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La recuperación del cine de Corea del Sur: Décadas de 1980 y 90

Im Kwon-taek, cineasta surcoreano

Por Icónica

En la década de 1980, y tras una liberalización de las políticas públicas en materia de cine, las producciones sudcoreanas volvieron a conectar poco a poco con las audiencias que habían perdido a finales de los setenta.

Esta apertura llevó a que los melodramas prostibularios, que seguían teniendo mucho éxito, ocupando gran parte de las salas del país, fueran sustituidos poco a poco tanto por películas de cineastas que concebían su labor como artística y tenían interés en entrar al circuito de festivales, como por películas comerciales de corte global. La película clave para esto último fue Historia de un matrimonio, una comedia de estilo hollywoodense, pero anclada en las estructuras socioculturales locales, que consiguió más de 500,000 espectadores en Seúl (en ese momento, se medían exclusivamente las audiencias de la capital). Entonces comenzó a labrarse el camino que ha llevado al cine de Corea del Sur a la relevancia que tiene hoy en día.

Por primera vez en la serie aparece un título de exhibición en México: Pinceladas de fuego. Los otros títulos en español son nuestros, tal como hemos hecho en las entregas anteriores. No encontramos un modo aceptable de traducir Seopyeonje.

Ésta es una historia tardía. Im Kwon-taek hizo su primera película personal, autoral, a los 41 o 42 años, cuando ya había dirigido alrededor de 70, mayormente melodramas y remakes coreificados de cintas estadounidenses. Era un experto en facturar taquillazos, además de una máquina capaz de realizar hasta ocho producciones en un año, que quería algo distinto, más artístico.

¿Pero qué es más artístico en Corea? ¿Su propia tradición de 2,500 años alimentada por la raíz china y que incluye en una sola categoría bellezas tan diversas como la caligrafía, la alfarería y los ceremoniales del té, además de las disciplinas que nosotros reconocemos como arte? ¿Una nueva concepción del cine influida por la idea francesa del autor? ¿Una práctica situada entre ambos mundos?

El primer proyecto que Im considera parte de su obra personal, El árbol genealógico (Jokbo, 1978), que trata de una familia que se niega a cambiar su nombre, a niponizarlo, durante la ocupación japonesa, es atípico en su obra por estar situado en el pasado reciente. En cambio la mayor parte de su trabajo suele situarse en el pasado profundo de Corea. Detengámonos en sus dos de sus películas más conocidas. Seopyeonje (1993) y Pinceladas de fuego (Chihwaseon, 2002).

La primera, Seopyeonje, fue un éxito local totalmente inesperado en un momento donde el cine de Hollywood dominaba la cartelera sudcoreana. De hecho, podría marcar el regreso de las audiencias al cine nacional. La película trata de un grupo de músicos que mantienen la tradición pansori, en un ambiente social que gira hacia las músicas de Occidente y de Japón. Todo en su vida parece venir de otro tiempo, las piezas que cantan, como Arirang y La canción de Chunhyang, su vestimenta, incluso los valores de un maestro que habla de que la música no debe ensuciarse con dinero. Naturalmente se trata de un melodrama, siguiendo la tradición del cine coreano, que parece filmado en un pasado mítico y eterno, ante el que irrumpe una y otra vez el siglo XX. ¿Qué fibras habrá tocado en el público coreano esta cinta, las de una cultura que desdibujándose ante las influencias externas?

Pinceladas de fuego, en cambio, es el máximo éxito de Im en Occidente, la obra con la que obtuvo el premio a mejor director en Cannes. Recreación de la vida de Jang Seung-oep, pintor mejor conocido por su nombre artístico, Owon, corresponde perfectamente a la idea del genio, que por su misma excepcionalidad, por un lado sufre interminablemente y, por el otro, abusa de la gente que lo aprecia. Seung-oep comienza como un vagabundo con talento plástico, que entra al “doloroso” proceso de encontrar su estilo y mientras más exitoso se vuelve, se vuelve más propenso al alcohol y a la violencia. Como en realidad se sabe muy poco de Owon y queda apenas un puñado de sus obras, la película termina por convertirse en un retrato romántico, es decir, de raíz europea, del Artista. En este caso es muy sencillo identificar las fibras que tocó en nuestra área cultural.

El contraste entre las dos películas habla de la paradoja desde la que suele abordarse a los cineastas autorales de Corea del Sur: al tratarse de una cultura, permeada, como todas, por Occidente es fácil hallar puntos de encuentro, al tiempo que, por contraste es casi imposible entender lo particular, lo local, aunque puede fascinar por pintoresco, o folklórico. Im, en cualquier caso, alimentado por la tradición doblemente milenaria del arte coreano, tendió el puente por el que cruzó la generación de cineastas del presente.

Min-soo y Hye-jin, una pareja que sueña con un matrimonio en el que primara el respeto, se casan. Sin embargo, el período de romanticismo acaba pronto cuando cada uno se da cuenta que el otro no es exactamente lo que pensaban, ni en lo cotidiano (desde asignarse roles para cocinar hasta qué hacer con la pasta de dientes) ni en lo íntimo. A Hye-jin, una mujer liberal, le gustaría hablar sobre el sexo con franqueza y tranquilidad; Pero Min-soo, que se descubre conservador, no puede librarse de su sentido tradicionalista. A raíz de esto, terminan haciéndose daño mutuamente y deciden separarse. Una vez que se separan, cada uno empieza a sentirse vacío sin el otro, y se dan cuenta de que deben hacer un esfuerzo para entenderse nuevamente.

Historia de un matrimonio es una comedia con una estructura más o menos global que anuncia un cambio de valores problemático en los hechos para las generaciones que quieren romper con el pasado tradicional y machista y no saben cómo hacerlo, un largo proceso visible en muchas filmografías de los 90 y que sigue vigente hasta el día de hoy.

Seon-jae, tras soltar las cenizas de su padre (adoptivo), emprende una búsqueda para reencontrarse con su madre. Al no contar con recursos económicos, camina y vive en las calles teniendo como guía algunos misteriosos encuentros con personas de la ciudad: una niña que intenta estafarlo, un  ladrón, una mujer ciega en situación de calle, un alcohólico, I-Ryeon, e incluso otro niño. Todos lo dotan de conocimiento, pero también añaden preguntas a su búsqueda inicial, en un relectura herética del último libro de El sutra de la guirnalda de flores, donde Sudhana emprende el camino y recibe las enseñanzas de 53 personas antes de alcanzar la iluminación.

La película fue adaptada y dirigida por Jang Sun-woo quien, con sus dos películas anteriores, ya se había hecho la fama de enfant terrible del cine de Corea del Sur. Sobre sus propias películas, el director declaró: «Hay quien sabe apreciarlas, hay quien las critica, pero en todo caso lo importante para mí es generar discusiones y controversias». Hwaeomgyeong no fue la excepción, pues contiene escenas donde se sugiere la sexualidad de y con infantes bajo la premisa de que Seon-jae es simplemente un niño que no pudo desarrollarse físicamente debido a su búsqueda. Aunado a ello, cuando I-Ryeon se embaraza, la abandona para ir en busca de la verdad y de una madre que cada vez parece más lejana. Al final, Seon-jae alcanza la iluminación, pero ver el camino de un buda a través de los bajos fondos en vez de la calma a la sombra de un árbol provoca un corto circuito.

Tomado de: Revista Icónica

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Hola, lector

Moro (Cuba)

Por Ricardo Riverón Rojas

Pudiéramos, erróneamente, pensar que hemos hecho lo suficiente para enrumbar con buen timón la promoción de la lectura, pero nos estaríamos engañando. Tenemos buenas instituciones dedicadas a la tarea, pero cada día merman lectores.

Los escritores —es cierto— deberíamos escribir con la única esperanza de que nos lean; por mi parte no concibo mayor recompensa que los ojos de quien —con nuestras palabras como único aliciente— nos regala sus horas de reflexión y esparcimiento. Pero, ¡ay!, las dinámicas de la contemporaneidad nos obligan a escribir con el propósito de ganarnos la vida ejerciendo el oficio. Parece justo, pero entraña riesgos y no pocos derrumbes éticos mientras sonríe desde sus torres la falacia de un éxito cuyas fronteras solo el mercado certifica.

Las políticas de ampliación de posibilidades para la expresión artística en nuestro país, entre ellas la literaria, de alguna manera culposa minimizaron el papel de los receptores en la cadena comunicativa: el rol del emisor acaparó protagonismos, y no totalmente para bien. Las estrategias y acciones para propiciar su formación y desarrollo no tuvieron su parigual, con similar eficiencia, en el caso de los receptores, pese a la existencia de programas al respecto.

Es sabido que la formación de un lector a través de políticas públicas no se configura con acciones fundidas en la inmediatez, sino tras una construcción compuesta de capas sucesivas de influencias, con inicio en el hogar, continuidad en el sistema de educación (la más importante) y completamiento en hábitos de consumo cultural derivado del accionar de especialistas. No es algo que se coseche a corto plazo, ni que empiece por el final enfrentando al lector improvisado con un producto literario de esmerada elaboración.

Leer, para una buena parte de las digitalizadas generaciones actuales, discurre en la vida pública como un acto carente de elegancia, anticuado, y supuestamente inútil. En una época en que la apariencia importa demasiado y proyectarse como un ser globalizado implica distinción, plantarse a la vista de todos con un libro en las manos es visto, con bastante frecuencia, como costumbre demodé; leer en privado se evalúa, en no pocos espacios familiares, como esfuerzo innecesario que podemos sustituir con la ingestión de audiovisuales, bien sea en la pantalla de la TV o del teléfono móvil.

