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La violencia contra las mujeres en México

Por Teresa C. Ulloa Ziáurriz

Tras unos días de conmemorar el Día Internacional contra la Violencia hacia las Mujeres y tras los 16 días de activismo contra esa violencia que es una campaña internacional anual que se inicia el 25 de noviembre, Día Internacional para la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, y se extiende hasta el 10 de diciembre, Día de los Derechos Humanos.

En todos los países las colectivas y el movimiento feminista hemos preparado la marcha y la jornada. Y no es de extrañar que las jóvenes hayan tomado las calles y muestren su enojo, su rabia y su impotencia ante un gobierno omiso que no ha sido capaz de generar una sola política pública para prevenir los feminicidios.

Y a pesar de que la CEDAW y la Convención de Belem do Pará incluyen la trata y la prostitución como formas graves de violencia contra las mujeres, lo cierto es que estas formas y modalidades no se han reconocido como violencia contra las mujeres en la legislación mexicana.

Según la Declaración de las Naciones Unidas sobre la Violencia contra las Mujeres, de 1993, por «violencia contra la mujer» se entiende todo acto de violencia basado en la pertenencia al sexo femenino que tenga o pueda tener como resultado un daño o sufrimiento físico, sexual o sicológico para la mujer, así como las amenazas de tales actos, la coacción o la privación arbitraria de la libertad, tanto si se producen en la vida pública como en la vida privada.

Se entenderá que la violencia contra la mujer abarca los siguientes actos, aunque sin limitarse a ellos:

La violencia física, sexual y sicológica que se produzca en la familia, incluidos los malos tratos, el abuso sexual de las niñas en el hogar, la violencia relacionada con la dote, la violación por el marido, la mutilación genital femenina y otras prácticas tradicionales nocivas para la mujer, los actos de violencia perpetrados por otros miembros de la familia y la violencia relacionada con la explotación;…

Ahora bien, por cuanto hace a la Convención Americana para Prevenir, Sancionar la Violencia contra las Mujeres o Convención de Belem do Pará, ésta establece que los Estados Parte, entre ellos México, condenan todas las formas de violencia contra la mujer y convienen en adoptar, por todos los medios apropiados y sin dilaciones, políticas orientadas a prevenir, sancionar y erradicar dicha violencia y en llevar a cabo lo siguiente:

abstenerse de cualquier acción o práctica de violencia contra la mujer y velar por que las autoridades, sus funcionarios, personal y agentes e instituciones se comporten de conformidad con esta obligación;

actuar con la debida diligencia para prevenir, investigar y sancionar la violencia contra la mujer;

incluir en su legislación interna normas penales, civiles y administrativas, así como las de otra naturaleza que sean necesarias para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra la mujer y adoptar las medidas administrativas apropiadas que sean del caso;

abstenerse de cualquier acción o práctica de violencia contra la mujer y velar por que las autoridades, sus funcionarios, personal y agentes e instituciones se comporten de conformidad con esta obligación;

actuar con la debida diligencia para prevenir, investigar y sancionar la violencia contra la mujer;

incluir en su legislación interna normas penales, civiles y administrativas, así como las de otra naturaleza que sean necesarias para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra la mujer y adoptar las medidas administrativas apropiadas que sean del caso;

abstenerse de cualquier acción o práctica de violencia contra la mujer y velar por que las autoridades, sus funcionarios, personal y agentes e instituciones se comporten de conformidad con esta obligación;

actuar con la debida diligencia para prevenir, investigar y sancionar la violencia contra la mujer;

incluir en su legislación interna normas penales, civiles y administrativas, así como las de otra naturaleza que sean necesarias para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra la mujer y adoptar las medidas administrativas apropiadas que sean del caso.

Sin embargo, hasta el momento, nuestro país no cuenta ni con el Plan Nacional para Erradicar la Violencia contra las Mujeres, ni el Plan Nacional para Prevenir, Sancionar y Erradicar los Delitos en Materia de Trata de Personas, ambos previstos en el Plan Nacional de Desarrollo, de donde se desprende que no son prioridad, ni se encuentran en la agenda pública.

Y por qué es necesario mencionarlo, porque las cifras son alarmantes:

Hasta el mes de marzo de 2021, según datos oficiales, había registros de al menos 20,939 mujeres y niñas desaparecidas y no localizadas en México. Cada día se reporta la desaparición de 9 mujeres de entre 12 y 17 años en México. No existe un registro de las que pudieran ser víctimas de delitos en materia de trata de personas y no inician la investigación por delitos en materia de trata hasta que aparezcan, así que a ellas nadie las busca.

Ahora bien, por cuanto hace a violencia familiar, según el INEGI, en enero de 2021, la Ciudad de México abrió 2,301 carpetas de investigación (CI), lo que lo posicionó como el estado con mayor incidencia de violencia familiar en el mes, seguido por Estado de México, con 1,691, y por Nuevo León, con 1,258. Las llamadas por violencia familiar al número 911 han aumentaron durante la pandemia exponencialmente, sobre todo durante el confinamiento.

De 2015 a 2019, en nuestro país, se abrieron 66,865 carpetas por violación, y se estima que sucede una violación cada 10 minutos en el país, delitos que causan agravios y severos daños psicológicos y físicos a las víctimas.

Los feminicidios diarios en México se triplicaron de 2015 a 2020. Cifras del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) confirman que en 2020 se registraron en promedio 10 feminicidios diarios en México, una tendencia que se ha mantenido desde el segundo semestre del 2018. Durante 2020, cerca de 3,700 mujeres han perdido la vida, víctimas de feminicidio, cantidad que incluye tanto lo que las Fiscalías tipificaron como feminicidio, así como las muertes violentas de mujeres.

Todos los días y en todas partes las mujeres son asesinadas.  Crímenes en situaciones de conflictos armados o guerras; en la calle, relacionados con violaciones o con el crimen organizado, la prostitución o la pornografía dura, que lleva a las mujeres que la practican a tratos crueles, inhumanos y degradantes, que incluyen el feminicidio; o cometidos por sus maridos, parejas, exparejas. Todos crímenes ligados a la sexualidad, en donde el factor de riesgo es ser mujer o niña. Y en esta tipificación también se invisibiliza la violencia que imponen los vientres de alquiler contra las mujeres gestantes, generalmente pobres y en condición de exclusión social.

Mientras que el concepto de violencia contra las mujeres tiene ya varias décadas, el de feminicidio es más reciente.  Y a mi manera de ver, se trata del concepto de genocidio, la intención de destruir total o parcialmente a un grupo, en este caso, las mujeres y las niñas.

Esta realidad indica el carácter social y generalizado de la violencia basada en las desigualdades entre mujeres y hombres.

También cuestiona los argumentos que tienden a disculpar y a representar a los agresores como “locos” o a concebir estas muertes como “crímenes pasionales” o bien, a atenuar su importancia en el caso de situaciones de conflicto o guerra.

Tanto el concepto de “violaciones en la guerra” como el de “crimen pasional” perpetúan la idea de que el criminal actúa poseído por fuerzas exteriores, inmanejables por él —el amor, la pasión, la venganza—, que la situación lo sobrepasa, que ha cometido actos que no controla, o muchas veces, que son justificados en el marco de otros crímenes.

El feminicidio debe ser comprendido en el contexto más amplio de las relaciones de dominio y control masculino sobre las mujeres, relaciones naturalizadas en la cultura patriarcal, en sus múltiples mecanismos de violentar, silenciar y permitir su impunidad. Y así como la sociedad disculpa; quienes interpretan las leyes, también disculpan.

Algunos de esos crímenes, como los que se dan en el marco de las relaciones personales, en los feminicidios íntimos, son disculpados con el argumento de la emoción violenta, la pasión, etc. Esta situación no hace más que reforzar la impunidad de los femicidios.

En consecuencia, hasta tanto no se haga visible y se comprenda su gravedad, no habrá sanción efectiva.

Según el estudio realizado por la Comisión Especial de Feminicidios del Congreso Mexicano, que encabezó la Dra. Marcela Lagarde y de los Ríos, 1,205 niñas y mujeres fueron asesinadas en todo el país en 2004, según cifras del Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática, hoy se habla de 3,700 en el 2020, aunque según cifras oficiales son un poco menos de 1,000 y más de 2,800 mujeres asesinadas violentamente y cada 4 minutos una mujer o niña es violada.

Como dijo Doña Marcela Lagarde y de los Ríos, las niñas y las mujeres asesinadas en México tienen distintas edades, pertenecen a todas las clases sociales y estratos socioeconómicos, aunque la mayoría son pobres o marginales; algunas fueron mujeres ricas, de clase alta…; el abanico abarca analfabetas, con estudios básicos, otras más eran estudiantes, técnicas, universitarias, postgraduadas y con excelencia académica, aunque la mayoría tenía pocos estudios.

