lo anterior evoluciona, sin saber aún, que escena congelará para la memoria colectiva. Un fotorreportero de experiencia en este tipo de praxis periodística se mueve, y se emplaza, en los nichos de un espacio público, mientras piensa e intuye los lugares que le darán “la escena esperada”.

Son dinámicas que responden a textos que se materializan, en buena medida, por reciclados comportamientos en los espacios de confrontación, donde entra en juego el dueto de los “dominados y los dominadores”, entendido estos últimos, en el texto analizado, como los carabineros. Ellos ejercen la fuerza con instrumentos que anulan la voluntad de expresión y movimiento de los manifestantes, se identifican con simbologías, vestuarios y equipos signados para el ejercicio de su “labor”.

Son perturbadoras las narrativas que construyen sus trazos simbólicos cuando visualizamos esta foto. El drama se profundiza porque transcurre en un espacio impreciso; su dramaturgia y composición nos interpela y transporta a una situación que ocurre en una temporalidad, otra. En esta suma de variables se han de apuntar las condiciones que la hicieron posible, más los discursos y acontecimientos que merodean al autor de la imagen.

La foto podría dividirse en tres segmentos verticales. Esta operación simétrica contribuye a una mejor comprensión de la escena congelada. A la izquierda, dos carabineros cierran y subrayan la génesis del drama que opera en la imagen: la cerrazón del espacio y el desequilibrio de fuerzas que transpiran en el texto. A la derecha, otros dos carabineros complementan el discurso anterior: se registra un instrumento de represión. Este elemento sígnico agrava y profundiza la desproporcionalidad y la sin razón de la escena, y también del hecho.

Un fragmento del cuerpo (su hombro se apropia de los límites del encuadre) de un sexto carabinero aparece en el cuadro fotográfico pulsando la yuxtaposición de la escena. Esta ha de ser entendida como una amalgama de acciones, desatadas para quebrar y anular el movimiento escénico del “actor principal” de la puesta, el adolescente cercado por un corolario de cuerpos que apuntan a sesgar su movilidad.

El texto tiene un elemento dramático central que se subraya en el espacio limitado, el que imponen los carabineros. Un sexto, perceptible en el centro de la foto, anula explícitamente el movimiento del “actor principal”, duplica la desproporcionalidad del escenario y del dramatismo de las circunstancias construida por el observador actuante en un momento preciso.

Aquí se da entonces la toma de la imagen en el trascurrir de los sucesos que contextualiza a la fotografía en su condición primaria, la de un dibujado testimonio. Es el resultado de un momento subjetivo que parte de la vivencia de su autor, bocetada en el texto como sumas fragmentarias y parciales de la verdad, apuntaladas como los hechos de un Chile convulso, signado por exacerbadas confrontaciones en espacios públicos de la capital y en otras regiones del país suramericano.

Otros elementos simbólicos se anotan significantes en el texto: los vestuarios de los carabineros. En estas circunstancias de confrontaciones, donde los desplazamientos del cuadro acentúan el drama descrito, se invierten como relevantes las jerarquías que potencian el trazo instrumental de los actuantes públicos del estado chileno contra los manifestantes.

Las dimensiones de sus trajes rocambolescos, la coloración militar de sus ropas, los atuendos protectores que se advierten como atributos, sumados a los instrumentos que son parte del dibujo y las curvas dramáticas del texto (bastones, rodilleras, hombreras), redondean las prácticas opresoras de estos actores en la escena.

Sus funciones, legitimadas como sujetos de contención y  violencia, se traducen también —en el imaginario social de los lectores contemporáneos— como objetos simbólicos que acentúan el discurso dramático de la pieza fotográfica. Los lectores destraban los vértices de enconadas interpretaciones cuando se percatan de su presencia en el cuadro fotográfico.

En este parapeto de verdades perceptibles se localiza otra línea narrativa resuelta como elemento esencial y sustantivo de la foto: el comportamiento del sujeto opresor, ubicado en el centro de la imagen, que apunta al despropósito de neutralizar la movilidad, el gesto y las fuerzas de un adolescente, inmerso en el núcleo interpretativo de la puesta.

En ese punto centro del encuadre, el texto adquiere otra connotación significante. Si hacemos una gráfica de anillos circulares, que de alguna manera he dibujado en la evolución de este ensayo, esta escena resulta el drama central de una foto tomada en circunstancias de exploración y búsquedas de hechos que “traduzcan” el actuar opresor de los carabineros en Chile. Ante estos primeros planos reseñados, cabe apuntar que, en la actualidad:

Las imágenes ya no escandalizan, su hartazgo y accesibilidad le quitaron dramatismo. Nos acostumbramos al horror y a las formas convencionales de representarlo. Día a día las imágenes sobre la miseria humana recorren el planeta y alimentan no sólo a la prensa gráfica y televisiva sino también las exposiciones artísticas, ya que difícilmente una fotografía pueda escapar a un destino estético inmanente. Esta tendencia estetizante de la fotografía posiblemente sirva de filtro a la angustia de lo representado[v].

Frente a este retrato y los signos que deja el fotorreportero, amerita asentar algunas interrogaciones claves para el cometido de los signos ¿Cómo representar lo irrepresentable? ¿Qué impacto tienen en nosotros esas imágenes? ¿En qué medida nos permiten tomar consciencia de los conflictos de la contemporaneidad y cómo podemos y debemos encarar escenas de este calibre en nuestro comportamiento social?

Estas preguntas adquieren valor y apremio —hago un paréntesis en esta entrega— frente a las arremetidas del régimen genocida israelí, desatadas el 7 de octubre de 2023 contra el pueblo palestino. Ese día fue el inicio de una ofensiva militar de exterminio (otra) y de una nueva recomposición del mapa geográfico de esa región. Las imágenes que se abultan en las redes sociales y los medios de comunicación, muchas de ellas sin tiempo para poder procesarlas, nos ubican como espectadores en “balcones privilegiados”, reservados para leer toda una escalada de crímenes de lesa humanidad.

Frente a la supuesta democratización de los medios de producción y difusión de imágenes, pensada en circunstancias que explosionan el escenario palestino israelí (válido también para el contexto que narra el fotorreportero Alberto Pena por su desproporcionalidad), se agrega la probada pérdida de confianza para reproducir la realidad.

Los medios que detentan el poder de significar las imágenes, controlan (y contraen) nuestra dialogo con el entorno. Manipulación, desinformación, pensadas e intencionadas jerarquías de lo que resulta noticia, sumadas a las bocanadas del glamour que nos venden del establishment, se articulan como una algorítmica de ejes convergentes dispuestos en una catártica mesa acompañada de exquisitos empaques tecnológicos. En este collage de operaciones mediáticas se agregan la rescritura de la historia y la banalización de la cultura, para legitimar y reconfigurar otras escrituras de la verdad.

Regreso entonces a lo que nos revela el texto objeto de análisis. El sujeto centro escenifica la violencia circular que impacta en su cuerpo. Como un eje significante, el miedo se advierte en su mirada y expresión corporal y se imprime en la composición dramatúrgica de la foto.

Entre los cometidos de la estética está el organizar un sentido y construir conocimientos en torno a situaciones sociales. La violencia, en esta escena, produce discursos y, también, desanuda signos. Manifiesta, por otra parte, relaciones de poder que se organizan con una batería de soluciones semánticas.

En torno a la fotografía citada, pueden producirse dos lecturas. Una, el lector que legitima lo representado y pondera el curso de esta situación documentada como acto normativo, “legítimo”. Y una segunda —contrapuesta—, el que despieza lo representado desde una perspectiva crítica del actuar de los carabineros, en la que se desagrega otro marco de posibilidades interpretativas. El distanciamiento que origina una representación puede reconstruir o destruir, refundar o crear. Los valores que cada lector tenga por el curso de su vida, condicionan sus líneas argumentales.

En ese cuadro de variables operan también los procesos éticos, identitarios, culturales e ideológicos con los que cada sujeto lector se apertrecha. La sobresaturación de imágenes que habitan en los espacios de comunicación y recepción, cuyo signo es la violencia, se interpreta también como un factor influyente en la determinación del dialogo objeto estudiado-sujeto receptor.

La estética de la violencia produce una anestesia social, la sobreproducción de imágenes, el inconmensurable dolor, la inexplicable desesperanza, la gratuidad de la muerte, producen dos efectos de parálisis: la que genera el miedo (hasta el patetismo de tener miedo del miedo) y la que resulta de la indiferencia y el olvido (como dos mecanismos de sobrevivencia)[vi].

Este enunciado compulsa a formularnos otra pregunta clave: ¿Al estado opresor, que opera con el accionar de los carabineros, le importa que esta imagen objeto de estudio, tenga mayor o menor visibilidad en los espacios mediáticos?

Las respuestas podrían ser ambivalentes, pero hay una que aflora desde un meticuloso cálculo. La violencia que sustentan estos textos, la composición de los actores representados en el cuadro fotográfico y las narrativas que nos interpelan sirven, también, como recurso —no declarado— de intimidación. Se articula y opera frente a los actores sociales que asumen la toma de los espacios públicos, como recurso disuasorio para anular las respuestas que afloran frente al discurso del neoliberalismo.

A partir del símbolo central del texto, el adolescente sujeto de represión, se podrían desglosar paralelismos con las prácticas violentas que materializan las fuerzas de ocupación israelíes en Palestina contra sujetos de estas edades, que desarrollan similares acciones y comportamientos. ¿Cabe afirmar que existen conexiones, acuerdos, intercambios entre ambos países (Chile e Israel) sobre la aplicación de estas prácticas represivas? Resulta esta, otra dimensión de lectura que compulsa un texto de esta naturaleza.

La imagen muestra códigos que sirven de advertencia sobre la interrogación planteada. Sin embargo, no podemos desconocer que las prácticas represivas de los carabineros fueron construidas también desde la toma del poder del General Augusto Pinochet, tras el golpe de estado perpetrado contra Salvador Allende, en septiembre del año 1973.

Las imágenes se entretejen en el tiempo histórico al que pertenecen y aportan luces sobre el pasado. Tienen el cometido de mostrar y exponer un estado de historicidad, un vínculo del que no se pueden desprender, entre lo pretérito y el tiempo histórico en desarrollo. Vale entonces interrogarnos en torno a cómo esta fotografía, y las muchas otras que pueblan el imaginario social de la contemporaneidad, contribuyen (o no) a mostrar la destrucción de la condición humana, desde ese lugar de estremecimientos, conflictos y narrativas que nos demanda como sujetos observantes.

La temporalidad del texto y su condición intangible resueltas por el fotorreportero  Alberto Pena, nos lleva, inexorablemente, a ese pasado de horror y anulación instrumentado por la dictadura pinochetista. Entroniza en nuestro acervo simbólico con la imagen deleznable de Augusto Pinochet y la suma de actos perpetrados por la gendarmería en ese tiempo histórico.

El vernos implicados por las imágenes significa, de alguna u otra manera, entender las construcciones visuales como dispositivos culturales de orden simbólico, que establecen una doble distancia entre lo representado y lo significado, vale decir, la imagen como síntoma se establece como un significante que, eventualmente, puede darnos a ver a través de la expresión visual, una legibilidad histórica de un tiempo que se encuentra suspendido entre significaciones que circulan y circundan los contextos históricos, positivados como tramas, narrativas y relaciones mediatizadas entre pasado y presente, entre el recuerdo y el ahora[vii].

Resulta relevante abordar el punto de vista del autor de esta pieza. Su responsabilidad histórica es incuestionable por su labor de constructor de memorias, esenciales para evolución de la sociedad global.

La composición de la imagen, el encuadre dentro de los límites señalados, las narrativas que deja su instante congelado, resuelto en circunstancias de conflictos, en las que operan fuerzas oponentes, trasluce su mirada precisa, la de retratar un acto opresor que se gesta desde la violencia física.

El texto tiene, además, un significado interactivo, performativo tal vez. Se expresa en el tipo de contacto, distancia y actitud perceptible entre los actores del cuadro fotográfico y el observador. También,  en la solución composicional que se establece en la imagen, dispuesta en una posición de prominencia y precisos encuadres.

Esta relación de cercanía del fotógrafo observador-actuante ante la escena en desarrollo, donde no se advierten trazos de manipulación tecnológica, subraya la condición del texto como documento irrepetible por su capacidad de congelar un instante sígnico. Aplica, asimismo, como prueba documental de las atrocidades de un cuerpo policial, mandatado para “…brindar seguridad a la comunidad en todo el territorio nacional mediante acciones prioritariamente preventivas…”.

Esta pieza del fotorreportero Alberto Pena se inscribe como una entrega esencial para la construcción de la memoria, dispuesta como un texto vivo en su relación con la sociedad y el tiempo.

[i] Joan Fontcuberta. (1997). El beso de Judas. Fotografía y verdad. Editorial Gustavo Gili, SA. Barcelona. p, 143.

[ii] Henri Cartier-Bresson. (2017). Fotografiar del natural. Editorial GG.

[iii] Ver en https://www.chileatiende.gob.cl/instituciones/AD009

[iv] Diego Jarak. (2015). Fotografía y violencia, los límites de la representación. La représentation des violences de l’Histoire dans les arts visuels latinoaméricains (1968-2014).

[v] Pablo. M. Russo. (2007). Fotografía y violencia. la imagen de los dominadores. Question/Cuestión, 1(16). Recuperado a partir de https://perio.unlp.edu.ar/ojs/index.php/question/article/view/449

[vi] Daniel Inclán. (2018-2019). Violentamente visual. Los límites de la representación de la violencia. Interpretatio. Revista de hermenéutica, p 155.

[vii] Juan Pablo Silva-Escobar. (2024). Fotografía, violencia de Estado y legibilidad de la historia. Notas acerca del síntoma y el anacronismo de las imágenes fotográficas.  Fotocinema. Revista científica de cine y fotografía, nº 28, p 68-69.

*Texto de la serie Crónicas de un instante

Galería de fotos. Represión de los carabineros de Chile contra los estudiantes secundarios en el año 2019.

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El surrealismo realista de Sebastião Salgado* (+Galería de fotos)

De la serie Serra pelada. Foto: Sebastião Salgado (Brasil)

Por Octavio Fraga Guerra @CineReverso

El emplazamiento de una cámara fotográfica en un escenario de subrayadas equidistancias se complejiza cuando las dimensiones del espacio exigen robustos y sopesados encuadres. El fotógrafo sitúa el lente en un infinito campo de posibilidades, que se enriquecen con las prestaciones de su máquina. Toda una operación pensada para registrar los cromatismos de las escenas avistadas como un mapa en permanente evolución, más allá de las fronteras de sus inmediatos pasos.

Los detalles de los objetos fotografiados se difuminan en esta dibujada aritmética, en un juego de “tomarlo todo” donde otras evoluciones transpiran sinuosas en los derroteros de la escena.

Cuando se retrata un gran paraje, se desgranan otras lecturas y los análisis de estos textos derivan segundas y terceras interpretaciones, complementadas con muchas otras variables de yuxtaposiciones. La ubicación espacial del fotógrafo subraya también otras escrituras semánticas.

Estos primeros apuntes entroncan con uno de los proyectos más estremecedores del fotógrafo Sebastião Salgado, materializado en el año 1986, en las minas de Serra Pelada, ubicada en el estado norteño de Pará, en Brasil.

El autor de esta pieza, que forma parte de una serie mayor, comparó los ardores de su imagen con “la construcción de pirámides, la torre de Babel y las minas del rey Salomón. Es un viaje al principio de los tiempos”[1]. Es la reflexión lúcida de un artista que desgrana paralelismos. Son sus metáforas rubricadas en sus fotografías, conectadas con historias pretéritas que nos interpelan en la contemporaneidad.

Hacer el registro de una multitud compacta  y en movimiento, como es el caso del texto en análisis, materializado desde un punto elevado de la geografía de la mina, transita por la necesidad de su autor de componer el drama colectivo en otras dimensiones, con renovadas lecturas.

Se fijan en esta imagen escrituras sustantivas que difieren de la antología coral, todo un conjunto de fotos resueltas también con retratos o incisivos planos que surcan las vestiduras de cuerpos sacados de los humedales de la tierra.

Con esta foto somos testigos de una gran puesta donde los mineros se nos revelan engarzados en una enconada lucha, dispuestos en la pátina de la imagen como pequeñas figuras insertas en las silenciosas faldas de la tierra. No solo se advierte el empeño de muchos por llegar a la cima, también se dibujan las asimetrías y los esfuerzos de actores sin rostros, enfrascados en sus rutas hacia el cenit de la mina, mientras destraban los rigores y obstáculos que impone una cartografía adversa.

Importa completar estas primeras ideas con las circunstancias que se narran en la imagen, con el concepto del “momento decisivo”.

A veces sucede que el fotógrafo se detiene, demora, espera a que suceda la escena. Otras veces se da la intuición de que todos los elementos de la foto están ahí salvo un pequeño detalle. ¿Pero qué detalle? Quizás alguien entre repentinamente en el marco del visor. Luego, el fotógrafo sigue su movimiento a través de la cámara. Esperas y esperas y esperas, hasta que finalmente presionas el botón, y luego te vas sintiendo que has capturado algo (aunque no sabes exactamente qué)”[2].

