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La persistencia del sol. Notas sobre la película de Aramí Ullón

Por Ticio Escobar

Los ayoreo, pueblo nómada de cazadores-recolectores ubicado en el Chaco paraguayo y en el oriente boliviano, vivían independientes en sus territorios ancestrales hasta la década de los 60. A partir de entonces, los misioneros salesianos y, luego, los de la Misión A Nuevas Tribus (MANT) comenzaron una agresiva campaña civilizatoria y evangelizadora dirigida a cristianizar a “los salvajes”, sacarlos del monte y concentrarlos en reducciones.

Una de las incursiones de la MANT, realizada el 30 de diciembre de 1986, fue especialmente violenta y dejó como saldo muertos y heridos. Los ayoreo silvícolas fueron llevados a la Misión Campo Loro de la MANT y establecidos allí en condiciones inhumanas: en una zona fantasma sin colores ni latidos.

Este infortunio, que puede ser considerado la escena fundacional de los hechos relatados en la película Apenas el sol, dirigida por Aramí Ullón, fue un caso más en el curso de una historia que reeditó la evangelización intolerante y compulsiva iniciada en nuestro país en el siglo XVII. Pero este hecho luctuoso adquirió una enorme difusión que sacudió la opinión pública nacional e internacional y marcó un hito en la defensa de los derechos territoriales y culturales de los pueblos indígenas. Es que la tragedia manifestó al rojo vivo la dinámica de un mecanismo perverso que podría ser esquematizado así: los indígenas eran arrancados de sus tierras, neutralizados simbólicamente y dispuestos para servir de mano de obra barata a quienes se habían instalado en aquellas tierras. Aún quedan indígenas que viven en las últimas selvas al margen de la sociedad nacional. Esta situación debe activar una alarma roja en la sociedad, el Estado y la comunidad internacional.

Las memorias

Apenas el sol no relata esta tragedia, pero las esquirlas de sus destrozos brillan insistente, oscuramente, en el discurso constante del ayoreo Mateo Sobode Chiqueno. Con obsesivo dolor, él vive las consecuencias de la colonización traducidas en un pueblo desarraigado y dividido, al borde de la desintegración étnica y la pérdida de la memoria colectiva.

En un tiempo obsesionado por el archivo de la memoria, se manifiestan regímenes alternativos de inscripción y registro: otras maneras de asentar la historia que no pasan por los dispositivos tradicionales. Son recuerdos, o momentos de recuerdos, que adquieren discursividad, carácter narrativo y, aun, estatuto testimonial mediante relatos colectivos, rituales, cánticos, imágenes y referencias míticas capaces de avizorar espacios donde la palabra no llega. La falla del sistema de registro puramente basado en el lenguaje es que no alcanza a cubrir intersticios o abismos renuentes al orden del símbolo. Por definición, el acontecimiento excede cualquier superficie de inscripción y deja, por ende, un exceso o una falta que desconciertan la lógica del catálogo. Esos agujeros o esos sobrantes sobrepasan el plano de las fichas reales o virtuales: los traumas, el miedo, el hambre y el dolor extremos, el detrás oscuro de los recuerdos, las claves del inconsciente y las razones del deseo, no pueden ser descifrados y anotados. Pero pueden ser rozados por la imaginación e iluminados fugazmente por sus relámpagos.

El cine en cuanto arte puede ofrecer pistas, ladeadas siempre, de sombras y destellos que no caben en ningún archivo constituido por signos y cifras razonadas. Y eso porque trabajan con la imaginación y la sensibilidad: la creatividad capaz de conjeturar la relación del dato que falta. Mateo busca asentar, conservar y transmitir los murmullos potentes de una cultura amenazada; busca capturar momentos en devenir constante, hilar los fragmentos de una historia rota para vislumbrar posibles futuros que ordenen las partes (incluso las perdidas, incluso las sobrantes) en otros porvenires imposibles de ser proyectados con claridad, pero capaces de ser soñados con la fuerza suficiente como para habilitar escenarios recuperados o mínimamente recuperables, al menos.

Los ayoreo usaban tradicionalmente heraldos que caminaban distancias –inverosímiles en términos nuestros– para llevar noticias de un grupo a otro. Cuando descubrieron las grabadoras, las incorporaron rápidamente, impulsados por la inteligencia práctica que tienen las culturas para asimilar nuevos elementos que las dinamicen. Las grabadoras llevaban –llevan– saludos, canciones, informes, novedades y avisos fundamentales. La película se centra en la dura faena de Mateo que lo lleva a emplear ese instrumento para registrar (en el sentido amplio del término) voces y signos. Signos y voces tensados entre el recuerdo de una vida despojada y ansiada siempre y la aceptación de un destino que parece ineluctable. Mateo es un riguroso historiador que emplea el registro de palabras y gestos, expuestos al riesgo inminente de diluirse. La película enfatiza la materialidad del anticuado dispositivo empleado; se detiene en sus azares y contingencias, en la dificultad de rebobinar o reponer las cintas magnéticas en un medio, no solo carente de repuestos y posibilidades de compostura técnica, sino sujeto a la implacable obsolescencia capitalista. Los casetes que, cargados de voces –o de fantasmas ya de voces– mantienen alertas las resonancias de una manera de vivir que ha muerto en gran parte. Que ha sido asesinada.

La ficción expandida

El tratamiento de la cuestión indígena ayuda a desdibujar los límites de categorías convencionales fuertemente arraigadas en las disciplinas del arte. Las disyunciones binarias “documental/ ficción”, “ficción/realidad”, “historia/memoria”, etc., vacilan ante el avance de modalidades narrativas y formales que comprometen la estabilidad de aquellas categorías universalizantes de cuño hegemónico occidental. Por un lado, resulta impensable hoy un cine que no incorpore la ficción: en verdad no sería cine, sino un asiento aséptico de imágenes en movimiento; sin pliegues, sombras ni destellos, sin lugar para las preguntas sobre el sentido movidas más allá del puro principio de realidad. Por otro lado, no parece posible un cine que no se vincule con las referencias objetivas que alimentan el trabajo de la imaginación. La diferencia que para la fotografía estableciera Barthes entre el studium (la descripción de las circunstancias) y el punctum (la torsión que perturba las referencias para apuntar al acontecimiento), también sirve para las artes en general, ninguna de cuyas manifestaciones es puro registro objetivo ni pura alteración de los datos para movilizar el sentido.

El intento de documentar despejando las ilusiones, es una ilusión más. Aplicado a cuestiones indígenas, el cine documental ha ayudado a borronear sus límites tajantes con el cine de ficción y ha menguado la distancia entre el trabajo de ficción y el de representación de una realidad ineludiblemente envuelta en imaginarios y representaciones previas. El término “fabulaciones especulativas” de Donna Haraway, que me revelara Suely Rolnik cuando discutimos esta cuestión, ayuda a circunscribir provisionalmente una zona abierta a todos los cruces del pensamiento, la ficción, la visión y la mirada para merodear mundos oscuros y hermosos que nos interpelan desde fuera del campo de la representación.

Apenas el sol incluye historias, relatos, cánticos, testimonios, documentos, divagaciones y desvaríos. Incluye el “pensamiento continuo” y el porfiado sueño. Es un documental. Es un poema; en parte, una elegía. Creo que el desafío del cine es acercarse al poema (como es el reto del poema rozar la imagen/sonido en movimiento). La película culmina en lo que Osvaldo Salerno llamó “la coda de una sinfonía gloriosa”. El incendio barroco, alegórico, de la tierra y el cielo. Casi del sol. Casi la esperanza en un porvenir ignorado.

De lo político

La película tiene un fuerte componente político, no porque reclame tierras y derechos expoliados, no porque denuncie de manera literal la porfiada colonización que sigue devastando pueblos y devorando territorios, sino porque convoca la presencia de sujetos erradicados de la escena pública: allí donde se reparten posiciones, intereses, bienes, voces e imágenes. Lo político es acá básicamente micropolítico: involucra las subjetividades sociales, la sensibilidad y el deseo, los afectos, las repercusiones sobre el cuerpo de la historia y el ambiente; implica el inconsciente, negra caja de resonancias que mueve y perturba las formas del arte. La película recoge menudos momentos del recuerdo, anécdotas delicadas que traman el detrás de los grandes sucesos. A veces, apenas muestra los vestigios de lo que pudo ser y que permanecen como gérmenes de potencias desconocidas pero alentadoras, como muescas de un saber que traspasa los límites de la sabiduría misma: es “la conciencia continua”, en el decir de una chamana; es la dolorosa lucidez que no descansa.

Rancière dice que el momento político en el arte (en el cine) comienza con la irrupción de los invisibilizados; entonces se produce un disturbio en el régimen de la representación social: un diferendo que altera la distribución de los papeles. En esta película los ayoreo no solo acceden a la escena, sino que la toman; ejercen el protagonismo, la agencia de su propia representación.

El componente político –micropolítico– también se afirma mediante las ya citadas formas alternativas de inscripción de la memoria, que actúan en una dirección decolonial impugnando la hegemonía anglo-euro-occidental del registro escrito, sujeto a pautas canónicas de clasificación y ordenamiento. Y se afirma asimismo en cuanto sugiere una salida imposible/posible que contradice el pragmatismo del realpolitik según el cual la política es la ciencia de lo posible. Para el pensamiento indígena, la utopía no es el nombre del no-lugar inalcanzable, sino el principio de un sueño capaz de señalar el acceso de ese lugar anhelado. Capaz de develar un camino trazado entre el pasado casi perdido y la obstinada promesa de un porvenir apenas divisable por entre el polvo de los terrenos pelados. Pelados de montes, de animales y de certezas potentes. Solo queda el sol, quizá porque está demasiado alto como para ser alcanzado por la especulación de la tierra. Sus luces menguadas son aún capaces de indicar rumbos, quizá imposibles pero todavía indispensables.

Tomado de: La Ventana

Tráiler del filme Apenas el sol (Paraguay, 2020) de Arami Ullón

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Stéphane Foenkinos: «La vida sexual de la sociedad occidental es la del patriarcado. Es machista y homófoba»

Stéphane Foenkinos, cineasta francés

Por Begoña Piña@begonapina

Tener sexo en público o con una persona famosa o montar un trío son tres de las fantasías sexuales más recurrentes cuando se hace un sondeo sobre el tema. Sin embargo, tal vez sean éstas las que se confiesan porque otras no estarían tan bien vistas. Hace un par de años se destapó una corriente entre personas jóvenes que reconocían que soñaban con tener sexo con abejas.

Los hermanos Stéphane y David Foenkinos han indagado un poco más y en su nueva película, Las fantasías, hablan de ludofilia (excitarse representando un papel), dacrifilia (con las lágrimas), tanatofilia (con la muerte), incluso de hipofilia (excitarse con la abstinencia sexual).

Con un reparto de grandes nombres (Monica Bellucci, Carole Bouquet, Denis Podalydès, Nicolas Bedos, Karin Viard…) y una sucesión de historias cortas han fabricado una comedia que, en realidad, habla más de deseo que de sexo y en la que reivindican placeres hasta ahora tabú, se preguntan por el verdadero valor del sexo y apelan a la necesidad de reinventarse cuando va ganando la rutina en la pareja.

Para hacer la película han hecho un estudio de las fantasías sexuales, ¿cuáles no se han atrevido a incluir?

Ha habido muchas que no hemos osado o no hemos podido incluir. Nos reunimos con los productores, que también son dos hermanos, e íbamos tachando de una lista larga que teníamos. Ellos tenían miedo por el tema escatológico, no querían que fuera nada extremo ni de género. Nada de sangre ni excrementos. Además, nosotros íbamos más por una psicología del deseo.

No le voy a preguntar cuáles son, pero ¿están sus propias fantasías sexuales en la película?

Se ven nuestros fantasmas, pero los tienes que descubrir. He de decir que las nuestras son bastante tristes y aburridas comparadas con algunas de los personajes. Lo importante, de todas formas, son las situaciones que crean estas fantasías, cómo se viven desde la cotidianidad.

