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José Luis Rodríguez: “Cuba no se está proponiendo un socialismo de mercado”

José Luis Rodríguez. Asesor del Centro de Investigaciones de la Economía Mundial (CIEM). Fue Ministro de Economía de Cuba.

Por Rosa Miriam Elizalde

José Luis Rodríguez, ministro de Economía de Cuba entre 1995 y 2009, es de los pocos expertos de la Isla que mantiene públicamente un análisis sistemático y riguroso, desde posiciones socialistas, sobre las transformaciones que agitan la Isla. En un país que se levanta casi todos los días con un nuevo decreto en la Gaceta Oficial que avanza hacia cambios estructurales del modelo económico, apenas se escuchan a los funcionarios explicando las medidas en lengua de la calle, mientras en el espacio digital —con una altísima capilaridad en la Isla a pesar de la débil infraestructura de Internet— florece todo tipo de análisis especulativo, frecuentemente con la brasa arrimada a propuestas neoliberales.

En cualquier caso, la economía es el tema de los temas en el país. Cuba se enfrenta a un dilema de hierro: o actualiza, revisa y reconstruye su estructura económica o la Revolución corre el riesgo de sucumbir ante la presión combinada de sus propios errores y las agresiones del bloqueo de EEUU, en un momento delicadísimo de reacomodo del consenso de Washington hacia la Isla.

Rodríguez, asesor del Centro de Investigaciones de la Economía Mundial (CIEM), de La Habana, responde preguntas en vísperas de la última sesión plenaria del año en el Parlamento cubano, que tiene en agenda el análisis de los resultados del llamado “proceso de actualización” y los planes para el 2015.

Hacia dónde va Cuba

¿Por qué actualización y no reforma económica?

Puede deberse a dos razones. Por un lado se ha querido enfatizar que todos los cambios que se están proponiendo suponen la actualización de un modelo socialista, que se ha calificado también como socialismo posible. Por otra parte, se ha querido tomar distancia de las reformas —que a nombre de supuestamente perfeccionar el socialismo— llevaron a su desaparición en Europa.

¿Cuál es exactamente el modelo Económico elegido? ¿Hacia dónde va Cuba?

El modelo del socialismo cubano elegido supone el perfeccionamiento de la sociedad que se ha construido hasta aquí y tiene varios rasgos fundamentales que reiteran su matriz socialista.

En primer lugar se mantiene la propiedad social sobre los medios de producción fundamentales —es decir— los que resultan determinantes para el desarrollo del país. Se establecen límites al desenvolvimiento de la propiedad no estatal al reducir su capacidad de acumulación y se asegura la prestación de servicios sociales básicos universal y gratuitamente.

Al mismo tiempo, se abren espacios a la pequeña propiedad privada —como autoempleo o trabajo por cuenta propia—, la propiedad cooperativa agropecuaria y no agropecuaria y las empresas mixtas con capital extranjero. Se parte así del concepto que otras formas de propiedad no estatal pueden contribuir al desarrollo del país, sin ser predominantes y si se les encauza adecuadamente, es decir, sin que se conviertan en preponderantes.

Este es un cambio significativo, pero a él se ha llegado partiendo de que —por un lado— una  propiedad estatal únicamente no asegura el éxito del socialismo en la fase de construcción socialista en que nos encontramos; por otro lado, durante años se trató  de seguir ese camino y el balance no ha sido favorable.

Por último hace ya tiempo que la teoría marxista llegó a la conclusión de que la existencia de relaciones de mercado en el socialismo obedece a un determinado grado de desarrollo en el cual no puede socializarse directamente el trabajo individual de los productores, y se requiere de las categorías mercantiles para hacerlo. Por lo que se impone la necesidad de reconocer esa realidad si queremos avanzar a un desarrollo más racional. Eso no significa que la presencia de las relaciones de mercado —en el grado en que las mismas se reconocen— no tenga que ser monitoreadas y sometidas a control social para compensar sus efectos socialmente negativos. Lo dicho anteriormente da una idea de que en nuestras condiciones esto es lo que puede asegurarnos un desarrollo socialista posible de acuerdo a las circunstancias de subdesarrollo en que se desempeña nuestra economía, aunque —desde luego— no es nada sencillo.

¿Socialismo de mercado?

Desde la llamada cubanología se interpreta que lo que se está produciendo en Cuba es la «transición a una economía socialista de mercado», que necesariamente debe ir acompañada de cambios estructurales en el sistema político del país. ¿Usted qué cree?

En relación a lo primero, cualquiera que estudie la evolución histórica de las experiencias del llamado socialismo real claramente entenderá que nosotros no nos estamos proponiendo un socialismo de mercado.

Esta fue una apelación para calificar las reformas económicas emprendidas en los años 60 del pasado siglo, que propiciaron una amplia introducción de mecanismos de mercado en países como Yugoslavia, Hungría y también en la URSS con la Perestroika. Esas reformas suponían que el mercado en su actuación no era para nada contradictorio con el socialismo, por lo que  se amplió cada vez más la presencia de esos mecanismos para hacer más «eficiente» la gestión económica, sin tomar en cuenta la connotación social de los mismos y sin monitorear y compensar sus efectos perversos. La historia demostró que del socialismo de mercado quedó solo el mercado sin socialismo.

Las críticas de la cubanología siguen la lógica de que si se introduce el mercado, debe llegarse hasta las últimas consecuencias —es decir al capitalismo— para lograr una eficiencia superior. De ahí que presupongan eufemísticamente cambios políticos para atemperarse a esa tendencia, lo que no es otra cosa que provocar el transito al capitalismo. Por más vueltas que le quieran dar, eso es lo que está en el fondo de sus «recomendaciones».

Abundan los que exigen celeridad a los cambios e incluso quienes se pronuncian por un «shock». ¿Es posible imponer mayor ritmo a las transformaciones?

No puede perderse de vista que —luego de muchos años de Período Especial— las expectativas de la población son muchas y en muchos casos muy intensas. Sin embargo, la magnitud de los cambios que se requieren en el funcionamiento de la economía para satisfacer las necesidades de la población es de una gran magnitud y complejidad. Se trata incluso de implementar medidas sobre las cuales no existen experiencias en nuestro medio, por lo que se requiere un periodo de prueba para validarlas e incluso valorar no solo su impacto económico, sino también sociopolítico, habida cuenta de la gran importancia de los factores subjetivos en este proceso.

Una decisión precipitada en este sentido puede comprometer el proceso de actualización. Esto no significa que no se avance en todo lo que sea posible y que no comprometa los objetivos estratégicos a alcanzar. Por ejemplo, se han adoptado decisiones que flexibilizan la venta de viviendas particulares, el acceso a instalaciones turísticas internacionales y se admite la recontratación de jubilados que pueden —además— cobrar un salario sin perder su pensión.

En síntesis, la afirmación del Presidente Raúl Castro de avanzar sin prisas pero sin pausas, pienso que tiene total validez.

Difícil precisar ritmos de cambio en la economía

¿Dónde no se ha producido el cambio que se esperaba al aprobarse los Lineamientos hace dos años y medio?

En primer lugar es preciso recordar que los Lineamientos tienen un período de implementación de 5 años o más en algunos casos, por lo que muchos impactos esperados en el cronograma de aplicación pueden encontrarse aún en proceso de realización.

Por otro lado, la concreción de resultados en la economía cubana —que tiene un nivel de apertura superior al 47%, por lo que depende mucho de lo que ocurra en la economía internacional— está sometida a un elevado nivel de incertidumbre. Si a esta realidad añadimos la presencia del bloqueo económico de Estados Unidos, es muy difícil lograr una elevada precisión en los ritmos de cambio en la economía.

Adicionalmente hay medidas que originalmente se plasmaron bajo determinadas premisas y a lo largo del tiempo han tenido que ser complementadas con otras decisiones. Un ejemplo está en la entrega de tierras ociosas para la producción agropecuaria, que fue  normada originalmente por el Decreto Ley 259 y después fue complementada con el Decreto Ley 300, así como por otra serie de medidas para facilitar la gestión del sector. También la experimentación de nuevas formas de gestión del poder popular en las provincias de Artemisa y Mayabeque se ha extendido en el tiempo más allá del plazo original, a partir del análisis de las experiencias de su compleja implementación.

¿Qué beneficios se perciben de las transformaciones iniciadas en el 2011?

El ordenamiento del modelo económico cubano ha tenido que necesariamente comenzar por las grandes decisiones que modifican la estructura de gestión en la macroeconomía, por lo que —lógicamente— es en esa esfera donde podemos apreciar algunos resultados de importancia.

Si nos remitimos a los problemas más significativos que recogen los Lineamientos de la Política Económica y Social observaremos que estos son el desbalance financiero externo y la baja productividad presentes en el país.

En el primer aspecto se observa cómo de un saldo comercial negativo en relación al PIB que era -5% en el 2008, se ha pasado a un saldo positivo de +1,6% en el 2013 gracias a la expansión de las exportaciones y a la sustitución de las importaciones y el ahorro.

En otras palabras, el saldo positivo del comercio exterior, aporta recursos que permiten iniciar un proceso gradual de renegociación y pago de la deuda externa. En este último aspecto se aprecia cómo se obtuvo recientemente la condonación del 90% de la deuda de la antigua URSS con Rusia —deuda inscripta en el Club de París— y también se logró la condonación del 70% de la deuda con México, al tiempo que se ha dedicado un volumen sustancial de recursos a liquidar los adeudos externos a partir del año 2009.

Todo esto es de importancia estratégica, pues permite crear mejores condiciones para ampliar la inversión extranjera, elevar la tasa de inversión del país y aumentar los ritmos de crecimiento hasta alcanzar en pocos años  cifras del orden del 6 al 8%.

En relación con la productividad del trabajo, esta ha crecido un 7,8% en los últimos 5 años, ritmo que si bien no resulta muy elevado, ha permitido en la última etapa que este indicador crezca más rápido que el salario medio para evitar presiones inflacionarias.

No obstante, queda mucho por hacer para lograr un crecimiento equilibrado y autosostenible, pero esto también requiere tiempo y recursos.

Fin de la doble moneda, ajuste cauteloso

La mayoría de la población no percibe aún mejoras en la microeconomía ¿cómo mantener el consenso en tales circunstancias?

Todo proceso de ajuste económico —aun cuando se haga con criterios esenciales para preservar lo alcanzado por nuestra sociedad— enfrenta desafíos  inevitables a corto plazo.