Que no se trata de un fenómeno privativo nuestro lo demuestra esta reflexión de Pedro César Cerrillo Torremocha, de la Universidad de Castilla La Mancha:

Aunque nunca se ha leído tanto como ahora ni nunca han existido tantos lectores, leer no está de moda; al contrario, es una actividad muy poco valorada por la sociedad, por los medios de comunicación y, particularmente, por los jóvenes: a muchos adolescentes, de los que leen habitualmente, les da vergüenza reconocer ante sus amigos que son lectores. Por otro lado, históricamente, los grandes lectores han sido considerados como “tipos raros” o locos.[1]

Como consecuencia de la generalización de la lectura virtual sobre la objetual se instauran unos saberes más sensoriales que cerebrales, se difumina la honda concentración que la lectura exige; se sustituye así entonces el trabajoso, pero deleitoso proceso de asimilación de estilos y contenidos por una degustación pasiva cuyas marcas en nuestro intelecto apenas rozan, con poco fijador, la corteza cerebral.

Respecto a lo anterior, aunque también el contexto difiera, resulta interesante este otro punto de vista, del español Andrés Hoyos:

…un libro, cuando sale bien, es la forma más potente que se conoce de concentrar el pensamiento sobre cualquier tema. Y vaya que el mundo contemporáneo exige que se le piense mucho, así que ¿la orfandad de los libros es indicativa de alguna decadencia? Sí y no o todo lo contrario, como se dice desde el tiempo de los romanos.[2]

Lo que con toda propiedad llamamos “un lector” no tipifica a alguien que engorda colecciones con libros que en su mayoría no leerá; ni quien visita las bibliotecas y librerías o asiste a eventos literarios y nutre su cultura con la oralidad de los coloquios. El auténtico lector se forja más en el silencio y el anonimato cómplices, preguntando al texto y elaborando sus respuestas a partir de su propia cultura y las inquietudes que este le despierte. El lector inteligente es el que elabora su sistema íntimo de referencias a partir de fundir la observación con las definiciones que otros lograron en su lucha con las palabras.

Múltiples han sido las estrategias que las instituciones culturales cubanas han desplegado a lo largo de varias décadas para fomentar el hábito de leer, pero nuestro modo de medirlo se centró demasiado en estadísticas: cantidad de títulos publicados, de visitas y préstamos bibliotecarios, asistentes a las ferias del libro y ventas de ejemplares. La pauta cualitativa solo la hemos recibido por encuestas de instancias investigativas, basadas en muestras cuya selección, por muy apegada que esté a las normas de la Estadística-Matemática, no dejan de ser aproximaciones. La única terapia efectiva, a mi modo de ver, solo la podríamos hallar en el incremento de la cantidad, profundidad y rigor con que sumemos y evaluemos contenidos literarios a la enseñanza primaria, media y universitaria.

La cantidad e intensidad con que se imparte la literatura como asignatura curricular ha mermado cuantitativa y cualitativamente con el paso de las décadas. En mi etapa estudiantil —hace ya tantos años, aunque ya en Revolución— en la enseñanza media y media superior recibí importantes contenidos de literatura española, hispanoamericana, universal y cubana. Tengo referencias de que hoy no es así. De igual forma, en la enseñanza superior se aspira a que los cursos de extensión —optativos y algo esquemáticos en la época en que los conocí— aporten el costado humanístico en aquellas carreras de perfil científico y técnico. No peco de absoluto, pero lo considero una carencia que urge superar.

La programación cultural de las instituciones está llamada a completar la formación y suplir las lagunas culturales de muchos profesionales, pero la baja intensidad de esos contenidos en los currículos académicos determina una disfunción que les impide a esos receptores, supuestamente idóneos, apropiarse de los mensajes culturales con todos sus matices y subjetividades profundas.

Tengo la certeza de que muchos de los desencuentros de ciertas zonas de la población con la institucionalidad revolucionaria se hubieran evitado, o minimizado, si la profilaxis de una cultura humanística profunda les hubiera permitido a esos actores hacer una lectura correcta de nuestra historia, de nuestra poesía, de nuestra épica y de nuestro —aun incompletamente realizado— proyecto de país. No es este el único problema dentro del complejo entramado que motivó esos acontecimientos, pero sí subyace, en los fondos esenciales, como brújula errática para maximizar descontentos.

Se ha dicho y se ha repetido: para cada problema, sino una solución, una política. Un giro drástico al rol que se le ha asignado a la cultura requiere de esas políticas nuevas en aras de hacer de nuestros compatriotas personas que, con códigos culturales sólidos como sostén, enfrenten y resuelvan los nuevos desafíos de una contemporaneidad que nos agrede —externa e internamente— cada vez de manera más desembozada, no solo desde lo burdo, sino también desde lo sutil.

Notas:

[1] Pedro César Cerrillo Torremocha: “Los nuevos lectores: la formación del lector literario”, Biblioteca virtual Miguel de Cervantes, [en línea, disponible en: www.cervantesvirtual.com, fecha de consulta, 23 de noviembre de 2021].

[2] Andrés Hoyos: “Los libros huérfanos”, en El Espectador, 21 de julio de 2021, [en línea, disponible en https://www.elespectador.com/opinion/columnistas/andres-hoyos/los-libros-huerfanos/, fecha de consulta, 23 de noviembre de 2021].

Tomado de: La Jiribilla

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Ernesto Soberón Guzmán: Cuba ha estrechado lazos con sus connacionales en el exterior

Ernesto Soberón Guzmán, director de la Dirección General de Asuntos Consulares y Cubanos Residentes en el Exterior de la Cancillería cubana

Por Hedelberto López Blanch

Con una experiencia de seis años al frente de la Dirección General de Asuntos Consulares y Cubanos Residentes en el Exterior (DACCRE) del Ministerio de Relaciones Exteriores de Cuba, Ernesto Soberón Guzmán conversó con JR para actualizar diversos puntos relacionados con los cubanos residentes en el  exterior tras casi dos años de pandemia de coronavirus.

Soberón Guzmán desde 2015 funge como director general del DACCRE y antes ocupó otras responsabilidades diplomáticas entre ellas la de embajador en la Mancomunidad de Las Bahamas (2011-2015).

¿Cómo han sido las relaciones con los cubanos residentes en el exterior en estos dos años de pandemia? ¿La Covid-19 fue un impedimento para reforzarlas?

La incidencia internacional de la actual pandemia ha impedido el funcionamiento tradicional, entiéndase presencial, en materia de actividades sociales en la mayor parte de los países del mundo, cuestión a la cual no escapan las Asociaciones de Cubanos Residentes en el Exterior.

Sin embargo, esto ha propiciado que el entorno digital ganara preponderancia como un escenario insustituible para la realización de encuentros, intercambios y acciones en favor de Cuba y nuestro pueblo. Las plataformas de reuniones virtuales y las redes sociales Facebook, Twitter y YouTube se han convertido en un espacio donde nuestros connacionales, de conjunto con nuestros consulados y las instituciones cubanas, desarrollan iniciativas dirigidas a los nacionales en el extranjero y sus descendientes. El ejemplo más reciente, fue el I Festival Cultural Virtual “Cuba va conmigo”, en el cual participaron 88 artistas cubanos radicados en 15 países, y la primera edición del concurso de igual nombre dirigido a niños y adolescentes cubanos y descendientes en el exterior.

Durante los últimos dos años, han tenido lugar dos encuentros regionales virtuales de cubanos residentes en Europa, cerca de una veintena de encuentros de connacionales en Italia, Francia, Croacia, Alemania, Turquía, Kazajstán, Reino Unido, Dinamarca, Canadá, China, Panamá, Haití, Belice, Brasil y Mozambique.

En reconocimiento a la labor de los médicos cubanos, dentro y fuera de la Isla, los connacionales radicados en otros países y las Asociaciones de Cubanos Residentes en el Exterior han realizado más de un centenar de acciones, declaraciones y publicaciones desmintiendo y condenando la campaña mediática contra nuestros galenos y en apoyo a la nominación al premio Nobel de La Paz a la Brigada Médica “Henry Reeve”.

Una gran parte de los connacionales en el exterior favorece una relación constructiva con Cuba y se oponen a la inclusión de nuestro país en la Lista de Estados Patrocinadores del Terrorismo, el recrudecimiento del bloqueo y la campaña de odio, manipulación mediática, incitaciones a la violencia y los llamados terroristas a intervenciones militares en la Isla.

Por otro lado, durante esta etapa se estableció la posibilidad de que los cubanos residentes en el territorio nacional puedan regresar al país con su pasaporte vencido y sin prorrogar. Además, se mantiene vigente la prórroga automática y sin costo de estancia ininterrumpida en el exterior, más allá de los 24 meses establecidos, así como la condición de residentes en Cuba.

¿De qué forma han afectado a nuestros connacionales residentes en el exterior las más de 240 medidas adoptadas por la anterior administración de Donald Trump y ahora continuadas, y hasta ampliadas, por la de Joe Biden?

La ausencia de cambios en la política hacia Cuba por parte del actual gobierno de Estados Unidos, a pesar de las promesas preelectorales, no solo ha contribuido a profundizar los efectos de las medidas adoptadas por Trump, sino que también ha constituido una oportunidad para los defensores de una política agresiva estadounidense contra nuestro país, al tiempo que obstaculiza los lazos de la nación con los residentes en el exterior.

La persistencia de la política estadounidense de bloqueo, y las medidas adoptadas por las sucesivas administraciones de Washington para su recrudecimiento, atentan contra todos los cubanos sin importar el lugar donde residan. Entre éstas puedo citar, las afectaciones que sufren directamente las familias cubanas en la Isla; las negativas de bancos a los connacionales en terceros países para realizar transacciones financieras o recolectar fondos para apoyar a Cuba; obstáculos a los vínculos de las familias cubanas, e impiden el desarrollo socioeconómico del  país.