¿Es, entonces, más una película sobre el deseo o la ausencia de éste que sobre la sexualidad?

Sí. Es una película sobre el deseo y la frustración más que sobre la sexualidad. Muchas parejas se convierten en amigos, hay que interrogarse y reinventarse. La pregunta que nos hacemos es ¿dónde está la satisfacción? Hay que mirarse y amarse en la mirada del otro.

Para usted, ¿cuál es el verdadero valor del sexo?

El sexo es una demostración, más que una performance, que es la manera errónea en que lo hemos visto durante mucho tiempo. Tenemos que aprender a aceptar el placer de uno mismo y el que nos dan otras personas, y no solo el placer por el otro.

Para eso ¿necesitamos otra educación sexual?

La educación sexual es hoy más necesaria que nunca. La juventud muchas veces tiene la pornografía como modelo y es muy importante cambiar eso en la sociedad. Hoy el clítoris, el ano… son tabúes y es obvio que tenemos que ir más lejos y no vivir el sexo como un teatro. Y, por supuesto, conseguir que se entienda que la mujer no solo consigue satisfacción por un hombre y por la penetración.

¿La vida sexual de la sociedad occidental está marcada por el machismo y la homofobia?

Sin duda, la vida sexual de la sociedad occidental es la del patriarcado. Y sí, es machista y homófoba. Para nosotros como cineastas era importante en estas historias introducir pequeños gestos…

¿Cómo pareja de la misma edad, cuando en el cine suele haber una mujer veinte años más joven que su pareja hombre?

Por ejemplo. Las parejas de la misma edad son un reflejo auténtico, eso y además que nosotros estamos interesados en la igualdad. Nos parece casi revolucionario mostrar a una pareja de mujeres y de la misma edad. En la película son Monica Bellucci y Carole Bouquet y ellas nos agradecieron el guion. Ambas han sido objeto de deseo en su juventud y ahora, nos confesaron, podían decir que las mujeres de 50 años son mujeres deseables y amadas que viven su propio deseo.

¿Por qué no hay escenas de sexo más explícitas en una película sobre fantasías sexuales?

Somos muy pudorosos y nuestra elección fue no incluir esa parte tan significativa, sino sondear las almas. Los actores no tenían miedo, pero nosotros queríamos huir de ese grafismo. Además, la sugestión es más edificante que ver cuerpos desnudos.

El tono de la película es de comedia, ¿es que no consideran suficientemente serio el sexo?

Exactamente, no es algo tan serio. Pensamos que lo más importante en la pareja es la comunicación y ahí es fundamental hacer entender al otro qué es lo que nos gusta sexualmente.

Tomado de: Público

Tráiler del filme Las fantasías (Francia, 2021) de David Foenkinos, Stéphane Foenkinos

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Norman Briski: «Soy un infante, me aburro con facilidad»

Norman Briski, actor, director teatral y dramaturgo argentino

Por María Daniela Yaccar

Norman Briski filmó 88 películas. Tiene 83 años, por eso bromea con que casi que hizo una por año. Las contó alguien que recientemente lo entrevistó. Hasta ahora todas sus incursiones en cine habían sido como actor. Llegó la pandemia, su sala Calibán cerró y se le dio por dirigir su primer film. «Soy un infante, me aburro con facilidad, entonces invento cosas», se define en la charla con Página/12, a pocos días de la presentación de 9.81 en el teatro.

Este nuevo trabajo de Briski puede apreciarse de distintas formas. Los sábados a las 21 se proyectará en México 1428, a la vez que está disponible en Vimeo. También se puede ver el work in progress de la versión teatral los martes a las 20. El estreno será en febrero de 2022. «El concepto es la inercia. Todas las cosas que siguen andando un poco más de lo que debieran», resume. Sobre el argumento, plantea: «Es un tipo que trabaja para una fábrica. Lo apartan en un subsuelo porque lo ven muy talentoso para producir frenos más eficaces para terminar con la inercia. Es la historia de un trabajador muy capaz y entusiasta de poder lograr tanta cosa. También busca que lo premien, le aumenten el sueldo. En el desarrollo descubre que la inercia no solamente está en los hechos mecánicos, sino también en los amorosos y sociales».

«Tiene reivindicaciones con respecto a lo que es la explotación, pero a la vez quiere hacer invenciones y lo tienen para eso. Este tema no es nuevo: hubo muchísimos trabajadores fabriles que tenían mejores ideas y los echaron porque esas ideas no respondían al sistema productivo. No lo moralizo. En un momento se quiere ir de ahí y tener poder adquisitivo para ir a bailar tango», completa el director. El personaje principal es interpretado por Sergio Baratucci, y ese giro en la historia es graficado con un pasaje del encierro en blanco y negro al color exterior de la calle: cambio que deja resonancias vinculadas al momento actual. Completan el elenco Martín Martínez, Romeo St Phard, Tomás Finkel, Guillermo Bechthold, Daniela Colucci, Sofía Molinari, Patricio Bettini y Carolina Vojvoditch. La música es de Martín Pavlovsky.

En la entrevista, Briski cuenta que sigue ultimando detalles del color de la película. «No trabajo industrialmente, es una manera de producir independiente, con un grupo que alienta, en un sistema de laburo en que todos estamos iguales», expresa. Detalla que le costó sólo 40 mil pesos producir este material. Busca en las vivencias acumuladas en su mente y encuentra, de golpe, un antecedente: en la adolescencia filmó una película en Súper-8, cuando era mimo y se fue a «buscar aventuras» a Estados Unidos. Retrataba la llegada a la casa de sus «primos-tíos» y la despedida.

En pandemia 9.81 no fue lo único que hizo. Además dirigió la notable puesta de Potestad en la Sala Caras y Caretas, y actuó en la película Argentina 1985, de Santiago Mitre, sobre el juicio a las Juntas, con Ricardo Darín y Peter Lanzani (ver aparte). En julio se inició el rodaje de la tercera temporada de El jardín de bronce, a la que se sumó. Se verá por HBO Max, igual que Entre hombres, disponible en la plataforma desde septiembre.

¿Qué significa «9.81»?

Es un coeficiente del valor de la gravedad si estás al nivel del mar, un concepto de la física. Por razones personales, como estoy pensando en cosas que invaden desde atrás, en la inercia de cosas que tienen que haber pasado pero todavía están andando, me pareció un lindo tema para desarrollar. En general cuando invento alguna de estas cosas tengo en la cabeza una imagen, o como diría Tato Pavlovsky, un coágulo. En este caso no fue así. Tiene que ver con mi biografía y mi relación con lo social. Voy detectando cosas que han pasado y siguen arrastrándose, como sería con el peronismo en muchos aspectos, o lo que pasó y pasa con los pueblos originarios. Una cantidad de cosas que siguen estando sin elaborarse, sin estar pensadas, como si estuviésemos llenos de fantasmas. O permanece la injusticia.

¿Se relaciona este tópico con la pandemia?

Parece que esta fuera la primera pandemia de toda la historia de la humanidad, y hubo siempre. Acá la primera muerte multitudinaria fue por la fiebre amarilla, y eso quedó sin elaborar. El texto es anterior a la pandemia, contiene ese pensamiento de cuando entro críticamente a ver al peronismo. Lo que más me ayuda a mí a creer que las cosas son distintas son los estudiantes de teatro. Los que están en la escuela y dramatizan, inclusive con su propia presencia, no sólo en el escenario. Me dicen, yo miro, escucho y vivo un poco con esa sociedad accidental. Y hace tiempo noto que lo que más falta en las luchas populares son nuevas estéticas. Por eso escribí una obra sobre Guernica.

También dirigiste una performance en torno al monumento a Roca, días antes del 12 de octubre.

Carlos Aznárez, mi jefe (en la organización OLP), me invita siempre a la creación en ámbitos en que las estéticas no son tan bien recibidas. Se reciben panfletos pero no mucha creatividad. La idea de la obra es que el caballo de Roca se baja. Lo hace un mimo y empieza a decir quién es Roca y todo lo que vivió en la campaña. Tenía un atractivo casi de teatro infantil. Al mismo tiempo, la ocurrencia estaba acompañada por unas tarjetas que se venden de la estatua sin Roca ni el caballo, un recuerdo, igual que una tarjeta postal. Lo que más falta en las luchas populares son esas estéticas. Fue muy buena la idea de la carpa de los maestros. Después se gastó, como pasa casi siempre con cualquier invención.

¿Hacer una película fue una invención ante la imposibilidad de hacer teatro?

Exactamente, el teatro me lo cerraron y lo entiendo. Abrí todo arriba para filmar. No hubo un solo incidente relacionado a eso (la Covid). No podíamos hacer nada, todos estaban recalientes, casi casi intoxicados con la vida familiar. Esto fue un raje para ir a jugar a la pelota. Un raje para adentro, no frívolo. Hacer algo que tenga potencia en términos de lo que pretendemos como cine. La premisa era no hacer cine del cine. Había otras, como no tener temas con el horario o con que es literaria o filosófica. El acuerdo nunca es total, pero coincidimos todos, incluso el actor -que es ingeniero y entiende más que yo de inercia y gravedad-, en que fue benigna la pandemia para nosotros. Nos permitió vincularnos heroicamente.

¿Personalmente cómo te afectó?

Lo primero son las gemelas (sus hijas, Sibelina y Galatea, de seis años). Como esta peste no llegaba a la niñez, o aparentemente llegaba menos, la preocupación no era tan grave como para dejar de jugar. Invadieron todos los ambientes. La plaza, el cine, los juegos, la pintura… todo era en la casa. Yo seguí en mi actividad reparadora, de arreglar cosas, una característica mía. Con todo mi grupo de pertenencia fuimos muy rebeldes, pero con cuidado. Si alguien nos miraba podía decir que estábamos arriesgando. Nos juntábamos en casa o Calibán, con más requisitos que los protocolos comunes, los zapatos, todo lo demás, se inventaron piletones, nos cagábamos de risa y hacíamos lo que queríamos a horas inusitadas. Siempre estábamos viendo si había canas en la esquina. Producíamos una especie de infraestructura con vigilancia.

¿No tenías miedo de contagiarte?

No. Cada uno tiene un miedo muy puntual, ¿no? En mi caso, esos miedos no los tengo. Tengo otros. Los miedos son peligrosos, estás un poco loquito cuando tenés miedo. Te despersonalizan. Alguien que anuncia que está con miedo entra en el cuidado o la expulsión. Boicotear también es una manera de miedo. El entusiasmo es la vacuna.

¿De qué forma se puede salir de la inercia?

Esto lo llevé a terapia. Le pregunté: «¿sabés algo de este asunto?». «Mirá, no sé mucho de la inercia… pero sí sé que es inevitable». El asunto está en tratar de que no dure 200 años. La inercia que hoy está viviendo el pueblo mapuche no se puede evitar mientras esté el capitalismo. Mientras haya capitalismo va a haber discriminación y racismo. Cuando haya un sistema superador va a haber una inercia de esas discriminaciones y esos tabiques que se ponen por las clases sociales. No termina de un día para el otro. Aparecerán, como aparecen, burocracias muy intoxicantes.

¿Qué lugar ocupa el baile en la película?

La entrada al hedonismo, salir de la razón y entrar a la alegría. Fui bailarín en el Colón. La danza en mi historia personal ha sido siempre un lugar irracional y no necesitaba tomar nada. Me emborrachaba girando.

¿Qué aprendiste al filmar esta película?

Va a parecer mentira: aprendí que el cine no me gusta tanto. Porque ha estado más volcado a la ilustración que al pensamiento. El teatro es más oscuro e inquietante. Cuando era chico me la pasaba de un cine al otro; sé muchísimo por esa época. Hace años que no veo cine, series menos. Puedo ver fútbol, pero me aburro también. Me estoy aburriendo de casi todo. Es bueno. Si uno termina muriéndose, es bueno terminar aburriéndose de casi todo. Lo que sí hago mucho es leer, estudiando. Anoto y afano como hacía mi amigo Tato.