Probablemente uno de los mayores desafíos radica en cómo realizar los cambios estructurales indispensables para que el país se desarrolle y, al mismo tiempo, lograr mejoras en el nivel de satisfacción de las necesidades de la población, que —como ya se apuntó— acumulan carencias propias del Período Especial.

Algunas decisiones adoptadas apuntan en esa dirección. Por ejemplo, el proceso de reestructuración de las empresas estatales permite que las mismas ajusten el pago de salarios a los resultados productivos, lo cual —donde se han aplicado las medidas propuestas— ha posibilitado incrementar sustancialmente los salarios sin provocar presiones inflacionarias, lo que potencialmente abre nuevas alternativas al 49% de los ocupados en el sector estatal que laboran en empresas.

La situación es más compleja en el sector presupuestado, pero también —sin afectar el equilibrio fiscal  indispensable— se han elevado los salarios en el sector de la salud y a los deportistas. De igual modo,  en el sector no estatal de la economía —donde labora alrededor del 26% de los ocupados— se obtienen ingresos más elevados.

No obstante, a pesar de estos avances y las potencialidades que se perciben, el deterioro del salario real y las restricciones para expandir servicios como el transporte y la construcción de viviendas, constituyen factores a tomar en cuenta en la lucha por el indispensable equilibrio que debe irse alcanzando entre la satisfacción de las expectativas y la creación de condiciones para lograrla.

Junto a ese avance, necesariamente gradual, debe lograrse un mayor nivel de información y participación de los trabajadores en todo este proceso, lo que constituye —en mi opinión— un elemento esencial para mantener el consenso indispensable.

¿Cuánto pesa la unificación monetaria para el éxito global de la transformación de la economía en Cuba?

La dualidad monetaria que llevó a la circulación paralela del peso cubano (CUP) y el peso convertible (CUP), que se implementó en 1993, permitió evitar una devaluación de la tasa de cambio oficial que —de haberse efectuado— hubiera llevado a una situación muy difícil de controlar. Igualmente en el sector empresarial permitió implementar en paralelo un proceso de descentralización en la toma de decisiones, que hoy podemos evaluar positivamente desde la distancia que nos separa de los años 90.

También la dualidad monetaria permitió —mediante la creación de las Casas de Cambio (CADECA)— drenar una parte significativa del exceso de liquidez que se acumuló en manos de la población en esos años y llegó al 73% del PIB. Al mismo tiempo  se abría un consumo en divisas —también gravado por un impuesto sobre la venta— para al menos la parte de la población que tenía acceso a la misma, que llegó aproximadamente a estimarse en el 60% de la población a finales de la pasada década.

Todos estos impactos positivos se fueron perdiendo en la misma medida en que la doble circulación monetaria y la doble tasa de cambio asociada a esta fue haciendo cada vez más complejo el manejo de la contabilidad en dos monedas, lo que hacía muy difícil conocer la situación económica real en el país.

Por tanto, un proceso de cambios como el actual tiene como requisito indispensable ordenar nuestra contabilidad y las estadísticas retornando a un sistema monetario único con el peso cubano como centro.

No obstante, se trata de un proceso de elevada complejidad que llevará necesariamente un periodo de tiempo, ya que se trata de devaluar la tasa de cambio oficial que se mantiene hoy en 1 CUP=1 CUC o peso convertible (equivalente a un USD) y hacer converger la tasa de cambio entre el Estado y la población donde se cambia 1 CUC = 25 CUP. Es sin dudas una operación  en la que se requiere avanzar cautelosamente para que resulte exitosa.

En la actualidad se trabaja en el grupo de transformaciones de mayor complejidad en medio de una coyuntura externa no favorable. No obstante, la hoja de ruta que se trazó con los Lineamientos aprobados en el 2011, asegura los cambios indispensables para avanzar estratégicamente en la creación de condiciones para un desarrollo sostenible a mediano plazo.

Tomado de: Cubadebate

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Racismo recreativo. Adilson José Moreira. São Paulo: Sueli Carneiro; Pólen, 2019

Por Víctor Fowler

En el contexto de la literatura dedicada a las problemáticas de racismo y discriminación, este es un libro que atrae por la diversidad, profundidad, claridad y relevancia de los temas que abarca; no solo por la solidez propia del académico e investigador largamente entrenado —como es el autor—, sino por la aplicabilidad inmediata de los contenidos, propia del activista de base.

Adilson Moreira, autor de este volumen, es graduado de Derecho Constitucional por la Universidad de Harvard y figura entre los mayores impulsores de un área de reciente desarrollo en el universo de los estudios jurídicos: el llamado “Derecho antidiscriminatorio”. Además del presente libro, aparecido en el año 2019, ha publicado Pensando como um negro (São Paulo, Editora Contracorrente, 2019) y Tratado de Direito Antidiscriminatório (São Paulo: Editora Contracorrente, 2020). Basta leer la dedicatoria para tener idea del alcance de su compromiso:

Dedico este libro a todos los miembros de minorías raciales, personas cuya reputación personal es constantemente vilipendiada en función de la circulación de estereotipos negativos que tienen como objetivo perpetuar un orden social injusto. Ofrezco un abrazo especial a las mujeres negras de este país, víctimas constantes del humor racista.

Si bien el núcleo de los argumentos de Moreira encuentra el superobjetivo en la exposición de lo que denomina “racismo recreativo”, sus estrategias de análisis lo conducen a una rica revisión de elementos conexos e imprescindibles para la comprensión de los efectos, alcances y significación de esta variedad del racismo. De esta manera, lo acompañamos a recorrer tramas conceptuales de las llamadas “microagresiones”, la “blanquitud”, la psicología social de los estereotipos y los estigmas, las teorías del humor, las conexiones entre privilegio y racialidad, y la ofensa racial.

El análisis de Moreira encuentra apoyo en una conceptualización según la cual los chistes no son simples ocurrencias individuales, sino “manifestaciones de sentidos culturales que existen en una sociedad determinada” y, en consecuencia, la producción de “efecto cómico” —al depender por entero de los “significados culturales” existentes en los mensajes que los individuos comparten en sus interacciones permanentes— no puede sino transmitir o expresar “el estatus cultural que gozan las personas en determinada comunidad”. Es así que, para Moreira, las producciones humorísticas “precisan ser comprendidas como una forma de política cultural porque son utilizadas para justificar diversas jerarquías sociales”. El caso particular del humor, que en una significativa cantidad de casos es ejercido sobre la base de la inferiorización, crítica, demérito, estereotipación o cualquier otra práctica reductora de la plenitud de un “otro”, abre la posibilidad de entonces conducir al humor a ser parte ya no de hechos aislados, sino a un continuo de acciones y conceptos que se traduce, de forma concreta, en una verdadera política cultural articulada. En opinión del autor de este texto:

…el racismo recreativo es una política cultural característica de una sociedad que formuló una narrativa específica sobre relaciones raciales entre negros y blancos: la superioridad racial. Este discurso permite que las personas blancas puedan utilizar el humor para expresar su hostilidad hacia las minorías raciales y, a la vez, afirmar que ellas no son racistas, reproduciendo así la noción de que construimos una moralidad pública basada en la cordialidad racial. Ese proyecto de dominación racial expresa la aversión que personas blancas sienten en relación a personas negras, mas a pesar de esto permite que ellas aparezcan como personas comprometidas con la igualdad. De esa forma, el carácter aversivo y el carácter simbólico del racismo recreativo operan paralelamente para refrendar un orden político que crea mecanismos culturales y legales para impedir la movilización política en torno a la cuestión racial.

Sobre las anteriores bases, el volumen exige ser leído en una suerte de doble nivel, pues —si bien va mostrando la armazón conceptual a partir de la cual puede ser comprendido y evaluado eso que define como el “racismo recreativo”— también acumula elementos para, en voz del autor, “cuestionar la tesis de la cordialidad esencial del pueblo brasileño”. De esta manera, el humor recreativo quedaría definido como:

…un tipo específico de opresión racial: la circulación de imágenes derogatorias que expresan desprecio por minorías raciales en forma de humor, factor que compromete el estatus cultural y el estatus material de esos grupos. (…) El racismo recreativo ejemplifica una manifestación actual de marginalización social en las democracias liberales: el racismo sin racistas.

En lo adelante, el volumen profundiza la investigación acerca del racismo mediante la exploración de acontecimientos en dos escenarios fundamentales: los programas cómicos televisivos y las decisiones judiciales. Lo primero, la elección de la televisión, se justifica por la fuerza de este medio como herramienta para la legitimación y fabricación de hegemonía; lo segundo, por la “continuidad cultural” que el autor aprecia entre las generalizaciones acerca de las personas de raza negra en discursos televisivos (muy especialmente los humorísticos) y las decisiones judiciales sobre insultos y ofensas raciales. Es este último punto tal vez el más problematizador de todo el conjunto y el que mayor cantidad de debate está en condiciones de generar. La ambigüedad del humor permite que una ofensa o insulto racial sea presentado (en realidad, enmascarado) como “una tentativa amistosa de interacción social con la víctima por medio del humor”. Además de lo anterior, cualquier situación concreta gana aún mayor complejidad porque casi cualquier persona tiene “un amigo negro”, cuestión que supuestamente funciona como argumento defensivo a la hora de alguien justificar que no es y no puede ser racista; para el autor, sin embargo, el investigador tiene la obligación de explorar aquello que pueda estar colocado en el reverso del supuesto argumento: a saber “…cómo las narrativas culturales influencian el desarrollo de procesos judiciales y de qué forma los jueces actúan como agentes ideológicos”. Así, lo que en verdad ocurriría es que: “…la cordialidad brasileña opera como un dispositivo discursivo que pretende encubrir la naturaleza jerárquica de las interacciones raciales entre negros y blancos en esta sociedad”. Por esto, en atención al necesario rescate de la dignidad de la persona, es que Moreira propone que el insulto o la ofensa racial no debe ser analizado “solo a partir de la motivación del acusado, sino también a partir del daño causado a la víctima”.

“El volumen profundiza la investigación acerca del racismo mediante la exploración de acontecimientos en dos escenarios fundamentales: los programas cómicos televisivos y las decisiones judiciales”.

Uno queda con deseos de mucho más al concluir la lectura del libro. A continuación, reproduzco el sumario de este volumen que tanto tiene que decir en las batallas en contra del racismo y la discriminación. A la hora de ofrecer una valoración final, diría que más que “altamente recomendable”, se trata de un texto “imprescindible” que necesita de un urgente trabajo de traducción. ¡Ojalá alguna de nuestras editoriales lo haga y que nuestros investigadores, activistas, directivos, docentes y público en general interaccionen con las propuestas aquí contenidas!

