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José Martí y la revolución de justicia y de realidad

José Martí Pérez (1853-1895). Héroe Nacional de Cuba.

Por María Caridad Pacheco González

El sentido de la justicia constituye la piedra angular del pensamiento y la acción revolucionaria de José Martí. El ser justo fue la máxima exhortación que dirigió a su hijo, y así lo dejó expresado en una carta que escribió el 1ro de abril de 1895, en la que sus últimas palabras fueron: “Sé justo”, de ahí el lugar cimero que ocupaba la justicia para Martí como valor en la conformación de un hombre bueno. Es así que la dimensión ético-jurídica de la personalidad de nuestro Apóstol viene avalada en esencia por la Justicia, estando su pensamiento acompañado por un evidente enfoque jurídico que legitimó su acción.

La justicia que Martí pretendía solo se lograría cuando el Derecho Positivo, o sea, aquel que se materializaba en la norma escrita, se ajustara al Derecho Natural, aquel que había existido durante el desarrollo de toda la humanidad; por lo que la sociedad, a través del Derecho Positivo, tendría que reconocer los derechos inalienables e imprescriptibles que el hombre poseía por el solo hecho de serlo, y por consiguiente, reconocer la igualdad de todos los hombres en la sociedad; de ahí que para El Maestro, si todos los hombres eran iguales por naturaleza, debían serlo también por ley, siendo estas consideraciones las que le permitieron desentrañar la esencia de su obra política: “…si igualdad social quiere decir el trato respetuoso y equitativo, sin limitaciones de estimación no justificada por limitaciones correspondientes de capacidad o de virtud, de los hombres, de un color o de otro, que pueden honrar y honran el linaje humano, la igualdad social no es más que el reconocimiento de la equidad visible de la naturaleza”.[1]

En uno de los Boletines publicado en la Revista Universal de México el 18 de junio de 1875, escribió: “Existe en el hombre la fuerza de lo justo, y es éste el primer estado del Derecho. Al conceptuarse en el pensamiento, lo justo se desenvuelve en fórmulas: he aquí el Derecho Natural.”[2] De esta forma resumía la fundamentación ética del Derecho, estableciendo al mismo tiempo, la primacía de la justicia en el Derecho, no para elaborar una teoría, sino para hallar las bases con vistas a crear gobiernos justos en nuestra América y una patria digna.

Hizo referencia también Martí a que el Derecho no podía nacer de la fuerza, ni confundirse con ella, porque precisamente el fundamento de la autoridad y de su ejercicio debía ser la justicia misma, expresando entonces que: “(…) los sistemas políticos en que domina la fuerza crean derechos que carecen totalmente de justicia”[3], de ahí que el gobernante, en el ejercicio de sus funciones, debía obligatoriamente ajustarse al Derecho, pues de lo contrario no sería lícita su actuación, ni tampoco la norma que dictara en su gobierno.

Fue así que, nuestro Apóstol, partiendo de la premisa de que la justicia era una fuerza moral que impelía al hombre hacia el bien, creía que por sí sola era capaz de imponerse: “… un principio justo desde el fondo de una cueva, puede más que un ejército”[4], “Como cuerpos que ruedan por un plano inclinado, así las ideas justas, por sobre todo obstáculo y valla, llegan a logro. Será dado precipitar o estorbar su llegada; impedirla, jamás. —Una idea justa que aparece, vence (…).“[5]

Sin embargo, se dio cuenta que la realidad decía otra cosa y que un derecho sin el elemento coactivo era ingenuidad, planteando entonces que: “…en las sociedades nacientes, víctimas siempre de los caudillos brillantes e intrépidos, el Derecho tiene, si no quiere morir de desuso, que ayudarse de la fuerza”[6]. Para Martí ayudarse de ella, no significaba hacerla un elemento esencial, porque el Derecho en sí mismo constituye una fuerza irrefrenable y porque “(…) el abuso ceja, como ruin galancete ante el enojo de una dama pura”.[7] Se ha planteado en este sentido, que quizás este sea un punto del pensamiento martiano donde parece reflejarse el influjo que recibió en su juventud de Karl Christian Krause, muy en boga en España entre los años en que Martí estudió en ese país, de modo que estuvo cerca de los krausistas españoles y sometido a sus influencias directas.

Indudablemente, Martí tomó la justicia como fundamento en su constante lucha por lograr un Derecho pleno de eticidad. Tenía fe en su fuerza como valor en los individuos, de modo que lo injusto, dentro de la sociedad que él concebía, no tenía lugar, cayendo entonces por su propio peso, y así lo expresó: “Lo social está ya en lo político en nuestra tierra, como en todas partes: yo no le tengo miedo, porque la justicia y el peso de las cosas son remedios que no fallan: es un león que devora en las horas de calentura, pero se le lleva, sin necesidad de cerrarle los ojos con un hilo de cariño. Se cede en lo justo y lo injusto cae solo”[8], por lo que había que comenzar luchando por conquistar la justicia para entonces poder construir la sociedad a la que aspiraba:” La nación empieza en la justicia (…)”[9].

También es de suma importancia, para ponderar esta visión de Martí, tener en cuenta el nivel de discusión sobre los problemas sociales en el mismo seno de la emigración. Hacía 1883, prologa los Cuentos de hoy y de mañana, de Rafael de Castro Palomino, evolucionista convencido —aunque propugnaba la revolución para Cuba, y quien pretende en su libro ofrecer a través de lo que llama “cuadros políticos y sociales” en forma de cuentos, los diversos tipos de “soluciones sociales” que se debatían en Nueva York por entonces y donde el cuento “Del caos no saldrá la luz”, tiene como personajes a dos comuneros(un francés y el otro, alemán) que recomienzan en Estados Unidos y fundan una colonia comunista que fracasa. A pesar de la frustración del sueño comunero, el libro revela una evaluación crítica del capitalismo, particularmente norteamericano, cuando el ex comunero francés expresa lo siguiente: “Yo he venido a los EEUU creyendo encontrar un mundo mejor, y he contemplado en medio de la civilización y la riqueza, a los niños de todas las edades, hambrientos, descalzos, casi desnudos, en medio de un invierno horrible; a las jóvenes en las mismas condiciones, arrojándose ciegas en brazos de la prostitución para obtener un bocado”. Y concluye: “¿Qué produce el individualismo sino la competencia, ese sistema egoísta y horrible? Cada uno para sí y en contra de todos. Esa lucha sorda y constante, en que es necesario que unos pierdan para que otros ganen…”[10]

En el prólogo antes mencionado el líder cubano aplaude las tesis de Palomino, pero hace gala de su clara conciencia de la gravedad del problema social y la necesidad urgente de resolverlo. De este modo, censura, aunque comprende, las iras e impaciencias que, según su criterio, obstaculizan y retrasan la solución de los problemas sociales, agravándolos. En este sentido plantea: “En el problema moderno, el triunfo rudo de los hombres que tienen de su lado la mayor parte de la justicia, sería a poco la reacción prolongada de los hombres inteligentes que todavía tienen buena parte de la justicia de su lado” y concluía: “La victoria no está solo en la justicia, sino en el momento y modo de pedirla: no en la suma de armas en la mano, sino en el número de estrellas en la frente”[11].

De estas conclusiones no puede inferirse que Martí fuera un revolucionario en lo político, y una especie de evolucionista en cuanto a la revolución social. Él dijo muy claramente que quería echar su suerte “con los pobres de la tierra”, pero para lograr tales fines se requería, según su criterio, una gradual y compleja estrategia de lucha, que implicaba un meticuloso trabajo de preparación, porque de hacerse a destiempo y sin el cuidado requerido podía suscitar la alianza de los poderosos y retrasar el triunfo de los oprimidos, como había ocurrido con el primer Estado proletario.

El empuje de la lucha de clases en los Estados Unidos, donde vivió los 15 últimos años de su vida, y particularmente el proceso contra ocho obreros anarquistas de Chicago, profundizan el pensamiento social de José Martí y le permiten percatarse de algunos principios de orden jurídico que tendrían especial relevancia en sus concepciones político revolucionarias.