La captura de esta escena no es solo un acto intuitivo. Está cargado de intencionalidad, de búsquedas y respuestas en torno a lo que sucede en el espacio retratado. Examina los cuerpos, las proporciones del espacio y los argumentos que se tejen en torno a un grito colectivo, que en la imagen parece mudo.

De la serie Serra pelada. Foto Sebastião Salgado (Brasil)

Sebastião Salgado estuvo por más de treinta días en este paraje de sórdidos contextos. La foto está pintada —como distingue su obra— con los colores de blanco negro. Exuberante, protagónica, de probadas líneas, desprovista de engañosas manipulaciones cromáticas y tecnológicas. Sobre este asunto el fotorreportero dejó asentada su mirada.

El color me interesa poco en fotografía (…). En primer lugar, antes de la existencia de lo digital, los parámetros de la fotografía eran muy estrictos. Con el blanco y negro y todas las gamas de grises, sin embargo, puedo concentrarme en la densidad de las personas, sus actitudes, sus miradas, sin dejarse parasitar por el color (…). El blanco y el negro, esta abstracción, es asimilada por tanto por quien la contempla, por quien se apropia de ella”[3].

Esta reflexión del artista es sustantiva. Asienta una arista de su estética y sus empeños por documentar las urgentes realidades que nos agolpan en la contemporaneidad. La tomo como un punto y seguido para re-interpretar las narrativas del texto, objeto de análisis.

Como un primer asunto destaco el formato en que está resuelta la foto. Su evolución vertical evoluciona como la necesaria y certera respuesta del autor ante los conflictos que se advierten, ante el drama que se avista desde una contemplación “cenital”. Este documento fue tomado desde un punto donde el fotógrafo no influyó sobre los sujetos retratados. Toda una puesta que nos delinea un mapa de odiseas, de dispares desafíos, escenificados por cuerpos en conflictos.

La foto irrumpe como un cuadro de voluptuosas dimensiones y líneas conexas, que son partes esenciales de los signos que afloran por capas en la narrativa del texto. Se afincan en sus pátinas como veladas soluciones de una encendida dramaturgia que apunta hacia lo documental, al registro de un hecho donde el movimiento es parte inseparable de las escrituras que nos revela la pieza.

Como una primera aproximación, en la foto se subraya el simbolismo y la fragilidad de las escaleras que sirven de “soporte” para que los mineros dominen rutas impuestas. Se perciben con anchuras, y a la vez, se delinea la delgadez de sus estructuras y sus imperceptibles anclajes. La degradación de la imagen acentúa el peligro en que laboran los protagonistas y la fragilidad de los sujetos “congelados”, todos ellos dispuestos en los marcos de la imagen como seres vivos y actuantes.

La historia contada por el fotorreportero afinca también las subvertidas y precarias condiciones de una geografía movediza. Grietas y desparrames emergen de los telares de la tierra como parte de los signos fotografiados por Salgado que irrumpe con su encuadre, atando los nudos de una puesta dramática.

Resultan estos primeros elementos, toda una amalgama de símbolos favorecedores de una llana narrativa: el desafío de los mineros enfrentados a la altura, al tiempo de las subidas y a los retornos. Un ciclo de idas y vueltas, que se repite, como escenificación de máquinas humanas.

Se acentúa además, como parte de las lecturas que genera esta foto, la odisea colectiva de los muchos cuerpos “que se pintan en la imagen”, ante los peligros y confrontaciones de empaques diversos que impulsan las circunstancias de una escenografía natural. No son estas escrituras explicitas en la foto, se derivan de las convulsas formas en que se mueven los actores grupales de una gran escena que pinta formas de esclavitud con ropajes de contemporaneidad.

Una segunda lectura, también relevante, es la cartografía del escenario, la verticalidad y los pocos relieves de la falda minera, que acentúan los signos del drama. Es una imagen documental poblada de surrealismo, de subvertidas respuestas, enfatizada por la fuerza de tener que trabajar a cualquier precio, en condiciones infrahumanas.

Un dato revelado en el 2013, nos acerca a la complejidad de este escenario de confrontaciones. Un panorama sombrío de esta hostil geografía se nos dibuja desde las fortalezas de la aritmética.

De esta mina, de la que hoy solo queda un gigantesco cráter, fueron extraídas, según los datos oficiales, 30 toneladas de oro durante los catorce años que estuvo activa y en que acogió a casi 100.000 trabajadores, que permitieron el auge temporal de la cercana ciudad de Curionópolis, además de las villas próximas, donde se asentaron miles de personas para dar servicio a los mineros[4].

Otros datos esenciales ilustran sobre las condiciones de estos actores colectivos, dibujados en un documento que revela surrealistas respuestas humanas, signadas por la geometría y el “dialogo” de los cuerpos.

Trabajando once horas al día, seis días a la semana, los peones excavaban la tierra de la parcela, llenaban sacos con cuarenta kilos (ochenta y ocho libras) de tierra y los transportaban. Subir pistas por senderos estrechos y subir escaleras. De los numerosos sacos de tierra excavados cada día, cada peón elegía uno para quedarse con él y el capitalista se quedaba con los demás. Inevitablemente, la gran mayoría de los sacos no contenían oro ni otros minerales valiosos como manganeso y oro negro, que pueden separarse en oro normal y paladio que se desecha en la búsqueda de oro[5].

No puedo pasar por alto que esta foto —como el resto de los textos que son parte de la serie— destila un alto valor documental. Este signo distingue la dispar temática de los trabajos realizados por Sebastião Salgado, empeñado en registrar —en su condición de fotorreportero— los más disímiles acontecimientos y hechos de nuestra realidad, los puntos e historias que son parte de las sinfonías de la humanidad.

El tiempo presente, como todo el tiempo de la historia, está urgido de lecturas críticas y renovadas respuestas estéticas, de ser abordados también con los poderes del arte. La anchura de las pátinas blanco negro en esta foto acentúa un tema que amerita significar, el desmesurado extractivismo. Esa práctica impulsada por el capitalismo moderno subraya otras formas de esclavitud, que en la contemporaneidad evolucionan con preteridos o simulados ropajes.

David Harvey (2004) denomina la actual fase del capitalismo como “acumulación por desposesión”, y se caracteriza porque no se basa solo en la explotación de la fuerza de trabajo, sino principalmente en la apropiación privada de bienes de la naturaleza que se encontraban fuera del mercado y no eran considerados mercancías, incluyendo también la apropiación de territorios. En ese marco, esta nueva forma de apropiación se caracteriza por actividades que remueven grandes volúmenes de recursos naturales que no son procesados (o lo son limitadamente), sobre todo para la exportación de minerales, petróleo, productos del agronegocios, ganadería y pesca intensiva, se denomina hoy extractivismo[6].

Salgado nos sumerge en un cuadro que apunta hacia una arista de esa problemática. El texto narra el extractivismo con escrituras fotográficas que se afincan en sus pliegues. Una pieza de singular valor simbólico, aun no abordado en este trabajo, son los sacos de desproporcionados pesos. Sirven para la interpretación de la escena, como formas de una praxis de leonina esclavitud, narrada en toda la dimensión del cuadro fotográfico. Los personajes, desprovistos de rostros, de brazos y piernas perfectamente delineadas, donde el gesto está opacado por la apertura dimensionada del lente, subrayan esa idea esencial. Sus identidades están difuminadas, subvertidas como parte de la arquitectura sígnica del texto interpretado.

…uno de los aspectos tristes, que tenemos que admitir, se refiere a que varios trabajadores liberados de una determinada situación, por falta de opción en su propia ciudad, en su lugar de origen, aun sabiendo todo el horror que deberán afrontar, es normal que vuelvan y recorran el mismo camino y pasen por el mismo via crucis […] si en su lugar de origen no se ha creado ninguna expectativa de trabajo, no importa cuán precario sea, una vez más entrará en esta cadena de acontecimientos que conduce al trabajo esclavo[7].

La dramaturgia que nos construye Salgado en esta foto es poderosa y estremecedora. Pone al observador en los vórtices de ese escenario “distante” para mostrarle los caminos que toman los esclavismos de modernidades al servicio de una casta.

Las líneas del blanco negro por donde se sumergen los muchos que habitan en esta foto se ramifican en nuestras miradas, dispuestos como hombres vencidos y enajenados de los granos de su existencia.

[1] Wenders, Wim y Salgado, Juliano Ribeiro, dir. La sal de la tierra. Productora Decia Films, 2014, Videodisco (DVD).

[2] Henri Cartier-Bresson,  “El momento decisivo, en Fotografiar del natural, ed. por Éditions Verve Paris, (Nueva York: Simon y Schuster, 1952)

[3] Sebastián Salgado y Isabelle Franca, De mi tierra a la Tierra (São Paulo: Paralela, 2014).

[4] Elena S. Laso, “Sierra Pelada, el descenso al infierno en una mina de oro en la Amazonía”, Efeverde, 11 de octubre de 2013, https://efeverde.com/sierra-pelada-el-descenso-al-infierno-en-una-mina-de-oro-en-la-amazonia/

[5] George Russell, “The Treasure of Serra Pelada”, Time, 8 de septiembre de 1980.

[6] Alberto Acosta,  “Extractivismo y neoextractivismo: dos caras de la misma maldición”, en  Más allá del Desarrollo, ed. por  Fundación Rosa Luxemburgo (Sao Paulo, 2011), 223.

[7] Walter Barelli y Ruth Vilela, “Trabalho escravo no Brasil: depoimento de Walter Barelli e Ruth Vilela”, Scielo, 2 de mayo de 2005, https://www.scielo.br/j/ea/a/W3j5tc6XVShnSjG8jxFnFNn/?lang=pt

*De la serie Crónicas de un instante.

Galería de la serie Serra pelada. Fotos Sebastião Salgado (Brasil)

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Palestina: del genocidio, un símbolo*

Foto: Mustafa Hassouna (Agencia Anadolu, Turquía)

Por Octavio Fraga Guerra @CineReverso

Empiezo por desamarrar este ensayo con la horizontalidad de tres ideas interconectadas: la sobriedad de una imagen, el minimalismo de su composición y la economía de los elementos significantes. Lejos de facilitar la interpretación iconográfica de la imagen de portada, dicho triangulo complejiza los derroteros de su lectura, pero resulta una composición que justifica la narrativa de la foto.

El objeto-imagen de análisis, cuyo autor es Mustafa Hassouna, tras su aparición en el ecosistema de las redes sociales, suscitó una bocanada de respuestas periodísticas y abordajes semánticos. Sin embargo, para resignificar los cercos que merodean esta fotografía, amerita incorporar algunos apuntes en torno al símbolo (symbolon).

No pretendo desarrollar una extensa entrega sobre este poderoso sustantivo, vital en el campo de la semiótica, la historia del arte y la crítica cinematográfica, tres disciplinas deudoras de sus fortalezas. Tan solo apuesto por inventariar algunas tesis que contribuyan al despiece de este ensayo. No en el sentido de capas, que muchas veces se usa en los conceptos del arte, más bien para desamarrar las costuras que la moldean en términos de lecturas.

El poder de persuasión y de convicción del símbolo estriba, precisamente, —nos dice Luis Garagalza, Profesor Titular del Departamento de Filosofía de la Universidad del País Vasco— en que a través de la imagen se vivencia un sentido, se despierta una experiencia antropológica, vital, en la que se ve implicado el intérprete. En el momento de la interpretación, el sujeto debe aportar su propio imaginario (aunque sea inconscientemente), imaginario que actúa como medio en el cual se despliega el sentido, y debe atender a las resonancias, a los «ecos» afectivos que en él se despiertan, acontecen[i].

Este enfoque resulta relevante. Pone en valor el diálogo del lector con la imagen y el impacto que genera en su conciencia. El encuentro con una imagen simbólica induce a una cadena de acciones en los sujetos, que se materializa en los ámbitos en los que se desenvuelve. Sobre este asunto, cabe añadir los influjos que generan las apropiaciones de los sujetos-intérpretes, que son también decisores sustantivos de comportamientos o, al menos, catalizadores temporales o en ciclos.

Significante resulta el abordaje de Salomé Sola-Morales, Doctora en Medios, Comunicación y Cultura, por la Universidad Autónoma de Barcelona, que nos invita a interpretar la arquitectura funcional del símbolo como objeto de mediación.

“… el conocimiento, la cultura colectiva, la realidad compartida y los sujetos son y se comportan de manera eminentemente simbólica, en tanto se expresan de manera figurada. Dicho con otras palabras, los sujetos y los grupos emplean mediaciones para hacerse inteligibles. Visto así, todo acceso a la realidad humana está mediado por algo, sea el lenguaje o sea una imagen. De hecho, la comprensión del entorno circundante nunca es literal o directa, ya que los seres humanos han de apoyarse o utilizar diferentes mediaciones para comprender la realidad. Los símbolos serían por tanto mediaciones que les permiten conectar o poner en sintonía el interior de la conciencia humana y el exterior de la realidad en sí[ii].

En este citado ensayo, su autora —sin tomar pausa de la anterior idea—, señala otra arista sobre la palabra (necesidad) que soporta ciertas claves.

El ser humano necesita estas mediaciones, palabras, imágenes, símbolos para poder comprender el mundo que habita y comunicarse en él. Gracias a estos diversos artefactos semióticos y comunicativos puede relacionarse con el mundo e interactuar con los demás sujetos y grupos. Así, por ejemplo, mediante una palabra, una exclamación, un gesto, un ícono o una creación artística el hombre puede comunicar un sentimiento, una emoción o una vivencia de la realidad[iii].

El símbolo no se limita solo a comunicar, es también un potente recurso de movilización, un constructor de ideas. Su corpus —cuando discurre con empaque dialógico— estimula la articulación de acciones que corporizan sujetos, grupos sociales y otras anchuras que contornean la globalidad.

En las fotografías de empaque semántico se avistan relatos donde los símbolos son partes actuantes. Todo ello discurre en dialogo con el contexto en que se materializó la imagen y las lecturas que suscita en los grupos: sociales, ideológicos, religiosos y culturales, erigidos en nuestro lacerado planeta como esa “pluralidad cambiante”, término que está en renovada discusión.

En este descifrado mapa, los símbolos se articulan en su máximo esplendor con diversos ropajes estéticos, sin que esté condicionado por sentencias reductoras de la realidad. Sus índices de autenticidad se articulan en los marcos de nuestras vidas; confrontan, en ocasiones, las tradiciones y herencias sociales y culturales, que nos reconfiguran como ciudadanos lectores.

El símbolo es un signo en la medida en que, como todo signo, apunta más allá de algo y vale por ese algo. Pero no todo signo es un símbolo. El símbolo encierra en su orientación una doble intencionalidad: tiene, en primer lugar, una intencionalidad primera o literal, que, como toda intencionalidad significante, supone el triunfo del signo convencional sobre el signo natural: será la mancha, la desviación, el peso; todas estas son palabras que no se asemejan a la cosa significada. Pero sobre la intencionalidad primera se edifica una intencionalidad segunda que, a través de la mancha material, la desviación en el espacio, la experiencia de la carga, apunta a una determinada situación del hombre en lo Sagrado[iv].

Repensando los aportes de Kant sobre la naturaleza humana cabría subrayar su visión de ciudadanos, entendido en dos naturalezas: el que habita enriquecido con su propia subjetividad, y en un segundo plano —también relevante—, el mundo objetivo independiente de nosotros. Este trasvase discurre en un escenario (universo) que nos interpela, nos asiste significarlo y reinterpretarlo como parte de nuestro dialogo social y nuestras maneras de percibirlo y comprenderlo.

Nos “integramos” en esta compleja arquitectura arropados de un capital simbólico que evoluciona con una perceptible densidad cultural. Pero se impone apuntar en términos más precisos: la imagen-mundo no es reflejo de la realidad objetiva, sino que determina —en algún sentido— nuestra visión del mundo.

Estas narraciones se traducen entonces  en todo un esfuerzo para construir re-significaciones e interpretaciones, —a veces resueltas— y decodificar el realismo (la realidad) en dialogo con la creación subjetiva de la imagen. Se nos revelan entonces, toda una suma de signos que evolucionan y se articulan para responder al proceso del conocimiento.

En la apertura de esta entrega señalaba sobre una complejidad que edito en tres palabras: sobriedad, minimalismo y economía. Esta triada de significados encierra el texto que Mustafa Hassouna cristalizó para la Agencia Anadolu de Turquía.

La imagen muestra a A’ed Abu Amro, de 20 años de edad, que sostiene una bandera de Palestina en una mano y una honda en la otra. Está envuelto en los intensos derroteros de las protestas que se producen, en sinuosas escaladas, en la Franja de Gaza, ocupada por el Estado israelí.

La ausencia de descollantes elementos de distracción al fondo del protagonista contribuye a visibilizar la acción, a declinar nuestra mirada sobre las sobrias texturas que se dibujan al fondo, disipada como una gran pátina receptora, entendida también como un telar desplegado para codificar este cuadro fotográfico en dos niveles de lecturas. El primero, bien importante: la corporeidad y las posturas del sujeto captado, del protagonista del texto. Y, casi que en paralelo: los objetos icónicos que fortalecen su acción de rebeldía, frente a un agresor que no está en el cuadro de la foto, pero que subyace, omnipresente, en el imaginario de la sociedad global.