Sumario

1 – Projeto raciais e processos de racialização (Proyectos raciales y procesos de racialización).

1.1 Racismo aversivo, racismo simbólico e racismo institucional (Racismo aversivo, racismo simbólico y racismo institucional).

1.2 O conceito de microagressões (El concepto de microagresiones).

1.3    A branquitude como significante cultural (La blanquitud como significante cultural).

1.4 A psicologia social dos estereótipos e dos estigmas (La psicología social de los estereotipos y los estigmas).

2 – A psicologia social do humor (La psicología social del humor).

2.1 As teorias do humor (Las teorías del humor).

2.1.1 As teorias da superioridade (Las teorías de la superioridad).

2.1.2 A teoría psicanalítica do humor (La teoría psicoanalítica del humor).

2.1.3 A teoria da incongruidade (La teoría de la incongruencia).

2.2 O humor racista e seus mecanismos psicológicos (El humor racista y sus mecanismos psicológicos).

2.3 O humor racista e a manutenção do privilégio racial (El humor racista y el mantenimiento del privilegio racial).

3 – Racismo recreativo como política cultural (Racismo recreativo como política cultural).

3.1 Racismo recreativo nos meios de comunicação (Racismo recreativo en los medios de comunicación).

3.1.1 Tião Macalé, o feio (Tião Macalé, el feo)

3.1.2 Mussum, o bêbado (Mussum, el borracho)

3.1.3 Vera Verão, a bicha preta (Vera Verão, la loca negra)

3.1.4 Adelaide, a desvairada (Adelaide, la alucinada)

4 – Injúria racial na doutrina e na jurisprudencia (Ofensa racial en la doctrina y en la jurisprudencia).

4.1 Definição jurídica do crime de injúria (Definición jurídica del crimen de ofensa).

4.2 A Injúria racial (La ofensa racial).

4.3    O conceito jurídico de honra: sua dimensão objetiva e subjetiva (El concepto jurídico de honra; su dimensión objetiva y subjetiva).

4.4    A jurisprudência brasileira sobre injúria racial (La jurisprudencia brasileña sobre ofensa racial).

4.5    Um tópico especial: O Amigo Negro (Un tópico especial: El amigo negro).

5 – Racismo recreativo: definição e modos de operação (Racismo recreativo: definición y modos de operación).

6 – Racismo recreativo e liberdade de expressão (Racismo recreativo y libertad de expresión).

6.1 Teorias de liberdade de expressão (Teorías de la libertad de expresión).

6.2    As Consequências psicológicas e sociais do humor Racista (Las consecuencias psicológicas y sociales del humor racista).

6.3    A Liberdade de expressão a partir do ponto de vista do oprimido (La libertad de expresión a partir del punto de vista del oprimido).

7 – Conclusão (Conclusión).

Traducción de los textos: Víctor Fowler.

Tomado de: La Jiribilla

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¿Existen los realities?

Por Javier Lima

Esto es una serie de reflexiones sobre sensaciones, más que sobre certezas. No pretendo iluminar la caverna ni salir de ella, más bien grito a ver si hay eco. Ni siquiera sé si estoy del todo de acuerdo con todo lo que digo.

I

Los realities surgen en los ’90 del agotamiento de otros formatos. Todo está muy visto. La televisión necesita frescura, espontaneidad, novedad. Y qué mejor para conseguirlas que personas reales, sin papel, sin guión. Podemos entrar a cuestionar si esto es lo que realmente ocurría o no en un inicio. Pero ahora, pasados más de 20 años, es evidente que la novedad, la espontaneidad y la frescura son historia. Las personas que aparecen en los realities tienen un papel muy claro: el de personas que aparecen en los realities. Es lo de menos, al menos de momento, si esto es así porque esas personas interpretan conscientemente ese papel o porque quienes diseñan los procesos de selección tienen muy claro qué persona(je) quieren. Y quienes los ven lo saben.

II

Lo que quizá sigan teniendo de auténtico los realities es la expresión de los sentimientos. Y digo expresión por algo. Todo está preparado para que haya gritos, euforia, llantos, casi como el técnico de sonido tiene a mano el botón de las risas enlatadas. Pensar que todo eso es algo espontáneo, que ocurre sin intervención, supondría ser mucho más ingenuo que el consumidor medio. Si siguen funcionando es en parte porque todo esto no anula lo central: las lágrimas son sus efectos especiales, y son reales.

III

Espero que esto no sea otra crítica intelectualoide de los realities. Pero desde luego tampoco es una defensa de la libertad individual en los gustos en su peor sentido, ni viene a desvelar el potencial que tiene para no sé qué no sé qué programa televisivo. Parece que estamos atascados en esa dicotomía. Tan precaria es nuestra identidad que nos identificamos como nunca antes con los productos que consumimos o rechazamos. Cada cual se atrinchera en sus filias y fobias, y los análisis son más justificaciones de posiciones previamente tomadas por otros motivos (si es que hay motivos) que reflexiones sinceras que vayan más allá de la alabanza o el enjuiciamiento (en Homo Velamine llamarían a esto ultrarrazones: explicaciones racionales que (nos) damos para justificar lo que en realidad son nuestras creencias y apetencias, nuestros más bajos instintos). Tengo la sensación de que hemos perdido la capacidad de analizar y criticar los productos culturales. De utilizarlos para ver qué nos dicen sobre nuestro presente y nuestros futuros posibles, de pensarlos más allá de sí mismos, como inspiración, como síntoma, como dispositivo… La única pregunta posible parece ser: ¿a favor o en contra?

IV

Umberto Eco decía que al escribir un texto, uno se hace una idea de lector modelo. A ese lector, al mismo tiempo que por un lado se le suponen unas capacidades, características, conocimientos, por otro lado estas se le instituyen: se crean, se producen. Con cualquier otro producto cultural, podemos pensar algo parecido.

V

Una de esas cosas que se instituyen son precisamente los gustos. Parece una obviedad, pero seamos conscientes de que a nadie le gusta La Isla de las Tentaciones, Master Chef o las novelas de aventuras antes de saber de su existencia y probarlas. Otra, la estupidez. No es que la gente que vea cierto tipo de realities sea, de entrada, más estúpida o machista que la media. Es que ese tipo de programas, al establecer unos determinados modelos y pautas de conducta, alimentan el machismo, la estupidez, el canibalismo social, infantilizan. Fuerzan nuestra credulidad. Y sobre todo lo hacen al negar lo evidente: su manipulación y su artificialidad.

VI

Pensemos esto cada vez que oímos hablar de paternalismo. Paternalismo al criticar estos productos: tratamos de estúpidos a quienes los consumen. Paternalismo al criticar los efectos que puedan tener en quienes los consumen: les suponemos como esponjas sin filtro, o suponemos que el resto de productos son mucho mejores. Paternalismo si se propone como alternativa la “alta cultura” o contenidos que sirvan para concienciar a las “masas ignorantes” sobre X cuestión, dándoselo todo bien mascadito. Paternalismo cuando en realidad simplemente se pretende imponer los gustos propios como estándar (o incluso como imperativo moral). En cualquier caso, lo que hay que pensar es si el foco está de nuevo en el a favor/en contra, y sobre todo, en la elección individual, la preferencia individual, la responsabilidad individual. O si en cambio hay algo en juego que merezca la pena, más allá de gustos y culpas.

VII

El balance que cualquier producto cultural hace entre las características que supone a su consumidor y las que le instituye lo podemos relacionar con los polos de “familiaridad” y “novedad”. Lo absolutamente familiar, por repetitivo, aburre. Lo absolutamente novedoso, por incomprensible, aburre también. Entre medio, las posibilidades son infinitas, pero rara vez lo que nos venden como nuevo supone la más mínima ruptura con lo previo, más allá de añadirle colorines o efectos especiales. El mismo potencial experimental de las vanguardias es lo que las hace incomprensibles, o incluso ofensivas, para muchas personas (y a estas alturas, donde “políticamente incorrecto” es la bio de la mitad de los nazis y fachas en tuiter, no está tan claro que la mera provocación sea algo subversivo). No se alcanza. Una producción cultural populista que diga a la gente lo que quiere oír, lo que sabe que va a gustar, tanto en forma como en contenido, no rompe esquemas, no invita a la reflexión ni cuestiona al espectador. No se avanza. Y claro, no se trata de producir una cultura exquisita para la élite mientras el populacho sigue a lo suyo.

VIII

Entre esos dos ejemplos, o mejor, más allá de ello, está lo que Mark Fisher llama modernismo popular. No es un punto medio entre modernismo y populismo, sino una mezcla de elementos: la experimentación formal, la transgresión de los cánones y la iconoclasia de las vanguardias, pero que se pueda sentir en conexión con tu vida, cantar borrachos en un bar, bailar en una rave. Más allá de las obras más inaccesibles del arte moderno y los bodegones pueden estar Picasso, el graffiti o algunas cuentas de memes con un cultivado descuido en la estética. Más allá de Mozart o el pop y la música aleatoria de John Cage tenemos el jazz, el rock, el punk, la electrónica, el hip-hop, la música rave y a Camarón. Más allá de la poesía fonética y las rimas de Pablo Hasel, está Your Country is Great, algunos poemas encontrados de Goldsmith, el Pornolizer o el Romancero Gitano. Pero pensemos en la tele, ¿qué hay entre el post-porno y La Ruleta de la Suerte?

IX

Tampoco se trata de contraponer la “telebasura” a la “buena televisión” (?). Pienso en Saber y Ganar. Desde luego programas así no tienen muchos de los aspectos criticables que pueden tener los realities. Pero seguramente sea por una cuestión de intensidades más que de contenido. Su virtud reside precisamente en su debilidad. Realmente cuesta escribir algo apasionado sobre este programa, para bien o para mal. Pero pensemos ese formato y démosle intensidad. Quizá lleguemos a algo parecido a ¿Quién quiere ser millonario? Basta poner mucho dinero de premio para poner nerviosos a los concursantes, luces y efectos de sonido y el programa más tonto se vuelve emocionante. Y sería tramposo tener que elegir entre patriarcado y meritocracia.

