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Carlos Saura: «España me ha despreciado»

Carlos Saura, cineasta español

Por Begoña Piña @begonapina

Chavela Vargas enronquecía maliciosamente la voz en una estrofa de la canción El rey de todo el mundo -«Ya vez que no es lo mismo / amar que ser amado / Hoy que estás acabado / qué lástima me das»-. Ahora, un grupo de bailarinas jóvenes la cantan a voz en grito en un bar al terminar las clases de danza. Y se ríen. En su constante indagación de las músicas populares, el cineasta Carlos Saura pone en boca de estas mujeres ese despecho musical y le concede el presente.

Lo hace en El rey de todo el mundo, su nueva película, una más en la larga lista de musicales-Saura, en la que de nuevo trabaja con Vittorio Storaro. Son ya cuarenta años desde que hizo el primero, Bodas de sangre, con Antonio Gades. Y más de sesenta desde su primer largometraje, Los golfos. Medio centenar de películas, decenas de premios y reconocimientos. 89 años y sigue obsesionado con el futuro y los proyectos del mañana, tanto que esta película ya casi se ha quedado en su pasado. Antes de que desaparezca de su universo, Público habla con el mejor cineasta español vivo de la música mexicana, de su cine, de los espejos y del paso del tiempo.

Aprovechando la música popular mexicana, la película habla del proceso de creación, ¿por qué ahora?

Siempre estoy preocupado por cómo se hacen las cosas. Aquí es como si fuese yo el protagonista y pensara en cómo voy a hacer la película y en cómo voy a contar la historia. Es la historia de un autor buscando hacer su obra. Aunque como autor sé que a veces la historia se desborda y sobrepasa la idea que tenía el creador.

¿La elección del tema ‘El rey de todo el mundo’ es porque quiere decir algo sobre las mujeres?

Siempre he estado del lado de las mujeres, desde el principio de mi vida y en todas mis películas. He tenido siete hijos, seis hijos y una hija, pero es la mujer la que es la madre de todos los hombres, y eso es una cosa que se olvida. Por encima de todo está la madre, es el factótum de todo.

La música mexicana es muchas veces excesiva…

…Hay exceso, sí, pero son mucho peores algunos tangos en Argentina, que son feroces. Me interesan más, por ejemplo, los corridos, que cuentan cosas de la revolución. Eso me encanta. Por cierto, que hoy hemos perdido esa idea de contar historias en las canciones. Con los corridos hay algo como de volver al romance antiguo.

Ahora que habla de volver, usted una y otra vez vuelve a los espejos.

Es uno de los milagros del ser humano, nos podemos ver reflejados e invertidos, es un auténtico misterio. He utilizado otra vez los espejos, en los interiores, hay mucho artificio de ese en la película. Todo eso lo he llevado al cine de lo aprendido en la ópera y en el teatro. Cuando empecé en el cine renegaba de trabajar en estudio y mira ahora. También es cierto que entonces no era fácil el acceso a los estudios.

La imaginación, muy presente en esta historia, ¿es el elemento clave del cine?

Sí. Los grandes de la imaginación en el cine son solo tres, Bergman, Buñuel y Fellini. Y luego están Kurosawa, algunos chinos… La imaginación es maravillosa y es más rápida que la luz. Es una maravilla, un invento solo del ser humano, que no tienen los animales, es el gran invento del ser humano.

Y usted ¿no imagina ya películas que no sean musicales?

Sí, sí. Pero es que no me dejan. Tengo un proyecto de hacer una versión nueva de Elisa, vida mía, pero las televisiones no lo quieren, lo ha rechazado todo el mundo, los productores no quieren financiarme ese tipo de películas… Pero sí me gustaría hacer un cine más de autor, más personalista. Aunque debo decir que todo el cine que he hecho, quería hacerlo.

¿Siente que España le ha menospreciado?

Sí. España me ha despreciado, desgraciadamente es verdad. Ha sido gracias al reconocimiento que he tenido fuera que he podido seguir haciendo cine. Cuando presenté La caza en el Festival de Berlín (la película fue Oso de Plata a la Mejor Dirección), un crítico español me dijo: «Vaya una mierda de película que has hecho». Me pasó lo mismo con Cría cuervos y con Carmen. La crítica que hizo El País era tremenda. Tanto que me fui a Canadá, donde Geraldin (Chaplin) iba a rodar con Robert Altman, porque pensé que nadie iba a ir al cine a ver Cría cuervos.

¿La crítica le ha afectado en su carrera?

Lo que pasó con esas películas, me ha pasado muchas, muchas veces con las demás. Nunca he tenido buena relación con la crítica, pero sí hubo un tiempo en que las críticas me hacían replantearme todo lo que había hecho. Luego me remito a la frase de Cortázar: «Hiciste tus errores porque es tu personalidad».

¿Sigue usted tan obsesionado con el futuro como siempre?

Siempre, sí, siempre he estado obsesionado con el futuro, por lo próximo que voy a hacer. Es que eso es lo único importante. El pasado es lo que ya has hecho. Ya no importa. Y con el cine me pasa igual que con las fotografías. Haces una foto y ya es el pasado. Haces una foto con el móvil, que es rapidísimo, y lo que tienes es el pasado. Nunca veo mis películas.

Tomado de: Público

Tráiler del filme El rey de todo el mundo (España, 2021) de Carlos Saura

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El Club Antiglobalista: Hacia el metaverso, hacia la dictadura electrónica universal

Por Mauricio Escuela

“La ley es una de las fuentes de injerencia en la libertad de las personas”.

Rubens RR Casara (Estado Postdemocrático, neoliberalismo y gestión de los indeseables)

El globalismo es un término usado para denominar el orden que acompaña al mundo desde la Segunda Guerra Mundial, caracterizado por la Conferencia de Yalta y la derivación de un sistema mundo del capitalismo que se compone por organismos financieros, políticos, económicos y sociales, así como por tratados que legitiman la visión liberal burguesa de la política. Desde la década de los años 1980, la agenda globalista se vinculó al experimento neoliberal de Margaret Thatcher en Inglaterra y Ronald Reagan en los Estados Unidos y a partir de 1991 se internacionalizó como “fin de la historia” y “única visión posible” de la política.

No obstante, desde mucho antes, como aseguran los politólogos Michael Hartd y Toni Negri, se ha venido conformando una entidad descentralizada, el Imperio, que tiene sus raíces en el gran capital y los comandos globales que se aplican en la política y que se mueven al ritmo del flujo de dinero. La financiarización de la toma de decisiones tiene una pieza de toque a partir de que se impone un corporativismo post industrial, post moderno, irracionalista y post democrático cuyo fin no será ya la libertad en términos del liberalismo clásico, sino un nuevo orden de control de masas. Desde las décadas del 60 y el 70 del siglo XX, numerosos experimentos se consagraban a este fin, entre ellos el MK ULTRA de la CIA, una especie de escuela en la cual se ensayaron todas las maneras posibles para hackear la mente humana y llevarla a la sumisión.

La chispa del pensamiento ha sido y es la principal enemiga de los gobiernos, las corporaciones y los poderosos. Se trata del único terreno en el cual existe de alguna manera la libertad de cuestionar, de rebelarse. Y allí reside el principal peligro que deberá enfrentar cualquier orden. Las redes sociales, con su lógica de vigilancia y control, son el punto máximo que alcanza la aspiración del  Imperio para establecer comandos globales que dominen la política hasta el punto de tornar innecesarias las leyes.

En las más recientes revelaciones acerca de las interioridades de Facebook no solo trascendieron los daños a los niños y los adolescentes, sino el hecho de que la plataforma es de por sí ya un Estado trasnacional que abarca la totalidad de un poder globalista, con su propia moneda y con normas muy particulares y anti democráticas. Las redes han roto el viejo pacto y cuestionan a los Estados, siendo su accionar un elemento determinante en el ascenso de los poderes políticos o la destrucción de determinadas agendas enemigas del Pentágono. Y es que no resulta casual que las páginas que censura esta red apunten directamente en contra de los intereses del Estado Profundo norteamericano. Facebook no denuncia ni condena el discurso de odio, sino aquello que los odie a ellos. En esta línea, en 2017, el propio Mark Zuckerberg habría ideado maniobrar entre demócratas y republicanos para tomar el poder presidencial de los Estados Unidos, quizás con la anuencia de la clase política y del sector empresarial financiero que lo aúpa en estas operaciones y que lo tienen como rostro visible.

Como bien se ha dicho, el Imperio, como entidad descentrada, tiene contradicciones y Zuckerberg debió comparecer en público tras las revelaciones de una ex empleada, pero eso no quiere decir que la compañía vaya a cerrarse. La propia mujer declaró que ella misma creía en Facebook y su capacidad de reforma, por lo cual vemos cómo se le abre una brecha a la red social a partir de la cual siga existiendo como pieza funcional a los intereses globales y geopolíticos del tablero.

De hecho, Facebook integra junto a otros gigantes anglosajones de las tecnologías, un consorcio avalado por la OTAN, que tiene la capacidad de banear, de oscurecer en los motores de búsquedas, a aquellos portales que contradigan las versiones oficiales del Imperio. De esta manera, adelantos de la modernidad como la libertad de expresión –presentes en la Primera Enmienda de la Constitución Norteamericana– son eliminados de la praxis política, lo cual constituye in procedimiento arbitrario de flexibilización del derecho y por ende un elemento más que demuestra el carácter post democrático de este orden que viene surgiendo. Con el poder irrestricto que tiene el corporativismo, se prevé que se sustituya a los Estados y se cree un sistema nuevo, quizás basado en la posesión de datos, lo cual cambiaría no solo la política sino incluso la configuración de la vida humana tal y como hoy existe. La pandemia de la Covid 19, de hecho, contribuye a este fenómeno, pues ha financiarizado aún más la economía, encareciendo todos los productos, dando paso a especulaciones bursátiles y aumentando la dependencia hacia las plataformas virtuales. Si se sigue una lógica bastante elemental, puede decirse que el virus fue un catalizador que les permitió a los globalistas hacer en un año y algo todos los cambios que sus empresas requieren dentro del mercado y que hubiesen tardado décadas debido a la resistencia de la política y de la gente.

El orden económico no solo destruye la ecología planetaria, sino que aplasta la política y elimina derechos. Ya no puede hablarse de un sistema de libertades, sino de un empresariado oligopólico cuyo control monopolista pasa por encima de cualquier poder que puedan detentar las multitudes. El Estado que es ya Facebook sirve de posición de privilegio para modelar el nuevo orden del futuro, a partir de la eliminación de la política y el surgimiento de nuevos entornos legales.

El Metaverso

La nueva propuesta de Zuckerberg es crear un mundo alterno, paralelo, en el cual se haga exactamente lo mismo que en este, pero bajo otras reglas: las de Facebook. Literalmente se va a sustituir una vida real por una virtual. Es el primer paso para lo que los ideólogos transhumanistas llaman la vida del post humano, o sea existir eternamente en un universo digital, donde todo se mueve gracias a algoritmos. Aunque aún este proyecto está comenzando, ya desde hace años las grandes empresas lo tienen en mente. Google por ejemplo posee su propia versión de metaverso y en un futuro todas estas corporaciones integrarán una misma plataforma. De tal manera, sin que se trate de un delirio ni de ciencia ficción, esta realidad de carne y hueso dejará de ser importante. En la propuesta post democrática y arbitraria de Facebook y su sistema de censuras y bloqueos ya podemos intuir cómo sería este nuevo mundo electrónico en el cual se nos invita a vivir como civilización.