El 1ro de mayo de 1886, doscientos mil trabajadores norteamericanos comenzaron una huelga obrera en Estados Unidos. El 4 de mayo, al terminar un acto organizado por los trabajadores de Chicago, en el Haymarket Square, la policía intentó dispersar a los manifestantes. Fue en ese momento que una bomba explotó en el lugar, ultimó a un oficial e hirió a otros uniformados. Ello dio pretexto a la burguesía para iniciar una salvaje represión que incluyó el proceso contra ocho obreros anarquistas. Estos hechos fueron descritos, comentados y analizados profundamente por Martí, que si bien acepta en principio el veredicto, de forma gradual transita hacia la solidaridad con los anarquistas condenados a muerte por el tribunal que los juzgó. Este cambio de actitud se debió a la comprobación de que era imposible determinar la culpabilidad de los acusados, la actitud ejemplar y valentía de los obreros sentenciados, la solidaridad que despertó la causa dentro y fuera del país, y el hecho de que las clases dominantes so pretexto del proceso mutilan y suprimen libertades.

Las crónicas martianas “Grandes Motines Obreros” (Nueva York, mayo 16 de 1886), “El proceso de los siete anarquistas de Chicago” (Nueva York, septiembre 2 de 1886) y “Un Drama Terrible” (Nueva York, noviembre 13 de 1887), recogen no solo la animadversión del presidente de ese país, Grover Cleveland, hacia el movimiento obrero; sino también la vinculación del Derecho con los intereses de clase, en especial los económicos, que fueron el detonante de los enfrentamientos entre obreros y capitalistas en los Estados Unidos, fenómeno que percibe sobre todo después del asesinato legal de los encartados. Martí comprueba que tales intereses influían en la concepción misma del Derecho y no solo en su aplicación, a pesar de la apariencia democrática del poder judicial estadounidense, y constata que una constitución y un código republicanos no eran garantía suficiente para impartir justicia a las mayorías.

Por otra parte, Martí se percata que el Derecho en los Estados Unidos servía a los fines de su política expansionista y descubre los nexos entre esos fines y los enfrentamientos violentos entre el capital y el trabajo. En1886, después de los sucesos de Chicago, se abre una nueva etapa, más radical, en el pensamiento antimperialista martiano. Sus últimos escritos dan fe de que temía la intromisión de los Estados Unidos en la guerra de independencia en Cuba. “El tercer año del Partido Revolucionario Cubano”[12] pone el énfasis en esta problemática y en el lugar que ocupan las Antillas en el reparto imperialista del mundo.

En consecuencia, las transformaciones por las que aboga constantemente en su obra, son el resultado del objetivo que tiene la guerra de justicia y de deber. Las Resoluciones tomadas por la emigración cubana de Tampa el 28 de noviembre de 1891, exponen que la Revolución se hace “por el respeto y auxilio de las repúblicas del mundo, y por la creación de una República justa y abierta, una en el territorio, en el derecho, en el trabajo y en la cordialidad, levantada con todos y para el bien de todos”.[13] De este modo, la guerra trascendía los marcos de simple campaña militar para convertirse “en esta otra fe: con todos, y para todos (…): la revolución de justicia y de realidad, para el reconocimiento y la práctica franca de las libertades verdaderas”.[14]

El tacto, la delicadeza hacia las propuestas emanadas de los sectores más humildes están plasmados en los estatutos y en la propia práctica del Partido Revolucionario Cubano, con el cual perseguía no solo organizar la insurrección, sino sentar las bases de la futura organización social, con la finalidad de fundar una república justa, donde la ley primera fuese “el culto de los cubanos a la dignidad plena del hombre”[15]. Tuvo mucho cuidado de no sofocar las iniciativas populares espontáneas, de darse cuenta que la efectividad de la acción revolucionaria exigía en todo momento la participación activa, creadora, del pueblo, la masa adolorida con la cual había que hacer causa común, y en la que se debía fomentar los mejores valores, consciente de que “la justicia, la igualdad del mérito, el trato respetuoso del hombre, la igualdad plena del Derecho: eso es la Revolución”.[16]

Notas:

[1] José Martí. “Nuestras ideas”. Patria, Nueva York, 14 de marzo de 1892. Obras Completas, Ob. cit., Tomo 1, p.321.

[2] José Martí. Revista Universal, México, 18 de junio de 1875.  Obras Completas, Ob. cit., Tomo 6,p. 234

[3] José Martí. “Escenas mexicanas”. Revista Universal, México, 18 de junio de 1875, Ob. cit., Tomo 6, p.234

[4] José Martí. “El día de Juárez”, Patria, Nueva York, 14 de julio de 1894, Ob. cit., Tomo 8, p. 256.

[5] José Martí. Obras Completas, Ob. cit., Tomo 5, p.105

[6] José Martí. “Francisco Gregorio Billini”. La América, Nueva York, septiembre de 1884. Ob. cit., Tomo 8, p.193

[7] José Martí. Prólogo a Cuentos de hoy de mañana de Rafael de Castro Palomino. Ob. cit., Tomo 5, p. 108.

[8] José Martí. Carta a Serafín Bello, New York, 16 de noviembre de 1889. Obras Completas, Ob. cit., Tomo 1, p.253

[9] José Martí. “Los moros en España”, Ob. cit., Tomo 5, p.334

[10]  Rafael de Castro Palomino. Cuentos de hoy de mañana. Impr. Ponce de León, Nueva York, 1883, p. 37

[11] Ibídem.

[12] El 10 de abril de 1894 el Partido revolucionario Cubano entraba en su tercer año de fundado, y por ese motivo, el 17 de abril de ese año el periódico Patria publicó un artículo de José Martí cuyo título, “El tercer año del Partido Revolucionario Cubano. El alma de la revolución, y el deber de Cuba en América”, aludía no solo a la circunstancia de la celebración, sino también a la obra previsora que debía asumir el Partido de la Revolución Cubana.

[13] José Martí. Resoluciones tomadas por la emigración cubana de Tampa el 28 de noviembre de 1891. Obras Completas, Ob.  cit., p. 272.

[14] José Martí. Discurso en el Liceo Cubano, Tampa, 26 de noviembre de 1891, Obras Completas, Ob. cit., Tomo 4, p.272

[15] José Martí. Discurso en el Liceo Cubano, Tampa, 26 de noviembre de 1891. Obras Completas, Ob. cit., Tomo 4, p.270.

[16] José Martí. Obras Completas, Ob. cit., Tomo 7, p. 105.

Tomado de: La Jiribilla

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EU intentará golpe blando en Cuba

Por Carlos Fazio

Después del experimento piloto del 11 de julio pasado y tras varios meses de una millonaria preparación intensiva, los servicios de inteligencia y varias agencias de Estados Unidos han definido este 15 de noviembre como el nuevo “Día D” para intentar provocar un estallido social en la isla, que derive en el derrocamiento del gobierno constitucional y legítimo de Miguel Díaz-Canel, la destrucción de la revolución socialista cubana y la restauración de un capitalismo neocolonial mafioso en clave neoliberal.

La fecha elegida para el nuevo intento provocador subversivo coincide con el reinicio del ciclo escolar en la isla tras la pandemia y la apertura en una escala masiva de los vuelos internacionales, que, vía la industria turística, permitirán reactivar la economía cubana.

Víctima del trastorno obsesivo compulsivo que afectó a 12 sucesivos inquilinos en la Casa Blanca desde el triunfo de los barbudos de la Sierra Maestra en 1959 (Eisenhower, Kennedy, Johnson, Nixon, Ford, Carter, Reagan, Bush padre, Clinton, Bush hijo, Obama y Trump), y luego de un criminal bloqueo económico-comercial-financiero de más de 60 años y de la aplicación de las 243 nuevas sanciones impuestas por su antecesor, el gobierno de Joe Biden cree que es momento de que fructifique la política de “cambio de régimen” en la isla, socorrido eufemismo encubridor de una intervención directa de una potencia extranjera.