X

Después de mencionar esto, se me ocurre otro paralelismo. En Divertirse hasta morir, Neil Postman habla de cómo antes de la era de las telecomunicaciones, buscábamos información porque la necesitábamos utilizar para desenvolvernos. Cuando estas irrumpen, la novedad sustituye a la relevancia y somos bombardeados masivamente con informaciones diversas que no hemos solicitado. No tardan en surgir lo que él llama pseudocontextos: contextos artificiales, preparados para dar un sentido y una función a toda esa información a priori inútil que recibimos. Pasatiempos, juegos como el trivial y por supuesto programas de televisión. Ahora: en un contexto en el que se estrujan nuestras pasiones para movilizarlas a favor del consumo (y aquí me vale tanto los anuncios de coche como los clickbaits) al mismo tiempo que se erosionan las condiciones materiales para establecer vínculos afectivos firmes, ¿pueden ser los realities un “pseudocontexto emocional” en el que proyectamos en otras personas lo que nuestros curros precarios, nuestras ciudades atomizadas, nuestros complejos y nuestra apatía cultivada no nos permiten experimentar plenamente con (nos)otros?

XI

Hablar de cultura es hablar de cambio, de imaginación. Es dinámica por definición. Nos invita a movernos al mismo tiempo que refleja nuestros movimientos. De nuevo con Mark Fisher, a todos nos suena ingenuo hoy pensar que la cultura pueda cambiar el mundo, y sin embargo, también es innegable que tiene un poderoso efecto en reproducir la sociedad y las subjetividades.

XII

Las distopías nos mostraban lo terriblemente mal que irían las cosas si no espabilábamos, aunque a estas alturas, leídas desde nuestro contexto de impotencia para organización colectiva y la transformación social, más bien sirven para acostumbrarnos a la idea de un futuro peor. En su lugar, dice Layla Martínez, tenemos que volver a las utopías, a la capacidad de imaginar mundos mejores. En general, cualquier ficción nos puede hacer pensar que el mundo puede ser de muchas maneras. Ninguna de ellas trata de convencerte de que vives en su mundo. Y cualquier otro producto que no sea ficción, que hable de este mundo, propone una lectura particular de él. Incluso a la hora de ver el telediario o elegir qué periódico consultar cada cual sabe muy bien en qué medio o canal prefiere hacerlo y por qué. Los realities en cambio se disfrazan de no-ficción sin serlo. Dicen mostrar a personas reales en situaciones reales. Y si fuese así, la pura objetividad, no habría en juego valores, creencias, ideologías. ¿Pero hay algo más artificial que las estructuras panópticas, los procesos de selección, los sistemas de competición, las situaciones cocinadas, el saber que cada cosa que hagas será vista por millones de personas? Los realities son un espejo, sí, pero uno deformante que nos devuelve una imagen modificada, grotesca. Y nos dice: así sois. Habrá quien se lo crea.

XIII

“No, yo es que lo veo porque es unas risas criticarlo”. Suena a respuesta ante un tribunal. Es igual de legítimo que quien simplemente decide tomarlo en serio. Que hablen de mí, bien o mal, pero que hablen. No sé si esa frase la dijo Goebbels, Dalí o algún personaje de los Simpsons, pero se ha trasladado de la política al marketing. Ya no hay un afuera. Desde luego dependiendo de qué filtros se utilicen y en qué contextos se consuma, el efecto que puede tener en distintas personas y grupos es muy diverso (aunque seguro que aquí nos topamos también con unas cuantas ultrarrazones de esas). Pero en un nivel más amplio, consumo irónico es consumo también: a Mediaset se la sudan las pelis que te montes.

¿Está esta reflexión fuera del bucle?

XIV

¿Qué hago hablando sobre la tele si no la veo? ¿Qué hago hablando sobre la tele en 2021? La sensaciones que aquí he dejado salir a la luz, u otras similares, son las que me puede producir también la “espontaneidad” de las redes sociales, con sus códigos, burbujas, arquetipos y personajes mitológicos. De hecho no tendría mucho sentido separar ambos mundos. Este tipo de programas me atrevo a decir que son consumidos casi más para ser comentados que por cualquier otro motivo. Y quizá eso sea lo más interesante del fenómeno. Para bien y para mal.

XV

Esta falta de novedad no la podemos pensar en la cabecita de los espectadores. La televisión, o cualquier otro medio, no se limita a emitir “lo que le gusta a la gente”. Como decíamos, contribuye a generar unos determinados gustos, genera su propia demanda. Aunque para lo que nos interesa ahora, no son tanto las características concretas que supone e instituye un producto concreto en sus espectadores concretos, sino los contextos más amplios en los que se producen y consumen los productos culturales. Y ese contexto es el de grandes monopolios y producciones de tipo corporativo (cada uno se ciñe a su marca), pérdida de hegemonía de la televisión, que debe competir con (y al mismo tiempo servirse de) otros medios, por el lado de la producción. Desregulación laboral, tanto en los sueldos como en los horarios, saturación informativa, atomización y, según el caso, tiempo libre como un bien escaso, o tiempo vacío como una losa sobre la espalda, por el lado del consumo. Este tipo de productos realmente triunfan porque triunfan. La gente los ve porque hay que verlos, porque “no se habla de otra cosa”. Receta para el éxito en un contexto difícil para unos, consumo poco exigente y una (pseudo)comunidad accesible para otros.

XVI

Termino con una cita de este artículo de Homo Velamine:

Como soñaba Mark Dery en el manifiesto jammer, cada persona tiene hoy no uno sino varios nódulos desde los que publicar. Son, efectivamente, las redes sociales. Estos “nódulos” representan el sueño de los movimientos que hemos estudiado. Los situacionistas aspiraban a romper el binomio espectáculo-activo / público-pasivo, de manera que el Pueblo “construyese situaciones” y fuese actor de su propia vida. Y, efectivamente, el Pueblo es ahora actor y elige construir situaciones semejantes a las del espectáculo, pero en su versión popular. Son hechos cotidianos, selfies en las que posamos como modelos o imágenes sujetando la torre de Pisa con las que demostramos al mundo nuestro estatus clasemediano. Con estos “nódulos” nos apropiamos de internet, pero no lo convertimos en el canal de denuncia que esperaban los jammers, sino en una evolución de la sociedad del espectáculo: la sociedad del microespectáculo. Dery cita en su manifiesto al profesor Mark Crispin Miller: “Todo el mundo ve la televisión, pero a nadie realmente le gusta”. Hoy dudamos de la segunda parte de esa frase: como público, efectivamente, disfrutábamos de las producciones televisivas hasta el punto de imitarlas en cuanto se nos ha dado ocasión.1

Tomado de: El Salto

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Desaparecidos

Foto: El Mañana

Por Jorge Carrillo Olea

Es posible asegurar que no hay dolor humano más cruel que el causado por una desaparición. Cualquiera que fuera su forma y final, se sufre emocional y físicamente por el agudo sentimiento de frustración e impotencia que hunde ante la fuerza bruta de los captores.

Aun cuando la víctima consiga resistir durante el tiempo de su cautiverio, la huella dolorosa del agravio será eterna. La desaparición puede terminar con la liberación, el rescate o la muerte, pero sus efectos sicológicamente destructivos serán permanentes.

Tormento adicional para los ya de por sí abatidos deudos es imaginar los posibles sufrimientos por torturas a los que podría estar siendo sometida la víctima. Es frecuente que se prive a las familias de un cuerpo que llorar, de información, incluso de la simple certeza, y de cierto consuelo si se llega a conocer la muerte del ser querido. Y ahí se inicia otro infierno: la identificación y disposición del cadáver.

El sufrimiento inicial de los deudos dura hasta la localización de la persona o personas desaparecidas; en otros casos se mantiene con el conocimiento de la muerte, aunque quizá con un amargo alivio si el cadáver se recupera. En cualquier caso, el dolor nunca concluirá.

El allegado a un desaparecido padece, pues, eternamente, ya que la secuela traumática es una herida profunda que no cierra, o que se reabre cada día tal vez sostenida por vanas ilusiones.

Las causas de las ausencias son en la mayoría de los casos actos criminales. Otras personas desaparecen accidentalmente por sucesos inesperados, como una inundación, incendio o naufragio. También hay quienes se esfuman voluntariamente buscando una nueva vida.

México se acerca a una cifra nefasta: 100 mil personas desaparecidas o no localizadas, según la Comisión Nacional de Búsqueda, organismo que, asegura, lleva este registro desde 1964. Hasta 1984 la respuesta gubernamental al problema era meramente política, en tanto que el ejecutor de acciones criminales, entre éstas las torturas y desapariciones, se encontraba dentro del mismo gobierno: la Dirección Federal de Seguridad, de tenebroso récord.

A partir de 1984 la atención tomó perfiles humanitarios. En trabajo conjunto con organizaciones sociales, de las que el Comité Eureka, de Rosario Ibarra, sería el mejor ejemplo, se logró devolver serenidad, principalmente a numerosas madres. La base conjunta de nombres de desaparecidos era de poco más de 400 casos; aquello sobre los que hubo una buena o mínima resolución para las familias fueron escasos.

Por desgracia, poco a poco se identificó que muchos casos eran desapariciones definitivas. El Comité Eureka, fiel a sus principios, nunca lo aceptó. También se llegó a ubicar a reclusos internados con nombres falsos a quienes lógicamente se buscaba con su verdadera identidad, lo que hacía difícil su localización.

Años después, a partir de 1989, se volvió a la visión policiaca, aunque aderezada sólo con leves esfuerzos oficiales, más que nada de simulación. Vestía mucho el título del puesto relativo a la atención de los derechos humanos, pero el resultado fue escaso. Es teniendo en la memoria aquellas lamentables inercias del pasado que hoy se aplaude el compromiso presidencial de redefinir metas y protocolos de trabajo en la materia.

Para ello se confió en Alejandro Encinas nombrándolo subsecretario de Gobernación. Es funcionario de gran prestigio, sensibilidad y experiencia. De tres años de trabajo en favor de derechos humanos, su voz acepta que el rendimiento es aún insuficiente; lo reconoce con integridad que alienta. Como triste logro, ya están a la vista decenas de fosas clandestinas, cientos de cadáveres anónimos y cientos de criminales impunes.

Es posible escribir así porque el subsecretario, con su entereza, lo estimula. Son verdades que se deben revelar pese a lo que demuestran: dolor humano, criminales sin castigo y autoridades federales, estatales y municipales irresponsables.

Se están revelando amargas realidades que describen la magnitud y complejidad de un problema casi abandonado por autoridades anteriores. Sólo aquellos que no han vivido en carne propia los sufrimientos señalados no entenderán los alcances de este drama.

Los ausentes y sus deudos no son simples números; se trata de seres humanos invadidos de dolor e incertidumbre. De cada desaparecido, siempre es esperado su retorno. Es una historia de sufrimiento y esperanza.