Las restricciones a las remesas, y la lectura que el actual gobierno realiza de este tema, devienen un ataque injustificado a los canales oficiales que durante muchos años han funcionado para la tramitación de las transacciones. Las remesas constituyen un tema familiar y humanitario, no un asunto político. Las familias cubanas tienen el derecho a recibir remesas sin que exista politización o manipulación de este tema, y más aún en las actuales condiciones de pandemia.

En el plano migratorio, el cierre arbitrario e injustificado de los servicios consulares en Cuba, obligando a nuestros nacionales a viajar a terceros países sin garantía alguna de otorgamiento de visado y la eliminación de vuelos a las provincias, excepto La Habana, unido a otras acciones, afectan el derecho de los cubanos a viajar, e incluso, a emigrar, obstaculizando el flujo migratorio regular, ordenado y seguro entre Cuba y Estados Unidos.

En respuesta a esta política hostil y obsoleta contra Cuba, un número importante de nuestros nacionales y amigos solidarios en el exterior protagonizan desde marzo de este año las jornadas internacionales para exigir el levantamiento del bloqueo económico, comercial y financiero, las cuales tienen lugar el último fin de semana de cada mes.

La inmensa mayoría de los cubanos favorece una relación constructiva con su país de origen, el mejoramiento de las relaciones entre Cuba y Estados Unidos, expandir los vínculos económicos entre ambas naciones y los viajes de los estadounidenses sin restricciones a la Isla, además de reconocer al bloqueo como una política fallida.

¿Cuál es su criterio sobre el apoyo que han dado nuestros nacionales residentes en diferentes países para ayudar a contrarrestar la pandemia de coronavirus y el bloqueo que afecta a Cuba y a nuestro pueblo desde hace 60 años?

Durante estos casi dos años de pandemia se han recrudecido las medidas de asfixia económica, comercial y financiera contra nuestro país. A causa de estas restricciones impuestas por el bloqueo estadounidense, a Cuba se le ha obstaculizado en extremo adquirir insumos y materiales médicos imprescindibles en el enfrentamiento e inmunización del pueblo contra la Covid-19.

Ante esta situación, se ha recibido ayuda internacional y donativos de gobiernos, empresas extranjeras, asociaciones de solidaridad, cubanos residentes en el exterior y otros amigos, con el fin de apoyar al sistema de salud cubano en el enfrentamiento a la pandemia.

Nuestros nacionales, a título personal, y las asociaciones de cubanos residentes en el exterior como parte de iniciativas en varios continentes, y de conjunto con amigos solidarios, han enviado donativos desde 34 países, lo que ha permitido la llegada a Cuba de más de 10 millones de jeringuillas y agujas para apoyar la vacunación y otros insumos, medicamentos y equipamientos para la detección del virus de la Covid-19, la protección del personal de salud y nuestra población, el tratamiento a los pacientes en diferentes hospitales, y el apoyo al estudio y desarrollo de los candidatos vacunales cubanos.

Aprovechamos este espacio para reiterar que para el envío expedito de ayuda, resulta necesario, en primer lugar, el traslado de la información sobre la ayuda que se desea enviar, a través de nuestras embajadas y consulados, que están en condiciones de apoyar en todas las coordinaciones. En el caso de las personas naturales, se pueden apoyar también de las asociaciones de solidaridad y de cubanos residentes en el exterior que contribuyen a consolidar diferentes iniciativas en un mismo envío, lo cual en ocasiones facilita el traslado y abarata costos.

A las acciones anteriores, se suman las caravanas, manifestaciones, declaraciones y peticiones realizadas por los connacionales en el exterior, exigiendo el fin del bloqueo y otras medidas que afectan directamente a las familias.

El pueblo y gobierno de la Isla agradecen y reconocen profundamente a los cubanos residentes en el exterior y a los amigos de distintas partes del mundo, quienes durante la pandemia han apoyado a Cuba y han reiterado el llamado a eliminar medidas relacionadas con el bloqueo.

¿Cuáles acciones se han acordado en estos años para mejorar las relaciones con los cubanos residentes en el exterior?

La actualización de la política migratoria cubana ha tenido como objetivo estrechar los lazos entre Cuba y sus residentes en el exterior como parte de un proceso continuo e irreversible. Basta revisar las medidas migratorias adoptadas durante estos últimos 43 años por nuestro gobierno, a partir del Diálogo del 78, para darse cuenta que han estado dirigidas a facilitar los viajes, en un sentido u otro, y fortalecer la comunicación acorde a las condiciones y posibilidades de cada momento.

Más recientemente, como parte del compromiso del gobierno cubano para atender a la comunidad en el exterior durante la pandemia se han desarrollado disímiles acciones como: el seguimiento y la asistencia a nuestros ciudadanos que enfermaron de Covid-19; la organización de vuelos chárter para el regreso al territorio nacional de cubanos que se encontraban en otros países. De esa forma retornaron más de 5 700 ciudadanos varados en 56 países, en más de 90 vuelos desde el 21 de marzo del 2020; la posibilidad para los residentes en Cuba de regresar con su pasaporte vencido y sin prorrogar; la prórroga automática y sin costo de la estancia en el exterior por un plazo mayor a los 24 meses establecidos.

Además, se ha aprovechado al máximo el uso de las facilidades que brindan las nuevas tecnologías de la informática y comunicaciones en función de la atención a los residentes en el exterior.

El Gobierno cubano ha aprobado diversas leyes para impulsar la inversión extranjera. ¿Qué posibilidades se abren para que la emigración cubana pueda invertir en la Isla y cuáles son los requisitos que se deben cumplir?

Cuba continúa edificando el proceso continuo e irreversible de acercamiento entre el país y sus nacionales en el exterior, iniciado por nuestro Comandante en Jefe con el “Diálogo del 78”. En este sentido, en los últimos años se han promovido e incrementado los intercambios académicos, científicos, culturales, deportivos, entre ciudadanos cubanos radicados en otros países, incluido Estados Unidos, y las instituciones cubanas, como parte de la voluntad del gobierno de fortalecer y diversificar esos nexos, así como promover su participación en el desarrollo de variadas esferas del país.

Las transformaciones actuales para impulsar y dinamizar la economía cubana abren nuevos espacios para la participación de los cubanos en el exterior en los procesos de desarrollo socio-económico. Según las regulaciones vigentes, los connacionales residentes en el exterior pueden insertarse mediante inversiones, negocios, proyectos de colaboración y de desarrollo local.

En ese sentido, hoy se trabaja en la identificación de propuestas de negocios y de inversión extranjera, incluyendo aquellos con montos discretos, de manera que faciliten la posibilidad de contribuir al desarrollo del país desde lo local, si fuese esa la preferencia. La legislación cubana se aplica por igual a los inversionistas de todos los países, sin establecer criterios discriminatorios. Sin embargo, ante este diapasón de proyectos y posibilidades, el bloqueo constituye el principal obstáculo para que los inversionistas, incluidos los nacionales, puedan insertarse en los proyectos de desarrollo.

A partir de la aprobación de las nuevas disposiciones referentes al trabajo y formas económicas de producción no estatales, el Decreto-Ley 46 establece la creación y funcionamiento de las micro, pequeñas y medianas empresas (MIPYMES), concebidas como parte del encadenamiento productivo y para estimular y dinamizar la participación de actores económicos internos en el desarrollo económico, al tiempo que constituyen una nueva oportunidad para nuestros nacionales que, encontrándose en el exterior, residan de manera permanente en el territorio nacional.

Por la importancia que reviste el tema, está concebido la realización del Foro de Negocios con la participación de cubanos residentes en el exterior con intereses de negocios e inversiones en la Isla, como parte de la II Edición del Foro Empresarial Cuba 2021, a celebrarse del 29 de noviembre al 2 de diciembre en formato virtual, lo que contribuirá a avanzar en el fortalecimiento de los vínculos entre los cubanos que viven en otros países y la nación.

¿En cuántos países hay asociaciones de cubanos residentes en el exterior y cuántos se han repatriado en estos últimos años?

Actualmente, existen 166 organizaciones de este tipo en 79 países, que apoyan a Cuba en sus principales reclamos internacionales. En los últimos años han restablecido su residencia en el territorio nacional alrededor de 72 000 ciudadanos cubanos, lo cual constituye otra muestra de los lazos existentes.

En Cuba se han desarrollado tres reuniones de “La Nación y la Emigración”. ¿Hay alguna fecha prevista para realizar la IV Conferencia?

La posposición de la IV Conferencia “La Nación y la Emigración” se debió a la situación epidemiológica internacional debido a la Covid 19, de la cual Cuba no estuvo exenta.

No obstante, se reitera la voluntad de nuestro gobierno de celebrar la Conferencia una vez existan las condiciones necesarias para ello en aras de fortalecer esos lazos, de propiciar un intercambio más amplio y fructífero y de trabajar de conjunto por la independencia, el desarrollo y el bienestar de la Patria. El camino por el cual apostamos desde 1978, es una mayor relación entre nuestros nacionales en el exterior y su Patria.