Eran: desconocidas, conocidas, cónyuges, parientas y amigas; había entre ellas solteras, casadas, ex esposas, unidas, novias, ex novias, hijas, hijastras, madres, hermanas, nueras, primas y suegras, vecinas, empleadas, jefas, subordinadas, … la mayoría eran niñas y mujeres de esfuerzo, trabajadoras formales e informales; … ciudadanas de a pie, activistas, políticas y gobernantes, casi todas eran mexicanas y, entre ellas, algunas  tzotziles como las Lunas de Acteal, otras rarámuris, otras más nahuatls; algunas eran extranjeras…

A la mayoría las asesinaron en sus casas, de las otras no se sabe dónde…; algunas tenían huellas de violencia sexual, en la mayoría de los cuerpos no hay rastro; algunas estaban embarazadas; otras eran mujeres con discapacidad.

Algunas fueron encerradas, otras secuestradas, todas fueron torturadas, maltratadas, atemorizadas y sufrieron humillaciones; unas fueron golpeadas hasta la muerte, otras estranguladas, decapitadas, colgadas, acuchilladas, balaceadas;… todas estuvieron en cautiverio; aisladas y desprotegidas, aterradas, vivieron la más extrema impotencia de la indefensión; todas fueron agredidas y violentadas hasta la muerte; algunos de sus cuerpos fueron maltratados aún después de haber sido asesinadas. La mayoría de los crímenes está en la impunidad.

Por eso es necesario que se emprendan acciones para la prevención, que son menos caras que las acciones de protección y asistencia. Lo que significa que es necesario un mayor esfuerzo para detener esta otra terrible pandemia contra el 52.7% de la población.

Por eso creo que durante el proceso de socialización debemos entender que las niñas y los niños aprenden por el ejemplo, por eso decimos que si crecen en un hogar donde el padre golpea a la madre, los niños van a aprender que así es como los hombres deben tratar a las mujeres y las niñas van a aprender que así las deben de tratar.

Además, hay que educar en igualdad, con respeto, sin perpetuar estereotipos de superioridad de los hombres e inferioridad de las mujeres.

Por otro lado, se debe exigir a los medios masivos de comunicación y al sector de la mercadotecnia que erradiquen los mensajes que normalizan la violencia contra las mujeres, las que las colocan como responsables del cuidado de la casa y las hijas e hijos o bien su objetivización y sobresexualización.

Habría que diseñar materias en todos los niveles escolares dedicadas a la promoción de la igualdad entre mujeres y hombres y a erradicar la violencia contra las mujeres.

Campañas masivas para provocar el repudio social a todos los tipos y modalidades de violencia contra las mujeres, al fin y al cabo todas y todos tenemos una madre, una hermana, una hija o una esposa.

Reducir los niveles de impunidad de los delitos de violencia contra las mujeres y las niñas.

Y en medio de esta pandemia de violencia contra las mujeres y feminicidio, además tenemos que enfrentar la violencia y censura que ejerce el queerismo sobre las mujeres, la invisibilización a la que nos quieren condenar, que incluso hoy están proponiendo que se eleve a nivel constitucional la discriminación por género y el reconocimiento a la identidad de género autopercibida. Una batalla más que promueve la violencia machista.

Tomado de: Tribuna feminista

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Tres en la deriva del acto creativo (Fernando «Pino» Solanas)

Por Agustín Durruty y Tomás Guarnaccia

Una vez una fotógrafa preguntó: “¿Cómo se puede escribir sobre algo que se mueve todo el tiempo?”(1). El interrogante, que puede parecer inocente o hasta ingenuo, nuclea el gran problema de la crítica. El cine es contradictorio, fija aquello que discurre y se escurre: el tiempo. Pero su lógica también es la de dejar suceder aquello mismo que fija. Claro está que las imágenes y los sonidos quedan y uno los puede revisitar, aunque más no sea para que se vuelvan a escurrir. En el mundo de las ideas sucede algo parecido, la lógica de ese mundo es muy similar a la del mundo del cine. La idea, como lo real frente a la cámara, se pesca del caos, se aprehende y se intenta fijar, ordenar, acercar; dejarla ir es perderla, por eso la experiencia y su consecuente sabiduría traen aparejadas la capacidad de saber qué tomar y qué dejar ir. Asimismo, podemos también pensar que la creatividad encuentra una de sus bases en el juego con aquello que sobrevuela descontrolado. El artista es aquel que organiza el desorden, dice Pino Solanas en un momento de Tres en la deriva del acto creativo, su obra póstuma y apertura de la 36° edición del Festival de Mar del Plata.

La emotiva presentación de la película contó con la presencia de Juan Solanas, Victoria Solanas, Ángela Correa, Flexa Correa, Gaspar Noé y uno de los protagonistas del film, Luis Felipe “Yuyo” Noé. Entre todo lo que se dijo, Juan Solanas destacó que “para Pino arte, vivir y política eran lo mismo”. Un trinomio que al mezclarse y al ser puesto en escena por Solanas parece dar por resultado un cuarto elemento: la belleza. Desde su primer cortometraje hasta este último documental, estas cuatro esferas son una constante en la poética de Solanas, a veces colisionando entre sí y otras en plena armonía. Y en este sentido es curioso que Pino, autor durante los ‘80 de algunas de las imágenes más bellas, plásticas y memorables de la historia del cine argentino, haya elegido la estética de sus documentales testimoniales para registrar la cocina de la creación y el acto de sentarse a pensar sobre la poiesis.

Por momentos, el documental adopta la forma de film-diario: Pino se mueve con su cámara por todos lados y registra los encuentros con sus amigos. En palabras del director, Tres en la deriva del acto creativo surge como una película “sin planes preconcebidos”: un encuentro de tres amigos. Reunidos en la casa de Yuyo, los tres artistas rememoran y reflexionan acerca de sus respectivas disciplinas. Estas charlas dan pie a un racconto de sus trayectorias. La constelación de estos tres nombres no obedece solo a la motivación personal de elaborar una autobiografía. Eduardo “Tato” Pavlovsky, Luis Felipe “Yuyo” Noé y Fernando “Pino” Solanas se conocieron a fines de los años sesenta, cuando Pino concluía La hora de los hornos. La cuestión del contexto no es menor: como señala Solanas, se trata de tres figuras que resistían la dictadura a través del arte de vanguardia.

Si El legado estratégico de Juan Perón (2016), al volver a las míticas entrevistas realizadas al General junto a Octavio Getino a principios de los años setenta, implicaba una primera mirada retrospectiva de su carrera con énfasis en la militancia política, Tres en la deriva… funciona como una revisión integral de su obra artística y nos confronta a ella, sin pruritos o rencores, después de un par de décadas en las que la crítica intentó enterrarla. Solanas fue una de aquellas figuras paternas que los jóvenes y no tan jóvenes de los ‘90 debieron “derrocar” en el camino a la consolidación del Nuevo Cine Argentino. Subiela, Gallettini, Desanzo, Aristarain, Ayala, Olivera y Solanas, caían en una misma bolsa llamada “directores dinosaurios”(2); mientras en su lugar se levantaba una “estética de la abstención” como antítesis de la fuerte carga alegórica y declamatoria del cine de los años ‘80 y ‘90. Un “grado cero” para la renovación del cine argentino. Un camino que se encuentra hoy, asimismo, agotado, tal como el relato que lo sostiene: basta revisar las respuestas de Peña, Prividera y Varea a los recientes artículos de Llinás publicados en la revista Crisis, donde el desmedido esfuerzo por sostener y enaltecer el mito fundacional del NCA y el post-NCA acaso termine de apagar la llama que una vez lo encendió(3). Si, por tomar un mojón del NCA, el primer cine de Alonso, con una película como La libertad (2001), consagró un realismo que pretendía anular el discurso sobre lo representado (sin por eso imposibilitar lecturas de ese orden), con sus “imágenes fascinantes e imposibles de interpretar o de adscribir a una intención” (4), la obra ficcional de Solanas, en cambio, está atravesada por el trabajo sobre la imagen y su enunciación, es el cine de los grandes temas y voluntades. Y no es casual que algunos nombres invocados en Tres en la deriva… como modelo sean tres figuras-tótem del cine de autor de la modernidad (Welles, Bergman, Fellini), en cierta medida relegados en el canon actual del cine contemporáneo, como la propia obra de Solanas en Argentina.

En su nuevo film, a la cocina del trabajo creativo en la intimidad por parte del pintor y el dramaturgo, Solanas contrapone la raíz industrial de la imagen cinematográfica, en la que, sin embargo, el director se desenvuelve como pintor y dramaturgo a la vez, tal como se lo ve en los registros de sus rodajes: un coreógrafo, un compositor de la forma. En este sentido, Solanas le da particular importancia a su formación musical y menciona el trabajo sobre el “tempo del cine”; algo comprobable en este mismo film, donde logra hacer sonar armoniosamente sus disímiles y variados elementos. En Tres en la deriva… conviven, a modo de collage, materiales de diversas procedencias: fragmentos de sus películas, making-offs, grabaciones caseras, músicas que parecen extraídas de películas de comedia familiar, entrevistas de “cabezas parlantes”, voces en off de Pino y muchísimos sonidos e imágenes que chocan pero se amalgaman entre sí.