Recién ha venido a México el Comité de Naciones Unidas contra las Desapariciones Forzadas, ante el que Alejandro Encinas, después de informar de logros e insatisfacciones, explicó que “se está construyendo un nuevo paradigma en materia de las políticas públicas y de las responsabilidades del Estado para enfrentar esta crisis, que no hemos podido superar pero que estamos empeñados en que el Estado mexicano cumpla con su responsabilidad”.

Ojalá que las tan reiteradas noticias sobre crímenes de este orden sigan alertando a la comunidad. Ojalá que las informaciones amargas no insensibilicen a quien las conozca, lo que sería terrible para la armonía humana. Ojalá no se genere un sentimiento de normalización ante el fenómeno, lo que significaría renunciar a valores humanitarios esenciales. Ojalá no perdamos respeto por quien sufre ni perdamos la esperanza de alivio.

Tomado de: La Jornada

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De violencia doméstica a violencias machistas: la importancia de los conceptos

Por María de los Ángeles Fernández & Andrea Liba

La fortaleza del movimiento feminista no está solo presente en las calles. Poco a poco, los reclamos colectivos van configurando cambios sociales que llegan a tener impactos legislativos. El ejemplo más claro es el concepto de ‘violencias machistas’, ampliamente aceptado pero que ha supuesto una larga travesía de declaraciones, normas o convenios para definir no solo políticamente qué es la violencia que sufren las mujeres. ¿De qué hablamos cuándo hablamos de violencias machistas?, ¿y de violencia de género?, ¿qué ocultan quienes hablan de violencia familiar?

Este es un recorrido cronológico que esboza un camino que aún se está trazando.

Esposa o hija. Hasta el año 1975, en el Estado español las mujeres ocupaban una posición jurídica de subordinación respecto a los hombres, o se dependía del padre o del marido. Además, la violencia de género en el ámbito de la pareja estuvo permitida y respaldada por la legislación hasta 1978; por ejemplo, se eximía de responsabilidad al varón que asesinaba a su esposa por “adulterio”. Y no fue hasta 1989 cuando empezó a castigarse la conducta violenta en el ámbito familiar.

Es en la década de los 90 cuando, en el marco de Naciones Unidas, se habla de la violencia explícita que sufren las mujeres, aunque la noción llevaba dos décadas de desarrollo. En 1974 la palabra “femicidio” fue usada por Carol Orlock y dos años después Diana Russell la pronunció ante 2.000 personas, en el Primer Tribunal Internacional de Crímenes contra Mujeres, en Bruselas. En 1994, Russell, junto con Jull Radfor, publicó el libro Femicidio: La política del asesinato de mujeres. Las activistas feministas impulsaron los cambios institucionales y legislativos.

La Declaración sobre la eliminación de la violencia contra la mujer, de 1993, constituye, en el marco de la ONU, el primer instrumento internacional que abordó de forma explícita la violencia contra las mujeres, estableciendo un contexto para la acción nacional e internacional. Esta declaración define la violencia contra las mujeres como todo acto de violencia que tenga o pueda tener como resultado un daño o sufrimiento físico, sexual o psicológico para la mujer, así como las amenazas, la coacción o la privación arbitraria de la libertad, tanto si se producen en la vida pública como en la vida privada. Hasta entonces, términos que obviaban la estructura de poder patriarcal y machista, como crimen pasional o violencia conyugal, eran aceptados de manera mayoritaria.

En 1995, la Organización de Naciones Unidas, en la IV Conferencia Mundial, reconoció que la violencia contra las mujeres es un obstáculo para lograr los objetivos de igualdad, desarrollo y paz, y que viola y menoscaba el disfrute de los derechos humanos y las libertades fundamentales. Además, la subrayó como una manifestación de las relaciones de poder históricamente desiguales entre mujeres y hombres. También ese año, la Cuarta Conferencia mundial sobre la mujer y la aprobada Declaración y plataforma de acción de Beijing aportaron todo un marco de análisis y de propuestas consensuado internacionalmente, vigentes 25 años después.

En el Estado español, el asesinato de Ana Orantes en 1997 fue sin duda un antes y un después en cómo la sociedad percibía la violencia machista, aunque todavía no se llamara así. Pero en realidad no fue hasta 2004 cuando hubo un verdadero cambio de paradigma. Hasta entonces las agresiones a mujeres se contemplaban como agresiones en el ámbito doméstico, por lo que quedaban diluidas en otro tipo de violencias que ocurren en este espacio: eran catalogadas como algo que sucede en el ámbito privado, dejando de lado su importancia como problema político y social. En 1998, la Fiscalía General del Estado dictó una circular que recogía un concepto amplio de violencia doméstica, incluyendo las acciones u omisiones, penalmente sancionables, cuando se cometen por un miembro de la familia contra otro que convive en el mismo domicilio. Por tanto, únicamente se hacía referencia a los malos tratos producidos entre personas que comparten casa.

Los límites de la legislación vigente

La Ley de medidas de protección integral contra la violencia de género, de 2004, ofrece protección a las mujeres que sufren malos tratos y violencia (física y psicológica, así como las agresiones a la libertad sexual, las amenazas, las coacciones o la privación arbitraria de la libertad) por parte de sus parejas y exparejas. Más allá del camino legislativo abierto, con juzgados especializados incluso, la norma sirvió también como herramienta de sensibilización social y de educación en materia de igualdad. Desde 2014, se consideran también víctimas de violencia de género los hijos e hijas menores de edad de las mujeres que sufren este tipo de violencia.

Aunque en su momento fue muy aplaudida, la ley vigente se queda corta a la hora determinar qué mujeres sufren violencia o son asesinadas por el hecho de ser mujeres. “Esta decisión política ha contribuido a que la sociedad tienda a identificar como violencia de género solo la que ocurre en la pareja y que no acabe de situar su origen en la desigualdad y la dominación masculina”, recoge el artículo ‘¿Empezamos a hablar de feminicidio en el Estado español?’, publicado en Pikara Magazine en 2015. Por eso, las estadísticas oficiales de asesinadas son cortas y no reflejan la verdadera dimensión de este tipo de violencia.

La ONG Mugarik Gabe ha trabajado ampliamente en torno a la conceptualización de las violencias machistas. En su informe ‘Una vida sin violencias machistas: una apuesta de Mugarik Gabe’ este colectivo recoge que la “violencia de género” alude a las desigualdades explicitadas por el sistema sexo-género y las relaciones de poder como causa. En cambio, recoge el documento, “hay quien opina que este concepto es difuso y poco comprensible y optan por ‘violencia machista’, porque además de a las causas detalla responsabilidades”. De hecho, Mugarik Gabe defiende el uso de “violencias machistas” porque destaca las causas de manera clara y comprensible, y porque el uso del plural visibiliza la diversidad de formas en las que se expresa este tipo de violencia, que va desde expresiones sutiles hasta otras extremas.

Carácter específico y diferenciado

“Las violencias ejercidas contra las mujeres han sido denominadas con diferentes términos: violencia sexista, violencia patriarcal, violencia viril o violencia de género, entre otros. En todos los casos la terminología indica que se trata de un fenómeno con características diferentes de otras formas de violencia. Es una violencia que sufren las mujeres por el mero hecho de serlo, en el marco de unas relaciones de poder desiguales entre mujeres y hombres. La presente ley reconoce el carácter específico y diferenciado de esta violencia y también la necesidad de profundizar en los derechos de las mujeres para incluir las necesidades que tienen en el espacio social”, recoge por su parte la Ley del derecho de las mujeres a erradicar la violencia machista, aprobada en 2008 en Catalunya y que sirve, según indica en su preámbulo, para el reconocimiento del papel histórico y pionero de los movimientos feministas.

Esta legislación autonómica opta por la expresión violencia machista, “porque el machismo es el concepto que de forma más general define las conductas de dominio, control y abuso de poder de los hombres sobre las mujeres y que, a su vez, ha impuesto un modelo de masculinidad que todavía es valorado por una parte de la sociedad como superior. La violencia contra las mujeres es la expresión más grave y devastadora de esta cultura, que no solo destruye vidas, sino que impide el desarrollo de los derechos, la igualdad de oportunidades y las libertades de las mujeres”.

Volviendo a la ley estatal, no contempla ciertos tipos de agresiones que se deberían tener en cuenta para cumplir con el Convenio de Estambul, ratificado en 2014 por el Estado español, como los matrimonios forzosos, las mutilaciones genitales, la trata, la esterilización forzosa o el acoso sexual, entre otras. De hecho, aunque el Código Penal los recoge, estos delitos no están tipificados ni como violencia de género ni como violencia machista.

Tras las masivas movilizaciones contra la violencia que sufren las mujeres celebradas el 7 de noviembre de 2015, y tras la huelga de hambre de varias activistas en la madrileña Puerta del Sol, en febrero de 2017, las diferentes fuerzas políticas con representación parlamentaria entonces se vieron obligadas a atender la cuestión y los reclamos del movimiento feminista. Así, el Pacto de Estado contra la violencia de género, suscrito en 2017, busca solucionar esta carencia legislativa y amplía el concepto de violencia machista.

El eje ocho, de la decena que tiene el Pacto, recoge el compromiso para “la visualización y atención de otras formas de violencia contra las mujeres, prestando especial atención a la violencia sexual, a la trata de mujeres y niñas con fines de explotación sexual, a la mutilación genital femenina y a los matrimonios forzados. De conformidad con el Convenio del Consejo de Europa para prevenir y combatir la violencia contra la mujer y la violencia doméstica (Convenio de Estambul), de 2011, se incluirán todos los actos de violencia basados en el género que impliquen o puedan implicar para las mujeres daños o sufrimientos de naturaleza física, sexual, psicológica o económica, incluidas las amenazas de realizar dichos actos, la coacción o la privación arbitraria de libertad, en la vida pública o privada”. El Pacto también incide en la necesidad de cambios legislativos y jurídicos, incluido el Código Penal.

Ampliando el marco

Aunque el Pacto está lejos de ser aplicado completamente, las necesidades de cambios legislativos reclamados por el movimiento feminista no cesan. Por ejemplo, la ley catalana de 2008 va a ser modificada y la propuesta es introducir conceptos clave como violencias digitales, consentimiento sexual, violencia institucional e interseccionalidad. “Amplía las violencias en el ámbito social y comunitario, las formas de violencias machistas y la formación de profesionales; y supone un punto importante de inflexión también en el reconocimiento a las disidencias de género y la incorporación de la violencia institucional”, se recoge en el reportaje ‘Violencia de género, los debates que vienen’, publicado en Pikara Magazine, en marzo de 2020, en el que también se hace mención a que “hay que ampliar el sujeto de la ley de violencias machistas, porque se ha visto que la violencia machista es algo que no solo afecta a las mujeres cis”, como dice una de las impulsoras de la modificación legislativa.