Tomado de: Juventud Rebelde

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Arte y oficio del actor. La técnica Meisner en el aula

Autores: William Esper & Damon Dimarco

Muy pocos profesores de interpretación han logrado desarrollar un método detallado que forme actores verdaderamente creativos: Sanford Meisner, fallecido en 1997, fue uno de ellos. Su técnica toma al artista como materia prima y construye, partiendo de cero, las habilidades que necesita para despuntar en la interpretación. Sin embargo, sus enseñanzas se han ido desvirtuando con el tiempo y, a pesar de algunos intentos, no han podido ser compiladas y explicadas en profundidad hasta ahora. Discípulo y mano derecha de Meisner, William Esper ha transmitido y ampliado su técnica durante décadas, en las que ha sido maestro de intérpretes como John Malkovich, Kim Basinger, William Hurt y Kathy Bates. En Arte y oficio del actor, con la ayuda de Damon DiMarco, uno de sus discípulos, Esper nos sumerge en el aula y nos permite asistir, como un alumno más, a uno de sus fascinantes cursos: aquí participamos de animados debates, contemplamos el reto de la improvisación, y escuchamos divertidas anécdotas sobre grandes actores. Al tiempo que somos testigos privilegiados de todo el proceso de formación de un grupo de actores, se van desvelando ante nosotros, de forma lúdica y sencilla, los conceptos y ejercicios fundamentales de una técnica única. La esencia de este libro es como el propio William Esper: amable/claro, atento/generoso, apasionado/elegante, brillante/profundo. Inspirador. Inestimable. Jeff Goldblum.

William Esper. Discípulo del actor y profesor de interpretación Sanford Meisner, William Esper nació en 1932. Estudió en la Western Reserve University y en la Neighborhood Playhouse School of Theatre, en Nueva York. Se formó como actor y profesor bajo la tutela de Meisner (1905-1997), el creador de la técnica Meisner, con quien después trabajaría durante quince años, en los que llegó a ser director asociado del Departamento de Interpretación de la Playhouse School. En 1965 fundó en Nueva York el William Esper Studio y en 1977 puso en marcha el Programa de Entrenamiento de Actores Profesionales en la Universidad Rutgers de Nueva Jersey; en ambos espacios se formaron y siguen formándose actores de renombre tanto en las tablas como en la gran pantalla: John Malkovich, Kim Basinger, William Hurt, Kathy Bates, Olympia Dukakis, Jennifer Beals, Larry David, Calista Flockhart, Aaron Eckhart… En 2006 y 2007 fue elegido mejor profesor de interpretación de Nueva York por la revista Backstage.  Esper murió en Nueva York en 2019, a los ochenta y siete años.

Damon Dimarco. Nació en Princeton (Nueva Jersey) en 1971. Fue alumno de William Esper en la Universidad Rutgers. Ha trabajado como actor para cine, televisión y teatro y hoy es formador de intérpretes en la Universidad Drew. Es también autor de obras de teatro y guiones, así como de libros de no ficción como Tower Stories: An Oral History of 9/11 (2004), Heart of War: Soldiers’ Voices From the Front Lines of Iraq (2007), The Quotable Actor: 1001 Pearls of Wisdom from Actors Talking about Acting (2009). Junto a William Esper ha escrito también The Actor’s Guide to Creating a Character (2014).

Tomado de: Alba Editorial

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Telepredicadores

Por Francisco Sierra Caballero

En tiempos-encrucijada como estos, la incertidumbre y crisis de confianza son propiciatorios para el pastoreo y sermonear a costa, casi siempre, del bien común. Así, los discípulos de Torquemada proliferan en España y América Latina, con el nacionalcatolicismo del más rancio espíritu castellano y las cruzadas evangélicas de los corruptos diputados brasileños o bolivianos, que, en una suerte de pogromo de los macarras de la moral, forzaron los límites de la democracia para encarcelar a Lula, tratar de liquidar a Evo Morales y, no nos hagamos los pendejos, en el fondo perseguirnos a todos pues, hablamos de un problema global que trasciende el continente americano. Como el lawfare, esta realidad es común y se manifiesta a diario en España. Lean si no el último libro de Juan José Tamayo (La internacional del odio, Icaria Editorial, 2021) que disecciona magistralmente una realidad que da que hablar y que debe hacernos pensar. Quizás por ello, el otro día tuve la tentación (bendito pecado) de ver El reino, una serie sobre el ascenso a la presidencia de la República Argentina de un pastor evangélico, recién estrenada en una plataforma de pago. La obra, dirigida por Marcelo Piñeyro, lejos de resultar una distopía puede ser visionada como una crónica del presente hegemónico en Latinoamérica. El impacto de la misma da cuenta de la anticipación de los creadores de la serie. En la mayoría de los 190 países donde ha sido estrenada ha conquistado altos índices de audiencia y, particularmente, en el país austral los debates, memes, discusiones sobre la trama de la serie siguen generando una reflexión a tomar en cuenta en nuestro país sobre el papel de la justicia, el poder de la iglesia, la irregularidad financiera del poder eclesial o el rol de la política en la construcción de la ciudadanía, de la función de los medios a las operaciones encubiertas de los servicios de inteligencia del Estado que lo mismo nos ocultan por décadas golpes de Estado mediáticos o los consabidos casos de corrupción. Puede pensar el lector que viendo la agenda informativa, deberíamos hablar de otras cosas. Quizás de Afganistán, pero es lo que tiene la licencia de una columna: actuar incluso al borde de la ficcionalización o de la ocurrencia. Claro que habrá quien seguro consiga dar sentido a estas líneas, sin pregón ni oración posible. Al menos si conocen la realidad de Latinoamérica, donde el avance de la política purista de lo peor ha sido más que notoria en las últimas décadas, si bien tiene una génesis más antigua que explica el bloqueo de toda estrategia de mediación en grandes naciones como Brasil. Hablamos, sí, del origen del neoliberalismo.

Hace cinco décadas, la población evangélica constituía el 3% en América Latina, hoy suman el 20% y constituye un actor político de primer orden en subregiones como Centroamérica, Brasil y México. Si leen el Documento de Santa Fe I y II, entenderán geopolíticamente por qué. También cuál es el hilo negro de esta historia en la construcción del reino de Hazte Oír. Tal y como analizamos en La guerra de la información (CIESPAL, Quito, 2016), Reagan y la política de roll-back procuró en todo momento atenuar lo que consideraban una influencia maléfica en la doctrina de la Iglesia, la teología de la liberación. Junto a los nuevos think tanks como Heritage Foundation, los telepredicadores proliferaron en la guerra sucia contra Nicaragua y hoy respaldan a candidatos en Costa Rica o dominan la agenda mediática en Brasil con una amplia red de centros y radios comunitarias. Con Trump, esa hegemonía se tornó absoluta en Estados Unidos. El presidente republicano impuso y normalizó otra vuelta de tuerca, esparciendo por la vasta red de medios de los telepredicadores la mentira y su repetición, a lo Goebbels. Esta vuelta de tuerca puede resultar desternillante, de risa, una mala opereta de un actor de segunda, como lo fue Reagan. Lo grave es que terminará destornillando, como vemos, la democracia americana, haciendo inservible las instituciones de representación en EE.UU. y previsiblemente con la americanización de la comunicación política también en la UE, como ya ha sucedido de hecho en Brasil. Por ser más concisos y concretos, en España, la iglesia tiene más de 60 publicaciones periódicas diocesanas, 256 revistas, 145 canales de radio, la COPE, Radio María, 13 TV, Cadena 100 y una libertad o armisticio fiscal sin parangón en Europa. Y todo ello no precisamente por el carácter emprendedor de la cúpula episcopal. Añadan las redes de radio y televisión local evangélicas, sumen el duopolio televisivo y la ausencia de medios nacionales progresistas y hablemos de guerra cultural, de Vox y de derechos constitucionales. Aquí y ahora. En el terreno yermo de la distopía. Cosas en fin de mi síndrome postvacacional. Debe ser. Así es y así se lo hemos contado.

Tomado de: Mundo Obrero

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Rittenhouse: el símbolo que buscaba el supremacismo

Por Pablo Muñoz Rojo

Que las personas que Kyle Rittenhouse mató el 25 de agosto en Kenosha no eran víctimas ya lo sabíamos. Lo dejó claro el juez previamente al juicio cuando estableció que no se les podría considerar durante el proceso judicial como tal, pero sí como “matones” o “saqueadores”. Ya sabíamos por tanto que en este caso víctimas, de haberlas, solo podía haber una y se sentaba en el banquillo de los acusados.

No busco entrar a desarrollar la presunción, a la que me adhiero, de que si Rittenhouse no hubiera sido un chico blanco el resultado del juicio habría sido otro. Es más, la propia situación que derivó en la muerte de dos personas, difícilmente se hubiera llegado a dar siendo un joven no blanco fuerte y visiblemente armado introduciéndose en una manifestación de supremacistas blancos. La policía directamente no le habría permitido llegar a tal punto de una forma u otra. Por el contrario, Rittenhouse y otros como él llegaron a dar botellas de agua a la policía esa noche. Un joven visiblemente musulmán con determinada estética nunca hubiera llegado tan lejos. De alguna forma esa imagen hubiera generado más amenaza que un hombre blanco portando un fusil.

Si bien no hay duda de que lo anterior es especular, tampoco la hay en que tal especulación se apoya en un proceso histórico, en los datos sobre la judicialización de unas poblaciones y otras; los datos sobre las brechas del gatillo fácil de la policía sobre unos y otros; en los datos sobre las diferencias en condenas y sentencias; los datos de los ataques terroristas supremacistas en los últimos 20 años en el país superando por mucho a cualquier otro tipo de terrorismo; etc. En definitiva, en una historia de larga trayectoria que llega a nuestros días.