Y es que hay algo que no hemos entendido: la naturaleza del capital es exactamente esta: expandirse y controlar. Lo hizo cuando la invención de la imprenta y el establecimiento de un Estado moderno de derecho y lo mismo sucede hoy con las redes sociales. No se trata solo de tecnologías y empresas, sino de un cambio civilizatorio, en el cual el teletrabajo, la robótica y la convergencia entre diversas máquinas e inteligencias artificiales hacen que sobre mano de obra y sea necesario reconfigurar el mercado. El capitalismo de partes interesadas, impulsado por la agenda 20/30 de Naciones Unidas y por el Foro Económico Mundial de Davos, propende a un orden global financiero donde predominen la informatización y la automatización de la vida. En dicho cambio son necesarios transhumanos y post humanos, cuyos cuerpos, habilidades y vidas giren en torno al sistema de producción y reproducción del capital vigente.

Tal es el trasfondo del lanzamiento de Meta, la variante de Facebook que impulsa Zuckerberg tras el escándalo que expuso los desmanes de su compañía: más control, mayor dependencia de la gente y por ende el inicio de una manera de hacer política en la cual la humanidad sufrirá transformaciones en su propia naturaleza. El proceso no es ni bueno ni malo en sí mismo, aunque se mueve según los intereses de una élite interesada en maximizar su ganancia.

¿Qué pasará con la vieja política?

Los partidos dejaron de ser importantes como forma de aglutinar a la gente y de ejercer hegemonía social, de hecho se puede decir que están en crisis. Las contradicciones se están resolviendo en las redes a partir de quién posee el poder sobre las corporaciones y se hace escuchar más alto. La política tradicional no podrá con eso y solo le queda adaptarse, tratar de sobrevivir y de cambiar su forma. Figuras como el propio Trump fueron relegadas en su momento a través de los comandos de las redes sociales, lo cual ya es un indicador de cómo quedará el mundo tras el nuevo orden que se nos avecina en los próximos años. La máxima es: o te adaptas o desapareces.

Por ahora el puntal de todo esto es Facebook, pero con el inicio del Metaverso podemos esperar muchas sorpresas. Algo sí resulta bastante seguro: no hay vuelta atrás, el viejo mundo tal y como se conoció antes de la pandemia no volverá. En ese sentido, también los comandos de las redes nos envían un claro e incontestable mensaje.

Tomado de: Cuba Sí

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Cuba, ¿Estado Fallido?

Por Aurelio Alonso

Hermanas y hermanos de la Casa de las Américas, quería hacerles llegar estas reflexiones en un momento tan delicado como el que vive el país. Durante el primer año de su mandato presidencial, el señor Biden ha mostrado su disposición a echar por tierra las posibilidades que todavía podría albergar una izquierda, una verdadera izquierda demócrata en Estados Unidos, de darle a ese Partido la tarea, la misión de reencauzar su sistema y su liderazgo mundial, dado su enorme poder y su enorme caudal económico, un liderazgo más digno, un camino digno para la humanidad, para salvar la humanidad, esto parece que ha caído por tierra ya en lo que ha demostrado en este primer año en la presidencia el señor Biden.

Esto incluye, por supuesto, la posición más agresiva contra los sistemas socioeconómicos que buscan una verdadera soberanía y que rechazan someterse indiscriminadamente al mandato imperial, y por supuesto el primero de estos es Cuba, que es el más emblemático y el más antiguo de estos sistemas. Y ahora en su ofensiva –que ha demostrado ser la continuidad de la ofensiva más derechista del sistema de las que implantó su antecesor, de triste recordación–, el presidente Biden centra su campaña en la idea de que Cuba es un Estado fallido y refuerza su apoyo a las acciones puntuales en contra del Estado cubano y de la sociedad cubana y del pueblo cubano, en la amenaza de establecer, de implantar nuevas sanciones. Cuba no le teme a nuevas sanciones, Cuba está viviendo sanciones de Estados Unidos desde hace sesenta años y ha seguido subsistiendo, y su resistencia ha mostrado la capacidad precisamente de Cuba de resistir y de enfrentar sanciones norteamericanas, así que no nos asustan las nuevas sanciones, ni a nuestro Presidente, ni a nuestro Estado cubano, ni a nuestra política, ni a nuestro pueblo, habituado a las sanciones. La idea del Estado fallido muy bien trabajada y muy bien elaborada evidentemente por los tanques pensantes puede admitirse que es válida. Sí, ciertamente Cuba es un Estado fallido; Cuba es un Estado fallido para las transnacionales que son capaces de hacer ganancias multimillonarias en medio de un año en que la economía mundial se depaupera totalmente debido a los efectos de una pandemia como la que está viviendo. Para esas transnacionales, para ese sistema de transnacionales que es capaz de volver a hacer crecer sus ganancias en cientos de millones de dólares en situaciones en que el resto de la economía mundial lo que crea es pobreza, miseria, hambre, es un Estado fallido; Cuba sería un Estado fallido para esas transnacionales, sería un Estado fallido para las desigualdades crecientes que se producen en el sistema norteamericano, un Estado fallido para los que tratan de hacer mercado y soborno a través del monopolio de las vacunas, es un Estado fallido para todo eso. Es un Estado fallido para toda esa miseria, de abuso de poder que se ejerce desde el imperio. Para ellos Cuba, el ejemplo cubano, es el ejemplo de un Estado fallido, cuando en el fondo el Estado fallido para el mundo, para la posibilidad de salir a flote de la humanidad es precisamente el que ellos están preconizando. Que tengan éxito en imponer sus posiciones depende incluso de aquello que advirtió nuestro Comandante en Jefe en Brasil en 1992, cuando dijo que una especie estaba en peligro de extinción, que era la especie humana. No era una metáfora, era un pronóstico real, era una previsión real. Es muy difícil que imponiendo, que acabando con Estados fallidos como pretenden que es el Estado cubano e imponiendo su Estado, sus concepciones del sistema como la única viable para el mundo (que es la concepción de la acumulación de capital, sin mirar al lado, sin mirar lo que queda detrás, sin mirar lo que van dejando como estela de miseria, y destrucción y de pobreza), seguramente la humanidad no va a poder ver el nacimiento del siglo que viene, es decir, es posible que si se les deja, si el mundo deja que tengan éxito, es posible que conviertan este siglo en el último siglo de existencia para la humanidad. Y la humanidad de hoy entiende esto porque lo demuestra cada vez que vota unánimemente casi contra el bloqueo a Cuba en las Naciones Unidas, pero también demuestra su incapacidad, sus limitaciones de poder para hacer que esta estructura mundial de relaciones cambie. Es que es muy difícil, es prácticamente imposible que cambie si no se cambia fuertemente desde los países que lideran el mundo, y Cuba va a seguir resistiendo y llama a seguir resistiendo a los países que han avanzado aquí en nuestro Continente y en el resto del mundo subdesarrollado, a los países que han avanzado en imponer su soberanía y en defender su soberanía porque son la esperanza de un mundo posible, de un mundo mejor posible, no porque sea un mundo más rico sino mejor porque sea un mundo donde puedan subsistir con equidad la población humana, la especie humana. Cuba es ejemplo de eso y precisamente lo que tratan de imponer al mundo es lo contrario. Por lo tanto, Cuba de siente decidida a resistir a cualquier programa de sanciones que se establezca desde el imperio, y se siente también decidida a resistir porque Cuba ha sabido mantener, ha sabido respaldar su liderazgo revolucionario con el que nació este sistema, su socialismo tan limitado y tan atacado y lo ha sabido mantener, lo ha sabido mantener con líderes como Fidel que lo creó, como Raúl que lo siguió, que lo supo continuar y que siguió tan cercano a su hermano y dirigente, y por Díaz Canel que ha sido fruto de esta sociedad y que ha demostrado hasta hoy que es nuestro nuevo líder y que él tiene todas las capacidades y las virtudes para conducirnos en estas acciones, en esta proyección de Estado fallido contra los que quieren acabar precisamente con la humanidad en función de sus cochinos intereses privados, propios del enriquecimiento sin fronteras.

Esto es lo que yo quería trasmitirles como mensaje. Me siento aliado, es verdad que morir por la patria, morir por el mundo vale mil veces que vivir sometidos a una nueva e implacable victoria imperial. Hay que seguir luchando, tenemos que seguir haciendo lo que hemos hecho hasta ahora, en estos sesenta años y darle la cara al imperio con todo el valor al lado de nuestros dirigentes, que no nos defraudarán.

Un abrazo para todos y les saludo con cariño, con afecto, con solidaridad, con espíritu combativo, con la disposición siempre de hacer, hasta dar la última gota de lo que tenga a mi alcance, de sangre, de vida, de pensamiento si me queda, de todo eso. Muchas gracias, hermanos y hermanas, quiero decirles que me siento orgulloso de ser parte de ese colectivo (de la Casa de las Américas) que tanta felicidad me ha dado siempre, desde que me uní a él. Muchas gracias.

Tomado de: La Ventana

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Tierra de damas. Las mujeres que construyeron el románico en el País Vasco

Autora: Isabel Mellén

Si las damas fueron quienes impulsaron la creación de muchas de las iglesias románicas que hoy día perviven en nuestro entorno, ¿por qué ha sido su actividad silenciada durante tantos siglos?

El románico del País Vasco es un arte concebido en clave femenina. En sus portadas, canecillos o capiteles apenas aparecen las habituales imágenes religiosas que abundan en este tipo de templos; aquí, por el contrario, de sus piedras y pigmentos emergen orgullosas damas con ricos tocados, caballeros perfectamente ataviados, castillos sobre altas lomas y procesiones de oscuro significado. La lejanía de los grandes centros de poder religioso y las frecuentes fricciones con el obispado nos dibujan un panorama de iglesias dominadas por las damas de la nobleza rural. En un mundo en el que la escritura no era un saber frecuente, las mujeres de la nobleza pudieron alzar su voz en imágenes, dejándonos todo un rico legado que, lamentablemente, hemos malinterpretado y oscurecido una y otra vez desde los estereotipos construidos en nuestro presente.

Isabel Mellén. Licenciada en Filosofía por la Universidad Complutense de Madrid y graduada en Historia del Arte por la Universidad Nacional de Educación a Distancia. En la actualidad está realizando el doctorado en Filosofía por la Universidad de Zaragoza y dando clases de Filosofía Antigua y Medieval en UNED. Pertenece al proyecto de investigación y divulgación del patrimonio alavés Álava Medieval/Erdi Aroko Araba, desde el que lleva a cabo diversas investigaciones en torno al románico alavés, el patrimonio desaparecido, la pintura mural roja y, sobre todo, el matronazgo y la representación de las mujeres en el románico vasco.

Tomado de: Sans Soleil Ediciones

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Los cuentos y la imaginación infantil

Obra del artista plástico cubano Maykel Herrera

Por Eliseo Diego

La vida del maestro de escuela, entre otros calificativos que apuntan casi siempre a lo precario, puede muy bien tildarse de «agitada», y la razón no hay que buscarla muy lejos: tiene dos ojos como dos avispas cándidas, y lo menos mil pequeños brazos y piernas, y hace un escándalo como de mil diminutas trompas. Se trata, en suma, de ese fantástico, gracioso, insoportable y minúsculo monstruo que es la razón misma de que haya maestros. La costumbre ha hecho que le demos el común nombre de «niño» y nos parezca la cosa más natural del mundo. Pero, bien visto, no hay nada más extraño que él a nuestro mundo de «personas mayores»; bien visto, en este mundo estable y grosero, él es una «monstruosidad» tan deliciosa como inquietante.

En primer término, su extrañeza radical consiste en que no sabemos qué es, y no podemos saberlo porque no hay en él sino un «llegar a ser» precisamente aquello que lo niega, es decir, hombre. Contradicciones y paradojas, y todo en estado de perenne inquietud, tal es el niño. Y lo peor es que nosotros también «lo» fuimos alguna vez; pero ahora, nuevos Tántalos, en cuanto pretendemos tocar aquella vida la petrificamos sin remedio.