Siguiendo estos conceptos, también aparece en el documental la idea de que el director compone la imagen en movimiento como si se tratara de un artista plástico. Solanas se refiere, por ejemplo, al sueño del “cine dibujado” de Fellini. Desde este punto de vista, pareciera ser que el cine para Pino no parte de un mero reflejo de lo real, sino de la inspiración del creador, que puede improvisar en el set pero siempre parte de una idea, de una tesis. Un cine que no implica un esteticismo abstraído del mundo, sino al contrario: una imagen no-realista reflexiva.

Recientemente, a propósito del documental Solanas en filmación (Dolly Pussi y Enrique Muzzio, 2021) que retrata el rodaje de El viaje (Pino Solanas, 1992), el crítico Pedro Insúa llegó a una idea interesante: “Podríamos hablar de prolongación de su actividad social en el cine (o viceversa) aunque sería conceptualizar algo que las mismas imágenes simplifican: no hay desdoblamiento porque su terreno de acción es efectivamente el mismo, una constatación de que Pino no necesitaba hacer solo documentales para que el cine fuese su campo de acción político”(5). Podríamos tomar también esta fórmula para pensar que Pino no necesitaba solo hacer ficciones para que su cine fuese su campo de desarrollo de una búsqueda por lo eminentemente bello. La obra de Pino parece moverse y bascular entre una imagen no-realista reflexiva y una imagen realista estilizada.

Asimismo, a lo largo de Tres en la deriva…, la pregunta central gira en torno al misterio de la búsqueda de la imagen: el proceso creativo se desenvuelve en un permanente desorden y, como decíamos al principio, como una manera de ordenar el caos y “fotografiar un instante de esa constante transformación”: se trata, en palabras de Pino, de “sintetizar la realidad en el rectángulo” del cuadro, pero también de “mover el rectángulo”. Es decir, la ventana abierta al mundo está dotada de esa posibilidad de expresarse a través de la forma. Siguiendo a Solanas, en el proceso creativo no hay una línea recta sino un zig-zag, un viaje de crisis y riesgo, exactamente lo que sucede y emerge del caos que es Tres en la deriva…. En los tres artistas resalta una singular forma de compromiso con el arte; el trabajo artístico como una “pregunta desesperada”, una indagación en el “misterio terrible” de la vida. No solo hay alegría y felicidad a la hora de filmar, sino un constante estado de conflicto. Arte, vida, política y belleza, todo junto, todo en crisis y todo expuesto.

Tres en la deriva del acto creativo es el ejemplo de cómo Pino se acerca a Yuyo en un mismo abrazo al caos; pues ambos entienden que allí reside una de las muchas esencias, inevitables e inexorables, de la vida. La película deriva, abre ramas, abre para recibir todo lo que haya por delante y por detrás, todo lo que hubo en el pasado y todo lo que quizás venga.  Recibe tanto que constantemente corre riesgo de asfixiarse, de redundar, de ser un pastiche, pero Pino idea y encauza aquella bestia pantanosa que es la creatividad, hace acto del caos(6).

“Lo que nos une a los tres es la amistad, el arte y el compromiso político”, dice Pino. Además, los tres artistas fueron exiliados; Noé y Solanas en París, Tato en España. Sus trayectorias, como sus obras, están atravesadas por los sucesos históricos. Es notable una confesión de Yuyo en el documental: dice, en un momento de intimidad en su atelier, que su mayor influencia en la pintura es Perón. La experiencia del 17 de octubre significó para él un quiebre, un “espectáculo maravilloso” de explosión popular que determinó la visión quebrada de su pintura. La abstracción de su obra, que a primera vista parece ser la que menos marcas referenciales contiene en relación a los otros dos artistas, también está atravesada, en sus palabras, por un modo de ver, por una visión del mundo, y por el discurso. No se trata, entonces, del arte como mero vehículo de la expresión personal. La idea de una imagen no-realista reflexiva en el cine de Pino es exportable, con matices y variaciones, aquí con Yuyo. Solanas, en otro momento, acota que “el país duele” y que la indignación motiva el trabajo artístico; el arte aparece así como una lámina indivisible de un sufrimiento y un amor que ciñe sus anclajes en algo más que la propia individualidad. Se vuelve patente que, en los tres casos, fue la necesidad aquello que formó la conciencia política y lo que, en consecuencia, dio lugar a poéticas y obras con fuerte carga política: la Serie Federal de Noé, o las obras Potestad y El señor Galíndez de Pavlovsky, emergen como ejemplo.

En otro pasaje de la película, Pino le pregunta a Tato de dónde surge su necesidad de encarnar personajes monstruosos, en relación a su personaje inspirado en Astiz. Pavlovsky responde que las figuras del torturado y del torturador cohabitan en uno mismo. A su manera, Tres en la deriva… no sólo indaga en las posibilidades de la creación y en el río revuelto del mundo de las ideas, sino que problematiza la construcción misma de las imágenes. Pino cita la famosa respuesta que dió Welles cuando le preguntaron por qué interpretaba personajes tan terribles: “Si no los ayudo yo, ¿quién los va a ayudar?”, dijo el director y protagonista de Mr. Arkadin. La humanización de los carácteres del horror, el gesto de mirar de frente y firme al otro es una constante de la poética de Solanas, sea en sus films políticos, en sus ficciones de la post dictadura o en sus documentales de la crisis de 2001. Asimismo, siguiendo a Pavlovsky, la exploración de la propia subjetividad, en su dimensión más terrible y, claro, humana, está íntimamente vinculada con los conflictos macropolíticos. Este film póstumo de Solanas abraza, como no podía ser de otra manera, esa conciencia.

Tres en la deriva… es una película de despedida tanto como un retrato del ocaso de tres artistas modernos, hijos del siglo XX, a contramano del paradigma actual. La presencia de dos hijos realizadores, Juan Solanas y Gaspar Noé, constata una ruptura en la que la pregunta por lo nacional y por el propio momento histórico deja de ser una motivación central. Y acaso el desarraigado cine de Noé —hijo del exilio e “integrado al cine francés”, como sugiere Pino— condense en sí mismo una pata del problema de la supuesta “generación huérfana” de los noventa(7). Por su parte, Juan Solanas se distancia de la idea del riesgo (de manera literal) al recordar el infarto de riñón sufrido por Pino durante la realización de una de sus películas. Allí, la idea romántica del compromiso artístico, de la entrega absoluta al trabajo creativo, encuentra un límite. Algo similar sucede cuando Pino le pregunta a Gaspar Noé sobre la crisis que supone atravesar la producción de una obra, una pregunta que Noé interpreta de manera financiera antes que existencial.

Las palabras finales de Pavlovsky resuenan como el eco fantasmal del propio Solanas en su película póstuma. Aun en la proximidad de la muerte, aun sufriendo cortos momentos de desesperación, sostiene que el teatro, y el arte en general, está ligado a la vida y al deseo. Y así es que, al mismo tiempo que Solanas revisaba su propia trayectoria, con El legado… y Tres en la deriva…, también retomaba el segmento de su filmografía abierto por Memoria del saqueo (2004), para concluir la serie a la que se refiere como “crónicas de la Argentina neoliberal” con Viaje a los pueblos fumigados (2018).

El cine es el arte del siglo XX, por eso, retomamos el inicio de este texto y volvemos a interrogarnos acerca de cómo se puede pensar aquello que se mueve en constante devenir y suceder, como lo son el tiempo y el mismo cine. El cine de Solanas amerita ser revisado por esa constante preocupación por estar en contacto con los problemas de su época, por pescar del transcurrir del tiempo aquel elemento que también corre descontrolado y desorganizado: la Historia. Pensar a Pino es volver a la escala mayor, es volver a los grandes temas, es tratar al cine como el arte indómito que es. Acaso la revisión del cine de Solanas sea una puerta de salida de los problemas contemporáneos del agotamiento del realismo observacional, del formalismo lúdico o cine del shock por el shock. Frente a las inertes tabulas rasas que solo proponen superficies lisas y los “fin de la historia”, la recuperación de un diálogo histórico-estético parece fundamental. “A mis hijos Victoria y Juan Diego / A quien tenga veinte años”, dice la dedicatoria del libro La mirada (Solanas y González, Puntosur, 1989), pero parece también decir toda la obra de Solanas.

Luego de conocerse la noticia de la muerte de Solanas, el crítico brasileño Victor Guimarães publicó en su twitter una simple pero fuerte idea: “Sus películas y textos siempre han sido esto: enormes reservas de aire fresco hechas para inventar respiraciones. Las cuales siguen entre nosotros”(8). Un año después, pero ahora en el estreno mundial de Tres en la deriva del acto creativo, Ángela Correa, compañera por casi treinta años de Pino, cerró la presentación del film con una gran descripción de lo que es la obra de Solanas: “El cine de Pino es poesía, y la poesía abre ventanas, y las ventanas son para que respiremos”. El paso de este caótico y hermoso documental no quedará en el olvido, su proyección fue una bocanada de aire fresco que oxigenará no solo al festival o al cine; a Pino le importaba algo más: darle aire a la gente para así seguir curioseando, jugando, preguntando, luchando y, claro, viviendo.