Tal premisa —la que relaciona sospecha y raza— está ampliamente documentada. Podemos acordarnos de Tamir Rice, un niño negro de 12 años que fue asesinado por la policía cuando portaba una pistola de juguete. Rittenhouse caminaba con un fusil entre la policía y nunca fue alertado, muchos menos disparado, ni antes de que matara a dos personas ni después. Pero superando y aceptando esta idea demos paso otro elemento que considero clave para entender el veredicto.

La justicia en Estados Unidos está marcada claramente por el carácter socioeconómico de quienes pasan por ella. Es una justicia que condena a las personas pobres, quienes no se pueden permitir el costo de los mejores abogados, sobre todo en un sistema basado, en parte, en jurados civiles. El asunto es que ese carácter socioeconómico no viene solo, sino que está profundamente racializado pues la pobreza y las clases asalariadas vienen a estar fuertemente racializadas, igual que la riqueza y los dueños de los medios de producción. Ahora bien, esa justicia que está condicionada por los recursos económicos no duda en llegar a salvar a determinadas personas en función de los intereses de la defensa de un estatus quo definido desde la blanquitud.

La defensa de la blanquitud está relacionada con el poder y eso implica las estructuras económicas dominantes y quienes las controlan. La defensa legal de un joven blanco de familia de clase obrera no habría sido altamente financiada por otros hombres blancos (anónimos) —se lo que estoy diciendo— si no fuera porque el caso implicaba el juicio político contra un hombre que salió a defender la blanquitud acompañado de un fusil y que tal acto, terminó de una de las formas que entraban dentro de lo probable, matando a dos personas e hiriendo a otra. Cuando vas fuertemente armado a otra ciudad y te adentras en una manifestación ideológicamente contraria en un contexto de muchísima tensión, que termines disparando a una de esas personas con lo que ello puede implicar no debería sorprender a nadie. Los dos millones de dólares que recibió para costear su defensa no llegaron porque fuera un joven de familia obrera, sino por su condición racial explicitada en su manifiesta ideología frente al antirracismo.

Así, la amplia financiación de la defensa, esencial para entender el resultado del juicio, no se da porque interese lo que le pase a un joven blanco obrero, sino por lo que representaba simbólicamente. El supremacismo, que controla entre otras cosas el capital, salió en defensa de sí mismo a sabiendas de cómo funciona la justicia. Esos dos millones de dólares dan entre otras cosas para que la defensa genere dos simulacros de juicio con sus propios jurados. Una suerte con la que no cuenta la amplia mayoría de quienes pasan por los tribunales.

A partir de ahí el éxito viene dado. El verdugo pasa a ser víctima y el relato vuelve a estar dominado por ellos. Ahora vendrán entrevistas que buscarán humanizar la respuesta inhumana que tuvo, y buscarán situarlo ya no solo legalmente sino socialmente, y lo que es peor, moralmente como en el lado bueno de la historia. Ya se ha anunciado la publicación de un documental próximamente en el popular medio de extrema derecha Fox News. Rittenhouse era el símbolo que supremacismo necesitaba y por eso no dudó en invertir en él.

Debe entenderse que con esto no solo se refuerza el símbolo, sino que se crea la legitimidad legal, moral e incluso política para los futuros Rittenhouse. Al final, este joven solo dio un paso más de aquel matrimonio que apareció fuertemente armado en San Luis apuntando a los manifestantes del Black Lives Matter desde la puerta de su casa y que se convertirían en imagen de la campaña de Trump llegando a aparecer en alguno de sus mítines.

El peligro de esta sentencia viene de la creación de un precedente: la ausencia de consecuencias para cualquiera que se presente armado contra una manifestación antirracista. Todo ello bajo la premisa de que la amenaza siempre parte de los otros. Y esto es precisamente lo que se ha venido legislando en diferentes estados del país como Misuri, Oklhahoma o Florida en relación con las personas que decidieron embestir con sus coches durante las protestas de Black Lives Matter en el 2020. Según Ari Weil, investigador sobre terrorismo del proyecto Seguridad y Amenazas de la Universidad de Chicago, desde el inicio de las protestas el 27 de mayo hasta el 5 de septiembre habían tenido lugar por lo menos 104 casos de personas arrollando con sus vehículos a manifestantes entre los que, por lo menos en 43 de ellos, se evidenció malicia y premeditación. La consideración del coche como un arma de legítima defensa amparada en diferentes legislaciones, como en el caso de las armas de fuego, viene a blindar jurídicamente a aquellos que bajo una sensación de amenaza deciden, como en este caso, disparar contra personas en una manifestación.

Se ampara así parte de los comportamientos y formas de actuar que el supremacismo ha venido realizando y que ha terminado con la vida de personas que estaban ejerciendo su derecho a la protesta por el fin del racismo. Se evidencia así la connivencia del racismo estructural desde lo legislativo a lo judicial a partir de toda una arquitectura, que marcada por la racialidad de las clases sociales, sirve para determinar el devenir y las consecuencias legales de los actos en función de quien los perpetúe y a su vez en función de los intereses políticos, económicos e ideacionales de quienes tienen la capacidad de financiarlos. Todo ello forma parte de la violencia invisible, estructural, que es codificada por el capitalismo racial.

Tomado de: El Salto

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Violencia de género, pandemia devastadora

Por La Jornada

El Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer y la Niña se conmemoró ayer (25 de noviembre) en todo el mundo con manifestaciones públicas y llamados a poner fin a este flagelo que amenaza a mujeres, adolescentes y niñas sin distingo de condición socioeconómica, nacionalidad, etnia o nivel de estudios. En México, además de los reclamos transversales del movimiento feminista en todo el orbe, los actos de protesta estuvieron marcados por la crisis de desapariciones forzadas y feminicidios, por lo cual fueron precisamente las madres y familiares de víctimas de estos crímenes quienes encabezaron la marcha que tuvo lugar en la capital del país.

La ubicuidad de esta violencia se explica por sus múltiples orígenes y por su inocultable carácter estructural: la minusvaloración y cosificación de las mujeres es cultural, social, económica, familiar, política; se encuentra enquistada en nuestras concepciones del mundo y en no pocas ocasiones es consagrada en el marco legal. Como destacó la Organización de Naciones Unidas (ONU), la violencia contra las mujeres constituye una verdadera pandemia con devastadores efectos sobre más de la mitad de la humanidad: según recoge el organismo, una de cada tres mujeres ha sufrido violencia en algún momento de su vida, por lo que puede caracterizarse como “una de las violaciones a los derechos humanos más graves, extendidas, arraigadas y toleradas en el mundo; se manifiesta de múltiples formas y en diversos ámbitos —públicos, privados e incluye los espacios digitales— y trasciende todas las fronteras”.

Este panorama global es inadmisible, pero resulta incluso más desalentador constatar que nuestro país se encuentra por encima de la media en los indicadores de agresiones contra las mujeres: aquí, son dos de cada tres mujeres quienes han sufrido algún tipo de violencia a lo largo de sus vidas, y de enero a septiembre de este año 10.5 mujeres han sido asesinadas cada día. Además, es sabido que estas cifras están sujetas a un considerable subregistro, por lo cual puede afirmarse que prácticamente no hay mujer que no haya sufrido alguna forma de misoginia.

Por lo dicho, debe entenderse como una de las tareas más urgentes de la sociedad actual atacar todas las expresiones de violencia contra las mujeres desde cada uno de los frentes de responsabilidad: hay una parte, no menor, que corresponde a las autoridades gubernamentales, pero también hay obligaciones para el mundo empresarial, las iglesias, las familias, los docentes, las figuras públicas y todos los sectores sociales. Para ello, resulta fundamental construir consensos y traducirlos, de manera tan inmediata como sea posible, en acciones concretas en todos los medios: desde las adecuaciones legales pertinentes, pasando por las modificaciones institucionales requeridas —sobre todo, en el Poder Judicial— para que los cambios en las leyes no se queden en el papel; hasta las transformaciones inaplazables en los ámbitos educativo, de salud, de cultura, laboral, familiar y en las más elementales normas de convivencia. En este esfuerzo, será crucial detectar y desmontar las estructuras económicas que propician la violencia contra las mujeres, así como atender a la queja generalizada de que los aparatos de poder no las escuchan.

Por último, no puede soslayarse que las expresiones de violencia sin sentido como las que se repitieron en las marchas de ayer se encuentran en las antípodas de lo que se requiere para la construcción de consensos y el efectivo desmantelamiento del clima opresivo para las mujeres, y que, lejos de concientizar sobre la situación, enajenan el apoyo social necesario para cualquier avance sustantivo. Tales acciones, que no son exclusivas de los actos de denuncia de la violencia machista, adquieren en este caso un cariz tristemente paradójico por tener entre sus víctimas a otras mujeres, las policías que acuden a realizar su trabajo de protección, tanto de las manifestantes como del patrimonio público y privado.

Tomado de: La Jornada

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Greta Gerwig y Mujercitas (2019)

Greta Gerwig directora de cine, guionista y actriz estadounidense

Por Flavio Lira 

La construcción de la actriz como “autora” de sus películas es, como mínimo, tramposa. Sin embargo, esta idea existe, y pensar a los actores y actrices como entes definidos y reconocibles es cualquier cosa menos algo nuevo. En ese sentido, la carrera actoral de Greta Gerwig riza el rizo. Salida del mumblecore, un movimiento que privilegiaba la autogestión y lo espontáneo (aunque varios de sus creadores, en especial Andrew Bujalski, el director de Funny Ha Ha y Mutual Appreciation, han dicho que no había nada de improvisado en sus guiones y rodajes), Gerwig construyó (y deconstruyó) en la primera parte de su carrera una máscara muy precisa: la veinteañera confundida, que va de relación en relación, de trabajo en trabajo, irremediablemente simpática y querible más allá de su inconsistencia. “Si trabajaras en una oficina con ella de seguro te gustaría un poco. Pero fuera de la oficina, te preguntarías si en realidad es tan adorable como habías pensado”. Esa frase, dicha por el personaje titular de Greenberg (Noah Baumbach, 2010) es básicamente la que la definía frente a sus directores, sus espectadores masculinos, quizás ella misma.