Quedémonos, entonces, con el dato primario: el niño en tanto niño es un devenir incesante, y por ello necesariamente inquieto. Los músculos, por ejemplo, no son aún lo que les corresponderá en la economía del cuerpo ya formado y así no resisten el moverse, siquiera sea hacia el fin que les corresponde. Lo mismo sucede con lo que llamaremos ahora, en un pedantesco eufemismo incapaz de hacer justicia a su potencialidad de estruendo, «los órganos de fonación». Ocupadísimos en llegar a parecérsenos, los niños nos hacen la vida insoportable con una actividad que no nos puede ser más ajena, puesto que somos justamente su término.

Los maestros, sin embargo, saben muy bien que existe un recurso mágico para pacificar al grupo de niños más impetuoso; un recurso sencillo, que no cuesta nada, y que puede ser un gusto para el propio maestro –o mejor, que debe serle un gusto, porque si no lo es, de nada le valdría. Ese recurso, como todo remedio mágico, comienza con un ensalmo: «Había una vez…» No bien lo escuchan, parece como si los niños se volviesen de piedra. ¡Al fin se están tranquilos!, cabría que suspirara el maestro, si es que le quedase el aliento indispensable. Y no podría equivocarse más aunque se lo propusiera.

Para entender lo que está así sucediendo en el aula, para valorar realmente esa supuesta inmovilidad, será preciso que demos un rodeo. Será preciso que tengamos bien presentes la riqueza y la maravilla de los medios mecánicos puestos hoy al servicio de los niños: la televisión, el cinematógrafo, con toda la zarabanda de sonidos e imágenes que no hay más que mirar desde el asiento. Y que nos preguntemos en seguida cómo es posible que, en semejante compañía, puedan las viejas historias tener la menor esperanza de mantenerse vigentes.

Lo cierto es, sin embargo, que los niños siguen amando y deseando los cuentos contra toda previsión lógica, y que sólo los cuentos –según habrá apreciado a su costa quienquiera haya asistido a una matinée de películas infantiles– logran en ellos ese efecto de bienaventurada paz a que nos referíamos más arriba. Como no es posible que se trate de una decisión consciente, habrá que buscar la explicación en el único resorte capaz de conmoverlos, y que no es otro que su propia naturaleza.

Criaturas inermes si las hay en este mundo, la supervivencia de los niños en medio de los enormes riesgos que literalmente corren se justifica sólo por su perfecta adecuación a sí mismos, por su total carencia de inhibiciones a la hora de seguir sus impulsos. Cuando se trata de obedecerlos, los niños son implacables, irreductibles. De aquí que su obstinado interés por los cuentos dichos de viva voz lleve el sello de lo que sienten como necesario. ¿Y qué es lo que exige ejercitarse de tal modo, rechazando el lujo de las imágenes ya hechas y reclamando un arte de medios escuetos, puros, ancestrales? ¡Un arte cuyo instrumento es el más antiguo y simple de todos: la palabra del hombre!

Ahora bien, la palabra en sí, como mero flatus o sonido, no tiene más significación que otro ruido cualquiera: cuando escuchamos una lengua extraña experimentamos una serie de sensaciones auditivas ante las cuales nuestra única reacción es de complacencia o desagrado. ¡Qué distinta en cambio la situación de quien escucha palabras que le son ya familiares! Si quisiéramos apurar la formulación de la diferencia entre un caso y otro, diríamos que reside en el grado de actividad mental, nula cuando se trata de atender. Y es que la palabra en cuanto tal exige, como todo símbolo, que le desentrañemos el sentido, que le sigamos la alusión hasta el objeto, real o mental, cuyo sitio ocupa en la conciencia.

El lenguaje asume así el carácter de un juego en forma de acertijo capaz de fascinar a los niños. ¿Cómo, si no se tratase de un juego apasionante, iban a tener fuerzas para acometer uno de los procesos más complejos con que se enfrenta el hombre: éste de asimilarse un idioma? Al principio manejan los símbolos más sencillos: mucho se ha hablado de la alegría con que los padres escuchan la primera llamada, el primer cristalino «mamá» o «papá»; pero, ¿qué diremos de la deliciosa exultación con que un pequeñuelo comprueba que, en efecto, «mamá» es mamá? Sabido es que los cuentos que primero interesan a los niños tratan de las cosas familiares que los rodean. Si, de una parte, esta preferencia se debe al estreno de la maravillosa realidad, de otra es indudable que obedece a ese rejuego idiomático que abarca desde el simple disfrute de sonidos y ritmos hasta la complacencia en el ejercicio de los contenidos simbólicos.

Pronto van a descubrir, sin embargo, que las palabras sirven para más que para gratas y útiles aventuras con las cosas. No sólo alude la palabra a la cosa, sino que además la cosa está ya en la palabra bajo especie de imagen. El nombre «perro» toma el sitio del animal y nos permite comunicar algo sobre él; pero, a la vez, evoca una imagen que puede ser la de ese perro en particular, o –y aquí se abren ya las riquísimas posibilidades de todo un juego enteramente nuevo– la de aquel otro, inexistente, vivo sólo en el deseo, que reúne en sí toda la fascinante «caninidad» de este mundo. La palabra deja ahora de ser un simple reflejo y comienza a engendrar su propia luz; se independiza, por así decirlo, de la realidad de los objetos para asociarse a la realidad de la imaginación, donde conserva su carácter simbólico, alusivo, pero volcado ahora hacia criaturas de una mayor inmediatez, ya que constituyen, ellas también, puros productos mentales. Del caballo del Cid a la mangosta imaginada por Kipling y luego al dragón de los cuentos. He aquí otros tantos estadios en la emancipación y el enriquecimiento de la palabra.

Hasta qué punto interviene en ellos el despertar de la imaginación, o hasta qué punto es ésta estimulada por ellos, son cuestiones que no podemos resolver satisfactoriamente. Bástenos observar cómo los pequeñuelos disfrutan del simple manejo de los nombres, de su inmediata asociación con las realidades más familiares, y cómo después comienzan a apetecer ese juego más complicado y extraño en que la palabra, en vez de regresar sobre la cosa que designa, se abre hacia el más allá de la imagen; en que la palabra, lejos de servir y subordinarse a la realidad, comienza ella misma a crear sus propias realidades, alfombras voladoras, hadas, duendes y pájaros parlantes.

¿No es explicable, entonces, que al arribar a esta etapa los niños sientan, no ya el gusto, sino la necesidad de un medio que les permite el ejercicio plenamente satisfactorio de todo un poderío recién estrenado? Compárese la actitud mental de quien escucha un cuento con la del que contempla una cinta cinematográfica. Este último no tiene nada que hacer: las imágenes se suceden ante él y no le exigen más que registrarlas. En cambio, ¡qué distinta la situación de quien debe suplir, a cada estímulo sonoro, su propia imagen! Aquí todo es actividad, incesante movimiento. Al conjuro de la palabra es preciso crear todo un paisaje, las escamas del dragón, la penumbra del castillo, el vuelo del hada y el cucurucho de la bruja, las botas que devoran leguas y el magnífico sombrero de un gato que habla. Nada está dado, todo es posible, naciente, y todo –he aquí lo más importante– es nuestro. Y llegados a este punto podemos ya valorar aquella engañosa inmovilidad, aquella increíble paz que rodeaba al sorprendido maestro mientras contaba sus historias en el aula: sucede que nunca se habían movido los niños con mayor rapidez que en ese instante, pues corrían aun más que la luz, ¡a la velocidad del pensamiento mismo!

En su ensayo «Defensa de las letras», Georges Duhamel llega a esbozar el temor de que la imaginación del hombre, si el libro no logra conservar su preeminencia frente al abuso de los sustitutos mecánicos, corra el destino de todo órgano que no se ejercita y acabe por atrofiarse. Escrito en la siniestra década del treinta, el sombrío presagio del novelista francés parecía destinado a cumplirse sin escapatoria posible, ya que el incremento de los medios técnicos sigue una ascensión constante, y a estas horas aún no se ha iniciado una política racional encaminada a controlar sus excesos. Parece que no contábamos, sin embargo, con la salvaje naturaleza del pequeño, que, inmune a las decisiones de los adultos, se guía mejor por las de su propio instinto.

¿Qué valor tiene esta facultad de imaginar, de «soñar», como dirían las mentes «prácticas», para que los niños se obstinen en defenderla frente a todos nuestros esfuerzos por facilitarles novedades cada vez más y más lujosas y, a nuestro honrado entender, más «divertidas»? A esas gentes prácticas quizás les horrorizaría la afirmación de que en la escuela, tanto como el aprendizaje de la aritmética, es importante el ejercicio de la capacidad de crear, en la que por definición va incluida la de ver y engendrar nada menos que los sueños. Sin embargo, no un artista, un iluso, un bohemio, sino uno de los creadores de la química orgánica moderna, el soviético Alexander Nicolaievich Nesmeíanov, ha dicho que la facultad realmente esencial a un hombre de ciencia, aquélla sin la cual andaría a tientas como un ciego, repasando una y otra vez los viejos bultos familiares, es justamente la capacidad de soñar. En ella está en germen el futuro mismo del hombre, que no es un esquema rígido vuelto hacia el pasado, sino posibilidad, imagen y maravillosa aventura.

Tomado de Eliseo Diego. Ensayos, Enrique Saínz (Selección y prólogo), Ediciones UNIÓN, 2006.

Tomado de: La Tizza

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El pensamiento del Libertador: economía y sociedad

Simón Bolívar. (1783 -1830) fue un militar, estratega, estadista y político venezolano conocido en América como El Libertador.

Por Pasqualina Curcio Curcio @pasquicurcio

La mayor confiscación que se haya conocido en la historia de Venezuela la realizó Simón Bolívar durante la Guerra de Independencia. El 3 de septiembre de 1817 promulgó el Decreto sobre Secuestro y Confiscación de Bienes de los españoles y el 10 de octubre del mismo año decretó la Ley de Repartición de Bienes Nacionales de la República. Confiscó tanto los bienes públicos de la Corona Española como los privados de los realistas y los pasó a la República y al pago de los haberes militares. Hasta el oro y la plata que se encontraba en los templos religiosos los dispuso para el ejército patriota.

Las tierras fueron expropiadas y luego distribuidas a la población indígena. El 15 de octubre de 1818, Bolívar promulgó un decreto mediante el cual reconocía los derechos de propiedad sobre las tierras por parte de la población indígena y estableció que se le devolviesen “a los naturales, como propietarios legítimos, todas las tierras que formaban los resguardos según sus títulos, cualquiera que sea el que aleguen para poseerlas los actuales tenedores”.

El pensamiento económico de nuestro Libertador Simón Bolívar ha sido un aspecto poco estudiado de su vida y obra. Su doctrina en esta materia, verdaderamente revolucionaria para su época y aún con plena vigencia, nos la muestra, de manera magistral Luis Britto García en su extraordinario libro titulado “Pensamiento del Libertador. Economía y Sociedad” publicado por el Centro de Estudios Simón Bolívar, el cual reseñamos brevemente en estas líneas.

El libro, de obligatoria lectura, es el resultado de una investigación cuidadosa y de un formidable esfuerzo de recopilación y sistematización de documentos y registros que, aunado a la magia de la pluma de Luis Britto, nos lleva en un asombroso viaje hasta la guerra de independencia para conocer, sentir y vivir, junto con Bolívar, sus ideas, decisiones y acciones en materia económica, pero también sus angustias, preocupaciones, y ocupaciones ante las penurias que padecía el pueblo y su ejército consecuencia de un sistema esclavista bajo la dominación del imperio español que, de paso, tenía el monopolio del comercio y de la migración, así como la propiedad sobre nuestras tierras y minas.