Como denunció la semana pasada ante el cuerpo diplomático acreditado en La Habana el canciller Bruno Rodríguez, con el fin de favorecer sus objetivos de dominación y hegemonía, Washington intenta presentar a Cuba como un “Estado fallido”, viejo señuelo para justificar una intervención militar humanitaria. Pero para ello, antes necesita crear un clima de desestabilización, caos y violencia. Con tal fin, valiéndose de agentes internos reclutados, entrenados, financiados, organizados, apoyados logísticamente e incluso a veces transportados en vehículos diplomáticos de la embajada de EU en La Habana, se ha convocado a una “marcha pacífica” para este día 15, según el guion de los llamados golpes blandos o “revoluciones de colores”.

Las revoluciones de colores en Serbia, Ucrania y Georgia a comienzos del siglo XXI introdujeron las nuevas tácticas utilizadas por la Agencia para el Desarrollo Internacional de Estados Unidos (Usaid, por sus siglas en inglés), la Fundación Nacional para la Democracia (NED), el Instituto Republicano Internacional (IRI), el Instituto Demócrata Nacional (NDI), el Instituto para una Sociedad Abierta, de George Soros, y Freedom House, entre otros, para penetrar, infiltrar y generar subversión en la sociedad civil, a través de un movimiento de oposición capaz de desestabilizar o derrocar a un gobierno considerado “enemigo”.

El golpe blando se basa en la guerra no convencional (o irregular) y se ejecuta de manera clandestina a partir de tácticas indirectas y asimétricas que buscan debilitar y destruir el poder, la influencia y la voluntad del adversario, con eje en actividades de inteligencia, reconocimiento, espionaje y operaciones sicológicas, y utilizando fuerzas especiales encubiertas, contratistas privados, mercenarios y agentes internos, que calificarían como agentes extranjeros, según las leyes de Estados Unidos, y cuya misión es subvertir y violar las regulaciones diplomáticas del país objetivo. El tradicional cinismo, la hipocresía y el doble rasero de Washington.

Como dijo el canciller Rodríguez, no hay acciones autóctonas de desestabilización en Cuba, sino individuos reclutados por la CIA y el Pentágono y financiados por las agencias de Washington (Usaid, NET, IRI, NDI, etcétera), que actúan como operadores o agentes extranjeros que alientan en sectores de la población violencia de vandalismo para alterar la paz interna y generar represión.

Para ello se usa una muy poderosa maquinaria comunicacional oligopólica, particularmente digital (Facebook y Twitter, por ejemplo), que intenta construir desde la irrealidad y la mentira (fake news o bulos seudoperiodísticos), un escenario virtual con la esperanza de convertirlo en una verdad inexistente en Cuba.

Con apoyo de la industria de la contrarrevolución anticastrista de la gusanería de Miami –que de manera desaforada pide una intervención militar de EU y la OTAN en la isla− y de senadores y representantes demócratas y republicanos afines (entre ellos, Mario Díaz-Balart, María Salazar, Albio Sires y Debbie ­Wasserman), esa y otras plataformas privadas −a las que se suman las cadenas corporativas de difusión masiva hegemónicas (televisión, radio y prensa escrita)−, alterando algoritmos y mecanismos de geolocalización (como ocurrió en los sucesos del 11 de julio pasado), utilizan prácticas comunicacionales típicas de escenarios de polarización extrema y máxima toxicidad, que no sólo alientan mensajes de odio, división y discriminación, incluso racial, sino que incitan a la violencia y al delito.

En la coyuntura, dichas acciones han sido alentadas públicamente por el asesor de Seguridad Nacional de la Casa Blanca, Jake Sullivan y el secretario de Estado, Antony Blinken. Sólo en septiembre de 2021, la Usaid, vieja tapadera de la CIA, asignó un paquete de 6 millones de dólares para la guerra de espectro completo contra Cuba, a 12 organizaciones anticastristas que operan en la Florida, Washington, Madrid y México.

Bruno Rodríguez denunció la existencia de amenazas violentas contra embajadas cubanas (serían las misiones en Madrid, Buenos Aires, Montevideo y Ciudad de México) y contra corresponsales de la prensa extranjera acreditados en La Habana. Reiteró, asimismo, que la política de Washington hacia la isla es disfuncional, obsoleta, anclada en el pasado, ineficaz y costosa para los contribuyentes estadunidenses, y enfatizó que el gobierno y el pueblo cubano impedirán, con base en la Constitución, las leyes y el derecho internacional, cualquier tentativa de injerencia o “intervención humanitaria” contra la independencia y la soberanía de Cuba.

Tomado de: La Jornada

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Pequeño manual antirracista. Djamila Ribeiro. Sao Paulo: Companhia das Letras, 2019

Por Víctor Fowler

Este es un pequeño libro extraordinario, escrito con precisión, sabiduría y, sobre todo, una desbordante y apasionada energía en busca de justicia. Djamila Ribeiro, su autora, es coordinadora de la colección Feminismos Plurais, de la editorial Pólen, y ha publicado los siguientes títulos: O que é lugar de fala? (2017) y Quemtem medo do feminismo negro? (Companhia das Letras, 2018).

Desde el párrafo con el cual da inicio la Introducción, Ribeiro explora memorias de la infancia para exponer —partiendo de memorias personales— una situación, con respecto al hecho de su identidad como persona negra, que, en su componente central, se repite en países y lugares del continente, e incluso más allá. Me refiero, en particular, a su formación dentro de un universo conceptual en el que los antepasados de las personas negras, arrancados de África y traídos con violencia al continente americano, son considerados como “esclavos” y no como “esclavizados”. Para Ribeiro la distinción es crucial, pues imbrica, de modo íntimo, con las supuestas respuestas de esas poblaciones al hecho de la esclavitud: “Me dijeron que la población negra era pasiva y que ‘aceptó’ la esclavitud sin resistencia”.

Trascender esta historia —que suprime el levantamiento, el cimarronaje y las formas de resistencia de los sujetos— es aquello a lo que nos invita la autora: “Con el tiempo, comprendí que la población negra había sido esclavizada, y no era esclava —palabra que denota que esa sería una condición natural, ocultando que ese grupo fue colocado allí gracias a la acción de otros—”.

El camino emprendido por Ribeiro implica la articulación y despliegue de una propuesta metodológica dentro de la que, acaso lo básico sea el acto de voluntad y despojamiento según el cual “hablar sobre racismo, en Brasil” es algo que necesariamente tiene que ir acompañado de lo que ella denomina “un debate estructural”. El punto clave del debate está concentrado en el fragmento siguiente:

…comenzar por la relación entre esclavitud y racismo, mapeando sus consecuencias. Se debe pensar cómo ese sistema, a lo largo de la historia, va beneficiando económicamente a la población blanca, al mismo tiempo que la población negra, tratada como mercancía, no tuvo acceso a los derechos básicos y a la distribución de las riquezas”.

Según su autora, este es un libro que —si bien se enfoca en el análisis y confrontación de la discriminación racial— fue escrito con la intención de también resultar útil “en el combate a otras formas de opresión”. El despojamiento al que hacemos mención equivale a la revisión crítica de las posturas personales respecto al racismo y la discriminación, la conexión entre ambas con las estructuras sociales en las que estamos insertos (tanto a nivel nacional como planetario) y, finalmente, al autoconocimiento, el establecimiento de lazos solidarios y, como rezan las últimas palabras de este estimulante volumen, “la construcción de prácticas antirracistas”.

El libro cierra una lista de las referencias bibliográficas empleadas, un apartado que reúne las notas al texto, otro que recoge datos de los principales autores negros mencionados y el índice general que reproducimos a continuación. Vale la pena destacar la intención movilizadora con la que fueron titulados los breves capitulillos que conforman el libro y que, por sí solos, operan como una suerte de escueta y estimulante guía para compartir entre todos aquellos que deseen participar de las luchas antirracistas en cualquier parte del mundo.