También en marzo de 2020, el Ministerio de Igualdad lanzó el Anteproyecto de ley orgánica de garantía integral de la libertad sexual, que propone reformas en el Código Penal. Porque si hablamos de violencia sexual hablamos de violencias machistas. Entre otras medidas novedosas, de aprobarse esta ley el acoso callejero se consideraría delito.

Las modificaciones legislativas propuestas, como ha explicado la catedrática de Derecho Penal en la Universidad de A Coruña Patricia Faraldo, no tienen solo una función punitiva, sino educativa y social, al trasladar un mensaje a la sociedad de lo que se considera intolerable. Esta función social, de reeducación, también es clave para la abogada Laia Serra, quien en el caso concreto del consentimiento en las relaciones sexuales considera que “la gente tiene que incorporarlo en sus conversaciones, en la manera de relacionarse, en el ámbito educativo, en el ámbito sanitario, en el ámbito de ocio. La gente tiene que entender que, si no hay un sí, es un no. Y, en el ámbito legal, esto va a determinar que, para delimitar cuándo hay delito y cuándo no, se tiene que interpretar la situación de acuerdo con este parámetro”.

Otros conceptos

En Política sexual, Kate Millet escribe: “No estamos acostumbrados a asociar el patriarcado con la fuerza. Su sistema socializador es tan perfecto, la aceptación general de sus valores tan firme y su historia en la sociedad humana tan larga y universal, que apenas necesita el respaldo de la violencia. (…) Al igual que otras ideologías dominantes, tales como el racismo y el colonialismo, la sociedad patriarcal ejercería un control insuficiente, e incluso ineficaz, de no contar con el apoyo de la fuerza, que no solo constituye una medida de emergencia, sino también un instrumento de intimidación constante”.

Acoso callejero, violencia digital, trata…. Las violencias machistas no tienen una única expresión y no son hechos aislados. Mugarik Gabe menciona el concepto de “continuum”, una continuidad en el uso de la violencia como un mecanismo de control, y recuerda la conexión entre las distintas violencias contra las mujeres, desde las que se dan en el ámbito de las parejas heterosexuales hasta, por ejemplo, la violencia del Estado o la que sucede en los conflictos armados. En su informe, la ONG describe también algunos tipos de violencia (física, psicológica, económica, social o sexual), y hace hincapié sobre todo en la “violencia estructural” que, apunta, es aplicable en aquellas situaciones en las que se produce daño en la satisfacción de las necesidades humanas básicas y surge de los sistemas políticos, económicos y sociales dominantes que niegan los beneficios y el acceso a una vida digna a un gran número de personas. “Se da una violencia estructural contra las mujeres que mantiene el sistema de dominación patriarcal, reproduciéndose en todas las estructuras políticas, económicas, sociales y culturales”, apunta este colectivo.

Las estructuras, por tanto, no se modifican con una ley o un debate parlamentario. Por eso, Laia Serra insiste en que “no tiene sentido que destinemos toda la energía a promulgar solo leyes de violencia machista cuando hay muchas otras leyes que tienen incidencia directa en los derechos de las mujeres y son fuente directa de violencia”, como, por ejemplo, la ley de extranjería o la ley mordaza. Y añade: “Se tendría que incorporar a partir de ahora el impacto de género en la promulgación de cualquier ley, sea del ámbito que sea, y revisar las leyes existentes que son fuente de violencia y de recorte de libertades de las mujeres”.

Tomado de: Pikara Magazine

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Distancia de rescate: Detalles invisibles

Por Nicolás Bello

La maternidad es una de las ideas centrales de la película Distancia de rescate, adaptación de la novela homónima de la escritora argentina Samanta Schweblin. El título que comparten las obras hace referencia a un concepto que utiliza la protagonista, Amanda (María Valverde), para medir la capacidad que tiene de ayudar a su hija ante cualquier peligro al que se vea expuesta. Es, por así decirlo, una cuerda invisible que las une y que se va tensando cuando las posibilidades de salvarla disminuyen, lo que puede ocurrir por diferentes factores. La preocupación que tiene por la niña es constante, una muestra de su deseo por protegerla de los peligros que acechan en el mundo exterior. Sin embargo, no es la única noción de maternidad que vemos en la cinta.

Este largometraje dirigido por la peruana Claudia Llosa (La teta asustada, 2009), que escribió el guion junto a la propia Schweblin, transcurre en una zona agrícola de Argentina. Es allí adonde llegan Amanda junto a su hija para pasar el verano, y donde la protagonista conoce a Carola (Dolores Fonzi), una lugareña con la que entabla una amistad. La mujer también es madre, pero su forma de afrontar ese vínculo es muy diferente a la de Amanda, casi como si fuese una maldición. Según Carola, existe algo anormal con su hijo David (Emilio Vodanovich), debido a un episodio que ocurrió años atrás, el que parece involucrar aspectos sobrenaturales. Aunque la explicación no convence del todo a la protagonista, a lo largo del metraje verá que ese peligro sigue latente y amenaza con dañar a su propia familia.

Uno de los elementos más llamativos del libro que sirve como base para esta adaptación es la manera en que es narrado. El hilo argumental se desenvuelve a través del diálogo entre dos personajes, quienes están reconstruyendo una serie de hechos pretéritos que dan forma al relato. La novela no define de inmediato la dinámica o contexto en que se desarrolla esa rememoración, pero sabemos que se trata de cosas que ya ocurrieron y que esconden algo crucial. Uno de los interlocutores se encarga de reiterar la urgencia de este ejercicio y la necesidad de estar atentos a cada detalle. Como lectores, vamos acompañando a la protagonista en este recorrido por los momentos que vivió, buscando junto a ella alguna pista que explique un suceso a la vez desconocido e importante.

Debido a esa particularidad narrativa, llevar la novela al cine no era algo sencillo, al menos sin perder la esencia de la obra original. La estrategia de Llosa y Schweblin consistió en mantener el diálogo que sirve como columna vertebral del libro, una decisión algo arriesgada ya que no estamos ante una técnica cinematográfica habitual, pero le da la suficiente intriga a la película para mantener nuestra atención durante el resto del metraje. La voz en off de los personajes instala una sensación de inquietud en la obra, porque sugiere que algo grave puede ocurrir con la protagonista o su hija. Es la tensión que acerca a Distancia de rescate al terreno del thriller, dándole un aire ominoso a situaciones que en otro contexto podrían haber sido comunes y corrientes.

El peligro presente en la cinta es difuso, subterráneo. Somos conscientes de él gracias a la narración que nos advierte sobre su presencia, pero también a través de la atmósfera que la directora crea gracias a la fotografía de Óscar Faura y la banda sonora de Natalie Holt. Aunque sin lograr el impacto de aquella obra, hay algo de The Killing of a Sacred Deer (Yorgos Lanthimos, 2017) en este largometraje, por la tragedia inexorable que las cruza. Es poco lo que los personajes pueden hacer ante la amenaza que los acecha, que actúa como una fuerza invisible capaz de anular el libre albedrío de los individuos. Que la narración en off esté ubicada en el futuro refuerza esa idea, porque significa que ya pasó lo que tenía que pasar.

La ambigüedad, tan potente en el libro de Schweblin, pierde algo de su efectividad en la adaptación de Llosa. Los vacíos que antes eran completados por la imaginación del lector ahora pueden ser reemplazados con imágenes que transmiten o subrayan determinadas ideas, a veces incluso en detrimento del relato. Lo notamos, por ejemplo, al momento de definir la naturaleza del peligro que afecta a Amanda. Si bien la cinta mantiene parte de la opacidad de la novela, refuerza la interpretación más realista o concreta de los sucesos, privilegiando así una dimensión determinada de la obra por sobre las otras explicaciones posibles. Y, por si fuera poco, en los minutos finales ocupa unos breves flashbacks para reforzar el carácter de revelación o vuelta de tuerca del final, una técnica que la obra original no necesitaba.

Son unos pasos en falso que le restan poder a la película, como si el misterio no fuese suficiente por sí mismo para sostener la trama. El gran mérito de la novela es que sin necesidad de atar todos los cabos sueltos podía dibujar una historia fascinante, donde las respuestas específicas estaban de más. Afortunadamente la cinta no renuncia por completo a lo ambiguo, así que en términos generales resguarda el atractivo del relato de Schweblin. No todos los misterios son resueltos por la adaptación, con lo que aún queda espacio para las interpretaciones de los espectadores. Esto, que puede ser frustrante para algunas personas que buscan soluciones definitivas en todo, será apreciado por otras que ven en las preguntas abiertas la posibilidad de seguir pensando en la obra después de verla.

No hace falta definir o enmarcar todo lo que ocurre en este relato, como si estuviésemos ante un rompecabezas que tiene una solución única. Magia y realismo pueden coexistir en un estado de equilibrio, en un terreno compartido que amplía los horizontes en lugar de restringirlos. Más que explicar las situaciones narradas, lo importante es ver cómo los personajes se comportan ante tales sucesos. La capacidad evocadora de lo desconocido no debe ser subestimada.

Tomado de: El Agente. Crítica de cine

Tráiler del filme Distancia de rescate (Perú-Estados Unidos-Chile-España,  2021) de Claudia Llosa

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Sparks: «El tema que recorre toda la película es la pérdida del amor»

Ron y Russell Mael

Por Diego Brodersen

El entramado de hechos reales, en una versión compacta y simplificada, podría comenzar así: Ron y Russell Mael, miembros del dúo estadounidense Sparks desde su fundación a comienzos de la década de 1970, escribieron el tratamiento de una ópera rock titulada “Annette”, la historia del complejo y explosivo vínculo entre un comediante de stand-up exitoso y una celebrada cantante lírica, que sería acompañada del lanzamiento de un disco homónimo. Corría el mes de mayo de 2013 cuando los hermanos Mael, de visita en el Festival de Cannes, se encontraron con el realizador francés Leos Carax. El director de Mala sangre y Los amantes de Pont-Neuf había presentado el año anterior, en la competencia oficial de ese encuentro cinematográfico, su largometraje Holy Motors, que casualmente incluía una canción de los Sparks en la banda de sonido, “How Are You Getting Home?”, tomada del álbum de 1975 Indiscreet. ¿Y si el proyecto se reconvertía en una película musical con registro de los actores y actrices cantando en vivo? Así nació Annette, el idiosincrático y potente film de Carax y los hermanos Mael, protagonizado por Adam Driver, Marion Cotillard y una marioneta que hace las veces de hija de la pareja en la ficción.