Tan solo se distinguen, como parte de la narrativa del texto, dos fotorreporteros ubicados casi detrás de A’ed Abu Amor, más un tercer individuo “apenas perceptible” emplazado en el extremo inferior derecho del cuadro. Estos signos menores, tributan fortalezas al personaje central y le añade autenticidad documental al instante captado.

El rostro de A’ed Abu Amor destila ira y rebeldía. Este retrato se advierte con la postura de un guerrero que desamarra su cuerpo, dispuesto a romper los cercos que persisten sobre la nación Palestina. Se trata de un dilatado ejercicio del terror y una práctica sistemática del genocidio, articulados también para anular historias de vida e identidades en los límites perceptibles de una gran cárcel, donde habitan hombres y mujeres con principios, valores y creencias.

La fuerza pintada por la geometría de sus músculos, los portes escalonados de sus activas extremidades, señalan un curso de respuestas frente a las arremetidas sionistas. Su esqueleto destila respuestas desafiantes, signado por los sudores dibujados en su cuerpo que fortalecen el drama de sus circunstancias.

El texto, es toda una pictografía desprovista de manipulaciones, que acentúan las metáforas y los símbolos que significa, el reiterado escalonamiento de actos que trascienden la dignidad y la entereza del sujeto frente al ocupante israelí.

La fotografía pone en escena una gama de gestualidades y respuestas motrices. El texto objeto de estudio afinca un ejercicio metafórico del poder y una práctica legítima de resistencia. Su representación es la violencia que se simboliza en el cuadro —no su materialidad—, catapultada por valores iconográficos y signos.

La ausencia del opresor no deslegitima la fortaleza de la puesta en escena. Este trazo teórico se explica por el capital simbólico que la fotografía documental integra al reservorio de memorias que ensanchan la cronología de actos execrables, que visten a esta humanidad.

Significo este capítulo sin desconocer las prácticas de manipulación y tergiversación que han contaminado este “conflicto”, palabra que pulveriza el inventario de actos de lesa humanidad perpetrados contra el pueblo palestino y desvía a los lectores cautivos, sobre las esencias de su origen.

Parto de una premisa sobre el texto fotográfico que Hassouna cristalizó en el período de la llamada “Gran Marcha del Retorno”. En esta pieza, el termino realidad no está en cuestionamiento. Su fortaleza documental es poderosa, responde a los preceptos de esa fotografía que registra un suceso cargado de conflictos y desprovisto de manipulación estética.

Su valor social e histórico le atribuye el derecho de ser parte sustantiva de las fuentes documentales que la sociedad global necesita conocer para encauzar prácticas civilizatorias en era de las redes sociales.

En torno a los poderes de la imagen son “reordenadas” una suma descollante de interpretaciones y teorías sobre la realidad, a fuerza de vestirse con otros ropajes. Ese andamiaje de escrituras se produce en un mapa de retóricas y contextos, donde la historia y la memoria son, también, subvertidas e ignoradas, en el más fatídico de los casos.

Resulta relevante incorporar, para una mejor articulación de esta entrega, un fragmento del ensayo Las subjetividades en la era de la imagen: de la responsabilidad de la mirada.

“… la imagen no es solamente visual, sino también —y tomando otra de sus acepciones clásicas— la imagen como idea, la imagen del mundo, la que tenemos de nosotros mismos y de los otros, la que se relaciona con el imaginario, tanto en su acepción de un “imaginario social” (ideas, valores, tradiciones compartidas) como psicoanalítica, de una “identificación imaginaria” (ser como…). Todas estas imágenes confluyen entonces en esa configuración de subjetividades, en sus acentos individuales y colectivos”[v].

La fotografía, cuando es poseedora de la categoría signo indicial, no solo está investida para mostrar el nexo con la realidad. Su empaque de factura digital ha superado los modos de escritura analógica, dándole otras propiedades, otros cuerpos simbólicos, para ser acogida en legítimas apropiaciones, en los espacios del arte y en los escenarios de la comunicación.

La libertad guiando al pueblo (1830) Eugène Delacroix

Los signos que pernoctan en este texto, de probada fuerza emotiva, subrayan los elementos estéticos que la configuran de factual significación pictórica. La composición de la imagen, la fuerza narrativa de su encuadre —congelado por la impronta y las circunstancias de su creación— la coloca en el estrado de metáforas reescritas, al margen de los paralelismos desatados con esta foto, en el ecosistema de las redes sociales.

No es la Libertad guiando al pueblo de Delacroix, pero la imagen tomada por el fotógrafo Mustafa Hassouna evoca esa reconocida imagen. Se trata de un joven palestino que enarbola una bandera en una mano y en la otra una honda. En el célebre cuadro del artista francés, los colores y la posición de la mujer con la bandera azul, roja y blanca son similares[vi].

Por su torso desnudo, los elementos de la imagen, principalmente el lábaro patrio hondeando y la nube de humo al fondo, el protagonista de la imagen, capturada el pasado 22 de octubre por Hassouna para la Agencia Anadolu de Turquía, evoca al cuadro La libertad guiando al pueblo, del francés Eugène Delacroix, creado en 1830 y conservado en el Museo de Louvre, en París[vii].

Una bandera al viento, en mitad del combate, rodeada de humo. Un brazo poderoso que la enarbola con orgullo. Un arma en la otra mano. Iguales que siguen la enseña, dispuestos a pelear por su causa. Todos esos elementos son los que tienen en común una fotografía tomada en Gaza el pasado 22 de octubre y uno de los cuadros más conocidos del mundo, La Libertad guiando al pueblo, de 1830. El fotógrafo palestino Mustafa Hassouna y el pintor francés Eugène Delacroix han quedado unidos por una comparación que, más allá de saltar a la vista, se ha convertido en viral en las redes sociales[viii].

La composición de la foto, soportada por el plano triangular de los elementos protagónicos (el personaje A’ed Abu Amor, la honda y la bandera palestina) afinca una lectura que trasciende el marco imaginario del texto. No se trata solo de apuntalar una identidad o la defensa legítima de un territorio, se subraya también, con los resortes de esta crónica fotográfica, su derecho a existir como ciudadanos del mundo. Los cuerpos se lanzan con furia como signos de esperanzas.

El minimalismo de la puesta, (expresar lo máximo con un mínimo de elementos), la significación de los objetos como parte de la escena, la honda como recurso para desafiar las embestidas del opresor, dialogan con el sagrado cuerpo de la bandera Palestina. La resignificación de estos elementos simbólicos, actuantes por su materialidad en la escena del conflicto, adquieren un empaque artístico.

Lo escritural de esta pieza, la prominencia de lo estético de sobria factura pictográfica, resuelta en los centros del texto, no ha de ser entendida solo por la acción dual entre el protagonista y el atacante. La fuerza de los lirismos cromáticos que narra el conflicto nace de las prácticas documentales.

El arte que potencia el discurso, que dignifica la existencia de un pueblo ha de ser circulado, puesto en los balcones de nuestras pupilas para sumar conciencias, ante el genocidio que no cesa.

Los símbolos imperecederos, muchas veces renovados, no han de ser los únicos protagonistas de estas gestas cromáticas. En los desprovistos mundos, donde no habita un sujeto leyenda, se revelan nuevos signos que —como este— urge socializar.

Los poderes de un texto fotográfico son tan trascendentes como la ayuda humanitaria que en esta “nueva contienda” ha sido aplanada. Nos asiste el deber moral de confrontar los ardores ciegos de lanzas vestidas de genocidios que una vez más parecen imperturbables.

[i] Garagalza, Luis. (1990). La interpretación de los símbolos. Hermenéutica y lenguaje en la filosofía actual. Editorial Anthropos, Barcelona, p. 54.

[ii] Sola-Morales, Salomé. (2014). Hacia una epistemología del concepto de símbolo. Cinta de Moebio. Revista de Epistemología de Ciencias Sociales. Núm. 49, p. 11-21.

[iii] Ibídem, p. 11-21.

[iv] Ricoeur, Paul. (2003). El conflicto de las interpretaciones. Ensayos de hermenéutica, trad. A. Falcón, Buenos Aires, p. 263.

[v] Arfuch, Leonor. Las subjetividades en la era de la imagen: de la responsabilidad de la mirada, p. 76.

[vi] La icónica imagen de un joven palestino que recuerda una obra de arte. https://www.heraldo.es/noticias/sociedad/2018/10/25/la-iconica-imagen-joven-palestino-que-recuerda-una-obra-arte-1273895-310.html

[vii] La foto de un manifestante palestino que emula una pintura de Delacroix. https://revistacuartoscuro.com/la-foto-de-un-manifestante-palestino-que-emula-una-pintura-de-delacroix/

[viii] La viral imagen de un joven palestino que recuerda a ‘La Libertad guiando al pueblo’. https://www.huffingtonpost.es/entry/la-iconica-imagen-de-un-joven-palestino-que-recuerda-a-la-libertad-guiando-al-pueblo_es_5c8a9415e4b0866ea24d727a.html 

*De la serie Crónicas de un instante.

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Fidelio Ponce en dos paralelos

Fotograma del documental Las sombras corrosivas de Fidelio Ponce, aún, de Jorge Luis Sánchez (ICAIC, 2000)

Por Octavio Fraga Guerra @CineReverso

Cada vez está más asumido en las prácticas del cine documental contemporáneo el uso de la puesta en escena como telar arropador de recursos, que —por esa multiplicidad de expresiones artísticas y literarias que le convergen— rompen los límites preestablecidos por las teorías ortodoxas del séptimo arte.

Su realización se resuelve en el arte final, como una suma cartográfica de respuestas semióticas, dispuestas en velados espacios temporales y procesos narrativos, que abruman las clásicas estructuras aristotélicas, hasta el empache de los modos tradicionales de narrar.

Este entramado audiovisual emerge por capas, enlazado en todo el cuerpo del filme por tempos y en curvas climáticas de valor semántico. Es la lógica de un texto que dialoga con un lector cautivo e interesado, dispuesto a interpretar los signos de sus metáforas, la envoltura de sus transiciones.

Pero es también la escritura fílmica de renovados epicentros climáticos, trazados para echar un párrafo con lectores sumidos en los designios de las “nuevas tecnologías”, que aportan, ciertamente, en la construcción de riquezas estilísticas, conceptuales y estéticas.

Aunque —visto desde su lado crítico—, anulan el pensamiento y la voluntad de interpretar reciclados modos de narrar, con empaque de posmodernidad. Obviamente este segundo enunciado, está condicionado por el uso que se le dé a estas herramientas en función de los contenidos edificados.

En las texturas de los documentales modernos se vislumbran elementos teatrales de valor semiótico, de yuxtaposición musical con acentos performativos. Y además, incorporaciones de signos pictóricos resueltos con las brasas de máquinas inteligentes. Son lances audiovisuales que convergen en el montaje por escalas superpuestas, en un escenario mutante que traduce la dialéctica del argumento.

En ese esfuerzo por subrayar los esenciales apuntes que toda obra posee, el realizador se acompaña asimismo de un despliegue iconográfico articulado, dispuesto como un todo y como unidades significantes, emplazadas para que la comprensión del texto fílmico adquiera un valor sustantivo.

Se trata de esperadas incorporaciones de la contemporaneidad para reescribir temáticas de corte histórico y biográfico, como parte de una batería de respuestas ante los desafíos que implica “hacer una obra” con lectores sobreentrenados en videos de corta duración y de frágiles soluciones narrativas.

La interpretación de los actores, la banda sonora, el vestuario o los elementos de utilería que habitan en una locación, son también esenciales recursos de los que el cineasta se apropia para crear una ilusión de lugares, contextos, protagonismos y períodos históricos. Entroncan todos ellos —articulados y emplazados en los nichos de la pantalla— como virtuosos bocetos de interrogaciones, posicionados en valores jerárquicos, requeridos para escenificar y resolver una o muchas representaciones.

En este ejercicio de sumar voluntades y recursos, la evocación y el discurso en tono de monólogo ponderan el punto de vista del autor cinematográfico. El tema del punto de vista, se resuelve también con la apropiación de documentos atesorados en los archivos y la juiciosa investigación, dispuestos como parlamentos que apuntan hacia una humanización de personajes pretéritos con envolturas del presente.

Nuestro dialogo frente a la pieza será, en un primer momento, un nítido soliloquio. Nos dejaremos llevar por las provocaciones de un cineasta que asume el oficio de contar historias, relatos, convertidos en soluciones con sabor a celuloide. Todo ello enlazado en sopesadas jerarquías para caer en los deliciosos planos de la fabulación, una fortaleza de los cúmulos nimbos de la humanidad, que las artes han sabido tomar como propias.

En este tránsito hacia los esenciales puntos que marcan las envolturas de la puesta en escena, cabe significar que se nutre también de los resortes teatrales. Es la era de la apropiación, claramente legitimada, y se avista como un gran trazo modelado en escrituras zigzagueantes o respuestas de probada métrica. Todas estas soluciones, se avistan dispuestas en el recorrido del filme documental hasta su arte final.

Es virtud arrolladora del arte cinematográfico el sumar a los telares de su abanico en construcción toda una gama de posibilidades escénicas que se desdoblan como “nuevas”. Un vasto ejercicio de traducciones narrativas que se asientan en la cartografía del documental, con velados acentos de sellos “únicos”, se buscan materializar en el punto final de la pieza cinematográfica. Resultan en verdad, reinterpretaciones, transfiguraciones de un texto convertido en otro, fruto de muchos reciclados narrativos y argumentales. Sin dudas, son acciones legítimas que renuevan las anquilosadas estructurales del documental.

Cuando se trata de contar un pasado inmediato o tardío en los nichos del celuloide, el realizador se desdobla ante el pacto de construir historias ficcionadas con envoltura de presente, con el ahora mismo. Es su voluntad ponernos en ese pasado como testigos de excepción, situados en un puesto de observante donde somos “anónimos y transparentes”.

En ese escalonado acto de tomar recursos, los decorados se emplazan, protagónicos, con la intencionalidad de narrar las pátinas de lo pretérito, impuesto por las lógicas que exige un lector fílmico, pero no deja de ser otro acuerdo entre creador y espectador.

La luz, cómplice de la escena, trasmuta colores e intensidades para significar los cambios emocionales, los diálogos y las expresiones corporales de los actores. Resulta un instrumento poderoso para la evocación y el discurso diegético. Implica, como protagonista de espacios narrados, que el realizador establezca un sentido cuidado del trabajo con los actores. Frente a las amenazas de una hiperactividad escénica resulta juicioso el uso de la contención, de la arquitectura precisa del actor-personaje, resueltos en este señalado horizonte.

Los dramaturgos —un oficio no exclusivo del teatro— señalan al clímax como un gran velo donde se pondera la visibilidad de la historia. Frente a este algoritmo, le asiste al director cinematográfico, desde sus mejores pilares estéticos y narrativos, establecer la armonía y las dinámicas de los apartados visión y sonido; todo un engranaje de variables para que el ambiente se materialice con el significado esperado.

La atmosfera construida en toda puesta cinematográfica debe ser tomada en cuenta por las posibilidades metafóricas que arropan en los trazos de un calculado ambiente. Este cuadro bien articulado, potencia el diálogo, el discurso en tono de monólogo y las lecturas e interpretaciones que suscita ese espacio coral; resulta, por tanto, un encuadre fílmico de valor significante, donde transitan múltiples identidades y, también, las complejidades sicológicas que todo ser humano dibuja en sus rutas de vida, construidas por las interpelaciones sociales y los conflictos que se nos asoman, predecibles o en un instante de nada.

Fotograma del documental Las sombras corrosivas de Fidelio Ponce, aún, de Jorge Luis Sánchez (ICAIC, 2000)

Este mapa de palabras boceta los signos que habitan en el documental Las sombras corrosivas de Fidelio Ponce, aún (ICAIC, 2000) de Jorge Luis Sánchez. Hacer un inventario de su filmografía, se traduce en avistar una suma de convergencias, de reiteraciones temáticas, de voluntades por retratar al país con las mujeres y los hombres más ilustres de nuestra historia. El abordaje de personajes históricos, desgranados en un abanico de contextos, que no han de ser ubicados en una cerrazón epocal, es un signo de su obra toda.

Buena parte de sus piezas están tejidas con sustantivas crónicas donde pondera y legitima la historia de la nación. No lo resuelve como un cuerpo escenográfico secundario, superpuesto, como telar de fondo. Lo dibuja, como esa columna esencial que nos define, resuelto con el trazado de un archipiélago que exhibe virtuoso, un abanico de identidades.

El estado de gracia con que Jorge Luis Sánchez se enrola en sus filmes está expreso en un texto de su autoría. Y este no es un asunto menor. La pasión se transforma en fuerza y en respuesta ante los desafíos de llenar los escabrosos blancos de una pantalla fílmica.