Bajo esa óptica,  Hannah takes the stairs (Joe Swanberg, 2007) sería la piedra fundacional para el personaje «Gerwig». De hecho, Hannah puede verse como un borrador de lo que después será su Frances Halladay en Frances Ha (Noah Baumbach, 2012). Aquí ya está su modo titubeante de hablar, su presencia incómoda (de hombros apretados, de cuerpo demasiado grande como para entrar en cuadro), sus escenas de baile espontáneo como si nadie estuviera mirando, y sobre todo, sus monólogos. Cerca del final, Hannah, en una escena escrita presumiblemente por Gerwig misma (en el film de Swanberg hay tres guionistas sumados a las “colaboraciones” de todos sus intérpretes), se explaya sobre lo “maníaco” que es enamorarse de alguien. En un mismo tono analítico y aparatoso (los personajes de Gerwig suelen tener muchas dudas a la hora de comunicarse, y estas suelen manifestarse de manera torpe, dando la sensación que quieren tanto que su punto de vista se entienda porque en realidad sienten que aunque hagan el mayor de los esfuerzos esto será en vano), Frances intentará convencer a los asistentes de una cena su idea del romance como una comunicación secreta entre dos personas, o como en su otra (y subvaloradísima) obra en conjunto con Baumbach, Mistress America (2015), Brooke intentará vender su restaurante comparándolo al de un hogar materno, ensoñado e inexistente.

Pero antes de sus dos colaboraciones como co-guionistas, Baumbach eligió a Gerwig para interpretar a Florence en la ya mencionada Greenberg. Hay algo de enamoramiento de la nueva ola juvenil en este film ya que además de Gerwig también actúa Mark Duplass, es decir, otra de las caras más reconocibles del mumblecore. Greenberg trabaja un tema bastante usual dentro de la filmografía de Baumbach: el choque, ya sea generacional, o cultural, entre dos fuerzas. En este caso Florence representa no solo una juventud incomprensible para el personaje interpretado por Ben Stiller, sino también la anti-intelectualidad que el protagonista desprecia, pero que en última instancia deja en evidencia ya no su ensimismamiento sino directamente la ridiculez de su solipsismo. “Es un filisteo. No le interesan los libros ni las películas” le dice Bernard, el escritor recientemente divorciado a su hijo Frank para referirse al amante de su esposa, Ivan, en Historias de familia (The squid and the whale, 2005), un film anterior de Baumbach. “Quizás yo también sea un filisteo” es la respuesta de Frank. “No tengo muchos libros” dice Florence casi pidiendo disculpas a Roger Greenberg (Stiller) cuando revisa su pequeña biblioteca. Sin embargo Roger, por más superior que se siente a todos lo que lo rodean, está cada día más desconectado del mundo. No reconoce su ciudad natal, todos sus amigos se alejaron de él y pasa la mayor parte de sus días escribiendo cartas de quejas a diferentes empresas. Mientras tanto, es un no-conductor en Los Angeles, la ciudad donde nadie camina, lo cual lo hace dependiente de todos, en especial de Florence, la asistente de su hermano. La crítica usual a Greenberg (la película) de que Florence es retratada como una especie de manic pixie dream girl (la estereotípica chica indie ensoñada, proyección de sus realizadores, que existe en la trama solo en función de los vaivenes emocionales del protagonista varón súper sensible) desatiende la mirada impiadosa de Baumbach. De la misma manera que Roger no es un espejo de las virtudes de su público varón-culto-clase media alta, sino más bien una lupa a sus mayores defectos, Florence tampoco es precisamente la imagen con la que una chica -espíritu- libre quiera verse.

Si Greenberg más allá de la presencia de Stiller en el rol protagónico, no era precisamente un producto del mainstream, los dos siguientes roles de Gerwig sí estaban insertos en el cine industrial estadounidense. Tanto la remake de Arthur (Jason Winner, 2011), como la comedia Amigos con derechos (No strings attached, Ivan Reitman, 2011) representan lo más insustancial que los estudios de Hollywood pueden ofrecer. Tras el fracaso crítico y comercial de ambos films, Gerwig volvió al cine independiente actuando bajo las órdenes de coetáneos (o casi) de Baumbach como son Todd Solodnz (en Wiener Dog, 2016) y Whit Stillman (Chicas en Conflicto, o Damsels in distress, 2011). De alguna manera Gerwig construía un personaje extra-cinematográfico aún más carismático que el de las ficticias Hannah/Florence: el de la chica educada sentimentalmente  por el cine indie de los ’90, convertida ahora en una especie de embajadora de ese espíritu para una generación posterior, como portadora de la antorcha. Sin embargo, fue más bien con sus dos colaboraciones como co-guionista y protagonista de Frances Ha (2012) y Mistress America que Gerwig terminó de solidificarse como actriz-autora.

Es muy discutible, pero el binomio Frances/Mistress son más películas encubiertas de Gerwig como cineasta que del mismo Baumbach. Sus puntos en común con la filmografía del realizador es tenue, y tienen más que ver con las ideas que terminarán de cristalizarse en sus dos películas como directora, Lady Bird (2017), y Mujercitas (Little women, 2019). Episódicas, veloces (en especial por el uso del montaje rápido de pequeñas escenas como recurso narrativo, herencia del cine ’80 generalmente despreciada y parodiada, que Gerwig utiliza como herramienta para narrar en pocos detalles lo que a otros directores les llevaría mucho más tiempo) y falsamente ligeras en su aspecto de comedia (una de las mayores virtudes de Gerwig directora-guionista es hacer pasar bajo una apariencia amable una amplia gama de momentos desoladores), las dos tienen como centro a protagonistas mujeres (y eso también las aparta del universo de Baumbach, generalmente masculino). Tanto Frances como la Señorita América que es Brooke, parecen vivir en una ficción creada por ellas mismas que inevitablemente se hará añicos contra la realidad. La misma estética de Frances Ha lo hace evidente: el hermoso blanco y negro de su fotografía, la utilización en la banda sonora de la música incidental que George Delerue compuso para Francois Truffaut y Jean Luc-Godard en los 60s, e incluso un homenaje explícito a una secuencia de Mala Sangre (Mauvais Sang, Leos Carax, 1986) son un universo de algodón dónde Frances aprenderá de manera dificultosa que su vida no es “una de la nouvelle vague”. Para hacerlo tendrá que separarse de su mejor amiga (que ya se separó de ella), aceptar un trabajo que no es el soñado tras pasar por varios que la hacen sentir estancada, y finalmente, después de un período nómade, encontrar un lugar donde vivir sola. Es mitad una coming-of-age post-adolescente (ese género que narra la construcción del héroe en los términos más prosaicos posibles) y una historia de amor frustrado entre dos mujeres. Lo mismo puede decirse de Mistress America: Brooke se vuelve un sujeto fascinante para su futura hermanastra Tracy (Lola Kirke), una aspirante a escritora. Parte de esa fascinación reside en el carisma que ejerce la independencia y existencia (falsamente) lujosa de la que Brooke hace alarde. Tracy es testigo y partícipe, pero también detecta la mentira y la construcción de una ficción constante, lo cual se corresponde a la mirada misma que Gerwig siente por su personaje, entre la admiración, el desconcierto y la tristeza. (Gerwig admitió que la génesis de Brooke surgió durante la escritura de Frances Ha: en ese momento se trataba de un personaje menor, pero al momento de hacerla hablar surgieron páginas y páginas de un monólogo que la volvía algo independiente, lejano al universo de su predecesora). “Me dijo que toda historia es una historia de traiciones. Yo pensé que eso no era cierto, pero nunca se lo diría. Era muy divertido estar de acuerdo con ella”. Esa frase, dicha en voz en off por Tracy sobre una pantalla negra antes que empiecen los créditos, define perfectamente la relación entre ambas mujeres y cuenta en pocos segundos la historia que vamos a ver. Al igual que Frances, Brooke parece (o desea) vivir en una película en la cual ella es la protagonista. Su miedo a la vejez y la irrelevancia la convierten en una figura trágica. No una adulta, sino la cáscara de la adultez. Por eso mismo es que cambia de aspecto de acuerdo al entorno que la rodea: un jogging y el pelo recogido hacia atrás para volverse una profesora de spinning, unos lentes de marco grueso y súbitamente es la docente particular de matemática para una niña, un gamulán y se convierte en una emprendedora buscando inversores para su restaurante. Sus diálogos consisten en frases extremas, articuladísimas, astutas, pero que en última instancia dejan en evidencia su inseguridad. El personaje es realmente un testimonio de la economía narrativa de Gerwig y su habilidad, sutileza y diversidad como intérprete, generalmente desestimada. Tras leer el cuento que Tracy escribió sobre ella, Brooke se siente expuesta y usada, lo cual puede verse como una toma de responsabilidad de Gerwig hacía el personaje que creó. Al final, cuando se reconcilien, no será tanto un final cerrado y feliz sino más bien un nuevo comienzo para ambas. La misma sensación de transcurso y continuidad será la de su ópera prima como directora, Lady Bird.