Notas al pie

  1. Pregunta de Julia Russo Martínez esbozada en una charla privada.
  2. “Conversación en el Maxi”, El Amante n°40, p. 24. LINK.
  3. Menem y el cine: la hora de los viejos (primera parte) (Mariano Llinás) LINK

Menem y el cine: la hora de los estudiantes (segunda parte) (Mariano Llinás) LINK

Cine y 2001: la hora de los críticos (tercera parte) (Mariano Llinás) LINK

¿A quién le importa? A propósito de Llinás, Peña y la historia del cine argentino (Nicolás Prividera) LINK

Cine, menemismo y medias verdades (Fernando Varea). LINK

  1. «El misterio del leñador solitario», El Amante, nº111, junio de 2001. LINK
  2. Crítica completa de Pedro Insúa sobre Solanas en filmación (Dolly Pussi y Enrique Muzzio): LINK.
  3. Esta idea se vuelve literal en el afiche promocional del film, donde la palabra “caos” se encuentra tachada y reemplazada por “acto”.
  4. Una generación de huérfanos. Encuesta a jóvenes directores argentinos (Sergio Wolf). LINK
  5. Traducción propia. Tuit original.

Tomado de: Las veredas

Tráiler de Tres en la deriva del acto creativo (Argentina, 2021) de Fernando E. Solanas

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Más allá de los límites de la realidad. Una mirada a través de la antología de Edgar Wright

Edgar Wright es un guionista, productor, actor y director de cine y televisión inglés.

Por Ernesto Delgado

Resulta interesante cómo últimamente se mira el formato de las antologías no como un medio, sino más bien como un género. Más aun teniendo en cuenta que la naturaleza de las mismas es la de abarcar en un formato, varias historias que puedan reflejar diferentes caras de una temática concreta, o fragmentos de aleatorios relatos breves que no tienen por qué seguir un solo género. Edgar Wright exploró en su trilogía seminal de cine paródico, una forma de antología diferente con una visión del medi muy particulares.

Rastrear el origen, o la popularización más bien, de este medio en el formato cinematográfico sería llegar a La dimensión desconocida (Rob Serling, 1959-1964), en la que el artificio servía -y sirve- como extensión de la singularidad de cada capítulo. Los episodios se presentan como distintivas narraciones, directamente reconocidas como ficción y señalando la propia naturaleza cambiante de las mismas. Todas las semanas Rob Serling aparecería en el televisor para resetear la lógica que se exhibió en el capítulo anterior, y así sucesivamente, creando una suerte de serial inagotable de leyenda y fantasía en la que cabe cualquier tipo de historia. La serie se vende como producto de género, pero en el que acaban entrando episodios que destilan un costumbrismo inaudito, que incluso Chicho Ibáñez Serrador muchas veces tomará prestado para sus Historias para no dormir (1966-1982).

Este formato se empezará a adaptar al cine de una manera algo más comedida, en la que la película marca las separaciones entre las historietas, y en general aunando las mismas bajo un género compartido. Se rechaza el supuesto de que la antología pueda concebirse como algo más amplio: una serie de películas bajo un mismo sello que comparta una temática similar, pero que convivan independientes las unas de las otras. Hay intentos, desde los más clásicos como el que ocurrió con Halloween III: el día de la bruja (Tommy Lee Wallace, 1982), hasta los más contemporáneos como puede ser la franquicia Cloverfield.

Parece ser un propósito difícil de mantener en algo tan poco duradero para el mercado general, comparado con la sencillez y lo fácil de encajar que es realizarlo en un formato televisivo. De hecho, aunque menos ambicioso, es mucho más fiel al estilo original de las recopilaciones de relatos cortos y magazines de ciencia ficción en las que se inspira La dimensión desconocida en un principio. Edgar Wright se apropia del propósito general de este formato para encontrar un mínimo común múltiplo en su versión única del medio. La autoproclamada Trilogía del Cornetto  evalúa tres subgéneros sucesores de uno mayor, para mofarse en forma de sátira posmoderna, a lo spoof movie, de la irónica naturaleza auto-regurgitada de las mismas, y siempre desde un esquema palpable a lo largo de las tres películas.

Se permite entonces repetir chistes para encontrar esos momentos de firma personal y reconocimiento para crear una mayor imagen general a la larga. El que las tres películas sean protagonizadas en mayor medida por los mismos actores, con cameos recurrentes, invita a fantasear sobre la premisa de la dimensión desconocida. Incluso se permite introducir una especie de presentador estilo Rob Serling para Arma Fatal (2007) en forma de una narración en off al principio de la película. Curioso, siendo esta la menos fantasiosa de las tres, pero la que más interesada parece en explícitamente referenciar sus fuentes. De nuevo, en un alarde de mitificación posmoderna, Wright decide que sea la menos amarrada al concepto de género (Arma fatal es, en gran parte, una película de acción sin acción)  la que verbalice los clichés del policiaco americano y los sustituya por unos infinitamente más evidentes, y haga de la parodia una parodia en sí. De ahí que el personaje de Nick Frost sea prácticamente una sucesión de capas de ironía que se superponen las unas a las otras, siendo el enterado marisabidillo que se sabe todas las pelis de tiros, pero también el que termina torciendo el propio concepto de la acción en la película hacia uno más exagerado.

Es una forma muy interesante de comentar los géneros que estás adaptando, viéndolo a través un prisma más cotidiano: los amigos que se sientas en el sofá a ver películas de acción, jugar a juegos de zombies y que en secreto crean planes para sobrevivir a una invasión extraterrestre. Wright ya tantea con esta forma de parodia en la serie Spaced  (1999-2001) -que sirve a su vez como prototipo para alguna premisa que más tarde expandirá en alguno de sus largometrajes- y que otras franquicias han intentado emular con diferentes resultados. La autoconsciencia con la que se están evaluando clichés de según qué géneros se vuelve anecdótica comparada con el hecho de que la propia cinta es abiertamente consciente de que está haciendo justamente eso. Cuando en Zombies Party (2004) se utiliza música de Zombi (George A. Romero, 1978) para el principio de la película sirve como recordatorio de la naturaleza bibliográfica de la misma, de su propósito paródico, y de un conocimiento específico del subgénero (sin dejar nunca del todo claro que esta referencia existan en el universo tangible de la ficción), para más tarde desvelar que en efecto los personajes saben qué es un zombie y qué significa que hayan zombies en esta historia. Shaun (Simon Pegg) llega a comentar incluso lo incómodo que le hace sentir la propia palabra, y para acabar de cerrar el círculo de consciencia, Nick Frost cita a Romero con el “we’re coming to get you Barbara”.

Esto es una imagen más pequeña de la escala general a la que esta trilogía parece que aspira. En Bienvenidos al fin del mundo (2013) rompe por completo con esta secuencia de eventos para desligar el referente de la antología. Mientras que en Zombies Party, en parte por temas de presupuesto, dirige el fin del mundo como un inconveniente que casi nadie parece darle el peso que de verdad merece, en la tercera entrega ese mismo escenario es puesto patas arriba por una plétora de personajes que quieren entender, o quieren temer. No hay nadie que señale lo mucho que esto o aquello se parece a esto otro, o aquello otro. Parece que la película quiere distinguir lo evidente que es su puesto en una franquicia en la que se puede estimar lógica junto a sus dos compañeras, pero que se atreve a incumplir la premisa que Wright plantea en la primera. Que en Zombies Party resulte gracioso querer escapar del apocalipsis escondiéndose en un pub, en Bienvenidos al fin de mundo va haciéndose cada vez más y más patético a medida que la idea empieza a tener sentido para los protagonistas.

Pero lo que de verdad termina de aunar la tercera película con el resto como una única antología separada en tres partes es el recuperar esa idea de reset que propone Serling en La dimensión desconocida. Que los personajes de Simon Pegg en las dos primeras entregas funcionen como los racionales de la pareja, y los de Frost como los inmaduros, para que en la tercera se intercambien los roles, no es ninguna coincidencia. Que se deja intuir muy explícitamente que, consciente o inconscientemente, estos protagonistas hayan compartido unas personalidades tan reconocibles y tan similares, para luego deformarlas de manera tan categórica no es sino una señal extradiegética de que el fin de estas tres películas es uno antológico. Es una mirada transformadora y mutante, que pone en evidencia la idea de la parodia simplista, e incluso la de la parodia redicha y de recordatorio constante, la que hace que de verdad merezca la pena ahondar en este concepto de antología cinematográfica, épica y comedida, sin etiquetas ni ataduras, capaz de crear cátedra incluso en lo que a los subgéneros atiende. Todo es posible, más allá de los límites de la realidad.

Tomado de: Mutaciones

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La titánica Kate en la corte de Luis XIV

Por Rafael Grillo

Ahora que la chica linda de Titanic (1997) celebra su segundo premio Emmy de actuación por el papel de corajuda policía en Mare of Eastown, erigida en icono femenino de 2021 con su renuencia a usar maquillajes y a dejarse retocar los pliegues de la barriga con Photoshop para esa serie de HBO, y antes de que la veamos encarnando a la legendaria fotógrafa de guerra Lee Miller en el nuevo proyecto de la directora Ellen Kuras, vale la pena retroceder hasta 2014 para disfrutar de Kate Winslet encarnando a otra mujer empoderada, en el rol casi imposible de una diseñadora de jardines que fuera aceptada, en el siglo XVII, por el caprichoso Luis XIV para su pantagruélico proyecto del Palacio de Versalles.