He terminado mi último documental y disfruté desgarrándome. Con mayor agonía, en el momento de intuir y seleccionar el sentimiento que me impulsó desde la idea hasta la edición. En un especial estado de vigilia y goce que no es concreto, donde ese sentimiento no tiene nada que ver, todavía, con la futura dramaturgia, o el montaje, ni con el estilo. Para sentir la ilusión hermosa de filmar un plano no puedo carecer de esa, escribo aquí con mayor precisión, “necesidad”. No sabría que filmar. Me parece que ese sentimiento está bien cerca de la vida. O del sueño. O del misterio con que suele ser imposible nombrar ciertas cosas[i].

Nos advierte, con esta pátina, sobre las implicaciones del autor cinematográfico en el ejercicio de “hacer desde la nada”, signado por los empeños de fundar palabras fílmicas en un espacio que la cronología de la humanidad ha pintado lleno de historias muchas veces contadas, que moran también en los albores de la soledad.

Amerita, por tanto, construir los cauces y paralelismos que le unen con el personaje dibujado en su documental Las sombras corrosivas… Este ejercicio y sus revelaciones nos insinúan, en parte, las razones que compulsaron a Jorge Luis para emprender este viaje, por la vida y la obra de un artista esencial del arte cubano.

Juan Sánchez, biógrafo del pintor Fidelio Ponce de León (Camagüey, 1895 – La Habana, 1949), resuelve con palabras de acertijos y silogismos, los caminos de los procesos creativos y las mamparas que acecharon al artista.

En este volumen, se nos retrata un creador que sintió las lanzas del desprecio y los arrinconamientos sociales. Sin embargo, frente a las espesuras inmorales, el pintor de Beatas, se apertrechó de la hidalguía como respuesta a su tiempo, dejando para la historia de la nación una obra desmarcada de las ataduras de una imperante corriente, que no daba espacio a los modernos.

Sus cuadros fueron comenzados siempre bajo una gran indecisión temática. Frente a la tela en blanco, en ocasiones empezaba pintando un niño y salía al final un pez, un obispo o un Cristo. Otras veces construía toda una figura complicadísima desde abajo, partiendo de un arabesco subalterno y mínimo que iba ascendiendo hasta organizarse finalmente en el tema definitivo[ii].

Importa, y mucho —para entender la grandeza del pintor— el contexto en que vivió Fidelio Ponce. Se impone hacer un primer trazo de ese periodo, dibujado con destreza narrativa y economía de palabras, por Graziella Pogolotti, ensayista y crítica de arte.

Están muy distantes ya los tiempos en que pintores y críticos se alineaban en un terreno polémico frente a los defensores del denominado arte académico y aún más alejados nos parecen aquellos días en que las exposiciones que escandalizaban a un público burgués, provinciano y conformista tuvieron que buscar refugio en el bufete de un intelectual amigo[iii].

El croquis que nos revela Juan Sánchez sobre este capítulo en la historia de Fidelio, acentúa la mirada de la Pogolotti quien confirma una tesis ampliamente estudiada por los historiadores del arte, cuyas entregas constituyen un poderoso caudal de información y antecedentes claves para un mejor delineado de la evolución del arte cubano en la contemporaneidad y la construcción de las políticas de la cultura cubana en el período revolucionario. No es posible atemperar certezas culturales sin desgranar los equívocos del pasado.

Las tendencias que campeaban en las artes plásticas eran todavía el academicismo español o un neoacademismo de corte italiano. Por entonces —subraya Juan Sánchez— la burguesía local aparecía dividida, a grandes rasgos, en tres sectores, a los cuales poco importaba estimular el desarrollo de una cultura propiamente nacional; nada invertían en obras de arte[iv].

Fotograma del documental Las sombras corrosivas de Fidelio Ponce, aún, de Jorge Luis Sánchez (ICAIC, 2000)

Jorge Luis Sánchez, con Las sombras corrosivas… no se desentiende de este asunto esencial. No es solo de orden cultural, clasista, de confrontación por la legitimación de los espacios de representación y exhibición de los modernos ante la cerrazón de los académicos. Se impone subrayar, que la epidérmica política cultural de la época resultó un campo de florecimiento para el mejor clímax de estos arrinconamientos y confrontaciones.

Al revisar los legajos que reconstruye la cartografía del tema, se advierten sustantivas investigaciones que abordan este capítulo del arte cubano. En ellos, se pondera la edificación de un oficio esencial que jerarquiza signos nacionales, valores identitarios. “Era indispensable —señala Graziella Pogolotti— encontrar el lenguaje idóneo, capaz de expresar de manera sintética un universo extraordinariamente rico”[v].

El despliegue de lo teatral, un recurso poco visto en el cine documental cubano contemporáneo, es un recurrente signo de toda puesta en escena. Adquiere valor significante por esa voluntad del cineasta de narrar, con los resortes de la representación, pasajes pretéritos en espacios imaginados, construidos para dialogar con el espectador audiovisual.

En este ciclo de ideas, se produce, otra vez, el pacto de imaginería y la narración a partir de acentuados despliegues de capitales simbólicos. Toda una batería de respuestas, asumidas como parte de un canal que permite volver a ese pasado en desde las lunetas de nuestro presente.

Desgranar esta zona teórica de Las sombras corrosivas… resulta cardinal para sopesar la legitimidad de la puesta. Jorge Luis Sánchez se hace valer de una gama de actores no profesionales, emplazados frente a una cámara que fotografía a los “testimoniantes que conocieron a Fidelio”. Son las brasas de una ficción bien lograda, pero hay que decirlo, resulta una parábola que emerge del capital documental que reconstruye el puzle de Fidelio Ponce, la ruta sinuosa y enérgica de un artista que templó su pulso por la fuerza de su ingenio.

El director de fotografía de esta puesta, José Manuel Riera, lo resuelve con encuadres indagadores, sobrios, también comedidos, emplazamientos que discurren en un espacio interior de figuraciones, de atiborramientos escénicos y marcados signos de introspección dialógica.

Es la luz un cómplice de ese todo que se apertrecha con las soluciones cromáticas que subrayan la emotividad y el síntoma del distanciamiento. Resulta la conjura de una escena coral, con personajes claramente delineados y construidos, legitimados por el respaldo de una rigurosa investigación.

En esos nichos interiores se representan —en dispares escalas de secuencias, siempre intercaladas— los conflictos que distinguieron esos entrecruzamientos: los cerrados académicos con los florecientes modernos. El gesto grave y encartonado, por una parte, y las palabras intimistas y cómplices por la otra, advierten esos cuadros sociales dispuestos como retratos de diálogos reflexivos. Esta solución escénica acompaña ese capítulo que la historia del arte cubano ha sabido escribir, con apego a un discurso renovado y legítimo.

Con las fortalezas de un andamiaje cinematográfico, se revela una suma de secuencias, de legítimas envolturas y acabados estéticos, que nos traslada a ese espacio temporal que nace de las letras mayúsculas del volumen Fidelio Ponce, de Juan Sánchez, publicado en dos estampaciones por la Editorial Letras Cubanas.

Los abordajes biográficos en una pieza de cine documental no han de estar resueltos con delgadas soluciones narrativas que se traducen en frágiles soluciones interpretativas. Tampoco han de embriagarse en trazos efímeros dispuestos con aperturas estéticas impostadas. La veracidad de las composiciones, contribuyen al dialogo con el lector cinematográfico; es la búsqueda del dialogo que podría ser, también, inverso o de idas y vueltas.

Con el documental Las sombras corrosivas de Fidelio Ponce, aun, su director, Jorge Luis Sánchez, apuesta por narrar el personaje desentendiéndose de la estricta fisonomía del pintor. ¿Acaso este asunto es relevante para legitimar la pieza documental como respuesta fiel a la historia que se quiere contar?

El ejercicio de lo biográfico se imbrica en el tiempo pasado, que transita en el presente del filme, incluso en nuestro presente. No es un juego de palabras que nos posicione como observadores de una puesta cinematográfica. Es la intencionalidad del autor cinematográfico, insinuando que las lecturas que habitan en el filme, podrían estar sucediendo en el ahora mismo, solo que, con otras vestiduras y empaques. Es también una alerta sobre la evolución de la historia y sus amenazas en el presente.

Fotograma del documental Las sombras corrosivas de Fidelio Ponce, aún, de Jorge Luis Sánchez (ICAIC, 2000)

Un paréntesis sobre el tema en cuestión. Las soluciones insulsas de personaje sin contornos, sin sólidos cuerpos que lo engrandezcan, se desvanecen en los campos minados de la memoria. Estas curvaturas se avistan también en los vértices y centros de no pocos documentales cubanos de este siglo, urgidos en producir minutos de pantalla, demandados para llenar una programación, no siempre cultural, de los canales televisivos de la isla.

Entonces, se impone volver a la pieza de análisis. Se produce la magia de lo irreal, se desata el pacto subjetivo de la pantalla que nos arropa. En el documental, Fidelio nos requiere y lo hace también en nuestro presente, en el ahora mismo.

El actor Teherán Aguilar asume ese encargo, bocetando los muchos estadios de un hombre artista, o artista hombre, que transita por el encuadre y por las calles de un país —en ese tiempo pretérito— que no lo supo advertir, y tampoco caló en toda sus dimensiones por sus genialidades y desagarres pictóricos.

En el filme se resuelven las envolturas de un hombre entregado a sus empeños artísticos y a su voluntad de vivir, enfrentado a los conflictos humanos de su época, que son también, estrictamente personales. No es este Fidelio fílmico un hombre marioneta, se viste de principios, de llanas ideas, de reflexiones dibujadas con esa voz en off que nos contornea, aspirando a darle luz a los signos de un “artista errante”. De un cubano que arremeta desde sus cuerdas imperceptibles contra los usurpadores y oportunistas del arte cubano.

Inmerso en su soledad, dibujada con mestizas escrituras cinematográficas, el documental que impregnó Jorge Luis Sánchez, subvierte los cercos del artista para bocetar sus pensamientos, en clave de monólogos donde el espacio temporal destila transfiguraciones. Nos los contornea, deambulando por sus andanzas de artista errante, de hombre que surcaba la muerte y la periferia de su vida.

Sin embargo, un esencial capítulo, el de la creatividad de Fidelio Ponce de León, no está abordado en los nichos del filme documental. Graziella Pogolotti, deja una erguida definición que sirve de punto de partida para este punto de giro del texto.

Toda obra de arte se sustenta en un concepto. No se trata simplemente de lograr una afortunada combinación de línea y colores, sino de expresar, mediante un lenguaje artístico específico una realidad dada,  partir de una determinada concepción del mundo. Esa concepción del mundo se nutre de esa experiencia vivida, de los valores recibidos según la procedencia clasista, del análisis crítico de la propia formación de las lecturas e ideas en una circulación en un momento dado de la tradición cultural —entendida esta en el sentido más amplio del término—, permeado todo ello por una sensibilidad particular. Esta concepción se hace en la constante relación entre vida y obra y se precisa en término pictórico ante la ejecución de cada nueva tela[vi].

Sobre este enfoque, la ensayista e investigadora de la obra de Fidelio Ponce, Carmen Paula Bermúdez, desgrana dos líneas de ideas que ameritan incorporar a este cuerpo de palabras. No las incorporo como un acto significante, más bien como un punto y seguido de esta pieza, que no se resulta, ni pretende serlo, un ensayo exhaustivo de las respuestas cinematográficas de Jorge Luis Sánchez, dibujado en su filme Las sombras corrosivas de Fidelio Ponce, aún.

Aun hoy, inconfesadamente, Fidelio Ponce es para muchos un creador depassé y patético. La «primera culpa» la tiene el artista. Su obra ofrece una misteriosa dinamia entre dos naturalezas: una, evidente, teatral, seductora; otra, disimulada, tímida e inteligente. Una defiende y perpetúa una actitud sentimental, hedonista, hacia la pintura; la otra defiende y perpetúa una actitud mental, conceptualista, frente a la creación. Llamémosle a la que describimos primero naturaleza periférica y a la segunda, naturaleza crítica[vii].

Este abanico de ideas, de Carmen Paula Bermúdez, está secundado por una respuesta, que impacta en el enfoque de la doctora Graziella Pogolotti, que bien vale la pena incorporar al cuerpo de este texto, como parte de una lógica y “cierre del tema”.

Si como dice la doctora Graziella Pogolotti, toda obra se sustenta en un concepto, la obra de Fidelio se asienta en la paradoja, nace de ella y vuelve a ella continuamente. A través de cada uno de sus cuadros descubrimos una tensión entre un universo que quiere presentarse, expandirse, expresarse, y, al mismo tiempo, busca la concentración, la desaparición, el silencio[viii].

A este contrapunteo se impone incorporar el relato de la Pogolotti, una reflexión que forma parte del ya citado texto, que compulsa —esa es mi idea— una mirada más profunda y sustantiva del legado de Ponce.

La pintura, la gran pintura de todos los tiempos, es un reflejo de la realidad, pero no la traduce de modo mecánico o superficial. Descifrar un cuadro implica aprender a leer un lenguaje artístico determinado para entender el mundo conceptual al que nos remite[ix].

Y agrega la doctora Pogolotti, como cierre cromático de sus tesis:

No se pinta por embadurnar una tela, por saborear un color, por deleitarse con un habilidoso juego técnico. Se pinta porque se quiere decir algo. Ya para decir algo, hay que conocer la realidad, que es conocer la vida[x].

Comparto una última línea de ideas que desdobla lo sustantivo del ejercicio creativo en el arte. El propio artista, protagonista de este texto, desabotona sentencias en ese sentido:

“Pintaré de hoy en adelante como me lo indiquen las ideas que residen en mi cerebro a la hora de hacer la obra y trataré de huirle a las academias y académicos como focos de infección”[xi].

El contrapunteo entre académicos y modernos está bosquejado en el celuloide de Las sombras corrosivas de Fidelio Ponce, aún. El set y los decorados del estudio no apisonan los diálogos que se articulan como lecturas claves que impulsan las más enconadas curvas de estas polémicas.

El director del documental, Jorge Luis Sánchez, emplaza al creador de Niños, unas de sus obras más sensitivas, en punto de encuentros de espacio temporales en parlamentos que moldean sólidos cuerpos argumentales. No deja de ser este capítulo del filme una obligada parada, sobre los convulsos conflictos que subvierten el estado social y anímico del pintor.

Un collage de artistas plásticos cubanos, protagonistas de las escalonadas pugnas de este apartado del arte en el país, son presentados con los ardores del retrato. Se entiende como un ejercicio de significaciones, que jerarquiza las dimensiones y los cruces de estos fuelles culturales, en un tempo fundacional de la historia cultural de nación. Toda una suma de voluntades y confrontaciones de una intelectualidad descollante, que gestaba un pensamiento genuinamente cubano. Y también los pilares de la plástica revolucionaria, que referenció los apuntes de esos grandes artistas, que nos dejaron piezas de vastos calados y miradas oníricas.

Las correlaciones fotográficas de sus deambulaciones, la vida y la muerte vista por el pintor como las lucubraciones recicladas e inconclusas, el sentido del arte como bien social, re-descubridor de la naturaleza humana, están dispuestos en otra zona del filme como metáforas, alegorías o introspecciones, donde el actor Teherán Aguilar entrega toda una gama de gestualidades que anticipan los puntos dramáticos de la película.

Representa a un Fidelio errático, ambulante, filosofal, donde la muerte se le asoma con esa velada negritud de ropajes antiguos, acentuados por los cuerpos blancos de sus nítidas formas y respuestas inquisidoras. Se muestran observantes a mujeres con rostros de fustas que acechan una presa, dispuestas a enclaustrarlo en los conjuros del silencio, en ese infinito lugar a donde no se vuelve, tan solo emergemos arropados por la memoria, la evocación tardía y las palabras que le dan cuerpo y forma.

Los nichos citadinos de calles resueltas, con planos cerrados se avistan como puentes cinematográficos. Jorge Luis se afinca con las alegorías de uno de los cuadros más subyugantes del artista, Beatas. Recrea, con el paso hacia otras rutas dramáticas, otra pieza imprescindible como Tuberculosis, sin dudas icónica en su repertorio pictórico.

No quiero pasar por alto un asunto que fundamenta la legitimidad de esta pieza documental. Los testimonios que articula el filme son auténticas escenificaciones, con guiños de contenida teatralidad: las formas en que se presentan a los actores, las diversas posturas y mamparas que le acompañan. Los colores de los vestuarios y las gestualidades que los contornean son parte de ese abanico que busca —y logra— diálogos, que no son fruto de la imaginación del realizador. Parten de los contenidos incluidos en el volumen Fidelio Ponce, de Juan Sánchez, una pieza de valor biográfico resuelto con el pulso de la síntesis ¿No es una eficaz manera de trasladarnos a ese período de nuestra historia, a los tiempos de Fidelio? Mi respuesta es un Sí, categórico.

Fotograma del documental Las sombras corrosivas de Fidelio Ponce, aún, de Jorge Luis Sánchez (ICAIC, 2000)

Y se produce el drama, la fuga de los testimoniantes. Diluidos en sus propias palabras de horizontales formas y sentidas adjetivaciones. Este gesto cinematográfico señala la perdida, el golpe certero y contundente contra el dialogo, emprendido por la opacidad y el impulso que anula la memoria.