Índice general:

Introdução (Introducción)

Informe-se sobre o racismo (Informése sobre el racismo)

Enxergue a negritude (Tenga percepción de la negritud)

Reconheça os privilégios da branquitude (Reconozca los privilegios de la blanquitud)

Perceba o racismo internalizado em você (Perciba el racismo internalizado dentro de usted)

Apoie políticas educacionais afirmativas (Apoye las políticas educacionales afirmativas)

Transforme seu ambiente de trabalho (Transforme su ambiente de trabajo)

Leia autores negros (Lea autores negros)

Questione a cultura que você consomé (Cuestione la cultura que usted consume)

Conheça seus desejos e afetos (Conozca sus deseos y afectos)

Combata a violência racial (Combate la violencia racial)

Sejamos todos antirracistas (Seamos todos antirracistas)

Referências bibliográficas

Sobre a autora

Sobre os autores negros citados

Créditos

Tomado de: La Jiribilla

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Agustí Villaronga: «Es necesario hablar del mal para entender algunas cosas»

Por Begoña Piña @begonapina

Un cadáver con las piernas en el agua llama inmediatamente la atención en el monumental lienzo La balsa de la Medusa. Géricault pintó a la izquierda ese cuerpo sin vida consciente de que aquel era el primer punto al que acudiría la ‘mirada’ del espectador. Quería que empezara ahí, en una víctima, el relato visual de una tragedia henchida de crueldad, miedo, canibalismo y locura. Obra maestra del Romanticismo, la pintura compartía desde el arte el escándalo internacional que se originó tras el naufragio de la fragata Alliance de la Marina francesa en 1816.

77 años después de aquel horror, en 1993, el escritor Alessandro Baricco relató el naufragio en un bellísimo libro, Océano mar (publicado en España por Anagrama 1999), que en manos del cineasta Agustí Villaronga se convirtió en una obra de teatro —‘fantasma’ a causa de la pandemia—, transformada ahora en película. El vientre del mar, que ha hecho historia al ser la producción más galardonada en los 24 años de vida del Festival de Málaga, es un relato de maldad y atrocidad, imposible de aislar de la tragedia de los migrantes en el Mediterráneo. «Aquel fue un caso vergonzoso para Francia. Sin embargo, hoy el mundo no está avergonzado».

Legado literario y teatral

En 1816, la Alliance embarrancó ante las costas de Senegal. Sin botes para evacuar a toda la tripulación, se construyó una balsa frágil y muy inestable a la que obligaron a subir a 147 hombres. Les abandonaron a su suerte. Solo nueve de ellos se salvaron. Entonces hubo un juicio y Francia quedó deshonrada ante el mundo entero. Hoy, la desidia global permite que miles de personas apuesten toda su suerte y su futuro a atravesar el Mediterráneo en embarcaciones precarias, y gobiernos de todo el planeta miran hacia otro lado.

Rodada en blanco y negro, revelando el legado literario —la voz en off con palabras de Baricco— y teatral, la película es un espejo de «las desigualdades, el egoísmo, el instinto de supervivencia, o el embrutecimiento humano, causado por diferentes circunstancias, que no entienden de fronteras o épocas. El miedo nos convierte en animales y nos empuja a sobrevivir»

«El mal surge»

Roger Casamajor y Óscar Kapoya encabezan un reparto en el que Villaronga ha apostado por incluir actores negros, que no existieron en el acontecimiento real, y algunos momentos en que estos aparecen con ropas de hoy. Además, se incluyen imágenes del proyecto In the Same Boat, del italiano Francesco Zizola, que grabó el naufragio de migrantes en el Mediterráneo del barco Bourbon Argos.

«El hombre convive con el bien y con el mal, es inevitable. Ahora ya soy una persona mayor, pero antes en mi cine sí tenía una forma de mirar el mal, con cierta fascinación. Creo que es necesario hablar del mal para entender algunas cosas», dice Agustí Villaronga, que añade: «El mal existe porque forma parte de la humanidad misma. En una balsa, unos hombres enfrentándose entre sí… el mal surge. El peor enemigo del hombre es el hombre».

La gente que se ha tragado el mar

«Cuando estaba escribiendo el guion era inevitable pensar en el Mediterráneo, en los cayucos, en las pateras, en toda la gente que se ha tragado el mar. El naufragio de la película ocurrió hace más de 200 años y…». El cineasta, atento al mundo que nos rodea, no augura un futuro mejor. Tal vez, por ello, la película lanza una cuerda invisible, y sin embargo, recia y áspera, entre aquel pasado, este presente y el mañana.

«El futuro será igual. Mira el mundo cómo es. En palabras de Baricco, ‘quien ha visto la verdad quedará para siempre inconsolable’. El hombre ha demostrado que es incapaz de dejar de hacerse daño. Por otro lado, las pandemias y hambrunas han existido siempre, tienen un recorrido en la historia del ser humano. No siempre se produce un Holocausto nazi, pero depende de cómo se manipule a la gente, se puede acabar otra vez en eso. Y eso es lo que hay que intentar evitar y vigilar, no llegar a extremos tan graves. Hoy hay muchos naufragios y no son todos en el mar».

Cine de bajo presupuesto

El vientre del mar es una película de presupuesto reducido, unos 400.000 euros, para la que Villaronga ha sabido aprovechar espléndidamente bien el artificio teatral. «Ya escribí pensando en eso, en el bajo presupuesto, y ahí lo teatral ayuda mucho. Jamás hubiera salido la misma película con un presupuesto más alto, pero tampoco hubiera sido mejor», afirma, convencido, sin embargo, de que en estos tiempos, una película como ésta tiene muchas dificultades en los cines. «Siento decirlo, pero yo no doy un duro por nuestra película en las salas».

«El proceso de exhibición en el cine empezó a cambiar en 2018 y la pandemia fue la puntilla. La tendencia no es buena, no creo que vayan a desaparecer todas las salas, pero sí muchas —dice el director—. Tampoco las plataformas pueden ser una forma de ocio a lo bestia. El cine no va a morir, pero la manera en que se ve, sí. Es verdad que hay muchas películas cuyo destino natural es la sala de cine, pero…».

Tomado de: Público

Tráiler del filme El vientre del mar (España , 2021) de Agustí Villaronga

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Una película de policías

Por Carlos Bonfil

¿De qué manera abordar en el cine uno de los temas más controvertidos en México, el comportamiento de los cuerpos policiacos y la compleja relación que mantienen con la ciudadanía? La manera más sencilla sería señalando, por enésima ocasión y en tono de denuncia, los pretendidos vicios proverbiales: el soborno o “mordida” y un abuso de poder que goza de una impunidad absoluta. En Una película de policías (2021), su tercer largometraje, Alonso Ruizpalacios (Güeros, 2014; Museo, 2018), ha elegido una estrategia diferente, más interesante: dar la palabra a los propios servidores públicos en una narración que entremezcla ficción y documental, y hacerlo por medio de dos personajes emblemáticos, la joven policía de 34 años María Teresa Hernández (interpretada por Mónica del Carmen) y su pareja sentimental y de trabajo, un hombre conocido como Montoya (Raúl Briones), dos años menor que ella. Cada uno describe su rutina diaria y las circunstancias, familiares o sociales, que les llevaron a escoger un empleo pésimamente remunerado (mil 500 pesos limpios a la quincena, en palabras de Teresa), plagado de frustraciones y peligros, con reconocimientos casi nulos por parte de la sociedad.

Dividida en cinco segmentos, la película ofrece en sus dos primeras partes los testimonios alternados de Teresa y de Montoya, en calidad de narradores, quienes se dirigen a la cámara rompiendo toda barrera entre sus personajes y los espectadores. Ese procedimiento es particularmente notable en la secuencia dramática en que la mujer policía enfrenta el reto mayúsculo de improvisarse como partera debido a la tardanza de una ambulancia incapaz de atender oportunamente a una mujer a punto de dar a luz. La escena desmiente la falta de empatía de la gente hacia policías verdaderamente comprometidos con una vocación de servicio. El resto de la cinta mostrará, sin embargo, que ese tipo de entrega desinteresada por parte de la policía es algo poco común o, al menos, escasamente visibilizado en los medios. Lo que la ciudadanía sabe de los cuerpos policiacos procede a menudo de lo que ve en la televisión, en el cine o en la prensa sensacionalista. Desde ahí se generan los estereotipos y se afianzan los prejuicios. También los modelos de afirmación masculina que llevaron a un Montoya más joven a emular el trabajo de su hermano mayor policía, quien con su gorra y uniforme siempre le pareció muy dandy. Para Teresa, integrarse a una corporación esencialmente viril implica derribar o negociar a diario el bullying y los acosos sexuales, lograr estar en pie de relativa igualdad con el resto de los compañeros, como lo muestra la secuencia de persecución a un delincuente dentro del Metro, misma que protagoniza de modo formidable.