La película hace la advertencia cuando aún no ha exhibido su primer fotograma: nada de based in true events, el personaje protagónico ni siquiera existió. Luego, esto no es “cine histórico”, sino apenas “cine de época”, al estilo de aquel Sense and Sensibility (1995) con el cual Winslet cosechó su primera nominación (de un total de siete) al Oscar (solo ha ganado uno, en 2008, con El lector). Justo fue en esa cinta de Ang Lee donde la actriz compartió reparto y conoció al actor Alan Rickman, quien la dirigiría en A Little Chaos.

Mientras la británica interpreta a una Sabine du Barra harto ingeniosa en su oficio, irreverente y de tenacidad sin límites, pero atormentada por el recuerdo de la muerte del marido y su hija pequeña (en circunstancias que la cinta maneja a cuenta gotas, con ínfulas de suspenso, y que esta nota no revelará para no pasarse en spoilers); su compatriota, que como actor es el villano inolvidable de Robin Hood, príncipe de los ladrones (1991), la primera entrega de Duro de matar (1988) y el Severus Snape en la saga de Harry Potter (2001-2011), se empeña en llevar las riendas por segunda vez en su vida (y última, porque falleció en 2016): un rol como director cinematográfico en el que ya se había estrenado en 1997 con El invitado de invierno.

Rickman, además, reserva para sí el papel del voluble y grandilocuente Rey Sol, atribuyéndole a este monarca los destellos de humanidad que una encomiable cinta anterior, Le roidanse (2001), de Gerard Corbiau, le había negado; y que, definitivamente, le serían devueltos por una posterior, la gigantesca La muerte de Luis XIV (2016), de Albert Serra.

Aunque, injertados en una sana y racional perspectiva histórica, nos cueste como espectadores creer que en la Francia de entonces —y nada menos que dentro de su porción aristocrática—, rabiosamente clasista y sexista, se pudiera abrir una brecha para la resignificación de los roles de género, el manejo del conflicto desde una dimensión interpersonal, facetoface, entre Sabine y Luis XIV, con la instauración de un respeto y admiración recíprocos como baluartes, llega a hacer verosímil la propuesta fílmica.

Para esto, dos escenas serán claves: la del primer tope entre la protagonista y un rey que va de incógnito, donde una Sabine en ropa de faena exhibe todo su savoir faire sobre el arte de la jardinería. Y la segunda, cuando una deslumbrante Kate, emperifollada para la fiesta en la corte, expone un alegato en defensa de las rosas y su efímera belleza, reflexión “filosófica” cuyo subtexto es el realce del valor de la mujer a pesar del paso de los años y sus huellas en lo físico.

Sin embargo, no esperen que vaya a más esta película en su planteamiento feminista. De hecho, los mayores obstáculos que encuentra la protagonista para cumplir su cometido de aportar un toque de exquisitez al salón de baile en el área exterior de la nueva residencia real no provendrán del exceso de testosterona imperante en la época ni de la envidia de rivales del oficio de sexo opuesto, sino de los celos de otra mujer (la actriz Helen McCrory), y del temor de que se derrumbe su matrimonio dados los muchos encantos de la recién llegada. Porque —y es lo que justifica la exhibición de A Little Chaos en el espacio Amores difíciles— es una pretensión de esta cinta contar la historia de un amor que irá naciendo entre Madame du Barra y su jefe directo, André Le Notre, el arquitecto paisajista empleado del rey.

Ese sustrato dramático, que se supone neurálgico en el argumento aportado por Alison Deegan (con el propio Rickman y Jeremy Brock como coguionistas), por el contrario, resulta su aspecto más flojo. A la otra estrella de la película, Matthias Schoenaerts, revelación en De óxido y hueso (2012) y eficiente en el casting de The Danish Girl (2015), se le obligó, obviamente, a ponerse el traje de hombre contenido, cuya conducta es aquiescente, incluso ante las infidelidades abiertas de la esposa. Queda dicho por la boca del mismo personaje, en el instante que se contrasta con Sabine: “Tu corazón late con fiereza. Mi latido es un susurro inaudible”.

Pero, aun así, a la interpretación de Schoenaerts le faltan matices, esperables, cuando menos, en los momentos en que su romance con Kinslet alcanza la cumbre de su consecución. Tal vez —intuye este exégeta— el belga quedó anonadado ante el magisterio actoral de su partenaire o la avasalladora robustez del personaje de la jardinera y su feminidad intrépida.

Para las cuotas a favor, hay que apuntar la efectividad de la McCrory para brindarnos a la enfurruñada ante el amorío de su esposo, que le devuelve como en un espejo la imagen de sí misma y la lección sobre la trampa mortal del engaño dentro de una pareja. Exquisito, como siempre, Stanley Tucci, de una comicidad sutil en sus breves apariciones como príncipe de Orleans.

En los apartados de la realización en general, cabe resaltar la dirección de fotografía de Ellen Kudras (la colaboradora de Michel Gondry en aquella Eternal Sunshine of the Spotless Mind, de 2004) y la banda sonora del joven chelista Peter Gregson, rutilante, sobre todo, en el apoteósico cierre del baile en el jardín. Y, a fin de cuentas, se agradece que A Little Chaos apueste por la chispa de emotividad y desarreglo que tributa lo femenino para desmontar ese frío racionalismo, atribuible a la herencia francesa, pero acaso, también, tan masculino.

Tomado de: Cubacine

Trailer del filme Un pequeño caos (Reino Unido, 2014) de Alan Rickman

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Fidel y la educación

Fidel Castro Ruz Foto Vanguardia

Por Graziella Pogolotti

Fidel concibió la educación como uno de los ejes fundamentales en la estrategia orientada a la conquista de la soberanía, la justicia social y la necesaria lucha contra el subdesarrollo. Para lograr tan ambiciosos propósitos transformadores, había que introducir profundas reformas estructurales, a la vez que se procedía a la construcción de un sujeto crítico, capaz de asumir con plena conciencia el proceso emancipador.

A pocos años del triunfo revolucionario se emprendieron, en rápida sucesión, la Campaña de Alfabetización, la Reforma Universitaria, que arribará a su sexagésimo aniversario en el próximo 2022, y la fundación de los primeros centros de investigación científica. El plan de becas viabilizó el acceso al estudio de niños y jóvenes procedentes de los sectores más humildes. Vencido el analfabetismo, se implementaron vías para garantizar la superación permanente de las grandes mayorías. En muchos centros de trabajo las oficinas se convertían en aulas después de la jornada laboral. Del dominio de las primeras letras se pasaba al empeño por escalar el sexto grado.

La escuela es el ámbito formal a través del cual los educandos adquieren instrucción, habilidades, formas de convivencia y principios éticos esenciales. Le corresponde favorecer el despertar de curiosidades, germen del indispensable acceso a las realidades del mundo y acicate para la preparación de futuros investigadores e innovadores.

Para el logro de la complejísima operación de formar ciudadanos, instruir representa el primer peldaño en la delicadísima misión de estimular inteligencias y afinar sensibilidades.

Se requieren planes y programas que conjuguen la preservación de la memoria viva —hecha de historia y tradición, raíz de identidad— con la proyección hacia una modernidad caracterizada por desafíos sin precedentes planteados por avances tecnológicos que se articulan a un pensamiento neoliberal invasivo, a la depredación del planeta, a la exacerbación del individualismo, al desplazamiento de la competitividad en detrimento de la solidaridad, a la profundización de las desigualdades, al socavamiento perverso de las funciones del arte y la cultura y a la manipulación de las conciencias por parte del poder hegemónico. En ese mar de conflictos habrán de estar comprometidas las nuevas generaciones.

Planes y programas de estudio, métodos de enseñanza despojados de autoritarismo ofrecen herramientas para ingresar en el universo del mañana. Pero el papel fundamental descansa en la tarea insustituible del maestro, figura que reclama con urgencia el debido reconocimiento social, denominación genérica que, violando las normas de la ortografía, habría que escribir siempre con mayúscula. Merecedor de una justa remuneración salarial, su formación actual exige un permanente y riguroso plan de superación que conduzca a eliminar deficiencias palpables en muchos resultados docentes en lo referido al dominio de la lengua materna y de la historia, con la aplicación de prácticas destinadas a estimular el ejercicio del pensar.

La educación corresponde a la escuela. Pero no solo a ella. El hogar armónico y funcional transmite memoria, siembra valores y promueve expectativas de vida. El entorno edificado, libre de desechos, con calles y aceras primorosamente preservadas, imponen al transeúnte el respeto a las normas básicas de conducta para la conservación de un hábitat que todos compartimos. No menos importante resulta el rescate de las delimitaciones entre espacio público y privado. Después de meses de confinamiento, el regreso a la normalidad se manifiesta en el estallido atronador del ruido. Los antiguos pregones, ajustados a la medida de la voz humana, modelados por nuestra tradición musical, han sido sustituidos por bocinas que repiten el mismo monótono mensaje y perforan el oído de quienes, en el hogar o en el centro de trabajo, disfrutan del merecido descanso o requieren la indispensable concentración para llevar a cabo cumplidamente su tarea. Las noches tampoco deparan el reposo que todos demandamos, cuando festejos y bares perturban la tranquilidad hasta altas horas de la madrugada.