El 24 de octubre de 1829, estando en Quito, Bolívar expropió las minas y estableció, mediante decreto, que todas las minas de cualquier clase pertenecían a la República. Afirma Britto en su libro: “Esta transferencia de las minas de la propiedad de la Corona a la de la República es el inicio de un régimen de propiedad estatal del subsuelo que será común a la mayoría de los países latinoamericanos. El pronunciamiento general que comprende ´las minas de cualquier clase´ se aplicará a la postre a meta­les que todavía no se explotaban para la época, y en última instancia, a los yacimientos de hidrocarburos.”

Sabía Bolívar que nuestra soberanía pasaba, necesariamente, por contar con una moneda propia y no depender de la moneda impuesta por el imperio. La Constitución Federal para los Estados de Venezuela del 21 de diciembre de 1811, establecía que el Congreso tendría pleno poder y autoridad de acuñar y batir moneda, determinar su valor y el de las extranjeras. Por su parte, la Constitución de 1819, sancionada en Angostura el 15 de agosto de ese año le otorgó atribuciones exclusivas al Congreso para determinar el valor, peso, tipo y nombre de la moneda que será uniforme en toda la República. Resaltamos las palabras valor y uniforme. Entendía Bolívar que es la República la que, de manera soberana debe acuñar su propia y única moneda y determinar su valor, no imperio alguno. Pensamiento revolucionario para la época y sin duda con plena vigencia del cual deberíamos tomar nota.

El reconocimiento de que la República funda la propiedad en el trabajo, repetimos, en el trabajo, es uno de los aspectos más revolucionarios de la doctrina económica del Libertador para aquella época. La Constitución de 1811 establecía en el artículo 155 que “la propiedad es el derecho que cada uno tiene de gozar y disponer de los bienes que ya haya adquirido con su trabajo, e industria”.

Bolívar acabó con el monopolio del comercio y de la migración que se encontraba en manos del imperio español. Adicionalmente, aprobó medidas proteccionistas para limitar la exportación a la Península de los bienes aquí producidos y que eran imprescindibles para la República, o la protección de la industria nacional. Asunto también con plena vigencia. Tomemos nota.

Otra de las grandes preocupaciones y ocupaciones del Libertador fue el pago de la deuda, la cual, por cierto, fue adquirida para la intendencia del ejército patriota, pero a la vez repartida y dilapidada por los especuladores y traidores. En 1828, fomentó el cultivo y cosecha del tabaco de calidad para cancelar con los ingresos provenientes de su venta dicha deuda, proyecto que, en el marco de la traición, fue abortado por el presidente José Antonio Páez quien ordenó subastar en ocho días el primer cargamento de tabaco, remate que favoreció a empresas inglesas, las cuales lo adquirieron a bajo precio y lo revendieron en el extranjero.

Con innumerables anécdotas, Britto nos dibuja en su libro al Bolívar generoso cuando de la repartición de su propio patrimonio se trataba, pero también al Bolívar que rechazaba cualquier gasto por cuenta del erario inherente al rango de los cargos que ocupaba. También nos describe al Bolívar cuya generosidad se volvía dureza cuando se trataba de mantener sanciones contra infractores de la ley en lo que al uso de los bienes de la República se refería. Bolívar se enfrentó y batalló contra la corrupción: el 18 de marzo de 1824, decretó en Perú la pena capital para todo empleado de aduanas, res­guardos, capitanías de puerto o cualquier otra función de Ha­cienda Pública que tomare parte en fraudes contra ella.

Es el caso, que suelen mostrarnos la guerra de independencia con soldados patriotas bien apertrechados, abastecidos y vistiendo hermosos uniformes en los campos de batalla. Poco se menciona acerca de lo que ocurría tras bastidores y la situación de penuria y la necesidad de ahorrar en gastos militares, preocupaciones y ocupaciones también asumidas, hasta el último detalle, por el propio Bolívar, quien mientras diseñaba grandes estrategias para liberarnos del imperio español, se ocupaba hasta del tamaño de los uniformes de sus solados.

En resumen, en el libro, el maestro Luis Britto García nos narra, una a una, las batallas que, en otro campo y día a día debió librar Simón Bolívar: en el campo económico.

En su lucha por nuestra independencia y soberanía, nunca dio concesiones a la oligarquía, ni siquiera en los peores momentos de la guerra, a pesar, de que su pensamiento económico y sus decisiones no solo implicaron, como era de esperarse, reacciones por parte de la Corona y de la oligarquía que veían afectados sus intereses privados, sino también la traición de quienes en algún momento se reconocieron como patriotas. Y es que, escribe Britto: “Bolívar se enfrentó a una regla invariable: toda verdadera revolución versa sobre el problema de la propiedad, y si los revolucionarios no lo resuelven, otra fuerza surgirá agi­tándolo como bandera”. Vale la pena tomar nota también de esto último.

Tomado de: América Latina en movimiento

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¿Qué debe ser un joven comunista?

Comandante Ernesto Che Guevara (1928-1967)

Por Ernesto Che Guevara

Queridos compañeros:

Una de las tareas más gratas de un revolucionario, es ir observando en el transcurso de los años de Revolución cómo se van formando, decantando y fortaleciendo las instituciones que nacieron al inicio de la Revolución; cómo se convierten en verdaderas instituciones con fuerza, vigor y autoridad entre las masas, aquellas organizaciones que empezaron en pequeña escala con muchas dificultades, con muchas indecisiones, y se fueron transformando, mediante el trabajo diario y el contacto con las masas, en pujantes representaciones del movimiento revolucionario de hoy.

La Unión de Jóvenes Comunistas tiene casi los mismos años que nuestra Revolución, a través de los distintos nombres que tuviera, a través de las distintas formas de organización. Al principio fue una emanación del Ejército Rebelde. De allí quizás surgiera también su nombre. Era una organización ligada al ejército para iniciar a la juventud cubana en las tareas masivas de la defensa nacional, que era el problema más urgente y el que precisaba de una solución más rápida.

En el antiguo Departamento de Instrucción del Ejército Rebelde nacieron la Asociación de Jóvenes Rebeldes y las Milicias Nacionales Revolucionarias. Después adquirieron vida propia: esta última la de una pujante formación de pueblo armado, representante del pueblo armado y con categoría propia, fundida con nuestro ejército en las tareas de defensa. La otra, como una organización destinada a la superación política de la juventud cubana.

Después, cuando se fue consolidando la Revolución y pudimos ya plantearnos las tareas nuevas que se ven en el horizonte sugirió el compañero Fidel el cambio de nombre de esta organización. Un cambio de nombres que es toda una expresión de principios. La Unión de Jóvenes Comunistas, está directamente orientada hacia el futuro. Está vertebrada con vista al futuro luminoso de la sociedad socialista, después de atravesar el camino difícil en que estamos ahora de la construcción de una sociedad nueva, en el camino del afianzamiento total de la dictadura de clase, expresada a través de la sociedad socialista, para llegar finalmente a la sociedad sin clases, la sociedad perfecta, la sociedad que ustedes serán los encargados de construir, de orientar y de dirigir en el futuro. Para ello, la Unión de Jóvenes Comunistas alza sus símbolos, que son los símbolos de todo el pueblo de Cuba: el estudio, el trabajo y el fusil.

Y en sus medallones se muestran los de los más altos exponentes de la juventud cubana, muertos ambos trágicamente sin poder llegar a ver el resultado final de esta lucha en que todos estamos empeñados: Julio Antonio Mella y Camilo Cienfuegos.

En este segundo aniversario, en esta hora de construcción febril, de preparativos constantes para la defensa del país, de preparación técnica y tecnológica acelerada al máximo, debe plantearse siempre, y ante todo, el problema de qué es y qué debe ser la Unión de Jóvenes Comunistas.

La Unión de Jóvenes Comunistas tiene que definirse con una sola palabra: vanguardia. Ustedes, compañeros, deben ser la vanguardia de todos los movimientos. Los primeros en estar dispuestos para los sacrificios que la Revolución demande, cualquiera que sea la índole de esos sacrificios. Los primeros en el trabajo. Los primeros en el estudio. Los primeros en la defensa del país. Y plantearse esta tarea no sólo como la expresión total de la juventud de Cuba, no sólo como una tarea de grandes masas vertebradas en una institución, sino como las tareas diarias de cada uno de los integrantes de la Unión de Jóvenes Comunistas. Para ello, hay que plantearse tareas reales y concretas, tareas de trabajo cotidiano que no pueden admitir el más mínimo desmayo.

La tarea de la organización debe estar constantemente unida a todo el trabajo que se desarrolle en la Unión de Jóvenes Comunistas. La organización es la clave que permite atenazar las iniciativas que surgen de los líderes de la Revolución, las iniciativas que plantea en reiteradas oportunidades nuestro Primer Ministro, y las iniciativas que surgen del seno de la clase obrera, que deben transformarse también en directivas precisas, en ideas precisas para la acción subsiguiente.

Si no existe la organización, las ideas, después del primer momento de impulso, van perdiendo eficacia, van cayendo en la rutina, van cayendo en el conformismo, y acaban por ser simplemente un recuerdo. Hago esta advertencia porque muchas veces en este corto y, sin embargo, tan rico período de nuestra Revolución, muchas grandes iniciativas han fracasado, han caído en el olvido por la falta del aparato organizativo necesario para poder sustentarlas y llevarlas a buen fin.

Al mismo tiempo, todos y cada uno de ustedes deben tener presente que ser joven comunista, pertenecer a la Unión de Jóvenes Comunistas, no es una gracia que alguien les concede, ni es una gracia que ustedes conceden al Estado o a la Revolución. Pertenecer a la Unión de Jóvenes Comunistas debe ser el más alto honor de un joven de la sociedad nueva. Debe ser un honor por el que luchen en cada momento de su existencia. Y, además, el honor de mantenerse y mantener en alto el nombre individual dentro del gran nombre de la Unión de Jóvenes Comunistas. Debe ser un empeño constante también.

En esta forma avanzaremos aún más rápidamente. Acostumbrándonos a pensar como masa, a actuar con las iniciativas que nos brinda la gran iniciativa de la masa obrera y las iniciativas de nuestros máximos dirigentes; y, al mismo tiempo, actuar siempre como individuos, permanentemente preocupados de nuestros propios actos, permanentemente preocupados de que nuestros actos no manchen nuestro nombre ni el nombre de la asociación a que pertenecemos.

Después de dos años podemos recapitular y observar cuáles han sido los resultados de esta tarea. Y hay enormes logros en la vida de la Unión de Jóvenes Comunistas. Uno de los más importantes, de los más espectaculares, ha sido el de la defensa. Los jóvenes que primero —algunos de ellos―, subieron los cinco picos del Turquino; los que se enrolaron en una serie de organizaciones militares, todos los que empuñaron el fusil en los momentos de peligro estuvieron prestos a defender la Revolución en cada uno de los lugares donde se esperaba la invasión o la acción enemiga.

A los jóvenes de Playa Girón les cupo el altísimo honor de poder defender allí a nuestra Revolución, defender a las instituciones que hemos creado a fuerza de sacrificio, los logros que todo el pueblo ha conseguido en años de lucha; toda nuestra Revolución se defendió allí en setenta y dos horas de lucha.

La intención del enemigo era crear una cabeza de playa suficientemente fuerte, con un aeropuerto dentro, que permitiera hostilizar todo nuestro territorio, bombardearlo inmisericordemente, convertir nuestras fábricas en cenizas, reducir a polvo nuestros medios de comunicación, arruinar nuestra agricultura. En una palabra: sembrar el caos en nuestro país. La acción decidida de nuestro pueblo liquidó la intentona imperialista en solo setenta y dos horas.