En el tercer segmento de la cinta, Teresa y Montoya revelan su intimidad sentimental y refieren un pasado ingrato a lado de sus parejas anteriores. Su armonía afectiva actual semeja, según reza una canción popular, “un alivio para dos fracasos”, y una buena manera de superar un inicio de desequilibrio emocional y propensión a la bebida, en el caso del hombre, así como cualquier inseguridad en ella. En el cuerpo policiaco su sintonía laboral y afectiva causa sensación. Todos los identifican como la patrulla del amor. Esa visión idílica del compañerismo tiene como contraste amargo la incomprensión ciudadana que resienten los policías entrevistados: “A nadie le importa si un policía muere”. Sucede todo lo contrario en el caso de un delincuente a quien a menudo la gente de su barrio, la banda de su cuadra, lo solapa y protege. “Te escupen o te mientan la madre”. Es lo que hay, no hay de otra. Sin ensalzar heroísmos gremiales ni transformar en villanos a trabajadores mal pagados, la cinta de Alonso Ruizpalacios propicia un debate insoslayable en un clima social de inseguridad aguda. Y lo hace de manera sobria y con imaginación creativa. La manera astuta de dinamitar y reordenar la narración en sus dos últimas partes (todo un giro sorpresivo para el espectador), fue sin duda lo que decidió al jurado de la Berlinale este año a conceder un Oso de plata a la contribución artística para Yibran Asuad por su trabajo de edición. Otros aciertos son el diseño de sonido a cargo de Javier Umpierrez, la fotografía de Emiliano Villanueva y una estupenda dirección de actores. La paradoja incomprensible es que el jurado del pasado Festival Internacional de Cine de Morelia no haya valorado con justicia las cualidades de esta cinta y la haya dejado ir sin un solo premio.

Tomado de: La Jornada

Tráiler del filme Una película de policías (México, 2021) de Alonso Ruizpalacios

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Ninón Sevilla: la rumba en libertad

Ninón Sevilla ​​ fue actriz de cine y televisión, bailarina, vedette y rumbera cubana-mexicana de la Época de Oro del cine mexicano. (1921-2015)

Por Sender Escobar

Edith Piaf llegaba a México por primera vez. En la recepción de bienvenida alguien le preguntó:

― Madame, ¿qué le gustaría conocer de México?

― A Ninón Sevilla ―respondió la autora de La vie en rose―.

Criada por su abuela, la niña educada en una escuela de monjas quiso consagrarse a la religión como misionera, pero transformar el sonido de la música en movimiento fue una pasión más fuerte. A escondidas de su familia, comenzó a bailar en los cabarets de la efervescente Habana nocturna.

Emelia Pérez Castellanos decidió llamarse Ninón Sevilla. Con su nombre artístico homenajeaba a otra mujer que en la Francia del Rey Sol Luis XIV rompió con los cánones de una época y su entorno, la escritora: Ninon de Lenclos, a quien Emelia admiraba por su vida y obra literaria.

Su talento para el baile comenzó a ser llamativo para varios productores y en el escenario del Teatro Martí formaría parte de los espectáculos de los comediantes Leopoldo Fernández “Tres Patines” y Mimí Cal Nananina.

“(…) Toda la tenuidad de la atmósfera y la riqueza de las montañas y las magias de luz con que el centro del continente abrió su seno la virgen madre de América (…)”, Escribiría el Apóstol sobre los paisajes de México, a donde llegó Ninón en 1946, país que se convertiría en su hogar a partir de entonces, contratada por el productor boricua Fernando Cortés para actuar en la compañía del Teatro Lírico de Ciudad de México.

Su debut musical en Guadalajara superó en aplausos del público a una de sus compañeras de espectáculo, la argentina Libertad Lamarque. La presencia escénica de la joven rubia de 25 años y llamativa figura no fue indiferente para Pedro Arturo Calderón, dueño Producciones Calderón, donde Ninón haría su entrada al cine en pequeños roles en las películas Carita de cielo, Pecadora y Señora Tentación.

Las cámaras de un cine que vivía su esplendor encuadraron a una cubana que formaría parte de una época en la que la música era centro de los argumentos cinematográficos. La bailarina sería protagonista por primera vez en el filme de Alberto Gout Revancha, junto al popular compositor Agustín Lara. A partir de entonces Ninón marcaría un hito de sensualidad y rítmica en las producciones cinematográficas mexicanas.

El cine de rumberas alcanzaba su esplendor; María Antonieta Pons, Rosa Carmina, Amalia Aguilar y ella, todas cubanas, dueñas de explosividad y magnetismo, danzaban con la música de la tierra donde nacieron, lo que permitió la internacionalización y popularidad de los géneros musicales surgidos en la Mayor de las Antillas.

Un talentoso compositor cubano, Dámaso Pérez Prado, llegaba a México ayudado por la actriz, quien rentó el Teatro Margo en la capital para estrenar un nuevo ritmo, que tuvo como cantante escogido para la ocasión a un cienfueguero llamado Benny Moré. El contagioso mambo tuvo su introducción cinematográfica por Ninón como bailarina del nuevo ritmo y el chachachá corrió igual suerte en las películas que protagonizaba. Cuba y su música no dejaron de estar presentes en el trabajo artístico de la habanera.

Sus películas rompían récords de taquilla en países como Brasil y Francia, donde fue elegida como la dueña de las piernas más hermosas del cine, en competencia con Marlene Dietrich y Ginger Rogers. Años más tarde en el país galo Ninón recibió alabanzas del director francés François Truffaut, al llevar la danza a una dimensión mayor como arte.

Ninón no solo fue un ícono de la sensualidad de la época, también representó un símbolo de la liberación femenina ante los estigmas puritanos de la sociedad, al provocar con danza y actuaciones a la censura de entonces, que ejercía bajo los conceptos de un moralismo decadente.

Retirada de la pantalla grande cuando su género predilecto, el cine de rumberas, perdía notoriedad, sus últimas apariciones artísticas de esa primera etapa fueron en el cine español con la película Zarzuela 1900 y en la puesta teatral de Jean Paul Sartre: La puta respetuosa, cierre audaz de Ninón cuando el físico y el baile no podían ser los atractivos principales.

Sin embargo, el silencio mediático de la actriz se rompería cuando retornó al cine en la película Noche de carnaval, en 1984, con la que obtuvo un premio Ariel de actuación. Desde entonces abarcó los géneros televisivos y teatrales con la misma fuerza que cuando se iniciara en el cine como actriz y bailarina. La película Rumbera caliente constituyó su despedida definitiva del séptimo arte en 1989.

Ninón Sevilla y el paradigma que representaba su obra no pasó desapercibido para la Academia Mexicana de Cine y la cultura de ese país. Reconocida en el 2009 con el premio Diosa de Plata “Dolores del Río” por su trabajo y contribución al mundo artístico, la actriz, aún emocionada por la recepción del público que aplaudía de pie en el momento de la premiación, respondió en una entrevista poco tiempo después: “Sigo siendo muy cubana”.

Más que una bailarina que hizo de la rumba su bandera de libertad, su esencia cubana y consagración en tierras mexicanas a través de la danza como idioma universal, Ninón Sevilla descifró la mística de su triunfo en una frase: “Los pueblos son los que hacen a los artistas”.

Tomado de: Cubacine

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¿Cuáles son las instituciones contrainsurgentes que operan en la cooptación de intelectuales?