Maestro del arte de la comunicación, Fidel fue un educador incansable y sistemático. Rompió los esquemas establecidos para la oratoria por la retórica al uso, tan frecuentemente empleados por la demagogia política que aún opera en las campañas electoreras en muchos lugares del mundo. En relación directa con el pueblo, su interlocutor privilegiado, comprendió la naturaleza del intercambio entre la pantalla del televisor y su destinatario, instalado en la intimidad del hogar. Supo adoptar en este caso, un eficaz estilo conversacional. Como lo afirmó en alguna ocasión, compartió con el oyente «el parto de las ideas», modo de poner en práctica un productivo ejercicio del pensar. Su extraordinaria capacidad comunicativa le permitió extender el diálogo implícito a las concentraciones masivas en la Plaza de la Revolución. Esa facultad inspiró al Che una reflexión constitutiva de uno de los hilos conductores de El socialismo y el hombre en Cuba.

Forma y contenido se fundían armónicamente en un propósito común. El pueblo tenía que convertirse conscientemente en protagonista de una historia, crecer para arrostrar los mayores desafíos.

En un recorrido que se extiende desde la euforia del triunfo de enero hasta sus memorables palabras en el Aula Magna, lugar y circunstancia cargados de simbolismo, siempre afrontó la verdad en toda su esperanza, analizó los problemas de la Isla en su contexto específico y también en el de un planeta del cual, de manera ineludible, formamos parte. Nunca evadió encaminar el análisis de los fenómenos en su más intrincada complejidad.

Compleja es la época que nos ha tocado vivir. Tenemos que superar enormes obstáculos objetivos. Para lograrlo es indispensable la formación de un sujeto lúcido y participante. Su desarrollo pasa por el camino de la educación.

Tomado de: Juventud Rebelde

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Hasta siempre, Fidel

Por Rosa Miriam Elizalde

A esta misma hora, hace cinco años, los restos mortales recibían los honores del pueblo de Santiago de Cuba. El armón militar había recorrido en cinco horas, comenzando a las siete de la mañana y sin escala, los pueblecitos que van desde Bayamo a la Ciudad Héroe.  En la noche, medio millón de santiagueros se concentraba en duelo en la Plaza “Mayor General Antonio Maceo”.

Ustedes pueden seguir en este libro, con lujo de detalles, el itinerario que comenzó con el mensaje de Raúl en el que nos anunciaba que a las 10:29 de la noche del 25 de noviembre de 2016  falleció el Comandante en Jefe de la Revolución cubana, Fidel Castro Ruz. Pueden seguir las guardias de honor, los discursos, las filas interminables en la Plaza de la Revolución para despedirlo y firmar el juramento de cumplir con el concepto de Revolución, la creatividad para decir adiós, las luces de los móviles que alumbran el paso del armón por la Carretera Central durante la noche, los abrazos, las lágrimas, los crisantemos blancos sobre la urna funeraria, las madres y los padres con sus hijos, los jóvenes y los ancianos, los blancos y los negros, la expresión de dolor que dice de mil maneras es verdad, murió, se ha apagado el luminoso perfil de Fidel y cae ahora sobre todos nosotros la sombra melancólica de su memoria.

El libro termina en las primeras horas de la mañana del domingo 4 de diciembre, cuando el General de Ejército deposita la pequeña arca con las cenizas del revolucionario en el Cementerio de Santa Ifigenia. A lo largo de 1 121 kilómetros, de La Habana hasta Santiago de Cuba, más de 5 millones de cubanos despedían al líder en un país que se había paralizado con la noticia y que compartía con tristeza serena la frase “Yo soy Fidel”, consigna que cada cual expresó como pudo, con voces rotas, con trazos en pedazos de cartón, con piedras en las laderas de la montaña o tatuada con creyón de labios en el rostro de una muchacha.  Hubo quien entendió que no solo había muerto un símbolo, un genio político, un gigante de la Historia (en mayúsculas), sino un padre, un hermano y un esposo, y colgó de un puente una gran sábana que decía: “Gracias, Dalia, por cuidar a Fidel”.

Cuando Alberto Alvariño, el jefe de la Oficina de Preservación de Patrimonio del Palacio de la Revolución, fue a vernos a Ernesto Niebla y a mí para proponernos hacer este libro, ambos estábamos en shock y creo que no habíamos vivido ni la mitad de las emociones de aquellos días, porque aún no había salido el armón militar de La Habana. ¿Cómo íbamos a replicar el sentimiento de millones de cubanos, sentimiento que era colectivo pero que a la vez era muy íntimo, abrumadoramente personal? ¿Cómo traducir aquel dolor que, como diría la poeta matancera Carilda Oliver, era todavía difícil de interpretar y que crecía con una profundidad implacable?

Obviamente tuvimos que tomar distancia de unos pocos días para armar la arquitectura del libro. Decidimos entre todos que sería eminentemente gráfico. Pensado para el lector que había vivido en primera persona estos acontecimientos o para alguien que, en la distancia de los años o de los siglos, pudiera comprender qué pasó del 25 de noviembre al 4 de diciembre de 2016 en este país. Por tanto sería factual: habría datos, un mapa con el recorrido de la caravana, la hora exacta en que pasaba el armón por cada tramo de la Carretera Central, pequeños textos explicativos, los discursos de los actos, las breves notas oficiales que se emitieron en esos días, algunos versos. Pero la reina de este volumen sería la fotografía de prensa y es por eso que verán aquí 529 imágenes de 40 fotógrafos que cubrieron los homenajes para publicaciones nacionales y provinciales, además de las que aportó el equipo de Estudios Revolución. Son fotos seleccionadas entre miles, algunas hechas con cámaras muy sofisticadas y otras muy modestas, aunque todas, en conjunto, arman una especie de lectura y escritura visual de ese momento en que Cuba dice Hasta siempre Fidel.

Queríamos que quien vivió estos hechos y el que no, alguien que en el futuro viera este libro, sintiera la cercanía con lo real, con una emoción en bruto que pudiera compararse con aquel momento de Hanoi Martes 13, el documental de Santiago Álvarez, en que la imagen tomada al vuelo, inestable e incluso desenfocada describe no solo el sentimiento de los protagonistas, sino del fotógrafo.  Como cuando están filmando un bombardeo en Vietnam y aparece en cámara un niño alcanzado por la metralla. En ese breve instante, quizás el más dramático de la película, la imagen pierde nitidez porque el camarógrafo está llorando. “La belleza es la verdad y la verdad es la ausencia de retórica”, decía Santiago.

Niebla es un artista que honra el Premio Nacional de Diseño del Libro, que recibió en 2019. La fusión de un diseño exquisito, junto con la edición cuidada de Juan José Valdés, a cargo en la Imprenta Federico Engels  y, por supuesto, la fotografía de más de 40 compañeros, logran un lenguaje estético único. Aquí no vemos otra cosa que el pueblo cubano como personaje central de un momento que quedará registrado para siempre en la historia nacional; un pueblo que expresa su dolor con dignidad y que nos transmite de mil maneras un solo sentimiento: la única defensa contra una pérdida así es el amor.

Tomado de: Cubaperiodistas

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Fassbinder por Fassbinder. Las entrevistas completas

Edición: Robert Fischer

De momento planeo hacer con treinta años mi película número treinta. Ya he conseguido mucho de lo que un director puede esperar, he tenido más éxito que la mayoría y gano más dinero que la mayoría, pero ninguna de esas cosas vistas por sí mismas me ha hecho más feliz. No sé cómo podría ser feliz cuando veo cómo vive la gente. Encontrarme con gente en la calle o en las estaciones de tren, ver sus caras y observar sus vidas, todo eso me llena de desesperación. Lo que más quiero entonces es gritar bien fuerte.

* * *

Existe una sinceridad muy sincera y una sinceridad casi sincera y una sinceridad semi sincera y una sinceridad casi insincera, y solo entonces empieza la mentira. No siempre cuento toda la verdad. Pero mentir es algo que en realidad no hago nunca.

Rainer Werner Fassbinder

Tomado de: El cuenco de plata

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Del sida al ómicron: el apartheid farmacéutico nos lastima a todos

Imagen tomada de La voz de Galicia

Por Amy Goodman & Denis Moynihan

El 1 de diciembre se conmemoró el Día Mundial del Sida. En esta fecha, hace cuarenta años, se registraron los síntomas por primera vez y desde entonces más de 36 millones de personas han muerto en todo el mundo a causa de enfermedades relacionadas con el sida. La tasa de mortalidad se va desacelerando a medida que la distribución de tratamientos farmacológicos eficaces se expande. Sin embargo, la desigualdad que durante mucho tiempo alimentó la epidemia del sida aún existe y trae consecuencias funestas, particularmente para los pueblos del sur de África. La persistencia y los impactos enormemente desiguales de esta epidemia aún vigente sirven como advertencia frente a la incipiente circulación de la nueva variante ómicron del virus de la COVID-19 por el mundo.