Esta secuencia metafórica entraña una esencial lectura: el riesgo de leer nuestro pasado, diluido por escrituras que nos hilvanan y conducen hacia lo impreciso. O peor aún, con los cercos del papel en blanco, siempre dispuesto a recibir emborronadoras palabras de otros calibres, impuesto por las arremetidas de historias encartonadas y ambiguas, ajenas a los designios de la nación.

El único que no desaparece del epílogo de esta cita documental es Fidelio Ponce de León. Se ensancha en los bordes del cuadro cinematográfico, comparte las anchuras de sus palabras, como dardos de luz y analogías, encendidas respuestas de solturas confesionales.

Jorge Luis Sánchez no lo deja solo en esta empresa. Dispone encumbrar su obra con hilos imperceptibles, pero sólidos, para mostrar la opulencia y la luz de sus trazos, la achura y el dominio del silencio, que es la principal voz de sus creaciones, disuelta como monólogos de finas escrituras.

La fuerza de sus discursos, logrado por esa manera tan iconoclasta de pintar, se advierten desde sus desparramos en el suelo. Resultan estás, nítidas señales que insinúan la imposibilidad de saber sobre los rumbos que tomarán los primeros brochazos de sus pinceles, que gritan como látigos amotinados.

Esta metáfora la suscribió Jorge Mañach como una señal inequívoca:

“Hacía falta sacudir, agitar, incitar a la creación, romper moldes ya agotados, ponerle de frente el arte académico que se había apoltronado en las más zonzas rutinas, un arte audaz, inventivo”[xii].

Este enriquecido enfoque lo secunda una mirada crítica que Fidelio Ponce nos reserva, como parte de sus discursos arrolladores:

El precio para la inmensa mayoría de nosotros, de poder comer, es por regla general el adocenamiento, la claudicación. Tenemos que pintar cromos bonitos o esculpir estatuas de pisapapel si queremos que nos incluyan en la categoría de genios tropicales. Para nosotros la única puerta de la inmortalidad es la muerte.[xiii]

El genio Fidelio Ponce de León muere en La Habana, con 54 años de edad, soportando los embates de una tupida tuberculosis que le agrietó la vida y el tiempo, de ese tiempo, siempre exigido, que le permitiera poblar sus apuntes pictóricos de historias y evocaciones.

Su vida se difuminó, hasta el último signo, materializado por sus líneas y coloraciones al:

“… exigir del espectador una postura atenta, inteligente, ante la imagen pictórica. Consciente, seguramente, de su temperamento neo-hispánico invitaba a que lo mirasen «de la piel para dentro». No se quitará el sombrero ni ante el conocimiento dogmático de la Academia, ni ante la Tradición, entendida como cuerpo fósil, ni ante los sobresaltos de la Moda. Todo lo huele, lo escruta, lo interroga, antes de la necesaria consunción”[xiv].

[i] Sánchez, Jorge Luis. Pedazos de mí. En revista Cine Cubano, no 148, pp. 60.

[ii] Sánchez, Juan. Fidelio Ponce. Editorial Letras Cubanas. Ciudad de La Habana, Cuba, 1985, pp. 88.

[iii] Pogolotti, Graziella. El camino de los maestros. En Oficio de leer. Editorial Letras Cubanas. Ciudad de La Habana, Cuba, 1983, pp. 59.

[iv] Sánchez, Juan., Ob,cit., pp. 30.

[v] Pogolotti, Graziella., Ob,cit., pp. 63.

[vi] Ibídem, pp. 62.

[vii] Bermúdez, Carmen Paula. La celosía (Miradas a la pintura de Fidelio Ponce). Casa Editora Abril. La Habana, 1996, pp. 9

[viii] Ibídem, pp. 9.

[ix] Pogolotti, Graziella., Ob,cit., pp. 68.

[x] Ibídem, pp. 70.

[xi] J.M. Chacón y Calvo, Catálogo del Salón Ponce, Círculo de Bellas Artes, 1944.

[xii] Mañach, Jorge. Revista Bohemia, febrero de 1943.

[xiii] Sánchez, Juan., Ob,cit., pp. 109.

[xiv] Bermúdez, Carmen Paula. Ob,cit., pp. 23.

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En Gaza la muerte se ensancha con la vida de 13 mil niños*

Por Octavio Fraga Guerra @CineReverso

La realidad se impone y el tiempo de desmorona ante los hechos. Son infinitos las fotos y videos que documentan el exterminio del pueblo palestino. Toda una escalada que deja huellas, contundentes pruebas y heridas multiplicadas, dispuestas en los bordes de nuestras vidas, desprovistas de metáforas y manipulaciones.

Se podría interpretar, según el curso de los acontecimientos, que no resulta “suficiente” todo el arsenal de evidencias que habitan en el universo global de esta trunca humanidad, como para tomar enérgica postura ante lo obvio.

Mientras la muerte protagoniza, cual si nada, los derruidos cimientos de Palestina, miles de ciudadanos del mundo, o buena parte de ellos, se empeñan en afincarse a los derroteros de la mirada esquiva o la actitud callada e insumisa. Y en el peor de los casos, no faltan los que se enrolan en actos cómplices, urgidos de algún protagonismo banal y efímero. Esta suma de respuestas dilata el dolor de seres merecedores del más supremo de los derechos: el de la vida.

La barbarie se instala frente a la gesta del pueblo palestino que soporta la furia de artillerías incendiarias. Se exhibe ante nuestros ojos todo un capital de imágenes ancladas como en un calvario dantesco, dispuesto en escalones de sucesivas arremetidas o cortinas de humos interminables.

Gaza es, una vez más, un alargado cementerio que soporta miles de toneladas de acero y concreto derruido por la fuerza de la impunidad y el acompañamiento de gobiernos “demócratas”, de occidente, que no cesan de darnos “lecciones de civismo” y “estados de derecho”.

Se exhiben inmorales, como maniquíes de grandes casas de modistos que son parte de una elite glamorosa, dispuestos a pintar con sus efímeras huellas los escenarios más pulcros “donde se debaten los destinos del mundo”.

En esos espacios de milimétricas proporciones se pavonean en calculados movimientos los políticos de la más rancia tecnocracia, coherentes con obscenos intereses.

Ante las grotescas respuestas que marcan el curso de la historia, debemos exigir el no cansarnos, el poner a los responsables de este genocidio en el banquillo de los acusados. Emplazar a esos refinados cómplices por tanta muerte, no puede faltar en esta suma de deberes; urge el ejercicio de la responsabilidad moral y penal.

Las calles no pueden dejar de ser verdaderos torbellinos de respuestas. Un minuto, una hora, un día entero en el que dejemos de hacer por la existencia del pueblo palestino, es propiciar nuevas aberturas para que misiles, morteros y balas cercenen la vida de inocentes.

La quietud, la callada respuesta o el ejercicio de “no saber qué hacer” por la vida del digno pueblo palestino, nos hacen cómplices y parte de un declarado ejercicio fratricida. Ante los trazos del silencio seremos signos amargos de la historia que nos interpela en sucesivas interrogaciones.

Los desafíos que entraña vivir en los cimientos de un quebrado planeta, tejido por la penumbra de las armas, siempre dispuestas a cerrar los ojos brillantes de niños y niñas palestinos, se ha de poner en valor las más sagradas acciones de la humanidad.

Según un reporte de Unicef, “… la guerra en Gaza ha matado a más de 13 mil niños y ha dejado heridos a muchos más, cuando se cumplen seis meses de conflicto bélico…”[i]

[i] Han muerto más de 13 mil menores palestinos en esta guerra, reporta Unicef

*De la serie Crónicas de un instante.

Fotos: Reuters y AFP

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Antonio Berni: el arte de las apropiaciones (+Video)

Por Octavio Fraga Guerra @CineReverso

Toda pieza cinematográfica se “define” en los primeros minutos. Y no hablo de esos pliegues que revelan el curso tradicional de su ruta. Me refiero, más bien, a las veladas insinuaciones del tema, la escritura concisa de un punto de vista —o más de uno— y los campos estilísticos que indican el sentido narrativo de la obra; en este caso, de un filme documental.

La pieza Antonio Berni, que forma parte de la serie Huellas del arte argentino, producida por el Canal Encuentro, discurre en el prólogo con los goces y las certezas de un lenguaje directo, muchas veces dispuestas en los nichos del relato o en soluciones que parecen escrituras a medias, —en ocasiones de reiterados usos— como maltrechos acertijos cinematográficos. Así evoluciona la película, con subrayados en los puntos centrales de la biografía de un artista esencial, en el curso de la historia del arte contemporáneo latinoamericano.

La portada de este filme panea y toma nota sobre las incrustaciones que caracterizan la obra de Berni. Todo un despliegue de símbolos que nacen de los sabores de la tierra, de los subterfugios de la sociedad emplazada en los límites de la exclusión y la negritud de un tiempo cuyo signo es la aritmética de diferencias clasistas.

La estructura del filme transita desgranando los primeros rumbos de Berni como el artista que reescribe sus horizontes y las rutas de su vida. Son escrituras de sobrias respuestas, dispuestas con el poderío de soluciones (gráficas y narratológicas), desplegadas como signos para bocetar, a manera de preludios, algunos de los capítulos claves de su infancia, su adolescencia y sus primeras incursiones por Europa, sobre todo en París.

Ese influyente escenario cultural le sirvió para apertrecharse de las más descollantes vanguardias, de donde supo tomar saberes y prácticas que marcaron sus signos estéticos “reservados” para los destinos de su ruta y evoluciones pictóricas.

El documental señala este asunto capital con tono enfático. La voz en off se dispone a escribir una narración de aseveraciones y certezas. “Se vincula especialmente con los surrealistas Salvador Dalí, Paul Éluard, Luis Buñuel y Louis Aragón”.

La revista Sudestada confirma este relato, pero muestra un empaque más completo:

Su paso por Europa lo llevó a tomar contacto con los más importantes movimientos plásticos, estudió en los talleres de André Lhote y Othon Friesz, se inició en el grabado de la mano de Max Jacob, conoció el surrealismo de Salvador Dalí, Paul Éluard, Luis Buñuel, Louis Aragón, para luego impulsarlo en América Latina. Sin embargo, el contexto político y cultural europeo de los años ’20 y ’30 crean en Berni una nueva concepción del rol del artista como actor social[i].

Las palabras cobran fuerza en las curvas de este documental de evocaciones y reconstrucción biográfica, en los claros narrativos de sus yuxtaposiciones. Sin perder el aliento, en el filme se descorcha otra parada del artista que amerita poner en justo lugar para entender los designios de Antonio Berni en su estancia en París: “Posteriormente Max Jacob lo inicia en la técnica del grabado”, dice la narradora del filme para reforzar un hecho histórico, una verdad contrastable.

En este cruce de palabras la voz de Berni se antoja aclaratoria, de tono enfático. Dispuesta a compartir con el lector cinematográfico la mirada entera del artista, que secunda posiciones y aspiraciones, desmarcado de los terrenos baldíos del arte por el arte: “Yo no fui a París por la vida bohemia, fui a aprender mejor mi oficio de pintor y a internarme en la cultura europea que tanto reverenciamos desde aquí, y eso fue lo que hice”.

El discurso visual y onírico del documental apuntala esta sentencia con mamparas de ese París que los archivos fílmicos nos regalan a manera de legados y legajos. Las ralladuras del celuloide “legitiman” la solución cinematográfica del relato, aspirando, tal vez —sin mayor pretensión discursiva— a ponernos ese juego, o ese pacto del espacio tiempo que asumimos como una “solución” corpórea de legítimo consenso. De cualquier manera, la palabra de Berni en el curso del documental resulta lo más importante a la hora de entender la mirada del filme y, por ende, los argumentos del artista.

Entonces discurre otro pasaje de su vida. Se produce un punto de giro en los planos y acordes del texto cinematográfico. Un bandoneón significa la vuelta del artista hacia su Argentina, la música se agolpa como signos identitarios, como una respuesta espacio temporal. La solución visual, sin embargo, no transita con escritura de ruptura, discurre con el mismo recurso del archivo, de las ralladuras que acentúan lo pretérito, para emplazarnos, si cabe esa palabra, como idea que fotografía nuestra relación con el documento.

La voz de Antonio Berni entra en escena. Las fortalezas del archivo cobran significado en las escrituras del documental. Su acento despampanante se impone en el dialogo con el lector audiovisual.

El año 1928 es excusa para desbrozar otro capítulo del filme. La participación del artista en la exposición de la Sociedad Amigos del Arte, una muestra de vanguardia, se torna llana indagación en los telares del documento fílmico. La escritura fotográfica del documental revela a los participantes de esta cita: Horacio Butler, Aquiles Badi, Héctor Basaldúa, Lino Spilimbergo y Juan del Prete. Todos ellos rodean y acompañan al artista en ese escenario colectivo, con brazas de complicidad.

La voz nítida de Antonio Berni irrumpe por primera vez en las texturas del documental, esta vez sin un empaque dramatizado que lo legitime. Es un cambio sustantivo, incorporado para enfatizar la legitimación del discurso y la narración fílmica. El juego entre la voz y las fotos de ese período narrado nos pone en el contexto de un cambio en la biografía del artista argentino. No es casual este puente y lo que discurre a continuación para entender la lógica cinematográfica del texto, que señala algunas otras claves de la vida del protagonista, entendida también como rutas de espacios temporales. La lógica viajera de su cronología marca las metáforas de sus narraciones y las evoluciones de su obra.

La voz en off de la narradora no se amilana para significar la incorporación de Berni al Partido Comunista. Este hecho en su hoja de vida se debe entender como una antesala de sus posiciones sociales y políticas, materializadas en buena parte de su obra.

Vale la pena delinear otra apropiación que explica la curva de su discurso, sellado en su descomunal obra, de profundo compromiso social. La cita que incorporo a continuación, se refiere a la exposición personal de Berni en ese período fecundo, que significó otras apuestas del artista, narrada en el cuerpo del documental.

…la idea de que la revolución artística estaba unida, de manera inevitable, a una transformación del mundo. Una consigna que, de hecho, Berni puso en escena en su exposición surrealista en Amigos del Arte de Buenos Aires, realizada en junio de 1932: la radicalidad estética e ideológica de las obras, la censura aplicada a varias de ellas y las duras sanciones de la crítica, pusieron de manifiesto lo que los sectores tradicionales podían tolerar y lo que las instituciones modernizadoras podían llegar a asimilar. El surrealismo de Berni fue la primera brecha abierta entre los propios artistas modernos, una cesura que se profundizaría y ampliaría considerablemente al año siguiente con la llegada del muralista David Alfaro Siqueiros. En este sentido, la organización de la Mutualidad impulsada por esa presencia y, consecuentemente, la compleja elaboración del Nuevo Realismo fueron las respuestas que Berni, de un modo polémico y audaz, dio al modernismo formalista y a todos los que creían que era posible crear al margen de cualquier exterioridad[ii].

La voz de Antonio Berni vuelve a tomar fuerza en las texturas del documental, su narración apunta sobre las raíces y fundamentos de esa entrega, materializada en el salón expositivo Amigos del Arte de Buenos Aires. Es una suerte de contrapunteo legitimador de ese punto y seguido de su trabajo, erguido por una apuesta de renovaciones conceptuales, estéticas y discursivas.

Las palabras de Antonio Berni denotan fuerza, como también las soluciones narrativas del filme que se apropian de dispares recursos, todos puestos en apego a una escritura histórica de trazos biográficos, resuelta en ciclos fundamentales, en cuidados capítulos audiovisuales.

Amerita poner en estas cuartillas un concepto formulado por Berni que impactó en el discurso de su época, con replicas e interpretaciones en la contemporaneidad:

En el nuevo realismo que se perfila en nuestro medio, el tejido de la acción es lo más importante, porque no es sólo imitación de los seres y cosas; es también, imitación de sus actividades, su vida, sus ideas y desgracias. El nuevo realismo no es una simple retórica o una declaración sin fondo ni objetividad; por el contrario es el espejo sugestivo de la gran realidad espiritual, social, política y económica de nuestro siglo[iii].

Esta definición del artista aflora con entendida legitimidad en la puesta, en la aritmética de la pantalla del filme. El “nuevo realismo” o “realismo social” (como lo definen algunos historiadores del arte) se asume como otra revolución —en el sentido amplio del término— en el escenario social y cultural de nuestra región.

La confabulación entre David Alfaro Siqueiros y Antonio Berni, es otro capítulo-tema, incorporado a la pieza documental. Juan Carlos Castagnino, Lino Enea Spilimbergo y Enrique Lázaro, son parte de otra conspiración artística.

La obra mural Ejercicio plástico une a cinco artistas que resuelven emplazar jugosas ideas que el filme revela con planos cerrados de una sobria visualidad. Discurre como una apropiación del espacio materializado: “Fue hecho sin boceto previo. Sus autores atacamos los muros directamente. La arquitectura ocupada fue dictándonos progresivamente sus equivalencias”, así lo narra el filme, interpretando en off la voz del mexicano Siqueiros.