Lo extrañás mucho, ¿no?

Me da tristeza. Es un poco reciente. Él siempre decía «nos estamos muriendo todos». Como él era grandote siempre en la asociación de la vinculación afectiva estaba su presencia. Yo tengo amores literarios. Él se escribía con Beckett, tiene cartas suyas, y a mí sí me hubiera gustado conocer a alguien es a Beckett. Me sacaba las cartas de la mano; podía sospechar si yo le decía que me las dejara una semana. Él fue nadador, yo también. Hay varias cosas que coincidieron en su afecto hacia mí y el mío hacia él. Por ejemplo: mi papá era buen tipo pero no tenía novedades, era más o menos previsible. Yo soy un infante, me aburro con facilidad, entonces invento cosas. No me gustan los juegos jugados. Hice un radioteatro el otro día (El salmón de la montaña); nunca había hecho una película. El Tato decía que el teatro era un juego infantil. Se nota claramente que los empleados pueden jugar muy poco, y los que creen que son independientes, emprendedores, tienen mañana, tarde y noche en la cabeza el ser emprendedores. Te ocupa mucho más que ser un empleado. Y los juegos infantiles no son rentables.

La conducta de los pájaros

Continúa en cartel en Calibán La conducta de los pájaros, obra estrenada en 2018, que explora lo que hubiera ocurrido si Rosa Luxemburgo y Manuel Ugarte hubieran intercambiado opiniones en las oportunidades en que se encontraron. Actúan Juan Washington Felice Astorga, Guillermo Bechthold, Federico Rodríguez Moreno y Eliana Wassermann y las funciones son los viernes a las 20. Sobre la permanencia de este espectáculo, el director y dramaturgo dice: «Está claro que los pájaros quieren seguir aprendiendo, porque van a un lugar donde se quiere retomar el conocimiento de la honestidad, la lucha, todas esas cualidades que tuvieron Luxemburgo y Ugarte. También identificarse con el joven que en tan confusa situación puede llegar a amar la confusión para saber que la realidad es compleja, difícil, pero no busca la tristeza, sino la curiosidad de saber más sobre qué necesitamos para una sociedad distinta».

Aquella Argentina

«Hago de un abogado amigo de Strassera, al que siempre va a ver porque se supone que sabe más. Fue linda la interna del tema del juicio a las Juntas. Todas las escenas que hice las hice con Ricardo Darín», cuenta Briski sobre Argentina 1985. Elogia al actor, que interpreta a Julio César Strassera: «Es un compañero inigualable. Con toda su experiencia la mía quedó como para escuchar, y poder jugar en esos estados que pedía la película. Tiene una enorme exigencia con él y los demás. Mitre fue un asociado de Ricardo en términos de saber que entre los dos potenciaba lo más importante de ese cine, que es la fuerza de los actores». Sobre el tema de la película, destaca: «Nos pone en aquél tiempo en que fue ejemplar la capacidad de la sociedad de juzgar, con el apoyo popular, aquello que ni siquiera estábamos preparados para juzgar».

Tomado de: Página/12

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Julian Assange

Por Santiago O’Donnell

A Julian Assange lo metieron preso por lo que publicó. No por robar, no por matar, no por cometer actos violentos y mucho menos terroristas. Ni siquiera lo metieron preso por lo que piensa. Fue por publicar a cualquier precio pero no cualquier cosa. No publicó chismes ni intimidades. Publicó filtraciones muy fuertes de Rusia y de China, además de Estados Unidos. Revelaciones de su Australia natal, de Kenia, Indonesia y Perú. Cruzó un límite cuando publicó cientos de miles de cables de embajadas estadounidenses, exponiendo los crímenes que esos cables detallan. Y pagó el precio. Por su defensa tecnológica del independentismo catalán había quemado sus últimos puentes con las potencias de la Unión Europea. Por eso lo metieron preso: por publicar hasta quedarse solo.

Últimos cartuchos

Lo vi gastar sus últimos cartuchos en la embajada de Ecuador cuando preparaba Vault Seven, la mayor filtración de la historia de la CIA. Tenía a Donald Trump comiendo de su mano después de conquistarlo con la publicación de los mails de Hillary Clinton, un hecho determinante en el triunfo electoral del magnate norteamericano. Con el apoyo de Trump, Assange se había ganado su libertad, su prosperidad y el fin del calvario de años de encierro en tres cuartos de embajada. Solo tenía que no publicar. Pero publicó. Nada menos que Vault Seven, documentos ultrasecretos que muestran cómo la CIA espía celulares y televisores inteligentes. Ahí es cuando se reunieron los espías de la CIA de Trump y se pusieron a pensar cómo hacían para matarlo. Se supo hace un mes gracias a una investigación de Yahoo! News que el propio director de la CIA de entonces, Mike Pompeo, confirmó diciendo que la fuente anónima que dio la información debería ser criminalizada.

Ese es el problema. Mientras que en estos días se decide la suerte de Assange en un extraordinario juicio de extradición en Gran Bretaña a pedido de Estados Unidos, es importante decir que lo metieron preso y lo quieren matar por publicar. Y que por eso lo quieren mostrar como una especie de terrorista solitario con aires de intelectual, una especie de Unabomber que amenaza la seguridad estadounidense. Pero Unabomber, además de haber escrito un manifiesto anticapitalista, usaba explosivos que mataban personas. En el caso de Assange, las bombas son sus verdades. Jamás, ni siquiera en Suecia, ha sido tan siquiera acusado de ejercer la violencia en cualquiera de sus formas. Ni él ni ningún miembro de WikiLeaks, pasado o presente. Más aún, nadie ha podido demostrar que alguien haya muerto a raíz de las revelaciones de WikiLeaks. Pero el sitio publicó verdades muy pesadas. Tanto que a su editor lo metieron preso y lo quieren matar.

Palomas y halcones

O, para ser más precisos, las palomas tipo Joe Biden, Hillary Clinton y Barack Obama lo quieren preso. Igual que muchos ingleses, suecos y ecuatorianos, por solo mencionar a los directamente involucrados en esta historia. En cambio los Pompeo, los amigos de Trump y los espías británicos y estadounidenses prefieren verlo muerto. Y si no lo pueden matar con un dron porque sólo aplican esa clase de castigo sumario a personas de rasgos arábigos que viven en países lejanos, y ya que no pueden freírlo en una silla eléctrica porque ningún tribunal lo va a condenar a muerte en Estados Unidos, van a tratar de hacer que se pudra en una cárcel. O que se vuelva loco, que para el caso es lo mismo.

Ya lo tuvieron siete años encerrado en un pedacito de embajada a la vuelta de Scotland Yard. No lo dejaban respirar. De día ni se acercaba a las ventanas por miedo a que le disparen. Por las noches se escondía detrás de las cortinas y le sacaba fotos a los policías y espías que lo vigilaban. Pobre, pensaba todo el tiempo que lo iban a matar.

Amenazas de muerte

Guardaba sus amenazas de muerte prolijamente en una carpeta que siempre tenía a mano para mostrarles a sus amigos y a los periodistas que lo iban a ver. Él ya sabía que lo querían matar pero aún gozaba de dos libertades que para él eran todo, o casi: “tengo acceso a internet y visitas ilimitadas,” me dijo confiado más de una vez, mientras el gobierno ecuatoriano de Rafael Correa lo cobijaba con cama, comida, asilo y ciudadanía. Después vino Lenin Moreno y primero le sacó una habitación, la sala de reuniones, prácticamente un tercio de su preciado territorio. Después le recortó las visitas, después le sacó la compu y al final lo tiró a los perros ingleses que entraron a la embajada para llevárselo de los pelos a la peor celda que pudieron encontrar. Todo eso y más a cambio de un crédito del Fondo Monetario Internacional. Assange terminó en la cárcel de máxima seguridad de Belmarsh entre asesinos seriales y pesados de caño, aislado, enfermo, casi siempre lejos de su familia y abogados por disposición de funcionarios anónimos que se esconden detrás de la burocracia de la pandemia, y por la inacción de Su Señoría Vanessa Baraister, la jueza del caso. Encima en las audiencias de su juicio lo exhiben en uniforme carcelario, encerrado en una jaula de vidrio, como si fuera la reencarnación rubia de Abimael Guzmán.

Por eso el fallo de Baraister a favor de Assange contiene un par de, digamos, mentiras, que no conviene mencionar en voz alta porque a fin de cuentas es un fallo a favor de Assange que muy pocos esperaban, que Estados Unidos apeló y en pocos días más se decide esa apelación. El fallo dice, en esencia, que Estados Unidos tiene razón en que Assange es un peligroso terrorista que se choreó un montón de información. Sin embargo, agrega la jueza, no lo pueden extraditar porque está muy deprimido, las cárceles estadounidenses son muy rigurosas y es probable que en semejantes condiciones Assange encuentre la manera de suicidarse. Las mentiras de la jueza no están en aceptar que Assange es un peligroso terrorista que choreó información. OK, no choreó información, se la pasaron, y no atacó a nadie. Pero en todo caso es lo que dice el pedido de extradición. La mentiras de la jueza son, primero, dar a entender que no lo manda a Estados Unidos porque supuestamente las cárceles de ese país vendrían a ser mucho peores que la inglesas. La segunda mentira es dar a entender que a la jueza le importa la salud mental de Assange cuando es tanto lo que podría haber hecho para mejorarla.

¿Cuánto lleva preso y aislado? ¿Dos años? ¿Tres? ¿Tres más siete en la embajada? En la vida de Assange horas, días, meses y años se suceden en un trance continuo, me contó una vez, como una película que nunca termina. No hay que criticar el fallo de la jueza porque es a favor y hay que esperar calladitos que se decida la apelación, pero uno no puede dejar de pensar que el fallo llegó después de que los que quieren verlo muerto perdieran las elecciones con los que quieren verlo preso. Y los que quieren verlo preso prefieren que se pudra en una cárcel lejos de Estados Unidos: no quieren un juicio que sería un papelón en un país con una Primera Enmienda constitucional que defiende la libertad de expresión. Entonces la jueza falla a favor de Assange pero lo deja encerrado para que se vaya muriendo de a poco. Estirando el proceso pese a que Assange no tiene ninguna cuenta pendiente con la justicia británica. En una cárcel de máxima seguridad pese a que nunca mató ni a una mosca.

Se podría decir, desde nuestro chauvinismo, que la jueza le aplicó a Assange la doctrina Irurzun. Pero sería más justo decir que Irurzun aplicó en Argentina la doctrina Assange: castigo preventivo para no depender del resultado un juicio.

El costo de publicar

El tema es que lo metieron preso y lo quieren matar por lo que publicó. Y no es porque lo odian. O no es solo por eso. Las razones de Estado van más allá. Lo quieren silenciar y lo quieren ver sufrir porque publicó verdades que nunca más deben salir a la luz. Y para que eso no vuelva a pasar, nadie más debe atreverse a publicarlas sin sentir el riesgo de terminar loco o muerto o pudriéndose en alguna cárcel de máxima seguridad. Entonces mejor callamos o publicamos pavadas. Por eso su liberación inmediata es tan importante para el oficio, para la libertad de expresión y para la democracia. Por eso miles de personas en todo el mundo exigimos que lo suelten y lo dejen en paz. Ojalá se sumen muchos más.

“Conseguir información es fácil, lo difícil es publicar,” me dijo una vez. Tan difícil que lo metieron preso y lo quieren matar. Por publicar.