Actualmente se sabe poco acerca de esta variante del SARS-CoV-2 identificada recientemente, particularmente con respecto a si se propaga con mayor facilidad o si puede ocasionar síntomas de COVID-19 más graves. Pero lo que sí se conoce se debe en gran medida a la rápida identificación de la variante por parte de científicos de Botsuana y Sudáfrica. En conversación con Democracy Now! Fatima Hassan, fundadora de la organización Health Justice Initiative, elogió a estos científicos: “Creo que se debe valorar el modo en que trabajaron, sin generar un manto de secretismo en torno a esta variante en particular”.

Sin embargo, en lugar de ser reconocidas, las naciones del sur de África están siendo aisladas. Estados Unidos implementó rápidamente una prohibición de viajes que restringe el ingreso de personas de ocho países del sur de África. Brasil, Canadá, la Unión Europea, Irán y el Reino Unido siguieron su ejemplo.

“Se impuso una prohibición de viajes desigual para muchos países del sur de África”, señaló Fatima Hassan. “En realidad, es bastante racista”.

En respuesta a las prohibiciones, el presidente de Sudáfrica Cyril Ramaphosa expresó: “La aparición de la variante ómicron debería ser un llamado de atención para que el mundo deje de permitir la desigualdad en el acceso a las vacunas. Hasta que no estemos todos vacunados, todos seguiremos estando en riesgo. En lugar de prohibir los viajes, los países ricos del mundo deben apoyar las iniciativas planteadas por los países en vías de desarrollo para obtener y fabricar la cantidad necesaria de dosis para vacunar a su población sin demora”.

El secretario general de Naciones Unidas, Antonio Guterres, calificó las prohibiciones de viajar como un “apartheid de viajes”, que solo sirve para exacerbar la creciente división mundial ocasionada por el apartheid de las vacunas. En un artículo de opinión publicado recientemente, el director general de la Organización Mundial de la Salud, Tedros Adhanom Ghebreyesus, calificó el acaparamiento de dosis de vacunas por parte de países ricos, cuyas poblaciones están altamente vacunadas e incluso tienen dosis de refuerzo, como una “locura epidemiológica y moralmente repugnante”.

Sería más fácil vacunar al mundo que intentar vanamente impedir que las variantes de COVID-19 crucen fronteras. Ómicron es un ejemplo de ello; como detalló el periódico The New York Times esta semana, la variante ya estaba presente en Holanda antes de que se anunciara su existencia en África. Pasajeros de aviones procedentes de Sudáfrica llevaron la variante a Europa, donde las variopintas restricciones de viajes, que se contradicen de un país a otro, y los protocolos de cuarentena inadecuados hicieron que funcionarios holandeses obligaran a muchos viajeros potencialmente positivos de ómicron a partir hacia sus destinos finales, lo que aceleró la propagación de la nueva variante.

Las empresas farmacéuticas que se están beneficiando económicamente de la pandemia están ralentizando la vacunación en los países de ingresos medios y pobres. Con las patentes de las vacunas, empresas como Pfizer, BioNTech y Moderna están utilizando los derechos de propiedad intelectual para evitar compartir sus fórmulas secretas de vacunas.

El profesor de periodismo Steven Thrasher ve un paralelo entre el modo en que las grandes farmacéuticas están actuando ahora con la COVID-19 y el modo en que los países del Sur Global, y principalmente del sur de África, han sido y continúan siendo afectados por el sida.

“Hoy en día no hay ninguna razón para que alguien pueda morir de sida. Es un virus que avanza lento y, por lo tanto, desde el momento en que sabemos que alguien se ha contagiado, podemos brindarle todo el apoyo que necesita. Tenemos la capacidad científica para ello. Tenemos los medicamentos para ello. [Si esto no sucede] es simplemente por una cuestión de proteger el capitalismo y las ganancias de las empresas farmacéuticas”, afirmó el profesor Thrasher en conversación con Democracy Now! Y agregó: “Ahora, nuevamente, estamos viendo dinámicas muy similares con la COVID-19. Tenemos las vacunas y tenemos medicamentos que son muy efectivos, y una vez más su distribución en el Sur Global está siendo restringida para proteger las ganancias de las empresas farmacéuticas”.

Hace más de un año, Sudáfrica e India propusieron que la Organización Mundial del Comercio emitiera una exención temporal al acuerdo sobre los derechos de propiedad intelectual, conocido en inglés como TRIPS, con el fin de acelerar la vacunación contra la COVID-19 a nivel mundial. En mayo pasado, el presidente Joe Biden fue aplaudido por apoyar tal exención. La semana pasada, Amnistía Internacional, junto con miembros del Congreso de Estados Unidos y muchas organizaciones sindicales, de salud y de la sociedad civil entregaron una petición a la Casa Blanca, firmada por más de tres millones de personas, donde señalan que “seis meses después, en ausencia del liderazgo de Estados Unidos para lograr un acuerdo de exención, la Unión Europea, en nombre de Alemania, junto con Suiza y el Reino Unido han bloqueado el progreso de las negociaciones”.

La gente está por encima del lucro. Ese debe ser el mantra que nos guíe ahora que estamos entrando en el tercer año de la pandemia de COVID-19. Si no se toman medidas urgentes, así como hoy aún seguimos luchando contra el sida, bien podríamos terminar lidiando con la COVID durante cuarenta años más.

Tomado de: Democracy Now

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Ser inmigrante y haitiano en República Dominicana

Foto Telesurtv

Por Alberto Piernas @AlbertoPiernas

Hay una frase criolla muy utilizada por la población de Haití que dice “Kouri pou lapli, tonbe nan larivyè”, literalmente “huir de la lluvia para caer en el río”. Una cita que define la situación maldita que el país más pobre del mundo arrastra desde hace décadas a causa de las catástrofes naturales, la tensión política y la falta de recursos. Un sumidero de injusticias que obliga a millones de haitianos a dejar atrás su país para buscar una vida mejor en otros países, con Estados Unidos a la cabeza de la lista. Sin embargo, los sueños de muchos haitianos se ven lastrados al ser deportados de nuevo a su país de origen para ser empujados a una vida incierta.

La situación migratoria en Haití ha empeorado este 2021, especialmente tras el golpe de Estado producido tras el magnicidio del Presidente de Haití Jovenel Moïse el pasado mes de julio y un terremoto de magnitud 3,8 ocurrido en agosto. En el horizonte, el objetivo de llegada es Estados Unidos, país al que miles de haitianos han llegado a sus fronteras procedentes de otros países latinoamericanos como Argentina, Chile, Brasil o México, encontrando una tierra prometida que les escupe en forma de deportaciones masivas a su país de origen. El principal efecto colateral de esta situación obliga a miles de haitianos a entrar en República Dominicana, país con el que Haití comparte ubicación en la isla de La Española.

La convivencia entre ambos países, ya de por sí tensada durante la última década a causa de la llegada masiva de los haitianos, se ha intensificado durante estas semanas.

“A veces recuerdo cuando mi mamá nos decía que esta vez no nos iba a dejar”, cuenta Milianie, una joven de 16 años que fue deportada en 2015 junto con su madre y otras tres hermanas. Fany, su madre, no tenía documentación y vivía desde hacía más de 10 años en tierra dominicana, donde vendía dulces de coco en la calle. En dos ocasiones salió a vender y no regresó hasta cinco días después. Poco después, sus hijas escucharon hablar que fue deportada. Siempre funciona así: sin preguntar nada, sin saber si han dejado o no a sus niños en casa, el camión de migración los lleva a la frontera, sin ni siquiera tener tiempo de avisar a sus familiares.

Al igual que la madre de Milianie, otros muchos haitianos buscan cualquier manera de poder regresar otra vez para buscar a sus hijos y recoger todas sus pertenencias. Así es la vida de los inmigrantes haitianos, de un país que deambula por todo el continente americano evocando un éxodo que recuerda al egipcio huyendo de las siete plagas.

Cuenta Milianie que su madre Fany, soltera, fue deportada hasta cuatro veces antes de que le pasara también a ella y a sus hermanas. Aquella vez, la “guagua” pasó por el barrio recogiendo a los haitianos y no entendían por qué se los estaban llevando a otro lugar. Comenzaron a llorar. La deportación de menores ya comienza en la propia escuela, donde hablan español, ya que los haitianos que crecen en República Dominicana son víctimas de discriminación y para escaparse hablan español y fingen no ser haitianos. Muchos de ellos son deportados por la mañana y por la tarde buscan cualquier manera de regresar. La migración en la frontera dominico-haitiana es puro negocio y, para poder volver, la persona vende todo lo que tiene para conseguir dinero a fin de retomar el camino de vuelta. Todo ello sin obtener garantías de poder quedarse.