Sin embargo, el libro El mural de Siqueiros en Argentina: la historia del ejercicio plástico, de Daniel Schávelzon, pone entrecomillados a la palabra del muralista mexicano, o al menos resuelve una mirada asumida como una verdad imperturbable.

El descubrimiento en Buenos Aires de un boceto del mural, propiedad del conocido Samuel Gelblum, que lo heredó de su abuelo, obsequiado por Siqueiros, desmorona el abordaje del filme:

El boceto muestra la arquitectura del sótano de Botana mediante el truco de desplegar cada una de sus superficies pero sin perder la relación entre ellas. Las figuras están dibujadas a lápiz tal como existen en el mural, aunque muy simplemente trazadas, y se ve la unión entre los cuerpos que se dividen en paños murarios diferentes: por ejemplo la bóveda y los muros verticales, o entre éstos y el piso, de tal manera de poder seguir los dibujos en sus quiebres y ángulos. La escalera de entrada al sótano está claramente dibujada, con el vano y los escalones. En el piso se alcanzan a ver tres cuerpos de mujer: la conocida cabeza con cuernos y las otras dos a sus lados; el resto del piso apenas está trazado con sus líneas principales[iv].

Este mural compartido no tiene una sustantiva parada argumental en el documento cinematográfico. Sin embargo, una suma de adjetivaciones subyace en su cuerpo, como pretextos y antesala, para abordar otras zonas de influencias en la obra del artista biografiado. La obra de grandes dimensiones, citada en el filme, es presentada como empastes superpuestos por planos, que entronizan con otras etapas del artista argentino. Esta composición, resulta también una justificación del relato, dispuesta como una cita de los derroteros estéticos que emergen de las texturas de Ejercicio plástico.

Otro elemento sustantivo del documental resulta la incorporación del cuadro Chacareros (1935) incorporado como unidad significante en el tempo evolutivo del artista argentino. Es la respuesta que el filme libera, para explicar la inquietante búsqueda de Berni frente a los cercos de lo ya explorado. Es también legítima interpretación a su tesis, perfilado en el citado artículo.

No se es moderno ni creador imitando tal o cual especie de creación o modernidad caducada”. Y agrega Berni. “El verdadero artista y el verdadero arte del pueblo es aquel que abre nuevos caminos impulsados por las cambiantes condiciones objetivas[v].

¿No es acaso un desparrame, otro, de su compromiso social esta aseveración de clara contundencia? ¿Podemos entender esta curva de ideas como otro escalón de su pensamiento estético-social? Definitivamente sí. Las renovaciones de su obra, dispuesta en las texturas del documental, respaldan mi aseveración.

Los recursos usados por Berni en Chacareros, emergen por declaradas apropiaciones. El soporte resulta del empalme de varias telas de arpillera procedentes de sacos de azúcar cosidas entre sí. No se puede interpretar esta pieza como un acto del azar, más bien se explicaría como una elección que apuesta por experimentar con otros recursos expresivos.

El documental acentúa a un Antonio Berni viajante que explora observante el norte de Argentina y los países andinos. No se trata de una solución construida desde una “literalidad fotográfica”; se recurre a una sumatoria de imágenes de archivo que “cimentan” la ausencia de documentos delineantes de pasajes en rutas hechas; la tierra, sus laberintos y cercos, su fuente de ideas y creaciones. El hombre llano es tomado y reinterpretado en un “infinito proscenio”, el mismo lugar donde Berni, en una etapa posterior de su trabajo, se apropia de materiales dispuestos en los cauces de sus peregrinaciones para solventar y componer sus elaboraciones artísticas.

Los archivos de un blanco negro exaltado, de renovados contrastes, donde se delinean los ritmos intensos de una Argentina en pleno desarrollo urbano, se explican cómo su retorno, tras sus andares por las zonas agrestes de la gran nación sudamericana y las geografías de una América sumida en los llanos de una pobreza febril. Toda una evolución de planos, erigidas sin apenas retoques, siente el pulso de una guitarra, que no da tregua, ante los poderes trepidantes de cuerdas, en obligadas transiciones cinematográficas.

La torturada, pintura con ensamblajes de Antonio Berni

La guerra, pintura con ensamblajes de Antonio Berni

La vuelta de Berni en esta pieza fílmica se articula con otro ensanche colectivo de renovadas complicidades. Esta vez le acompañan Spilimbergo, Castagnino, Urruchúa y Colmeiro, fundadores, en 1945, del Taller de Arte Mural. Las fotografías disponibles de este hecho grupal, no se desvisten de los velos de un blanco negro de luces cursivas. Se disponen a secundar, sin rupturas estéticas, la puesta de archivos que fortalecen la línea argumental del filme, como parte de una etapa fecunda y fundamental del artista.

Un radicalismo conceptual de Berni es señalado en el filme como parte de una escritura posicional. Se dispone esta anchura en los telares de la pantalla con una voz coloquial, que apunta a desparramar lo que resulta, una declaración de principios.

El hecho de haber mantenido una constante artística, —nos dice Berni en clave de monólogo cinematográfico— fuera de las normas cosmopolitas. De haberme aventurado en una vanguardia a mi manera, y no a la de París o Nueva York, me ha separado de la publicidad comprometida con los intereses del mercado internacional.

Buenos Aires recibe en las galerías Pacífico, en el año 1946, las monumentalidades de los miembros del Taller de Arte Mural. La corporeidad de Antonio Berni sometido a una entrevista secundada por una de las piezas de ese despliegue grupal, adquiere una relevancia biográfica. El hecho de que se disponga, por primera vez en el filme, de sus testimonios, lo apuntala como una obra de discursivas evoluciones y soluciones mestizas. Es evidente que la apropiación de todo lo que fortalezcan la narrativa es significante en el texto. No perdamos de vista que ese mismo principio de tomar lo que habita en el curso indagatorio del relato cinematográfico, es también un guiño a las escrituras del artista biografiado. ¿O no?

Pero llamo la atención sobre los giros que imperan en el filme. No es perceptible un anticipo de cambios o transiciones narrativas, incluso diría que no le importa resolver este asunto a Carolina Scaglione, la realizadora del film, ni al núcleo creativo de la pieza. Las muchas rupturas y variaciones que caracterizan la obra de Berni, sirven de pretextos para adoptar ese marco de respuestas, presentes en los márgenes del cuadro cinematográfico.

Sin perder el aliento, la pantalla nos desparrama bocetos, fotos hechas por el artista, dibujos a lápiz y carboncillos. Es otro período fecundo, otro punto de giro de exploraciones artísticas, donde toman fuerza y valor estético las réplicas de sus aportaciones ante la cotidianeidad de sus pasos.

La pantalla se hierve con los mestizajes de su obra. Parecen collages cinematográficos, pero son también interpretaciones de un período, que el propio Berni define como confuso. El hecho de estar ante la cámara dispuesto como objeto de una crónica, responde a las posibilidades y la lógica que en los dos primeros tercios ha imperado en la narrativa del filme documento. Y los defino documento, como aseveración ante la curtida delineación del personaje biográfico, interpelado en las márgenes de una Argentina marcada por la pobreza y la exclusión social. Un escenario que al artista le estremece y le importa.

Las ralladuras del celuloide, que se muestran dibujadas en sus pliegues desprovistas de los retoques que las tecnologías de la contemporaneidad ofrecen, son parte de ese engranaje estético, que discurren como pátinas de una coherencia simbólica. Se trata del abordaje de la vida y obra de Berni en las postrimerías de los años 40. Pero este ciclo de visualidades, termina, —justamente— con un Antonio Berni recolector de “cosas”, que se imprime en el documental como obligadas transiciones de la puesta fílmica. Es la fundamentación narrativa ante la evolución de su labor artística.

El color irrumpe en la pantalla, la fuerza de sus personajes adquiere connotación simbólica, atempera y pone en contexto los próximos rumbos de un artista, genuinamente latinoamericano, que no se acomoda mucho tiempo en sus propias escrituras estéticas.

Berni va armando un lienzo de dimensiones medias, acción que la pieza fílmica toma para anticipar y dibujar un período fértil y central del artista. Es la década de los 50, donde emerge Juanito Laguna y Ramona Montiel, dos personajes que son también leyendas, que adquieren corporeidad por esa práctica de las apropiaciones. Antonio Berni recolecta objetos y subproductos tomados de los desechos que pernoctan en los barrios marginales de la ciudad, de las Villas miserias, para apertrechar su discurso.

Estos escenarios de estructuras moribundas, son la principal fuente de sus evoluciones artísticas. La cámara se adentra en los pliegues de objetos contorneados, en los rizos de cartones trabajados por las manos de un autor pictórico, dispuesto a reescribirlo todo, sin perder los nortes de sus fuentes originarias: la sociedad marginal y marginada. Son las respuestas de un hombre cuya ética discurre entre los estamentos de sus palabras y las respuestas figurativas de sus interpretaciones artísticas.

Las maderas incrustadas, los plásticos carcomidos y desechos, o las telas derruidas y descoloridas, que adquieren otras connotaciones discursivas, son parte de ese febril aparataje que interpela. Lo hace también Antonio Berni, con la fuerza de sus desparrames simbólicos, nacidos de las apropiaciones de la cotidianeidad. Un ejercicio de pensamiento curtido por la sensibilidad y la empatía ante las penumbras de seres que habitan en los márgenes de una colectividad ausente de verdades plomizas.

Los collages que moran en esta zona del filme, imponen un mirarnos siempre, más allá de los límites de nuestras certezas y argumentos. Cuando la obra de Berni se ancla en los perímetros de nuestro velado horizonte, el signo de nuestras vidas adquiere un valor sustantivo y nos resulta imposible zafarnos de los poderes de sus lanzas. Esa es la fortaleza que imprimen estas capas superpuestas, que son también historias de vida.

Berni lo entiende, y así no los hace saber, como un texto que discurre por los cauces de una narrativa; un texto de significados y apremios. La pobreza, la encarnizada lucha por la sobrevivencia, el sentido de los límites, el físico y el moral, están presentes también en los relatos de estas piezas, signadas para hacer los retratos de esos bordes dispuestos aun, como un presente que nos lacera y cuestiona.

La cámara registra los ardores de una contemporaneidad donde pone, en carne y hueso, de Juanitos Laguna, con pies y manos que se mueven, que se bañan en la suciedad y fealdad de un rio contaminado. Se tejen planos “casuísticos” para confirmar —es una obvia apoyatura— las escrituras oníricas de esta zona de la obra de un poderoso artista argentino, que habita en los altares de la cultura de nuestra América.

El bandoneón convocado para ilustrar la ira de sus piezas, se torna intenso y febril. Las notas se advierten apresuradas y en aritméticas de circulares atropellos. Es parte del goce estético de interpretar los sentidos del artista, que el filme delinea como un relato de premuras urgidas de respuestas sociales, las mismas que nos construye Berni, en la soledad de sus creaciones desmesuradas, resueltas también, como retablos de una realidad sórdida.

Las variaciones de Ramona Montiel subvierten los minutos finales de esta pieza de calculados atropellos rítmicos. Es parte de las enmiendes para edificar una relación con el lector cinematográfico, para el que se ha construido un enjambre de superposiciones histriónicas, de lo que resulta ser hoy, el otro personaje más “distinguido” del repertorio berniano.

Juanito Laguna es, junto a Ramona Montiel, uno de los personajes más populares de Antonio Berni

¿Quién es Ramona Montiel?

Ramona es un personaje creado por mí, —nos dice Berni— un arquetipo; no es una mujer en particular, yo le puse ese nombre. Como en el caso de Juanito Laguna, un personaje importante en América Latina, un cirujita, un chico pobre; no un pobre chico, que es muy distinto; esa era mi intención. Ramona es una mujer del interior que va a la ciudad a probar fortuna. Pasa por todas las situaciones de una mujer sola que llega a la ciudad, con todas las formas de provocación que puede recibir dentro de un mundo dramático; por momentos quiere aparecer como una gran mujer, una gran dama, pero no tiene recursos[vi].

Se repite la solución cinematográfica de no adelantar las transiciones del filme. Eso sí, la música de acento bonaerense se arropa ese ganado derecho en los cauces del filme para, anunciar la muerte de Antonio Berni. Violines y un bandoneón hacen tejidas conjugaciones de respuestas oníricas. Los personajes del artista se confabulan con Carolina Scaglione, la realizadora del documental, quién subraya su fallecimiento, el 13 de octubre de 1981.

Ese día el arte latinoamericano perdió a uno de los grandes de todos los tiempos. La coherencia de sus respuestas morales y estéticas, y las rupturas de sus interpretaciones artísticas, son parte de ese legado, que ubican a Berni, Antonio Berni, en el prólogo más alto del arte y la cultura de nuestras naciones.

[i] Antonio Berni, de la realidad al lienzo. (Dossier). Revista Sudestada. https://revistasudestada.com.ar/articulo/128/antonio-berni-de-la-realidad-al-lienzo/index.html

[ii] Fantoni. Guillermo, A. El realismo como vanguardia. Berni y la mutualidad en los 30. Fundación OSDE. p, 12.

[iii] Berni, Antonio. (2010). El Nuevo Realismo, en Forma. Revista de la Sociedad Argentina de Artistas Plásticos, Buenos Aires, año 1, n° 1, agosto de 1936, p. 14.

[iv] Schávelzon, Daniel Gastón. El mural de Siqueiros en Argentina: la historia de ejercicio plástico. Buenos Aires, 2010. p, 238.

[v] Ob.Cit. p. 18.

[vi] Gómez Rodríguez, Pilar. Las dos vidas de Ramona Montiel. https://www.coolt.com/artes/antonio-berni-dos-vidas-ramona-montiel_568_102.html

Antonio Berni: La historia de Juanito Laguna

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Crónicas de un instante: Construir retratos de luz

Foto tomada de internet

Por Octavio Fraga Guerra @CineReverso

Desde el comienzo del genocidio israelí (otro más) contra el pueblo palestino, en octubre de 2023, no han cesado las oleadas de imágenes dantescas. Se nos agolpan todas ellas, erguidas en nuestras pupilas, en nuestras memorias y conciencias.

Emergen venidas en dispares escaladas de permanentes escrituras y lecturas simbólicas; penetran sin previo aviso en los anaqueles de nuestros espacios de vida, dispuestas a fragmentarnos los actos más cotidianos y pedestres; se nos ponen delante, como telares en fuga, ancladas en robustas dimensiones, sin tiempo para procesarlas, “entenderlas” o darle casuística explicación.

Implica tirar de los trazos de la aritmética y de renovadas variables, donde se incluyen las perspectivas culturales, históricas y políticas. Y claro está, se gestan muchas otras interpretaciones frente a la guerra, que sigue imperando en nuestro herido planeta, anclada como un pilar imperturbable. La muerte deja de ser una ficción proyectada en las pantallas para emerger como una horrible verdad que nos interpela.

En esos espacios signados para desplegar signos, se advierten retratos de duras parábolas y significados, dispuestos en una suma de fotogramas y videos que construyen todo un capital simbólico en el que converge la barbarie, la muerte y la impunidad. Las cifras de muertos, heridos, mutilados y desaparecidos en estos episodios, son espeluznantes.

Una nota de la agencia EFE, publicada en el periódico Público, el 28 de marzo de 2024, actualiza la cifra de muertos, heridos y las consecuencias de estas escaladas en Palestina.

“El número de muertos en la guerra en la Franja de Gaza, que se encamina a los seis meses, alcanzó este jueves los 32.552 fallecidos y los 74.980 heridos desde el pasado 7 de octubre, mientras más de un millón de personas siguen afrontando una escasez extrema de alimentos”[i].

No cesan las imágenes de la estampida, la desesperación y el desamparo de este heroico pueblo. La posibilidad de la muerte es el horizonte de todas sus miradas; peor aún, de sus caminos posibles. La ira y el dolor se convierten en el pulso de sus respuestas ante la inacción de la sociedad global, que tan solo desata manifestaciones, actos de contundentes respuestas; incluso, se escuchan las voces de los que tienen espacio en tribunas donde, supuestamente, se ejercen las prácticas de la democracia y las soluciones en favor del más elemental derecho reservado para el ser humano, el derecho a la vida.

En el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas y en el Parlamento Europeo, dos escenarios construidos bajo estrictas normas de participación, se han escuchado voces lúcidas, enérgicas y coherentes ante las circunstancias y los detonantes de una escalada sin precedentes en la historia de este “conflicto”. No han faltado las claras repulsas frente al delirio y el cinismo de los que apoyan y justifican la crueldad en estos espacios de disertación, refrendando un estado que práctica la aniquilación de todo un pueblo.

Palestina sufre por décadas el cerco, la humillación, el secuestro, la tortura y la muerte. Frente a estas verdades, es inaceptable justificación alguna.

Urge una respuesta coherente, civilizada y definitiva frente a los atropellos de la soldadesca israelí.

En nuestras pupilas no cesan de agolparse los retratos de desesperación y rostros malnutridos por la falta de alimentos y los más elementales productos de supervivencia. La cerrazón y el bloqueo o la estrategia del cuenta gotas, históricamente materializada por el estado israelí, son también parte de los signos de un afincado, ahora renovado, salvajismo.