Tomado de: Página/12

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No hay nada desconectado cuando se hace política

Foto de Cuba tomada desde un satélite

Por Juan Valdés Paz

Después de una ardua batalla —porque yo tengo mujer médico e hija médico—, después de una ardua batalla y de la promesa de que no me iba a quitar el nasobuco, no iba a tocar algo, me iba a echar un líquido para lavarme las manos cada hora… después de todo eso, por fin salí. Lo que te quiero decir [Joel Suárez] es que me has dado la coartada para salir. No te puedes imaginar. Y cómo ocurre el cuento: yo me enfermé antes del coronavirus, vino el coronavirus después; entonces, ahora tengo algo de vulnerabilidad, pero no tanto, la gente te ama tanto que ya tú no puedes ni contigo mismo…

Tú me habías explicado una parte —de eso que has expuesto ahora— en la conversación telefónica, y traté de imaginar qué podía ser útil en la exposición. Tengo que hacer una exposición larga, a pesar de que voy a minimizar los aspectos a los que me voy a referir. Voy a tratar de hacer una mezcla, porque al principio pensé hacerlo de una manera muy diferenciada, pero no me salió del todo. Tú sabes que yo soy un tipo serio y escribo las exposiciones que voy a hacer, por costumbre de maestro, respeto por los alumnos…

Hay, digamos, un diagnóstico del escenario cubano, del cual todos sabemos mucho. Quien sabe más, quien ha oído a Marino Murillo, sabe dos cosas: lo que Marino Murillo te dijo y lo que Marino Murillo no te dijo; y el otro que está «detrás del palo», igual que antes de que hablara… O el ministro de Economía, el único ministro de Economía que no dice ni un número, entonces, se hace realmente muy difícil (…) El común de los mortales quedará conforme, pero a mí, que no me den ni un número, hablando de economía, me hace pensar que es obviamente intencionado. Entonces, tenemos el problema de que hay un escenario actual, al cual me voy a referir con brevedad, pero del cual todos sabemos mucho.

Después está lo que podríamos llamar las tendencias, que nos advierten, en virtud de las políticas que ya existen y se están implementando. Para mí, esto de la implementación de las políticas siempre tiene un grado de error, de insuficiencia, que no acaba de implementarse según nuestra tradición histórica; de manera que, evaluar las tendencias que podemos esperar de las políticas en curso, o que están implícitas en ellas, me parece también importante para el diálogo entre nosotros.

Y, por último, una breve caracterización de un escenario hasta un plazo, digamos, el año 2025. Puse 2025 porque me gustó el número, espero estar todavía entre ustedes.

Eso es, más o menos. Con esas ideas del escenario [actual], las tendencias y un escenario imaginario para 2025, traté de construir lo que voy a exponer ahora.

He tratado de decir, en todo, «posible», porque el tema de la objetividad en Cuba es muy complicado, porque siempre hay una información insuficiente; entonces, no me echen en cara si no parezco suficientemente objetivo, hay muchas cosas que son de apreciación, obviamente. Y, también, porque objetivos o no, cuando se habla del futuro se es optimista o pesimista, ¿no?, más optimista o más pesimista. Entonces, también he asumido una opción optimista, porque si no pensamos que el futuro va a ser mejor que el presente, entonces, ¿para qué nos reunimos? Esas son algunas de las coordenadas que voy a utilizar.

Constricciones del sistema internacional en lo político

Antes de entrar —estrictamente hablando— en la sociedad cubana actual, quisiera hacer un comentario del escenario externo a la sociedad cubana —lo que en Teoría de Sistemas sería el ambiente del sistema social cubano—, porque la variable externa es tan fuerte y tan condicionante de lo que podemos hacer ahora y podremos hacer de aquí al 2025, tan fuerte que hay que dedicarle un comentario, y en nuestros análisis de futuro tenerlo siempre presente.

Es decir, hablar de Cuba desconectada del mundo en el que Cuba está inserta me parece un ejercicio relativamente banal. Y cuando uno observa a Cuba, a la sociedad cubana con un cierto distanciamiento, lo primero que advierte es que hay —voy a usar un lenguaje técnico— fuertes constricciones externas y fuertes restricciones internas.

De las restricciones internas, más o menos vamos a conversar sobre la marcha; pero quisiera ahora centrarme en un comentario rápido, en lo que yo llamaría las constricciones externas de todo lo que queramos hacer, incluso de las políticas que deseamos, porque tiene que ver mucho con que las podamos o no realizar como las hemos pensado. Oyendo ayer a Marino Murillo se hace claro que ha pintado un pájaro que no se sabe dónde va a volar, en qué jardín va a volar el pájaro este, porque del mundo donde se supone que ese pájaro va a volar no dijo nada, entonces, quisiera hacer ese comentario para tenerlo de telón de fondo del examen del escenario interno nacional.

De estas constricciones externas que son muchas, son —igual que decimos de los sistemas internos de la sociedad cubana— constricciones políticas, económicas, ideológico culturales, civiles, de todo tipo, voy a comentar solo de dos grupos: constricciones políticas y constricciones económicas. Todos intuimos o sabemos algo de eso, ¿no? Yo solo quiero recordarlas.

Primero: el sistema internacional. Se supone que el sistema internacional de Estados, de sociedades nacionales, de Estados nacionales, está dominado por tendencias conservadoras —ahí entra todo lo que ustedes quieran decir: neoliberalismo, globalización neoliberal, lo que alguien ha llamado transición geopolítica, crecimiento de los conflictos, resurgimiento de los bloques, etcétera—. Todo eso en un panorama que marca una erupción conservadora del sistema internacional. Ese es un dato. Es decir, que nuestra radicalidad está cada vez más descolocada del movimiento del sistema internacional.

Esa es una observación. La otra, es que en el sistema internacional, como se observa, todos los días hay un incremento de los conflictos de todo tipo, pero marcadamente de los conflictos militares. Esto es interesante, porque cuando crecen los conflictos militares, el conflicto militar se hace costumbre —y antes nos podía parecer raro un conflicto militar en la frontera chino-hindú—, después de tantos conflictos como los que se están acumulando, al final, un conflicto militar en América Latina parece parte de la normalidad.

De manera que, el hecho de que la conflictividad crezca en el sistema internacional, en esa evolución del sistema internacional, como todos estamos observando, hay un gran problema que puede ser —que toca casi el destino de la humanidad, según su desenlace— la evidente caída del imperio norteamericano: descenso, caída, involución del imperio norteamericano como lo hemos conocido desde la postguerra. De entrada, su condición de única gran potencia mundial se ha debilitado. De la unipolaridad hemos ido de nuevo a la bipolaridad e, incluso, a una nueva guerra fría que ya está oficialmente declarada por Estados Unidos.

Hay esa involución, aunque eso significa, de parte de Estados Unidos, una proyección política tendente a frenar ese proceso o intentar quedar lo mejor colocado posible si no puede evitar esa decadencia. Eso es muy importante, tan importante que voy a recordar una frase que dijo una vez Fidel: «…nosotros estamos locos porque…estaríamos felices de que el imperialismo se suicidara, pero ojo, que no nos caiga encima…».

El problema es que cuando los elefantes pelean, la que se jode es la lagartija —dice también un refrán hindú—. Entonces, aquí el problema es que ese escenario tiene que ver con nosotros, tiene que ver con todos los chiquitos; pero si el chiquito está a 90 millas, tiene una contradicción previa y está en su zona geopolítica privilegiada ya está claro que nosotros tenemos un problema permanente, de larga data, sea un presidente o sea otro, o los que sobrevengan, porque estos son temas de la clase dominante, de los sectores dominantes, del establishment.

No son temas del presidente de turno. Más bien, el presidente de turno es el resultado de las decisiones que han tomado los sectores dominantes para buscar soluciones a estas tendencias que para ellos son tendencias negativas. Estamos viendo, en este momento, que ese intento de recuperación hegemónica de Estados Unidos transcurre bajo la presidencia de Trump y, bueno, es un fantoche, un payaso —como le dijo Biden— que, precisamente porque es un payaso, ha sido utilizado por las clases dominantes para romper los compromisos de los Estados Unidos.

Cuando usted ve cuál es el resultado del trumpismo, es: «no tenemos compromisos con nadie». Han echado al cesto de la basura el derecho internacional, se han ido de la mitad de Naciones Unidas, no les importa Naciones Unidas, están tratando de cambiar, de modificar las tendencias de la globalización porque el gran descubrimiento de una parte importante de la clase dominante norteamericana es que, con la actual globalización, pierden. La actual globalización explica el surgimiento de China como segunda gran potencia y, eventualmente, primera para mediados del siglo. Entonces, ya están claros de que pierden.

En el 2004, los informes del secretariado nacional de los Estados Unidos decían que China era «el enemigo», pero ya se convirtió en política pública una década después. Se preguntan: ¿cómo fue que perdimos este juego?, ¿cómo es que estamos en este juego? Bueno, porque las reglas del juego me perjudican a mí y benefician a China y, eventualmente, a la recuperación rusa, y a nuestro descalabro en el Medio Oriente, y al surgimiento de potencias regionales como Irán o Turquía, etcétera. Es decir, se preguntan: ¿cuáles son las reglas del juego que han hecho que yo pierda y los demás estén ganando?

Por eso es que, visto con una perspectiva macro, lo que está haciendo la clase dominante es buscando a Trump y a los trumpistas, a esa horda, para romper los compromisos de Estados Unidos y establecer sus propias y nuevas reglas. Lo van a sacrificar todo a eso, al final no les importa ni Naciones Unidas, ni el derecho internacional, nada, como se está viendo. Ahora, ¿quién va a hacer eso? Tienen que buscar un salvaje como Trump, sabiendo siempre que va a perder las elecciones o le van a dar un tiro en la cabeza como mínimo, esa es la cuestión. Con Trump se ha iniciado el intento de un proceso de desglobalización, por lo menos en los términos de la globalización existente, cosa que es muy traumática y casi imposible porque la globalización es un proceso objetivo, no es solamente una decisión política. Entonces, de ese intento de ponerle a un proceso real nuevas reglas, se le va a generar un conflicto que no podemos imaginar todavía.

Vuelvo a la idea de que nosotros somos los que estamos en el jardín, nosotros somos las flores del jardín en el que están produciéndose esas broncas. Y terminaría diciendo, al respecto, que en ese proceso de pérdida de hegemonía, de decadencia imperial, la última fortaleza, la retaguardia, el top yard es América Latina. Por tanto, las peores tendencias mundiales se van a reflejar con más fuerza en América Latina, la disociación del sistema internacional —ya estamos viendo— es más fuerte en América Latina, y todos los conflictos y contradicciones se van a exacerbar en América Latina.

Y nosotros, por acción u omisión, seremos de todas maneras los culpables de todo eso. No hay posibilidad alguna de que los gringos «nos perdonen» en ese escenario. Igual siempre vamos a ser culpables. De hecho, la propaganda lo dice: somos culpables de lo que pasa en Venezuela, somos culpables de lo que pasa en todas partes, «los médicos cubanos son agentes». Todo eso forma parte de la parafernalia de enclaustrarnos lo más posible, aislarnos lo más posible para desplegar una política abierta de división de la región y no van a tener freno moral ninguno para dar golpes de Estado, quitar a Morales, hacer trampas electorales, corromper a las instituciones, comprar a la burguesía, a las clases políticas, como está ocurriendo, como estamos viendo. Esto que describo, ¿es un efecto Trump? ¿Los demócratas, Biden, van a hacer una política diferente? Van a utilizar, quizás, un estilo diferente para la misma política.

Por último —no por último, lo último es mucho más tarde—, en esto de las constricciones políticas que tenemos que prever están dos cosas que quería agregar.

Primero, el caso Venezuela. Ustedes recordarán que quien estrenó la política contra Venezuela fue Obama. Al mismo tiempo que declaraba a Venezuela «un peligro extraordinario para la seguridad nacional de Estados Unidos», hacía el pacto con nosotros, establecía «una nueva política para Cuba» y relaciones diplomáticas. No son dos hechos desconectados, porque no hay nada desconectado cuando se hace política, y mucho menos cuando la hace una gran potencia, con miles de expertos y de instituciones, y de consejos y reuniones.