Por Néstor Kohan

¿Cuáles son los «beneficiados» de los dólares de la CIA en Honduras, Centroamérica y toda América Latina? Entre las fundaciones y ONG’s (vinculadas con la inteligencia estadounidense de la CIA y otras agencias de espionaje menos renombradas del mismo país), que desde hace varias décadas ofrecen becas, viajes de estudio, “pasantías académicas”, abundante financiamiento para blogs, páginas de internet, publicación de libros, folletos y cuadernos de trabajo, proyectos de investigación, “laboratorios de ideas”, exposiciones de arte y otros mecanismos clásicos de cooptación político-ideológica de las juventudes estudiantiles y el campo intelectual se encuentran las estadounidenses:

Ford Foundation (Fundación Ford, creada en 1936 por el gran admirador de Hitler, Henry Ford, autor del libro El judío Internacional], perteneciente a la empresa del mismo nombre, directamente caracterizada por Ángel Rama, Roberto Fernández Retamar, Fernando Martínez Heredia, Gregorio Selser y Daniel Hopen como una “tapadera de la CIA”)

Open Society Foundation ([Fundación Sociedad Abierta], perteneciente al magnate de las finanzas George Soros, discípulo del marxista converso y cofundador del neoliberalismo Karl Popper)

USAID (United States Agency for International Development [Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional]); la NED (National Endowment for Democracy [Fundación Nacional para la Democracia])

Carnagie Foundation [Fundación Carnagie]; la FAES (Fundación para el Análisis y los Estudios Sociales); la Rockefeller Foundation [Fundación Rockefeller, impulsada desde 1913]

John Simon Guggenheim Memorial Foundation [Fundación Memorial John Simon Guggenheim, fundada en 1937, que otorga las becas homónimas].

Programa Fulbright patrocinado por el Bureau of Educational and Cultural Affairs [Oficina de Asuntos educativos y culturales] del Departamento de Estado de los Estados Unidos.

Estas son las más célebres. Hay muchas otras.

Tomado de: Revista Política y Poder

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Amor a la ciudad

Vista aérea de La Habana

Por Graziella Pogolotti

Desde el mar observé por primera vez la ciudad que habría de hacerse mía. Era noche cerrada. El barco permanecía al pairo, en espera de la mañana, para entrar al puerto. Frente a nosotros, el arco luminoso del malecón parecía abrir los brazos en señal de acogida. Al desembarcar permanecí aturdida entre la estridencia de una polifonía de voces y el calor sofocante de un veraniego mes de noviembre.

La presencia tonificante del salitre empezó a entrarme por los poros. Poco a poco, paso a paso, fui conquistando la ciudad. A medida que iba creciendo, la mirada se extendía hacia horizontes más vastos. El comienzo de todo fue un barrio de La Habana Vieja. Mi callejuela tenía apenas tres cuadras, desde el entonces Palacio Presidencial, símbolo del poder político, hasta lo que en esa época seguían llamando «relleno», los parques alineados junto al canal de entrada al puerto. En ese ámbito pequeño inicié el aprendizaje de la realidad y la historia del país.

En el barrio convivían modestos oficinistas y dependientes del comercio, el abogado reducido a la condición de viajante de farmacia, la maestra jubilada con magra pensión, digna e impecable con su sempiterno vestido negro, así como aquellas otras graduadas normalistas que nunca consiguieron ubicación laboral. Algunos de mis coetáneos abandonaron la escuela y sus aspiraciones de deportistas para hacerse cargo del oficio  heredado de sus padres.

Mañanera y puntual, de enérgico andar, Conchita Fernández era entonces secretaria de Fernando Ortiz. Lo sería luego de Eduardo Chibás y de Fidel. Completaban el panorama mis vecinas de la planta baja. Una de ellas ejercía la prostitución por cuenta propia y se convertiría más tarde en delatora al servicio de los esbirros de Batista. A través de la intensa actividad de la otra, sargenta política, descubrí los manejos de la maquinaria de los partidos tradicionales. Sin recato alguno, con la puerta siempre abierta, ella recibía a los peticionarios, apremiados por la urgente necesidad de cama en un hospital. En años de elecciones, el movimiento acrecentaba su ritmo con el trasiego constante de la compra y venta de votos.

Transcurría la Segunda Guerra Mundial. Herederos de una economía de plantación, a cambio del azúcar crudo, lo importábamos todo. Algunos antiguos palacios españoles, hoy restaurados, entonces almacenaban mercancías en los alrededores de los muelles y despedían la pestilencia causada por las cebollas y las papas en proceso de descomposición. El transporte marítimo priorizó, en convoyes destinados a evitar ataques submarinos, la entrega de recursos que demandaba una Europa involucrada en el conflicto bélico. Como consecuencia de ello, sufrimos la escasez de suministros. La ORPA, oficina encargada de regular la distribución de productos estratégicos, racionó la venta de gasolina, por lo cual algunos apelaron al llamado «carburante nacional» que utilizaba un significativo componente de alcohol. Escasearon los productos de aseo, la leche y la carne, tal y como lo describe Virgilio Piñera en un capítulo de acento costumbrista en La carne de René.

Durante la guerra, Estados Unidos instaló una base militar en las cercanías de La Habana. Tenía un club para oficiales en la esquina de Cuba y Peña Pobre. Los fines de semana, al anochecer, los vecinos cerraban prudentemente puertas y ventanas para evitar las vejaciones de quienes salían borrachos del Sloppy Joe’s, en espera de que la policía militar, con empleo de golpes y puntapiés, se ocupara de los más violentos.

Sin embargo, a pesar de nuestro modesto vivir, dependiente del «fiado» bodeguero, garrapateado con negrísimo carbón en las hojas de mugrientas libretas, estábamos en la periferia de La Habana profunda, que se extendía desde la zona portuaria hacia extensos territorios de la urbe. Allí se desahogaba la marinería al cabo de largas jornadas de abstinencia. Más allá, en las calles de La Habana, los ajustes de cuenta entre grupos en pugna se producían a tiro limpio.

Al entrar en la Universidad mis horizontes se ensancharon. Desde la altura de la simbólica escalinata, la ciudad se extendía a mis pies, bañada en el espléndido colorido del crepúsculo. Aprendí en las aulas. Crecí en el debate de ideas que animaba la vida estudiantil, portadora de la memoria viva de una historia de combate, en diálogo con los acontecimientos que sacudían la América Latina.

En la pequeña Guatemala, una revolución popular había intentado una tímida reforma agraria. El imperio se abalanzó con violencia extrema sobre el país inerme. Vivimos de cerca esa trágica experiencia.  Habíamos conocido a algunos de aquellos jóvenes optimistas y confiados en un futuro mejor. Algunos cayeron, víctimas de la represión. Como ellos, también nosotros aspirábamos a construir un país, a forjar un proyecto de plena soberanía.

Los estudios de arte me enseñaron a descifrar los códigos de un universo edificado a lo largo de los siglos, memoria tangible atemperada al clima y al régimen de las brisas. Descubría las claves de un conjunto singular, hecho de las casas y de la gente que las habita, de su gestualidad, su vocerío y su comunicación afable. El amor a la ciudad creció cuando mis actos cobraron sentido en la dimensión más alta de un destino compartido con las grandes mayorías, en tanto partícipe, en mi tarea cotidiana, del empeño por refundar un país. Siento como propias sus lacerantes cicatrices.

El aniversario de su nacimiento convoca al recuento y a la reflexión serena, al análisis crítico, a la superación de nuestras deficiencias y al rescate de nuestros mejores valores. Ante las amenazas agigantadas del imperio, es hora de la marcha unida en favor de la independencia conquistada y en el propósito de seguir haciendo un país cada vez más justo.

Tomado de: Juventud Rebelde

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‘Los inquietos’: la inmensa novela de Linn Ullmann sobre su padre, Bergman

Por Sonia Fides

‘Los inquietos’, la última novela de Linn Ullmann (Oslo, 1966), es un prodigio emocional y narrativo de principio a fin. Un vasto diario escrito con una prosa elegante, contundente, sin afectación, sin miedo a la memoria, ni a la vida, ni a la muerte, ni a la verdad, sobre su padre, el genial cineasta Ingmar Bergman, y su madre, la actriz Liv Ullmann. ‘Los inquietos’ es el trabajo de una escritora que hace juegos malabares con los recuerdos, con el dolor, con el abandono, para construir un libro que hable del padre.