Jóvenes que aún eran niños, se cubrieron de gloria. Algunos están hoy aquí como exponentes de esa juventud heroica, y de otros nos queda por lo menos su nombre como recuerdo, como acicate para nuevas batallas, que habrá que dar, para nuevas actitudes heroicas frente al ataque imperialista.

En el momento en que la defensa del país era la tarea más importante la juventud estuvo presente. Hoy la defensa del país sigue ocupando el primer lugar en nuestros deberes. Pero no debemos olvidar que la consigna que guía a los Jóvenes Comunistas está íntimamente unida entre sí: no puede haber defensa del país solamente en el ejercicio de las armas, prestos a la defensa, sino que, además debemos defender el país construyéndolo con nuestro trabajo y preparando los nuevos cuadros técnicos para acelerar su desarrollo en los años venideros.

Ahora esta tarea adquiere una importancia enorme y está a la misma altura que la del ejercicio directo de las armas. Cuando se plantearon problemas como estos la juventud dijo presente una vez más. Los jóvenes brigadistas respondiendo al llamamiento de la Revolución, invadieron todos los rincones del país. Y así, en pocos meses y en batalla muy dura —donde hubo incluso mártires de la Revolución, mártires de la educación—, pudimos anunciar una situación nueva en América: la de que Cuba era el territorio libre de analfabetismo en América.

El estudio a todos los niveles es también hoy una tarea de la juventud. El estudio mezclado con el trabajo, como en los casos de los jóvenes estudiantes que están recogiendo café en Oriente, que utilizan sus vacaciones para recoger un grano tan importante en nuestro país, para nuestro comercio exterior, para nosotros, que consumimos una gran cantidad de café todos los días. Esta tarea es similar a la de la alfabetización. Es una tarea de sacrificio que se hace alegremente, reuniéndose los compañeros estudiantes —una vez más— en las montañas de nuestro país para llevar allí su mensaje revolucionario.

Son muy importantes esas tareas porque dentro de ellas la Unión de Jóvenes Comunistas, los jóvenes comunistas no solamente dan. Reciben, y en algunos casos más de lo que dan: adquieren experiencias nuevas, una nueva experiencia del contacto humano, nuevas experiencias de cómo viven nuestros campesinos, de cómo es el trabajo y la vida en los lugares más apartados, de todo lo que hay que hacer para elevar aquellas regiones al mismo nivel que los lugares más habitables del campo y las ciudades. Adquieren experiencia y madurez revolucionarias. Los compañeros que pasan por aquellas tareas de alfabetizar o recoger café, en contacto directo con nuestro pueblo ayudándolo lejos de sus hogares reciben —puedo afirmarlo— más alma de la que dan, ¡Y la que dan es mucha!

Esta es la forma de educación que mejor cuadra a una juventud que se prepara para el comunismo: la forma de educación en la cual el trabajo pierde la categoría de obsesión que tiene en el mundo capitalista y pasa a ser un grato deber social, que se realiza con alegría, que se realiza al son de cánticos revolucionarios, en medio de la camaradería más fraternal, en medio de contactos humanos que vigorizan a unos y otros, y a todos elevan.

Además, la Unión de Jóvenes Comunistas ha avanzado mucho en su organización. De aquel débil embrión que se formara como apéndice del Ejército Rebelde, a esta organización de hoy, hay una gran diferencia. Por todas partes, en todos los centros de trabajo, en todos los organismos administrativos, en todos los lugares donde puedan ejercer su acción, allí hay jóvenes comunistas y allí están trabajando para la Revolución. El avance organizativo debe ser considerado también como un logro importante de la Unión de Jóvenes Comunistas.

Sin embargo, compañeros, en este camino difícil ha habido muchos problemas, ha habido dificultades grandes, ha habido errores groseros, y no siempre hemos podido superarlos. Es evidente que la Unión de Jóvenes Comunistas, como organismo menor, como hermano menor de las Organizaciones Revolucionarias Integradas, tiene que beber allí de las experiencias de los compañeros que han trabajado más en todas las tareas revolucionarias, y debe escuchar siempre —con respeto— la voz de esa experiencia.

Pero la juventud tiene que crear. Una juventud que no crea es una anomalía, realmente y a la Unión de Jóvenes Comunistas le ha faltado un poco de espíritu creador. Ha sido, a través de su dirigencia, demasiado dócil, demasiado respetuosa y poco decidida a plantearse problemas propios. Hoy se está rompiendo eso. El compañero Joel nos hablaba de las iniciativas de los trabajos en las granjas. Son ejemplos de cómo se empieza a romper la dependencia total —que se convierte en absurda— de un organismo mayor, cómo se empieza a pensar con la propia cabeza.

Pero es que nosotros, y nuestra juventud con todos nosotros, está convaleciente de una enfermedad que, afortunadamente, no fue muy larga, pero que influyó mucho en el retraso del desarrollo de la profundización ideológica de nuestra Revolución. Estamos todos convalecientes de ese mal, llamado sectarismo.

¿A qué condujo el sectarismo? Condujo a la copia mecánica, a los análisis formales, a la separación entre la dirigencia y las masas. Incluso en nuestra Dirección Nacional, y el reflejo directo se produjo aquí, en la Unión de Jóvenes Comunistas. Si nosotros —también desorientados por el fenómeno del sectarismo— no alcanzábamos a recibir la voz del pueblo, que es la voz más sabia y más orientadora, si no alcanzábamos a recibir las palpitaciones del pueblo para poder transformarlas en ideas concretas, en directivas precisas, mal podríamos dar esas directivas a la Unión de Jóvenes Comunistas. Y como la dependencia era absoluta, como la docilidad era muy grande, la Unión de Jóvenes Comunistas navegaba como un pequeño barquito al garete, dependiendo del gran barco: nuestras Organizaciones Revolucionarias, que también éstas marchaban al garete.

Aquí se producían iniciativas pequeñas, que era lo único capaz de producir la Unión de Jóvenes Comunistas, las cuales se transformaban a veces en slogans groseros, en evidentes manifestaciones faltas de profundidad ideológica. El compañero Fidel hizo serias críticas de extremismos y de expresiones, algunas tan conocidas por todos ustedes como: «la ORI es la candela…», «somos socialistas, p’alante y p’alante…» Todas aquellas cosas que criticara Fidel, y que ustedes conocen bien, eran el reflejo del mal que gravaba nuestra Revolución.

Hemos salido de esa etapa. La hemos liquidado totalmente, pero sin embargo, los organismos van siempre un poco más lentamente. Es como un mal que hubiera tenido inconsciente a una persona. Cuando el mal cede, el cerebro recupera la claridad mental, pero todavía los miembros no coordinan bien sus movimientos. Los primeros días después de levantarse del lecho el andar es inseguro y poco a poco se va adquiriendo la nueva seguridad. En ese camino estamos nosotros.

Así debemos definir y analizar objetivamente todos nuestros organismos para seguir limpiando. Saber, para no caernos, para no tropezar e irnos al suelo; conocer nuestras debilidades para aprender a resolverlas, conocer nuestras flaquezas para liquidarlas y adquirir más fuerza. Esa falta de iniciativa propia se debe al desconocimiento, durante un buen tiempo, de la dialéctica que mueve los organismos de masas y al olvido de que los organismos como la Unión de Jóvenes Comunistas no pueden ser simplemente de dirección, no pueden ser algo que constantemente mande directivas hacia las bases y que no reciba nada de ellas.

Se pensaba que la Unión de Jóvenes Comunistas y todas las organizaciones de Cuba eran organizaciones de una sola línea. Una sola línea que iba desde la cabeza hacia las bases, pero que no tenía un cable de retorno que trajera la comunicación de las bases. Un doble y constante intercambio de experiencias, de ideas, de directivas, que vienen a ser las más importantes, las que hicieran centrar el trabajo de nuestra juventud.

Al mismo tiempo se podían recoger los puntos en que estuviera más flojo el trabajo, los puntos donde se flaqueara más.

Nosotros vemos todavía cómo los jóvenes, héroes de novelas casi, que pueden entregar su vida cien veces por la Revolución, que se les llama para cualquier tarea concreta y esporádica, y marchan en masa hacia ellas. Sin embargo, a veces faltan a su trabajo porque tenían una reunión de la Unión de Jóvenes Comunistas, o porque se acostaron tarde la noche anterior, discutiendo alguna iniciativa de los Jóvenes Comunistas, o simplemente no van al trabajo porque no, sin causa justificada.

Cuando se observa una brigada de trabajo voluntario donde se supone que están los Jóvenes Comunistas en muchos casos no los hay. No hay uno. El dirigente tenía que ir a una reunión, el otro estaba enfermo, el de más allá no se había enterado bien. Y el resultado es que la actitud fundamental, la actitud de vanguardia del pueblo, la actitud de ejemplo viviente que conmueve y lleva adelante a todo el mundo —como hicieron los jóvenes de Playa Girón—, esa actitud no se repite en el trabajo. La seriedad que debe tener la juventud de hoy para afrontar los grandes compromisos —y «el compromiso mayor es la construcción de la sociedad socialista— no se refleja en el trabajo concreto. Hay debilidades grandes y hay que trabajar sobre ellas.

Trabajar organizando, trabajar puntualizando el lugar donde duele, el lugar donde hay debilidades que corregir, y trabajar sobre cada uno de ustedes para poner bien claro en sus conciencias que no puede ser buen comunista aquel que solamente piensa en la Revolución cuando llega el momento del sacrificio, del combate, de la aventura heroica, de lo que se sale de lo vulgar y de lo cotidiano y, sin embargo, en el trabajo es mediocre o menos que mediocre.

¿Cómo puede ser eso, si ustedes reciben ya el nombre de Jóvenes Comunistas, el nombre que nosotros, como organización dirigente, partido dirigente, todavía no tenemos? Ustedes que tienen que construir un futuro en el cual el trabajo será la dignidad máxima del hombre, el trabajo será un deber social, un gusto que se da el hombre, donde el trabajo será creador al máximo y todo el mundo deberá estar interesado en su trabajo y en el de los demás, en el avance de la sociedad, día a día. ¿Cómo puede ser que ustedes que ya hoy tienen ese nombre, desdeñan el trabajo? ¡Ah! hay una falla. Una falla de organización, de esclarecimiento, de trabajo. Una falla, además, humana. A todos nosotros —a todos, yo creo— nos gusta mucho más aquello que rompe la monotonía de la vida, aquello que de pronto, una vez cada cierto tiempo, lo hace pensar a uno en su propio valor, en el valor que tiene dentro de la sociedad.

Y me imagino el orgullo de aquellos compañeros que estaban en una «cuatro bocas», por ejemplo, defendiendo su patria de los aviones yanquis, y de pronto a alguien le tocaba la suerte de ver que sus balas alcanzaban un avión enemigo. Evidentemente es el momento más feliz en la vida de un hombre. Eso nunca se olvida. Nunca lo olvidarán los compañeros a los que les tocó vivir esa experiencia.

Pero nosotros tenemos que defender nuestra Revolución, la que estamos haciendo todos los días. Y para poder defenderla, hay que ir construyéndola, fortificándola con ese trabajo que hoy no le gusta a la juventud, o que, por lo menos, considera como el último de sus deberes, porque conserva todavía la mentalidad antigua, la mentalidad proveniente del mundo capitalista, o sea que el trabajo es, sí, un deber, es una necesidad, pero un deber y una necesidad tristes.