Si Frances Ha remite a la nouvelle vague y Mistress America busca un vínculo entre la comedia sofisticada de los ’30 con la comedia neurótica de los ’80 (con Jonathan Demme y Martin Scorsese como principales referentes), Lady Bird finge ser una comedia teen cuando en realidad tiene mucho más que ver con el cine de Mike Leigh (uno de los directores más admirados y citados en entrevistas por la misma Gerwig). De hecho la trama puede recordar a La chica de rosa (Pretty in pink, Howard Deutch, 1986), con adolescente de clase media baja y sus dos pretendientes. Lo que la diferencia no es solo el tono y la atención a los detalles, sino también que a Gerwig le interesan más bien poco los devaneos sentimentales de su protagonista con los dos chicos, y en cambio se enfoca mucho más en sus vínculos con otras dos mujeres: su madre y su mejor amiga. Con ambas se peleará (y solo arreglará de forma directa el quiebre con una de ellas) justamente por su empeño en volverse otra, una que empieza desde su mismo nombre. “Lady Bird es el nombre que me di a mí misma” dirá varias veces. Y Lady Bird sueña con irse de su ciudad natal a Nueva York, algo que su familia no puede costear, y también con tener de novio a un adolescente risiblemente snob (incluso más snob que ella). La relación siempre tensa con una madre que la ama pero que al mismo tiempo no puede sino sentir fastidio ante sus afectaciones, generando así un roce constante, está en el centro mismo del relato y aún más: Lady Bird abre con ambas durmiendo en la misma cama, casi abrazándose, y cierra con el mensaje que deja la hija en el buzón de voz de su madre, sin que haya un verdadero progreso o un cierre entre ambos personajes. En última instancia, es un relato sobre el origen de una persona, y lo ambivalente que son las emociones con respecto al lugar de donde uno proviene, en el disfraz de la esquemática comedia romántica adolescente que la misma protagonista podría alquilar de Blockbuster.

Durante el momento del estreno de Lady Bird la prensa hizo énfasis en el carácter de auto-ficción del film. Hay algo condescendiente en la asunción de autobiografía detrás de esa pregunta, de asumir que toda historia tiene un correlato real, en especial aquellas contadas por mujeres. Gerwig, de cualquier manera, jugó con esa idea, marcando que había detalles que sí se correspondían a experiencias personales, en especial haber nacido y vivido toda su adolescencia en Sacramento (aunque una y otra vez afirmó que su interés residía en retratar la ciudad californiana que rara vez veía en las películas), que al igual que su supuesta sosías ella también era una chica obsesionada con el teatro, y la ambientación en el 2002, un entorno temporal que se corresponde al de su adolescencia (Gerwig nació en el 83). La sensación de Gerwig trabajando con elementos de su vida ya estaba presente incluso en Frances Ha, donde actúan sus padres y hay toda una secuencia filmada en el hogar donde creció. No es improbable que la idea misma, conflictiva como pocas, de la auto-ficción, haya sido un puntapié para su adaptación de Mujercitas.

Hay un largo historial de versiones de la novela de Louisa May Alcott: tres cinematográficas previas, varias para televisión, incluso una serie animada japonesa. Gerwig es ampliamente consciente de esto y su Mujercitas debe ser la versión más meta de todas. Muchos de los episodios por lo que es más recordada la obra de Alcott son tratados por Gerwig casi como un trámite para llegar a lo que realmente le importa. El ejemplo más claro es la caída de Amy en el lago congelado: mientras en todas las otras versiones esto es tratado como un momento de tragedia inminente, aquí es un instante más y lo que realmente le importa a su guionista y directora es detenerse en la conversación que tendrá Jo con su madre después del accidente, donde esta confesará que siente rabia casi todos los días de su vida, que sólo aprendió a domarla, y que espera que su hija sea mejor que ella y convierta su rabia en un motor de independencia. Gerwig da por sentado que de una manera u otra la historia es familiar para todas/os, y por lo tanto se pregunta por qué es necesario contarla nuevamente. El texto mismo de Alcott puede ser interpretado simultáneamente como un tratado pre-feminista a la par de Una habitación propia de Virginia Wolf, y al mismo tiempo también es un catálogo de buenas costumbres a ser adquiridas para las señoritas de la época. Gerwig tiene esta dicotomía muy presente. Y las razones tienen algo que ver con cómo Wolf argumentaba que para que una mujer pueda crear necesita no solo un lugar dónde hacerlo, sino también ayuda financiera. Eso mismo se entrecruza con la interpretación de Mujercitas como texto veladamente autobiográfico. Cerca del final, Jo, Amy y March discutirán cuál es la importancia de contar historias personales y domésticas y si la importancia no está en el mero hecho de narrarlas. Gerwig, que se dedicó una y otra vez a contar historias que a buena parte de los críticos varones les pueden resultar “pequeñas” (como si la construcción de uno mismo, la necesidad de crecer, el cambio y corte de relaciones con seres amados fuesen temas irrelevantes), enfrenta la discusión por dos lados: primero por dejar en primer plano conversaciones íntimas entre madres e hijas, hermanas, y amigas, donde los hombres cumplen un rol secundario, pero también tienen un peso económico, un lugar de autoridad ejercida desde el poder material (sobre todo en Mujercitas, pero también en Frances Ha, cuando la protagonista vive temporalmente con dos hipsters que tienen muchísimo más dinero que ella, y Mistress America, con Brooke dependiendo financieramente de su novio), y cuya injerencia en esas relaciones termina siendo perjudicial por esto mismo. Y segundo, cómo esas historias de mujeres se cuentan en un mundo reacio a escucharlas. “Para el final la protagonista tiene que estar casada o muerta” le dice el editor literario a Jo como condición para aceptar su novela. Gerwig utiliza la misma creación de la novela de Alcott, y las concesiones que la autora tuvo que hacer para poder publicarla (así como el mismo trato que logró para poder conservar los derechos) como comentario mismo de la historia. Mientras en las otras versiones, el vínculo de Jo con el profesor Bhaer era construido con tiempo para que los espectadores acepten que la protagonista, decidida a nunca casarse, finalmente se entregue a un señor mayor que ella y que funciona como figura autoritaria, en esta ocasión todo el desenlace es tratado como un chiste. Gerwig pone en evidencia el parche por lo que es, o mismo el parche que la mayor parte de las “historias de mujeres” necesita para poder salir al mundo. Se distancia de su final «sentimentaloide», generando el mismo efecto catártico por la parodia que las versiones anteriores conseguían por la vía del respeto.

Gerwig es, dentro de directoras/es nacidos en los ’80, prototípica en su post-post modernismo. Es decir, ya no la consciencia que toda historia ya fue contada antes, sino esto como algo obvio y cotidiano, que marca nuestras relaciones no solo con la ficción, sino con nosotras/os mismas/os y quienes nos rodean.

Tomado de: Revista Film

Tráiler del filme Mujercitas (Estados Unidos, 2019) de Greta Gerwig

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Rescatando a las oblatas del olvido

Gloria Rolando, cineasta cubana

Por Indira Ramírez Elejalde

Gloria Rolando, directora de documentales de gran impronta como Oggún: un eterno presente y 1912. Voces para un silencio, se ha convertido en un referente dentro de la cinematografía nacional e internacional por abordar la importancia de las culturas negras dentro de la sociedad cubana.

Actualmente se encuentra en la etapa final de posproducción del proyecto Hermanas de corazón, que aborda todo lo relacionado con el Colegio Católico de San José que se hallaba en Matanzas. En ese lugar, niñas negras eran educadas por monjas negras cubanas pertenecientes a la Orden de las Hermanas Oblatas que radicaba en Baltimore, Maryland, EE.UU.

Con el objetivo de conocer más detalles relacionados con el documental, Cubacine conversó en exclusiva con la cineasta.

¿Cómo surge la idea de hacer un documental sobre este tema?

En el 2014 me invitaron a una universidad que está en Baltimore y en ese momento recordé que mi madre comentaba que en ese lugar se encontraban las Oblatas, monjas negras que bajo la guía de la Madre María Lange fundaron una congregación religiosa en 1829. Aún conservo fotos de mi mamá usando el uniforme de uno de los colegios que fueron abiertos en nuestro país a partir del año 1900.

En Baltimore pude intercambiar con cuatro monjas cubanas muy viejas que aún quedaban en el convento. Desde ese momento me enamoré del tema y a mi regreso a Cuba comencé a planear el documental.

¿Qué se narra en Hermanas de corazón?

Un capítulo poco conocido en la historia de la educación en Cuba, protagonizado por muchachas negras que tenían la inquietud de insertarse en la vida religiosa, pero en nuestro país no podían hacerlo.

Ellas debían viajar hacia Baltimore para iniciarse, y su anhelo espiritual era tan grande que no les importaba la travesía que debían realizar. Salían desde distintos pueblos de Matanzas, llegaban al Puerto de La Habana y desde allí se embarcaban para cruzar el mar hasta Tampa y luego, finalmente, llegar a Baltimore.

Y este viaje debían realizarlo de vuelta a la Isla, pues el objetivo principal era prepararse para poder enseñar.

En el documental están las voces de mujeres que estudiaron en el Colegio de San José, ubicado en Matanzas, la segunda escuela que las Oblatas abrieron en Cuba. Todas ellas conservan en sus memorias recuerdos muy lindos relacionados con la enseñanza religiosa y católica que recibieron antes del triunfo de la Revolución.

Debió ser un amplio proceso de investigación…

Efectivamente, este proyecto se concretó tras años de búsqueda. Tuve que realizar una amplia pesquisa y, como aventurera, salí en busca de testimonios para mi trabajo. “El que busca, encuentra”, y yo pude localizar a una veintena de mujeres que en la actualidad están dentro del rango de los 70 a 80 años de edad.

Esas monjas no discriminaban y por ello aceptaban a todas las niñas que querían estudiar. La gran mayoría eran negras, pues las familias blancas tenían sus reservas y tomaban distancia ante la opción de ponerlas a estudiar ahí.