La representación española de la agencia de las Naciones Unidas, UNRWA, ha puesto un titular que revela y profundiza las dimensiones del genocidio. El titular no deja margen a la duda: Ahora en Gaza también se muere de hambre.

Al menos 576.000 personas en Gaza –una cuarta parte de la población– está a un paso de la hambruna; 1 de cada 6 niños menores de 2 años en el norte de Gaza sufre desnutrición aguda y emaciación; y prácticamente toda la población que depende de la asistencia alimentaria humanitaria lamentablemente insuficiente para sobrevivir[ii].

En otra zona del texto, resuelto con brevedad y contundencia, se subraya la gravedad del asunto, con palabras que agrietan las luces del pueblo palestino:

El hambre y el riesgo de hambruna se ven exacerbados por factores que van más allá de la simple disponibilidad de alimentos. Los servicios inadecuados de agua, saneamiento y salud crean un ciclo de vulnerabilidad, donde las personas desnutridas –especialmente entre las decenas de miles de personas que resultan heridas– se vuelven más susceptibles a enfermedades que agotan aún más las reservas nutricionales del cuerpo.

Hace tan solo veinticuatro horas (este jueves 28 de marzo), la Corte Internacional de Justicia ordenó a Israel —una declaración tardía y de poca esperanza en su cumplimiento— tomar todas las medidas necesarias y efectivas para garantizar que los suministros de alimentos básicos lleguen sin demora a la población palestina en Gaza.

Mientras la equidistancia, la palabra calculada, la información intencionada o las prácticas diplomáticas de los gobiernos cómplices dilatan la solución de este genocidio, se profundiza el signo de la muerte y su materialización en el pueblo palestino.

Estos hechos revelan, una vez más, verdades conocidas que se agolpan recicladas. Estamos “sujetos” a la voluntad de unos pocos gobiernos que, con total desfachatez, no cesan en dar lecciones a los pueblos y gobiernos que somos rebeldes e insumisos; a los que entendemos como innegociable la soberanía y el derecho a existir.

No se trata solo de defender un espacio físico, geográfico, tangible. Es también salvaguardar nuestras culturas, nuestros valores y principios que han de ser respetados y que pueden convivir con toda la diversidad de naciones que habitan en los márgenes y el cuerpo de nuestro planeta.

En estas rutas donde la muerte se avista como una lanza en nuestras retinas, se esconde el trazo genocida de hacer desaparecer una nación, muchas culturas y memorias. Es preciso entonces, con total urgencia, no cansarse, defender la dignidad y el derecho a existir del pueblo palestino.

No es aceptable el desconocimiento de su historia para asumir lo horrendo de las escenas con los brazos cruzados. Defender todas las vidas que corren peligro frente a la muerte es suficiente para tomar partido. Es inaceptable el silencio y la búsqueda del divertimento como “válvulas de escape”, ante la escalada de fotogramas y videos que nos acechan, dispuestos a poner en juicio nuestros delgados actos civilizatorios.

La hambruna se divisa como un dibujo tangible en un mapa de enormes dimensiones, en los derruidos llanos de la ciudad de Gaza.

Urge convocar a todas las manos dispuestas a detener la muerte que acecha la vida de hombres y mujeres palestinos, que son también nuestros hermanos. Se trata entonces de cambiar el curso de la historia, para construir retratos de luz y esperanza.

[i] Israel ya suma más de 32.500 palestinos asesinados y cerca de 75.000 heridos en Gaza. https://www.publico.es/internacional/israel-suma-32500-palestinos-muertos-cerca-75000-heridos-gaza.html

[ii] Ahora en Gaza también se muere de hambre. https://unrwa.es/actualidad/sala-de-prensa/ahora-en-gaza-tambien-se-muere-de-hambre/

Galería de fotos tomadas de Internet

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Un abrazo desde Cuba

José Manzaneda. Periodista y cineasta vasco. Coordinador de Cubainformación

Por Octavio Fraga Guerra @cinereverso

Este 15 de febrero se celebrará en Madrid un juicio criminal demandado por la organización Prisoners Defenders, una organización servil a la política del gobierno de los Estados Unidos que apuesta por destruir la obra humanista de la Revolución cubana.

Prisoners Defenders ha interpuesto una querella contra el coordinador de Cubainformación José Manzaneda, y también contra Euskadi-Cuba, organización que por más de veinte años ha desarrollado una sustantiva labor por el bienestar y el desarrollo del pueblo cubano que sufre los impactos que genera el criminal bloqueo económico, comercial y financiero, una política instrumentada por sucesivas administraciones del gobierno estadounidense desde hace más de sesenta años.

La acusación particular solicita una condena de seis años de cárcel para cada uno de los responsables y una indemnización de 50 mil euros. Esta demanda es una burda y cobarde acción que apuesta por anular el ideario revolucionario e internacionalista, la solidaridad y la hermandad que caracterizan a José Manzaneda y la organización Euskadi-Cuba con nuestra isla. Ellos son protagonistas, en el Estado Español, de una probada entrega con la obra de la Revolución cubana.

Con este burdo zarpazo vestido de empaque jurídico, apuntan a cercenar la voz erguida y limpia del coordinador de Cubainformación José Manzaneda, quién por más de dos décadas materializa una ejemplar labor de periodismo, cuyos relatos desarman las acciones de desestabilización y las manipulaciones mediáticas que se gestan desde los Estados Unidos contra el proyecto martiano y marxista que el Comandante Fidel nos legó y que el soberano ratificó en el año 2019.

Para Manzaneda y Euskadi-Cuba, un abrazo desde esta isla insumisa.

Octavio Fraga Guerra

Periodista, crítico y ensayista cubano.

Editor del blog cinereverso.org

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Un disparo contra Cubainformación. Entrevista a su coordinador, José Manzaneda

José Manzaneda. Coordinador de Cubainformación

Por Octavio Fraga Guerra @CineReverso

Mi primer “encuentro” con José Manzaneda, si cabe esta palabra, fue cuando estrené en Tele K, una televisora sin ánimo de lucro radicada en Madrid, el programa La cámara lúcida, espacio dedicado a promover el cine documental Iberoamericano.

Lo llamé para que viniera al estudio —él reside en Bilbao— pero por razones de agenda declinó la invitación. En su lugar, estuvo el coordinador del Observatorio de Multinacionales en América Latina, una de las ONGs que financió su filme El segundo desembarco. Multinacionales españolas en América Latina. Con este documental se dio el pistoletazo a un espacio que fundé y dirigí, por más de un año, donde presenté más de sesenta piezas cinematográficas. El proyecto fue truncado tiempo después por la lideresa de la Comunidad de Madrid en aquel entonces, Esperanza Aguirre, quien logró cerrar la televisora con una escalada de multas contra la empresa que ponía en el aire la señal de Tele K.

Manzaneda y yo nos vimos un tiempo después en Alcalá de Henares. En esa localidad de Madrid se desarrolló un amplio encuentro de la Plataforma de la solidaridad con Cuba en España. Fue la oportunidad de conocernos y establecer una relación que hasta hoy, es de hermandad, de diálogos permanentes, de absoluto respeto, sustentado en los sueños que nos unen, la existencia Revolución cubana.

El medio Cubainformación, del que soy un activo colaborador, y José Manzaneda, su coordinador, son dos de los protagonistas más descollantes del vasto movimiento de la solidaridad con Cuba en España. Esta publicación materializa un periodismo crítico de empaque intelectual, de aguda escritura y certeros abordajes sobre la manipulación que se gesta desde los sectores reaccionarios contra el proyecto socialista de Cuba.

Su permanencia está amenazada por las embestidas de la organización Prisoners Defenders, asentada en Madrid, que opera al servicio de la política del gobierno de los Estados Unidos. Este grupo reaccionario ha interpuesto ante los tribunales de Madrid “una querella criminal por injurias, calumnias y delito de odio, presentada por el presidente de la organización ‘anticastrista’ Prisoners Defenders, que solicita una condena de seis años de cárcel y una indemnización de 50 mil euros, por el contenido del reportaje “Crear una crisis sanitaria en Cuba: objetivo de la guerra contra su cooperación médica”.

Sobre este nuevo capítulo que apuesta por truncar la erguida voz de la solidaridad con Cuba en España, hablé con José Manzaneda quién revela algunos tópicos y reflexiones de otro intento por anular el discurso y los principios de la solidaridad internacional a favor de nuestra nación.

¿Qué posición tiene Euskadi-Cuba —si cabe hacerte la pregunta— ante esta demanda?

La posición de la Asociación Euskadi-Cuba es exactamente igual que la de Cubainformación; además, compartimos el mismo abogado. Esta asociación fue la creadora de dicho medio, aunque hoy en día está apoyado y sostenido por decenas de organizaciones que colaboran con sus materiales y también con su poco dinero para el sostenimiento de Cubainformación. La posición es, por supuesto, de que hay que mantener la verdad de Cuba, la dignidad del periodismo crítico, la dignidad de la cooperación al desarrollo en Cuba y la dignidad del movimiento de solidaridad con Cuba frente a personas y organizaciones que tienen mucho poder, pero, finalmente, se impondrá la justicia.

¿Truncar la obra solidaria que desarrolla Euskadi-Cuba por el pueblo cubano que sufre un bloqueo económico, comercial y financiero, resulta un objetivo velado de la parte demandante?

La querella ataca a la Asociación Euskadi-Cuba porque la Asociación Euskadi-Cuba tiene más de treinta y cinco años de trabajo en el campo de la cooperación al desarrollo, por ejemplo, con decenas de proyectos que han beneficiado y benefician a comunidades campesinas, a cooperativas, etcétera. Indudablemente es una organización que tiene un local al que se podría embargar en caso de prosperar este disparate de juicio o de querella; estamos hablando de que es un disparo a la propia acción de cooperación al desarrollo, que mejora las condiciones de vida de personas o familias en Cuba.

Ellos apoyarán todo lo que sea cortar ingresos de cualquier tipo a Cuba, sea a través de la cooperación médica, sea a través de la inversión del turismo, o en este caso de la cooperación al desarrollo, y atacan cada uno de esos espacios o renglones. Se consiguen determinados ingresos para que el país solucione determinadas necesidades. Quien está apoyando al bloqueo, indudablemente intentan que desaparezcan todas estas fuentes económicas y de solución de problemas sociales en la isla.

Euskadi-Cuba es una organización, además, de solidaridad política, de apoyo a Cuba y a la Revolución cubana, y por eso, precisamente, hace su cooperación y su ayuda material. Por ejemplo, en la campaña internacional de jeringuillas fue una de las organizaciones que más aportó a través de las donaciones privadas de miles, de centenares de personas en el País Vasco para la campaña de vacunación contra la COVID en Cuba.

¿Esta querella se puede interpretar como otro paso para ahogar la creciente solidaridad internacional que opera a favor de la Revolución cubana?

Bueno, indudablemente, todo este conjunto de organizaciones del anticastrismo vinculadas al gobierno de Estados Unidos, a la ultraderecha de Miami, han cogido mucha fuerza, sobre todo a partir de la administración de Donald Trump y de la pandemia. La pandemia significó para Cuba, entre otras cosas, el cierre absoluto de una de las pocas fuentes grandes de ingresos que tenía el país, que era el turismo.

Si a eso le sumamos el conjunto de sanciones y disparos al resto de ingresos de la economía cubana, más la ruptura que consiguió el gobierno de Donad Trump en algunos países de los acuerdos o convenios médicos que servían para financiar parte del sistema de salud, pues todo ese conjunto es la tormenta perfecta.

La situación de Cuba transita por una crisis económica muy profunda. En este escenario han crecido, vamos a decir, las esperanzas de derrotar la Revolución cubana.

Se produjo el llamado 11-J, que fue la demostración de que cuando combinas la guerra económica intensísima con la guerra psicológica y mediática en redes sociales, pues consigues que una cierta parte de las personas, desesperadas por su situación económica, finalmente se pongan de tu lado.

En todo este escenario tan complejo hay que apoyar a Cuba en todos los sentidos. A través de las organizaciones de solidaridad y también de la información, hay que explicar el bloqueo, hay que explicar dónde está la raíz de todos los problemas que tiene Cuba, sin negar que pueda haber errores internos, contradicciones, elementos no deseados. Porque las cosas no son perfectas en ningún país y mucho menos en un escenario de guerra. La propia guerra económica es la que alimenta, además, los propios errores, y las propias injusticias domésticas, y la corrupción, más otros elementos.

Manifestación de solidaridad con Cuba en España

Manifestación de solidaridad con Cuba en España

Manifestación de solidaridad con Cuba en España

¿Cuáles son los objetivos que Prisoners Defenders aspira lograr con esta demanda?

En primer lugar, silenciar la voz de Cubainformación; les duele y les dolió ese trabajo que hice en su momento sobre su actividad. Recientemente he hecho un trabajo de análisis de otro informe que han presentado sobre la supuesta violación de la libertad religiosa en Cuba, con todo tipo de disparates amparados por el Departamento de Estado de Estados Unidos, y utilizados por este, precisamente para su política de sanciones y asfixia económica a la isla.

El objetivo es silenciarnos, porque lo que más le duele a esta persona y a esta organización es el contenido de ese trabajo, no la frase por la que se querellan con nosotros. El contenido, la explicación de qué es lo que hacen, cómo colaboran con el sufrimiento del pueblo cubano, la vinculación entre su actividad y la falta de medicamentos en Cuba. ¿Por qué? Porque Cuba, dentro de su amplia política de cooperación médica internacional es uno de los países que cubre todos los gastos.

El objetivo de esta organización que se querella contra mí, y del gobierno de Estados Unidos, es precisamente cortar los convenios médicos de Cuba, que le aportan algún tipo de ingreso. Esto lo presentan como si fuera un negocio del régimen cubano a través de la esclavitud de los médicos. Pero, ¿dónde tienen ellos una prueba, una sola prueba, de una cuenta bancaria de un funcionario, de un intermediario que se haya quedado con ese supuesto negocio?

Si el negocio es que esos fondos van a sostener el sistema público, la compra de medicamentos, la fabricación de medicamentos o la compra de materias primas, la reparación de hospitales o, incluso, el pago de salarios del personal interno del sistema público de salud de Cuba, que son cerca de medio millón de personas, entonces no estaríamos hablando de un negocio, estaríamos hablando de un fin social.

La explicación de todo eso, que es la que yo hago en el video, es la que les molesta. Pero ellos presentan una querella por otra cosa, por una pequeña anécdota, que además fue retirada del trabajo.

¿Qué persona les acusa de estos cargos?

La querella contra mi persona es de Javier Larrrondo, el presidente de la organización Prisoners Defenders, que tiene sede en Madrid. Él pertenece al entramado del llamado anticastrismo y tiene vínculos estrechos con congresistas del sur de la Florida, con el Departamento de Estado y con todo el conjunto de organizaciones contrarrevolucionarias a nivel internacional.

Prisoners Defenders está muy especializada en los temas jurídicos, en el sentido de que redacta informes sobre supuestas violaciones de derechos humanos, supuestos presos políticos en la isla e informes contra la cooperación médica cubana, como es el caso. Esto tiene que ver directamente con la querella; informes que después utiliza el gobierno de Estados Unidos en su política de agresión, sanciones y bloqueo contra Cuba.

La acusación se basa fundamentalmente, o casi diría de manera estricta, en una frase que yo utilizo en un video y artículo que se titula: “Crear una crisis sanitaria en Cuba, objetivo de la guerra contra la cooperación médica cubana”; es una frase en la que yo digo que esta persona, el querellante, es un criminal de guerra como Marco Rubio y Donald Trump; es una frase que en una revisión habitual de la redacción de los trabajos, como muchas veces hacemos, lo suprimimos.

Son expresiones, esta y otras —ha habido muchos casos—, que las consideramos innecesarias sin más para el entendimiento cabal de la información que damos, y muchas veces, incluso, pueden ser perjudiciales para este entendimiento. Porque de alguna manera aportan una carga de mayor subjetividad que no es necesaria.

Pues para nuestra sorpresa, a pesar de haberla retirado, recibimos un buró fax en que se anunciaba de la querella criminal contra mí como periodista, como autor del trabajo, por haber dicho algo que fue retirado, y además contra la organización Euskadi-Cuba, una asociación de amistad con Cuba que tiene más de treinta y cinco años de vida, que era la propietaria en aquel momento, ya no lo es, de la web Cubainformación, del dominio Cubainformación.tv

En un principio se nos pedía no solamente la retirada del material, sino una rectificación, disculpas públicas, una cantidad de dinero y nos negamos a ello, por supuesto. A partir de ahí se inicia un proceso que está en curso, se admite a trámite por parte de un juez, ahora nos va a enjuiciar otro juez, y la querella es por injurias, calumnias y delito de odio, supuestamente por esa expresión, esas tres palabras, “criminal de guerra”.

La interpretación jurídica preliminar de nuestra defensa es que todo esto indudablemente es un disparate, que no tiene lugar. Estamos hablando de una vulneración clara de la libertad de prensa y expresión de un periodista por parte de quienes dicen defender la libertad de expresión y de prensa en Cuba, donde supuestamente no habría, pero aquí sí.