Presentada como película de apertura del Festival de Cannes hace poco más de cuatro meses, Annette imagina el ascenso, varios tropezones y caída del romance entre Henry McHenry, ácido comediante con tendencias autodestructivas, y la soprano Ann Defrasnoux, pareja despareja transformada en la comidilla diaria de la prensa “del corazón”, en particular luego del nacimiento de Annette. Con sus diálogos imaginados como letras de canciones –a la manera del clásico Los paraguas de Cherburgo– y un estilo visual que salta del realismo a la fantasía sin solución de continuidad, Annette comienza a pleno canto, con todo el reparto y el equipo técnico y artístico en pantalla, caminando por las calles de Los Ángeles y entonando el tema de apertura “So May We Start”. Entre ellos, desde luego, están presentes Ron Mael y Russell Mael, autores del guion filmado por Carax. “Siempre quisimos hacer una película musical, pero antes no fue posible por diferentes razones”, afirma Ron Mael en una charla exclusiva con Página/12 con los integrantes de Sparks.

“En realidad, la intención de ese viaje a Cannes no tuvo que ver con Annette: la idea era avanzar con otro proyecto de película, llamada ‘La seducción de Ingmar Bergman”, continúa el músico, antes de acotar que “el encuentro con Carax fue simplemente social, para saludarnos. Pero al volver a Los Ángeles decidimos enviarle el tratamiento de Annette. Evidentemente, el proyecto lo tocó de alguna manera personal, porque su respuesta casi inmediata fue ‘quiero dirigir esta película’. Carax es un director tan personal que obviamente decidió darle su propia impronta al film. Sus películas siempre tienen un fuerte segmento musical, todas y cada una de ellas. Así que siempre supimos que él era la persona ideal; sabíamos que nos iba a sorprender”. Para su hermano Ron, “otro director hubiera hecho algo muy diferente, sin duda”, aclaración pertinente que la propia Annette confirma en cada una de sus escenas y planos.

¿Cuáles fueron los desafíos de crear un musical cinematográfico para adultos en tiempos en los cuales el género parece estar anclado en la fórmula de Broadway o la mirada retro?

Russell Mael: Es complejo. Existen todos esos musicales más clásicos, con muchas coreografías y un final feliz y motivador, con cientos de personas bailando en las calles. Siempre nos interesaron los musicales que no forman parte de ese estilo, como Los paraguas de Cherburgo, donde las canciones no quitan lo naturalista del estilo. Por supuesto, Annette no es precisamente naturalista, aunque definitivamente no es la clase de historia con un final feliz.

Ron Mael: De todas formas, a pesar de que la historia es por momentos bastante triste, esperamos que la experiencia artística sea movilizadora, desde un punto de vista cinematográfico y musical.

A lo largo de su extensa carrera han atravesado diferentes etapas con muy diversas influencias y estilos, desde el disco al rock de cámara. ¿Cómo fue el abordaje inicial para las composiciones de Annette? ¿Qué elementos cambiaron desde el proyecto original hasta la película tal y como existe?

Russell Mael: Estilísticamente, Leos estuvo desde un principio en sincronía total con nosotros respecto de cómo debían sonar las canciones. Nunca hubo ninguna discrepancia entre los puntos de vista. Leos es un gran fan de Sparks, desde que era muy joven, así que ese fue un buen punto de partida, y supongo que un elemento esencial para que se embarcara en el proyecto. En otras palabras, siempre estuvo cerca de nuestra sensibilidad musical y también en cuanto a las letras de las canciones, así que era claro que los temas no debían necesariamente pertenecer a un estilo específico, sino que habría una gran variedad. El tema de apertura es bien de banda grande, pero después hay piezas orquestales o cosas más de cámara, así que todo es muy variado. Siempre fuimos un poco camaleónicos, dándole lugar incluso a las incongruencias dentro de un mismo disco, así que creo que el abordaje para la película fue ese: no ser musicalmente cohesivos, aunque tratando de que esa mezcla de estilos tuviera una lógica en la totalidad.

Ron Mael: Tal vez el mayor cambio que tuvo lugar en el film terminado, cuando lo comparamos con el proyecto original, es la canción final, “Sympathy for the Abyss”, que Leos nos pidió que compusiéramos. También hay un tema que Marion canta en el medio de la nada, donde explica algo de su pasado. Esas fueron cosas que se agregaron. Luego hubo pequeños detalles, cambios en las letras, básicamente para terminar de describir a los personajes centrales. Pero, en general, Leos aceptó el grueso del material tal y como lo habíamos compuesto.

¿Cómo fue el rodaje en términos vocales? ¿Hubo alguna instancia de doblaje o lip sync o en todos los casos las voces fueron registradas en directo?

Russell Mael: Todo fue hecho en vivo, con la única excepción de los momentos en los cuales el personaje de Marion canta fragmentos de ópera. Allí fue doblada por la soprano Catherine Trottmann. Fue algo que Leos les impuso a los actores desde un primer momento, lo cual fue todo un desafío, desde luego, en particular porque ciertas piezas son difíciles. Así que Driver y Cotillard tuvieron que actuar y cantar al mismo tiempo. Fue muy demandante para todos. La apertura fue filmada en un plano-secuencia, sin cortes. Creo que hicimos dieciocho tomas de esa escena, cantando en vivo en cada caso. ¡Muy estresante! Pero Leos siempre creyó que el hecho de cantar en vivo le aportaba una cualidad especial a la película, porque no se siente que las canciones están pregrabadas en estudio. Eso les aporta una cualidad más intensa a las actuaciones.

¿Cuándo decidieron que la pequeña Annette, la hija de la pareja, iba a estar interpretada por una marioneta?

Ron Mael: En un primer momento pensamos en una simple muñeca o algo así, pero Leos sugirió utilizar una marioneta, lo cual fue una decisión bastante atrevida para una película con actores de carne y hueso. Había tres equipos de marionetistas en Francia y uno en Japón, todos trabajando en diferentes propuestas para la pequeña Annette. El equipo de especialistas japonés fue el que creó la marioneta más expresiva, así que Leos optó por esa versión. Cuando uno ve la película es notable la interacción entre los actores y ese objeto “inanimado”: la tratan como si fuera una niña real. En cierto momento uno se olvida de ello y no siente que Marion o Adam están interactuando con un pedazo de madera. Eso era clave. Y no hay nada de efectos digitales, se pueden ver las articulaciones de los brazos y las piernas; no se intentó ocultar el hecho de que es una marioneta. La transformación final, que no vamos a spoilear, también fue una idea genial de Leos.

¿Con qué palabras definirían Annette? ¿Una tragedia moderna, similar a las óperas que interpreta el personaje de Cotillard? ¿Un drama sobre la exposición pública y el camino a la autodestrucción?

Russell Mael: Digamos que es la historia de una relación compleja que no va demasiado bien. Hay una línea en la canción “True Love Always Finds a Way” que afirma que “el amor verdadero a menudo se extravía”. De alguna forma, el tema que recorre toda la película es el cariño y el amor que se pierde. Y luego, claro, está el personaje de Annette, que de alguna manera es usado por el padre y por la madre, de manera egoísta, cada uno a su manera. Son dos padres que no están haciendo lo mejor para su hija, ese es otro elemento importante de la historia.

Ron Mael: Hay algo ligado a la ópera, no sólo porque uno de los personajes pertenece a ese mundo, sino porque las emociones son de una intensidad operística. Creo que ese es un punto importante en una película musical, que permite jugar con esa clase de tonos, mucho más que en un film narrativamente más tradicional y directo. O realista. Hay algo súper emocional en el musical, que puede expresar cosas de otra manera. Especialmente en estos días, en los cuales el naturalismo en la norma en la actuación. El musical es una buena forma de escaparle a eso y expresarse de otra manera.

Tomado de: Página/12

Tráiler del filme Annette (Francia, 2021) de Leos Carax

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Reapertura de las salas: ¿Cuántos y quiénes están yendo al cine?

Foto Vozpópuli

Por Carlos Galiano

Hace año y medio, el 19 de junio de 2020, publiqué en esta misma sección de “Noticias” de Cubacine un artículo titulado Las salas de cine ante un nuevo e inquietante escenario, intento de reflexión sobre el futuro que deparaba a las salas de exhibición cinematográfica una pandemia que había transformado bruscamente su rol como lugar de esparcimiento de un auditorio y disfrute compartido de un espectáculo en mortal agente propagador de la COVID-19.

De entonces a acá, el “inquietante escenario”, todavía en ciernes, se convirtió en una desoladora realidad que durante 18 meses ha mantenido a la humanidad en vilo, en medio de una pesadilla de enclaustramiento que recién comienza a ser resquebrajada por hendijas de luz, distante aún el final del túnel. No teníamos conciencia en aquel momento, entusiasmados incluso por el espejismo de una ya cercana “nueva normalidad”, de que una pandemia tiene olas, y un virus, mutaciones.

Por su parte, también de entonces a acá las salas de cine hicieron de todo para sobrevivir. Incorporaron las medidas de prevención y distanciamiento establecidas por las autoridades sanitarias. Crearon ofertas especiales de reducción de precio de las entradas. Programaron ciclos temáticos en torno a las sagas de las películas más taquilleras. Alquilaron sus locales para la celebración de cumpleaños, peticiones de mano y despedidas de solteros; asimismo, para empresas que querían hacer presentaciones de sus nuevos productos, conferencias o convenciones.

Y no podía faltar una tentadora propuesta para los amantes de los videojuegos: el Pack Gaming, competiciones privadas para grupos de amigos que iban con sus PlayStation y Xbox personales, y se les conectaba para que pudieran visualizar sus aventuras y combates en una pantalla de 250 metros cuadrados. Con merienda incluida.

Así muchas salas llegaron a la hora actual, si bien otras quedaron en el camino. Las que sobrevivieron, sin embargo, no tienen un futuro garantizado. Su paulatina reapertura ha sacado a la luz las devastadoras huellas de la pandemia y el principal problema es, por supuesto, el de las recaudaciones en taquilla, cuyas cifras ni siquiera se acercan a las del mismo período de tiempo antes de la pandemia en la actual temporada.

Fuentes de los dueños de salas en España, por ejemplo, informan que se están vendiendo 44 por ciento de entradas menos que en las mismas fechas de antes del coronavirus.

La temporada de otoño-invierno-Navidades se perfila clave para esos empresarios en cuanto a tomar una decisión sobre el destino de sus negocios. “Si la cosa no mejora ―manifestó uno de ellos en el pasado Festival de San Sebastián―, cerramos de verdad”.