También tuve la posibilidad de consultar archivos y apoyarme en fotografías conservadas por las protagonistas de esta historia. Además, conté con las declaraciones del Padre Jesús Marcoleta, el arquitecto Augusto J. Bueno y otras personas de la ciudad de Cárdenas.

Principales retos

Ante todo tratar de convencer a las personas de abrir sus memorias sobre esa etapa de la niñez y la adolescencia. Pude contar con sus vivencias y les agradezco que me hayan dado la posibilidad de plasmarlas audiovisualmente.

Pero también fue todo un reto escoger cómo contar la historia, pues si bien en otros documentales me he apoyado en la cronología de los hechos, en este solo tenía la certeza de que en 1908 se fundó el Colegio. Así que tuve que reconstruir sucesos a partir de la memoria afectiva de los testimoniantes.

El objetivo principal de Hermanas de corazón es informar sobre la desinteresada labor que realizaron esas monjas, rescatar una parte de la historia de nuestro país, pero a la vez dar a conocer esa imagen de la mujer negra que no se tiene presente en nuestra nación.

¿Este es un proyecto independiente?

Para su realización he contado con mis propios recursos y la ayuda de muchos amigos que desinteresadamente han colaborado conmigo.

En ese sentido puedo nombrar la participación de excelentes músicos como Miguelito Núñez, quien hizo los temas instrumentales de la obra, y Tony Ávila, que compuso Mis flores negras de San José, el tema principal del documental. También debo agradecer la participación del grupo Vocal Baobab, que nuevamente me acompañó con su música.

Es importante mencionar la colaboración de Alden Knight, Menfesí Eversley y Laura González en la narración, así como la fotografía de Erik Delgado, entre muchas otras personas que fueron vitales para que este filme de 43 minutos de duración pudiera finalmente concretarse.

Y, por supuesto, no puedo dejar de mencionar la ayuda ofrecida por el Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC), que me dio el permiso de filmación en Matanzas y me facilitó la grabación de las voces de los narradores en los Estudios de Animación.

Tomado de: Cubacine

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Mapa: Las imágenes se rebelan contra mí

Por Andrea Carolina Estrada Rodríguez & Jorge Posada

Hace 56 años (16 de abril de 1963), Jonas Mekas, escribió en su diario: “¿Saben una cosa? Lo que nos salvará será la película de 8mm. Pueden pensar que estoy loco. Se acerca el día en que el metraje de películas caseras de 8mm. será coleccionado y apreciado como un hermoso arte popular, como las canciones y la poesía lírica creadas por la gente. Ciegos como estamos, nos llevará unos años más darnos cuenta, pero algunos lo saben ya.” 1

Hoy en día el 8mm es sustituido por las grabaciones digitales de los teléfonos celulares y las handycams. A pesar de la abrumadora cantidad de material audiovisual contenido en el internet (con sus diversas plataformas de distribución y proyección) y en los dispositivos de almacenaje de información electrónica es difícil que a ésta se le considere como un documento importante, un testimonio de nuestro tiempo. Las grabaciones hechas diariamente por millones de usuarios se diferencian de la producción cinematográfica en los procesos, en las finalidades, en las motivaciones. Existen en esta producción amateur búsquedas artísticas, históricas, estéticas, políticas y formales distintas a las que procura la industria del cine. Dentro de unos siglos los antropólogos e investigadores tendrán mayores certezas, indicios y verdades de la vida social de nuestro siglo en el material amateur que en las películas consideradas obras fílmicas.

La historia reciente del cine cuenta con varios ejemplos donde la producción cinematográfica es híbrida. Krzysztof Kieślowski, en un análisis metatextual, representa en El aficionado (Amator, 1979) la tensión y la distancia entre las actitudes, preocupaciones y deberes de un entusiasta de las cámaras 8mm. y un autor. Maja Miloš en Klip (2012) muestra la obsesión por grabar y observar la totalidad de las actividades humanas, la necesidad de que nuestra vida tenga sentido a través de una pantalla. Christiane Burkhard en Vuela angelito (2001) utiliza el material de archivo familiar para reconstruir su memoria e identidad. Zhu Shengze en Present.Perfect (2019) realiza un montaje cinematográfico con varios streamings no editados que en su momento fueron transmitidos en tiempo real.

Mapa (2012) de León Siminiani es un ejemplo notable de la combinación de elementos cinematográficos profesionales (el meticuloso montaje, la aparente estructura caótica, las decisiones formales) y amateurs (él dirige, graba con una handycam el sonido y la imagen, escribe, monta, está dispuesto a incluir el azar, mezcla la obra con su propia vida, ignora conscientemente las convenciones).

Mapa es una película-diario (16 de abril 2008 – 20 de octubre 2010) sobre el proceso de mudanza y viaje de su autor, las dificultades que plantea la vocación de cineasta y la construcción de la obra como un hogar posible. Es el itinerario vital de Siminiani en dos países y concepciones de la realidad dispares: España y la India. Es el recorrido por las ideas y las emociones que transcurren alrededor de dos relaciones amorosas fallidas.

La obra comienza con un extracto de Límites (2009), un cortometraje documental en formato pequeño con fondo negro en el que aparece la expareja de Siminiani caminando en el desierto.  La voz en off sitúa al espectador en el punto de vista del director y con ello lo convierte en otro personaje que estará obligado a relacionarse con él: “Me llamo Elías León Siminiani. Tengo 37 años y trabajo dirigiendo series de ficción juveniles para la tele. En realidad, siempre quise hacer cine pero mis primeros cortos no fueron bien.” Esta voz es el hilo reflexivo que recorre y cuestiona la obra, nombra los objetivos, los procedimientos y las situaciones que originaron, hicieron en ocasiones avanzar y en otras detener el curso de la película. Esta voz crea un personaje inteligente, empático, sarcástico, burlón y esquizofrénico que incluso crea a un Otro que confronta el quehacer y las decisiones de Siminiani, dentro de un aprendizaje fílmico y filosófico que duda entre lo racional, lo emotivo o el equilibrio. Esta voz corresponde a uno de los señalamientos que Mekas hace en otro fragmento de su diario, el 5 de diciembre 1968: “Creo que la razón principal por la que fracasan todos nuestros documentales es que las voces de los comentaristas son tan estúpidas. He llegado a la conclusión de que a menos que el lector o recitador de las líneas sea tan sensible e inteligente como las verdades que pronuncia, el comentario parecerá vacío, estúpido, pomposo, banal y destruirá las imágenes.”2 La voz autorreferente de Siminiani otorga una unidad, una espesura, una dinámica hipnótica a sus secuencias.

Siminiani constantemente devela el dispositivo: detiene la imagen, altera el sonido, agrega reflexiones sobre lo que ocurre en la pantalla, explica las formas en que graba o monta y las implicaciones en las siguientes secuencias, agrega acotaciones, títulos e intertítulos dentro del cuadro, notas, meditaciones y rituales, citas de guías turísticas, recuerdos de Passolini, Moravia, Ravel y Wong Kar-wai, material de archivo, elipsis. Estos elementos crean un ritmo dinámico y sorpresivo: por momentos existe sólo narración, en otras divagaciones filosóficas, apuntes socioeconómicos. En cuanto a las imágenes, combina la cámara en mano, el tripié y la animación. Incorpora material de archivo propio, los objetos, las máquinas, los documentos, la música que le sirvieron para armar el film.

Siminiani elabora a partir de la precariedad, con los pocos elementos que tiene logra “que una operación imposible funcione”. Lo extraordinario es que utiliza y destina su propia existencia a la película. Sus movimientos, decisiones e ideas son instrumentos para hacer que la trama continúe y finalice. Sacrifica su vida a la película. El cine invade cada uno de los espacios íntimos de Siminiani. Cada acto es digno de ser parte de la cinta, de ahí que incluya momentos que en otro contexto podrían parecer insignificantes, secuencias que parecerían errores y que en definitiva son los momentos más emotivos (el plano secuencia en el que un niño impide que veamos cómo una vaca logra salir de una zanja porque desea mirar su rostro en la pantalla de la cámara). Siminiani crea en el terreno de la duda, no sabe qué sucederá después de cada secuencia, a pesar de sus planes y del guion. “Las imágenes se acaban rebelando contra mí”, declara mientras un hombre nada al amanecer en el Ganges. La precariedad como uno de los cimientos del cine en Iberoamérica. Hallar un hogar en la obra, encontrar la belleza en las crisis y las deudas (económicas y sociales) de nuestros países. Una práctica híbrida: entre la totalidad de las imágenes digitales y el profesional que monta y construye. Entre la conciencia y la inocencia. Entre el control y el caos. Entre el desconcierto y la necesidad de adquirir identidades. Vida, cine y presente. En el inicio de su Diario, Jonas Mekas, escribe sobre el cine como un hogar y una experiencia posible: “Pertenezco siempre a alguna parte. Se me deja caer en cualquier lugar de piedra, seco, apagado, sin vida, donde nadie quisiera vivir –yo empiezo a vivir, absorbiéndolo todo, como una esponja. Tampoco cuento con el futuro: estoy aquí y ahora.”3

Notas

1 Jonas Mekas, Diario de cine (Madrid: Editorial Fundamentos, 1975), 117.

2 Idem., 241.

3 Idem., 9.

Andrea Carolina Estrada Rodríguez estudia cine en la Escuela Superior de Cine. Jorge Posada es autor de Habitar un país es llenar de tierra una piscina (2017).

Tomado de: Pulsar

Tráiler del filme Mapa (Esaña, 2012) de León Siminiani

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