La vida de la hija, la vida del padre, la de la madre, la muerte del padre, la supervivencia de la madre, la memoria, los nidos ocultos, los nudos por deshacer. La belleza de la contradicción como inmutable biografía:

“Estamos dolorosamente conectados”. A ella le parece que suena bien. Y que es un poco incómodo. Y confuso y cierto. Y tal vez algo cursi”.

Los inquietos es un espectáculo crudo, pero sin lugar a dudas es también el libro más luminoso y certero que he leído en este año en que la realidad sigue absorbida dentro de un paréntesis que nos negamos a aceptar. Sus páginas están llenas de vida, de honestidad; son páginas que recomponen la propia existencia de quien lee.

Los inquietos es también un libro ambicioso, un diálogo descarnado y lúcido con un hombre dependiente que paradójicamente fue elevado por todos hasta lo más alto como solo puede hacerse con un dios o un diablo:

“En mi bolso hay un bosque. Durante muchos años llevé a mi padre, o lo que quedaba de él, en el bolso. Lo que me quedaba de él eran seis cintas de audio de sus últimos años de vida. Su voz. Y el silencio. Y mi voz”.

Por eso Linn Ullmann duda y se niega durante mucho tiempo a ser consciente del legado y de la magnitud cultural del padre. Linn Ullmann es una huérfana que desconoce la exigente doctrina que lleva implícita la orfandad. Es una escritora que hace juegos malabares con los recuerdos, con el dolor, con el abandono. Ha construido este libro para hablar del padre, pero en ese choque hay un sinfín de hermosos damnificados y de prodigiosos protagonistas de cuyos nombres no quiere acordarse, porque a veces nombrar es tener que sostener la herida que inflige ese nombre.

Los inquietos es un hipnótico juego de azar en el que no hay ni ganadores ni perdedores, sino una exhibición de técnicas infalibles para alcanzar la excelencia estética y humana.

Linn Ullmann es una avezada cronista de la pérdida, pero sobre todo de esa supervivencia que nada tiene que ver con la intemperie:

“Un plan es más tangible que la esperanza, es un tiempo que se reserva”.

“El cuerpo se compone en su mayor parte de agua; el corazón de ira”.

Ullmann llega hasta su padre para dejar un testimonio, para escribir ese epílogo que todos los hijos sueñan guardar en la caja fuerte más inexpugnable del mundo, y sin embargo solo encuentra el caos que precede a la muerte, ese orden inorgánico que desbarata cualquier futuro.

Ullmann sueña con cartografiar la existencia de su padre, pero la existencia del gran Bergman es una laguna helada en la que ni ella misma se atreverá a mirar. Ullmann quiere vencer al aclamado héroe, pero el aroma de su carne vieja la hipnotiza hasta tal punto que acaba con su compostura de una manera deslumbrante y riquísima. Ullmann escribe con una prosa de rutilante sencillez. El eco de la naturalidad extrema persigue cada una de sus reflexiones, su memoria fluye como si perteneciese a la estirpe de las familias venturosamente felices. No le teme a la verdad ni a sus bifurcaciones, no le teme al testimonio ni a lo que significa ser testigo:

“Era aburrido estar mirando en la cama, pero las enfermeras jamás habrían creído que ella pensara en otra cosa que no fuera el amor que sentía por su bebé; nadie tenía derecho a pensar que ahí estaba una mala madre que no debería haberse quedado embarazada de alguien que no fuera su marido. No sé si alguien le habló del llanto que llega después de la leche. Creo que tal vez se avergonzó de llorar”.

Ullmann es una profesional de la «espeleología kamikaze» y por eso narra esta biografía multicéfala con esa poca ceremonia que exige contar un cuento infantil, de esa forma, sin ambages ni presunciones, resuena este libro profundo y bellísimo, de esa manera en que lo haría ese cuento infantil que nos garantiza la luz cuando tenemos miedo:

“Alguien le había cerrado los ojos también. No se sube al cielo con la boca y los ojos abiertos”.

Los inquietos es un libro visual, lleno de simbolismos y colores capaces de revolucionar el mundo de todos sus participantes. Esa fijación de Bergman por el rojo, o la de la madre de la protagonista por los azules casi transparentes, dinamizan la narración hasta convertirla en una danza capaz de renegar de cualquier coreografía. Los inquietos es un libro mecido por la intuición:

“Todo es distinto cuando los demás duermen. Por la noche es como si las habitaciones tuviesen fiebre”.

Todo es singular en la vida de la narradora. En ella habitan monjas que cuelgan los hábitos por amor, una pléyade de mujeres para cuidar al padre moribundo. Premios Nobel que se sientan en el sillón de su casa porque dicen amar a su madre cuando en realidad ella estará por siempre alejada del amor, el amor la repudia. Parece que su único objetivo es vengarse de ella, y su hija se enfrenta a cada uno de esos instantes con un pragmatismo insospechado en una adolescente. Parece que no le importe el fracaso de la madre, ella solo quiere que su madre vuelva a casa, sean cuales sean las condiciones en las que lo haga. Su madre es una especialista en amores imposibles y su padre un especialista en amores carnales, y entre los brazos de esa macabra dualidad se hace adulta nuestra narradora. Una narradora que usa a la gran Anne Carson como oráculo de la verdad, como guía revolucionaria para lograr que la asepsia vivencial que precisa este libro cause los estragos que causa en la memoria del lector:

“Anne Carson ha escrito una palabras que no consigo sacarme de la cabeza: “Por qué nos sonrojamos antes de morir”.

También es singular el deslumbrante equilibrio con que Ullmann recrea la vida, la agonía y la muerte de los habitantes de esta novela:

“Los coches que cruzan la noche suenan distintos de los coches que cruzan el día”.

Página a página, queda en evidencia que Ullmann es la dueña absoluta del aliento de un universo de micrometáforas que confluyen para reventar la posibilidad de una narración anclada en lo previsible. Que trabajan para que la complicidad de Bergman y la madre de la narradora no se apague nunca, para que sea esa luz incómoda que mantenga en vilo el porvenir de nuestra narradora:

“Lo que pasa con el amor es que es una palabra tan peculiar, tan maltratada y triste, que no quiero amarte”.

Micrometáforas que se yuxtaponen para humanizar a su padre, ese dios que se pasó la vida dependiendo de las mujeres:

“El 17 de agosto de 1969 mi padre le escribió una carta a mi madre y la firmó como “tu hermano en la noche”.

Los inquietos es un texto riquísimo desde lo propio, desde lo privado de la autora, pero también desde lo ajeno; son muchos autores y pensadores los que la ayudan a sostener el vendaval estético que supone este testamento tricéfalo.

Mención aparte merece la traducción de Ana Flecha, el ritmo, el color, la vigencia que imprime a la narración la convierten en un vergel en el que el lector es incapaz de no perpetuarse.

Así que no dejéis de leer esta auténtica odisea babilónica que os convertirá en niños satisfechos. Linn Ullmann ha orquestado el más hermoso de los sacrificios humanos que yo haya leído. Imprescindible.

‘Los Inquietos’. Linn Ullmann. Traducción de Ana Flecha Marco. Gato Pardo ediciones. 386 páginas.

Tomado de: El asombrario

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Nuestro negacionismo climático de cada día

Foto Eco-nnect

Por Aram Aharonian

Cada año, cuando llega el verano en estos confines del hemisferio sur, no entendemos qué debemos hacer en nuestras ciudades, para afrontar las altas temperaturas para no “morirnos de calor”, mientras releemos y analizamos las resoluciones de la Cumbre Climática de Glasgow, más conocida como Cop26. La alternativa es que uno pueda abandonar la ciudad hacia sierras, bosques y costa, creando filas interminables de automóviles y autobuses que contribuyen con sus emisiones a agudizar el problema.