Junto a jóvenes del Ministerio de Industrias rumbo a un Trabajo Voluntario

¿Por qué ocurre esto? Porque todavía no le hemos dado al trabajo su verdadero sentido. No hemos sido capaces de unir al trabajador con el objeto de su trabajo. Y al mismo tiempo, de impartirle al trabajador conciencia de la importancia que tiene el acto creativo que día a día realiza.

El trabajador y la máquina, el trabajador y el objeto sobre el que se ejerce el trabajo son dos cosas diferentes y antagónicas. Y ahí hay que trabajar, para ir formando nuevas generaciones que tengan el interés máximo en trabajar y sepan encontrar en el trabajo una fuente permanente y constantemente cambiante de nuevas emociones.

Hacer del trabajo algo creador, algo nuevo es quizás el punto más flojo de nuestra Unión de Jóvenes Comunistas. Hoy por eso recalco este punto, y en medio de la alegría de festejar esta fecha aniversario, vuelvo a poner la pequeña gota de amargura para tocar el punto sensible, para llamar a la juventud a que reaccione.

Hoy nos pasó en una asamblea en que se discutía la emulación en el Ministerio. Muchos de ustedes probablemente ya hayan discutido la emulación en sus centros de trabajo y hayan leído un tremendo papel que está circulando. Pero ¿cuál es el problema de la emulación, compañeros? El problema es que la emulación no puede regirse por papeles que la reglamenten, la ordenen y le den un molde. El reglamento y el molde son necesarios para poder comparar después el trabajo de la gente entusiasta que está emulando.

Cuando dos compañeros empiezan a emular, cada uno en una máquina para construir más, después de un tiempo empiezan a sentir la necesidad de algún reglamento para determinar cuál de los dos produce más en su máquina: de la calidad del producto, de la cantidad, de las horas de trabajo, la forma en que queda la máquina después, cómo la han atendido…Muchas cosas. Pero si en vez de tratarse de dos compañeros que efectivamente emulan y a los cuales nosotros vamos a darles un reglamento, aparece un reglamento para otros dos que están pensando en que llegue la hora para irse a su casa, ¿para qué sirve el reglamento, qué función cumple?

En muchas cosas estamos trabajando con reglamento y haciendo el molde para algo que no existe. El molde tiene que tener un contenido, el reglamento tiene que ser, en estos casos, lo que defina y limite una situación ya creada. El reglamento debiera ser el resultado de la emulación llevada a cabo anárquicamente si quieren, sí, pero entusiasta, desbordante por todos los centros de trabajo de Cuba. Automáticamente surgiría la necesidad de reglamentar, de hacer una emulación con reglamentos.

Así hemos tratado muchos problemas, así hemos sido formales en el tratamiento de muchas cosas. Y cuando en esa asamblea pregunté por qué no había estado, o cuántas veces había estado el secretario de los Jóvenes Comunistas, supe que había estado alguna vez, pocas, y que los Jóvenes Comunistas no habían estado.

Pero en el curso de la asamblea, discutiendo estos problemas y otros, los Jóvenes Comunistas, el núcleo, la Federación de Mujeres y los Comités de Defensa y el Sindicato, naturalmente, se llenaron de entusiasmo. Por lo menos se llenaron de un rescoldo interno, de amargura, de un deseo de mejorar, un deseo de demostrar que eran capaces de hacer aquello que no se ha hecho: mover a la gente. Entonces, de pronto, todos se comprometieron a hacer que el Ministerio completo emulara en todos los niveles, a discutir el reglamento, después de establecer las emulaciones, ya venir dentro de quince días a presentar ya todo un hecho concreto, con todo el Ministerio emulando entre sí.

Ya allí hay movilización. La gente ya ha comprendido y ha sentido internamente —porque cada compañero de esos es un gran compañero— que había algo flojo en su trabajo. Se ha llenado de dignidad herida y ha ido a resolver. Eso es lo que hay que hacer. Acordarse de que el trabajo es lo más importante. Perdónenme si insisto una y otra vez, pero es que sin trabajo no hay nada. Toda la riqueza del mundo, todos los valores que tiene la humanidad, son nada más que trabajo acumulado. Sin eso no puede existir nada. Sin el trabajo extra que se da para crear más excedentes para nuevas fábricas, para nuevas instalaciones sociales el país no avanza, y por más fuertes que sean nuestros ejércitos estaremos siempre con un ritmo lento de crecimiento, y hay que romper eso, romper con todos los viejos errores, manifestarlos a la luz pública, analizarlos en cada lugar, y entonces, corregirlos.

Quiero plantear ahora, compañeros, cuál es mi opinión, la visión de un dirigente nacional de las ORI, de lo que debe ser un joven comunista, a ver si estamos de acuerdo todos.

Yo creo que lo primero que debe caracterizar a un joven comunista es el honor que siente por ser Joven Comunista. Ese honor que le lleva a mostrar ante todo el mundo su condición de joven comunista, que no lo vuelca en la clandestinidad, que no lo reduce a fórmulas, sino que lo expresa en cada momento, que le sale del espíritu, que tiene interés en demostrarlo porque es su símbolo de orgullo.

Junto a eso, un gran sentido del deber hacia la sociedad que estamos construyendo, con nuestros semejantes como seres humanos y con todos los hombres del mundo. Eso es algo que debe caracterizar al joven comunista. Al lado de eso, una gran sensibilidad ante todos los problemas, gran sensibilidad frente a la injusticia; espíritu inconforme cada vez que surge algo que está mal, lo haya dicho quien lo haya dicho. Plantearse todo lo que no se entienda; discutir y pedir aclaración de lo que no esté claro; declararle la guerra al formalismo, a todos los tipos de formalismo. Estar siempre abierto para recibir las nuevas experiencias, para conformar la gran experiencia de la humanidad, que lleva muchos años avanzando por la senda del socialismo, a las condiciones concretas de nuestro país, a las realidades que existen en Cuba: y pensar —todos y cada uno— cómo ir cambiando la realidad, cómo ir mejorándola.

El joven comunista debe proponerse ser siempre el primero en todo, luchar por ser el primero, y sentirse molesto cuando en algo ocupa otro lugar. Luchar por mejorar, por ser el primero. Claro que no todos pueden ser el primero, pero sí estar entre los primeros, en el grupo de Vanguardia. Ser un ejemplo vivo, ser el espejo donde se miren los compañeros que no pertenezcan a las juventudes comunistas, ser el ejemplo donde puedan mirarse los hombres y mujeres de edad más avanzada que han perdido cierto entusiasmo juvenil, que han perdido la fe en la vida y que ante el estímulo del ejemplo reaccionan siempre bien. Esa es otra tarea de los jóvenes comunistas.

Junto a eso, un gran espíritu de sacrificio, un espíritu de sacrificio no solamente para las jornadas heroicas, sino para todo momento. Sacrificarse para ayudar al compañero en las pequeñas tareas, para que pueda así cumplir su trabajo, para que pueda cumplir con su deber en el colegio, en el estudio, para que pueda mejorar de cualquier manera. Estar siempre atenta a toda la masa humana que lo rodea.

Es decir: se plantea a todo joven comunista ser esencialmente humano, ser tan humano que se acerque a lo mejor de lo humano, purificar lo mejor del hombre por medio del trabajo, del estudio, del ejercicio de la solidaridad continuada con el pueblo y con todos los pueblos del mundo, desarrollar al máximo la sensibilidad hasta sentirse angustiado cuando se asesina a un hombre en cualquier rincón del mundo y para sentirse entusiasmado cuando en algún rincón del mundo se alza una nueva bandera de libertad.

El joven comunista no puede estar limitado por las fronteras de un territorio: el joven comunista debe practicar el internacionalismo proletario y sentirlo como cosa propia. Acordarse, como debemos acordarnos nosotros, aspirantes a comunistas aquí en Cuba, que somas un ejemplo real y palpable para toda nuestra América, y más aún que para nuestra América, para otros países del mundo que luchan también en otros continentes por su libertad, contra el colonialismo, contra el neocolonialismo, contra el imperialismo, contra todas las formas de opresión de los sistemas injustos; acordarse siempre de que somos una antorcha encendida, de que nosotros todos somos el mismo espejo que cada uno de nosotros individualmente es para el pueblo de Cuba, y somos ese espejo para que se miren en él los pueblos de América, los pueblos del mundo oprimido que luchan por su libertad. Y debemos ser dignos de ese ejemplo. En todo momento y a toda hora debemos ser dignos de ese ejemplo.

Eso es lo que nosotros pensamos que debe ser un joven comunista. Y si se nos dijera que somos casi unos románticos, que somos unos idealistas inveterados, que estamos pensando en cosas imposibles, y que no se puede lograr de la masa de un pueblo el que sea casi un arquetipo humano, nosotros tenemos que contestar, una y mil veces que sí, que sí se puede, que estamos en lo cierto, que todo el pueblo puede ir avanzando, ir liquidando las pequeñeces humanas, como se han ido liquidando en Cuba en estos cuatro años de Revolución; ir perfeccionándose como nos perfeccionamos todos día a día, liquidando intransigentemente a todos aquellos que se quedan atrás, que no son capaces de marchar al ritmo que marcha la Revolución Cubana. Tiene que ser así, debe ser así, y así será, compañeros. Será así, porque ustedes son jóvenes comunistas, creadores de la sociedad perfecta, seres humanos destinados a vivir en un mundo nuevo de donde habrá desaparecido definitivamente todo lo caduco, todo lo viejo, todo lo que represente la sociedad cuyas bases acaban de ser destruidas.

Para alcanzar eso hay que trabajar todos los días. Trabajar en el sentido interno de perfeccionamiento, de aumento de los conocimientos, de aumento de la comprensión del mundo que nos rodea. Inquirir y averiguar y conocer bien el porqué de las cosas y plantearse siempre los grandes problemas de la humanidad como problemas propios.

Así, en un momento dado, en un día cualquiera de años que vienen —después de pasar muchos sacrificios, sí, después de habernos visto quizá muchas veces al borde de la destrucción—, después de haber visto quizá cómo nuestras fábricas son destruidas y de haberlas reconstruido nuevamente, después de asistir al asesinato, a la matanza, de muchos de nosotros y de reconstruir la que sea destruido, al fin de todo esto, un día cualquiera, casi sin darnos cuenta, habremos creado, junto con los otros pueblos del mundo, la sociedad comunista, nuestro ideal.

Compañeros, hablarle a la juventud es una tarea muy grande. Uno se siente en ese momento capaz de transmitir algunas cosas y siente la comprensión de la juventud. Hay muchas cosas que quisiera decir de todos nuestros esfuerzos, nuestros afanes; de cómo, sin embargo, muchos de ellos se rompen ante la realidad diaria y cómo hay que volver a iniciarlos. De los momentos de flaqueza y de cómo el contacto con el pueblo —con los ideales y la pureza del pueblo— nos infunde nuevo fervor revolucionario.

Che en el Seminario La Juventud y la Revolución. Ministerio de Industrias. 9 de mayo de 1964

Habría muchas cosas de que hablar. Pero también tenemos que cumplir con nuestros deberes. Y aprovecho para explicarles por qué me despido de ustedes, con toda mala intención si ustedes quieren. Me despido de ustedes, porque voy a cumplir con mi deber de trabajador voluntario a una textilera; allí estamos trabajando desde hace ya algún tiempo. Estamos emulando con la Empresa Consolidada de Hilados y Tejidos Planos que trabaja en otra textilera y estamos emulando con la Junta Central de Planificación, que trabaja en otra textilera.

Quiero decirles, honestamente, que el Ministerio de Industrias va último en la emulación, que tenemos que hacer un esfuerzo mayor, más grande, repetido constantemente, para avanzar, para poder cumplir aquello que nosotros mismos decimos de ser los mejores, de aspirar a ser los mejores, porque nos duele ser los últimos en la emulación socialista.