Entonces, el caso Venezuela va a ser, es, prioridad para Estados Unidos. Hay una variante que siempre existe en la historia, que es el papel de los pueblos, cuánto va a resistir el pueblo venezolano, cuánto va a respaldar la opción liberadora. Eso siempre es una incógnita y una combinación de muchas cosas: cultura, liderazgo, identidad nacional, etcétera. No me detengo en eso porque ustedes lo están viendo igual que yo. Lo que yo quiero decir es que Venezuela es para Estados Unidos un test face. Ellos tienen que resolver el problema de Venezuela, porque si después de Cuba —a la que no ha podido derrotar—, Venezuela se convierte en otro foco progresista en la región, ellos no pueden resolver el problema regional. Estarían amenazados en su retaguardia. Eso es, de entrada, digamos, la dirección política del problema; pero quiero recordar que la primera reserva mundial de petróleo está en Venezuela, y si los gringos están tirando tiros en Medio Oriente por el petróleo de allí, ustedes me dirán qué harán por el petróleo que está a 100, 200 millas.

La apuesta [con Venezuela] es a todo: petróleo, minerales, el agua, la frontera con Brasil y con Colombia… Un país que también es caribeño, es un país estratégico, una ficha estratégica, para el cual van a hacer una política dura, gradualmente dura e imparable, creo yo.

Nosotros estamos comprometidos políticamente con Venezuela, no solo porque tenemos gente allí, sino porque el destino de Venezuela tiene que ver con el nuestro. Es decir, nosotros necesitamos a Venezuela, políticamente hablando. No me detengo más, porque todo lo demás está implicado.

La última observación que quería hacer sobre el sistema internacional es que, como resultado de los grandes movimientos geopolíticos y la derechización —a que me estaba refiriendo— el tema nacional, el tema del nacionalismo, se está complicando.

Mientras que, hasta hace poco, como resultado de la historia, el nacionalismo se había convertido en un tema de izquierda —el nacionalismo acompañaba a las intenciones de liberación nacional de los pueblos coloniales, atrasados, era de los chiquitos de este mundo, etcétera—, ya el nacionalismo era, casi por definición, de izquierda; pero ahora, con las tendencias que estamos viendo, está resurgiendo un nacionalismo de derecha. Vean, un momentico, si American first no es un nacionalismo de derecha, o Vox de España o Ciudadanos, o se mueve más arriba, en Alemania… está resurgiendo un nacionalismo de derecha.

Entonces, desde el punto de vista de lo que ustedes llaman la guerra ideológica, la batalla ideológica, tenemos un serio problema, porque yo digo «nacionalismo» en España y todo el mundo dice que estás hablando de Franco —hay un discurso en España nacionalista que es Franco—. Incluso, en el nacionalismo secesionista de Barcelona, es decir, de Cataluña, hay tendencias de derecha, es un estandarte que dirige ahora la derecha, la centro derecha. Ese es un problema que nos atañe a nosotros porque nos complica el discurso, la lucha ideológica internacional, las influencias sobre el Tercer mundo.

Lo dejo, todo eso, en lo que he llamado constricciones del sistema internacional en lo político.

Constricciones del sistema internacional en lo económico

Voy a mencionar algunas constricciones en lo económico, sobre las cuales casi no me tengo que extender, puesto que ya es más evidente para nosotros. Es mucho más evidente, pero quisiera recalcar que la Covid-19 produce, ha producido ya y producirá un trauma en la economía mundial toda —la producción, el comercio, las finanzas, etcétera— de tal magnitud que todavía no lo hemos visto. Estamos hablando de la Covid-19, estamos hablando de la epidemia; pero igual que nos pasa a nosotros, que la epidemia nos va a tirar para abajo a un ocho por ciento del PIB, o más, eso le está pasando al mundo entero.

Ya Europa recibió la noticia de que caerá en un 12 por ciento del PIB. Cuando el capital cae, su primer problema es a quién le pasa la cuenta en primera instancia: a nosotros, y a partir de cierto punto, a su gente. Es decir, a quién le van a pasar la cuenta de la Covid-19, que es un tema inacabado, como ustedes saben, porque estamos en el medio de la pandemia y no hay ninguna vacuna disponible antes de abril del próximo año. Ese es, digamos, el entorno que tiene Cuba, que tiene que ver cuántos turistas vendrán, si los queremos… nosotros, que tenemos al turismo como locomotora. Bueno, díganme dónde va a atracar la locomotora nuestra en lo inmediato. Y no tenemos todavía claro el balance de la pandemia.

Estoy hablando ahora de economía, pero vale para todo lo demás que va a producir la pandemia porque es un suceso histórico inusitado, traumático, que ha afectado tanto a los países centrales como a los periféricos, a todas las clases sociales. Es un fenómeno que no tiene precedentes, y que es casi una guerra mundial lo que está viviendo la humanidad.

Hay una gran incógnita sobre la que nadie habla: África. Ustedes no se creerán los números de África, ¿qué saben los africanos de quién está infectado y quién no está infectado? Pero el problema de vencer a la pandemia y no poder controlarla en África, es igual a vivir al lado del pabellón de infecciosos. El fin de la pandemia no está claro, ni los traumas que en todos los órdenes —político, económico, civil, ideológico cultural— producirá la pandemia. No tenemos todavía el balance acabado, pero podemos presumir que será desastroso, y en un mundo desastroso, como en las películas esas de ciencia-ficción en que la humanidad empieza después de una gran guerra nuclear… ¿Cómo es el mundo en el que nosotros nos vamos a mover, o en el que tenemos que desarrollarnos? Una constricción muy fuerte. Ya estamos en una recesión económica mundial, ya las consecuencias son visibles.

Estamos viviendo un reforzamiento del bloqueo día a día, semana a semana —como ya se ha dicho—, pero Biden, por poner la idea, la versión más optimista, ¿nos va a quitar el bloqueo? Inclusive, aunque fuera a regresar a las políticas de Obama, por decirlo de alguna manera, retomarlas, colocarse en el 2016 de las relaciones con Cuba, ¿lo va a hacer de una manera directa o va a empezar a negociar con nosotros medida a medida? Porque él vuelve a tener en sus manos un Gobierno demócrata y la posibilidad de traicionarnos. Entonces, no creo que debamos ser muy optimistas, ni hacer ninguna fiesta por el regreso de los Demócratas —que siempre será mejor que este salvaje —, pero Biden constatará que lo que pretendía Obama, que era distanciarnos de Venezuela, no ha ocurrido. Y la política contra Venezuela es bipartidista, es del establishment; entonces, hay que tener en cuenta que no hay mucho que esperar al respecto.

Ya de una manera más concreta, en lo que se refiere a nosotros… Nosotros arrastramos desde los años noventa… déjenme ver si se los digo de otra manera: no reparamos suficientemente en que en el proceso revolucionario Cuba hizo un tipo de inserción internacional sui generis, es decir, en vez de estar en el mercado mundial todas sus relaciones externas, incluyendo las económicas, transitaban bajo acuerdos políticos. El efecto de la caída del campo socialista es que los acuerdos políticos desaparecieron. Cuando el campo socialista europeo dijo: «las transacciones en el futuro son en términos de mercado mundial», nosotros fuimos inviables económicamente. Después apareció Chávez. Y después aparecieron dos hijos pródigos, Rusia se acercó a nosotros —no como antes, pero bueno, se acercó— y nosotros logramos rearticular nuevamente parte de nuestra economía —de nuevo bajo acuerdos políticos— porque, por ejemplo, las misiones médicas en el exterior, que ustedes saben que eran 4.000 millones, son bajo acuerdos políticos. Como se ha visto, cuando se han roto los acuerdos políticos nos hemos tenido que tragar a los médicos nuevamente y devolverlos a Cuba.

Nuestra inserción económica internacional se ha complicado, y una gran parte ha seguido bajo acuerdos políticos. Tenemos acuerdos políticos con Venezuela pero, de pronto, la crisis venezolana nos produce más pérdidas ahora que beneficios, porque ya no tenemos seguro ni el petróleo venezolano y le condonamos la deuda y le seguimos mandando los médicos. Es decir, que otro gran problema del presente y del futuro es cómo nosotros vamos a resolver, como parte de la normalidad, nuestra inserción internacional que es —nos guste o no— en el mercado mundial, porque somos inviables.

Yo creo que una de las cosas buenas que tienen los discursos del ministro de Economía y de Murillo es que no hacen más que hablar de la competitividad en el mercado mundial, que tenemos que tener exportaciones competitivas. Bueno, eso es una novedad, porque yo creo que Fidel Castro supo siempre que éramos económicamente inviables y que, sencillamente, teníamos que resolver eso con acuerdos políticos. Pero eso va a estar en crisis por un largo período y, entonces, dentro de esas inseguridades, una constricción muy, pero muy fuerte, es la inseguridad energética en la que estamos. Tú puedes querer hacer lo que quieras aquí que, si no tienes la energía suficiente, ni siquiera puedes poner el televisor para ver a Murillo. Entonces, yo creo que hay esa constricción.

Termino con estos breves comentarios, porque no es el centro de mi exposición, para insistir en la idea de que tenemos un escenario externo adverso y, en mi opinión, será adverso en el mediano plazo. Llegaremos al 2025 con ese escenario adverso. ¿En qué medida nuestras relaciones con Rusia y China nos podrán compensar? No aparece otra alternativa.

En algunos momentos parece que vamos a mejorar las relaciones con Europa y, de pronto, aparece una Europa más alineada a Estados Unidos que nunca. Estados Unidos la está presionando, como ustedes supondrán, hasta el «gollete», como se decía.

Y, de todas maneras, tenemos que incrementar nuestra dependencia a acuerdos, o relaciones, intercambios, o como quieran llamarle, con Rusia y China. Seguimos en el drama de todo pequeño país, que es que depende de las grandes potencias. Es decir, el nivel de autonomía que tú tienes es limitado. Si ustedes revisan la historia de las relaciones con la URSS, verán los sapos que tuvimos que tragarnos en esa historia, porque la dependencia es una relación objetiva. Más hábil que lo que fue Fidel manejando esa dependencia es imposible, no creo que tengamos capacidad de hacer más que lo que él hizo. Ni ahora, ni en el mediano plazo. Estoy tratando de decirles que, en lo que respecta al escenario externo internacional, soy pesimista de una manera declarada. Estoy tratando de advertir que mi pesimismo es relativamente objetivo.

*Primera parte de la intervención realizada el 15 de octubre de 2020 en el Centro Memorial Martin Luther King Jr. (Marianao, La Habana), en el marco de un análisis de coyuntura para la actualización estratégica de las proyecciones de trabajo de dicha Asociación y las redes que anima.

Tomado de: La Tizza

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100 directores de cine: Estudio crítico del lenguaje

Por Mr. Kaplan

Como indudable marca autoral, una compleja estructura dramática nos lleva a desconfiar de sus extrañas criaturas, mientras un tratamiento narrativo fuera de lo convencional otorga dinamismo a sus relatos, brindando algunos de los más impactantes momentos cinematográficos del nuevo milenio»

(página 304, a propósito de Denis Villeneuve).

Como su título indica, un centenar de directores ordenados por orden cronológico, sintetizados en apenas tres o cuatro páginas de texto, con apuntes en muchos casos originales y, eso sí, con los títulos que recibieron sus films en Sudamérica… que no siempre coinciden con los asignados en España.

Su selección incluye a todos los grandes del séptimo arte que uno pueda imaginar: desde los pioneros (Edwin S. Porter, Robert Wiene, Charles Chaplin) a aquellos que definitivamente forjaron el lenguaje cinematográfico (Fritz Lang, John Ford, Jean Renoir), incluyendo maestros de distintas nacionalidades (Sergei Eisenstein, Kenji Mizoguchi, Luis Buñuel) y de distintas épocas (John Huston, Ingmar Bergman, Federico Fellini) hasta llegar a la actualidad (Woody Allen, Pedro Almodóvar, Quentin Tarantino).

Hasta ahí una selección natural, lógica, con el criterio cronológico (de su primera obra, se entiende) como hilo conductor. Impecable criterio.