Se trata de encarcelar a un periodista, cerrar un medio, porque con esa cantidad de dinero sería imposible mantenerlo, y cerrar las operaciones solidarias y de cooperación de una organización que quebraría con semejante pago. Se está pidiendo seis años de cárcel para mí y para la representación legal, una persona de la Asociación Euzkadi-Cuba, y cerca de setenta mil euros en multas e indemnización.

¿Qué interpretación harías de esta acción jurídica?

Bueno, el análisis jurídico inicial es que igual que la Fiscalía, el Ministerio fiscal avala la tesis de que no existe delito. Solamente estaría la acusación particular, sin que la apoye la fiscalía, acusándonos de este absoluto disparate.

Y estamos ante una expresión de libertad informativa que trata de ser cercenada a través de una estrategia de acoso judicial, de pena de banquillo, vamos a decir, de lawfare, de guerra judicial por parte de una organización especializada en todo esto, que además, colabora de una manera directísima con el gobierno de Estados Unidos en su política de guerra contra Cuba.

Contenedor de ayuda solidaria para Cuba desde Catalunya

Contenedor de ayuda solidaria para Cuba desde Canarias

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Crónicas de un instante: Inventario

FOTO: MOHAMMED ABED (AFP)

Por Octavio Fraga Guerra @CineReverso

“La guerra no se puede desear, por su horror y desdicha”

Periódico Patria, Nueva York

9 de julio de 1892

José Martí

La persistencia de la guerra en el mapa de este quebrado planeta es la llana expresión de la arrogancia de quienes la alientan y la desatan, entendida como “principal herramienta para la solución de los conflictos que aquejan en la humanidad”.

Su reciclada materialización responde a esa velada tesis que apuesta por doblegar la voluntad humana, de asestar el “primer y definitivo golpe”. La emplean frente a los pueblos que defienden su derecho a existir como nación, a los que defienden la paz desde los cimientos de la dignidad, la entereza, los valores y principios escritos en los pilares de la historia.

Las embestidas guerreristas que por estos días asesta el Estado genocida israelí contra el pueblo palestino responden a su “lógica”: borrar las huellas de una nación que se empeña en defender su historia, cultura, leyendas y tradiciones.

Documentan estos crímenes las fotografías que se agolpan en el imaginario la sociedad global, dispuestas como piedras filosas. Resultan inabarcables las escenas del horror tomadas por fotorreporteros prestos a construir los cromatismos de un instante, los pasajes sinuosos, revelados como crónicas “nuevas”. Su labor aflora con los signos de una gesta. Son anónimos narradores que pintan el dolor de civiles —cientos, miles— aferrados a la vida.

FOTO: MOHAMMED ABED (AFP)

FOTO: MOHAMMED ABED (AFP)

Las imágenes vertidas en las pátinas de nuestros días llegan como trazos secos y velados encuadres. Sus brazas nos interpelan como preguntas, se embisten plomizas en nuestros sitios de confort y asestan duros golpes dispuestos a quebrar los equilibrios de todos los sentidos posibles.

Según una nota de la agencia multiestatal Telesurtv de este 24 de diciembre, “El Ministerio de Sanidad de la Franja de Gaza elevó este domingo a más de 20.400 el balance provisional de fallecidos por la ofensiva lanzada sobre el territorio por las fuerzas de ocupación israelí hace más de dos meses y medio”[i].

Ante la anchura de este genocidio no puede haber espacio para el silencio cómplice y la calculada respuesta. Es inaceptable dejar de gritar; urge romper los cercos de los silencios dispuestos como mamparas de envolturas banales.

Nos asiste el derecho y el deber de denunciar las brasas de una barbarie que apunta a profundizarse, en los próximos días, con mayores escaladas. Una vez más el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas ha demostrado su inoperancia frente a las huellas de un crimen.

Los llamados “estados de derecho” que cobijan con instrumentos de matar al ejército israelí son parte de esta aritmética. Es inaceptable permitir que se siga instalando el dolor en nuestros parajes cotidianos, urge detener el uso de las armas, de dispares calibres enviados desde muchas partes del mundo, todos ellos mandatados para anular al pueblo palestino.

Se impone compartir un inventario de países y bloques que apuestan por afincar el discurso de doble rasero; el cinismo no es aceptable en las prácticas de la política. Quienes se apropian de esos resortes son auténticos tecnócratas de ocasión, piezas de usar y tirar. Estos apuntes no pretenden dibujar la aritmética de gobiernos que amparan el genocidio, se necesitarían miles de pliegos para hacer el mapa completo del crimen, dispuesto por calculadas escrituras.

A continuación un pequeño inventario de titulares, extractos y fuentes de noticias publicadas en diversos medios que evidencian dichas complicidades.

FOTO: MOHAMMED ABED (AFP)

FOTO: MOHAMMED ABED (AFP)

FOTO: MOHAMMED ABED (AFP)

Alemania

Alemania justifica como “responsabilidad” venta de armas a Israel (Resumen Latinoamericano, 12 de mayo de 2015)

La canciller alemana, Angela Merkel, horas antes de reunirse con el presidente del régimen israelí, Reuven Rivlin, argumenta que respaldar la venta de armas a Israel es una “responsabilidad especial” que su país contrajo con dicho régimen.

Alemania entregó armas a Israel en pleno ataque a Gaza (DW, 18 de agosto de 2014)

Alemania suministró armamento por valor de más de 600 millones de euros a Israel después del inicio del conflicto en la Franja de Gaza, de acuerdo a un documento oficial al que ha tenido acceso este lunes la agencia dpa. El documento contiene la respuesta del secretario de Estado del Ministerio de Economía, Rainer Sontowski, al político de La Izquierda Jan van Aken donde informa de la entrega de armamento acordado antes del inicio de los ataques, pero suministrado una vez que comenzaron los ataques del Ejército israelí.

Canadá

Silencio en Ottawa sobre las exportaciones de armas a Israel (RCI, 24 de noviembre de 2023)

Canadá exporta material militar a muchos países, entre ellos Israel, que lleva más de un mes en guerra contra Hamás en la Franja de Gaza, donde las autoridades han informado de la muerte de miles de civiles. ¿Ha suspendido Ottawa estas ventas desde el inicio del conflicto? El gobierno de Trudeau se mantiene evasivo al respecto.

España

El Gobierno español autorizó el año pasado exportaciones de armas a Israel por valor de 9,3 millones (El País, 16 de diciembre de 2023)

Las entregas de armamento superaron los 2,3 millones. España fue el sexto país de la UE que aprobó más ventas militares a Tel Aviv y el octavo que más le suministró, según un informe del Consejo Europeo.

Probados en combate: la compra-venta de armamento entre España e Israel (La marea, 13 de octubre de 2023)

España ha autorizado la venta de material de defensa a Israel por 139 millones de euros desde 2000. El pasado año, entre ese material, había sistemas de dirección de tiro, municiones y aeronaves.

El Gobierno de PSOE y Podemos ha vendido armas a Israel por valor de 40 millones de euros (Voz pópuli, 17 de octubre de 2023)

Desde el año 2020 se han autorizado 147 licencias para la venta de armas a Israel. Podemos exige ahora un embargo sobre el Gobierno de Netanyahu.

Fin al comercio de armas con Israel (Rebelión, 29 de noviembre de 2023)

Desde el año 2000, el Estado español ha vendido armas a Israel por valor de 139 millones de euros. El número de importaciones es mucho mayor al de exportaciones. Solo en estas últimas semanas, el Estado español ha autorizado la compra de lanzacohetes SILAM, de Elbit Systems, por valor de 576,4 millones de euros y de 1.680 misiles Spike, por valor de 285 millones de euros.

Estado Unidos

El Pentágono aprobó la venta a Israel de 75 aviones de combate por 15.200 millones de dólares (La voz de Galicia, 2 de octubre de 2008)

El Departamento de Defensa de Estados Unidos ha aprobado la venta a Israel de 25 aviones de combate F-35 y de otros 50 en el futuro en una operación que, en conjunto, asciende a 15.200 millones de dólares.

Estados Unidos planea transferir a Israel bombas de precisión por un valor de US$ 320 millones, una venta aprobada a principios de este año (CNN, 7 de noviembre de 2023)

La venta a Israel de los conjuntos de bombas planeadoras de la familia Spice (un tipo de kit de bombas de precisión que puede convertir bombas no guiadas en municiones guiadas por GPS) a Israel fue aprobada por los comités pertinentes del Congreso de Estados Unidos hace varios meses, antes de que Hamas atacara a Israel el 7 de octubre y se desatara una guerra, dijo una de las fuentes.

Washington concede a Israel más dinero para armas (Rebelión, 19 de agosto de 2008)

Estados Unidos reafirmó hoy su apoyo a la carrera armamentista israelí, al suscribir una carta de intención por la cual otorgará a Tel Aviv 30 mil millones de dólares en los próximos 10 años. Washington avanzó así en sus planes de reforzar militarmente a sus aliados en el Medio Oriente, el surtidor petrolero del planeta.

EE.UU. aprueba venta de armas de precisión a Israel (Telesurtv, 18 mayo 2021)

La administración del presidente estadounidense Joe Biden autorizó la venta a Israel de 735 millones de dólares en armas de precisión, informó este martes The Washington Post.

Estados Unidos aprobó venta de armas a Israel (Prensa Latina, 21 de mayo de 2021)

El gobierno de Joe Biden aprobó la venta de un paquete de armamento militar de 735 millones de dólares, lo envío al Congreso el 5 de mayo y el liderazgo demócrata y republicano lo respaldaron, informaron medios de prensa.

EEUU venderá casi 14.000 proyectiles de tanque a Israel por más de $100 millones (Sputnik News, 9 de diciembre de 2023)

El Departamento de Estado de EEUU aprobó una posible venta de casi 14.000 proyectiles y equipo auxiliar para tanques de Israel por valor de 106.5 millones de dólares, informó el Pentágono.

FOTO: STRINGER (AFP)

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Francia

Francia venderá armas a Israel (EFE, 10 de diciembre de 1981)

Francia venderá armas a Israel y a los países árabes indistintamente, según confirmó ayer el ministro de Asuntos Exteriores galo, Claude Cheysson. De esta manera queda levantado de hecho el embargo decretado por el general Charles de Gaulle en 1967 contra el Estado hebreo. El jefe de la diplomacia francesa anunció esta decisión al concluir su visita oficial a Israel.

Italia

Israel e Italia concretaron acuerdo de armas (Noticias de Israel, 23 de septiembre de 2020)

Israel e Italia han concertado un acuerdo de adquisición recíproca en virtud del cual el Ministerio de Defensa de Israel adquirirá cinco helicópteros de entrenamiento avanzado y los italianos, a cambio, adquirirán misiles Rafael spike y simuladores Elbit Systems.

Reino Unido

¡Alto al genocidio! ¡Dejen de armar a Israel (Liga Internacional de los Trabajadores, 8 de noviembre de 2023)

El Primer Ministro británico Richie Sunak dice que lo que Israel está haciendo es autodefensa, Sunak intenta encubrir el genocidio israelí, mientras que el gobierno conservador autorizó la exportación de armas por valor de 472 millones de libras a Israel en los últimos ocho años, incluido el apoyo a su combate. Aviones que ahora atacan Gaza en medio de una crisis humanitaria.

La venta de armas de Reino Unido a Israel alcanza máximos históricos (El Diario, 28 de mayo de 2018)

Un nuevo estudio revela que las ventas de las compañías de armas han alcanzado un nuevo récord justo en el momento en el que el príncipe Guillermo se prepara para visitar Ramala y Jerusalén.

FOTO. BASSAM MASOUD (REUTERS)

FOTO: MOHAMMED ABED (AFP)

FOTO: MOHAMMED ABED (AFP)

Europa

Europa «ayuda y asiste» a la ofensiva de Israel en Gaza con armas (Euronews, 3 de noviembre de 2023)

El Instituto Internacional de Estocolmo para la Investigación de la Paz (SIPRI) proporcionó datos sobre las ventas de armas de Europa a Israel entre 2013 y 2022, mostrando que Italia y Alemania habían suministrado al ejército de Israel armas y equipos cruciales que ahora estaba utilizando sobre el terreno en Gaza.

El Reino Unido, por su parte, tiene lucrativos acuerdos de suministro a la fuerza aérea israelí, según la Campaña contra el Comercio de Armas (CAAT).

El SIPRI, un instituto de investigación independiente con sede en Suecia, detalló que Alemania había enviado más de 1.000 motores de tanque a Israel.

En la última década, según el instituto, Alemania también ha entregado -y financiado parcialmente con dinero de los contribuyentes- submarinos de la clase Dolphin y corbetas Sa’ar para la armada israelí, aunque están equipados con cañones y misiles israelíes.

También existe una importante cooperación industrial en materia de defensa entre Alemania e Israel, incluso en el desarrollo de misiles y otras municiones, en la que participan empresas como Rheinmetall, MBDA Deutschland y Krauss-Maffei Wegmann, entre otras, afirma el SIPRI.

Entre 2013 y 2022, empresas italianas vendieron a Israel armamento por valor de casi 120 millones de euros: una media de unos 12 millones de euros al año, según Pagella Politica.

Israel, un país militarizado con la ayuda de EEUU y la UE (El Salto, 31 de octubre de 2023)

En el periodo 2001-2021 se han realizado exportaciones españolas a Israel por valor de 103,8 millones de euros, pero las importaciones españolas desde Israel son muy superiores a les exportaciones.

Europa vendió armas a Israel por 609 millones de euros en 2022 (La Jornada, 19 de diciembre de 2023)

Pese a restricciones que afectan a países en guerra, el intercambio del bloque con Tel Aviv en este rubro está en auge, revela informe.

Armas para Israel (Centre Delàs, mayo 2002)

La escalada de violencia desencadenada por el gobierno de Israel contra el pueblo palestino en los territorios que mantiene ocupados militarmente, con el bombardeo de asentamientos civiles, detenciones arbitrarias de miles de personas, asesinatos, torturas y desapariciones, tiene complicidades en los países de la Unión Europea. Esta acusación tiene su argumento en el suministro de armamentos que, especialmente desde Gran Bretaña, Francia, Italia y Alemania se realiza a Israel. España no es ajena a ese comercio inmoral. Según datos facilitados por el propio gobierno español, España ha exportado en los últimos diez años a Israel material militar por un importe valorado en 2.625 millones de pesetas (15,8 millones de euros).

Industria armamentística

La industria armamentística registra récords desde el 7 de octubre (Desinformémonos, 23 diciembre 2023)

“La escala de destrucción y crímenes de guerra en Gaza no sería posible sin transferencias masivas de armas desde Estados Unidos”, dijo Noam Perry del American Friends Service Comittee (AFSC), el grupo detrás de la herramienta, en un comunicado el miércoles. “A medida que crece la resistencia global a la guerra y al apartheid, es importante que el público sepa exactamente quién está haciendo posible esta violencia”. En octubre, Newsweek publicaba que algunas de estas compañías habían experimentado una fuerte subida en bolsa como consecuencia de la declaración de guerra por parte de Netanyahu: las acciones de Lockheed Martin subieron de 400 a 443 dólares y las de Northrop Grumman de 423 a 490.

Empresas de armamento en Bolsa repuntan por conflicto en Israel (El Economista, 10 de octubre de 2023)

La que más gana en Wall Street es la estadounidense Northrop Grumman, con un rendimiento de 9.90% desde el cierre del viernes pasado a 465.12 dólares cada una. El lunes repuntó 11.43%, aunque este martes tuvo una corrección de 1.38 por ciento.

Comercio de armas: ¿Qué países y empresas están vendiendo armas a Israel? (Worldbeyondwar.org, 18 de mayo de 2021)

Estados Unidos es, con mucho, el mayor exportador de armas a Israel. Entre 2009 y 2020, más del 70 por ciento de las armas que compró Israel provinieron de EE. UU., Según el Instituto Internacional de Investigación de la Paz de Estocolmo (Sipri) Base de datos de transferencias de armas, que solo incluye las principales armas convencionales.

El segundo mayor exportador de armas a Israel es Alemania, que representó el 24 por ciento de las importaciones de armas de Israel entre 2009-2020.

Italia es el siguiente, habiendo proporcionado el 5.6 por ciento de las principales importaciones de armas convencionales de Israel entre 2009-2020, según Sipri.

El Reino Unido, aunque no está en la base de datos de Sipri en los últimos años, también vende armas a Israel y ha otorgado licencias por valor de 400 millones de libras esterlinas en armas desde 2015, según CAAT.

Canadá representó alrededor del 0.3 por ciento de las importaciones de Israel de las principales armas convencionales entre 2009 y 2021, según cifras de Sipri.

Estos son los países que más armas venden a Israel (Huffpost, 9 de octubre de 2023)

Estados Unidos: 288 millones de dólares; India: 34,3 millones de dólares; Italia: 6,3 millones de dólares; República Checa: 5,62 millones de dólares; Corea del Sur: 5,33 millones de dólares.

FOTO: LUIS ÁNGEL REGLERO (EFE)

[1] Gaza eleva a más de 20.400 cifra de palestinos asesinados por Israel

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