Sucede, simplemente, que aquí ha ocurrido lo mismo que les ha ocurrido a muchos de ustedes: la emulación es fría, un poco inventada, y no hemos sabido entrar en contacto directo con la masa de trabajadores de la industria. Mañana tendremos una asamblea para discutir esos problemas y para tratar de resolverlos todos, de buscar los puntos de unión, de establecer un lenguaje común de una identidad absoluta entre los trabajadores de esa industria y nosotros los trabajadores del Ministerio. Y después de logrado eso, estoy seguro de que aumentaremos mucho los rendimientos allí y que podremos, por lo menos, luchar honorablemente por los primeros lugares.

En todo caso, en la próxima asamblea el año que viene les contaremos el resultado. Hasta entonces.

Tomado de: Centro de Estudios Che Guevara

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Por Andrés Duarte

A Daniel Céspedes, emulando sus maneras

No es necesario argumentar por qué Los jueves, milagro (1957), de Luis García Berlanga, es un clásico del cine español. Tal vez llame más la atención todo el revuelo supuestamente extracinematográfico que suscitó su quinta película. El cineasta no se había enfrentado como hasta ese momento a una censura directa y decisoria. En la bibliografía se lee que Berlanga tuvo más suerte con Los jueves… que con Bienvenido, Míster Marshall (1953). ¿Cómo aceptarlo conociendo de antemano el papel de aguafiestas de la censura?

Es para alarmarse aún: se suprimieron y añadieron escenas, intervino otro director (Jorge Grau), se impuso incluso el rango y la orden de la figura religiosa que debía aparecer en la película (un sacerdote dominico), pero el colmo fue que se solicitaron cambios en lo que los personajes decían a través del doblaje… En fin, ¿qué obra estrenó un Berlanga de 36 años el 2 de febrero de 1959 en el cine Capitol de Madrid? Habrá que leer sus memorias o indagar en los escritos de Antonio Gómez Rufo, amigo y biógrafo más acreditado de Berlanga, pues de su autoría son Berlanga, contra el poder y la gloria (1990) y Berlanga: confidencias de un cineasta (2000). Si algo más determina buscar y ver el largometraje es asimismo por un hecho insólito: la Filmoteca Nacional encontraría después dos versiones terminadas y distintas de Los jueves, milagro. En honor a la verdad, ¿cuál fue la que prefirió Berlanga?

Un pueblo español, otrora famoso por su balneario, ha caído en el olvido. Solo tiene importancia para sus habitantes. El ferrocarril pasa todos los días y no se detiene. Es la característica de los pueblos de tránsito que perdieron hace tiempo la categoría de zona de estancia. Al deteriorarse los negocios de la región algunos sagaces deciden hacer un acuerdo en el que religión, política y cultura contribuyan a despabilar la vida de un pueblo monótono y miserable.

Otra vez un lugar rural, simple e ilusorio1 en el cine de Berlanga deviene escenario idóneo para acoplarse a como dé lugar con la vida, prefiriendo ensanchar sus horizontes al mero ajuste con el nacionalismo alarmante de la época franquista de los años cincuenta. Más que fomentar el negocio de un balneario, los farsantes con sus montadas apariciones sacan provecho de una iniciativa grupal para ¿salvar? esa villa campesina que merece entretener(se) a su modo. La salvación y el entretenimiento son cuestionables una vez que lo imperante es la premeditada y posterior explotación. No quiere ser el espacio que confina a quien llega, sino el que hechiza y deja ir para ser recordado. Contrario a El museo, el microrrelato inolvidable de José María Merino.

Convengamos que Plácido (1961) y El verdugo (1963) son sus dos mejores películas. Pero ello se puede admitir porque antes dirigió Bienvenido, Míster Marshall (1953), Novio a la vista (1954), Calabuch (1956) y Los jueves, milagro (1957). Míster Marshall —hay que decirlo— está al mismo nivel estético y conceptual que Plácido y El verdugo.

Los jueves, milagro, amén de su aura epocal, tiene unos momentos de puesta en escena e ingeniosidades que pocas veces consigue Berlanga en su cine de los años setenta y ochenta. Algunos celebran demasiado la trilogía de la familia Leguineche (La escopeta nacional, 1978; Patrimonio nacional, 1981; Nacional III, 1982), la cual está muy bien. No puede negarse. Aunque Tamaño natural (1973) es tan honesta y sugerente como La vaquilla (1985). No obstante, el guion de Berlanga y José Luis Colina para Los jueves… es de ovacionar junto a esa escena en que al tonto Mauro se le quiere y logra convencer de cuanto le están presentando como supuesto milagro. Aquí está la referencia del Fellini de Almas sin conciencia (1955) y uno de sus actores (Richard Basehart), ahora como Martino. Eso sí, es mayor el choteo, la visión agridulce, más sardónica que hiriente de Berlanga con respecto a su realidad. Los farsantes, bajo el arrepentimiento de cuanto estimularon, terminarán sorprendidos.

Mayor pícaro que todos los del pueblo es el forastero que interpreta Basehart, a quien lo vimos encarnando a un timador en Almas sin conciencia y antes, a El Loco, un acróbata que se acerca —de acuerdo con la clasificación de Fellini— a un payaso de nariz roja de la serie “augusto” en La strada (1954). ¿A qué ha venido tan misterioso personaje que se hace llamar Martino? Eso es spoiler y no pretendo “destapar el final”. Valga añadir que Berlanga saca partido del carisma de un provocador Basehart que, en Los jueves…, pareciera haber acrecentado literalmente su estatura física y capacidad histriónica. Mientras Fellini le concede secundarios muy atendibles, Berlanga por su parte lo resalta con toda intención en reiterados primeros planos. No es un protagonista tardío sino oportuno. Aparece en el momento justo del relato, cuando el fraude sobre san Dimas parece haber fracasado. Lo que representa Martino para esta historia, además de la cura generalizada del agua, es resuelto en una secuencia paroxística harto simbólica, en la que el pueblo pide a san Dimas y comienza a sanar bebiendo y vertiendo agua por doquier. Pareciera ser el pedido que la España agreste, en nombre de casi el resto de la nación, hace a sus circunstancias no tan transitorias para aquella época y ya hoy, en rigor, históricas.

Es la burla española, a las claras y por antonomasia ya una situación berlanguiana. Es el escenario caótico y esperpéntico en que la moral se alfombra en favor de una fuerza expresiva generada con mucho empeño pícaro aunque de efecto contraproducente por dicha para ellos (don Ramón, don José, don Evaristo, don Antonio, don Salvador y don Manuel) y los demás de Fuentecilla y aldeas aledañas. Se soslaya lo que hacen con Mauro al aparecérsele el ficticio san Dimas, el Buen Ladrón. Sin embargo, no tiene parangón en el catálogo de pillerías de las ficciones españolas. A Berlanga y Colina no les basta y cuelan una cantidad apreciable de frases, de las cuales me permito incluir las siguientes:

― Luisito, no te acerques a la cascada. Recuerda que la hicieron los romanos.

― Oye, ¿no nos estaremos metiendo en algo demasiado serio?

― Si yo digo que he visto a san Dimas, tendrán que creerme. Soy el cronista oficial del pueblo.

― Pero, ¿no me cree? ¿Entonces los curas en qué creen?

― Pero, hombre, en una capital de provincia, ¿quiere usted que hayan las mismas imprentas que en Madrid? (para un “adornito dorado” en la botellas de aguas carbonatadas que se venden).

― Es muy fácil cerrar los ojos y luego decir que no se ha visto nada.

― Pero a un pobre loco se le puede engañar. Ahora, yo no sé si a trescientas personas… (…) A trecientas personas y a un cura.

― Don Antonio no necesita hacer chantaje. Le basta con ser alcalde.

Sobre este director la Cinemateca de Cuba, en su programación de noviembre, ha considerado el ciclo de películas «Centenario del director Luis G. Berlanga: la risa amarga». Su ética y estética en Los jueves, milagro, como en su cine tan español y transnacional a punto fijo, son consecuentes con la lucidez crítica que de continuo sigue pidiendo a gritos la cultura y la propia vida.

Nota:

1 Aquí se habla de Fuentecilla. Existe una aldea en Castilla-La Mancha que se llama Las Fuentecillas y en Burgos (en la comunidad autónoma de Castilla y León) se encuentra el Paseo de las Fuentecillas. También está La Fuentecilla o monumento a Fernando VII, una pequeña fuente madrileña emplazada entre la calle de Arganzuela y la calle de Toledo. Las escenas de Los jueves, milagro se rodaron en los pueblos zaragozanos Alhama de Aragón y Bubierca. No se olvide que Las Fuentes es un distrito de Zaragoza. Allí se encuentra el conjunto escultórico La Fuente de las Aguadoras. Según la división administrativa, Las Fuentes es la demarcación número seis.

Tomado de: Cubacine

Tráiler del filme Los jueves, milagro (España, 1957) de Luis García Berlanga

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Documental Retorno: Cuba está en todas partes

Blanca Rosa Blanco, actriz y directora de cine cubano

Por Ana María Domínguez Cruz

Si algo no puede faltarle a la obra que la actriz Blanca Rosa Blanco —se piensa como guionista y directora en el ámbito audiovisual— es la emoción. Tal vez, como dice, porque ser actriz la condiciona en ese sentido y a la hora de contar una historia le interesa transmitir siempre alguna. Además, le motiva el drama humano, responder inquietudes y sobre todo, indagar en la memoria, en el patrimonio, en los orígenes.

Retorno, su primer documental —y su segunda entrega audiovisual— le ofreció esa posibilidad desde que se imaginó, al ver una foto, cuánto de Cuba persiste todavía en la isla de La Palma.

“Tuve la suerte de visitar Gran Canaria y me decían que debía regresar y participar en los festejos de La Palma, específicamente en La fiesta de los Indianos. Una foto fue suficiente para que mi imaginación volara. Vi una imagen cinematográfica impresionante, y entonces quise tener la vivencia, y que los cubanos supieran que Cuba está presente en la vida, en la construcción de esa sociedad.

“Empecé buscando los fotógrafos palmeros más importantes de esa fiesta y encontré a Selu Vega, sevillano que había visitado en Cuba. Lo contacté a través de las redes, fue muy amable y se empezó a trazar una estrategia. Indagué en lo investigado sobre los indianos, conocí a Elsa López también a través de las redes, un ser de luz que además tenía su ascendencia cubana. Todo fue sucediendo así, y luego encontré a Teodoro Ríos con su película El Mambí…Me fui sorprendiendo poco a poco con muchas cosas.

“Al principio era solo una ilusión, y no sabía si podría llevar a cabo el proyecto. Realmente tuvimos el proyecto un año bajo el brazo y a finales de 2019 se liberó un presupuesto, todo tuvimos que hacerlo muy rápido. La Fiesta de los Indianos se realizaría el 24 de febrero siguiente, y por suerte la investigación estaba muy adelantada porque conté con el apoyo de la Biblioteca Nacional José Martí, donde se me aclaró la idea que tenía, despejé dudas, y comprendí que la fiesta sería solo un pretexto para homenajear a todas las migraciones del mundo y entender que esa cultura de ida y vuelta nos ha convertido en lo que somos. Me sentí comprometida en lo personal por mi ascendencia, pero cada uno de nosotros debe tener esa misma sensación de querer buscar sus orígenes”.

Compartir alguna anécdota relacionada con el rodaje puede resultar interesante…

Filmar el documental nos inquietaba porque filmar fuera de Cuba era un reto. Era la primera vez para muchos del equipo y debíamos manejar códigos ajenos. Además, tuvimos que viajar a Tenerife para hacer la entrevista a Teorodo Ríos y fueron solo seis días de rodaje. Tengo muchas entrevistas pendientes para otro segundo momento, si puede haberlo.