Pero todo autor tiene sus filias y sus fobias, de ahí que en el listado encontremos algún director discutible entre los «clásicos», como John Lee Thompson, al que Curcio incluye por Los cañones de Navarone y El cabo del terror… y llega a dejar escrito que es autor de «una serie de obras indispensables entre las que destacan El oro de McKenna y El desafío del Búfalo Blanco». Aunque, definitivamente, la valoración de este director británico se le va de las manos cuando afirma que el cuarto episodio de la saga El justiciero de la ciudad (Death wish 4), con Charles Bronson de protagonista, es un «título importante» (página 105).

Y, entre los más recientes, la lista de preferencias personales se dispara, con la inclusión de directores de indudable talento (Denis Villeneuve, David Fincher, Sofia Coppola) junto a otros que han gozado de gloria efímera y hoy ya no brilla tanto su estrella (Tim Burton, M. Night Shyamalan, Christopher Nolan) o, sencillamente, presuntos autores que este cronista no entiende por qué están en la lista (David Gordon Green, Luc Besson, Lars von Trier).

Listados, en fin, que todos tenemos y que cada uno defendemos a nuestra manera.

Maximiliano Curcio maneja bien la capacidad de síntesis. Descubre puntos de interés en los autores tratados. Apoya su selección con ejemplos y datos que sirven para dotar de sentido lo que en algunos casos es una apreciación personal. Como todas las elecciones.

Pero el libro se lee con facilidad.

Y es un libro útil.

Su edición digital facilita tenerlo a mano para consultas inmediatas.

Eso que muchas veces hacemos a través de Internet, pero con una fuente (casi siempre) fiable. Con criterio.

Su propia naturaleza —unas cuantas páginas de cada director, centradas en los temas y títulos más significativos— permite saltar de uno a otro con alegría, sin compromiso, buscando en el texto un apoyo a nuestras propias preferencias o inquietudes.

No incluye filmografías, ni datos biográficos, ni siquiera el título original, solo el utilizado en Argentina, salvo algunas excepciones. Esto no es una enciclopedia.

Es un repaso rápido a cada trayectoria, con ideas sencillas y títulos elegidos.

Algo así como «manual sobre directores de cine para público poco iniciado».

Con ese planteamiento, uno puede acudir para consultar sobre un «autor», sobre todo si es de finales del siglo XX o del XXI, buscando una introducción válida para enfrentarse a cualquier nuevo título suyo… y contar con un marco que permita situar ese nuevo film en el contexto de su obra.

Con tal brevedad en cada análisis, parece difícil que pueda ser útil. Y sin embargo lo es. Útil y original en muchos momentos.

No se limita a lugares comunes, a los análisis habituales.

No recorre las autopistas de la comunicación a toda velocidad. Prefiere adentrarse por senderos poco transitados.

Y en esos senderos encuentra la luz y las huellas de una autoría que en ocasiones no han sabido ver analistas anteriores.

Así se entiende la inclusión de algunos nombres poco habituales en este tipo de manuales de campaña, como Alfonso Cuarón, Yorgos Lanthimos o Carlos Reygadas.

Y hasta puede depararnos sorpresas agradables su particular selección de títulos en cada director.

Un ejemplo: leyéndolo, uno descubre que se puede hablar de la obra de Kubrick sin ni siquiera citar 2001: una odisea del espacio, pero, pese a todo, decir cosas atractivas, coherentes y que merece la pena leer:

«El estilo de Kubrick se basa en su formación fotográfica, pergeñando cada escena como si de una instantánea se tratara. Hereda el trabajo de cámara de Max Ophüls, la construcción narrativa de Orson Welles, la teoría de montaje de Sergei Eisenstein y la visión fatalista de John Huston»

Tomado de: Encadenados

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El rey emérito de España

Foto El Correo

Por José M. Murià

En algún lugar del valle de México, en el corazón del Anáhuac, hay un taller mecánico que se antoja eficiente, cuyo nombre, dada su especialización “en escapes”, no podría resultar más adecuado: se llama Juan Carlos I. Tal es la imagen de ese personaje al que llaman ahora “Rey emérito” de España, en medio de la difusión de la enorme caudal de latrocinios que cometió. Según se dice, son muchos millones de euros los que han pasado de manera ilícita a sus manos

No cabe duda de que alude a ese personaje de apellido Borbón, quien fungió como Rey de España desde 1975, cuando murió su padrino el dictador Francisco Franco y Bahamode, gallego para más señas, después de un gobierno de tres décadas y media llenas de prevaricaciones y asesinatos. Como es de suponer, las manos de su sucesor no quedaron del todo limpias del caudal de sangre que derramó el criminal dictador.

El taller de marras hace referencia al fin del reinado del tal Juan Carlos, que se conoció al principio de su mandato como el “rey del papelito” pues siempre llevaba uno, escrito quién sabe por quién, con lo que tenía que decir. Al parecer, al hombre, a pesar de haber sido entrenado para gobernar por su promotor, le costaba estructurar frases completas con sujeto, verbo y complementos.

No deja de llamar la atención que un pueblo que se reputa de europeo y culto se haya mantenido ciego de la ralea del personaje e, incluso, haya llegado a considerarlo como un amante de la democracia. Hasta una pluma de calidad como la de Javier Cercas cayó en el garlito de escribir, seguramente por encargo, un libro que disimulara la complicidad del sujeto con el fallido golpe de Estado de ese tal Tejeiro, en 1971. Es de admirar también el estoicismo con que se tragó el pueblo español, incluido Cercas, el camelo de que el rey tenía vocación democrática.

Lo cierto es que se mantuvo lo más posible al margen de la política con el ánimo de pasarla muy bien con amigos y amiguitas y, sobre todo, medrar a costa del dinero de todos los españoles.

Asimismo, en aras de abonar al espíritu democrático de Su Majestad, me permito recordar atentamente, las buenas relaciones que tuvo con la dictadura militar argentina, especialmente cuando ésta fue encabezada por el general Videla y la cordialidad que prevaleció con Augusto Pinochet, la versión chilena de Franco. Ahí están, en los periódicos argentinos y chilenos, las fotografías y las notas de su momento que lo comprueban.

Finalmente, la cereza del pastel se exhibió cuando, sin tener derecho a ello, el relumbrante Rey de España, digno ejemplar de su dinastía, interrumpió a un jefe de Estado, en este caso de Venezuela, con aquel famoso “¿Por qué no te callas?”

No pretendo defender a Hugo Chávez, pero en tal ocasión Juan Carlos I cometió una verdadera grosería impropia de un personaje de su nivel, aunque se explica por el hecho, ratificado por varios presentes, de que su real persona despedía un fuerte olor a alcohol. Es decir, iba borracho.

Los mexicanos estamos plenamente convencidos de que ni los demócratas españoles ni los familiares del sujeto merecen tener que soportar tales vergüenzas. No en vano, se dice que ahora la mayoría de los habitantes de dicho país ya quisieran poner a la casa real de patitas en la calle.

Tomado de: La Jornada

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Sociología de la educación

José de la Luz y Caballero (1800-1862) Pedagogo y filósofo cubano. Considerado maestro por excelencia y formador de conciencias que engrandeció el sentido de la nacionalidad cubana.

 Por Graziella Pogolotti

Al igual que otras ciencias sociales y humanísticas, la pedagogía se desarrolla en permanente y siempre renovado diálogo interdisciplinario. Responde a una concepción del mundo —filosofía— y se integra a un proyecto de nación, para lo cual se remite a la historia y la sociología. Tampoco puede prescindir de la sicología porque su compromiso fundamental se centra en la formación del ser humano.

Confieso haber sucumbido a la fascinación ante modelos de supuesta validez universal. Pero la insurgencia anticolonial desencadenada después de la Segunda Guerra Mundial condujo a la independencia política de muchos países y promovió un amplio debate crítico en el campo de las ideas. Por esa vía se fue desmontando el andamiaje de un complejo sistema opresor que apuntalaba la violencia ejercida con el empleo de las armas mediante la construcción de la subjetividad del oprimido. Al impacto producido por Los condenados de la tierra, del martiniqués Frantz Fanon, siguieron investigaciones y estudios realizados por especialistas en distintas ramas del saber.

En ese contexto, el enfoque sociológico aplicado al análisis de la realidad en Argelia revelaba la verdad oculta tras la apariencia de un sistema bien engrasado. Saltaba a la vista que los programas de estudio metropolitano descartaban el acercamiento a la historia y la geografía locales. Privaban a los nativos de la información básica acerca de su entorno inmediato.

La desventaja se acentuaba en lo tocante al dominio de la lengua. Para los hijos de los colonos, el francés constituía su idioma materno. Por su origen y procedencia, los argelinos eran portadores, en primera instancia, de lengua y cultura de raíz árabe. A todo ello se añadían condicionamientos de orden social. La desigualdad existente entre los hogares acomodados y el vivir cotidiano en la pobreza, la precariedad, el hacinamiento y la lucha por la supervivencia determinaban diferencias sustanciales en el desempeño docente de alumnos, condenados en algunos casos a contribuir con su esfuerzo al mantenimiento de la familia. La convergencia de factores académicos, culturales y económicos interponía significativos obstáculos al acceso a la educación superior y al diseño de un proyecto nacional.

El movimiento anticolonial de mediados del siglo pasado condujo al replanteo crítico del papel de la educación en el proceso de emancipación de los pueblos. Mucho antes, sin embargo, aparejado a las guerras en favor de la conquista de nuestra primera independencia, el pensamiento latinoamericano había concedido particular importancia al tema. En su peregrinar por tierras de América, Simón Rodríguez, maestro de Bolívar, intentó sembrar escuelas y volcar en ellas el fruto de un largo aprendizaje. Había recorrido las principales capitales europeas y conocía las ideas dominantes en el llamado «siglo de las luces». Dotado de singular espíritu crítico, no quiso trasplantar modelos. América necesitaba formar a los protagonistas de su transformación, a los constructores de su destino. Reconoció el peso de nuestras culturas originarias. En el Alto Perú, actual Bolivia, quiso introducir el estudio del quechua. Fue un visionario prematuro.

José Martí conoció en lo profundo los principales centros de poder de su época. Vivió en España y advirtió en Estados Unidos las señales del imperialismo naciente. Su observación del presente, en lo económico, lo social, lo político y lo cultural, se proyectaba hacia la definición de los conceptos que habrían de presidir la construcción del porvenir de nuestras tierras. Para remover conciencias ejerció el periodismo, utilizó sus extraordinarias facultades oratorias y concedió tiempo al diálogo en el intercambio personal y a través de su enorme epistolario. Condenó en el «aldeano vanidoso», transplantador de modelos, al colonizado mental. Comprendió que la garantía de nuestro porvenir se sustentaba en el reconocimiento de un destino compartido. Mientras preparaba la Guerra Necesaria, asentó en Nuestra América lineamientos esenciales de un testamento político. Teníamos que apoderarnos del saber acumulado por la humanidad, pero el tronco nutricio habría de ser el de nuestras repúblicas.

Ya sabemos que el planeta se achica rápidamente. A comienzos del siglo XX, el manifiesto futurista asumió el vértigo de la velocidad. Del ferrocarril y el telégrafo pasamos a la aviación y nos encontramos ahora bajo los efectos de la revolución en las telecomunicaciones. Somos más interdependientes y estamos más interconectados. El poder hegemónico se vale de todos los medios para instaurar el neoliberalismo como único modelo de validez universal.

La doctrina económica divulgada por los Chicago boys tiene ramificaciones que abarcan todos los sectores de la vida social, entre ellos, los de la cultura y la educación. La fórmula se manchó de sangre cuando se implantó con el uso de la extrema violencia bajo la dictadura de Pinochet. Se expandió luego hacia otros países de América Latina, con similar estela trágica.

La precarización del Estado, reducido a su papel represor, repercutió negativamente en el sistema de enseñanza. Despojada de recursos, la universidad pública no dispuso de lo necesario para fomentar políticas de desarrollo científico. Aherrojado al desempeño de una función utilitaria, el papel de la universidad se simplificó al entrenamiento de técnicos aptos para responder a las demandas del mercado empresarial.