La desfavorable situación de la exhibición cinematográfica ha obligado a los gobiernos a tomar cartas en el asunto. Con la excepción de Francia, cuya tradicional política de apoyo oficial al cine le ha permitido a sus exhibidores sortear los efectos de la resaca de la pandemia y recuperar una considerable cifra de espectadores, el resto de Europa afronta una deserción similar de sus salas.

Seguimos en España, donde el gobierno ha autorizado una ayuda de 10 millones de euros para cubrir “tanto los costos que sean consecuencia de las medidas sanitarias de prevención adoptadas, como los destinados a favorecer la visibilidad de la reapertura de los cines”.

Al problema general de la falta de asistencia a los cines se suma otro de carácter más específico: la ausencia de público adulto. “Ha desparecido el público para películas “pequeñas” ―comenta otro exhibidor―. Puede que los hábitos se hayan transformado durante el confinamiento y el público adulto no ha recuperado el cine como actividad semanal. Hoy es muchísimo más selectivo”.

Esa preocupación es complementada por la de un productor, que expresa lo siguiente: “Si esto sigue así, acabamos con la diversidad del cine. Y peor le va a la distribución independiente, la de las películas de mediano tamaño. Como no haya un cambio radical, solo se estrenará el cine que quiere la gente joven”.

Por películas “pequeñas” o de “mediano tamaño” ambos se refieren a las obras del cine de autor y de las cinematografías nacionales, que en esta particular coyuntura ven amenazada como nunca antes su presencia en la pantalla grande.

Y es que ni siquiera Hollywood está confiado en obtener este año las jugosas ganancias que históricamente le proporciona su dominio hegemónico de las pantallas del mundo. Por ello el catálogo de estrenos recientes y atrasados con el que tiene previsto ocupar Europa este fin de año emula con el despliegue de tropas y medios bélicos con que los aliados la invadieron por Normandía durante la Segunda Guerra Mundial.

Tomado de: Cubacine

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A 150 años del fusilamiento de los 8 estudiantes de Medicina

Fotograma del filme cubano Inocencia (Alejandro Gil, 2018) que aborda este dramático pasaje

Por Jorge Wejebe Cobo @wejebecobo

En la tarde habanera del 27 de noviembre de 1871, voluntarios españoles se agolpaban en La Habana, a la entrada del canal de la Bahía, para contemplar el fusilamiento de ocho jóvenes cubanos estudiantes de Medicina, ejecutados por un presunto delito.

Nada parecía augurar la tragedia tres días antes, el 24 de noviembre, entre los alumnos del primer curso de Medicina que esperaban una clase en el Anfiteatro Anatómico próximo al cementerio de Espada. Al demorarse el profesor, algunos deambularon por la zona y otros entraron en el cementerio, pasearon por su interior, montaron en un carro utilizado para trasladar cadáveres y uno de ellos, de 16 años, llamado Alonso Álvarez de la Campa, tomó una flor que estaba delante de las oficinas del campo santo.

Esos insignificantes acontecimientos fueron suficientes para que un vigilante o jardinero del lugar, molesto por la afectación de sus siembras, hiciera una falsa acusación al gobernador político Dionisio López Roberts, por la conjeturada profanación de la tumba del periodista Gonzalo Castañón, acérrimo integrista y recientemente muerto en un encuentro a tiros con un patriota en EE.UU.

Tamaña mentira provocó el brutal sentimiento anticubano de los sectores integristas habaneros más reaccionarios, representados en las fuerzas de voluntarios que solo necesitaban el menor pretexto para imponer el terror y la muerte en la capital, como venganza por las victorias del Ejército Libertador en los territorios orientales y centrales del país, a pesar de la ofensiva colonial.

En consecuencia, fueron detenidos 45 implicados, juzgados en las primeras horas del 27 y solo fueron condenados a benignas penas, lo que produjo prácticamente un alzamiento del cuerpo de voluntarios de la ciudad que se agruparon frente al Palacio de los Capitanes Generales y exigieron que corriera la sangre de los jóvenes, lo cual conllevó a un segundo Consejo de Guerra el propio día 27.

El Consejo estableció la cifra de ocho jóvenes a ejecutar: Alonso Álvarez de la Campa y Gamba, 16 años; Anacleto Bermúdez y Piñera, 20 años; José de Marcos y Medina, 20 años; Ángel Laborde y Perera, 17 años; y Juan Pascual Rodríguez y Pérez, 21 años.

Para mancha eterna de la justicia colonial española, los tres restantes condenados a la pena de muerte se escogieron al azar entre el resto de los presos, Carlos de la Torre y Madrigal, 20 años; Eladio González y Toledo, 20 años; y Carlos Verdugo y Martínez, 17 años, quien el día de los hechos se encontraba en su hogar en Matanzas, y otros fueron condenados a penas de cárcel.

A pesar de los 150 años transcurridos todavía impresiona el ensañamiento que el colonialismo español demostró en el crimen contra los ocho estudiantes, que eran inocentes a los cargos que se les imputaron como el de supuesta profanación que no conllevaba la pena capital, como demostró en la propia década de 1880, Fermín Valdés Domínguez sobreviviente de estos hechos que obtuvo el reconocimiento del hijo de Gonzalo Castañón de que la tumba de su padre nunca fue profanada.

José Martí, quien se enfrentó a esos mismos bárbaros que lo enviaron al presidio político por sus convicciones patrióticas, ese mismo año de 1871 salió de La Habana hacia España, como deportado cerca de cumplir 18 años y al conocer del horrendo crimen escribió su poema ¨A mis hermanos muertos el 27 de noviembre de 1871 ¨ en el que en una de sus estrofas proclama el fracaso de la tiranía contra la inmortalidad de sus víctimas.

¡Déspota, mira aquí cómo tu ciego,

anhelo ansioso contra ti conspira:

mira tu afán y tu impotencia, y luego

ese cadáver que venciste mira,

que murió con un himno en la garganta,

que entre tus brazos mutilado expira

y en brazos de la gloria se levanta!

Tomado de: Agencia Cubana de Noticias

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¿Cinco años sin Fidel?

Por Rosa Miriam Elizalde

Hace hoy cinco años murió Fidel Castro, pero siento que han pasado décadas en Cuba desde el 25 de noviembre de 2016. Llegó Trump y pasó lentamente con su rosario de sanciones que se han sentido peor que nunca por la pandemia. Vino Biden con su corte de pusilánimes, desgranando cada día con amenazas veladas o directas, sin atreverse a cumplir sus tímidas promesas electorales.

En un lustro, particularmente en los dos últimos años, se ha desatado un argot incendiario en medios y redes, cuyo blanco no es sólo el gobierno cubano. Se ha querido arrasar con Fidel. El líder cubano ha recibido cientos de homenajes en todo el mundo desde la noticia de su muerte, pero en simultáneo se ha lanzado contra su memoria un bombardeo de calumnias para intentar transformar en ruinas el proyecto nacional, popular y democrático de la revolución que él encabezó.

Para presentarlo como el símbolo de la derrota y el fracaso se le muestra como un idealista solitario que condujo a Cuba a la ruina. Se cargan de negatividad y perversidad todas sus acciones (reales o inventadas) para convertirlo en el malo remalo de la película y, por tanto, merecedor de cualquier ultraje. Hay quien se excusa, cínicamente, en la desmitificación.

Pero nada de esto alcanza a mellar el símbolo. La verborragia de los profesionales del odio y de los desmitificadores termina por alimentar la figura del hombre que encabezó la lucha armada en la Sierra Maestra, que puso el pecho a las balas y a los huracanes, que condujo la guerra internacionalista en África, que sobrevivió a 637 atentados y que vimos siempre en primera línea batallando contra la injusticia, el egoísmo y el individualismo. También, contra la tontería y la soberbia, a la que enfrentó en clave de humor o con salidas que desmienten la caricatura torcida que hacen de él. Me consta.

Recuerdo la conferencia de prensa celebrada en La Habana, en abril de 1990, con los ecos de la disolución de la Unión Soviética de fondo y mientras Washington ya tenía “la servilleta puesta para almorzarse a la isla con cuchillo y tenedor”, como escribiría entonces Eduardo Galeano. Fidel advirtió a los periodistas que una agresión a Cuba repetiría la hazaña de Numancia, la ciudad ibérica que resistió el ataque de los incultos pero poderosos romanos en 146 antes de Cristo, y prefirió inmolarse antes que rendirse. Cualquier cubano entendía, dijo, por qué aquel pueblo se resistió a entregar su lengua, sus dioses, sus modos de vivir, sus campos y sus ciudades al imperio. Para virtudes y defectos preferían, en cualquier caso, sin dudarlo, los propios. Un periodista español preguntó cómo era posible que él convocase al pueblo al holocausto. “Si tus antepasados hubiesen pensado como tú, ahora me estarías preguntando en francés”, respondió el líder revolucionario.

Pero en Fidel la idea numantina jamás fue fanatismo ni nacionalismo suicida. Mientras ese diálogo ocurría, un laboratorio científico cubano producía e intentaba comercializar la primera vacuna contra la meningitis tipo B, que había sido el principal problema de salud de los niños en la isla y mataba cada año a 85 mil personas en el mundo. Washington quería el fármaco, pero se negaba a pagar un solo centavo al gobierno de La Habana y puso como condición cambiarlo por comida. A la principal investigadora, Conchita Campa, le sorprendió la respuesta de Fidel cuando tuvo que comunicarle la noticia: “Los niños que se van a salvar en Estados Unidos no tienen la culpa de tal arrogancia. Claro que la vamos a cambiar por alimentos”. Así llegaron los primeros pollos gringos que comieron los cubanos después del bloqueo naval impuesto por John Kennedy en 1961.

Se siente como si el tiempo se hubiera alargado y volviera a pasar todo en simultáneo. La revolución de 1959, la hostilidad de Estados Unidos, los 60 iniciáticos y los 70 más inflexibles, los 80 estables, los 90 insufribles tras la caída soviética y las dificultades de la vida cotidiana. Pasamos por el costado más duro del bloqueo y por la amenaza de una invasión militar, como la de Playa Girón. Por la isla cerrada y por la isla abierta al turismo. Por las colas, la enfermedad y las vacunas. Por el Miami terrorista y farandulero, y por el Miami invisible de los migrantes que quieren normalidad para rencontrarse con sus familiares. Pasamos por todo en estos cinco años, pero hay algo que ocurrió por primera vez. Fidel Castro comenzó a estar de otro modo. Aún así, está y estará.

Tomado de: La Jornada

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