Pero la historia de Milianie recogida por Manos Unidas es tan solo una de las muchas que engloba la diáspora haitiana. Según la ONU, 4.4 millones de haitianos padecen de inseguridad alimentaria y más de dos millones de personas, una quinta parte de su población, se han visto forzadas a emigrar a otros países.

“El caldo de cultivo de la crisis migratoria haitiana está en el fundamento mismo de la nación. Desde su nacimiento como pueblo, Haití comenzó su historia bajo la inestabilidad política que fue generando una cadena de violencia que engendra la pobreza. A lo largo de la historia, la nación no ha tenido nunca un plan de desarrollo duradero que ayude a los haitianos a encontrar un mínimo de bienestar en su tierra.”, cuenta a El Salto el padre Freddy Elie, director del hogar Niños de Esperanza y especialmente vinculado a la tensa situación entre República Dominicana y Haití. “El sueño de la mayoría de los haitianos es viajar a EE UU sobre todo. Y buscan cualquier manera de dejar el país. El haitiano crece pensando que su felicidad está en otro lugar y tienen que salir a buscarla”.

Miles de personas abandonan cada año su país con destinos a países de América Latina y Estados Unidos, si bien cruzar la frontera con República Dominicana es la salida más habitual. En su país vecino malviven más de un millón de haitianos, según afirma Manos Unidas. En la mayoría de los casos, trabajan en condiciones pésimas en el sector agrícola o en la construcción y sufren la negación de sus derechos más básicos.

“Cada día llegan cinco camiones con migrantes haitianos solo al acceso fronterizo de Elías Piña. Es puro negocio: los haitianos son deportados por la mañana y por la tarde ya están intentando regresar”, continúa el Padre Freddy, quien encuentra una especial relación entre la deportación masiva desde Estados Unidos y la situación actual en República Dominicana. “La deportación de haitianos en República Dominicana siempre se liga con asuntos políticos. La deportación masiva de Estados Unidos viene a reforzar la práctica de los dominicanos. Si el país más grande y con más recursos deporta así, por qué no ellos. En algunos barrios los dominicanos incluso atacan a los migrantes quemando sus viviendas.”

Las mujeres haitianas, especialmente amenazadas

A finales de septiembre, el Gobierno de República Dominicana anunció que prohibiría al país la entrada de las mujeres embarazadas de más de seis meses a fin de evitar que se sobrecarguen los hospitales. El número de partos de mujeres haitianas en República Dominicana se ha triplicado en diez años, llegando a 30.322 partos en 2020, según la agencia EFE. Pero esta es tan solo la punta del iceberg de una opresión hacia la mujer que alcanza todos los rangos de edad.

“Sorprende que actualmente en la deportación se haga especial hincapié en las mujeres embarazadas”, continúa el Padre Freddy, quien asegura que esto es solo una de las muchas dimensiones del problema. “Si hablamos de mujeres migrantes haitianas no podemos dejar de lado el abuso, sobre todo sexual. Muchas tienen que negociar para el viaje clandestino porque no tienen un buen trabajo al llegar. Lo más fácil es transformarse en ‘mercancía’ vendiendo su cuerpo para sobrevivir. Otro aspecto es que no tienen una formación adecuada ni conocimientos sobre la procreación o el control de natalidad, por lo que caen fácilmente embarazadas. De este fenómeno, son muchas las mujeres, sobre todo jóvenes, que contamos entre migrantes.”

Guilaine Jean Luis es una madre soltera haitiana que, junto a su hija, dejó atrás todas sus pertenencias, su formación y su futuro tras ser deportada: “Estamos pasando una situación muy difícil ahora porque estamos viviendo una deportación todos los días y no podemos más. A la niña la deportaron de la escuela y no podemos cruzar porque lo dejamos todo atrás, las cosas en casa, no podemos comprar porque te mandan para Haití sin saber a dónde vas. Yo también estudio y tampoco puedo ir. Está todo muy difícil y necesitamos trabajar para poder comer”, nos cuenta a través de una nota de audio.

Haiti necesita un cambio radical y esta transformación tiene que comenzar desde dentro: “los haitianos tenemos que tomar conciencia de nuestra situación y trabajar para salir adelante”, insiste el Padre Freddy. En Haití, se sigue entonando el “Kouri pou lapli, tonbe nan larivyè” y miles de migrantes siguen huyendo de la lluvia. El problema es que el río al que caen, está desbordado.

Tomado de: El Salto

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La violencia y el dolor

Por José Blanco

Cada 25 de noviembre, Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, ONU Mujeres emite un comunicado-proclama acerca de la violencia machista sobre las mujeres. Este año demandó: ¡Pongamos fin a la violencia ya! El año pasado advirtió: México: Poner fin a la violencia contra las mujeres y las niñas no está en pausa. Seis años atrás, en 2015, recomendó: Prevenir la violencia contra las mujeres. En un organismo temperado por su naturaleza, el tono ha debido entrar en apremio, y no es para menos: en México dos de cada tres mujeres han sido violentadas por un macho al menos una vez en su vida, una proporción del doble de lo que ocurre a escala internacional. “Esta situación amenaza con borrar décadas de progreso para mujeres y niñas”, dice la agencia de la ONU: un progreso que nadie ha registrado.

Las calles gritan y la situación empeora. Ese infausto día debería nombrarse día internacional de la eliminación de la violencia machista de los hombres contra la mujer. Enfocar a la mujer violentada, y enfocar también al autor de esa barbaridad, ayudaría a aumentar la conciencia sobre las situaciones de violencia, y los roles de cada uno. Muchos hombres no se reconocerán en ella, pero es posible que hallen, trabajando en el problema, su responsabilidad en la catástrofe.

Como siempre en los hechos sociales, hay una complejidad que, sin ser comprendida, no puede dar lugar a acciones que aborden, uno a uno, todos los nudos que la configuran. Pese a la persistencia dura de la calle, todo ocurre como si las cosas estuvieran dejadas a su libre transcurrir; así, los días y los años sólo llevan a un dolor que ojalá no se vuelva desesperanza.

La desigualdad de género está en el origen, y el sistema responsable ha sido señalado: el sistema patriarcal; un sistema de dominio articulado a otros de igual sentido y resultado, acaparando privilegios, como el racismo o la segregación territorial, envueltos todos por el sistema capitalista, lugar del dominio más profundo. En su versión neoliberal arribamos al peor de los mundos posibles. Como ha escrito el sociólogo chileno Claudio Duarte, “la sociedad tiene una definición muy clara de lo que espera de una persona adulta: producir con eficiencia, consumir con opulencia, reproducir la norma social y reproducirse heterosexualmente. Es un marco que tiene por centro al adulto y al patriarcado. Hacerse joven varón en la sociedad es, por tanto, superar las pruebas violentas, autoritarias e incuestionables que le dicen cómo deben las personas jóvenes pensar, sentirse, comportarse y educarse para el futuro y la continuación de su función social, enajenando los cuerpos porque sobre su control se sostiene el sistema patriarcal”.

Unos hombres acaparan todos los sistemas de dominación, otros hombres padecen al sistema de dominio más profundo y feroz, pero extraen privilegios de sistemas de dominación como el patriarcado, el racismo o la segregación territorial. Los enemigos son esos sistemas, no quienes hoy son privilegiados. Conocer los abismos que construyen cada sistema para hallar cómo subvertirlos, es tarea y vía para eliminar los privilegios.

La más remota segregación territorial, donde viven los condenados de la tierra, es también espacio de creación de privilegios que construye masculinidades feroces contra las mujeres. Los hombres son inducidos a ser proveedores y los sistemas de dominación que están sobre ellos los frustran y les impiden llenar el rol que le es demandado. Esa infernal circunstancia crea machos con privilegios mínimos y mujeres negadas en todo y por todo, una desigualdad en los mínimos que da lugar a machos feroces. Es preciso conocer las mil variantes de cada sistema de dominación y sus articulaciones, las que es urgente desarmar.

En cada hecho de violencia machista hay muchos que padecen dolor. Una mujer desaparecida luego aparecida como asesinada, debería producir dolor a todos. Una es demasiado. Le causa infinito dolor a la victimada, y les causa terrible dolor emocional a todos quienes la rodean. El dolor emocional, dice un estudio de las doctoras Adrienne Carter-Sowell y Zhanheng Chen, publicado por la revista Psychological Science, es peor que el dolor físico.

Ahora se llama “violencia vicaria” al asesinato de niñas por machos para causar dolor a la madre, en un acto de horror, en el que se enfoca a la madre, y se deshumaniza a los niños, se los desaparece en un acto “de justicia” con la madre.

El asesinato de una mujer produce un dolor extremo en sus cercanos que debería pasar también a primer plano en la sociedad, recibir un espacio mayor que el de las responsabilidades legales, donde suele centrarse la atención. El lugar de la legalidad en estos hechos es el lugar más frío del hecho inhumano cometido. Hagámonos cargo todos del dolor de todos. Entendemos mal el dolor y es preciso trabajar en profundidad sobre ello. Acaso sea una forma distinta de mirarnos dentro, tal vez incida en la sensibilidad de los hombres violentos.

Tomado de: La Jornada

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