Días antes del 24 de febrero fue muy emocionante vivir la experiencia de todo el jolgorio previo a la fiesta como tal. Las personas compraban su ropa, los accesorios, todo lo necesario para participar en ese gran teatro donde todos quieren ser cubanos durante un día.

El lanzamiento del talco durante toda la fiesta era un desafío. Había que jugar con eso. Teníamos permisos para filmar pero las cámaras llevaban forros para que el talco no nos afectara. Las personas están divirtiéndose, y nosotros queríamos hacer el trabajo en medio de una fiesta. Nos hicieron parte de ella todo el tiempo, pero fueron horas y horas en medio de todo.

Es una fiesta sana, donde no hay tiempo para encontrarse excesos. Era como que las personas preferían divertirse, mostrarse con sus atuendos como parte de la pequeña organización existente en medio de la fiesta…

No pudimos utilizar un dron durante la fiesta, no nos fue permitido, pero nos complace ver todo lo que pudimos lograr, incluyendo todas las imágenes que poseo que no se incluyeron en el documental.

¿Cuál es el próximo paso con Retorno?

La idea es hacer un recorrido con el documental para que se dé a conocer cuán presente esta Cuba en este lugar del mundo, porque de maneras insospechadas nos encontramos que Cuba está en todas partes. Además, tenemos deseos de intercambiar el material con La Palma para recibir sus impresiones.

Creo en la conservación, en la memoria, en el patrimonio y quiero tenerlo siempre en mi obra. Sería muy lindo retomar en nuestro país festejos similares, como la Fiesta de las Cruces, que se hacía en homenaje a la presencia canaria heredada.

Luego de regresar de La Palma, fuimos a Cabaiguán, porque tuve la curiosidad de encontrar allí todo el legado que debe existir, teniendo en cuenta que es uno de los asentamientos más grandes en el país de los canarios. Pero nos dolió mucho que el patrimonio no esté en las condiciones que pensábamos. Salimos con emociones encontradas, hicimos un silencio extenso por la carretera, porque las pérdidas patrimoniales son inmensas, y es muy triste. Me pienso hacer algo por ello.

Tomado de: La Jiribilla

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La liberación de la censura: cine porno mexicano de los 90

Fotograma del filme Garganta profunda (Gerardo Damiano, 1972)

Por Rafael Aviña

El cine porno, ese cine de la clandestinidad y lo prohibido: delirio fílmico extremista, donde los genitales se convierten en los verdaderos protagonistas y las secreciones oscilan entre la simple escenografía y la inesperada vuelta de tuerca climática, con una cámara que alardea buscando nuevos ángulos para capturar el mayor número de malabarismos orales, acrobacias sexuales y todo tipo de penetraciones. Un género que daría un salto importante con los célebres nudies de los años cincuenta a partir de personalidades como el cineasta independiente estadunidense Russ Meyer, responsable de The Inmoral Mr. Teas o Vixens, así como la desnudista y actriz porno adolescente Candy Barr, quienes prepararían el camino para la época de esplendor del género, al liberarse la pornografía fílmica en la década de los setenta en Estados Unidos, tal y como se aprecia en el interior de las tramas de un par de obras mayúsculas: ¿Dónde está mi hija? Hardcore (Paul Schrader, 1979) y Taxi Diver (Martin Scorsese, 1976), escrita por el propio Schrader.

No obstante, esa etapa dorada del cine porno en Estados Unidos llegaría a México hasta el inicio de los noventa, cuando la Dirección de Cinematografía decide liberar la censura y autoriza un circuito especial de cines porno sin restricciones. El primer indicio fue la brevísima exhibición de Calígula (1979) el clásico del director italiano Tinto Brass, producida por la revista Penthouse, protagonizada entre otros por Malcolm McDowell, Peter O’Toole y Helen Mirren, estrenada pocos días y con un amparo legal por Gustavo Alatriste, en el Estado de México. Y ahí quedó todo. Sin embargo, en junio de 1993, Cinematografía permite el estreno en salas comerciales –entre ellas el cine Arcadia– de la película Paprika (1991) del mismo Tinto Brass, que mostraba no sólo los generosos pechos de Deborah Caprioglio, su bella protagonista, sino una escena de lluvia dorada; el público que acostumbraba a asistir a estas funciones para vociferar desde la oscuridad toda clase de improperios, se quedó mudo y helado; era la primera ocasión que una escena así se veía en las pantallas mexicanas…

En el principio fue Calígula

No obstante, la barrera de lo prohibido se quebró en definitiva semanas después, con la exhibición de Instintos sensuales/Bella e porca… prácticamente insaziabile (1991) del italiano Alex Perry, un indudable filme XXX con toda la parafernalia gráfica del porno, lo que daría pie al estreno normal en el Auditorio Plaza de Gustavo Alatriste de Calígula y otras más, como Esposa de día, amante de noche, del mismo Perry. No sólo eso, después de tantos tabúes, celo y ocultamiento, se derrumbaban por completo los obstáculos de la carne y la censura y se estrenaría con veinte años de retraso un filme considerado piedra de toque del género: Garganta profunda/Deep Throat (1972) de Gerardo Damiano, cinta sin ambiciones y más bien fallida, que se trastocaría en el gran éxito de taquilla del cine porno, protagonizada por Linda Lovelace, la primera diva del hardcore.

Por cierto, luego de Deep Throat, Damiano consiguió otro clásico del género: El diablo y la señorita Jones (1973), que mezclaba rituales eróticos y apuntes dizque filosóficos sobre la muerte y el placer, la soledad y la incomunicación, a partir de la historia de Justine Jones (la increíble Georgina Spelvin) y su trayectoria hacia el infierno, que inicia con sus impulsos por la masturbación, seguidos de un enorme apetito sexual y frustración erótica, para ser finalmente condenada a la eternidad sin sexo…

Alegorías involuntarias

Por supuesto, el cine pornográfico mexicano aportaría elementos patéticos a esa liberación sexual de los años noventa, en una supuesta era del destape, acorde con los lineamientos de la política moderna que se vivía en esa década, en donde cabía un cine mexicano con clasificación XXX, capaz de mostrar el evento genital en todas sus posibilidades, superando en apariencia aquellos cortos clandestinos del período silente como Chema y Juana, Mamaíta, Tortillas calientes o El sueño de Fray Vergazo, entre otros, en un instante que, lejos de aprovechar la apertura de la censura, respondería con una de las producciones más raquíticas del cine hardcore nacional. En efecto, faltaba la contribución mexicana a ese género de las fantasías íntimas y las secreciones.

En un principio, empezaron a circular en los puestos callejeros de aquellos años noventa, videos con la leyenda: “Pornografía mexicana”; se trataba de hardcore malechote, maquilado en la frontera y con actores latinos. Después, hacia 1993, cuando la censura permitió el porno en circuitos específicos (cines, Teresa, Savoy, Venus, Ciudadela y otros), surgirían un par de tímidos intentos de pornografía nacional heterosexual: Las profesoras del amor y Traficantes de sexo, ambas dirigidas por Ángel Rodríguez Vázquez.

La primera de ellas, en cuyos créditos se aprecia el nombre del director como Gabriel Vázquez, se exhibió en salas de cine en aquel 1993, aunque fue realizada en 1987, para poner el toque folclórico al cine de la calentura sin tapujos. Heredera de las sexycomedias del sexenio de José López Portillo (Las cariñosas, Bellas de noche, Las del talón y más), se trata de la primera cinta de pornografía dura de largometraje con felaciones, penetraciones y otras rutinas típicas del subgénero mostradas a cámara. Ejemplos de un cine obsceno, de sexualidad explícita y, sobre todo, despojadas de cualquier asomo de erotismo; una mera exposición genital de lo más paupérrimo y una curiosa muestra de humor surrealista e involuntario, en la que se mezclaban luchadores y masajistas.

Su segunda película porno, Traficantes de sexo (1993), por parte de un autor de cintas como El fuego de mi ahijada (1978), Las nenas del amor (1981), Lo negro del Negro (1984), o Las paradas de los choferes (1988) que causaron inquietud en los responsables de autorizar su clasificación en su momento, aparentaba una intención de supuesta denuncia sobre la prostitución y el sida (¡válgame Dios!). Los socios, Alfonso y Jorge, observan ocultos a las hermanas guerrerenses Lucy y Mary, quienes se bañan en un río: ellas han sido elegidas para su negocio de prostitución en la capital. Más tarde, entre platos de longaniza en salsa roja y copas de mezcal, aquellos y las robustas hermanas protagonizan una gruesa e involuntaria secuencia de sexo escatológico: “Estamos dispuestas a todo, con tal de salir de la rutina de provincia”, dicen.

Se trata de una suerte de versión hardcore en tono alivianado de Espejismo de la ciudad (Julio Bracho, 1975) y/o Del rancho a la capital (Raúl De Anda, 1941), cuyos protagonistas son en realidad actores de tercera y cuarta categoría, o verdaderas mujeres “del oficio”. Aquí, los genitales de hombres y mujeres se convierten en las verdaderas estrellas de un filme que, en lugar de elegir la sátira o la parodia, se inclina por una absurda trama melodramática, para sumarse temáticamente desde la sudorosa esquina del porno a filmes como Amor que mata (Valentín Trujillo, 1994) y/o Bienvenido-Welcome (Gabriel Retes, 1994). Lo que pudo ser un recorrido por el inframundo del cabaret y la prostitución –de ahí proviene buena parte del reparto–, es desechado en aras de una complacencia bastante primitiva.

De hecho, no existe una sola toma bien iluminada, lo que va en contra de la propuesta: vender carne y fantasía hormonal. A su vez, lo que mejor ilustra su torpeza sensual es la falta de maquillaje en sus ¿actores?, lo que deja al descubierto acné, granos, manchas e incluso piquetes de moscos. Por último, una incógnita digna de un estudio psicológico: como suele suceder en toda cinta porno nacional, las erecciones son mínimas y las eyaculaciones a cámara (el llamado money shot que el género exige) no existen. ¿Vergüenza, subdesarrollo fílmico para variar, o una profunda alegoría sobre la represión que los mexicanos padecían en aquella década?

No obstante, faltaba su contraparte: el porno gay, uno de los tabúes del cine erótico en nuestro país que inauguraba en apariencia un filme rodado en video digital producido y editado por Laars Robledo y dirigido por Summer Gandolf, pseudónimos de un entusiasta equipo que buscaba proyección en un mercado de gran potencial en esos momentos. Nominado a Mejor Guión en el Festival Heat Gay de Barcelona, Sexxxcuestro (2001), rebasaba las expectativas del que era, en ese año, el nuevo drama gay de Jaime Humberto Hermosillo, Sexxxorcismos (2001), al franquear la barrera entre erotismo soft y pornografía dura. No obstante, lo hacía de manera mediocre y elemental a través de una colección de situaciones hardcore del cine gay.

Más allá del impacto de la cultura homosexual de aquel tiempo, un espacio logrado a pulso a pesar de la censura y el bloqueo, Sexxxcuestro estaba muy lejos de trastocarse en un icono gay. El valor del filme era meramente comercial, a partir de una anécdota simplona que se pretendía original: un joven es secuestrado y después mantiene escenas de sexo con sus captores y un policía que ha ido a buscarlo, para finalizar en una orgía a la que se suma el padrino del primero. Es cierto que los aspectos técnico y formal estaban cuidados; no obstante, esta historia con escenas que envidiaría Linda Lovelace no pasa de ser un porno como cualquier otro, el generado entonces por una efímera industria que intentó de manera fallida renacer de entre sus cenizas y secreciones…

Tomado de: La Jornada Semanal

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