La tradición pedagógica cubana creció articulada a la conformación de un proyecto nacional. Los discípulos de José de la Luz y Caballero participaban siempre en el sabatino intercambio con el maestro. Muchos se incorporaron a la lucha por la independencia. Años más tarde, Enrique José Varona concibió un programa destinado a favorecer el desarrollo del país. Es un legado cultural que, hoy como ayer, tenemos que atemperar a las exigencias de la contemporaneidad.

Tomado de: Juventud Rebelde

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El monopolio cultural del neoliberalismo

Moro (Cuba)

Por Jorge Molina Araneda

“En virtud de la ideología de la industria cultural, el conformismo sustituye a la autonomía y a la conciencia; jamás el orden que surge de esto es confrontado con lo que pretende ser, o con los intereses reales de los hombres”.

La industria cultural, Theodor Adorno y Max Horkheimer

En este momento, cuando el sistema socioeconómico preponderante a nivel global se encuentra irremediable e incuestionablemente exhausto, el mundo político parece carecer de una opción ideológica que ofrezca una alternativa viable que lo reemplace. Los gobiernos de los países que mediante la razón o por la fuerza ofrecieron al mundo las ideas que durante 500 años guiaron el desarrollo sociopolítico y económico se encuentran cuestionados por su propia población.

En la compleja sociedad del siglo XX el acceso a los medios masivos de comunicación se convirtió casi en la única opción para poder ejercer eficazmente la libertad de expresión. Pero ya fuese por las barreras legales o económicas para acceder a tales medios o por la simple competencia en el uso de espacios y tiempos de impresión o transmisión, se fue acotando la diversidad de las opiniones y visiones que tal vez hubiesen evitado que la sociedad aceptara como dogma de fe el pensamiento único que hoy hace crisis. El acotado derecho a la información sirvió para la imposición de las ideas que, impregnadas hasta la médula en la humanidad actual, impiden a la mayoría ver las profundas contradicciones del sistema preponderante y, por lo mismo, evitaron, hasta el surgimiento del Internet, la difusión de nuevas ideas.

A la enorme mayoría aún le cuesta mucho percibir algo distinto a la idea de que nos encontramos ante una crisis de alcances inusitados. Lo que en las pancartas de los indignados se lee, lo que los movilizados identificándose como el 99 por ciento gritan, lo que cada vez más blogs y mensajes por la red claman es que no es una crisis, sino un engaño. El sistema socioeconómico preponderante no ha sido construido para el desarrollo y libertad de la humanidad, es un mecanismo articulado desde la cúpula de un poder omnímodo para extraer toda la riqueza mundial a través del complejo financiero-monetario. Si este ve acotado su dominio, ya sea por los excesos provocados por su propia voracidad o por eventos fortuitos, reacciona succionando todos los recursos de la sociedad. Este complejo financiero global es el que provoca la inflación, que, al igual que los intereses, constituyen el mecanismo intrínseco para la transferencia de riqueza. Cuando el complejo financiero pierde, arrebata a través de los gobiernos los recursos para ser rescatado. Es este el mecanismo esclavizador del capitalismo; el sistema que falsamente se promueve como sinónimo de libertad.

Con el engañoso canto a la libertad individual se ha impuesto un sistema cuya prevalencia depende de que exista escasez. Habiendo escasez, los seres humanos asumen en todo momento comportamientos de lucha, competencia —incluso si esto significa engañar o robar— para obtener el capital que, a través de su acumulación, incrementa a quien lo posee la capacidad de generar aún más escasez.

Rebasando a los gobiernos y sus opositores —todos ellos convenientemente acomodados en partidos políticos— la cosa pública se ha circunscrito alrededor de un solo tema: el capital. La riqueza de las naciones no se mide ya más que en términos del capital. La lucha ideológica, por tanto, se concentra en cómo y qué tanto se ha de hacer caso al capital. Unos, exaltando sus virtudes cuando unos cuantos le poseen y, en el otro extremo, quienes abogan por el dominio colectivo de las mayorías para poseerlo. Bajo esta premisa de que todo es capital, se diluyen todos los demás aspectos de la economía y la vida en sociedad: la dignidad, el trabajo, las fuentes naturales de recursos
—agua, tierra, aire, luz—. Nacidos bajo el cobijo del liberalismo, hay aún quienes en esa barahúnda de inconsistencias afirman que capitalismo equivale a libertad de mercados y protección a la propiedad privada. Ni unos ni la otra existen cuando todo el sistema privilegia a unos cuantos al exaltar el individualismo que provoca escasez y, con ello, la acumulación del capital. ¿Cuál es entonces la opción ideológica que pueda sacar al mundo de estas contradicciones?

Dany-Robert Dufour, filósofo francés, investigador del liberalismo y sus consecuencias cuando se convierte en capitalismo salvaje, ha afirmado que éste se plasma como un nuevo totalitarismo. El término de pleonexía dice, se halla en La República de Platón y quiere decir “siempre tener más”. La Polis, se construyó sobre la prohibición de la pleonexía. Puede decirse entonces que, hasta el siglo XVIII, toda una parte de Occidente funcionó con base en esa prohibición. A partir de la creación del complejo financiero monetario se liberó la avidez mundial, la avidez de los mercados, la avidez de los banqueros. Una avidez sobre la que el propio Alan Greenspan (expresidente de la Reserva Federal de Estados Unidos) ante la Comisión norteamericana, después de la crisis de 2008, dijo: “Pensaba que la avidez de los banqueros era la mejor regulación posible. Me doy cuenta de que eso no funciona más y no sé por qué”. Greenspan confesó de esa manera que lo que guía las cosas es la liberación de la pleonexía, pero por ser un individuo creado y cultivado por el propio sistema, no le resulta posible ver más allá.

Ante la urgente necesidad de encontrar nuevos ámbitos ideológicos, nuevas propuestas de partidos y candidatos que recibirán de manos de sus antecesores, países enteros, sociedades y economías destrozadas, no es posible partir de lo conocido. Lo que conocemos se ha gestado en la lógica de la pleonexía que todo lo domina. Es preciso no caer en la tentación de querer arreglar el mundo —el país— con la óptica de nuestras propias estructuras, con las que fácilmente volvemos a repetir la urgencia de organizar, de instituir, de legalizar como si en esos actos conjuráramos lo que ya no queremos y terminamos apostándole de nuevo a la repetición y a la restauración de aquello que pretendimos cambiar.

Para muchos cientistas políticos, el comunismo era un muro de contención contra el capitalismo, una especie de amenaza constante que obligaba a los Estados capitalistas a buscar el bienestar social de las masas trabajadoras para tratar de evitar potenciales huelgas y alzamientos; con ello cobró más fuerza la idea del Estado del Bienestar.

Actualmente el capitalismo, en su versión más radical denominada neoliberalismo, es hegemónico en la mayor parte del orbe y, como todo poder monopólico, corre el riesgo de sufrir constantes y severos descontroles.

El imperialismo de la razón instrumental, del pensamiento calculador y pragmático, ha debilitado el pensamiento crítico-reflexivo.

El pensamiento único es la versión neoliberal de la economía de mercado que implanta la razón económica del beneficio sobre las motivaciones éticas y políticas; además, enaltece la excelencia del mercado y del capital, que es donde se subordinan los demás aspectos de la vida individual y social.

Algunos filósofos vinculan el pensamiento único con la actitud posmoderna, vale decir, el pensamiento a contracorriente es incapaz de esgrimir valores y razones sustantivos capaces de enfrentarse a las razones del mercado neoliberal.

Luego, el pensamiento único se define por las siguientes características:

–Primacía del poder económico: se atribuye a la economía la toma de decisiones y se considera que los intereses del conjunto de las fuerzas económicas constituirían los reales intereses de la comunidad global. La política está ligada al poder de los medios de comunicación y estos, a su vez, frecuentemente se subordinan al poder económico-financiero mundial. Las corporaciones transnacionales y las instituciones financieras son muy poderosas y adoptan como ideal unos pseudo procedimientos democráticos formales que carecen absolutamente de significado real. Amén la ciudadanía, en términos generales, no se entromete en la “cosa pública” e ignora las directrices que configuran su vida. Sin embargo, si en algún momento, por utópico que parezca, se devolviese el poder económico a su rol de subordinación a los intereses sociales, podría existir alguna posibilidad de alcanzar una sociedad libre y democrática.

–Indiferencia ecológica: el pensamiento único occidental concibe al ser humano como desarraigado de la naturaleza, por lo tanto, se observa a la misma con afán depredador. La economía capitalista de línea dura no evalúa ni reduce los costes ambientales de la salvaje y malintencionada interacción explotadora del hombre hacia la naturaleza.

–Desigualdad económica: el pensamiento único capitalista es indiferente hacia las secuelas negativas y desestabilizadoras que genera en el ámbito social, es decir, los ricos se hacen más ricos, y los pobres más pobres. Ergo, aquella brecha provoca una grave segmentación y polarización sociales.

El pensamiento único se conecta con la llamada razón instrumental, descubierta por los teóricos de la Escuela de Frankfurt, según la cual, y siguiendo a Horkheimer, consiste en una pequeña esfera de la racionalidad humana que ha ayudado a convertir a las personas en amos y señores de la naturaleza, les colma de innumerables medios materiales pero, coetáneamente, les deshumaniza y les domina. El imperialismo de la razón instrumental, del pensamiento calculador y pragmático, ha debilitado el pensamiento crítico-reflexivo, aquél que nos orienta y conduce a instaurar nuestra identidad personal con arraigo en la naturaleza y con pleno sentido de solidaridad social.

Horkheimer y Adorno criticaron a la sociedad de su tiempo, señalando que la razón instrumental puso en marcha la industria cultural, que impone sus modelos alienantes  a través de los medios de comunicación.

La industria cultural y sus medios de comunicación están formados por: internet, cine, radio, televisión, revistas, música, publicidad y todas las demás actividades de ocio. Merced a estos medios, los grandes magnates de la economía mundial imponen suavemente un monopolio cultural —hegemonía la llamaría Gramsci— que margina cualquier creación que busque emancipar al individuo y estimule la creatividad no controlada por ellos. Los productos de esta industria están diseñados para que el espectador no disponga de tiempo para pensar, pues lo que se ve, escucha o lee ya ofrece la panacea a cualquier interrogante planteada por una mente adormecida por la pirotecnia mediática. La industria cultural implanta valores, conductas, necesidades y lenguajes uniformes y acríticos para todos.

La única solución posible es contar, en algún momento, con una población sumamente politizada y cuestionadora del sistema mundial vigente, solo así paulatinamente se romperán las cadenas de la tiranía hegemónica del pensamiento único. Recordemos que el mismo Rousseau hace siglos nos advirtió en su Contrato Social que el ser humano nace libre pero en todos lados está encadenado.

En Los guardianes de la libertad, Noam Chomsky y Edward S. Herman develaron el uso operacional de los mecanismos de todo un modelo de propaganda al servicio del interés nacional —de EEUU— y la dominación imperial. Examinaron la estructura de los medios (la riqueza del propietario) y cómo se relacionan con otros sistemas de poder y de autoridad. Por ejemplo, el gobierno (que les da publicidad, fuente principal de ingresos), las corporaciones empresariales, las universidades, etc.