Otros se atrincheran en sus casas de las cada vez más calientes ciudades, con sus aires acondicionados expulsando el calor de sus casas y subiendo la temperatura del ambiente urbano… y las facturas de los privatizados servicios de electricidad. Y todo es peor en tiempos de pandemia. Mientras, nos hablan de la inminencia de una suerte de apocalipsis climático, injustamente selectivo con los más vulnerables. Negacionismo climático | Havladdorías | DW | 11.10.2018

O, mejor dicho, en tiempos de pandemias: la de la covid-19, la del neoliberalismo, la del negacionismo, pese a que el panel intergubernamental de expertos sobre el cambio climático (IPCC) cerró la puerta de la especulación estadística al señalar que es “inequívoco que la influencia humana ha calentado la atmósfera, los océanos y la superficie”.

“A principios de la década de 1920 la gente hablaba sobre el enfriamiento global… creían que la Tierra se estaba enfriando. Ahora, es el calentamiento global […] un problema que no creo que exista de ninguna manera”, señalaba Donald Trump, el anterior (e inolvidable) presidente de Estados Unidos, quien retiró a su país del Acuerdo de París e impulsó una agenda de desarrollo enfrentada con los objetivos climáticos trazados apenas un año antes en Francia.

Su ejemplo y línea argumental los copió Jair Bolsonaro en su campaña presidencial, cuando amenazó con retirar a Brasil del Acuerdo de París. “Quiero saber alguna resolución para que Europa comience a ser reforestada. ¿Alguna decisión? ¿O sólo están perturbando a Brasil? Es un juego comercial, no sé cómo la gente no puede entender que es un juego comercial”, declaraba refiriéndose al cambio climático. Sus políticas han favorecido y acelerado el proceso de deforestación de la Amazonia con el fin de expandir sin límite la frontera agrícola.

No se trata de denunciar el negacionismo. Nos hemos cansado de denunciología y lamentos, la otra cara de carecer de ideas, de argumentos. Los éxitos electorales de Trump y Bolsonaro en las dos principales economías de América ilustran la magnitud y el impacto que alcanzan las diversas formas de negacionismo en la actualidad. Asimismo, podría entenderse como un reflejo de nuestras propias posturas negacionistas, nos guste o no admitirlo.

Naomi Klein, activista altermundista canadiense, señala que el negacionismo del cambio climático está lejos de ser patrimonio de militantes como Trump, ya que existen muchas otras formas de negacionismo.

“Muchos de nosotros participamos en este tipo de negacionismo; miramos por una fracción de segundo y luego miramos hacia otro lado. […] O miramos, pero nos contamos historias reconfortantes sobre cómo los humanos son inteligentes y crearán un milagro tecnológico que capturará el carbono de los cielos. […] O miramos, pero tratamos de ser hiperracionales al respecto: dólar por dólar, es más eficiente enfocarse en el desarrollo económico que en el cambio climático, ya que la riqueza es la mejor protección. […]”, señala.

“O miramos, pero nos convencemos de que estamos demasiado ocupados para preocuparnos por algo tan distante y abstracto. […] .. Y al principio puede parecer que estamos mirando, porque muchos de esos cambios en el estilo de vida son, de hecho, parte de la solución, pero todavía tenemos un ojo cerrado. […] O tal vez realmente miramos, pero luego, inevitablemente, parecemos olvidar. Somos parte de una extraña amnesia intermitente por razones perfectamente racionales”, añade Klein.

Quizá sea cierto que negamos porque tememos que afrontar la realidad de esta crisis lo cambie todo. El negacionismo del cambio climático es una expresión de nuestra propia incapacidad de resolver la tensión entre nuestros deseos ilimitados y los recursos limitados que tiene el planeta, señala Emilio Deagosto, químico uruguayo y magíster en Energías Renovables por la Universidad de Newcastle. Negacionismo del cambio climático en Europa es equiparable al de EE UU

Y, entonces, alimentamos las expectativas de crecimiento ilimitado depositadas en el desarrollo tecnológico, el excesivo foco en la riqueza como medida de prosperidad y el confort exagerado de nuestras sociedades modernas.

Hace medio siglo, un grupo de investigadores del Instituto Tecnológico de Massachusetts liderado por Donella Meadows, advirtió en Los límites al crecimiento que “si el actual incremento de la población mundial, la industrialización, la contaminación, la producción de alimentos y la explotación de los recursos naturales se mantiene sin variación, alcanzará los límites absolutos de crecimiento en la Tierra durante los próximos 100 años”.

A Meadows le pegaron por todos lados, sobre todo los economistas liberales que señalaban que el crecimiento podía sostenerse sin tensiones con base en el desarrollo tecnológico. Medio siglo después se validan sus proyecciones que facilitaron la construcción de un entendimiento sólido sobre los impactos del desarrollo ilimitado en un planeta con recursos finitos.

Unos años antes el biólogo estadounidense Garret Hardin dio a conocer en 1968 su ensayo La tragedia de los comunes, donde argumentaba que los incentivos económicos que operan en pos de maximizar beneficios individuales a partir de la explotación de bienes comunes funcionan en detrimento de la sostenibilidad de estos bienes y, en consecuencia, del beneficio común.

En contraposición, cuatro años después la politóloga estadounidense Elinor Ostrom publicó El gobierno de los bienes comunes: la evolución de las instituciones de acción colectiva, obra que le valdría el premio Nobel de economía en 2009. Postulaba que cuando los usuarios utilizan recursos naturales en forma conjunta, con el tiempo se establecen reglas sobre cómo estos deben ser cuidados y utilizados de una manera que sea económica y ecológicamente sostenible.

Hoy, la evidencia de carácter ambiental vuelca la balanza hacia los postulados de Hardin. Pero las emisiones de gases de efecto invernadero son producto de tres variables: el número de habitantes del planeta, la riqueza per cápita y la intensidad de emisiones, definida como la cantidad de gases de efecto invernadero emitida por cada unidad de riqueza producida en el mundo (CO2-eq/PIB).

Las discusiones sobre el control poblacional implican valoraciones morales y éticas. El Banco Mundial estima una población global a 2050 de 9.675 millones de personas, con un aumento de 25% respecto de la población actual. Para graficarlo mejor, la población mundial se habrá duplicado desde el momento en que Diego Maradona levantó la copa del mundo en el estadio Azteca en 1986.

Es sobre la intensidad de emisiones como variables de ajuste en la carrera por mitigar el cambio climático que versan casi la totalidad de las propuestas que se han discutido y desarrollado en las últimas décadas. Se habló de desarrollo tecnológico, de energías renovables, de hidrógeno verde, de movilidad eléctrica, de captura de carbono, de financiamiento climático, de bonos verdes, de impuestos al carbono. Se habló y habló.

Las emisiones anuales de gases de efecto invernadero continúan en ascenso, tras un paréntesis por la pandemia en 2020, pero la brecha para alcanzar los objetivos del Acuerdo de París es aún muy grande y el mundo se encamina hacia un escenario en el que el aumento de la temperatura media global en la superficie excede el objetivo de los 2 °C respecto de valores preindustriales y que es el umbral de seguridad.

Hasta hoy, casi 30 años después de que fuera adoptada la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático en Nueva York, el foco en la cooperación internacional y las soluciones tecnológicas ha demostrado ser largamente insuficiente para revertir la tendencia creciente de emisiones de gases de efecto invernadero.

Cuando fue adoptada esta Convención (1992), la humanidad emitía 22 gigatoneladas de CO2 a la atmósfera por año. Cinco años después, cuando se firmó el Protocolo de Kioto, este valor ascendía a 24 gigatoneladas y al momento de alcanzar el Acuerdo de París, en 2015, las emisiones anuales del principal gas de efecto invernadero se ubicaban en 35 gigatoneladas.

Entonces, mientras comenzamos a transpirar en el verano austral, cabe preguntarse si no es momento de aceptar la miopía negacionista y poner el foco también sobre la tercera variable: la forma en la que entendemos y medimos la prosperidad. Eso que llamamos modelo de desarrollo.

Quizá el año próximo salgamos de la pandemia de la covid19, aunque la Organización Mundial de la salud habla del 2023. ¿Y cuándo podremos librarnos de las pandemias del neoliberalismo y el negacionismo?

Aram Aharonian. Periodista y comunicólogo uruguayo. Magíster en Integración. Creador y fundador de Telesur. Preside la Fundación para la Integración Latinoamericana (FILA) y dirige el Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE)

Tomado de: Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico

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