Para Chomsky, la tarea de los medios privados que responden a los intereses de sus propietarios, consiste en crear un público pasivo y obediente, no un participante en la toma de decisiones. Se trata de crear una comunidad atomizada y aislada, de forma que no pueda organizarse y ejercer sus potencialidades para convertirse en una fuerza poderosa e independiente que pueda hacer saltar por los aires todo el tinglado de la concentración del poder. Solo que para que el mecanismo funcione es necesaria, también, la domesticación de los medios; su adoctrinamiento. Es decir, generar una mentalidad de manada. Hacer que los periodistas y columnistas huyan de todo imperativo ético y caigan en las redes de la propaganda o el doble pensar. Es decir, que se crean su propio cuento y lo justifiquen por autocomplacencia, pragmatismo puro, individualismo exacerbado o regodeo nihilista. Y que, disciplinados, escudados en la «razón de Estado» o el «deber patriótico», asuman —por intereses de clase o por conservar su estabilidad laboral— la ideología del patriotismo y conservadurismo reaccionarios. En definitiva, el miedo a manifestar el desacuerdo termina trastocando la prudencia en asimilación, sumisión y cobardía. La meta del modelo socio-económico-cultural es: se debe pensar en una sola dirección, la presentada por el sistema de dominación capitalista. Y si para garantizar el consentimiento es necesario aplicar las herramientas de la guerra psicológica para el control de las masas; como por ejemplo: azuzar el miedo, campañas del terror electorales, fomentar la sumisión y generar un pánico paralizante, los vigilantes del sistema entran en operación bajo el paraguas de lo políticamente correcto, amparados por todo un sistema de dádivas y premios que brindan un poco de confort y poder acomodaticio.

El monopolio cultural que devino de las políticas de una democracia neoliberal no es más que una reencarnación del monopolio cultural fascista, fortalecido a través de lógicas sociales que encontraron la manera de velar las debilidades ideológicas que impidieron el dominio completo de los monopolios culturales que operaban como parte de aquellos fascismos. Horkheimer y Adorno fueron cuidadosos en recordar que el juicio de la élite intelectual de su tiempo, que pintaba a la industria cultural como una barbarie estadounidense resultado del retraso cultural de la conciencia norteamericana, era una ilusión. «Era, más bien, la Europa prefascista la que se había quedado por detrás de la tendencia hacia el monopolio cultural. Pero precisamente gracias a este atraso conservaba el espíritu un resto de autonomía.» Si a principios del siglo pasado las vanguardias obstaculizaron la tendencia hacia la consolidación del monopolio, hacia finales de la Segunda Guerra Mundial Horkheimer y Adorno percibían como perdida dicha batalla. Sin embargo, el duopolio ideológico que configuró el orden mundial de la posguerra resultó ser también una fuerte resistencia ante el avance del monopolio cultural. No fue hasta la caída del Muro cuando se declaró victorioso un modo de ser sobre el otro, para erigirse como único y permitir con ello el proceso de consolidación del monopolio.

Entre los incontables factores que posibilitaron poner en marcha de nuevo el avance de un monopolio cultural encontramos: la democracia moderna en 1989, y el neoliberalismo como ideología de dicha democracia. Entre estos sucesos existe una relación simbiótica, es decir, la realidad de la democracia moderna, alejada por completo tanto de su conceptualización antigua como ilustrada, no refiere a una forma de gobierno, sino al suplemento que legitima a los Estados oligárquicos contemporáneos (todos los Estados contemporáneos que se dicen democráticos). La retórica que se construye para explicar el porqué de una victoria de Occidente sobre el bloque socialista (y no viceversa) se apoyó de modo rotundo en el despliegue práctico, muy específico, del concepto de «libertad absoluta», donde el triunfo de las democracias sobre los totalitarismos no fue la consecuencia de un Estado que aseguraba la libertad del individuo como libertad para participar en la cosa pública, sino de un Estado que garantizaba la libertad como libertad individual, la cual en la práctica se tradujo en el derecho del individuo a quedar libre de toda intervención del Estado. Si el capitalismo es la lógica económica propia de una democracia moderna, el neoliberalismo encuentra, en el concepto de libertad individual que manejan dichas democracias, correlación y sustento de la lógica no-intervencionista que lo fundamenta. Una libertad definida por Karl Polanyi como «libertad para explotar a los iguales; para obtener ganancias desmesuradas sin prestar un servicio conmensurable a la comunidad; libertad de impedir que las innovaciones tecnológicas sean utilizadas con una finalidad pública, o la libertad para beneficiarse de calamidades públicas tramadas en secreto para obtener una ventaja privada».

El proceso por el cual el neoliberalismo —de la mano del concepto de democracia y libertad— se convierte en la ideología monopólica de las décadas de 1980 y 1990 no es otra cosa que lo que David Harvey, apoyándose en Gramsci, llama una construcción de consentimiento, es decir, la elaboración de un «sentido común» entendido como un «sentido poseído en común» que surge de un consenso mayoritario; en este caso, un consenso sobre la validez de la libertad absoluta individual, construido por necesidad sobre un envilecimiento de la noción de «lo común».

Harvey enfatiza que el sentido común, que dio legitimidad a la implementación de políticas neoliberales, de ninguna manera debe entenderse como un «buen juicio», cuya construcción se logra «a partir de la implicación crítica con las cuestiones de actualidad». Al contrario, en la constitución del sentido común pueden desempeñar una parte las creencias y los miedos, así como los prejuicios y valores culturales y tradicionales, mismos que «pueden ser movilizados para enmascarar otras realidades».

El mantra mental y cultural, que ha sufrido algunas fisuras durante los últimos quince años, dicta lo siguiente:

-El ser humano busca su bienestar personal, es esencialmente racional e individualista y responde a estímulos materiales, especialmente económicos.

-El bienestar social es la suma de los bienestares individuales, siempre que no se perjudiquen los derechos de los demás. La competencia permite aumentar el bienestar personal y, por ende, el social; por lo tanto, es un elemento esencial para el progreso.

-Los mercados operan con eficiencia y rapidez, si no se les colocan trabas y logran una asignación óptima de los recursos actuales y futuros; hay que dejarlos actuar con libertad. Incluso los monopolios naturales no deben ser intervenidos, pues las ganancias excesivas atraen a otros empresarios a actuar. Si existen externalidades, se resuelven por negociaciones individuales, sin que intervenga la autoridad.

-Los mercados de factores productivos deben actuar con el mínimo de trabas estatales. La movilidad de los trabajadores entre las empresas hace innecesaria la existencia de sindicatos por su poder monopólico. Tampoco deben existir interferencias en los mercados financieros. Debe haber apertura al exterior tanto en el comercio de bienes y servicios como en los capitales. La libertad de precios es el mecanismo central para asignar los recursos.

-Los empresarios son actores claves de la sociedad, pues determinan las iniciativas y el emprendimiento, incentivados por las utilidades. Además, generan el ahorro que posibilita el crecimiento económico y el progreso. Por lo tanto, deben trabajar con plena libertad, garantizando los derechos de propiedad. Las prestaciones sociales como la educación, la salud, la vivienda y las pensiones pueden ser entregadas por privados actuando como empresas, aunque las financie el Estado.

-Las funciones del Estado en una sociedad con mercados eficientes y sin externalidades se reducen a aspectos específicos: las tareas tradicionales del liberalismo, como son la defensa nacional, las relaciones exteriores y la administración de justicia. Además, por su naturaleza, se considera que el Estado es ineficiente, pues a diferencia del empresario privado no maximiza utilidades.

Estos son los elementos centrales de la ideología neoliberal que lamentablemente a nivel mundial se convirtieron en dogmas a raíz de la acriticidad y, en definitiva, de no mediar el año 2019 para nuestro país (Chile), continuarían siendo un incuestionable credo hasta para los más desposeídos que toman como normal la subyugación que padecen por parte de los más poderosos.

Tomado de: América Latina en movimiento

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Cuando el cine mata

Halyna Hutchins, directora de fotografía recientemente fallecida

Por Carlos Galiano

El mundo del cine fue recientemente estremecido por el trágico suceso ocurrido durante el rodaje del oeste norteamericano Rust, cuando al disparar un revólver de utilería inexplicablemente cargado con balas reales, el conocido actor Alec Baldwin mató accidentalmente a la directora de fotografía del filme, Halyna Hutchins, e hirió a su director, Joel Souza.

El incidente, que ha hecho reaccionar a la comunidad cinematográfica con desconcierto y enojo por la evidente falta de responsabilidad profesional de los miembros del equipo de filmación involucrados en el manejo y control de armas, es investigado por las autoridades bajo el minucioso escrutinio de los medios, pero la delimitación de culpabilidades penales no podrá borrar la perplejidad y conmoción compartida por cineastas y espectadores.

A muchos la muerte de Halyna Hutchins les ha recordado la del actor Brandon Lee, hijo del mítico Bruce Lee, acontecida en circunstancias similares el 31 de marzo de 1993, cuando el intérprete de 28 años cayó abatido por un proyectil de verdad en una escena de intercambio de disparos de una película titulada El cuervo (The Crow), lo cual desencadenó un torbellino de teorías conspirativas como las que rodearon la muerte de su padre 20 años antes. La investigación concluyó que tantas personas habían cometido una negligencia en ese rodaje que resultaba imposible señalar un culpable. ¿Pasará lo mismo con el caso Rust?

Hollywood, dicho sea de paso, cuenta con un largo historial de accidentes principalmente pirotécnicos y automovilísticos en filmaciones desde los albores de la “fábrica de sueños”, sueños que en no pocos casos, como el pasado 21 de octubre, se han transformado por esos motivos en verdaderas pesadillas.

Con la debida salvedad ética que implica comparar una tragedia real con una trama de ficción, el dramático percance de Rust me recordó de golpe una película italiana realizada en 1978 cuya tesis central es que el cine, más allá de reflejar de forma ficticia o documental la realidad, constituye en sí mismo una segunda realidad que puede intervenir abruptamente en nuestras vidas. Su título es Circuito cerrado, fue dirigida por el destacado realizador Giluliano Montaldo (Sacco y Vanzetti, 1971; Giordano Bruno, 1973) y aunque originalmente fue concebida para la televisión, se estrenó en nuestras salas en los años ochenta. No es de las películas más citadas de su director, tampoco se le encuentra ya fácilmente en los mercados de video, pero curiosamente leí hace poco que forma parte de las exhibiciones habituales del Museo de Arte Moderno de Nueva York.

El filme se desarrolla enteramente dentro de un cine, durante la exhibición de un spaghetti western interpretado por un actor icónico del género, Giuliano Gemma. Antes de comenzar la proyección, se nos presenta brevemente a los espectadores que asisten a la función, cada uno en su mundo, con sus manías, individualidades reunidas en ese acto social que es compartir una función de cine.

Se ilumina la pantalla y todo transcurre normalmente hasta la escena climática de cualquier película del oeste, el duelo final, en el que Gemma desenfunda y dispara su revolver a cámara, mientras de modo fijo y extraño mira en dirección al público antes de dar media vuelta y retirarse. De pronto se descubre que un espectador yace abatido en su asiento con una herida mortal de bala. Cunde el pánico, llaman a la policía, nadie puede salir de la sala.

Comienzan los interrogatorios, no aparece el arma ni el motivo homicida, deciden reconstruir los hechos con un voluntario que ocupa el mismo asiento del muerto. Vuelven a pasar el filme, y en la misma escena el mismo disparo cobra una segunda víctima. Se encuentra un orificio en la pantalla. Desconcierto total.

Entre el género conocido como giallo, equivalente italiano del thriller de crímenes, suspenso y misterio y la ciencia ficción de proyección social, Circuito cerrado nos lleva a la inquietante conclusión de que el asesino es la propia película. Esta constituye una suerte de metarrealidad o hiperrealidad que termina por invadir y agredir la de los espectadores, por lo que deja de ser un espectáculo pasivo para convertirse en un sujeto activo que transgrede los límites de la ficción y se instala en las vidas de quienes lo contemplan.

La imperdonable negligencia de la armera, el asistente de dirección o ya se sabrá de quién o quienes reedita de manera simbólica en la tragedia de Rust estas insospechadas relaciones que pueden establecerse entre la realidad “real” y la realidad de la ficción. Por azares del destino, mientras se encontraba en su puesto de trabajo, la joven y talentosa directora de fotografía entró en el mundo de la ficción, se interpuso involuntariamente entre Alec Baldwin y su hipotético adversario, y una bala que debió ser de salva resultó ser un proyectil real que segó su valiosa vida.

La justicia tiene sus propios y estrictos códigos para descifrar estos fenómenos. El arte, sin embargo, queda a merced de ellos.

Tomado de: Cubacine

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